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Principios de Economía Política - Eumed.net

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PRINCIPIOS<br />

DE<br />

ECONOMÍA POLÍTICA<br />

POR EL DOCTOR<br />

D. MANUEL COLMEIRO,<br />

CATEDRÁTICO DE LA UNIVERSIDAD DE MADRID<br />

Editado por el<br />

Grupo EUMED·NET<br />

<strong>de</strong> la Universidad <strong>de</strong> Málaga<br />

según la tercera edición.<br />

Este texto está alojado en<br />

http://eumed.<strong>net</strong>/cursecon/textos/colmeiro/mc-pep.doc


INTRODUCCION.<br />

CAPITULO 1. Del progreso económico.<br />

Si la fé en el progreso <strong>de</strong> la humanidad fuese objeto <strong>de</strong> controversia, invocaríamos el<br />

testimonio <strong>de</strong> la historia, la cual nos enseña que el mundo camina hacia un estado do<br />

perfeccion i<strong>de</strong>al, acercandose <strong>de</strong> siglo en siglo a ese ultimo y supremo grado <strong>de</strong> comun<br />

felicidad. Enhorabuena no lleguemos jamás al término <strong>de</strong> la jormada; pero si no<br />

alcanzamos la posesion <strong>de</strong>l bien absoluto, centro do nuestras esperanzas y <strong>de</strong>seos,<br />

conseguimos mejorar la condicion <strong>de</strong>l género humano.<br />

El hombre, en cuanto es moral, inteligente y sociable, aspira sin cesar al progreso<br />

in<strong>de</strong>finido; y cultivando con afan las letras, las ciencias y las artes, cada dia a<strong>de</strong>lanta un paso<br />

en la senda <strong>de</strong> lo bello, lo verda<strong>de</strong>ro, lo bueno y lo justo.<br />

Como sér fisico, está sujeto a los rigores <strong>de</strong>l hambre, la insalubridad <strong>de</strong> los climas, las<br />

inclemencias <strong>de</strong>l cielo y á todas las incomodida<strong>de</strong>s y peligros que le asaltan y ro<strong>de</strong>an,<br />

cuando pobre y sin arte, se ve obligado á combatir con la materia po<strong>de</strong>rosa y rebel<strong>de</strong>. A<br />

fuerza <strong>de</strong> ingenio é industria aseguró el pan, y vida, logrando por fin poseer una inmensa<br />

variedad <strong>de</strong> cosas útiles y agradables cuya abundancia le procura nuevos medios <strong>de</strong><br />

existencia.<br />

Comparando la antigua civilizacion con la mo<strong>de</strong>rna, echaremos <strong>de</strong> ver cuánto aventaja la<br />

generación presente á las pasadas, sobre todo en el imperio que el hombre ejerce sobre la<br />

naturaleza. Dejando á un lado la invencion <strong>de</strong> la brújula, la pólvora y la imprenta, y<br />

viniendo á nuestros dias, ¿quién no admira la potencia formidable <strong>de</strong>l vapor y la prodigiosa<br />

velocidad <strong>de</strong>l telégrafo electromagnético?<br />

Estos y otros <strong>de</strong>scubrimientos que hoy constituyen el rico patrimonio <strong>de</strong> la humanidad, son<br />

<strong>de</strong>bidos al estudio <strong>de</strong> las leyes y propieda<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la materia domada y vencida por la virtud<br />

<strong>de</strong>l trabajo. Hoy la palabra cruza el mundo en un instante, la locomotora <strong>de</strong>vora por mar y<br />

tierra el espacio, las montañas se horadan, se saltan los valles profundos, so encauzan los<br />

rios soberbios, la agricultura rin<strong>de</strong> dobles cosechas, y se construyen máquinas que<br />

multiplican y perfeccionan los artefactos.<br />

Llamase progreso económico este movimiento, que consiste en el <strong>de</strong>sarrollo <strong>de</strong> la riqueza y<br />

prosperidad material <strong>de</strong> los pueblos, primera causa <strong>de</strong>l acrecentamiento <strong>de</strong> la vida media.<br />

El progreso económico convida con los beneficios <strong>de</strong> la paz, haciendo cada vez más dificil<br />

y breve la guerra; solicita la libertad civil y política como una condicion esencial <strong>de</strong> la<br />

actividad humana; asegura la propiedad sin la cual no hay recompensa para el trabajo y la<br />

economía; afirma el ór<strong>de</strong>n, reclama la justicia y corrige la <strong>de</strong>sigualdad combatiendo la<br />

miseria y llamando a gozar <strong>de</strong> las comodida<strong>de</strong>s, <strong>de</strong>licias y re galos <strong>de</strong> la vida á un número<br />

siempre mayor <strong>de</strong> personas.<br />

El progreso económico es tanto mayor, cuanto más se acerca el hombre a la plena posesion<br />

<strong>de</strong> si mismo y <strong>de</strong>l mundo exterior mediante el <strong>de</strong>sarrollo <strong>de</strong> sus faculta<strong>de</strong>s, cuyo i<strong>de</strong>al se<br />

cifra en el triunfo completo, y absoluto <strong>de</strong>l espiritu sobre la materia.


CAPITULO II.<br />

De la <strong>Economía</strong> política.<br />

Puesto que existe un progreso económico, hay en la sociedad hechos particulares que lo<br />

<strong>de</strong>terminan, fuerzas que lo aceleran ó retardan y leyes á que obe<strong>de</strong>ce. Todo, asi en el<br />

mundo fisico como en el moral, todo se ajusta á un ór<strong>de</strong>n natural establecido por <strong>de</strong>creto,<br />

<strong>de</strong> la Provi<strong>de</strong>ncia. Nada se gobierna por el acaso ó la ciega fortuna <strong>de</strong> los antiguos. Suce<strong>de</strong><br />

a menudo que la oscura razon <strong>de</strong>l hombre no alcanza á pe<strong>net</strong>rar los misterios <strong>de</strong> la<br />

naturaleza; pero en realidad no hay efecto sin causa <strong>de</strong> don<strong>de</strong> se <strong>de</strong>rive.<br />

<strong>Economía</strong> política es la ciencia do los intereses materiales, ó la teoria <strong>de</strong>l trabajo y la<br />

riqueza. Vivimos en el siglo <strong>de</strong> la industria; y la vida industrial ha transformado la sociedad<br />

dando origen a multitud <strong>de</strong> hechos nuevos que se rigen por leyes especiales. Investigarlas,<br />

explicarlas y <strong>de</strong>mostrarlas constituye una ciencia aparte cuya jurisdiccion se extien<strong>de</strong> á<br />

todos los fenómenos relativos á la produccion y distribucion <strong>de</strong> las riquezas; esto es, á<br />

estudiar las causas y los efectos <strong>de</strong> una produccion más abundante y <strong>de</strong> una distribucion<br />

más equitativa <strong>de</strong> los bienes que se alcanzan por medio <strong>de</strong>l trabajo.<br />

Reparan algunos autores en los inconvenientes <strong>de</strong> este nombre, porque se presta á<br />

confundir la <strong>Economía</strong> política con la <strong>Política</strong>, y ofrece fácil ocasión <strong>de</strong> acusar á los<br />

economistas <strong>de</strong> novadores peligrosos, aparejados a reformar la constitución <strong>de</strong>l estado<br />

segun un sistema preconcebido y á erigirse en arbitros supremos <strong>de</strong>l gobierno. Por eso<br />

prefieren unos llamarla <strong>Economía</strong> pública á diferencia <strong>de</strong> la doméstica ó privada, otros<br />

sencillamente Económica, otros Crematística ó ciencia <strong>de</strong> la riqueza, y otros, en fin,<br />

Catalática ó ciencia <strong>de</strong>l cambio.<br />

No es fácil mudar los nombres <strong>de</strong> las cosas, aunque no les convengan, si el uso los tiene ya<br />

consagrados. Fuero <strong>de</strong> eso, lo vago ó ambiguo <strong>de</strong> la palabra política se corrige asociándola<br />

á economia, que signifíca organizacion <strong>de</strong> la sociedad en cuanto al trabajo y al modo <strong>de</strong><br />

vivir <strong>de</strong> los hombres.<br />

La escuela alemana distingue la parte teórica <strong>de</strong> la ciencia económica que estudia los<br />

fenómenos sociales segun naturalmente se producen, <strong>de</strong> la parte positiva ó la obra <strong>de</strong>l<br />

gobierno, y apellida la primera Economia social, y Economia politica la segunda. Mas<br />

aunque ambas expresiones sean sinónimas en el fondo, y aquélla haya sido preferida á ésta<br />

por escritores <strong>de</strong> tan gran<strong>de</strong> autoridad como Say y Dunoyer, todavía <strong>de</strong>be mos optar por el<br />

titulo do Economia politica, principal mente <strong>de</strong>spues que los socialistas se apo<strong>de</strong>raron <strong>de</strong>l<br />

<strong>de</strong> Economia social, y lo escribieron en su ban<strong>de</strong>ra como símbolo <strong>de</strong> guerra a todo lo<br />

existente, no perdo nando la propiedad ni la familia.<br />

Economia rural y Economia industrial <strong>de</strong>notan la misma Economia politica consi<strong>de</strong>rada,<br />

no en su con junto, sino en sus diversas aplicaciones a la agricultura y a la industria.<br />

La Economia politica, como todas las ciencias, busca la verdad, y la verdad es una en todo<br />

tiempo y lugar, y bajo todos los cultos y todas las formas <strong>de</strong> gobierno. No hay, pues,<br />

Economia politica monarquica ó republicana, cristiana ó judaica, catolica ó protestante,<br />

inglesa, francesa ó española.<br />

CAPITULO III.<br />

La Economia politica es ciencia.


Des<strong>de</strong> el principio <strong>de</strong>l mundo existen hechos económicos distintos <strong>de</strong> otros cualesquiera,<br />

como lo acreditan las palabras riqueza, trabajo, industria, cambio, etc. Estos hechos no han<br />

sido estudiados ni <strong>de</strong>finidos hasta muy tar<strong>de</strong>. Los particulares practicaban la Economia<br />

politica sin conocer sus leyes, y los gobiernos presentian la existencia <strong>de</strong> un ór<strong>de</strong>n<br />

económico que turbaban a cada paso con multitud do privilegios y reglamentos.<br />

El mundo moral, como el fisico, se compone <strong>de</strong> fuerzas que obe<strong>de</strong>cen a leyes regulares y<br />

constantes, salva siempre la libertad <strong>de</strong>l hombre. La industria es el empleo <strong>de</strong> nuestra<br />

actividad inteligente para utilizar la materia; <strong>de</strong> forma que hay un interés que nos excita al<br />

trabajo.<br />

¿Cómo podremos conseguir a menos costa la satisfaccion <strong>de</strong> nuestras necesida<strong>de</strong>s?<br />

Guardando las leyes económicas, es <strong>de</strong>cir, las reglas abstractas que la observacion y la<br />

experiencia enseñan como favorables al movimiento <strong>de</strong> la riqueza. Si estas leyes se<br />

conciertan y se elevan a la unidad para <strong>de</strong>spues formar un cuerpo <strong>de</strong> doctrina, habremos<br />

logrado constituir la ciencia económica, y <strong>de</strong>mostrado que tiene <strong>de</strong>recho á existir por si sola<br />

y á ser respetada <strong>de</strong>ntro do su jurisdiccion.<br />

Oponen algunos escritores mal avenidos con la Economia politica, que no hay ciencia<br />

don<strong>de</strong> no hay ver dad fija y universal: que las i<strong>de</strong>as fundamentales <strong>de</strong> utilidad y valor son<br />

movibles por su esencia, y en fin, que los acci<strong>de</strong>ntes <strong>de</strong> tiempo y lugar truecan lo verda<strong>de</strong>ro<br />

en falso y el bien en mal.<br />

Cierto que el valor y la utilidad son movibles; pero su misma movilidad ¿no esta sujeta á las<br />

leyes do la Economia politica? La electricidad y el calórico son movibles, y nadie, sin<br />

embargo, se atrevera a negar la existencia <strong>de</strong> la fisica. La Economia politica posée<br />

principios do eterna ver dad <strong>de</strong>rivados <strong>de</strong>l estudio <strong>de</strong>l hombre y <strong>de</strong> la naturaleza. El<br />

hombre es inteligente y libre: domina la materia por medio <strong>de</strong>l trabajo: la libertad y la<br />

propiedad son las primeras fuentes <strong>de</strong> la riqueza: el interés general representa la suma <strong>de</strong><br />

los intereses particulares: el cambio es reciprocamente útil, etc.; hé aqui varios ejemplos que<br />

lo comprueban.<br />

La Economia politica elimina los hechos particulares y contingentes, para <strong>de</strong>ducir <strong>de</strong>l resto<br />

sus leyes generales y absolutas, ó sea la verdad fija y universal. En cuanto ciencia, enseña la<br />

verdad especulativa una y sola para todo el género humano; pero si la teoria es acogida por<br />

el gobierno con ánimo <strong>de</strong> aplicarla, pue<strong>de</strong>n existir intereses y opiniones que opongan<br />

resistencia al rigor <strong>de</strong> los principios, y entónces empieza el arte.<br />

Por eso la escuela alemana distingue la Economia pura <strong>de</strong> la aplicada, aquella para que sirva<br />

<strong>de</strong> norte y guia á los gobiernos y á los particulares, como el término á que <strong>de</strong>ben llegar más<br />

tar<strong>de</strong> ó más temprano; y ésta para realizar los principios posibles dada una situacion<br />

económica con sus i<strong>de</strong>as y necesida<strong>de</strong>s, leyes, usos y costumbres <strong>de</strong> los pueblos.<br />

De ménos importancia es otra distincion tambien introducida por los economistas <strong>de</strong><br />

Alemania, cuando llaman la Economia politica, ya racional, ya histórica; la primera<br />

dogmatica y la segunda experimental. Son dos métodos diferentes <strong>de</strong> investigar la verdad, el<br />

uno <strong>de</strong> induccion y el otro <strong>de</strong> <strong>de</strong>duccion, ambos aceptables. Todavia dudan personas do<br />

buena fé que la Economia politica sea verda<strong>de</strong>ra ciencia, consi<strong>de</strong>rando que los economistas<br />

disputan sobre ciertas nociones ele mentales; como si una teoria nacida ayer <strong>de</strong>biese<br />

mostrarse hoy completa y uniforme. Estas ligeras nubes se van disipando poco á poco; y si<br />

tal vez se divi<strong>de</strong> la opinion respecto al significado <strong>de</strong> las palabras riqueza, valor ú otras


semejantes, no por eso <strong>de</strong>ja do fortalecerse y progresar la Economia politica. Harto más<br />

antigua es la jurispru<strong>de</strong>ncia, y sin embargo aun reina la discordia entre los doctores <strong>de</strong> la ley<br />

al <strong>de</strong>finir la justicia y el <strong>de</strong>recho.<br />

No formaremos empeño en refutar el argumento <strong>de</strong> las contradicciones económicas<br />

esforzado por los no vadores contemporáneos. Si aceptasen, como nosotros aceptamos, el<br />

principio <strong>de</strong> la libertad, fácilmente llegarian á convencerse <strong>de</strong> que todos los intereses<br />

legitimos son armonicos; y quien dice armonia dice unidad, y con la unidad viene la ciencia.<br />

CAPITULO IV.<br />

Objeto y fin <strong>de</strong> la Economia politica.<br />

Por <strong>de</strong>sgracia no estan <strong>de</strong> acuerdo los economistas en la extension que tiene ó <strong>de</strong>be tener la<br />

ciencia que profesan. Unos preten<strong>de</strong>n que la Economia politica sea la ciencia <strong>de</strong> los<br />

intereses materiales y <strong>de</strong>l bienestar fisico <strong>de</strong>l hombre, y otros por el contrario aspiran á<br />

sentarla en un trono, proclamando que es la ciencia <strong>de</strong> la sociedad y <strong>de</strong>l gobierno. Entre<br />

ambas opiniones extremas fluctuan no pocas vagas, oscuras ó incompletas que <strong>de</strong>finen la<br />

Economia politica la ciencia <strong>de</strong>l trabajo, <strong>de</strong>l valor, <strong>de</strong>l cambio, <strong>de</strong> las leyes <strong>de</strong>l mundo<br />

industrial. etc.<br />

Encerrar la Economia politica en los angostos limites <strong>de</strong> la materia, equivale á mutilarla<br />

<strong>de</strong>spojándola <strong>de</strong> su parte más noble, porque en la Economia politica se confun<strong>de</strong>n dos<br />

elementos, la naturaleza exterior y la naturaleza humana, material y moral á un mismo<br />

tiempo.<br />

Alargarla hasta compren<strong>de</strong>r el sistema social entero, es erigirla en ciencia universal, y dar á<br />

sus enemigos un pretexto para combatirla como usurpadora <strong>de</strong> los fueros <strong>de</strong> la moral, la<br />

politica, la justicia y la administracion.<br />

La Economia politica tiene propia y verda<strong>de</strong>ra competencia. La riqueza es su objeto, y su<br />

fin promover y <strong>de</strong>sarrollar el bien comun, en cuanto <strong>de</strong>pen<strong>de</strong> <strong>de</strong> la observancia <strong>de</strong> las leyes<br />

<strong>de</strong> la produccion y distribucion, <strong>de</strong>l cambio y <strong>de</strong>l consumo.<br />

De aqui resulta que el criterio económico no es superior ni inferior á otro cualquiera, sino<br />

diferente. Cuando la Economia politica encuentra en su camino hechos do un ór<strong>de</strong>n<br />

distinto, los exainina bajo su punto <strong>de</strong> vista particular, los juzga favorables ó <strong>de</strong>sfavorable á<br />

la pública prosperidad y pasa <strong>de</strong> largo. Cuan do encuentra hechos puramente económicos,<br />

empieza riqueza es invadir el campo ajeno, y comprometer la autoridad que <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l suyo<br />

le correspon<strong>de</strong>. La Economia politica, dice Mr. Chevalier, no es la hija única <strong>de</strong> la casa, ni<br />

siquiera la primogénita entre las clencias sociales. Dilatar sus fronteras y ejercer en nombre<br />

<strong>de</strong> la Economia politica un criterio supremo y universal para resolver los problemas que<br />

son <strong>de</strong> la competencia <strong>de</strong> la moral, la politica ó el <strong>de</strong>recho, equivale á aplicar un solo<br />

principio á materias diversas, y á <strong>de</strong>cidir cuestiones complejas por el solo voto <strong>de</strong> una<br />

ciencia auxiliar.<br />

Todas las ciencias son hermanas y <strong>de</strong>scien<strong>de</strong>n <strong>de</strong> la verdad, una, sola y siempre la misma.<br />

Aunque miran las cosas por distinto lado, su enseñanza, revelacion parcial <strong>de</strong>l ór<strong>de</strong>n que<br />

reina en el universo, se esparce con armonia y se concentra en la unidad. El politico, el<br />

moralista, el filósofo y el jurisconsulto discurren <strong>de</strong> diferente modo que el economista; pero<br />

al cabo, si llegan á profundizar una materia comun á sus ciencias respectivas, o alguno <strong>de</strong>


ellos no tiene razon, ó todos, á pesar <strong>de</strong> la diversa forma <strong>de</strong>l pensamiento, confluiran en un<br />

punto y profesaran igual doctrina.<br />

CAPITULO V.<br />

Economia politica y moral.<br />

Suelen los enemigos <strong>de</strong> la Economia politica acusarla <strong>de</strong> que <strong>de</strong>spierta en el hombre la sed<br />

<strong>de</strong> las riquezas y alimenta el amor <strong>de</strong> los intereses mundanos y los placeres <strong>de</strong> la vida con<br />

menoscabo <strong>de</strong> todo lo bueno y lo justo. No: la Economia politica no esta reñida con la<br />

virtud, no menosprecia el <strong>de</strong>ber, no sacrifica el espiritu á la materia.<br />

La <strong>Economía</strong> <strong>Política</strong> es la ciencia <strong>de</strong> lo útil, como la moral es la ciencia <strong>de</strong> lo licito y<br />

honesto. Lo útil general, ó sea el bien público, nunca se opone á la pureza <strong>de</strong> las<br />

costumbres, ni á la severidad <strong>de</strong>l <strong>de</strong>recho, ni al rigor <strong>de</strong> la justicia.<br />

Deber é interés se concilian, cuando el <strong>de</strong>ber significa la conciencia rigiendo nuestra<br />

voluntad, y el interés el móvil <strong>de</strong> nuestra actividad elevandose gradual mente <strong>de</strong>l individuo<br />

al pueblo y <strong>de</strong>l pueblo al genero humano.<br />

La utilidad general resume la utilidad do los particulares, si todos los intereses privados son<br />

legitimos y verda<strong>de</strong>ros. Algunas veces acontece que la pasion extravia al individuo y le<br />

empeña en <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r un interés egoista, como si fuese lícito y or<strong>de</strong>nado al bien <strong>de</strong> la<br />

sociedad: otras veces suce<strong>de</strong> que el interés particular, tan perspicaz en todo cuanto le toca<br />

<strong>de</strong> cerca, caiga en el error <strong>de</strong> preferir un beneficio temporal ó dudoso á la utilidad cierta y<br />

permanente <strong>de</strong>l estado; pero conforme el interes privado se eleva, se ilustra y purifica, se<br />

acerca a las leyes eternas <strong>de</strong> la moral hasta confundirse con ella.<br />

Asi se <strong>de</strong>svanece el cargo <strong>de</strong> individualismo que con frecuencia se hace a los economistas.<br />

Aman la libertad individual, primera condicion <strong>de</strong>l trabajo; mas no preten<strong>de</strong>n aislar y<br />

encerrar al individuo en su yo solitario. Léjos <strong>de</strong> eso, recomiendan la comunidad <strong>de</strong> fuerzas,<br />

solicitan la difusion <strong>de</strong> las riquezas y procuran el bienestar <strong>de</strong> todos los hombres,<br />

convirtiendo el mundo en una plaza y mercado universal á don<strong>de</strong> puedan concurrir<br />

cualesquiera gentes y naciones.<br />

No es la Economia politica indiferente al principio y á las formas <strong>de</strong> gobierno, aunque<br />

alguno haya escrito que los economistas, preocupados con las mejoras materiales, las<br />

solicitan lo mismo <strong>de</strong>l rey absoluto que <strong>de</strong>l pueblo soberano, <strong>de</strong> la aristocracia que <strong>de</strong> la<br />

<strong>de</strong>mocracia. La Economia politica respeta el po<strong>de</strong>r constituido, porque ama el ór<strong>de</strong>n; pero<br />

tambien aconseja el establecimiento <strong>de</strong> sábias instituciones que, mo<strong>de</strong>rando el ejercicio <strong>de</strong><br />

la autoridad, consoli<strong>de</strong>n la paz grata á los pueblos, y afiancen los <strong>de</strong>rechos <strong>de</strong> libertad y<br />

propiedad <strong>de</strong> los ciudadanos.<br />

Tampoco es la Economia politica materialista, ni aun sensualista como preten<strong>de</strong>n otros <strong>de</strong><br />

sus adversarios. Una ciencia que proclama al hombre inteligente, libre y responsable, capaz<br />

<strong>de</strong> <strong>de</strong>rechos y sujeto á <strong>de</strong>beres; una ciencia fundada en la virtud <strong>de</strong>l trabajo que la misma<br />

religion santifica, é igualmente enemiga <strong>de</strong> la prodigalidad y la avaricia; una ciencia, en fin,<br />

que respeta y enseña á respetar la propiedad y la familia, y examina los diversos sistemas <strong>de</strong><br />

caridad y beneficencia, <strong>de</strong>l impuesto equitativo, <strong>de</strong> educacion y mejora <strong>de</strong> las clases<br />

menesterosas, y combate la ignorancia y la miseria que las humilla y embrutece, tiene sin<br />

duda muchos y gran<strong>de</strong>s titulos á honrarse con el nombre <strong>de</strong> espiritualista. El socialismo y el<br />

comunismo que son á la Economia politica lo que las herejias á la Iglesia, pecan contra la


ciencia económica por este lado; y como lisonjean las malas pasiones <strong>de</strong>l pueblo, hacen<br />

prosélitos, y roto el freno <strong>de</strong> la moral, amenazan á tiempos turbar la paz <strong>de</strong>l mundo.<br />

Si el hombre es productor <strong>de</strong> riqueza, la Moral no pue<strong>de</strong> ménos <strong>de</strong> tener influjo en la<br />

produccion; y si reparte los productos creados entre los trabajadores, <strong>de</strong>be guardar los<br />

preceptos <strong>de</strong> la justicia distributiva. Hay, pues, un vinculo estrecho, intimo y necesario que<br />

liga lo útil a lo honesto, y no permite separar el interés <strong>de</strong>l <strong>de</strong>ber, si <strong>de</strong>seamos el progreso<br />

<strong>de</strong> la civilizacion entera.<br />

La Economia politica no se subordina á la Moral, como tampoco á la Filsofia, á la Politica ú<br />

otra ciencia alguna. Cada cual investiga la verdad en el ór<strong>de</strong>n <strong>de</strong> los hechos que caen <strong>de</strong>bajo<br />

<strong>de</strong> su jurisdiccion in<strong>de</strong>pendiente. Cuando la Economia politica y la Moral dan a una<br />

cuestion comun soluciones contradictorias, ó los terminos no son iguales á pesar <strong>de</strong> las<br />

apariencias, ó algunas <strong>de</strong> las dos, ó ambas conclusiones, son viciosas.<br />

La Economia politica es auxiliar <strong>de</strong> la Moral, y ambas reciprocamente se confirman, porque<br />

lo útil se comprueba con lo bueno y lo bueno con lo útil. El mundo mo<strong>de</strong>rno es mejor que<br />

el antiguo, porque he mos ganado en bienestar con el incremento <strong>de</strong> la riqueza, y al mismo<br />

tiempo en paz, ór<strong>de</strong>n, libertad, justicia, ciencia, industria, y aplicados los pueblos á la vida<br />

laboriosa, han mejorado <strong>de</strong> costumbres. Si la riqueza corrompe á ciertos hombres <strong>de</strong> poco<br />

espiritu y los hace vanos y soberbios, la miseria los <strong>de</strong>grada y envilece hasta <strong>de</strong>sterrar <strong>de</strong> su<br />

corazon todo afecto noble, todo pensamiento elevado y todo sentimiento moral y religioso.<br />

En todos los mares hay escollos. La riqueza tiene sus peligros, como la pobreza sus vicios y<br />

tentaciones.<br />

La Economia politica, <strong>de</strong>mostrando que la prosperidad reciproca <strong>de</strong> las naciones es un<br />

bien, extirpa las raices <strong>de</strong> la envidia, ahoga el germen <strong>de</strong> los celos y rivalida<strong>de</strong>s insensatas y<br />

afirma la paz <strong>de</strong>l mundo. Los lazos <strong>de</strong>l interés comun no bastan, ciertamente á impedir la<br />

guerra; pero fortifican la opinion enemiga <strong>de</strong> la usurpacion, la venganza ó la conquista.<br />

La Economia politica recomienda el ór<strong>de</strong>n público que mantiene el curso sosegado y<br />

tranquilo <strong>de</strong>l tra bajo. Por ella sabemos que las ciuda<strong>de</strong>s florecen con la riqueza <strong>de</strong> los<br />

campos, asi como el labrador gana cuando prospera el artesano.<br />

En resolucion, la Moral es la cuna <strong>de</strong> la Economia politica, <strong>de</strong> la Moral se <strong>de</strong>riva y en la<br />

Moral funda su ilustre abolengo.<br />

CAPITULO VI.<br />

Relaciones <strong>de</strong> la Economia politica con otras ciencias.<br />

Útil, licito y justo representan la misma i<strong>de</strong>a bajo diferentes puntos <strong>de</strong> vista, y <strong>de</strong>notan el<br />

consorcio <strong>de</strong>, la Economia politica, la Moral y el Derecho, como ciencias que pertenecen á<br />

una sola familia. Nada di remos <strong>de</strong> las relaciones <strong>de</strong> la Economia politica con la Moral,<br />

porque están expuestas en su lugar, y nos limitaremos á manifestar las que tiene con el<br />

Derecho. Hay leyes anteriores á todas las leyes positivas, comunes á todos los tiempos y<br />

lugares, eternas como Dios <strong>de</strong> quien proce<strong>de</strong>n. De esta elevada fuente se <strong>de</strong>riva el <strong>de</strong>recho<br />

humano contingente y variable, regla <strong>de</strong> nuestra conducta y percepto <strong>de</strong> justicia. El<br />

Derecho nos enseña lo que es, y la <strong>Economía</strong> política lo que <strong>de</strong>be ser. La propiedad, la<br />

sucesion testada ó intestada, los contratos, la usura y otras materias tocantes al ór<strong>de</strong>n civil,<br />

no <strong>de</strong>ben fiarse á la voluntad arbitraria <strong>de</strong>l legislador, sino gobernarse por la razon y la<br />

conveniencia pública. Si la ley <strong>de</strong>clara justo lo que la <strong>Economía</strong> política reprueba como no


útil, y ésta dice verdad, proce<strong>de</strong> la enmienda <strong>de</strong>l <strong>de</strong>recho constituido. Así, pues, la<br />

<strong>Economía</strong> política recibe <strong>de</strong> la ley positiva el beneficio <strong>de</strong> la seguridad personal y real, <strong>de</strong> la<br />

equidad <strong>de</strong> las transacciones particulares, <strong>de</strong> la proteccion por la justicia, y en cambio ilustra<br />

el Derecho y algunas veces lo corrige.<br />

En la teoria <strong>de</strong>l <strong>de</strong>recho natural so fundan lo mismo la legislacion que la Economia politica.<br />

La libertad <strong>de</strong> pensar y manifestar el pensamiento, <strong>de</strong> trabajar y cam biar los productos <strong>de</strong>l<br />

trabajo, <strong>de</strong> comprar y ven<strong>de</strong>r sus bienes y otras semejantes, son leyes económicas y leyes<br />

civiles.<br />

Algunas veces lo justo, empeñado en una senda extraviada, halló en lo útil la luz que<br />

<strong>de</strong>spues le sirvió <strong>de</strong> guia. La esclavitud, las alteraciones <strong>de</strong> la moneda, las leyes suntuarias, la<br />

policía <strong>de</strong> los abastos, la tasa <strong>de</strong> los precios, etc., fueron borrados <strong>de</strong> los códigos <strong>de</strong> todas ó<br />

casi todas las naciones cultas, por el influjo <strong>de</strong> la Economia politica que <strong>de</strong>mostró su<br />

injusticia y su ineficacia.<br />

La Politica es la ciencia <strong>de</strong>l gobierno, y se halla ligada por medio <strong>de</strong> un vinculo muy<br />

estrecho con la ciencia <strong>de</strong> la riqueza. No basta organizar los po<strong>de</strong>res <strong>de</strong>l Estado segun<br />

aconsejan la razon y la experiencia, y satisfacer á los pueblos con la sabiduria y templanza<br />

<strong>de</strong> las instituciones, si a<strong>de</strong>más no se procura <strong>de</strong>senvolver todos los elementos <strong>de</strong><br />

prosperidad que cada nacion encierra en su seno, para que goce <strong>de</strong> cierto grado <strong>de</strong><br />

bienestar en lo interior, y en lo exterior sea respetada y temida por la opinion <strong>de</strong> su<br />

fortaleza.<br />

Una hacienda floreciente es el nervio <strong>de</strong>l Estado en la paz, y sobre todo en la guerra. Sin<br />

dinero ó crédito que supla su falta, no se pue<strong>de</strong>n llevar las cargas pú blicas, ni los<br />

ciudadanos pue<strong>de</strong>n acudir al socorro <strong>de</strong> las necesida<strong>de</strong>s comunes sin riqueza.<br />

La Politica solicita los consejos <strong>de</strong> la Economia como ciencia auxiliar y competente para<br />

resolver las cuestiones sociales, en cuanto <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>n <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sarrollo <strong>de</strong> las fuerzas<br />

productivas <strong>de</strong> la industria mo<strong>de</strong>rna.<br />

La Estadistica es el espejo <strong>de</strong> la vida social. Recoge cuidadosamente los hechos, los or<strong>de</strong>na<br />

y compara, y expone, usando <strong>de</strong>l calculo, la ley que los rige. La Estadistica guia por la senda<br />

<strong>de</strong> la verdad á la Economia politica, y la enriquece con preciosos datos y noticias sobre la<br />

sociedad consi<strong>de</strong>rada en sus elementos, su economia, su situacion y su movimiento.<br />

Generalizar los hechos sociales relativos al estado y vicisitu<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la riqueza, remontarse <strong>de</strong><br />

los efectos á las causas y <strong>de</strong>ducir <strong>de</strong> todo la teoria que las explica, pertenece á la Economia<br />

politica, pues la Estadistica se limita a formar y presentar el inventario <strong>de</strong> las cosas.<br />

La Administracion se <strong>de</strong>riva <strong>de</strong> la Politica en cuanto enseña la organizacion y atribuciones<br />

<strong>de</strong> las auto rida<strong>de</strong>s á quienes se confia; pero esta subordinada á la Economia politica en la<br />

materia administrativa. La beneficencia, la agricultura, la industria, el comer cio, etc.,<br />

prestan ocasion á dictar provi<strong>de</strong>ncias útiles ó perjudiciales, segun el limite y modo impuesto<br />

á la intervencion <strong>de</strong>l goblerno en el movimiento <strong>de</strong> la riqueza. La Economia politica es la<br />

ciencia que <strong>de</strong>muestra, y la administracion el arte que aplica.<br />

La Econoimia politica tien<strong>de</strong> la mano á la Historia, y ambas mútuamente se auxilian.<br />

Enhorabuena sea la Economia politica una ciencia racional; pero no por eso <strong>de</strong>be el<br />

economista <strong>de</strong>s<strong>de</strong>ñarse <strong>de</strong> comprobar la verdad especulativa con el testimonio <strong>de</strong> la


experiencia. La induccion y la <strong>de</strong>duccion son dos métodos <strong>de</strong> investigar las leyes <strong>de</strong> la<br />

riqueza que por diferentes caminos llegan al mismo punto.<br />

En suma, la <strong>Economía</strong> política, como ciencia social, esta ligada más ó ménos<br />

estrechamente con todas las <strong>de</strong>más ciencias sociales.<br />

CAPITULO VII.<br />

Útilidad é importancia <strong>de</strong> la <strong>Economía</strong> política.<br />

El siglo presente no concibe la civilizacion sin el goce <strong>de</strong> la libertad politica y civil. La<br />

libertad <strong>de</strong>scansa en instituciones sábias y dura<strong>de</strong>ras por la doble fuerza <strong>de</strong> la ley y la<br />

costumbre. Sin libertad no es posible el <strong>de</strong>sarrollo <strong>de</strong> la inteligencia y actividad <strong>de</strong> los<br />

pueblos, <strong>de</strong>seosos <strong>de</strong> disfrutar <strong>de</strong> los beneficios reservados á los que participan <strong>de</strong> la vida<br />

<strong>de</strong> la industria.<br />

La Economia politica enseña que los gobiernos vio lentos y arbitrarios turban el ór<strong>de</strong>n<br />

económico, porque amenazan el trabajo, ó pasando á las vias <strong>de</strong> hecho, le <strong>de</strong>spojan <strong>de</strong> sus<br />

frutos. La produccion <strong>de</strong>sfallece, la distribucion se <strong>de</strong>sconcierta y el consumo se precipita ó<br />

distrae <strong>de</strong> su curso regular. Los economistas, proclamando la estrecha alianza <strong>de</strong> la industria<br />

y la libertad, no sólo asientan un principio fecundo en riquezas, pero también con<strong>de</strong>nan<br />

todos los excesos y abusos <strong>de</strong> la autoridad, y mueven la opinion favorable á útiles reformas.<br />

¿Quien sino la Economia politica reprobó la adulteracion <strong>de</strong> la moneda, los privilegios<br />

exclusivos y prohibitivos, las or<strong>de</strong>nanzas gremiales, los tributos injustos ú onerosos, los<br />

vinculos y mayorazgos y tantos otros errores, vejámenes y torpezas que pasaron á los ojos<br />

<strong>de</strong> todo el mundo por actos <strong>de</strong> consumada habilidad ó <strong>de</strong>rechos inherentes al soberano? '<br />

Sin embargo, la Economia politica no preten<strong>de</strong> imponer ninguna forma <strong>de</strong>terminada <strong>de</strong><br />

gobierno, ni probablemente llegarian á enten<strong>de</strong>rse y concertarse los economistas, si <strong>de</strong> ello<br />

se tratara. Recomiendan los que ofrecen seguridad á las personas, respeto á la propiedad y<br />

el libre ejercicio <strong>de</strong>l pensamiento y <strong>de</strong>l trabajo. Toca á los politicos resolver el problema.<br />

Los gobiernos representativos exigen por su natura leza mayor difusion <strong>de</strong> los<br />

conocimientos económicos, porque la libertad <strong>de</strong> imprenta convida á discutir las doctrinas<br />

y los negocios públicos; y a<strong>de</strong>mas la parte que toman los ciudadanos en la formacion <strong>de</strong> las<br />

leyes y en la administracion local, requiere un criterio superior al <strong>de</strong>l hombre nacido para la<br />

obediencia ciega y pasiva.<br />

Cuando los particulares viven tranquilos á la sombra <strong>de</strong> un gobierno amigo <strong>de</strong> la justicia y<br />

celoso por el bien comun, se acostumbran á contar con sus propias fuerzas, esto es, con su<br />

habilidad y energia. Solicitan la fortuna por el camino <strong>de</strong> la libertad y aborrecen la tutela <strong>de</strong>l<br />

estado; y <strong>de</strong>sembarazado el goblerno <strong>de</strong> pormenores que le abruman, pue<strong>de</strong> concebir<br />

pensamientos <strong>de</strong> gran<strong>de</strong>za y ejecutarlos con tal pru<strong>de</strong>ncia, que mu<strong>de</strong>n en poco tiempo la<br />

faz <strong>de</strong> la nacion.<br />

Los individuos, responsables <strong>de</strong> sus actos, redoblan la actividad y economia, trabajan con<br />

ahinco, inventan y perfeccionan productos y procedimientos industriales, acumulan riqueza<br />

que engendra riqueza, y á favor <strong>de</strong> la abundancia la poblacion se multiplica; y pe<strong>net</strong>rando la<br />

ciencia en todas las esferas, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> las elevadas regiones <strong>de</strong>l po<strong>de</strong>r hasta el seno <strong>de</strong> la familia,<br />

la vida pública y la privada concurren á la prosperidad general.


CAPITULO VIII.<br />

Historia <strong>de</strong> la Economia politica.<br />

Los antiguos contemplaban las riquezas á la luz <strong>de</strong> la moral, profesando sus filósofos la<br />

doctrina que <strong>de</strong>bia el hombre poner limite á sus necesida<strong>de</strong>s, y estimar los dones <strong>de</strong> la<br />

fortuna en cuanto permitian elevar el espiritu á cosas mayores y ejercer la liberalidad. La<br />

agricultura gozaba <strong>de</strong> favor y estimacion; pero las artes y oficios mecanicos pasaban por<br />

ministerios serviles, y el comercio, sobre todo el <strong>de</strong> menu<strong>de</strong>o, por sordida ganancia. Los<br />

pueblos fiaban su prosperidad á la conquista y <strong>de</strong>spojo <strong>de</strong> los vencidos, y tenian en poco<br />

los bienes logrados con el trabajo. Una multitud <strong>de</strong> esclavos que á los ojos <strong>de</strong> la ley no eran<br />

personas sino cosas, alimentaba la mezquina industria compatible con el grado infimo <strong>de</strong><br />

actividad é inteligencia <strong>de</strong> estos miserables obreros sin libertad ni propiedad, más bien<br />

maquinas que hombres.<br />

En la edad media se forma el estado llano compuesto <strong>de</strong> labradores, artesanos y<br />

merca<strong>de</strong>res, solicitas abejas <strong>de</strong> la república, que anunciaban <strong>de</strong>s<strong>de</strong> léjos el advenimiento <strong>de</strong><br />

la vida industrial. Los gobiernos empiezan á compren<strong>de</strong>r los beneficios <strong>de</strong> la abundancia; y<br />

por medio <strong>de</strong> privilegios y reglamentos, mezclando la verdad con el error, establecen cierto<br />

ór<strong>de</strong>n económico <strong>de</strong>rivado <strong>de</strong>l principio <strong>de</strong> intervencion <strong>de</strong> la auto ridad y sostenido por la<br />

rutina. Las rentas públicas se administran á ciegas, y apénas se reconoce la necesidad <strong>de</strong><br />

procurar la igualacion <strong>de</strong> los tributos. El sistema feudal daba suma importancia á la riqueza<br />

inmueble, hija <strong>de</strong> la conquista, y la tierra fué el simbolo <strong>de</strong> la autoridad. La agricultura<br />

encomendada primero á los siervos, <strong>de</strong>spues á los vasallos solariegos, y más tar<strong>de</strong> á colonos<br />

libres, iba creciendo y mejorando con forme a<strong>de</strong>lantaba la obra <strong>de</strong> la emancipacion <strong>de</strong>l<br />

hombre, y se acercaba el momento <strong>de</strong> la consolidacion <strong>de</strong>l dominio. Las artes y oficios<br />

toman vecindad en las ciuda<strong>de</strong>s y villas, y resisten á la adversidad <strong>de</strong> los tiempos al abrigo<br />

<strong>de</strong>l régimen municipal.<br />

Las Repúblicas italianas en el mediodia <strong>de</strong> la Europa, y al norte el Hansa teutónica, ó liga <strong>de</strong><br />

las Ciuda<strong>de</strong>s anseáticas, aventajaron por este tiempo á todos los pueblos en fábricas,<br />

comercio y navegacion. La flaqueza <strong>de</strong> su po<strong>de</strong>r las obligó á inventar una politica sutil y<br />

envidiosa <strong>de</strong> la prosperidad ajena, que les asegurase el monopolio <strong>de</strong> la industria y el<br />

imperio <strong>de</strong> los mares.<br />

El <strong>de</strong>scubrimiento <strong>de</strong>l Nuevo Mundo y <strong>de</strong>l cabo <strong>de</strong> Buena Esperanza trastornó el ór<strong>de</strong>n<br />

establecido en la edad media, convidando á largos viajes, sacando el comercio <strong>de</strong>l<br />

Mediterraneo para llevarlo al Océano, y <strong>de</strong>spertando la actividad <strong>de</strong> todas las naciones con<br />

la perspectiva <strong>de</strong> tantos y tan ricos mercados y la novedad <strong>de</strong> los frutos y materias<br />

laborables. Beneficiáronse las minas <strong>de</strong> América, y la Europa se inundó <strong>de</strong> me tales<br />

preciosos.<br />

Poco <strong>de</strong>spues apuntan los escritores politicos que discurren sobre varias materias <strong>de</strong><br />

gobierno, algunas <strong>de</strong> ellas esencialmente económicas, como poblacion, fábricas, comercio,<br />

tributos y otras análogas, esforzándose en dar consejo á los reyes para enriquecer á sus<br />

pueblos. Todos ó casi todos ponen la riqueza <strong>de</strong>l estado en la abundancia <strong>de</strong> oro y plata.<br />

La politica <strong>de</strong> intervenir el gobierno en el comercio con restricciones y prohibiciones,<br />

iniciada en las Re públicas italianas y Ciuda<strong>de</strong>s anseáticas, y convertida en arma <strong>de</strong> guerra<br />

durante el siglo XVI, obtuvo la sancion oficial y fué universalmente aceptada en el siglo<br />

XVII. Llamóse sistema mercantil, y Colbert, famoso ministro <strong>de</strong> Luis XIV, la confirmó con<br />

su nombre. Consistia, en pocas palabras, en mo<strong>de</strong>rar los <strong>de</strong> rechos á la salida <strong>de</strong> los géneros


y frutos <strong>de</strong>l reino, imponerlos may suaves á la entrada <strong>de</strong> las materias primas que alimentan<br />

las fábricas nacionales, y repeler con aranceles muy subidos las manufacturas extranjeras.<br />

En fin, queríase á fuerza <strong>de</strong> reglamentos ven<strong>de</strong>r y no comprar, ó ya que <strong>de</strong> todo en todo no<br />

fuese posible, ven<strong>de</strong>r mucho y comprar poco, para tener siempre inclinada la balanza <strong>de</strong> la<br />

moneda en favor <strong>de</strong> la nacion. De aqui provino la distincion <strong>de</strong>l comercio en activo y<br />

pasivo, éste señal <strong>de</strong> pérdida y aquél <strong>de</strong> ganancia, segun que el uno daba ocasion á pagar y<br />

el otro á cobrar en dinero la diferencia <strong>de</strong>l valor <strong>de</strong> las importaciones y exportaciones en<br />

cada año.<br />

El sistema mercantil se robusteció con el régimen económico impuesto al trato y comercio<br />

<strong>de</strong> las Indias. Todos los pueblos navegantes <strong>de</strong>l Antiguo Mundo quisieron conquistar y<br />

poseer una parte gran<strong>de</strong> ó pequeña <strong>de</strong> la América, dando la preferencia á las tierras<br />

abundantes en minas <strong>de</strong> oro y plata. Entónces nació el sistema colonial mo<strong>de</strong>rno, cuya más<br />

alta perfeccion se cifraba en vivir las colonias apartadas <strong>de</strong> la madre patria, salvo el vinculo<br />

<strong>de</strong> un comercio reciproco <strong>de</strong>rivado <strong>de</strong>l pacto bilateral que obligaba á la colonia á consumir<br />

los géneros y frutos <strong>de</strong> la metrópoli, mientras que ésta <strong>de</strong>bia dar salida á las producciones<br />

<strong>de</strong> aquella, abriéndole <strong>de</strong> par en par los mercados <strong>de</strong> la nacion, y pasando lo sobrante á los<br />

reinos extranjeros. Así pretendian los gobiernos <strong>de</strong> Europa estancar los metales preciosos<br />

<strong>de</strong> las minas propias, y apo<strong>de</strong>rarse con sutileza <strong>de</strong> los que rendian las ajenas.<br />

El error fundamental <strong>de</strong>l sistema mercantil y <strong>de</strong>l colonial, su legitima consecuencia, estriba<br />

en la falsa i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> la riqueza, suponiendo que la única y verda<strong>de</strong>ra, la firme y estable, no<br />

<strong>de</strong>pendiente <strong>de</strong> la voluntad <strong>de</strong> los hombres ni <strong>de</strong> los caprichos <strong>de</strong>l tiempo, es la moneda <strong>de</strong><br />

oro y plata <strong>de</strong> peso y valor intrinseco que no <strong>de</strong>saparece con el uso, como los alimentos y<br />

las ropas que pronto se acaban.<br />

Cuando el sistema mercantil estaba en todo su vigor y pujanza, apareció Quesnay<br />

anunciando la doctrina <strong>de</strong> la fisiocrácia, que formó escuela con el nombre <strong>de</strong> secta <strong>de</strong> los<br />

economistas franceses. Era el punto <strong>de</strong> partida <strong>de</strong> los novadores que todas las riquezas<br />

venian <strong>de</strong> la tierra, porque sólo la tierra suministraba al hombre las primeras materias y los<br />

medios <strong>de</strong> existencia. Decían que las artes y el comercio transformaban las cosas sin<br />

aumentar su valor, á diferencia <strong>de</strong> la agricultura que daba un sobrante ó producto <strong>net</strong>o; <strong>de</strong><br />

don<strong>de</strong> vino la teoria <strong>de</strong> la única contribucion directa y territorial.<br />

Aunque el principio en que <strong>de</strong>scansaba el sistema agricola fuese no ménos falso que el<br />

asentado por el sistema mercantil, no <strong>de</strong>jan los fisócratas <strong>de</strong> merecer bien <strong>de</strong> la ciencia<br />

económica, en cuanto con<strong>de</strong>naron los impuestos nocivos á la libertad <strong>de</strong> la agricultura y la<br />

intervencion <strong>de</strong> la autoridad en las fábricas y comercio para facilitar el consumo <strong>de</strong> los<br />

frutos; y resumiendo su pensamiento, proclamaron aquella máxima tan sabida: laissez faire,<br />

laissez passer.<br />

En la práctica, el sistema agricola y el mercantil difieren en extremo, pues el uno solicita á<br />

cada paso la intervencion <strong>de</strong>l gobierno con prohibiciones, privilegios, tasas y reglamentos; y<br />

el otro nada pi<strong>de</strong> á la autoridad fuera <strong>de</strong> una proteecion igual á todo el mundo, para que<br />

todo el mundo goce <strong>de</strong> ámplia y completa libertad <strong>de</strong> industria y comercio.<br />

Poco <strong>de</strong>spues Adam Smith funda el sistema industrial, que señala como fuente <strong>de</strong> riqueza<br />

el trabajo <strong>de</strong>l hombre, sea aplicado á la agricultura, sea á las artes, y oficios ó al comercio;<br />

proclama la libertad <strong>de</strong> con currencia, consi<strong>de</strong>rando que el interés privado es la unidad<br />

primordial <strong>de</strong>l interés público, y excluye al gobierno <strong>de</strong> toda intervencion on el ór<strong>de</strong>n


económico, salvo si se limita á remover los obstáculos al <strong>de</strong>sarrollo <strong>de</strong> la actividad<br />

individual.<br />

Por esta senda <strong>de</strong> verdad camina hoy la <strong>Economía</strong> politica, puesto que los sucesores <strong>de</strong><br />

Smith explica ron su doctrina, en algo la corrigieron y la profundizaron en tratados<br />

especiales; pero siempre tomaádola por norte y guia <strong>de</strong> sus estudios, y respetando la<br />

autoridad <strong>de</strong> tan gran<strong>de</strong> maestro.<br />

El socialismo, aunque preten<strong>de</strong> entroncarse con la Economia política, no es escuela<br />

económica, porque no acepta los dogmas <strong>de</strong> la ciencia. Los economistas <strong>de</strong>fien<strong>de</strong>n el ór<strong>de</strong>n<br />

natural <strong>de</strong> la sociedad, fundado en el principio <strong>de</strong> la libertad individual. Los socialistas as<br />

piran á una organizacion artificial forzando el principio opuesto <strong>de</strong> la autoridad. Preten<strong>de</strong>n<br />

corregir los errores é injusticias <strong>de</strong> la libre concurrencia, y halagan las pasiones <strong>de</strong>l vulgo<br />

con la oferta <strong>de</strong> una más equitativa distribucion <strong>de</strong> la riqueza; pero todos los medios <strong>de</strong><br />

regenerar el mundo que proponen, terminan en el <strong>de</strong>spotismo económico que <strong>de</strong>spojando<br />

á los unos, no enriqueceria á los otros y labraria la miseria general.<br />

El comunismo es el limite extremo y necesario <strong>de</strong>l socialismo. Supone la abolicion absoluta<br />

<strong>de</strong> la propiedad particular y la consiguiente disolucion <strong>de</strong> la familia, creando así una<br />

sociedad fantástica sin vinculos <strong>de</strong> reciproco interés, ni afectos tiernos y generosos.<br />

El socialismo y el comunismo son la <strong>de</strong>generacion <strong>de</strong> la escuela filosófica ó puramente<br />

racional que rin<strong>de</strong> culto supersticioso al principio <strong>de</strong> la igualdad; pero la igualdad absoluta<br />

sólo cautiva á los pocos filósofos que consi<strong>de</strong>ran los hombres como cantida<strong>de</strong>s abstractas,<br />

y no como piedras animadas <strong>de</strong> un inquieto edificio.


PARTE PRIMERA.<br />

DE LA PRODUCCIÓN DE LA RIQUEZA.<br />

CAPITULO I. De la riqueza.<br />

Puesto que la <strong>Economía</strong> política es la ciencia <strong>de</strong> la riqueza, conviene <strong>de</strong>finirla, porque<br />

son las <strong>de</strong>finiciones instrumentos <strong>de</strong> una sensibilidad exquisita para aquilatar las i<strong>de</strong>as. Mas<br />

antes <strong>de</strong> dogmatizar sobre el objeto <strong>de</strong> la <strong>Economía</strong> política, hagamos algunas reflexiones<br />

preliminares que nos guíen por buen camino.<br />

El hombre vive en perpetua lucha con la materia, y emplea todas sus fuerzas físicas é<br />

intelectuales en someterla, transformarla y acomodarla a la satisfacción <strong>de</strong> sus muchas y<br />

diversas necesida<strong>de</strong>s. Cuando ha logrado establecer una relación entre las propieda<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la<br />

materia y el uso a que la <strong>de</strong>stina, nace una cosa útil por la virtud <strong>de</strong>l trabajo.<br />

Útil quiere <strong>de</strong>cir en este caso, provechoso para el hombre; <strong>de</strong> modo que compren<strong>de</strong><br />

lo necesario a la vida, y también lo que sirve a la comodidad y al regalo.<br />

Hay una multitud <strong>de</strong> cosas útiles y agradables que existen en cantidad ilimitada, y la<br />

naturaleza reparte gratuitamente a la humanidad, como el aire, la luz, el calor. Estas cosas<br />

<strong>de</strong> tal suerte son necesarias, que sin ellas no so pue<strong>de</strong> vivir; pero no <strong>de</strong>ben confundirse con<br />

las que el hombre produce ó se apropia, y se transmiten <strong>de</strong> mano en mano.<br />

Solamente constituyen riqueza “las cosas útiles ó agradables que tienen valor en<br />

cambio”; es <strong>de</strong>cir, todas, menos las que abundan <strong>de</strong> tal manera que no cuesta trabajo ni<br />

sacrificio alguno obtenerlas a la medida <strong>de</strong> nuestro <strong>de</strong>seo. Así, pues, llámase rico en<br />

lenguaje económico el hombre que posee una cantidad consi<strong>de</strong>rable <strong>de</strong> objetos útiles, ya los<br />

aplique a su uso particular, ya los <strong>de</strong>stine a permutarlos por otros, consi<strong>de</strong>rándolos como<br />

un medio <strong>de</strong> adquisición.<br />

Según el uso vulgar, llámase rico el hombre que dispone <strong>de</strong> mucho dinero, y lo es en<br />

efecto según el criterio <strong>de</strong> la <strong>Economía</strong> política; porque si bien la moneda no satisface<br />

directa é inmediatamente ninguna necesidad <strong>de</strong> la vida, proporciona a su dueño el medio <strong>de</strong><br />

adquirir todas las cosas que apetece y se hallan en po<strong>de</strong>r ajeno.<br />

A primera vista repugna a la razón no conce<strong>de</strong>r que un pueblo sea rico, cuando<br />

aventaja a los otros en la templanza <strong>de</strong>l clima, la fertilidad <strong>de</strong> la tierra, la comodidad <strong>de</strong> los<br />

puertos, la buena disposición <strong>de</strong> los ríos, y en los <strong>de</strong>más beneficios que otorga la naturaleza,<br />

porque sin duda este pueblo cuenta mayor suma <strong>de</strong> cosas útiles y agradables. Sin embargo,<br />

es lo cierto que nada pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cir la <strong>Economía</strong> política acerca <strong>de</strong> los dones espontáneos y<br />

gratuitos <strong>de</strong>l cielo, porque el hombre no los produce, ni los cambia, ni distribuye: los goza<br />

con entera libertad como bienes comunes. Cuando se los apropia, v. gr., cuando <strong>de</strong>riva el<br />

agua <strong>de</strong> un río, la encauza y la conduce a su heredad ó molino, entonces, interviniendo el<br />

trabajo, hay verda<strong>de</strong>ra riqueza.<br />

Por otra parte, suele acontecer que no sean más ricos los pueblos más favorecidos <strong>de</strong><br />

la naturaleza, sino al contrario; lo cual <strong>de</strong>nota que la benignidad <strong>de</strong> los climas, la feracidad<br />

<strong>de</strong> los campos, la distribución <strong>de</strong> las aguas y las <strong>de</strong>más condiciones <strong>de</strong> una vegetación<br />

lozana y vigorosa, son elementos <strong>de</strong> riqueza, si el hombre los fecunda con su trabajo, pero<br />

no la riqueza misma, como lo prueba la miseria en que viven muchas tribus salvajes.<br />

El oro y la plata son riqueza, pero no la riqueza por excelencia, y menos todavía la<br />

única riqueza como se lo persuadieron el vulgo, los gobiernos y hasta los sabios por espacio<br />

<strong>de</strong> muchos siglos. Consiste la utilidad <strong>de</strong> los metales nobles en ser materias primeras <strong>de</strong><br />

varias artes y oficios, artículos <strong>de</strong> comercio, y convertidos en moneda, instrumentos <strong>de</strong> los<br />

cambios. Su valor se <strong>de</strong>termina por las mismas causas que el <strong>de</strong> todas las merca<strong>de</strong>rías.<br />

Por ignorar esta verdad, España <strong>de</strong>cayó en el siglo XVII <strong>de</strong>, su antigua, prosperidad y<br />

gran<strong>de</strong>za. Las flotas y galeones que cargados <strong>de</strong> oro y plata venían <strong>de</strong> las Indias, dieron


ocasión a que los españoles perdieran su industria y aplicación al trabajo. Esta codicia<br />

inconsi<strong>de</strong>rada <strong>de</strong>struyó la agricultura, arruinó las fábricas y trocó en esterilidad la natural<br />

abundancia <strong>de</strong> nuestro suelo.<br />

Apenas <strong>de</strong>sembarcan aquellos tesoros en Sevilla, cuando <strong>de</strong>saparecían el oro y la plata<br />

<strong>de</strong>l reino; mientras que Francia, Inglaterra, Holanda, Italia, y en general todas las naciones<br />

aficionadas a la industria, sin poseer cerros como el Potosí, sangraban a España con sus<br />

telares, imán <strong>de</strong> los metales preciosos.<br />

Desesperábanse los españoles viendo su riqueza trocada en miseria, murmuraban <strong>de</strong>l<br />

gobierno que no reprimía el contrabando, dábanse leyes sobre leyes, agravábanse las penas<br />

y se imaginaban nuevos arbitrios para estancar los metales preciosos, y España cada vez se<br />

ponía más cerca <strong>de</strong> su ruina.<br />

Ciertamente, el oro y la plata son riqueza; pero tan lejos <strong>de</strong> constituir la parte<br />

principal <strong>de</strong> la fortuna <strong>de</strong>, los pueblos, entran por muy poco en el circulo <strong>de</strong> sus valores.<br />

¿Qué significan todo el oro y toda la plata <strong>de</strong> Inglaterra en comparación <strong>de</strong> la inmensa<br />

riqueza representada por sus campos, ganados, fábricas, caminos, canales, puertos,<br />

edificios, monumentos, naves, máquinas, minas, primeras materias, productos <strong>de</strong>l arte y<br />

otras mil y mil cosas que posee la nación? Como tengan los pueblos merca<strong>de</strong>rías que<br />

ofrecer en cambio, no les faltarán oro y plata en abundancia.<br />

La general costumbre <strong>de</strong> valuar en dinero la fortuna <strong>de</strong> los particulares, preocupó<br />

mucho tiempo los ánimos, é indujo en error a los gobiernos que practicaron con fe viva el<br />

sistema mercantil. La moneda ó el numerario es una forma acci<strong>de</strong>ntal <strong>de</strong> la riqueza<br />

preferible a otras por la mayor facilidad <strong>de</strong> convertirlo en objetos <strong>de</strong> utilidad inmediata.<br />

Con el dinero se compra todo, es <strong>de</strong>cir, se adquieren todas las cosas que satisfacen nuestras<br />

necesida<strong>de</strong>s el día, la hora y en la cantidad que <strong>de</strong>seamos mediante un solo cambio. Sin el<br />

dinero es preciso acudir a una serie <strong>de</strong> permutas para obtener con lo que nos sobra aquello<br />

que nos hace falta.<br />

La utilidad el dinero consiste en facilitarnos la posesión <strong>de</strong> la riqueza <strong>de</strong>seada.<br />

Tampoco es la tierra madre <strong>de</strong> toda riqueza, como pretendieron los fisiócratas. Las<br />

fabricas y el comercio producen riqueza como la agricultura, y aun se prestan con más<br />

facilidad a su multiplicación. La historia nos da noticia <strong>de</strong> pueblos que sin agricultura,<br />

porque la estrechez y esterilidad <strong>de</strong> su territorio no la consentían, llegaron a ser los<br />

primeros <strong>de</strong>l mundo en riqueza por la virtud reproductiva <strong>de</strong> la industria, <strong>de</strong>l comercio y la<br />

navegación. Si la tierra no sólo mantiene al labrador, sino que le <strong>de</strong>ja un sobrante cubiertos<br />

los gastos <strong>de</strong>l cultivo, las artes mecánicas, las liberales, la mercancía y todas las ocupaciones<br />

útiles aña<strong>de</strong>n también a la riqueza existente algo que es el fruto <strong>de</strong>l trabajo.<br />

En efecto, toda riqueza proce<strong>de</strong> <strong>de</strong> esta fuente; y como el hombre cuenta con las<br />

propieda<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la materia en que se ejercita, resulta que el trabajo la produce con el auxilio<br />

<strong>de</strong> la naturaleza.<br />

Riqueza nacional es la suma <strong>de</strong> las riquezas individuales, menos aquella porción que<br />

siendo <strong>de</strong>uda <strong>de</strong> una persona, representa el crédito <strong>de</strong> otra. Quien presta 1000 duros al 5<br />

por ciento sobre hipoteca, percibe una renta anual <strong>de</strong> 1000 reales, y con esto aumenta su<br />

riqueza particular, pero no la <strong>de</strong> la nación, porque se disminuye en otro tanto la riqueza <strong>de</strong>l<br />

propietario que tomó el dinero y paga los intereses. Que la obligación subsista ó se extinga,<br />

la fortuna nacional no crece ni mengua, pues como son iguales la pérdida y la ganancia por<br />

ambas partes, todo so resuelve en una mera traslación <strong>de</strong> riqueza. Por eso los poseedores<br />

<strong>de</strong> títulos <strong>de</strong> la <strong>de</strong>uda pública, por más ricos que fueren, no aumentan la riqueza <strong>de</strong> la<br />

nación, en cuanto sus créditos <strong>de</strong>scansan en la hipoteca <strong>de</strong> todos los bienes y rentas <strong>de</strong>l<br />

Estado.<br />

El progreso <strong>de</strong> la riqueza nacional es uno <strong>de</strong> los caracteres propios <strong>de</strong> la civilización<br />

mo<strong>de</strong>rna. Hoy los pueblos trabajan más y emplean mejor sus economías, con lo cual no tan


sólo se acrecienta y difun<strong>de</strong> el bienestar en lo interior, pero también se hacen en lo exterior<br />

más po<strong>de</strong>rosos, respetados y temidos.<br />

CAPITULO II. De la utilidad.<br />

Llámase utilidad la propiedad que tienen las cosas <strong>de</strong> servir para los diferentes usos<br />

<strong>de</strong> la vida ó satisfacer nuestras necesida<strong>de</strong>s. El pan es útil como alimento, el diamante como<br />

adorno <strong>de</strong> la persona, y así todo lo <strong>de</strong>más.<br />

La utilidad se <strong>de</strong>riva <strong>de</strong>l po<strong>de</strong>r que el hombre ejerce sobre la materia, porque<br />

apropiándosela ó modificándola logra transformar en útil lo inútil.<br />

Sin embargo, no se entienda que el hombre, en rigor, y por si solo, dé origen a la<br />

utilidad, pues las pro pieda<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la materia existen <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el principio <strong>de</strong>l mundo, y<br />

constituyen otras tantas leyes <strong>de</strong> la naturaleza que el hombre releva y combina, y <strong>de</strong> las<br />

cuales no es ciertamente el autor. Esta doctrina no <strong>de</strong>be reputarse vana y estéril,<br />

consi<strong>de</strong>rando que conduce a distinguir dos elementos en la riqueza, a saber, la naturaleza y<br />

el trabajo.<br />

La utilidad <strong>de</strong>nota una relación actual entre el hombre y los objetos que le ro<strong>de</strong>an.<br />

Esta relación pue<strong>de</strong> variar y varía hasta el extremo, ya porque las necesida<strong>de</strong>s no son<br />

siempre las mismas, ni los <strong>de</strong>seos en igual grado vivos y vehementes y ya porque las<br />

cualida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> las cosas se alteran ó pa<strong>de</strong>cen menoscabo. La quina empezó a ser útil el día<br />

en que fue conocida su virtud medicinal: el tabaco cuando se introdujo la costumbre <strong>de</strong><br />

tomarlo en polvo ó aspirarlo convertido en humo: el vestido que pasó <strong>de</strong> moda ó envejeció<br />

con el uso, no es tan útil como do nuevo y cortado según las reglas <strong>de</strong>l buen gusto.<br />

La utilidad es tanto mayor, cuanto las necesida<strong>de</strong>s que respon<strong>de</strong> son más comunes y<br />

apremiantes, y las satisfacciones que procura más completas. El pan pue<strong>de</strong> ser suplido por<br />

la patata; pero siendo el pan más nutritivo, la patata es menos útil como base <strong>de</strong>l ordinario<br />

sustento.<br />

La utilidad <strong>de</strong> un objeto no admite comparación con la <strong>de</strong> otro, porque ambas<br />

utilida<strong>de</strong>s significan dos medios y dos fines distintos. Un vaso <strong>de</strong> agua, para el hombre que<br />

muere <strong>de</strong> sed en el <strong>de</strong>sierto, es mil veces más útil que el más hermoso brillante. El oro que<br />

este viajero tiene en el bolsillo, es inútil en aquella soledad, don<strong>de</strong> no hay contratación<br />

posible.<br />

Las necesida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l hombre se distinguen en físicas, morales ó intelectuales. Unas<br />

impone la naturaleza, como el alimento, el vestido y la habitación: otras nacen <strong>de</strong> la<br />

sociedad civil, como los caminos, canales y puertos: otras proce<strong>de</strong>n <strong>de</strong>l estado ó condición<br />

<strong>de</strong> las personas, como las joyas para un príncipe, los libros para un jurisconsulto; y en fin,<br />

otras dimanan <strong>de</strong> los hábitos, usos y costumbres <strong>de</strong> los pueblos, como el vino, la cerveza, el<br />

opio ó el tabaco. Todas causan placer, si se satisfacen y cuando no, mortifican con el dolor<br />

<strong>de</strong> la privación.<br />

Quieren los moralistas separar las verda<strong>de</strong>ras <strong>de</strong> las ficticias ó facticias, como si<br />

dijéramos voluntarias ó artificiales <strong>de</strong> legitimidad dudosa. La <strong>Economía</strong> política no admite<br />

esta arbitraria diferencia. Enhorabuena aconseje la moral a los individuos mo<strong>de</strong>rar sus<br />

<strong>de</strong>seos y contentarse con poco, que la <strong>Economía</strong> política busca en el <strong>de</strong>sarrollo <strong>de</strong> la<br />

riqueza uno <strong>de</strong> los elementos <strong>de</strong> felicidad <strong>de</strong>l género humano.<br />

De todos modos, puesto que hay necesida<strong>de</strong>s facticias no menos intensas que las<br />

verda<strong>de</strong>ras, conviene remediarlas para quitar a los hombres esta pesadumbre. Será, ó no<br />

será frívolo el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> lucir una dama sus galas en un baile <strong>de</strong> corte, pero al cabo la<br />

atormenta; y si la <strong>Economía</strong> política, favoreciendo la industria, le proporciona ricas telas <strong>de</strong><br />

seda, y fomentan do la riqueza, le procura los medios <strong>de</strong> comprarlas, contribuye sin duda a<br />

exten<strong>de</strong>r los goces <strong>de</strong> la vida y difundir el bienestar general.


Las necesida<strong>de</strong>s crecen y se multiplican todos los días sin limite conocido, lo cual<br />

parece a unos un bien y a otros un mal. Supuesto que el hombre es capaz <strong>de</strong> perfección,<br />

tanto más se conformara su vida a la ley <strong>de</strong>l progreso, cuanto mayor fuere el número <strong>de</strong><br />

necesida<strong>de</strong>s que logra satisfacer. Si aumentasen los <strong>de</strong>seos <strong>de</strong> gozar sin aumentar en<br />

proporción los medios, seria una gran<strong>de</strong> calamidad; mas por fortuna la civilización es<br />

fecunda en arbitrios. Casi siempre los inventos y mejoras <strong>de</strong> la industria prece<strong>de</strong>n <strong>de</strong> las<br />

necesida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> los pueblos. Nadie estaba <strong>de</strong>scontento <strong>de</strong>l modo <strong>de</strong> viajar en diligencia,<br />

mientras no fueron conocidas las ventajas <strong>de</strong> los caminos <strong>de</strong> hierro.<br />

Las nuevas necesida<strong>de</strong>s mantienen en actividad constante al hombre y alimentan el<br />

trabajo. La sobriedad general, llevada al exceso y no <strong>de</strong>terminada por la economía, paraliza<br />

la industria y sume a los pueblos en la ignorancia y la miseria, porque nadie se afana, si nada<br />

apetece. Tampoco es raro ver, sobre todo en los climas benignos, que la mo<strong>de</strong>ración <strong>de</strong> los<br />

<strong>de</strong>seos, no tanto proce<strong>de</strong> <strong>de</strong> indiferencia por los goces <strong>de</strong> la vida, cuanto <strong>de</strong> los hábitos<br />

comunes <strong>de</strong> ociosidad y pereza.<br />

Las necesida<strong>de</strong>s satisfechas son la recompensa <strong>de</strong>l trabajo que inspire el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> la<br />

paz, el amor al or<strong>de</strong>n y el respeto al <strong>de</strong>recho. Por el influjo <strong>de</strong> las necesida<strong>de</strong>s que cada día<br />

promueve y <strong>de</strong>spierta la civilización, los pueblos se ligan con recíprocos intereses; y a pesar<br />

<strong>de</strong> las diferencias <strong>de</strong> raza, carácter, gobierno, religión, historia y costumbres, acaban por<br />

hacerse hermanos.<br />

Hay en la naturaleza un caudal inagotable <strong>de</strong> cosas útiles que las ciencias y las artes<br />

van poniendo a disposición <strong>de</strong>l hombre. El aire, el agua, el vapor, la electricidad eran bienes<br />

en parte perdidos, hasta que un grado mayor <strong>de</strong> cultura permitió aprovecharlos. Muchas<br />

necesida<strong>de</strong>s suscitaron las maravillas <strong>de</strong>l siglo; pero es la verdad que hoy son los pueblos<br />

más ricos y dichosos que cuando vivían pobres y resignados a su pobreza.<br />

CAPITULO III. Del valor.<br />

Valor es la propiedad que tienen ciertas cosas <strong>de</strong> proporcionar a quien las posee otras<br />

en cambio. Utilidad es relación entre el hombre y el mundo exterior: valor es relación <strong>de</strong><br />

cosa a cosa.<br />

La teoría <strong>de</strong>l valor <strong>de</strong> tal modo pe<strong>net</strong>ra toda la <strong>Economía</strong> política, que algunos la<br />

llamaron la ciencia <strong>de</strong> los valores. Y a <strong>de</strong>cir verdad, cuando se consi<strong>de</strong>ra la inmensa<br />

variedad <strong>de</strong> frutos y artefactos que una industria floreciente arroja <strong>de</strong> sí, y que cada hombre<br />

se consagra a un oficio, se echa <strong>de</strong> ver que la sociedad mo<strong>de</strong>rna subsiste por el cambio, sea<br />

directo ó permuta, sea indirecto ó compra y venta. De aquí se sigue que el cambio es una<br />

ley fundamental <strong>de</strong> la <strong>Economía</strong> política, por lo mismo que es una condición necesaria <strong>de</strong><br />

la riqueza.<br />

La utilidad por si sola no constituye el fundamento <strong>de</strong>l valor. Nada más útil que el<br />

aire que respiramos, y sin embargo no tiene valor alguno. La utilidad combinada con la<br />

limitación, da origen al valor, porque si las cosas no son útiles, no se apetecen ni solicitan, y<br />

si no existen en cantidad limitada, cada uno las toma por su mano cuando y como quiere<br />

sin esfuerzo ni sacrificio. Así pues, valor supone siempre utilidad; pero utilidad no siempre<br />

supone valor.<br />

El valor <strong>de</strong>nota que las cosas nos cuestan algo y es tan en nuestra posesión. Si nada<br />

cuestan, nada valen, y si no tienen dueño, las ocupa y hace suyas el primero que llega. Por<br />

eso Bastiat <strong>de</strong>fine el valor la relación entre dos servicios cambiados, entendiendo por<br />

servicio el esfuerzo <strong>de</strong>l hombre ó la fatiga que pone al producir una cosa que trueca por<br />

otra resultado <strong>de</strong> un esfuerzo igual; ó como si dijéramos, valor es la comparación <strong>de</strong>l<br />

trabajo propio con el ajeno. Bastiat <strong>de</strong>fine el valor tomando la causa por el efecto.<br />

La facilidad ó dificultad <strong>de</strong> adquisición influyen en el valor <strong>de</strong> las cosas aun más que<br />

la utilidad misma que lo engendra, pero no lo <strong>de</strong>termine. Pocas veces se toma en cuenta el


grado <strong>de</strong> utilidad <strong>de</strong> una cosa para fijar su valor, siendo lo común aten<strong>de</strong>r a la otra<br />

circunstancia. La medicina que da la vida, tiene acaso poco valor; y los metales preciosos,<br />

por ser raros en el mundo y penosa la labor <strong>de</strong> las minas, lo tienen gran<strong>de</strong>.<br />

El valor, según la i<strong>de</strong>a abstracta que <strong>de</strong> él po<strong>de</strong>mos formarnos, es la facultad ó<br />

posibilidad <strong>de</strong> adquirir una cosa, ofreciendo por ella otra en cambio. Un objeto encierra<br />

mucho valor, cuando es gran<strong>de</strong> su virtud ó potencia <strong>de</strong> adquirir, ó sea cuando se cambia<br />

por una gran<strong>de</strong> cantidad <strong>de</strong> otros objetos cualesquiera que con el se comparan ó igualan.<br />

Un diamante, por ejemplo, representa el valor <strong>de</strong> muchas fanegas <strong>de</strong> trigo.<br />

El valor varía con frecuencia según los tiempos y lugares. Estas variaciones suelen ser<br />

lentas y graduales; <strong>de</strong> modo, que para percibirlas con claridad, es preciso seguir su<br />

movimiento durante un largo periodo. A veces la variación es repentina, como si la<br />

invención <strong>de</strong> una máquina fácil <strong>de</strong> introducir, abarata la mano <strong>de</strong> obra, ó cuando<br />

sobreviene una mala cosecha.<br />

Hay causas acci<strong>de</strong>ntales y permanentes que <strong>de</strong>terminan las alteraciones <strong>de</strong>l valor. Las<br />

primeras dan origen a meras oscilaciones, y las segundas a una alza ó una baja constante.<br />

Significando el valor relación <strong>de</strong> una cosa a otra ú otras, para afirmar que el <strong>de</strong>l trigo,<br />

por ejemplo, ha crecido ó menguado <strong>de</strong> un año ó siglo acá, <strong>de</strong>bemos suponer que el <strong>de</strong><br />

todas las merca<strong>de</strong>rías con las cuales se compara, subsiste inalterable. De otra manera podría<br />

suce<strong>de</strong>r que admitiésemos como real y verda<strong>de</strong>ra un alza ó baja en el valor <strong>de</strong>l trigo,<br />

cuando sólo significaría una baja ó alza <strong>de</strong> los <strong>de</strong>más valores.<br />

En esta razón se funda Mill para <strong>de</strong>cir que no hay alza ni baja general <strong>de</strong> valores,<br />

porque valor es relación, y todas las merca<strong>de</strong>rías no pue<strong>de</strong>n aumentar ó disminuir <strong>de</strong> valor<br />

con respecto a ellas mismas. Lo que impropiamente suele llamarse subida general <strong>de</strong><br />

valores, es la carestía <strong>de</strong> todas las cosas, resultado <strong>de</strong> la menor estimación <strong>de</strong> la moneda.<br />

En resumen, valor, utilidad y riqueza, son tres términos distintos, pero correlativos;<br />

por lo cual algunos escritores han llegado a confundirlos, oscureciendo las i<strong>de</strong>as y<br />

principios fundamentales <strong>de</strong> la <strong>Economía</strong> política, hasta el punto <strong>de</strong> que sus adversarios la<br />

acusen <strong>de</strong> poca fijeza en la doctrina, y <strong>de</strong>nuncien como verda<strong>de</strong>ras ciertas aparentes<br />

contradicciones.<br />

La utilidad es una relación entre las necesida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l hombre y los objetos exteriores, y<br />

el valor otra relación <strong>de</strong> estos objetos entre si.<br />

El estudio <strong>de</strong> los fenómenos que <strong>de</strong>terminan la utilidad <strong>de</strong> las cosas forma parte<br />

esencial <strong>de</strong> la <strong>Economía</strong> política; y quien sólo ge en ella la ciencia <strong>de</strong> los valores, la <strong>de</strong>spoja<br />

<strong>de</strong> la mitad <strong>de</strong> sus dominios, porque la utilidad es la causa <strong>de</strong>l valor, y el valor el efecto <strong>de</strong> la<br />

utilidad.<br />

El valor es la utilidad indirecta, pues la directa resi<strong>de</strong> en las cosas aptas para satisfacer<br />

alguna necesidad <strong>de</strong> la vida.<br />

Riqueza es el objeto <strong>de</strong> utilidad reconocida, porque po<strong>de</strong>mos usarlo y gozarlo, y <strong>de</strong><br />

valor, porque se presta al cambio: <strong>de</strong> don<strong>de</strong> se sigue que la riqueza no consiste en la suma<br />

<strong>de</strong> valores, sino en cuanto representa una suma <strong>de</strong> utilida<strong>de</strong>s. El progreso general <strong>de</strong> la<br />

industria aumenta la riqueza, facilitando la producción y abaratando <strong>de</strong> consiguiente los<br />

productos. ¿Cómo, pues, se concilian el aumento <strong>de</strong> la riqueza y la disminución <strong>de</strong> los<br />

valores?<br />

Hemos dicho que siendo el valor una relación entre todas las merca<strong>de</strong>rías, si todas<br />

suben ó bajan por igual, la relación subsiste la misma.<br />

El efecto verda<strong>de</strong>ro <strong>de</strong>l progreso general <strong>de</strong> la industria, no es disminuir los valores,<br />

sino aumentar las utilida<strong>de</strong>s, y con ellas los goces <strong>de</strong> la vida, único empleo <strong>de</strong> las riquezas.<br />

El valor sólo sirve para el cambio, que no es el fin, sino el medio <strong>de</strong> lograr su posesión.<br />

CAPITULO IV. De la oferta y la <strong>de</strong>manda.


Hemos dicho que la utilidad combinada con la limitación es causa <strong>de</strong>l valor; y quien<br />

dice cantidad limitada, dice dificultad <strong>de</strong> adquisición. Cuando una persona acu<strong>de</strong> al<br />

mercado por una cosa, pue<strong>de</strong> haber escasez ó abundancia <strong>de</strong> ella, y pue<strong>de</strong>n ser muchos ó<br />

pocos los que también la soliciten. Son circunstancias en extremo variables que los<br />

economistas estudian y distinguen con el nombre <strong>de</strong> ley <strong>de</strong> la oferta y la <strong>de</strong> manda, según la<br />

cual se fija y <strong>de</strong>termina el valor <strong>de</strong> todos los objetos <strong>de</strong> un cambio.<br />

Oferta <strong>de</strong> una merca<strong>de</strong>ría significa la cantidad que se halla <strong>de</strong> venta en tiempo y lugar<br />

<strong>de</strong>terminados. Si es relativamente al número <strong>de</strong> compradores gran<strong>de</strong> esta cantidad, reina la<br />

abundancia y el mercado está bien surtido ó abastecido; si por el contrario es pequeña, hay<br />

escasez ó falta <strong>de</strong> provisión conveniente.<br />

Demanda <strong>de</strong>nota el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> poseer una cosa junto con los medios <strong>de</strong> adquirirla. El<br />

<strong>de</strong>seo por sí solo no forma la <strong>de</strong>manda, porque no aumenta el pedido <strong>de</strong> las cosas puestas<br />

en venta. Muchos aficionados a la pintura <strong>de</strong>searán poseer un cuadro <strong>de</strong> Murillo; pero<br />

pocas serán las personas <strong>de</strong> gusto y bastante ricas para comprarlo. Esta <strong>de</strong>manda, a<br />

diferencia <strong>de</strong>l <strong>de</strong>seo sin medios, es la única eficaz, y por eso los economistas la llaman<br />

efectiva. Así, pues, la <strong>de</strong>manda no expresa, solamente la suma <strong>de</strong> las necesida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l<br />

mercado, sino la resta <strong>de</strong> dichas necesida<strong>de</strong>s comparadas con los medios <strong>de</strong> satisfacerlas; es<br />

<strong>de</strong>cir, que la <strong>de</strong>manda no compren<strong>de</strong> las necesida<strong>de</strong>s pasivas que se sienten y callan, sino<br />

las activas que pi<strong>de</strong>n y ofrecen en cambio.<br />

El valor <strong>de</strong> todos los géneros frutos existentes en el mercado se regula por la<br />

proporción <strong>de</strong> la oferta y la <strong>de</strong>manda. Si hay igualdad entre una y otra, el valor <strong>de</strong> las<br />

merca<strong>de</strong>rías subsiste inalterable; mas si sobre viene <strong>de</strong>sigualdad, entonces se perturba.<br />

Cuando la <strong>de</strong>manda exce<strong>de</strong> a la oferta, el valor sube, y baja cuando la oferta exce<strong>de</strong> a<br />

la <strong>de</strong>manda; <strong>de</strong> modo, que el valor está en razón directa <strong>de</strong> la <strong>de</strong>manda é inversa <strong>de</strong> la<br />

oferta <strong>de</strong> un articulo <strong>de</strong> comercio en el mercado. Cuando la <strong>de</strong>manda y la oferta suben ó<br />

bajan igualmente, como la proporción no varía, el valor no crece ni mengua.<br />

La oferta es siempre limitada en el caso <strong>de</strong> existir un monopolio natural ó artificial. El<br />

tabaco <strong>de</strong> la Habana no se pue<strong>de</strong> multiplicar más allá <strong>de</strong> lo que permite la extensión <strong>de</strong> las<br />

tierras privilegiadas don<strong>de</strong> se cultiva; y por más abundante que fuese la sal en España,<br />

tampoco se podría aumentar su provisión en el mercado, si el gobierno se reservase la<br />

facultad exclusiva <strong>de</strong> fabricarla y ven<strong>de</strong>rla. El valor <strong>de</strong> las cosas sujetas a monopolio raya en<br />

su mayor altura, pero sin pasar nunca <strong>de</strong> cierto límite puesto por la voluntad y posibilidad<br />

<strong>de</strong> adquirirlas. Si se fuerza el monopolio, acabara por ser estéril reduciendo la <strong>de</strong>manda a<br />

muy poco ó nada.<br />

La oferta es temporalmente limitada, cuando las merca<strong>de</strong>rías vienen en períodos fijos,<br />

como los granos cuya cantidad no se aumenta hasta la cosecha inmediata. El valor entonces<br />

se sostiene, aunque oscilando según que hay esperanza <strong>de</strong> que el año será bueno, ó temor<br />

<strong>de</strong> que será malo.<br />

La oferta no pue<strong>de</strong> disminuir <strong>de</strong> repente, cuando las merca<strong>de</strong>rías son muy dura<strong>de</strong>ras<br />

y existen en cantidad proporcionada a las necesida<strong>de</strong>s ordinarias, como los metales<br />

preciosos convertidos en objetos <strong>de</strong> arte ó en moneda. El uso los gasta con lentitud, y así<br />

no es necesario renovar la provisión <strong>de</strong> oro y plata en mucho tiempo.<br />

En fin, la oferta es libre, cuando pue<strong>de</strong> aumentar ó disminuir in<strong>de</strong>finidamente, como<br />

el trabajo <strong>de</strong>l hombre, la más movible <strong>de</strong> todas las merca<strong>de</strong>rías; <strong>de</strong> modo que la oferta se<br />

combina con la facilidad ó dificultad <strong>de</strong> la producción. La <strong>de</strong>manda también varía según los<br />

tiempos y lugares, principalmente en razón <strong>de</strong>l valor, porque si baja, la <strong>de</strong>manda aumenta, y<br />

disminuye, si sube. No por eso hemos <strong>de</strong> imaginar que bajando el valor a la mitad, por<br />

ejemplo, ó subiendo al doble, la <strong>de</strong>manda siga la ley contraria en la misma proporción. Si el<br />

articulo es <strong>de</strong> primera necesidad, podrá pasar mucho <strong>de</strong> este limite; pero si fuese un objeto<br />

<strong>de</strong> lujo, probable mente no llegaría a él.


La energía y extensión <strong>de</strong> las necesida<strong>de</strong>s, combinadas con los medios <strong>de</strong> cambio que<br />

posee cada uno, <strong>de</strong>terminan la fuerza <strong>de</strong> la <strong>de</strong>manda.<br />

Suce<strong>de</strong> con frecuencia que, sin variar poco ni mucho la oferta y la <strong>de</strong>manda, los<br />

valores suban ó bajen por el solo influjo <strong>de</strong> ciertas esperanzas ó temores. Una lluvia<br />

benéfica abarata los granos, como una sequía prolongada los encarece, aunque la<br />

abundancia ó la escasez no aumenten ni disminuyan.<br />

La concurrencia ó competencia <strong>de</strong> compradores y ven<strong>de</strong>dores es la fuerza que tien<strong>de</strong><br />

a mantener el equilibrio <strong>de</strong> la oferta y la <strong>de</strong>manda, estado normal <strong>de</strong> los mercados, porque<br />

produciendo más cuando las ganancias convidan a ello, ó produciendo menos, si las<br />

pérdidas obligan a mo<strong>de</strong>rar ó torcer el curso <strong>de</strong>l trabajo, se consigue restablecer la igualdad<br />

apetecida.<br />

Nada ayuda a conservar este equilibrio tanto como el <strong>de</strong>sarrollo <strong>de</strong> la riqueza general,<br />

supuesto un régimen asentado en la libertad <strong>de</strong> concurrencia. Lo primero suministra<br />

medios <strong>de</strong> adquirir multiplicando los objetos <strong>de</strong> cambio; y así el progreso <strong>de</strong> la agricultura<br />

favorece la <strong>de</strong>manda <strong>de</strong> los artefactos y viceversa, por que los frutos facilitan la salida <strong>de</strong> los<br />

géneros, y los géneros la <strong>de</strong> los frutos. Lo segundo proporciona la comodidad <strong>de</strong> aplicarse a<br />

la fabricación <strong>de</strong> un artículo muy <strong>de</strong>mandado, ó abandonarla, si es muy ofrecido, por la <strong>de</strong><br />

otro diferente.<br />

De esta suerte ni la abundancia excesiva <strong>de</strong> tal ó cual merca<strong>de</strong>ría abate <strong>de</strong> un modo<br />

constante su valor más <strong>de</strong> lo justo, ni su escasez <strong>de</strong>masiada lo ensalza hasta lo sumo.<br />

Ambos extremos son peligrosos, pues si lo uno perturba la vida industrial, lo otro impi<strong>de</strong><br />

satisfacer las necesida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> los pueblos.<br />

CAPITULO V. Del precio.<br />

Todas las cosas que tienen valor, son instrumentos <strong>de</strong> cambio, porque mediante<br />

cierta cantidad <strong>de</strong> merca<strong>de</strong>rías ó servicios propios, adquirimos una cantidad equivalente <strong>de</strong><br />

merca<strong>de</strong>rías ó servicios ajenos. La parte <strong>de</strong> nuestro trabajo ó <strong>de</strong>l producto <strong>de</strong> nuestro<br />

trabajo que damos en compensación <strong>de</strong> la que recibimos <strong>de</strong> manos <strong>de</strong> una tercera persona,<br />

ó la suma <strong>de</strong> valores que nos cuesta la posesión <strong>de</strong> un objeto extraño, constituye<br />

verda<strong>de</strong>ramente el precio <strong>de</strong> las cosas.<br />

Sin embargo, el uso común <strong>de</strong> la moneda hace que el lenguaje vulgar y el científico<br />

discrepen en este punto, y conviene evitar toda confusión <strong>de</strong> i<strong>de</strong>as, fijando el sentido <strong>de</strong><br />

cada palabra.<br />

No hay transacción alguna en la sociedad que no se reduzca a un cambio. Son los<br />

cambios directos, cuando se trueca una cosa por otra sin intervención <strong>de</strong> la moneda, v. gr.<br />

lana por trigo, y entonces se llaman permuta; é indirectos cuando media el dinero, y se<br />

<strong>de</strong>nominan compra y venta.<br />

En realidad no existe ninguna diferencia esencial entre la permuta y la compra y<br />

venta, porque el dinero sólo es una forma acci<strong>de</strong>ntal <strong>de</strong> los valores. Con esta advertencia<br />

po<strong>de</strong>mos prescindir <strong>de</strong>l rigor <strong>de</strong> la terminología, siguiendo el ejemplo <strong>de</strong> muchos<br />

economistas, y separar el valor <strong>de</strong>l precio para mayor claridad.<br />

Precio será pues la suma <strong>de</strong> moneda que se da por una cosa, ó el valor <strong>de</strong> ella<br />

expresado en dinero.<br />

Distinguen el precio natural ó necesario que se <strong>de</strong> termina por el coste ó los gastos <strong>de</strong><br />

la producción, <strong>de</strong>l vulgar ó corriente que se regula por la común estimación que un objeto<br />

tiene en el mercado. Si el precio corriente es sabido ó esta convenido <strong>de</strong> antemano por el<br />

tácito consentimiento <strong>de</strong> los ven<strong>de</strong>dores y compra dores, se llama fijo.<br />

Precio nominal significa la cantidad absoluta <strong>de</strong> dinero que una cosa nos cuesta, y real<br />

la suma <strong>de</strong> valores que dicha cantidad representa.


Cuando los precios son altos, las merca<strong>de</strong>rías van caras, y baratas, si son bajos. Si no<br />

hay carestía ni tampoco baratura, el precio será medio ó justo, como si dijéramos<br />

proporcionado.<br />

En esta larga nomenclatura se encierra la importantísima teoría <strong>de</strong> los precios, según<br />

lo iremos <strong>de</strong>mostrando conforme lo pida el or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> las i<strong>de</strong>as. Llámase coste <strong>de</strong> la<br />

producción la suma <strong>de</strong> valores que el labrador ó artesano, el merca<strong>de</strong>r ó fabricante<br />

anticipan durante su trabajo y recobran al tiempo <strong>de</strong> ven<strong>de</strong>r sus géneros ó frutos. El pan,<br />

por ejemplo, representa el precio <strong>de</strong>l trigo, el importe <strong>de</strong> la molienda y cocedura, la renta<br />

<strong>de</strong>l propietario <strong>de</strong> la tierra, las ganancias <strong>de</strong>l cultivador, los intereses <strong>de</strong>l capital, los jornales<br />

empleados, el alquiler <strong>de</strong> los edificios para talleres ó almacenes, el consumo <strong>de</strong> primeras<br />

materias y utensilios, y en fin, los <strong>de</strong>sembolsos hechos por todos cuantos <strong>de</strong> cerca ó <strong>de</strong><br />

lejos hubiesen concurrido a la fabricación <strong>de</strong> este articulo <strong>de</strong> comercio, añadiendo los<br />

gastos <strong>de</strong> transporte y hasta las contribuciones. El expen<strong>de</strong>dor <strong>de</strong>l pan a todos a<strong>de</strong>lanta la<br />

paga con la esperanza legitima <strong>de</strong> in<strong>de</strong>mnizarse y sacar algo más que significa el beneficio<br />

<strong>de</strong> su industria, a costa <strong>de</strong>l comprador.<br />

El precio necesario <strong>de</strong> todas las merca<strong>de</strong>rías <strong>de</strong> una especie no es igual, porque varían<br />

los gastos <strong>de</strong> la producción; y como, por otra parte, no pue<strong>de</strong> haber más que un solo precio<br />

corriente, pues todos los compra dores acu<strong>de</strong>n a lo más barato, resulta que aquél se <strong>de</strong><br />

termina por los gastos <strong>de</strong> la producción más costosa.<br />

El precio corriente <strong>de</strong> una merca<strong>de</strong>ría no pue<strong>de</strong> ser <strong>de</strong> un modo constante inferior al<br />

necesario, porque si el trabajo no obtiene la <strong>de</strong>bida recompensa, cesa, y más pronto y con<br />

más razón todavía, si causa pérdidas en vez <strong>de</strong> rendir ganancias al especulador.<br />

Por fortuna la libertad <strong>de</strong> la concurrencia interviene para corregir el dado y mantener<br />

en su justo nivel el precio remunerador, pues como el corriente se establece por el influjo<br />

<strong>de</strong> la ley compuesta <strong>de</strong> la oferta y la <strong>de</strong>manda, cuando baja el <strong>de</strong> una merca<strong>de</strong>ría hasta el<br />

punto <strong>de</strong> no cubrir los gastos <strong>de</strong> la producción, el productor se retira y se aplica a otro<br />

ramo <strong>de</strong> industria más favorable a sus cálculos é intereses. Su retirada disminuye la oferta<br />

<strong>de</strong> aquella merca<strong>de</strong>ría; y continuando la misma la <strong>de</strong>manda, al cabo prevalece el precio<br />

normal, mientras que su nueva profesión aumenta la oferta en otra parte, y siendo la misma<br />

la <strong>de</strong>manda, contribuye en opuesto sentido a igual resultado.<br />

Hay, pues, dos ten<strong>de</strong>ncias distintas en el movimiento libre <strong>de</strong> los precios: la una a<br />

confundir el precio corriente ó vulgar con el necesario ó natural <strong>de</strong> las cosas que es el<br />

mínimo posible, así como el máximo es el <strong>de</strong> monopolio; y otra a establecer una igualdad<br />

proporcional entre los precios <strong>de</strong> todas las merca<strong>de</strong>rías, porque todas gravitan hacia un<br />

centro común que es el coste <strong>de</strong> la producción. Hemos dicho ten<strong>de</strong>ncias para <strong>de</strong>notar la<br />

inclinación ó el conato <strong>de</strong> realizar esta ley económica, sin que por eso <strong>de</strong>sconozcamos los<br />

obstáculos que impi<strong>de</strong>n convertirla en un hecho general y completo.<br />

Claro está que si no hubiese libertad <strong>de</strong> industria, se rompería el equilibrio <strong>de</strong> los<br />

diversos precios, pues aunque una merca<strong>de</strong>ría se vendiese relativa y constantemente mas<br />

cara que las <strong>de</strong>más, y el ven<strong>de</strong>dor obtuviese una ganancia extraordinaria, no se aumentaría<br />

la oferta, no pudiendo el interés individual acudir a este llamamiento; y por el contrario, si<br />

se ven diese relativa y constantemente más barata, tampoco se disminuiría, no siendo el<br />

particular dueño <strong>de</strong> apartarse <strong>de</strong> aquel camino.<br />

Mucho menos se conseguirá acercar el precio corriente al necesario allí don<strong>de</strong> no<br />

reina la plena y absoluta libertad <strong>de</strong>l comercio, esto es, la facultad omnímoda <strong>de</strong> comprar y<br />

ven<strong>de</strong>r sin sujeción a monopolios, tasas, tanteos, licencias y otras limitaciones cualesquiera.<br />

El precio nominal causa frecuentes ilusiones, porque la carestía ó la baratura <strong>de</strong> un<br />

objeto suelen <strong>de</strong>terminarse por la mayor ó menor cantidad <strong>de</strong> dinero que cuesta, sin reparar<br />

en las alteraciones que pa<strong>de</strong>ce el valor <strong>de</strong> la moneda. En efecto, si la fanega <strong>de</strong> trigo se<br />

vendía antes a razón <strong>de</strong> 25 reales y hoy a 50, podrá suce<strong>de</strong>r que su precio real se haya<br />

doblado; pero también es posible que el valor <strong>de</strong> la moneda haya disminuido hasta la mitad.


