“El territorio más malditamente salvaje de los Pirineos”: el valle que enamoró a Hemingway

En Navarra

Guarecido por altas cumbres y vertebrado por el río Ezka, el más oriental de los valles navarros es un mundo con identidad propia: a la belleza de su paisaje se une la magia de sus coquetos pueblos, empeñados en mantener las costumbres y los oficios milenarios

La pasarela de  Larrau en la selva de Irati, en los Pirineos Occidentales

La pasarela de Larrau en la selva de Irati, en los Pirineos Occidentales

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Ya el mismo Ernest Hemingway alabó las virtudes de este rinconcito de Navarra, al que acudía para recobrar fuerzas tras la vorágine de los Sanfermines. Aquí donde el escritor más omnipresente quedó cautivado por la grandeza de los paisajes y la exquisita gastronomía casera, se ocultaba, según sus palabras, “el territorio más malditamente salvaje de los Pirineos”.

Así es, realmente, a día de hoy este rosario de valles que dibuja la esquina norte de la comunidad foral. Un territorio dominado por la fuerza de las montañas, en el que la vida discurre tan apegada a la naturaleza que no siempre resulta sencilla. El clima severo y la orografía despiadada han pasado factura en el censo poblacional y la zona se inscribe en lo que se llama la España vaciada.

Valle del Roncal

El clima severo y la orografía despiadada han pasado factura en el censo poblacional

Pero la belleza sigue ahí. Especialmente en Roncal, el valle más oriental, agraciado con un entorno que asciende desde los bosques primigenios a los pastos de alta montaña, desde las hoces profundas hasta los macizos kársticos. Todo ello, vertebrado por el Ezka, que lo recorre de norte a sur. Un río que no sólo ha estado siempre ligado al desarrollo económico del lugar, sino que, además, ha moldeado su idiosincrasia.

Arquitectura de piedra​

Y es que, si hay algo que caracteriza al valle de Roncal es su fuerte identidad, como se aprecia en los siete pueblos que lo conforman. Pueblos empedrados, con las típicas casas alpinas diseñadas para soportar el peso de la nieve, en los que encontramos iglesias góticas, coquetas ermitas y puentes de piedra.

Casas de piedras en el pueblo de Roncal en Navarra

Casas de piedras en el pueblo de Roncal en Navarra

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Uztárroz, Vidángoz, Garde y Urzainqui son algunas de estas bonitas villas, aunque más populares son Isaba, la más extensa, puerta de entrada a bonitas rutas de senderismo, y Roncal, que da nombre al valle y honra la memoria del tenor Julián Gayarre, su hijo predilecto: no sólo se le dedica un museo (en el que se puede admirar su propia laringe bañada en formol) sino también un maravilloso mausoleo de mármol, bronce y alabastro en el cementerio de la localidad, realizado por el famoso escultor Mariano Benlliure y declarado Bien de Interés Cultural.

Hermosa también resulta Burgui, la puerta de entrada al valle, con la pintoresca estampa de su puente romano de cuatro arcos. Es, además, un pueblo consagrado a poner en valor los oficios milenarios. Especialmente el de los almadieros, aquellos hombres que descendían río abajo sobre precarias balsas para transportar la madera de estos bosques hasta la desembocadura del Ebro. 

Burgui

Un pueblo consagrado a poner en valor los oficios milenarios

Un museo da cuenta de esta actividad que ha marcado la vida en los Pirineos y en cuyo honor hasta se celebra, cada primavera, la fiesta de la Almadía. Por si fuera poco, en Burgui está también el Itinerario de los Oficios, un paseo temático con paneles explicativos de lo que fueron los caleros, los carboneros, las lavanderas…

Miles de caminos

En cualquiera de estos pueblos, el invierno invita a regocijarse al calor de la chimenea. Pero mejor será salir a explorar la naturaleza que convierte a estos parajes en un tesoro intacto. No olvidemos que en las cotas más bajas hallamos la que para muchos es la joya de la corona: la Selva de Irati, que tiene el honor de albergar el segundo hayedo-abetal más extenso de Europa (sólo superado por la Selva Negra de Alemania).

La Selva de Irati, que tiene el honor de albergar el segundo hayedo-abetal más extenso de Europa

La Selva de Irati, que tiene el honor de albergar el segundo hayedo-abetal más extenso de Europa

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Más allá de este bosque, existen infinidad de rutas, todo un mundo de posibilidades para gastar las botas. Como el camino de Zemeto, con el que se accede a la parte más alta del valle de Belagua para contemplar el macizo de Larra (una de las mejores vistas). O el que discurre por el entorno natural de Mata de Haya, en el que descansan algunas de las zonas mejor conservadas del Pirineo occidental. Un buen punto para ascender también a la Mesa de los Tres Reyes, el pico más alto de Navarra.

Cascada de Belabarce en Navarra

Cascada de Belabarce en Navarra

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El valle del Roncal atesora rincones tan fotogénicos como la Foz de Burgui, una garganta natural siempre sobrevolada por halcones, quebrantahuesos y buitres leonados. O las atronadoras cascadas de Arrako y Belabarce, a las que se viene en verano a refrescarse. O la bucólica imagen que conforma el puente de Otsidundua, muy próximo a la cueva del Ibón. Nada extraña que el cine haya elegido estos parajes para enmarcar películas como Obaba, Secretos del corazón o La balsa de piedra.

El manjar de las montañas

Pero también Roncal es famoso por el queso que lleva su nombre. Un manjar de tradición milenaria que fue el primero en ser reconocido con el título de denominación de origen. Está elaborado con leche cruda procedente de la oveja latxa, que encuentra por estas alturas un pasto excelente. El proceso de maduración en las montañas le confiere un toque especial.

La oveja latxa típica del valle del Roncal

La oveja latxa típica del valle del Roncal

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Un buen lugar para adquirirlo en la propia borda (cabaña de pastores) donde se elabora es la Quesería Marengo, la única que sigue empleando leche de sus propias ovejas. Desde aquí, envuelto por la niebla, se extiende el valle de Belagua, de origen glaciar. Más al horizonte se intuyen las cumbres este rincón de la cordillera pirenaica ajeno al paso del tiempo.

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