Memoria atesorada en la resina y el agua

Documentación, digitalización y puesta en valor de los oficios tradicionales asociados al río Cabriel y su monte en el término de Boniches

Entrevista a los vecinos de Boniches

Los artículos

Tríptico de la ruta autoguiada

Ruta "Memoria atesorada en la resina y el agua"

Enclavado en el profundo corazón de la Serranía Baja Conquense, y atravesado por las limpias aguas del río Cabriel, Boniches es, al igual que muchos otros pueblos, una biblioteca que guarda infinidad de conocimientos que han permitido a sus habitantes vivir de su entorno, sin acabar con él, a lo largo de los siglos. Multitud de oficios relacionados con la agricultura, la ganadería, la industria forestal o la construcción que han necesitado de la experiencia y el ingenio para medrar. Pero también los conocimientos ecológicos tradicionales culinarios o de cuidados, generalmente atesorados por las mujeres.
El río Cabriel, abundante torrente de agua, observa paciente, a lo largo de los siglos y milenios, los cambios que se producen a su alrededor, como un sabio anciano consciente del eterno retorno, de la repetición incesante de sucesos. Hoy se muestra atónito ante los incesantes cambios del siglo pasado y el profundo abandono de este. En sus riberas, así como en los montes que le rodean, quedan centenares de historias dispuestas a descubrirse. Historias de aquellas personas que hicieron posible la Historia.
La ruta “Memoria atesorada en la resina y el agua” pretende volver la vista atrás, rendir homenaje a nuestros ancestros para, sobre todo, aprender de su excepcional adaptación a un clima que hoy se nos muestra rebelde.

1. Memoria atesorada en la resina y el agua

Infinidad de conocimientos se esconden entre las calles y parajes de Boniches, entre sus aguas y sus montes.
Ubicación: Plaza Mayor de Boniches.
Enclavado en el profundo corazón de la Serranía Baja Conquense, y atravesado por las limpias aguas del río Cabriel, Boniches es, al igual que muchos otros pueblos, una biblioteca que guarda infinidad de conocimientos que han permitido a sus habitantes vivir de su entorno, sin acabar con él, a lo largo de los siglos. Multitud de oficios relacionados con la agricultura, la ganadería, la industria forestal o la construcción que han necesitado de la experiencia y el ingenio para medrar. Pero también los conocimientos ecológicos tradicionales culinarios o de cuidados, generalmente atesorados por las mujeres.
Más allá de la Iglesia de la Asunción, que destaca sobre el resto de edificios, pueden observarse construcciones de corte vernáculo, es decir, arquitectura popular tradicional. Piedra de arenisca unida a un yeso extraído, cocido y molido que daba lugar a la mampostería que formaba las paredes, las cuales eran enjalbegadas con una capa de cal. Como remate, un grupo de tejas (producidas con arcilla de la zona en un tejar del pueblo) adornaban la obra.
Como antaño bajaran millares de troncos a lo largo del río Cabriel dirigidos por los gancheros, descenderemos a la ribera del río para adentrarnos en los secretos de los oficios y saberes que en otros tiempos reinaran estas tierras.

2. De los pajares a La Picota

Los restos del Castillo, conocidos popularmente como “La Picota”, se muestran imponentes ante el pueblo, resguardados por un ejército de pajares.
Ubicación: Castillo de Boniches
Altanero como un hidalgo venido a menos, observamos las ruinas del Castillo, del que no encontramos otra referencia que la definición de Madoz en el siglo XIX como “Castillo de los Moros”, tratándose probablemente de una fortificación menor en comparación de emplazamientos cercanos de mayor importancia como Cañete o Moya.
Sin embargo, la población humana en estos parajes se remonta a época prehistórica, como atestiguan las excavaciones en Cabeza de la Fuente o las pinturas rupestres en Selva Pascuala, en el vecino término de Villar del Humo.
La primera referencia escrita la encontramos en el siglo XIII, con la construcción de la Iglesia en 1263. Más tarde, ya a finales del siglo XV, Boniches pasó a formar parte del Señorío de Moya, siendo parte del mismo hasta su disolución en el siglo XIX.
Al igual que el resto de entornos rurales, la primera mitad del siglo XX supuso una época de gran actividad económica (principalmente la resina en este caso) y, por tanto, de expansión demográfica, alcanzando su máximo de población a finales de los años cincuenta del siglo pasado. El pueblo que hoy vemos es heredero de esa época de bullicio y actividad, hoy silente y vacío. No hay mejor ejemplo que el mar de pajares y eras que rodean el Castillo, testigos de otros tiempos en los que la trilla y el aventado eran norma en estos lares.