Así, pues, cuando la relación <strong>de</strong> dos precios se perturba, importa averiguar cuál <strong>de</strong> ellos ha<br />

variado, para discernir en semejantes casos lo aparente <strong>de</strong> lo real y verda<strong>de</strong>ro. De otra<br />

suerte se cometerán graves errores. Si el gobierno observa que el precio <strong>de</strong> los cereales ha<br />

subido una tercera parte en pocos años, y si no consi<strong>de</strong>ra lo que han encarecido, las <strong>de</strong>más<br />

merca<strong>de</strong>rías ó perdido <strong>de</strong> su valor la moneda, tal vez se incline a recargar la contribución<br />

territorial, suponiendo un aumento <strong>de</strong> riqueza don<strong>de</strong> sólo existe un aumento <strong>de</strong>l precio<br />

nominal <strong>de</strong> los granos.<br />

Los progresos <strong>de</strong> la industria favorecen la baratura <strong>de</strong> todas las cosas, porque las<br />

invenciones y mejoras que se introducen <strong>de</strong> día en día disminuyen sucesivamente los gastos<br />

<strong>de</strong> la producción. Las fuerzas gratuitas <strong>de</strong> la naturaleza reemplazan el trabajo <strong>de</strong>l hombre,<br />

entonces los ven<strong>de</strong>dores <strong>de</strong>spachan con facilidad sus géneros y frutos, y se contentan con<br />

ganar menos cada vez, hallando en los muchos pocos una liberal compensación <strong>de</strong> los<br />

pocos muchos que ganarían siendo tardo el movimiento <strong>de</strong>l comercio. Por su parte, los<br />

compradores se multiplican y satisfacen sus necesida<strong>de</strong>s con holgura, el consumo se dilata y<br />

la producción se aviva y acelera.<br />

CAPITULO VI. De la producción.<br />

El hombre no pue<strong>de</strong> crear un solo átomo <strong>de</strong> materia; pero pue<strong>de</strong> transformarla <strong>de</strong><br />

modo que las cosas inútiles se conviertan en útiles, y éstas adquieran un grado mayor <strong>de</strong><br />

utilidad. En tal sentido se dice que el hombre crea ó produce riqueza.<br />

Dar utilidad ó valor a las cosas que ninguno tienen, y añadir utilidad o valor al<br />

existente, es producir. Quien produce modifica la materia y la adapta a las necesida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la<br />

vida, y establece nuevas relaciones entre el hombre y el mundo exterior.<br />

La materia es inerte; y como no hay efecto sin causa, en otra parte <strong>de</strong>bemos buscar el<br />

origen <strong>de</strong> la producción.<br />

Llamamos producción el acto <strong>de</strong> producir: productos las utilida<strong>de</strong>s ó valores que<br />

resultan, y primeras materias las cosas a que se aplica. El hombre es el sujeto <strong>de</strong> la<br />

producción, y su objeto son las primeras materias <strong>de</strong> don<strong>de</strong> nacen los productos.<br />

Apurando más el análisis hallaremos que el hombre es la única fuerza libre y el agente<br />

único <strong>de</strong> la producción. No hay producción que no reconozca la actividad <strong>de</strong>l hombre por<br />

causa, y que no confirme el triunfo <strong>de</strong>l espíritu sobre la materia.<br />

Es verdad que el hombre nada pue<strong>de</strong> sin el concurso <strong>de</strong> la naturaleza; mas también la<br />

naturaleza abandonada a si misma se hace salvaje. El hombre la <strong>de</strong>spierta, pone sus fuerzas<br />

en movimiento, las emplea y dirige; <strong>de</strong> modo que una cosa es el principio y otra los medios<br />

<strong>de</strong> la producción.<br />

La acción <strong>de</strong>l hombre sobre la materia se reduce a ponerla en movimiento.<br />

Estudiando las leyes <strong>de</strong>l mundo físico, <strong>de</strong>scubre multitud <strong>de</strong> fuerzas naturales que<br />

aprovecha ó combina para que auxilien su trabajo.<br />

Cuando siembra, agila la naturaleza y provoca el fenómeno <strong>de</strong> la vegetación. Cuando<br />

fabrica el hierro, excita el fuego que ablanda los metales hasta liquidarlos. Si navega, opone<br />

una vela al ímpetu <strong>de</strong> los vientos que empujan la nave, ó promueve la ebullición <strong>de</strong>l agua<br />

que engendra el vapor. Por eso han dicho que producir es aplicar fuerzas que dan por<br />

resultado una cosa capaz <strong>de</strong> satisfacer cualquiera necesidad <strong>de</strong>l hombre.<br />

Las primeras materias son objetos laborables <strong>de</strong> ciertas artes y oficios, y objetos<br />

elaborados ó verda<strong>de</strong>ros productos <strong>de</strong> otros anteriores en el or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> la producción, como<br />

las lanas, producto <strong>de</strong>l gana<strong>de</strong>ro y primera materia para el fabricante <strong>de</strong> paños: el paño,<br />

producto <strong>de</strong>l fabricante y primera materia para el sastre, etc.; <strong>de</strong> suerte, que no hay primeras<br />

materias en absoluto, pues todas son relativas.<br />

En todas las invenciones maravillosas <strong>de</strong> los siglos pasados, como la brújula, la<br />

pólvora y la imprenta, y en las atrevidas aplicaciones <strong>de</strong> la luz, el vapor y la electricidad <strong>de</strong>


los tiempos mo<strong>de</strong>rnos, hay producción verda<strong>de</strong>ra, no sólo en cuanto aumentan el caudal <strong>de</strong><br />

nuestros bienes, sino porque el hombre pone en contribución a la naturaleza, y la obliga a<br />

prestar servicios gratuitos que disminuyen su fatiga corporal. Así se produce más y mejor, ó<br />

se produce lo mismo en cantidad y calidad a menos costa, y siempre obtenemos un<br />

acrecentamiento positivo <strong>de</strong> riqueza.<br />

Para crear nuevas utilida<strong>de</strong>s ó valores es preciso <strong>de</strong>struir otros que <strong>de</strong>saparecen por<br />

un instante y renacen con nuevas formas. El hombre <strong>de</strong>be vivir y restaurar sus fuerzas en<br />

tanto que trabaja, consume primeras materias, necesita instrumentos, máquinas, transportes<br />

y mil cosas que se gastan en todo ó en parte durante el acto <strong>de</strong> la producción. La riqueza<br />

producida es el exce<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> las utilida<strong>de</strong>s ó valores creados respecto a los consumidos,<br />

porque sólo así hay ganancia para el individuo y aumento <strong>de</strong> bienes para la nación.<br />

Llámase producto bruto ó total la suma <strong>de</strong> valores representada en las cosas<br />

producidas con abstracción <strong>de</strong> los gastos causados al transformar la materia, y producto<br />

<strong>net</strong>o ó liquido la suma <strong>de</strong> valores restantes <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber <strong>de</strong>scontado el coste <strong>de</strong> la<br />

producción.<br />

Esta será tanto más fecunda, cuanto menos tiempo, espacio, materia y fatiga requiera<br />

para lograr un resultado, y cuanto mejor satisfaga la necesidad, comodidad, gusto ó<br />

capricho <strong>de</strong> los consumidores. La fecundidad <strong>de</strong> la producción crece <strong>de</strong> grado en grado,<br />

porque la riqueza engendra riqueza.<br />

¿Llegará un día en que la producción sea <strong>de</strong>masiada? Sin duda pue<strong>de</strong> haber un exceso<br />

<strong>de</strong> producción parcial y momentáneo, a consecuencia <strong>de</strong> una guerra que dificulte ó<br />

imposibilite la salida <strong>de</strong> los productos, ó <strong>de</strong> una crisis económica que paralice los negocios;<br />

pero nunca una superabundancia general y permanente. Las necesida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l hombre son<br />

in<strong>de</strong>finidas, y lo que importa es procurar los medios <strong>de</strong> satisfacer las, ciertos <strong>de</strong> que este<br />

horizonte cada día se dilata y continuará dilatándose, sin término conocido.<br />

El hombre <strong>de</strong>be la superioridad <strong>de</strong> su especie a esta movilidad <strong>de</strong> necesida<strong>de</strong>s que<br />

estimulan al trabajo y <strong>de</strong>terminan el progreso <strong>de</strong> las naciones. Comparemos el Occi<strong>de</strong>nte<br />

con el Oriente, Francia ó Inglaterra con la China ó el Japón. El Asia muere <strong>de</strong> atonia, y<br />

Europa vive por el vigor y energía <strong>de</strong> la raza.<br />

Asegurada la vida material la moral se <strong>de</strong>sarrolla, y con ella brotan nuevas<br />

necesida<strong>de</strong>s. La irritación constante <strong>de</strong> los <strong>de</strong>seos da calor al pensamiento, y al mismo<br />

compás caminan los intereses y las i<strong>de</strong>as. Nada favorece tanto la producción como la<br />

producción misma, porque la posibilidad <strong>de</strong> adquirir proporciona salida a los productos<br />

que a uno le sobran en cambio <strong>de</strong> los que le faltan, y así se evita el estanco <strong>de</strong> la riqueza. La<br />

producción abundante y continua no dará jamás ocasión al marasmo, como jamás habrá<br />

peligro <strong>de</strong> inundación en que broten los manantiales y engruesen los ríos, ni en que los ríos<br />

rindan su tributo a los mares y aumenten las aguas <strong>de</strong>l Océano.<br />

Una grave cuestión nos asalta al paso, a saber, si hay producción material ó<br />

inmaterial, ó si toda producción es material, excluyendo la inmaterial <strong>de</strong>l dominio <strong>de</strong> la<br />

<strong>Economía</strong> política.<br />

Dice Smith que hay una especie <strong>de</strong> trabajo que añado valor a la materia a que se<br />

aplica, y otra que no le da valor alguno: que en el primer caso el valor se fija y acumula y se<br />

presta al cambio, mientras que en el segúndo no dura nada, ni queda rastro <strong>de</strong> él, ni <strong>de</strong><br />

consiguiente es capaz <strong>de</strong> ponerse en venta; y por último, que aquél es productivo, y éste<br />

muy útil en ver dad, pero al cabo improductivo.<br />

Así pues, según Smith y su escuela, la producción supone que el valor se incorpora a<br />

la materia <strong>de</strong>l arte ú oficio, como si la seda se transforma en raso ó tafetán; a diferencia <strong>de</strong>l<br />

valor aéreo y fugitivo representado en la lección <strong>de</strong> un maestro, el consejo <strong>de</strong> un médico é<br />

el dictamen <strong>de</strong> un letrado que no se ge ni se palpa.<br />

Say observa que pues Smith reconoce y confiesa que el trabajo intelectual es útil, y las<br />

cosas que <strong>de</strong> él se <strong>de</strong>rivan tienen su precio, y se compran y ven<strong>de</strong>n, y enriquecen a los


particulares y a las naciónes, no pue<strong>de</strong> menos <strong>de</strong> ser productivo. entonces nació entre los<br />

economistas el cisma que aun hoy los tiene apartados.<br />

¿Hay productos inmateriales? Si los hay ¿forman parte <strong>de</strong> la riqueza pública? ¿Hasta<br />

qué punto la producción inmaterial pue<strong>de</strong> ser objeto <strong>de</strong> la <strong>Economía</strong> política? Estas y otras<br />

cuestiones semejantes se enlazan con la extensión que los economistas dieren a la ciencia<br />

que profesan y cultivan.<br />

Si <strong>Economía</strong> política es la ciencia <strong>de</strong> la riqueza, y si por riqueza se entien<strong>de</strong> utilidad, ó<br />

relación entre las cosas y las necesida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la vida, puesto que las hay inmateriales, es<br />

forzoso reconocer la existencia <strong>de</strong> productos que con ellas guar<strong>de</strong>n analogía.<br />

En efecto, repugna a la razón y hasta al sentido común admitir como productiva la<br />

obra <strong>de</strong> mano más grosera, y <strong>de</strong>clarar improductivo el ingenio más sutil y fecundo.<br />

Nadie pone en duda que el ingeniero mecánico, al componer una máquina, sea autor<br />

<strong>de</strong> un trabajo productivo: el veterinario que cura el buey enfermo, también produce:<br />

asimismo produce el médico que restituye la salud al esclavo; pero si conserva la vida <strong>de</strong>l<br />

hombre libre, entonces se disputa sobre si hay ó no producción.<br />

¿Qué dificultad se ofrece? La i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> riqueza (dicen) implica la <strong>de</strong> acumulación, y<br />

nada pue<strong>de</strong> acumularse si no se conserva mucho ó poco tiempo, si no es capaz <strong>de</strong> larga ó<br />

corta duración. La riqueza supone utilidad fija ó incorporada a un objeto exterior mediante<br />

el trabajo que modifica la materia. Los consejos <strong>de</strong>l médico, el dictamen <strong>de</strong>l letrado, las<br />

lecciones <strong>de</strong> un profesor no se fijan ó incorporan, ni se acumulan, porque no se conservan,<br />

puesto que en un punto nacen y se <strong>de</strong>svanecen.<br />

A tan vigorosa argumentación <strong>de</strong> algunos economistas respon<strong>de</strong>n otros: Cierto que la<br />

utilidad es una propiedad económica que no existe en abstracto sino incorporada en algo;<br />

pero este algo pue<strong>de</strong> ser una persona ó una cosa. La ciencia se acumula en el espíritu por<br />

medio <strong>de</strong> la enseñanza, y el hombre inteligente produce más y mejor. El gobierno,<br />

mejorando la educación <strong>de</strong>l pueblo, aumenta las fuerzas productivas <strong>de</strong> la nación, porque el<br />

talento, la energía y la perseverancia en el trabajo valen tanto ó más que las herramientas <strong>de</strong><br />

un arte, ú oficio, ó las máquinas como elementos <strong>de</strong> riqueza.<br />

Enhorabuena se incorporen ciertos productos inmateriales (reponen sus adversarios)<br />

y se acumulen en las personas; pero si la <strong>Economía</strong> política es la ciencia <strong>de</strong> los intereses<br />

materiales, su competencia se limita a las cosas. En las propieda<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la materia, y no en<br />

las cualida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l espíritu, se funda la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> la riqueza.<br />

A este nuevo argumento replican los <strong>de</strong> la otra es cuela: Aunque <strong>de</strong> ordinario llaman<br />

los economistas trabajo productivo al que da por resultado inmediato una cantidad mayor ó<br />

menor <strong>de</strong> riqueza material, todavía pue<strong>de</strong> exten<strong>de</strong>rse y aplicarse al trabajo que ofrece el<br />

mismo resultado <strong>de</strong> un modo mediato. Más claro: la producción material es directa, porque<br />

crea utilida<strong>de</strong>s inherentes a las cosas, y la inmaterial indirecta, porque contribuye<br />

eficazmente a crearlas. El gobierno que mantiene el or<strong>de</strong>n público, administra justicia,<br />

protege las personas y <strong>de</strong>fien<strong>de</strong> la propiedad, no produce directamente un solo átomo <strong>de</strong><br />

riqueza; pero la produce indirectamente haciendo posible el trabajo.<br />

La producción inmaterial, por lo misino que no tiene relación directa con la verda<strong>de</strong>ra<br />

riqueza, no es objeto directo <strong>de</strong> la <strong>Economía</strong> política; y así la educación, la seguridad, la<br />

higiene pública, etc., no son materia propia <strong>de</strong> su competencia sino a titulo <strong>de</strong> condiciones<br />

favorables a la producción material, ó medios eficaces <strong>de</strong> aumentar las fuerzas productivas.<br />

Hay ciertos productos inmateriales cuya existencia es tan fugitiva que se pue<strong>de</strong> contar<br />

por nula. No se fijan en nada, ni se acumulan, ni se cuentan en el número <strong>de</strong> los medios <strong>de</strong><br />

una futura producción. La música y el canto causan placer a los espectadores <strong>de</strong> una ópera;<br />

mas <strong>de</strong> aquella <strong>de</strong>liciosa armonía <strong>de</strong> voces y sonidos sólo nos queda un recuerdo. Digamos<br />

que son servicios que tienen valor, pero no los llamemos riquezas. Todo trabajo cuyo<br />

resultado consista en un goce inmediato, sin aumentar las cosas útiles ó los me dios <strong>de</strong><br />

crearlas <strong>de</strong> un modo permanente, <strong>de</strong>be reputarse improductivo.


"Todas las profesiones útiles (dice Dunoyer), cualesquiera que sean, ora el trabajo se<br />

aplique a las cosas, ora a los hombres, ponen en movimiento un trabajo que se <strong>de</strong>svanece<br />

conforme se ejecuta, y todas crean una utilidad que se acumula conforme se obtiene. No se<br />

<strong>de</strong>be <strong>de</strong>cir con Smith que la riqueza es trabajo acumulado, sino utilidad acumulada, porque,<br />

lo repito, no se acumula el trabajo, sino la utilidad que representa. El trabajo se disipa según<br />

que se realiza, y sólo subsiste el producto. "<br />

¿Y cómo se acumula la utilidad sino acumulando las cosas útiles? ¿Y merecen por<br />

ventura el nombre <strong>de</strong> cosas ó productos los servicios, por importantes que fueren, si sólo<br />

engendran sensaciones más ó menos agradables que no <strong>de</strong>jan rastro <strong>de</strong> su fugaz existencia?<br />

La teoría <strong>de</strong> la producción se <strong>de</strong>riva <strong>de</strong> las i<strong>de</strong>as elementales <strong>de</strong> utilidad, valor y<br />

riqueza; y si los economistas contien<strong>de</strong>n sobre ella, proce<strong>de</strong> <strong>de</strong> que unos tratan la ciencia en<br />

la esfera propia <strong>de</strong> la <strong>Economía</strong> política, y otros aspiran a coronarla con el fastuoso nombre<br />

<strong>de</strong> <strong>Economía</strong> social.<br />

CAPITULO VII. Del trabajo.<br />

Trabajo es la aplicación <strong>de</strong> las fuerzas <strong>de</strong>l hombre a la materia para modificarla y<br />

acomodarla a los diferentes usos <strong>de</strong> la vida: es una fuerza productiva que el hombre busca y<br />

halla en sí mismo.<br />

Es el trabajo la manifestación voluntaria <strong>de</strong> la actividad humana, y participa <strong>de</strong><br />

nuestra doble naturaleza espiritual y corporal. El producto más grosero y el movimiento<br />

más mecánico suponen siempre el ejercicio simultáneo <strong>de</strong> nuestras faculta<strong>de</strong>s físicas y<br />

morales. Aun en aquellos casos en que parece el hombre una máquina <strong>de</strong> sangre, la<br />

inteligencia acompaña al esfuerzo muscular. La voluntad lo <strong>de</strong>termina, la razón lo dirige y el<br />

brazo lo ejecuta, <strong>de</strong> suerte que es hijo <strong>de</strong>l pensamiento.<br />

El trabajo gana en nobleza y se hace digno <strong>de</strong> mayor recompensa en proporción que<br />

la obra <strong>de</strong>l ingenio exce<strong>de</strong> a la obra <strong>de</strong> la mano; pero ni aquél produce sin el auxilio <strong>de</strong> los<br />

órganos, ni ésta se mueve sin la cooperación <strong>de</strong>l entendimiento.<br />

El trabajo es una necesidad, porque sin él no se conserva la vida: la ley <strong>de</strong> la propia<br />

conservación nos impone el <strong>de</strong>ber <strong>de</strong> trabajar, y don<strong>de</strong> existe un <strong>de</strong>ber, hay un <strong>de</strong>recho<br />

correlativo. El hábito <strong>de</strong> trabajar es una virtud <strong>de</strong> las familias y <strong>de</strong> los pueblos, premiada en<br />

la tierra con las buenas costumbres, la energía <strong>de</strong>l carácter y la abundancia <strong>de</strong> todos los<br />

bienes. El ocio conduce a la miseria, causa po<strong>de</strong>rosa <strong>de</strong> la flaqueza <strong>de</strong>l espíritu y <strong>de</strong>l cuerpo<br />

y manantial impuro <strong>de</strong> infinitos males públicos y privados.<br />

Cuanto más a<strong>de</strong>lanta la civilización, más honrado es el trabajo por la opinión y las<br />

leyes. En la antigüedad cayó en menosprecio como signo <strong>de</strong> esclavitud. En Inglaterra goza<br />

<strong>de</strong> mucha estimación según lo acredita el proverbio el tiempo es dinero. En España,<br />

durante el siglo XVII, prevaleció el error común que las artes y oficios mecánicos<br />

envilecían a las personas que los ejercitaban, y nadie era tenido por noble ni principal sino<br />

el que pasaba la vida en una estéril y frecuentemente viciosa ociosidad. Los tratos y<br />

comercios y la agricultura misma no alcanzaban el favor que merecían, ayudando a extraviar<br />

las i<strong>de</strong>as <strong>de</strong>l vulgo ciertas leyes absurdas, como las constituciones <strong>de</strong> las or<strong>de</strong>nes militares<br />

que prohibían se diese hábito a merca<strong>de</strong>r ó negociante, y algunas or<strong>de</strong>nanzas municipales<br />

que excluían a los fabricantes <strong>de</strong> los oficios <strong>de</strong> república. Los extranjeros motejaban a los<br />

españoles <strong>de</strong> perezosos, ignorantes y poco ingeniosos para los ministerios industriales.<br />

El castigo <strong>de</strong> tanta vanidad fue tremendo, porque no sólo perdió España los bienes<br />

logrados <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la restauración <strong>de</strong> la monarquía por los Reyes Católicos, pero también<br />

quedó exhausta <strong>de</strong> gente y riquezas, con lo cual <strong>de</strong>cayó <strong>de</strong> su gran<strong>de</strong>za pasada.<br />

La mayor ó menor afición <strong>de</strong> los hombres al trabajo proce<strong>de</strong> <strong>de</strong> varias causas, como<br />

el clima, los hábitos <strong>de</strong> un pueblo, la educación <strong>de</strong> las familias, la necesidad <strong>de</strong> los tiempos,<br />

etc., y principalmente influye la poca ó mucha seguridad <strong>de</strong> poseer y gozar los frutos <strong>de</strong>


nuestra laboriosidad y economía. El trabajo es pena y dolor que no se arrostra sin<br />

esperanza <strong>de</strong> recompensa. Cuanto más cerca estuviere la esperanza <strong>de</strong> la posesión tranquila,<br />

tanto más po<strong>de</strong>roso será el atractivo y mayor la fuerza productiva <strong>de</strong>l trabajo.<br />

Por esta razón el trabajo <strong>de</strong>l esclavo no es comparable con el <strong>de</strong> una persona libre: el<br />

<strong>de</strong> un obrero que gana jornal, se distingue <strong>de</strong>l que cobra por pieza: el <strong>de</strong> un arrendatario<br />

por tiempo breve se diferencia <strong>de</strong>l <strong>de</strong> un colono perpetuo, y más todavía <strong>de</strong>l cultivo <strong>de</strong> la<br />

tierra por la mano amiga <strong>de</strong>l propietario. Por regla general el trabajo es más fecundo,<br />

cuando el interés individual se halla más estimulado con la participación en la ganancia.<br />

El trabajo <strong>de</strong> los pueblos se <strong>de</strong>sarrolla progresivamente conforme es más análogo al<br />

carácter, usos y costumbres <strong>de</strong> la nación, y según que el or<strong>de</strong>n legal promete un grado<br />

mayor <strong>de</strong> estabilidad y firmeza. El espíritu <strong>de</strong> libertad fomenta el trabajo, porque la actividad<br />

<strong>de</strong>l hombre crece en proporción que la seguridad real y personal se consolida y<br />

respeta.<br />

En todo interviene el trabajo, pues aun para gozar el fruto <strong>de</strong> un árbol silvestre, nos<br />

vemos obligados a cogerlo haciendo un esfuerzo, y acaso arrostrando un peligro. Unas<br />

veces se manifiesta en la mera ocupación <strong>de</strong> los dones gratuitos <strong>de</strong> la naturaleza, como la<br />

caza, pesca ó minería: otras en invenciones y <strong>de</strong>scubrimientos: en la producción <strong>de</strong><br />

sustancias, como la agricultura: en la modificación <strong>de</strong> la materia, convirtiendo, por ejemplo,<br />

lana en paño, algodón en tejidos <strong>de</strong> varias suertes y colores: en la distribución <strong>de</strong> los bienes,<br />

transportándolos, acopiándolos ó dividiéndolos para acomodarlos a las necesida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> los<br />

consumidores, y en servicios personales ó sociales.<br />

Todo trabajo se resuelve en movimiento, porque el hombre estudia las propieda<strong>de</strong>s<br />

<strong>de</strong> los cuerpos, y conocidas las fuerzas <strong>de</strong> la naturaleza, acerca una sustancia a otra<br />

sustancia en disposición <strong>de</strong> que produzcan el efecto apetecido. Al encen<strong>de</strong>r fuego, mueve la<br />

chispa hacia la leña seca, y resulta la combustión: al sembrar el trigo, mueve el grano hacia<br />

la tierra y el sol, y empieza la vegetación.<br />

Las utilida<strong>de</strong>s que resultan <strong>de</strong>l trabajo, son <strong>de</strong> tres clases, a saber:<br />

Las que se fijan ó incorporan a los objetos exteriores, cuando adquieren las<br />

propieda<strong>de</strong>s convenientes a la satisfacción <strong>de</strong> nuestras necesida<strong>de</strong>s;<br />

Las que se fijan ó incorporan en el hombre, comunicándole las cualida<strong>de</strong>s que le<br />

conservan y perfeccionan;<br />

Y las que se <strong>de</strong>svanecen al instante y se resisten a toda incorporación, ó los servicios<br />

que no se clasifican en la categoría <strong>de</strong> las riquezas.<br />

Aunque el trabajo se en<strong>de</strong>reza siempre a la producción, no siempre es productivo,<br />

porque si el hombre no se <strong>de</strong>ja guiar <strong>de</strong> la inteligencia y <strong>de</strong> la economía en todos sus actos,<br />

ó no consulta las necesida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l mercado, consumirá sus fuerzas en bal<strong>de</strong>, <strong>de</strong>struirá las<br />

primeras materias sin compensación, y en fin, disminuirá la riqueza existente en vez <strong>de</strong><br />

aumentarla con nuevos valores.<br />

También será improductivo el trabajo que directa ó indirectamente no conduce a la<br />

creación <strong>de</strong> alguna cantidad gran<strong>de</strong> ó pequeña <strong>de</strong> riqueza material, según queda explicado<br />

en el capítulo anterior.<br />

La potencia <strong>de</strong>l trabajo crece con el arte ó la industria, caudal <strong>de</strong> conocimientos<br />

reunidos <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> largas observaciones y costosas experiencias propias y ajenas,<br />

transmitidas <strong>de</strong> generación en generación por medio <strong>de</strong> la enseñanza profesional, práctica ó<br />

especulativa.<br />

Por último, el trabajo tiene, como todas las merca<strong>de</strong>rías, precio variable según la ley<br />

<strong>de</strong> la oferta y la <strong>de</strong>manda; pero <strong>de</strong> esta materia se tratará en lugar oportuno.<br />

CAPÍTULO VIII.<br />

De la libertad <strong>de</strong>l trabajo.


Enten<strong>de</strong>mos por libertad <strong>de</strong>l trabajo el <strong>de</strong>recho <strong>de</strong> hacer uso <strong>de</strong> nuestra actividad<br />

individual aplicada a la producción <strong>de</strong> la riqueza.<br />

La libertad económica es parte integrante <strong>de</strong> la libertad civil, y ésta es hija <strong>de</strong> la<br />

libertad moral que a una y otra presta su fundamento. Ningún pueblo cuyas primeras<br />

necesida<strong>de</strong>s no se hallen cubiertas, solicita ni agra<strong>de</strong>ce la seguridad real y personal, no<br />

permitiéndole su ignorancia y su miseria levantar el ánimo abatido, ni mejorar las<br />

costumbres, ni estimar siquiera la tranquila posesión <strong>de</strong> los pocos bienes en que libra su<br />

mezquina y precaria existencia. La civilización aumenta las comodida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la vida y<br />

multiplica los medios <strong>de</strong> gozarlas; y entonces se <strong>de</strong>spierta el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> poner <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la<br />

protección <strong>de</strong> las leyes las personas y las cosas que componen el mundo industrial.<br />

No hay sociedad sin gobierno, y gobierno significa autoridad constituida para<br />

promover el bien común. De aquí la facultad <strong>de</strong> establecer reglas a que <strong>de</strong>ben ajustar su<br />

conducta los ciudadanos y la necesidad <strong>de</strong> organizar un po<strong>de</strong>r que vele sobre su<br />

cumplimiento.<br />

Esta doctrina es tan llana que no merece mayor explicación. Las dificulta<strong>de</strong>s surten<br />

cuando se trata <strong>de</strong> <strong>de</strong>slindar las atribuciones <strong>de</strong>l gobierno ó su verda<strong>de</strong>ra competencia; y<br />

ciñendo el discurso a la <strong>Economía</strong> política, cuando se preten<strong>de</strong> fijar los límites <strong>de</strong> la acción<br />

oficial respecto a la privada en or<strong>de</strong>n a la industria.<br />

Asentamos el principio que la vida social no <strong>de</strong>struye la <strong>de</strong>l individuo, sino que la<br />

mo<strong>de</strong>ra para concertar los intereses particulares y fundirlos en el interés público. Si el<br />

estado fuera poco a poco absorbiendo la acción individual, el hombre <strong>de</strong>jaría <strong>de</strong> ser<br />

inteligente, libre y responsable; en una palabra, <strong>de</strong>jaría <strong>de</strong> ser persona.<br />

La autoridad tiene sus fueros, como tiene sus franquezas la libertad. El gobierno<br />

pue<strong>de</strong> y <strong>de</strong>be intervenir en beneficio <strong>de</strong> la industria, siempre que la acción <strong>de</strong> los individuos<br />

se rin<strong>de</strong> a la carga. No basta proteger las personas y propieda<strong>de</strong>s contra la violencia y el<br />

frau<strong>de</strong>, en cuyo angosto recinto quiere encerrar la intervención oficial la escuela que niega<br />

al estado toda autoridad fuera <strong>de</strong> la justicia y la policía; porque es legítima y necesaria la<br />

acción <strong>de</strong>l po<strong>de</strong>r cuando <strong>de</strong>sempeña servicios que no pue<strong>de</strong>n encomendarse a los particulares,<br />

como la fabricación <strong>de</strong> la moneda, el arreglo <strong>de</strong> los pesos y medidas, y a veces<br />

también la construcción <strong>de</strong> caminos, canales y puertos, la <strong>de</strong>secación <strong>de</strong> los terrenos<br />

pantanosos que comprometen la salud pública, la protección <strong>de</strong> los <strong>de</strong>svalidos y otros<br />

semejantes.<br />

Para ejercitar su <strong>de</strong>recho, ó más bien, para cumplir con su <strong>de</strong>ber, dispone el gobierno<br />

<strong>de</strong> medios preventivos y represivos. La represión <strong>de</strong>ja intacta la libertad individual,<br />

absteniéndose la autoridad <strong>de</strong> mezclarse en el movimiento <strong>de</strong> la industria, mientras no<br />

hubiera algo que corregir ó enmendar. La prevención suele oprimir la actividad espontánea<br />

y fecunda <strong>de</strong> los particulares, porque todas las cautelas parecen pocas al gobierno y <strong>de</strong>sata<br />

la vena reglamentaria.<br />

Los vicios <strong>de</strong>l sistema preventivo llevado al exceso, consisten en que los mejores<br />

reglamentos no alcanzan lo que el interés individual. Por otra parte los reglamentos son<br />

inflexibles, y aunque se pue<strong>de</strong>n modificar, no se pliegan a las necesida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la industria<br />

con la docilidad y rapi<strong>de</strong>z que el trabajo libre.<br />

Otro <strong>de</strong>fecto, mayor todavía, se imputa al sistema reglamentario, a saber, que<br />

acostumbra a los pueblos a vivir bajo la tutela administrativa, <strong>de</strong> don<strong>de</strong> nace que los<br />

hombres abdiquen su voluntad en el gobierno <strong>de</strong> quien esperan el remedio imposible <strong>de</strong><br />

todos sus males, <strong>de</strong>scargando sobre él su propia responsabilidad.<br />

Esta perpetua minoría conduce al abandono <strong>de</strong> los intereses particulares y arraiga los<br />

hábitos <strong>de</strong> indolencia y disipación, es <strong>de</strong>cir, los contrarios al trabajo y la economía<br />

favorables a la producción <strong>de</strong> la riqueza.


Conforme progresa la civilización <strong>de</strong>l mundo, los pueblos apetecen más y más la<br />

libertad económica, porque crece su afición a la vida laboriosa y apren<strong>de</strong>n los hombres a<br />

gobernarse por sí mismos. entonces una autoridad pru<strong>de</strong>nte y discreta se retira felicitándose<br />

<strong>de</strong> que, siendo los hombres mejores, pueda hacerse más suave el yugo <strong>de</strong> la autoridad.<br />

Así pues, la <strong>Economía</strong> política con<strong>de</strong>na las leyes que privan al individuo <strong>de</strong> la justa<br />

libertad <strong>de</strong> escoger la profesión, arte ú oficio a que su vocación le inclina, ó comprimen su<br />

ingenio y le impi<strong>de</strong>n remontarse a las alturas <strong>de</strong> la invención y la perfección. En la edad<br />

media había oficios hereditarios en las familias, y no por la voluntad <strong>de</strong> los hombres, ó por<br />

su aptitud especial, sino por la casualidad <strong>de</strong>l nacimiento eran labradores, artesanos ó<br />

merca<strong>de</strong>res, institución marcada con el sello <strong>de</strong> la servidumbre.<br />

También con<strong>de</strong>na los reglamentos tocantes al modo <strong>de</strong> la fabricación, porque son<br />

ciegos, duros, opresivos, ocasionados al abuso <strong>de</strong> la autoridad y opuestos a todo<br />

a<strong>de</strong>lantamiento y mejora, según veremos más a<strong>de</strong>lante al tratar <strong>de</strong> los gremios.<br />

Asimismo reprueba los privilegios exclusivos, las tasas y posturas, la policía <strong>de</strong> los<br />

abastos, las aduana <strong>de</strong> tierra, la limitación <strong>de</strong>l interés, la prohibición <strong>de</strong>l la regatonería y<br />

todas las trabas, vejámenes y molestias que entorpecen el comercio.<br />

La riqueza general es la suma <strong>de</strong> las riquezas particulares; y por eso quien<br />

legítimamente procura su bienestar, promueve la felicidad común. En tanto es la nación<br />

más rica y po<strong>de</strong>rosa, en cuanto los ciudadanos poseen mayor cantidad <strong>de</strong> bienes. Si el<br />

interés individual no basta a dirigir y acelerar el trabajo, menos todavía pue<strong>de</strong> regular su<br />

movimiento un gobierno que carece <strong>de</strong> la perspicacia, perseverancia y economía <strong>de</strong> todo un<br />

pueblo cuyas fuerzas brotan <strong>de</strong>l seno mismo <strong>de</strong> la sociedad.<br />

Las leyes <strong>de</strong>ben poner coto a los abusos y dispensar su alta é igual protección a todos<br />

los trabajos lícitos y honestos. Las fábricas y los talleres insalubres ó peligrosos pue<strong>de</strong>n con<br />

razón ser objeto <strong>de</strong> provi<strong>de</strong>ncias administrativas, no porque el interés privado <strong>de</strong>je <strong>de</strong><br />

respon<strong>de</strong>r a las necesida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la producción y <strong>de</strong>l consumo, sino porque hay un interés<br />

público superior al significado por el aumento <strong>de</strong> la riqueza, y el gobierno es juez único é<br />

imparcial <strong>de</strong> la cuestión. Fuera <strong>de</strong> semejantes casos, conviene que la intervención oficial sea<br />

puramente negativa ó limitada a remover cualesquiera obstáculos que paralicen, retar<strong>de</strong>n ó<br />

violenten el curso libre <strong>de</strong>l trabajo.<br />

CAPÍTULO IX.<br />

De la propiedad.<br />

Los fundadores y maestros <strong>de</strong> la ciencia económica apenas dijeron una palabra acerca<br />

<strong>de</strong> la propiedad. Admitieronla como el hecho necesario y punto <strong>de</strong> partida <strong>de</strong> su doctrina,<br />

sin sospechar que andando el tiempo se movería gran<strong>de</strong> ruido y escándalo con poner en<br />

duda ó negar resueltamente su legitimidad y sus inmensos beneficios. La propiedad es un robo,<br />

clamaron los socialistas alzando grito <strong>de</strong> guerra; y saliéndoles al encuentro los economistas,<br />

escribieron en su ban<strong>de</strong>ra: la propiedad es el hombre.<br />

En efecto, el hombre ejerce una superioridad natural sobre todas las cosas que le<br />

ro<strong>de</strong>an, las ocupa, la amolda a sus necesida<strong>de</strong>s y extien<strong>de</strong> a ellas su personalidad.<br />

Despojarle <strong>de</strong> sus bienes repugna a la conciencia universal, porque equivale a privarle <strong>de</strong> su<br />

libertad y atentar contra su misma existencia. Los mo<strong>de</strong>rnos jurisconsultos acu<strong>de</strong>n en<br />

auxilio <strong>de</strong> los economistas, cuando, como Mr. Troplong, <strong>de</strong>finen la propiedad, “el <strong>de</strong>recho<br />

inviolable <strong>de</strong> la libertad humana <strong>de</strong> ser respetada en su obra <strong>de</strong> dominación”.<br />

Fúndase la propiedad en la justicia y se concierta con la utilidad general. Pocas veces<br />

la concordia <strong>de</strong> lo útil y lo justo será tan clara y manifiesta. La ley consagra el <strong>de</strong>recho <strong>de</strong><br />

propiedad, y entonces a la sanción natural se aña<strong>de</strong> la sanción positiva.


Señalan los economistas en el trabajo la fuente <strong>de</strong> la propiedad; y cierto que no es<br />

posible <strong>de</strong>rivarla <strong>de</strong> un manantial más puro y cristalino. El hombre tiene una propiedad<br />

indisputable en sus faculta<strong>de</strong>s físicas y morales, y si las ejercita para modificar la materia,<br />

produce riqueza. Cuando mo<strong>de</strong>ra sus apetitos y se impone privaciones, ahorra y<br />

economiza. Trabajando, consumiendo los frutos <strong>de</strong>l trabajo ó poniéndolos en reserva en la<br />

previsión <strong>de</strong> nuevas necesida<strong>de</strong>s, a nadie hace el menor agravio. La comunidad <strong>de</strong> bienes va<br />

<strong>de</strong>sapareciendo conforme progresa la civilización; <strong>de</strong> suerte que toda propiedad colectiva<br />

ce<strong>de</strong> el campo a la propiedad individual.<br />

Resulta que la institución <strong>de</strong> la propiedad no <strong>de</strong>be su origen a la ley, sino a la<br />

ocupación primitiva ó al trabajo, entendiendo por tal el económico, ó sea cualquier acto<br />

voluntario dirigido a crear ó aumentar la utilidad relativa <strong>de</strong> las cosas. Los vicios <strong>de</strong>l frau<strong>de</strong><br />

y la violencia con el tiempo se purgan, borrando su memoria la prescripción. Es preciso<br />

poner el <strong>de</strong>recho fuera <strong>de</strong> controversia para asegurar el patrimonio <strong>de</strong> las familias y<br />

legitimar los contratos posteriores, so pena <strong>de</strong> conmover la sociedad en sus cimientos y dar<br />

con el edificio en el suelo. Al cabo la usurpación se recomendó a la indulgencia <strong>de</strong> la<br />

posteridad metiendo las tierras en labor, y rindieron abundantes y sazonados frutos las que<br />

antes estaban cubiertas <strong>de</strong> abrojos y espinas.<br />

¿Quién duda que el salvaje es dueño <strong>de</strong>l arco y flecha que fabrica, <strong>de</strong> la caza <strong>de</strong> que se<br />

apo<strong>de</strong>ra, <strong>de</strong>l animal que domestica y emplea en su servicio? La materia pertenece a todo el<br />

mundo; pero sólo a quien la imprime, la nueva forma <strong>de</strong>bida al trabajo.<br />

La propiedad es legítima, porque todo cuanto el hombre posee representa su<br />

industria, y a nadie agravia un <strong>de</strong>recho que con igual título pue<strong>de</strong>n adquirir los <strong>de</strong>más.<br />

La <strong>Economía</strong> política ama la propiedad como el complemento <strong>de</strong> la libertad <strong>de</strong>l<br />

trabajo. La seguridad <strong>de</strong> poseer y gozar exclusivamente los bienes adquiridos mediante<br />

nuestra industria y economía, disponer <strong>de</strong> ellos en vida, y trasmitidos a la hora <strong>de</strong> la muerte<br />

a nuestros hijos ó here<strong>de</strong>ros, es un estímulo po<strong>de</strong>roso para multiplicar la riqueza. Esta<br />

seguridad hace a los hombres y los pueblos aplicados, inteligentes y amigos <strong>de</strong>l or<strong>de</strong>n, <strong>de</strong> la<br />

paz y <strong>de</strong> la justicia. Si la seguridad disminuye, el trabajo <strong>de</strong>sfallece, y cesa <strong>de</strong>l todo, si falta.<br />

El consumo se acelera con el temor <strong>de</strong>l <strong>de</strong>spojo, la producción se retarda y sobreviene la<br />

miseria, causa <strong>de</strong> la <strong>de</strong>spoblación.<br />

Si no hay protección para las personas y haciendas, nadie siembra, porque nadie sabe<br />

quién vendrá a segar las mieses: nadie mejora su heredad, porque no tiene esperanza <strong>de</strong><br />

premio, y renace la barbarie, viviendo el débil a merced <strong>de</strong>l fuerte. Dada la propiedad, tendremos<br />

libertad y riqueza, sus naturales consecuencias.<br />

Todas las propieda<strong>de</strong>s son igualmente legítimas y respetables, la literaria, artística,<br />

industrial y territorial, porque todas son igualmente justas y útiles a los particulares, a las<br />

naciónes y al mundo entero. La propiedad y la civilización <strong>de</strong>l género humano están unidas<br />

con vínculo indisoluble, según lo acredita la historia.<br />

El respeto a la libertad y propiedad no se alcanza sino por medio <strong>de</strong> sabias<br />

instituciones políticas, garantías eficaces <strong>de</strong> los <strong>de</strong>rechos individuales. Ni la raza, ni el clima,<br />

ni otras cualesquiera causas físicas <strong>de</strong> prosperidad son tan fecundas como las buenas leyes y<br />

costumbres. Si la nación inglesa aventaja en riqueza y po<strong>de</strong>río al pueblo turco, no lo <strong>de</strong>be a<br />

la fertilidad <strong>de</strong> la tierra, ni a la extensión <strong>de</strong> sus dominios, ni al número <strong>de</strong> habitantes, sino a<br />

su verda<strong>de</strong>ra y fecunda libertad. Roma, la <strong>de</strong> los buenos tiempos <strong>de</strong> la República, no pue<strong>de</strong><br />

compararse con la Roma <strong>de</strong> los Césares, siendo la misma. La España <strong>de</strong> los Reyes Católicos<br />

es muy otra que la <strong>de</strong> Carlos II, y ésta no se parece en nada a la España <strong>de</strong> nuestros días.<br />

Gracias a las instituciones políticas, el pensamiento se aviva y <strong>de</strong>spierta, las leyes se<br />

corrigen, los abusos se <strong>de</strong>nuncian, el espíritu <strong>de</strong> invención se <strong>de</strong>sarrolla y el trabajo es cada<br />

vez más activo é inteligente. Un gobierno arbitrario lo sofoca, y ahoga el germen <strong>de</strong> la<br />

industria, sumiendo al hombre en un profundo y vergonzoso letargo.


Las instituciones políticas <strong>de</strong>sterraron <strong>de</strong> los códigos la pena <strong>de</strong> confiscación y dieron<br />

vigoroso impulso a la asociación industrial y mercantil que obra prodigios. Por ellas el<br />

impuesto <strong>de</strong>be ser otorgado y consentido por los pueblos, con lo cual se logra impedir las<br />

guerras injustas, la dilapidación <strong>de</strong> la fortuna <strong>de</strong>l estado, los gastos estériles y ruinosos, y en<br />

fin, reducir las cargas personales y reales a límite cierto y forma conveniente.<br />

Mucho se invoca la protección <strong>de</strong>l gobierno, y no lo vituperamos; pero querríamos<br />

que no se echase en olvido la protección contra el gobierno, no menos necesaria.<br />

CAPÍTULO X.<br />

De la división <strong>de</strong>l trabajo.<br />

La potencia ó virtud productiva <strong>de</strong>l trabajo se aumenta <strong>de</strong> un modo extraordinario,<br />

cuando las diversas operaciones <strong>de</strong> la industria se divi<strong>de</strong>n y separan, encargándose cada<br />

obrero <strong>de</strong> una sola, y contribuyendo todos a un resultado común mediante la reunión <strong>de</strong><br />

sus fuerzas.<br />

Varios economistas entrevieron el fenómeno <strong>de</strong> división <strong>de</strong>l trabajo antes que Smith;<br />

pero a éste pertenece la gloria <strong>de</strong> haber expuesto su teoría, <strong>de</strong>mostrado sus causas y efectos<br />

y apurado el análisis <strong>de</strong>jando poco que añadir a los here<strong>de</strong>ros <strong>de</strong> su ciencia y doctrina.<br />

En la infancia <strong>de</strong> los pueblos el hombre caza, pesca, labra la tierra, domestica los<br />

animales, fabrica sus armas, acomoda sus vestidos, y en fin, procura bastarse a sí mismo.<br />

Empieza a brotar la civilización, y creciendo la diversidad <strong>de</strong> productos suce<strong>de</strong>n los<br />

cambios. entonces viene la primera división <strong>de</strong>l trabajo según las profesiones, porque hay<br />

cazadores, pescadores, labradores, gana<strong>de</strong>ros, artesanos y merca<strong>de</strong>res. Conforme la<br />

civilización va pe<strong>net</strong>rando en la sociedad, las profesiones se subdivi<strong>de</strong>n, y unos prefieren<br />

un oficio, otros escogen otro distinto. La clase <strong>de</strong> los artesanos compren<strong>de</strong> los gremios <strong>de</strong><br />

carpinteros, cerrajeros, etc. y la <strong>de</strong> los merca<strong>de</strong>res se compone <strong>de</strong> tratantes en granos,<br />

negociantes en paños, merceros, regatones... Los labradores se apartan <strong>de</strong> los pastores:<br />

aquéllos siembran cereales ó plantan viñedos, y éstos apacienta los ganados y entien<strong>de</strong>n en<br />

su crianza.<br />

No cesa aquí la división <strong>de</strong>l trabajo, pues como 1a producción <strong>de</strong> las cosas más<br />

sencillas es, si bien se repara, un acto complejo, ó una serie <strong>de</strong> procedimientos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que el<br />

obrero toma en las manos la primera materia hasta que obtiene un producto acabado conforme<br />

a su <strong>de</strong>seo, se halló conveniente señalar a cada cual una sola tarea, siempre la misma,<br />

y la más análoga a su inteligencia, a sus fuerzas y a las <strong>de</strong>más condiciones que contribuyen a<br />

formar una aptitud especial.<br />

De esta manera se logra que cada operario adquiera un grado mayor <strong>de</strong> habilidad y<br />

<strong>de</strong>streza, <strong>de</strong> don<strong>de</strong> resulta que se trabaje más y mejor. El hombre que pasa toda la vida<br />

fabricando cabezas ó puntas <strong>de</strong> alfiler, adquiere una agilidad maravillosa, y practica movimientos<br />

regulares y seguros en que tiene menos parte la voluntad que la costumbre.<br />

Hay economía <strong>de</strong> tiempo, evitando la necesidad <strong>de</strong> mudar <strong>de</strong> operación, <strong>de</strong><br />

instrumentos y <strong>de</strong> lugar; a lo cual se aña<strong>de</strong> que mientras no se tome el tino a la nueva labor,<br />

el obrero está torpe, y el trabajo disminuye en cantidad y perfección.<br />

Hay asimismo facilidad para inventar máquinas y <strong>de</strong>scubrir procedimientos que<br />

abrevian el trabajo, porque cuando el hombre tiene puesta toda su atención en una sola<br />

cosa, estudia mejor las propieda<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la materia y pe<strong>net</strong>ra más los secretos <strong>de</strong>l arte. A<br />

fuerza <strong>de</strong> repetir los actos y <strong>de</strong> consi<strong>de</strong>rar los objetos bajo un aspecto tan limitado, la<br />

actividad <strong>de</strong>l hombre se concentra en un punto, y a<strong>de</strong>lantando cada parte <strong>de</strong> la fabricación,<br />

a<strong>de</strong>lanta la fabricación en general. Muchas máquinas que hoy se usan, fueron inventadas<br />

por simples obreros constantemente preocupados con la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> conciliar su obligación y<br />

su <strong>de</strong>scanso.


Desmenuzadas las operaciones <strong>de</strong> la industria, la faena <strong>de</strong> cada oficial es más sencilla<br />

y requiere un aprendizaje más corto, disminuyendo el gasto <strong>de</strong> primeras materias y<br />

utensilios necesarios, porque se apuran los medios <strong>de</strong> aprovechar aquéllas, y se adquiere un<br />

cabal conocimiento en el manejo <strong>de</strong> éstos.<br />

Las ventajas <strong>de</strong> la división <strong>de</strong>l trabajo son indudables, pero no cerremos los ojos a sus<br />

inconvenientes. La constante uniformidad <strong>de</strong> la tarea pue<strong>de</strong> producir disgusto y enfado<br />

hasta el punto <strong>de</strong> cansar la inteligencia y los brazos. Pasar <strong>de</strong> una a otra ocupación es una<br />

especie <strong>de</strong> reposo. Si los oficios son mal sanos, la variedad minora sus peligros; por<br />

ejemplo, en las minas <strong>de</strong> Alma<strong>de</strong>n, la alternativa <strong>de</strong>l trabajo subterráneo y <strong>de</strong>l que se hace al<br />

aire libre, seria un bien para la humanidad. Por otra parte la condición <strong>de</strong>l obrero es más<br />

precaria, cuando por efecto <strong>de</strong> la división <strong>de</strong>l trabajo, no posee un oficio completo, ni<br />

alcanza a producir nada por sí solo, porque ya no se parece a una máquina sino a una rueda<br />

aislada.<br />

Sin embargo, <strong>de</strong>be consi<strong>de</strong>rarse que en todo mediano taller se necesita la asociación<br />

<strong>de</strong> varios obreros que mutuamente se auxilien, concurriendo a la producción <strong>de</strong> la riqueza.<br />

La cuestión, pues, versa sobre si esta sociedad ha <strong>de</strong> ajustarse a la regla <strong>de</strong> la cooperación<br />

industrial, ó cada obrero <strong>de</strong>sempeñará su tarea como si estuviere a solas, sin comunicar a<br />

los otros más que el fruto <strong>de</strong> su trabajo.<br />

La higiene pue<strong>de</strong> recomendar precauciones saludables, y la <strong>Economía</strong> política no es<br />

tan dura <strong>de</strong> entrañas que las con<strong>de</strong>ne en nombre <strong>de</strong> sus principios. La división <strong>de</strong>l trabajo<br />

establece y arraiga cierta conexión orgánica entre todos los ramos <strong>de</strong> la industria que hace a<br />

todos los hombres recíprocamente tributarios, y dificulta las crisis dolorosas al obrero. El<br />

<strong>de</strong>sarrollo sucesivo <strong>de</strong> la vida industrial proporciona la abundancia y baratura <strong>de</strong> las cosas<br />

útiles al hombre, cuyos beneficios alcanzan a todas las clases <strong>de</strong> la sociedad, participando <strong>de</strong><br />

ellos particularmente las que cuentan con medios más escasos <strong>de</strong> fortuna. Como la división<br />

<strong>de</strong>l trabajo es un sistema aplicable a toda suerte <strong>de</strong> fabricación, el obrero gana no sólo<br />

como consumidor <strong>de</strong> los artículos que pasan por su mano, sino <strong>de</strong> todos los <strong>de</strong>más a cuya<br />

fabricación no concurre <strong>de</strong> manera alguna.<br />

Pone límites a la división <strong>de</strong>l trabajo la naturaleza <strong>de</strong> las cosas, porque a tal grado <strong>de</strong><br />

sencillez pue<strong>de</strong>n llegar las operaciones, que ya no sea permitido pasar <strong>de</strong> allí, ó el pasar<br />

cause más embarazo que comodidad a la obra <strong>de</strong> mano. Hay a<strong>de</strong>más trabajos que no se<br />

prestan a la división, pues reclaman operaciones sucesivas, como la agricultura que tiene<br />

épocas señaladas <strong>de</strong> arar, sembrar, cavar, etc.; y si en vez <strong>de</strong> un labrador para todo, hubiera<br />

muchos labradores parciales, cada uno trabajaría un mes y holgaría los once restantes <strong>de</strong>l<br />

año.<br />

La extensión <strong>de</strong>l mercado limita asimismo la división <strong>de</strong>l trabajo, porque cuanto<br />

mayor fuere, tanto más fecunda será la producción, y la producción no es ganancia sino<br />

pérdida <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que exce<strong>de</strong> a la <strong>de</strong>manda.<br />

Así vemos en las villas y lugares tiendas don<strong>de</strong> se <strong>de</strong>spachan mil diversas merca<strong>de</strong>rías,<br />

mientras que en las gran<strong>de</strong>s capitales y ciuda<strong>de</strong>s populosas hay almacenes en los cuales sólo<br />

se ven<strong>de</strong> té, por ejemplo, pero bien surtidos <strong>de</strong> todas sus varieda<strong>de</strong>s.<br />

Por la misma razón cuando faltan capitales para dar impulso a la fabricación, ó<br />

cuando ésta no es el objeto principal <strong>de</strong>l productor, como en la industria casera ó popular,<br />

en la cual procura el labrador aprovechar los ratos <strong>de</strong> ocio que las noches, los temporales ó<br />

el <strong>de</strong>scanso <strong>de</strong> las tierras conce<strong>de</strong>n a su familia, la división <strong>de</strong>l trabajo es muy incompleta.<br />

La división <strong>de</strong>l trabajo entre los hombres se dilata, y ya son las provincias, ya las<br />

naciónes quienes concurren a la obra, poniendo en coman sus fuerzas y ligando sus<br />

intereses con el vinculo <strong>de</strong> los cambios. La diferencia <strong>de</strong> producciónes según que vienen <strong>de</strong>l<br />

norte ó mediodía, <strong>de</strong>l oriente ú occi<strong>de</strong>nte, convida a una gran<strong>de</strong> división <strong>de</strong>l trabajo,<br />

haciendo <strong>de</strong>l mundo entero un taller y plaza universal, y una sola familia <strong>de</strong> todos los<br />

pueblos más remotos, si guardan y cumplen la ley <strong>de</strong> la naturaleza y <strong>de</strong> la sociedad.


La división <strong>de</strong>l trabajo explica cómo y por qué las ciuda<strong>de</strong>s se hallan interesadas en la<br />

prosperidad <strong>de</strong> los campos y viceversa, y cuánto yerran los que fomentan la antigua<br />

rivalidad entre labradores y gana<strong>de</strong>ros, ó entre unos y otros y fabricantes.<br />

En fin, la división <strong>de</strong>l trabajo camina al compás <strong>de</strong> la civilización <strong>de</strong>l mundo. Sin ella<br />

no hay gran<strong>de</strong> producción, y con ella la agricultura, las fábricas y el comercio se prestan<br />

mutuo auxilio. Hasta las ciencias participan <strong>de</strong> sus beneficios, pues si encerrando el entendimiento<br />

en un circulo estrecho, <strong>de</strong>bemos per<strong>de</strong>r la esperanza <strong>de</strong> que nuestro siglo<br />

engendre un hombre como Aristóteles, en cambio el saber reunido <strong>de</strong> todos los que son<br />

especiales en un ramo, aventaja en extensión y profundidad al genio universal <strong>de</strong>l filósofo<br />

<strong>de</strong> Estagira.<br />

CAPÍTULO XI.<br />

De las máquinas.<br />

Otra condición que aumenta en extremo la fecundidad <strong>de</strong>l trabajo, es la aplicación <strong>de</strong><br />

la mecánica a la producción <strong>de</strong> la riqueza.<br />

La forma primitiva <strong>de</strong>l trabajo es el empleo <strong>de</strong> la fuerza muscular <strong>de</strong>l hombre para<br />

modificar la materia. Con el tiempo se usaron ciertos utensilios ó herramientas como el<br />

hacha, la sierra ó el martillo que ayudan a la mano y equivalen a una prolongación <strong>de</strong><br />

nuestros órganos. Más a<strong>de</strong>lante utilizó el hombre las fuerzas vivas <strong>de</strong> algunos animales,<br />

como el buey y el caballo, a quienes hizo compañeros <strong>de</strong> sus fatigas. Por último, la<br />

civilización le enseñó el arte <strong>de</strong> sacar partido <strong>de</strong> las leyes <strong>de</strong> la naturaleza, construyendo<br />

máquinas ó instrumentos complicados movidos por el aire, el agua ó el vapor.<br />

Parecen las máquinas por la <strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za <strong>de</strong> su artificio, la regularidad <strong>de</strong> sus<br />

movimientos y la perfección <strong>de</strong> su trabajo, la materia animada, dócil y sumisa a la voluntad<br />

<strong>de</strong>l hombre. Toda máquina supone una conquista <strong>de</strong>l hombre sobre la naturaleza rebel<strong>de</strong> y<br />

a veces enemiga. El po<strong>de</strong>r <strong>de</strong>structor <strong>de</strong> los elementos se postra <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> un humil<strong>de</strong><br />

trabajador que lo enfrena y lo somete a su imperio. De esta manera se obtiene a título<br />

gratuito un servicio que antes se obtenía a título oneroso.<br />

La invención y uso <strong>de</strong> las máquinas auxilian en extremo la producción <strong>de</strong> la riqueza<br />

por varias razónes.<br />

Permiten aplicar las fuerzas fugitivas <strong>de</strong> la naturaleza que nada nos cuestan, y<br />

economizan el empleo <strong>de</strong> la fuerza muscular cuyo exceso quebranta la salud precipita el<br />

curso <strong>de</strong> la vida. El árbol más robusto ce<strong>de</strong> pronto al hacha <strong>de</strong>l leñador; y si no fuera así,<br />

habríamos <strong>de</strong> imitar a los castores que acometen el tronco con las uñas y los dientes.<br />

Ahorran mucho tiempo, porque la materia inanimada es incansable, y la velocidad <strong>de</strong><br />

los agentes fácil <strong>de</strong> ajustar a la medida <strong>de</strong> nuestro <strong>de</strong>seo. En el arte <strong>de</strong> la imprenta basta una<br />

prensa <strong>de</strong> mano movida por dos hombres para hacer en un día el trabajo <strong>de</strong> cien copistas<br />

en un año, y una prensa <strong>de</strong> vapor, maquina perfecta, acabará esta misma tarea en una hora.<br />

Producen con más abundancia y perfección, porque suplen los esfuerzos simultáneos<br />

<strong>de</strong> muchos hombres y observan las reglas que el inventor ha querido imponer a sus<br />

movimientos.<br />

Economizan las primeras materias, porque se pue<strong>de</strong> sacar mayor grado <strong>de</strong> utilidad <strong>de</strong><br />

los mismos objetos. La mera sustitución <strong>de</strong>l hacha por la sierra es un a<strong>de</strong>lantamiento <strong>de</strong> la<br />

maquinaria, pues facilita sacar diez ó veinte tablas <strong>de</strong>l ma<strong>de</strong>ro que apenas daría una sola.<br />

En resolución, las máquinas conducen al resultado <strong>de</strong> producir más riqueza con<br />

menos trabajo, término <strong>de</strong>l progreso <strong>de</strong> la industria. Sus beneficios en general consisten en<br />

aumentar la cantidad <strong>de</strong> los productos, mejorar su calidad y disminuir los gastos <strong>de</strong> la<br />

producción. Reducido el precio necesario <strong>de</strong> las merca<strong>de</strong>rías, el corriente baja hasta ponerse<br />

a su nivel, y los pueblos gozan <strong>de</strong> las comodida<strong>de</strong>s que la abundancia y la baratura<br />

<strong>de</strong>rraman por todas partes.


¿Hay nada más útil que la disminución <strong>de</strong>l trabajo material? ¿Hay nada más noble que<br />

la sustitución <strong>de</strong> la fuerza muscular por la fuerza inteligente?<br />

Como todas las instituciones humanas tienen algún punto flaco y vulnerable, no es<br />

maravilla que se hubiese puesto en duda la utilidad <strong>de</strong> las máquinas con apariencias <strong>de</strong><br />

razón. Los argumentos que contra ellas se emplean, proce<strong>de</strong>n <strong>de</strong> consi<strong>de</strong>rar como males<br />

necesarios y constantes los que no son sino acci<strong>de</strong>ntales y transitorios, ó <strong>de</strong> juzgar con<br />

severidad lo que se ge, y no buscar en lo que no se ge la <strong>de</strong>bida compensación.<br />

Las máquinas (dicen) arrebatan el trabajo a los obreros, les hacen competencia, y en<br />

virtud <strong>de</strong> la ley suprema <strong>de</strong> la oferta y la <strong>de</strong>manda, bajan los salarios. Enhorabuena<br />

aumenten la producción; pero también alteran la regular distribución <strong>de</strong> la riqueza, agravando<br />

la miseria <strong>de</strong> los que ganan el pan <strong>de</strong> cada día con el esfuerzo <strong>de</strong> sus brazos.<br />

No, las máquinas no suprimen trabajo, aunque puedan trastornarlo en el momento <strong>de</strong><br />

su introducción. Por <strong>de</strong> pronto sólo reemplazan al obrero en el trabajo puramente manual y<br />

<strong>de</strong> ningún modo en el que requiere inteligencia. La misma fabricación <strong>de</strong> las máquinas abre<br />

un ancho campo al empleo <strong>de</strong> la obra <strong>de</strong> mano, y la mayor economía <strong>de</strong> los procedimientos<br />

industriales, facilitando el consumo, aumenta la <strong>de</strong>manda <strong>de</strong> trabajo. Estas causas son<br />

bastante po<strong>de</strong>rosas a impedir la baja <strong>de</strong> los salarios; y si todavía quedase algún escrúpulo,<br />

consultemos la estadística y nos dirá que han subido siempre que las máquinas han<br />

perfeccionado el arte <strong>de</strong> la producción.<br />

Lejos <strong>de</strong> empeorar la condición <strong>de</strong> los pobres, la mejoran, porque aumentan el<br />

bienestar <strong>de</strong> todo el mundo permitiendo satisfacer mayor número <strong>de</strong> necesida<strong>de</strong>s a menos<br />

costa, y realzando la dignidad <strong>de</strong>l hombre a quien redimen <strong>de</strong>l trabajo servil. ¿Por ventura el<br />

esclavo <strong>de</strong> la antigüedad ocupado en dar vueltas a la rueda <strong>de</strong> un molino haciendo las veces<br />

<strong>de</strong> una caballería, perdió algo con la invención <strong>de</strong> un artificio movido a impulso <strong>de</strong>l agua ó<br />

<strong>de</strong>l aire? El molinero <strong>de</strong> hoy dirige su máquina, la vigila, lleva la cuenta y razón <strong>de</strong> la<br />

molienda, cobra su parte, y en fin piensa y discurre en lugar <strong>de</strong> oprimir su espíritu con el<br />

peso <strong>de</strong> una faena propia <strong>de</strong>l bruto.<br />

Díjose que el hombre huye <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la máquina; que su personalidad <strong>de</strong>saparece a<br />

esta invasión; que la autonomía <strong>de</strong>l trabajo individual se aniquila en presencia <strong>de</strong> una<br />

producción concentrada, y que la propiedad particular muere ahogada por la propiedad<br />

colectiva que tien<strong>de</strong> a constituir cierta especie <strong>de</strong> feudalidad industrial. Preguntóse ¿qué<br />

seria <strong>de</strong> la Inglaterra el día en que por un esfuerzo supremo <strong>de</strong> la mecánica, el rey llegase a<br />

reunir en su mano toda la producción, todo el comercio y todos los cambios <strong>de</strong> la Gran<br />

Bretaña?<br />

La máquina no reemplaza al hombre sino cuando el hombre trabaja como una<br />

máquina. Si la obra <strong>de</strong> mano exige calculo, gusto, variedad, combinación ú otras<br />

circunstancias que transformen lo mecánico en artístico, no está el trabajo al alcance <strong>de</strong> la<br />

maquinaria. El progreso <strong>de</strong> la industria creó una categoría superior <strong>de</strong> obreros <strong>de</strong> ciencia y<br />

arte, a saber, ingenieros, dibujantes, mo<strong>de</strong>ladores, químicos, mecánicos, constructores,<br />

directores, etc., sin perjudicar a los inferiores ó subalternos que esperan todavía pasar a<br />

mejor estado. Los proletarios <strong>de</strong> la industria no son los obreros hábiles que ejercen un<br />

oficio en el cual ganan crecidos salarios, sino los que semejan a un instrumento ciego <strong>de</strong> la<br />

producción, y porque usan poco <strong>de</strong> su inteligencia, arrastran una vida inquieta y miserable.<br />

La hipótesis <strong>de</strong> Sismondi es irrealizable; pero si pudiera realizarse, Inglaterra ganaría<br />

mucho convirtiéndose en una nación <strong>de</strong> reyes, ó por mejor <strong>de</strong>cir, <strong>de</strong> dioses, que gozaría <strong>de</strong><br />

todos los bienes y comodida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l mundo sin doblar la cerviz al duro yugo <strong>de</strong>l trabajo.<br />

La introducción <strong>de</strong> una máquina pue<strong>de</strong> en verdad causar cierta perturbación que por<br />

el momento redunda en daño <strong>de</strong> una clase <strong>de</strong> obreros; mas pronto se restablece el<br />

equilibrio y renace la calma. Las máquinas no entran <strong>de</strong> tropel, ni llegan <strong>de</strong> repente, ni lo<br />

inva<strong>de</strong>n, todo. Conforme van <strong>de</strong>salojando al obrero, aumentan el trabajo, y le dan tiempo<br />

para mudar <strong>de</strong> profesión.


La construcción <strong>de</strong> las máquinas adquiere <strong>de</strong> día en día tales proporciones, que<br />

compensa, sino en todo, en gran parte la disminución <strong>de</strong>l trabajo manual. Del uso <strong>de</strong> las<br />

máquinas siempre resulta un bien permanente, tal vez a costa <strong>de</strong> un mal pasajero que es el<br />

precio <strong>de</strong> la emancipación <strong>de</strong>l hombre; mas al cabo el hombre se emancipa <strong>de</strong> una fatiga<br />

corporal, sometiendo a su imperio, y disciplinando con su inteligencia las fuerzas rebel<strong>de</strong>s<br />

<strong>de</strong> la naturaleza.<br />

El cambio <strong>de</strong> oficio seria un grave mal, principalmente pasada la juventud <strong>de</strong>l obrero,<br />

si fuese radical y completo, lo cual suce<strong>de</strong> raras veces. Hay muchas profesiones semejantes<br />

que se <strong>de</strong>rivan <strong>de</strong>l mismo aprendizaje, y éstas ofrecen un holgado asilo a los <strong>de</strong>spedidos <strong>de</strong><br />

sus antiguos talleres. El fácil manejo <strong>de</strong> la aguja, el escoplo ó la lima, habilita para el<br />

ejercicio <strong>de</strong> artes muy diversas, y <strong>de</strong> todos modos hallan aquellos el remedio a su necesidad<br />

en la mayor oferta <strong>de</strong>l trabajo.<br />

Han imaginado algunos economistas un medio, a su parecer, eficaz y fácilmente<br />

practicable, <strong>de</strong> contener y reprimir los daños que a la clase obrera pue<strong>de</strong> cansar la<br />

introducción <strong>de</strong> las máquinas. Proponen que el fabricante continúe por algún tiempo<br />

pagando el mismo salario; arbitrio equivalente a repeler los beneficios que la industria<br />

reporta <strong>de</strong> las aplicaciones <strong>de</strong> la mecánica. Y en efecto, la producción seria más costosa,<br />

porque el salario no bajaría y los gastos <strong>de</strong> la fabricación se habrían <strong>de</strong> aumentar con el<br />

interés <strong>de</strong>l capital representado por el importe <strong>de</strong> la maquinaria. Por otra parte, el remedio<br />

implica la intervención <strong>de</strong>l estado en negocios que <strong>de</strong>ben arreglarse a favor <strong>de</strong> la libertad <strong>de</strong><br />

concurrencia; é invocar el auxilio <strong>de</strong> la autoridad en este y otros casos semejantes, es un<br />

principio peligroso, un verda<strong>de</strong>ro retroceso al sistema reglamentario.<br />

Las máquinas existen y <strong>de</strong>ben existir, ya porque son amigas <strong>de</strong>l hombre, ya porque<br />

<strong>de</strong>clararles una guerra <strong>de</strong> exterminio equivaldría a proscribir el uso <strong>de</strong> los más sencillos<br />

aperos <strong>de</strong> labranza y groseros instrumentos <strong>de</strong> las artes, y ya en fin, porque no es posible<br />

que todas las naciónes se pongan <strong>de</strong> acuerdo en suprimirlas; y no siendo así, la primera que<br />

diese este paso hacia la vida salvaje, quedaría bien castigada <strong>de</strong> su impru<strong>de</strong>ncia con la<br />

extrema pobreza, hija <strong>de</strong> su inferioridad relativa.<br />

La <strong>de</strong>saparición <strong>de</strong> las máquinas restablecería en los tiempos mo<strong>de</strong>rnos el antiguo<br />

or<strong>de</strong>n económico representado por un trabajo inmenso, un hombre infatigable, una escasa<br />

producción y una remuneración muy mezquina. En suma, si las máquinas <strong>de</strong>sapareciesen<br />

<strong>de</strong> la tierra, serian suplidas por el hombre, máquina viviente, es <strong>de</strong>cir, peor que esclavo.<br />

La máquina es un progreso, y el progreso tar<strong>de</strong> ó temprano rin<strong>de</strong> frutos <strong>de</strong><br />

civilización ciertos, sazonados y copiosos.<br />

CAPÍTULO XII.<br />

Del capital.<br />

Dos maneras hay <strong>de</strong> aplicar el trabajo a la producción <strong>de</strong> la riqueza: la una cuando el<br />

empleo <strong>de</strong> nuestras fuerzas es actual ó <strong>de</strong> presente, y la otra cuando se utilizan esfuerzos<br />

anteriores ó valores acumulados que constituyen el capital.<br />

Llámase pues, capital todo producto <strong>de</strong>stinado a una producción ulterior. En el or<strong>de</strong>n<br />

económico el trabajo engendra el capital, y <strong>de</strong>spués se asocia con él para dar impulso a la<br />

producción <strong>de</strong> la riqueza, <strong>de</strong> la que es efecto y causa al mismo tiempo.<br />

Capital es el ahorro transformado <strong>de</strong> cosa producida en medio <strong>de</strong> producir: es el<br />

efecto ó producto convertido en causa y fuerza <strong>de</strong> la producción.<br />

Mientras el trabajo es el único factor <strong>de</strong> la producción, ésta camina con paso lento y<br />

dificultoso; mas <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que se fortifica con el socorro <strong>de</strong> un utensilio, un animal<br />

domesticado ó una tierra puesta en cultivo, la producción se <strong>de</strong>sarrolla con vigor por la


doble acción <strong>de</strong>l trabajo presente y pasado. Por eso dicen algunos economistas que el<br />

capital significa el <strong>de</strong>recho <strong>de</strong> mandar en el trabajo, pues allí a don<strong>de</strong> va, acu<strong>de</strong>n los<br />

hombres ofreciendo sus brazos.<br />

El Capital proporciona las primeras materias <strong>de</strong> la fabricación, los útiles ó<br />

herramientas <strong>de</strong>l arte los alimentos y vestidos <strong>de</strong> los obreros y todos los elementos <strong>de</strong> la<br />

producción futura. Es preciso que alguno anticipe estos valores que han <strong>de</strong> consumirse<br />

para presentarse <strong>de</strong>spués en otra forma, porque ni pue<strong>de</strong> haber artefactos sin materias<br />

laborables, ni trabajo sin instrumentos que ayu<strong>de</strong>n la obra <strong>de</strong> mano, ni oficiales sin medios<br />

<strong>de</strong> existencia para sí y sus familias. Todo tendrá la <strong>de</strong>bida recompensa en la nueva<br />

producción; pero en tanto que la riqueza esperada no llega, suple su falta el dueño <strong>de</strong> los<br />

valores acumulados, ó sea el capitalista.<br />

Así pues, entran a componer el capital las tierras con todas las mejoras introducidas,<br />

como <strong>de</strong>smontes, riegos, plantaciones, cercas y edificios; los utensilios necesarios a cada<br />

ramo <strong>de</strong> industria, como los aperos <strong>de</strong> labranza, los telares y las máquinas; los animales que<br />

auxilian al hombre; los talleres y oficinas, los graneros y almacenes; los materiales crudos,<br />

como cueros al pelo, lana en vellón, seda en capullo, si se trata <strong>de</strong> una tenería ó fábrica <strong>de</strong><br />

tejidos; las provisiones <strong>de</strong>stinadas al consumo diario <strong>de</strong> los trabajadores ó el dinero con que<br />

comprarlas, y en fin cualesquiera otros valores que se siembran para coger fruto <strong>de</strong> ellos, y<br />

la misma inteligencia que todo lo dirige y en-camina a un resultado.<br />

Aunque en el lenguaje vulgar el numerario circulante no sólo es verda<strong>de</strong>ro capital,<br />

sino el capital por excelencia, los economistas lo excluyen <strong>de</strong> esta categoría, porque no<br />

contribuye a la producción <strong>de</strong> la riqueza. Enhorabuena quien tiene dinero tenga todo lo que<br />

necesita para establecer una fábrica; mas si no convierte la moneda en telares, máquinas,<br />

primeras materias, etc., no le será <strong>de</strong> provecho. Para que moneda haga el oficio <strong>de</strong> capital,<br />

se requiere que medio <strong>de</strong>l cambio se transforme en objetos cuyas propieda<strong>de</strong>s económicas<br />

respondan al fin <strong>de</strong> la producción. De aquí se sigue que la abundancia <strong>de</strong> diseño arguye<br />

abundancia <strong>de</strong> capitales, ni su cantidad termina la fuerza productiva <strong>de</strong> un estado.<br />

Toda suma <strong>de</strong> valores origen <strong>de</strong> renta para su dueño, equivale a un capital individual,<br />

pero no siempre forma parte <strong>de</strong>l capital <strong>de</strong> la nación. El hombre acaudalado que presta<br />

dinero a crecido interés a un hijo <strong>de</strong> familia disipador y vicioso con la esperanza <strong>de</strong> cobrar<br />

en heredando a su padre económico ó avarien emplea su capital <strong>de</strong> un modo lucrativo; mas<br />

no aña<strong>de</strong> nada a la riqueza naciónal. Por el contrario, si presta a un merca<strong>de</strong>r que especula y<br />

hace buenos negocios con el dinero ajeno, el capital <strong>de</strong>l individuo aumenta el capital <strong>de</strong>l<br />

país.<br />

Resu1ta, pues, que capital naciónal es la suma <strong>de</strong> los capitales privados ó <strong>de</strong> los valores<br />

que los particulares consagran a la producción <strong>de</strong> la riqueza en forma que hemos dicho.<br />

Preten<strong>de</strong>n algunos escritores dividir el capital productivo en improductivo, distinción que<br />

la ciencia repugna y <strong>de</strong>secha por incompatible con sus principios. Los tesoros escondidos<br />

<strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la tierra, ó el dinero que el avaro guarda en un rincón don<strong>de</strong> no pe<strong>net</strong>ra luz <strong>de</strong>l<br />

día, tienen la potencia virtual <strong>de</strong> producir, y producirán tan pronto como entren en la<br />

circulación general; pero mientras no salgan <strong>de</strong> aquel estado <strong>de</strong> inercia, son a los ojos <strong>de</strong> la<br />

<strong>Economía</strong> política como si no existiesen en el mundo.<br />

No diremos lo mismo <strong>de</strong> la división en fijo y circulante comúnmente recibida. Llámase<br />

fijo la parte <strong>de</strong> capital que consiste en instrumentos <strong>de</strong> la producción más ó menos<br />

dura<strong>de</strong>ros; y así son sus caracteres consumirse con lentitud, realizarse con dificultad y aprovechar<br />

para varias producciónes sucesivas, como los edificios, las máquinas y los ganados<br />

<strong>de</strong> labor. Circulante es la otra parte absorbida por la producción é incorporada al producto<br />

<strong>de</strong> tal suerte que ya no vuelve a existir en su forma primitiva y por tanto pi<strong>de</strong> una<br />

renovación continua, como las primeras materias que <strong>de</strong>saparecen en un solo acto.<br />

Ni el capital fijo ni el circulante merecen una preferencia absoluta, porque si aquél<br />

radica en la nación y a duras penas se pier<strong>de</strong>, éste lleva en cambio la ventaja <strong>de</strong> la


flexibilidad que permite retirarlo <strong>de</strong> su empleo actual y hacer <strong>de</strong> él un uso más lucrativo.<br />

Lo mejor es guardar la proporción conveniente entre ambas clases según la naturaleza<br />

<strong>de</strong> la producción, consi<strong>de</strong>rando que el acrecentamiento <strong>de</strong>l primero a expensas <strong>de</strong>l segúndo<br />

disminuye, a lo menos temporalmente, los beneficios ó utilida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> los trabajadores. De<br />

aquí se sigue que hay verda<strong>de</strong>ra pérdida en edificar con lujo ó con <strong>de</strong>masiada soli<strong>de</strong>z,<br />

porque lo uno arrebata a la circulación valores consi<strong>de</strong>rables, y lo otro suele perjudicar el<br />

día en que nuevas máquinas ó procedimientos industriales exigen dar diferente disposición<br />

a los edificios.<br />

También se divi<strong>de</strong> el capital en material é inmaterial. Este, que otros <strong>de</strong>nominan moral,<br />

representa suma <strong>de</strong> conocimientos adquiridos, la habilidad probada, la experiencia en los<br />

negocios, el crédito ó reputación <strong>de</strong> buena ge y todo lo que contribuye a la producción <strong>de</strong><br />

la riqueza, fuera <strong>de</strong> los elementos constitutivos <strong>de</strong>l capital material.<br />

Los capitales se forman en virtud <strong>de</strong> la economía que sustrae al consumo inmediato<br />

una parte <strong>de</strong> los valores producidos, prefiriendo el dueño la esperanza aumentar su fortuna<br />

a multiplicar los goces <strong>de</strong>l momento, a costa en verdad <strong>de</strong> alguna privación y algún<br />

sacrificio. De esta suerte se hacen ahorros, se acumulan y capitalizan por el imperio que el<br />

hombre ejerce en sí mismo, por el amor <strong>de</strong> la patria y la familia, por el espíritu <strong>de</strong> or<strong>de</strong>n y el<br />

influjo <strong>de</strong> las buenas costumbres. El salvaje carece <strong>de</strong> reflexión, vive sin cuidarse <strong>de</strong> cómo<br />

podrá vivir mañana, y porque carece <strong>de</strong> previsión, muere <strong>de</strong> hambre cuando la tierra le<br />

niega frutos ó los rin<strong>de</strong> escasos. La abstinencia, sin embargo, tiene sus justos límites, pues<br />

nunca el afán ahorrar <strong>de</strong>be imponer dolorosas privaciones. La formación <strong>de</strong>l capital no sólo<br />

es compatible con la satisfacción <strong>de</strong> nuestras legítimas necesida<strong>de</strong>s, pero también con el<br />

ensanche <strong>de</strong>l consumo.<br />

Puesto que todo capital proce<strong>de</strong> <strong>de</strong>l ahorro, la 1ey <strong>de</strong> su acrecentamiento <strong>de</strong>pen<strong>de</strong> <strong>de</strong><br />

dos circunstancias a saber: la suma <strong>de</strong> valores que se prestan a la economía, y la fuerza <strong>de</strong><br />

los motivos que nos <strong>de</strong>terminan a renunciar el bien presente por un bien futuro.<br />

El producto <strong>net</strong>o <strong>de</strong> la nación, ó sea el exceso <strong>de</strong> la producción comparada con el<br />

consumo que reclaman las necesida<strong>de</strong>s ordinarias <strong>de</strong> la vida, regula el aumento sucesivo <strong>de</strong>l<br />

capital. Cuanto mayor fuere aquella cantidad, tanto más fácil y rápida será la acumulación<br />

<strong>de</strong> los ahorros sin menoscabo ni pa<strong>de</strong>cimiento alguno.<br />

Las causas que favorecen la previsión ó la perjudican, son el carácter <strong>de</strong> cada pueblo<br />

según que fuere inclinado a la disipación ó la economía, sus hábitos <strong>de</strong> holganza ó <strong>de</strong><br />

trabajo, el clima que dispensa <strong>de</strong> ciertas necesida<strong>de</strong>s ó al contrario las impone con sumo rigor,<br />

y sobre todo la seguridad <strong>de</strong> poseer y gozar <strong>de</strong> nuestros bienes.<br />

La industria está limitada por el capital, <strong>de</strong> modo que aplicar un nuevo capital a la<br />

tierra significa aumentar los productos <strong>de</strong> la agricultura, y viceversa, retirarlo en todo ó en<br />

parte equivale a disminuirlos. Así, pues, la abundancia <strong>de</strong> capitales y el módico interés que<br />

por su empleo reproductivo se exige, son síntomas ciertos <strong>de</strong> la riqueza creciente <strong>de</strong> un<br />

estado. No por eso hemos <strong>de</strong> inferir que la industria llega siempre a tocar este límite,<br />

porque pue<strong>de</strong> muy bien suce<strong>de</strong>r que falten los brazos, como en las colonias mo<strong>de</strong>rnas<br />

don<strong>de</strong> la escasez <strong>de</strong> obreros libres sugirió la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> introducir esclavos africanos.<br />

Todo capital se consume tar<strong>de</strong> ó temprano; pero se conserva y perpetúa por medio<br />

<strong>de</strong> la reproducción. Esto explica por qué se borran tan pronto las huellas <strong>de</strong> una guerra civil<br />

ó extranjera. Los campos talados por el enemigo, los edificios <strong>de</strong>vorados por las llamas y<br />

todos los estragos imaginables en breve tiempo reparan; pues como los habitantes no han<br />

perdidos inteligencia y actividad, ni su fertilidad las tierras, ni su potencia las máquinas,<br />

continúan siendo copiosos los manantiales <strong>de</strong> la riqueza.<br />

Nada favorece tanto el acrecentamiento <strong>de</strong>l capital como la paz y el or<strong>de</strong>n interior <strong>de</strong><br />

los pueblos. Cuando la posesión es tranquila y hay confianza en lo veni<strong>de</strong>ro, los hombres se<br />

inclinan a la economía, porque saben que sus privaciones <strong>de</strong> hoy hallarán amplia<br />

compensación en los goces <strong>de</strong> mañana.


