Cabra: bienvenidos al corazón geográfico de Andalucía

Jurásica, musulmana e incluso barroca: así es esta ilustre localidad cordobesa rodeada de montañas y olivos.

Vistas desde el Castillo de los Condes de Cabra

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Un café humeante sobre la mesa. El murmullo del agua de una fuente de fondo. Un señor que, relajado, dedica largos minutos a leer el periódico junto a una ventana.

Tres amigos ya jubilados que discuten sobre política. El camarero, con impoluta camisa blanca, sirve tres carajillos. Reflejados en la pared, los rayos de luz delatan que fuera, el sol, brilla con fuerza.

Nosotros, en una esquina, nos limitamos a contemplar. A empaparnos de todo como si de una película en blanco y negro se tratara. Porque la escena bien podría pertenecer a 1853, fecha en la que el Círculo de la Amistad, este club social situado en el centro neurálgico de la cordobesa Cabra, abrió sus puertas por primera vez. Sin embargo, estamos en pleno siglo XXI. Aquí todo es a color. Y aún así, va a ser que poco han cambiado las cosas.

El Casino de Cabra, como se le denominaba por aquel entonces, nació con el objetivo de salvaguardar las artes y letras. Ocupando un edificio que antes fue convento-hospital, en sus salones se organizaban tertulias, conferencias o recitales. Lo más granado de la burguesía pasaba sus horas en él.

Jurásica, musulmana e incluso barroca: así es Cabra

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Hoy día las reuniones continúan manteniéndose, y si es con algo de comida de por medio, mucho mejor. En su restaurante, con mesas desplegadas en su esplendoroso patio, se degustan los sabores de siempre: el salmorejo, el flamenquín o unas berenjenas fritas con miel. Qué manera de quitar el sentío.

Salimos fuera y, efectivamente, el sol aprieta a pesar de ser pleno otoño. Es lo que tiene el sur, que el buen tiempo suele ser una constante. No en vano, precisamente aquí, en Cabra, afincada en el corazón geográfico de Andalucía y entre el Parque Natural de las Sierras Subbéticas—declaradas hace unos años Geoparque por la Unesco— y la campiña regada por un inmenso mar de olivos, a veces el fresquito se hace sentir.

Caminamos por su casco histórico en busca de aquello que lo convierte en único y descubrimos que, tradicionalmente, son dos los barrios que han marcado la idiosincrasia de esta localidad. Por un lado, el barrio medieval de la Villa, que luce agarrado a la colina egabrense —aquí el gentilicio, por si alguien se lo había preguntado— desplegando ese encanto de pasado señorial vestido de barroco a cada paso. Por el otro, el del Cerro, castizo y auténtico: en sus fachadas encaladas y patios con flores resplandece esa Córdoba que todos vienen a buscar.

Cabra: el corazón de Andalucía

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Empezamos nuestro periplo por el más alto, el de la Villa, donde para hacer las cosas “como dios manda” lo primero es acercarse hasta el castillo de los Condes de Cabra, levantado en el siglo XV sobre una antigua fortaleza romana. Desde sus almenas disfrutamos de una de las panorámicas más bellas de la localidad: las azoteas blancas, la ropa tendida, las antenas arañando el cielo… **y esa tranquilidad que solo se respira en los pueblos y que —qué podemos decir— tan bien sienta. **

Junto al castillo, otro emblema: la Parroquia de Asunción y Ángeles. Vestida de mármol rojo, es también conocida como “la Mezquita del Barroco”, apodo que desvela su pasado musulmán. Una época en la que la Cora de Cabra fue una de las capitales de las provincias de Al-Ándalus: ahí es nada. Desde los restos de muralla que aún se conservan frente al templo, observamos el constante ir y venir de fieles: raro es aquel que pierde la ocasión de visitar su gran obra de arte, el retablo mayor, obra de Melchor de Aguirre.

Cuando llega el turno de callejear de verdad, nos fijamos en todos esos rincones que desvelan las raíces jurásicas de la localidad. Construidos en su mayoría con el mármol rojo de la Sierra de Cabra, la que milenios atrás fue un precioso fondo marino cubierto por el mar de Tethys, algunos de sus edificios desvelan fósiles como ammonites o belemnites. La diversión se halla en localizarlos.

Parroquia de Ntra. Sra. de la Asunción y Ángeles

Turismo de Cabra

Continuamos hasta la popular Puerta del Sol, un arco de estilo mudéjar que nos da la bienvenida a un nuevo mundo. A partir de aquí todo se vuelve magia: qué de rincones únicos; qué de belleza concentrada. Qué de estampas tan hermosas las que regalan sus balcones floreados. Los del barrio del Cerro, claro.

