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Destino Valparaíso: el arca de Neruda

El Winnipeg fue el arca de Pablo Neruda para los refugiados de guerra. Se echan en falta hoy esos grandes gestos. English

Arturo Desimone
20 septiembre 2018
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SS Winnipeg en 1939. Wikicommons/ Agrupación Winnipeg. Algunos derechos reservados.

Los apátridas y desposeídos ascienden hoy a 65 millones de personas en el mundo. De ser cierto este "censo" de una población tan inestable e indocumentada como esta, se trata del mayor número de refugiados de la historia (al menos de la historia registrada con posterioridad a Babel).

En las costas de Europa, los náufragos se esconden de la policía de inmigración o se les procesa por vía tecnoburocrática. Con su carta de residencia en situación de ''pendiente'', se les confiscan y almacenan sus bienes y se confina a los solicitantes, en pasividad forzada, en centros de detención. Se echan a perder muchos años.

Se pierden años esperando que haga su curso el proceso agotador de aprobación o denegación del estatus de refugiado, cumplimentando formularios y enviando por correo electrónico telegramas que deben luego telegrafiarse.

Esperando para saber de familiares que huyeron, o que no huyeron, que podrían haber muerto, o que podrían haber recibido un permiso.

Hay poetas en el mundo – en este mundo que la tecnocracia globalizada ha convertido, irónicamente, en un mundo en contra del nomadismo -que han intentado hacer gestos (poéticos) de solidaridad con los inmigrantes oprimidos.

Pero la mayoría de sus manifestaciones de condena, como flechas de punta roma, no consiguen hacer mella en la corriente de los medios dominantes, en su lenguaje y su software de generar ruido. A poderosos grupos de presión les interesa generar pánico en relación a una supuesta "crisis de los refugiados".

Muchas personas cultas, de talante liberal o progresistas de carné que apoyaron en el pasado políticas de deportación, están acusando hoy a los extremistas de derecha de ser los xenófobos por antonomasia.

Y en el primer mundo, muchas personas cultas, de talante liberal o progresistas de carné que apoyaron en el pasado políticas de deportación, están acusando hoy a los extremistas de derecha de ser los xenófobos por antonomasia (entre los intelectuales que han denunciado ese tipo de fácil ecuación, el filósofo Alain Badiou).

Los guardianes uniformados de Europa llaman a esto Filantropía, hablan de Generosidad y de sus límites, mientras marcan con sus porras y bastones el ritmo la armonía disciplinaria, carente de melodía.

Con demasiada frecuencia, los poetas terminan cayendo en esa fácil apologética. Entretanto, remitirse al ejemplo histórico de Pablo Neruda podría ofrecer una espectacular lección de solidaridad.

“Preguntaréis por qué su poesía 
no nos habla del sueño, de las hojas, 
de los grandes volcanes de su país natal?

Venid a ver la sangre por las calles,
venid a ver
la sangre por las calles, 
venid a ver la sangre 
por las calles!”

(Pablo Neruda, Explico algunas cosas - fragmento)

 

¿Dónde está el Winnipeg de la crisis de los refugiados del siglo XXI?

Cuando el poeta Pablo Neruda se convirtió en embajador de la república de Chile en España, la suya no fue la típica vida de embajador: almuerzos, cenas, noches en la ópera y corridas de toros.

Neruda se encontró de lleno en un fuego cruzado, entre las represalias contrarrevolucionarias de las falanges fascistas y los republicanos.

Se rumoreaba la existencia de campos de concentración controlados por los fascistas a lo largo de la frontera francesa en los que se hacinaban familias republicanas cautivas.

Pablo Neruda – seudónimo de Neftali Reyes - era el poeta que había defendido a los guerreros de Arauco y la legendaria resistencia de Lautaro contra los primeros colonos españoles.

Ahora, en Europa, se encontraba bajo la presión de que sus actos estuvieran a la altura de su coraje de pluma.

Y Neruda actuó.