Si reina la incertidumbre, los capitales se retiran <strong>de</strong> la producción, se realizan con<br />

pérdida y se ocultan. El capitalista, no pudiendo vivir <strong>de</strong> su renta, vive <strong>de</strong> capital mismo; y<br />

la nación, no solamente no se enriquece con nuevos ahorros, pero se empobrece con la<br />

estéril disipación <strong>de</strong> lo ahorrado.<br />

CAPÍTULO XIII.<br />

De los agentes naturales.<br />

Tan visible es la influencia <strong>de</strong> la naturaleza en la producción, que los fisiócratas<br />

proclamaron que toda riqueza viene <strong>de</strong> la tierra ó <strong>de</strong> la agricultura. Por el contrario, la<br />

escuela industrial seguida por la mayor parte <strong>de</strong> los economistas ingleses, sostiene el<br />

principio que proce<strong>de</strong> <strong>de</strong>l hombre ó <strong>de</strong>l trabajo. Los franceses y alemanes suelen admitir la<br />

participación <strong>de</strong> los agentes naturales, y así reconocen tres factores <strong>de</strong> la producción, a saber:<br />

la tierra, el trabajo y el capital.<br />

Para explicarnos con la <strong>de</strong>bida claridad, conviene advertir que en este caso la palabra<br />

tierra resume todas las fuerzas productivas <strong>de</strong> la naturaleza, ó las propieda<strong>de</strong>s <strong>de</strong> los<br />

cuerpos que auxilian la acción <strong>de</strong>l hombre sobre la materia. El clima, la fertilidad espontánea<br />

<strong>de</strong>l terreno, la abundancia <strong>de</strong> sus minas, las producciones <strong>de</strong> sus bosques y todo<br />

cuanto constituye la riqueza <strong>de</strong> un país sin el ministerio <strong>de</strong> la industria, significan la<br />

potencia <strong>de</strong> la tierra ó la virtud fecundante <strong>de</strong> los agentes naturales.<br />

Así como hay campos más ó menos agra<strong>de</strong>cidos al cuidado y diligencia <strong>de</strong>l labrador,<br />

así también hay pueblos más ó menos favorecidos con los dones <strong>de</strong>l cielo, y los más<br />

aventajados gozan <strong>de</strong> mejor fortuna, porque la tierra ó los agentes naturales suplen en mucha<br />

parte el trabajo.<br />

La que la naturaleza toma en la obra <strong>de</strong>l hombre es inmensa, pero in<strong>de</strong>terminable. No<br />

es posible analizar un producto y distinguir el resultado <strong>de</strong> la fuerza muscular y las<br />

naturales.<br />

Los agentes naturales existen en cantidad ilimitada como la luz, ó en cantidad limitada<br />

como la tierra. En esto se funda Dunoyer para negarles toda participación en la producción<br />

<strong>de</strong> la riqueza, porque (dice) están ó no apropiados: si no lo están, no pue<strong>de</strong>n reputarse<br />

agentes <strong>de</strong> la industria, y si lo están, entran en la categoría <strong>de</strong> las tierras cultivadas ó <strong>de</strong> los<br />

capitales.<br />

En rigor no les cuadra el nombre <strong>de</strong> agentes naturales: son fuerzas que nacen <strong>de</strong> las<br />

propieda<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la materia, a las cuales el hombre, único agente <strong>de</strong> producción, comunica su<br />

impulso. Ni siquiera son instrumentos, sino elementos <strong>de</strong> la producción. Apropiadas<br />

constituyen un capital: no apropiadas, contribuyen no menos directa y eficazmente a la<br />

obra <strong>de</strong> mano.<br />

En el acto <strong>de</strong> producir riqueza, ocupa el hombre lugar preeminente, porque él es<br />

quien dispone las cosas <strong>de</strong> suerte que obren las leyes <strong>de</strong>l mundo físico, y por eso hemos<br />

dicho que su intervención se resuelve movimiento. El cultivo <strong>de</strong>spierta las fuerzas <strong>de</strong> la<br />

naturaleza, las <strong>de</strong>sarrolla y multiplica; mas no crea fertilidad latente en la tierra. Los<br />

productos <strong>de</strong> agricultura son en parte resultado <strong>de</strong>l trabajo y capital aplicados a la tierra, y<br />

en parte se <strong>de</strong>ben a sus fuerzas <strong>de</strong> vegetación. A no ser así, dos campos <strong>de</strong> igual extensión y<br />

con igual capital y trabajo darían la misma renta al propietario, aunque fuesen <strong>de</strong>siguales en<br />

razón <strong>de</strong> su fertilidad.<br />

Queda, pues, asentado que la naturaleza no tan sólo suministra la materia que el<br />

hombre transforma, sino la potencia ó las fuerzas vivas que auxilian el trabajo y acaso lo<br />

reemplazan.<br />

Los agentes naturales se ponen muy <strong>de</strong> manifiesto en la industria agrícola; pero no<br />

contribuyen a la producción en los <strong>de</strong>más casos con menos eficacia. El aire, el agua, el<br />

calor, la electricidad, etc. influyen po<strong>de</strong>rosamente en la fecundidad <strong>de</strong> las artes y oficios. No


en vano llaman al carbón mineral el pan <strong>de</strong> la industria, porque alimenta la combustión que<br />

engendra el vapor. Contemplando un buque mixto, hallaremos que los agentes naturales<br />

están representados por el agua que lo mantiene a flote y le abre camino; el aire que lo<br />

empuja hinchando sus velas; el vapor que mueve su hélice y le comunica una potencia y<br />

celeridad prodigiosas; la brújula que señala los rumbos; el barómetro que anuncia las<br />

tempesta<strong>de</strong>s; la pólvora que le <strong>de</strong>fien<strong>de</strong> <strong>de</strong> sus enemigos, y en fin, por todas las<br />

propieda<strong>de</strong>s <strong>de</strong> los cuerpos que entran en la construcción <strong>de</strong> aquella fortaleza y la hacen<br />

apta para la navegación.<br />

Los agentes naturales cooperan la producción <strong>de</strong> la riqueza, pero no tienen un influjo<br />

<strong>de</strong>cisivo en la propiedad ó <strong>de</strong>ca<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> los pueblos. Obsérvase a menudo que los más<br />

aventajados en clima y producciones viven en la miseria por la ignorancia y pereza <strong>de</strong> los<br />

hombres, ó por los vicios <strong>de</strong> las leyes y los abusos <strong>de</strong>l gobierno. En cambio hay otros que a<br />

fuerza <strong>de</strong> ingenio, perseverancia y economía logran vencer los obstáculos que la naturaleza<br />

les suscita, y se hacen ricos, pareciendo los únicos pre<strong>de</strong>stinados a ser pobres. En efecto, la<br />

benignidad <strong>de</strong>l clima suele hacer a los hombres indolentes, ya porque son pocas sus<br />

necesida<strong>de</strong>s, y ya porque confían en la natural abundancia <strong>de</strong> frutos que 1es ofrece la tierra<br />

con larga mano. Al contrario, un clima riguroso multiplica las necesida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la vida; y<br />

siendo avara la tierra, se perfecciona el cultivo, se acu<strong>de</strong> a las fabricas, al comercio y a la<br />

navegación, y <strong>de</strong> todos modos se redobla la energía <strong>de</strong>l trabajo. Los hábitos <strong>de</strong> laboriosidad<br />

y economía aventajan siempre a los dones más liberales <strong>de</strong> la naturaleza.<br />

CAPÍTULO XIV.<br />

De la industria en general.<br />

Llámase industria en general el arte <strong>de</strong> producir ó sea el trabajo inteligente. La vida<br />

industrial supone un mecanismo muy complicado cuyo movimiento regular <strong>de</strong>pen<strong>de</strong> <strong>de</strong> la<br />

justa proporción <strong>de</strong> las fuerzas y su dirección acertada.<br />

El trabajo colectivo <strong>de</strong> la nación es el fondo <strong>de</strong> riqueza <strong>de</strong> don<strong>de</strong> se sacan los medios<br />

<strong>de</strong> satisfacer las necesida<strong>de</strong>s públicas y privadas. Los particulares contribuyen a formarlo y<br />

toman la parte que les correspon<strong>de</strong> <strong>de</strong>l producto común. Todos producen para todos, sin<br />

reparar en si cada uno ha concurrido a una obra <strong>de</strong>terminada con su trabajo, pues al fin la<br />

riqueza producida se reparte entre los diversos productores por medio <strong>de</strong>l cambio.<br />

Dos son las condiciones fundamentales <strong>de</strong>l progreso <strong>de</strong> la industria, a saber, la ciencia<br />

y el arte. La ciencia <strong>de</strong>scubre las leyes <strong>de</strong> la naturaleza y enseña al hombre el modo <strong>de</strong><br />

aplicarlas a la producción; y por eso la prosperidad <strong>de</strong> los pueblos está ligada con el estudio<br />

y a<strong>de</strong>lantamiento <strong>de</strong> todas ellas, y principalmente <strong>de</strong> las exactas, físicas y naturales. ¿Quién<br />

pone en duda los beneficios que la industria ha recogido y está recogiendo <strong>de</strong> día en día,<br />

con sólo seguir los pasos <strong>de</strong> la química y la mecánica?<br />

El arte significa la suma ó caudal <strong>de</strong> conocimientos adquiridos y transmitidos <strong>de</strong><br />

generación en generación con creces siempre mayores <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el principio <strong>de</strong>l mundo hasta<br />

hoy mismo. Para poseer bien el arte industrial, no basta conocer <strong>de</strong> un modo especulativo<br />

los procedimientos más económicos, seguros y eficaces que conducen a modificar la<br />

materia y acomodarla a los diferentes usos <strong>de</strong> la vida, sino acompañarlos <strong>de</strong> la práctica que<br />

constituye la habilidad y <strong>de</strong>streza <strong>de</strong>l obrero ingenioso y experimentado en su oficio.<br />

La industria nació en el hogar doméstico y se confundió en su origen con los <strong>de</strong>más<br />

cuidados <strong>de</strong> la familia. La mujer hila y teje la lana y se ocupa en otras labores se<strong>de</strong>ntarias,<br />

mientras el hombre caza, pesca y cultiva la tierra. Los pueblos <strong>de</strong> la antigüedad prefieren las<br />

agitaciones y turbulencias <strong>de</strong> la plaza y el foro al retiro y sosiego <strong>de</strong> su casa, y encomiendan<br />

las artes mecánicas a los esclavos. En la edad media se forma el estado llano en el seno <strong>de</strong><br />

las ciuda<strong>de</strong>s y villas don<strong>de</strong> florece la industria que se organiza y <strong>de</strong>sarrolla a favor <strong>de</strong> las<br />

liberta<strong>de</strong>s y franquezas municipales. En los tiempos mo<strong>de</strong>rnos se arraiga y difun<strong>de</strong> a la


sombra <strong>de</strong> un gobierno central que la <strong>de</strong>fien<strong>de</strong> y protege como un po<strong>de</strong>roso elemento <strong>de</strong> la<br />

prosperidad <strong>de</strong>l estado.<br />

Así, pues, la industria, luego que ge bastante crecida para romper los lazos que la<br />

unían a la familia, pasó sucesivamente por los grados <strong>de</strong> la esclavitud, el privilegio y la tutela<br />

oficial. Su porvenir es la libertad.<br />

No queremos <strong>de</strong>cir con esto que no goce en el día <strong>de</strong> semejante beneficio; pero si que<br />

no lo disfruta por entero, pues al fin la industria ha llegado a su mayor edad, término<br />

natural <strong>de</strong> toda tutela. Tampoco es nuestro ánimo impetrar para ella una libertad absoluta,<br />

ó abogar por la supresión <strong>de</strong> las reglas que mo<strong>de</strong>ran su ejercicio y la purgan <strong>de</strong> frau<strong>de</strong>s y<br />

violencias, sino asentar el principio <strong>de</strong> la acción individual como fundamento <strong>de</strong>l progreso<br />

económico, salvo en los casos en que el interés privado pudiera comprometer la seguridad<br />

pública, ofen<strong>de</strong>r el bien común ó perjudicar a tercero.<br />

Síguese <strong>de</strong> aquí que hay y <strong>de</strong>be haber siempre una legislación industrial, ó un<br />

conjunto <strong>de</strong> leyes positivas y reglamentos tocantes a la industria que la <strong>Economía</strong> política<br />

absuelve ó con<strong>de</strong>na según que se ajustan, ó no, a la medida <strong>de</strong> la libertad necesaria y<br />

conveniente al <strong>de</strong>sarrollo <strong>de</strong> la riqueza; y hay asimismo un <strong>de</strong>recho industrial que <strong>de</strong>termina<br />

las condiciones permanentes que rigen la naturaleza <strong>de</strong>l hombre, sujeto <strong>de</strong>l trabajo, y la<br />

naturaleza <strong>de</strong> las cosas, objeto <strong>de</strong>l trabajo.<br />

De dos maneras se pue<strong>de</strong> ejercer la industria, aislada y colectivamente, esto es,<br />

trabajando cada uno por sí y para sí, ó en compañía <strong>de</strong> pocos ó muchos obreros en un<br />

mo<strong>de</strong>sto taller ó fábrica po<strong>de</strong>rosa bajo la dirección <strong>de</strong> otro.<br />

De aquí proce<strong>de</strong> la distinción <strong>de</strong> la industria en gran<strong>de</strong> y en pequeña, y la controversia<br />

que se mueve a propósito <strong>de</strong> sus respectivas ventajas é inconvenientes.<br />

La industria en gran<strong>de</strong> exige gruesos capitales y un trabajo proporcionado, y <strong>de</strong> este<br />

concurso <strong>de</strong> fuerzas resulta una abundante producción. Entonces hay facilidad <strong>de</strong> hacer<br />

economías comprando y vendiendo por junto y en sazón oportuna: hay comodidad para<br />

introducir la división <strong>de</strong>l trabajo y llevarla hasta el cabo: hay medios <strong>de</strong> comprar máquinas,<br />

ensayar los nuevos procedimientos y aprovechar toda clase <strong>de</strong> invenciones y mejoras.<br />

Es necesaria la industria en gran<strong>de</strong>, cuando la producción requiere la concurrencia <strong>de</strong><br />

diversos obreros que representan distintos oficios, y cuando la extensión <strong>de</strong>l mercado pi<strong>de</strong><br />

una cantidad <strong>de</strong> productos tal que no bastaría a suministrar la industria en pequeño. Los<br />

hábitos <strong>de</strong> asociación allanan el camino a la industria fuerte y robusta, porque reuniendo<br />

muchos capitales cortos y humil<strong>de</strong>s en uno solo, se pue<strong>de</strong>n acometer empresas muy<br />

superiores a las fuerzas y recursos particulares.<br />

La industria en pequeño no se presta a la economía, ni a la división <strong>de</strong>l trabajo, ni<br />

consigue jamás sacudir el yugo <strong>de</strong> la rutina. Es verdad que el productor agrega a las<br />

ganancias <strong>de</strong> maestro las <strong>de</strong> oficial, capitalista y ven<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> su obra, y que muchas veces<br />

no libra en aquel arte sus medios <strong>de</strong> existencia, como el labrador que teje el lino en su casa<br />

durante las largas noches <strong>de</strong>l invierno, ó durante los días en que la estación ó el temporal<br />

no le permiten ocuparse en las faenas <strong>de</strong>l campo; pero cualesquiera que sean las excelencias<br />

<strong>de</strong> la industria patriarcal bajo el punto <strong>de</strong> vista <strong>de</strong> la moralidad y su eficacia para impedir la<br />

relajación <strong>de</strong> los lazos <strong>de</strong> familia, el trabajo individual no respon<strong>de</strong> a las necesida<strong>de</strong>s<br />

presentes, y así <strong>de</strong>berá irse poco a poco transformando en trabajo colectivo. La instrucción,<br />

la vigilancia, la caridad, y en fin, las buenas costumbres compañeras inseparables <strong>de</strong> la<br />

civilización, minoran los <strong>de</strong>fectos <strong>de</strong> la industria en gran<strong>de</strong>, según la experiencia lo acredita;<br />

y a <strong>de</strong>cir verdad, ni son tantas, como se pintan, las virtu<strong>de</strong>s domésticas en los lugares <strong>de</strong><br />

escaso vecindario, ni tantos, como se pon<strong>de</strong>ran, los vicios <strong>de</strong> las capitales ciuda<strong>de</strong>s<br />

populosas.<br />

Divi<strong>de</strong>n comúnmente la industria en tres gran<strong>de</strong> ramas, a saber, agrícola, fabril y<br />

comercial. La primer crea una multitud <strong>de</strong> productos vegetales y animales útiles corno<br />

alimento, materias brutas ó instrumentos <strong>de</strong> las artes y oficios: la segunda modifica las


cosas y las adapta a los varios usos <strong>de</strong> la vida; y la tercer transporta las riquezas, las<br />

distribuye según las necesida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l consumo y aumenta los valores por medio <strong>de</strong>l cambio.<br />

Esta clasificación no es tan exacta que la operaciones propias <strong>de</strong> un ramo <strong>de</strong> industria no<br />

participen algo <strong>de</strong> la naturaleza <strong>de</strong> otro; pero es la generalmente recibida y la más clara.<br />

Proponen, y no sin razón, algunos economistas, añadir un cuarto miembro a la<br />

división, y llamar industria extractiva a la que consiste en sacar <strong>de</strong>l seno <strong>de</strong> la tierra, <strong>de</strong> las<br />

aguas ó <strong>de</strong> los bosques ciertos objetos que se hallan formados por la mano misma <strong>de</strong> la naturaleza;<br />

en cuyo caso la caza, la pesca, los frutos silvestres, la corta y poda <strong>de</strong> los árboles<br />

espontáneos y el laboreo <strong>de</strong> las minas formarán parte <strong>de</strong> este nuevo modo <strong>de</strong> producción,<br />

segregándose <strong>de</strong> la agricultura cuyo nombre no le cuadra.<br />

No con igual fundamento preten<strong>de</strong>n también segregar el comercio <strong>de</strong>l acarreo ó<br />

transporte <strong>de</strong> los géneros y frutos, constituyendo una industria especial que <strong>de</strong>nominan<br />

porteadora ó trajinera, como si dijéramos el arte y ejercicio <strong>de</strong> conducir merca<strong>de</strong>rías <strong>de</strong> un<br />

punto a otro. En efecto, la esencia <strong>de</strong>l comercio consiste en el cambio; pero no por eso<br />

hemos <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir que el comercio no existe mientras el cambio no se verifica. El transporte ó<br />

acarreo es una operación preliminar, un medio <strong>de</strong> alimentar el tráfico, suprimiendo la<br />

distancia que separa el productor <strong>de</strong>l consumidor; y quien facilita el cambio, ejerce una <strong>de</strong><br />

tantas profesiones auxiliares <strong>de</strong> la industria comercial. Por otra parte, aunque todo el<br />

mundo cambia, no todo el mundo hace <strong>de</strong>l cambio una profesión lucrativa ó vive <strong>de</strong>l<br />

tráfico, entre cuyas operaciones se cuenta el movimiento ó traslación <strong>de</strong> las merca<strong>de</strong>rías. Y<br />

lo mismo importa llevarlas <strong>de</strong> un lugar a otro, que reservarlas <strong>de</strong> hoy para mañana. Este<br />

especula alargando el tiempo, y aquél acortando el espacio.<br />

Es en vano discurrir sobre cuál <strong>de</strong> estas ramas <strong>de</strong> la industria merece la predilección<br />

<strong>de</strong> los economistas, <strong>de</strong> los pueblos y los gobiernos. De todas maneras se produce, y por<br />

todos los caminos indicados se allega riqueza. El mejor sistema es aprovechar las circunstancias<br />

propias <strong>de</strong>l territorio, como su extensión y calidad, sus montañas y ríos, los<br />

mares que lo bañan, los puertos que lo circundan, la bondad <strong>de</strong>l clima, la abundancia <strong>de</strong><br />

minerales y <strong>de</strong>más condiciones topográficas para inclinarse a la industria más favorecida<br />

por la naturaleza.<br />

Sin embargo, lejos <strong>de</strong> nosotros la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> aconsejar que cada nación sea<br />

exclusivamente agricultora, fabril ó comercial, pues sin variedad <strong>de</strong> artículos pue<strong>de</strong> haber<br />

tráfico interior ó cambio <strong>de</strong> géneros por frutos; sólo proponemos como fundamento <strong>de</strong><br />

una producción abundante y dichosa la división natural trabajo entre todas las naciones.<br />

España, por ejemplo, es agrícola por excelencia; pero no <strong>de</strong>be renunciar por eso a los<br />

beneficios <strong>de</strong> las artes y <strong>de</strong>l comercio. Holanda, porque carece <strong>de</strong> territorio favorable al<br />

cultivo, pi<strong>de</strong> a los mares lo que le negó la tierra, y funda su riqueza en la pesca, la<br />

navegación y todo linaje <strong>de</strong> especulaciones mercantiles; mas todavía procura conservar sus<br />

pastos y ganados.<br />

La división <strong>de</strong>l trabajo entre las naciones no exige que cada pueblo profese y apure<br />

una sola industria siendo capaz <strong>de</strong> varias, antes acepta como buenas todas las compatibles<br />

con el régimen <strong>de</strong> la libertad.<br />

CAPÍTULO XV.<br />

De la industria extractiva.<br />

El arte <strong>de</strong> los extractores difiere esencialmente los otros modos <strong>de</strong> producir, porque no<br />

consiste procurar los frutos <strong>de</strong> la tierra, ni la multiplicación <strong>de</strong> los ganados, ni el<br />

aprovechamiento <strong>de</strong> los materiales crudos, ni tampoco en comprar, ven<strong>de</strong>r ó permutar,<br />

sino en un verda<strong>de</strong>ro trabajo <strong>de</strong> apropiación ú ocupación <strong>de</strong> las cosas existentes por obra<br />

<strong>de</strong> la naturaleza.<br />

La caza es una <strong>de</strong> las industrias extractivas que más se usan en la infancia <strong>de</strong> los


pueblos, y todavía tiene gran<strong>de</strong> estimación en su estado <strong>de</strong> virilidad, porque no sólo provee<br />

<strong>de</strong> alimentos sanos y agradables al hombre, pero también limpia los montes y los valles <strong>de</strong><br />

fieras y animales dañinos que turban la paz <strong>de</strong> los campos y ponen en peligro las cosechas.<br />

A<strong>de</strong>más <strong>de</strong> esto la caza alimenta la industria y el comercio <strong>de</strong> la peletería.<br />

La pesca, sobre todo la marítima, es un copioso manantial <strong>de</strong> riqueza, según lo<br />

<strong>de</strong>muestran los gran<strong>de</strong>s capitales que exige, los muchos brazos que emplea y los<br />

consi<strong>de</strong>rables armamentos que necesita. La pesca promueve la industria <strong>de</strong> las salazones y<br />

da un vigoroso impulso a la navegación. Un pez tan pequeño como el arenque, prestó<br />

fundamento a la prosperidad <strong>de</strong> la república <strong>de</strong> Holanda: la sardina y el atún entretienen la<br />

actividad <strong>de</strong> nuestros habitantes en las costas <strong>de</strong> Galicia y Andalucía: el bacalao llevó los<br />

guipuzcoanos y vizcaínos, navegantes empren<strong>de</strong>dores y atrevidos, a los mares <strong>de</strong> la<br />

Groenlandia y al banco <strong>de</strong> Terranova, negocio <strong>de</strong> provecho que recogieron <strong>de</strong>spués<br />

Francia é Inglaterra; y por último, la pesca <strong>de</strong> la ballena pone en movimiento centenares <strong>de</strong><br />

naves y millares <strong>de</strong> marineros.<br />

La minería suministra el oro, plata, plomo, hierro, cobre, estaño, azogue, carbón y<br />

tantas otras sustancias inorgánicas metálicas, combustibles, salinas ó piedras comunes, raras<br />

y preciosas que se encuentran en superficie ó <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la tierra.<br />

La minería es madre <strong>de</strong> multitud <strong>de</strong> industrias cuales suministra las primeras materias,<br />

los instrumentos y máquinas necesarias a la fabricación, los medios <strong>de</strong> producir, aprisionar<br />

y convertir el vapor en una potencia infatigable, los metales propios para labrar moneda é<br />

infinitas cosas útiles a la economía doméstica y civil.<br />

Por otra parte, las minas casi siempre se <strong>de</strong>scubren en montes tan agrios y ásperos<br />

que los hombres huyen <strong>de</strong> vivir en ellos, si la esperanza <strong>de</strong> lograr consi<strong>de</strong>rables riquezas no<br />

los <strong>de</strong>termina a fijar su morada en unos sitios tan solitarios y silvestres. Una mina basta<br />

para poblar en pocos años los parajes más <strong>de</strong>siertos y hacer lugar famoso lo que antes era<br />

infeliz al<strong>de</strong>a. Las artes mecánicas se establecen a la inmediación <strong>de</strong> los cria<strong>de</strong>ros <strong>de</strong><br />

sustancias minerales, acomodándoles vecindad <strong>de</strong> los puntos don<strong>de</strong> se encuentran las<br />

primeras materias. Acu<strong>de</strong>n los merca<strong>de</strong>res, los pueb1os <strong>de</strong> la comarca se animan al cultivo,<br />

van y vienen las gentes a sus negocios, crece el consumo, se fabrican casas y se forma una<br />

villa ó acaso una ciudad como por encanto. Tal es la historia contemporánea <strong>de</strong> San<br />

Francisco <strong>de</strong> la California.<br />

La industria extractiva prospera a beneficio <strong>de</strong> la libertad como todas las industrias<br />

sus hermanas. Esto no quita que se dicten reglamentos tocantes a la caza y pesca para<br />

precaver los atentados contra la seguridad pública, la salubridad general y el <strong>de</strong>recho <strong>de</strong><br />

propiedad. Son justos límites que impi<strong>de</strong>n que la libertad <strong>de</strong>genere en licencia. No así se<br />

disculpan los privilegios exclusivos y prohibitivos dañosos al bien común y al interés<br />

particular, y las reliquias <strong>de</strong> nuestro antiguo sistema reglamentario.<br />

El laboreo <strong>de</strong> las minas suele estar sujeto a reglamentos prolijos y embarazosos que<br />

merecen profunda reforma. Subsistan enhorabuena los encaminados a precaver los<br />

<strong>de</strong>scuidos, impru<strong>de</strong>ncias y temerida<strong>de</strong>s que comprometen la vida <strong>de</strong> los obreros; mas<br />

<strong>de</strong>fínanse bien los casos y absténgase el gobierno <strong>de</strong> intervenir en las labores, dirigiéndolas<br />

y activándolas, concediendo ó negando el permiso para proseguirlas, mezclándose en los<br />

contratos, y en fin, salga el minero <strong>de</strong> la ciega y caprichosa tutela <strong>de</strong> la autoridad.<br />

La industria minera no repugna aquel grado <strong>de</strong> intervención oficial que cabe <strong>de</strong>ntro<br />

<strong>de</strong> la competencia <strong>de</strong> una buena policía <strong>de</strong> seguridad, ni tampoco rehusa someterse a las<br />

cargas y servidumbres inherentes a su naturaleza: fuera <strong>de</strong> eso quiere ser libre y tiene razón.<br />

CAPÍTULO XVI.<br />

De la industria agrícola.


Aunque los antiguos filósofos llamaron a la tierra madre común, y era general<br />

opinión que cereri sunt omnia munus, como si adivinasen el sistema <strong>de</strong> los fisiócratas ó<br />

economistas franceses <strong>de</strong>l penúltimo siglo, nosotros con mejor discurso asentaremos que la<br />

agricultura produce lo mismo que producen las artes y comercio, mediante el trabajo <strong>de</strong>l<br />

hombre, el capital y la naturaleza.<br />

Con el cultivo <strong>de</strong> la tierra empieza la vida civil, abandonando las gentes sus<br />

costumbres primitivas pescar, cazar y apacentar el ganado, sin alternar estos ejercicios con<br />

otras ocupaciones se<strong>de</strong>ntarias. En vez <strong>de</strong> recoger los dones espontáneos <strong>de</strong>l cielo y mudar<br />

cada día sus tiendas, la tribu construye cabañas cerca <strong>de</strong>l terreno al cual confía las semillas<br />

<strong>de</strong>stinadas a renacer con usura en la próxima cosecha. Surte <strong>de</strong>l trabajo la propiedad,<br />

empieza la previsión, se practica economía, fórmanse los capitales, mejóranse los campos,<br />

edifícanse los pueblos y asoman al horizonte <strong>de</strong>l mundo los albores <strong>de</strong> una po<strong>de</strong>rosa<br />

civilización.<br />

Es la industria agrícola en extremo importante, ya se consi<strong>de</strong>re como el copioso<br />

manantial <strong>de</strong> los frutos necesarios a nuestro sustento, ya se atienda a su liberalidad en<br />

cuanto suministra multitud <strong>de</strong> materias laborables que alimentan las artes y los oficios, ó ya<br />

se repare en el número <strong>de</strong> personas que ocupa y en su apego al territorio nacional.<br />

En efecto, la agricultura por sí sola, don<strong>de</strong> quiera que las circunstancias le son<br />

propicias, emplea más brazos y rin<strong>de</strong> más productos que todos los <strong>de</strong>más ramos <strong>de</strong> la<br />

industria juntos. Por otra parte perpetúa la riqueza en su poseedor, pues los vaivenes <strong>de</strong> la<br />

fortuna que arrebatan sus fondos al capitalista ó aniquilan las esperanzas <strong>de</strong>l fabricante, no<br />

hacen mella profunda en el labrador. Pue<strong>de</strong> el enemigo talar sus campos é incendiar sus<br />

mieses y con esto quebrantarle; pero no le arruina, pues siempre queda dueño <strong>de</strong> la tierra<br />

viva y perenne, que con su fertilidad inagotable repara los estragos <strong>de</strong> la guerra. He aquí<br />

explicada la pasion <strong>de</strong> los hombres cansados <strong>de</strong> los negocios, cuando al cabo <strong>de</strong> sus días<br />

prefieren constituir un seguro patrimonio a sus familias en la propiedad territorial, a<br />

<strong>de</strong>jarlos correr los riesgos <strong>de</strong> la especulación mercantil, posponiendo las mayores ganancias<br />

dudosas a las ciertas y menores con que convida la posesión <strong>de</strong> la hacienda raíz.<br />

En cambio <strong>de</strong> estas verda<strong>de</strong>ras excelencias <strong>de</strong> la agricultura, hay causas que<br />

<strong>de</strong>terminan su progreso lento y su inferioridad relativa.<br />

La tierra no es <strong>de</strong> una extensión ilimitada ni <strong>de</strong> igual fertilidad. Luego que el cultivo se<br />

apo<strong>de</strong>ró <strong>de</strong> todas las mejores, si la <strong>de</strong>manda <strong>de</strong> frutos se sostiene, <strong>de</strong>scien<strong>de</strong> a las<br />

inmediatas; <strong>de</strong> don<strong>de</strong> resulta que doblando el trabajo y el capital empleados en la agricultura,<br />

no llegara a doblarse la producción, a diferencia <strong>de</strong> lo que pasa en las fabricas y el<br />

comercio. Así, pues, para conseguir el aumento sucesivo <strong>de</strong> la producción agrícola, <strong>de</strong>be<br />

avivarse la energía <strong>de</strong>l trabajo y aplicarse un capital cada vez mayor.<br />

La consecuencia natural <strong>de</strong> esta ley económica es la creciente carestía <strong>de</strong> los frutos, la<br />

cual, sino en todo, en mucha parte, pue<strong>de</strong> ser reprimida con un cultivo más hábil y<br />

perfecto. Dos clases <strong>de</strong> mejoras hay eficaces: las que conducen al aumento <strong>de</strong> la<br />

producción sin aumentar otro tanto el trabajo, y las que mantienen producción antigua<br />

disminuyendo las labores y los gastos <strong>de</strong> labranza.<br />

Las máquinas útiles a la agricultura favorecen <strong>de</strong>sarrollo <strong>de</strong>l segundo modo; y no<br />

solamente hemos <strong>de</strong> reputar por útiles las <strong>de</strong> inmediata aplicación a las faenas <strong>de</strong>l campo,<br />

pero también las que proporcionan la baratura <strong>de</strong> los instrumentos <strong>de</strong>l cultivo, ó facilitan la<br />

salida <strong>de</strong> los frutos, ó <strong>de</strong> otra manera auxilian labrador.<br />

Poco disfruta la agricultura <strong>de</strong> los beneficios <strong>de</strong> la división <strong>de</strong>l trabajo, porque, aun<br />

siendo diversas las<br />

labores que pi<strong>de</strong> la tierra, no se prestan a la simultaneidad <strong>de</strong> los esfuerzos como la<br />

industria fabril, y ciertamente es una <strong>de</strong>sventaja.<br />

Dos son las condiciones esencia1es <strong>de</strong>l progreso <strong>de</strong> la agricultura en todos los<br />

pueblos, a saber, la propiedad y la libertad, las cuales pue<strong>de</strong>n reducirse a una sola máxima


<strong>de</strong> gobierno, que es abandonar el camino trillado <strong>de</strong> la protección y el privilegio, y fiar <strong>de</strong> la<br />

actividad é inteligencia <strong>de</strong>l interés individual.<br />

Sin propiedad no existe agricultura, porque sin la seguridad <strong>de</strong> poseer, gozar y<br />

transmitir nadie cultiva los campos, ni los mejora, ni los <strong>de</strong>fien<strong>de</strong>, ni se afana arrostrando<br />

las inclemencias <strong>de</strong>l cielo y el rigor <strong>de</strong> las estaciones, cuando teme que el ocioso y el<br />

advenedizo vendrán a tomarle la cosecha. La historia <strong>de</strong> todos los tiempos nos enseña que<br />

allí don<strong>de</strong> el <strong>de</strong>recho <strong>de</strong> propiedad se halla más respetado, prospera más la agricultura y se<br />

acrecienta la abundancia <strong>de</strong> frutos, y se colma la medida <strong>de</strong> la riqueza general. Los bienes<br />

que no tienen dueño conocido, ó pertenecen a una comunidad, ó son cultivados por mano<br />

ajena, se distinguen por su producción escasa ó su viciosa administración. Fáltales el<br />

propietario activo y diligente que fecunda la tierra con su mirada.<br />

Todas las leyes, prácticas y costumbres contrarias al <strong>de</strong>recho <strong>de</strong> propiedad son<br />

funestas a la agricultura. La antigua prohibición <strong>de</strong> roturar los montes, <strong>de</strong> cercar las tierras y<br />

hacer plantíos; la <strong>de</strong>rrota <strong>de</strong> las mieses, ó sea la obligación <strong>de</strong> abrir las hereda<strong>de</strong>s, alzados<br />

los frutos, para convertirlas en pasto común y libre; las servidumbres pecuarias y los<br />

privilegios exorbitantes <strong>de</strong> la gana<strong>de</strong>ría amparados con la jurisdicción privativa <strong>de</strong>l Concejo<br />

<strong>de</strong> la Mesta, eran graves yerros que causaban la ruina <strong>de</strong> nuestros labradores. Nada<br />

contribuyó tanto a la prosperidad <strong>de</strong> la agricultura en Inglaterra como sus instituciones<br />

políticas que afirmaron y robustecieron el <strong>de</strong>recho <strong>de</strong> propiedad, hasta el punto <strong>de</strong> inspirar<br />

plena confianza al habitante <strong>de</strong> la cabaña más humil<strong>de</strong> y remota.<br />

La libertad <strong>de</strong> cultivo y cosecha no es menos necesaria, y tampoco alcanzó entre<br />

nosotros mejor fortuna. El espíritu reglamentario pe<strong>net</strong>ró en la agricultura, y la escasa<br />

libertad que <strong>de</strong>jaban al labrador las leyes comunes, se la arrebataban las or<strong>de</strong>nanzas<br />

municipales. El dueño <strong>de</strong> una tierra no podía reducirla <strong>de</strong> pasto a labor, porque no faltasen<br />

las yerbas a los ganados. No era licito plantar moreras en vez <strong>de</strong> morales, porque estos<br />

(<strong>de</strong>cían) daban mejor seda. Necesitábase licencia <strong>de</strong>l rey para plantar viñas y sembrar<br />

cáñamo ó lino en algunas partes, y <strong>de</strong>l concejo para vendimiar, y en otras no podían los<br />

vecinos recoger el grano <strong>de</strong> las eras y encerrarlo en las trojes hasta que tocasen en la iglesia<br />

la campana a cobrar el diezmo.<br />

Nadie mejor que cada uno en particular conoce la disposición y fuerza <strong>de</strong>l terreno, ni<br />

juzga con más acierto <strong>de</strong> los sistemas <strong>de</strong> cultivo y métodos <strong>de</strong> labranza, ni estudia con más<br />

ahínco las necesida<strong>de</strong>s presentes y futuras <strong>de</strong>l mercado para variar con tiempo la cantidad y<br />

calidad <strong>de</strong> los frutos y cosechas. Sin este grado <strong>de</strong> libertad no obtiene el labrador la<br />

merecida recompensa <strong>de</strong> tantos afanes como le cercan y <strong>de</strong> los riesgos a que se expone,<br />

fluctuando cada año y cada día entre la esperanza y el temor, según vienen suaves ó recias<br />

las estaciones.<br />

Debe el gobierno en verdad proteger la agricultura, pero removiendo los estorbos<br />

que embarazan y dificultan su a<strong>de</strong>lantamiento. Fun<strong>de</strong> escuelas ó institutos agronómicos,<br />

cuando el interés individual no sea bastante ilustrado y vigilante para sustituir con buenas<br />

prácticas la ciega rutina: <strong>de</strong>sconfíe <strong>de</strong> las haciendas mo<strong>de</strong>los, si por acaso no dan ejemplo<br />

<strong>de</strong> una administración vigilante y cuidadosa: arbitre medios <strong>de</strong> extinguir ó minorar la <strong>de</strong>uda<br />

hipotecaria, azote y plaga <strong>de</strong> los campos, porque agota los recursos <strong>de</strong>l propietario, cuando<br />

no es contraída para mejorar la finca: reforme, si fuere preciso, el or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> sucesión: alce<br />

las trabas que impi<strong>de</strong>n la libre circulación <strong>de</strong> la propiedad territorial: construya caminos y<br />

abra canales que faciliten el riego y la salida <strong>de</strong> los frutos, y con esto sólo no faltará<br />

alimento a la intervención <strong>de</strong>l estado.<br />

Dijimos salida, y en efecto, nada influye tan eficaz y po<strong>de</strong>rosamente en el progreso <strong>de</strong><br />

la agricultura como el pronto y buen <strong>de</strong>spacho <strong>de</strong> los frutos <strong>de</strong> la tierra. La industria<br />

agrícola <strong>de</strong>be ser una verda<strong>de</strong>ra industria, esto es, una profesión particular y una<br />

especulación lucrativa. Nadie pue<strong>de</strong> medrar en su oficio si no compra y ven<strong>de</strong> a su<br />

voluntad, y en vano se otorga la libertad <strong>de</strong> comprar y ven<strong>de</strong>r, si no hay compradores y


ven<strong>de</strong>dores en número suficiente.<br />

La agricultura sin industria que la haga compañía, arrastrará una vida lánguida,<br />

faltando la diversidad <strong>de</strong> productos que <strong>de</strong>spierta el <strong>de</strong>seo y proporciona los medios <strong>de</strong><br />

satisfacer nuestras necesida<strong>de</strong>s a favor <strong>de</strong>l cambio. Así se observa que florece en los<br />

alre<strong>de</strong>dores <strong>de</strong> las ciuda<strong>de</strong>s industriosas y mercantiles, y en las provincias y reinos don<strong>de</strong><br />

fomenta el consumo <strong>de</strong> los frutos la gran<strong>de</strong> variedad <strong>de</strong>l trabajo. Un pueblo todo ó casi<br />

todo compuesto <strong>de</strong> labradores, siempre será pobre y miserable. Privado <strong>de</strong> aquellos modos<br />

<strong>de</strong> vivir que constituyen la ocupación habitual <strong>de</strong> los artesanos y merca<strong>de</strong>res, la gente<br />

laboriosa se pega al terrón como la lepra al cuerpo, y el terrón no pue<strong>de</strong> con tanta carga.<br />

Cada uno procura bastarse a sí mismo, y limita la producción al ordinario sustento <strong>de</strong> su<br />

persona y familia. Allí perpetúa la rutina, porque el aislamiento cierra la puerta a las<br />

invenciones y mejoras que se propagan por el mundo industrial.<br />

Mucho importa al a<strong>de</strong>lantamiento <strong>de</strong> la agricultura la general afición a la vida <strong>de</strong>l<br />

campo, porque residiendo el propietario en medio <strong>de</strong> las tierras que cultiva, las ama con<br />

pasión, las cuida con esmero y las enriquece con nuevos capitales. Cuando los dueños<br />

afortunados <strong>de</strong> extensas y pingües haciendas encomiendan su cultivo y administración a<br />

manos mercenarias y consumen sus rentas en la ociosidad y lujo <strong>de</strong> la corte, <strong>de</strong>sfallece la<br />

agricultura. Entonces no hay reglas ni preceptos <strong>de</strong> economía rural, porque nada bueno<br />

pue<strong>de</strong> esperarse <strong>de</strong> la gente rústica y menesterosa.<br />

La resi<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong>l propietario cerca <strong>de</strong> sus tierras <strong>de</strong>be ser un acto espontáneo<br />

<strong>de</strong>terminado por una educación bien dirigida, el amor <strong>de</strong>l trabajo, la conveniencia propia y<br />

la completa seguridad <strong>de</strong> los campos. Mientras haya motivo para temer el asalto <strong>de</strong> los<br />

malhechores, ó los árboles, los frutos y cosechas carezcan <strong>de</strong> la eficaz protección que les<br />

dispense una buena policía rural, será injusto con<strong>de</strong>nar en el propietario un <strong>de</strong>svio ajeno a<br />

su voluntad, y vana toda provi<strong>de</strong>ncia encaminada a convertirlo en labrador. En esto, como<br />

en tantas otras cosas, más que las leyes pue<strong>de</strong>n las costumbres.<br />

Agitan los economistas la cuestión <strong>de</strong> si <strong>de</strong>be darse la preferencia al cultivo en gran<strong>de</strong><br />

ó en pequeño. Ambos sistemas tienen ardientes apologistas que con razones y ejemplos<br />

procuran inclinar la balanza a uno ú otro lado, y conviene oír el pro y el contra para emitir<br />

cada cual su voto con pleno conocimiento <strong>de</strong> causa.<br />

Aunque <strong>de</strong> ordinario la constitución agrícola ó sea la organización <strong>de</strong> la propiedad<br />

territorial influye en la adopción <strong>de</strong>l sistema <strong>de</strong> cultivo, sin embargo, la cuestión <strong>de</strong>l cultivo<br />

en gran<strong>de</strong> ó en pequeño es distinta <strong>de</strong> la cuestión <strong>de</strong> la gran<strong>de</strong> ó pequeña propiedad,<br />

porque pue<strong>de</strong> haber aglomeración <strong>de</strong> tierras y dispersión <strong>de</strong> labranzas por efecto <strong>de</strong> los<br />

arriendos y subarriendos, y al contrario, dispersión <strong>de</strong> tierras y aglomeración <strong>de</strong> labranzas<br />

en virtud <strong>de</strong> la asociación. La gran<strong>de</strong> ó pequeña propiedad no son causa necesaria <strong>de</strong>l<br />

gran<strong>de</strong> ó pequeño cultivo, como quiera que no siempre el propietario riega los campos con<br />

el sudor <strong>de</strong> su frente, ni hay leyes agrarias que limiten la hacienda <strong>de</strong>l labrador, ni pue<strong>de</strong> ni<br />

<strong>de</strong>be pa<strong>de</strong>cer menoscabo la justa libertad <strong>de</strong> los contratos.<br />

Si ten<strong>de</strong>mos la lista por el horizonte y observamos que las hereda<strong>de</strong>s están bien<br />

cerradas, las casas limpias y alegres ro<strong>de</strong>adas <strong>de</strong> huertos y jardines, los ganados gordos y<br />

crecidos, las servidumbres rústicas pocas y bien or<strong>de</strong>nadas, y en fin, el país risueño y gozando<br />

<strong>de</strong> la abundancia, allí todo acredita un cultivo en gran<strong>de</strong> ó extenso. Si al contrario,<br />

vemos los campos cortados y revueltos, no separados por cercas ó muros, sino cuando más<br />

por setos vivos, los sen<strong>de</strong>ros muchos y sin concierto, algunas manadas <strong>de</strong> un ganado flaco<br />

y ruin y las cabañas tristes sin apariencias <strong>de</strong> aseo ni comodidad revelando al pasajero la<br />

miseria <strong>de</strong> sus habitadores, allí prevalece <strong>de</strong> seguro el cultivo en pequeño ó intenso.<br />

Comparamos los extremos para que resalten ambos sistemas con el contraste; pero no<br />

siempre las cosas llegan al término imaginado.<br />

Militan en favor <strong>de</strong>l cultivo en gran<strong>de</strong> razones po<strong>de</strong>rosas, tales como la mayor<br />

economía <strong>de</strong> la producción corriendo las labores por junto, la abundancia <strong>de</strong> capitales que


permite mejorar los campos, adquirir y emplear máquinas, adoptar nuevos procedimientos<br />

agrícolas, hacer ensayos y experiencias, comprar y ven<strong>de</strong>r a tiempo, dividir el trabajo hasta<br />

don<strong>de</strong> lo consienta la agricultura y la mayor inteligencia <strong>de</strong>l cultivador, sea el mismo dueño<br />

<strong>de</strong> la tierra, sea un arrendatario consagrado a esta industria especial como a su verda<strong>de</strong>ra<br />

profesión.<br />

La <strong>de</strong>secación <strong>de</strong> terrenos pantanosos, las obras riego, los plantíos y otras mejoras<br />

costosas y <strong>de</strong> tan reembolso no se empren<strong>de</strong>n sino a beneficio <strong>de</strong> una agricultura rica y<br />

vigorosa. Prevalece este sistema en Inglaterra, don<strong>de</strong> una parte <strong>de</strong> las ganancias obtenidas<br />

en la industria y el comercio viene en forma <strong>de</strong> capital a fecundar la tierra, con cuyo auxilio<br />

el trabajo hombre llega a triunfar <strong>de</strong> la parsimonia <strong>de</strong> la naturaleza.<br />

Pondérase la excelencia <strong>de</strong>l cultivo en pequeño diciendo que procura a multitud <strong>de</strong><br />

personas bienes económicos, morales y políticos superiores; que el trabajo es más<br />

minucioso y sostenido por el ardor y la paciencia infatigables <strong>de</strong>l labrador propietario; que<br />

<strong>de</strong>seo <strong>de</strong> apurar las fuerzas <strong>de</strong>l terreno introduce continua rotación <strong>de</strong> las cosechas; que la<br />

angostura los campos obliga a sembrar y plantar en medio <strong>de</strong> las rocas; que permite añadir<br />

a las utilida<strong>de</strong>s ordinarias <strong>de</strong>l cultivo las extraordinarias <strong>de</strong> algún arte ú oficio y en fin, que<br />

la tierra recompensa con mano liberal 1os afanes <strong>de</strong> su señor, porque cuida el patrimonio<br />

<strong>de</strong> sus hijos como buen padre <strong>de</strong> familia.<br />

Con todo eso, es fuerza confesar que el cultivo en gran<strong>de</strong> convida con una mayor<br />

producción, bien que agra<strong>de</strong> a ciertos economistas el cultivo en pequeño bajo el punto <strong>de</strong><br />

vista <strong>de</strong> la mejor distribución <strong>de</strong> la riqueza. Cuando el labrador posee una hacienda siquiera<br />

mediana, escoge y reparte las producciones según la diversa calidad <strong>de</strong> los terrenos, y<br />

calcula las pérdidas y ganancias <strong>de</strong>l pasto ó labor; mas si sólo dispone <strong>de</strong> alguna ó algunas<br />

cortas hereda<strong>de</strong>s, <strong>de</strong>stina a huerto la tierra que pi<strong>de</strong> cereales, ó planta <strong>de</strong> viña el monte<br />

bueno para pinar, porque las necesida<strong>de</strong>s domésticas le obligan a poner <strong>de</strong> todo un poco, y<br />

así agota sus fuerzas, apura sus recursos, cultiva mal y vive agobiado con la <strong>de</strong>uda<br />

hipotecaria.<br />

El mejor sistema será aquel que guar<strong>de</strong> una proporción conveniente con la naturaleza<br />

<strong>de</strong>l terreno, la especie <strong>de</strong> cultivo y las faculta<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l cultivador. Preferir el uno al otro <strong>de</strong> un<br />

modo absoluto, parece temeridad. Las áridas llanuras <strong>de</strong> Castilla, la Mancha y Andalucía<br />

reclaman gran<strong>de</strong>s haciendas, porque la población escasea, las aguas faltan y el cultivo es<br />

uniforme; así como los estrechos valles y los abundantes riegos <strong>de</strong> Asturias y Galicia, junto<br />

con una población muy <strong>de</strong>nsa y una variedad infinita <strong>de</strong> producciones, empujan al país<br />

hacia las cortas labranzas.<br />

Ciertamente, seria preferible a todo una mediana concentración <strong>de</strong> labores, sin excluir<br />

ni un corto número <strong>de</strong> gran<strong>de</strong>s haciendas para servir <strong>de</strong> ejemplo en el arte <strong>de</strong>l cultivo, ni<br />

tampoco un número mayor <strong>de</strong> granjas ó caseríos que permitiese gozar a muchos <strong>de</strong> los<br />

beneficios <strong>de</strong> la propiedad territorial envidiada é insegura, si se reviste con las apariencias<br />

<strong>de</strong>l monopolio ó cuando menos <strong>de</strong>l privilegio.<br />

El movimiento favorable a la concentración ó dispersión <strong>de</strong> las labranzas <strong>de</strong>pen<strong>de</strong> <strong>de</strong><br />

la combinación <strong>de</strong> varias causas, y se <strong>de</strong>termina por la resultante <strong>de</strong> las fuerzas contrarias.<br />

Las leyes <strong>de</strong> sucesión, facilitando ó dificultando la división y subdivisión <strong>de</strong> las tierras<br />

influyen en la constitución <strong>de</strong> la propiedad, que pue<strong>de</strong> influir a su vez en el sistema <strong>de</strong><br />

cultivo. La prosperidad <strong>de</strong> las fábricas y <strong>de</strong>l comercio promueve la concentración, porque<br />

afluyen a la agricultura capitales que se emplean en comprar hereda<strong>de</strong>s a los labradores<br />

pobres, y en redon<strong>de</strong>ar las haciendas improvisadas.<br />

Opónense a la formación <strong>de</strong> estos cotos redondos y <strong>de</strong> mediana cabida que darían<br />

extraordinario impulso a la agricultura multiplicando la población rural, el apego <strong>de</strong>l<br />

labrador al patrimonio <strong>de</strong> su familia, el pesar <strong>de</strong>l bien ajeno, la codicia que acecha la ocasión<br />

<strong>de</strong> hacer pagar muy caro su gusto al vecino, los <strong>de</strong>rechos <strong>de</strong> hipoteca y los gastos que<br />

ocasiona la forma legal <strong>de</strong> los contratos.


Las socieda<strong>de</strong>s agrícolas libres y voluntarias formadas <strong>de</strong> propietarios ó cultivadores,<br />

<strong>de</strong> las cuales no faltan ejemplos dignos <strong>de</strong> alabanza é imitación, pue<strong>de</strong>n contribuir<br />

eficazmente al progreso <strong>de</strong> la industria rural. ¿Qué importaría al economista una ley <strong>de</strong><br />

sucesión que <strong>de</strong>smenuzase la herencia, si por medio <strong>de</strong> un convenio entre los cohere<strong>de</strong>ros<br />

se conservase íntegra la propiedad y el cultivo se hiciese en común, repartiendo <strong>de</strong>spués los<br />

productos en proporción <strong>de</strong>l capital y <strong>de</strong>l trabajo? De esta manera se concilian los extremos<br />

<strong>de</strong> la gran<strong>de</strong> producción y la equitativa distribución <strong>de</strong> la riqueza; y sin privar a nadie <strong>de</strong> la<br />

casa y <strong>de</strong> la tierra que lleva su nombre, se habría conseguido, sino extirpar, a lo menos<br />

disminuir la pobreza <strong>de</strong>l labrador.<br />

Mejorar por este camino la agricultura no es obra fácil ni breve. Los hábitos <strong>de</strong><br />

in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia, la inveterada costumbre <strong>de</strong> aislar sus intereses y la falta <strong>de</strong> aquella actividad,<br />

iniciativa y energía que distinguen los pueblos dotados <strong>de</strong> vida propia é in<strong>de</strong>pendiente <strong>de</strong>l<br />

estado, son obstáculos po<strong>de</strong>rosos al <strong>de</strong>sarrollo <strong>de</strong>l espíritu <strong>de</strong> comunidad; pero el fin es<br />

bueno, y los medios existen <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> nosotros. En otro tiempo la religión, la ciencia, la<br />

industria y la agricultura misma se refugiaban en el seno <strong>de</strong> las corporaciones, y lo que<br />

entonces era posible, no pue<strong>de</strong> ser imposible en nuestros días.<br />

CAPÍTULO XVII.<br />

De la propiedad territorial.<br />

Comparan los economistas la tierra con una multitud <strong>de</strong> máquinas <strong>de</strong> diversa<br />

potencia, porque en efecto dos campos <strong>de</strong> igual extensión ayudan más ó menos a la<br />

industria agrícola, según su mayor ó menor grado <strong>de</strong> fertilidad.<br />

Esta natural fecundidad <strong>de</strong> la tierra ha dado origen en todos tiempos a poner en duda<br />

si pue<strong>de</strong> ser objeto <strong>de</strong> legítima apropiación individual, y no pocas veces estallaron<br />

discordias civiles con motivo ó pretexto <strong>de</strong> leyes agrarias.<br />

Hubo y hay utopistas que preten<strong>de</strong>n regenerar el mundo con sus sistemas arbitrarios<br />

fundados en la comunidad <strong>de</strong> bienes; y no faltan economistas que consi<strong>de</strong>ran útil y justo<br />

atribuir al estado la propiedad <strong>de</strong> todo el suelo, reconociendo solamente la <strong>de</strong> los frutos en<br />

el cultivador a título <strong>de</strong> colono.<br />

La propiedad (dicen) en tanto es legítima, en cuanto significa la remuneración <strong>de</strong>l<br />

trabajo; y como la tierra no es obra <strong>de</strong>l hombre, no hay ningún titulo hábil que preste<br />

fundamento al <strong>de</strong>recho exclusivo <strong>de</strong> gozar un don espontáneo <strong>de</strong> la naturaleza. La<br />

ocupación primitiva podrá aceptarse como un hecho, pero no asentarse como un principio.<br />

Por otra parte, siendo la tierra instrumento <strong>de</strong> la producción agrícola, y sus frutos<br />

necesarios a la conservación <strong>de</strong> la vida, toda apropiación individual implica una usurpación<br />

manifiesta <strong>de</strong> los medios <strong>de</strong> existencia otorgados colectivamente por la naturaleza a la<br />

humanidad, equivale al <strong>de</strong>spojo <strong>de</strong> muchos en beneficio <strong>de</strong> pocos, y en fin constituye un<br />

verda<strong>de</strong>ro é injusto monopolio.<br />

Cierto que la tierra no fue creada por el hombre, pues el hombre nada crea,<br />

limitándose su po<strong>de</strong>r a modificar la materia para producir utilida<strong>de</strong>s. La ocupación<br />

primitiva <strong>de</strong> un campo dio origen a multitud <strong>de</strong> operaciones que aumentaron su natural<br />

fertilidad. El primer ocupante lo <strong>de</strong>scepa y limpia <strong>de</strong> malezas y animales dañinos, lo <strong>de</strong>seca<br />

y sanea dando salida a las aguas estancadas, lo cerca, ara, siembra ó planta, lo cuida y vigila<br />

hasta que pone término a sus continuas labores recogiendo el fruto que tantas veces ha<br />

regado con el sudor <strong>de</strong> su frente.<br />

Ahora bien: ¿débese la cosecha al trabajo <strong>de</strong>l hombre, a la fecundidad <strong>de</strong> la tierra, ó al<br />

influjo <strong>de</strong> ambas causas reunidas? Y en este caso ¿cuál es la parte que a cada una<br />

correspon<strong>de</strong>? ¿Hay por ventura algún criterio razonable para fijar la proporción?<br />

La verdad es que el valor primitivo <strong>de</strong>l fundo entra por muy poco en la suma <strong>de</strong>l<br />

valor adquirido mediante el trabajo. Si la actividad <strong>de</strong>l hombre no se <strong>de</strong>spertase con el<br />

estímulo <strong>de</strong> una posesión perpetua y el <strong>de</strong>recho exclusivo <strong>de</strong> gozar los frutos <strong>de</strong> la tierra,


nadie la cultivaría con el afán que inspira siempre el interés individual.<br />

Libertad, propiedad y familia son <strong>de</strong>rechos sagrados que se <strong>de</strong>rivan <strong>de</strong> la naturaleza y<br />

están unidos con vínculo indisoluble; <strong>de</strong> modo que si uno <strong>de</strong> ellos perece, los otros<br />

participan <strong>de</strong> su ruina y se trastornan los fundamentos <strong>de</strong>l or<strong>de</strong>n social.<br />

La propiedad es una manifestación <strong>de</strong> la libertad humana en las obras <strong>de</strong> la industria,<br />

y una confirmación <strong>de</strong> nuestra personalidad. Cuando el estado se abroga la propiedad <strong>de</strong><br />

todos, y esta forma colectiva sustituye a la individual, prevalece la comunidad <strong>de</strong> bienes, y<br />

se sacrifica la realidad a la utopía, y la civilización a la barbarie.<br />

Si la tierra repugna la apropiación individual ¿con qué <strong>de</strong>recho España, Francia ó<br />

Inglaterra poseen una parte <strong>de</strong>l globo? Reconocer el dominio <strong>de</strong> esta ó aquella nación en el<br />

territorio que ocupa ¿no envuelve el <strong>de</strong>spojo <strong>de</strong> las <strong>de</strong>más naciones que pue<strong>de</strong>n<br />

revindicarlo a nombre <strong>de</strong> la humanidad? Sí, porque los pueblos son gran<strong>de</strong>s familias que<br />

proce<strong>de</strong>n <strong>de</strong> un solo tronco. Así, pues, ó no es legítima la propiedad <strong>de</strong>l estado, ó si lo es,<br />

también la particular.<br />

Debieran reflexionar los pocos economistas que se allegan al socialismo <strong>de</strong>fendiendo<br />

la propiedad territorial colectiva, cuánto se <strong>de</strong>svían <strong>de</strong> los principios <strong>de</strong> la ciencia y<br />

contradicen sus mismas doctrinas sobre la eficacia <strong>de</strong>l interés individual y la división <strong>de</strong>l<br />

trabajo<br />

Si todos los hombres hubiesen <strong>de</strong> ser labradores, ó fuese la tierra la única fuente <strong>de</strong><br />

riqueza, podría <strong>de</strong>cirse con razón que la propiedad particular era un <strong>de</strong>spojo violento, un<br />

injusto y odioso monopolio. Mas consi<strong>de</strong>rando que la naturaleza dotó a los hombres con<br />

diversas aptitu<strong>de</strong>s, <strong>de</strong> don<strong>de</strong> nacen distintas vocaciones, por manera que unos se <strong>de</strong>dican a<br />

la agricultura otros a las artes y oficios, otros al comercio, y cada uno en la industria que<br />

profesa produce más que consume, y todos participan <strong>de</strong> todo por medio <strong>de</strong>l cambio; el<br />

dueño <strong>de</strong> la tierra, aumentando con el cultivo sus fuerzas productivas, aumenta la riqueza<br />

general, y se pone al servicio <strong>de</strong> los que no cogen frutos, pero suministran artefactos, ó se<br />

aplican a la mercancía, y movido por su propio interés a nadie hace daño, antes ce<strong>de</strong> en<br />

beneficio común el <strong>de</strong>recho <strong>de</strong> propiedad.<br />

No la hay verda<strong>de</strong>ra, cuando la ley no reconoce la facultad <strong>de</strong> disponer <strong>de</strong> las cosas<br />

por contrato ó por testamento, esto es, durante la vida <strong>de</strong>l hombre, ó en la hora misma <strong>de</strong><br />

su muerte. Así, pues, el <strong>de</strong>recho <strong>de</strong> testar es inherente al <strong>de</strong>recho <strong>de</strong> propiedad. Lo justo y<br />

lo útil se combinan, porque si el hombre no se gozase con la esperanza <strong>de</strong> transmitir sus<br />

bienes a una persona digna <strong>de</strong> su afecto, no plantaría un árbol, no edificaría una casa, no<br />

empren<strong>de</strong>ría ningúna mejora costosa y <strong>de</strong> tardío reembolso; y si por ventura había<br />

ahorrado en la juventud para la vejez, cercano el término <strong>de</strong> sus días, disiparía su fortuna<br />

hasta consumir el último óbolo al rendir el último aliento, por que un extraño no se<br />

aprovechase <strong>de</strong> su trabajo, sus ahorros y sacrificios.<br />

Lo mismo <strong>de</strong>cimos <strong>de</strong> las leyes <strong>de</strong> sucesión. La propiedad territorial pertenece más<br />

bien a la familia que al individuo; y tanto es así, que los padres y los hijos se reputan<br />

condueños. Esta comunidad <strong>de</strong> bienes se legitima con la participación <strong>de</strong> todos en el<br />

trabajo, y es un vínculo <strong>de</strong> la sociedad doméstica que fortifica los lazos <strong>de</strong> la sangre. La<br />

herencia y la familia son dos instituciones perpetuamente inseparables. Sin la herencia la<br />

propiedad se convertiría en una posesión precaria, ó cuando más en un mero usufructo. La<br />

herencia constituye el patrimonio <strong>de</strong> la familia. Por otra parte, la sucesión intestada <strong>de</strong><br />

padres a hijos ¿no es la recta interpretación <strong>de</strong> la última voluntad?<br />

La sucesión entre colaterales tiene más <strong>de</strong> civil que <strong>de</strong> natural, a lo menos cuando<br />

pasa <strong>de</strong> los hermanos; por cuya razón suele el <strong>de</strong>recho establecer la limitación <strong>de</strong> grados. El<br />

criterio <strong>de</strong> la <strong>Economía</strong> política es siempre favorable a la propiedad más fecunda, y por lo<br />

mismo prefiere un or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> suce<strong>de</strong>r que dificulte la ampliación <strong>de</strong>l dominio publico a<br />

expensas <strong>de</strong>l privado.<br />

La expropiación por causa <strong>de</strong> utilidad común se funda en el principio que el <strong>de</strong>recho


<strong>de</strong> propiedad no es absoluto; y así como el propietario <strong>de</strong>be abstenerse <strong>de</strong> irrogar perjuicio<br />

a tercero, así <strong>de</strong>be resignarse al sacrificio que le exige la ley a nombre <strong>de</strong>l bien general.<br />

Aunque toda enajenación forzosa a titulo <strong>de</strong> utilidad común supone la in<strong>de</strong>mnización<br />

previa, siempre perturba más ó menos el or<strong>de</strong>n económico <strong>de</strong>sviando <strong>de</strong> su camino el<br />

trabajo y el capital; y a esto se aña<strong>de</strong> que si no hiere, lastima el <strong>de</strong>recho <strong>de</strong> propiedad. Por<br />

eso conviene ser parco en la aplicación <strong>de</strong> un principio que fácilmente se <strong>de</strong>sliza <strong>de</strong>l uso al<br />

abuso.<br />

CAPÍTULO XVIII.<br />

De las diversas clases <strong>de</strong> cultivadores<br />

y arrendamientos.<br />

Para mejor <strong>de</strong>mostrar la influencia <strong>de</strong> las diversas clases <strong>de</strong> cultivadores en la<br />

producción agrícola, juzgamos conveniente consultar la historia, y tomar <strong>de</strong> ella varias<br />

noticias acerca <strong>de</strong> la condición <strong>de</strong> las personas y <strong>de</strong> las tierras, y <strong>de</strong> los cambios y mudanzas<br />

que sobrevinieron en el curso <strong>de</strong> los siglos.<br />

La regla en este punto es combinar el mayor grado posible <strong>de</strong> libertad <strong>de</strong>l cultivador<br />

con el pleno dominio <strong>de</strong>l campo, <strong>de</strong> modo que lleguen a confundirse los intereses <strong>de</strong>l<br />

labrador y los <strong>de</strong>rechos <strong>de</strong>l propietario. Cuanto más nos alejemos <strong>de</strong> este sistema, tanto<br />

menos fecundo será el trabajo aplicado a la agricultura, porque ó falta <strong>de</strong>l todo, ó se <strong>de</strong>bilita<br />

en parte el interés individual.<br />

Siguese <strong>de</strong> aquí que el peor <strong>de</strong> los cultivos será siempre el <strong>de</strong> los esclavos, segura era<br />

costumbre en la antigüedad, y todavía fue conocido y practicado en toda Europa durante la<br />

edad media. En España, corriendo los primeros años <strong>de</strong> la reconquista, los cristianos<br />

reducían a cautiverio a los moros prisioneros <strong>de</strong> guerra (mancipia), y los aplicaban al servicio<br />

personal ó al cultivo <strong>de</strong> la tierra. Había también siervos cristianos que lo eran <strong>de</strong> nacimiento<br />

ó por vía <strong>de</strong> pena, y daban origen a las familias <strong>de</strong> criazon ó servitus glebœ <strong>de</strong> los romanos. Esta<br />

clase <strong>de</strong> siervos estaban afectos a la tierra que cultivaban para sus señores con vinculo tan<br />

po<strong>de</strong>roso, que se enajenaban juntamente homines et hœreditates.<br />

La agricultura no prosperó ni podía prosperar con tales condiciones, pues el siervo<br />

sólo trabaja movido <strong>de</strong>l temor al castigo. Cuando la esperanza <strong>de</strong> coger el fruto <strong>de</strong> sus<br />

afanes alienta el corazón <strong>de</strong>l hombre y el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> mejorar <strong>de</strong> suerte le estimula, no se <strong>de</strong>ja<br />

con facilidad vencer <strong>de</strong> la fatiga. Por otra parte el trabajo servil es poco inteligente, porque<br />

la abyección y miseria <strong>de</strong>l esclavo le envilecen y <strong>de</strong>gradan hasta ponerle casi al nivel <strong>de</strong>l<br />

bruto.<br />

Por eso dicen con razón los economistas que el trabajo arrancado con violencia es<br />

improductivo, ó mucho menos productivo que el voluntario y bien retribuido. Los gran<strong>de</strong>s<br />

propietarios y señores <strong>de</strong> siervos pasan por los verda<strong>de</strong>ros cultivadores, y sin embargo,<br />

viven en estéril ociosidad, <strong>de</strong>s<strong>de</strong>ñando la vigilancia y dirección <strong>de</strong> unas labores tan<br />

humil<strong>de</strong>s. Allí no existe la clase intermedia <strong>de</strong> especuladores que emplean su capital y su<br />

industria en beneficiar la tierra ajena, tomándola en arrendamiento por cierto número <strong>de</strong><br />

años y <strong>de</strong>jándola cumplido el plazo muy mejorada, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber hecho su fortuna y<br />

aumentado la renta <strong>de</strong>l propietario.<br />

Sin duda la esclavitud es incompatible con una mediana prosperidad, porque ahoga el<br />

germen <strong>de</strong> todas las artes y oficios necesarios a la vida. Así, conforme se van aligerando las<br />

ca<strong>de</strong>nas <strong>de</strong>l esclavo, la industria agrícola <strong>de</strong>spierta <strong>de</strong> su letargo. De este modo la<br />

servidumbre territorial fue un verda<strong>de</strong>ro progreso, porque favorecía el sentimiento <strong>de</strong> la<br />

propiedad y la familia, pues la posesión <strong>de</strong> un campo continuada en una serie <strong>de</strong><br />

generaciones excitaba el ardor <strong>de</strong>l cultivo, acabando el labrador por mirar como suya la tierra<br />

regada con el sudor <strong>de</strong> sus padres y abuelos. Era el tránsito natural <strong>de</strong> un titulo precario a<br />

la posesión perpetua, y <strong>de</strong> ésta a la propiedad plena y absoluta.


Próximo a la condición <strong>de</strong>l siervo viene el vasallo solariego <strong>de</strong> cuya persona y<br />

propiedad podía disponer el señor, sin que el oprimido hallase amparo en la justicia. Con el<br />

tiempo leyes más sabias y humanas <strong>de</strong>clararon a los solariegos en libertad <strong>de</strong> salir, si quisiesen,<br />

<strong>de</strong> la heredad, pero negándoles el <strong>de</strong>recho <strong>de</strong> ven<strong>de</strong>rla y <strong>de</strong> pedir el importe <strong>de</strong> las<br />

mejoras. En los lugares <strong>de</strong> señorío era muy común el fuero <strong>de</strong> no ser expulsados <strong>de</strong> los<br />

solares ni aun por causa <strong>de</strong> <strong>de</strong>lito. Estos labradores cultivaban las tierras <strong>de</strong>l señor como<br />

verda<strong>de</strong>ros colonos ó enfitéutas, y en ellos empieza la separación <strong>de</strong>l dominio directo y útil.<br />

Vivian sujetos a prestaciones onerosas; mas era un gran paso hacia la constitución <strong>de</strong> la<br />

propiedad territorial.<br />

Aunque el solariego distaba mucho <strong>de</strong> ser propietario, al fin era hombre libre que<br />

cultivaba la tierra con la carga <strong>de</strong> permanecer en la casa y en el campo, hasta que el<br />

progreso <strong>de</strong> la libertad civil trocó su condición <strong>de</strong> vasallo natural en colono voluntario, y las<br />

prestaciones feudales fueron convertidas en un canon mo<strong>de</strong>rado. La enfiteusis operó una<br />

revolución en la agricultura, apo<strong>de</strong>rándose <strong>de</strong> multitud <strong>de</strong> terrenos fértiles y <strong>de</strong>scansados,<br />

rompiéndolos y <strong>de</strong>scuajándolos y haciendo sementeras allí don<strong>de</strong> antes sólo se tornaban<br />

algunos miserables esquilmos. Con el tiempo esta muchedumbre <strong>de</strong> labradores pobres y<br />

mercenarios se transformó en una clase po<strong>de</strong>rosa por su número y riqueza.<br />

La comunidad <strong>de</strong> <strong>de</strong>rechos entre el señor y el colono no satisface los <strong>de</strong>seos <strong>de</strong>l<br />

economista. El primer vicio <strong>de</strong>l sistema consiste en no permitir la consolidación <strong>de</strong>l<br />

dominio redimiendo las cargas que pesan sobre la propiedad territorial, para que el labrador<br />

pueda reputarse dueño absoluto <strong>de</strong> la tierra y aplicar sus ahorros a la mejora <strong>de</strong> la hacienda<br />

que constituye el patrimonio <strong>de</strong> una familia. Y aunque las leyes no toleran el <strong>de</strong>spojo<br />

arbitrario, se ponen trabas a la circulación <strong>de</strong> los bienes raíces <strong>de</strong> mil modos, haciendo<br />

<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>r <strong>de</strong> dos distintas y acaso encontradas volunta<strong>de</strong>s el empleo <strong>de</strong> todos los elementos<br />

productivos <strong>de</strong> riqueza.<br />

Entretanto el concejo repartía la propiedad comunal en suertes ó lotes individuales,<br />

<strong>de</strong>jando pro indiviso la porción necesaria al uso general <strong>de</strong> los vecinos, y otra parte para<br />

constituir la dotación <strong>de</strong>l pueblo y acudir con sus productos y rentas a los gastos <strong>de</strong> la<br />

comunidad.<br />

Por estos pasos y términos llegaron a emanciparse simultáneamente el hombre y la<br />

tierra, que es uno <strong>de</strong> los mayores beneficios <strong>de</strong> la civilización cristiana, y una <strong>de</strong> las causas<br />

más eficaces <strong>de</strong> los a<strong>de</strong>lantamientos <strong>de</strong> la mo<strong>de</strong>rna agricultura.<br />

Tenemos ahora una propiedad territorial bien or<strong>de</strong>nada, porque la tierra no está<br />

sujeta a otras cargas forzosas que las fiscales; tenemos a<strong>de</strong>más labradores que gozan <strong>de</strong><br />

toda la plenitud <strong>de</strong>l dominio, y por ultimo leyes protectoras <strong>de</strong> la libertad <strong>de</strong>l cultivo y la<br />

cosecha.<br />

Mas como no todos los hombres pue<strong>de</strong>n ser propietarios, ni todos los propietarios<br />

labradores, hay necesidad <strong>de</strong> modificar el sistema <strong>de</strong> cultivo patriarcal en virtud <strong>de</strong> los<br />

contratos. La producción agrícola requiere el concurso <strong>de</strong> la tierra, el capital y el trabajo. Si,<br />

como suele acontecer, el propietario no posee todos los elementos <strong>de</strong> la creación <strong>de</strong> la<br />

riqueza, será forzoso solicitar el auxilio <strong>de</strong>l capitalista y jornalero para empren<strong>de</strong>r las<br />

labores, ó ce<strong>de</strong>r los servicios productivos <strong>de</strong>l terreno a una tercera persona mediante ciertos<br />

pactos y condiciones según la voluntad libre <strong>de</strong> los interesados. Lo primero es un concierto<br />

común a la industria en general: lo segundo es propio <strong>de</strong> la agricultura, y da origen al<br />

arrendamiento <strong>de</strong> las tierras, cuyas formas son más ó menos favorables a la producción<br />

agrícola, y por lo mismo merecen particular examen.<br />

Hemos dicho que <strong>de</strong> todos los sistemas <strong>de</strong>l cultivo merece la preferencia a los ojos<br />

<strong>de</strong>l economista el que corre a cargo <strong>de</strong>l propietario, porque nadie pone tanta diligencia y<br />

cuidado en labrar la tierra, mejorarla y aumentar su fertilidad, como el hombre que tiene el<br />

<strong>de</strong>recho exclusivo <strong>de</strong> recoger sus frutos. Síguese <strong>de</strong> aquí que entre todas las formas <strong>de</strong><br />

arrendamiento <strong>de</strong>bemos preferir aquella que más aproxima la condición <strong>de</strong>l cultivador a la


<strong>de</strong>l propietario.<br />

Es muy frecuente en Europa el contrato llamado <strong>de</strong> aparcería, el cual consiste en<br />

labrar la tierra ajena pagando el cultivador ó casero al dueño <strong>de</strong> la heredad, no una renta fija<br />

en dinero ó en especie, sino una cuota parte <strong>de</strong>l producto, sea una mitad (cultivo a medias),<br />

sea un tercio ó dos tercios. Unas veces el propietario da la tierra solamente, otras aña<strong>de</strong> una<br />

porción <strong>de</strong>l capital, como las semillas ó la yunta <strong>de</strong> labor, según la costumbre <strong>de</strong>l país.<br />

Este contrato ofrece algunas ventajas en cambio <strong>de</strong> no leves inconvenientes. Sin duda<br />

el aparcero carece <strong>de</strong>l po<strong>de</strong>roso estímulo <strong>de</strong>l propietario que hace suyos todos los frutos;<br />

pero tiene gran<strong>de</strong> interés en aumentar la producción agrícola, porque al fin es socio en la<br />

empresa y partícipe en las ganancias. Cuando el uso consagra la perpetuidad <strong>de</strong>l<br />

arrendamiento suben <strong>de</strong> punto los beneficios <strong>de</strong> la aparcería, pues el labrador se reputa<br />

dueño, ó por lo menos condueño <strong>de</strong> la tierra.<br />

Sin embargo, quedan graves obstáculos a la prosperidad <strong>de</strong> la agricultura. El aparcero<br />

suele ser un labrador pobre que acepta el partido que le ofrece el propietario, más bien con<br />

ánimo <strong>de</strong> ganar la vida y proveer al sustento <strong>de</strong> su familia, que con el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> hacer<br />

fortuna multiplicando las cosechas a fuerza <strong>de</strong> mejoras. Sin capital suficiente rin<strong>de</strong> poco el<br />

trabajo. Cuando el propietario se lo suministra, procura no añadirle sus ahorros por temor<br />

<strong>de</strong> que incorporados a la hacienda, pasen a otras manos.<br />

Suce<strong>de</strong> asimismo que la aparcería conduce a una extremada división <strong>de</strong> la propiedad<br />

territorial, ocasión, sino causa, <strong>de</strong> un cultivo <strong>de</strong>masiadamente pequeño é inferior. Si la<br />

población agrícola es numerosa y no se <strong>de</strong>scarga por falta <strong>de</strong> industria, los pegujaleros se<br />

disputan las tierras con encarnizamiento, y pujan la parte <strong>de</strong>l propietario hasta un límite que<br />

envuelve su ruina.<br />

El contrato <strong>de</strong> arrendamiento mediante una pensión ó canon anual constituye el<br />

colonato. Por regla general es mejor la condición <strong>de</strong>l colono que la <strong>de</strong>l aparcero,<br />

principalmente allí don<strong>de</strong> hay capitales en abundancia y personas cuya profesión consiste<br />

en beneficiar la tierra, como otras toman sobre si una empresa industrial ó mercantil.<br />

La renta pue<strong>de</strong> ser fija ó variable: la primera, ó sea la inmovilidad <strong>de</strong>l precio originario<br />

<strong>de</strong>l arrendamiento, aviva la actividad ó inteligencia <strong>de</strong>l cultivador, porque sabe que el<br />

exceso <strong>de</strong> la producción es su recompensa: la segunda ó la progresiva a cada renovación <strong>de</strong>l<br />

contrato, entibia su ardor al ver cómo ce<strong>de</strong> en provecho <strong>de</strong>l señor <strong>de</strong> la tierra una parte <strong>de</strong><br />

las ganancias logradas con su capital y trabajo.<br />

Una renta muy alta infun<strong>de</strong> el <strong>de</strong>saliento en el ánimo <strong>de</strong>l colono que acaba por<br />

resignarse a su miseria y le priva <strong>de</strong> los medios <strong>de</strong> mejorar la hacienda, aunque no llegue a<br />

producir el <strong>de</strong>smayo <strong>de</strong> la industria agrícola. Una renta muy baja suele ser causa <strong>de</strong><br />

abandono y negligencia.<br />

Los arrendamientos <strong>de</strong> larga duración favorecen más el progreso <strong>de</strong> la agricultura que<br />

los celebrados por tiempo breve. Nadie invierte un capital en mejorar la tierra que cultiva,<br />

ni se afana y suda, no estando seguro <strong>de</strong>l premio. El interés individual tan solícito y<br />

empren<strong>de</strong>dor en el propietario, <strong>de</strong>sfallece en el arrendatario que pasa pronto; pero un plazo<br />

<strong>de</strong> diez, veinte ó treinta años permite alimentar la esperanza <strong>de</strong> gozar el fruto <strong>de</strong> nuestra<br />

laboriosidad, inteligencia y economía.<br />

La enfiteusis es un contrato ventajoso bajo el punto <strong>de</strong> vista económico, porque el<br />

canon se estipula en consi<strong>de</strong>ración al valor actual <strong>de</strong> la finca, no pa<strong>de</strong>ce alteración y crea<br />

<strong>de</strong>rechos perpetuos. Los foros <strong>de</strong> Asturias y Galicia son una <strong>de</strong>generación <strong>de</strong> la enfiteusis<br />

cuya utilidad, en cuanto promovieron la reducción <strong>de</strong> los eriales, está fuera <strong>de</strong> controversia;<br />

pero hoy perjudican a la agricultura agobiada con pensiones irremediables, empobrecida<br />

con un cultivo diminuto, y en fin muerta por la inmensa confusión <strong>de</strong> los <strong>de</strong>rechos <strong>de</strong><br />

dominio.<br />

CAPÍTULO XIX.


De la amortización.<br />

Todos los bienes raíces, muebles ó semovientes <strong>de</strong>ben estar en libre circulación,<br />

porque los valores se multiplican con el cambio. Quien compra, ven<strong>de</strong> ó permuta una cosa,<br />

halla más ventaja en poseer el objeto recibido que en continuar poseyendo el objeto dado, y<br />

así ambos contratantes ganan por igual.<br />

Por otra parte, cuando el trabajo y el capital siguen el rumbo señalado por el interés<br />

particular, ó cuando el hombre goza <strong>de</strong> entera libertad para escoger aquel ramo <strong>de</strong> industria<br />

a que su vocación le inclina, las riquezas crecen con rapi<strong>de</strong>z extraordinaria a beneficio <strong>de</strong> la<br />

actividad incesante y la singular aptitud <strong>de</strong> los productores.<br />

Esta doctrina <strong>de</strong> general aplicación cobra un grado mayor <strong>de</strong> importancia en<br />

tratándose <strong>de</strong> las tierras. En efecto, son las tierras el instrumento necesario <strong>de</strong> la<br />

producción agrícola, limitadas en extensión, diversas en fertilidad, distintas por su situación,<br />

<strong>de</strong> secano ó regadío, y en fin, tienen propieda<strong>de</strong>s muy diferentes. Unas se <strong>de</strong>stinan a pasto,<br />

otras a labor, otras a ciertos usos industriales, aquellas al asiento <strong>de</strong> edificios.<br />

La infinita variedad <strong>de</strong> aprovechamientos que ofrece la propiedad territorial exige una<br />

gran<strong>de</strong> movilidad en los <strong>de</strong>rechos <strong>de</strong>l dominio. Toda ley que impida ó dificulte la<br />

circulación <strong>de</strong> las tierras, <strong>de</strong>be ser reprobada en el or<strong>de</strong>n económico, porque paraliza ó<br />

retarda el movimiento <strong>de</strong> la riqueza. El móvil po<strong>de</strong>roso <strong>de</strong>l interés individual pier<strong>de</strong> su<br />

eficacia, cuando obstáculos invencibles atajan el curso natural <strong>de</strong> los capitales y el trabajo.<br />

La amortización ó la adquisición <strong>de</strong> tierras por manos muertas a quienes les está<br />

prohibido enajenar, es uno <strong>de</strong> los más graves impedimentos a la prosperidad <strong>de</strong> la<br />

agricultura.<br />

Llámase amortización civil el estanco <strong>de</strong> las tierras que constituyen los vínculos y<br />

mayorazgos, y eclesiástica si forman la dotación permanente <strong>de</strong> las iglesias, monasterios,<br />

hospitales y otras cualesquiera fundaciones piadosas.<br />

Pasamos por alto los argumentos sacados <strong>de</strong> la moral y la justicia con que fue<br />

combatida la amortización civil <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el siglo XVII hasta nuestros días, pues tales razones<br />

no son <strong>de</strong> la propia y verda<strong>de</strong>ra competencia <strong>de</strong>l economista. Omitimos también examinar<br />

la cuestión <strong>de</strong> si los mayorazgos son, ó no, el único medio <strong>de</strong> perpetuar las familias ilustres<br />

cuyos nombres se enlazan con la historia <strong>de</strong> un gran pueblo, y <strong>de</strong> consolidar un gobierno<br />

con el apoyo <strong>de</strong> una rica y po<strong>de</strong>rosa aristocracia territorial, porque seria invadir el campo <strong>de</strong><br />

la política y usurparle su prerrogativa. Basta recordar que la ciencia económica tiene su<br />

criterio no superior, ni inferior, sino distinto <strong>de</strong> las <strong>de</strong>más. Cuestiones <strong>de</strong> esta naturaleza<br />

<strong>de</strong>bieran someterse a la suprema jurisdicción <strong>de</strong> la ciencia social, si algún día pue<strong>de</strong> haberla<br />

en el mundo.<br />

La vinculación <strong>de</strong> los bienes estorba las compras, ventas y permutas necesarias a la<br />

utilidad común, facilita la acumulación <strong>de</strong> las haciendas fuera <strong>de</strong> toda proporción con el<br />

capital, induce a la ociosidad, y así andan las tierras por renta ó censo, y no por labor, y es<br />

causa <strong>de</strong> que los edificios se abandonen y arruinen.<br />

Si el poseedor <strong>de</strong> un mayorazgo se aplicase a dirigir por sí mismo la labranza, la<br />

nación percibiría los beneficios <strong>de</strong> una extensa cultura; mas perseverando en la antigua<br />

costumbre <strong>de</strong> vivir muy <strong>de</strong>scansado y gozar tranquilo <strong>de</strong> la fortuna heredada <strong>de</strong> sus<br />

mayores, impi<strong>de</strong> la reunión <strong>de</strong>l cultivo a la propiedad, la división y población <strong>de</strong> las suertes,<br />

y que las tierras se trabajen todos los años y rindan dobladas cosechas.<br />

Según la práctica constante <strong>de</strong>l foro el sucesor <strong>de</strong>l mayorazgo no tenia obligación <strong>de</strong><br />

estar a los arrendamientos celebrados por su antecesor; opinión funesta a nuestra<br />

agricultura, porque reducía a cortos plazos 1os arriendos, y con esto sólo <strong>de</strong>salentaba el<br />

cultivo <strong>de</strong> las tierras vinculares. El colono que pasa pronto no cerca, planta ni mejora una<br />

suerte que ha <strong>de</strong> disfrutar tres ó cuatro años, y <strong>de</strong> cuya llevanza no está jamás seguro.<br />

Reduce su trabajo a las cosechas presentes, trata sólo <strong>de</strong> esquilmar la tierra, y no se cuida <strong>de</strong>


la producción futura que nada le importa.<br />

La vinculación aprisiona las tierras, las estanca y excluye <strong>de</strong>l mercado general <strong>de</strong> los<br />

valores, perturbando el equilibrio <strong>de</strong> la oferta y la <strong>de</strong>manda. De aquí nace que haya capitales<br />

sin tierra y tierra sin capitales con manifiesto quebranto <strong>de</strong> la agricultura. Una persona ó<br />

corporación que pue<strong>de</strong> enajenar sus bienes, ven<strong>de</strong> una parte para mejorar el resto con el<br />

producto <strong>de</strong> la venta; mas la persona ó corporación a quien no es lícito enajenar ni ofrecer<br />

buena hipoteca, no tan sólo se daña a sí misma, sino que también niega un empleo lucrativo<br />

al trabajo y capital ajenos, permaneciendo ociosos, ú ocupándose por necesidad en<br />

empresas <strong>de</strong> menor ganancia.<br />

Las mejoras hechas en las fincas vinculadas ce<strong>de</strong>n en beneficio <strong>de</strong>l inmediato sucesor,<br />

y los afectos <strong>de</strong> la naturaleza prohíben al padre hacer gastos que implican el<br />

<strong>de</strong>sheredamiento injusto <strong>de</strong> los hijos menos venturosos, con lo cual los muros se caen, las<br />

presas se ciegan, los árboles se cortan y no se replantan, las casas se hun<strong>de</strong>n, el cultivo se<br />

<strong>de</strong>scuida y la producción extenúa y aniquila.<br />

Si los gran<strong>de</strong>s mayorazgos son perniciosos a la agricultura, todavía merecen más agria<br />

censura los vínculos cortos, porque los primeros pue<strong>de</strong>n hallar disculpa en la conservación<br />

<strong>de</strong> la nobleza; mas los segundos sólo conducen a que el merca<strong>de</strong>r <strong>de</strong>je su trato, el<br />

negociante su giro, su taller el oficial ó maestro, y el labrador sus hereda<strong>de</strong>s como<br />

profesiones <strong>de</strong> poca honra é indignas <strong>de</strong> un hidalgo ó caballero. No tuvieron la menor<br />

parte en alimentar el ocio <strong>de</strong> los españoles en el siglo XVII y aun en el XVIII, cuando eran<br />

reputadas por viles las artes mecánicas, y sólo alcanzaba estimación la vida holgada, siquiera<br />

fuese viciosa. El vulgo miraba con <strong>de</strong>sdén al rico por su trabajo, y guardaba su indulgencia<br />

para el pobre vagabundo que vivía <strong>de</strong>l juego, <strong>de</strong> trampas ó <strong>de</strong> limosna.<br />

La amortización eclesiástica, acumulando bienes raíces en las manos <strong>de</strong>l clero secular<br />

y regular, también enflaquece el estado y perjudica a la multiplicación <strong>de</strong> las clases<br />

laboriosas. Las Cortes y nuestros mejores repúblicos advirtieron el peligro <strong>de</strong> perpetuar<br />

tantas y tan gran<strong>de</strong>s haciendas en el dominio <strong>de</strong> Iglesia, aunque pa<strong>de</strong>cieron engaño al<br />

atribuir la penuria <strong>de</strong> los tiempos y el quebranto <strong>de</strong> esta monarquía en población y riqueza a<br />

vicios secundarios <strong>de</strong> la constitución agrícola, olvidando el primero y mayor <strong>de</strong> todos que<br />

era la prohibición <strong>de</strong> enajenar.<br />

Si los bienes <strong>de</strong>l clero pudieran pasar <strong>de</strong> mano en mano como los pertenecientes a<br />

seglares no sujetos a vinculación, el mal <strong>de</strong> las muchas adquisiciones se remediaría por sí<br />

solo, ó por lo menos se mitigaría cor la libertad <strong>de</strong> los contratos; pero la amortización<br />

eclesiástica junta con la civil estancaban casi toda la propiedad territorial y la tenían<br />

enca<strong>de</strong>nada, privándola <strong>de</strong> aquella fecunda movilidad que es un principio <strong>de</strong> vida y se llama<br />

en la <strong>Economía</strong> política circulación <strong>de</strong> la riqueza, como en la economía animal circulación <strong>de</strong> la<br />

sangre.<br />

Gozaban los bienes <strong>de</strong>l clero <strong>de</strong>l privilegio <strong>de</strong> la inmunidad ó exención <strong>de</strong> tributos; <strong>de</strong><br />

suerte que conforme se aumentaba la riqueza <strong>de</strong> las iglesias y monasterios, iba<br />

disminuyendo el patrimonio <strong>de</strong> los legos sobre el cual recaían todas las cargas públicas cuyo<br />

peso llegó a ser intolerable. Así oprimida la agricultura, a pesar <strong>de</strong> la natural fertilidad <strong>de</strong><br />

España, ni <strong>de</strong>jaron <strong>de</strong> pa<strong>de</strong>cer angustia los labradores, ni hambres los pueblos, ni en fin<br />

bastaron los frutos <strong>de</strong> su cosecha al consumo propio hasta una época muy cercana.<br />

CAPÍTULO XX.<br />

De la industria fabril.<br />

El arte <strong>de</strong> modificar las cosas que el hombre toma <strong>de</strong> las manos <strong>de</strong> la naturaleza ó<br />

produce mediante el cultivo <strong>de</strong> la tierra, constituye la industria fabril. Quien aplica su<br />

trabajo a la fabricación, transforma los objetos, los cambia y altera, ya comunicándoles


propieda<strong>de</strong>s que antes no tenían, ya variando su tamaño ó figura, y <strong>de</strong> todos modos<br />

haciéndolos útiles a la satisfacción <strong>de</strong> nuestras necesida<strong>de</strong>s. La riqueza producida está<br />

representada en el artefacto.<br />

Nació la industria fabril con la agrícola, y crecieron juntas en su infancia, porque el<br />

labrador <strong>de</strong> los tiempos primitivos molía el grano <strong>de</strong> su cosecha, é hilaba y tejía el vellón <strong>de</strong><br />

sus cor<strong>de</strong>ros.<br />

La prosperidad <strong>de</strong> una y otra hizo forzosa la división <strong>de</strong>l trabajo. Hubo <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

entonces labradores y artesanos: aquéllos habitaron los campos y éstos fundaron las<br />

ciuda<strong>de</strong>s. La industria agrícola necesita aire, sol y espacio, y no pue<strong>de</strong> vivir sino <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la<br />

anchurosa y elevada bóveda <strong>de</strong>l cielo, mientras que la fabril requiere talleres limitados,<br />

concentración <strong>de</strong> fuerzas, recíproco auxilio, gran<strong>de</strong> actividad y movimiento. Por eso se<br />

refugia en las ciuda<strong>de</strong>s populosas que son a la vez centros <strong>de</strong> producción y focos <strong>de</strong><br />

consumo.<br />

Gran<strong>de</strong> es la influencia <strong>de</strong> la industria fabril en la riqueza y prosperidad <strong>de</strong> las<br />

naciones, bien se consi<strong>de</strong>re el acrecentamiento <strong>de</strong> la producción, en cuanto a ella se <strong>de</strong>be la<br />

inmensa variedad <strong>de</strong> cosas necesarias, útiles y agradables al hombre, bien se repare que<br />

proporciona trabajo a una población numerosa, bien se advierta que vivifica la agricultura<br />

facilitando el cambio <strong>de</strong> géneros por frutos, ó que alimenta el comercio extranjero<br />

ofreciendo multitud <strong>de</strong> artículos <strong>de</strong> exportación por otros <strong>de</strong> importación.<br />

Y no tan sólo goza el hombre <strong>de</strong> estos beneficios <strong>de</strong> la industria fabril, sino que<br />

también <strong>de</strong>spierta la actividad, enseña la economía, corrige las costumbres y persua<strong>de</strong> a la<br />

adquisición <strong>de</strong> un gran número <strong>de</strong> conocimientos aplicables a la mano <strong>de</strong> obra, y así el<br />

obrero mejora <strong>de</strong> condición y ennoblece su existencia. Todos los productores participan <strong>de</strong><br />

esta dicha, porque para todos hay trabajo y a todos procura medios <strong>de</strong> vivir y gozar<br />

multiplicando los artefactos y perfeccionando los procedimientos industriales; <strong>de</strong> modo que<br />

en lugar <strong>de</strong> la escasez y carestía <strong>de</strong> los vestidos, muebles y otros objetos <strong>de</strong> necesidad,<br />

comodidad ó lujo, prevalecen la abundancia y baratura que los ponen al alcance <strong>de</strong> las<br />

menores fortunas. Las medias <strong>de</strong> punto <strong>de</strong> aguja eran un presente y regalo <strong>de</strong> príncipes en<br />

los tiempos <strong>de</strong> Felipe II que fue quien primero las usó en España; y hoy, gracias al<br />

a<strong>de</strong>lantamiento <strong>de</strong> la industria, las lleva el artesano más humil<strong>de</strong>. Un par <strong>de</strong> guantes costaba<br />

en el siglo XVII cuatro ó cinco ducados, precio excesivo que sólo podían pagar los gran<strong>de</strong>s<br />

y caballeros; y hoy, por la octava parte <strong>de</strong> aquella suma, lo compra la gente <strong>de</strong> condición<br />

más llana.<br />

Dícese que con el progreso <strong>de</strong> la industria fabril nacen <strong>de</strong>seos inmo<strong>de</strong>rados y se<br />

crean necesida<strong>de</strong>s facticias que atormentan al hombre y <strong>de</strong>stierran la virtud <strong>de</strong> la templanza<br />

en el comer y vestir <strong>de</strong>l corazón <strong>de</strong> los pueblos. La frugalidad es en efecto digna <strong>de</strong> aplauso,<br />

cuando no llega la parsimonia a escatimar lo necesario a las justas comodida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la vida;<br />

pero si traspasa estos confines, raya en vicio. Cuando la sobriedad <strong>de</strong>genera en miseria,<br />

lejos <strong>de</strong> alabarla, nos atrevemos a repren<strong>de</strong>rla, pues impi<strong>de</strong> la constancia en el trabajo, y sin<br />

ella no se alcanza la perfección <strong>de</strong> las artes mecánicas, ni se obtienen las manufacturas a<br />

precios acomodados, ni la inteligencia se eleva, ni se suavizan las costumbres. Por lo común<br />

la sobriedad <strong>de</strong> los pueblos significa su resignación a la pobreza a trueque <strong>de</strong> no romper<br />

con sus hábitos <strong>de</strong> ociosidad.<br />

La industria fabril convida con mayores a<strong>de</strong>lantamientos que la agrícola, porque se<br />

presta con más docilidad a la invención y perfección <strong>de</strong> los productos, al empleo <strong>de</strong> las<br />

máquinas y procedimientos económicos, a la división <strong>de</strong>l trabajo y a la cooperación <strong>de</strong> los<br />

productores. Tiene poca cuenta con la diversidad <strong>de</strong> los climas, la fertilidad <strong>de</strong> los campos y<br />

la extensión <strong>de</strong>l territorio, con tal <strong>de</strong> haber gente que con su ingenio, actividad y economía<br />

supla la parsimonia <strong>de</strong> la naturaleza. El trabajo y los capitales son su primera condición <strong>de</strong><br />

existencia, porque tales motores como el agua, el viento y el vapor, fácilmente se hallan ó<br />

pronto se avecindan. El comercio suministra las primeras materias, cuando el suelo propio


las rehúsa, y rara vez será por esta causa la fabricación más ó menos precaria.<br />

Todas las naciones cultas <strong>de</strong>scuellan por su amor a la industria fabril, sin perjuicio <strong>de</strong><br />

aplicarse también a la agricultura; pero no todas la profesan en igual grado. En unas es lo<br />

principal, y en otras lo accesorio: aquí el labrador es fabricante, y allí el cultivo está<br />

divorciado <strong>de</strong> las artes y oficios: ya se encierra en pequeños obradores don<strong>de</strong> un maestro,<br />

ro<strong>de</strong>ado <strong>de</strong> cinco ó seis oficiales y aprendices, prepara sus artefactos, y ya es una empresa<br />

colosal que mueve centenares <strong>de</strong> máquinas y millares <strong>de</strong> brazos, y se aloja en un inmenso<br />

edificio.<br />

Un pueblo que carece <strong>de</strong> fábricas, exporta virgen el sobrante <strong>de</strong> sus materiales<br />

crudos, y no aprovecha las ganancias <strong>de</strong> la maniobra que multiplica el valor <strong>de</strong> aquéllos<br />

hasta lo infinito. Una arroba <strong>de</strong> lino valía en po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> nuestros gana<strong>de</strong>ros hacia la mitad <strong>de</strong>l<br />

siglo XV1I, 30 reales, y labrada 3750, es <strong>de</strong>cir, 125 Veces más que el valor primitivo. La<br />

arroba <strong>de</strong> encajes <strong>de</strong> este hilo, <strong>de</strong>lgados y preciosos, llegaba a valer casi tanto como la<br />

arroba <strong>de</strong> oro. La <strong>de</strong> lana que en vellón costaba 40 reales, tejida <strong>de</strong> diversas maneras<br />

ascendía a 900, y por igual estilo la seda, el hierro, plomo, cobre, etc. (V. Historia <strong>de</strong> la<br />

<strong>Economía</strong> <strong>Política</strong> en España, tom. II, Págs. 226 y 346.).<br />

No queremos <strong>de</strong>cir con esto que cada nación <strong>de</strong>ba labrar las primeras materias que<br />

produce, y menos todavía que el gobierno <strong>de</strong>ba proteger y fomentar la industria nacional<br />

prohibiendo su salida, sino mostrar la mucha riqueza que <strong>de</strong> las artes manuales ó mecánicas<br />

se <strong>de</strong>riva, y recomendar a los pueblos el ejercicio <strong>de</strong> todas las compatibles con el régimen<br />

<strong>de</strong> la libre concurrencia.<br />

La fabricación doméstica, ó como dice Campomanes, la industria popular, es un medio<br />

<strong>de</strong> aumentar los recursos <strong>de</strong> una familia ocupada <strong>de</strong> ordinario en la agricultura, y se<br />

distingue por lo escaso <strong>de</strong> la producción, la cortedad <strong>de</strong> los capitales, la rutina en los<br />

procedimientos, la ausencia <strong>de</strong> las maquinas y la falta <strong>de</strong> una conveniente división <strong>de</strong>l<br />

trabajo. Aprovecha en cuanto las crisis económicas, ó sean las gran<strong>de</strong>s perturbaciones <strong>de</strong>l<br />

mercado alcanzan sólo a medias al labrador-fabricante, y ocupa los ocios con que las<br />

noches, las estaciones ó los temporales interrumpen la vida <strong>de</strong> los campos. Las mo<strong>de</strong>stas<br />

ganancias que la industria casera promete, no bastan a fundar un estado; pero ayudan a<br />

soportar las cargas <strong>de</strong>l matrimonio, Y no <strong>de</strong>ja <strong>de</strong> recomendarse por su virtud <strong>de</strong> mantener y<br />

estrechar los lazos <strong>de</strong> la familia.<br />

La civilización mo<strong>de</strong>rna da otra forma más arrogante a la industria fabril, cuyos<br />

elementos <strong>de</strong> prosperidad requieren un vigor y fortaleza muy superiores. Hoy huye <strong>de</strong> las<br />

cabañas y pi<strong>de</strong> verda<strong>de</strong>ros palacios, gruesos capitales, inmensos almacenes, máquinas<br />

gigantescas y ejércitos <strong>de</strong> obreros. La división <strong>de</strong>l trabajo se lleva al extremo, los inventos y<br />

mejoras se aplican al instante, los ensayos se repiten con frecuencia, y <strong>de</strong> todos modos se<br />

perfeccionan las artes y se realizan consi<strong>de</strong>rables economías. Cuando no bastan los recursos<br />

<strong>de</strong> una persona, se forma una compañía por acciones: a don<strong>de</strong> no alcanza el dinero, llega el<br />

crédito, y la riqueza engendra la riqueza. Una producción tan perfecta <strong>de</strong>rrama la<br />

abundancia <strong>de</strong> dos manera, porque facilita el trabajo a las clases menesterosas, y les ofrece<br />

géneros y artefactos con <strong>de</strong>susada baratura.<br />

La competencia entre los diversos fabricantes produce tantos bienes, como males<br />

causa el monopolio. Los a<strong>de</strong>lantamientos en el arte industrial no se pue<strong>de</strong>n ocultar por<br />

mucho tiempo a la perspicacia <strong>de</strong>l interés privado que imita y perfecciona hasta <strong>de</strong>scubrir el<br />

secreto <strong>de</strong> aquella fabricación privilegiada, y cada paso es un triunfo <strong>de</strong>l hombre sobre la<br />

naturaleza.<br />

Verdad es que suce<strong>de</strong>n crisis dolorosas ó perturbaciones <strong>de</strong>l equilibrio entre la oferta<br />

y la <strong>de</strong>manda, cuando hay un exceso relativo <strong>de</strong> producción, a que correspon<strong>de</strong> una falta ó<br />

quiebra <strong>de</strong>l consumo equivalente. Entonces las fábricas se cierran, los obreros se <strong>de</strong>spi<strong>de</strong>n,<br />

los géneros se ven<strong>de</strong>n con pérdida para realizar fondos a toda costa, y sobrevienen las<br />

bancarrotas que ocasionan la ruina <strong>de</strong> muchas familias. Estas crisis pue<strong>de</strong>n existir por culpa


<strong>de</strong> los hombres ó por algún caso fortuito, y son siempre acci<strong>de</strong>ntes pasajeros que turban la<br />

serenidad <strong>de</strong> los pueblos industriales. La falta <strong>de</strong> previsión y economía, una guerra civil ó<br />

extranjera, leyes viciosas ó provi<strong>de</strong>ncias temerarias suelen causar profundas lesiones en el<br />

organismo social, y no <strong>de</strong>ben achacarse semejantes <strong>de</strong>sgracias a la existencia <strong>de</strong> las fábricas.<br />

También la agricultura pa<strong>de</strong>ce sus crisis, cuando la cosecha viene escasa, y son tanto más<br />

graves, cuanto que la carestía <strong>de</strong> los artículos <strong>de</strong> primera necesidad aflige a ricos y pobres, é<br />

induce a encarecer la producción en general; ¿y diremos por eso que es la viciosa<br />

organización <strong>de</strong>l cultivo quien las provoca y aumenta?<br />

Opónese a la concentración <strong>de</strong> la industria fabril que fomenta la miseria y envenena<br />

esa llaga <strong>de</strong> los pueblos a que dan el nombre <strong>de</strong> pauperismo. Difícil parece explicar cómo la<br />

abundancia <strong>de</strong> las cosas necesarias ó útiles a la vida sean causa <strong>de</strong> infortunio. Las naciones<br />

más pobres son precisamente aquellas que sólo subsisten con los productos <strong>de</strong> la<br />

agricultura; y si su pobreza no se pone siempre <strong>de</strong> manifiesto a los ojos <strong>de</strong>l mundo, es<br />

porque se escon<strong>de</strong> en ignoradas cabañas. Los obreros que frecuentan las fábricas viven en<br />

ciuda<strong>de</strong>s populosas, sus barrios son conocidos y sus casas visitadas. Hubo observadores<br />

que notaron el contraste <strong>de</strong> lujo y miseria en las metrópolis <strong>de</strong> la industria, y no<br />

distinguieron lo acci<strong>de</strong>ntal <strong>de</strong> lo necesario, ni lo pasajero <strong>de</strong> lo permanente, y menos se<br />

cuidaron <strong>de</strong> comparar la condición <strong>de</strong>l obrero que habita <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> murallas con la <strong>de</strong>l que<br />

resi<strong>de</strong> en el campo.<br />

La falta <strong>de</strong> enseñanza, <strong>de</strong> previsión y economía, las malas costumbres, y sobre todo<br />

los hábitos <strong>de</strong> flojedad y pereza, los impuestos arbitrarios, las leyes restrictivas, las<br />

discordias civiles y las guerras extranjeras con otros vicios <strong>de</strong> la sociedad y <strong>de</strong>l gobierno,<br />

tienen la culpa <strong>de</strong> fomentar el pauperismo, que no el trabajo fecundo en bienes.<br />

Como quiera, no seria la producción, sino la distribución <strong>de</strong> la riqueza, la responsable<br />

<strong>de</strong> este gran<strong>de</strong> y peligroso <strong>de</strong>snivel <strong>de</strong> fortunas allí don<strong>de</strong> exista. Toda producción<br />

abundante excita la actividad <strong>de</strong> los <strong>de</strong>más ramos <strong>de</strong> la industria. La actividad <strong>de</strong> una<br />

producción especial está en razón <strong>de</strong> las salidas que encuentra, y las salidas no son en<br />

<strong>de</strong>finitiva sino medios <strong>de</strong> cambio que cuanto más se multiplican, tanto más aumentan la<br />

riqueza y bienestar <strong>de</strong> los particulares y los pueblos, porque es una verdad elemental en la<br />

<strong>Economía</strong> política que los productos se truecan siempre por productos.<br />

Para que florezca la industria fabril necesita respirar el aire <strong>de</strong> la libertad, condición<br />

esencial <strong>de</strong>l incremento y perfección <strong>de</strong>l trabajo. La justa libertad <strong>de</strong> fabricación no excluye,<br />

sin embargo, la intervención <strong>de</strong>l estado, cuando se limita a precaver por medio <strong>de</strong> buenos<br />

reglamentos <strong>de</strong> policía el frau<strong>de</strong>, la incuria, la impru<strong>de</strong>ncia ó la inhumanidad <strong>de</strong> los<br />

fabricantes, si el interés individual no se cuida <strong>de</strong> ello; pero importa mucho mo<strong>de</strong>rar el celo<br />

<strong>de</strong> la autoridad, no sea que soltando la rienda al sistema preventivo, la industria fabril<br />

pa<strong>de</strong>zca opresión y pierda su energía a fuerza <strong>de</strong> cautelas que pue<strong>de</strong>n <strong>de</strong>generar en trabas.<br />

La máxima que los particulares saben lo que les conviene mejor que el gobierno, es<br />

verda<strong>de</strong>ra en la mayor parte <strong>de</strong> los negocios <strong>de</strong> la vida; y así <strong>de</strong>bemos reprobar y<br />

reprobamos la intervención oficial en las operaciones ordinarias <strong>de</strong> la industria. Mas<br />

aceptada esta regla general <strong>de</strong> la abstención <strong>de</strong> la autoridad como un medio <strong>de</strong> facilitar el<br />

curso sereno y tranquilo <strong>de</strong>l trabajo, quedan todavía muchas excepciones dignas <strong>de</strong> tomarse<br />

en cuenta.<br />

Dicese que el consumidor es el mejor juez <strong>de</strong> la merca<strong>de</strong>ría; y aunque sin duda es así<br />

en tratándose <strong>de</strong> las cosas comunes, por ejemplo, un mueble ó un vestido, no se pue<strong>de</strong><br />

afirmar lo mismo <strong>de</strong> aquellas que no se reputan por buenas ó malas sin un criterio elevado.<br />

Por ventura ¿es el enfermo el mejor juez <strong>de</strong> la medicina, ó el médico que la administra?<br />

