Recuerdos de unas horas interminables

J. M. / Toledo
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José Díaz y Rafael García ayudaron a localizar el cuerpo en una antigua fábrica de cerámica en Numancia de la Sagra. 18 años después, tienen vívidas las 19 horas de búsqueda.

Recuerdos de unas horas interminables - Foto: Víctor Ballesteros

José Díaz Bravo tiene el recuerdo fresco. Han pasado casi 20 años, pero mantiene vívidas las horas del 28 de septiembre de 1995. Ese día, se encontraba en Yuncos cuando la Policía Nacional fue a buscarlo a su casa en Numancia de la Sagra. Los agentes reclamaban su ayuda, concretamente la de su máquina retroexcavadora, para iniciar una intensa búsqueda: la del cadáver de Anabel Segura. España entera había seguido este caso conmocionada, y precisamente unos meses antes, Televisión Española emitió un programa de gran producción que incluía las grabaciones de las voces de los participantes en el crimen. Fue el origen de la resolución del caso.

Los autores habían confesado y se iba a rastrear palmo a palmo una superficie extensa entre Numancia y Pantoja. «Había mucho jaleo», comenta una vecina del primer lugar de búsqueda. El operativo se desplazó en primer término a una fábrica, de la cual se conserva todavía la chimenea. Después, se trasladaron unas decenas de metros para dar con el lugar exacto. Con focos y generadores preparados para iluminar la zona en una larga noche. No obstante, fueron horas y horas de trabajo para José Díaz y su hijo, quienes seguían las instrucciones policiales.

Padre e hijo, que regentan todavía la empresa Bravo e Hijos, empezaron a excavar a las 22 horas y concluyeron 19 horas más tarde. Sin dormir. Un empresario de Cobeja que se unió también a las labores con su máquina, de mayores dimensiones, dio finalmente con el cadáver. Allí estaba la ropa con la que la joven salió a correr el 12 de abril de 1993.

El cuerpo apareció en el hueco de un transformador de electricidad de una antigua fábrica de cerámica. José y su hijo, quien por entonces tenía apenas 18 años, anduvieron cerca de este lugar con la máquina excavadora en las primeras horas, pero finalmente todo se alargó mucho.

José, quien asistió posteriormente al entierro de la joven junto con el alcalde de Numancia de la Sagra, asegura que, unos seis meses antes, vio a uno de los condenados, Emilio Muñoz, sentado frente a esta antigua fábrica de cerámica. Por entonces, José derribaba por su trabajo los restos de la fábrica de cerámica donde se encontraba ya depositado el cuerpo de Anabel Segura.

José conversa con Rafael García sobre el caso. Este último fue propietario de una granja de pollos en el mismo lugar donde apareció Anabel Segura. Dos o tres años antes del secuestro dejó la actividad, la última que tuvo la fábrica antes de aquel día de septiembre de 1995. Conocía bien la zona y ayudó a orientar la búsqueda del cuerpo.

Precisamente, Rafael guarda en su casa una maqueta que recrea la disposición de la fábrica, un lugar que ahora el Ayuntamiento de Numancia de la Sagra ha convertido en el Polígono 7, una superficie ya urbanizada junto a la CM-4004 que une Numancia con Pantoja.

A sólo unos cientos de metros, el Ayuntamiento de Numancia de la Sagra honró poco después la memoria de Anabel Segura con una calle a su nombre y una placa de cerámica de Talavera con el rostro de la joven que se mantiene impoluta. La imagen se corresponde con una foto mil veces publicada que todos los españoles almacenan en su memoria de aquellos angustiosos años de búsqueda.