3. Las fuentes de Boniches

Este paraje de la Serranía Baja de Cuenca destaca, en los alrededores del río Cabriel, por su abundancia de manantiales.
Ubicación: Junto a la Fuente del Estrecho
Una vez cruzado el puente del “Reajo”, podemos toparnos con la primera de las fuentes: la Fuente del Estrecho, que muchos creen que tiene poderes curativos. Siguiendo este paseo, los manantiales aparecerán ante nosotros como animales confundidos. Llegando a la Dehesa Pumareda, destaca la Fuente de los Peces, de la que, según cuenta la leyenda, salían muchos peces que debían colarse por algún conducto muy estrecho, pues muchos de ellos salían despellejados. 
Aguas abajo, otras tantas fuentes se toparán ante nosotros: la Fuente del Trillero, la Fuente del Cura, la Fuente de la Canaleja, la Fuente del Nacimiento o la Fuente del Sastre, entre otras.

4. El río Cabriel, alimento de las huertas

El río Cabriel ha sido fuente del alimento más preciado; ha sido alimento de las huertas.
Ubicación: En el desvío que va a la Playa de Boniches
Si el término de Boniches destaca por su abundancia y riqueza forestal, no tanto es así por el poder de sus tierras de cultivo. Acechado por el monte, los campos de secano destinados al cultivo del cereal eran minoritarios y tenían muy baja producción. A pesar de contar con unas teóricas 756 Ha. de secano, la mayoría de ellas han sido destinadas al barbecho, estando menos de la mitad cultivadas en 1958, cuando el pueblo contaba con su máximo de población. Utilizando hasta los años 70 primitivas técnicas como el arado romano, lo producido era almacenado en los pajares que encontramos en la ladera del Castillo. Cuentan los vecinos que tan poco se recolectaba, que muchos de ellos tenían que marchar a Carboneras a comprar paja para las caballerizas, pues ni para llenar los pajares del pueblo se llegaba a producir.
Otro tema bien diferente han sido las preciadas huertas junto al río Cabriel. Destacan lugares como las Huertas del Tortejón, Los Llanos, el Pino Cacho o la Dehesa del Río, frente al Molino de la Luz. Alimentadas por los caces que recogían el agua desde la presa, eran las huertas las responsables de la alimentación saludable de los vecinos, pues proveían de verduras y hortalizas a la población. Como flanqueando estas huertas, y en busca de una amable transición con la frondosidad de los montes, encontramos varios nogales, protectores de cultivos y proveedores de preciados frutos.

5. El agua que alumbra

El agua ejerce de motor en este punto, proporcionando luz a los vecinos del pueblo.
Ubicación: Junto al Molino de la Luz
A la derecha del camino, a orillas del caudaloso río Cabriel, encontramos un vejado edificio que se conserva altanero rodeado de vegetación. Se trata de un molino, pero no de un molino harinero cualquiera, sino del Molino de la Luz. Es la antigua fábrica de luz, un edificio de dos plantas construido con mampostería y rematado con una capa de cal.
Este molino se inauguró en 1915, empezando a dar luz al pueblo en 1916, aún produciendo corriente continua. En 1920 se introdujo un alternador, produciendo energía alterna, mucho más segura y eficiente. Cada vecino tenía derecho únicamente a una bombilla, teniendo que pagar más si deseaba contar con más iluminación en la casa.
Pasado el molino, se observa un imponente caz en forma de acueducto, que enviaba parte del agua desechada por el molino a la otra orilla del río, para así regar las huerta de la Dehesa el Río.
Lejos de donde nos encontramos, aguas abajo, encontramos dos molinos más. Del primero de ellos, el Molino de la Herrería, no hay prácticamente restos, deduciéndose de su nombre su uso como Martinete. Por último, encontramos el Molino de los Llanos, antiguo rento que también fue molino harinero.