¿Qué diríamos <strong>de</strong>l facultativo <strong>de</strong> cabecera que preguntase al doliente: quiere V que le cure<br />

con la homeopatía ó la alopatía? Restitúyame V la salud bien y pronto, que yo no<br />

comprendo esos sistemas, respon<strong>de</strong>rá el hombre atribulado.<br />

Los padres sin instrucción no pue<strong>de</strong>n dirigir la enseñanza y educación <strong>de</strong> sus hijos


con acierto; y como el gobierno más mediano posee un grado <strong>de</strong> ciencia superior a la <strong>de</strong>l<br />

vulgo, conviene sustituir al interés particular el interés colectivo por medio <strong>de</strong>l reglamento,<br />

que no es la libertad absoluta, ni tampoco el monopolio.<br />

La codicia <strong>de</strong> un fabricante pue<strong>de</strong> llegar al extremo <strong>de</strong> abusar <strong>de</strong> las fuerzas <strong>de</strong> los<br />

niños que concurren a sus obradores, obligándolos indirectamente a trabajar catorce ó<br />

quince horas al día; y repugna a la conciencia aplaudir el celo <strong>de</strong>l gobierno cuando prohíbe<br />

maltratar a los animales domésticos, y censurarle si media en obsequio <strong>de</strong> criaturas<br />

racionales pobres y <strong>de</strong>svalidas.<br />

Enhorabuena se respete la libertad <strong>de</strong> los contratos y que<strong>de</strong> para siempre <strong>de</strong>sterrada<br />

la tasa <strong>de</strong> los jornales y labores, y se permitan las ligas ó hermanda<strong>de</strong>s <strong>de</strong> obreros con el fin<br />

<strong>de</strong> conseguir un aumento <strong>de</strong> salario, si <strong>de</strong>jan a salvo el <strong>de</strong>recho <strong>de</strong> cada uno <strong>de</strong> afiliarse ó<br />

no afiliarse, trabajar ó no trabajar; pero no se dé carta blanca para cometer frau<strong>de</strong>s ó<br />

violencias, ni se otorgue plena confianza a un interés individual en cuyo favor milita una<br />

presunción legítima <strong>de</strong> sagacidad, diligencia y rectitud que no siempre se halla confirmada<br />

en la vida <strong>de</strong> la industria.<br />

CAPÍTULO XXI.<br />

De los gremios<br />

Des<strong>de</strong> tiempos antiguos viene la costumbre <strong>de</strong> juntarse los que profesan un mismo<br />

arte ú oficio en gremios ó corporaciones favorecidas con singulares privilegios. Al principio<br />

estas hermanda<strong>de</strong>s miraban sólo a la común <strong>de</strong>fensa: más tar<strong>de</strong> los reyes las fomentaron<br />

como regla <strong>de</strong> policía y buen gobierno; y por último, tuvieron or<strong>de</strong>nanzas relativas al<br />

ejercicio <strong>de</strong> cada ramo <strong>de</strong> la industria fabril.<br />

En el siglo XIII, reinando San Luis, se redactó en Francia un cuerpo <strong>de</strong> legislación<br />

reglamentaria; y tal vez se <strong>de</strong>be a esta po<strong>de</strong>rosa organización que las artes no hubiesen<br />

perecido en Italia durante las guerras y facciones que la afligieron y <strong>de</strong>spedazaron en la<br />

edad media, porque gremio era entonces sinónimo <strong>de</strong> libertad. En Inglaterra, Flan<strong>de</strong>s,<br />

Alemania y en todas las naciones cultas <strong>de</strong> Europa prevalecía igual sistema. Si la industria<br />

<strong>de</strong> aquellos tiempos hubiese fiado su representación a miembros <strong>de</strong>sunidos y solitarios sin<br />

autoridad, reglas ni intereses comunes, no se habría salvado <strong>de</strong>l furor <strong>de</strong> las discordias<br />

chiles, ni menos alcanzado el grado <strong>de</strong> esplendor y opulencia a que llegó en el siglo XVI.<br />

En España aparecen los gremios organizados al comenzar el XIII; prueba clara <strong>de</strong><br />

que existían en el XII ó antes <strong>de</strong> una manera imperfecta ó con cierta ru<strong>de</strong>za primitiva.<br />

Conforme la industria fabril se dilata, los gremios se multiplican y se <strong>de</strong>smenuzan sus<br />

or<strong>de</strong>nanzas, <strong>de</strong>scendiendo a multitud <strong>de</strong> pormenores. Los Reyes Católicos, perseverando<br />

en el propósito <strong>de</strong> concentrar el po<strong>de</strong>r en sus manos y administrar los pueblos como<br />

solícitos padres <strong>de</strong> familia, reglamentaron las artes y oficios, unos gran<strong>de</strong>s y dificultosos,<br />

otros menudos y triviales. Carlos V y Felipe II prosiguieron la obra empezada por<br />

Fernando é Isabel, empujados por las Cortes, rogados por los menestrales y requeridos por<br />

la opinión que todo lo temía <strong>de</strong> la libertad <strong>de</strong> la industria. Apenas quedó en España oficio<br />

alguno por llano y humil<strong>de</strong> que fuese, que no formase gremio separado, juzgándose con<br />

esto los menestrales más honrados y favorecidos.<br />

La policía <strong>de</strong> los abastos, la enseñanza a<strong>de</strong>cuada a cada profesión, la buena fe <strong>de</strong> los<br />

contratos, el or<strong>de</strong>n y disciplina <strong>de</strong> los artesanos, todo junto contribuyó a la multiplicación<br />

<strong>de</strong> los gremios.<br />

La industria aspiraba a sacudir el yugo feudal, y quería guarecerse contra las guerras y<br />

los bandos continuos <strong>de</strong> la nobleza en el seno <strong>de</strong> corporaciones privilegiadas, regidas por<br />

alcal<strong>de</strong>s ó jueces propios y puestas bajo el amparo <strong>de</strong> un santo a quien invocaban y<br />

apellidaban <strong>de</strong>votamente su patrono. En aquellos siglos tan sedientos <strong>de</strong> or<strong>de</strong>n y concierto<br />

no se concibe la existencia <strong>de</strong> un obrero libre; y así como hubo señores caballeros y


vasallos, así también se introdujo una jerarquía industrial <strong>de</strong> maestros, oficiales y<br />

aprendices. La institución <strong>de</strong> los gremios respondía a la necesidad <strong>de</strong> protección para las<br />

artes, y las cartas <strong>de</strong> examen y las or<strong>de</strong>nanzas gremiales suplían la falta <strong>de</strong> enseñanza y <strong>de</strong><br />

socorros, porque sin escuelas ni costumbre <strong>de</strong> poner en común sus intereses para<br />

promover juntos su partido, era forzoso al menestral confiar el remedio <strong>de</strong> su ignorancia ó<br />

pobreza a la caridad <strong>de</strong> sus hermanos más ricos ó discretos.<br />

La bondad relativa <strong>de</strong> los gremios llegó a convertirse en rémora constante <strong>de</strong> la<br />

industria fabril tan pronto como pudo gozar sin peligro <strong>de</strong> la libertad, condición esencial<br />

<strong>de</strong>l progreso <strong>de</strong> las artes y oficios.<br />

En efecto, los reglamentos tienen por objeto <strong>de</strong>terminar las cualida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l productor,<br />

ó son relativos a la clase <strong>de</strong> productos ó al modo <strong>de</strong> producción.<br />

La jerarquía <strong>de</strong> aprendiz, oficial y maestro, los años <strong>de</strong> aprendizaje necesarios para<br />

pasar <strong>de</strong>l primer al segundo grado, las cartas <strong>de</strong> examen y las obras maestras para subir al<br />

tercero, y la rigorosa vigilancia <strong>de</strong> los veedores y <strong>de</strong> las justicias <strong>de</strong> los pueblos, ahogan la<br />

industria matando la libertad <strong>de</strong>l trabajo. Si el gobierno preten<strong>de</strong> con los reglamentos evitar<br />

el frau<strong>de</strong>, crea <strong>de</strong>litos imaginarios, da lugar a pesquisas odiosas, abre la puerta a todo linaje<br />

<strong>de</strong> cohechos, y al fin no logra su <strong>de</strong>seo, porque sólo existe un medio eficaz <strong>de</strong> policía en<br />

cuanto a la industria fabril, a saber, la que el comprador ejerce con respecto al ven<strong>de</strong>dor.<br />

Al vicioso sistema <strong>de</strong> aprendizaje en cuanto obligaba al <strong>de</strong>spierto, aplicado y diligente<br />

a caminar al compás <strong>de</strong>l torpe, <strong>de</strong>scuidado y perezoso, seguían los amaños y abusos<br />

escandalosos que hacían aborrecibles las pruebas <strong>de</strong> suficiencia. Llena está la historia <strong>de</strong> los<br />

gremios <strong>de</strong> ejemplos <strong>de</strong> la parcialidad y corrupción <strong>de</strong> los veedores y examinadores. El<br />

pariente ó el amigo estaban seguros <strong>de</strong> obtener la aprobación, aunque no la mereciesen, y el<br />

extraño, y sobre todo el extranjero, lograban a duras penas, ó no lograban <strong>de</strong> modo alguno<br />

el título <strong>de</strong> maestría, perjudicando su misma habilidad al buen éxito <strong>de</strong> la pretensión.<br />

Los <strong>de</strong>rechos <strong>de</strong> arancel eran generalmente crecidos, y solían aumentarse al arbitrio<br />

<strong>de</strong> los interesados en conservar el monopolio <strong>de</strong> las artes mecánicas. El oficial consumía en<br />

estas diligencias los ahorros que hubiera podido emplear mejor en establecerse, y el pobre y<br />

<strong>de</strong>svalido llamaba en vano a las puertas <strong>de</strong>l gremio. Por una vituperable corruptela las<br />

piezas <strong>de</strong> examen cedían acaso en beneficio <strong>de</strong> los examinadores. Después <strong>de</strong>l gremio viene<br />

la cofradía con sus contribuciones a la entrada, sus <strong>de</strong>rramas ordinarias y extraordinarias,<br />

sus fiestas y banquetes y otras cargas y servicios que roban dinero, tiempo y trabajo, y empobrecen<br />

y atrasan a los artesanos, y siembran entre ellos celos, pleitos y discordias.<br />

¿Hay nada más ridículo é impertinente que exigir, para entrar en un gremio, pruebas<br />

<strong>de</strong> limpieza <strong>de</strong> sangre, como si se tratara <strong>de</strong> una merced <strong>de</strong> hábito <strong>de</strong> Santiago ó Calatrava?<br />

¿Hay nada más injusto que negar la licencia <strong>de</strong> maestro a un hijo ilegítimo, y hacerle expiar<br />

con una perpetua miseria la <strong>de</strong>sgracia <strong>de</strong> su nacimiento?¿Hay nada más impolítico que<br />

rehusar el auxilio <strong>de</strong> las mujeres y los niños en el arte <strong>de</strong> la pasamanería y otras fáciles<br />

labores propias <strong>de</strong> su sexo y edad? Pues nada era más frecuente en nuestras or<strong>de</strong>nanzas.<br />

Cada gremio, aferrado a su privilegio exclusivo, pretendía ser el único autorizado para<br />

el manejo <strong>de</strong> ciertas especies crudas; pero como <strong>de</strong> una misma materia prima se pue<strong>de</strong>n<br />

sacar diversas manufacturas, a cada paso se suscitaban pleitos y competencias. Los pelaires<br />

andaban revueltos con los tundidores, cardadores, bataneros y tintoreros sobre que a ellos<br />

tocaba privativamente preparar las lanas y darles la forma a<strong>de</strong>cuada al uso <strong>de</strong> los artefactos.<br />

Los percheros ó pasamaneros litigaban con los villuteros y tafetaneros a propósito <strong>de</strong> los<br />

limites <strong>de</strong> estos diferentes ramos <strong>de</strong>l arte <strong>de</strong> la seda, y los zapateros, guanteros, guarnicioneros<br />

y zurradores disputaban entre sí el <strong>de</strong>recho <strong>de</strong> adobar las pieles.<br />

En suma, la privación <strong>de</strong> la libertad <strong>de</strong>l trabajo con<strong>de</strong>naba a una multitud <strong>de</strong> gentes a<br />

vivir en forzosa ociosidad mendigando ó buscando trazas <strong>de</strong> sustentarse a costa <strong>de</strong>l bien<br />

ajeno, porque las or<strong>de</strong>nanzas gremiales las excluían <strong>de</strong> toda participación en sus <strong>de</strong>rechos y<br />

beneficios, y el <strong>de</strong>slin<strong>de</strong> arbitrario <strong>de</strong> la obra <strong>de</strong> mano engendraba continuas discordias que


terminaban en litigios ó atentados, y encendían en el seno <strong>de</strong> la industria una verda<strong>de</strong>ra<br />

guerra civil.<br />

Por otra parte, el número limitado <strong>de</strong> maestros y las cargas que por distintos caminos<br />

pesaban sobre ellos al tiempo <strong>de</strong> entrar en el gremio y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber entrado, encarecían<br />

la obra <strong>de</strong> mano en daño <strong>de</strong>l consumidor y también <strong>de</strong> las artes y oficios, porque en lo<br />

interior se minoraba la <strong>de</strong>manda, y en lo exterior nuestras merca<strong>de</strong>rías no soportaban la<br />

competencia <strong>de</strong> las semejantes extranjeras, puesto que otras naciones más avisadas y<br />

<strong>de</strong>spiertas que España empezaron muy temprano a relajar los reglamentos.<br />

Los relativos a la clase <strong>de</strong> productos no tienen mejor disculpa, porque la industria<br />

fabril anda todos los días, y la ley no pue<strong>de</strong> seguir su paso. Los caprichos <strong>de</strong> la moda,<br />

nuevas necesida<strong>de</strong>s, cualquiera invención ó mejora turban el estado oficialmente<br />

reconocido y exigen la continua reformación <strong>de</strong> las or<strong>de</strong>nanzas. Es un <strong>de</strong>lirio imaginar que<br />

el gobierno tiene la capacidad necesaria para dirigir la obra <strong>de</strong> mano y constituirse en<br />

maestro universal <strong>de</strong> las artes y oficios; y aun dado que la tenga, los reglamentos buenos<br />

ayer, hoy serán malos y mañana peores.<br />

Ni tampoco se consigue jamás atajar los frau<strong>de</strong>s <strong>de</strong> los fabricantes y merca<strong>de</strong>res a<br />

pesar <strong>de</strong> todo el rigor <strong>de</strong> las penas, porque los particulares lastimados y ofendidos en sus<br />

intereses, minan la ley con ingeniosas astucias y supercherías, y la autoridad así burlada,<br />

contramina con <strong>de</strong>claraciones y provi<strong>de</strong>ncias cada vez más minuciosas y funestas a la<br />

industria fatigada y rendida a fuerza <strong>de</strong> registros, sellos, <strong>de</strong>nuncias, procesos y castigos.<br />

Si procura el gobierno fijar el modo <strong>de</strong> la producción, su incompetencia es manifiesta.<br />

Ni el rey, ni las Cortes, ni el Consejo <strong>de</strong> Castilla podían enten<strong>de</strong>r <strong>de</strong> toda suerte <strong>de</strong> labores,<br />

y así se entregaban a expertos que más atendían a su particular provecho que al bien<br />

común; y aunque fuesen personas hábiles y <strong>de</strong> conciencia timorata, no podía excusarse que<br />

las prácticas más ingeniosas y perfectas <strong>de</strong>generasen <strong>de</strong> día para otro en añeja rutina.<br />

Decir que los reglamentos seguirán paso a paso todas las vicisitu<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la industria, es<br />

prometer un imposible. Las reformas vendrán <strong>de</strong>masiado tar<strong>de</strong> ó <strong>de</strong>masiado temprano, y<br />

nunca llegarán a tiempo. Añádase que el reglamento conduce a una fabricación uniforme, y<br />

en el mercado reina una gran<strong>de</strong> y voluble diversidad <strong>de</strong> gustos y <strong>de</strong>seos. La industria libre<br />

es flexible en extremo, y <strong>de</strong>scubre la proporción <strong>de</strong> las necesida<strong>de</strong>s, consulta la diferencia<br />

<strong>de</strong> los climas, lisonjea las costumbres <strong>de</strong> los pueblos, se anticipa a la mudanza <strong>de</strong> las<br />

estaciones y envía cada cosa al lugar conveniente. La industria reglamentada sigue perezosamente<br />

el camino señalado por la autoridad, y abriga la vana pretensión <strong>de</strong> dar su ley a<br />

los consumidores en vez <strong>de</strong> plegarse y recibirla.<br />

Los privilegios exclusivos y prohibitivos que a la sombra <strong>de</strong>l gobierno alcanzaron los<br />

gremios, oprimían la industria fabril y agobiaban a los consumidores con el peso <strong>de</strong>l<br />

monopolio. Miraban los agremiados por sí solos, sacando gruesas ganancias en perjuicio <strong>de</strong><br />

los que profesaban el mismo arte y no eran <strong>de</strong> su comunidad.<br />

La experiencia propia acredita la razón con que los economistas con<strong>de</strong>nan los<br />

gremios y las or<strong>de</strong>nanzas gremiales. Nuestros paños empezaron a <strong>de</strong>smerecer y fueron<br />

perdiendo <strong>de</strong> su bondad y perfección conforme se multiplicaron los reglamentos. Toledo<br />

principió a <strong>de</strong>caer <strong>de</strong> su gran<strong>de</strong>za <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que tuvo leyes gremiales y prevaleció el voto <strong>de</strong> la<br />

autoridad en el gobierno <strong>de</strong> sus fábricas y telares. El arte <strong>de</strong> la seda prosperó en la villa <strong>de</strong><br />

Requena sin trabas ni limitaciones,<br />

hasta que con el ánimo <strong>de</strong> mejorar los tejidos y exten<strong>de</strong>r el comercio, se dieron las<br />

or<strong>de</strong>nanzas generales <strong>de</strong> 1648 modificadas en 1682. Entonces sobrevino la <strong>de</strong>ca<strong>de</strong>ncia, y<br />

apretando el sistema reglamentario para contenerla, se agravó el mal en vez <strong>de</strong> ponerle<br />

remedio. Fácil nos seria amontonar los ejemplos.<br />

En resolución, no hay otro régimen favorable al progreso <strong>de</strong> la industria, al bienestar<br />

<strong>de</strong> los productores, a la comodidad <strong>de</strong> los consumidores y a la riqueza y prosperidad <strong>de</strong> los


pueblos sino la libertad <strong>de</strong>l trabajo y <strong>de</strong> la concurrencia. Don<strong>de</strong> quiera que existan gremios<br />

<strong>de</strong> artes y oficios, habrá <strong>de</strong>snivel entre la producción y el consumo, monopolios injustos,<br />

ruina <strong>de</strong> las fábricas y miseria general. Acaso los favorecidos logren mayores ganancias que<br />

pudieran esperar <strong>de</strong>l curso natural <strong>de</strong> las cosas; pero conviene advertir que no serán<br />

legítimas, pues el maestro vive a expensas <strong>de</strong>l oficial, éste a costa <strong>de</strong>l aprendiz y todos con<br />

gravamen <strong>de</strong> los consumidores. Hasta el bien que alcanzan los privilegiados está muy lejos<br />

<strong>de</strong> guardar proporción con el mal que causan sus privilegios.<br />

CAPÍTULO XXII.<br />

De los privilegios <strong>de</strong> invención y perfección<br />

La libertad es necesaria al a<strong>de</strong>lantamiento <strong>de</strong> las artes y oficios; pero no es menos<br />

necesaria la propiedad. Si el hombre ha <strong>de</strong> perseverar en el trabajo y aumentar su<br />

fecundidad con <strong>de</strong>scubrimientos maravillosos, <strong>de</strong>be vivir seguro <strong>de</strong> gozar las obras <strong>de</strong> su<br />

ingenio é industria como premio <strong>de</strong> los servicios que presta a la nación y a la humanidad<br />

entera, mostrando caminos extraños <strong>de</strong> allegar riqueza. En esta doctrina se fundan los<br />

privilegios <strong>de</strong> invención y perfección, nacidos en Inglaterra el año 1623, y adoptados por<br />

los Estados Unidos, la Francia, Rusia, Prusia, España y casi todas las naciones cultas <strong>de</strong>l<br />

Antiguo y <strong>de</strong>l Nuevo Mundo.<br />

Antes <strong>de</strong> dar un paso más en la cuestión presente, conviene respon<strong>de</strong>r a esta<br />

pregunta: ¿ qué es invención? ¿qué perfección? Invención es un <strong>de</strong>scubrimiento industrial,<br />

resultado algunas veces <strong>de</strong> la pura casualidad, pero las más fruto <strong>de</strong> largos estudios y meditaciones<br />

y <strong>de</strong> muchos ensayos y experiencias costosas y no exentas <strong>de</strong> peligro. Son las<br />

invenciones como las minas que según las ocasiones se ofrecen al hombre cuando menos<br />

las busca, ó se escon<strong>de</strong>n cuando más empeño forma en buscarlas. La perfección es una<br />

invención parcial, porque da la última mano al trabajo <strong>de</strong> otro, tomándolo por guía y<br />

fundamento. El inventor imprime al producto el sello <strong>de</strong> la originalidad:<br />

el perfeccionador tiene también el mérito <strong>de</strong> la novedad, pero sólo en la parte que<br />

mejora. Lo que dijéremos <strong>de</strong>l primero, entiéndase asimismo <strong>de</strong>l segundo.<br />

Nada hay más conforme a la justicia distributiva y a la utilidad social, que el autor <strong>de</strong><br />

una invención sea remunerado por los servicios que presta al ensanchar el horizonte <strong>de</strong> la<br />

industria y <strong>de</strong>scubrir nuevos medios <strong>de</strong> producción. Las leyes <strong>de</strong> todos los pueblos han respondido<br />

a este sentimiento universal consagrando el <strong>de</strong>recho <strong>de</strong> los inventores; y cierto<br />

hubiera sido un cálculo falso é indigno <strong>de</strong>l gobierno no pagar semejante <strong>de</strong>uda, porque<br />

a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> quebrantar las reglas <strong>de</strong> la justicia, se daría el mal ejemplo <strong>de</strong> no recompensar al<br />

hombre que tal vez se arruina, mientras enriquece a su patria.<br />

La cuestión movida a propósito <strong>de</strong> las invenciones no nos asalta en este lugar <strong>de</strong><br />

nuestro camino, sino más a<strong>de</strong>lante. Admitido el <strong>de</strong>recho <strong>de</strong>l inventor a obtener una<br />

recompensa, resta averiguar cuál <strong>de</strong>be ser y cómo se conseguirá hacerla proporcionada y<br />

efectiva.<br />

Cuatro sistemas se ofrecen a la consi<strong>de</strong>ración <strong>de</strong>l economista, a saber:<br />

1. Abstenerse la autoridad <strong>de</strong> toda intervención, y abandonar la causa <strong>de</strong>l inventor a<br />

los azares <strong>de</strong> la libre concurrencia. - Este sistema equivale a negarle todo <strong>de</strong>recho, pues la<br />

esperanza <strong>de</strong>l premio <strong>de</strong>scansa en la imaginaria presunción <strong>de</strong> un monopolio natural que<br />

rompa el equilibrio <strong>de</strong> la distribución <strong>de</strong> la riqueza en favor <strong>de</strong>l inventor. Decimos<br />

presunción imaginaria, porque ó el inventor se propone guardar para sí el secreto <strong>de</strong> su<br />

<strong>de</strong>scubrimiento, en cuyo caso no saca <strong>de</strong> él provecho alguno, ó lo aplica a la fabricación y<br />

entonces lo revela y entra al instante en el dominio público; y siendo la invención un<br />

producto <strong>de</strong> la industria fabril como otro cualquiera, está sujeto a la ley <strong>de</strong> la oferta y <strong>de</strong> la<br />

<strong>de</strong>manda; <strong>de</strong> don<strong>de</strong> se sigue que si la invención promete ganancias extraordinarias, afluirán<br />

hacia ella el trabajo y capital empleados en otras empresas, y se restablecerá en seguida el


nivel <strong>de</strong> las utilida<strong>de</strong>s, no percibiendo el inventor sino los beneficios comunes según las<br />

condiciones <strong>de</strong>l mercado. Queda, pues, <strong>de</strong>sechado este sistema por estéril y vano.<br />

II. Encargarse la sociedad <strong>de</strong> recompensar al inventor, y entregar inmediatamente la<br />

invención al dominio público. - Dejar al pru<strong>de</strong>nte arbitrio <strong>de</strong>l gobierno la estimación <strong>de</strong><br />

este servicio, equivale a renunciar a todo criterio y poner la justicia y la utilidad social en<br />

manos <strong>de</strong> la ciega fortuna. La importancia <strong>de</strong> las invenciones no se pue<strong>de</strong> juzgar a priori,<br />

porque nadie sabe hasta dón<strong>de</strong> llegarán sus últimas consecuencias. ¿Quién hubiera<br />

adivinado la revolución industrial que Papin, Watt y Fulton preparaban cuando<br />

conquistaban para el hombre la potencia <strong>de</strong>l vapor? Así, pues, el gobierno ofrecerá al<br />

inventor una recompensa más ó menos liberal, y casi nunca la justa y bien merecida. Si<br />

compra la invención cara, perjudica a la sociedad y <strong>de</strong>sata la vena <strong>de</strong> los proyectistas más<br />

torpes y <strong>de</strong>sesperados: si la compra barata, perjudica al inventor y <strong>de</strong>smaya el ingenio: si<br />

por su verda<strong>de</strong>ro precio, no resulta economía con respecto al privilegio.<br />

¿Tendrá el gobierno bastantes recursos para adquirir todas las invenciones? Y<br />

supuesto que sí ¿<strong>de</strong>berá comprarlas todas, ó erigirse en juez <strong>de</strong> las útiles y las inútiles? ¿No<br />

<strong>de</strong>sechará algunas muy fecundas, como Napoleón <strong>de</strong>sechó la navegación por medio <strong>de</strong>l<br />

vapor a pesar <strong>de</strong> su genio y <strong>de</strong> sus planes <strong>de</strong> invasión <strong>de</strong> Inglaterra y bloqueo continental?<br />

¿No premiará otras estériles que se anuncian con gran<strong>de</strong> estrépito, y quedan a la postre<br />

reducidas a la nada?<br />

III. Reconocer y garantir el <strong>de</strong>recho <strong>de</strong> los inventores a la propiedad <strong>de</strong> sus<br />

invenciones <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> 1os limites naturales <strong>de</strong> toda propiedad. —Es <strong>de</strong>cir, Consagrar el<br />

<strong>de</strong>recho exclusivo <strong>de</strong> usar y abusar <strong>de</strong> aquel <strong>de</strong>scubrimiento, constituyendo un monopolio<br />

en beneficio <strong>de</strong>l autor y sus sucesores por tiempo in<strong>de</strong>finido.<br />

IV. Reconocer y garantir este mismo <strong>de</strong>recho <strong>de</strong> propiedad, constituyendo un<br />

monopolio temporal, es <strong>de</strong>cir, durante un plazo cierto y fijo.<br />

El tercer y cuarto sistema se conforman en la esencia, porque ambos se fundan en el<br />

principio <strong>de</strong> la propiedad industrial, bien que se apartan en cuanto a su duración, por lo<br />

cual dan origen a cuestiones que les son comunes y <strong>de</strong>bemos examinar en conjunto.<br />

Niegan algunos autores la propiedad <strong>de</strong> la invención, «porque (dicen) el inventor no<br />

pue<strong>de</strong> sacar partido <strong>de</strong> su i<strong>de</strong>a sino mediante una aplicación material que la pone al alcance<br />

<strong>de</strong> todo el mundo, y entonces todo el mundo se la apropia y hace suya. Si <strong>de</strong>spués la<br />

reproduce ó la mejora, usa <strong>de</strong>l <strong>de</strong>recho que la naturaleza le conce<strong>de</strong>, y nadie, por gran<strong>de</strong> y<br />

feliz que sea su <strong>de</strong>scubrimiento, <strong>de</strong>be oprimir la inteligencia humana con un entredicho<br />

perpetuo.»<br />

«En vano se alega (prosiguen) el <strong>de</strong>recho <strong>de</strong>l primer ocupante que sólo tiene cabida,<br />

cuando se refiere a cosas capaces <strong>de</strong> una aprehensión corporal é individual. Las invenciones<br />

pasan a la posesión <strong>de</strong>l público, y prescribe el <strong>de</strong>recho <strong>de</strong>l inventor por respeto a la utilidad<br />

general.<br />

»Todo inventor <strong>de</strong>be mucho a los que le han precedido. Combina elementos que<br />

toma <strong>de</strong>l patrimonio común <strong>de</strong> la humanidad, aña<strong>de</strong> sus esfuerzos personales a los<br />

esfuerzos <strong>de</strong> sus antepasados, y el mayor <strong>de</strong>scubrimiento tiene poco <strong>de</strong> original. La<br />

sociedad estaba en camino <strong>de</strong> hacerlo; y si éste no, aquél habría tar<strong>de</strong> ó temprano llegado al<br />

mismo punto. Reconozcamos en el inventor un <strong>de</strong>recho <strong>de</strong> prioridad, pero no <strong>de</strong> propiedad.<br />

Ni pue<strong>de</strong> ser otra cosa, porque la propiedad es absoluta, perpetua y exclusiva; <strong>de</strong><br />

modo que si los inventores fuesen <strong>de</strong>clarados por la ley propietarios <strong>de</strong> sus inventos y<br />

mejoras, la industria fabril perecería sin remedio envuelta en las re<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l monopolio.»<br />

Creemos no haber atenuado la fuerza <strong>de</strong> los argumentos contra la propiedad <strong>de</strong> las<br />

invenciones, antes hemos procurado robustecerlos todo lo posible. Veamos ahora qué hay<br />

en ellos <strong>de</strong> sólido y <strong>de</strong> especioso.<br />

No se trata <strong>de</strong> constituir una propiedad concentrando una i<strong>de</strong>a en la mente <strong>de</strong> un<br />

solo hombre, sino <strong>de</strong> que el servicio <strong>de</strong> su propagación ceda en utilidad <strong>de</strong>l autor y <strong>de</strong>l


público. La invención (lo repetimos) es un producto <strong>de</strong> la industria humana, una cosa<br />

material, porque la i<strong>de</strong>a toma cuerpo en el artefacto. Todo el mundo pue<strong>de</strong> apropiarse la<br />

i<strong>de</strong>a; pero no todo el mundo pue<strong>de</strong> aplicarla usurpando el trabajo <strong>de</strong>l inventor y<br />

enriqueciéndose a costa y en daño <strong>de</strong> otro.<br />

De las invenciones nace una propiedad sui generis, especial, condicional y limitada<br />

por el tiempo, <strong>de</strong> la que no hablaron los antiguos jurisconsultos, no habiendo el progreso<br />

<strong>de</strong> la industria fabril dado ocasión para ello. Es una creación <strong>de</strong> la sociedad mo<strong>de</strong>rna<br />

fundada en la justicia que pi<strong>de</strong> que cada cual sea remunerado según sus obras, y en la<br />

utilidad que reclama se fomente y avive el espíritu <strong>de</strong> invención.<br />

La propiedad no es absoluta, ni esencial y necesariamente perpetua. El <strong>de</strong>recho <strong>de</strong><br />

usar y disponer con entera libertad <strong>de</strong> nuestras cosas en cuanto no se opongan las leyes, no<br />

se compa<strong>de</strong>ce con lo ilimitado en razón <strong>de</strong>l uso ó <strong>de</strong>l tiempo. En el or<strong>de</strong>n social no existen<br />

<strong>de</strong>rechos absolutos, porque las relaciones <strong>de</strong>l hombre con sus semejantes exigen que<br />

recíprocamente se limiten y respeten. Y así como hay una expropiación forzosa por causa<br />

<strong>de</strong> utilidad común, pue<strong>de</strong> haber una propiedad temporal consultando el bien público.<br />

Los mismos inconvenientes que resultarían <strong>de</strong> admitir la comunidad <strong>de</strong> las tierras,<br />

habrían <strong>de</strong> originarse <strong>de</strong> sustituir a la propiedad individual la propiedad colectiva <strong>de</strong> las<br />

invenciones, esto es, pérdida inmensa <strong>de</strong> fuerzas productivas, trabajo lánguido y poco<br />

inteligente, frutos escasos y malos. A<strong>de</strong>más daría el legislador el ejemplo <strong>de</strong> un <strong>de</strong>spojo <strong>de</strong>l<br />

débil por el fuerte, injusto en lo presente y funesto para lo veni<strong>de</strong>ro.<br />

La cooperación <strong>de</strong> la sociedad no es motivo bastante po<strong>de</strong>roso a rehusar el<br />

reconocimiento <strong>de</strong> la propiedad <strong>de</strong> las invenciones. Esta cooperación la encontramos en<br />

todos los actos <strong>de</strong> la industria, y sin embargo no se disputan los <strong>de</strong>rechos <strong>de</strong>l propietario.<br />

¿Qué seria labrador si no recogiese el caudal <strong>de</strong> ciencia y experiencia esparcido por la<br />

sociedad y no lo aplicase a la producción agrícola, guardando las reglas y preceptos <strong>de</strong> un<br />

arte cuya antigüedad data <strong>de</strong>l origen <strong>de</strong>l mundo? ¿Qué seria <strong>de</strong> él si la sociedad no le<br />

hubiese allanado el camino con los <strong>de</strong>smontes, riegos, enseñanza, instrumentos y máquinas,<br />

caminos, canales y puertos? El inventor se aprovecha <strong>de</strong> lo existente como el labrador, y<br />

ambos tienen igual título para preten<strong>de</strong>r el <strong>de</strong>recho <strong>de</strong> propiedad.<br />

La justicia, pues, reclama <strong>de</strong> la ley que consagre la propiedad <strong>de</strong> las invenciones, y la<br />

utilidad que esta propiedad sea temporal, a fin <strong>de</strong> que el inventor obtenga la remuneración<br />

<strong>de</strong>bida, y luego recobre la industria sus fueros. Es una transacción entre los principios y los<br />

intereses comunes.<br />

Supuesto que la propiedad <strong>de</strong> las invenciones implica el uso exclusivo <strong>de</strong> un<br />

<strong>de</strong>scubrimiento industrial, sin duda constituye un privilegio <strong>de</strong> fabricación, ó más claro, un<br />

verda<strong>de</strong>ro monopolio, bien disculpable por cierto si se consi<strong>de</strong>ra que la facultad virtual <strong>de</strong><br />

producir especulativamente común a todos, en la práctica pa<strong>de</strong>ce una suspensión<br />

momentánea para recompensar al autor <strong>de</strong> un invento y alentar a otros ingenios originales y<br />

fecundos que podrán imitarlos, siendo al cabo la sociedad quien recoge el fruto <strong>de</strong> este<br />

sacrificio. El monopolio perpetuo equivale a la secuestración <strong>de</strong> la industria, al imperio <strong>de</strong><br />

la rutina, a la escasez y carestía permanente <strong>de</strong> los productos; a la supresión <strong>de</strong>l régimen <strong>de</strong><br />

la libre concurrencia, y en fin a la abolición <strong>de</strong>l <strong>de</strong>recho <strong>de</strong> trabajar.<br />

Objétase que los privilegios temporales <strong>de</strong> invención no siempre ofrecen una<br />

recompensa proporcionada al mérito y servicios <strong>de</strong> sus autores; que esta propiedad no es<br />

segura ni hay medios <strong>de</strong> asegurarla reprimiendo con eficacia las usurpaciones; que presta<br />

fácil ocasión a litigios y procesos, etc. Lo primero podrá ser verdad y en algunos casos,<br />

pero no muchos. Si la invención es útil, crecerá la <strong>de</strong>manda y las ganancias <strong>de</strong>l inventor<br />

serán cuantiosas: si no es útil, la <strong>de</strong>manda menguará, y las ganancias serán pocas ó<br />

ningúnas. Es vano empeño procurar la justicia perfecta; por lo cual <strong>de</strong>bemos contentarnos<br />

con el sistema <strong>de</strong> remuneración más equitativo. Por lo <strong>de</strong>más no hay propiedad tan<br />

sólidamente constituida que no pueda ser violada ó puesta en tela <strong>de</strong> juicio. La reforma <strong>de</strong>


las leyes tocantes a los privilegios <strong>de</strong> invención, purgaría la propiedad temporal <strong>de</strong> la mayor<br />

parte <strong>de</strong> estos vicios.<br />

Arguyen otros diciendo que estos privilegios son siempre onerosos a la sociedad y<br />

casi siempre inútiles a los mismos privilegiados; que otorgarlos es un abuso, y estimarlos<br />

candor <strong>de</strong>masiado; que llegará el día <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sengaño y todos vendrán a tierra; que los<br />

fabricantes empiezan a ver claro y se inclinan a abandonarlos, y en suma que hacen más<br />

mal que bien<br />

Economistas <strong>de</strong> gran<strong>de</strong> autoridad, se muestran ya partidarios <strong>de</strong> este movimiento<br />

iniciado en Inglaterra; pero su voto nos hace poca fuerza, mientras no presenten otro<br />

sistema <strong>de</strong> remuneración capaz <strong>de</strong> sustituir con ventaja al sistema establecido. El <strong>de</strong>sdén <strong>de</strong><br />

los privilegios no <strong>de</strong>be interpretarse como una reprobación <strong>de</strong> semejantes privilegios, sino<br />

<strong>de</strong> los vicios <strong>de</strong> la ley y <strong>de</strong> los abusos <strong>de</strong>l gobierno que sin amparar ningún <strong>de</strong>recho ni<br />

<strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r ningún interés real y positivo, comprimen el ejercicio <strong>de</strong> la industria y abren la<br />

puerta al frau<strong>de</strong> y al <strong>de</strong>spojo. Los inventores <strong>de</strong> buena fe prefieren la ausencia <strong>de</strong> toda ley a<br />

una legislación que los molesta y no los protege.<br />

Por último, no <strong>de</strong>bieran los economistas preocuparse tanto con la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> un<br />

privilegio temporal y pasajero. Aunque fuese un verda<strong>de</strong>ro monopolio; aunque esta<br />

propiedad llegara a ser perpetua, supuesto el rápido progreso <strong>de</strong> la industria en nuestro<br />

siglo, la invención mataría pronto la invención, y el <strong>de</strong>recho anterior ce<strong>de</strong>ría su puesto al<br />

<strong>de</strong>recho posterior.<br />

CAPÍTULO XXIII.<br />

De la fabricación por cuenta <strong>de</strong>l estado.<br />

Son las manufacturas una negociación particular y libre, y nunca <strong>de</strong>be trocarse su<br />

naturaleza para convertirlas en granjería oficial ó arbitrio lucrativo. Someter una ó muchas<br />

fábricas a la autoridad <strong>de</strong>l gobierno, es convertir el trabajo en una función pública y<br />

encomendarle la provisión <strong>de</strong> los mercados; empeño temerario y responsabilidad peligrosa.<br />

La riqueza y comodidad <strong>de</strong> los pueblos estriban en la abundancia <strong>de</strong> las cosas y<br />

conveniencia <strong>de</strong> sus precios que no se compa<strong>de</strong>cen con el general estanco <strong>de</strong> las fábricas<br />

<strong>de</strong>l estado. No es posible que florezcan las empresas particulares al lado <strong>de</strong> otras que se<br />

nutren con la sustancia <strong>de</strong>l tesoro público, y menos todavía conciliar la perfección y<br />

baratura <strong>de</strong> los artefactos con la poca diligencia <strong>de</strong> unos operarios cuyos beneficios no<br />

<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>n <strong>de</strong> la justicia natural <strong>de</strong>l salario sino <strong>de</strong> una remuneración establecida por vía <strong>de</strong><br />

autoridad al señalar a cada uno sueldo fijo.<br />

Muchos son los vicios <strong>de</strong> una administración embarazosa y ocasionada a gran<strong>de</strong>s<br />

abusos en el manejo <strong>de</strong> los caudales que alimentan la fabricación oficial. No se compra ni<br />

ven<strong>de</strong> a tiempo, ni se aprovechan 1as primeras materias, ni se consulta la economía <strong>de</strong> las<br />

labores, ni se trabaja con empeño, ni se aplican invenciones y mejoras, ni en fin se hace<br />

nada <strong>de</strong> lo que suelen y necesitan hacer los particulares interesados en asegurar y exten<strong>de</strong>r<br />

el consumo <strong>de</strong> sus géneros, y en asentar <strong>de</strong> un modo firme y estable la prosperidad <strong>de</strong><br />

aquella empresa. Los empleados en una fábrica <strong>de</strong>l gobierno, ajenos así a las pérdidas como<br />

a las ganancias, no miran al negocio sino al presupuesto.<br />

Las fábricas <strong>de</strong>l estado adormecen y entibian el trabajo individual y privado, y<br />

paralizan el movimiento <strong>de</strong> la industria. Los consumidores no sacan utilidad <strong>de</strong> semejantes<br />

manufacturas, porque el gobierno labra los géneros a mucha costa: los productores no<br />

pue<strong>de</strong>n imitar aquello que imitado no podrían ven<strong>de</strong>r, porque la fábrica <strong>de</strong>l estado ven<strong>de</strong> a<br />

menos precio, y el particular, si lo hace, se arruina. Todo el provecho <strong>de</strong> esta<br />

impremeditada invención es para los maestros y oficiales, sobre todo extranjeros, a quienes<br />

se pagan con liberalidad las incomodida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> abandonar su patria, <strong>de</strong>jar su casa,


empren<strong>de</strong>r un largo viaje y establecerse en medio <strong>de</strong> un pueblo extraño con sus familias.<br />

Colbert, el famoso ministro <strong>de</strong> Luis XIV, pretendió restaurar en Francia las antiguas<br />

manufacturas acudiendo a todos los medios imaginables, y entre ellos a la fundación <strong>de</strong><br />

fábricas reales, como la <strong>de</strong> tapicerías que hizo labrar a imitación <strong>de</strong> las exquisitas <strong>de</strong><br />

Flan<strong>de</strong>s. El ejemplo <strong>de</strong> un ministro <strong>de</strong> tan alta fama arrastró a otros gobiernos <strong>de</strong> Europa.<br />

Alberoni quiso ser el Colbert <strong>de</strong> España, y hubo fábricas reales <strong>de</strong> paños, sedas, cristales y<br />

tapices. Esperaba mucho <strong>de</strong> estos seminarios <strong>de</strong> maestros en artes y oficios, que <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />

recibir la enseñanza más escogida <strong>de</strong> los operarios reclutados por el gobierno en diferentes<br />

naciones, se <strong>de</strong>bían <strong>de</strong>rramar por el reino, excitando al mismo tiempo la aplicación <strong>de</strong> los<br />

naturales.<br />

Por buena que fuese la intención <strong>de</strong> Alberoni, los medios no correspondieron al fin, y<br />

se frustraron las mejores esperanzas. Casi todas las fábricas reales ce<strong>de</strong> pronto, y sólo<br />

quedaron en pié algunas cuya ruina iba conteniendo a expensas <strong>de</strong>l tesoro público. La <strong>de</strong><br />

paños <strong>de</strong> Guadalajara en 1724, según el testimonio <strong>de</strong> Ustáriz, consumía más que el<br />

importe <strong>de</strong> sus rentas provinciales; y a pesar <strong>de</strong> haberse prohibido la fabricación <strong>de</strong> los<br />

patios finos <strong>de</strong> Alcoy para <strong>de</strong>sterrar toda competencia, los almacenes estaban atestados <strong>de</strong><br />

géneros, no sabiendo el gobierno qué hacer <strong>de</strong> las existencias, mandaba repartirlas a cuenta<br />

<strong>de</strong> sueldos atrasados, ú obligaba al gremio <strong>de</strong> los merca<strong>de</strong>res a comprarlas con el rigor <strong>de</strong><br />

los apremios.<br />

En fin, las fabricas reales <strong>de</strong>bían perecer y perecieron, porque a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> matar la<br />

industria libre, se mataban a si mismas con sus prolijos reglamentos, la mala versación <strong>de</strong><br />

los fondos, los asientos con el gobierno los privilegios exclusivos, la <strong>de</strong>sacertada elección <strong>de</strong><br />

los oficiales, la falta <strong>de</strong> cumplimiento <strong>de</strong> las escrituras y otros vicios y abusos inseparables<br />

<strong>de</strong> su naturaleza.<br />

Todavía existen fábricas <strong>de</strong> armas blancas y <strong>de</strong> fuego, <strong>de</strong> fundición <strong>de</strong> cañones y<br />

balerío, <strong>de</strong> pólvora y otras municiones <strong>de</strong> guerra. El tiempo mostrará que conviene al<br />

gobierno fiar este cuidado a la industria privada; y <strong>de</strong> hecho acu<strong>de</strong> a ella con frecuencia y<br />

con ventaja. Hasta en la construcción naval, teniendo España buenos arsenales y astilleros,<br />

se observa que prefiere muchas veces encomendarse a la habilidad y diligencia <strong>de</strong> los<br />

particulares.<br />

No diremos otro tanto <strong>de</strong> las fábricas <strong>de</strong> moneda, porque tienen su razón <strong>de</strong> ser en la<br />

necesidad <strong>de</strong>l monopolio, y no en el abastecimiento <strong>de</strong>l mercado ó el progreso <strong>de</strong> la<br />

industria.<br />

Tampoco con<strong>de</strong>namos el trabajo <strong>de</strong> las prisiones, porque es un medio <strong>de</strong> castigar y<br />

corregir al <strong>de</strong>lincuente, y no <strong>de</strong> producir riqueza. Verdad es que algunos escritores temen<br />

que esta competencia no pare en daño <strong>de</strong> la industria libre, consi<strong>de</strong>rando que el preso<br />

<strong>de</strong>venga un salario muy corto y que son muy pocas sus necesida<strong>de</strong>s; pero lo costoso <strong>de</strong> la<br />

administración, la disciplina carcelaria, el aprendizaje <strong>de</strong> los entrantes, el vacío que <strong>de</strong>jan los<br />

salientes, la floja voluntad <strong>de</strong>l obrero y otras condiciones <strong>de</strong>l trabajo forzoso y<br />

reglamentado, ponen la industria libre a cubierto <strong>de</strong> todo peligro, como lo acredita la<br />

experiencia.<br />

CAPÍTULO XXIV.<br />

De la industria comercial.<br />

El comercio es el vínculo necesario <strong>de</strong> todos los <strong>de</strong>más ramos <strong>de</strong> la industria y el<br />

medianero entre la producción y el consumo. No transforma las cosas que son objeto <strong>de</strong> la<br />

especulación mercantil, salvo en los acci<strong>de</strong>ntes <strong>de</strong> modo, tiempo y lugar. El comerciante registra<br />

con su mirada las diversas regiones <strong>de</strong>l globo, observa los parajes don<strong>de</strong> abundan<br />

ciertos productos y don<strong>de</strong> escasean y los transporta a sus mercados naturales; compra y<br />

ven<strong>de</strong> según las ocasiones; acopia los géneros y frutos en la abundancia y baratura para


ofrecerlos en la escasez y carestía; almacena gruesas cantida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> un artículo para<br />

expen<strong>de</strong>rlo en partidas menores; esta pronto a dar salida a la riqueza estancada en las<br />

manos <strong>de</strong>l productor y a satisfacer y adivinar las necesida<strong>de</strong>s, gustos y caprichos <strong>de</strong>l consumidor,<br />

y en fin, el comercio vivifica y alimenta el trabajo por medio <strong>de</strong> los cambios.<br />

En efecto, es el comercio una serie infinita <strong>de</strong> tratos y contratos, y consiste su esencia<br />

en permutar valores entre los individuos, pueblos, provincias ó naciones. Dánse productos<br />

a cambio <strong>de</strong> productos, productos a cambio <strong>de</strong> servicios y viceversa, y servicios a cambio<br />

<strong>de</strong> servicios. Si bien se repara, esta es la fórmula verda<strong>de</strong>ra <strong>de</strong>l comercio, porque en realidad<br />

hay entre el servicio y el producto la misma relación que entre la causa y el efecto. El<br />

labrador siembra para el fabricante, y el fabricante teje para el labrador. La división <strong>de</strong>l<br />

trabajo hace que el uno sea productor <strong>de</strong> géneros y el otro productor <strong>de</strong> frutos; y cuando el<br />

labrador trueca su trigo por paño, con el resultado <strong>de</strong> un servicio propio adquiere el<br />

resultado <strong>de</strong> un servicio ajeno.<br />

Los cambios son una necesidad común a todos los hombres <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la infancia <strong>de</strong> la<br />

civilización y uno <strong>de</strong> los vínculos más estrechos y po<strong>de</strong>rosos <strong>de</strong> la sociedad. Con el cambio<br />

se enlazan los intereses, se traban amista<strong>de</strong>s, se <strong>de</strong>scubren nuevas tierras, se saca <strong>de</strong>l reino<br />

lo que sobra y entra lo que falta, y hay comunicación entre las gentes más remotas, y los<br />

pueblos están abastecidos <strong>de</strong> todo, y el mundo es como una plaza y feria abundantísima, y<br />

el hombre sin salir <strong>de</strong> su patria ni aun <strong>de</strong> su casa, es como un morador y ciudadano <strong>de</strong>l<br />

universo.<br />

En el sentido riguroso <strong>de</strong> la palabra el comerciar existe, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que existen los<br />

cambios; mas para que constituya una industria especial se requiere que haya personas cuya<br />

profesión sea comprar y ven<strong>de</strong>r ó traficar con las diversas merca<strong>de</strong>rías que componen la<br />

riqueza <strong>de</strong> los estados.<br />

La primera condición para que el comercio prospere es la libertad <strong>de</strong> las transacciones<br />

mercantiles. Por ley natural y <strong>de</strong> gentes (dijeron unos) el comercio es libre y necesaria la<br />

permutación <strong>de</strong> las cosas. Otros llamaron el comercio disposición <strong>de</strong> la oculta Provi<strong>de</strong>ncia<br />

para sustentar a todos los hombres é inducirlos a contraer parentesco y amistad recíproca,<br />

porque siendo el beneficio igual, el trato engendra amor.<br />

El interés privado tan solícito y diligente en la agricultura y las artes, no es menos<br />

activo y perspicaz en el comercio. Nadie sabe tan bien como el mismo interesado qué<br />

artículos sobran y qué otros faltan, ni compara mejor sus precios, ni calcula con más acierto<br />

las vicisitu<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l mercado, ni escoge con más pru<strong>de</strong>ncia la sazón oportuna <strong>de</strong> comprar ó<br />

ven<strong>de</strong>r en poca ó mucha cantidad. Nadie es tan sagaz para prever las necesida<strong>de</strong>s, tan cauto<br />

para proporcionar la oferta a la <strong>de</strong>manda, tan sutil para averiguar la calidad <strong>de</strong> los géneros y<br />

frutos, tan ingenioso para proveer el consuno, y tan económico para reducir los gastos <strong>de</strong><br />

averías, seguros, comisiones y transportes.<br />

Si mucho importa a la prosperidad <strong>de</strong>l comercio la libertad <strong>de</strong> los cambios, no<br />

importa menos el <strong>de</strong>sarrollo y a<strong>de</strong>lantamiento <strong>de</strong> la agricultura y <strong>de</strong> las artes mecánicas. Si<br />

cada uno hubiera <strong>de</strong> bastarse a sí mismo, los hombres no llegarían a sacar partido <strong>de</strong> la<br />

diversidad <strong>de</strong> talentos y vocaciones, ni <strong>de</strong> la variedad <strong>de</strong> tierras y climas, ni en suma <strong>de</strong> la<br />

división <strong>de</strong>l trabajo.<br />

¿Qué progreso <strong>de</strong>berían esperar la industria agrícola y fabril, si el comercio no se<br />

apresurase a dar salida a sus productos a fin <strong>de</strong> que el labrador y el fabricante, recobrando<br />

los gastos <strong>de</strong> la producción con las legítimas ganancias, pudiesen emplear <strong>de</strong> nuevo su<br />

trabajo y capital en el fomento <strong>de</strong> la riqueza?<br />

Si el sistema reglamentario aplicado a la agricultura y las fábricas quebranta las fuerzas<br />

productivas <strong>de</strong>l trabajo, el capital y la naturaleza, aplicado al comercio engendra todavía<br />

mayores males, porque no sólo afecta a este ramo <strong>de</strong> la industria, sino que trascien<strong>de</strong> a<br />

todos los <strong>de</strong>más. La acción <strong>de</strong>l gobierno no pue<strong>de</strong> suplir en manera alguna la actividad libre<br />

y espontánea <strong>de</strong> un pueblo entero. La experiencia <strong>de</strong> los siglos nos enseña que cuando el


comercio ge ministerio propio <strong>de</strong> la autoridad, en lugar <strong>de</strong> aquella abundancia y baratura<br />

que se logra con el curso natural <strong>de</strong> las cosas, hubo una vida artificial llena <strong>de</strong> angustias y<br />

privaciones.<br />

Guár<strong>de</strong>nse, pues, los gobiernos <strong>de</strong> intervenir oficiosamente en la contratación,<br />

porque con estas provi<strong>de</strong>ncias inoportunas y acaso temerarias se acostumbran los pueblos a<br />

vivir bajo la perpetua tutela <strong>de</strong>l estado, <strong>de</strong>smayan en el trabajo, pi<strong>de</strong>n un remedio imposible<br />

a su miseria, y culpan a los ministros y consejeros <strong>de</strong>l príncipe en los tiempos <strong>de</strong> escasez y<br />

carestía hasta <strong>de</strong> las inclemencias <strong>de</strong>l cielo, como si pudiese mandar al sol que madure las<br />

mieses, ó a las nubes que se <strong>de</strong>saten en lluvia y rieguen los campos; y a falta <strong>de</strong> motivos<br />

verda<strong>de</strong>ros, la imaginación se ceba en abusos imaginarios. Así se siembra el <strong>de</strong>scontento y<br />

estalla la cólera <strong>de</strong> los pueblos, dando pretexto las esperanzas burladas a turbar el or<strong>de</strong>n y<br />

concierto <strong>de</strong> la sociedad con menoscabo <strong>de</strong> todo linaje <strong>de</strong> riqueza, porque en los días <strong>de</strong><br />

peligro los capitales se escon<strong>de</strong>n, se <strong>de</strong>spi<strong>de</strong>n los obreros, los artículos <strong>de</strong> primera<br />

necesidad suben <strong>de</strong> precio, el dolor se aumenta y el mal verda<strong>de</strong>ro se agrava con el pánico<br />

que se difun<strong>de</strong>.<br />

La libertad <strong>de</strong>l comercio precave estas crisis lastimosas, ó por lo menos suaviza sus<br />

efectos y los hace pasajeros. Sin duda que la libertad <strong>de</strong>! comercio no es una panacea<br />

universal para esperar <strong>de</strong> ella el remedio a todos los males económicos, pues no impi<strong>de</strong>,<br />

por ejemplo, la subida <strong>de</strong> los granos, cuando ocurre una mala cosecha; pero si la ley<br />

permite la importación, se templa la escasez <strong>de</strong> un pueblo con la abundancia <strong>de</strong> otros.<br />

Esta doctrina con<strong>de</strong>na la intervención <strong>de</strong>l gobierno en el comercio, y con mayor<br />

severidad todavía la política <strong>de</strong> traficar en nombre y por cuenta <strong>de</strong>l estado. Asimismo<br />

con<strong>de</strong>na las contribuciones directas ó indirectas que aumentan con exceso los gastos <strong>de</strong> la<br />

producción y van encareciendo sucesivamente los productos hasta dificultar ó imposibilitar<br />

su <strong>de</strong>spacho, las tasas y posturas, la obligación <strong>de</strong> ven<strong>de</strong>r en sitios <strong>de</strong>terminados, la<br />

prohibición <strong>de</strong> reven<strong>de</strong>r y otras limitaciones semejantes que lleva consigo la antigua policía<br />

<strong>de</strong> los abastos, y sobre todo los monopolios ó privilegios exclusivos y prohibitivos.<br />

En efecto, el monopolio es el sistema opuesto a la libre concurrencia. El monopolio<br />

es injusto porque <strong>de</strong>spoja al hombre <strong>de</strong> la libertad natural <strong>de</strong> comprar y ven<strong>de</strong>r, paraliza el<br />

movimiento progresivo <strong>de</strong> la industria, surte los mercados con calculada parsimonia, fuerza<br />

a comprar caros los artículos <strong>de</strong> peor calidad y sacrifica <strong>de</strong> todas maneras el consumidor al<br />

productor. En vez <strong>de</strong> la armonía <strong>de</strong> todos los intereses legítimos, establece un antagonismo<br />

cruel y violento; en vez <strong>de</strong> procurar la riqueza, fomenta la miseria. Ganan ciertamente los<br />

privilegiados; pero no son ganancias lícitas y honestas, hijas <strong>de</strong> la mayor actividad ó<br />

inteligencia <strong>de</strong>l trabajo, sino beneficios aleatorios, pues se logran a expensas <strong>de</strong> los no<br />

privilegiados. El monopolio equivale a una contribución que paga el hombre activo al<br />

perezoso, y significa la recompensa legal que se ofrece por los esfuerzos empleados, no en<br />

promover y a<strong>de</strong>lantar un ramo cualquiera <strong>de</strong> la industria, sino en impedir que otros lo<br />

promuevan y a<strong>de</strong>lanten.<br />

La concurrencia es la expresión <strong>de</strong>l respeto <strong>de</strong>bido a la libertad <strong>de</strong>l trabajo y a la<br />

propiedad privada. Desata las fuerzas productivas enfrenadas con el monopolio, estimula a<br />

buscar la perfección <strong>de</strong> todas las obras <strong>de</strong>l arte, sugiere procedimientos económicos reduce<br />

el precio <strong>de</strong> las cosas a su nivel natural, <strong>de</strong>rrama los bienes <strong>de</strong> la abundancia y premia a cada<br />

uno en razón <strong>de</strong> sus servicios a la industria. Las ganancias <strong>de</strong>l productor salen <strong>de</strong>l fondo<br />

inagotable <strong>de</strong> la naturaleza cuya cooperación gratuita crece con las invenciones y mejoras, y<br />

convida a disfrutar <strong>de</strong> estos beneficios a todo el mundo. Sin duda que la libre concurrencia<br />

es una guerra <strong>de</strong>clarada entre los hombre como productores; pero ellos mismos perciben<br />

los frutos <strong>de</strong> la victoria en su calidad <strong>de</strong> consumidores. Suce<strong>de</strong> en la sociedad lo que en la<br />

naturaleza, que hay un <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n aparente y un or<strong>de</strong>n verda<strong>de</strong>ro; y así la discordia <strong>de</strong> los<br />

intereses particulares en el régimen <strong>de</strong> la libertad <strong>de</strong> concurrencia, explica el predominio <strong>de</strong>l<br />

interés general.


Negar al gobierno la intervención en los cambios, no es rehusarle la potestad <strong>de</strong><br />

dictar reglas <strong>de</strong> policía que no llevan por objeto restringir la justa libertad <strong>de</strong>l comercio,<br />

sino protegerla contra los abusos posibles y frecuentes. Comprobar los pesos y medidas,<br />

prohibir que se vendan alimentos nocivos a la salud, velar sobre la adulteración <strong>de</strong> las<br />

bebidas y castigar cualesquiera frau<strong>de</strong>s que una ilícita especulación pue<strong>de</strong> inventar, son<br />

actos <strong>de</strong> buen gobierno. La probidad ayuda mucho a fundar el crédito, y el crédito facilita<br />

las operaciones <strong>de</strong>l comercio; <strong>de</strong> modo que el ven<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> mala fe es un enemigo<br />

<strong>de</strong>clarado <strong>de</strong> la libertad mercantil que nada tiene <strong>de</strong> común con la licencia.<br />

CAPÍTULO XXV.<br />

Del comercio interior.<br />

Diví<strong>de</strong>se el comercio en interior y exterior: el primero abraza las contrataciones <strong>de</strong> los<br />

habitantes <strong>de</strong> un mismo imperio ó señorío, y el segundo se dilata por los mercados<br />

extranjeros. El uno es propio <strong>de</strong> cada nación ó estado y no traspasa los confines <strong>de</strong> su territorio,<br />

y el otro lleva los géneros y frutos a las partes más remotas <strong>de</strong>l globo.<br />

El comercio interior se subdivi<strong>de</strong> en comercio al por mayor y por menor; aquél consiste<br />

en comprar y ven<strong>de</strong>r por junto ó en grueso, y éste en expen<strong>de</strong>r las merca<strong>de</strong>rías al menu<strong>de</strong>o,<br />

ajustándose a las necesida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l diario consumo.<br />

De cualquier modo que consi<strong>de</strong>remos el comercio, siempre resultará que su esencia<br />

estriba en el cambio recíprocamente útil. Las clasificaciones anteriores se recomiendan por<br />

el método que introducen en la exposición <strong>de</strong> las doctrinas; mas no significan ninguna<br />

diferencia radical en cuanto a la teoría.<br />

La gran<strong>de</strong>za y extensión <strong>de</strong>l comercio exterior nos sorpren<strong>de</strong>n y admiran, porque<br />

observamos sus operaciones en globo, y seguimos con la vista las naves abrumadas con el<br />

peso <strong>de</strong> ricas merca<strong>de</strong>rías, y contemplamos los estados y relaciones <strong>de</strong> los inmensos valores<br />

importados y exportados por las aduanas <strong>de</strong> los imperios más po<strong>de</strong>rosos <strong>de</strong> la tierra. Y sin<br />

embargo <strong>de</strong> esta opulencia, el comercio interior presta en la oscuridad y con <strong>de</strong>licada<br />

mo<strong>de</strong>stia más importantes servicios a los pueblos. Su actividad es <strong>de</strong> todos los días y todas<br />

las horas. En los campos y en las ciuda<strong>de</strong>s, ya tratando las personas en las lonjas y<br />

almacenes, ya comprando a los merca<strong>de</strong>res ambulantes, ya juntándose las gentes en las<br />

ferias y mercados, ora cerrando sus tratos sin intervención <strong>de</strong> ningún extraño, ora<br />

valiéndose <strong>de</strong> medianeros ó corredores, pasan los productos <strong>de</strong> mano en mano y recibe un<br />

continuo impulso la circulación <strong>de</strong> la riqueza.<br />

El comerciante compra al labrador los frutos <strong>de</strong> su cosecha, y en cambio le<br />

suministra los fondos necesarios para sostener el cultivo: <strong>de</strong>socupa los <strong>de</strong>pósitos <strong>de</strong>l<br />

fabricante, y éste emplea los valores realizados en materias primeras y jornales que rin<strong>de</strong>n<br />

nuevos valores: acu<strong>de</strong> al mercado cuando las cosas están baratas, y estorba con su <strong>de</strong>manda<br />

la ruina <strong>de</strong> los productores: vuelve con ellas cuando las cosas están caras, é impi<strong>de</strong> con su<br />

oferta el sacrificio <strong>de</strong> los consumidores: provee a las gentes <strong>de</strong> los artículos indispensables a<br />

los usos ordinarios <strong>de</strong> la vida y <strong>de</strong> los objetos <strong>de</strong> comodidad y <strong>de</strong> lujo, buscando el tiempo,<br />

el lugar y la ocasión favorable: proporciona la cantidad al <strong>de</strong>seo y a los medios <strong>de</strong> cada uno,<br />

y en fin, dando por distintos caminos salida a los productos, fomenta todos los ramos <strong>de</strong> la<br />

riqueza pública y privada.<br />

La sociedad civil (lo hemos dicho) estriba en una serie infinita <strong>de</strong> cambios; y como las<br />

relaciones entre los particulares se multiplican en proporción que aumenta la división <strong>de</strong>l<br />

trabajo, resulta que la prosperidad común da cada vez mayor impulso y extensión al<br />

comercio interno. Si con motivo <strong>de</strong> una guerra se hallase tal nación imposibilitada <strong>de</strong><br />

continuar haciendo su comercio exterior, pa<strong>de</strong>cería gran<strong>de</strong> quebranto, pero aun tendría<br />

fuerzas para resistir al infortunio; mas si la falta <strong>de</strong> seguridad real ó personal, los vicios <strong>de</strong> la<br />

ley ó los abusos <strong>de</strong>l gobierno aniquilasen ó <strong>de</strong>bilitasen mucho su comercio interior, la


miseria llegaría a tal extremo, que esta nación retroce<strong>de</strong>ría al estado salvaje, ó <strong>de</strong>saparecería<br />

<strong>de</strong> la haz <strong>de</strong> la tierra.<br />

Todos los economistas reclaman a una voz la libertad más amplia y completa <strong>de</strong>l<br />

comercio interior. Todos reconocen que el interés privado es el guía más seguro, y la libre<br />

concurrencia el único régimen admisible para fomentar por este medio la riqueza <strong>de</strong> las<br />

naciones.<br />

Una doctrina tan obvia y sencilla en nuestro tiempo fue ignorada y combatida en<br />

siglos no muy remotos.<br />

Entonces cuidaban las autorida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> proveer a los pueblos <strong>de</strong> mantenimientos, y la<br />

policía <strong>de</strong> los abastos formaba una parte muy principal <strong>de</strong>l gobierno. Temíase que el interés<br />

individual no fuese bastante solicito, ó se mostrase <strong>de</strong>masiadamente codicioso en daño <strong>de</strong><br />

los consumidores a quienes se favorecía con provi<strong>de</strong>ncias encaminadas a procurar la<br />

abundancia y baratura <strong>de</strong> los artículos <strong>de</strong> primera necesidad en grave perjuicio <strong>de</strong> los<br />

productores. Cuanto más duros y prolijos eran los reglamentos, tanto más ahuyentaban el<br />

comercio, y los mercados estaban mal abastecidos, y el precio <strong>de</strong> todas las cosas era precio<br />

<strong>de</strong> monopolio.<br />

Babia lugares señalados para comprar y ven<strong>de</strong>r, personas obligadas a surtir los<br />

pueblos <strong>de</strong> comestibles estancos <strong>de</strong> diversas especies <strong>de</strong> ordinario consumo, prohibiciones<br />

<strong>de</strong> sacar pan, vino y <strong>de</strong>más artículos <strong>de</strong> uso común <strong>de</strong> un pueblo a otro pueblo, or<strong>de</strong>nanzas<br />

municipales y leyes hechas en Cortes, penas severas, jueces ya blandos, ya rigorosos, y<br />

oficiales públicos encargados <strong>de</strong> perseguir a los contraventores.<br />

Cuando las ciuda<strong>de</strong>s gozaban <strong>de</strong> aquel sumo grado <strong>de</strong> in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia que casi<br />

formaban pequeñas repúblicas <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l reino, abrigaban pensamientos tan 1imitados<br />

como el horizonte <strong>de</strong>l territorio sujeto a su jurisdicción. No consultaban la utilidad <strong>de</strong>l<br />

estado, ni podían consultarla, porque no existía el vínculo <strong>de</strong> las i<strong>de</strong>as ó intereses que<br />

constituye la comunidad, y sólo se procuraba el bien <strong>de</strong> la ciudad ó villa con tan poca<br />

aprensión <strong>de</strong> los vecinos, que las provi<strong>de</strong>ncias relativas a los abastos llevaban<br />

profundamente impreso el sello <strong>de</strong>l egoísmo local. Añadíase a esto que en la edad media la<br />

agricultura y la industria no estaban florecientes a tal punto que inspirase confianza la<br />

actividad <strong>de</strong> los particulares, y así merece disculpa el celo indiscreto <strong>de</strong> la autoridad. Pero<br />

cuando llegó el día <strong>de</strong> erigir un gobierno central y la riqueza fue en aumento, sobre todo<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> el siglo XVI en a<strong>de</strong>lante, la policía <strong>de</strong> los abastos sólo se explica por la ignorancia ó la<br />

malicia <strong>de</strong> los hombres, es <strong>de</strong>cir, por el imperio <strong>de</strong> las preocupaciones vulgares ó la codicia<br />

<strong>de</strong> multitud <strong>de</strong> personas, cuerpos y clases bien halladas con los abusos.<br />

La segunda causa <strong>de</strong>l entorpecimiento <strong>de</strong>l comercio interior eran las aduanas <strong>de</strong><br />

tierra, los <strong>de</strong>rechos <strong>de</strong> portazgo y los arbitrios municipales, que encareciendo sobremanera<br />

las merca<strong>de</strong>rías atenuaban su venta y consumo. Cada ciudad ó villa en otro tiempo<br />

establecía aduanas, fijaba <strong>de</strong>rechos <strong>de</strong> entrada y salida y <strong>de</strong>cretaba prohibiciones, con lo<br />

cual levantaba murallas que impedían la libre circulación <strong>de</strong> los géneros y frutos <strong>de</strong>l reino.<br />

Apagada la vida municipal prevaleció una política más elevada y generosa, y concibió el gobierno<br />

el pensamiento <strong>de</strong> suprimir las aduanas interiores, que no sólo castigaban las<br />

merca<strong>de</strong>rías a su paso <strong>de</strong> una a otra provincia y <strong>de</strong> un pueblo a otro pueblo, pero también<br />

atormentaban al merca<strong>de</strong>r con mil molestias y vejaciones permitidas a los aduaneros; y por<br />

eso llamaron algunos políticos las aduanas puertas <strong>de</strong> la muerte.<br />

Así se aumenta el precio <strong>de</strong> los artículos <strong>de</strong> primera necesidad, suben las materias<br />

brutas y los jornales y resulta tan cara la producción, que ni basta el sumo interior para<br />

alimentarla, ni pue<strong>de</strong> venir en su auxilio el comercio exterior, porque no hay medio <strong>de</strong><br />

competir con la industria extranjera exenta <strong>de</strong> trabas. Siempre es dañoso dictar reglamentos<br />

ó consentir provi<strong>de</strong>ncias que anulan las franquicias <strong>de</strong>l comercio y encarecen las<br />

manufacturas propias, haciéndolas <strong>de</strong> peor condición que las extrañas.<br />

Análoga a esta causa es la tercera ó sean los tributos inconsi<strong>de</strong>rados que embargan la


circulación <strong>de</strong> la riqueza, <strong>de</strong> los cuales tenemos en España un ejemplo notable en la alcabala<br />

que se exigía <strong>de</strong> todas las cosas que se vendiesen 6 permutasen y carga muy pesada, pues<br />

crecía y se multiplicaba tantas veces cuantas se repetían los contratos. No sin razón dijeron<br />

muchos escritores españoles y extranjeros que la alcabala ejerció un funesto influjo en la<br />

suerte <strong>de</strong> nuestra patria: opinión que pudiéramos hacer extensiva a los <strong>de</strong>más <strong>de</strong>rechos <strong>de</strong><br />

consumo cuyo conjunto formaba las rentas llamadas provinciales.<br />

La cuarta causa <strong>de</strong>l aniquilamiento <strong>de</strong>l tráfico interior es la prohibición <strong>de</strong> comprar<br />

para reven<strong>de</strong>r, cosa lícita y honesta, y sin embargo reprobada por las leyes hasta una época<br />

muy cercana. Los moralistas y jurisconsultos con<strong>de</strong>naban el oficio <strong>de</strong> la regatonería y<br />

<strong>de</strong>nunciaban a los regatones al odio <strong>de</strong> todo el mundo como agavilladores <strong>de</strong> los<br />

mantenimientos y fautores <strong>de</strong> la carestía. Llamábanlos polilla y peste <strong>de</strong> la república, y<br />

<strong>de</strong>cían que su ganancia era torpe y su ejercicio vil y abominable, y añadían que ganaban la<br />

vida con peligro <strong>de</strong> su conciencia é infamia <strong>de</strong> sus personas. Las justicias <strong>de</strong> los pueblos<br />

cuidaban <strong>de</strong> ahuyentarlos <strong>de</strong> los mercados con el temor <strong>de</strong> la pena, y el vulgo los perseguía<br />

como a gente aborrecible que tenia pacto con el hambre.<br />

El oficio <strong>de</strong> los regatones es mediar entre el comprador y el ven<strong>de</strong>dor con provecho<br />

<strong>de</strong> ambos, bien hagan acopio <strong>de</strong> merca<strong>de</strong>rías para expen<strong>de</strong>rlas al pormenor, ó bien las<br />

pongan en reserva hasta que los precios mejoren. En el primer caso favorecen al productor<br />

dando salida inmediata a sus géneros y frutos, y al consumidor proporcionándole las cosas<br />

según las necesida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l tiempo ó ajustando la cantidad a la medida <strong>de</strong> su <strong>de</strong>seo; y en el<br />

segundo asimismo los favorecen conservando el nivel natural <strong>de</strong> los precios, porque<br />

compra el regatón en la abundancia y ven<strong>de</strong> en la escasez, con lo cual ni la baratura<br />

quebranta la producción, ni la carestía <strong>de</strong>bilita el consumo. Puesto que aña<strong>de</strong> utilidad y<br />

valor a las cosas, su ganancia es lícita y honesta, y la ley que prohíbe el tráfico <strong>de</strong> reserva ó a<br />

la menuda, no solamente crea <strong>de</strong>litos imaginarios, sino que disminuye la concurrencia <strong>de</strong><br />

los reven<strong>de</strong>dores hasta el extremo <strong>de</strong> hacer posible la confabulación y fácil el monopolio.<br />

Así pues, el ejercicio <strong>de</strong> la regatonería mo<strong>de</strong>ra el precio <strong>de</strong> las cosas y hace veces <strong>de</strong><br />

justicia distributiva en los mercados, acudiendo en auxilio <strong>de</strong> los ven<strong>de</strong>dores y compradores<br />

según el tiempo y la ocasión. Si logran hoy ganancias envidiables, mañana experimentan<br />

pérdidas no menores. Todo se compensa y todo contribuye a fundar la concordia <strong>de</strong> los<br />

productores, consumidores y medianeros entre la producción y el consumo <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l<br />

régimen <strong>de</strong> la libertad <strong>de</strong> los cambios.<br />

Por último, entorpecía el comercio interior la tasa ó la intervención <strong>de</strong> la autoridad a<br />

titulo <strong>de</strong> mo<strong>de</strong>rar el precio <strong>de</strong> las cosas más comunes y necesarias, persuadida <strong>de</strong> que era un<br />

<strong>de</strong>recho y un <strong>de</strong>ber suyo poner coto a la <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>nada codicia <strong>de</strong> los ven<strong>de</strong>dores y dispensar<br />

su protección a los compradores, corno si <strong>de</strong> oficio y por ministerio <strong>de</strong> la ley se acertara a<br />

resolver el problema <strong>de</strong> la vida barata.<br />

Los precios, en medio <strong>de</strong> la mayor libertad, no son arbitrarios, sino que se <strong>de</strong>terminan<br />

por el coste <strong>de</strong> la producción y la proporción entre la oferta y la <strong>de</strong>manda. De aquí se sigue<br />

que la tasa no pue<strong>de</strong> ser perpetua, por lo mismo que no son fijas las causas reguladoras <strong>de</strong><br />

los precios; y <strong>de</strong>biendo ser temporal, necesita la autoridad tener cuenta con los más leves<br />

acci<strong>de</strong>ntes <strong>de</strong>l mercado, tantear las esperanzas ó los temores que inspira la próxima<br />

cosecha, y guardar las llaves <strong>de</strong>l sol y <strong>de</strong> la lluvia para que la naturaleza no <strong>de</strong>rribe a cada<br />

paso la obra <strong>de</strong> los hombres. Las tasas perpetuas son injustas, y las mudables imposibles.<br />

Era muy común tasar los frutos y <strong>de</strong>jar en libertad las <strong>de</strong>más merca<strong>de</strong>rías faltando a la<br />

justicia distributiva, y reformar la tasa apenas puesta, esforzándose la autoridad a enmendar<br />

con nuevos agravios los agravios antiguos. Otras veces se tasaban los artículos <strong>de</strong> primera<br />

necesidad y no los <strong>de</strong> fausto y ostentación, inconsecuencias que ponen <strong>de</strong> manifiesto los<br />

vicios y errores <strong>de</strong> aquel sistema.<br />

Cuando la ley fija el precio <strong>de</strong> las cosas, si la tasa no oprime al ven<strong>de</strong>dor es inútil, y<br />

perjudicial si le oprime. En este caso el labrador y el fabricante se retraen <strong>de</strong> concurrir al


mercado y se aumenta la carestía. Si la ley promete larga vida, el productor abandona una<br />

industria sin esperanza, porque no hay compensación <strong>de</strong> las pérdidas <strong>de</strong>l año bueno con las<br />

ganancias <strong>de</strong>l malo; y en vez <strong>de</strong> una crisis leve y pasajera, hiere a los pueblos el azote <strong>de</strong> una<br />

miseria permanente. Basta el temor a la tasa para alejar a los comerciantes <strong>de</strong> toda<br />

especulación lucrativa y labrar la ruina <strong>de</strong> la agricultura y las artes, porque así como el<br />

cuerpo humano <strong>de</strong>sfallece sin la circulación <strong>de</strong> la sangre, así se aniquila toda industria sin la<br />

circulación <strong>de</strong> la riqueza.<br />

Todavía van más lejos las consecuencias <strong>de</strong> la tasa. Para combatir la resistencia a<br />

ven<strong>de</strong>r que suelen mostrar los dueños <strong>de</strong> los acopios, se practican visitas domiciliarias, se<br />

abren <strong>de</strong> or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> la autoridad las trojes y los almacenes, y se obliga a los labradores y<br />

merca<strong>de</strong>res a la venta <strong>de</strong> los frutos por la vía rigorosa <strong>de</strong>l apremio. De esta manera se<br />

consuma un violento <strong>de</strong>spojo y se da un escándalo ruidoso, burlándose el gobierno <strong>de</strong> la<br />

libertad y propiedad por su ciego <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> fiar la justicia natural <strong>de</strong> los precios, no a la<br />

contratación libre, sino a reglamentos arbitrarios.<br />

Toda provi<strong>de</strong>ncia encaminada a favorecer ya a los compradores, ya a los ven<strong>de</strong>dores,<br />

ora a los naturales, ora en fin a los extranjeros, turba la paz <strong>de</strong> los intereses económicos y<br />

rompe la concordia <strong>de</strong> los <strong>de</strong>rechos particulares, suscitando numerosas dificulta<strong>de</strong>s al<br />

comercio.<br />

Reinan todavía algunas preocupaciones vulgares acerca <strong>de</strong> la tasa, y no falta quien la<br />

solicite par el pan, como si las leyes <strong>de</strong> la <strong>Economía</strong> política no fuesen constantes y<br />

uniformes. Subsistió en Francia hasta ahora que acaba <strong>de</strong> abolirse, y no tanto como una<br />

provi<strong>de</strong>ncia tutelar a fin <strong>de</strong> impedir la carestía, cuanto como cautela política por conjurar el<br />

peligro <strong>de</strong> asonadas y motines.<br />

Pero si con la libertad viene la baratura, mayor eficacia tienen para conservar la<br />

tranquilidad y el or<strong>de</strong>n público la libre fabricación y venta <strong>de</strong>l pan, que los mejores<br />

reglamentos. Por otra parte, la intervención <strong>de</strong> la autoridad la constituye responsable <strong>de</strong> las<br />

malas cosechas, y así la acusan los <strong>de</strong>scontentos, y con razón, <strong>de</strong> todas sus miserias y<br />

privaciones.<br />

Nada ha contribuido tan po<strong>de</strong>rosamente al atraso comparativo <strong>de</strong>l arte <strong>de</strong> elaborar el<br />

pan allí don<strong>de</strong> la tasa ha prevalecido largo tiempo, como la tasa misma. El fabricante que<br />

no recoge los beneficios <strong>de</strong>l a<strong>de</strong>lantamiento <strong>de</strong> la industria, la abandona a su ru<strong>de</strong>za<br />

primitiva, y los consumidores pagan este <strong>de</strong>scuido hijo <strong>de</strong> la indiscreta y oficiosa tutela <strong>de</strong>l<br />

estado.<br />

CAPÍTULO XXVI.<br />

Del comercio exterior.<br />

El Comercio exterior ó internacional exporta los géneros y frutos <strong>de</strong>l país é importa<br />

los extraños, y entonces se llama <strong>de</strong> consumo, ó compra las merca<strong>de</strong>rías extranjeras para<br />

ven<strong>de</strong>rlas a pueblos también extranjeros, y se dice <strong>de</strong> transporte ó <strong>de</strong> economía. El primero<br />

alimenta el tráfico interior dando salida a los productos <strong>de</strong> las naciones comerciantes, a<br />

diferencia <strong>de</strong>l segundo que se limita al cambio y acarreo <strong>de</strong> ajenas merca<strong>de</strong>rías, sin tomar<br />

parte directa en otros negocios. No obstante, contribuye al incremento <strong>de</strong> la riqueza y<br />

prosperidad <strong>de</strong>l estado en cuanto ofrece empleo lucrativo a su trabajo y capital, y promueve<br />

el <strong>de</strong>sarrollo <strong>de</strong> la navegación hasta convidar con el imperio <strong>de</strong> los mares. Buen ejemplo <strong>de</strong><br />

esto es la república <strong>de</strong> Holanda en el siglo XVII.<br />

El cambio internacional procura bienes inmensos, porque introduce una gran<strong>de</strong><br />

división <strong>de</strong>l trabajo entre todos los pueblos, facilita la posesión <strong>de</strong> una multitud <strong>de</strong><br />

merca<strong>de</strong>rías que no pue<strong>de</strong>n producirse en el territorio, permite dar el empleo más<br />

ventajoso a todas las fuerzas productivas, excita la actividad <strong>de</strong> las gentes trayendo mo<strong>de</strong>los<br />

que imitar y <strong>de</strong>spertando los <strong>de</strong>seos <strong>de</strong> adquirir, y forma vínculos <strong>de</strong> interés y simpatía en


los cuales <strong>de</strong>scansa la paz <strong>de</strong>l mundo. Así se proveen todas las naciones <strong>de</strong> lo que les falta a<br />

trueque <strong>de</strong> lo que les sobra, y reina la abundancia, y con ella la baratura, y es la vida fácil,<br />

cómoda y agradable, se multiplican las riquezas y florecen las rentas públicas sin oprimir<br />

<strong>de</strong>masiado a los contribuyentes.<br />

En efecto, hay climas muy diversos en el globo, como hay aptitu<strong>de</strong>s muy distintas en<br />

el hombre. Las producciones <strong>de</strong>l norte son diferentes <strong>de</strong> las <strong>de</strong>l mediodía, y en una misma<br />

zona hay tierras fértiles en granos, otras en vinos ó aceites. Ciertas regiones gozan <strong>de</strong><br />

merecida fama por algún monopolio natural, y así va su nombre unido a tal ó cual fruto sin<br />

rival en el mundo, como el té <strong>de</strong> la China, el café <strong>de</strong> la Arabia, la canela <strong>de</strong> Ceilán, los vinos<br />

<strong>de</strong> Jerez, el azúcar y tabaco <strong>de</strong> la Habana, etc. Pues si en Madrid, v. gr., se encuentran todas<br />

estas cosas en abundancia y a precios mo<strong>de</strong>rados, se <strong>de</strong>be al cambio internacional.<br />

Non omnis fert omnia tellus, <strong>de</strong>cían los antiguos; y los mo<strong>de</strong>rnos con mejor discurso<br />

<strong>de</strong>ben añadir que no hay nación bastante favorecida por la naturaleza que pueda bastarse a<br />

sí misma. Bien se nos alcanza que es vano y ocioso el consejo <strong>de</strong> no cultivar en Inglaterra<br />

los frutos especiales <strong>de</strong> Andalucía; pero no carece <strong>de</strong> utilidad y aplicación, si se trata <strong>de</strong><br />

violentar a la agricultura haciéndola producir aquello que producido será caro y malo, en<br />

vez <strong>de</strong> obtenerlo bueno y barato por medio <strong>de</strong>l cambio, como sucedió en Francia, cuando<br />

se formé el empeño <strong>de</strong> suplir el azúcar <strong>de</strong> las Antillas con el <strong>de</strong> remolacha. Mucho menos<br />

es impertinente respecto a la industria fabril, que si bien tiene poca cuenta con el clima, la<br />

tiene, y muy gran<strong>de</strong>, con mil circunstancias favorables ó adversas a la perfección y<br />

economía <strong>de</strong> los artefactos; y proponerse cada pueblo reunir toda clase <strong>de</strong> fabricas, ó todas<br />

las que pi<strong>de</strong> el consumo <strong>de</strong> sus habitantes, es renunciar a los beneficios <strong>de</strong> la división <strong>de</strong>l<br />

trabajo.<br />

Así pues, el comercio internacional abandonado a si mismo, esto es, prevaleciendo el<br />

régimen <strong>de</strong> la libertad, no solamente nos proporciona los géneros y frutos más extraños y<br />

remotos, pero también los pone al alcance <strong>de</strong> las menores fortunas, aunque venga recargado<br />

el coste <strong>de</strong> la producción con los gastos <strong>de</strong>l transporte.<br />

Es un axioma en <strong>Economía</strong> política que los productos se pagan siempre con<br />

productos, porque no se cambian valores sino por valores equivalentes. Nada importa que<br />

medie dinero, supuesto que la moneda es una merca<strong>de</strong>ría que tampoco se adquiere sino en<br />

virtud <strong>de</strong> un cambio que se llama venta.<br />

De aquí resulta que si España envía sus vinos a Inglaterra y ésta sus hierros a España,<br />

ambas naciones ganan en el cambio, porque ambas compran barato. Los productos <strong>de</strong> cada<br />

una constituyen los medios <strong>de</strong> adquirir los productos <strong>de</strong> la otra; y si los vinos cuestan poco<br />

a España, poco le costarán los hierros <strong>de</strong> Inglaterra y viceversa. El beneficio es común,<br />

porque los dos pueblos, trocando sus géneros y frutos, los obtienen con menores gastos <strong>de</strong><br />

producción, y gozan <strong>de</strong> ellos con igual economía <strong>de</strong> trabajo.<br />

La importación y la exportación no son dos hechos simples que se excluyen, antes<br />

por el contrario, un solo hecho complejo consi<strong>de</strong>rado por el anverso y el reverso. Las<br />

merca<strong>de</strong>rías que se exportan representan la oferta, y las que se importan la <strong>de</strong>manda <strong>de</strong><br />

cada pueblo; <strong>de</strong> don<strong>de</strong> se sigue que las importaciones y las exportaciones significan valores<br />

iguales.<br />

La teoría vulgar <strong>de</strong>l comercio exterior atribuye todas las ganancias <strong>de</strong>l cambio<br />

internacional a las exportaciones, así como todas las pérdidas a las importaciones: error<br />

disculpable en aquellos tiempos en que el oro y la plata pasaban por la única riqueza; pero<br />

absurdo incomprensible ahora, cuando tan lejos nos hallamos <strong>de</strong>l sistema mercantil. Decir<br />

que un pueblo gana si exporta y pier<strong>de</strong> si importa, repugna al sentido común, porque en<br />

suma equivale a <strong>de</strong>cir que se enriquece con lo que da, y se empobrece con lo que recibe. La<br />

verdad es que <strong>de</strong>l cambio internacional redundan beneficios mutuos, pues si la exportación<br />

facilita la salida <strong>de</strong> los productos, y con esto alimenta y <strong>de</strong>sarrolla la producción <strong>de</strong> un<br />

territorio, la importación ofrece a sus habitantes merca<strong>de</strong>rías que no producirían <strong>de</strong> ningún


modo, ó producirían a mayor costa que las exportadas, y por consiguiente hay un ahorro<br />

positivo <strong>de</strong> trabajo y capital que pue<strong>de</strong> aplicarse a fomentar otros ramos <strong>de</strong> la industria.<br />

Todo conduce a <strong>de</strong>mostrar que la libertad <strong>de</strong>l comercio exterior redobla las fuerzas<br />

productivas <strong>de</strong>l mundo, porque permite dar el empleo más ventajoso al trabajo y capital <strong>de</strong><br />

todas las naciones, cobrando la industria su natural asiento una vez restablecido el or<strong>de</strong>n <strong>de</strong><br />

la producción <strong>de</strong>l universo. Satisfechas a menos costa las necesida<strong>de</strong>s físicas, habría menos<br />

pobres en la tierra, y seria más fácil cultivar el espíritu y tener participación en los goces<br />

morales.<br />

La libertad <strong>de</strong>l comercio es el comercio mismo, y se <strong>de</strong>riva <strong>de</strong>l <strong>de</strong>recho <strong>de</strong> cambiar ó<br />

disponer cada uno <strong>de</strong> las cosas que constituyen su propiedad. Arguyen los partidarios <strong>de</strong> la<br />

prohibición que todo <strong>de</strong>recho tiene sus límites señalados por el bien público ó interés general,<br />

porque los <strong>de</strong>rechos suponen <strong>de</strong>beres correlativos. Aceptamos el principio,<br />

protestando contra su aplicación al cambio internacional. Ni la justicia, ni la equidad, ni la<br />

conveniencia consienten la infracción constante y sistemática <strong>de</strong> las leyes que rigen la sociedad<br />

humana por respeto a un interés <strong>de</strong>l momento, ni el sacrificio <strong>de</strong> los muchos no<br />

privilegiados a los pocos favorecidos con el privilegio. El or<strong>de</strong>n social <strong>de</strong>scansa en bases<br />

inalterables como la moral <strong>de</strong> don<strong>de</strong> proce<strong>de</strong>. Si la libertad fuese la regla general y las<br />

restricciones la excepción pasajera, todavía pudiéramos mostrarnos indulgentes con<br />

nuestros adversarios; pero acontece que a fuerza <strong>de</strong> limitar el uso <strong>de</strong> aquel <strong>de</strong>recho, llegó a<br />

quedar borrado <strong>de</strong> las leyes, y la excepción se hizo regla y la regla excepción, confiscando la<br />

propiedad y erigiendo en sistema el <strong>de</strong>spojo.<br />

Oponen a<strong>de</strong>más que los amigos <strong>de</strong>l comercio libre preten<strong>de</strong>n <strong>de</strong>struir las<br />

nacionalida<strong>de</strong>s para levantar un cosmopolitismo imaginario, en cuanto consi<strong>de</strong>ran todos los<br />

pueblos como un solo pueblo, y todos los mercados como un solo mercado. Y sin<br />

embargo, la libertad <strong>de</strong>l comercio exterior fortifica el espíritu <strong>de</strong> nacionalidad, pues la<br />

división <strong>de</strong>l trabajo entre las naciones restituye a cada una el lugar que la correspon<strong>de</strong> en él<br />

or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> la producción según las leyes <strong>de</strong> la naturaleza y <strong>de</strong> la sociedad, en vez <strong>de</strong> ocupar<br />

un puesto arbitrario según el capricho <strong>de</strong> los hombres. El cosmopolitismo <strong>de</strong> que se acusa<br />

a los <strong>de</strong>fensores <strong>de</strong> la teoría <strong>de</strong>l libre cambio, no se compa<strong>de</strong>ce con el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> cimentar las<br />

nacionalida<strong>de</strong>s conforme a los <strong>de</strong>signios <strong>de</strong> la Provi<strong>de</strong>ncia, que con la diversidad <strong>de</strong> los<br />

climas y las producciones quiso inducir a los hombres a contraer amistad, obligarlos a<br />

prestarse mutuo auxilio y empeñarlos en tratarse como hermanos.<br />

Situar bien la industria es favorecer el comercio y concertar el culto <strong>de</strong> la patria con el<br />

amor <strong>de</strong> la humanidad. Nadie hasta ahora ha combatido con el argumento <strong>de</strong>l<br />

cosmopolitismo la libertad <strong>de</strong>l comercio interior, y sin embargo acercar los pueblos y las<br />

provincias suprimiendo las aduanas <strong>de</strong> tierra y removiendo los <strong>de</strong>más obstáculos a la<br />

circulación <strong>de</strong> la riqueza entre los habitantes <strong>de</strong> un mismo territorio, es dar un paso hacia el<br />

cosmopolitismo no menos grave que aproximar las naciones. Si hoy clama la opinión por la<br />

libertad <strong>de</strong>l cambio internacional, es porque en otro tiempo clamó con fruto por la<br />

franqueza <strong>de</strong>l cambio entre vecinos.<br />

Siendo recíprocos los beneficios <strong>de</strong>l cambio internacional, cuanto más a<strong>de</strong>lantan los<br />

pueblos y los gobiernos por esta senda, tanto más se enlazarán sus intereses y se<br />

fortificarán los vínculos <strong>de</strong> amistad y concordia entre todos. No soñamos con el<br />

advenimiento <strong>de</strong> una edad <strong>de</strong> oro en la cual reinen la paz perpetua y la fraternidad<br />

universal, contentándonos con alejar el peligro <strong>de</strong> las guerras y conquistas; y puesto que no<br />

basten los intereses <strong>de</strong> todo el mundo civilizado a conjurar tamañas calamida<strong>de</strong>s, tendrán y<br />

tienen ya eficacia para hacerlas menos frecuentes y dura<strong>de</strong>ras. La opinión pública repugna<br />

las guerras injustas y las mercantiles, y la misma paz armada excita quejas y murmuraciones<br />

que atan las manos a los príncipes más ambiciosos y a los ministros más violentos.<br />

La libertad <strong>de</strong>l comercio exterior es buena en todas partes; pero las razones para<br />

adoptarla son diferentes. No es (dice un economista <strong>de</strong> gran<strong>de</strong> autoridad y merecida fama)


una <strong>de</strong> esas <strong>de</strong>ida<strong>de</strong>s salvajes que pi<strong>de</strong>n el sacrificio <strong>de</strong> víctimas humanas, sino una diosa<br />

siempre justa y siempre benéfica. Favorece a los productores y a los consumidores al<br />

mismo tiempo, porque contiene la subida <strong>de</strong> los precios, si propen<strong>de</strong>n a la carestía, y los<br />

levanta, si <strong>de</strong>scien<strong>de</strong>n hasta la baratura <strong>de</strong>masiada. Pesa en su fiel balanza todos los<br />

intereses, separa los legítimos <strong>de</strong> los ilegítimos y da cumplida satisfacción a todas las<br />

verda<strong>de</strong>ras necesida<strong>de</strong>s.<br />

Se acusa a los proteccionistas <strong>de</strong> haberse hecho apóstoles <strong>de</strong> la carestía, tomando la<br />

<strong>de</strong>fensa <strong>de</strong> los productores y abandonando la causa <strong>de</strong> los consumidores; y tal vez los librecambistas<br />

cayeron en el extremo opuesto, lisonjeando a los pueblos con esperanzas <strong>de</strong><br />

baratura que no se realizarán jamás hasta el grado que se anuncia, y promoviendo el partido<br />

<strong>de</strong> los consumidores, como si ellos no fuesen también productores bajo otra forma. Si la<br />

libertad <strong>de</strong>l comercio se proclamase hoy mismo, con ella vendrían muchos <strong>de</strong>sengaños,<br />

porque ni los bienes serian tantos como se esperan, ni los males tantos como se temen. Los<br />

capitales no emigran con la facilidad que pasan <strong>de</strong> uno a otro lugar <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l mismo<br />

territorio, y así no siempre la industria se situará don<strong>de</strong> quiera que sea menor el coste <strong>de</strong> la<br />

producción. Júntase a esto que los gastos <strong>de</strong>l transporte dificultan el cambio, sobre todo <strong>de</strong><br />

las merca<strong>de</strong>rías muy voluminosas y pesadas; y así suce<strong>de</strong> con los productos <strong>de</strong> la agricultura<br />

cuya mayor parte, sean baratos ó caros, se consume en el mismo país don<strong>de</strong> se recogen, y<br />

sólo en los años estériles, siendo gran<strong>de</strong> la diferencia <strong>de</strong> los precios, hay ventaja en traerlos<br />

<strong>de</strong> fuera.<br />

El progreso <strong>de</strong>l comercio exterior es señal <strong>de</strong> prosperidad, cuando coinci<strong>de</strong> con el<br />

incremento <strong>de</strong> la producción interior; sino es señal <strong>de</strong> pobreza. Si entran muchas<br />

merca<strong>de</strong>rías extranjeras a cambio <strong>de</strong> las nacionales que abundan, todo va bien; pero pue<strong>de</strong><br />

acontecer, por ejemplo, que una mala cosecha obligue a comprar cantida<strong>de</strong>s inmensas <strong>de</strong><br />

granos y semillas alimenticias con valores reservados a una producción ulterior ó sustraídos<br />

al ordinario consumo, porque hay un déficit en las subsistencias. Nada sin embargo se<br />

arguye <strong>de</strong> aquí contra la libertad <strong>de</strong>l comercio, pues si el vació existe, <strong>de</strong>be colmarse <strong>de</strong> la<br />

mejor manera posible, esto es, pronto y a costa <strong>de</strong> menos trabajo.<br />

