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domingo, 16 de julio de 2017

Izalzu/Itzaltzu - Jaurrieta

Andanza LXXXVIII: Izalzu/Itzaltzu - Jaurrieta

Día: 18/06/2017
De humanos es tropezar dos veces en la misma piedra, y tres, y cuatro, y… así podríamos seguir hasta lo innumerable, porque si hay un animal terco, ése es de dos patas. Algunos nos damos por pecadores compulsivos, por malos cristianos. Ya nos lo ha advertido el cura de nuestro pueblo: “¡Me cago en el copón divino, aquí no os quiero ver más!”, “os pensáis que el confesionario es la ventanilla del banco”, “lo vuestro no lo perdona ni Dios”, “ni Purgatorio ni ostias, al Infierno de cabeza”. Todo por reincidir en un pecado que nos tiene pillados.
Así es, estamos picados a uno de los ocho vicios malvados que se inventó el monje Evagrio, aunque luego San Gregorio Magno los dejó en siete, por aquello de la economía de medios. Hay pecados y pecados. El nuestro es de categoría superior, de esos que les dicen capitales, no por gordos, sino porque son el origen de muchos otros pecadillos y cuando nos calentamos se nos olvidan sus terribles consecuencias: el tormento eterno en el infierno. Su gravedad no da la opción de penitenciar unos días en el Purgatorio.
Como no tenemos remedio, hoy iniciamos la Andanza sabiendo que son muchas las posibilidades de caer en esa tentación, pero sin premeditación ni alevosía, y para ir haciendo el cuerpo arrancamos con un calor sofocante, igual al que genera Pedro Botero en sus calderas, quien ya nos tiene reservada plaza allí abajo. Pero antes de llegar a consumar el supuesto pecado, hemos de hacer los deberes, faltaría más. Pirineo a la vista con la esperanza de que por aquellas tierras los calores sean más llevaderos, ¡qué ilusos! De todas formas hemos tenido suerte, nos toca terminar la “i” y empezar con la “j” con dos pueblos pertenecientes al mismo valle, el de Salazar, y además próximos entre sí. Así ahorramos esfuerzos y sudores.
El ordenamiento nos remite a Izalzu/Itzaltzu y Jaurrieta y hasta allí vamos a husmear. No entraremos en detalles sobre las bondades del Valle de Salazar, más que nada porque ya lo hemos hecho en ocasiones anteriores, que si paisajes maravillosos, que si pueblos con encanto, que si carreteras espectaculares, que si esto, que si lo otro, pues eso, un lujo de valle.
Así que, centrándonos en lo que toca, vamos al grano. Empezamos por Izalzu, el pueblo más pequeño del valle, por lo menos en cuanto al número de habitantes (tiene alrededor de 50). Situado en el extremo nororiental, es cabecera del Valle de Salazar y última localidad antes de la frontera con Francia por el puerto de Larrau. La carretera NA-140 traza una bisectriz entre laderas desde las que se han dejado caer sus bonitas casas pirenaicas. A la izquierda se apiñan al borde del asfalto, codo con codo, porque la pendiente constriñe. A la derecha el terreno da un respiro, hay sitio para que pase el río Anduña camino de Ochagavía, hasta sobra para dar forma a un coqueto parquecillo de plataneros de sombra, con su fuente y todo, cosa muy de agradecer en un día como hoy. Por este lado, asentados en las ondulaciones de la ladera, se dejan ver la mayor parte de los hogares del pueblo, en estampa de postal.