Este antiguo arrabal cristiano tomó forma en torno al siglo XI cuando en Cabra, en plena época califal, convivían pacíficamente musulmanes, cristianos y judíos. Es en su Plaza de Santa María, el epicentro del vecindario, donde se alza la Iglesia de San Juan Bautista, que guarda en su interior —oh, ¡sorpresa!— una de las piezas paleocristianas más importantes de Andalucía: un ara basilical de aproximadamente el 600 después de Cristo.

La tranquilidad es la clave en este reducto egabrense donde la calma invade cada una de sus callejuelas por las que no hay mayor delicia que perderse a propósito. En ella se vive un ambiente que plasmó como nadie Juan Valera, insigne político y escritor de Cabra, en su obra más aclamada, Pepita Jiménez. Aunque su momento grande llega, sin duda, durante las Cruces de Mayo, cuando los niños del barrio sacan a procesionar pequeños altares y la vida se vuelve una auténtica fiesta.

Barrio del Cerro

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CABRA Y EL AGUA COMO RAZÓN DE SER

Pero espera, que todavía queda por explorar. Porque Cabra tiene muchas caras, y conocerlas todas conlleva tu tiempo. La siguiente de la facetas es la que está íntimamente relacionada con el agua. Y no hay mejor lugar para dar fe de ello que en la Fuente del Río, un hermoso paraje declarado Bien de Interés Cultural donde la naturaleza y la obra del hombre se dan la mano.

Justo en este punto el agua brota de la tierra dando forma al nacimiento del río Cabra y regala, de paso, uno de los rincones más bonitos del pueblo. En torno a él toda una arboleda añade el lado más salvaje a la postal: uno de esos lugares, no hay duda, en los que respirar paz sin necesidad de buscarla.

Aunque de espacios verdes va Cabra bien servida; basta con volver al corazón de la localidad para comprobarlo. Allí se despliega el Paseo Alcántara Romero, uno de los parques preferidos por los egabrenses y una muestra ideal de jardinería del siglo XIX. Catalogado como Jardín Singular, en su espacio crecen desde secuoyas a castaños de indias: la biodiversidad es amplísima.

En uno de sus extremos, unas mesitas metálicas componen el velador de todo un clásico de Cabra: el bar Betrana no brilla por su glamur, pero sí por sus boquerones en vinagre, únicos en el mundo.

Junto a él, por cierto, uno de los alojamientos con más encanto: el Hotel Villa María, que ocupa una antigua casa señorial del 1900 de la que se conservan estructura y fachada. Sus habitaciones abuhardilladas son ideales para descansar de una buena ruta por el entorno y su paisaje natural.

Aventuras (a pie o en bici) por la Vía Verde del Aceite

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EN BICI Y A LO LOCO

Y quien dice en bici, dice a caballo o a pie, las tres maneras que hay de adentrarnos en el paraje natural que rodea Cabra. Y para eso está la mítica Vía Verde del Aceite, cuyo tramo a su paso por el pueblo se llama Vía Verde de la Subbética y une, en 58 kilómetros, Lucena, Cabra, Doña Mencía, Zuheros y Luque.

El camino marcado, con un máximo de un 3% de pendiente, carga a cuestas con el encanto de seguir el trazado que dejaron las antiguas vías del Tren del Aceite, aquel que se encargó de transportar hasta Jaén —hasta que la aparición de mejores carreteras y de esos inventos de la modernidad llamados camiones cisternas lo sustituyeron— el gran tesoro de la gastronomía cordobesa: su aceite de oliva virgen extra.

Partimos de la antigua Estación de Tren de Cabra, hoy convertida en Centro de Interpretación del Tren del Aceite —con taller de bicis y albergue en proceso—. Pedaleando suavemente y respirado el aire puro de la Subbética, nos adentramos en un paisaje del que caemos enamorados ipso facto: trincheras, viaductos, las montañas del Geoparque a un lado y la campiña con sus olivos a otro, son nuestros queridos compañeros de viaje. ¿Existe acaso mejor plan?

Vía Verde del Aceite (tramo Subbética Cordobesa)

Turismo de Andalucía

Pues quizás sí. O al menos el mejor complemento al viaje: subir al vecino monte Picacho, considerado el verdadero corazón geográfico de Andalucía, y llevar a cabo dos misiones muy importantes. La primera, visitar la Ermita de la Virgen de la Sierra, una imagen por la que no solo los egabrenses, sino muchos de los vecinos de las localidades de los alrededores, sienten una inmensa devoción. La segunda, la de quedarse a ver el atardecer en el maravilloso Balcón de Andalucía, un momento único e irrepetible que llevarnos de vuelta a casa.

Cuando el sol cae allá en el horizonte, y se despide tras las majestuosas montañas de la Subbética, todo se torna naranja, rosa, azul… Y nuestro viaje a este ilustre rincón cordobés llega, en pleno festival de luz y color, a su fin.

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