CAPÍTULO XXVII.<br />

Del sistema protector.<br />

Hubo un tiempo en que los políticos llamaban al dinero nervio y sustancia <strong>de</strong>l<br />

estado, y pon<strong>de</strong>rando su excelencia <strong>de</strong>cían que el oro y la plata encerraban todas las<br />

riquezas temporales <strong>de</strong> la vida. La consecuencia natural <strong>de</strong> semejante principio era que los<br />

gobiernos <strong>de</strong>bían pugnar por adquirir y retener la mayor cantidad posible <strong>de</strong> metales<br />

preciosos. Así proponían agraciar la extracción <strong>de</strong> los frutos, franquear la salida <strong>de</strong> las<br />

merca<strong>de</strong>rías, gravar la exportación <strong>de</strong> los materiales crudos para que se labrasen <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l<br />

reino, mo<strong>de</strong>rar la importación <strong>de</strong> ciertos géneros y artefactos extranjeros y prohibir<br />

absolutamente la introducción <strong>de</strong> su mayor parte.<br />

Con este famoso temperamento que un economista español resumió en la frase <strong>de</strong><br />

puertas abiertas y puertas cerradas, pretendían los escritores, los ministros consejeros <strong>de</strong>l rey <strong>de</strong><br />

España, invocando el ejemplo <strong>de</strong> Francia, Inglaterra y Holanda, estancar todo el oro y toda<br />

la plata <strong>de</strong> las Indias, para que los arroyos <strong>de</strong>l Potosí y Guanajuato no corriesen a fertilizar<br />

tierras extrañas y acaso enemigas.<br />

Dicha teoría dio margen a la vana distinción <strong>de</strong>l comercio activo y pasivo, aquél útil y<br />

provechoso en cuanto representaba la exportación <strong>de</strong> merca<strong>de</strong>rías y la entrada <strong>de</strong> metales<br />

en pago <strong>de</strong> ellas, y éste perjudicial y nocivo, porque significaba la importación <strong>de</strong> géneros y<br />

frutos y la salida <strong>de</strong>l oro y plata, única y verda<strong>de</strong>ra riqueza.<br />

No necesitarnos repetir lo que la <strong>Economía</strong> política entien<strong>de</strong> por riqueza (V. part. I,<br />

cap. I.), ni cebarnos en el sistema prohibitivo ó mercantil, porque minado el cimiento, todo el


edificio se viene a tierra. En realidad, combatir el principio que funda la riqueza <strong>de</strong> los<br />

individuos y <strong>de</strong> los pueblos en la posesión <strong>de</strong> los metales preciosos, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> tanto como<br />

ha progresado la ciencia económica, seria hacer un agravio al sentido común.<br />

Quedan sin embargo restos <strong>de</strong>l sistema prohibitivo cuya herencia recogió su hijo<br />

legítimo el sistema protector, hoy muy quebrantado sin duda, pero todavía vivo y militante,<br />

puesto que él solo disputa el terreno y mantiene la campaña contra la escuela <strong>de</strong>l libre<br />

cambio. Favorecen su causa errores <strong>de</strong> doctrina, preocupaciones vulgares, hábitos<br />

envejecidos, la rutina oficial y en fin intereses personales ó <strong>de</strong> clase disfrazados con la capa<br />

<strong>de</strong>l bien público, y <strong>de</strong>fendidos con un lenguaje que llega a seducir a los incautos. Dejemos a<br />

un lado la pasión que suele mezclarse en esta polémica, y pongamos, si es posible, la razón<br />

en su punto.<br />

El sistema llamado protector, ó la teoría <strong>de</strong> la protección a la industria nacional,<br />

aspira a <strong>de</strong>sarrollar las fuerzas productivas <strong>de</strong>l país, fomentando la agricultura y las artes<br />

mecánicas por medio <strong>de</strong> prohibiciones y restricciones que impidan la concurrencia <strong>de</strong> los<br />

extranjeros y aseguren a los naturales el monopolio <strong>de</strong> los mercados <strong>de</strong>l reino.<br />

Con este objeto aconsejan los proteccionistas y pi<strong>de</strong>n con instancia que se arreglen<br />

los aranceles <strong>de</strong> las aduanas <strong>de</strong> tal suerte que nieguen absolutamente la entrada a ciertas<br />

merca<strong>de</strong>rías, permitan la <strong>de</strong> otras, pero gravándolas con <strong>de</strong>rechos muy crecidos, cierren la<br />

puerta <strong>de</strong> salida a los materiales crudos para que la nación disfrute los beneficios <strong>de</strong> las<br />

labores, se haga buen pasaje a las primeras materias que vengan <strong>de</strong> fuera y se promueva la<br />

extracción <strong>de</strong> los géneros y frutos <strong>de</strong> <strong>de</strong>ntro.<br />

Si fuese verdad que la abundancia <strong>de</strong> numerario constituye la riqueza <strong>de</strong> los pueblos,<br />

podríamos poner en duda la eficacia <strong>de</strong>l sistema protector reducido a la práctica; mas en la<br />

especulativa sus conclusiones serian lógicas y necesarias. Admitir aquel principio es lo<br />

mismo que formar causa común con el sistema mercantil, y con<strong>de</strong>narse los proteccionistas<br />

a perpetuo silencio. Convencidos <strong>de</strong> ello, reniegan <strong>de</strong> su origen é invocan la intervención<br />

<strong>de</strong>l gobierno en favor <strong>de</strong>l trabajo nacional, hacen alar<strong>de</strong> <strong>de</strong> patriotismo, se proclaman los<br />

hombres prácticos por excelencia, se apellidan economistas en público, y profesan en<br />

secreto el culto <strong>de</strong>l oro y <strong>de</strong> la plata.<br />

En efecto, entre el sistema mercantil y el protector no hay otra diferencia que entre lo<br />

más y lo menos. Cuando los <strong>de</strong>rechos protectores son altos, equivalen a prohibiciones<br />

absolutas: cuando son temporales, se prorrogan y convierten en perpetuos. Nunca llega la<br />

sazón oportuna <strong>de</strong> mo<strong>de</strong>rarlos ó suprimirlos: siempre hay pretextos para recomendar a la<br />

compasión <strong>de</strong>l gobierno la flaqueza <strong>de</strong> la industria nacional.<br />

El sistema protector se rebela contra tres máximas fundamentales <strong>de</strong> la <strong>Economía</strong><br />

política, a saber: la libertad <strong>de</strong>l cambio, la neutralidad <strong>de</strong>l gobierno y la división <strong>de</strong>l trabajo.<br />

Por ley natural <strong>de</strong> las gentes (<strong>de</strong>cía un economista español <strong>de</strong>l siglo XVII) el comercio<br />

es libre y necesaria la permutación <strong>de</strong> las cosas, y tanto que muchas veces se respeta aun en<br />

estado <strong>de</strong> guerra. Enhorabuena tenga todo <strong>de</strong>recho sus limites señalados por el bien<br />

general, como suce<strong>de</strong> en cuanto a la libertad y propiedad; pero esta regla <strong>de</strong> justicia no<br />

alcanza a los <strong>de</strong>rechos protectores que son contribuciones establecidas en provecho <strong>de</strong><br />

algunos particulares.<br />

La causa pública se <strong>de</strong>fien<strong>de</strong> <strong>de</strong>fendiendo la equidad que no es sino la igualdad <strong>de</strong><br />

todos los intereses legitimos; y cuando existe la protección, hay débiles y fuertes, opresores<br />

y oprimidos. Si todas las industrias son igualmente protegidas, ninguna lo es en realidad; y<br />

si solamente algunas, aquéllas gozan <strong>de</strong>l privilegio <strong>de</strong> vivir a costa ajena y sin temor <strong>de</strong> la<br />

concurrencia <strong>de</strong> los extranjeros.<br />

Hemos dicho que la industria ama la libertad, y que por lo mismo repugna la<br />

intervención oficial. La autoridad <strong>de</strong>be abstenerse <strong>de</strong> dirigir sus operaciones, y con mayor<br />

motivo <strong>de</strong> mostrarse parcial por esta ó aquella clase <strong>de</strong> producción. Si el gobierno establece<br />

<strong>de</strong>rechos protectores en favor <strong>de</strong> una, abandona las otras, las agravia y perjudica creando en


eneficio <strong>de</strong> la primera un monopolio que turba la regular distribución <strong>de</strong> las utilida<strong>de</strong>s<br />

respectivas, porque ya no <strong>de</strong>pen<strong>de</strong> <strong>de</strong> la concurrencia libre, sino <strong>de</strong> un criterio ciego y <strong>de</strong><br />

una potestad arbitraria. Cuando estaba en boga la policía <strong>de</strong> los abastos, el gobierno tomaba<br />

partido por los consumidores contra los productores; mas bajo el régimen <strong>de</strong> la protección,<br />

el gobierno se <strong>de</strong>clara por los productores contra los consumidores. Ambos sistemas<br />

merecen la reprobación <strong>de</strong>l economista enemigo <strong>de</strong> los reglamentos.<br />

La protección se opone a la ley económica <strong>de</strong> la división <strong>de</strong>l trabajo entre todas las<br />

naciones tan natural y fecunda como hemos <strong>de</strong>mostrado. Proteger la industria es lanzarla<br />

en caminos extraviados, hacer menos productivo el empleo <strong>de</strong>l trabajo, comunicarle una vida<br />

artificial y ponerla a merced <strong>de</strong>l gobierno que sube ó baja a su antojo los <strong>de</strong>rechos <strong>de</strong><br />

aduana.<br />

Dicen los proteccionistas que conviene fomentar la industria nacional; pero lo que en<br />

realidad se fomenta por medio <strong>de</strong> la protección es la fortuna <strong>de</strong> un corto número <strong>de</strong><br />

productores a quienes pagan contribución muy crecida todos los consumidores. Si esta<br />

contribución al cabo sirviese para recompensar la actividad, inteligencia y economía <strong>de</strong> los<br />

privilegiados, tendría disculpa; mas es lo cierto que adormece al fabricante bien hallado con<br />

su monopolio y convida al contrabando. La historia nos enseña que la supresión <strong>de</strong> los <strong>de</strong>rechos<br />

protectores, lejos <strong>de</strong> matar las industrias protegidas, las ha <strong>de</strong>spertado <strong>de</strong> su letargo<br />

y vivificado con el estímulo <strong>de</strong> la concurrencia.<br />

Dicen también que cada pueblo se baste a sí mismo, que no pague tributo al<br />

extranjero. No, ningún hombre ni pueblo se basta ni pue<strong>de</strong> bastarse a sí mismo. La<br />

Provi<strong>de</strong>ncia, dividiendo el globo que habitamos en zonas y climas con sus particulares<br />

producciones y dando a los hombres las mismas necesida<strong>de</strong>s, ha querido que cada hombre<br />

y cada pueblo viviese en paz con su hermano y su vecino, le ayudase y socorriese partiendo<br />

con él los frutos <strong>de</strong>l trabajo. Si cada nación hubiera <strong>de</strong> bastarse a sí misma, Rusia <strong>de</strong>bería<br />

aclimatar la vida entre los hielos <strong>de</strong>l norte en vez <strong>de</strong> comprar los vinos <strong>de</strong> Jerez, y España<br />

introducir el cultivo <strong>de</strong> linos y cáñamos <strong>de</strong> Riga.<br />

Pagar tributo al extranjero <strong>de</strong>nota ser <strong>de</strong>pendiente <strong>de</strong> la nación que nos suministra las<br />

merca<strong>de</strong>rías necesarias a nuestro consumo. En este sentido todos los hombres y todos los<br />

pueblos <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>n unos <strong>de</strong> otros. El pana<strong>de</strong>ro <strong>de</strong>pen<strong>de</strong> <strong>de</strong>l sastre y <strong>de</strong>l zapatero que le<br />

visten y le calzan, y estos <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>n <strong>de</strong> aquél que hace el pan con que se alimentan; y así<br />

como no se pagan tributo los particulares entre sí cuando permutan los resultados <strong>de</strong> su<br />

industria, antes se auxilian recíprocamente al cambiar servicios por servicios, así las<br />

naciones viven siempre <strong>de</strong> su trabajo y conservan su <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia en medio <strong>de</strong>l comercio.<br />

La i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> cambio excluye la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> tributo.<br />

Ningún pueblo regala ó da <strong>de</strong> limosna a otro pueblo los géneros y frutos que posee.<br />

Una corriente <strong>de</strong> importaciones supone otra corriente paralela <strong>de</strong> exportaciones. Ambas<br />

son rápidas ó lentas, escasas ó caudalosas, continuas ó interrumpidas: ambas principian y<br />

acaban al mismo tiempo. Si admitimos como posible que tal nación quiera sacrificarse hasta<br />

el extremo <strong>de</strong> abaratar sus merca<strong>de</strong>rías más allá <strong>de</strong> lo justo para arruinar la industria <strong>de</strong> tal<br />

otra cuya competencia empieza a inquietarla, la primera consumirá mucha parte <strong>de</strong> su<br />

riqueza que pasará a título gratuito a manos <strong>de</strong> la segunda, y antes se cansará aquélla <strong>de</strong> sus<br />

pérdidas, que ésta <strong>de</strong>sespere <strong>de</strong> sus ganancias. Nunca se dio el ejemplo <strong>de</strong> empren<strong>de</strong>r un<br />

comercio ruinoso con ánimo <strong>de</strong>liberado, aunque algunas veces haya ocurrido mantenerlo<br />

para hacer rostro a una crisis pasajera.<br />

Alimentar el trabajo nacional es partir <strong>de</strong>l falso principio que el trabajo por sí solo es<br />

manantial perenne <strong>de</strong> riqueza, sin tomar en cuenta su buena ó mala dirección que lo trueca<br />

<strong>de</strong> fecundo en infecundo. La ley <strong>de</strong> los cambios <strong>de</strong>spoja al trabajo <strong>de</strong> ese carácter exclusivo<br />

y forma con los productos <strong>de</strong> la industria humana un acervo común <strong>de</strong>l cual participan<br />

todas las naciones según sus obras.<br />

Si proteger el trabajo nacional significa dar la ocupación conveniente a los naturales


<strong>de</strong> cada país, sin protección alguna se consigue mejor y con mayor facilidad este <strong>de</strong>seo,<br />

porque <strong>de</strong> tal manera se ocupan, que con menos fatiga y a menos costa producen más utilidad<br />

y más valor. Pero los proteccionistas, empleando la palabra nacional en un sentido<br />

apasionado, invocan en apoyo <strong>de</strong> su causa el amor <strong>de</strong> la patria, como si no la amaran los<br />

amigos <strong>de</strong> la libertad <strong>de</strong>l comercio, y <strong>de</strong>slumbran al vulgo con este sofisma. Los hierros, las<br />

sedas ó los algodones protegidos no son la patria, sino los hombres que pueblan un<br />

territorio y tienen <strong>de</strong>recho a vivir como personas libres, esto es, sin sujeción a un corto<br />

número <strong>de</strong> fabricantes privilegiados a quienes la ley otorga el monopolio <strong>de</strong> los hierros, <strong>de</strong><br />

los algodones ó las sedas como otros tantos feudos industriales. Hemos dicho poco. A la<br />

manera que en tiempos pasados se hacían a los conquistadores <strong>de</strong> América repartimientos<br />

<strong>de</strong> indios para que labrasen las tierras en beneficio <strong>de</strong> sus dueños, hoy se hacen<br />

repartimientos <strong>de</strong> consumidores en provecho <strong>de</strong> algunos productores favorecidos, don<strong>de</strong><br />

quiera que existe la protección.<br />

Abriendo las puertas a la protección, todo el mundo se atropella a entrar en el<br />

sagrado recinto a don<strong>de</strong> no llega el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> la competencia. Pi<strong>de</strong> protección el labrador<br />

para sus frutos, el minero para sus hierros y carbones, el fabricante para sus tejidos, y en<br />

este campo <strong>de</strong> discordia se dan batalla mil intereses rivales. Denuncia el fabricante la<br />

protección concedida a la agricultura, porque si no obtiene los artículos <strong>de</strong> primera<br />

necesidad y las primeras materias con economía, no pue<strong>de</strong> dominar el mercado. El labrador<br />

por su parte alega que sin hierro barato para sus aperos <strong>de</strong> labranza, sin ropas y vestidos<br />

baratos, sin todos los <strong>de</strong>más utensilios necesarios en el hogar doméstico ó en el campo<br />

también baratos, los frutos <strong>de</strong> su cosecha resultarán más caros que los extranjeros. El<br />

minero dice que conviene proteger el hierro y el carbón: replica el fabricante que siendo<br />

primeras materias <strong>de</strong> casi toda la industria fabril <strong>de</strong>ben ser libres <strong>de</strong> <strong>de</strong>rechos: opone el<br />

minero que son productos acabados <strong>de</strong> su arte ú oficio, y todos tienen razón, porque no<br />

hay primeras materias en absoluto.<br />

La protección no se diferencia sustancialmente <strong>de</strong> la prohibición: no es una excepción<br />

<strong>de</strong>l principio <strong>de</strong> libertad, sino el principio opuesto <strong>de</strong>l privilegio, ó hablando con más<br />

propiedad, <strong>de</strong>l monopolio. La protección mo<strong>de</strong>rada limita el comercio, minora el consumo<br />

disminuye la riqueza <strong>de</strong> los pueblos: la excesiva es ineficaz, porque fomenta el contrabando.<br />

Los <strong>de</strong>rechos protectores conducen al <strong>de</strong>saliento general <strong>de</strong> la industria: estancan la<br />

fabricación que carece <strong>de</strong> mo<strong>de</strong>los que imitar y <strong>de</strong>l estimulo <strong>de</strong> la competencia: mantienen<br />

la carestía <strong>de</strong> los artefactos protegidos y no protegidos, los unos por el favor <strong>de</strong> que gozan<br />

y los otros por los gravámenes que se les imponen: aumentan el precio <strong>de</strong> las subsistencias<br />

y <strong>de</strong> los jornales: arrebatan al obrera una parte <strong>de</strong>l salario en razón <strong>de</strong> lo que cuestan <strong>de</strong>más<br />

los artículos <strong>de</strong> ordinario consumo: disminuyen la capacidad <strong>de</strong> comprar, y <strong>de</strong> consiguiente<br />

dificultan la venta ó salida <strong>de</strong> los géneros y frutos nacionales.<br />

La protección, lo mismo que la prohibición, paraliza ciertos ramos <strong>de</strong> la industria,<br />

fuerza el empleo <strong>de</strong>l capital, violenta el curso <strong>de</strong>l trabajo, y en fin crea un sistema artificial<br />

<strong>de</strong> producción tan contrario a la naturaleza <strong>de</strong> las cosas, que cada país don<strong>de</strong> reina se aparta<br />

<strong>de</strong>l camino <strong>de</strong> la riqueza prefiriendo la perdida a la ganancia.<br />

Los <strong>de</strong>rechos protectores no favorecen en multitud <strong>de</strong> casos las industrias protegidas,<br />

sino otras que se aprovechan, sin quererlo la ley, <strong>de</strong> aquel beneficio, corno si la protección<br />

dispensada a las fábricas <strong>de</strong> hierro alcanzase a los propietarios <strong>de</strong> bosques y minas <strong>de</strong><br />

carbón, pues a la sombra <strong>de</strong> semejante privilegio pue<strong>de</strong>n acaso mejorar el precio <strong>de</strong>l<br />

combustible. Autorizan asimismo las represalias <strong>de</strong> los gobiernos extranjeros, quedando la<br />

industria propia expuesta al castigo <strong>de</strong> los aranceles. Júntase a lo dicho que toda industria<br />

consume antes <strong>de</strong> producir, comprando caro para fabricar más caro, y <strong>de</strong> esta carestía<br />

artificial resulta que pa<strong>de</strong>ce el consumidor sin percibir ninguna ventaja positiva el<br />

productor.<br />

Por último, los <strong>de</strong>rechos protectores se resuelven en un impuesto oneroso


<strong>de</strong>sigualmente repartido y <strong>de</strong> todo punto arbitrario que aumenta el precio <strong>de</strong> los artículos<br />

<strong>de</strong> primera necesidad, <strong>de</strong> comodidad y <strong>de</strong> lujo, dificulta la cobranza <strong>de</strong> otras contribuciones<br />

más racionales y tien<strong>de</strong> a disminuir la riqueza imponible limitando las rentas particulares y<br />

los progresos <strong>de</strong> la industria a voluntad <strong>de</strong> los gobiernos.<br />

La ciencia aspira a la abolición perpetua <strong>de</strong> los <strong>de</strong>rechos protectores; mas la pru<strong>de</strong>ncia<br />

recomienda dar tiempo al tiempo, y proce<strong>de</strong>r <strong>de</strong> un modo lento y gradual para no lastimar<br />

los intereses creados a la sombra <strong>de</strong> las leyes. Por lo mismo que existen, merecen respeto; y<br />

cuando los capitales y el trabajo se empeñaron en caminos extraviados bajo la fe y la<br />

palabra <strong>de</strong>l gobierno, no parece bien ni seria justo abandonarlos. La reforma <strong>de</strong>be llegar<br />

tar<strong>de</strong> ó temprano; pero conviene traerla con suavidad ilustrando la opinión, calmando los<br />

ánimos sobresaltados, satisfaciendo los intereses legítimos, y en fin, alejando los peligros <strong>de</strong><br />

toda mudanza repentina.<br />

CAPÍTULO XXVIII.<br />

De las aduanas.<br />

Son las aduanas oficinas encargadas <strong>de</strong> recaudar los tributos ó contribuciones que<br />

pesan sobre las merca<strong>de</strong>rías al entrar, al salir ó al pasar por ciertos lugares. Es muy antigua<br />

semejante institución, puesto que los griegos y romanos la conocieron con otro nombre y<br />

otra forma.<br />

En la edad media también estuvieron en uso, mostrando en todo su carácter fiscal.<br />

Pagaban los merca<strong>de</strong>res un <strong>de</strong>recho proporcionado al valor <strong>de</strong> los géneros y frutos que<br />

importaban, muchos no a<strong>de</strong>udaban nada, y la exportación era libre, salvo en cuanto a las<br />

cosas que llamaban vedadas, ó cuya saca estaba prohibida por las leyes, por la seguridad <strong>de</strong>l<br />

estado, ó conforme las reglas <strong>de</strong> policía <strong>de</strong> los abastos. No había en aquellos tiempos ni<br />

sombra <strong>de</strong> protección, prevaleciendo sobre todo el principio <strong>de</strong> satisfacer cierta cantidad<br />

por razón <strong>de</strong> peaje ó sea en reconocimiento <strong>de</strong>l señorío <strong>de</strong>l territorio. Hacemos completa<br />

abstracción <strong>de</strong> las aduanas interiores, y sólo nos fijamos en las situadas en las costas y<br />

fronteras <strong>de</strong>l reino, ó como entonces se <strong>de</strong>cía, en los puertos mojados y secos.<br />

Las aduanas así entendidas significan un impuesto como otro cualquiera, y se<br />

<strong>de</strong>fien<strong>de</strong>n con las mismas razones que los <strong>de</strong>rechos <strong>de</strong> consumo en general, esto es, con la<br />

necesidad <strong>de</strong> procurar recursos par sostener las cargas <strong>de</strong>l estado. Llegaron a<strong>de</strong>más a<br />

persuadirse los gobiernos <strong>de</strong> la bondad <strong>de</strong> un impuesto que a su parecer gravitaba, a lo<br />

menos en parte, sobre el productor extranjero; que no repugnaba el comerciante,<br />

consi<strong>de</strong>rándolo una mera anticipación <strong>de</strong> la cual había <strong>de</strong> reintegrar el consumidor; que se<br />

pagaba sin sentir, porque iba envuelto en el precio <strong>de</strong> la merca<strong>de</strong>ría, y que por último se<br />

hacia soportable en cuanto era voluntario el consumo.<br />

A pesar <strong>de</strong> todo, sin duda seria mejor que no hubiese aduanas en el mundo, y<br />

entonces el comercio gozaría <strong>de</strong>l sumo grado <strong>de</strong> libertad que apetecen los economistas,<br />

corno seria mejor que no hubiese contribuciones para que la industria remontase su vuelo<br />

hasta las nubes; pero el bien absoluto no es el patrimonio <strong>de</strong>l hombre sobre la tierra.<br />

Perdieron las aduanas su carácter fiscal y se convirtieron en protectoras <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que se<br />

entronizó el sistema mercantil, y todavía continúan en muchas partes sin haber recobrado<br />

su color primitivo. Las naciones que más se distinguen por el espíritu liberal <strong>de</strong> su<br />

legislación <strong>de</strong> aduanas, son Holanda y Suiza, y las más adheridas al sistema protector Rusia<br />

y los Estados Unidos.<br />

Poco tenemos que <strong>de</strong>cir contra las aduanas protectoras <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> lo contenido en<br />

los dos capítulos prece<strong>de</strong>ntes. Sin embargo algo pue<strong>de</strong> añadirse por vía <strong>de</strong> complemento <strong>de</strong><br />

nuestra doctrina.<br />

La formación <strong>de</strong> los aranceles <strong>de</strong> aduana es tarea dificultosa, porque son muchos y


muy diversos los renglones <strong>de</strong>l comercio. Compren<strong>de</strong>rlos todos raya en lo imposible, y<br />

clasificarlos en grupos análogos se presta a lo arbitrario. Necesariamente se han <strong>de</strong> cometer<br />

graves yerros omitiendo merca<strong>de</strong>rías ú or<strong>de</strong>nándolas <strong>de</strong> tal modo que se susciten dudas, se<br />

pidan aclaraciones y entretanto que<strong>de</strong>n en suspenso los a<strong>de</strong>udos.<br />

Puesto que ha <strong>de</strong> haber aduanas, conviene que formen una renta pingüe con poco<br />

gravamen y molestia <strong>de</strong>l comercio. Lo primero se conseguirá reduciendo el número <strong>de</strong> los<br />

artículos comprendidos en el arancel y gravándolos con <strong>de</strong>rechos mo<strong>de</strong>rados para no<br />

disminuir el consumo. Díjose que en estas cuentas dos y dos no hacen cuatro, dando a<br />

enten<strong>de</strong>r que si se doblan los <strong>de</strong>rechos <strong>de</strong> aduana, a tal punto pue<strong>de</strong> bajar el consumo, que<br />

no sólo no rindan otro tanto, pero ni aun lo que antes solían rendir; y por el contrario, que<br />

reducidos a la mitad llegan tal vez a producir más <strong>de</strong>l doble; y en efecto así lo acredita la<br />

experiencia sacada <strong>de</strong>l estudio <strong>de</strong> las últimas reformas. Por eso dijo un economista español<br />

<strong>de</strong>l siglo pasado que más valen los muchos pocos que los pocos muchos. Las prohibiciones<br />

<strong>de</strong>ben ser <strong>de</strong>sterradas, porque no se compa<strong>de</strong>cen con la renta. Si nada entra ó sale, nada<br />

gana el tesoro público.<br />

Lo segundo se alcanza ya en gran parte simplificando el arancel, y el resto se. logra<br />

evitando al comercio las incomodida<strong>de</strong>s y vejaciones que llevan consigo los continuados<br />

registros y contrarregistros, las guías y tornaguías, la tardanza en el <strong>de</strong>spacho, la<br />

arbitrariedad en los avalúos, los comisos y las penas no bien justificadas. Pasada la zona<br />

fiscal, las merca<strong>de</strong>rías extranjeras <strong>de</strong>ben naturalizarse y su circulación interior ha <strong>de</strong> ser<br />

libre.<br />

Importa al fisco mostrarse blando y suave con el comercio <strong>de</strong> buena ge, pues <strong>de</strong> otro<br />

modo la renta <strong>de</strong> aduanas se <strong>de</strong>sagua por la canal <strong>de</strong>l contrabando. No hay castigos<br />

bastante rigorosos, ni vigilancia bastante eficaz para contenerlo, que no reprimirlo, si los<br />

<strong>de</strong>rechos <strong>de</strong> importación ó exportación son tan crecidos que convi<strong>de</strong>n al trafico ilícito con<br />

una ganancia cierta y superior a las ordinarias. Entonces pier<strong>de</strong> el fisco las sumas que pasan<br />

a las manos <strong>de</strong>l contrabandista, se arruina el comerciante <strong>de</strong> conciencia timorata que no<br />

pue<strong>de</strong> competir con el que no forma escrúpulo <strong>de</strong> burlar las leyes, y los pueblos se<br />

corrompen con el espectáculo <strong>de</strong>l frau<strong>de</strong> enriquecido, la <strong>de</strong>lación recompensada y la guerra<br />

civil ardiendo sin tregua ni <strong>de</strong>scanso.<br />

El <strong>de</strong>lito <strong>de</strong> contrabando lo con<strong>de</strong>na la justicia, pero la conciencia pública lo absuelve,<br />

porque en este caso la ley se aparta <strong>de</strong> la moral. No es la voluntad <strong>de</strong>l legislador lo que<br />

constituye el <strong>de</strong>lito, sino el acto mismo naturalmente reprobado. Comprar lo mejor y más<br />

barato es lícito y honesto, y si la autoridad lo prohíbe, crea un <strong>de</strong>lito imaginario. Por eso<br />

hay tantos protectores y encubridores <strong>de</strong>l contrabando, tantos guardas indulgentes y tantos<br />

jueces piadosos a quienes repugna hacer uso <strong>de</strong> su ministerio en <strong>de</strong>fensa <strong>de</strong> una mala causa.<br />

Los <strong>de</strong>rechos <strong>de</strong> aduana <strong>de</strong>ben ser iguales, esto es, gravar igualmente las merca<strong>de</strong>rías,<br />

vengan <strong>de</strong> don<strong>de</strong> vinieren. Los <strong>de</strong>rechos diferenciales según la proce<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> los artículos<br />

<strong>de</strong> importación ó la ban<strong>de</strong>ra que los cubre, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> producir todos los malos efectos <strong>de</strong><br />

la protección, suelen dar motivo ó pretexto a quejas y enemista<strong>de</strong>s entre los gobiernos y a<br />

represalias mercantiles, armas <strong>de</strong> dos filos que hieren a diestro y siniestro, y por eso<br />

aconseja la pru<strong>de</strong>ncia evitar las ocasiones <strong>de</strong> emplearlas. Por otra parte son poco eficaces,<br />

puesto que es muy común, al ajustar un tratado <strong>de</strong> comercio, introducir la cláusula <strong>de</strong> gozar<br />

cada nación <strong>de</strong> los beneficios otorgados ó que se otorgaren la más favorecida.<br />

El sistema protector halló necesario ó conveniente fomentar la navegación por<br />

medio <strong>de</strong> privilegios, y entre ellos quiso que ocupasen el primer lugar los <strong>de</strong>rechos<br />

diferenciales <strong>de</strong> ban<strong>de</strong>ra, es <strong>de</strong>cir, que pagasen menos las merca<strong>de</strong>rías transportadas en<br />

buques nacionales, y más las que navegasen en buques extranjeros.<br />

La navegación es una industria, y como tal su prosperidad ó <strong>de</strong>ca<strong>de</strong>ncia se<br />

<strong>de</strong>termina por el influjo <strong>de</strong> las mismas causas que rigen la producción en general. Los<br />

pueblos que puedan comprar con mayor equidad los materiales <strong>de</strong> la construcción naval,


cuya obra <strong>de</strong> mano fuere menos costosa y cuya pericia en el arte <strong>de</strong> navegar les permita<br />

conciliar la seguridad con la economía, aventajarán a todos en la baratura <strong>de</strong> los fletes y<br />

serán preferidos para la carga por el comercio. De consiguiente los privilegios <strong>de</strong><br />

navegación no darán nunca resultados positivos, sino cuando más comunicarán a la marina<br />

mercante una vida artificial, trabajosa y al fin precaria. La libertad le proporciona los<br />

elementos que necesita para asentar su prosperidad con firmeza, y la concurrencia la<br />

estimula a no <strong>de</strong>jarse vencer <strong>de</strong> sus rivales.<br />

Llamaron algunos escritores políticos dios tutelar <strong>de</strong> Inglaterra al acta <strong>de</strong> navegación<br />

<strong>de</strong> 165l. Unos dijeron que a su sombra creció y se robusteció la marina mercante <strong>de</strong> la Gran<br />

Bretaña; otros que se <strong>de</strong>sarrollo a pesar <strong>de</strong> ella y gracias a multitud <strong>de</strong> causas ligadas con el<br />

progreso <strong>de</strong> esta nación tan rica y po<strong>de</strong>rosa. España tuvo también su acta <strong>de</strong> navegación<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> que los Reyes Católicos promulgaron la pragmática <strong>de</strong> Granada <strong>de</strong> 1500, a la cual<br />

siguieron varios reglamentos para asegurar a las naves españolas la preferencia <strong>de</strong> los fletes,<br />

ya estableciendo <strong>de</strong>rechos diferenciales <strong>de</strong> ban<strong>de</strong>ra, ya gravando con pesados tributos la<br />

compra <strong>de</strong> bajeles extranjeros; y sin embargo nuestra marina mercante vino muy a menos, y<br />

quedó casi enteramente aniquilada a fines <strong>de</strong>l siglo XVII. Tan cierto es que nada alcanza a<br />

suplir los esfuerzos <strong>de</strong> la actividad humana, y que siendo la protección un privilegio, y el<br />

privilegio esencialmente malo, no pue<strong>de</strong> dar buenos frutos.<br />

La <strong>Economía</strong> política avanza con su ban<strong>de</strong>ra, y en señal <strong>de</strong> que es seguro su triunfo,<br />

hoy no tolera la opinión ninguna reforma arancelaria que no sea en sentido liberal.<br />

Los principios que hoy dominan y dirigen la conducta <strong>de</strong> la mayor parte <strong>de</strong> los<br />

gobiernos, son la abolición inmediata <strong>de</strong> las prohibiciones; la supresión ó reducción<br />

máxima <strong>de</strong> los <strong>de</strong>rechos sobre las materias brutas y los artículos <strong>de</strong> primera necesidad; leves<br />

impuestos a los géneros y frutos <strong>de</strong> ordinario consumo, <strong>de</strong> modo que resulte favorecido el<br />

comercio, aliviado el contribuyente y no perjudicado el tesoro público; simplificación <strong>de</strong> los<br />

aranceles, <strong>de</strong>sapareciendo todos los <strong>de</strong>rechos que rin<strong>de</strong>n cortos ingresos; disminución<br />

gradual <strong>de</strong> los que satisfacen los artefactos, y <strong>de</strong>saparición <strong>de</strong> los diferenciales <strong>de</strong> ban<strong>de</strong>ra<br />

que sin proteger la marina, dificultan el tráfico con el recargo <strong>de</strong> los precios.<br />

Los tratados <strong>de</strong> comercio fueron muy útiles en otro tiempo, porque en ellos se hacían<br />

los gobiernos que los ajustaban recíprocas concesiones favorables a la libertad <strong>de</strong>l cambio<br />

internacional. En el día cada pueblo mira por sí; sabe que <strong>de</strong> nadie necesita para recoger los<br />

beneficios <strong>de</strong>l comercio exterior; que las prohibiciones y restricciones a nadie dañan más<br />

que al obstáculo en mantenerlas; que acabará por convencerse <strong>de</strong> ello y abandonarlos, y en<br />

fin, que hay peligro en atarse las manos suscitando obstáculos a las reformas sucesivas.<br />

Enhorabuena se estipulen segurida<strong>de</strong>s para el comercio ó se faciliten relaciones <strong>de</strong> buena<br />

amistad y vecindad entre las partes contratantes; mas que<strong>de</strong> a salvo el <strong>de</strong>recho <strong>de</strong> mo<strong>de</strong>rar<br />

los aranceles sin otra imitación que el interés <strong>de</strong> cada una.<br />

Este mismo inconveniente tienen las ligas aduaneras que sólo pue<strong>de</strong>n justificarse<br />

cuando las componen estados pequeños cuyos dominios mutuamente se cortan y pe<strong>net</strong>ran.<br />

Entonces formar una confe<strong>de</strong>ración extendiendo las fronteras y llevando las aduanas a los<br />

extremos <strong>de</strong>l territorio común, equivale a suprimir en un reino muy extenso las aduanas<br />

provinciales.<br />

CAPÍTULO XXIX.<br />

De la balanza <strong>de</strong> comercio.<br />

Consecuencia rigorosa <strong>de</strong>l sistema mercantil es la teoría <strong>de</strong> la balanza <strong>de</strong> comercio que<br />

vamos a exponer en breves palabras, más bien con el objeto <strong>de</strong> darla a conocer al lector en<br />

razón <strong>de</strong> su importancia pasada, que consi<strong>de</strong>rando su aplicación a lo presente, y mucho<br />

menos la necesidad <strong>de</strong> refutarla <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> lo dicho en punto al comercio exterior.<br />

Partiendo <strong>de</strong>l falso principio que toda riqueza se funda en la posesión <strong>de</strong> metales


preciosos, era lógico asentar corno una verdad fundamental que las importaciones<br />

representaban la pérdida, y las exportaciones la ganancia <strong>de</strong> los pueblos. Cuando la suma <strong>de</strong><br />

aquellas y éstas guardaba perfecto equilibrio, la balanza <strong>de</strong>l comercio estaba en su fiel, y no<br />

había pérdida ni ganancia, porque el <strong>de</strong>be y el haber <strong>de</strong> cada nación se compensaban. Pero si<br />

alguna <strong>de</strong> las dos entre quienes suponemos establecido el tráfico importaba más que<br />

exportaba en un periodo <strong>de</strong>terminado, en un año por ejemplo, perdía una parte <strong>de</strong> su<br />

riqueza, pues comparando los valores importados y exportados, resultaba contra ella un<br />

saldo que <strong>de</strong>bía pagar en oro ó plata; y si exportaba más que importaba, toda la diferencia<br />

era riqueza. Así <strong>de</strong>cían los sectarios <strong>de</strong> la escuela mercantil que en el primer caso la balanza<br />

<strong>de</strong> comercio era adversa, y en el segundo favorable: doctrina errónea enlazada con la<br />

distinción <strong>de</strong>l comercio activo y pasivo (V. Part. I, cap. XXVII.).<br />

Sin embargo, subyugó el ánimo <strong>de</strong> los gobiernos, y <strong>de</strong>terminando la política<br />

mercantil <strong>de</strong> todos los estados <strong>de</strong> Europa, abriéronse registros en las aduanas, creáronse<br />

oficinas <strong>de</strong> balanza, recogiéronse y guardáronse escrupulosamente los datos y noticias<br />

relativas al movimiento <strong>de</strong> los puertos, entrada y salida <strong>de</strong> géneros y frutos, valores que<br />

representaban y otros mil pormenores útiles sin duda en cuanto contribuyen a formar la<br />

estadística <strong>de</strong>l comercio y <strong>de</strong> las rentas públicas, pero que nada dicen al que preten<strong>de</strong><br />

averiguar por este camino el movimiento <strong>de</strong> la riqueza nacional.<br />

Queda dicho y repetimos que el oro y plata son riqueza verda<strong>de</strong>ra, mas no la riqueza<br />

única, ni aun la riqueza por excelencia. La abundancia misma <strong>de</strong> los metales preciosos es<br />

nociva, porque el valor <strong>de</strong> la moneda se <strong>de</strong>termina, como el <strong>de</strong> todas las cosos, por la<br />

proporción entre la <strong>de</strong>manda la oferta, y huye <strong>de</strong> los mercados don<strong>de</strong> menos vale hacia los<br />

mercados don<strong>de</strong> más se estima. Así se restablece el equilibrio <strong>de</strong> los precios <strong>de</strong> las primeras<br />

materias, <strong>de</strong> la obra <strong>de</strong> mano y <strong>de</strong> todos los elementos <strong>de</strong> la producción sin temor <strong>de</strong> que la<br />

nación en apariencia más rica sea en realidad la más pobre, porque no pue<strong>de</strong> dar salida a<br />

sus productos más caros en competencia con otros más baratos.<br />

El comercio es una serie infinita <strong>de</strong> permutas en que se dan valores por valores<br />

equivalentes, llámense vinos, algodones, granos, oro ó plata. El nombre <strong>de</strong> los artículos<br />

dados ó recibidos no altera la esencia <strong>de</strong>l cambio, ni aumenta ó disminuye la utilidad<br />

reciproca <strong>de</strong> los contratos.<br />

La nación poseedora <strong>de</strong> minas <strong>de</strong>be consi<strong>de</strong>rar los metales preciosos como el fruto<br />

<strong>de</strong> su industria particular, y no aspirar al monopolio <strong>de</strong>l oro y <strong>de</strong> la plata <strong>de</strong> todo el mundo,<br />

porque no es posible ni conveniente. No es posible, pues el dinero se rezuma por los poros<br />

<strong>de</strong> la nación ahíta <strong>de</strong> moneda, sin que basten las leyes ni las penas a cegar los conductos<br />

subterráneos que abre el interés individual: no conveniente, pues el exceso <strong>de</strong> numerario en<br />

circulación entorpece el comercio, porque bajando su valor, por ejemplo, a la mitad, se<br />

necesitan dos piezas para hacer el oficio <strong>de</strong> una sola. La moneda es como los fluidos que<br />

siempre tien<strong>de</strong>n al nivel.<br />

Si el menor cambio entre particulares supone equivalencia <strong>de</strong> valores, y si por otra<br />

parte la moneda propen<strong>de</strong> al equilibrio, siguese que la libertad <strong>de</strong> las transacciones<br />

mercantiles mantiene <strong>de</strong>recha la balanza <strong>de</strong>l comercio, y que cualquiera otra balanza es<br />

puro y vano artificio <strong>de</strong> los hombres. La suma anual <strong>de</strong> las importaciones se compensa<br />

necesariamente con la suma anual <strong>de</strong> las exportaciones; y por eso <strong>de</strong>cía nuestro Dormer a<br />

los prohibicionistas <strong>de</strong> Aragón: « Según vosotros todos los años se sacan <strong>de</strong>l reino 300,000<br />

libras más que entran; y no habiendo millón y medio <strong>de</strong> plata, en dos años no <strong>de</strong>bería<br />

quedar rastro <strong>de</strong> ella. Sin embargo, no está agotada <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> ocho <strong>de</strong> salida, con ser tan<br />

poca la cantidad que se ha labrado ».<br />

A<strong>de</strong>más <strong>de</strong> ser viciosa la teoría <strong>de</strong> la balanza <strong>de</strong> comercio, peca contra la verdad <strong>de</strong><br />

los hechos. No figuran en los estados oficiales ciertas prestaciones unilaterales que no<br />

exigen reembolso, unas que proce<strong>de</strong>n <strong>de</strong> actos privados, v. gr., sumas consumidas por los<br />

naturales en tierra extranjera, valores remitidos por medio <strong>de</strong> letras <strong>de</strong> cambio, fortunas


adquiridas a titulo <strong>de</strong> sucesión, riquezas sacadas en tiempos <strong>de</strong> emigración, pérdidas<br />

ocasionadas por averías y naufragios, y sobre todo, las importaciones y exportaciones<br />

furtivas que anota en su cuenta el contrabando; y otras que resultan <strong>de</strong> actos públicos ó <strong>de</strong><br />

gobierno, a saber, gastos <strong>de</strong> guerra, subsidios a una potencia aliada, intereses <strong>de</strong> la <strong>de</strong>uda<br />

exterior, sueldos <strong>de</strong> embajadores y ministros acreditados cerca <strong>de</strong> los gobiernos amigos,<br />

agentes consulares, etc.<br />

Son estas omisiones y faltas <strong>de</strong>masiado graves y numerosas para admitir la fi<strong>de</strong>lidad<br />

<strong>de</strong> los datos y reconocer la exactitud <strong>de</strong> los cálculos que se fundan en el sistema <strong>de</strong> la<br />

balanza <strong>de</strong> comercio; pero basta ya <strong>de</strong> una teoría reprobada por los economistas,<br />

<strong>de</strong>smentida por la historia y abandonada <strong>de</strong> la opinión menos competente.<br />

CAPÍTULO XXX.<br />

Del comercio colonial.<br />

Las colonias <strong>de</strong> la antigüedad tenían ordinariamente por objeto dar salida a una<br />

población exuberante, miserable y bulliciosa, ó exten<strong>de</strong>r y afirmar el imperio <strong>de</strong> la<br />

metrópoli en tierras lejanas. Los fenicios, pueblo más aficionado a las artes, al comercio y<br />

navegación que los griegos, cartagineses y romanos, se apartaron algún tanto <strong>de</strong> esta<br />

política, y así fue como disimuladamente y sin alar<strong>de</strong>s <strong>de</strong> conquista fundaron colonias a<br />

orillas <strong>de</strong>l mar don<strong>de</strong> juntaban riquezas, atraían naves y moraban <strong>de</strong> asiento, procurando<br />

excusar las miradas envidiosas <strong>de</strong> los extranjeros. El espíritu mercantil <strong>de</strong> Tiro y Sidon se<br />

comunicaba a todas las gentes <strong>de</strong> la Fenicia, y la estrechez <strong>de</strong>l territorio esforzaba su<br />

inclinación a este linaje <strong>de</strong> establecimientos.<br />

Roma seguía muy distinto camino. Enviaba colonias para dominar con su auxilio las<br />

partes más remotas <strong>de</strong>l mundo para hacerse el Senado árbitro <strong>de</strong> la guerra y la paz<br />

mezclándose en todas las querellas, bien como un medio suave <strong>de</strong> enflaquecer la plebe cuya<br />

audacia empezó a poner en continuo peligro la soberanía <strong>de</strong> los patricios, principalmente<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> que los Gracos la conmovieron con la esperanza <strong>de</strong> obtener leyes agrarias. Otras<br />

veces fundaba colonias militares asentando las legiones victoriosas en la tierra conquistada,<br />

y todavía con menos trabajo, concediendo nombre y privilegio <strong>de</strong> tal a una ciudad amiga y<br />

confe<strong>de</strong>rada,<br />

Dispensaba la metrópoli su protección a las colonias mientras eran débiles, sin<br />

esperar otra recompensa que su amistad y sus servicios como auxiliares en caso <strong>de</strong> guerra.<br />

Conforme la colonia se hacia bastante po<strong>de</strong>rosa para proveer a su <strong>de</strong>fensa y vengarse <strong>de</strong><br />

sus enemigos, los vínculos <strong>de</strong> sumisión y <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia se iban aflojando hasta <strong>de</strong>satarse <strong>de</strong>l<br />

todo.<br />

No son <strong>de</strong> esta especie las colonias mo<strong>de</strong>rnas. Datan <strong>de</strong>l siglo XVI, es <strong>de</strong>cir, <strong>de</strong>l siglo<br />

<strong>de</strong> los <strong>de</strong>scubrimientos y conquistas que abrieron al Mundo Antiguo el comercio <strong>de</strong>l<br />

Nuevo Mundo. A las Indias Orientales se opusieron los Occi<strong>de</strong>ntales, y el Atlántico fue<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces camino <strong>de</strong> las riquezas, como antes lo había sido el Mediterráneo. Venecia,<br />

la reina <strong>de</strong>l Adriático, perdió el cetro <strong>de</strong> los mares y <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> ser el emporio <strong>de</strong> la<br />

civilización, levantándose sobre sus ruinas otras naciones.<br />

Redujéronse los naturales <strong>de</strong> las islas y tierra firme abiertas por la mano <strong>de</strong> Colon al<br />

trato y comunicación <strong>de</strong> los europeos, pobláronse con aventureros llevados <strong>de</strong> la fama <strong>de</strong><br />

su fertilidad y abundancia <strong>de</strong> oro y plata, fundáronse ciuda<strong>de</strong>s y provincias y <strong>de</strong>struyéronse<br />

tan gran<strong>de</strong>s como los <strong>de</strong> Atahualpa y Motezuma.<br />

Procedieron a todos los europeos los castellanos, movidos en parte <strong>de</strong> aquel espíritu<br />

guerrero que habían alimentado ocho siglos <strong>de</strong> continuo batallar con los moros, en parte<br />

encendidos en el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> propagar la luz <strong>de</strong>l Evangelio entre tantas tribus idólatras, y en<br />

parte excitados por el amor <strong>de</strong> las cosas maravillosas y el ansia <strong>de</strong> probar fortuna. Tras los<br />

castellanos vinieron los portugueses, franceses, ingleses, holan<strong>de</strong>ses y <strong>de</strong>más pueblos


navegantes, y todos imitaban a los fenicios cuando vinieron a España, a quienes antes<br />

cautivaron las minas que la bondad <strong>de</strong>l clima y la variedad <strong>de</strong> las producciones.<br />

Hubo, pues, metrópolis y colonias. Llamóse metrópoli la madre patria ó la nación<br />

vencedora que poseía dominios en ultramar, y colonia la tierra sujeta y poblada <strong>de</strong> gente<br />

natural y advenediza que recibía la ley <strong>de</strong>l gobierno <strong>de</strong>scubridor y conquistador <strong>de</strong> aquella<br />

región.<br />

El sistema colonial ó la política comercial <strong>de</strong> las diversas metrópolis con respecto a<br />

sus colonias, participó <strong>de</strong> los vicios inherentes al sistema mercantil. Porque nació bajo el<br />

influjo <strong>de</strong> esta mala estrella, llevó <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su origen impreso el sello <strong>de</strong>l monopolio.<br />

En efecto, el sistema colonial no era otra cosa que la ampliación <strong>de</strong>l <strong>de</strong>recho común<br />

<strong>de</strong> Europa a los dominios ultramarinos. El régimen económico <strong>de</strong>l Antiguo Mundo<br />

<strong>de</strong>scansaba en el privilegio y la prohibición; y así como estaban las provincias <strong>de</strong> un mismo<br />

reino divididas y separadas por las aduanas <strong>de</strong> tierra, así también Vivian apartadas la colonia<br />

y la madre patria, salvo el vínculo <strong>de</strong> un comercio recíproco <strong>de</strong> cuyos beneficios no<br />

participaban las naciones extranjeras. Cuando muerto el privilegio, el principio <strong>de</strong> libertad<br />

empezó a pe<strong>net</strong>rar y siguió pe<strong>net</strong>rando en la legislación comercial <strong>de</strong> todos los pueblos <strong>de</strong><br />

Europa, el sistema colonial <strong>de</strong> los siglos XVI, XVII y XVIII no tuvo razón <strong>de</strong> ser, y<br />

entonces se relajaron las prohibiciones acá y allá <strong>de</strong> los mares con el advenimiento <strong>de</strong> las<br />

nuevas doctrinas.<br />

Las colonias fueron creadas en interés <strong>de</strong> la metrópoli, y a esta máxima injusta y<br />

perjudicial se sacrificó el porvenir <strong>de</strong> las naciones situadas en ambos hemisferios, porque en<br />

vez <strong>de</strong> la felicidad común que habría <strong>de</strong> ser el resultado <strong>de</strong> una producción abundante prevaleciendo<br />

el régimen <strong>de</strong> la libertad <strong>de</strong>l comercio, se entronizó un sistema <strong>de</strong> opresión y<br />

tiranía que permitió a pocas personas gozar <strong>de</strong> una gran<strong>de</strong> fortuna mal adquirida en cambio<br />

<strong>de</strong> la extremada miseria <strong>de</strong>l mayor número, que tales son siempre los amargos frutos <strong>de</strong>l<br />

monopolio.<br />

Rara vez el error se presenta <strong>de</strong>snudo, antes procuran los hombres cubrirlo con capa<br />

<strong>de</strong> verdad, y por eso se inventan teorías que seducen ó disculpan los mayores absurdos. El<br />

sistema colonial halló su justificación en la doctrina <strong>de</strong>l pacto bilateral que obligaba a la<br />

colonia a consumir los géneros y frutos <strong>de</strong> la metrópoli, ya a ésta a dar salida a las<br />

producciones <strong>de</strong> aquélla, abriéndose <strong>de</strong> par en par los mercados <strong>de</strong> la nación y pasando los<br />

sobrantes a los reinos extranjeros. Había pues un privilegio exclusivo <strong>de</strong>l mercado colonial<br />

en favor <strong>de</strong> la metrópoli: un privilegio exclusivo <strong>de</strong>l mercado <strong>de</strong> la metrópoli en favor <strong>de</strong> la<br />

colonia: un trabajo colonial asegurado con un conjunto <strong>de</strong> leyes y reglamentos que lo tenían<br />

oprimido y llegó a corromperse con la esclavitud convertida en institución social, y una<br />

navegación reservada a la metrópoli, es <strong>de</strong>cir, el monopolio <strong>de</strong> todos los transportes tanto<br />

directos como indirectos coronando este triple monopolio <strong>de</strong>l comercio y <strong>de</strong>l trabajo.<br />

Prevaleció la teoría <strong>de</strong>l pacto colonial en Inglaterra don<strong>de</strong> fue sancionada por diversas<br />

actas <strong>de</strong>l Parlamento; en Francia don<strong>de</strong> Colbert la aplicó como parte esencial <strong>de</strong> su sistema<br />

para formar un pueblo industrioso y marítimo; en España como la nación poseedora <strong>de</strong><br />

más ricas y extensas colonias y señora <strong>de</strong> las minas <strong>de</strong> oro y plata más abundantes y<br />

famosas en el mundo, y en fin don<strong>de</strong> quiera que hubo metrópoli y colonias.<br />

El pacto colonial produjo los mismos efectos que hubiera producido un tratado <strong>de</strong><br />

comercio que atribuyese todas las ganancias a un pueblo y a otro todas las pérdidas. No hay<br />

justicia ni conveniencia en esta serie <strong>de</strong> privilegios y favores mutuos que no conducen a la<br />

reciprocidad <strong>de</strong> los beneficios, ni jamás pue<strong>de</strong>n ser iguales consi<strong>de</strong>rando que la metrópoli<br />

dicta la ley a la colonia y se reserva la parte <strong>de</strong>l león en las relaciones mercantiles.<br />

Y no sólo perjudica la riqueza y prosperidad <strong>de</strong> las colonias el régimen prohibitivo<br />

que ciertamente proporciona algunas ventajas comerciales a la madre patria en cuanto le<br />

asegura una <strong>de</strong>manda extraordinaria <strong>de</strong> merca<strong>de</strong>rías, pero también los <strong>de</strong>rechos<br />

protectores, porque <strong>de</strong>svían el capital y el trabajo <strong>de</strong>l empleo más lucrativo; con lo cual se


disminuye la potencia <strong>de</strong> la producción general, pues las ganancias <strong>de</strong> la metrópoli no<br />

compensan las pérdidas <strong>de</strong> la colonia. Así la metrópoli misma en último resultado viene a<br />

herirse con sus propios filos, porque en cambio <strong>de</strong> aquella <strong>de</strong>manda extraordinaria, se<br />

impone un tributo indirecto que paga por renunciar a la reciprocidad <strong>de</strong> las obligaciones.<br />

Toda colonia oprimida y tiranizada aspira a sacudir el yugo <strong>de</strong>l po<strong>de</strong>r que la maltrata;<br />

y <strong>de</strong> aquí la necesidad <strong>de</strong> aumentar las fuerzas <strong>de</strong> mar y tierra que la tienen en respeto y la<br />

sujetan a la obediencia. Aunque no abrigue pensamientos y <strong>de</strong>seos <strong>de</strong> emancipación, esta<br />

colonia será pobre y necesitará <strong>de</strong> la asistencia <strong>de</strong> la metrópoli, convirtiéndose en carga muy<br />

pesada los dominios más bien situados como escalas <strong>de</strong> comercio y más favorecidos con<br />

los dones <strong>de</strong> la naturaleza. El tesoro público, lejos <strong>de</strong> mejorar con la entrada <strong>de</strong> caudales<br />

por vía <strong>de</strong> contribución, empeora, porque los gastos crecen en proporción que menguan<br />

los recursos <strong>de</strong> la colonia exhausta <strong>de</strong> riquezas.<br />

No hay, pues, otra política más hábil y eficaz que la incorporación económica <strong>de</strong> la<br />

colonia a la madre patria, sustituyendo al antiguo pacto la libertad <strong>de</strong>l comercio colonial, si<br />

ambos pueblos han <strong>de</strong> llegar algún día a un estado floreciente. Todas las reformas<br />

introducidas en sentido liberal por España, Francia, Inglaterra, Holanda y <strong>de</strong>más naciones<br />

europeas que poseen dominios en Asia, África y América, acreditan la bondad <strong>de</strong>l nuevo<br />

sistema. Gocen las colonias <strong>de</strong> la protección que el gobierno dispensa a todas las provincias<br />

<strong>de</strong>l reino; extiéndase a ellas el <strong>de</strong>recho común en lo tocante a la industria y el comercio;<br />

<strong>de</strong>jen <strong>de</strong> ser para la metrópoli pueblos extranjeros, y sobre todo mercados exclusivos; en<br />

fin, otórgueseles carta <strong>de</strong> naturaleza, y con esto volverán a la vida normal que aconseja la<br />

<strong>Economía</strong> política. La ocasión y el modo <strong>de</strong> introducir un cambio tan grave y profundo,<br />

son cosas que tocan al arte <strong>de</strong>l gobierno.<br />

La utilidad <strong>de</strong> las colonias no es hoy comparable con la <strong>de</strong> otros tiempos. Hoy no se<br />

mi<strong>de</strong> el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> los estados por la extensión <strong>de</strong> su territorio, ni la industria, el comercio y<br />

la navegación se alimentan <strong>de</strong>l monopolio, ni se pone la riqueza en la abundancia <strong>de</strong> oro y<br />

plata. Las colonias ricas y po<strong>de</strong>rosas auxilian y ennoblecen la metrópoli: las pobres y<br />

miserables <strong>de</strong>bilitan y envilecen. Inglaterra consi<strong>de</strong>ra el imperio <strong>de</strong> la India como un legado<br />

oneroso <strong>de</strong> la falsa economía <strong>de</strong>l último siglo. Por otra parte no es buena política perpetuar<br />

en las colonias la pobreza y la ignorancia. Si prosperan, aspiran a la in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia y al cabo<br />

se emancipan <strong>de</strong> la madre patria. ¿Á qué, pues, empeñarse en adquirirlas siendo tan difícil<br />

conservarlas? La libertad <strong>de</strong>l comercio permite gozar <strong>de</strong>l fruto <strong>de</strong> las colonias ajenas sin las<br />

cargas y cuidados anejos a su posesión y sin el sobresalto <strong>de</strong> per<strong>de</strong>rlas tar<strong>de</strong> ó temprano.<br />

CAPÍTULO XXXI.<br />

Sistema colonial <strong>de</strong> España.<br />

No parece por <strong>de</strong>más dar aquí una sucinta noticia <strong>de</strong> nuestro sistema colonial, ya se<br />

consi<strong>de</strong>re este capítulo como una ampliación y confirmación <strong>de</strong> la doctrina expuesta en el<br />

anterior, ya se repare en la importancia <strong>de</strong>l asunto y su influjo en la prosperidad ó <strong>de</strong>ca<strong>de</strong>ncia<br />

<strong>de</strong> la monarquía <strong>de</strong> Carlos V y Felipe II. No es licito a un economista <strong>de</strong> estos<br />

reinos ignorar las cosas principales que pasaron entre nosotros, y mucho menos las<br />

relativas a un siglo en que nuestra nación era la mayor potencia mercantil <strong>de</strong>l mundo; y<br />

cumple a los autores ilustrar la opinión, teniendo en cuenta que escriben en España y para<br />

los españoles.<br />

Díjose que el sistema colonial <strong>de</strong> España <strong>de</strong>scansaba en la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> sacar partido <strong>de</strong> sus<br />

dominios <strong>de</strong> ultramar en beneficio <strong>de</strong>l fisco, <strong>de</strong> la administración y <strong>de</strong>l clero, mirando como<br />

interés secundario el fomento <strong>de</strong> la industria y <strong>de</strong>l comercio <strong>de</strong> la metrópoli, al revés <strong>de</strong><br />

otras naciones. No es cierto, antes las leyes <strong>de</strong> Indias, los tratados <strong>de</strong> comercio y los<br />

escritores políticos respiran a una el <strong>de</strong>seo y la esperanza <strong>de</strong> restablecer las fábricas y dilatar<br />

el tráfico y la navegación a favor <strong>de</strong>l privilegio exclusivo <strong>de</strong> surtir tantos y tan gran<strong>de</strong>s


mercados como teníamos en América.<br />

La policía y arreglo <strong>de</strong>l comercio <strong>de</strong>notan que el sistema colonial <strong>de</strong> España, lo<br />

mismo que el <strong>de</strong> Portugal, Holanda, Francia é Inglaterra, partían <strong>de</strong>l principio que la<br />

riqueza <strong>de</strong> los pueblos se funda en estancar el oro y plata <strong>de</strong>l universo, según la doctrina <strong>de</strong><br />

la escuela mercantil. Por eso el tráfico <strong>de</strong> las Indias fue primeramente un privilegio <strong>de</strong> los<br />

castellanos, no comunicado a los aragoneses hasta más a<strong>de</strong>lante y por último a los<br />

catalanes. Los extranjeros estaban excluidos <strong>de</strong> la contratación con nuestras colonias, como<br />

nosotros <strong>de</strong> las suyas, aunque se relajó esta prohibición en favor <strong>de</strong> los habilitados con<br />

carta <strong>de</strong> naturaleza y licencia real, <strong>de</strong> los que ejercitasen oficios mecánicos, <strong>de</strong> los tolerados<br />

en premio <strong>de</strong> sus servicios y <strong>de</strong> los hijos <strong>de</strong> extranjero nacidos en España.<br />

Al principio navegaron los españoles en naves sueltas a su riesgo y ventura: <strong>de</strong>spués<br />

se introdujo la novedad <strong>de</strong> navegar en flotas para ir en conserva y al abrigo <strong>de</strong> una armada<br />

por temor <strong>de</strong> los corsarios que infestaban los mares y <strong>de</strong> los enemigos.<br />

Fue Sevilla el único puerto habilitado para el tráfico <strong>de</strong> las Indias. Allí se cargaban y<br />

<strong>de</strong>scargaban las merca<strong>de</strong>rías <strong>de</strong> España y <strong>de</strong> otros reinos: allí tenia su asiento el Tribunal <strong>de</strong><br />

Contratación que ejercía jurisdicción privativa sobre las personas y cosas tocantes al comercio,<br />

y allí había casa <strong>de</strong> moneda don<strong>de</strong> se acuñaba mucha parte <strong>de</strong>l oro y la plata que venían<br />

<strong>de</strong> América para el rey y los particulares. Duró este monopolio <strong>de</strong> la ciudad <strong>de</strong> Sevilla <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

el año 1493 hasta el <strong>de</strong> 1717 que pasó a Cádiz; y es uno <strong>de</strong> los mayores vicios <strong>de</strong> nuestro<br />

sistema colonial, porque el resto <strong>de</strong> los españoles no participaba <strong>de</strong> los beneficios <strong>de</strong>l trato<br />

con las Indias que hubiera crecido sobremanera, si no estuviese encerrado en los angostos<br />

límites <strong>de</strong> una sola plaza y un solo puerto <strong>de</strong> la Península.<br />

Las islas Filipinas empezaron a negociar con la China hacia el año 1576.<br />

Primeramente gozaron los españoles avecindados en Manila <strong>de</strong> amplia libertad para<br />

introducir los tejidos <strong>de</strong>l Asia en América; pero creciendo este tráfico, y consi<strong>de</strong>rándolo el<br />

gobierno perjudicial a los intereses <strong>de</strong> la metrópoli en cuanto <strong>de</strong>bilitaba el consumo <strong>de</strong> sus<br />

merca<strong>de</strong>rías, pareció conveniente limitarlo a dos únicos navíos <strong>de</strong> permiso y aun a uno solo<br />

llamado la nao <strong>de</strong> Acapulco.<br />

Muchos y graves reparos tenemos que hacer a nuestro sistema colonial tan duro y<br />

represivo. Convertir las Indias en patrimonio <strong>de</strong> una sola ciudad <strong>de</strong>l reino y excluir todas<br />

las <strong>de</strong>más que ocupaban el litoral <strong>de</strong>l mar Cantábrico ó Mediterráneo, era un absurdo y una<br />

injusticia sin ejemplo. Que en l493 se hiciese así, cuando sólo poseíamos la isla Española, se<br />

concibe; pero perpetuar el privilegio <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> los gran<strong>de</strong>s <strong>de</strong>scubrimientos y conquistas<br />

<strong>de</strong> Cortés y Pizarro y <strong>de</strong> incorporar en la corona tan dilatados dominios, no tiene disculpa.<br />

La navegación por flotas y galeones que salían periódicamente <strong>de</strong> Sevilla, estancaba el<br />

comercio en pocas manos. ¿Qué valen un conjunto <strong>de</strong> 50 naves y un porte <strong>de</strong> 27,500<br />

toneladas a que ascendían la flota y los galeones en 1686 en comparación <strong>de</strong>l continuo ir y<br />

venir <strong>de</strong> una multitud <strong>de</strong> bajeles sueltos que van <strong>de</strong>rramando la riqueza por don<strong>de</strong> pasan?<br />

La mejor prueba <strong>de</strong> que el comercio <strong>de</strong> las Indias se aniquilaba por momentos, es que la<br />

flota que salió <strong>de</strong> Cádiz en 1720 sólo componía 5 ó 6,000 toneladas.<br />

Era condición <strong>de</strong>l pacto colonial que la metrópoli gozase <strong>de</strong>l privilegio exclusivo <strong>de</strong><br />

abastecer los mercados <strong>de</strong> la colonia con sus géneros y frutos, llevando en retorno los<br />

suyos y consumiéndolos ó dándoles salida a reinos extranjeros. España no producía lo<br />

bastante a la provisión y surtido <strong>de</strong> sus inmensos dominios <strong>de</strong> América, y sin embargo se<br />

obstinó en conservar, aquel imposible monopolio. Al cebo <strong>de</strong> una ganancia que algunas<br />

veces subía al 500 por ciento, acudió con su diligencia acostumbrada el contrabando; y en<br />

vano se esforzaba el gobierno a impedirlo, teniendo que vigilar más <strong>de</strong> 4,000 leguas <strong>de</strong><br />

costa. No llegaban a 40 las naves que en el siglo XVIII salían cargadas <strong>de</strong> nuestros puertos<br />

para los <strong>de</strong> América, y las <strong>de</strong> otras naciones pasaban <strong>de</strong> 300.<br />

Con el objeto <strong>de</strong> no atenuar el consumo <strong>de</strong> los vinos <strong>de</strong> la metrópoli, prohibió<br />

nuestra legislación colonial el plantío <strong>de</strong> viñas en América; bien es verdad que la prohibición


fue temporal y pasajera, y todavía, mientras subsistió, optaron las autorida<strong>de</strong>s por la<br />

tolerancia. Más a<strong>de</strong>lante, reinando Felipe III, se autorizó la cultura <strong>de</strong> viñas y olivares como<br />

lo había estado en tiempo <strong>de</strong> los Reyes Católicos. Los extranjeros nos motejan, y con<br />

razón, porque así <strong>de</strong>bilitábamos la fuerza productiva <strong>de</strong> las colonias y las tiranizábamos<br />

obligando a sus habitantes a consumir los vinos <strong>de</strong> España con exclusión <strong>de</strong> los suyos<br />

propios; mas no reparan que algo nos disculpa la poca duración y mucha flojedad <strong>de</strong> esta<br />

provi<strong>de</strong>ncia. Deberían asimismo recordar que el gobierno <strong>de</strong> la metrópoli no ponía<br />

obstáculo al establecimiento <strong>de</strong> fábricas en América, y que las hubo <strong>de</strong> tejidos <strong>de</strong> lana, seda,<br />

lino, cáñamo, pita y algodón en Méjico y el Perú, entretanto que Inglaterra <strong>de</strong>sterraba las<br />

artes mecánicas <strong>de</strong> sus posesiones.<br />

Estaba el comercio interior entorpecido con las aduanas <strong>de</strong> tierra y gravado con<br />

multitud <strong>de</strong> tributos y gabelas, <strong>de</strong> modo que los géneros y frutos <strong>de</strong> España llegaban ya<br />

caros a los puntos <strong>de</strong> embarque. Allí eran otra vez castigados por la mano <strong>de</strong>l fisco con<br />

nuevos <strong>de</strong>rechos, entre los cuales había el <strong>de</strong> palmeo, así llamado porque se cobraba por el<br />

bulto y no por el valor <strong>de</strong> la merca<strong>de</strong>ría; método absurdo, porque más a<strong>de</strong>udaban por<br />

ejemplo, los paños bastos que los finos, y un palmo cúbico <strong>de</strong> bayetas que otro <strong>de</strong> encajes.<br />

Aumentábase el coste <strong>de</strong> las merca<strong>de</strong>rías con los gastos <strong>de</strong> transporte a las Indias, siendo<br />

carísimos los fletes <strong>de</strong> la navegación en conserva. ¿Cómo habían <strong>de</strong> competir los productos<br />

nacionales con los extranjeros más baratos y mejores? ¿Cómo el tráfico legal había <strong>de</strong><br />

resistir al fraudulento?<br />

Si consi<strong>de</strong>ramos los beneficios que la España reportó <strong>de</strong> la posesión <strong>de</strong> sus gran<strong>de</strong>s y<br />

ricas colonias, hallaremos que sacó <strong>de</strong> ellas inmensos tesoros <strong>de</strong> la labor <strong>de</strong> sus minas:<br />

arroyos <strong>de</strong> oro y plata que pasaban hume<strong>de</strong>ciendo y no fertilizando la tierra. Entraban <strong>de</strong><br />

golpe gruesas sumas en moneda y pastas, y al cabo <strong>de</strong> poco tiempo se <strong>de</strong>rramaban por el<br />

mundo y quedaba España barrida por el comercio exterior. Pudo la nación española<br />

saciarse <strong>de</strong> la estéril gloria <strong>de</strong> las conquistas: pudo el rey satisfacer su vanidad diciendo que<br />

el sol jamás se ponía en sus dominios; pero entretanto nuestra agricultura estaba postrada,<br />

las antiguas fábricas <strong>de</strong>saparecían, el comercio se <strong>de</strong>bilitaba, la navegación huía <strong>de</strong> nosotros<br />

y se refugiaba en Holanda, Inglaterra y Francia, las cargas públicas iban en aumento, crecían<br />

los tributos y la <strong>de</strong>uda <strong>de</strong>l estado, y a pesar <strong>de</strong> los tesoros <strong>de</strong> las Indias, el reino estaba<br />

pobre y el rey empeñado. Cuando llegaba una flota a Sevilla ya estaba su valor consumido.<br />

Des<strong>de</strong> la mitad <strong>de</strong>l siglo XVIII nuestro sistema colonial empezó a ce<strong>de</strong>r al viento <strong>de</strong><br />

la reforma. Fernando VI abolió la práctica <strong>de</strong> las flotas y galeones entablándose la<br />

navegación libre por el cabo <strong>de</strong> Hornos. Carlos III habilitó 13 puertos <strong>de</strong> la Península para<br />

el tráfico <strong>de</strong> América y 24 en nuestras posesiones <strong>de</strong>l Nuevo Mundo como puertos <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>stino para las embarcaciones españolas y mo<strong>de</strong>ró los aranceles <strong>de</strong> aduanas. Fernando VII<br />

otorgó mayores franquezas al comercio <strong>de</strong> las Antillas; y si <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> visto el resultado <strong>de</strong><br />

estos ensayos y experiencias nos queda algo que pedir (y en efecto, queda la supresión <strong>de</strong><br />

los <strong>de</strong>rechos protectores), pediremos al gobierno que persevere y a<strong>de</strong>lante en la senda <strong>de</strong> la<br />

libertad <strong>de</strong>l comercio colonial.<br />

No hay motivo para alabar la política <strong>de</strong> España con respecto a sus colonias, que en<br />

verdad se estancaron a la mitad <strong>de</strong>l camino <strong>de</strong> su riqueza y prosperidad a causa <strong>de</strong>l<br />

monopolio. No era este un error nacido en la metrópoli, sino una doctrina común <strong>de</strong>rivada<br />

<strong>de</strong>l sistema mercantil. Culpamos, si, a la España <strong>de</strong> haberse obstinado en exigir la<br />

observancia <strong>de</strong>l pacto colonial, cuando otras naciones lo iban ya relajando.<br />

Tampoco hay motivo para lastimar la fama <strong>de</strong> la nación española hasta el punto <strong>de</strong><br />

pintarla cruel, sedienta <strong>de</strong> sangre, nunca harta <strong>de</strong> oro y plata, y en fin, <strong>de</strong>nunciarla al odio <strong>de</strong><br />

la posteridad como una horda <strong>de</strong> bárbaros ó una manada <strong>de</strong> bestias feroces. Fueron los<br />

españoles quienes introdujeron en las Indias el buey, el asno y el caballo, los ganados <strong>de</strong><br />

cerda, lanar y cabrío y multitud <strong>de</strong> aves <strong>de</strong> corral: fueron ellos quienes trasplantaron la vid,<br />

el olivo, el granado, el naranjo y limonero y casi todos nuestros árboles frutales: ellos


llevaron la caña dulce y fundaron los primeros ingenios <strong>de</strong> azúcar: ellos enseñaron el arte <strong>de</strong><br />

criar la seda, sembraron el lino y el cáñamo y propagaron diversas hortalizas y legumbres:<br />

ellos enseñaron a los indios a domar el buey y arar la tierra: ellos establecieron fábricas y<br />

telares <strong>de</strong> lana, seda, lino, algodón y otras materias textóreas, y <strong>de</strong>rramaron las artes y<br />

oficios mecánicos entre los naturales: ellos cultivaron las ciencias y las difundieron por<br />

aquel hemisferio fundado escuelas y universida<strong>de</strong>s, abrieron caminos, construyeron<br />

puentes, levantaron edificios, y si no civilizaron tantos y tan diversos pueblos, <strong>de</strong>rramaron a<br />

manos llenas las semillas <strong>de</strong> su futura civilización. No es justo recordar las faltas ó <strong>de</strong>litos<br />

<strong>de</strong> los españoles en América, y echar en olvido sus buenas obras (El lector que apetezca<br />

más extensas y circunstanciadas noticias, pue<strong>de</strong> consultar la Historia <strong>de</strong> la <strong>Economía</strong> política en<br />

España, caps. LXXVIII y LXXIX (tom II págs. 375 y 424)<br />

CAPÍTULO XXXII.<br />

Del comercio <strong>de</strong> granos.<br />

Consi<strong>de</strong>ra el vulgo el tráfico <strong>de</strong> cereales como una especie distinta <strong>de</strong> comercio en<br />

razón <strong>de</strong> ser los granos y semillas alimenticias artículos <strong>de</strong> primera necesidad, elementos <strong>de</strong><br />

toda producción, causa <strong>de</strong> general carestía ó baratura, principio y fundamento <strong>de</strong> toda<br />

riqueza. Mas a <strong>de</strong>cir verdad, cualquiera que sea su importancia, el tráfico <strong>de</strong> cereales se<br />

ajusta a 1as reglas comunes <strong>de</strong>l comercio, porque la distinta naturaleza <strong>de</strong> las merca<strong>de</strong>rías<br />

no altera la esencia <strong>de</strong> los cambios ni modifica las leyes <strong>de</strong>l mercado. Por el contrario, si la<br />

libre concurrencia fomenta la pública prosperidad, <strong>de</strong>be sustentarse esta doctrina con más<br />

calor cuando las cosas satisfacen necesida<strong>de</strong>s extremas; Si reinan preocupaciones populares<br />

contra los especuladores en granos a quienes tratan unos <strong>de</strong> usureros y otros <strong>de</strong> codiciosos<br />

que celebran pactos con el hambre, conviene vencerlas y <strong>de</strong>sterrarlas; y si las escaseces y<br />

carestías promueven asonadas y motines que ponen en peligro la sociedad, importa<br />

precaverlos dando consejos según la ciencia económica para conseguir la abundancia y la<br />

baratura <strong>de</strong> un modo permanente.<br />

No <strong>de</strong>jará <strong>de</strong> haber alternativas en el precio <strong>de</strong> los cereales como en todas las <strong>de</strong>más<br />

merca<strong>de</strong>rías, y más aun que en ellas, porque la producción es muy <strong>de</strong>sigual. La <strong>de</strong>manda<br />

continúa siendo casi la misma; pero la oferta <strong>de</strong>pen<strong>de</strong> <strong>de</strong> la voluntad <strong>de</strong>l cielo que envía las<br />

cosechas largas ó cortas. Y puesto que mientras dure el mundo habrá años buenos y malos<br />

según vengan favorables ó adversas las estaciones, sin que lo pueda evitar ninguna<br />

provi<strong>de</strong>ncia humana (bien que alcance a remediarlo en parte el progreso general <strong>de</strong> la<br />

agricultura), la cuestión se cifra en averiguar cuál <strong>de</strong> dos sistemas promete mayores<br />

ventajas, si la intervención <strong>de</strong>l gobierno en el comercio <strong>de</strong> granos restableciendo la policía<br />

<strong>de</strong> los abastos, ó la plena confianza en el interés particular bajo el régimen <strong>de</strong> la libre<br />

concurrencia.<br />

Para quien estuviere pe<strong>net</strong>rado <strong>de</strong> los principios fundamentales <strong>de</strong> la <strong>Economía</strong><br />

política, la elección no es dudosa; pero todavía conviene <strong>de</strong>scen<strong>de</strong>r al terreno <strong>de</strong> las<br />

aplicaciones para disipar los escrúpulos que tal vez asalten el ánimo <strong>de</strong>l lector timorato.<br />

Pi<strong>de</strong>n el método y la claridad que examinemos separadamente el comercio interior y<br />

exterior <strong>de</strong> granos, la exportación y la importación.<br />

El tráfico <strong>de</strong> cereales consiste en comprarlos baratos para reven<strong>de</strong>rlos caros: he aquí<br />

su <strong>de</strong>scripción menos favorable.<br />

El tratante en granos compra su cosecha al labrador, y con esto le <strong>de</strong>scarga <strong>de</strong>l<br />

cuidado <strong>de</strong> conservarlos en sus trojes, y le suministra el dinero necesario para apren<strong>de</strong>r<br />

nuevas labores que alimentan la producción agrícola: <strong>de</strong> consiguiente presta dos<br />

importantes servicios al productor.<br />

Sustituyendo a los capitales que da los granos que recibe, los guarda y custodia como<br />

si fuesen moneda, los transporta al mercado, los esparce y divi<strong>de</strong> consultando las


necesida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l consumo. De esta manera ahorra tiempo y trabajo al comprador, le asegura<br />

la provisión <strong>de</strong>l pan cotidiano, le procura la comodidad <strong>de</strong>l menu<strong>de</strong>o, y así favorece al<br />

consumidor.<br />

El tratante en granos compra para reven<strong>de</strong>r, es <strong>de</strong>cir, que no estanca, no aspira al<br />

monopolio. Los que toma un día los conserva en <strong>de</strong>pósito, y otro día los <strong>de</strong>vuelve a la<br />

circulación. Reven<strong>de</strong>, porque el labrador no pue<strong>de</strong> esperar al consumidor, ni éste pue<strong>de</strong><br />

atravesar toda la cosecha <strong>de</strong>l labrador. Ambos necesitan un medianero activo é inteligente<br />

que concierte sus intereses, una tercera persona cuyo oficio sea allanar las dificulta<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l<br />

contrato y mejorar sus condiciones.<br />

Dicen que el tratante en granos compra barato y ven<strong>de</strong> caro. Expliquémonos. Si se<br />

preten<strong>de</strong> significar que ven<strong>de</strong> más caro que compra, nada más verda<strong>de</strong>ro, natural y justo,<br />

porque no pue<strong>de</strong> haber comercio sin ganancia. Si se da a enten<strong>de</strong>r que sus utilida<strong>de</strong>s no son<br />

legitimas ni razonables, se comete un error muy grave.<br />

Las especulaciones en granos requieren mucha inteligencia y gruesos capitales, y están<br />

expuestas a multitud <strong>de</strong> acci<strong>de</strong>ntes que suben ó bajan el precio <strong>de</strong> los cereales, sin que la<br />

previsión humana alcance a evitarlos. Cuando todo sale bien, las ganancias son<br />

consi<strong>de</strong>rables; pero no siempre la fortuna asiste al especulador, y entonces experimenta<br />

pérdidas no menos cuantiosas: <strong>de</strong> modo que compensando unas con otras resulta un<br />

beneficio regular.<br />

Si las utilida<strong>de</strong>s que <strong>de</strong>ja el comercio <strong>de</strong> granos fuesen superiores a las comunes,<br />

tantas personas aplicarían a este tráfico su capital, que haciéndose una muy viva<br />

competencia, acabarían por reducirlas al nivel común. La libertad no consiente el<br />

monopolio <strong>de</strong> unos pocos especuladores, porque pronto se aumentaría su número, ni<br />

tolera los precios exorbitantes, porque agavillar los granos <strong>de</strong> un reino ó provincia es<br />

imposible. Tal vez logren los especuladores agravar una carestía local pero el mismo tráfico<br />

libre <strong>de</strong> cereales corrige este <strong>de</strong>fecto en cuanto fomenta la producción agrícola, y por otra<br />

parte el buen estado <strong>de</strong> las vías <strong>de</strong> comunicación y transporte conduce a <strong>de</strong>struir los<br />

mercados pequeños y reemplazarlos con los gran<strong>de</strong>s.<br />

Si la autoridad no consigue que le obe<strong>de</strong>zcan las estaciones; si no logra que las<br />

cosechas vengan iguales; si no inventa medios eficaces para mo<strong>de</strong>rar el consumo, no pue<strong>de</strong><br />

ni <strong>de</strong>be tomar sobre sí la responsabilidad <strong>de</strong> ofrecer a los pueblos el pan siempre barato. La<br />

tasa es un atentado contra la propiedad <strong>de</strong>l labrador y <strong>de</strong>l merca<strong>de</strong>r, y a<strong>de</strong>más agrava la<br />

carestía en vez <strong>de</strong> remediarla. Con la tasa pa<strong>de</strong>cieron las gentes hambres horribles, se<br />

atropellaron las leyes y se negó la obediencia a los magistrados. Sólo resta un camino, el <strong>de</strong><br />

la libertad que favorece el <strong>de</strong>sarrollo <strong>de</strong> la agricultura, proporciona la oferta a la <strong>de</strong>manda y<br />

propen<strong>de</strong> al equilibrio <strong>de</strong> los precios en el tiempo y en el espacio.<br />

El libre comercio <strong>de</strong> granos en lo interior <strong>de</strong> un reino es una conquista <strong>de</strong>finitiva <strong>de</strong> la<br />

ciencia económica, y nada antigua, pues data <strong>de</strong> fines <strong>de</strong>l último siglo. Turgot en Francia y<br />

Campomanes en España levantaron su voz contra los reglamentos que lo entorpecían y<br />

juntándose a la bondad <strong>de</strong> la doctrina la autoridad <strong>de</strong> su voto, prepararon las reformas que<br />

hoy agra<strong>de</strong>cen los pueblos y alaban los economistas. Antes <strong>de</strong> ellas la policía <strong>de</strong> los abastos,<br />

las tasas y posturas y las aduanas provinciales, así como las leyes contra los que ocultasen<br />

los granos <strong>de</strong> su cosecha ó los comprasen para acopiarlos y reven<strong>de</strong>rlos, aumentaban la<br />

escasez y la carestía <strong>de</strong> los frutos añadiendo aflicción al afligido.<br />

La agricultura estaba postrada y <strong>de</strong>bía estarlo, porque el precio <strong>de</strong> todas las cosas<br />

<strong>de</strong>pen<strong>de</strong> <strong>de</strong> la abundancia ó escasez, ó mejor dicho, <strong>de</strong> la relación entre la oferta y la<br />

<strong>de</strong>manda. La mucha ó poca cantidad <strong>de</strong> artefactos proce<strong>de</strong> en gran parte <strong>de</strong> la voluntad <strong>de</strong>l<br />

hombre, quien con su diligencia y economía multiplica los productos <strong>de</strong>l trabajo; pero en la<br />

agricultura no basta la industria <strong>de</strong>l hombre para que haya copia <strong>de</strong> cereales.<br />

Siendo el año fértil, baja el precio <strong>de</strong> los frutos, y el labrador pa<strong>de</strong>ce miseria, porque<br />

no saca ganancia <strong>de</strong> sus labores, y acaso no rescata los gastos <strong>de</strong>l cultivo.


Siendo estéril sube el precio <strong>de</strong> los granos, y el labrador percibe una utilidad que<br />

parece crecida regulada por el trabajo y capital invertido en la producción; pero en realidad<br />

muy mo<strong>de</strong>rada, si la consi<strong>de</strong>ramos como la justa compensación <strong>de</strong> pérdidas pasadas ó futuras<br />

y <strong>de</strong> los riesgos naturales <strong>de</strong> la industria agrícola.<br />

Cuando todas las provincias <strong>de</strong> un reino <strong>de</strong> mediana extensión gozan <strong>de</strong> entera<br />

libertad para comunicarse sus frutos, como suce<strong>de</strong> <strong>de</strong> ordinario que la cosecha sea en unas<br />

abundante y en otras escasa según la diversidad <strong>de</strong> los climas, <strong>de</strong> las tierras y <strong>de</strong> los<br />

temporales, el exceso <strong>de</strong> la producción <strong>de</strong>l norte, por ejemplo, remedia la falta <strong>de</strong>l<br />

mediodía, y los terrenos <strong>de</strong> regadío suplen con sus creces las menguas <strong>de</strong> los secanos,<br />

acudiendo el interés particular solícito y discreto a llevar los cereales <strong>de</strong>l mercado don<strong>de</strong><br />

están más caros; y si el tráfico interior es libre y fáciles y económicos los transportes, la<br />

provisión se ajusta a la necesidad <strong>de</strong> cada lugar y los precios se nivelan ó tien<strong>de</strong>n a<br />

nivelarse. Resulta <strong>de</strong> aquí un equilibrio permanente en el precio general <strong>de</strong> los granos que<br />

asegurando la legítima ganancia <strong>de</strong>l labrador fomenta la agricultura, y poniendo coto a la<br />

salida artificial <strong>de</strong> los artículos <strong>de</strong> primera necesidad favorece las artes y el comercio. La<br />

libre concurrencia pone en armonía los intereses <strong>de</strong> los productores y consumidores<br />

siempre que la dificultad y carestía <strong>de</strong> los medios <strong>de</strong> comunicación y transporte no hagan<br />

ilusorios los beneficios <strong>de</strong> la ley protectora <strong>de</strong>l movimiento natural <strong>de</strong>l comercio.<br />

Por eso <strong>de</strong>cía Campomanes con tanta verdad y razón que no eran los labradores<br />

quienes encarecían el pan, sino los ministros <strong>de</strong> la justicia con sus violencias para sacar los<br />

frutos al mercado, a que respondían aquellos con sus diligencias por escon<strong>de</strong>rlos y<br />

sepultarlos en las trojes: que el comprador da la ley en el mercado cuando abundan los<br />

granos, y el ven<strong>de</strong>dor cuando escasean: que no es justo, ni conveniente, ni tendrá jamás<br />

observancia un mandato <strong>de</strong> la autoridad que atropelle la libertad natural <strong>de</strong>l comprador y<br />

<strong>de</strong>l ven<strong>de</strong>dor: que hay el mismo agravio en obligar al cosechero a ven<strong>de</strong>r baratos los frutos<br />

en tiempo <strong>de</strong> escasez, que en compeler a los consumidores a comprarlos caros en tiempo<br />

<strong>de</strong> abundancia; y en fin que sólo la libertad <strong>de</strong>l comercio interior es la balanza para pesar<br />

los extremos <strong>de</strong> baratura y carestía tan perjudiciales al reino (Respuesta fiscal sobre<br />

abolir la tasa <strong>de</strong> los granos.).<br />

Uno <strong>de</strong> los arbitrios más comunes y al parecer más eficaces para mo<strong>de</strong>rar el precio <strong>de</strong><br />

los cereales, es formar acopios ó graneros públicos por cuenta <strong>de</strong> la autoridad que compra,<br />

guarda y ven<strong>de</strong> los frutos según las vicisitu<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l mercado. Sin embargo, este sistema <strong>de</strong><br />

reservas adolece <strong>de</strong> muchos y graves inconvenientes. Lo primero exige anticipos y gastos<br />

<strong>de</strong> almacenaje consi<strong>de</strong>rables, a que se agregan las pérdidas por averías, la administración<br />

<strong>de</strong>scuidada, los reprobados manejos y multitud <strong>de</strong> abusos propios <strong>de</strong> toda especulación oficial.<br />

Lo segundo el comercio libre teme la competencia <strong>de</strong> este otro comercio privilegiado,<br />

y así limitan los particulares sus negocios, y se aventuran menos y procuran <strong>de</strong>squitarse con<br />

la subida <strong>de</strong> los precios <strong>de</strong> los mayores riesgos que corren lidiando con un enemigo tan<br />

po<strong>de</strong>roso.<br />

Buena prueba <strong>de</strong> la poca ó ninguna eficacia <strong>de</strong> los acopios tenemos en España don<strong>de</strong><br />

pasaban <strong>de</strong> 8,000 los pósitos a principios <strong>de</strong>l siglo, sin que fuesen parte a evitar las carestías.<br />

Ni las mejores leyes, ni los más prolijos reglamentos bastaron a impedir que la codicia se<br />

apo<strong>de</strong>rase <strong>de</strong> los granos y caudales, que se repartiesen con pasión y se multiplicasen los<br />

créditos incobrables. El gobierno, apurado <strong>de</strong> recursos y no teniendo ya a don<strong>de</strong> volver los<br />

ojos, tomó <strong>de</strong> los fondos <strong>de</strong> los pósitos sumas muy gruesas a título <strong>de</strong> contribución ó <strong>de</strong><br />

préstamo que no fueron ni serán reintegradas; y así por esta causa como por las razones<br />

arriba dichas no iba <strong>de</strong>scaminado un escritor político <strong>de</strong>l siglo XVII, cuando aseguraba que<br />

<strong>de</strong> los pósitos venían muchos perjuicios a los pueblos y mayor hambre que remedio.<br />

El comercio exterior <strong>de</strong> granos es objeto <strong>de</strong> más viva controversia, y así necesitamos<br />

remontarnos a las fuentes <strong>de</strong> nuestra doctrina acerca <strong>de</strong> la libertad <strong>de</strong>l cambio internacional.<br />

Queda advertido que la prohibición y la protección no se diferencian en el principio,


sino en el grado, pues si la una imposibilita, la otra dificulta el comercio. Poner trabas a la<br />

importación ó exportación <strong>de</strong> cereales es rehabilitar el sistema reglamentario en la industria<br />

y atentar contra la libertad <strong>de</strong>l trabajo.<br />

El bien <strong>de</strong> los productores y consumidores aconseja permitir la salida <strong>de</strong> los granos<br />

sin temor <strong>de</strong> las hambres y carestías En los años buenos la extracción favorece a los<br />

labradores que sin el <strong>de</strong>sahogo <strong>de</strong> los mercados extranjeros, ven<strong>de</strong>rían los frutos a precios<br />

ínfimos causando su ruina; y en los años malos los precios subidos cierran la puerta a los<br />

cereales necesarios al consumo interior. Jamás se lleva a los mercados <strong>de</strong> fuera sino lo<br />

sobrante; y en punto a granos y semillas alimenticias suele ser lo sobrante tan poca cosa<br />

comparado con el consumo ordinario <strong>de</strong> cualquiera nación, que se necesita el concurso <strong>de</strong><br />

varias para remediar las faltas <strong>de</strong> una cosecha.<br />

La prosperidad <strong>de</strong> la agricultura se funda en la ganancia <strong>de</strong> los labradores, y estos se<br />

pier<strong>de</strong>n igualmente en la esterilidad y en la abundancia, si la saca <strong>de</strong> los frutos no viene en<br />

su auxilio. La cosecha escasa aumenta el precio <strong>de</strong> los granos; pero siendo leve la cantidad<br />

que exce<strong>de</strong> a las necesida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l consumo doméstico, apenas basta al labrador <strong>de</strong> medianas<br />

conveniencias para cubrir los crecidos gastos <strong>de</strong> las labores. La cosecha abundante<br />

disminuye los precios, y cuantos más frutos se cogen, tanto más suben las expensas <strong>de</strong>l<br />

cultivo, no quedando beneficio alguno al cultivador.<br />

La exportación <strong>de</strong> cereales mantiene los precios en los años buenos y no agrava la<br />

carestía en los años malos, porque no permite que la abundancia excesiva envilezca los<br />

granos, ni aumenta la escasez con su salida a los mercados extranjeros. La prohibición <strong>de</strong><br />

exportar podrá pasar como una concesión a las preocupaciones <strong>de</strong>l vulgo, un calmante <strong>de</strong><br />

las pasiones populares, un acto <strong>de</strong> pru<strong>de</strong>ncia para evitar <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>nes y tumultos; pero no es<br />

una solución al problema económico <strong>de</strong>l pan barato. Nada impi<strong>de</strong> con tanta eficacia la saca<br />

<strong>de</strong> los granos como su alto precio <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> una mala cosecha. A<strong>de</strong>más, la exportación y<br />

la importación no son incompatibles porque pue<strong>de</strong> suce<strong>de</strong>r, por ejemplo, que España<br />

exporte cereales por los puertos <strong>de</strong>l Océano y los importe por los <strong>de</strong>l Mediterráneo, con lo<br />

cual se aleja el temor <strong>de</strong> las carestías. Y si todas las naciones cerrasen la salida a los granos<br />

durante un año generalmente malo, ó si unas respondiesen ó otras con represalias<br />

mercantiles, cierto que el abastecimiento <strong>de</strong> los pueblos correría gran peligro, y al pánico <strong>de</strong><br />

hoy suce<strong>de</strong>rían verda<strong>de</strong>ras y crueles hambres.<br />

Conviene ilustrar la opinión y persuadir a las gentes que si no hay extracción <strong>de</strong><br />

frutos la agricultura no prospera, y no prosperando nunca gozaremos <strong>de</strong> abundancia<br />

permanente. Por el contrario, prohibiendo la salida <strong>de</strong> los granos se arruinan los labradores,<br />

consumen su capital, abandonan sus tierras, mendigan en vez <strong>de</strong> labrar los campos ó<br />

emigran <strong>de</strong> su patria en busca <strong>de</strong> la fortuna que ésta les niega, suce<strong>de</strong> la escasez y<br />

sobreviene una perpetua carestía.<br />

¿Y qué diremos <strong>de</strong> la importación? La ciencia clama por la libertad y el vulgo pi<strong>de</strong> la<br />

prohibición. Entre estas opiniones extremas se levanta la voz <strong>de</strong> los hombres que se<br />

honran a si mismos con el dictado <strong>de</strong> prácticos por excelencia, solicitando la protección.<br />

Hemos asentado que entre la protección y la prohibición no hay más diferencia que<br />

entre lo más y lo menos, el todo y la parte; <strong>de</strong> modo que la cuestión queda reducida a optar<br />

por la restricción ó la libertad.<br />

Dicen que la agricultura es causa primera <strong>de</strong> toda riqueza, y que por tanto es<br />

necesario protegerla. Este argumento envuelve una <strong>de</strong>fensa disimulada <strong>de</strong> la fisiocracia, y<br />

seria inútil refutar tan añeja doctrina. Los ejemplos <strong>de</strong> Holanda, Ginebra, Génova y<br />

Venecia, y también <strong>de</strong> nuestra Barcelona durante la edad media, que sin agricultura ó con<br />

agricultura muy escasa llegaron a la cumbre <strong>de</strong> la riqueza y prosperidad, nos <strong>de</strong>muestran<br />

que las artes y oficios no son menos fecundos, y que el comercio pue<strong>de</strong> suplir la falta <strong>de</strong><br />

cosechas propias. En Holanda principalmente el pan nunca está caro ni barato, porque<br />

nunca hay escasez ni abundancia <strong>de</strong> granos. Como la provisión <strong>de</strong> sus mercados no


<strong>de</strong>pen<strong>de</strong> <strong>de</strong> la irregularidad <strong>de</strong> las cosechas, los holan<strong>de</strong>ses no pa<strong>de</strong>cen carestías ni temen<br />

las hambres.<br />

No queremos <strong>de</strong>cir con esto que <strong>de</strong>ba <strong>de</strong>scuidarse la agricultura allí don<strong>de</strong> la tierra<br />

convida con sus frutos, sino que pue<strong>de</strong> vivir un pueblo contento y seguro, aunque necesite<br />

comprar las sustancias alimenticias al extranjero. En tal caso empleará todos sus capitales y<br />

todo su trabajo en la producción fabril y comercial, y aplicará una parte <strong>de</strong> su riqueza al<br />

consumo interior, y otra parte a procurarse granos en cambio No será por eso más ni<br />

menos <strong>de</strong>pendiente ó tributario <strong>de</strong> extrañas naciones, porque la <strong>de</strong>manda y la oferta<br />

suponen valores iguales. La <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia y la in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia son siempre recíprocas y<br />

mutuamente se anulan.<br />

Enhorabuena fomente el gobierno la agricultura, si la naturaleza ayuda los esfuerzos<br />

<strong>de</strong>l hombre; pero ¿será justo, conveniente y eficaz prohibir la importación <strong>de</strong> los cereales<br />

extranjeros, ó dificultarla estableciendo <strong>de</strong>rechos protectores?<br />

Los granos, como subsistencias y como primeras materias, <strong>de</strong>ben estar baratos, pues<br />

su carestía produce la carestía <strong>de</strong> todas las cosas necesarias ó útiles a la vida. La<br />

concurrencia regula el precio <strong>de</strong> los cereales y estimula a mejorar el sistema <strong>de</strong> cultivo y los<br />

métodos <strong>de</strong> labranza. Del monopolio resultan el encarecimiento <strong>de</strong> los frutos y el<br />

abandono a la rutina y a las prácticas viciosas nacidas en la infancia <strong>de</strong> los pueblos y<br />

perpetuadas por la incuria <strong>de</strong> los labradores. Sin el aguijón <strong>de</strong>l interés individual no hay<br />

esperanza <strong>de</strong> progreso en ningún ramo <strong>de</strong> la industria, ni concordia posible entre los<br />

productores y los consumidores.<br />

Un <strong>de</strong>recho protector significa una prohibición limitada, un monopolio condicional.<br />

Influye la protección, por más racional que sea, en turbar las condiciones normales <strong>de</strong>l<br />

mercado. El libre comercio <strong>de</strong> granos establece la proporción conveniente entre la<br />

<strong>de</strong>manda y la oferta, y el <strong>de</strong>recho protector resucita los efectos <strong>de</strong> la tasa.<br />

La protección a la agricultura es una manifiesta rebelión contra el principio<br />

incontestable <strong>de</strong> la libertad <strong>de</strong>l trabajo, porque si el gobierno por un acto <strong>de</strong> potestad<br />

arbitraria favorece al labrador, perjudica al fabricante; y así se protegen los trigos a costa <strong>de</strong><br />

los algodones, salvo el pensamiento <strong>de</strong> proteger los algodones a costa <strong>de</strong> los trigos, y<br />

comunicándose el privilegio quedan todos iguales, sino contentos, imponiendo doble carga<br />

a los consumidores.<br />

El <strong>de</strong>recho protector en beneficio <strong>de</strong> los cereales equivale a una contribución sobre<br />

los artículos <strong>de</strong> primera necesidad que la <strong>Economía</strong> política con<strong>de</strong>na como contraria al<br />

<strong>de</strong>sarrollo <strong>de</strong> la riqueza y onerosa a las clases más pobres y miserables. El precio <strong>de</strong> los<br />

granos <strong>de</strong>be subir hasta satisfacer los gastos <strong>de</strong> la producción con más la legítima ganancia<br />

<strong>de</strong>l labrador; y el <strong>de</strong>recho protector no permite que este precio <strong>de</strong>scienda y se fije en su<br />

nivel natural.<br />

El carácter <strong>de</strong>l <strong>de</strong>recho protector es ser un privilegio temporal, y sin embargo se<br />

prorroga <strong>de</strong> año en año y <strong>de</strong> siglo en siglo, convirtiéndose en perpetuo. Su fin es conjurar<br />

los peligros <strong>de</strong> la concurrencia asegurando a las naciones atrasadas en la agricultura la<br />

posesión <strong>de</strong> sus mercados interiores, y todas se confiesan flacas y temen la rivalidad <strong>de</strong> la<br />

misma flaqueza.<br />

La protección termina en fijar un precio <strong>de</strong> monopolio en vez <strong>de</strong>l precio <strong>de</strong> la libre<br />

concurrencia. Hay pues, una carestía legal don<strong>de</strong> <strong>de</strong>biera reinar la baratura, y no sólo suben<br />

los granos más <strong>de</strong> lo justo y razonable, pero también adquiere la propiedad territorial una<br />

estimación superior a la que le correspon<strong>de</strong> según la ley económica <strong>de</strong>l equilibrio entre<br />

todos los valores. A la sombra <strong>de</strong> la protección se ponen en cultivo tierras menos fértiles,<br />

se violenta la producción agrícola, se tuerce el curso <strong>de</strong>l trabajo y capital, se fomentan<br />

intereses onerosos a la nación, y los cereales producidos en circunstancias <strong>de</strong>sfavorables<br />

<strong>de</strong>terminan el precio <strong>de</strong> los producidos en circunstancias favorables. De esta manera, sin<br />

ser la tierra estéril, participa el pueblo <strong>de</strong> los efectos <strong>de</strong> la esterilidad.