Actuó rápidamente para defender a sus amigos. Muchos de ellos eran poetas españoles en la resistencia como Rafael Alberti, que le preguntó al Consulado de Chile algo que parecía absurdo: "¿Por qué no construir un Caballo Rojo?", como si un poeta pudiera colocar un Caballo de Troya a las puertas del fascismo.

Federico García Lorca, amigo de Neruda, fue asesinado por las tropas marroquíes de Franco.

Federico, te acuerdas
debajo de la tierra,
te acuerdas de mi casa con balcones en donde
la luz de junio ahogaba flores en tu boca?
                                                   Hermano, hermano!

(Pablo Neruda, Explico algunas cosas - fragmento)

Pablo Neruda tenía el ojo puesto en un viejo buque de la armada, el Winnipeg - un paquebote francés, construido entre 1914 y 1918, que fue botado inicialmente con el nombre de Jacques Cartier. Antes de ser vendido a Canadá, se utilizaría para la misión clandestina chilena.

El Winnipeg, el arca de Neruda, transportaría a los refugiados republicanos hasta el puerto de Valparaíso, en la costa de Chile al norte de Santiago.

La misión fue bautizada "Operación SERES''. El poeta-diplomático hizo campaña en ciudades argentinas como Rosario, Córdoba y Buenos Aires (todas ellas, ciudades que construyeron y poblaron inmigrantes casi en su totalidad, muchos de ellos de origen español e italiano).

Neruda recaudó fondos de gobiernos provinciales deseosos de acoger a refugiados y con fuertes lazos con la causa republicana.

La eterna enemistad hacia la Corona española, presente en las Américas desde los primeros levantamientos burgueses criollos, ayudó a movilizar la solidaridad con los antimonárquicos españoles.

El Winnipeg, cargado de refugiados, atracó primero en la isla caribeña de Guadalupe para luego continuar hacia el cabo más austral de Tierra del Fuego, hasta llegar al puerto de Valparaíso en el Pacífico.

El Winnipeg, cargado de refugiados, atracó primero en la isla caribeña de Guadalupe para luego continuar hacia el cabo más austral de Tierra del Fuego, hasta llegar al puerto de Valparaíso en el Pacífico.

Winnipeg, ¿dónde estás?

Dice en una carta Neruda, sobre el Winnipeg:

“Ante mi vista, bajo mi dirección, el navío debía llenarse con dos mil hombres y mujeres. Venían de campos de concentración, de inhóspitas regiones del desierto. Venían de la angustia, de la derrota y este barco debía llenarse con ellos para traerlos a las costas de Chile, a mi propio mundo que los acogía. Eran los combatientes españoles que cruzaron la frontera de Francia hacia un exilio que durará más de 30 años.”

La poesía de Neruda del período de la guerra civil en Barcelona evidencia una transformación interna más sísmica y poderosa que una mera catarsis, que lo lleva a actuar en nombre de los demás y de los oprimidos.

Por un momento, el poeta que se comparaba ni más ni menos que con Júpiter, superó su ego o convirtió su megalomanía en una fuente de gestos altruistas sobrehumanos (el Winnipeg fue sin duda uno de ellos).

Existe sin embargo un lado oscuro de la historia del Winnipeg: según los biógrafos David Schidlowsky y Adam Feinstein, Neruda fue muy selectivo en cuanto a la ideología de los refugiados a los que ayudó.

Eso quería decir que nada de anarquistas, ni trostkistas, ni comunistas de izquierda a bordo: sólo aquellos que seguían disciplinados la línea dura del Partido. De todos modos, el líder anarquista Josep Peirats logró subir a bordo.

Pero en cambio a un conocido pintor trotskista, Eugenio Fernández Granell, se le desembarcó en Santo Domingo. Neruda hizo quizás de pequeño tirano a bordo del Winnipeg.

