La nostalgia de la bici del abuelo

Un joven de Simancas (Valladolid) restaura bicicletas antiguas en un hobby que se ha convertido en un negocio y que permite revivir recuerdos pasados

Ical
03/06/2017
 Actualizado a 18/09/2019
Pablo Pinto, junto una bicicleta preparada para restaurar en su tienda de Simancas (Valladolid). | ICAL
Pablo Pinto, junto una bicicleta preparada para restaurar en su tienda de Simancas (Valladolid). | ICAL
Una Orbea de los años 50 preside uno de los tabiques del taller de Pablo Pinto. “Fue la primera bicicleta que se compró en Simancas (Valladolid). Era la del alguacil”, presume Pablo Pinto desde uno de los rincones de su establecimiento, en el que vende género nuevo y lo arregla, pero que se caracteriza por elevar a lo más alto lo que empezó como una afición y se ha convertido en parte de su negocio: la restauración de bicis antiguas. “Siempre me gustó la mecánica en general, y las bicis en particular”, desliza.

Se cumplen ahora dos siglos de la invención de la bicicleta. Es un buen momento para que este joven de 35 años abra las puertas de su negocio, ubicado entre la Plaza Mayor de la localidad y el mirador del río Pisuerga. Un lugar con encanto, precisamente, para pedalear. Cuenta con una parte dedicada a tienda, con algunos de los ejemplares más modernos del mercado. “Ésta y aquella son de lo mejor que puedes encontrar ahora mismo”, señala con el índice hacia los ligeros vehículos para explicar las cualidades de sus productos.

Pero llama la atención, al fondo, tres o cuatro antigüedades de los años 50, 60 y 70. “Aquí las restauro. Normalmente, los clientes las traen en un estado más o menos óptimo. Pero también me han llegado otras que encuentran en una panera o un pajar. Eran de su abuelo y no le han prestado atención y ahora la arreglan como recuerdo. Para mí es un hobby y disfruto”, comenta. Se fija concretamente en una de hace más de 40 años. “Ésta la fabricó directamente el chico con piezas que se fue encontrando. ¡Es única!”, sonríe.A la hora de ejecutar una restauración, para la que Pinto necesitó formación, algunos clientes demandan que la bici quede completamente como nueva, “pero como nueva estaba en su momento, con tonos viejos y eso que llaman ahora, vintage”, ironiza. Es cierto, otra bici ya acabada es protagonista por ese recuerdo y nostalgia de montura para los abuelos y envidiaban los entonces niños. Pero llegar a ese punto “muchas veces no es fácil”, porque aquí llegan las bicis “con ruedas partidas, sin radios o piezas que faltan”.De media, una restauración tiene un coste de entre 400 y 500 euros, siempre y cuando no sea necesario pedir piezas originales, como los amortiguadores y los guardacadenas, que “tienen un gran valor”. Hasta el momento, Pinto cuenta con la suerte de tener contacto directo con un hombre de Bilbao que los fabrica a medida por un precio aproximado de 60 euros. “Es mayor y lo tiene como hobby también. Pero tiene demanda”, sostiene. También está muy valorado que mantengan las palomillas originales de los timbres o el escudo de la marca en el frontal o el asiento.Aquella Super CilDesde que abriera hace ocho años han pasado por su taller más de una decena de bicis, de míticas marcas como Orbea, BH, Derbi, Pegaso o Super Cil, una firma vasca que desapareció en los años 70. Por eso mismo y por su clasicismo, Pinto se quedó con una de esta compañía que es el “tesoro” del local. Se dice que fueron muchas las generaciones de españoles que en su día pedalearon por los caminos de la Meseta, las lomas y las costas con una Super Cil.

A la hora de empezar a trabajar sobre un aparato de estas características, Pablo dedica también tiempo a trabajo de documentación para aproximarse lo más posible al momento de fábrica original. Después, limpia, lija y “perfila” los tubos, “que quedan como nuevos”. Por sus manos han pasado bicis de carteros y posiblemente de repartidores y de operarios de Renfe, quienes utilizaban históricamente las Super Cil.

Una vieja estufa, también restaurada, como no podía ser de otro modo, da pie a imaginar un establecimiento repleto de mezcolanzas entre lo de antaño y hogaño. “Hace años una bici era más valorada que ahora. Eran bastantes más caras, lógicamente en comparación con los tiempos que corren”, sostiene.

Seguramente eran otros tiempos. Ya lo relató el vallisoletano Miguel Delibes en ‘Mi querida bicicleta’, en 1988, obra en la que narró sus experiencias ciclistas y que acerca a una época en la que apenas había coches y las bicis llevaban matrícula. Como otros muchos libros y películas que cuentan con este vehículo como protagonista, que permitió el nacimiento de un deporte vibrante en un periodo diferente al actual salvo en una: el placer de circular en bici que describe el propio Delibes.
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