No son los labradores quienes más se aprovechan <strong>de</strong> la carestía artificial introducida<br />

por el <strong>de</strong>recho protector, sino los especuladores <strong>de</strong> granos que hacen un comercio do<br />

monopolio, cuando recaban <strong>de</strong>l gobierno nuevos <strong>de</strong>rechos para afirmarse en la posesión<br />

exclusiva <strong>de</strong> los mercados coloniales. Entonces pue<strong>de</strong> mezclarse el frau<strong>de</strong> en sus<br />

transacciones, comprando cereales extranjeros para convertirlos en harinas nacionales, y<br />

lograr por estos malos caminos una ilícita ganancia <strong>de</strong> que no reporta ningún, beneficio la<br />

agricultura.<br />

Témese que la concurrencia libre <strong>de</strong>struya la agricultura nacional; mas no se repara<br />

que ninguna nación agricultora <strong>de</strong>jó nunca, ni <strong>de</strong>jará <strong>de</strong> producir los granos necesarios a su<br />

consumo. Los mercados interiores se abastecen siempre con más facilidad y economía por<br />

los labradores <strong>de</strong> la comarca que por el comercio extranjero. El exceso <strong>de</strong> las distancias, la<br />

dificultad <strong>de</strong> los transportes, la escasez <strong>de</strong> los sobrantes, la lentitud <strong>de</strong> los envíos, el temor<br />

<strong>de</strong> llegar tar<strong>de</strong> y exponerse a las alternativas <strong>de</strong> los precios, sino paralizan, entorpecen el<br />

movimiento mercantil que proce<strong>de</strong> <strong>de</strong> extrañas naciones. Pue<strong>de</strong> la importación surtir efecto<br />

en los mercados litorales, y en esto no hay daño alguno, porque también son los más<br />

ocasionados a la exportación; pero las provincias mediterráneas apenas notarán el flujo y<br />

reflujo <strong>de</strong> un comercio cuya fuerza se quebranta en los obstáculos que presentan las vías <strong>de</strong><br />

comunicación. Cuanto más se internan los granos, tanto más se encarecen, y menos pue<strong>de</strong>n<br />

dañar a la producción agrícola, consi<strong>de</strong>rando que un convoy <strong>de</strong> cereales encierra poco valor<br />

en mucho volumen.<br />

Observan algunos que no <strong>de</strong>be exponerse un pueblo, en caso <strong>de</strong> guerra, a ser sitiado<br />

por hambre; pero es absurdo imaginar que este pueblo tenga a todo el mundo por<br />

enemigo. Si le hostiliza una potencia continental, quedan libres las costas; si una potencia<br />

marítima, quedan abiertas las fronteras, y aun cerradas todas las puertas hay mil portillos<br />

por don<strong>de</strong> pe<strong>net</strong>ra el comercio sediento <strong>de</strong> ganancias. Un bloqueo efectivo por mar y<br />

tierra, si fuera posible, seria igualmente ruinoso a los beligerantes, y provechoso solamente<br />

a los neutrales.<br />

De muchas maneras se pue<strong>de</strong> reglamentar el comercio <strong>de</strong> granos en lo tocante a su<br />

importación; pero nosotros vamos a fijarnos en los medios más frecuentes y principales.<br />

Suce<strong>de</strong> que el gobierno señala un precio regulador para permitir la entrada <strong>de</strong> cereales<br />

extranjeros, si por regla general está prohibida, y este era el sistema adoptado en España.<br />

Cuando los precios llegan al límite establecido por la ley, el gobierno autoriza la importación,<br />

y cesa el permiso luego que bajan. Pero es difícil averiguar la existencia <strong>de</strong>l tipo,<br />

lenta la información, tardío el remedio. El comercio necesita adquirir la certeza <strong>de</strong>l permiso,<br />

hacer los pedidos, fletar buques, navegar, correr borrascas, esperar los vientos y llegar a<br />

punto. Cuando nada hay fijo ni estable, porque a la movilidad natural <strong>de</strong> los precios se<br />

aña<strong>de</strong> la movilidad <strong>de</strong>l régimen legal; cuando nada está organizado para un movimiento<br />

regular y constante; cuando, en fin, teme el especulador que las puertas abiertas hoy, se le<br />

cierren antes <strong>de</strong> entrar por ellas, la importación no sigue una corriente continua, sino que<br />

camina a saltos, la <strong>de</strong>manda y la oferta rompen su equilibrio y los precios recorren todos<br />

los grados.<br />

La escala móvil ó movible es un temperamento que consiste en gravar la entrada <strong>de</strong><br />

los cereales extranjeros con un <strong>de</strong>recho protector variable en razón inversa <strong>de</strong>l precio que<br />

alcanzan los granos, es <strong>de</strong>cir, alto si están baratos, y bajo si están caros, y en suprimirlo <strong>de</strong>l<br />

todo, si la carestía pasa <strong>de</strong> cierto término. El objeto <strong>de</strong> esta combinación es evitar las<br />

violentas oscilaciones <strong>de</strong> los precios y obtener un equilibrio perfecto ó una fijeza casi<br />

absoluta en el mercado <strong>de</strong> las subsistencias. El gobierno se preocupa con la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> la tasa<br />

relativa, y participa <strong>de</strong>l error <strong>de</strong> nuestros abuelos. El comercio no se atreve a correr los<br />

riesgos y aventuras <strong>de</strong> un comercio cuyas pérdidas y ganancias <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>n <strong>de</strong> un arancel<br />

lleno <strong>de</strong> veleida<strong>de</strong>s y caprichos; y por otro lado acredita la experiencia que la escala móvil,<br />

lejos <strong>de</strong> precaver ó corregir las sacudidas <strong>de</strong> los precios, las provoca y amplifica. Así fue


abandonada en todas partes como un mecanismo muy complicado para conseguir<br />

artificialmente lo que se logra mejor abandonando las cosas a su curso natural.<br />

En suma, puesto que el gobierno no se resuelva a confiar el abastecimiento <strong>de</strong> los<br />

pueblos al libre tráfico <strong>de</strong> cereales, seria preferible un <strong>de</strong>recho <strong>de</strong> balanza fijo, constante y<br />

uniforme al sistema <strong>de</strong> abrir y cerrar puertas y al viejo empirismo <strong>de</strong> poner en las manos <strong>de</strong><br />

la autoridad las llaves <strong>de</strong> la abundancia. Lo <strong>de</strong>cimos como quien escoge entre varios males<br />

el menor; por lo <strong>de</strong>más no hay vida barata sin pan barato, ni pan barato sin comercio libre,<br />

y así repetimos las palabras <strong>de</strong> Galiani: « El pan es mi amigo y le amo con pasión: venga <strong>de</strong><br />

don<strong>de</strong> quiera, sea muy bien venido».<br />

CAPÍTULO XXXIII.<br />

De las compañías privilegiadas <strong>de</strong> comercio<br />

Una <strong>de</strong> las formas con que ha sólido revestirse el monopolio, es la organización <strong>de</strong><br />

compañías <strong>de</strong> comercio favorecidas por el gobierno con el privilegio exclusivo <strong>de</strong><br />

establecer fábricas y especular <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l país, ó <strong>de</strong> negociar en tal ó cual <strong>de</strong> sus posesiones<br />

ultramarinas. -<br />

Estaban en el siglo XVII los mares infestados <strong>de</strong> piratas y era preciso navegar en<br />

conserva; no abundaban los capitales; llegaban los retornos con suma lentitud; el comercio<br />

no hallaba en las partes remotas a don<strong>de</strong> acudía, la seguridad, acogida y protección<br />

convenientes, puesto que los naturales apenas habían salido <strong>de</strong>l estado salvaje; pretendíase<br />

entablar relaciones mercantiles con pueblos casi bárbaros, y para vencer tan gran<strong>de</strong>s<br />

dificulta<strong>de</strong>s imaginaron las potencias marítimas <strong>de</strong> aquel tiempo, y sobre todo las que<br />

tenían colonias, segundar los esfuerzos <strong>de</strong> los negociantes invitándolos a juntar su caudal y<br />

allegar cuantiosos recursos con que pudiesen comprar ó construir navíos, pertrecharlos,<br />

abastecerlos y tripularlos, establecer factorías, guarnecerlas y fortificarlas. Húbolas más ó<br />

menos privilegiadas, temporales y perpetuas ó por término in<strong>de</strong>finido, armadas muchas y<br />

algunas soberanas.<br />

No todas respondían en secreto al objeto <strong>de</strong> utilidad común que aparentaban en<br />

público, pues acontecía que la autorización para fundarlas llevaba oculta la mira <strong>de</strong><br />

restablecer la quebrantada fortuna <strong>de</strong> uno ó varios particulares, ó se otorgaba a condición<br />

<strong>de</strong> nombrar directores con crecidos sueldos y emolumentos a <strong>de</strong>terminadas personas tal<br />

vez inútiles, sino perjudiciales al manejo <strong>de</strong> los negocios.<br />

Esta clase <strong>de</strong> monopolios a nadie daña tanto como a la nación que los introduce,<br />

porque todo privilegio violenta el curso <strong>de</strong> los capitales y los aparta <strong>de</strong>l camino a que los<br />

llama la mayor ganancia. Si el interés privado acudiese al comercio reservado a las<br />

compañías, la suma <strong>de</strong> los capitales y <strong>de</strong> las utilida<strong>de</strong>s adquiridas mediante el régimen <strong>de</strong> la<br />

libertad, exce<strong>de</strong>ría con mucho a la riqueza <strong>de</strong>slumbradora que allega el monopolio. Cuando<br />

la nación está madura para empren<strong>de</strong>r el tráfico privilegiado, la exclusión <strong>de</strong> los particulares<br />

es un atentado contra su libertad y propiedad que a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> violar el <strong>de</strong>recho, impi<strong>de</strong> el<br />

<strong>de</strong>sarrollo <strong>de</strong> la pública prosperidad. Si la nación es pobre, más la conviene renunciar por<br />

algún tiempo al comercio directo con su lejana colonia y esperar a que, mejorando <strong>de</strong><br />

fortuna, pueda empren<strong>de</strong>rlo bajo la protección <strong>de</strong> las leyes comunes, que apresurar ese día<br />

con privilegios dura<strong>de</strong>ros y provechosos sólo a un gremio <strong>de</strong> comerciantes cuyos intereses<br />

están en abierta oposición con el bien general.<br />

Podrá suce<strong>de</strong>r que una compañía privilegiada anime por el momento cierto ramo <strong>de</strong><br />

comercio y dé impulso a la navegación, cuando falta la costumbre <strong>de</strong> especular ó visitar<br />

unos mares <strong>de</strong>sconocidos a la mayor parte ó a la totalidad <strong>de</strong> los negociantes; pero importa<br />

poco esa prosperidad pasajera, si luego viene la ruina constante. Muchas ilusiones abrigaron<br />

algunos escritores políticos <strong>de</strong> España al fundar y proteger nuestro gobierno la compañía<br />

<strong>de</strong> Filipinas, comparándola con un labrador hábil que va a rozar una nueva tierra, a


cultivarla y plantar flores y frutos don<strong>de</strong> no hay sino zarzales; y en pos <strong>de</strong> tan halagüeñas<br />

esperanzas llegaron, y muy pronto, tristes y crueles <strong>de</strong>sengaños.<br />

El espíritu mercantil <strong>de</strong> las compañías privilegiadas, lejos <strong>de</strong> favorecer el <strong>de</strong>sarrollo <strong>de</strong><br />

las colonias que el gobierno les abandona, lo comprime con su genio duro, su carácter<br />

altivo, su codicia <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>nada y su autoridad violenta. Los holan<strong>de</strong>ses, prohibiendo hacer<br />

nuevas plantaciones en sus colonias <strong>de</strong> las Indias Orientales, limitaban la cosecha <strong>de</strong> la<br />

especería, quemaban una parte si el año era fértil, y ofrecían un premio a los que arrancasen<br />

los brotes y las hojas tiernas <strong>de</strong>l árbol <strong>de</strong>l clavo en las islas vecinas, todo ello con el objeto<br />

<strong>de</strong> mantener alto en Europa el precio <strong>de</strong> esta merca<strong>de</strong>ría. Los ingleses especularon con el<br />

opio que es el veneno <strong>de</strong>l Oriente, oprimieron a los habitantes <strong>de</strong> la India, conquistaron<br />

reinos, volcaron tronos movieron guerras sangrientas por <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r y exten<strong>de</strong>r su<br />

monopolio, y en fin, sacrificaron la humanidad en aras <strong>de</strong> la libra esterlina.<br />

Las compañías más ricas, po<strong>de</strong>rosas y florecientes no pue<strong>de</strong>n excusarse <strong>de</strong> pa<strong>de</strong>cer<br />

gran<strong>de</strong>s trabajos por los frau<strong>de</strong>s y malversaciones que ocurren, los gastos excesivos y los<br />

daños <strong>de</strong> los directores que especulan por su cuenta y riesgo, introduciendo un monopolio<br />

en el monopolio <strong>de</strong> los accionistas.<br />

A los vicios <strong>de</strong> la administración no se pue<strong>de</strong> hacer rostro sino en fuerza <strong>de</strong><br />

inmensas ganancias, y tales que cubran los gastos legítimos y las dilapidaciones <strong>de</strong> los<br />

empleados <strong>de</strong> la compañía altos y bajos, porque a ejemplo <strong>de</strong> los gran<strong>de</strong>s, hasta <strong>de</strong> los más<br />

pequeños se apo<strong>de</strong>ra la hambrienta codicia, y todos muer<strong>de</strong>n el fruto prohibido.<br />

Si las compañías son soberanas crecen los males y los peligros. No se avienen <strong>de</strong><br />

ningún modo el espíritu <strong>de</strong>l comercio y el <strong>de</strong> dominación y conquista, pues <strong>de</strong> ningún<br />

modo se pue<strong>de</strong>n conciliar la paz y la guerra, el trabajo que crea y el trabajo que <strong>de</strong>struye.<br />

Un gobierno especulador pone precio a todas las acciones humanas y a todas las virtu<strong>de</strong>s<br />

más nobles. ¿Quién reprime su avaricia y crueldad? ¿Quién le obliga a guardar la ley <strong>de</strong> los<br />

contratos? ¿Quién le enfrena, si los pueblos se rin<strong>de</strong>n a la carga <strong>de</strong> los tributos? ¿Quién le<br />

aconseja mejorar sus costumbres, propagar la instrucción y mostrarse arrogante con los<br />

soberbios, generoso con los vencidos, manso y humil<strong>de</strong> con los flacos y menesterosos? Su<br />

moral es el interés, su religión el dinero, su autoridad tiranía, su política el negocio.<br />

Las compañías privilegiadas <strong>de</strong> comercio han caído en <strong>de</strong>suso. La po<strong>de</strong>rosa <strong>de</strong> las<br />

Indias, aquella que constituía una formidable potencia mercantil en el seno <strong>de</strong> Inglaterra,<br />

fue poco hace abolida, y con razón sobrada, porque comprometió más <strong>de</strong> una vez con sus<br />

excesos y abusos el imperio <strong>de</strong> la Gran Bretaña en Oriente.<br />

España las conoció por <strong>de</strong>sgracia, pero tuvo su gobierno el buen sentido <strong>de</strong> no<br />

permitir la formación <strong>de</strong> ninguna soberana. Húbolas interiores para el fomento <strong>de</strong> las<br />

fábricas y comercio, y otras coloniales, como la <strong>de</strong> Honduras, Caracas, Filipinas, Habana y<br />

Santo Domingo y la mixta <strong>de</strong> los Cinco Gremios mayores <strong>de</strong> Madrid. Unas se agostaron en<br />

flor, y otras se <strong>de</strong>speñaron con fracaso <strong>de</strong> las altas cumbres <strong>de</strong> su gran<strong>de</strong>za, envolviendo en<br />

su ruina a millares <strong>de</strong> personas y famillas que les confiaron su fortuna y la perdieron,<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber soñado divi<strong>de</strong>ndos fabulosos.<br />

La mala estrella <strong>de</strong> todas las compañías privilegiadas persua<strong>de</strong> al amor <strong>de</strong> la libertad<br />

<strong>de</strong>l comercio como fuente natural <strong>de</strong> las riquezas que se logran por este camino. Cuando a<br />

todas las persigue igual infortunio, bien se <strong>de</strong>ja conocer que purgan los vicios <strong>de</strong> la<br />

institución, y no la culpa <strong>de</strong> los hombres que las gobiernan.<br />

Corriendo el viento más favorable, alcanzaban una prosperidad ficticia, como toda<br />

prosperidad cimentada en el monopolio. Las ganancias <strong>de</strong> un dilatado y tal vez inmenso<br />

comercio, cedían en provecho <strong>de</strong> un corto número <strong>de</strong> socios ó accionistas, cuyos<br />

privilegios son una verda<strong>de</strong>ra calamidad pública. Siendo la contratación libre, se habrían<br />

aumentado las riquezas, esparcido y <strong>de</strong>rramado entre los particulares. Abolida la compañía<br />

holan<strong>de</strong>sa para la pesca <strong>de</strong> la ballena, este ramo <strong>de</strong> la industria creció en la proporción <strong>de</strong> 1<br />

a 15.


CAPÍTULO XXXIV.<br />

De la población.<br />

No se escribe <strong>de</strong> <strong>Economía</strong> política por el solo placer <strong>de</strong> multiplicar la riqueza <strong>de</strong> los<br />

pueblos y contemplar su prosperidad, como el avaro contempla con ojos encarnizados sus<br />

estériles tesoros, sino con ánimo generoso alentado con la esperanza <strong>de</strong> mejorar la<br />

condición <strong>de</strong> los hombres. Así es la población un asunto grave, digno <strong>de</strong>l estudio más<br />

atento y reflexivo, y tan principal, que usando <strong>de</strong> la feliz expresión <strong>de</strong> un escritor, forma la<br />

materia viviente <strong>de</strong> nuestras investigaciones.<br />

Des<strong>de</strong> tiempos muy antiguos vienen los filósofos, los políticos y los moralistas<br />

midiendo la gran<strong>de</strong>za y el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> los estados por el número <strong>de</strong> gentes que los pueblan, y<br />

sustentando la doctrina que la multitud <strong>de</strong> moradores es signo infalible <strong>de</strong> riqueza, <strong>de</strong> vigor<br />

y buen gobierno, y apoyándola en la autoridad <strong>de</strong>l Sabio entre los sabios que dijo: In<br />

multitudine populi dignitas regis, et in paucitate plebis ignominia principis.<br />

Dejemos a los teólogos el cuidado <strong>de</strong> interpretar el texto, y hablemos a lo profano.<br />

Hay en esta manera <strong>de</strong> pensar un error conocido, porque el valor <strong>de</strong> la población no <strong>de</strong>be<br />

estimarse sólo por el número <strong>de</strong> habitantes, sino tomando a<strong>de</strong>más en cuenta las<br />

circunstancias que <strong>de</strong>terminan su naturaleza. La gente flaca <strong>de</strong> cuerpo ó <strong>de</strong> espíritu,<br />

inclinada al ocio ó <strong>de</strong> malas costumbres, antes es carga que alivio <strong>de</strong>l estado; y por eso<br />

importa consi<strong>de</strong>rar juntamente la cantidad y la calidad <strong>de</strong> la población.<br />

No, el exceso <strong>de</strong> población no es un bien, sino un mal, porque engendra la miseria<br />

con sus vicios, sus dolores y sus peligros para el or<strong>de</strong>n social. Este exceso es posible aquí ó<br />

allí, hoy ó mañana, y conviene evitarlo. Lejos <strong>de</strong> imitar el ejemplo <strong>de</strong> los gobiernos que<br />

procuraron acelerar el movimiento <strong>de</strong> la población concediendo premios a los padres <strong>de</strong><br />

numerosas familias, ó prohibiendo la emigración <strong>de</strong> los naturales a tierra extranjera, como<br />

si la voluntad <strong>de</strong>l hombre pudiera mucho en multiplicar estos prodigios <strong>de</strong> fecundidad, ó<br />

fuera justo cerrar las puertas <strong>de</strong> la patria a los perseguidos <strong>de</strong> la <strong>de</strong>sgracia, <strong>de</strong>bemos<br />

aplicarnos al estudio <strong>de</strong> las leyes económicas que <strong>de</strong>terminan las causas <strong>de</strong> su aumento ó<br />

disminución. Si la ciencia no lo <strong>de</strong>mostrase, acreditaría la experiencia toda la vanidad <strong>de</strong>l<br />

sistema reglamentario aplicado a promover artificialmente la multiplicación <strong>de</strong> la especie<br />

humana; pero el doble criterio <strong>de</strong> la ciencia y <strong>de</strong> la experiencia lo con<strong>de</strong>na como absurdo<br />

en la especulación, y en la práctica como remedio ineficaz.<br />

Todos los seres vivientes están dotados por la naturaleza <strong>de</strong> una potencia virtual <strong>de</strong><br />

reproducción tan fecunda, que uno solo, no hallando obstáculos a su multiplicación,<br />

llegaría en poco tiempo a poblar el universo. Dicen algunos escritores que un pié <strong>de</strong> maíz<br />

pue<strong>de</strong> producir hasta 2,000 granos, y otras plantas, por cada uno <strong>de</strong> semilla dar hasta<br />

100,000 <strong>de</strong> cosecha supuestas las mejores condiciones. Los animales, sobre todo los<br />

ovíparos, también se multiplican en una proporción casi infinita. Si el arenque ó la sardina<br />

no tuviesen tantos enemigos que los <strong>de</strong>voran a millares y millones, una sola <strong>de</strong> estas<br />

familias llenaría los mares en breve plazo, y aun le seria casa estrecha la inmensidad <strong>de</strong>l<br />

Océano.<br />

Lo mismo suce<strong>de</strong> al hombre. La posibilidad fisiológica <strong>de</strong> la propagación <strong>de</strong> la<br />

especie humana es casi ilimitada. Cuéntale que habiendo naufragado en 1590 un hombre y<br />

cuatro mujeres, y sido todos cinco arrojados a una isla <strong>de</strong>sierta, en el espacio <strong>de</strong> 77 años<br />

que vivieron ignorados <strong>de</strong>l resto <strong>de</strong>l mundo, crecieron hasta el número <strong>de</strong> 11,000<br />

habitantes. Sea ó no verda<strong>de</strong>ra la tal historia, basta a nuestro asunto consi<strong>de</strong>rarla como<br />

posible, pues suponiendo cinco matrimonios, la plena pubertad a los 18 años y por término<br />

medio seis hijos, podría haberse formado una población <strong>de</strong> 40,000 almas.<br />

La energía <strong>de</strong>l principio <strong>de</strong> la población es tan gran<strong>de</strong> y po<strong>de</strong>rosa, que no existiendo


obstáculos que la compriman, se dobla en un periodo <strong>de</strong> 25 años, y no faltan noticias<br />

fi<strong>de</strong>dignas que prueban la posibilidad <strong>de</strong> recibir este incremento en 20, 18, 15, 14 y aun 13<br />

años. W. Petty afirma que siendo las circunstancias muy favorables, la población podría<br />

doblarse en 10 años. Nuestro Solórzano, tratando <strong>de</strong> la población <strong>de</strong>l Nuevo Mundo,<br />

acepta el cómputo <strong>de</strong> Tornielo, quien sacó la cuenta que <strong>de</strong> un solo matrimonio en el<br />

espacio <strong>de</strong> 210 años, pue<strong>de</strong> nacer una posteridad <strong>de</strong> 1647,086 individuos (<strong>Política</strong><br />

indiana, cap. V). Regularmente se <strong>de</strong>sarrolla con bastante más lentitud, y suele doblarse en<br />

un periodo <strong>de</strong> 50 años como en Irlanda, Grecia, Austria y Polonia; <strong>de</strong> 40 como en Bélgica,<br />

Toscana y Cer<strong>de</strong>ña; <strong>de</strong> 30 como en Ba<strong>de</strong>n y Hungría, ó <strong>de</strong> 25 como en los Estados Unidos.<br />

La diferencia entre la posibilidad fisiológica <strong>de</strong> reproducción y los datos recogidos<br />

por la estadística, aun en los pueblos don<strong>de</strong> es más rápido el acrecentamiento <strong>de</strong> la<br />

población, se explica consi<strong>de</strong>rando el límite que ponen a la multiplicación <strong>de</strong>l hombre los<br />

medios <strong>de</strong> existencia. Así la ley económica <strong>de</strong> la población es la resultante <strong>de</strong> la ley que<br />

presi<strong>de</strong> al movimiento progresivo <strong>de</strong> la riqueza. Si no hubiera obstáculos a la población en<br />

las necesida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l hombre y en la falta total ó parcial <strong>de</strong> medios <strong>de</strong> satisfacerlas, llegaría tal<br />

tez a triplicarse en un plazo <strong>de</strong> 26 años; pero habiendo obstáculos (y existen siempre), <strong>de</strong> su<br />

número y fuerza <strong>de</strong>pen<strong>de</strong> que la población camine, con más ó menos prisa, que se<br />

mantenga estadiza ó se disminuya.<br />

Enten<strong>de</strong>mos por subsistencias ó medios <strong>de</strong> existencia las cosas útiles a la satisfacción <strong>de</strong> las<br />

necesida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l hombre que no se limitan al alimento, sino que se extien<strong>de</strong>n al vestido, al<br />

hogar doméstico, a las comodida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la vida según el clima, la condición <strong>de</strong> las personas,<br />

los usos y costumbres <strong>de</strong> cada pueblo. En fin, subsistencias y riqueza, tratándose <strong>de</strong><br />

población, todo es uno.<br />

Cuando abundan las subsistencias la población pue<strong>de</strong> crecer con <strong>de</strong>sahogo, y<br />

cuando escasean se para ó mengua. Decimos pue<strong>de</strong> crecer, porque la riqueza no es causa<br />

necesaria <strong>de</strong>l aumento <strong>de</strong> la población, sino un estado favorable a su <strong>de</strong>sarrollo. Las causas<br />

son el atractivo <strong>de</strong> los sexos, las alegrías <strong>de</strong> la familia, el <strong>de</strong>seo natural <strong>de</strong> transmitir el<br />

nombre ó la fortuna a una posteridad en quien casi perpetuamos nuestra vida, po<strong>de</strong>rosos<br />

incentivos <strong>de</strong>l matrimonio y prenda segura <strong>de</strong> la multiplicación in<strong>de</strong>finida <strong>de</strong> la especie<br />

humana.<br />

Ahora bien: supongamos una riqueza igual a 1,000 y un consumo mínimo igual a 10:<br />

en este caso podrá subsistir, haciendo abstracción <strong>de</strong> las <strong>de</strong>sigualda<strong>de</strong>s <strong>de</strong> fortuna, una<br />

población equivalente a 1OO. Si la riqueza sube a 1,500, la población podrá llegar a 150; y<br />

por el contrario, si la población baja a 500, la población <strong>de</strong>scen<strong>de</strong>rá hasta 50. En términos<br />

generales diremos, siguiendo los pasos <strong>de</strong> un economista mo<strong>de</strong>rno, que la suma total <strong>de</strong> las<br />

subsistencias es el divi<strong>de</strong>ndo, el número <strong>de</strong> personas que alimentan el divisor, y la cuota<br />

media <strong>de</strong> cada una el cuociente. Si el divi<strong>de</strong>ndo crece mucho, pue<strong>de</strong>n crecer asimismo el<br />

divisor y el cuociente, y la población se halla en vías <strong>de</strong> prosperidad; y si crece el divisor y<br />

no el divi<strong>de</strong>ndo, mengua el cuociente, y la población entra en un periodo <strong>de</strong> <strong>de</strong>ca<strong>de</strong>ncia.<br />

No basta al economista asentar la máxima que la población camina al compás <strong>de</strong> la<br />

riqueza, sino que <strong>de</strong>be fijar la proporción entre ambos términos investigando la ley <strong>de</strong> este<br />

doble movimiento.<br />

Malthus, cuyo nombre va unido a la teoría <strong>de</strong> la población como el <strong>de</strong> Galileo a la<br />

rotación <strong>de</strong> la tierra y el <strong>de</strong> Newton a la atracción universal, establece la doctrina que el<br />

género humano se multiplica en proporción geométrica, y sólo en proporción aritmética<br />

aumentan las subsistencias. Según él, suponiendo que no existan obstáculos a la población,<br />

crecerá como 1, 2, 4, 8, 16, 32, 64, 128, 256, y las subsistencias como 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7,8, 9:<br />

<strong>de</strong> consiguiente la relación entre la población y las subsistencias que empezó siendo <strong>de</strong> 1 a<br />

1, al cabo <strong>de</strong> dos siglos <strong>de</strong>berá ser <strong>de</strong> 256 a 9: grave perturbación <strong>de</strong>l necesario equilibrio<br />

entre el hombre y la riqueza.. Resulta pues, que al cabo <strong>de</strong> dos siglos habría un exceso <strong>de</strong><br />

población, llegando a ser 28 veces mayor que los medios <strong>de</strong> alimentarla; y así fomentar los


matrimonios siendo ya tan fecunda la potencia orgánica <strong>de</strong> la multiplicación <strong>de</strong> la especie<br />

humana, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> impolítico raya en crueldad, porque equivale a con<strong>de</strong>nar los que llegan<br />

tar<strong>de</strong> al banquete <strong>de</strong> la vida a una muerte prematura <strong>de</strong>biendo perecer al rigor <strong>de</strong>l hambre y<br />

la miseria. ¡Terrible <strong>de</strong>creto <strong>de</strong> la naturaleza!<br />

No <strong>de</strong>sconoce Malthus la influencia <strong>de</strong> los obstáculos que retardan el movimiento <strong>de</strong><br />

la población, antes los señala, clasifica y <strong>de</strong>muestra. Unos son privativos (dice) y otros<br />

<strong>de</strong>structivos, y acaso con más propiedad, acomodándonos el genio <strong>de</strong> la lengua castellana,<br />

pudiéramos llamarlos preventivos y represivos. Aquéllos obran <strong>de</strong> una manera anterior, y éstos<br />

posterior, porque dificultan la multiplicación <strong>de</strong>l linaje humano disminuyendo el número <strong>de</strong><br />

los nacimientos, ó aumentando el <strong>de</strong> las <strong>de</strong>funciones.<br />

Malthus resume su teoría <strong>de</strong> la población en las tres proposiciones siguientes:<br />

1. ª La población está necesariamente limitada por los medios <strong>de</strong> existencia.<br />

2. ª La población crece invariablemente don<strong>de</strong> quiera que aumentan las subsistencias,<br />

a no ser que obstáculos po<strong>de</strong>rosos y manifiestos no la compriman.<br />

3.ª Estos obstáculos particulares, y todos los <strong>de</strong>más que <strong>de</strong>bilitan la fuerza<br />

prepon<strong>de</strong>rante <strong>de</strong> la población y la obligan a ponerse al nivel <strong>de</strong> las subsistencias, pue<strong>de</strong>n<br />

referirse a tres causas, la continencia voluntaria, el vicio y el infortunio (Essai sur le principe<br />

<strong>de</strong> la population, liv. I, chap. 2.).<br />

La teoría <strong>de</strong> Malthus fue piedra <strong>de</strong>l escándalo para unos y para otros blanco <strong>de</strong> rudos<br />

ataques y motivo <strong>de</strong> acaloradas controversias. Dejando aparte las exageraciones <strong>de</strong> la nueva<br />

escuela cuya culpa no tanto <strong>de</strong>be recaer sobre Malthus, cuanto sobre sus discípulos que<br />

forzaron el pensamiento <strong>de</strong>l maestro, la ciencia económica reconoce por verda<strong>de</strong>ra la<br />

ten<strong>de</strong>ncia progresiva <strong>de</strong>l hombre a multiplicarse, la relación necesaria entre la población y las<br />

subsistencias y la eficacia <strong>de</strong> los obstáculos preventivos y represivos.<br />

No admite el paralelo <strong>de</strong> las dos proporciones aritmética y geométrica, ni <strong>de</strong>be<br />

interpretarse con rigor matemático, sino como una fórmula clara y sencilla para <strong>de</strong>mostrar<br />

que la fecundidad <strong>de</strong>l hombre tien<strong>de</strong> a vencer la fecundidad <strong>de</strong> la riqueza. Así queda a salvo<br />

el principio <strong>de</strong> la población, pues siempre será verdad que la población encierra en sí misma<br />

fuerzas casi infinitas <strong>de</strong> reproducción, mientras que la tierra es limitada, y limitados por<br />

tanto las subsistencias.<br />

Supongamos que mediante el rompimiento <strong>de</strong> tierras incultas, el aumento <strong>de</strong> capital,<br />

la aplicación <strong>de</strong> un trabajo mayor y el progreso en el arte <strong>de</strong>l cultivo, la producción agrícola<br />

<strong>de</strong> España se doble en 25 años. Es bien seguro que no llegará a cuadruplicarse en los 25<br />

siguientes, y mucho menos guardará esta proporción en los otros 25, porque las tierras que<br />

se labran cada vez son más estériles, el capital cada vez se forma con más lentitud, y el<br />

trabajo cada vez exige esfuerzos más penosos y obtiene menor recompensa. Suce<strong>de</strong> en la<br />

agricultura que a cada aumento <strong>de</strong> trabajo y capital correspon<strong>de</strong> un incremento <strong>de</strong><br />

producción como en toda industria; pero no proporcional a la suma añadida, sino inferior y<br />

en progresión <strong>de</strong>scen<strong>de</strong>nte. Dadas, pues, estas dos ten<strong>de</strong>ncias <strong>de</strong>siguales, el <strong>de</strong>snivel <strong>de</strong> la<br />

población y las subsistencias es fatal y necesario. Que la crisis tar<strong>de</strong> un siglo ó diez siglos en<br />

presentarse importa poco, porque los años son momentos en la historia <strong>de</strong> la humanidad, y<br />

porque la ciencia no se cuida <strong>de</strong>l tiempo ni <strong>de</strong>l espacio. A<strong>de</strong>más, no basta hacerse esta<br />

reflexión para la tranquilidad <strong>de</strong> los gobiernos que <strong>de</strong>ben precaverse contra todo exceso<br />

relativo <strong>de</strong> población, posible y aun fácil en un país y en un período <strong>de</strong>terminado.<br />

La progresión <strong>de</strong>scen<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> que hemos hablado se contiene durante un período<br />

más ó menos largo, cuando a beneficio <strong>de</strong> invenciones, <strong>de</strong> sistemas más perfectos, <strong>de</strong><br />

máquinas po<strong>de</strong>rosas y otros medios que sugiere la industria, el trabajo llega a ser más<br />

productivo. La libre importación <strong>de</strong> cereales equivale a la introducción <strong>de</strong> un nuevo<br />

método <strong>de</strong> cultivo que permite obtener <strong>de</strong> la tierra mayor cantidad <strong>de</strong> frutos a costa <strong>de</strong> un<br />

trabajo menor. Sin embargo, al cabo <strong>de</strong> algún tiempo la ley compuesta <strong>de</strong>l aumento<br />

sucesivo <strong>de</strong> la población y la disminución, también sucesiva, <strong>de</strong> las subsistencias recobra su


imperio.<br />

No es menos verda<strong>de</strong>ra la teoría <strong>de</strong> los obstáculos que completa el pensamiento <strong>de</strong><br />

Malthus. Todos los preventivos proce<strong>de</strong>n <strong>de</strong>l vicio ó <strong>de</strong> la razón, y todos los represivos <strong>de</strong>l<br />

vicio ó la miseria.<br />

Como éstos se <strong>de</strong>rivan <strong>de</strong> tan malas fuentes y se resuelven en otras tantas causas <strong>de</strong><br />

mortalidad, conviene huir <strong>de</strong> ellos y refugiarse en los preventivos, <strong>de</strong>scartando los viciosos,<br />

por ejemplo, el libertinaje, la prostitución, la poligamia, la esclavitud, etc., y quedándose con<br />

sólo el razonable ó la continencia voluntaria. Tal es su conclusión.<br />

Levantóse un clamor general contra Malthus, porque (dijeron sus adversarios)<br />

recomendar la continencia es ir contra la ley divina <strong>de</strong>l crescite et multiplicamini, olvidando que<br />

la Sagrada Escritura ensalza la virtud <strong>de</strong> la castidad. Si en todos los actos <strong>de</strong> la vida <strong>de</strong>be el<br />

hombre hacer uso <strong>de</strong> la pru<strong>de</strong>ncia ¿no será lícito mostrarla al contraer matrimonio,<br />

evitando los inconvenientes que nacen <strong>de</strong> celebrarlo en edad prematura, ó entre personas<br />

que carecen <strong>de</strong> los medios necesarios a sustentar las cargas <strong>de</strong> una familia? ¡Cuánto mejor<br />

es no dar la vida a nuevos seres semejantes a nosotros, que arrojar al torbellino <strong>de</strong>l mundo<br />

generaciones tras generaciones y precipitarlas en los abismos <strong>de</strong> la muerte, sin poner<br />

<strong>de</strong>scanso entre la cuna y el sepulcro! Tan esencial es la pru<strong>de</strong>ncia en cuanto al matrimonio<br />

que en algunos pueblos <strong>de</strong> Europa, <strong>de</strong>sconfiando la ley <strong>de</strong> la previsión individual, ha<br />

querido suplirla con la previsión <strong>de</strong>l estado, y ha prohibido el casamiento sin previa<br />

información <strong>de</strong> que cuentan los esposos con medios <strong>de</strong> ganar la vida y mantener los hijos.<br />

El progreso <strong>de</strong> la civilización disminuye la eficacia <strong>de</strong> los obstáculos preventivos y<br />

represivos al <strong>de</strong>sarrollo <strong>de</strong> la población. Por un lado aumenta la riqueza y el bienestar <strong>de</strong> las<br />

gentes, mejora las costumbres, multiplica los cuidados <strong>de</strong> la higiene y <strong>de</strong> la salubridad<br />

general, mitiga los efectos <strong>de</strong> las escaseces y carestías, y en fin remueve muchos <strong>de</strong> los<br />

estorbos a la propagación <strong>de</strong> la especie humana, y por otro combate las causas <strong>de</strong> la<br />

mortalidad. En prueba <strong>de</strong> ello obsérvese cómo en los tiempos mo<strong>de</strong>rnos se ha prolongado<br />

la vida probable y la vida media <strong>de</strong>l hombre en todas las naciones ricas y cultas.<br />

Llamase vida probable al término regular <strong>de</strong> la existencia <strong>de</strong> los individuos nacidos en<br />

un año, cuyo término se averigua notando la edad a que suelen quedar reducidos a la mitad<br />

<strong>de</strong> los nacidos los sobrevivientes, por ejemplo: si al cabo <strong>de</strong> 25 años <strong>de</strong> cada 100 nacidos<br />

sobreviven 50, la vida probable será <strong>de</strong> 25 años. La vida media es el término proporcional <strong>de</strong><br />

estos mismos individuos, y resulta <strong>de</strong> adicionar los años que cada uno ha vivido, y dividir la<br />

suma total <strong>de</strong> eda<strong>de</strong>s por el número <strong>de</strong> <strong>de</strong>funciones, por ejemplo: si 100 personas fallecidas<br />

en diversas eda<strong>de</strong>s han vivido colectivamente 3,600 años, la vida media será <strong>de</strong> 36 años. El<br />

aumento <strong>de</strong> la vida probable y la vida media es un signo <strong>de</strong> prosperidad y buen gobierno;<br />

pero este mismo beneficio complica el problema <strong>de</strong> la población.<br />

Entre los obstáculos represivos ó <strong>de</strong>structivos que se cuentan como más eficaces<br />

están la guerra y la peste con sus gran<strong>de</strong>s mortanda<strong>de</strong>s. La guerra, por sangrienta y larga<br />

que sea, no disminuye la población <strong>de</strong> un modo sensible, antes agrava el daño <strong>de</strong>l exceso<br />

con respecto a las subsistencias, porque ocasiona gastos enormes, <strong>de</strong>struye capitales é<br />

interrumpe el trabajo agravando la miseria <strong>de</strong> los pueblos. La peste todavía influye menos<br />

en la <strong>de</strong>spoblación <strong>de</strong>l mundo, porque <strong>de</strong>ja intacta la riqueza, y la riqueza existente da lugar<br />

a nuevos matrimonios, y nuevas generaciones colman el vacío <strong>de</strong> los que perdieron la vida<br />

al rigor <strong>de</strong> la epi<strong>de</strong>mia. Como abundan las subsistencias, el principio <strong>de</strong> la población<br />

recobra y aun redobla su energía, y pronto se restablece el perdido equilibrio.<br />

En resolución, Malthus señaló con el <strong>de</strong>do los peligros <strong>de</strong> una población exuberante,<br />

los males <strong>de</strong> las leyes prohibitivas y <strong>de</strong> la contribución <strong>de</strong> pobres, las consecuencias <strong>de</strong> la<br />

imprevisión como causa <strong>de</strong> miseria, los errores <strong>de</strong> la caridad legal y la ineficacia <strong>de</strong> los<br />

premios y recompensas ofrecidas al matrimonio. Su libro es una protesta continua <strong>de</strong> la<br />

doctrina <strong>de</strong>l interés individual contra la intervención <strong>de</strong>l gobierno. Repele la acción<br />

coercitiva <strong>de</strong> la autoridad, y proclama la libertad <strong>de</strong>l individuo regulada por la pru<strong>de</strong>ncia.


Seria rebajar la dignidad <strong>de</strong>l hombre equipararle a los animales útiles cuya multiplicación<br />

solicitamos con industria. El matrimonio se contrae ó no se contrae según las<br />

<strong>de</strong>terminaciones <strong>de</strong> nuestra voluntad, y no mediante la intervención <strong>de</strong>l gobierno. Las<br />

únicas influencias legítimas en este caso son las <strong>de</strong> la religión, la moral, el interés privado y<br />

la autoridad paterna.<br />

Si la ley <strong>de</strong> la población pudiese dominar sin obstáculos que la mo<strong>de</strong>ren y repriman,<br />

la ten<strong>de</strong>ncia llegaría a convertirse en hecho universal y absoluto; pero hay en la sociedad y<br />

en la naturaleza misma fuerza contrarias a la propagación <strong>de</strong> la especie humana que nos<br />

permiten abrigar la consoladora esperanza <strong>de</strong> que el mundo no perecerá por el hambre.<br />

A la ley fisiológica <strong>de</strong> la generación <strong>de</strong>l hombre opone la Provi<strong>de</strong>ncia otra ley<br />

fisiológica en la multiplicación in<strong>de</strong>finida <strong>de</strong> las plantas y animales; y así como no permite<br />

al arenque henchir los mares, no consentirá al hombre llenar la tierra. Los gérmenes <strong>de</strong> la<br />

vida están compensados con los estragos <strong>de</strong> la muerte, el vicio crece al lado <strong>de</strong> la virtud, el<br />

lujo se levanta en medio <strong>de</strong> la miseria y en todas partes alterna el mal con el bien. El mundo<br />

es ancho, y <strong>de</strong> cierto se acabará antes que el hombre llegue a cumplir por entero el precepto<br />

<strong>de</strong>l Génesis.<br />

Si el progreso <strong>de</strong> la civilización pudiera ser tal que el hombre alcanzase aquel estado<br />

<strong>de</strong> perfección i<strong>de</strong>al por que suspira, hallaría <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> si mismo fuerzas bastantes a<br />

contener el exceso <strong>de</strong> la población. Siendo imperfecta la sociedad, los obstáculos a la<br />

multiplicación <strong>de</strong>l linaje humano existirán siempre en mayor ó menor grado, y templarán la<br />

energía <strong>de</strong> aquel principio, acreditándose que el bien y el mal, como la luz y las tinieblas,<br />

contribuyen a mantener el or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> la creación. Todos po<strong>de</strong>mos vivir sobre la tierra, y<br />

todos cabemos <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>l sol.<br />

CAPÍTULO XXXV.<br />

De las emigraciones.<br />

Des<strong>de</strong> tiempos muy antiguos la expatriación es un remedio <strong>de</strong>l exceso <strong>de</strong> la gente<br />

que puebla cierto territorio y <strong>de</strong> la miseria que aflige a la multitud <strong>de</strong> habitantes, cuando<br />

faltan ó escasean las subsistencias. La <strong>Economía</strong> política está llamada a dar su voto acerca<br />

<strong>de</strong> las emigraciones por el influjo que tienen en la población y riqueza <strong>de</strong> los estados.<br />

Las emigraciones pue<strong>de</strong>n ser individuales ó colectivas, voluntarias ó forzosas,<br />

temporales ó perpetuas. Hay personas ó familias que se resuelven a <strong>de</strong>jar su país natal en<br />

busca <strong>de</strong> mejor fortuna, y clases, sectas ó partidos que lo abandonan <strong>de</strong> grado ó por fuerza.<br />

Algunas veces la historia refiere cómo emigraron <strong>de</strong> su voluntad ó fueron lanzados <strong>de</strong> la<br />

patria hombres y mujeres, ancianos y niños, y en fin todo un pueblo. Acontece asimismo<br />

que los emigrantes se establezcan en la tierra hospitalaria a don<strong>de</strong> se dirigen, <strong>de</strong>spidiéndose<br />

para siempre <strong>de</strong> aquella otra don<strong>de</strong> han nacido y vivido, ó bien se ausentan por un plazo<br />

más ó menos largo, trabajan, recogen sus economías y vuelven al hogar <strong>de</strong> la familia.<br />

Varias y complicadas son las causas <strong>de</strong> la emigración, acci<strong>de</strong>ntales las unas, y las otras<br />

permanentes. La pobreza <strong>de</strong>l país tal vez agravada con una serie <strong>de</strong> malas cosechas; el amor<br />

instintivo a la propiedad territorial imposible <strong>de</strong> satisfacer allí don<strong>de</strong> la tierra está ocupada ó<br />

vale muy cara; la transformación <strong>de</strong> la industria que cada día se agranda y arruina la mayor<br />

parte <strong>de</strong> los oficios mecánicos; la cortedad <strong>de</strong> los salarios; una legislación favorable al <strong>de</strong>seo<br />

<strong>de</strong> expatriarse; la facilidad <strong>de</strong> la navegación por medio <strong>de</strong>l vapor; las persecuciones políticas<br />

ó religiosas; la imaginación exaltada con la relación <strong>de</strong> algunos sucesos prósperos; el<br />

atractivo <strong>de</strong> las aventuras y la pasión que nos arrastra a lo <strong>de</strong>sconocido, sobre todo cuando<br />

la fama pregona maravillas semejantes al oro <strong>de</strong> la Australia y la California, son las<br />

principales causas <strong>de</strong> la emigración europea que se <strong>de</strong>rrama por las regiones más remotas<br />

<strong>de</strong>l Nuevo Mundo.


No se abandona sin pesadumbre la casa paterna, ni la tierra que nos vio nacer, ni los<br />

amigos <strong>de</strong> la infancia, ni se renuncia con ánimo sereno a los usos y costumbres <strong>de</strong> toda la<br />

vida. Tiene la emigración sus dificulta<strong>de</strong>s y sus dolores que la limitan, y tanto que sólo se<br />

<strong>de</strong>terminan a romper los lazos <strong>de</strong> la patria amada aquellos que han perdido la esperanza <strong>de</strong><br />

arrancarse la espina <strong>de</strong> la miseria en medio <strong>de</strong> los suyos. Así son por lo común los<br />

emigrantes colonos <strong>de</strong>sposeídos, jornaleros sin pan ni trabajo, mendigos en fin que van<br />

huyendo <strong>de</strong>l hambre, <strong>de</strong> la enfermedad y la muerte.<br />

Las naciones <strong>de</strong> Europa que dan mayor contingente a la emigración actual son la<br />

Gran Bretaña por Irlanda é Inglaterra, Alemania por el gran ducado <strong>de</strong> Ba<strong>de</strong>n, Wurtemberg<br />

y Mecklemburgo, Suiza y algo Francia por la Auvernia, el Franco—Condado y sobre todo<br />

la Alsacia. España participa <strong>de</strong> este movimiento, contribuyendo las provincias <strong>de</strong> levante a<br />

poblar la vecina Argelia, y las <strong>de</strong>l norte las distantes repúblicas hispano—americanas.<br />

Los cálculos más largos hacen subir a 600,000 el número total <strong>de</strong> emigrantes en<br />

cada año, pequeño alivio <strong>de</strong> una población <strong>de</strong>masiado <strong>de</strong>nsa, allí don<strong>de</strong> existe, ó débil<br />

contrapeso a su <strong>de</strong>sarrollo, cuando la abundancia y comodidad <strong>de</strong> las subsistencias aceleran<br />

la propagación <strong>de</strong> la especie humana. Por eso dicen los economistas que la emigración tiene<br />

poca eficacia para mo<strong>de</strong>rar la energía <strong>de</strong>l principio <strong>de</strong> la población asentado y <strong>de</strong>senvuelto<br />

por Malthus y su escuela, porque si da salida a los hombres, también echa fuera el trabajo y<br />

capital <strong>de</strong> la nación, consi<strong>de</strong>rando que los emigrantes son <strong>de</strong> ordinario hombres en la flor<br />

<strong>de</strong> la edad, sanos y robustos, aplicados a los ministerios industriales, expertos en ellos, y<br />

gente en suma que enriquece su patria adoptiva tanto como empobrece su patria natural.<br />

Pues si crece la miseria con su ausencia, la población se hallará tan oprimida ó acaso más<br />

que antes <strong>de</strong> este aparente <strong>de</strong>sahogo, aunque sea menor en el país el número <strong>de</strong> habitantes.<br />

Creemos que en esta pintura se sacrifica una parte <strong>de</strong> la verdad a la i<strong>de</strong>a<br />

preconcebida. Los emigrantes no constituyen lo selecto <strong>de</strong> la población, ni poseen capital<br />

excepto el representado por su corta inteligencia, ni menguan <strong>de</strong> un modo sensible el<br />

trabajo, pues precisamente porque no hallan en qué ocuparse y ganar la vida, arrostran los<br />

peligros <strong>de</strong> la navegación, el dolor <strong>de</strong> una eterna <strong>de</strong>spedida a su patria y los azares <strong>de</strong> su<br />

establecimiento en medio <strong>de</strong> un pueblo <strong>de</strong>sconocido cuyo idioma, religión, clima, usos y<br />

costumbres son muy distintas. Emigran forzados <strong>de</strong> la necesidad hombres y mujeres,<br />

ancianos y niños, sanos y enfermos, casi todos pobres, muchos torpes y rudos y algunos<br />

viciosos y criminales.<br />

Lejos <strong>de</strong> nosotros la i<strong>de</strong>a que la expatriación es provi<strong>de</strong>ncial y un medio seguro <strong>de</strong><br />

conservar el equilibrio entre la población y las subsistencias. Admitimos su poca eficacia, y<br />

sólo vemos en ella un paliativo <strong>de</strong>l exceso <strong>de</strong> habitantes, cuando en efecto su número pasa<br />

<strong>de</strong>l justo nivel.<br />

Preguntan algunos escritores <strong>de</strong> <strong>Economía</strong> política si la emigración es un bien ó un<br />

mal para el país <strong>de</strong> don<strong>de</strong> proce<strong>de</strong>. La respuesta no pue<strong>de</strong> ser en todos los casos la misma.<br />

Cuando rebosa la población ó escasea el trabajo, la emigración alivia la carga que pesa sobre<br />

el estado y mejora la suerte <strong>de</strong> los que se quedan en el seno <strong>de</strong> la patria. Podrá suce<strong>de</strong>r que<br />

la población continúe creciendo y llene pronto el vacío <strong>de</strong> los emigrantes, pero siempre será<br />

un bien aunque pasajero. Mayor bien seria si la emigración contribuyese a poblar y<br />

enriquecer las colonias, ó si los expatriados tuviesen la costumbre <strong>de</strong> volver a su tierra,<br />

aumentando el capital <strong>de</strong> la nación con la fortuna allegada durante su ausencia a fuerza <strong>de</strong><br />

trabajo y economía. Así suce<strong>de</strong> que la opinión y el gobierno <strong>de</strong> la Gran Bretaña no sólo<br />

protegen la emigración, pero la fomentan consi<strong>de</strong>rándola como un acto <strong>de</strong> política y una<br />

obra <strong>de</strong> caridad.<br />

Mas si la emigración no es provocada por un exceso relativo <strong>de</strong> población, ó si las<br />

personas y familias que abandonan la patria se llevan consigo capital, industria y hábitos <strong>de</strong><br />

trabajo, en fin, si los emigrantes constituyesen lo más granado <strong>de</strong> la gente varonil, robusta,<br />

<strong>de</strong>spierta y laboriosa, seria un mal grave, pudiendo vivir en el país con cierta holgura. Este


caso es raro y apenas ocurre sino cuando hay expulsiones ó emigraciones involuntarias.<br />

La intervención <strong>de</strong>l gobierno en punto a la emigración <strong>de</strong>be ser escasa. Si fuere un<br />

bien, se habrá <strong>de</strong> ceñir a remover los estorbos que <strong>de</strong>tienen su corriente; y si fuere un mal,<br />

podrá usar <strong>de</strong> medios indirectos que la entorpezcan, tales como mejorar la condición <strong>de</strong> los<br />

que luchan contra la adversidad. Nunca <strong>de</strong>berá impedirla, porque nunca tiene la autoridad<br />

<strong>de</strong>recho para enca<strong>de</strong>nar el hombre a su hogar, y porque el <strong>de</strong>recho <strong>de</strong> emigrar es el <strong>de</strong>recho<br />

<strong>de</strong> vivir que a nadie le pue<strong>de</strong> ser negado.<br />

La humanidad exige que el gobierno procure, en cuanto fuere posible, encaminar y<br />

dirigir la emigración hacia los climas sanos, las tierras fértiles y los abundantes capitales;<br />

condiciones difíciles <strong>de</strong> reunir, pero al fin dignas <strong>de</strong> tomarse en cuenta, para que el<br />

<strong>de</strong>scuido no sea interpretado por indiferencia ó crueldad con el infortunio.<br />

Respete el gobierno la sagrada voluntad <strong>de</strong>l emigrante; mas no por eso renuncie a la<br />

tutela paternal que ejerce previniendo a los incautos que tal vez caen en las re<strong>de</strong>s <strong>de</strong> una<br />

cruel especulación, protegiendo a los viajeros contra los acci<strong>de</strong>ntes <strong>de</strong> una navegación tan<br />

larga y peligrosa y velando sobre ellos cuando llegan a la tierra apetecida, no sea que abusen<br />

los fuertes <strong>de</strong> su <strong>de</strong>bilidad y les falten a la ley <strong>de</strong> los contratos. Una dolorosa experiencia<br />

enseña que en muchas partes al tráfico <strong>de</strong> los negros se sustituyó el tráfico <strong>de</strong> los blancos.<br />

Las emigraciones forzosas son aborrecibles a los ojos <strong>de</strong>l economista, porque no las<br />

provoca la necesidad, ni las aconseja la conveniencia, sino que las causan las persecuciones<br />

políticas ó religiosas. Todo el mundo sabe que Luis XIV cometió un <strong>de</strong>plorable <strong>de</strong>sacierto<br />

al revocar el edicto <strong>de</strong> Nantes, pues con aquella rigorosa provi<strong>de</strong>ncia obligó a salir <strong>de</strong><br />

Francia una multitud aplicada a las artes y oficios que pagó la hospitalidad <strong>de</strong> Prusia, y en<br />

general <strong>de</strong> Alemania, Inglaterra, Holanda y Suiza enriqueciéndolas con nuevas<br />

manufacturas.<br />

España arrojó <strong>de</strong> sus dominios 160,000 judíos útiles y laboriosos por el edicto <strong>de</strong><br />

Granada <strong>de</strong> 1492. Eran los judíos <strong>de</strong> ingenio sutil, solícitos <strong>de</strong> riquezas, incansables en el<br />

trabajo: dábanse al trato y merca<strong>de</strong>ría, allegaban dinero Y lo prestaban a los particulares y al<br />

gobierno. Había entre ellos pocos labradores; pero con sus muchos y buenos caudales<br />

alimentaban la agricultura, las artes y el comercio <strong>de</strong> España que sin este po<strong>de</strong>roso auxilio<br />

empezaron a <strong>de</strong>sfallecer. Muchos se pasaron a Francia y se establecieron en el Lenguadoc, y<br />

llevaron allí nuestro tráfico con Berbería y con las gentes <strong>de</strong> Fez y Marruecos. Otros se<br />

avecindaron en Inglaterra, Italia, costa <strong>de</strong> África y regiones <strong>de</strong> Levante, propagando por<br />

estas tierras los hábitos <strong>de</strong> industria y comercio que habían adquirido viviendo en<br />

compañía <strong>de</strong> moros y cristianos. Fue gran<strong>de</strong> la pérdida <strong>de</strong> España, no tanto por la cantidad,<br />

cuanto por la calidad <strong>de</strong> los expulsos; y así no es maravilla que nuestros escritores políticos<br />

noten este suceso como una causa <strong>de</strong> la <strong>de</strong>spoblación <strong>de</strong>l reino en el siglo XVI y sobre<br />

todo en el XVII.<br />

Siguióse a la expulsión <strong>de</strong> los judíos la <strong>de</strong> los moriscos verificada <strong>de</strong> or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> Felipe<br />

III en 1609, cuyo número fluctúa entre 200 y 300,000, gente industriosa, templada en el<br />

comer y vestir, toda ella ocupada en algo y que no daba lugar a que ninguno <strong>de</strong> los suyos<br />

mendigase. Eran excelentes labradores como <strong>de</strong>positarios <strong>de</strong> las tradiciones <strong>de</strong> los moros,<br />

esmerados en el arte <strong>de</strong> los riegos, aficionados al cultivo <strong>de</strong> la caña dulce y a los ingenios <strong>de</strong><br />

azúcar, expertos en <strong>de</strong> la cría <strong>de</strong> la seda y hábiles en diversos oficios.<br />

La razón <strong>de</strong> estado obligó lanzarlos <strong>de</strong> España don<strong>de</strong> su vecindad y amistad con los<br />

moros los hacia vasallos peligrosos; pero estuvo el mal en oprimirlos y empujarlos hasta el<br />

cabo <strong>de</strong> la <strong>de</strong>sesperación. Su salida <strong>de</strong>jó un gran vacío en la población y riqueza <strong>de</strong> estos<br />

reinos, y no lo ocultan los mismos que aplau<strong>de</strong>n el <strong>de</strong>creto <strong>de</strong> expulsión con celo religioso.<br />

« Limpia quedó España <strong>de</strong>l contagio (dice el P. Peñaranda), aunque disminuida <strong>de</strong> su<br />

anterior dotación con notable atraso <strong>de</strong> su agricultura é industria.<br />

Ambas expulsiones son provi<strong>de</strong>ncias que si tienen alguna disculpa ante el tribunal <strong>de</strong><br />

la historia consi<strong>de</strong>rando el tiempo y la ocasión en que se dictaron, no hallan gracia ante el


tribunal <strong>de</strong> la <strong>Economía</strong> política (V. Historia <strong>de</strong> la <strong>Economía</strong> política en España, cap. XXX y<br />

cap LV.).


PARTE SEGUNDA.<br />

DE LA CIRCULACION DE LA RIQUEZA.<br />

CAPÍTULO I.<br />

De la circulacion en general.<br />

Llámase circulacion el movimiento <strong>de</strong> la riqueza que pasa <strong>de</strong> las manos <strong>de</strong>l productor á<br />

las <strong>de</strong>l consumidor; <strong>de</strong><br />

modo que la circulacion es el vinculo que une la produccion con el consumo, y uno<br />

<strong>de</strong> los auxiliares más po<strong>de</strong>rosos <strong>de</strong> la distribucion <strong>de</strong> los valores.<br />

Unas veces hay, y otras no hay personas intermedias: unas veces es rápida y otras lenta<br />

segun la naturaleza <strong>de</strong> las merca<strong>de</strong>rías, la mayor ó menor perfeccion <strong>de</strong> los instrumentos<br />

<strong>de</strong>l cambio, la facilidad ó dificultad <strong>de</strong> las salidas y el acierto ó <strong>de</strong>sacierto <strong>de</strong> las leyes<br />

relativas al comercio.<br />

Las cosas que tienen mucho valor en poco volúmen, las que satisfacen necesida<strong>de</strong>s muy<br />

generales, las que tienen una estimacion conocida y pue<strong>de</strong>n cambiarse en todo tiempo son<br />

<strong>de</strong> más facil y pronta circulacion. Así los metales preciosos ruedan con tanta velocidad por<br />

todos los mercados <strong>de</strong>l mundo; y al contrario los bienes inmuebles se prestan ménos que<br />

los muebles á este contínuo ir y venir <strong>de</strong> la riqueza.<br />

Los obstáculos que se oponen á la circulacion proce<strong>de</strong>n <strong>de</strong> los cambios ó <strong>de</strong>l<br />

transporte; por manera que la libertad <strong>de</strong> las transacciones mercantiles y la multiplicacion<br />

<strong>de</strong> los medios <strong>de</strong> conducir las merca<strong>de</strong>rias <strong>de</strong>l punto <strong>de</strong> produccion al lugar <strong>de</strong>l consumo<br />

son las condiciones esenciales <strong>de</strong> toda circulacion activa y vigorosa.<br />

La circulacion no es por si misma productiva, ántes pue<strong>de</strong> ser <strong>de</strong>structiva <strong>de</strong>l todo ó <strong>de</strong><br />

una parte <strong>de</strong> los valores existentes. La intervencion inútil ú oficiosa <strong>de</strong> una tercera persona<br />

en cualquier contrato retarda la circulacion <strong>de</strong> la riqueza, ó la imposibilita con gastos<br />

innecesarios que aumentan el coste <strong>de</strong> la producción. Es preciso que los medianeros entre<br />

el productor y el consumidor añadan algo á la utilidad ó al valor <strong>de</strong> los productos, si la<br />

circulacion ha <strong>de</strong> ser fecunda en sus diferentes períodos y grados. Si la circulación fuese en<br />

sí misma y por sí sola productiva, <strong>de</strong>beríamos preferir para el transporte <strong>de</strong> las merca<strong>de</strong>rías<br />

el camino más largo al más corto, y <strong>de</strong>jar el atajo por el ro<strong>de</strong>o.<br />

La actividad <strong>de</strong> la circulacion se mi<strong>de</strong> por el número <strong>de</strong> cambios que en tal nacion se<br />

verifican en un tiempo dado. Cuanto más pronto llegan las primeras materias á la fábrica y<br />

el producto natural ó el artefacto al consumidor, y cuanto mayor fuere el número <strong>de</strong><br />

transacciones verificadas Con el mismo capital y trabajo en un tiempo dado, la circulacion<br />

será más rapida y provechosa.<br />

La prosperidad pública acrecienta la actividad <strong>de</strong> la circulación, porque multiplicando y<br />

variando los productos abundan los medios <strong>de</strong> adquirir otros en cambio. Cada vez que<br />

ocurre un invento, ó se introduce una mejora, ó se aventaja en economía, la circulacion<br />

adquiere un grado mayor <strong>de</strong> rapi<strong>de</strong>z, proporcionando nuevas salidas á los mismos<br />

productos que no han experimentado mudanza alguna.<br />

De aqui se sigue que los a<strong>de</strong>lantamientos <strong>de</strong> la agricultura refluyen en beneficio <strong>de</strong> las<br />

artes y viceversa; que las ciuda<strong>de</strong>s se hallan interesadas en la prosperidad <strong>de</strong> los campos y<br />

éstos participan <strong>de</strong> la riqueza <strong>de</strong> las ciuda<strong>de</strong>s; y que los pueblos comuniquen su fortuna á<br />

los pueblos y las naciones á las naciones: <strong>de</strong>mostracion que acabará por extirpar <strong>de</strong> raiz los<br />

celos y rivalida<strong>de</strong>s que turbaron por tantos siglos la paz <strong>de</strong>l mundo.<br />

En efecto, la produccion se nutre <strong>de</strong>l consumo, y para que éste se dilate no basta que<br />

haya necesida<strong>de</strong>s, sino tambien medios con que hacer efectiva la <strong>de</strong>manda.<br />

El movimiento regular <strong>de</strong> la circulacion sigue los progresos <strong>de</strong> la <strong>Economía</strong> política. La


division <strong>de</strong>l trabajo lo acelera, y la moneda, el crédito y las vias <strong>de</strong> comunicación y<br />

transporte le dan un impulso extraordinario. Las guerras, las discordias civiles, una<br />

calamidad pública, una mala cosecha son causas <strong>de</strong> retardar la circulacion, cuyos daños no<br />

alcanza toda la pru<strong>de</strong>ncia humana á conjurar.<br />

Así como la circulacion <strong>de</strong> la riqueza <strong>de</strong>rrama la abundancia por todas partes, asi su<br />

estanco produce las crisis industriales y mercantiles que tanto influyen en el malestar <strong>de</strong> los<br />

pueblos. Cuando los productos no tienen fácil y pronta salida, el trabajo se suspen<strong>de</strong>, los<br />

capitales se recogen y no se crean nuevos valores, ó se disminuye la actividad <strong>de</strong> estos<br />

elementos <strong>de</strong> la produccion por evitar los mayores males <strong>de</strong> una parálisis completa.<br />

En suma, la produccion se vivifica con el consumo, y el consumo se alimenta con la<br />

produccion. Esta especie <strong>de</strong> flujo y reflujo <strong>de</strong> los valores se llama circulacion <strong>de</strong> la<br />

riqueza, y constituye la ley económica <strong>de</strong> las salidas fondada en el principio incontestable<br />

que los productos se cambian siempre por productos.<br />

CAPÍTULO II.<br />

De la moneda.<br />

En la infancia <strong>de</strong> los pueblos se comerciaba por permutas, segun hoy mismo se<br />

acostumbra en las tribus salvajes. Dábanse merca<strong>de</strong>rías á trueque <strong>de</strong> merca<strong>de</strong>rías, y <strong>de</strong><br />

este modo tan sencillo se procuraba satisfacer las pocas necesida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la vida.<br />

El cambio directo ó <strong>de</strong> unas cosas por otras era molesto y embarazoso, porque no<br />

sólo habia que fijar el valor <strong>de</strong>l trigo, por ejemplo, con respecto al vino, pero tambien<br />

con relacion á otros cien objetos distintos, faltando una medida comun y un lenguaje<br />

universal <strong>de</strong>l comercio. Ocurria tambien la dificultad <strong>de</strong> concertar los intereses recíprocos<br />

<strong>de</strong> los contratantes en cuanto á las cosas que <strong>de</strong>bian permutarse, á la cantidad, si eran por<br />

su naturaleza divisibles, y á la calidad, si ambos términos <strong>de</strong> la comparacion eran muy<br />

variables.<br />

Quien tuviese pan <strong>de</strong> sobra y necesitase un vestido, correria el mundo hasta<br />

encontrar un hombre cuyos <strong>de</strong>seos y medios <strong>de</strong> adquirir se ajustasen á los suyos. Quien<br />

apeteciese carne, se veria forzado á tomar una res entera. Quien ofreciese té por café<br />

habria <strong>de</strong> consi<strong>de</strong>rar la clase <strong>de</strong> los dos artículos que mediaban en el cambio.<br />

Tantos y tan po<strong>de</strong>rosos obstáculos á la permutacion <strong>de</strong> las cosas entorpecian el<br />

comercio y cerraban la puerta á la division <strong>de</strong>l trabajo fecundo en riquezas. Entónces la<br />

necesidad trajo la invencion <strong>de</strong> la moneda, producto agradable á todos, <strong>de</strong> utilidad conocida,<br />

fácil <strong>de</strong> dividir, cómodo <strong>de</strong> transportar, <strong>de</strong> calidad uniforme, <strong>de</strong> mucha soli<strong>de</strong>z y firmeza, ni<br />

tan abundante que se envilezca, ni tan escaso que falte la cantidad conveniente.<br />

Dicen algunos escritores que la moneda fué recibida por acuerdo público y en virtud <strong>de</strong><br />

comun consentimiento para hacer el oficio <strong>de</strong> medianero en los cambios, como si hubiese<br />

existido un pacto ó convención universal relativa á su introduccion. No, la moneda, el<br />

lenguaje, la escritura y todos los <strong>de</strong>scubrimientos é instituciones primitivas sin las cuales no<br />

se concibe la vida civil, no nacen á voluntad <strong>de</strong> los hombres, ni se imponen como ley á los<br />

pueblos. La necesidad las sugiere, el uso las acredita y las arraiga la costumbre. Con el<br />

tiempo se perfeccionan y el ejemplo cun<strong>de</strong> por toda la tierra.<br />

Pero no bastaba á los usos <strong>de</strong>l comercio que existiese la moneda, si a<strong>de</strong>más no se<br />

formaba <strong>de</strong> una materia cuyas propieda<strong>de</strong>s se prestasen á ser el instrumento general <strong>de</strong> los<br />

cambios, y le diesen un valor tal que fuese reconocido por todas las gentes y naciones. Los<br />

pueblos rústicos emplearon los ganados como moneda, <strong>de</strong> don<strong>de</strong> proce<strong>de</strong>n los nombres<br />

latinos pecunia y peculium, á pecore, y los salvajes suelen valerse <strong>de</strong> ciertos productos naturales,<br />

por ejemplo, sal, pieles, conchas ó granos <strong>de</strong> cacao, y algunas veces se sirven <strong>de</strong> cierta<br />

unidad convencional, como la macuta que es una moneda imaginaria.<br />

Entre todas las materias útiles para labrar moneda, ninguna hay comparable á los<br />

metales en general, y en particular á los llamados nobles ó preciosos. Al principio hízose


<strong>de</strong> cobre (œs, œrarium), luégo <strong>de</strong> plata y por último <strong>de</strong> oro. Los metales se recomiendan<br />

por su dureza, hermosura, utilidad y facilidad <strong>de</strong> dividirlos, aunque no todos poséen estas<br />

cualida<strong>de</strong>s en igual grado.<br />

El cobre adolece <strong>de</strong>l inconveniente <strong>de</strong> alterarse al contacto <strong>de</strong> la atmósfera, no es<br />

uniforme, puesto que lo hay mejor y peor, y así no goza <strong>de</strong> la misma estimacion, sino que<br />

vale más caro ó más barato en unas partes que en otras, Añá<strong>de</strong>se que abunda <strong>de</strong>masiado,<br />

y su propia abundancia lo envilece; <strong>de</strong> modo que para dar gran<strong>de</strong> valor á la moneda es<br />

preciso aumentar mucho su volúmen ó multiplicar las piezas, haciendo la circulacion muy<br />

embarazosa. El hierro, estaño, zinc y <strong>de</strong>más metales bajos ó humil<strong>de</strong>s tienen iguales ó<br />

mayores <strong>de</strong>fectos.<br />

Al contrario, el oro y la plata son sólidos por su naturaleza, se gastan poco al roce<br />

contínuo á que se hallan expuestas todas las cosas que pasan <strong>de</strong> mano en mano, no se<br />

alteran con la humedad y resisten bastante al fuego, se divi<strong>de</strong>n y subdivi<strong>de</strong>n al extremo, son<br />

homogéneos, es <strong>de</strong>cir, que sus propieda<strong>de</strong>s físicas son las mismas en todo tiempo y lugar, y<br />

no se prestan con facilidad á la adulteracion. No son los metales preciosos ni tan escasos<br />

que no satisfagan las necesida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l comercio, ni tan vulgares que caigan en menosprecio:<br />

no pa<strong>de</strong>cen gran<strong>de</strong>s alteraciones <strong>de</strong> valor á causa <strong>de</strong> variar el coste <strong>de</strong> la produccion ó por<br />

<strong>de</strong>scubrirse nuevas minas: <strong>de</strong> suerte que si su valor no es fijo, se aproxima á la fijeza:<br />

encierran mucho valor en poco volúmen, lo cual aumenta la comodidad <strong>de</strong>l transporte: son<br />

fáciles <strong>de</strong> dividir, conservar, acumular y escon<strong>de</strong>r y en fin, reunen en alto grado todos los<br />

caracteres esenciales <strong>de</strong> la moneda.<br />

Si ésta es, como dicen algunos escritores, un equivalente universal ó el lenguaje<br />

universal <strong>de</strong>l comercio, ó según otros la medida comun ó el comun <strong>de</strong>nominador <strong>de</strong> los<br />

valores, ó una tercera merca<strong>de</strong>ría que se usa como término <strong>de</strong> comparacion <strong>de</strong> todos los<br />

productos y servicios, la preferencia otorgada á los metales preciosos para convertirlos en<br />

un agente ó instrumento <strong>de</strong> los cambios, no proce<strong>de</strong> <strong>de</strong> la voluntad <strong>de</strong>l gobierno, ni la<br />

convencion <strong>de</strong> los hombres, sino <strong>de</strong> sus calida<strong>de</strong>s intrínsecas que los hacen aptos para<br />

aquel ministerio.<br />

Admitido el uso <strong>de</strong> los metales preciosos como moneda, empezaron los pueblos<br />

incultos á usarlos en sus contrataciones con cierta sencillez que rayaba en grosería.<br />

Cortaban pedazos informes <strong>de</strong> plata ú oro, ofrecíanlo en barras ó en polvo, ó bien labrado<br />

y conertido en alhajas, y calculaban el valor segun la cantidad y la cantidad segun el peso,<br />

como refiere Estrabon que solian hacer los habitantes <strong>de</strong> nuestra antigua Bastetania. Así ,<br />

pues, en todos los tratos y negocios mediaba la balanza, <strong>de</strong> don<strong>de</strong> dimana la afinidad <strong>de</strong><br />

diversos nombres usuales en los sistemas mo<strong>net</strong>ario y pon<strong>de</strong>ral, por ejemplo, onza, peso,<br />

libra.<br />

La operacion <strong>de</strong> examinar cuidadosamente los metales para cerciorarse <strong>de</strong> su peso y ley<br />

pareció y con razon, aventurada y prolija; por lo cual se imaginó reservar á la autoridad el<br />

<strong>de</strong>recho <strong>de</strong> fabricar la moneda, estampando en el metal ciertas señales que acreditasen á la<br />

simple vista lo que ántes se procuraba averiguar por medio <strong>de</strong> la balanza. Así se excusa el<br />

trabajo <strong>de</strong> pesarla y ensayarla, pues todos la toman bajo la palabra <strong>de</strong>l príncipe, <strong>de</strong>positario<br />

<strong>de</strong> la fé pública. La division y subdivision en piezas <strong>de</strong> igual forma, peso y ley facilita los<br />

cambios, y el sello impreso en el anverso y reverso atestigua la verdad y pureza <strong>de</strong> la<br />

moneda, precave la acuñacion fraudulenta y hace que sea recibida con plena y justa<br />

confianza.<br />

Llámase peso <strong>de</strong> la moneda su gravedad específica <strong>de</strong>terminada con relacion á la unidad<br />

que se adopta por tipo ó término <strong>de</strong> comparacion, que es el marco <strong>de</strong> ocho onzas ó la libra<br />

romana: talla el número <strong>de</strong> piezas iguales que se cortan ó sacan <strong>de</strong> cada marco, y ley ó título<br />

la proporcion <strong>de</strong>l metal fino y la liga ó metal bajo con que se mezcla para dar á la moneda<br />

mayor dureza y consistencia, cuya ley, en cuanto al oro, se estima en quilates y granos, y<br />

respecto á la plata en dineros y granos.


La moneda es una merca<strong>de</strong>ría ó producto <strong>de</strong> la industria cuya utilidad se cifra en hacer<br />

el oficio <strong>de</strong> agente ó instrumento general <strong>de</strong> los cambios. Cosas hay que satisfacen <strong>de</strong> un<br />

modo directo é inmediato las necesida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l hombre, como el pan que le sustenta, el vino<br />

que le conforta, el vestido y el calzado que le abrigan y <strong>de</strong>fien<strong>de</strong>n. La moneda no sirve para<br />

nada <strong>de</strong> esto; pero por su cualidad <strong>de</strong> riqueza equivalente á todas las riquezas <strong>de</strong> la tierra, es<br />

prenda que nos asegura la posesion <strong>de</strong> todas las cosas necesarias, útiles ó agradables á la<br />

vida, supuesto que cada dia y cada hora po<strong>de</strong>mos adquirirlas en virtud <strong>de</strong>l cambio, ó sea <strong>de</strong><br />

la compra y venta.<br />

Valor <strong>de</strong> la moneda significa su potencia ó virtud <strong>de</strong> adquisicion como agente ó<br />

medianero <strong>de</strong> los cambios. Si los precios están bajos, con poco dinero se pue<strong>de</strong>n comprar<br />

muchas cosas, y entónces diremos que es gran<strong>de</strong> el valor <strong>de</strong> la moneda; y al contrario, si los<br />

precios están altos, se compran pocas, y el valor <strong>de</strong> la moneda será mediano ó escaso.<br />

El valor <strong>de</strong> la moneda se funda en su esencia metálica y <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>, como el <strong>de</strong> todas las<br />

merca<strong>de</strong>rías, <strong>de</strong>l coste <strong>de</strong> la produccion y <strong>de</strong>l número y riqueza <strong>de</strong> las minas, ó sea <strong>de</strong> la<br />

relacion <strong>de</strong> la oferta á la <strong>de</strong>manda. Hay, pues, un valor intrínseco ó sustancial en la moneda<br />

que se <strong>de</strong>riva <strong>de</strong> las cualida<strong>de</strong>s propias y nativas <strong>de</strong> los metales preciosos que suponen<br />

cierto trabajo y dispendio para extraerlos <strong>de</strong> las entrañas <strong>de</strong> la tierra, purificarlos y labrarlos<br />

<strong>de</strong> una manera conveniente á los usos mercantiles, y otro valor extrínseco ó coriente<br />

<strong>de</strong>terminado por la cantidad <strong>de</strong> oro y plata ciculante comparada con las necesida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l<br />

comercio. Por manera que la moneda no es un signo, ni una medida i<strong>de</strong>al <strong>de</strong> los valores,<br />

sino un equivalente <strong>de</strong> todos los valores. El metro mi<strong>de</strong> la extension, el litro la capacidad,<br />

etc.; pero sólo el valor mi<strong>de</strong> el valor.<br />

Así, pues, la moneda vale algo más que el metal <strong>de</strong> que se compone. Decimos algo y<br />

no mucho más porque supuesta la libertad <strong>de</strong> fabricacion, y aun no supuesta por el<br />

influjo <strong>de</strong>l interés individual que no repara en el fráu<strong>de</strong> cuando lo solicita una buena<br />

ganancia, si el metal en pasta llegase á valer más que el metal convertido en moneda, los<br />

particulares, procediendo lícita ó ilícitamente, la fundirian hasta rediucirla á tal cantidad<br />

que su valor representase el coste <strong>de</strong> la primera materia y los gastos posteriores <strong>de</strong><br />

acuñación.<br />

Síguese <strong>de</strong> aquí que el <strong>de</strong>scubrimiento <strong>de</strong> nuevas minas abundantes y <strong>de</strong> fácil laboreo,<br />

los a<strong>de</strong>lantamientos en el arte <strong>de</strong> beneficiarlas <strong>de</strong> purificar los metales, afinarlos y labrarlos<br />

y en fin cualesquiera invenciones ó mejoras aplicables á la industria minera y á la<br />

fabricacion <strong>de</strong> la moneda, disminuyendo la costa ó los gastos <strong>de</strong> la produccion, y haciendo<br />

abstracción <strong>de</strong> las <strong>de</strong>más circunstancias <strong>de</strong>l mercado, contribuyen á bajar su valor.<br />

Síguese asimismo que cuando el gobierno se arroga el monopolio <strong>de</strong> fabricar la moneda<br />

y presta gratuitamente este servicio á los particulares, el valor <strong>de</strong> la moneda y el <strong>de</strong> la pasta<br />

serán iguales; <strong>de</strong> modo que una libra <strong>de</strong> oro ó plata acuñada se trocará por otro tanto peso<br />

<strong>de</strong> oro ó plata en barras. Mas si el gobierno cobra su trabajo <strong>de</strong>scontando <strong>de</strong> la cantidad <strong>de</strong>l<br />

metal la parte equivalente á los gastos <strong>de</strong> acuñacion, ó disminuyendo el peso ó ley <strong>de</strong>l metal<br />

al transformar la pasta en moneda, ó imponiendo una contribucion á título <strong>de</strong> señoriaje, ó<br />

tardando en <strong>de</strong>volver la suma recibida, cuya tardanza ocasiona pérdida <strong>de</strong> intereses á su<br />

dueño, entónces la moneda tendrá más valor que igual peso <strong>de</strong> oro ó plata en barras.<br />

Lo mejor seria la conversion inmediata y gratuita <strong>de</strong> la pasta en moneda, para que en<br />

ningun caso pareciesen ambas cosas dos objetos distintos, sino una sola merca<strong>de</strong>ría. Pero<br />

ya que el gobierno no se proponga rescatar los gastos <strong>de</strong> la acuñacion ó exigir un <strong>de</strong>recho<br />

<strong>de</strong> señoriaje como en reconocimiento <strong>de</strong> su prerogativa, importa que sea muy mo<strong>de</strong>rado,<br />

sopena <strong>de</strong> provocar la acuñacion fraudulenta y <strong>de</strong>struir la confianza <strong>de</strong>l público en la<br />

moneda circulante.<br />

El valor corriente <strong>de</strong> la moneda se regula por oferta y la <strong>de</strong>manda. Entién<strong>de</strong>se <strong>de</strong><br />

ordinario por oferta la cantidad <strong>de</strong> cierta merca<strong>de</strong>ría que se pone en venta; y aunque<br />

parezca que la moneda no se compra ni se ven<strong>de</strong>, sin embargo, es la verdad. La oferta <strong>de</strong> la


moneda representada por la suma <strong>de</strong> especies mo<strong>net</strong>arias que poséen todos los individuos<br />

ó particulares y se disponen á dar en cambio <strong>de</strong> los géneros y frutos que necesitan para su<br />

consumo; es <strong>de</strong>cir, la suma total <strong>de</strong>l dinero existente ménos la cantidad que se atesora ó<br />

reserva, ó en fin el numerario que resta en circulacion.<br />

La <strong>de</strong>manda está significada por la totalidad <strong>de</strong> merca<strong>de</strong>rias puestas en venta, porque<br />

los ven<strong>de</strong>dores <strong>de</strong> ellas son compradores <strong>de</strong> moneda; <strong>de</strong> modo que la totalidad <strong>de</strong><br />

merca<strong>de</strong>rías constituye la <strong>de</strong>manda <strong>de</strong> la moneda, como la totalidad <strong>de</strong> la moneda la<br />

<strong>de</strong>manda <strong>de</strong> las merca<strong>de</strong>rías. De don<strong>de</strong> resulta que el aumento <strong>de</strong> numerario circulante,<br />

suponiendo la misma la cantidad <strong>de</strong> merca<strong>de</strong>rías, disminuye el valor <strong>de</strong> la moneda, y que su<br />

disminucion, en igual supuesto lo aumenta. El aumento ó disminucion <strong>de</strong> merca<strong>de</strong>rías<br />

permaneciendo inalterable la cantidad <strong>de</strong> numerario circulante, equivale á una disminucion<br />

ó aumento proporcionado <strong>de</strong> moneda, y así coinci<strong>de</strong>n sus efectos.<br />

Esta doctrina seria en rigor verda<strong>de</strong>ra, si supusiéramos que en un momento dado todas<br />

las merca<strong>de</strong>rías <strong>de</strong> tal nacion se trocaban por todo su numerario circulante; mas no siendo<br />

así en realidad, es precioso modificarla contando con otro elemento nuevo, a saber, la<br />

rapi<strong>de</strong>z <strong>de</strong> la circulacion.<br />

En efecto, pue<strong>de</strong> una merca<strong>de</strong>ría ven<strong>de</strong>rse varias veces al dia, y entónces es como si se<br />

multiplicase otras tantas; y todavía con más facilidad pue<strong>de</strong> una pieza <strong>de</strong> moneda pasar <strong>de</strong><br />

mano en mano, por ejemplo, diez veces en una hora, y entónces equivaldría á diez piezas<br />

cada una <strong>de</strong> las cuales sirviese para una sola transaccion en aquel tiempo. Así pues, la<br />

rapi<strong>de</strong>z <strong>de</strong> la circulacion se calcula comparando el número <strong>de</strong> compras hechas por una<br />

cantidad <strong>de</strong> moneda á la <strong>de</strong> merca<strong>de</strong>rías vendidas en cierto plazo. El tiempo se toma en<br />

cuenta á fin <strong>de</strong> ajustar los términos <strong>de</strong> la comparación; pero no entra como circunstancia<br />

esencial, pues lo que se trata <strong>de</strong> averiguar y <strong>de</strong>terminar es el empleo efectivo ó el uso actual<br />

<strong>de</strong> la moneda. La rapi<strong>de</strong>z <strong>de</strong> la circulacion equivale á un aumento proporcionado <strong>de</strong> la<br />

oferta <strong>de</strong> moneda, así como la actividad <strong>de</strong>l comercio <strong>de</strong> todas las cosas, salvo la moneda,<br />

equivale á un aumento <strong>de</strong> su <strong>de</strong>manda.<br />

¿La moneda ó el dinero es riqueza? Bien pudiéramos excusarnos <strong>de</strong> respon<strong>de</strong>r á esta<br />

pregunta, remitiendo al lector á lo dicho en el discurso <strong>de</strong> este libro; pero añadiremos por<br />

via <strong>de</strong> confirmacion que no es toda la riqueza, ni la única riqueza, ni aun la riqueza por<br />

excelencia. La moneda es riqueza, porque es producto <strong>de</strong>l trabajo <strong>de</strong>l hombre, tiene utilidad<br />

como instrumento <strong>de</strong> los cambios, y valor como unidad comun, ó termino <strong>de</strong> comparacion<br />

<strong>de</strong> las <strong>de</strong>más merca<strong>de</strong>rías. La asociacion durante mucho tiempo <strong>de</strong> estas dos i<strong>de</strong>as, moneda<br />

y riqueza, engendró el error <strong>de</strong> su i<strong>de</strong>ntidad. Y sin embargo, la intervencion <strong>de</strong> la moneda<br />

en los cambios no modifica el carácter <strong>de</strong> la riqueza, ni altera la esencia <strong>de</strong> las transacciones.<br />

El propietario cuya renta consiste en mil fanegas <strong>de</strong> trigo, no es rico por el dinero que valen<br />

en el mercado, sino por el número y diversidad <strong>de</strong> objetos necesarios, útiles y agradables<br />

que representan, y su dueño pue<strong>de</strong> adquirir vendiendo y luego comprando.<br />

Puesto que la moneda no encierra ninguna utilidad directa y sólo sirve <strong>de</strong> instrumento<br />

para las compras y ventas, resulta que la abundancia <strong>de</strong> dinero no alza ni baja la riqueza <strong>de</strong><br />

un estado. Tanto efecto hace el poco como el mucho, y aun es mejor, porque habiendo<br />

ménos vale más y llega á ser su oficio más fáciI y Iigero. Lo mismo importan diez reales <strong>de</strong><br />

ayer que ciento <strong>de</strong> hoy, si ántes eran todas las cosas diez veces más baratas que ahora.<br />

Júntase á lo dicho que la nacion don<strong>de</strong> más abundase el dinero tendria más caras las<br />

primeras materias y la obra <strong>de</strong> mano; y encareciendo los mantenimientos, las labores, los<br />

portes, fletes y <strong>de</strong>más cosas y servicios que constituyen los gastos <strong>de</strong> la produccion, por<br />

necesidad se aumentaria el precio <strong>de</strong> las merca<strong>de</strong>rías lo cual pararia perjuicio en el terreno<br />

<strong>de</strong> la competencia. Por otra parte, si tanto vale un real como dos, cuando en vez <strong>de</strong> circular<br />

1,000 millones circulan 2,000, los 1,000 representados por la diferencia significan pura<br />

pérdida, porque suponen una masa <strong>de</strong> capitales arrebatados á la produccion.<br />

¿La moneda es signo <strong>de</strong> riqueza? Si la moneda es riqueza, no po<strong>de</strong>mos llamarla con


propiedad signo ó representacion <strong>de</strong> ella. La moneda tiene su utilidad y su valor como<br />

todos los productos <strong>de</strong> la industria, ni más ni ménos. Cuando se compra ó ven<strong>de</strong>, en<br />

realidad se permutan dos merca<strong>de</strong>rías, á saber, la merca<strong>de</strong>ría trigo por la merca<strong>de</strong>ría<br />

dinero. Si el trigo no es signo <strong>de</strong> moneda, la moneda tampoco es signo <strong>de</strong> trigo. Si<br />

queremos <strong>de</strong>cir que la moneda es equivalente á todas las merca<strong>de</strong>rías, porque todas se<br />

logran con facilidad por medio <strong>de</strong> la compra, entónces estamos en la buena doctrina.<br />

¿La moneda es medida <strong>de</strong> los valores? En rigor la moneda no es medida <strong>de</strong> los valores,<br />

porque la medida <strong>de</strong>be ser cierta, fija é invariable. El metro mi<strong>de</strong> una superficie, porque el<br />

metro no se alarga ni se encoge, sino que permanece inalterable. La moneda al contrario<br />

varía <strong>de</strong> valor segun los tiempos y lugares. Así pues, la moneda es tan medida <strong>de</strong>l valor <strong>de</strong><br />

las merca<strong>de</strong>rías, como éstas son medida <strong>de</strong>l valor <strong>de</strong> las merca<strong>de</strong>rías, como éstas son<br />

medida <strong>de</strong>l valor <strong>de</strong> la moneda.<br />

Sin embargo, pue<strong>de</strong> reconocerse en la moneda el tipo comun <strong>de</strong> los valores en el<br />

sentido que todas las cosas se comparan con ella, y expresa el precio coriente, y<br />

<strong>de</strong>termina la relacion <strong>de</strong> unos objetos con otros; por lo cual <strong>de</strong>cimos con razon que si<br />

una, perla vale 500 reales y un diamante 1,000, dos perlas equivalen á un diamante, ó el<br />

diamante vale dos veces la perla. Por eso llaman á la moneda lenguaje universal <strong>de</strong>l<br />

comercio y <strong>de</strong>nominador comun <strong>de</strong> los valores.<br />

Aunque la moneda no es medida exacta y verda<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> los valores, suple la falta <strong>de</strong> otra<br />

más perfecta, y habitualmente hace este oficio. En la imposibilidad <strong>de</strong> encontrar un objeto<br />

cuyo valor sea fijo é invariable para <strong>de</strong>terminar el precio <strong>de</strong> todas las cosas que están en el<br />

comercio <strong>de</strong> los hombres, se dió la preferencia á los metales preciosos, porque vartían<br />

ménos. En todo caso <strong>de</strong>bemos precavernos contra el error <strong>de</strong> atribuir las frecuentes<br />

alteracionres <strong>de</strong> los precios sicmpre á las merca<strong>de</strong>rías y nunca á la moneda, cuando es<br />

sabido que el valor <strong>de</strong> ésta sube ó baja segun el coste <strong>de</strong> la produccion y la ley <strong>de</strong> la oferta y<br />

la <strong>de</strong>manda.<br />

¿La moneda es capital? No es la naturaleza, sino el empleo <strong>de</strong> los valores lo que<br />

constituye la esencia <strong>de</strong> los capitales. Si la moneda se aplica á la produccion será capital, y si<br />

permanece ociosa en las arcas <strong>de</strong>l avaro, ó se <strong>de</strong>stina á comprar cosas que se consumen<br />

improductivamente, no será capital. La moneda facilita el movimiento y acumulacion <strong>de</strong> la<br />

riqueza, es una forma acci<strong>de</strong>ntal <strong>de</strong> los valores, la manera mejor, si se quiere, <strong>de</strong> significar el<br />

capital circulante; pero guardémonos <strong>de</strong> consi<strong>de</strong>rarla como capital único, ni aun parte<br />

integrante <strong>de</strong>l capital <strong>de</strong> la nación, porque en rigor pue<strong>de</strong> haber produccion sin el auxilio <strong>de</strong><br />

la moneda. Decimos más: la moneda no es capital verda<strong>de</strong>ro, porque no constituye un<br />

elemento <strong>de</strong> la producción, supuesto que para hacer el oficio <strong>de</strong> todo capital es preciso<br />

cambiarla por otros valores que se consumen y renacen, cuando se verifica un aumento <strong>de</strong><br />

riqueza. Miéntras España dominó la mayor parte <strong>de</strong>l Nuevo Mundo, poseia gran cantidad<br />