6. Las cabezas de Boniches

Los barrancos rojizos predominan en el municipio de Boniches como ejemplos de una orografía y geología propia de la Serranía Baja conquense.
Ubicación: En la Vereda de las Cabezuelas
Como vigilantes ante nosotros, observamos las Cabezas de Boniches, uno de los parajes más reconocidos del término de Boniches. Rodeándolo, infinidad de nombres nos dan pistas sobre los usos del pasado. Denominaciones usadas para reconocer parajes y poder orientarse, al igual que hoy contamos con letreros en los comienzos de las calles. Quizás posibles usos ya extintos como la obtención de la pez en el Puntal de la Peguera o en el Collado de las Carboneras, leyendas olvidadas en el Castil del Rey, o abundancia de algunas especies como en el Brezal del Lino o el Prado Malojar.
La multitud de parajes se debe a la variada orografía de Boniches, como terminación de los Montes Universales. Así, pasamos de los 964 metros de altitud en el Arroyo Hondo a los más de 1.410 metros en el Pico de la Cuerda (o del Telégrafo), discurriendo por multitud de cauces y barrancos.
Pero si por algo destacan estos montes, es por el color rodeno (rojizo) que domina la roca. Estas formaciones areniscas tienen su origen en el periodo Triásico. Son las responsables principales de la predominancia de los suelos silíceos, ácidos, que dan lugar a la presencia de especies como el pino rodeno (Pinus pinaster) o el roble melojo (Quercus pyrenaica). Es también producto del periodo Triásico la existencia de salobrales y yesares, cruciales en Boniches para la crianza de ganado o la construcción tradicional.

7. La resina, razón de muchas vidas

El pueblo de Boniches no podría entenderse sin la importancia económica que la industria resinera ha supuesto durante décadas.
Ubicación: Rodeado de pinos rodenos, en la Vereda de las Cabezuelas.
Rodeados de este pino con fuertes tintes rojizos podemos imaginar cuál ha sido la explotación forestal más numerosa en esta región: la resinación.
Con la llegada de la primavera, los primeros resineros recorrían el monte para preparar los pinos y así expulsaran la mayor cantidad de la preciada miera. Con el desroñador quitaban la corteza del árbol, para más tarde hacer una nueva entalladura donde colocar la grapa por donde “sangre” el pino. Bajo ella, se colocaba un pote que la recogiera.
Según avanzaban los meses y subían las temperaturas, el árbol comenzaba a producir más, pero debía ser labrado (es decir, se debía retirar una fina capa en la cara descubierta) periódicamente, para evitar que se cerrara. A cada labrado se le denominaba “pica”, pudiendo ser responsable cada resinero de la labranza de hasta 5.000 pinos. 
Tras ellos, llegaban los remasadores, siendo la mayoría provenientes de Villar del Humo, que recorrían el monte vaciando y rebañando con una espátula los potes y rellenando las latas que portaban. Una vez llenas las latas, las vertían en los barriles depositados en los cargaderos, situados en los caminos donde los camiones los transportaban hasta la fábrica, en este caso, a El Cañizar.
Y es que la historia de esta industria en Boniches viene de la mano de la creación de la fábrica de El Cañizar en 1924, en el vecino pueblo de Pajaroncillo. Antes de ello, la producción era mucho menor, enviando lo recogido a Teruel, en aquel entonces con caballerizas. Esta potencia resinera se debe a la riqueza forestal del término, que contaba con 5 zonas de resinación (Cueva de la Vieja, Peña del Cuervo, Dehesa Pumareda, Montesblancos y La Rehuerta y otros), que sumaban más de 150.000 pinos.

8. La Casa del Servicio Forestal, puerta de pastos

Aún famoso por sus extensos pinares, el término de Boniches también cuenta con pastos que han producido la afamada lana conquense.
Ubicación: Casa del Servicio Forestal
En las orillas del camino encontramos una casa abandonada que formó parte del Servicio Forestal, que marca la entrada a la Dehesa Pumareda, lugar donde aparece la ya mencionada Fuente de los Peces.
Si nos adentráramos en la maleza del Barranco de las Tres Hogueras que surge de este punto, nos cruzaríamos con la vía pecuaria de mayor importancia para Boniches, el Cordel del Atajo, que unía el pueblo con la Cañada Real de Pedro Chova, que cruza la provincia de Cuenca por el este.
Sin embargo, no es esta la única vía pecuaria del término, destacando el Cordel de la Cabeza del Cerval al norte, y una red de veredas (del Espinillo, del Cementerio, de la Cofradía o de las Cabezuelas) que cruzan el pueblo en varias direcciones, y aún hoy son un parte los caminos principales del mismo. La última de ellas, la vereda de las Cabezuelas, es la ruta que hemos utilizado para salir del casco urbano en dirección al río Cabriel.
Estos pasos fueron cruciales en otros tiempos, en los que la trashumancia era norma y la lana producida movía los motores de una economía castellana en auge en los siglos XV y XVI. Boniches formaba parte de la cabaña mesteña de la cuadrilla conquense, a pesar de que los pastos de mayor calidad se encontraran en la Serranía Alta de Cuenca.
Pero no todo era ganado trashumante, también existía cantidad de ganado de carácter estante que permanecía en el municipio todo el año. De hecho, en 1958, coincidiendo con el momento de mayor presión demográfica, Boniches contaba con unas 1.800 cabezas de ganado ovino y más de 1.000 Ha. destinadas al pastoreo, dato reseñable teniendo en cuenta que la actividad económica principal era la resina. Los corrales o barracas distribuidos a lo largo y ancho del monte son testigos de la existencia de esos ganados, hoy mermados o, simplemente, desaparecidos.