Pero el Winnipeg fue algo excepcional, el tipo de evento que ha quedado como parte de la tradición de la poesía chilena (como cuando Raúl Zuríta escribió su famoso poema desde las nubes sobrevolando en una avioneta el desierto de Atacama).

Desplazados

Los países latinoamericanos como Argentina, Uruguay, Ecuador y Brasil tienen una larga historia de política de fronteras abiertas a la inmigración.

Ciñéndose a las convenciones internacionales, las autoridades latinoamericanas, históricamente, solo han deportado a personas como respuesta a órdenes de extradición cursadas por tribunales extranjeros por crímenes graves (homicidios, tráfico de drogas), pero no por el mero hecho de ser personas desplazadas.

Castigar el desplazamiento, o exigir que solo el peligro físico o la amenaza de aniquilación justifiquen la migración, es castigar el espíritu viajero y la curiosidad que anidan en la psique humana.

Esta represión es una de las muchas razones por las que los poetas y la humanidad en general deberíamos tomar en serio las políticas de inmigración.

Hoy en día, Chile cuenta con la comunidad palestina más grande fuera del mundo árabe: cerca de 500.000 personas.

En Argentina radica la tercera comunidad judía más grande del mundo y es también uno de los principales centros de acogida de las diásporas armenias y sirias, aunque se asocia más a menudo con la italiana y la española.

En Argentina, un país construido por inmigrantes y refugiados, los primeros centros de detención de inmigrantes que se recuerden los empezó a construir en 2016 el presidente Mauricio Macri - hijo de un inmigrante calabrés y casado con Juliana Awada, hija de la prominente comunidad siria en Argentina.

Aunque el emprendedor presidente Macri dice estar en desacuerdo con Trump y su mujer es sirio-argentina, le impresionó la voluntad europea de criminalizar abiertamente a los desplazados.

El verano pasado, el presidente y la primera dama recorrieron países del norte de Europa como Holanda, Dinamarca y Suiza, maravillándose de lo que las élites latinoamericanas consideran sociedades avanzadas.

Aunque el emprendedor presidente Macri dice estar en desacuerdo con Trump y su mujer es sirio-argentina, le impresionó la voluntad europea de criminalizar abiertamente a los desplazados.

El centro de deportación en Argentina, que todavía no ha entrado en funcionamiento, estaba destinado sin embargo a inmigrantes paraguayos y peruanos.

El gobierno acogió como refugiados a familias sirias, pero fiel a su ideología de libre mercado, no les ofreció servicios para facilitar su adaptación a ciudades argentinas como Córdoba, lo que llevó a algunas familias a regresar a su país en guerra (como ha relatado El País).

Antes del golpe de 2016, la destituida presidenta de Brasil Dilma Rousseff concedió la nacionalidad a 40.000 haitianos.

Aunque los refugiados que transportó Neruda fueron relativamente pocos – 2.000 -  en comparación con la cifra de 65 millones de apátridas y desplazados que hay actualmente en el mundo, el gran gesto del Winnipeg sigue teniendo un valor ejemplar: sintetiza el histórico papel de los países latinoamericanos en la recepción de refugiados.

Ese papel ha quedado paralizado por los éxitos de la derecha en Latinoamérica en 2016, con la victoria electoral de Mauricio Macri en Argentina y el golpe en Brasil.

Con anterioridad a 2016, los gobiernos de tendencia izquierdista de Argentina, Brasil, Ecuador y Venezuela se habían declarado dispuestos a recibir a los exiliados, aunque había motivos para cierto escepticismo ante su aparente hospitalidad - por ejemplo: este artículo de Peter Lykke Lind publicado en el Argentina Independent.

Con toda probabilidad, la izquierda latinoamericana quería ganar tiempo, esperar hasta después de la temporada de elecciones, para entonces sacarle los colores a Europa acogiendo con los brazos abiertos a los refugiados de guerra.

Si ante los horrores que viven los desplazados tuviéramos hoy un poeta consagrado como Neruda, la estupidez del postureo del mundo del arte oficial aparecería sin encanto alguno.