<strong>de</strong> moneda, y sin embargo carecia <strong>de</strong> capitales; por cuya razon cuanto oro y plata venian <strong>de</strong><br />

las Indias pasaban á reinos extraños. A las minas sacrificamos nuestras riquezas naturales,<br />

sucediéndonos lo que al perro <strong>de</strong> la fábula que perdió la presa por coger la sombra.<br />

Siendo la moneda ó el numerario el agente principal <strong>de</strong> la circulacion, resulta que sólo<br />

sirve para facilitar los cambios, pues si a alguna vez se fun<strong>de</strong> y se aplica á ciertos usos<br />

industriales, como si se transforma en vajilla, joyas ó vasos sagrados, <strong>de</strong>ja <strong>de</strong> ser moneda<br />

luégo que cae en el crisol y se convierte en pasta.<br />

Muchos son los beneficios que la sociedad reporta <strong>de</strong> la invencion <strong>de</strong> la moneda, pues<br />

no sólo imprime mayor movimiento á la circulacion <strong>de</strong> la riqueza, pero tambien favorece su<br />

produccion y consumo. No hay máquina que economice más trabajo, ni abrevie y<br />

perfeccione más las diversas operaciones <strong>de</strong> la industria; y por <strong>de</strong>cirlo <strong>de</strong> una vez, la<br />

moneda ejerce en la economía <strong>de</strong> los pueblos las mismas funciones, que en la economía<br />

animal la circulacion <strong>de</strong> la sangre. A don<strong>de</strong> llega la moneda, llegan ó pue<strong>de</strong>n llegar los elementos<br />

<strong>de</strong> vida y prosperidad <strong>de</strong>l estado: en don<strong>de</strong> no pe<strong>net</strong>ra la moneda, no pe<strong>net</strong>ra el


más débil rayo <strong>de</strong> la civilizacion.<br />

Acaso acreciente la sed <strong>de</strong>l oro y fomente con la facilidad <strong>de</strong> la posesion la codicia <strong>de</strong><br />

los hombres; pero tales abusos no nacen <strong>de</strong> la institucion misma, sino <strong>de</strong> nuestra propia<br />

flaqueza. Hasta la dignidad y la in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia personal crecieron por la virtud <strong>de</strong> la moneda,<br />

pues cada uno pue<strong>de</strong> aplicarse al trabajo más análogo á sus faculta<strong>de</strong>s, dividir y<br />

subdividir las artes y oficios, hacer ahorros, acumular y conservar capitales, remediar sus<br />

necesida<strong>de</strong>s y mejorar <strong>de</strong> condicion, si recibe la <strong>de</strong>bida recompensa en dinero, y no tanto si<br />

la obtiene en especie á título <strong>de</strong> obrero mercenario. En moneda se pagan las<br />

contribuciones, con lo cual el repartimiento es más equitativo, la cobranza más suave, la<br />

administracion más sencilla, la economía más severa y la carga más liviana. Con razon<br />

<strong>de</strong>bemos comparar la moneda á la escritura por la dichosa fecundidad <strong>de</strong> sus resultados.<br />

La proporcion que <strong>de</strong>be existir entre la riqueza ó fortuna <strong>de</strong>l estado y la cantidad <strong>de</strong> su<br />

moneda circulante, no se pue<strong>de</strong> establecer ni <strong>de</strong>terminar por regla general. Quién dice que<br />

la provision necesaria <strong>de</strong> moneda representa la quinta parte <strong>de</strong> todos los valores, quién la<br />

décima, la vigésima ó trigésima; pro la verdad es que <strong>de</strong>pen<strong>de</strong> <strong>de</strong> multitud <strong>de</strong><br />

circunstancias, tales como la suma total <strong>de</strong> valores que existen en el comercio, el número y<br />

extension <strong>de</strong> las operaciones mercantiles, la relacion entre los metales preciosos y los <strong>de</strong>más<br />

productos, el grado <strong>de</strong> actividad <strong>de</strong> la circulacion mo<strong>net</strong>aria y la falta ó sobra <strong>de</strong> otros<br />

agentes auxiliares ó supletorios <strong>de</strong> la moneda. La abundancia excesiva disminuye el valor <strong>de</strong><br />

la moneda, y entonces la circulacion se retarda y entorpece; así como la escasez <strong>de</strong>masiada<br />

lo aumenta, y tambien se dificulta la circulacion, porque se busca el instrumento <strong>de</strong> los<br />

cambios y no se encuentra á la mano.<br />

Las propieda<strong>de</strong>s que recomiendan los metales preciosos para materia <strong>de</strong> la moneda son<br />

comunes al oro y plata, y esta es la razón por qué la moneda legal y corriente en diversas<br />

naciones se compone <strong>de</strong> ambas especies. Túvose en consi<strong>de</strong>racion la comodidad <strong>de</strong>l<br />

comercio, pues siendo mayor el valor <strong>de</strong>l oro que el <strong>de</strong> la plata, aquél parecia preferible al<br />

satisfacer gruesas sumas, y ésta más manejable en tratándose <strong>de</strong> partidas menores.<br />

La simultaneidad <strong>de</strong> dos metales amonedados adolece, segun la mayoría <strong>de</strong> los<br />

economistas, <strong>de</strong> graves incovenientes. Cuando en vez <strong>de</strong> uno solo (dicen) hay dos que<br />

hacen el oficio <strong>de</strong> moneda, la probabilidad <strong>de</strong> que varíe el instrumento <strong>de</strong> los cambios se<br />

aumenta, y la moneda se aleja <strong>de</strong>l grado <strong>de</strong> estabilidad y firmeza que pi<strong>de</strong> toda medida<br />

siquiera aproximada <strong>de</strong> los valores. Si, por ejemplo, hay abundancia <strong>de</strong> oro y escasez <strong>de</strong><br />

plata, la antigua relacion <strong>de</strong> los dos metales se altera, valiendo el oro ménos y la plata más<br />

que ántes. Entonces el <strong>de</strong>udor paga con la moneda ménos estimada, y <strong>de</strong>frauda al acreedor<br />

en una parte <strong>de</strong> su <strong>de</strong>recho.<br />

Si la ley fija la relacion <strong>de</strong>l oro y plata, esta relacion podrá ser verdad miéntras duran las<br />

circunstancias que el legislador tomó en cuenta al establecerla; pero no <strong>de</strong>spues que han<br />

variado. Y en efecto varían con frecuencia, por lo cual ó la autoridad ha <strong>de</strong> reformar á cada<br />

paso el <strong>de</strong>creto primitivo, ó cierra los ojos y <strong>de</strong>ja á los particulares que arreglen como mejor<br />

les parezca sus intereses. Forzarlos á ceñirse al curso legal <strong>de</strong>l oro y plata, es violar la<br />

libertad <strong>de</strong> las transacciones y el <strong>de</strong>recho <strong>de</strong> propiedad: abandonarlos á su propio albedrío<br />

es quebrantar el precepto superior; <strong>de</strong> suerte que por todas partes hay escollos.<br />

En la práctica se hace poco caso <strong>de</strong> la relacion oficial entre el oro y la plata que corren<br />

en el mercado según su valor en el dia, ya con beneficio, ya con quebranto.<br />

Bien que la relacion <strong>de</strong>l oro y plata no se note en un período corto, se pone en claro<br />

comparando los hechos recogidos á largas distancias. En los tiempos <strong>de</strong> Julio César la<br />

relacion <strong>de</strong> ambos metales fué 1:12, y en los <strong>de</strong> Constantino 1: 14. En la edad media fluctuó<br />

entre 1: 10 y 1:12 segun los tiempos y lugares. En el siglo XVI fué 1: 11 y generalmente 1:<br />

12. A principios <strong>de</strong>l XVII subió á 1: 13; hácia la mitad á 1 :14, y al fin 1: 15 y aun 1: 16 á<br />

consecuencia <strong>de</strong>l <strong>de</strong>scubrimiento <strong>de</strong> la América y <strong>de</strong>l laboreo <strong>de</strong> sus ricas minas mucho más<br />

abundantes en plata que en oro. En nuestros dias los placeres <strong>de</strong> California y Australia que


inundaron <strong>de</strong> oro los mercados <strong>de</strong> la Europa y la extraccion <strong>de</strong> la plata para la China<br />

contribuyeron á restablecer la antigua relacion <strong>de</strong> 1: 12, si hemos <strong>de</strong> dar entera fé á cálculos<br />

recientes.<br />

Todas estas consi<strong>de</strong>raciones han <strong>de</strong>cidido á varios economistas á optar por el sistema<br />

<strong>de</strong>l tipo único <strong>de</strong> moneda, sea el oro, sea la plata. Algunos se inclinan al primero por la<br />

mayor constancia <strong>de</strong> su valor. Alegan que es la moneda más leal, porque mantiene en su fiel<br />

la balanza que pesa los <strong>de</strong>rechos <strong>de</strong>l acreedor y las obligaciones <strong>de</strong>l <strong>de</strong>udor; la más<br />

favorable al comercio, porque le <strong>de</strong>sembaraza <strong>de</strong> sus trabas; la más apropiada á conservar y<br />

exten<strong>de</strong>r las relaciones internacionales, porque es la base <strong>de</strong>l sistema mo<strong>net</strong>ario <strong>de</strong> las<br />

mayores potencias mercantiles <strong>de</strong>l mundo, y en fin, la más práctica, porque ofrece una<br />

comodidad superior á la plata. Otros sostienen que la ciencia y la historia están <strong>de</strong> acuerdo<br />

en conservar á la plata su antigua prerogativa <strong>de</strong> moneda legal siguiendo en curso la <strong>de</strong> oro<br />

como necesaria á su complemento.<br />

La plata (dicen) no se encuentra <strong>de</strong> ordinario pura en la superficie <strong>de</strong>l globo, sino á<br />

mayor ó menor profundidad y combinada con otras sustancias <strong>de</strong> que es preciso separarla;<br />

pero á pesar <strong>de</strong> las alteraciones que pue<strong>de</strong> experimentar el coste <strong>de</strong> la produccion, ni son<br />

muchas las minas, ni todas abundantes, ni su laboreo promete siempre gran<strong>de</strong>s riquezas. La<br />

<strong>de</strong>manda <strong>de</strong> la plata apénas experimenta cambios <strong>de</strong> importancia, y así parece ser el valor<br />

<strong>de</strong> este metal más constate que el <strong>de</strong>l oro.<br />

Sin embargo no es tan llana esta doctrina, ni tan óbvia esta reforma. Si la moneda fuese<br />

medida cierta <strong>de</strong> los valores, no habria dos distintos metales en uso, como no hay dos<br />

metros diferentes. Y supuesto que el valor <strong>de</strong>l oro y <strong>de</strong> la plata son variables, resta saber si<br />

las variaciones <strong>de</strong> un metal corrigen ó atenúan las <strong>de</strong>l otro, á ejemplo <strong>de</strong> lo que suce<strong>de</strong> en<br />

un péndulo <strong>de</strong> compensación.<br />

Así lo afirman otros economistas cuya opinion es favorable al empleo simultáneo <strong>de</strong><br />

ambos metales, para que mútuamente corrijan sus oscilaciones y las encierren en límites<br />

más estrechos. Si el oro hubiese sido la única moneda legal <strong>de</strong> algun tiempo acá, no sólo<br />

habrian bajado mucho más los precios <strong>de</strong> todos los productos y servicios con el laboreo <strong>de</strong><br />

las minas <strong>de</strong> Oural y el <strong>de</strong>scubrimiento <strong>de</strong> los placeres <strong>de</strong> California y Australia, pero<br />

tambien se hallarian más perjudicados los acreedores por antiguos contratos.<br />

El libre comercio <strong>de</strong> los metales preciosos restablece pronto el equilibrio entre el oro y<br />

la plata segun la ley <strong>de</strong> la oferta y la <strong>de</strong>manda. La única moneda legal sube ó baja sin<br />

ajustarse á nivel alguno.<br />

El mercado <strong>de</strong>l mundo tiene necesidad <strong>de</strong>l oro y la plata amonedados, y sería temeridad<br />

sacrificar á un principio absoluto el sistema mo<strong>net</strong>ario mixto, arrastrando el peligro <strong>de</strong> más<br />

graves y frecuentes crisis comerciales.<br />

Miéntras subsistan ambos metales como moneda, <strong>de</strong>be el gobierno abstenerse <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>clarar fija una relacion esencialmente variable, y <strong>de</strong>jar que el valor respectivo <strong>de</strong>l oro y la<br />

plata se arregle por el curso natural <strong>de</strong> los cambios. Señale enhorabuena la equivalencia <strong>de</strong><br />

ambos metales para el caso <strong>de</strong> no hallarse estipulada dicha condicion por los particulares;<br />

pero aun entonces convendria publicar á menudo la cotización oficial conforme á las<br />

vicisitu<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l mercado. En la práctica comercial alguno <strong>de</strong> los dos metales es el dominante<br />

y éste hace las veces <strong>de</strong> única moneda, mientras que el otro <strong>de</strong>scien<strong>de</strong> á la condicion <strong>de</strong><br />

merca<strong>de</strong>ría. Domina el que más abunda, esto es, el oro en las naciones más ricos, y en las<br />

más pobres la plata: regla general que pa<strong>de</strong>ce excepcion en aquellas que son poseedoras <strong>de</strong><br />

minas ó productoras <strong>de</strong> metales preciosos.<br />

Si al establecer la relacion legal <strong>de</strong>l oro y plata resultare alguno <strong>de</strong> los metales agraviado,<br />

es <strong>de</strong>cir, estimado en ménos <strong>de</strong> lo que realmente vale con respecto al otro, la consecuencia<br />

será que <strong>de</strong>saparezca <strong>de</strong>l mercado y salga <strong>de</strong>l reino, porque los particulares, movidos <strong>de</strong>l<br />

<strong>de</strong>seo <strong>de</strong> lograr ganancia, lo llevan á don<strong>de</strong> corre con más valor. Lo mismo suce<strong>de</strong>rá<br />

cuando en la relacion <strong>de</strong> la moneda nacional y extranjera quedase aquélla agraviada, pues se


exportará para ven<strong>de</strong>rla como pasta ó fundirla y acuñarla <strong>de</strong> nuevo, perdiendo la nacion la<br />

diferencia entre el peso y ley <strong>de</strong> su moneda propia y el peso y ley <strong>de</strong> la extraña.<br />

Labrar moneda es un monopolio <strong>de</strong>l estado que algunos aborrecen sólo por su<br />

nombre. Si tan sólo se tratase <strong>de</strong> fabricar un objeto <strong>de</strong> arte nada seria mejor que sustituir á<br />

la accion <strong>de</strong>l gobierno la accion <strong>de</strong>l individuo, y entregar este ramo <strong>de</strong> la industria á la libre<br />

concurrencia. Mas como se preten<strong>de</strong> poner bajo la fé y salvaguardia <strong>de</strong> la autoridad pública<br />

el instrumento <strong>de</strong> los cambios, en el instante en que fuese permitido á los particulares<br />

acuñar moneda, faltaria la confianza en su peso y ley, y volveríamos á entorpecer la<br />

circulacion <strong>de</strong> los valores poco más ó ménos como lo estaban en la infancia <strong>de</strong> los pueblos.<br />

Nada más fácil que relajar el monopolio <strong>de</strong> la fabricacion y mantener la intervencion oficial<br />

<strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> los límites necesarios para asegurarse <strong>de</strong> la bondad <strong>de</strong>l producto, encomendando<br />

los trabajos á un empresario ó compañía que compre las pastas y las acuñe <strong>de</strong> su cuenta y<br />

riesgo, pero cuidando la autoridad pública <strong>de</strong> que no entre en circulacion una sola pieza <strong>de</strong><br />

moneda sin ser ántes pesada y ensayada con todo rigor.<br />

El metal escogido para amonedar <strong>de</strong>be ser homogéneo ó igual á si mismo en todas sus<br />

partes, y su peso y ley invariables. Las piezas no tan gran<strong>de</strong>s que hagan pesada la<br />

circulacion, ni tan pequeñas que la entorpezcan con su multitud y corto valor. La forma tal<br />

que dificulte la acuñacion fraudulenta y disminuya todo lo posible el ludimiento que<br />

proviene <strong>de</strong>l roce contínuo, y por eso se adopta la cilíndrica con bor<strong>de</strong>s realzados.<br />

Si los <strong>de</strong>rechos <strong>de</strong> braceaje y señoriaje fuesen crecidos, como la fabricacion <strong>de</strong> la<br />

moneda convidaria con el lucro, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego se fomentaria la acuñacion clan<strong>de</strong>stina <strong>de</strong><br />

moneda <strong>de</strong> peso y ley competente, <strong>de</strong> don<strong>de</strong> pudiera resultar la falta <strong>de</strong> confianza en el instrumento<br />

<strong>de</strong> los cambios, y lo que es peor, se aumentaria el peligro <strong>de</strong> adulterarla por la<br />

facilidad <strong>de</strong> pasar <strong>de</strong>l abuso leve, al abuso grave.<br />

Suele tambien usarse moneda <strong>de</strong> cobre ó <strong>de</strong> mezcla como auxiliar <strong>de</strong> la <strong>de</strong> oro y plata.<br />

Para <strong>de</strong>sterrar todo metal bajo, seria menester labrar los nobles y preciosos en piezas <strong>de</strong><br />

cortísimo volúmen, á fin <strong>de</strong> emplearlas en las compras más menudas y en los ajustes <strong>de</strong><br />

cuentas, y el ser tan pequeñas causaria no poco embarazo en las operaciones <strong>de</strong>l comercio y<br />

ocasionaria la pérdida <strong>de</strong> muchas <strong>de</strong> ellas. Por eso acudieron los gobiernos al vellon, signo<br />

representativo <strong>de</strong> una fraccion <strong>de</strong> unidad mo<strong>net</strong>aria <strong>de</strong>masiado exigua para expresarla en<br />

plata.<br />

El vellon no es moneda verda<strong>de</strong>ra sino convencional, porque tiene mucho más valor el<br />

cobre acuñado que en pasta, ni <strong>de</strong> consiguiente equivale á la cantidad <strong>de</strong> metales preciosos<br />

que se dan en cambio. La materia <strong>de</strong> que se compone no es uniformo, la <strong>de</strong>manda y la<br />

oferta varían en extremo, y sólo se acepta en pagos menores y con la confianza que inspira<br />

<strong>de</strong> suplir á los metales preciosos en los usos más ténues <strong>de</strong>l comercio.<br />

La gran<strong>de</strong> diferencia que existe entre el valor intrínseco ó real y el valor nominal ó<br />

corriente <strong>de</strong>l vellon, alimenta el contrabando. La abundancia <strong>de</strong>l vellon acabaria por<br />

<strong>de</strong>sterrar el oro y plata <strong>de</strong> los mercados, subiendo el precio <strong>de</strong> todas las cosas hasta<br />

igualarse con el valor efectivo <strong>de</strong>l cobre acuñado, como cualquiera moneda falta ó falsa, á<br />

no ser que el gobierno viniese en su auxilio <strong>de</strong>cretando su curso obligatorio.<br />

Fue muy comun en los diversos estados <strong>de</strong> Europa, que en vez <strong>de</strong> una sola moneda<br />

nacional coexistiesen varias monedas provinciales. En España, por ejemplo, eran muy<br />

distintas en peso, ley y forma, las monedas usuales en Castilla, Aragon, Cataluña, Valencia y<br />

Mallorca. Lo que tamaña confusion perturbaba el comercio interior se pue<strong>de</strong> conjeturar<br />

consi<strong>de</strong>rando que unas veces estaban en curso las <strong>de</strong> una provincia en la vecina, otras se<br />

rechazaban como si fuesen extranjeras, ya se ajustaba su valor respectivo, ya se alteraba esta<br />

relacion, y todo era dudas y zozobras, cálculos y <strong>de</strong>scuentos sin tino.<br />

Por fortuna <strong>de</strong>sapareció el <strong>de</strong>sór<strong>de</strong>n, y los beneficios que los pueblos reportaron <strong>de</strong>l<br />

establecimiento <strong>de</strong> la moneda nacional, <strong>de</strong>spertaron el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> ver algun dia introducido y<br />

generalmente adoptado un sistema mo<strong>net</strong>ario universal. No es nueva la i<strong>de</strong>a, pues no faltan


escritores políticos <strong>de</strong>l siglo XVII que la hayan entrevisto, y apuntado; mas no pasó por<br />

entónces ni durante mucho tiempo <strong>de</strong> los limites <strong>de</strong> un proyecto impracticable. Hoy la i<strong>de</strong>a<br />

ha tomado cuerpo, y ha tenido un principio <strong>de</strong> ejecucion en el convenio <strong>de</strong> 1865 celebrado<br />

entre Francia, Italia, Bélgica y Suiza para establecer un sistema mo<strong>net</strong>ario uniforme<br />

internacional fundado en el uso simultáneo <strong>de</strong>l oro y la plata, y adoptando el franco por<br />

unidad <strong>de</strong> circulacion con sus múltiplos y divisores en tal manera que se aproxime al<br />

sistema métrico y pon<strong>de</strong>ral.<br />

España, sin haberse adherido al convenio, entró <strong>de</strong> lleno en la reforma, puesto que<br />

acuña y refun<strong>de</strong> su moneda ajustándola al peso y ley admitidos por las cuatro naciones<br />

ligadas con el compromiso <strong>de</strong> Paris. Si llega el dia en que todas ó las primeras entre todas<br />

las que caminan por la senda <strong>de</strong> la civilizacion opten por un sistema mo<strong>net</strong>ario uniforme,<br />

se excusarán las molestias y embarazos que causa la necesidad <strong>de</strong> averiguar el valor y<br />

correspon<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> la moneda nacional extranjera, se regularizarán los cambios, el<br />

comercio ganará en facilidad y economía, el viajero ahorrará muchas pérdidas y vencerá<br />

muchos obstáculos que ahora le salen al encuentro, y los pueblos contraerán un nuevo<br />

vínculo <strong>de</strong> amistad y parentesco, porque la moneda particular, emblema <strong>de</strong> nacionalidad y<br />

soberanía, separa tanto como junta un símbolo único que va diciendo: «No hay fronteras<br />

para la moneda, la moneda es un lenguaje universal».<br />

CAPÍTULO III.<br />

De la extraccion <strong>de</strong> la moneda.<br />

Hemos dicho en el capítulo anterior que la moneda es una merca<strong>de</strong>ría como otra<br />

cualquiera, cuyo valor <strong>de</strong>pen<strong>de</strong> <strong>de</strong>l coste <strong>de</strong> produccion <strong>de</strong> los metales preciosos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que<br />

se extraen <strong>de</strong> las minas hasta que se lanzan acuñados á la circulacion, y <strong>de</strong> la doble ley <strong>de</strong> la<br />

oferta y la <strong>de</strong>manda. De aquí se sigue que en cuanto á la importacion y exportacion la teoría<br />

<strong>de</strong> la moneda se subordina á la teoria <strong>de</strong>l comercio exterior.<br />

De dos diferentes modos se pue<strong>de</strong>n importar el oro y plata, ó en barras cuando este<br />

negocio fuere lucrativo, comprándolas á los pueblos poseedores <strong>de</strong> minas para ven<strong>de</strong>rlas<br />

allí don<strong>de</strong> no las hay, ó en especies mo<strong>net</strong>arias cuando es preciso pagar <strong>de</strong>udas ó<br />

compensar la diferencia <strong>de</strong> los valores importados respecto á los exportados. En ambos<br />

casos los metates preciosos son productos <strong>de</strong> la industria que se dan en cambio <strong>de</strong> otros<br />

productos. La exportacion se ajusta las mismas reglas; <strong>de</strong> suerte que no existe ningun<br />

motivo real y verda<strong>de</strong>ro para admitir la menor excepcion á las leyes generales <strong>de</strong>l comercio.<br />

Si suponemos dos naciones comerciando entre sí por medio <strong>de</strong> permutas, aquella<br />

cuyas exportaciones no alcancen á cubrir la suma total <strong>de</strong> las importaciones, ofrecerá por<br />

via <strong>de</strong> saldo sus merca<strong>de</strong>rías más baratas á fin <strong>de</strong> avivar la <strong>de</strong>manda y restablecer pronto<br />

el equilibrio. Por la misma razon si comercian comprando y vendiendo, ofrecerá moneda,<br />

lo cual <strong>de</strong>nota que tiene <strong>de</strong>masiada y que el exceso disminuye su valor. Dando salida á<br />

una parte <strong>de</strong>l numerario circulante, aumentará <strong>de</strong> valor y bajarán los precios <strong>de</strong> todas las<br />

cosas incluso el <strong>de</strong> los articulos <strong>de</strong> exportacion, con lo cual crecerá la <strong>de</strong>manda, y las<br />

exportaciones é importaciones recobrarán su nivel.<br />

Así se distribuyen los metales preciosos en el mundo comercial, no por obra <strong>de</strong>l<br />

gobierno, sino en virtud <strong>de</strong> las leyes que rigen el cambio internacional.<br />

Miéntras estuvo en boga el sistema mercantil, se dictaron infinitas provi<strong>de</strong>ncias para<br />

facilitar la entrada é imposibilitar la salida <strong>de</strong> los metales preciosos, todas ineficaces y<br />

nocivas á la prosperidad <strong>de</strong> los pueblos. No hablaremos <strong>de</strong> las primeras, pues seria repetir<br />

nuestra doctrina en punto á las prohibiciones y <strong>de</strong>rechos protectores, y <strong>de</strong> las segundas<br />

diremos algo por via <strong>de</strong> complemento al tratado <strong>de</strong> la moneda.<br />

La libertad <strong>de</strong> importar y exportar el oro y la plata en moneda ó en pasta, asegura á<br />

cada pueblo la posesion <strong>de</strong>l numerario conveniente á su comercio, porque los metales


preciosos, como todas las merca<strong>de</strong>rías, huyen <strong>de</strong> las partes don<strong>de</strong> valen ménos hácia don<strong>de</strong><br />

valen más, y se parecen á los liquidos en que no reposan hasta que se nivelan.<br />

La prohibicion <strong>de</strong> extraer los metales preciosos es más antigua que el sistema mercantil,<br />

pues fué muy comun y rigorosa en la edad media. Fundábase en el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> tener los<br />

pueblos surtidos <strong>de</strong> la moneda necesaria á las contrataciones, y formaba parte <strong>de</strong> la policía<br />

<strong>de</strong> los abastos. No eran los príncipes solamente quienes se esforzaban á impedir la<br />

extraccion <strong>de</strong> oro y plata, ántes solia acontecer que su voluntad cediese al clamor general.<br />

Las Córtes <strong>de</strong> Madrigal <strong>de</strong> 1476 suplicaron á los Reyes Católicos que reprimiesen la<br />

endiablada osadía <strong>de</strong> sacar oro y plata <strong>de</strong>l reino con pena <strong>de</strong> muerte, y por entónces se<br />

contentaron con encargar la observancia <strong>de</strong> las leyes antiguas; y sólo <strong>de</strong>spues, instados <strong>de</strong><br />

nuevo en las <strong>de</strong> Toledo <strong>de</strong> 1480, con<strong>de</strong>scendieron al ruego <strong>de</strong> los procuradores, como los<br />

procuradores con<strong>de</strong>scendian al <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> la imperita muchedumbre.<br />

Con el advenimiento <strong>de</strong>l sistema prohibitivo creció el empeño <strong>de</strong> cerrar la salida á los<br />

metales preciosos habidos por la única y sólida riqueza <strong>de</strong> las naciones. España, señora <strong>de</strong><br />

las minas más abundantes <strong>de</strong>l mundo, tenia un motivo ó pretexto especial para estancar en<br />

el reino el oro y plata que entraban á raudales con las flotas y galeones que en Sevilla<br />

<strong>de</strong>scargaban los inmensos tesoros <strong>de</strong> las Indias. Parece que <strong>de</strong>bia ser la potencia mercantil<br />

más nutrida <strong>de</strong> moneda, y sin embargo, muchos escritores <strong>de</strong> los siglos XVII y XVIII<br />

aseguran que era la más escasa á pesar <strong>de</strong> sus minas. España hacia las veces <strong>de</strong> un puente<br />

por don<strong>de</strong> <strong>de</strong>sembocaban en Europa los metales preciosos que sacaba <strong>de</strong>l tráfico con sus<br />

colonias. Francia, Holanda, Inglaterra é Italia nadaban en oro y plata que entre nosotros<br />

pasaban <strong>de</strong> largo.<br />

Por varios arcaduces salian <strong>de</strong>l reino los metales preciosos, unos públicos y otros<br />

secretos. El comercio exterior <strong>de</strong> buena fé, los permisos <strong>de</strong> sacar moneda otorgados con<br />

bastante frecuencia y las remesas <strong>de</strong> caudales que hacia el gobierno por sí mismo ó en virtud<br />

<strong>de</strong> asientos con hombres <strong>de</strong> negocios para gastos <strong>de</strong> campaña en Flán<strong>de</strong>s, Italia y<br />

Africa y socorro <strong>de</strong> presidios españoles en tierra extranjera, pertenecían á la primera clase.<br />

La segunda compren<strong>de</strong> diversos medios <strong>de</strong> burlar el rigor <strong>de</strong> las leyes y la vigilancia <strong>de</strong> los<br />

magistrados, que todos se encierran en la palabra contrabando. Nada más fácil que ejercitar<br />

el oficio <strong>de</strong> contrabandista, cuando las merca<strong>de</strong>rías contienen mucho valor en poco<br />

volúmen; y por eso el contrabando <strong>de</strong> los metales preciosos no se extirpará jamás, miéntras<br />

haya ocasion <strong>de</strong> ganancia. Las penas más severas se esquivan con mil ardi<strong>de</strong>s y astucias, ó<br />

tal vez cegando con oro la vista <strong>de</strong> los guardas y ministros <strong>de</strong> la justicia. En fin, la moneda<br />

por todos los poros se rezuma.<br />

El oro y la plata son frutos <strong>de</strong> la nacion rica en minas, y no es más razonable impedir la<br />

salida <strong>de</strong> la pasta ó moneda sobrante, que prohibir la extraccion <strong>de</strong> los granos ó vinos <strong>de</strong> su<br />

cosecha. Impedir el trueque <strong>de</strong> lo que nos sobra por lo que nos hace falta, equivale á<br />

violentar el curso <strong>de</strong> la naturaleza con leyes arbitrarias que nada logran, pues todos<br />

conspiran á quebrantarlas.<br />

Por fortuna la ciencia y la experiencia acreditan <strong>de</strong> consuno que la libre exportacion<br />

<strong>de</strong> los metates preciosos no es un mal, sino un bien para el comercio, pues propen<strong>de</strong>n á<br />

esparcirse y <strong>de</strong>rramarse por todo el mundo, guardando la ley <strong>de</strong>l equilibrio. Pero aunque<br />

fuese un mal verda<strong>de</strong>ro y grave, seria vano el empeño <strong>de</strong> remediarlo ó atajarlo con<br />

prohibiciones ó restricciones, porque todas las barreras que la ley opone á la codicia <strong>de</strong><br />

los hombres, las salta con suma facilidad el contrabando.<br />

CAPÍTULO IV.<br />

De la alteracion <strong>de</strong> la moneda.<br />

Queda advertido en su lugar que la moneda tiene valor propio y natural in<strong>de</strong>pendiente<br />

<strong>de</strong> la voluntad <strong>de</strong>l príncipe que la manda labrar, la pone en curso y la <strong>de</strong>signa con cierto


nombre.<br />

Por más llana y sencilla que hoy nos parezca esta doctrina, hubo un tiempo y no<br />

muy remoto, en que los escritores políticos, corriendo con el vulgo, sustentaban y<br />

<strong>de</strong>fendian que la plata y oro no valen más que la real institucion los estima y aprecia; que<br />

el príncipe pue<strong>de</strong> hacer la moneda <strong>de</strong> la materia que se le antojare ó escogiere y<br />

estimarla en lo que quisiere; que la moneda solamente vale segun nuestra voluntad; que<br />

el sér, oficio y dignidad <strong>de</strong>l dinero, no valiendo <strong>de</strong> suyo nada, es representar el valor y<br />

servir <strong>de</strong> medida <strong>de</strong> todas las cosas vendibles, y en fin, no faltó quien llevase el error<br />

comun á tan singular extremo, que dijese: «Así como Dios sacó el mundo <strong>de</strong> la nada<br />

con un fiat, así con otro fiat pue<strong>de</strong> el rey crear la moneda para llenar la ambicion, <strong>de</strong> los<br />

hombres».<br />

Toda la argumentacion <strong>de</strong>scansa en un vicioso fundamento, á saber, que la moneda no<br />

es riqueza verda<strong>de</strong>ra y sólida, sino signo <strong>de</strong> las riquezas: extraña contradiccion, pues á la<br />

sazon misma que se asentaba esta falsa teoría <strong>de</strong> la moneda, se proclamaba y acreditaba el<br />

absurdo principio que el oro y plata encerraban todos los bienes temporales <strong>de</strong> la vida,<br />

cimentando en el aire, ó sea en una ficcion, la gran<strong>de</strong>za y prosperidad <strong>de</strong> los estados.<br />

No hay error <strong>de</strong> la especulativa que en la práctica hubiese originado mayores<br />

calamida<strong>de</strong>s que la negacion <strong>de</strong>l valor intrínseco <strong>de</strong> la moneda conforme á la cantidad y<br />

utilidad ó al peso y ley <strong>de</strong> los metales <strong>de</strong> que se compone. Pocas veces pue<strong>de</strong>n los<br />

economistas mostrarse tan ufanos y gozosos <strong>de</strong>l triunfo <strong>de</strong> sus doctrinas como al comparar<br />

los siglos pasados con el presente en cuanto á la moneda, pues al antiguo <strong>de</strong>sór<strong>de</strong>n sucedió<br />

el ór<strong>de</strong>n mo<strong>de</strong>rno.<br />

Y en efecto, si es la voluntad <strong>de</strong>l príncipe la fuente <strong>de</strong> don<strong>de</strong> se <strong>de</strong>riva el valor <strong>de</strong> la<br />

moneda, está claro que <strong>de</strong>bemos reconocerle el <strong>de</strong>recho <strong>de</strong> alterarla, y que semejante<br />

<strong>de</strong>recho es un atributo <strong>de</strong> la soberanía; <strong>de</strong> modo que ya no basta con acatar en el<br />

soberano la prerogativa <strong>de</strong> acuñarla, sino que es fuerza pasar por el arbitrio <strong>de</strong> crecer y<br />

menguar su peso y ley, fijar su valor sin respeto á su bondad y en suma falsearla y<br />

corromperla.<br />

Por <strong>de</strong>sgracia la lógica <strong>de</strong>l mal no se pára en la mitad <strong>de</strong>l camino, y así es que apénas los<br />

reyes más sabios, humanos y solícitos por el bien <strong>de</strong> sus pueblos llegaron á persuadirse <strong>de</strong><br />

su autoridad absoluta sobre la moneda, cuando sin escrúpulo <strong>de</strong> conciencia dieron en<br />

alterarla, ó por mejor <strong>de</strong>cir, adulterarla reduciendo el peso ó la ley hasta el punto <strong>de</strong><br />

reemplazar casi por completo con metales viles y bajos los nobles y preciosos.<br />

Llamábase esta oneracion bajar ó subir la moneda, expresiones contradictorias, y sin<br />

embargo ambas propias y exactas. Decíase bien bajar la moneda, porque en efecto se<br />

bajaba su peso y ley que constituyen la bondad intrínseca, conservando su antiguo nombre<br />

y valor por <strong>de</strong>creto <strong>de</strong> la autoridad; y asimismo se <strong>de</strong>cia bien subir la moneda, porque tanto<br />

monta crecer el valor <strong>de</strong> la moneda manteniendo el peso y ley acostumbrada, como<br />

mantener su valor legal menguando el peso y ley que es lo que se hacia en tales mudanzas.<br />

La raiz <strong>de</strong>l daño estaba en que al valor natural <strong>de</strong> la moneda se sustituia un valor<br />

artificial al antojo <strong>de</strong>l príncipe, provi<strong>de</strong>ncia funesta y <strong>de</strong> ejecucion imposible.<br />

Acudieron los reyes al expediente <strong>de</strong> alterar la moneda en sus gran<strong>de</strong>s apuros, creyendo<br />

sacar mucho partido <strong>de</strong> pagar en mala moneda las <strong>de</strong>udas que habian contraido cuando<br />

corria la buena, ó imaginando que <strong>de</strong> esta manera podrian hacer rostro con más facilidad á<br />

los gastos públicos en a<strong>de</strong>lante.<br />

En realidad estas mudanzas <strong>de</strong> moneda disimulaban la vergüenza <strong>de</strong> una bancarota<br />

universal, pues si el rey mandaba labrar moneda con doble cantidad <strong>de</strong> liga y pagaba con<br />

ella á sus acreedores, los <strong>de</strong>fraudaba en la mitad <strong>de</strong> su <strong>de</strong>recho.<br />

Como arbitrio para salir <strong>de</strong> aprietos era ruinoso, porque la ganancia <strong>de</strong>l fisco se limitaba<br />

á una vez sola, cuando el príncipe expendia la moneda, y la perdida se repetia tantas cuantas<br />

volvia al tesoro en forma <strong>de</strong> tributos, <strong>de</strong> rentas y contratos.


Pa<strong>de</strong>cen los particulares con la mudanza, porque se autoriza la paga con la moneda<br />

adulterada <strong>de</strong> que nacen dudas, resultan perjuicios, se originan pleitos y por conclusion<br />

nadie se atreve á comerciar. Los merca<strong>de</strong>res echan la cuenta <strong>de</strong> lo que ménos vale la nueva<br />

moneda comparada con la vieja, y para sanear la quiebra, suben el precio <strong>de</strong> las merca<strong>de</strong>rías<br />

acaso más <strong>de</strong> lo justo, con lo cual el príncipe se vé obligado á usar <strong>de</strong> tasas y penas.<br />

Entónces se retiran <strong>de</strong> la plaza los mantenimientos y las <strong>de</strong>más cosas necesarias á la vida,<br />

<strong>de</strong>smaya la produccion, cesa la abundancia nace el <strong>de</strong>scontento, cun<strong>de</strong> la murmuracion y<br />

suce<strong>de</strong>n el clamor y la queja que suelen tomar cuerpo hasta romper en asonadas y motines.<br />

Siempre se tuvieron por siglos calamitosos aquellos en que hubo mudanzas <strong>de</strong> moneda, y<br />

siempre fueron turbados por funestas discordias y guerras intestinas.<br />

Aña<strong>de</strong>nse á estos inconvenientes otros no menores. Toda la buena moneda nacional<br />

huye á reinos extraños ó se escon<strong>de</strong>, y en cambio entra á suplirla toda la mala moneda <strong>de</strong><br />

los pueblos vecinos. Cuando los particulares pue<strong>de</strong>n escoger entre dos monedas, la una fiel<br />

y legítima, y la otra falta ó falsa, guardan la primera y procuran <strong>de</strong>shacerse <strong>de</strong> la segunda<br />

con tal prisa, que no parece sino que les abrasa la mano; y cuando observan que en un<br />

estado cualquiera corre moneda <strong>de</strong> baja ley, gastada ó sospechosa con un valor superior á<br />

su bondad intrínsica, empujan hácia aquella parte toda la ruin y cercenada que anda por el<br />

mundo.<br />

Los metales preciosos tambien huyen ó se escon<strong>de</strong>n, siguiendo los pasos <strong>de</strong> la moneda,<br />

porque están agraviados <strong>de</strong>l valor excesivo que la ley atribuye á los viles y bajos, y así se van<br />

á don<strong>de</strong> quiera que gozan <strong>de</strong> mayor estimacion.<br />

Noparan aquí las consecuencias <strong>de</strong> la alteracion <strong>de</strong> la moneda. Como su valor legal no<br />

se ajusta al natural, no sólo se <strong>de</strong>spierta y encien<strong>de</strong> el <strong>de</strong>seo criminal <strong>de</strong> obtener ganancias<br />

consi<strong>de</strong>rables por medio <strong>de</strong> la acuñacion fraudulenta, pero tambien toman ejemplo los<br />

súbditos <strong>de</strong>l príncipe mone<strong>de</strong>ro falso, y carecen las leyes <strong>de</strong> autoridad para perseguir y<br />

castigar á los corruptores <strong>de</strong> la fé pública, ya corrompida por quien la tienen <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> su<br />

custodia.<br />

La historia acredita <strong>de</strong> saludables los consejos <strong>de</strong> la ciencia. D. Alonso el Sabio, para<br />

remediar la falta que tenia <strong>de</strong> dinero, hizo labrar moneda <strong>de</strong> baja ley, arbitrio que sin<br />

procurarle ningun <strong>de</strong>sahogo, introdujo el <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n en el comercio, encareciendo todas<br />

las cosas tanto, que á fin <strong>de</strong> restablecer la baratura y acallar las quejas <strong>de</strong>l pueblo, pregonó<br />

la tasa sin fruto: doble yerro que fué la causa principal <strong>de</strong> que el rey hubiese llegado á ser<br />

muy mal quisto y odioso á sus vasallos, y acabasen por negarle la obediencia. Enrique II,<br />

Juan I y Enrique IV alteraron asimismo las monedas y atormentaron sus reinos con<br />

aflicciones y miserias, rebeliones contínuas y discordias civiles.<br />

En tiempos más cercanos Felipe III, Felipe IV y Cárlos II contribuyeron á precipitar la<br />

ruina <strong>de</strong> la gran<strong>de</strong> monarquía española con sus frecuentes alteraciones <strong>de</strong> la moneda, y<br />

sobre todo con labrar la baja <strong>de</strong> vellon, piedra <strong>de</strong>l escándalo y peste <strong>de</strong> la república en el<br />

siglo XVII. Llegaron á per<strong>de</strong>r los particulares el cambio <strong>de</strong> vellon por oro ó plata 50, 60 y<br />

hasta 74 por ciento, y el rey mismo en todos los pagamentos que hacia á los hombres <strong>de</strong><br />

negocios y en cuanto compraba para el servicio <strong>de</strong> la corona, perdia más <strong>de</strong> 60.<br />

Con la moneda vil y <strong>de</strong>spreciable <strong>de</strong> vellon vino la carestía <strong>de</strong> todas las cosas,<br />

murmuraron los pueblos y levantáronse clamores y quejas. Acudióse al sabido arbitrio <strong>de</strong><br />

las tasas y posturas, no se remedió la carestía, pero se aniquilaron la agricultura, las fábricas<br />

y el comercio. La leccion fué dura y terrible el escarmiento.<br />

La moneda <strong>de</strong>be ser clara, cierta, constante. Quien altera ahora la moneda, altera la<br />

riqueza. La moneda es la verdad. Consérvese pura como la religion, dice el político<br />

Saavedra Fajardo, y aña<strong>de</strong> que las monedas niñas <strong>de</strong> los ojos <strong>de</strong> la república que se ofen<strong>de</strong>n<br />

si las toca la mano.


CAPÍTULO V.<br />

De la medida comun <strong>de</strong> los valores.<br />

Puesto que la moneda varía segun los tiempos y lugares, no es tipo cierto y universal <strong>de</strong>l<br />

valor <strong>de</strong> las merca<strong>de</strong>rías que se compran y ven<strong>de</strong>n en diversos parajes en un mismo dia, y<br />

mucho ménos el medio <strong>de</strong> aceriguar los valores corrientes en épocas distantes, sobre todo<br />

si la distancia está representada por el intervalo <strong>de</strong> algunos siglos.<br />

Poco importa establecer la exacta correspon<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong>l siclo hebreo, <strong>de</strong>l talento griego ó<br />

<strong>de</strong>l sextercio romano con nuestra moneda actual y expresar su valor en reales, si no<br />

sabemos el verda<strong>de</strong>ro valor <strong>de</strong>l real, tomadas en cuenta las circunstancias propias <strong>de</strong><br />

aquellas épocas remotas <strong>de</strong> la antigüedad.<br />

Cuando consi<strong>de</strong>ramos que el valor es una relacion entre dos objetos que se cambian ó<br />

pue<strong>de</strong>n cambiarse, venimos á concluir que el uno es medida <strong>de</strong>l otro. No hay necesidad <strong>de</strong><br />

buscar un tercer término <strong>de</strong> comparacion para valorar estas dos cosas, á no ser que pretendamos<br />

generalizar el cálculo acudiendo á una medida universal.<br />

La moneda es esta medida <strong>de</strong> todo en un tiempo y lugar <strong>de</strong>terminado; pero los<br />

economistas no se contentan con tan poco, sino que aspiran á la posesion <strong>de</strong> un<br />

instrumento perfecto, una especie <strong>de</strong> metro que nos diga si tal producto <strong>de</strong> la tierra ó <strong>de</strong> la<br />

industria es hoy más caro ó más barato que hace un siglo, ó en Francia que en la China.<br />

Nada a<strong>de</strong>lantamos con saber que la fanega <strong>de</strong> trigo valia en el reinado <strong>de</strong> Cárlos II 28 reales<br />

y hoy vale 50, si por otra parte no conocemos el verda<strong>de</strong>ro valor ó la facultad <strong>de</strong> adquirir<br />

<strong>de</strong>l real <strong>de</strong> entónces y el <strong>de</strong> ahora.<br />

Adam Smith, partiendo <strong>de</strong>l principio que la causa originaria <strong>de</strong>l valor es el trabajo <strong>de</strong>l<br />

hombre, sostiene la doctrina que cuando dos cosas representan igual cantidad <strong>de</strong> trabajo,<br />

significan igual valor; <strong>de</strong> don<strong>de</strong> colige que entre la variedad infinita <strong>de</strong> operaciones<br />

industriales, <strong>de</strong>be adoptarse el trabajo manual <strong>de</strong> un obrero ordinario como la medida<br />

universal y el tipo uniforme <strong>de</strong> los valores en diferentes épocas y lugares. Un dia <strong>de</strong> trabajo<br />

es á los ojos <strong>de</strong> Smith el sacrificio <strong>de</strong> la misma porcion <strong>de</strong> reposo, <strong>de</strong> libertad y bienestar.<br />

Y sin embargo <strong>de</strong> tan grave autoridad, el trabajo no es medida fiel <strong>de</strong> los valores, porque<br />

aun tomando una cantidad igual <strong>de</strong> pena ó fatiga <strong>de</strong>l hombre resulta ser muy <strong>de</strong>sigual en<br />

razon <strong>de</strong> su calidad, <strong>de</strong> la inteligencia y actividad <strong>de</strong>l obrero y <strong>de</strong> otras mil circunstancias ya<br />

internas ó personales, ya externas ó relativas al grado <strong>de</strong> policía y cultura <strong>de</strong> los pueblos, á<br />

la diversidad <strong>de</strong> los climas, tierras y estaciones, y en general á todo lo que constituye la<br />

economía <strong>de</strong> la sociedad. El trabajo libre es muy superior al trabajo servil, y el labrador <strong>de</strong><br />

las zonas templadas, transportado á los trópicos, <strong>de</strong>smaya y se <strong>de</strong>ja vencer <strong>de</strong> la flojedad y<br />

la pereza. Per<strong>de</strong>r un dia <strong>de</strong> ocio ó <strong>de</strong> salvaje libertad causará gran pesadumbre al turco ó al<br />

beduino, y será leve carga para el europeo. Así, pues, siendo el sacrificio <strong>de</strong>sigual, sacamos<br />

en conclusion que el trabajo no es igual á sí mismo.<br />

Por otra parte, como se trata, para resolver esta cuestion, <strong>de</strong> formar una escala <strong>de</strong> todos los<br />

valores, si el valor <strong>de</strong>l trabajo ó el salario varía (y en efecto varía sino mucho en cortos<br />

períodos, muchísimo en el curso <strong>de</strong> las generaciones) falta el carácter esencial <strong>de</strong> fijeza en la<br />

medida, <strong>de</strong> tipo constante y uniforme.<br />

El error fundamental <strong>de</strong> esta teoría consiste en confundir el trabajo con su valor, ó sea<br />

en proponer como unidad <strong>de</strong> todos ellos un objeto, haciendo abstraccion <strong>de</strong> la cualidad<br />

que sirve para medirlos, porque sólo el valor mi<strong>de</strong> el valor, y el <strong>de</strong>l trabajo es tambien<br />

variable.<br />

Hay economistas que preten<strong>de</strong>n hallar la medida universal <strong>de</strong> los valores en el hombre<br />

mismo; pero ni el valor ó el precio <strong>de</strong>l hombre pue<strong>de</strong> averiguarse sino en los pueblos<br />

don<strong>de</strong> reina la esclavitud, ni el trabajo servil excluye <strong>de</strong> todo punto la competencia <strong>de</strong>l<br />

trabajo libre, ni pudiera tener aplicacion la regla á las naciones mo<strong>de</strong>rnas <strong>de</strong> las cuales ha<br />

<strong>de</strong>sterrado la civilizacion cristiana este abuso, triste legado <strong>de</strong> una edad envuelta colas


profundas tinieblas <strong>de</strong>l paganismo.<br />

Tampoco es medida exacta <strong>de</strong> los valores el precio medio <strong>de</strong>l trigo, pues aunque sea <strong>de</strong><br />

muy general consumo, no constituye la base <strong>de</strong>l alimento <strong>de</strong> todos los pueblos y naciones.<br />

En Asia se prefiere el arroz, y en varios reinos y provincias <strong>de</strong> Europa y ciertos estados <strong>de</strong><br />

América se reemplaza con el maiz, la patata y diversas legumbres. Verdad es que el trigo<br />

jamás <strong>de</strong>ja <strong>de</strong> ser <strong>de</strong> uso comun; pero por lo mismo que tiene el carácter <strong>de</strong> artículo <strong>de</strong><br />

primera necesidad fluctúan los precios segun las cosechas y estaciones.<br />

Pudiéramos acercarnos al tipo uniforme tomando el término medio <strong>de</strong> los precios<br />

corrientes, por ejemplo, en un período <strong>de</strong> cincuenta años; pero conviene observar que el<br />

aumento sucesivo <strong>de</strong> la poblacion y riqueza <strong>de</strong>l mundo obliga á cultivar terrenos cada vez<br />

ménos fértiles, y á producir cereales cada vez más caros. Pue<strong>de</strong>n sin duda influir en la<br />

mo<strong>de</strong>racion <strong>de</strong>l precio medio <strong>de</strong>l trigo los progresos <strong>de</strong>l arte agronómica, la aplicacion <strong>de</strong><br />

las máquinas á las faenas rústicas y la extension <strong>de</strong> la division <strong>de</strong>l trabajo en las labores <strong>de</strong>l<br />

campo, así como las mejores leyes relativas al comercio <strong>de</strong> granos; mas la existencia <strong>de</strong><br />

estas mismas causas <strong>de</strong> compensacion <strong>de</strong>muestra cuán incierta y vana es la regla <strong>de</strong> medir<br />

por el valor <strong>de</strong>l trigo el valor <strong>de</strong> todas las merca<strong>de</strong>rías.<br />

En suma no hay medida universal ó tipo uniforme <strong>de</strong> los valores por la sencilla razon<br />

que el coste <strong>de</strong> la produccion <strong>de</strong> todos los géneros y frutos es variable. Seria menester que<br />

<strong>de</strong>scubriésemos una merca<strong>de</strong>ría <strong>de</strong> tal naturaleza que siempre exigiese la misma cantidad <strong>de</strong><br />

trabajo y capital y cuyas relaciones jamás se alterasen, <strong>de</strong> modo que los salarios y los<br />

intereses no subiesen ni bajasen. Entre todas las merca<strong>de</strong>rías conocidas no hay ninguna<br />

ménos ocasionada á variaciones en razon <strong>de</strong>l coste ó gastos <strong>de</strong> produccion que el oro y<br />

plata; y sin embargo están muy léjos <strong>de</strong> reunir las condiciones esenciales <strong>de</strong> la medida<br />

comun <strong>de</strong> los valores. La moneda, el trabajo y el trigo suministran datos y noticias curiosas<br />

que alcanzan cierto grado <strong>de</strong> probabilidad, cuando se recogen en períodos largos y se<br />

buscan los medios proporcionales. Así se reduce á más estrechos límites el influjo <strong>de</strong> los<br />

acci<strong>de</strong>ntes, y se forman cómputos <strong>de</strong> verdad y exactitud aproximadas.<br />

Say llama este problema la cuadratura <strong>de</strong>l círculo <strong>de</strong> la <strong>Economía</strong> política. Por fortuna la<br />

importancia <strong>de</strong> la cuestion no respon<strong>de</strong> al ruido que han hecho los economistas<br />

ventilándola con tanto empeño, como Si intentasen <strong>de</strong>scubrir al cubo <strong>de</strong> sus prolijas y<br />

cansadas investigaciones algun principio <strong>de</strong> vida, algun nuevo elemento <strong>de</strong> riqueza.<br />

CAPÍTULO VI.<br />

Del crédito.<br />

Llámase crédito en general la mútua confianza que los hombres se otorgan en el comercio<br />

<strong>de</strong> la vida, y así dán crédito á la palabra <strong>de</strong> quien pasa por sincero amigo <strong>de</strong> la verdad. En los<br />

negocios mercantiles sirve el crédito para tomar valores al fiado, esto es, para obtenerlos<br />

sin necesidad <strong>de</strong> entregar los valores equivalentes en el acto. La persona que goza <strong>de</strong><br />

crédito dispone, como si fuera suyo, <strong>de</strong>l capital ajeno, pidiendo prestado y logrando su<br />

<strong>de</strong>seo bajo la fé que inspiran su honra<strong>de</strong>z y solvencia; <strong>de</strong> modo que cuando no media el<br />

crédito en un trato, se cambian valores presentes por valores presentes, y cuando media se<br />

cambian valores presentes por valores ausentes ó futuros.<br />

No están muy conformes los economistas en punto tan esencial como es explicar la<br />

naturaleza y funciones <strong>de</strong>l crédito, <strong>de</strong> don<strong>de</strong> resulta que lo <strong>de</strong>finan <strong>de</strong> distinta manera.<br />

Proce<strong>de</strong> la divergencia <strong>de</strong>l sin número <strong>de</strong> aplicaciones que <strong>de</strong>l crédito se hacen en la<br />

sociedad mo<strong>de</strong>rna y <strong>de</strong> la gran<strong>de</strong> dificultad <strong>de</strong> encontrar la i<strong>de</strong>a generadora que <strong>de</strong>be<br />

abarcarlas todas. Muchas vece los pormenores ofuscan la mente y acaban por sorpren<strong>de</strong>rla<br />

al extremo que lo accesorio ahoga lo principal.<br />

Unos dicen que la sustancia <strong>de</strong>l crédito consiste en la anticipacion <strong>de</strong> valores mediante la<br />

seguridad <strong>de</strong>l reembolso; nocion empírica que en rigor sólo tiene exacta aplicacion á los


préstamos en dinero y al crédito pecuniario. Otros <strong>de</strong>nominan crédito la transformacion <strong>de</strong><br />

los capitales fijos en capitales circulantes; lo cual significa que la esencia <strong>de</strong>l crédito radica<br />

en movilizar los valores sin que por eso pierda el capital fijo el grado <strong>de</strong> estabilidad<br />

necesario á la produccion; i<strong>de</strong>a <strong>de</strong>masiado estrecha, porque excluye la riqueza mueble <strong>de</strong><br />

toda participacion en los beneficios <strong>de</strong>l crédito. Algunos lo <strong>de</strong>finen la facultad libremente<br />

adquirida <strong>de</strong> disponer <strong>de</strong> los valores ajenos en virtud <strong>de</strong> una simple promesa <strong>de</strong> pago;<br />

explicacion semejante á la primera, y que más bien manifiesta los efectos que la naturaleza<br />

<strong>de</strong>l objeto <strong>de</strong>finido.<br />

No faltan autores <strong>de</strong> nota que sustenten la doctrina, que el crédito es una especie <strong>de</strong><br />

propiedad inmaterial, ó el <strong>de</strong>recho <strong>de</strong> pedir en tal época tal suma á tal persona. Estos<br />

autores bogan contra la corriente <strong>de</strong> los economistas, y preten<strong>de</strong>n acreditar el principio que<br />

el crédito es capital en sí y por sí mismo, cuestion que habremos <strong>de</strong> examinar en el<br />

progreso <strong>de</strong> este capítulo.<br />

En realidad, crédito es la confianza que inspiran la voluntad y la posibilidad <strong>de</strong>l <strong>de</strong>udor<br />

<strong>de</strong> que cumplirá con su acreedor segun los términos <strong>de</strong>l contrato, ó <strong>de</strong> otro modo, la<br />

conviccion <strong>de</strong> que cierta persona, por sus cualida<strong>de</strong>s morales y sus medios <strong>de</strong> fortuna<br />

llenará su compromiso al vencimiento <strong>de</strong>l plazo señalado. Así, pues, el crédito tiene por<br />

fundamento la buena opinion ó la confianza, y será mayor ó menor conforme al grado <strong>de</strong><br />

confianza que á las gentes merezcan un sugeto en razon <strong>de</strong> su capacidad para los negocios,<br />

sus hábitos <strong>de</strong> trabajo y economía, la abundancia ó escasez <strong>de</strong> sus recursos, la pru<strong>de</strong>ncia ó<br />

impru<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> sus actos.<br />

Divi<strong>de</strong>se el crédito en público y privado. Llámase público el <strong>de</strong> las naciones ó <strong>de</strong> los<br />

gobiernos que las representan, y privado el <strong>de</strong> los particulares solos ó formando sociedad ó<br />

compañía.<br />

El crédito es tambien real ó personal. El primero <strong>de</strong>scansa en el valor <strong>de</strong> la cosa mueble<br />

(prenda) ó inmueble (hipoteca) dada en seguridad <strong>de</strong> la obligacion contraida, y el segundo<br />

reposa en la buena fama y opinion <strong>de</strong> las personas sin exigir otra garantía, por lo que<br />

pue<strong>de</strong> llamarse moral. El crédito, real tiene límites angostos, pues se mi<strong>de</strong> por la riqueza<br />

presente <strong>de</strong>l <strong>de</strong>udor, miéntras que el personal es <strong>de</strong> una extension in<strong>de</strong>finida, porque no<br />

se ajusta á la medida <strong>de</strong>l trabajo consumado, sino que suele poner su esperanza en el<br />

trabajo futuro, y se dilata con la reputacion <strong>de</strong> probidad é inteligencia <strong>de</strong>l <strong>de</strong>udor, cuyas<br />

dotes pue<strong>de</strong>n acrecentarse <strong>de</strong> dia en dia.<br />

Distínguese a<strong>de</strong>más el crédito en moviliario y territorial, aquél relativo á las operaciones <strong>de</strong><br />

la industria y <strong>de</strong>l comercio, y éste que se propone movilizar los bienes raices y favorecer el<br />

<strong>de</strong>sarrollo <strong>de</strong> la produccion rural.<br />

Por último, llámase crédito mútuo cuando cierto número <strong>de</strong> personas se reunen y<br />

convienen en otorgarse recíproca confianza. Los que tienen capitales los <strong>de</strong>positan en la<br />

caja comun <strong>de</strong> don<strong>de</strong> los toman por via <strong>de</strong> préstamo los que los necesitan y ofrecen las<br />

garantías acordadas por la sociedad.<br />

El crédito es solidario si cierto número <strong>de</strong> obreros ó artesanos para inspirar más<br />

confianza á los capitalistas, se obligan con todos sus bienes presentes y futuros, y cada<br />

uno <strong>de</strong> ellos in solidum, á respon<strong>de</strong>r <strong>de</strong> las obligaciones contraidas por sus hermanos.<br />

La utilidad <strong>de</strong>l crédito es gran<strong>de</strong>, porque es gran<strong>de</strong> su po<strong>de</strong>r, pero no mágico como<br />

algunos imaginan. Con poco hace mucho; mas no saca riquezas <strong>de</strong> la nada. No transmuta<br />

el papel en oro, aunque sea más precioso que las minas <strong>de</strong>l Potosí. Es el crédito al<br />

comercio lo que el vapor á la mecánica, y esto basta para mostrar su excelencia, sin<br />

atribuirle la virtud soberana <strong>de</strong> la piedra filosofal.<br />

El crédito no es capital, sino el permiso ó facultad <strong>de</strong> disponer <strong>de</strong>l capital <strong>de</strong> otro: no<br />

aumenta los medios <strong>de</strong> produccion; pero facilita que pasen <strong>de</strong> la mano ociosa á la mano<br />

trabajadora. No es posible que la misma suma sea empleada como capital por dos<br />

personas á un tiempo. Todo capital que no pertenece á quien lo emplea, indica que su


verda<strong>de</strong>ro dueño se priva en la actualidad <strong>de</strong> hacer uso <strong>de</strong> él, y así cuanto más tuviere el<br />

<strong>de</strong>udor, otro tanto ménos tendrá el acreedor.<br />

Los capitales son fruto <strong>de</strong>l trabajo y la economía, no <strong>de</strong>l crédito que por si mismo no<br />

crea valores. Auxilia la produccion <strong>de</strong> la riqueza acelerando la circulación y facilitando la<br />

transmision <strong>de</strong> los valores existentes, porque en suma es un instrumento <strong>de</strong> cambio más<br />

expedito que la moneda. La nacion que a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> usar <strong>de</strong> la moneda usa <strong>de</strong>l crédito, lleva á<br />

las otras la ventaja que llevaria la que a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> poseer buenas carreteras, tuviese gran<strong>de</strong>s<br />

líneas <strong>de</strong> caminos <strong>de</strong> hierro.<br />

Si el crédito no es capital, claro está que no multiplica directamente los capitales. No es<br />

una pura cuestion <strong>de</strong> palabras, sino un principio fecundo en consecuencias. Si el crédito<br />

aumentase los capitales, multiplicando los títulos <strong>de</strong> crédito creceria en proporcion la<br />

riqueza nacional, y por este camino llegarian los pueblos á <strong>de</strong>speñarse en el abismo <strong>de</strong> la<br />

bancarota universal. Si es sólo un medio <strong>de</strong> circulacion el crédito tiene justos límites,<br />

porque la produccion es su base, el capital su prenda y su garantía la honra <strong>de</strong> quien toma<br />

prestado. -<br />

El progreso material y moral <strong>de</strong> la sociedad está en razon <strong>de</strong> los capitales que emplea<br />

y utiliza; y puesto que el crédito los arranca <strong>de</strong> la prision en que yacen y los pone en<br />

movimiento, auxilia po<strong>de</strong>rosamente la produccion <strong>de</strong> la riqueza. Su influjo se extien<strong>de</strong> á<br />

las costumbres, pues ofreciendo colocacion lucrativa á los ahorros <strong>de</strong>l obrero y <strong>de</strong>l<br />

mo<strong>de</strong>sto propietario, favorece los hábitos <strong>de</strong> templanza y parsimonia y aprieta los lazos<br />

<strong>de</strong> familia.<br />

El crédito allana los obstáculos que se oponen á la realizacion <strong>de</strong> empresas<br />

extraordinarias convidando á los gran<strong>de</strong>s y pequeños capitalistas, reuniéndolos é<br />

interesándolos con ganancias proporcionadas á la parte que toman en la obra <strong>de</strong> la<br />

produccion.<br />

Los beneficios <strong>de</strong>l crédito son todavía más recomendables, cuando se consi<strong>de</strong>ra que es<br />

un vínculo <strong>de</strong> los capitales esparcidos por todo el mundo, <strong>de</strong> don<strong>de</strong> nace la comunidad <strong>de</strong><br />

intereses entre las diversas naciones y la concordia entre las diferentes clases <strong>de</strong>l estado.<br />

Influye asimismo <strong>de</strong> una manera favorable en el bienestar <strong>de</strong> los pueblos, corrigiendo hasta<br />

cierto punto la division excesiva <strong>de</strong> las fortunas en cuanto fomenta el espíritu <strong>de</strong> asociacion.<br />

El uso pru<strong>de</strong>nte <strong>de</strong>l crédito es síntoma <strong>de</strong>l progreso <strong>de</strong> la civilizacion, porque los<br />

pueblos incutos ó atrasados gustan <strong>de</strong> sepultar sus tesoros, y estas riquezas permanecen<br />

estériles en vez <strong>de</strong> aprovechar como semilla <strong>de</strong> otras riquezas. En cambio el abuso<br />

<strong>de</strong>termina la carestía general, excita la fiebre <strong>de</strong> la especulación, <strong>de</strong>svia los capitales <strong>de</strong>l<br />

buen camino para lanzarlos en sendas inciertas y peligrosas, pone los negocios en manos <strong>de</strong><br />

personas impru<strong>de</strong>ntes, incapaces y sin responsabilidad, aventureros sin conciencia que<br />

causan la ruina <strong>de</strong> millares <strong>de</strong> familias y provocan dolorosas crisis comerciales.<br />

El <strong>de</strong>spotismo y la anarquía <strong>de</strong>stierran el crédito <strong>de</strong> entre las gentes, y un gobierno<br />

concertado y regular y leyes protectoras <strong>de</strong> la libertad y propiedad lo extien<strong>de</strong>n y arraigan.<br />

Es el crédito <strong>de</strong> condicion espantadiza, y acaso ce<strong>de</strong> al halago, pero no al rigor. Para<br />

<strong>de</strong>splegar sus alas necesita seguridad, y por eso remonta más su vuelo allí don<strong>de</strong> se abriga<br />

<strong>de</strong> las tempesta<strong>de</strong>s acogiéndose á las instituciones.<br />

Profesan los socialistas el dogma <strong>de</strong>l crédito gratuito ó sea la abolicion <strong>de</strong>l interés que<br />

se paga por el uso productivo <strong>de</strong>l capital ajeno. El interés es legitimo, porque se <strong>de</strong>riva<br />

<strong>de</strong>l <strong>de</strong>recho <strong>de</strong> propiedad: es conveniente, porque á la disipacion sustituye el ahorro.<br />

Que los socialistas aspirasen á mo<strong>de</strong>rarlo todo lo posible, se concibe; pero que<br />

pretendan suprimirlo, vale tanto como proclamar el <strong>de</strong>spojo <strong>de</strong> los frutos <strong>de</strong>l trabajo, y<br />

con<strong>de</strong>nar el ahorro por favorecer la prodigalidad. Inventaron la frase tiranía <strong>de</strong>l capital, y<br />

era preciso santificarla.<br />

El crédito suple y economiza el empleo <strong>de</strong> la moneda en beneficio <strong>de</strong> la produccion,<br />

porque toda la que no fuere necesaria como instrumento <strong>de</strong> los cambios, quedará libre y


expedita para constituir nuevos capitales.<br />

Si todas las compras y ventas se hiciesen al contado y todos los pagos en especies<br />

metálicas, la suma total <strong>de</strong> valores en curso exigiria una suma casi igual <strong>de</strong> numerario<br />

circulante. Entónces la contratacion seria muy embarazosa y el comercio muy limitado.<br />

Mediante el crédito, con una corta cantidad <strong>de</strong> dinero que maneja la persona encargada<br />

<strong>de</strong> cobrar y pagar á nombre <strong>de</strong> sus mandantes, liquida multitud <strong>de</strong> cuentas con la pluma,<br />

esto es, asentando una partida en el <strong>de</strong>be ó el haber <strong>de</strong> cada interesado.<br />

Tambien suple el crédito por la moneda, cuando en vez <strong>de</strong> hacerse un pago <strong>de</strong> presente,<br />

se satisface al acreedor con una promesa <strong>de</strong> pago que inspira general confianza y circula<br />

como si fuese oro ó plata, y pasa por muchas manos, y extingue muchas <strong>de</strong>udas ántes que<br />

aquella promesa sea cumplida.<br />

Asi pues, la circulacion mo<strong>net</strong>aria se modifica con el uso <strong>de</strong>l crédito cuyo mecanismo<br />

presta materia abundante al discurso, y ofrece ocasion <strong>de</strong> tratar algunas cuestiones <strong>de</strong> las<br />

más graves que se ventilan entre los economistas.<br />

CAPÍTULO VII.<br />

De las letras <strong>de</strong> cambio.<br />

La necesidad <strong>de</strong> pasar dinero <strong>de</strong> unas á otras partes, la <strong>de</strong>sigualdad <strong>de</strong> las monedas que<br />

corren en cada país y la mayor ó menor estimacion que suelen tener segun los lugares y los<br />

tiempos, trajeron la invención <strong>de</strong> las letras <strong>de</strong> cambio. Eran un medio ingenioso <strong>de</strong> eludir las<br />

leyes que prohibian sacar moneda y evitar los gastos <strong>de</strong> transporte y los riesgos continuos<br />

<strong>de</strong>l camino. Al principio <strong>de</strong>bieron ser los merca<strong>de</strong>res quienes tomasen á su cargo dar y<br />

recibir el dinero por cuenta <strong>de</strong> los dueños; mas <strong>de</strong>spues imaginaron ganar crédito con que<br />

hallasen pagadores mediante una cédula en toda regla. Comenzaron á interesar el tanto por<br />

ciento, y la ganancia <strong>de</strong>spertó en muchos el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> convertir el cambio en trato ó<br />

granjería particular, <strong>de</strong> don<strong>de</strong> vino el oficio <strong>de</strong> cambiador, modo <strong>de</strong> vivir que en la edad<br />

media era propio <strong>de</strong> hombres humil<strong>de</strong>s y bajos, porque no estaba exento <strong>de</strong> la nota <strong>de</strong><br />

usura.<br />

Atribúyese generalmente la invencion <strong>de</strong> la letra <strong>de</strong> cambio á los judíos que discurrieron<br />

este medio <strong>de</strong> trasponer sus caudales y salvarlos <strong>de</strong> la violencia <strong>de</strong> las persecuciones<br />

religiosas. Cuentan que los expulsados <strong>de</strong> Francia por edicto <strong>de</strong> Felipe Augusto en 1183, se<br />

refugiaron en Lombardía, y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> allí <strong>de</strong>spacharon cartas secretas <strong>de</strong> pago en favor <strong>de</strong><br />

varios viajeros y negociantes que fueron puntualmente satisfechas por sus factores ó los<br />

encomen<strong>de</strong>ros <strong>de</strong> sus casas. Aprovecháronse sus huéspe<strong>de</strong>s los lombardos <strong>de</strong> tan feliz<br />

hallazgo, y abrazaron el giro <strong>de</strong>l cambio en toda Europa.<br />

Sea <strong>de</strong> esto lo que quiera, la verdad es que no se requeria, para inventar la letra <strong>de</strong><br />

cambio, otro apremio alguno sino el creciente <strong>de</strong>sarrollo <strong>de</strong>l comercio. Cuando estaba<br />

encerrado en limites angostos, pudieron bastar las ferias como punto <strong>de</strong> reunion <strong>de</strong> los<br />

merca<strong>de</strong>res que acudian á liquidar las cuentas y cobrar ó pagar los saldos que arrojaban sus<br />

balances respectivos; pero dilatándose con, el tiempo los tratos y negocios, la necesidad que<br />

dió orígen á la moneda, sugirió la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> la letra <strong>de</strong> cambio.<br />

Así se llama el mandato expedido por una persona para que otra satisfaga cierta<br />

cantidad á un tercero; <strong>de</strong> modo que intervienen necesariamente tres sugetos, el labrador,<br />

el tomador y el aceptante.<br />

Las condiciones propias <strong>de</strong> la letra <strong>de</strong> cambio son que sea paga<strong>de</strong>ra en distinto lugar,<br />

efectiva á la ór<strong>de</strong>n <strong>de</strong>l acredor y transmisible por mero endoso.<br />

Media una gran diferencia entre el simple pagaré y la letra <strong>de</strong> cambio.<br />

El pagaré ó billete á la ór<strong>de</strong>n es una obligacion suscrita por una persona en favor do otra,<br />

endosable y paga<strong>de</strong>ra en la misma plaza don<strong>de</strong> ha sido firmada: es un préstamo que uno


obtiene <strong>de</strong>l público bajo la garantía <strong>de</strong> su crédito personal. Estos billetes ó pagarés, cuando<br />

inspiran plena confianza, circulan como numerario y hacen el oficio <strong>de</strong> la moneda, porque<br />

en efecto la suplen en las transacciones mercantiles. Como son paga<strong>de</strong>ros al portador y á la<br />

vista, exige la pru<strong>de</strong>ncia usar con mo<strong>de</strong>racion <strong>de</strong> esta facilidad <strong>de</strong> suplir la falta <strong>de</strong> moneda<br />

con el crédito, pues el exceso dificulta pagos ó los imposibilita y conduce <strong>de</strong>rechamente á la<br />

bancarota,<br />

La letra <strong>de</strong> cambio es un título en virtud <strong>de</strong>l cual el librador liga al tomador y al aceptante<br />

y pone en comunicacion dos plazas <strong>de</strong> comercio por medio <strong>de</strong>l giro. La operacion consiste<br />

en la permuta <strong>de</strong> una <strong>de</strong>uda por otra equivalente y en trasladar el pago <strong>de</strong> un lugar á otro<br />

lugar.<br />

Supongamos que el comerciante A <strong>de</strong> Cádiz remite vinos <strong>de</strong> Jerez por valor <strong>de</strong> 1,000<br />

duros á su corresponsal B <strong>de</strong> Lóndres, miéntras que C, comerciante <strong>de</strong> Lóndres, envia<br />

tejidos <strong>de</strong> algodon por valor <strong>de</strong> otros 1,000 duros á D, su corresponsal en Cádiz. En tal<br />

supuesto tendremos dos acreedores, A y C, y dos <strong>de</strong>udores, B y D. Si no hubiese letras <strong>de</strong><br />

cambio, B <strong>de</strong>beria remitir <strong>de</strong> Lóndres á Cádiz 1,000 duros en oro ó plata para pagar á A el<br />

importe <strong>de</strong> sus vinos, y D <strong>de</strong>beria enviar igual suma <strong>de</strong> Cádiz á Lóndres para satisfacer á C<br />

el importe <strong>de</strong> sus algodones. La letra <strong>de</strong> cambio ahorra estas diligencias. A gira contra B,<br />

negocia la letra, la toma D, la endosa á C quien la presenta al aceptante que la paga. Así el<br />

<strong>de</strong>udor resi<strong>de</strong>nte en Cádiz, cuyo acreedor se hall en Lóndres, paga los 1,000 duros al<br />

acreedor resi<strong>de</strong>nte en Cádiz cuyo <strong>de</strong>udor se halla en Lóndres, y en esta plaza pasa lo<br />

mismo: <strong>de</strong> suerte que los créditos y las <strong>de</strong>udas equivalentes y distantes se extinguen sin<br />

traer ni llevar un solo real á beneficio <strong>de</strong> una mera compensación.<br />

Formaríamos una i<strong>de</strong>a muy incompleta <strong>de</strong> las ventajas <strong>de</strong> la letra <strong>de</strong> cambio, si<br />

creyéramos que sólo aprovecha á las cuatro personas contenidas en el ejemplo<br />

propuesto; pero consi<strong>de</strong>rando que se dan y reciben valores <strong>de</strong> mucha consi<strong>de</strong>racion á tan<br />

leve costa como en endosarla una y cien veces, y que así corren <strong>de</strong> mano en mano y<br />

vuelan <strong>de</strong> una á otra parte <strong>de</strong>l mundo haciendo en su camino multitud <strong>de</strong> operaciones<br />

mercantiIes hasta que mueren en el punto don<strong>de</strong> se <strong>de</strong>be verificar su pago, se vé claro<br />

que es un auxiliar po<strong>de</strong>roso <strong>de</strong>l comercio.<br />

Favorece la letra <strong>de</strong> cambio la circulacion <strong>de</strong> la riqueza, porque facilita la compensacion<br />

<strong>de</strong> los créditos y débitos ahorrando el tiempo, el trabajo, los gastos y los riesgos inherentes<br />

al transporte <strong>de</strong> gruesas cantida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> oro y plata. Con una letra <strong>de</strong> cambio pue<strong>de</strong>n hacerse<br />

varios saldos; y aunque en <strong>de</strong>finitiva haya <strong>de</strong> intervenir moneda, siempre resulta una<br />

verda<strong>de</strong>ra economía <strong>de</strong> numerario, si con un solo pago se liquidan dos, tres ó más cuentas.<br />

Otra aplicacion, no ménos útil, <strong>de</strong> la letra <strong>de</strong> cambio, es la siguiente. Segun los usos <strong>de</strong>l<br />

comercio suce<strong>de</strong> con frecuencia que el ven<strong>de</strong>dor otorga al comprador un plazo <strong>de</strong> tres ó<br />

seis meses ó tal vez un año, para que satisfaga el importe <strong>de</strong> las merca<strong>de</strong>rías tomadas al<br />

fiado con el producto mismo <strong>de</strong> las ventas al menu<strong>de</strong>o. Entónces el acreedor gira contra su<br />

<strong>de</strong>udor una letra paga<strong>de</strong>ra al vencimiento <strong>de</strong>l plazo convenido. Si el librador necesita el<br />

dinero en el acto, la transmite ó endosa en favor <strong>de</strong> un banquero ó prestamista <strong>de</strong> moneda<br />

que la paga mediante el interés proporcionado al tiempo que falta para presentarla al cobro.<br />

De aquí resulta que las letras sean exigibles á la vista, es <strong>de</strong>cir, en el momento <strong>de</strong> su<br />

presentacion, ó al vencimiento <strong>de</strong> un plazo más ó ménos largo. Aquéllas se extinguen con el<br />

pago inmediato: éstas dan orígen á una operacion <strong>de</strong> comercio llamada <strong>de</strong>scuento, la cual<br />

consiste en anticipar el valor <strong>de</strong> la letra mediante el premio concertado por el servicio <strong>de</strong>l<br />

anticipo, pues en efecto, quien <strong>de</strong>scuenta la letra dá un capital <strong>de</strong> presente en cambio <strong>de</strong> un<br />

capital futuro. Así, pues, el comprador <strong>de</strong> la letra no la paga por todo su valor ó á la par,<br />

sino con la rebaja proporcionada al interés ordinario ó regular <strong>de</strong>l capital anticipado <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

aquel dia hasta la fecha <strong>de</strong>l vencimiento.<br />

Las letras <strong>de</strong> cambio representan cierta cantidad <strong>de</strong> moneda circulante; y como la<br />

moneda es una merca<strong>de</strong>ría, las letras <strong>de</strong> cambio son tambien merca<strong>de</strong>rías. Su precio


corriente se llama curso <strong>de</strong>l cambio que es ventajoso ó <strong>de</strong>sventajoso á una plaza <strong>de</strong> comercio<br />

segun el número é importancia <strong>de</strong> los pagos que <strong>de</strong>be hacer en otra.<br />

Supongamos que Madrid <strong>de</strong>be un millon á Barcelona, y Barcelona otro millon á Madrid.<br />

Las letras serán igualmente buscadas en ambas plazas, y la misma proporcion entre la<br />

<strong>de</strong>manda y la oferta equilibra sus precios y corren á la par. Si se hiciese una liquidacion<br />

general, resultarian tantos créditos como débitos, y todos se anularian por compensacion.<br />

Entónces se darian valores por valores equivalentes sin quebranto ni beneficio. Pero si una<br />

plaza <strong>de</strong>be á otra más ó ménos, las letras serán más ó ménos buscadas, y se dará por ellas<br />

más ó ménos dinero, y el curso <strong>de</strong>l cambio será favorable ó <strong>de</strong>sfavorable. Así pasan las<br />

cosas, cuando en ambas plazas circula la misma moneda, ó cuando las unida<strong>de</strong>s mo<strong>net</strong>arias<br />

que se usan como términos <strong>de</strong> la comparacion, ya que no sean las mismas, tienen igual<br />

valor intrínseco, ó sea igual peso <strong>de</strong> oro ó plata pura.<br />

Mas si el cambio se establece entre dos plazas cuya moneda fuere distinta, para regular su<br />

curso, se mira á la cantidad <strong>de</strong> metal fino que contiene cada unidad mo<strong>net</strong>aria, y una <strong>de</strong><br />

ellas hace las veces <strong>de</strong> moneda, y otra <strong>de</strong> simple merca<strong>de</strong>ría. Si, por ejemplo, la libra esterlina<br />

equivale á 95 reales vellon, el cambio <strong>de</strong> Madrid sobre Lóndres y viceversa estará á la<br />

par, cuando una letra <strong>de</strong> 9,500 reales se pague con 100 libras, ó una letra <strong>de</strong> 100 libras con<br />

9,500 reales. Pero si la libra esterlina se trueca por 96 reales, el cambio será <strong>de</strong>sfavorable á<br />

Madrid y favorable á Lóndres; y si por el contrario se trueca por 94, el cambio será<br />

favorable á Madrid y <strong>de</strong>sfavorable Lóndres. En el primer caso Madrid dá más <strong>de</strong>l valor<br />

equivalente, y en el segundo dá ménos; por lo cual pier<strong>de</strong> ó gana otro tanto como Lóndres<br />

gana ó pier<strong>de</strong> en el curso <strong>de</strong>l cambio.<br />

La elevacion <strong>de</strong>l cambio sobre la par <strong>de</strong>nota que el papel <strong>de</strong> una plaza sobre otra se<br />

ven<strong>de</strong> con prima ó cuesta un tanto por ciento más sobre la suma que representa, cuya<br />

diferencia paga el <strong>de</strong>udor. La prima tiene límites ciertos, cuando no hay obstáculos al envío<br />

<strong>de</strong> la moneda, en los gastos <strong>de</strong> transporte y seguro <strong>de</strong>l oro y la plata, porque todo el mundo<br />

preferirá el sacrificio menor al mayor, siendo libre la elección <strong>de</strong> ambos medios <strong>de</strong> saldar<br />

las cuentas entre dos plazas <strong>de</strong> comercio.<br />

Los cambios extranjeros propen<strong>de</strong>n á la par que es su nivel. Si tal nacion importa más<br />

que exporta, sus débitos exce<strong>de</strong>rán á sus créditos, y entónces se hace necesario liquidar las<br />

cuentas remitiendo el saldo en metales preciosos.<br />

El cambio <strong>de</strong>sfavorable, cuando proce<strong>de</strong> <strong>de</strong> causas permanentes, acelera las<br />

exportaciones, porque negociar una letra con prima es añadir ganancia á la ganancia que<br />

<strong>de</strong>jan las merca<strong>de</strong>rías exportadas; y por el contrario, retarda las importaciones con el<br />

aumento <strong>de</strong> precio que á causa <strong>de</strong> la prima tienen las importadas.<br />

El curso <strong>de</strong>l cambio no se regula por la balanza <strong>de</strong> los créditos y débitos <strong>de</strong> una nacion<br />

respecto á otra, sino por el conjunto <strong>de</strong> los <strong>de</strong> un pais con todo el mundo, si á todo el<br />

mundo extien<strong>de</strong> sus relaciones <strong>de</strong> comercio. Francia, por ejemplo, <strong>de</strong>be á Inglaterra, y<br />

España <strong>de</strong>be á Francia. Siendo las sumas iguales, se compensan, y en la plaza <strong>de</strong> Paris el<br />

cambio estará á la par. Si fueren <strong>de</strong>siguales, el cambio será favorable ó <strong>de</strong>sfavorable, segun<br />

que la diferencia resulte en pro ó en contra <strong>de</strong> aquella plaza.<br />

La legislacion relativa á las letras <strong>de</strong> cambio influye po<strong>de</strong>rosamente en el uso y<br />

estimacion <strong>de</strong> estos títulos <strong>de</strong> crédito. En el comercio son los capitales tan fugitivos y el<br />

tiempo es tan precioso, que conviene en extremo favorecer la transmision <strong>de</strong> los valores,<br />

proteger la buena fé y otorgar á los acreedores recursos prontos y eficaces contra los<br />

<strong>de</strong>udores refractarios. Por eso mismo castigan las leyes con tanta severidad las bancarotas<br />

fraudulentas, y no excusan <strong>de</strong> pena á los comercaintes que las provocan sin malicia, pero<br />

no sin alguna impru<strong>de</strong>ncia.<br />

CAPÍTULO VIII.<br />

De los bancos <strong>de</strong> <strong>de</strong>pósito.


