Los Amaya, sin pena ni gloria. Capítulo 2.

Los Amaya, sin pena ni gloria. Capítulo 2.

Sin pena ni gloria, segunda parte, reflexiones personales, autocrítica y un poco de memoria. Pocos quedan ya de los artistas que dieron vida y crearon un hueco a un estilo musical gitano y catalán. En el primer artículo de esta serie hablaba del Chacho, en el tercero y último hablaré de mí mismo y en este segundo hablaré de Los Amaya.

Este año se cumple el 50 aniversario de mi primera grabación en un estudio y todos los que entonces estaban ya nos han dejado, sólo quedamos los que arriba menciono y no dejo de pensar en el presente y el futuro del legado que yo recibí y que intento seguir transmitiendo –obviamente, se trata de un legado que cambia y debe cambiar con el paso de los años y de los artistas que interpretan nuestra rumba, pero mientras escribo estas palabras no puedo dejar de estar preocupado por la continuidad de la transmisión de nuestra cultura musical–. 

Si de los que fueron los primeros rumberos solo nos queda el Chacho, de la segunda rama del árbol genealógico de la rumba sólo nos quedan Los Amaya, los hermanos José y Delfín que, junto a otros jóvenes de la época como Agustín Abellán, Chango, Ramunet, el Noi, Moncho, Carpi o Juanito del Pocholo entre otros,  marcaron el cauce de la rumba. Aunque todos ellos tenían su propio grupo, al principio acompañaron a Los Amaya en sus grabaciones. Dicho de otra manera, Los Amaya ocuparon el trono de la Rumba Catalana en un momento de vital importancia para el género, tenían que tenían la difícil misión de demostrar que la rumba podía seguir sonando y atrayendo  a nuevos públicos.

Los Amaya, con su fuerza y juventud, le dieron un sonido terriblemente actual a la rumba catalana por allá los años setenta. El momento pedía un sonido discotequero y eso lo consiguieron a la perfección. Los más ortodoxos de la época podían pensar que el giro que Los Amaya le dieron a la rumba pudo ser un poco obtuso, pero fue puro ‘presentismo’, que es lo que ha caracterizado a nuestra rumba siempre, una música viva, que evoluciona, que crece, pero que mantiene un hilo argumental. 

Consiguieron llegar a una juventud que hasta entonces no se había interesado por nuestro género. Se rodearon de artistas y productores como Tony Ronald, Alex y Checho Soler, Atlanta, Josep Mas Kitflus y la Tribu Pegasus, músicos de primera fila que lograron darle a la rumba un sonido de lujo. Ampliaron el repertorio, crearon baladas, hicieron que la rumba no fuese únicamente una música para bailar sino también para escuchar.

En su momento, los Amaya eran los rumberos de moda, con un directo contundente, los recuerdo aún acompañados por Atlanta, un grupo que tocaba un funk de lo más puro y que supieron acoplaron a la rumba como muy pocos. La fusión que consiguieron entre Los Amaya y Atlanta sirvió de referencia para los que venían por detrás.

Aunque yo empecé en este mundillo de la mano del Chacho y de Peret, Los Amaya me adoptaron de muy jovencito, me dieron el privilegio de compartir con ellos sus ensayos en casa, donde iba cada tarde al salir del colegio, escuchaba sus discusiones musicales a la hora de componer, los acompañaba mientras grababan sus maquetas caseras en un casete. Fueron tantas horas juntos que inevitablemente su sonido era una referencia para mí y, aunque después acabase actuando con los maestros, con ellos siempre tuve una conexión muy especial.

Ellos participaron en mi primer LP, Piña Colada, producido por Kitflus y la Tribu Pegasus al completo, una producción de lujo que, en aquella época, se adelantaba a los tiempos. La conexión que sentía con Los Amaya era mutua. Hemos pasado toda una vida juntos dentro y fuera de la música. Pepe y yo salíamos cada día juntos, escuchábamos música, hablábamos de nuevas ideas musicales, era una época dorada para la rumba en la que yo empezaba a ser conocidillo por este mundo y él era Pepe de Los Amaya.

Conozco mejor que nadie su trayectoria, la vivimos juntos, y mejor que yo nadie conoce tampoco el momento que están viviendo ahora. Siento que estamos transitando el mismo camino.

Tengo que aceptar que el tiempo pasa y todo cambia en nuestra vida, es ley de vida, el tiempo no va hacia atrás nunca, pero no es justo ver que grandes artistas como Los Amaya queden apartados en un rincón sin pena ni gloria después de haber dedicado toda una vida a nuestra música, a luchar por ella, después de haber sido referentes y la inspiración de todos los que llegamos después de ellos.

Y aunque repita el mensaje de la última entrada, como gitano me cuesta aún más entender que no cuidemos el patrimonio musical que dejamos los mayores, siento que dentro de poco, el hilo argumental que ha unido a generaciones y generaciones de rumberos se acabe por romper, que dejemos perder más de medio siglo de rumba catalana, de rumba gitana. Es algo que debo gritar con vehemencia, pues el siguiente en la lista soy yo mismo, y si no se pone remedio, todo el patrimonio musical de nuestra rumba puede desaparecer.

De momento aquí estamos, sin pena ni gloria.

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