24 horas en Belmonte, la escapada que nos merecemos

En la provincia de Cuenca espera paciente al viajero este pueblo que se traduce en todo un viaje al pasado, que llega en forma de nuestro presente. Gastronomía rural, historia con encanto y opciones excelentes de alojamiento para dar la bienvenida a la calma y al hedonismo. 
Belmonte Cuenca Castilla La Mancha
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Fue en el año 2016, cuando Belmonte fue escogido como uno de los pueblos más bonitos de toda Castilla-La Mancha, imponiéndose al resto de finalistas; un año después le llegaría el 5º puesto entre las ‘7 Maravillas Rurales de España’, organizado por el portal Top Rural; y desde hace más de cinco décadas puede presumir de ser Villa de Interés Turístico.

Todo este reconocido palmarés tiene su razón de ser en su amplia riqueza patrimonial y un sinfín de actividades culturales, gastronómicas y turísticas que no hacen más que demostrar que este enclave del interior de la provincia de Cuenca con algo menos de 2000 habitantes censados, es la perfecta excusa para una escapada de fin de semana.  

Castillo de Belmonte.Getty

A medio camino entre Madrid y Valencia, Belmonte ha visto pasar  por sus callejuelas empedradas y sus tierras a la mismísima emperatriz Eugenia de Montijo, a Rodrigo Díaz de Vivar (El Cid Campeador), Don Quijote de la Mancha, Fray Luis de León, Juan Pacheco y otros muchos más personajes que entre la realidad y la ficción, han hecho de este destino un lugar con historia, encanto, carisma y mucho –pero que mucho– duende.

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UNA VILLA MEDIEVAL LLAMADA BELMONTE

Aunque todo parece indicar que la historia de esta villa medieval se remonta al siglo XIII, no fue hasta el siglo XIV cuando se empezaron a recopilar documentos que confirmaban la existencia de Belmonte (inicialmente Bellomonte) y comenzó a tener una mayor relevancia histórica.

Belmonte.Getty

En las primeras décadas fue cuando se iniciaron las obras de construcción del Antiguo Alcázar y en 1398 el rey Enrique III concedió al portugués Juan Fernández Pacheco la titularidad de la villa de Belmonte. Este fue el primero –pero no el último– miembro del linaje de la familia Pacheco en protagonizar la historia de este pueblo manchego.

Su nieto Juan Pacheco, ordenó construir en 1456 tanto el castillo de Belmonte como la Colegiata de San Bartolomé. Este aristócrata castellano dominó toda la política del reino casi hasta el reinado de Isabel la Católica.

Senderos de Belmonte.

Silvia Ruiz de la Prada Sanchis

Es en estos dos enclaves del patrimonio de Belmonte sobre los que pondremos el foco nada más poner un pie en esta villa medieval que tiene mucha historia que contar. Para ello, recurrimos a los conocimientos de David Gurillo, fundador de Rutour Belmonte y amplio conocedor de la causa.

En esta ocasión, iniciamos la casa por el tejado y nos dirigimos bien en coche a 5 minutos de distancia o bien dando un agradable paseo de una duración aproximada de 15 minutos a pie, hasta el Castillo de Belmonte.

En palabras de David Gurillo: “Don Juan Pacheco, primer Marqués de Villena, ordenó construir el Castillo de Belmonte, concebido como palacio y fortaleza, de estilo gótico-mudéjar, en lo alto del cerro de San Cristóbal y una muralla de cal y canto que rodease la villa hasta el castillo”, cuenta a Condé Nast Traveler.

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"Su arquitecto fue seguramente Juan Guas, cuyo trabajo para el marqués está documentado en otras obras, como el Monasterio de El Parral en Segovia; si bien la época en la que está construido y la existencia de elementos decorativos exactamente igual que los de La Colegiata, así como las marcas de canteros, exactamente iguales también en ambas construcciones, hacen también pensar en el maestro cantero Hanequín de Bruselas”, añade.

Declarado monumento histórico-artístico por parte del Tesoro Artístico Nacional en 1931, actualmente convertido en museo,  también porta el título de Bien de Interés Cultural. Ha sido protagonista en numerosas películas y series a lo largo de las últimas décadas gracias a su excelente conservación y rehabilitación en estos últimos veinte años.

Ventana de una casa en Belmonte.Vicente Méndez / Getty

Una vez efectuada la visita de rigor, toca continuar conociendo Belmonte sin prisa pero sin pausa. Deshacemos nuestros pasos y regresamos al centro de la villa. La Colegiata de San Bartolomé es probablemente el segundo punto más reconocido tras el castillo.

“Del mismo modo que el castillo, la Iglesia Colegial de Belmonte fue mandada construir también por don Juan Pacheco, en el año 1459. Erigida en honor del apóstol San Bartolomé, se trata de una obra de gran sobriedad y de una joya incomparable del estilo gótico, emplazada en el barrio alto de la Villa, junto al Alcázar Viejo o Palacio de don Juan Manuel”, cuenta David Gurillo.