Por desgracia, la serie de derrotas electorales, de golpes y de fallos de la izquierda han pospuesto la vergüenza pública de Europa y Estados Unidos en la "crisis de los refugiados", que no es sino una crisis de solidaridad.

Megalomanía heroica

Para finalizar, reproduzco la carta de Neruda. El gran logro humanitario y socialista de su carrera, capitanear el Winnipeg, fue motivo de satisfacción para Neruda - sobre todo de autosatisfacción.

A mitad de la carta, el poeta se compara con Júpiter, el dios romano, y en otro lugar con el creador del libro del Génesis, que según la Biblia descansó el séptimo día.

Esto viene a confirmar los rumores que apuntan a la megalomanía viril de Neruda. Sin embargo, su megalomanía fue aquí sin duda heroica y su enjoyada pomposidad resultó revolucionaria.

Pero, ¿es que tales hazañas son posibles sin arrogancia? Si ante los horrores que viven los desplazados tuviéramos hoy un poeta consagrado como Neruda, la estupidez del postureo del mundo del arte oficial aparecería sin encanto alguno.

En estos momentos, en lugar de imitar a Noé o a Moisés, como hizo Neruda, las subversiones se basan, como las de Ai Wei Wei, en la estética mediática de la farsa y la parodia política.

 “Me gustó desde un comienzo la palabra Winnipeg. Las palabras tienen alas o no las tienen. La palabra Winnipeg es alada. La vi volar por primera vez en un atracadero de vapores, cerca de Burdeos. Era un hermoso barco viejo, con esa dignidad que dan los siete mares a lo largo del tiempo…

Ante mi vista, bajo mi dirección, el navío debía llenarse con dos mil hombres y mujeres. Venían de campos de concentración, de inhóspitas regiones del desierto. Venían de la angustia, de la derrota y este barco debía llenarse con ellos para traerlos a las costas de Chile, a mi propio mundo que los acogía. Eran los combatientes españoles que cruzaron la frontera de Francia hacia un exilio que durará más de 30 años.

Yo no pensé, cuando viajé de Chile a Francia, en los azares, dificultades y adversidades que encontraría en mi misión. Mi país necesitaba capacidades calificadas, hombres de voluntad creadora. Necesitábamos especialistas.

Recoger a estos seres desperdigados, escogerlos en los más remotos campamentos y llevarlos hasta aquel día azul, frente al mar de Francia, donde suavemente se mecía el barco Winnipeg, fue cosa grave, fue asunto enredado, fue trabajo de devoción y desesperación.

Mis colaboradores eran una especie de tribunal del purgatorio. Y yo, por primera y última vez, debo haber parecido Júpiter a los emigrados. Yo decretaba el último Sí o el último No. Pero yo soy más Sí que No, de modo que dije siempre Sí.

Estábamos ya a bordo casi todos mis buenos sobrinos, peregrinos hacia tierras desconocidas, y me preparaba yo a descansar de la dura tarea, pero mis emociones parecían no terminar nunca. El gobierno de Chile, presionado y combatido, me instaba en un telegrama a cancelar el viaje de los emigrados.

Hablé con el Ministerio de Relaciones Exteriores de mi país. Era difícil hablar a larga distancia en 1939. Pero mi indignación y mi angustia se oyeron a través de océanos y cordilleras y el Ministro se solidarizó conmigo. Después de una crisis de gabinete, el Winnipeg, cargado con dos mil republicanos que cantaban y lloraban, levó anclas y enderezó rumbo a Valparaíso”.

 “Que la crítica borre toda mi poesía, si le parece. Pero este poema, que hoy recuerdo, no podrá borrarlo nadie.”  

Así escribió el poeta sobre su hazaña antediluviana, afectada quizás, como mínimo, por su complejo de Moisés.

Y si Neruda intentó hacer de policía ideológico a bordo, hoy las misiones de rescate occidentales no son mejores, sino probablemente mucho más estrictas en este sentido.

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