9. El río Cabriel, testigo imperecedero

Junto a la Fuente del Trilero, a escasos metros del Pino de las Cuatro Garras, escuchamos las historias olvidadas que el río se empeña en no olvidar.
Ubicación: En los meandros del río Cabriel, junto a la Fuente del Trillero.
El río Cabriel, abundante torrente de agua, observa paciente, a lo largo de los siglos y milenios, los cambios que se producen a su alrededor, como un sabio anciano consciente del eterno retorno, de la repetición incesante de sucesos. Por sus aguas discurrieron miles de troncos en busca del Mediterráneo. Ya en el siglo XII, Al-Edrisi (1150), habla de pinos que bajan por el río “Quelaza” (Cabriel) hasta el mar, que servían para la construcción de navíos y edificaciones. Los gancheros domaban el furioso descenso de estas maderas que se resistían a abandonar su hogar.
Hoy se muestra atónito ante los incesantes cambios del siglo pasado y el profundo abandono de este. En sus riberas, así como en los montes que le rodean, quedan centenares de historias dispuestas a descubrirse. Historias de aquellas personas que hicieron posible la Historia. Pastores, resineros, jornaleros, molineros, yeseros, lavanderas o tejedoras que comprendían el entorno en el que vivían, y del que dependían. Vecinos y vecinas que atesoraban los saberes que permitían utilizar los recursos del medio donde vivían y les permitían adaptarse al mismo.
Tiempos aciagos donde los pueblos se abandonan y los recursos escasean en los que quizás debamos volver la vista atrás, rendir homenaje a nuestros ancestros para, sobre todo, aprender de su excepcional adaptación a un clima que hoy se nos muestra rebelde.

El proyecto

Boniches es un pequeño municipio de 141 habitantes en el corazón de la Serranía Baja conquense. Los grandes protagonistas de su término son el río Cabriel y el pino rodeno.  Estos dos elementos han propiciado que numerosas poblaciones a lo largo de la historia se asienten en su entorno y hayan otorgado un extenso y valioso patrimonio cultural.

El río Cabriel, principal afluente del río Júcar y con agua de gran calidad, es un elemento vertebrador de la Serranía de Cuenca.  En Boniches, entre sus diversos usos por el ser humano, el curso del río ha servido, como en otros tantos lugares a lo largo de la historia, como motor socioeconómico con el funcionamiento de molinos harineros y batanes que enriquecían la economía y sociedad local del municipio de Boniches. También, su uso en las proximidades de la ribera generaba fértiles huertas para el consumo local. Pero también, y quizás más representativo, es que ha servido como vía de transporte histórica de la madera. A través de sus aguas y gracias a la habilidad de los gancheros, bajaban los troncos que llenaban la alta demanda maderera para, entre otras, construcciones arquitectónicas y navales principalmente.

La cuenca del río Cabriel a su paso por Boniches, además, está intrínsecamente ligada a la gran masa forestal aledaña donde se trabajaba la madera por parte de oficios tradicionales como hacheros, carboneros y, especialmente, resineros. La resina tuvo gran importancia históricamente y hasta los años 80 se producía gran cantidad de resina de sus pinos que se procesaba por la Unión Resinera Española en su factoría de El Cañizar. 

Sin embargo, todos estos conocimientos y oficios tradicionales ligados al río Cabriel y su entorno están en un extremo riesgo de desaparición. Apenas son los que trabajan directamente en estos oficios y cada vez menos los que son conocedores y atesoran este patrimonio cultural. El fenómeno de la despoblación y la pérdida de usos y oficios tradicionales han colocado en una encrucijada esta comarca del valle del Cabriel. 

Por ello, es de esencial interés el estudio y salvaguarda de este patrimonio cultural intangible de Boniches para conseguir avanzar en la lucha por la pérdida de conocimientos tradicionales que han ejemplificado la esencia cultural del ser humano durante tanto tiempo. Es una honrosa recompensa para nuestros antepasados y un estimulante cultural para nuestras futuras generaciones y pueblos.

EL PROYECTO «MEMORIA ATESORADA EN LA RESINA Y EL AGUA» ESTÁ DESARROLLADO POR VESTAL ETNOGRAFÍA Y FINANCIADO POR EL AYUNTAMIENTO DE BONICHES Y LA DIPUTACIÓN PROVINCIAL DE CUENCA.