¿La guinda del pastel? Su coro se considera la sillería historiada más antigua de España por lo que ya solo por eso es un placer visual ser testigos de ello; y en su pila bautismal fue bautizado Fray Luis de León.

En sus alrededores –a menos de 10 minutos de distancia a pie– nos esperan otras coordenadas de interés como el Colegio de los Jesuitas, Monasterio de San Francisco, Hospital de San Andrés, Palacio de Don Juan Manuel, la Ermita Virgen de Gracia o la Casa Bellomonte.

Molino El Puntal a las afueras de la Villa.

Silvia Ruiz de la Prada Sanchis

El final del recorrido llega tras un corto paseo a las afueras de la villa con el Molino El Puntal que se traduce en tres molinos repartidos por el cerro más septentrional, dominando la zona y con unas vistas espectaculares de Belmonte. Un viaje literario que nos lleva hasta los mismísimos escenarios que evocan a los recorridos por Don Quijote de La Mancha y su fiel inseparable Sancho Panza.

LA GASTRONOMÍA RURAL ERA ESTO

Y estando en Castilla-LaMancha es inevitable no pensar en el homenaje a golpe de cuchara y otras opciones gastronómicas típicas de los entornos rurales que van a protagonizar nuestra escapada.

Es aquí donde platos como el ajoarriero, el morteruelo, la sopa castellana, el gazpacho manchego, las carnes de caza, las gachas manchegas, el pisto, el cordero, el cochinillo o la perdiz son apuesta segura. Si algo queda claro, es que en Cuenca no se andan con tonterías, ¡aquí se viene a jugar!

Nuestra recomendación Traveler para degustar la tradicional propuesta culinaria de la zona no es demasiado extensa, pero sí de lo más acertada. Porque en algunos casos, menos es MÁS y en Belmonte son conscientes de ello.

Parada obligatoria en su Restaurante La Muralla y su plato de magret de pato con foie, reducción de vino agridulce, pera en almíbar y puré de manzana son en todo su conjunto un auténtico pedacito de cielo.

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Tampoco hay que pasar por alto sus alcachofas salteadas con jamón de cebo ibérico, langostino y ajetes; su degustación de ajoarriero y morteruelo; el pisto manchego con huevo frito; el cordero manchego frito con ajos; o el lomo de ciervo Ciudad Encantada. El broche de oro de una comida o cena pueden ser su coulant de chocolate con helado de fresa, su torrija de leche con helado de turrón o su leche frita flambeada con helado de canela.

Otras opciones que no debemos pasar por alto son el Palacio del Infante Don Juan Manuel, La Cochera o el restaurante El Bodegón del Buenavista.

Piscina en El Bálsamo, en Belmonte.

Casa El Bálsamo

AQUÍ SE VIENE A DESCANSAR

Al Palacio del Infante Don Juan Manuel y al Palacio Buenavista también se va a descansar, pero si hay un enclave que bien merece todos nuestros reconocimientos es Casa El Bálsamo. Te aseguramos viajero que desearás alargar tu estancia mucho más que un fin de semana y todavía no te habrás ido de aquí, pero ya estarás planificando el cuándo volver.

Una antigua casona solariega que data del siglo XVI convertida desde el pasado 1 de julio de 2020 en un hotel boutique que hace delicias de aquellas personas que viajan en busca de un reducto de paz y tranquilidad, sumado a ese toque de hedonismo donde los pequeños detalles son aquellos que marcan la diferencia.

Habitacion en El Bálsamo.

Cedida a Condé Nast Traveler

Un total de siete habitaciones dobles y dos apartamentos -pensados para las escapadas en familia o con amigos- con nombres de especies que se pueden localizar en los campos como el tomillo, la lavanda, el sándalo o la salvia. ¿El resultado? La única casa rural con categoría de 5 estrellas en la provincia de Cuenca.

La joya de la corona y la estancia más codiciada independiente de la época del año en la que nos encontremos, es su piscina interior climatizada ubicada en una cueva excavada en la roca sobre la que se asienta la casa. Cada reserva tiene una hora de reloj para disfrutar de la experiencia. ¡Una auténtica maravilla!

El Bálsamo.

Cedida a Condé Nast Traveler

CUANDO BELMONTE SE CONVIRTIÓ EN UN PLATÓ DE CINE

Estas líneas no se podían finalizar sin hacer un repaso por todas las veces que Belmonte (y sus alrededores) se convirtieron en un plató de cine. Han sido numerosas las proyecciones audiovisuales las que se han fijado en esta villa medieval para rodar en algunas de sus localizaciones de sus series y películas.

La próxima vez que visualices estos títulos… ¡toca prestar mucha atención!

-El Cid (Anthony Mann, 1961).

-Los señores del acero (Paul Verhoeven, 1985).

-El caballero Don Quijote (Manuel Gutiérrez Aragón, 2002).

-El Señor de los Anillos (Ralph Bakshi, 1978).

-El crimen de Cuenca (Pilar Miró, 1980).

-Fuenteovejuna (Juan Guerrero Zamora, 1972).

El auténtico lujo rural era esto.

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