Izalzu tiene leyenda y de las buenas. Allá por el Medievo vivía en Izalzu un bardo de nombre Gartxot, que al parecer cantaba algo mejor que Asurancetúrix, el bardo de Astérix, porque a éste no lo amordazaban ni ataban a un árbol, sino que le tocaban las palmas. Este bardo tuvo un hijo llamado Mikelot, también cantautor de renombre, tanto que se lo llevaron los frailes de Roncesvalles a grabar un LP en latín. Gartxot se cabreó por tema de derechos de autor y porque decía que todo lo que no fuera cantar en euskara salacenco iba contra la tradición. Encendido en cólera, se fue a Roncesvalles y sustrajo a su hijo, y los frailes, oliéndose que se les acababa el chollo, se chivaron al merino para que les devolviera a Mikelot por la fuerza. Gartxot, viendo que su hijo iba a acabar como un Julio Iglesias cualquiera, prefirió darle matarile. Por este horrible crimen Gartxot fue encerrado en una torre de por vida. Cuando se encontraba con ánimo cantaba por un ventanuco de su mazmorra y las palomas, apiadadas, le llevaban trigo para que no muriera de hambre. En el parquecillo de Izalzu hay un monumento a la memoria de Gartxot.
Pues una pena lo de Gartxot y Mikelot, nos da en la nariz que la SGAE tuvo algo que ver, pero nosotros hemos de continuar ruta. De Jaurrieta nos separan 11,5 kilómetros por la NA-140. Un recorrido corto pero intensamente pirenaico. Con Jaurrieta se despide el Valle de Salazar hacia occidente. Comparada con Izalzu, Jaurrieta es una metrópoli cosmopolita. Aunque tiene sólo 196 habitantes, dispone de tienda de alimentación, dos bares con restaurante, un hotel, dos hostales y unas cuantas casas rurales y de apartamentos. Los domingos hay ambiente en el pueblo, sobre todo hoy, un día tropical en el que se celebra el Corpus Chisti y la gente se ha engalanado para ir a misa.
Padece de cuestas Jaurrieta y el caserío se distribuye entre ellas a diferentes niveles, un tanto anárquicamente. Sus cuidadas viviendas son de tejados rojos y vertiginosos, como los de todo  pueblo pirenaico que se precie. No tienen demasiada antigüedad, pues la localidad ha sido en épocas pasadas pasto de las llamas en varias ocasiones, pero siempre ha sabido resurgir de las cenizas con tesón. Hoy por hoy el sentimiento de arraigo mantiene el nivel de población más o menos estable y el turismo se percibe como una actividad que avala las expectativas de futuro de Jaurrieta, para eso está la belleza paisajística. Nosotros, tras disfrutarla y con semejante calor, hicimos parada a tomar un refrigerio en la taberna Casa Sario, que a pie de carretera atrae turistas sedientos, pero mientras vivificábamos el gaznate oímos voces.
Era el demonio asociado a nuestro pecado y enemigo mortal. Sí, porque ya advirtió el jesuita alemán Peter Binsfeld en su lista autorizada de diablos que cada pecado capital tiene su demonio particular, y el que incita al vicio desordenado hacia la comida y la bebida es Belcebú. Belcebú es un demonio poderoso, el segundo en la jerarquía infernal, por debajo sólo de Satanás. Es el señor de las moscas y de la Gula, así que cualquier intento de sustraerse a su influjo es inútil.
Belcebú nos sugestionó, anulando la poca voluntad de templanza que nos quedaba… Tiró de nosotros Pirineo abajo por el abismo de la Gula. Nos obligó a ir hasta sus dominios y ni siquiera nos hizo falta el GPS porque conocíamos el camino de anteriores pecados. Allí, en Oroz-Betelu, estaba Belcebú en traza de mesonero. Qué bien montada tiene la sucursal del infierno, en apariencia de molino reconvertido en restaurante, a la fresca, a la orilla del río Irati. De aspecto bonachón, este diablo se las pinta solo para atraer a la gente a los pecados de la carne (y del pescado). Su reclamo son las brasas, que no se extinguen nunca porque las sube directamente del mismísimo infierno. Nosotros, alienados, volvimos a pecar una vez más. Las chuletillas fueron nuestra perdición. Nos queda el consuelo de que, como buenos arrepentidos, dimos gracias por los alimentos recibidos; ya sabemos que no tenemos perdón, pero, por si acaso… 











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