Llámase banco <strong>de</strong> comercio en general un establecimiento <strong>de</strong> crédito que recibe á ley <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>pósito sumas en metálico y las custodia y tiene á disposicion <strong>de</strong> quien se las confia,<br />

encargándose <strong>de</strong> cobrar y pagar en nombre <strong>de</strong> sus clientes, y suele a<strong>de</strong>más poner en<br />

circulacion títulos ó documentos que facilitan las transacciones mercantiles.<br />

Consiste principalmente el oficio <strong>de</strong> banquero en <strong>de</strong>sembarazar al comerciante <strong>de</strong> los<br />

cuidados que lleva consigo la administracion <strong>de</strong> su caja, ofreciendo él sus servicios en<br />

calidad <strong>de</strong> cajero general y comun. Si se juntan varias personas para emplear sus fondos en<br />

esta clase <strong>de</strong> operaciones, constituyen el banco ó asociación <strong>de</strong> comercio cuyo negocio<br />

estriba en apresurar el movimiento <strong>de</strong> los valores y favorecer el <strong>de</strong>sarrollo <strong>de</strong>l crédito en<br />

todas sus partes.<br />

Divi<strong>de</strong>nse los bancos en públicos y privados. Son públicos los establecidos con autorizacion<br />

<strong>de</strong>l gobierno, reglamentados por él y sujetos á su inspeccion y vigilancia; y privados los que<br />

disfrutan <strong>de</strong> entera libertad y no gozan <strong>de</strong> ninguna proteccion especial. Las leyes los<br />

amparan ni más ni ménos que otra cualquiera industria particular.<br />

En razon <strong>de</strong> sus operaciones son bancos <strong>de</strong> <strong>de</strong>pósito, <strong>de</strong> circulacion y <strong>de</strong>scuento, y agrícola ó<br />

territoriales.<br />

Los primeros recibian las sumas en metálico <strong>de</strong> los particulares y les abrian un crédito en<br />

sus registros. Estos créditos se transmitian con la mayor facilidad, porque se pasaban las<br />

partidas <strong>de</strong> una á otra cuenta corriente, se cotejaban los asientos y al fin se liquidaba el<br />

haber <strong>de</strong> cada uno con poco ó ningun dinero mediante una serie <strong>de</strong> compensaciones. Con<br />

esto sólo eran los bancos <strong>de</strong> <strong>de</strong>pósito <strong>de</strong> gran<strong>de</strong> utilidad al comercio; pero todavía<br />

prestaban mayores beneficios.<br />

Reinaba en la edad media una extraordinaria confusion en la moneda circulante, ya por<br />

ser muchas y muy distintas las que corrian en Europa, unas cabales y otras luidas ó<br />

gastadas, ya por el abuso <strong>de</strong> alterarlas con autoridad pública y <strong>de</strong> falsificarlas con<br />

menosprecio <strong>de</strong> las leyes y <strong>de</strong> las penas más rigorosas. Los tratos y negocios se resentian <strong>de</strong><br />

la imperfecion <strong>de</strong>l agente <strong>de</strong> los cambios; y conocido el mal, procuraron los bancos <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>pósito ponerle remedio, creando una moneda ficticia ó convencional <strong>de</strong> un valor fijo<br />

fundado en el análisis <strong>de</strong>l peso y la ley <strong>de</strong> las especies <strong>de</strong> oro y plata que les entregaban los<br />

particulares. Reducíanlas, pues, á la moneda i<strong>de</strong>al, única é invariable, y el comercio ajustaba<br />

sus cálculos y operaciones á esta moneda <strong>de</strong> banco.<br />

El banco expedia un título ó documento que acreditaba el <strong>de</strong>pósito efectivo ó la<br />

existencia real y verda<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> la suma representada en el papel, fuese en especies<br />

mo<strong>net</strong>arias en barras <strong>de</strong> oro ó plata. Circulaba este papel como dinero con la seguridad <strong>de</strong>l<br />

reembolso, y aun solia tener un valor superior á la moneda corriente por la mayor facilidad<br />

y economía <strong>de</strong> las transacciones y transportes, y porque no habia temor <strong>de</strong> mudanzas y<br />

alteraciones. La diferencia en favor <strong>de</strong> la moneda <strong>de</strong> banco se llama agio, cuya ganancia,<br />

unida á una mo<strong>de</strong>rada comision, bastaba á cubrir los gastos y aumentar los beneficios <strong>de</strong>l<br />

establecimiento.<br />

La igualacion <strong>de</strong> las monedas, estableciendo la completa uniformidad <strong>de</strong>l tipo <strong>de</strong> los<br />

valores, favorecia las transacciones mercantiles <strong>de</strong> individuo á individuo y <strong>de</strong> pueblo á<br />

pueblo, ahorraba molestias, aumentaba la seguridad, proporcionaba economías é inclinaba<br />

á favor <strong>de</strong> la plaza don<strong>de</strong> el banco tenia su asiento la balanza <strong>de</strong> los cambios.<br />

El banco <strong>de</strong> <strong>de</strong>pósito más antiguo es el <strong>de</strong> Venecia fundado segun unos en 1157, aunque<br />

otros con probabilidad dicen en 1171. Siguenle en antigüedad el <strong>de</strong> Barcelona que data <strong>de</strong>l<br />

año 1401 y poco <strong>de</strong>spues el <strong>de</strong> Valencia, ambos llamados Taula <strong>de</strong> cambi. En 1407 se creó el<br />

<strong>de</strong> San Jorge <strong>de</strong> Génova, en 1609 el <strong>de</strong> Amsterdam, en 1619 el <strong>de</strong> Hamburgo, en 1621 el <strong>de</strong><br />

Nuremberga, en 1635 el <strong>de</strong> Rotterdam, y el último <strong>de</strong> su clase fué el <strong>de</strong> Stockolmo erigido<br />

en 1668.<br />

Las condiciones esenciales <strong>de</strong> todo banco <strong>de</strong> <strong>de</strong>pósito son el respeto religioso á las


sumas que se le confian, <strong>de</strong> modo que no se apliquen á ningun uso, aunque sea el más<br />

reproductivo; la facultad <strong>de</strong> retirar los <strong>de</strong>pósitos en todo tiempo y ocasion á voluntad <strong>de</strong> los<br />

<strong>de</strong>ponentes, y la estabilidad <strong>de</strong> la moneda <strong>de</strong> banco cuyo valor <strong>de</strong>scansa en la prenda<br />

representada por una cantidad equivalente <strong>de</strong> metal fino: <strong>de</strong> modo que los certificados ó<br />

documentos en circulación no excedan nunca <strong>de</strong>l límite <strong>de</strong> las existencias en oro y plata.<br />

Aunque el nombre <strong>de</strong> bancos <strong>de</strong> <strong>de</strong>pósito indica que eran una especie <strong>de</strong> cajas <strong>de</strong><br />

ahorros cuyos servicios merecerian alabanza en cuanto hubiesen contribuido á mejorar<br />

las costumbres fomentando los hábitos <strong>de</strong> trabajo y el espíritu <strong>de</strong> economía, en realidad<br />

nada tienen en comun con ellas. No pagaban interés á los <strong>de</strong>ponentes, no hacian<br />

préstamos ordinarios, no <strong>de</strong>scontaban letras <strong>de</strong> cambio, no empleaban su capital en<br />

ninguna empresa lucrativa. Sepultaban en sus arcas los tesoros que les ofrecian, y allí los<br />

estancaban con menoscabo <strong>de</strong> la produccion. Apenas nacido el crédito, todas las<br />

operaciones <strong>de</strong> los bancos <strong>de</strong> <strong>de</strong>pósito manifestaban la timi<strong>de</strong>z propia <strong>de</strong> la<br />

inexperiencia.<br />

La autoridad intervenia en la fundacion <strong>de</strong> los bancos <strong>de</strong> <strong>de</strong>pósito, otorgando el<br />

permiso para establecerlos, y vigilaba su conducta ó regulaba su administracion. Unas<br />

veces era el gobierno supremo quien entendia en semejantes cosas, y otras caian <strong>de</strong>bajo<br />

<strong>de</strong> la jurisdiccion municipal.<br />

En España hubo cambios ó bancos particulares, ya fijos como los establecidos en la<br />

corte, Sevilla, Toledo y Granada durante el siglo XVI y aun á principios <strong>de</strong>l XVII, ya<br />

movibles ó ambulantes, como los que acudian á las famosas ferias <strong>de</strong> Medina <strong>de</strong>l<br />

Campo. Aquellos y éstos, ántes <strong>de</strong> dar principio á sus operaciones, presentaban sus<br />

fianzas al Ayuntamiento <strong>de</strong> la ciudad ó villa, cuyo requisito se consi<strong>de</strong>raba esencial para<br />

que fuesen habidos por seguros.<br />

Los bancos <strong>de</strong> la corte sólo servian <strong>de</strong> prestar dinero á personas principales y gastadoras<br />

sobre rentas <strong>de</strong> sus estados mediante crecidos intereses. Los bancos fijos <strong>de</strong> Sevilla recibian<br />

en <strong>de</strong>pósito todo el dinero que á los merca<strong>de</strong>res les llegaba <strong>de</strong> las Indias, para ir <strong>de</strong>spues<br />

librando y asentando las partidas <strong>de</strong> <strong>de</strong>scargo. No pretendian interés <strong>de</strong> los <strong>de</strong>pósitos,<br />

contentándose los banqueros con la facilidad <strong>de</strong> disponer <strong>de</strong> gran<strong>de</strong>s sumas para hacer<br />

empleos muy provechosos. Los <strong>de</strong> Toledo y Granada no alcanzaban á tanto, pero imitaban<br />

á los <strong>de</strong> Sevilla. Los bancos <strong>de</strong> ferias que se alzaban acabado el plazo ordinario <strong>de</strong> los<br />

pegamentos y volvian en renovándose la ocasion <strong>de</strong> entablar sus negocios, juntaban dos<br />

ganancias: la una era la liberal recompensa <strong>de</strong> su trabajo <strong>de</strong> anotar, contar guardar en caja y<br />

<strong>de</strong>sembolsar el dinero ajeno, y la otra el seis ó cinco al millar <strong>de</strong> las cédulas ó libranza<br />

cobra<strong>de</strong>ras en banco al fin <strong>de</strong> la feria, y no al contado (V. Historia <strong>de</strong> la <strong>Economía</strong> política en España,<br />

capítulo XLIII, cap. LXXlV y cap. LXXXIII.).<br />

CAPÍTULO IX.<br />

De los bancos <strong>de</strong> circulacion.<br />

Observando el movimiento <strong>de</strong> los bancos <strong>de</strong> <strong>de</strong>pósito se percibió que los poseedores<br />

<strong>de</strong> certificados no se daban prisa á solicitar el reembolso, sino que los trocaban á su<br />

voluntad por especies mo<strong>net</strong>arias, y los empleaban, como si fuesen oro y plata, en varias<br />

operaciones <strong>de</strong> comercio. Seguros <strong>de</strong> la buena fé y solvencia <strong>de</strong>l banco, tomaban el<br />

signo por la riqueza significada. Entónces ocurrió el pensamiento <strong>de</strong> aprovechar esta<br />

general confianza emitiendo billetes por un valor superior á la cantidad <strong>de</strong> moneda ó<br />

barras existentes en caja, y así se llegó paso á paso á constituir el banco <strong>de</strong> circulacion.<br />

Por otra parte, <strong>de</strong>sarrollándose el comercio, parecieron cortos los servicios <strong>de</strong> un banco<br />

<strong>de</strong> <strong>de</strong>pósito reclinado sobre su capital durmiente. Las letras <strong>de</strong> cambio y los billetes á la<br />

ór<strong>de</strong>n representaban créditos dificiles <strong>de</strong> negociar, porque convenian á pocas personas, no<br />

eran exigibles hasta el dia <strong>de</strong>l vencimiento y se transmitian con lentitud á causa <strong>de</strong> las<br />

formalida<strong>de</strong>s que acompañan al endoso. Los mismos certificados <strong>de</strong>l banco, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> los


inconvenientes comunes á la negociacion <strong>de</strong> todos los efectos <strong>de</strong> comercio, adolecian <strong>de</strong><br />

otros particulares, á saber, trabas y molestias, gastos y algunas veces pérdidas <strong>de</strong>l ágio ó<br />

beneficio <strong>de</strong> que gozaban en la plaza. Así pues, se echaba <strong>de</strong> ménos una institucion <strong>de</strong><br />

crédito que facilitase las operaciones <strong>de</strong>l <strong>de</strong>scuento.<br />

Todos estos obstáculos se allanaron con la invencion <strong>de</strong>l banco <strong>de</strong> circulacion y<br />

<strong>de</strong>scuento que emite billetes reembolsables al portador y á la vista y transmisibles sin<br />

informalidad alguna. Son signos representativos <strong>de</strong> moneda, tanto más estimables, cuanto<br />

es más rapida y cómoda su circulacion que la <strong>de</strong>l oro y plata. Su valor no se funda en<br />

ninguna propiedad intrínseca, sino en la seguridad <strong>de</strong> su inmediata conversion en moneda<br />

corriente. No es una persona <strong>de</strong>terminada quien les otorga su confianza, sino el público<br />

que sabe que no<br />

respon<strong>de</strong> <strong>de</strong>l reembolso un particular <strong>de</strong>sconocido ó <strong>de</strong> recursos limitados, sino una<br />

po<strong>de</strong>rosa compañía cuyo nombre, extensas relaciones, consi<strong>de</strong>rable capital y crédito<br />

arraigado ofrecen sólidas garantías. El billete sustituye á un <strong>de</strong>udor <strong>de</strong>sconocido un <strong>de</strong>udor<br />

que todo el mundo conoce y acepta, porque es fiel y solvente.<br />

El billete <strong>de</strong> banco es una promesa ú obligacion como el billete á Ia ór<strong>de</strong>n ó la letra <strong>de</strong><br />

cambio, sólo que pasa <strong>de</strong> mano en mano sin necesidad <strong>de</strong>l endoso y no lleva fecha <strong>de</strong>l<br />

vencimiento, puesto que vence el plazo <strong>de</strong>l reembolso á voluntad <strong>de</strong>l portador. Estas dos<br />

circunstancias aumentan el grado <strong>de</strong> su estimación en el comercio. El poseedor <strong>de</strong> un<br />

billete compra, presta y hace <strong>de</strong> cualquier modo uso <strong>de</strong> su capital con entera libertad, y su<br />

billete corre por el mundo con sucesion in<strong>de</strong>finida. Quien paga satisface con una promesa<br />

en lugar <strong>de</strong> satisfacer con dinero: quien cobra se contenta con aquella obligacion y acaso la<br />

prefiere á moneda contante, porque está seguro <strong>de</strong> hacerla, cuando quiera, efectiva. No se<br />

extingue el crédito que dá principio á una serie <strong>de</strong> contratos: se transmite <strong>de</strong> una á otra<br />

persona hasta que la última acu<strong>de</strong> á realizar el billete y cobra su importe en el banco.<br />

Así, pues, los billetes <strong>de</strong> banco no son verda<strong>de</strong>ra moneda, ántes entre aquéllos y ésta<br />

media la misma diferencia que entre la promesa y el pago, entre el signo y la riqueza. Sin<br />

embargo, ambas cosas suelen confundirse en la circulacion; <strong>de</strong> modo que el público,<br />

mirando sólo á los efectos, dá y toma los billetes como si fuesen moneda real.<br />

La emision <strong>de</strong> billetes al portador constituye la esencia <strong>de</strong>l banco <strong>de</strong> circulacion: todas las<br />

<strong>de</strong>más operaciones pertenecen al comercio ordinario.<br />

Por lo comun, miéntras subsiste la confianza, no se apuran los portadores <strong>de</strong> billetes á<br />

trocarlos por dinero, sino cuando necesitan cantida<strong>de</strong>s pequeñas, ó es preciso verificar<br />

pagos en lugares don<strong>de</strong> no circulan, ó se quiere fundir la moneda ó exportarla. Y todavía en<br />

muchos casos <strong>de</strong> estos suelen preferir reducirlos á moneda corriente en el mercado,<br />

allanándose los particulares á pasar por agentes voluntarios y <strong>de</strong>sinteresados <strong>de</strong>l banco<br />

mismo: <strong>de</strong> forma que los billetes son un suplemento <strong>de</strong>l capital circulante, y <strong>de</strong>ben<br />

reputarse siempre lo accesorio, y la moneda lo principal.<br />

Las operaciones <strong>de</strong>l banco consisten en <strong>de</strong>scontar letras con buenas garantias, es <strong>de</strong>cir,<br />

que anticipa su pago, las retira <strong>de</strong>l mercado, las guarda en su cartera hasta la fecha <strong>de</strong>l<br />

vencimiento y las reemplaza con billetes propios, sustituyendo un papel ó título <strong>de</strong> crédito<br />

con otro <strong>de</strong> mejores condiciones. De esta manera gana el banco el premio <strong>de</strong>l <strong>de</strong>scuento, y<br />

gana a<strong>de</strong>más el interés <strong>de</strong> un capital que retiene en su caja, porque no paga la letra en<br />

dinero, sino en billetes que entran pronto en circulacion y salen Lar<strong>de</strong>. Los efectos <strong>de</strong><br />

comercio que tiene en cartera forman una serie <strong>de</strong> créditos exigibles en épocas diversas, y<br />

establecen una corriente contínua <strong>de</strong> ingresos con la cual, y con las reservas ordinarias ó<br />

existencias en metálico que hay en caja, respon<strong>de</strong> el banco al movimiento regular y<br />

periódico <strong>de</strong> la presentacion <strong>de</strong> sus billetes al reembolso.<br />

Asimismo el banco presta fondos con buenas garantías, tales como barras <strong>de</strong> oro ó<br />

plata, créditos seguros, efectos públicos, acciones estimadas ó firmas respetables. Por<br />

esta puerta entran en caja ó en cartera valores más que equivalentes á los que salen, y se


guarda la proporcion <strong>de</strong>bida entre el flujo y el reflujo <strong>de</strong> los billetes en circulacion. Pero<br />

es preciso que los valores dados al banco en garantía sean <strong>de</strong> tal naturaleza que puedan<br />

realizarse pronto y fácilmente y sin ningun quebranto, porque un establecimiento que se<br />

constituye en <strong>de</strong>positario <strong>de</strong> tantas fortunas y se rige por administradores responsables,<br />

no <strong>de</strong>be exponerse á riesgos y fracasos que pue<strong>de</strong>n turbar el comercio en general. Por<br />

eso no es buen consejo prestar con hipoteca <strong>de</strong> fincas rústicas ó urbanas, ni admitir<br />

como prenda, hasta la concurrencia <strong>de</strong> todo su valor, alhajas ú otras cosas cuyo precio<br />

se halla expuesto á frecuentes alteraciones.<br />

Lleva a<strong>de</strong>más cuentas corrientes, admite <strong>de</strong>pósitos voluntarios y judiciales, <strong>de</strong>sempeña<br />

varias comisiones <strong>de</strong>l gobierno ó <strong>de</strong> los particulares, por ejemplo, negociar empréstitos,<br />

trasladar fondos, cobrar y pagar intereses, etc., todo lo cual procura un beneficio al banco<br />

á titulo <strong>de</strong> comision, y algunas veces le permite utilizarse <strong>de</strong>l capital ajeno.<br />

Dice Proudhon que miéntras las operaciones <strong>de</strong> un banco no exce<strong>de</strong>n <strong>de</strong> los fondos<br />

que tiene en reserva, presta y proce<strong>de</strong> el interés; mas cuando exce<strong>de</strong> no dá, sino que<br />

recibe prestado, y entónces todo interés <strong>de</strong>be reputarse ilegítimo. No es exacto, pues aun<br />

en este último caso, ya que el banco no preste dinero, presta crédito cambiando un papel<br />

ajeno por un papel propio <strong>de</strong> mas fácil circulacion y pronto y seguro reembolso.<br />

Los dos mayores servicios que prestan los bancos, ó sus dos principales atribuciones<br />

consisten en atraer á si una gran parte <strong>de</strong> la fortuna social que se estanca en forma <strong>de</strong><br />

numerario, y ponerla en movimiento y aplicarla á la produccion. Primeramente atraen las<br />

sumas en metálico que poséen sus fundadores y les comunican vida y actividad<br />

convirtiéndolas en capital <strong>de</strong>l banco. Luego admitiendo <strong>de</strong>pósitos y abriendo cuentas<br />

corrientes facilitan los negocios, porque se cobran y pagan gruesas cantida<strong>de</strong>s y se liquidan<br />

por compensacion infinidad <strong>de</strong> créditos y <strong>de</strong>udas con maravillosa presteza y gran<strong>de</strong><br />

economía <strong>de</strong> numerario.<br />

La traslacion <strong>de</strong> fondos <strong>de</strong> una á otra plaza <strong>de</strong> comercio, los préstamos y <strong>de</strong>más<br />

operaciones análogas, aumentan sin duda el capital circulante, avivan el trabajo y<br />

contribuyen al progreso <strong>de</strong> la riqueza; pero nada es tan útil bajo esto aspecto como el<br />

<strong>de</strong>scuento <strong>de</strong> letras. El papel <strong>de</strong> un banco vale dinero y lo reemplaza con ventaja.<br />

Descontar una letra es alzar el embargo <strong>de</strong> un capital secuestrado hasta el dia <strong>de</strong>l<br />

vencimiento, y poner inmediatamente en circulacion multitud <strong>de</strong> valores comerciales que<br />

corren bajo la fé <strong>de</strong>l billete. Así participan <strong>de</strong> los beneficios <strong>de</strong>l crédito el pagador <strong>de</strong> la letra<br />

que no la satisface miéntras no espira el plazo convenido; el tenedor <strong>de</strong> ella que la cobra á<br />

su presentacion en el banco; los endosantes que la emplearon en diversas transacciones<br />

mercantiles; el banco que la paga en billetes y el público que los acepta, porque respon<strong>de</strong>n<br />

<strong>de</strong> su reembolso los efectos en cartera.<br />

La teoría <strong>de</strong> las operaciones <strong>de</strong> un banco <strong>de</strong> circulacion y <strong>de</strong>scuento se pue<strong>de</strong> remitir á<br />

tres puntos principales, á saber, su capital, su reserva en metálico y la emisión <strong>de</strong> sus<br />

billetes.<br />

El capital <strong>de</strong>l banco <strong>de</strong>be ser proporcionado á los negocios, y por eso, conforme lo<br />

soliciten las necesida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l comercio, habrá <strong>de</strong> ir en aumento ó en disminucion. Un capital<br />

más gran<strong>de</strong> <strong>de</strong> lo justo permaneceria ocioso, ó se emplearia en negocios arriesgados ó<br />

impropios <strong>de</strong>l banco; y un capital insuficiente enceraria sus operaciones en límites muy<br />

angostos y no permitiria gozar con holgura los beneficios <strong>de</strong>l crédito. Este era uno <strong>de</strong> los<br />

vicios que los economistas solian imputar al Banco <strong>de</strong> Francia ántes <strong>de</strong> la revolucion <strong>de</strong><br />

Febrero.<br />

Fórmase el capital <strong>de</strong> los bancos por acciones como se acostumbra en toda sociedad<br />

mercantil <strong>de</strong> importancia. Es un medio indirecto <strong>de</strong> combatir la mala costumbre <strong>de</strong><br />

encerrar el dinero en los cofres ó escon<strong>de</strong>rlo <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la tierra, <strong>de</strong> la cual no están extentos<br />

los franceses, y mucho ménos nosotros los españoles que en esto imitamos más á los<br />

pueblos incultos <strong>de</strong> Oriente que á la industriosa y hábil Inglaterra. El ejemplo <strong>de</strong> los


accionistas no es perdido para los <strong>de</strong>más que acaban por familiarizarse con la i<strong>de</strong>a fecunda<br />

<strong>de</strong> confiar al banco la mayor parte <strong>de</strong> sus especies mo<strong>net</strong>arias y aceptar un sistema más<br />

perfecto <strong>de</strong> circulacion.<br />

Las acciones son transmisibles, y así se cotizan en las bolsas <strong>de</strong> comercio como los<br />

efectos públicos, las letras <strong>de</strong> cambio, libranzas, pagarés y cualesquiera valores <strong>de</strong> esta<br />

especie proce<strong>de</strong>ntes <strong>de</strong> particulares. La fácil negociacion <strong>de</strong> las acciones <strong>de</strong>l banco<br />

contribuye á tenerlas en mayor estima y á favorecer las transacciones mercantiles. Tambien<br />

proporciona la ventaja <strong>de</strong> tomar dinero á préstamo ya <strong>de</strong> los particulares, ya <strong>de</strong>l banco<br />

mismo que las reciben como buena garantía.<br />

La cotizacion alta ó baja se <strong>de</strong>termina por las circunstancias generales <strong>de</strong>l mercado, y<br />

sobre todo por los divi<strong>de</strong>ndos que el banco reparte á los accionistas. Cuando se mantiene<br />

constantemente alta respecto á los <strong>de</strong>más valores comerciales, es prueba <strong>de</strong> que los<br />

divi<strong>de</strong>ndos son muy crecidos y exce<strong>de</strong>n mucho al interés regular <strong>de</strong>l capital. Esto pasaba<br />

con el Banco <strong>de</strong> Francia ántes <strong>de</strong> 1848, cuyas acciones se negociaban con una prima <strong>de</strong><br />

200 por 100, motivo para acusarle, como le acusaron, <strong>de</strong> monopolio. Otro tanto<br />

pudiéramos nosotros <strong>de</strong>cir <strong>de</strong>l Banco <strong>de</strong> España que poco hace cotizaba las suyas á 224<br />

por 100; bien que <strong>de</strong>be tomarse en cuenta la frecuente renovacion y empleo contínuo <strong>de</strong>l<br />

capital en el plazo <strong>de</strong> un año.<br />

Los bancos jamás <strong>de</strong>ben atentar contra la integridad <strong>de</strong> su capital, base firme <strong>de</strong> sus<br />

operaciones. Si alguna vez incurren en semejante falta, <strong>de</strong>ben apresurarse á repararla, no sea<br />

que se altere el curso sosegado y tranquilo <strong>de</strong> los negocios, y le cojan <strong>de</strong>sprevenido las<br />

sacudidas <strong>de</strong> la industria y <strong>de</strong>l comercio.<br />

Los billetes <strong>de</strong> banco, segun hemos dicho, no tienen valor propio ó intrínseco, sino que<br />

circulan como dinero contante, porque se apoyan en valores reales y efectivos que existen<br />

en caja. Si la emision <strong>de</strong> billetes fuese equivalente á la reserva en numerario, las operaciones<br />

<strong>de</strong>l banco quedarian encerradas en un círculo muy estrecho; pero habiendo acreditado la<br />

experiencia que cuando reina el espíritu <strong>de</strong> confianza son pocos los billetes que se<br />

presentan al reembolso, se vino á concluir que un banco podia emitir dos ó tres veces más<br />

billetes que importa la reserva.<br />

Parece á primera vista que la pru<strong>de</strong>ncia aconseja lo primero, y que es una temeridad lo<br />

segundo. Sin embargo, la historia nos muestra lo contrario y la ciencia explica los hechos.<br />

Cuando Sir Roberto Peel, cediendo al <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> reformar el Banco <strong>de</strong> Inglaterra con ánimo<br />

<strong>de</strong> conjurar las crísis futuras, hizo pasar el bill <strong>de</strong> 1844, el cual, entre otras cosas, limitaba<br />

rigorosamente la emision <strong>de</strong> billetes al importe <strong>de</strong> la reserva en metálico, preparó <strong>de</strong> léjos la<br />

crísis <strong>de</strong> 1847. Mejor advertido el primer ministro <strong>de</strong> la Gran Bretaña, restituyo al Banco su<br />

libertad <strong>de</strong> emision, y usando discretamente <strong>de</strong> ella dominó la tempestad que amenazaba<br />

<strong>de</strong>scargar sobre la industria y el comercio <strong>de</strong>l Reino Unido. El crédito suple el dinero; y<br />

como el público retiraba su dinero al mismo tiempo que el Banco recogia sus billetes,<br />

faltaba todo medio <strong>de</strong> circulación.<br />

Si todos los billetes le fuesen presentados al banco en un mismo dia para que los trocase<br />

en moneda, cierto que la conversion total é inmediata seria imposible, no guardando exacta<br />

proporcion y perfecto equilibrio los billetes en circulacion y la reserva en numerario. Mas<br />

afortunadamente este caso, en el ór<strong>de</strong>n moral, es imaginario. Lo que si pue<strong>de</strong> acontecer es<br />

que las <strong>de</strong>mandas <strong>de</strong> reembolso se acrecienten en virtud <strong>de</strong> una crisis general <strong>de</strong>l comercio<br />

ó <strong>de</strong> algun grave suceso que haga estremecer el crédito <strong>de</strong>l banco. Entónces acu<strong>de</strong>n las<br />

gentes en tropel, ya solicitando el cambio <strong>de</strong> los billetes, ya pidiendo la <strong>de</strong>volucion <strong>de</strong> los<br />

<strong>de</strong>pósitos, y esta agitacion <strong>de</strong> los ánimos dura miéntras la confianza no se restablece. Para<br />

que renazca la calma, <strong>de</strong>be el banco emplear todos sus esfuerzos y recursos, valiéndose <strong>de</strong><br />

las reservas ordinarias y <strong>de</strong> los ingresos que produzca el vencimiento sucesivo <strong>de</strong> los<br />

efectos en cartera. Si respon<strong>de</strong> <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el principio á las esperanzas y <strong>de</strong>seos <strong>de</strong>l público, y al<br />

terror pánico <strong>de</strong> la muchedumbre opone la serenidad y firmeza, el peligro pasará pronto, y


el crédito <strong>de</strong>l banco se consolidará tanto más récia hubiere sido la tormenta.<br />

La proporcion que <strong>de</strong>be guardar la cantidad representada por los billetes en circulacion y<br />

las reservas <strong>de</strong>l banco ó sus existencias en oro y plata, no se pue<strong>de</strong> fijar por punto general,<br />

sino que <strong>de</strong>pen<strong>de</strong> <strong>de</strong> los hábitos <strong>de</strong>l comercio y <strong>de</strong> las circunstancias <strong>de</strong>l mercado. El banco<br />

<strong>de</strong>be cuidar siempre <strong>de</strong> que sus billetes sean reembolsables al portador y á la vista, y<br />

precaverse contra las perturbaciones que suelen producir la exportacion <strong>de</strong> las especies<br />

mo<strong>net</strong>arias, las retiradas <strong>de</strong> los <strong>de</strong>pósitos y las <strong>de</strong>mandas <strong>de</strong> reembolso. Una plaza <strong>de</strong><br />

comercio muy sensible al pánico exige que el banco sacrifique un poco la extension á la<br />

seguridad <strong>de</strong> los negocios. Por lo mismo que son ó pue<strong>de</strong>n ser más frecuentes los casos <strong>de</strong><br />

fuerza mayor, conviene mo<strong>de</strong>rar el uso <strong>de</strong> las emisiones. Ambos extremos adolecen <strong>de</strong><br />

inconvenientes, porque la timi<strong>de</strong>z conduce á sepultar un capital cuyo fruto es perdido, y la<br />

temeridad llega á comprometer el crédito <strong>de</strong>l banco y engendra crísis peligrosas.<br />

En Inglaterra y Francia se acostumbra tener en caja el 33 por 100 <strong>de</strong> la suma<br />

representada por los billetes en circulacion; y aunque en aquella nacion ha pretendido el<br />

Banco regular sus emisiones por el curso <strong>de</strong> los cambios, aumentando su reserva cuando<br />

es <strong>de</strong>sfavorable, y cuando es favorable su cartera, apénas ha traspasado este principio los<br />

confines <strong>de</strong> la teoría. Autores hay que asientan como una verdad comprobada con la<br />

experiencia, que en general basta á los bancos conservar en caja la cuarta parte <strong>de</strong>l valor<br />

significado por sus billetes, sobre todo si no <strong>de</strong>scuentan efectos <strong>de</strong> comercio <strong>de</strong> largo<br />

vencimiento. En realidad la proporcion entre los billetes y la reserva <strong>de</strong>pen<strong>de</strong> en gran<br />

parte <strong>de</strong>l plazo en que vencen los efectos en cartera.<br />

Hemos dicho que los billetes <strong>de</strong> banco es una obligación ó un efecto comercial como<br />

una buena letra <strong>de</strong> cambio al portador y á la vista. Fúndase su valor en la promesa <strong>de</strong><br />

convertirlo á voluntad en moneda corriente. Sin embargo no falta quien diga que el<br />

banco, al hacer una emision <strong>de</strong> billetes, ejerce acto <strong>de</strong> soberanía, porque en cierto modo<br />

acuña moneda. Esta metáfora dista mucho <strong>de</strong> ser inofensiva, pues pone en las manos <strong>de</strong>l<br />

gobierno armas po<strong>de</strong>rosas á reprimir con sus reglamentos el vuelo <strong>de</strong>l crédito.<br />

Los billetes <strong>de</strong> banco no reemplazan el uso <strong>de</strong>l oro y plata, aunque economizan el<br />

empleo <strong>de</strong>l numerario. Reemplazan, sí, los efectos <strong>de</strong> comercio con los cuales guardan<br />

perfecta analogía. Si no hubiera billetes <strong>de</strong> banco, habria más billetes á la ór<strong>de</strong>n, más<br />

letras <strong>de</strong> cambio, más pagarés, y en fin más valores <strong>de</strong> esta especie en la plaza. El banco<br />

los recoge y sustituye con un papel <strong>de</strong> crédito más conocido, seguro y uniforme. Si los<br />

billetes <strong>de</strong> banco fuesen moneda ó una cosa parecida á la moneda, no habria peligro en<br />

aumentar su emision.<br />

Es muy comun la opinion que los billetes <strong>de</strong> banco, cuando circulan con <strong>de</strong>masía,<br />

contribuyen al aumento <strong>de</strong> los precios, como si en realidad se aumentase la moneda<br />

corriente, y preparan <strong>de</strong> léjos las crísis dolorosas que suelen afligir al comercio. Autores <strong>de</strong><br />

nota, y principalmente Mr. Tooke en su Historia <strong>de</strong> los precios, <strong>de</strong>spues <strong>de</strong> profundas<br />

investigaciones, han llegado á <strong>de</strong>scubrir esta verdad, « que en todos los casos <strong>de</strong> alza y baja<br />

<strong>de</strong> los precios, el alza ó la baja precedieron al aumento ó disminucion <strong>de</strong> la emision <strong>de</strong> los<br />

billetes, y <strong>de</strong> consiguiente no <strong>de</strong>ben ser habidas por efectos <strong>de</strong> estas causas». Corregida,<br />

pues, en esta parte la teoría <strong>de</strong> la circulacion hasta entónces admitida por los economistas,<br />

prevaleció la doctrina que pues las emisiones <strong>de</strong> billetes no pue<strong>de</strong>n crecer sino en vista <strong>de</strong>l<br />

acrecentamiento <strong>de</strong> la <strong>de</strong>manda, carecen <strong>de</strong> eficacia para elevar los precios, alentar la<br />

especulacion y producir una crísis comercial; y que los reglamentos encaminados á mo<strong>de</strong>rar<br />

las emisiones, sin conseguir el objeto que la autoridad se propone, suelen engendrar<br />

mayores males.<br />

Mr. Mill distingue la situacion ordinaria <strong>de</strong> un mercado ó su estado <strong>de</strong> reposo, <strong>de</strong>l estado<br />

anormal en que con razon ó sin ella, preten<strong>de</strong> el comercio dar ensanche á sus operaciones.<br />

En el primer caso acepta por entero la teoría prece<strong>de</strong>nte; mas en el segundo la corrige<br />

observando que si la especulacion se aviva y tal vez se <strong>de</strong>sborda, y los billetes <strong>de</strong> banco no


sólo pasan <strong>de</strong> mano en mano entre comerciantes, pero <strong>de</strong>scien<strong>de</strong>n á las <strong>de</strong> los fabricantes y<br />

todavía bajan á las <strong>de</strong> los obreros en pago <strong>de</strong> salarios, pue<strong>de</strong>n contribuir á mantener los<br />

precios elevados á causa <strong>de</strong> una especulacion extraordinaria, y á prolongar y aumentar la<br />

exportacion <strong>de</strong> los metales preciosos, exponiéndose el banco al riesgo <strong>de</strong> carecer <strong>de</strong> las<br />

especies mo<strong>net</strong>arias que necesita para pagar los billetes á su presentación.<br />

Por estas y otras consi<strong>de</strong>raciones, así Mr. Mill como un gran número <strong>de</strong> economistas<br />

<strong>de</strong>sean que los billetes <strong>de</strong> banco no representen sumas tan cortas que caigan en po<strong>de</strong>r <strong>de</strong><br />

gentes menesterosas, poco habituadas al crédito y cuyos gastos menores se ajustan más al<br />

uso <strong>de</strong> la moneda. Recelan asimismo que el papel tanto y tanto llegue á economizar el<br />

empleo <strong>de</strong>l numerario, que casi lo <strong>de</strong>stierre <strong>de</strong>l mercado, que todos los valores <strong>de</strong>scansen<br />

en una circulacion fiduciaria por <strong>de</strong>sgracia llegára á interrumpirse, haria verda<strong>de</strong>ro lo que la<br />

fábula cuenta <strong>de</strong> Ícaro causando un inmenso trastorno y la ruina general. Los billetes<br />

gran<strong>de</strong>s apénas auxilian al comercio: los medianos son <strong>de</strong> mucha utilidad: los pequeños no<br />

están exentos <strong>de</strong> peligro.<br />

El crédito equivale á un capital, y por eso no sólo importa al pobre y al rico gozar <strong>de</strong><br />

crédito, pero tambien disfrutar <strong>de</strong> sus beneficios á leve costa. Siendo variable segun la<br />

doble ley <strong>de</strong> la oferta y la <strong>de</strong>manda el interés <strong>de</strong> los capitales, es natural y aun necesario que<br />

varíe el <strong>de</strong>scuento al tomar el banco valores <strong>de</strong> comercio y emitir sus billetes en cambio.<br />

Subir el <strong>de</strong>scuento ó mantenerlo alto significa la contraccion <strong>de</strong>l crédito, origen <strong>de</strong> graves<br />

perturbaciones y aun calamida<strong>de</strong>s, sobre todo si viene en seguida <strong>de</strong> una época <strong>de</strong><br />

expansion. Bajar el <strong>de</strong>scuento y conservarlo bajo es facilitar la circulacion y dar impulso á la<br />

produccion <strong>de</strong> la riqueza.<br />

Los bancos no son dueños <strong>de</strong> subir ó bajar el <strong>de</strong>scuento á su albedrío, ántes <strong>de</strong>ben<br />

mostrar en esto una exquisita pru<strong>de</strong>ncia. En tiempos <strong>de</strong> bonanza lo bajan, porque les<br />

sobran los medios <strong>de</strong> hacer rostro á la presentacion <strong>de</strong> billetes. En dias <strong>de</strong> borrasca lo<br />

suben, porque no pue<strong>de</strong>n sin grave riesgo disminuir su reserva metálica. Cuando los bancos<br />

tienen libertad <strong>de</strong> accion, proce<strong>de</strong>n segun les dicta su interés; <strong>de</strong> modo que ó abunda el<br />

numerario y prestan barato, ó escasea y prestan caro. Subir el <strong>de</strong>scuento y ponerlo más alto<br />

en la plaza, seria apartarse <strong>de</strong> los negocios y renunciar á toda ganancia. Así, pues, los<br />

bancos no influyen gran cosa en este movimiento <strong>de</strong> alza y baja, sino que lo acompañan y<br />

lo siguen.<br />

Muévese la controversia, á propósito <strong>de</strong> los bancos, <strong>de</strong> si el crédito <strong>de</strong>be ser libre ó estar<br />

reglamentado. Dicen los partidarios <strong>de</strong> la libertad <strong>de</strong> establecer bancos, que con ella se<br />

multiplicarian hasta colmar la medida <strong>de</strong> las necesida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l comercio y se percibirian los<br />

frutos <strong>de</strong> la concurrencia. Cada banco, siendo varios ó muchos, no emitiria billetes sino<br />

para el servicio <strong>de</strong> un territorio <strong>de</strong> corta extensión y estarian sus operaciones más vigiladas.<br />

Rivalizando todos por granjearse la confianza <strong>de</strong>l público, procuraria cada uno aventajar á<br />

los <strong>de</strong>más en circunspeccion y pru<strong>de</strong>ncia; y si alguno llegaba al extremo <strong>de</strong> pa<strong>de</strong>cer<br />

bancarota, el mal se exten<strong>de</strong>ria á un radio muy corto, miéntras que esta <strong>de</strong>sgracia tomaria<br />

las proporciones <strong>de</strong> una catástrofe, recayendo sobre el único banco <strong>de</strong> la nación.<br />

Reponen los <strong>de</strong>l bando contrario que la pluralidad <strong>de</strong> bancos excita una competencia<br />

ardiente é ilimitada cuyo término fatal es <strong>de</strong>vorarse unos á otros sin misericordia; que por<br />

hacerse dueños exclusivos <strong>de</strong>l mercado emiten billetes con impru<strong>de</strong>ncia, <strong>de</strong>scuentan<br />

efectos <strong>de</strong> comercio con peligrosa facilidad y envuelven en su ruina millares <strong>de</strong> fortunas y<br />

familias; que siendo la moneda <strong>de</strong> uso general y agente utilísimo <strong>de</strong> los cambios, no se <strong>de</strong>be<br />

consentir á los particulares la emision libre <strong>de</strong> un papel supletorio que ahuyenta <strong>de</strong> los<br />

mercados las especies <strong>de</strong> oro y plata, sustituyendo á la circulacion metálica un circulacion<br />

fiduciaria, frágil y en extremo peligrosa, y en fin que si el ejemplo <strong>de</strong> la Escocia con su<br />

multitud <strong>de</strong> bancos seduce y nos inclina al partido <strong>de</strong> la libertad, la triste y dolorosa<br />

experiencia <strong>de</strong> los Estados Unidos confirma el justo recelo que inspira el sistema <strong>de</strong><br />

abandonar la creacion y régimen <strong>de</strong> los bancos á un interes individual ciego ó extraviado


por una <strong>de</strong>senfrenada codicia.<br />

Entre la concurrencia y el monopolio la opcion <strong>de</strong> la <strong>Economía</strong> política no pue<strong>de</strong> ser<br />

dudosa. La concurrencia es la libertad repartiendo sus dones segun las reglas <strong>de</strong> la justicia<br />

distributiva. El monopolio es un tributo que la indolencia exige <strong>de</strong> la actividad y la torpeza<br />

<strong>de</strong> la discreccion. Si la concurrencia vivifica la industria y el comercio, los bancos no <strong>de</strong>ben<br />

prosperar con el monopolio. Cuando los bancos llegan á persuadirse que no hay privilegios,<br />

que las leyes á todos dispensan igual proteccion, y que fuera <strong>de</strong> esto nada tienen que<br />

esperar ni temer <strong>de</strong>l gobierno, conducen los negocios con el tino propio <strong>de</strong> quien sabe que<br />

si por un lado le incita su interés, por otro le mo<strong>de</strong>ra su responsabilidad.<br />

Un banco único y privilegiado es una potencia mercantil <strong>de</strong> primer ór<strong>de</strong>n <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la<br />

nacion, más atenta á su particular provecho que á la utilidad comun, condicion necesaria <strong>de</strong><br />

su existencia. El Banco <strong>de</strong> España gozó un tiempo <strong>de</strong>l <strong>de</strong>recho exclusivo <strong>de</strong> emitir billetes,<br />

obligándose á establecer sucursales en distintas plazas <strong>de</strong> comercio <strong>de</strong>l reino. No lo hizo<br />

como <strong>de</strong>bia, y esta falta voluntaria ó involuntaria dió motivo á reformar nuestra legislacion<br />

en el sentido <strong>de</strong> una razonable libertad, y á favor <strong>de</strong> ella nacieron y viven diversos bancos -<br />

in<strong>de</strong>pendientes provinciales. Sólo Francia y Austria se mantienen hoy fieles al antiguo<br />

sistema <strong>de</strong>l banco único <strong>de</strong> emision.<br />

Todavía sera peor que el banco único reuna al carácter <strong>de</strong> establecimiento <strong>de</strong> crédito el<br />

<strong>de</strong> institución pública al servicio <strong>de</strong>l gobierno. El ejemplo <strong>de</strong> Inglaterra <strong>de</strong>be movernos, no<br />

á seguirlo, sino á escarmentar en su cabeza. En España tampoco faltan lecciones severas.<br />

Ligar el crédito público con el privado, sobre todo cuando el primero no tiene hondas<br />

raices, es aventurarse á correr el peligro <strong>de</strong> perturbaciones tan gran<strong>de</strong>s y dura<strong>de</strong>ras, que<br />

toda crísis mercantil toma el cuerpo <strong>de</strong> una crísis social.<br />

La que pa<strong>de</strong>ció el Banco <strong>de</strong> Inglaterra por espacio <strong>de</strong> veinte y cinco años á contar <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

1797, fué promovida por los contínuos anticipos que hubo <strong>de</strong> hacer el gobierno á la sazon<br />

empeñado en las gran<strong>de</strong>s guerras que asolaron la Europa. La <strong>de</strong> 1847 se atribuye<br />

principalmente al bill <strong>de</strong> 1844; así que el mismo dia en que el Banco recobró su libertad <strong>de</strong><br />

emision, los fondos públicos subieron 2 por ciento en la bolsa <strong>de</strong> Lóndres.<br />

El Banco español <strong>de</strong> San Cárlos erigido en 1782 prestó al gobierno más <strong>de</strong> 265<br />

millenes <strong>de</strong> reales; y habiendo sobrevenido las calamida<strong>de</strong>s que afligieron á España á<br />

fines <strong>de</strong>l siglo pasado y principios <strong>de</strong>l presente, no fué posible el reintegro, lo cual causó<br />

su completa ruina. Reorganizóse en 1829 con el nombre <strong>de</strong> Banco <strong>de</strong> San Fernando; y<br />

como el gobierno solia acudir á él con <strong>de</strong>masiada frecuencia en momentos <strong>de</strong> angustia<br />

para el Tesoro, el Banco solicitó su auxilío en los dias <strong>de</strong> crísis, y señaladamente en 1848.<br />

El buen ór<strong>de</strong>n y concierto que reina en Escocia don<strong>de</strong> existen 18 bancos distintos con<br />

182 sucursales; la pru<strong>de</strong>ncia que siempre han mostrado en las emisiones y los incalculables<br />

beneficios que reportaron la industria y el comercio, recomiendan la justa libertad <strong>de</strong>l<br />

crédito, es <strong>de</strong>cir, el régimen <strong>de</strong> la concurrencia en vez <strong>de</strong>l régimen <strong>de</strong>l monopolio.<br />

En los Estados Unidos la legislacion relativa á los bancos no es uniforme. Los<br />

adversarios <strong>de</strong> la libertad <strong>de</strong>l crédito apoyan su doctrina con la relacion <strong>de</strong> multitud <strong>de</strong><br />

quiebras; pero la estadística prueba que la mayor parte <strong>de</strong> las bancarotas ocurrieron en<br />

los estados <strong>de</strong> la Virginia, la Carolina <strong>de</strong>l Norte, la Carolina <strong>de</strong>l Sur y la Georgia en<br />

don<strong>de</strong> precisamente son mayores las restricciones.<br />

Los bancos libres y responsables <strong>de</strong> sus actos, vigilados constantemente por la clientela<br />

que los ro<strong>de</strong>a y sujetos á la fiscalizacion <strong>de</strong> una concurrencia interesada en <strong>de</strong>nunciar sus<br />

faltas y <strong>de</strong>scuidos, son muy superiores al banco único y privilegiado. La <strong>Economía</strong> política<br />

aspira á emancipar el crédito, como ha emancipado la tierra con<strong>de</strong>nando la amortizacion,<br />

las artes y oficios censurando los gremios y las or<strong>de</strong>nanzas gremiales, y el comercio<br />

proclamando la libertad <strong>de</strong> los cambios en lo interior y exterior. A los gobiernos toca<br />

escoger la sazon y el modo <strong>de</strong> llevar á cabo esta reforma. Verda<strong>de</strong>ramente hay pueblos tan<br />

apegados á la circulacion metálica que se resisten á sustituirla con la circulacion fiduciaria; y


forzarlos á reemplazar el uso <strong>de</strong>l oro y plata con billetes <strong>de</strong> banco seria una impru<strong>de</strong>ncia ó<br />

temeridad imperdonable Por eso emancipar el crédito es obra <strong>de</strong>l tiempo, y por eso<br />

otorgamos á los reglamentos una tolerancia que les niegan los economistas radicales. Para<br />

que la libertad <strong>de</strong> los bancos sea fecunda en bienes, es preciso que el pueblo á quien se<br />

otorga esté habituado al manejo <strong>de</strong>l crédito y dotado <strong>de</strong>l tino que se adquiere con la<br />

práctica <strong>de</strong> los negocios; <strong>de</strong> otra suerte es fácil pasar <strong>de</strong>l uso al abuso.<br />

CAPÍTULO X.<br />

De los bancos agrícolas.<br />

La riqueza mueble disfrutó por largo tiempo <strong>de</strong> una manera casi exclusiva <strong>de</strong> los<br />

beneficios <strong>de</strong>l crédito, sin que la inmueble lograse apénas participar <strong>de</strong> su buena suerte.<br />

Y sin embargo la industria agrícola necesita, no ménos que la fabril y comercial,<br />

capitales para empren<strong>de</strong>r costosas mejoras que aumentan la fertilidad espontánea <strong>de</strong> la<br />

tierra, y para anticipar los gastos ordinarios <strong>de</strong>l cultivo, sin cuya condicion en vano se<br />

pi<strong>de</strong>n al cielo abundantes cosechas.<br />

Cuando el labrador se halla escaso <strong>de</strong> fondos, acu<strong>de</strong> á un capitalista que le impone la ley<br />

exigiéndole un interés crecido y obligándole á hipotecar su propiedad. Suce<strong>de</strong> con<br />

frecuencia que una mala cosecha, las inundaciones, las epizoótias ú otras calamida<strong>de</strong>s<br />

públicas ó <strong>de</strong>sgracias privadas no permiten al labrador extinguir la <strong>de</strong>uda <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l plazo<br />

convenido, y entónces aumenta la carga que pesa sobre la tierra en vez <strong>de</strong> disminuirla, y vá<br />

creciendo <strong>de</strong> dia en dia y consumiendo la renta, hasta que llega uno en que se proce<strong>de</strong><br />

contra él por tramites <strong>de</strong> justicia, y se le <strong>de</strong>spoja <strong>de</strong> la casa y patrimonio <strong>de</strong> su familia, y el<br />

acreedor se cobra bien ó mal, cuando no sobreviene otro acreedor privilegiado que excluye<br />

su <strong>de</strong>recho.<br />

Así se explica por qué apénas respira la tierra oprimida con tantos gravámenes, y por qué<br />

el <strong>de</strong>svalido labrador fué en todos tiempos y lugares víctima <strong>de</strong> la usura. La poca seguridad<br />

<strong>de</strong> la hipoteca, la tardanza <strong>de</strong>l cobro, las dilaciones, riesgos, gastos y dificulta<strong>de</strong>s <strong>de</strong> los<br />

pleitos, todo influía en la cuota elevada <strong>de</strong>l interés; y juntábase á estas razones la oferta<br />

escasa <strong>de</strong> capitales, repugnando muchas personas <strong>de</strong> conciencia timorata contribuir por su<br />

parte á irritar la lepra <strong>de</strong> los campos.<br />

No hay remedio: ó el crédito acu<strong>de</strong> en auxilio <strong>de</strong> la agricultura para que el labrador<br />

obtenga capitales á<br />

un precio mo<strong>de</strong>rado, ó la propiedad territorial naufraga en una próxima bancarota.<br />

Viéronlo así los economistas y algunos gobiernos <strong>de</strong> Europa, y procuraron redimir á la<br />

agricultura <strong>de</strong> su cautiverio por la virtud y eficacia <strong>de</strong>l crédito territorial.<br />

Partiendo <strong>de</strong>l principio que la tierra es la mejor y más segura caucion que pue<strong>de</strong><br />

ofrecer un <strong>de</strong>udor, imaginaron facilitar los préstamos hipotecarios mediante la<br />

institucion <strong>de</strong> bancos agrícolas, hipotecarios ó territoriales.<br />

Los bancos ordinarios no pue<strong>de</strong>n prestar ningun servicio á la agricultura, porque las<br />

mejoras que se hacen en una finca se incorporan á ella y forman parte <strong>de</strong>l capital fijo, y <strong>de</strong><br />

consiguiente son <strong>de</strong> tardío reembolso. Esta tardanza no conviene á los bancos <strong>de</strong><br />

circulacion y <strong>de</strong>scuento que si han <strong>de</strong> favorecer el <strong>de</strong>sarrollo <strong>de</strong>l crédito, <strong>de</strong>ben combinar la<br />

entrada y salida <strong>de</strong> los valores <strong>de</strong> tal modo, que siempre haya una reserva cumplida para<br />

convertir sus billetes en moneda.<br />

Hemos dicho en otro lugar que crédito es confianza: <strong>de</strong> don<strong>de</strong> se infiere que no basta la<br />

tierra por si sola para fundar el crédito territorial. Si no consta el estado <strong>de</strong> la finca; si se<br />

ignora la situacion <strong>de</strong>l propietario, ó no goza <strong>de</strong> buena fama por su inteligencia,<br />

laboriosidad y economía, la tierra no será una hipoteca verda<strong>de</strong>ra y positiva. Pue<strong>de</strong> haber<br />

servidumbres, censos, cargas y obligaciones que disminuyan el valor <strong>de</strong> los bienes raices y<br />

consuman su renta, y lo que todavía es peor, pue<strong>de</strong> haber hipotecas anteriores que no


consten en los registros, tácitas ó expresas, privilegiadas ó no privilegiadas, todo lo cual<br />

aumenta los riesgos <strong>de</strong>l dar prestado. Por eso hay propietarios que hallan con suma<br />

facilidad cuanto dinero necesitan á 4 ó 5 por 100, miéntras otros no lo obtienen <strong>de</strong> ningun<br />

modo, ó si lo obtienen es allanándose á pagar muy crecidos intereses.<br />

Así, pues, para organizar el crédito territorial, es preciso empezar reformando la<br />

legislacion hipotecaria vigente en la mayor parte <strong>de</strong> los pueblos <strong>de</strong> Europa. Débese, lo<br />

primero, suprimir toda hipoteca tácita ó legal, y no reconocer otra prueba <strong>de</strong> los <strong>de</strong>rechos<br />

que se preten<strong>de</strong> tener en la propiedad ajena que la inscripcion en el registro público; y lo<br />

segundo simplificar los trámites <strong>de</strong>l juicio ejecutivo, <strong>de</strong> modo que quien presta esté seguro<br />

<strong>de</strong> ser prontamente pagado ó resarcido á costa <strong>de</strong> los bienes <strong>de</strong>l <strong>de</strong>udor.<br />

Hecha la reforma, quedan todavía obstáculos principalmente en don<strong>de</strong> quiera que la<br />

propiedad se halla muy dividida y el dominio <strong>de</strong>smembrado; pero sea fácil ó difícil la<br />

empresa, es posible constituir el crédito territorial, porque hay base sobre la cual <strong>de</strong>scanse.<br />

Existen en Prusia, Polonia, Wurtemberg y otros estados <strong>de</strong> Alemania <strong>de</strong>s<strong>de</strong> fines <strong>de</strong>l<br />

siglo pasado ciertas socieda<strong>de</strong>s territoriales que más tar<strong>de</strong> cundieron por Bélgica,<br />

Dinamarca y Suiza. Cada sociedad constituye una persona moral y emite obligaciones<br />

hipotecarias que circulan como si fuesen títulos <strong>de</strong> la <strong>de</strong>uda pública ó billetes <strong>de</strong> banco.<br />

Cuando un propietario necesita tomar dinero á préstamo, acu<strong>de</strong> al banco agrícola,<br />

hipoteca sus bienes hasta la concurrencia <strong>de</strong> la mitad ó los tres quintos <strong>de</strong> su valor, se<br />

obliga pagar por lo comun 4 por 100 <strong>de</strong> interés y 1 más <strong>de</strong> amortizacion, y en cambio recibe<br />

un papel hipotecario que negocia en la plaza, y así levanta el empréstito á la medida<br />

<strong>de</strong> su posibilidad y su <strong>de</strong>seo.<br />

Los propietarios quedan obligados para con el banco, y éste es el único <strong>de</strong>udor y<br />

responsable para con el portador. El instituto <strong>de</strong>l banco agrícola es avalorar las propieda<strong>de</strong>s<br />

hipotecadas, <strong>de</strong>terminar el grado <strong>de</strong> crédito que pue<strong>de</strong> otorgar cada propietario, y<br />

entregarle la cantidad que representa en billetes <strong>de</strong> su emision. Es un medianero entre el<br />

propietario y el capitalista que facilita en extremo el contrato <strong>de</strong> hipoteca. Con una mano<br />

recibe todos los años <strong>de</strong> los propietarios los intereses vencidos, y con otra los distribuye á<br />

los portadores <strong>de</strong> su papel que se cotiza en la bolsa.<br />

La extincion <strong>de</strong> la <strong>de</strong>uda hipotecaria era al principio <strong>de</strong> la institucion <strong>de</strong>l crédito<br />

territorial obligatoria y <strong>de</strong> una sola vez <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> cierto plazo. Despues se hubo <strong>de</strong> mitigar<br />

tanto rigor admitiendo la extincion parcial y sucesiva y por último se dió la preferencia al<br />

sistema <strong>de</strong> lenta amortizacion.<br />

Los bancos agrícolas proporcionaron allí don<strong>de</strong> fué bien comprendida y planteada la<br />

institucion, seguridad á los acreedores, facilidad á la circulacion, empleo á los capitales,<br />

mejoras á la agricultura, igualando el crédito <strong>de</strong> la tierra con el crédito público ó privado<br />

más sólidamente establecido. Gracias á ellos la propiedad sacudió, allí don<strong>de</strong> existen, el<br />

yugo <strong>de</strong> la usura, rescató su libertad, triunfó <strong>de</strong> su miseria, y en fin, se cumplió una<br />

revolucion pacífica sin daño <strong>de</strong> nadie y sin asomos <strong>de</strong> peligro. Respiró la agricultura,<br />

porque se le otorgaron plazos bastante largos para coger el fruto <strong>de</strong> un capital que tar<strong>de</strong> se<br />

recobra, y creciendo las rentas particulares, crecieron asimismo el bienestar <strong>de</strong> los pueblos y<br />

la fortuna <strong>de</strong> la nacion.<br />

En Francia no sacó gran partido la agricultura <strong>de</strong> la institucion <strong>de</strong>l crédito territorial,<br />

pues ni <strong>de</strong>scargó sensiblemente la <strong>de</strong>uda hipotecaria, ni suministró capitales <strong>de</strong><br />

consi<strong>de</strong>racion para acometer y llevar al cabo ciertas mejoras costosas, tales como riegos,<br />

<strong>de</strong>secacion <strong>de</strong> terrenos, compra <strong>de</strong> máquinas y otras semejantes. Empresas y negocios <strong>de</strong><br />

todo punto ajenos á la industria agrícola, pero que convidan con mayores divi<strong>de</strong>ndos á los<br />

accionistas, fueron y son todavía el objeto predilecto <strong>de</strong> sus operaciones.<br />

No hay por qué extrañarlo, consi<strong>de</strong>rando que estas instituciones <strong>de</strong> crédito sólo<br />

aprovechan á la agricultura cuando se localizan, pues sólo <strong>de</strong> cerca es posible apreciar el<br />

valor <strong>de</strong> la hipoteca y la solvencia <strong>de</strong>l propietario. Un banco central está <strong>de</strong>masiado léjos


<strong>de</strong>l labrador para hacerle préstamos con seguridad; y por su parte el labrador, fiando poco<br />

<strong>de</strong> una institucion que no vé, y <strong>de</strong>jándose llevar <strong>de</strong> la costumbre ó la rutina, continúa<br />

dirigiéndose en caso <strong>de</strong> apuro á su vecino el capitalista particular.<br />

Si el nuevo Banco territorial <strong>de</strong> España sigue el ejemplo <strong>de</strong>l Crédit foncier, no<br />

respon<strong>de</strong>rá á su título, ni á los <strong>de</strong>seos <strong>de</strong>l gobierno, ni á las esperanzas <strong>de</strong> la agricultura.<br />

La reforma hipotecaria nos dá <strong>de</strong>recho á mejores frutos; mas para lograrlos es preciso<br />

que el Banco se persuada <strong>de</strong> que sus negocios no están en la córte, ni siquiera en las<br />

ciuda<strong>de</strong>s, sino en los campos.<br />

CAPÍTULO XI.<br />

De las cajas <strong>de</strong> ahorros y montes <strong>de</strong> piedad.<br />

Llámanse cajas <strong>de</strong> ahorros ciertas instituciones <strong>de</strong> crédito que tienen por objeto recoger y<br />

capitalizar las pequeñas economías, ofreciendo al labrador y al artesano un lugar seguro<br />

don<strong>de</strong> puedan <strong>de</strong>positarlas, y convidándoles á ello con el estímulo <strong>de</strong> percibir un interés<br />

mo<strong>de</strong>rado.<br />

Las cajas <strong>de</strong> ahorros amonestan al hombre que vive <strong>de</strong> su trabajo con el ejemplo <strong>de</strong> los<br />

bienes temporales que la virtud <strong>de</strong> la templanza reserva á quien la practica. Recomiendan,<br />

no con vanas palabras, sino con sus obras, abstenerse <strong>de</strong> cualesquiera gastos supérfluos ó<br />

nocivos, prepararse en los dias <strong>de</strong> prosperidad á luchar contra el infortunio, gozar <strong>de</strong> la<br />

salud pensando en la enfermedad y guardar en la juventud algo para la vejez.<br />

Todo lo que contribuye á mejorar las costumbres, ce<strong>de</strong> en aumento <strong>de</strong> la riqueza <strong>de</strong> los<br />

pueblos. Las cajas <strong>de</strong> ahorros convierten en capital una multitud <strong>de</strong> economías que se<br />

habrian disipado improductivamente, y proporcionan trabajo que supone salarios<br />

repartidos entre un número consi<strong>de</strong>rable <strong>de</strong> obreros.<br />

Así como los bancos agrícolas se recomiendan por su eficacia para emancipar la tierra y<br />

constituir la fortuna <strong>de</strong> los particulares por medio <strong>de</strong> la propiedad inmueble, así las cajas <strong>de</strong><br />

ahorros emancipan el trabajo manual y permiten aliviar la condicion precaria <strong>de</strong> las clases<br />

menesterosas, dándoles participación en la riqueza mueble. Son las cajas <strong>de</strong> ahorros una<br />

puerta que la caridad y el crédito franquean al obrero <strong>de</strong>seoso <strong>de</strong> establecerse por su<br />

cuenta, una legítima esperanza <strong>de</strong> fundar el patrimonio <strong>de</strong> sus hijos, un vínculo <strong>de</strong> amor<br />

entre el pobre y el rico, ambos apegados á la posesion <strong>de</strong> lo poco ó lo mucho, una prenda<br />

<strong>de</strong> amistad y concordia <strong>de</strong>l capital y <strong>de</strong>l trabajo, y en fin, con justa razon se las ha llamado la<br />

bolsa <strong>de</strong>l pueblo.<br />

Supuesto que las cajas <strong>de</strong> ahorros <strong>de</strong>ben pagar intereses, es llano que están obligadas<br />

por su instituto á procurar un empleo lucrativo á los capitales que les confian los<br />

<strong>de</strong>ponentes. Los negocios son propios <strong>de</strong> los bancos, y las cajas <strong>de</strong> ahorros no pue<strong>de</strong>n<br />

tomar sobre sí la responsabilidad <strong>de</strong> las especulaciones. La seguridad <strong>de</strong> la ganancia y la<br />

facilidad <strong>de</strong> retirar los <strong>de</strong>pósitos mantienen el crédito, condicion esencial <strong>de</strong> su existencia.<br />

Dos sistemas se practican en Europa: el uno consiste en ofrecer al gobierno los<br />

capitales acumulados en las cajas <strong>de</strong> ahorros, obligándose á <strong>de</strong>volverlos cuando le fueren<br />

pedidos y á pagar los intereses corrientes; y el otro en alejarse <strong>de</strong> toda intervencion<br />

oficial, y reservarse las cajas <strong>de</strong> ahorros el manejo <strong>de</strong> sus fondos con entera libertad.<br />

El primer sistema prevalece en Inglaterra y en Francia, pero no sin graves<br />

inconvenientes. No hay tesoro público bien administrado que se resigne á soportar el<br />

peso <strong>de</strong> una <strong>de</strong>uda crecida, siempre exigible y casi sagrada. De aquí la necesidad <strong>de</strong><br />

contener y limitar los <strong>de</strong>pósitos, <strong>de</strong> reducir los intereses y <strong>de</strong> convertirlos en pensiones<br />

vitalicias.<br />

En Alemania, Prusia, Italia, España y otras partes las cajas <strong>de</strong> ahorros son


in<strong>de</strong>pendientes <strong>de</strong>l gobierno, y así dan colocación á sus capitales segun mejor les place. Lo<br />

comun es prestar á los montes <strong>de</strong> piedad, <strong>de</strong> modo que el dinero <strong>de</strong> los pobres se emplea<br />

en el socorro <strong>de</strong> los pobres. La extension <strong>de</strong>l crédito facilitará con el tiempo nuevas salidas<br />

á esta riqueza que no pue<strong>de</strong> ni <strong>de</strong>be conservarse estancada, y tal vez llegue el dia en que<br />

veamos sólidamente cimentada la estrecha alianza <strong>de</strong> las cajas <strong>de</strong> ahorros y los bancos<br />

agrícolas.<br />

Los montes <strong>de</strong> piedad son el reverso <strong>de</strong> las cajas <strong>de</strong> ahorros: éstas recogen las economías<br />

y no hacen préstamos, y aquéllos hacen préstamos y no recogen economías. Ambas<br />

instituciones participan <strong>de</strong>l crédito y la caridad.<br />

El hombre que por su <strong>de</strong>sgracia se vé reducido al doloroso extremo <strong>de</strong> pedir prestado ó<br />

perecer al rigor <strong>de</strong> la miseria, ó se rin<strong>de</strong> al infortunio, ó busca su salvacion en el crédito.<br />

Mas ¿quién fia su caudal á este <strong>de</strong>sdichado, cuya pobreza al mismo tiempo que agrava el<br />

mal, dificulta el remedio? Acaso no faltan usureros <strong>de</strong> profesion que abultando el riesgo<br />

vengan en auxilio <strong>de</strong>l necesitado bajo condiciones muy onerosas; pero pasar por ellas (¿y<br />

cómo evitarlo?) equivale á subir más alto para <strong>de</strong>speñarse en un abismo más, hondo.<br />

Con el buen <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> impedir ó minorar semejantes miserias, se inventaron los montes<br />

<strong>de</strong> piedad, instituciones <strong>de</strong> crédito que tienen por objeto prestar dinero sobre prendas.<br />

Decimos instituciones <strong>de</strong> crédito y no establecimientos <strong>de</strong> caridad, porque si bien es mixta<br />

su naturaleza, el primer carácter encubre el segundo, salvo aquellos montes <strong>de</strong> piedad que<br />

hacen préstamos gratuitos, á lo ménos <strong>de</strong> sumas exíguas.<br />

En efecto, los montes <strong>de</strong> piedad no admiten diferencia entre el pobre que pi<strong>de</strong> dinero<br />

para comprar pan <strong>de</strong>jando en prenda su vestido, y el merca<strong>de</strong>r que lo solicita para proseguir<br />

sus negocios <strong>de</strong>positando en seguridad las joyas <strong>de</strong> la familia. Los montes <strong>de</strong> piedad exigen<br />

intereses, y el interés excluye la limosna. Así dice un escritor <strong>de</strong> gran<strong>de</strong> experiencia en la<br />

administracion <strong>de</strong> los montes <strong>de</strong> piedad, que sus operaciones están en razon directa <strong>de</strong>l<br />

movimiento <strong>de</strong> los negocios é inversa <strong>de</strong> la miseria; es <strong>de</strong>cir, que en los años buenos la<br />

industria y el comercio en pequeño acu<strong>de</strong>n á ellos por dinero para alimentar el trabajo y la<br />

especulacion, y en los malos acu<strong>de</strong>n los obreros para procurarse el pan que no les<br />

proporciona el salario. De todos modos nos toca consi<strong>de</strong>rarlos aquí como instituciones <strong>de</strong><br />

crédito.<br />

Quéjanse algunos <strong>de</strong> que los montes <strong>de</strong> piedad prestan á un interés crecido, como el 8, 9<br />

ó 10 por ciento, y aun los motejan trocando su nombre en el <strong>de</strong> montes <strong>de</strong> impiedad, sin<br />

reparar que el interés es mucho mayor abandonado á la libre concurrencia. Por otra parte<br />

los montes <strong>de</strong> piedad, generalmente hablando, carecen <strong>de</strong> capital propio, y así necesitan<br />

valerse <strong>de</strong>l ajeno mediante un 3 ó 4 por 100, á lo cual se aña<strong>de</strong>n los gastos <strong>de</strong><br />

administracion y las quiebras posibles. Si todos tuviesen el mismo orígen que muchos <strong>de</strong><br />

nuestros pósitos y hospitales, á saber, la caridad <strong>de</strong> los particulares que los fundaron y<br />

dotaron liberalmente, podrian prestar al 4 ó 5 por 100.<br />

Ponemos siempre un interés, porque el préstamo gratuito, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> agotar tar<strong>de</strong> ó<br />

temprano el caudal <strong>de</strong> los pobres, disipa todo escrúpulo <strong>de</strong> pedir prestado, fomenta el<br />

libertinaje y agrava la miseria <strong>de</strong> los pueblos. La limosna sin necesidad hace á los hombres<br />

<strong>de</strong>scuidados, perezosos é indolentes.<br />

Arguyen otros á los montes <strong>de</strong> piedad que comprometen la moralidad pública<br />

facilitando el préstamo sobre prenda, que excitan á la satisfaccion <strong>de</strong> las malas pasiones y<br />

que sirven <strong>de</strong> receptáculo los objetos robados. El préstamo sobre prenda es un contrato<br />

lícito y útil. Si no existiesen los montes <strong>de</strong> piedad, se usaria <strong>de</strong> igual modo, pero con más<br />

<strong>de</strong>sventaja para el <strong>de</strong>udor. No se pue<strong>de</strong> excusar que algunos <strong>de</strong> estos préstamos, á pesar<br />

<strong>de</strong>l interés que los limita, paren en daño <strong>de</strong> las costumbres, bien que sean muy pocos; y<br />

por último, harto más fácil es comprobar la proce<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> los objetos <strong>de</strong>positados en<br />

los montes <strong>de</strong> piedad, que la <strong>de</strong> los esparcidos y <strong>de</strong>rramados por cien ó mil casas <strong>de</strong><br />

préstamos, cuyos dueños suelen ser los verda<strong>de</strong>ros encubridores <strong>de</strong> los hurtos, pues así


conviene á su negocio.<br />

Los montes <strong>de</strong> piedad están situados en las fronteras <strong>de</strong>l crédito. Un paso más allá nos<br />

pone en el territorio <strong>de</strong> la caridad y nos lleva por el camino <strong>de</strong> la beneficencia.<br />

CAPÍTULO XII.<br />

Del papel moneda.<br />

Circulan los títulos ó documentos <strong>de</strong> crédito como si fuesen moneda, porque contienen<br />

una promesa cierta <strong>de</strong> pago; mas si el cumplimiento <strong>de</strong> la promesa parece dudoso, ó si ha<br />

llegado á per<strong>de</strong>rse toda esperanza <strong>de</strong> convertir el papel en dinero, el valor <strong>de</strong> aquellos<br />

títulos ó documentos <strong>de</strong>clina, y al cabo nadie los toma y se miran con <strong>de</strong>sprecio.<br />

Cuando emite billetes promesas en dias <strong>de</strong> gran<strong>de</strong> penuria, si hay confianza en su<br />

buena fé y en sus recursos para lo veni<strong>de</strong>ro, como el papel goza <strong>de</strong> crédito y pasa en la<br />

opinion <strong>de</strong> las gentes por reembolsable en especies <strong>de</strong> oro y plata, entra en circulacion y se<br />

acepta como un billete <strong>de</strong> banco. Pero acontece que los gobiernos, una vez colocados en<br />

esta pendiente, se precipitan hasta el fondo, y á una emision sigue otra emision, y las<br />

necesida<strong>de</strong>s aumentan al paso que disminuyen los medios <strong>de</strong> satisfacerlas. Entónces el<br />

público rehusa admitir el papel <strong>de</strong>l gobierno, y éste, apremiado por las circunstancias, sin<br />

dinero y sin crédito con que hacer rostro á las más urgentes obligaciones <strong>de</strong>l estado, <strong>de</strong>creta<br />

el curso forzoso y hace el papel moneda.<br />

Es sabido que en la edad media estuvo muy en boga el arbitrio <strong>de</strong> alterar la moneda, y en<br />

su lugar queda tachado el expediente <strong>de</strong> ineficaz para el tesoro, ruinoso para los pueblos,<br />

perturbador <strong>de</strong>l comercio, ofensivo á la propiedad y semillero <strong>de</strong> discordias intestinas. Pues<br />

emitir papel moneda equivale á corromperla hasta el último grado, porque no se trata ya <strong>de</strong><br />

disminuir el peso y ley <strong>de</strong>l oro y plata mezclándoles metales viles y bajos, sino <strong>de</strong> labrar<br />

moneda con papel y sustituir esta materia <strong>de</strong> tan poca estimacion á los metales preciosos:<br />

<strong>de</strong> modo que el papel moneda es la moneda más falsa que pue<strong>de</strong> inventarse, ó la fórmula<br />

extrema <strong>de</strong> la falsa i<strong>de</strong>a que la moneda es un signo.<br />

Es gran<strong>de</strong> la tentacion <strong>de</strong> acuñar moneda con una materia <strong>de</strong> tan corto valor intrínseco,<br />

y mayor todavía si el gobierno halla lícito y provechoso dispensarse <strong>de</strong> la obligacion <strong>de</strong><br />

cambiar el signo por la cosa significada, porque entónces ¿quién le vá á la mano?<br />

Todavía fuera disculpable el uso <strong>de</strong>l papel moneda, si corriese como moneda<br />

convencional, dándola y tomándola todo el mundo <strong>de</strong> buena voluntad; pero <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el punto<br />

que el gobierno <strong>de</strong>clara su curso obligatorio, falta aquella condicion.<br />

El valor <strong>de</strong>l papel moneda no radica en la materia <strong>de</strong> que se compone, sino en el<br />

precepto <strong>de</strong> la autoridad; y así con justa razon lo apellidan arbitran. Cuando aun está viva la<br />

esperanza <strong>de</strong> convertir el papel moneda en especies <strong>de</strong> oro y plata, corre sin mucha<br />

dificultad, porque el signo tiene un fiador en la cosa significada; mas una vez perdida la<br />

última ilusion, la circulacion se entorpece y el comercio se interrumpe hasta don<strong>de</strong> lo<br />

consiente la necesidad, porque nadie acepta sin apremio valores nominales en pago <strong>de</strong><br />

valores reales, ó sea moneda falsa por verda<strong>de</strong>ras merca<strong>de</strong>rías.<br />

Acontece sin embargo que el papel moneda conserva una parte mayor ó menor <strong>de</strong> su<br />

valor arbitrario, porque siempre se necesita un instrumento bueno ó malo <strong>de</strong> los cambios, y<br />

a<strong>de</strong>más porque la provi<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong>l curso obligatorio nunca es <strong>de</strong>finitiva, sino más bien una<br />

suspension temporal y tal vez momentánea <strong>de</strong>l reembolso. Así pues, la necesidad por un<br />

lado, y por otro un resto <strong>de</strong> confianza, conspiran á mantener el valor <strong>de</strong>l papel moneda que<br />

baja, pero no llega á la nada.<br />

Si el papel moneda <strong>de</strong>venga intereses, ó si ya que no fuere reembolsable en dinero<br />

efectivo, aprovecha para comprar bienes raices, como los asignados <strong>de</strong> la revolucion<br />

francesa, conserva mayor parte <strong>de</strong> su valor, porque al fin en el primer caso promete una<br />

renta, y en el segundo es convertible, sino en oro ó plata, en tierras.


Cuando el gobierno emite una cantidad consi<strong>de</strong>rable <strong>de</strong> papel moneda, baja la<br />

estimacion <strong>de</strong>l numerario circulante, ó lo que es lo mismo, sube el precio <strong>de</strong> todas las<br />

merca<strong>de</strong>rías. De aquí resultará que sea inferior el valor <strong>de</strong> la moneda corriente al valor <strong>de</strong><br />

los metales preciosos, y el interés particular se aplicará á fundirla y transformarla en barras<br />

<strong>de</strong> oro y plata, ó será llevada por el comercio á los mercados extranjeros. De esta suerte el<br />

papel moneda ahuyenta los metales preciosos, y á falta <strong>de</strong> una moneda dotada con un valor<br />

propio y natural, queda la circulacion <strong>de</strong> la riqueza encomendada á un mero signo en<br />

extremo variable y capaz <strong>de</strong> multiplicarse hasta lo infinito: en suma, <strong>de</strong> esta suerte todos los<br />

valores andan por el aire.<br />

Los daños y peligros que se siguen <strong>de</strong> la alteracion <strong>de</strong> la moneda, son cosas leves y <strong>de</strong><br />

poco momento comparadas con el fruto amargo <strong>de</strong>l papel moneda. Su historia es la<br />

historia <strong>de</strong> las gran<strong>de</strong>s catástrofes <strong>de</strong> los pueblos. Testigo Francia en los tiempos <strong>de</strong> Law y<br />

en los dias más borrascosos <strong>de</strong> la Convencion nacional. La penuria <strong>de</strong>l tesoro obligó al<br />

gobierno á recurrir á los asignados: su multitud trajo el <strong>de</strong>scrédito, el <strong>de</strong> <strong>de</strong>scrédito la tasa, y<br />

la tasa la miseria pública, el <strong>de</strong>spojo, la anarquía, ruinas espantosas, lágrimas y sangre.<br />

Testigos tambien los Estados Unidos durante la guerra <strong>de</strong> la in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia, Austria en<br />

1809, Rusia, Dinamarca, Suecia, y en fin nuestra España en 1799, cuyos vales reales<br />

llegaron á per<strong>de</strong>r en el cambio hasta un 60 por 100.<br />

Preten<strong>de</strong>n algunos economistas <strong>de</strong>scubrir un fondo <strong>de</strong> utilidad en el uso y aun en el<br />

abuso <strong>de</strong>l papel moneda en cuanto, por lo mismo que se estima en poco, existe en los<br />

pueblos cierta fiebre <strong>de</strong> especulación que conduce al aumento <strong>de</strong> la riqueza. No fiamos<br />

mucho en verdad <strong>de</strong> una doctrina tan peregrina. El papel moneda es una calamidad y no<br />

pue<strong>de</strong> engendrar sino calamida<strong>de</strong>s. Supongamos que en efecto irrita la sed <strong>de</strong> los negocios:<br />

siempre serán fuegos <strong>de</strong> artificio, que brillan un instante, se disipan en humo, y nos <strong>de</strong>jan<br />

sepultados en más profundas tinieblas.<br />

Quisieran algunos economistas que todo el numerario circulante fuese reemplazado con<br />

papel convertible en oro ó plata á voluntad <strong>de</strong>l portador y tanto por tanto, como billetes <strong>de</strong><br />

un banco <strong>de</strong> circulacion. Así (dicen) se economizarian los gastos que ocasiona el empleo <strong>de</strong><br />

los metales preciosos, porque el papel no se presentaria al reembolso gozando <strong>de</strong> crédito, y<br />

para que lo gozase se harian con mucha sobriedad las emisiones. La moneda (prosiguen)<br />

llega á su estado <strong>de</strong> perfeccion, cuando se compone <strong>de</strong> papel cuyo valor equivale á la suma<br />

<strong>de</strong> oro que representa.<br />

Por <strong>de</strong> pronto observamos que admitiendo tal supuesto, no habria papel moneda en<br />

lugar <strong>de</strong> moneda verda<strong>de</strong>ra, sino una circulacion fiduciaria sustituida á una circulacion<br />

metálica. Un papel no convertible en moneda corriente, sino en barras <strong>de</strong> oro ó plata, es<br />

como una cédula hipotecaria. Hay prenda segura <strong>de</strong> su valor, pero no valor <strong>de</strong> presente y á<br />

la mano: seria una moneda <strong>de</strong> pura convencion que no podria cambiarse á voluntad por un<br />

valor aceptado y reconocido por todo el mundo.<br />

No faltan arbitristas que pretendan corregir todos los males económicos que suelen<br />

fatigar á los pueblos con una emision ilimitada <strong>de</strong> papel moneda, como otros en otro<br />

tiempo se proponian remediarlos con la piedra filosofal. Algunos más cáutos ó ménos<br />

ilusos querrian que cada emision representase una riqueza positiva y cierta ó una<br />

verda<strong>de</strong>ra propiedad.<br />

Las emisiones ilimitadas matan el crédito con el exceso <strong>de</strong> papel moneda que no pue<strong>de</strong><br />

conservarse á la par <strong>de</strong> la metálica miéntras no sea convertible en especies <strong>de</strong> oro ó plata.<br />

Si la promesa <strong>de</strong> reembolso no se hace efectiva, el gobierno se <strong>de</strong>clara insolvente y en<br />

plena bancarota. Ahora bien: la bancarota no es la curacion <strong>de</strong> los males económicos,<br />

sino el último grado <strong>de</strong> la enfermedad.<br />

Las emisiones limitadas al valor <strong>de</strong> una masa <strong>de</strong> bienes raices que sirven <strong>de</strong> hipoteca al<br />

papel moneda son ménos peligrosas, pero no están exentas <strong>de</strong> peligro. Pue<strong>de</strong> haber error<br />

grave en la estimacion <strong>de</strong> los bienes afectos la extincion <strong>de</strong>l papel moneda: pue<strong>de</strong> disminuir


consi<strong>de</strong>rablemente el valor <strong>de</strong> la propiedad: pue<strong>de</strong>n sobrevenir obstáculos invencibles á la<br />

venta y retardarse; y en fin, pue<strong>de</strong>n crecer los apuros y pasar el gobierno <strong>de</strong> la pru<strong>de</strong>ncia á<br />

la temeridad.<br />

Como quiera, aunque en tales casos será más fácil sostener el valor <strong>de</strong>l papel moneda, no<br />

será posible impedir su <strong>de</strong>scenso, ya porque no es inmediatamente convertible este papel<br />

<strong>de</strong> crédito en especies, y ya porque si no hay aumento <strong>de</strong> numerario, lo hay <strong>de</strong>l medio<br />

circulante.<br />

CAPÍTULO XIII.<br />

De las vias <strong>de</strong> comunicacion.<br />

Todas las franquezas y liberta<strong>de</strong>s otorgadas al comercio, y todos los instrumentos <strong>de</strong><br />

cambio aun los más perfectos serán medios <strong>de</strong> circulación ociosos y vanos, sin vias <strong>de</strong><br />

comunicacion fáciles y económicas que permitan llevar pronto y á leve costa los géneros y<br />

frutos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> los centros <strong>de</strong> produccion hasta los focos <strong>de</strong> consumo. Cuando las distancias<br />

que separan los pueblos son largas y caros ó dificultosos los transportes, el tráfico interior y<br />

exterior se dificulta, y muchas veces se hace imposible. Desfallecen la agricultura y las<br />

fábricas porque no hay rápidas y abundantes salidas á los productos <strong>de</strong>l trabajo; y si á pesar<br />

<strong>de</strong> los obstáculos que opone la naturaleza llegan al mercado, recargan el coste <strong>de</strong> la<br />

produccion los gastos extraordinarios <strong>de</strong>l acarreo, con lo cual se reduce el número <strong>de</strong> los<br />

consumidores. Suce<strong>de</strong> tambien que la falta <strong>de</strong> vias <strong>de</strong> comunicacion sea causa <strong>de</strong> un gran<br />

<strong>de</strong>snivel en los precios <strong>de</strong> los diversos mercados <strong>de</strong> una misma nacion, resultando <strong>de</strong> aquí<br />

que tales ciuda<strong>de</strong>s ó provincias experimentan los rigores <strong>de</strong> la carestía, miéntras pa<strong>de</strong>cen<br />

otras los daños <strong>de</strong> una excesiva baratura.<br />

Un buen sistema <strong>de</strong> comunicaciones facilita la corriente <strong>de</strong> las merca<strong>de</strong>rías <strong>de</strong> don<strong>de</strong><br />

ménos valen á don<strong>de</strong> más se estiman, y <strong>de</strong>rrama por todas partes la abundancia <strong>de</strong> las cosas<br />

necesarias ó útiles á la vida. Débese á su influjo saludable la frecuente renovacion <strong>de</strong> los<br />

capitales y una reproduccion cada vez más activa y fecunda; y favoreciendo la economía <strong>de</strong><br />

tiempo y trabajo, dilata el consumo <strong>de</strong> la riqueza abriendo á la industria horizontes<br />

interminables.<br />

Con razon dijo un economista que las vias <strong>de</strong> comunicacion y transporte son una<br />

especie particular <strong>de</strong> máquinas <strong>de</strong> gran<strong>de</strong> potencia, cuyo objeto es remover el estorbo<br />

llamado distancia, y su fin facilitar los cambios poniendo en contacto los pueblos y las<br />

naciones. Los buenos caminos equivalen á buenos instrumentos <strong>de</strong>l trabajo.<br />

Las condiciones <strong>de</strong> todo buen sistema <strong>de</strong> vias públicas pue<strong>de</strong>n reducirse á su extension,<br />

su variedad, su distribución conveniente y la propiedad <strong>de</strong> sus formas. La extension se<br />

<strong>de</strong>termina por las necesida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la circulacion, <strong>de</strong> modo que el gobierno no <strong>de</strong>be <strong>de</strong>cretar<br />

la construccion <strong>de</strong> caminos ó la abertura <strong>de</strong> canales á priori, sino en vista <strong>de</strong>l movimiento<br />

<strong>de</strong>l comercio. Proce<strong>de</strong>r en esto segun cálculos <strong>de</strong> utilidad es caminar á la aventura,<br />

exponerse á malgastar los recursos <strong>de</strong>l estado, y por acudir al remedio <strong>de</strong> necesida<strong>de</strong>s<br />

imaginarias ó poco urgentes <strong>de</strong>saten<strong>de</strong>r la satisfaccion <strong>de</strong> las apremiantes y verda<strong>de</strong>ras.<br />

Alguna vez podrá el gobierno intentar la regeneracion <strong>de</strong> un país atrasado é indolente<br />

cruzándolo con vias públicas que les <strong>de</strong>spierten <strong>de</strong> su letargo; pero la excepcion no<br />

<strong>de</strong>struye la regla general.<br />

La variedad <strong>de</strong>pen<strong>de</strong> en gran manera <strong>de</strong> la naturaleza, aunque mucho vale el arte. Si tal<br />

territorio contiene puertos cómodos y seguros, rios navegables, llanuras espaciosas, etc. con<br />

facilidad llegará á poseer comunicaciones terrestres, marítimas y fluviales. Si careciese <strong>de</strong><br />

estas ventajas, habrá <strong>de</strong> contentarse con algunas <strong>de</strong> ellas. Los puertos naturales pue<strong>de</strong>n á<br />

veces suplirse con los artificiales: á los rios navegables reemplazan los canales <strong>de</strong><br />

navegacion, y los caminos <strong>de</strong>rechos por el valle serpentean por el monte y vencen las<br />

cumbres elevadas.


La distribucion <strong>de</strong> las vias públicas significa que no tan sólo <strong>de</strong>ben existir, pero tambien<br />

repartirse segun las necesida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l comercio y las condiciones <strong>de</strong>l terreno. Toda via<br />

pública es un medio <strong>de</strong> conseguir cierto fin, y así <strong>de</strong>be darse la preferencia al que fuere<br />

mejor, habida consi<strong>de</strong>racion á las circunstancias.<br />

La forma <strong>de</strong>nota que cada via <strong>de</strong>be construirse <strong>de</strong>l modo más a<strong>de</strong>cuado al servicio á que<br />

se la <strong>de</strong>stina. La soli<strong>de</strong>z y la economía convienen á todas; pero la anchura, por ejemplo, no<br />

<strong>de</strong>be ser la misma en una carretera que en un camino vecinal. Un camino <strong>de</strong>masiado<br />

ancho, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> ocasionar gastos excusados en su construccion y conservacion, roba<br />

mucha tierra á la agricultura. Los ingleses posponen el lujo á la comodidad, y los franceses<br />

sacrifican la comodidad al lujo; aquéllos consultan la utilidad, y éstos satisfacen la vanidad<br />

<strong>de</strong> la nacion.<br />

Hay vias <strong>de</strong> comunicacion formadas por la naturaleza, como los mares, los<br />

lagos y los rios navegables ó flotables, y otras creadas por la mano <strong>de</strong>l hombre, como los<br />

caminos y canales. Las primeras favorecen más la circulacion, porque la naturaleza misma<br />

suministra el motor y ejecuta la obra, en tanto que las segundas suponen un capital<br />

invertido y un esfuerzo contínuo que hace más caro el transporte. Las unas son una riqueza<br />

natural y gratuita, y las otras una riqueza adquirida á título oneroso. Sin embargo, téngase<br />

en cuenta que aun las vias <strong>de</strong> comunicacion que parecen más espontáneas exigen algun<br />

artificio, v.gr., los mares que pi<strong>de</strong>n puertos, muelles, faros, valizas y otras mejoras fuera <strong>de</strong><br />

las gran<strong>de</strong>s costosas máquinas necesarias á la navegacion.<br />

Los caminos <strong>de</strong> hierro, invencion maravillosa <strong>de</strong> nuestro siglo, reemplazan á los<br />

caminos ordinarios allí don<strong>de</strong> el movimiento <strong>de</strong> las personas y merca<strong>de</strong>rías reclama<br />

medios extraordinarios <strong>de</strong> peaje y transporte. La velocidad <strong>de</strong> este sistema <strong>de</strong> locomocion<br />

acomoda á los viajeros y favorece la circulacion <strong>de</strong> las mercancias, sobre todo si encierran<br />

mucho valor en poco volúmen.<br />

Aunque los caminos <strong>de</strong> hierro son po<strong>de</strong>rosos auxiliares <strong>de</strong> la industria y <strong>de</strong>l<br />

comercio, no por eso <strong>de</strong>jan <strong>de</strong> prestar gran<strong>de</strong>s beneficios á la agricultura. Gracias á ellos el<br />

valor <strong>de</strong> la propiedad territorial en las comarcas que atraviesan, se ha doblado,<br />

cuadruplicado y en algunas partes sextuplicado. Proce<strong>de</strong> este aumento tan consi<strong>de</strong>rable <strong>de</strong>l<br />

aumento <strong>de</strong>l producto <strong>net</strong>o <strong>de</strong> la agricultura, ya porque las tierras se ponen más cerca <strong>de</strong> las<br />

ciuda<strong>de</strong>s que consumen los frutos ó <strong>de</strong> los puertos que les dan salida, ya porque es más<br />

fácil y económico el transporte <strong>de</strong> los abonos y otros materiales necesarios á la produccion<br />

agrícola, y ya en fin porque el cultivo se transforma en virtud <strong>de</strong> la division <strong>de</strong>l trabajo.<br />

El precio <strong>de</strong> los cereales tien<strong>de</strong> á nivelarse por el influjo <strong>de</strong> los caminos <strong>de</strong> hierro,<br />

subiendo en los puntos <strong>de</strong> produccion y bajando en los lugares <strong>de</strong> consumo. Las crísis <strong>de</strong><br />

subsistencias cada vez serán ménos frecuentes y llegará un dia en que sean imposibles. Dice<br />

un economista <strong>de</strong>l vecino Imperio: «Dejad que los caminos <strong>de</strong> hierro <strong>de</strong> España se enlacen<br />

al través <strong>de</strong> Francia con la inmensa red <strong>de</strong> Europa, y cuando venga alguno <strong>de</strong> esos años<br />

calamitosos en que el pobre está amenazado en sus medios <strong>de</strong> existencia, os admirareis <strong>de</strong><br />

la prodigiosa cantidad <strong>de</strong> cereales que enviarán para socorrer á los pueblos menesterosos<br />

los graneros <strong>de</strong> ambas Castillas. »<br />

Tambien facilitan el <strong>de</strong>sarrollo <strong>de</strong> la minería, porque la riqueza mineral, aunque se<br />

encuentre á la flor <strong>de</strong> la tierra, es una riqueza muerta mientras no haya vias <strong>de</strong><br />

comunicacion que convi<strong>de</strong>n al laboreo <strong>de</strong> las minas. En España <strong>de</strong>be darse extrema<br />

importancia á las líneas que enlacen las ciuda<strong>de</strong>s industriosas y los puertos <strong>de</strong> mar con<br />

nuestras cuencas carboníferas.<br />

Son las vias <strong>de</strong> comunicacion y transporte causa ó efecto <strong>de</strong> la prosperidad pública:<br />

causa, cuando ciertas regiones privilegiadas por la bondad <strong>de</strong>l clima, la fertilidad <strong>de</strong> los<br />

campos, la abundancia ó feliz disposicion <strong>de</strong> sus aguas ú otros dones <strong>de</strong> la naturaleza,<br />

solicitan tempranas salidas que convidan á <strong>de</strong>senvolver los gérmenes fecundos <strong>de</strong> su<br />

riqueza: efecto, cuando una produccion abundante empieza á vivir estrecha en los


mercados que posée y reclama la dilatacion <strong>de</strong> su antiguo consumo.<br />

La construccion <strong>de</strong> los caminos <strong>de</strong> hierro, signo y medida <strong>de</strong> la civilizacion <strong>de</strong> los<br />

pueblos mo<strong>de</strong>rnos, suscita una controversia muy empeñada. Quieren algunos economistas<br />

que sea el gobierno quien los construya y esplote, y fundan su opinion en que representan<br />

un interés colectivo, y que siempre escon<strong>de</strong>n cierto linaje <strong>de</strong> monopolio, por lo cual<br />

prefieren reservarlo al estado. Otros preten<strong>de</strong>n encomendar este servicio á compañías,<br />

siguiendo la máxima invariable <strong>de</strong> confiar toda produccion al interés individual. En la<br />

práctica hay no ménos divergencia que en la especulativa. BéIgica ha construido en poco<br />

tiempo y á poca costa sus líneas principales por la mano <strong>de</strong> su gobierno: Inglaterra y los<br />

Estados Unidos los entregan á compañías po<strong>de</strong>rosas, y Francia ha optado por un término<br />

medio.<br />

Sin duda que ambos sistemas <strong>de</strong> construccion y esplotacion tienen sus ventajas é<br />

inconvenientes. El estado es en verdad mal productor <strong>de</strong> riqueza y mal administrador <strong>de</strong><br />

sus bienes; compra caro, ven<strong>de</strong> barato y sirve con débil interés y torpe vigilancia. Cuando<br />

emplea gruesos capitales en una obra pública, los arrebata á la circulacion general, y no<br />

calcula con acierto los beneficios <strong>de</strong> la empresa. Lo que se vé es el camino <strong>de</strong> hierro; lo que no<br />

se vé es la riqueza no producida á causa <strong>de</strong>l sacrificio impuesto á los contribuyentes.<br />

En cambio los particulares trabajan con más actividad y economía, introducen mayor<br />

regularidad en el servicio por temor <strong>de</strong> la competencia, vigilan <strong>de</strong> cerca á sus empleados, no<br />

alteran con violencia el curso natural <strong>de</strong> los capitales, y todo vá <strong>de</strong>recho hácia el aumento<br />

<strong>de</strong> la riqueza pública y privada.<br />

La construccion y esplotacion por cuenta <strong>de</strong>l estado permite bajar las tarifas hasta<br />

contentarse con la ganancia puramente necesaria á la conservacion y servicio <strong>de</strong> la via, y<br />

mo<strong>de</strong>rarlas hasta ponerlas aI nivel <strong>de</strong> las extranjeras, é introducir máquinas nuevas y<br />

mejoras importantes en el sistema <strong>de</strong> locomoción. Las compañías concesionarias no<br />

miran tanto á la utilidad comun como al provecho particular; y afirmándose en las<br />

cláusulas <strong>de</strong> un contrato solemne resisten toda novedad que ceda en menoscabo <strong>de</strong> sus<br />

intereses, por más beneficios que hubieran <strong>de</strong> reportar la agricultura, las artes y el<br />

comercio.<br />

Los economistas radicales que aprovechan todas las ocasiones <strong>de</strong> regatear la intervencion<br />

<strong>de</strong>l estado, prefieren el sistema <strong>de</strong> construccion y esplotacion por los particulares, y aun<br />

niegan al gobierno el <strong>de</strong>recho <strong>de</strong> mezclarse en las obras públicas que, segun ellos, son <strong>de</strong> la<br />

exclusiva competencia <strong>de</strong> la industria privada.<br />

No exageremos la doctrina <strong>de</strong>l interés individual. El gobierno tiene el <strong>de</strong>recho y el<br />

<strong>de</strong>ber <strong>de</strong> intervenir en todos los negocios que versan sobre intereses colectivos y afectan á<br />

la vida social. Las vias <strong>de</strong> comunicacion y transporte son medios eficaces <strong>de</strong> conservar el<br />

ór<strong>de</strong>n en lo interior, <strong>de</strong> mantener la integridad <strong>de</strong>l territorio contra toda agresion extranjera<br />

y <strong>de</strong> fomentar la riqueza pública, tres condiciones esenciales, no ya <strong>de</strong>l bien, sino <strong>de</strong> la<br />

existencia misma <strong>de</strong> la comunidad.<br />

Dicen que en materia <strong>de</strong> caminos y canales el interés particular obró prodigios en<br />

Inglaterra, y que Europa <strong>de</strong>beria imitar su ejemplo; pero <strong>de</strong>scuidan el exámen <strong>de</strong> las causas<br />

y los efectos <strong>de</strong> aquel sistema. Para imitar en esto á Inglaterra se necesitan sus inmensos<br />

capitales, sus hábitos <strong>de</strong> asociacion, su experiencia <strong>de</strong>l crédito y su perfecta educacion<br />

industrial y mercantil.<br />

El pueblo inglés aborrece por instinto la intervencion <strong>de</strong>l gobierno en todas las<br />

cosas que con razon ó sin ella juzga que pue<strong>de</strong> hacer por sí mismo, temeroso <strong>de</strong> una<br />

centralizacion administrativa incompatible con las formas <strong>de</strong> su libertad. Así, pues, resuelve<br />

la cuestion segun el criterio <strong>de</strong> la política, y nada más.<br />

Los pon<strong>de</strong>rados beneficios que se atribuyen al interés particular en ór<strong>de</strong>n á caminos<br />

y canales, no <strong>de</strong>jan <strong>de</strong> ser objeto <strong>de</strong> reñida controversia. Graves autores afirman que por<br />

falta <strong>de</strong> iniciativa superior carece el reino unido <strong>de</strong> la Gran Bretaña <strong>de</strong> una verda<strong>de</strong>ra red <strong>de</strong>


caminos <strong>de</strong> hierro: que se ha gastado en la construccion <strong>de</strong> los existentes una cuarta parte<br />

más <strong>de</strong> lo necesario: que hay regiones favorecidas con dos líneas por la insensata<br />

competencia <strong>de</strong> dos empresas rivales bastando una sola, miéntras hay otras que no poséen<br />

ninguna: que las compañías propietarias <strong>de</strong> un camino sin competencia tiranizan al público<br />

con sus elevadas tarifas; y en fin aducen en contra <strong>de</strong> la accion individual concreta á este<br />

caso tales argumentos, que si no convencen, á lo ménos ponen en duda la bondad <strong>de</strong>l<br />

sistema allí seguido y practicado.<br />

De todos modos hay ó pue<strong>de</strong> haber ciertas lineas políticas ó militares que el estado se<br />

reserva como instrumentos <strong>de</strong> gobierno con tanta más razon, cuanto que, no siendo<br />

objeto <strong>de</strong> una especulacion lucrativa, parece excusado esperar á que solicite su<br />

concesion alguna persona ó compañía. Esto no quita que la construccion se confie á<br />

una empresa.<br />

Cuando la esplotacion <strong>de</strong> los caminos <strong>de</strong> hierro corre á cargo <strong>de</strong> compañías<br />

concesionarias, no se pue<strong>de</strong> negar al gobierno aquel grado <strong>de</strong> intervencion en el servicio<br />

público <strong>de</strong> la via que exige la <strong>de</strong>bida proteccion á las personas y haciendas. Las empresas<br />

gozan <strong>de</strong> un verda<strong>de</strong>ro monopolio, y si no se las obligara á tener el material conveniente, ó<br />

se <strong>de</strong>jara á su cuidado la conservacion y reparacion <strong>de</strong> las obras y la administracion <strong>de</strong> la<br />

línea, se comprometeria la vida y la fortuna <strong>de</strong> millares <strong>de</strong> habitantes. La autoridad evita los<br />

siniestros y vela por la seguridad <strong>de</strong> los viajeros castigando los más leves <strong>de</strong>scuidos (y no<br />

hay <strong>de</strong>scuido leve en un camino <strong>de</strong> hierro), y mostrándose severa en punto al resarcimiento<br />

<strong>de</strong> daños y perjuicios particulares.<br />

Por último, que los caminos <strong>de</strong> hierro no nos <strong>de</strong>slumbren con su gran<strong>de</strong>za al<br />

extremo <strong>de</strong> echar en olvido los caminos ordinarios. Las líneas más favorecidas por el<br />

comercio quedarian abandonadas, si no se ramificasen y extendiesen á favor <strong>de</strong> esta<br />

humil<strong>de</strong> clase <strong>de</strong> caminos que pe<strong>net</strong>ran en el corazon <strong>de</strong>l país y llevan la vida al seno <strong>de</strong><br />

los pueblos. Los rios caudalosos se forman <strong>de</strong> arroyos y riachuelos que les pagan el<br />

tributo <strong>de</strong> sus aguas.


PARTE TERCERA.<br />

DE LA DISTRIBUCION DE LA RIQUEZA<br />

CAPÍTULO I.<br />

De la distribucion, en general.<br />

Hemos visto en el discurso <strong>de</strong> este libro que la produccion <strong>de</strong> la<br />

riqueza no es un fenómeno simple, sino el resultado <strong>de</strong> varias fuerzas<br />

que concurren á la creacion <strong>de</strong> los valores. Quien acu<strong>de</strong> con su<br />

trabajo, quien pone el capital, quien ofrece la tierra, las corrientes <strong>de</strong><br />

agua, las minas ú otra cosa cualquiera <strong>de</strong> que es poseedor exclusivo, y<br />

todos juntos realizan la obra <strong>de</strong> la produccion.<br />

Hay, pues, diversos productores <strong>de</strong> riqueza, cuyos títulos económicos á la participacion<br />

<strong>de</strong> los bienes logrados por medio <strong>de</strong>l trabajo son indisputables. La actividad libre <strong>de</strong>l<br />

hombre exige recompensa; y así es tan necesario y justo distribuir la riqueza entre las<br />

personas que ejercitan sus faculta<strong>de</strong>s físicas y morales con la esperanza <strong>de</strong> coger el fruto <strong>de</strong><br />

su sacrificio, como seria vana la pretension <strong>de</strong> señalar la parte <strong>de</strong> valores producidos que<br />

<strong>de</strong>be reservarse al esclavo. De don<strong>de</strong> se sigue que el fundamento <strong>de</strong> toda buena doctrina<br />

relativa á la distribucion <strong>de</strong> la riqueza es la cooperacion voluntaria <strong>de</strong> los distintos<br />

trabajadores ó sea la libertad <strong>de</strong>l trabajo.<br />

No se trata <strong>de</strong> una distribucion arbitraria reglamentada por la autoridad, sino <strong>de</strong> una<br />

participacion natural <strong>de</strong> la riqueza producida por el trabajo colectivo <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l sistema <strong>de</strong><br />

la libre concurrencia.<br />

Cuando una persona reune los caractéres <strong>de</strong> propietario, obrero y capitalista, todos los<br />

frutos <strong>de</strong>l trabajo le pertenecen, y todos van á parar á su mano por uno ú otro camino.<br />

Pue<strong>de</strong> importar en rigor <strong>de</strong> principios distinguir las fuentes <strong>de</strong> la ganancia, pero nada más.<br />

La necesidad <strong>de</strong> separar <strong>de</strong>l acervo comun la parte alicuota es absoluta, si varias personas<br />

<strong>de</strong> una manera tácita ó expresa, simultánea ó sucesiva, se asocian á la misma tarea.<br />

El objeto <strong>de</strong> la produccion es el consumo; por lo cual cada productor tiene <strong>de</strong>recho <strong>de</strong><br />

consumir en una proporcion <strong>de</strong>terminada los valores que ha contribuido á crear. El<br />

problema económico <strong>de</strong> la distribucion <strong>de</strong> la riqueza consiste en averiguar cómo se<br />

distribuye el producto entre los diferentes productores libres que han concurrido á<br />

formarla.<br />

Es preciso que haya una regla, un ór<strong>de</strong>n cualquiera que presida á este repartimiento. La<br />

<strong>Economía</strong> política analiza los varios elementos <strong>de</strong> la produccion, y <strong>de</strong>clara las leyes <strong>de</strong> la<br />

remuneracion propia y natural <strong>de</strong> los servicios prestados por cada trabajador á la industria.<br />

En suma, la cuestion <strong>de</strong> la distribucion <strong>de</strong> la riqueza encierra tres cuestiones, á saber: qué<br />

personas son llamadas á participar <strong>de</strong> la produccion, qué cosa ó cosas <strong>de</strong>ben repartirse<br />

entre ellas, y qué leyes ó reglas económicas <strong>de</strong>terminan la proporcion <strong>de</strong>l repartimiento.<br />

El progreso <strong>de</strong> la civilizacion aumentó el número <strong>de</strong> los participes en los frutos <strong>de</strong>l<br />

trabajo. En la antigüedad y aun en la edad media las faenas rústicas y las artes y oficios<br />

mecánicos estaban confiados á esclavos ó siervos que no trabajaban para sí, sino para su<br />

señor: no eran personas, sino cosas, y las cosas no son capaces <strong>de</strong> <strong>de</strong>recho. El capital no<br />

constituia una propiedad digna <strong>de</strong> respeto, puesto que á cada paso lo oprimian las leyes<br />

contra la usura.<br />

En tiempos más cercanos á nosotros quedaban restos <strong>de</strong> aquella viciosa organizacion, á<br />

los cuales se añadieron la tiranía <strong>de</strong> los gremios, la policía <strong>de</strong> los abastos y otros abusos <strong>de</strong><br />

autoridad incompatibles con la espontánea y equitativa distribucion <strong>de</strong> la riqueza. El sabio


era <strong>de</strong> peor condicion que el más rudo artesano, porque lo que ahora es propiedad literaria,<br />

ántes era un corto privilegio. Luégo que los <strong>de</strong>rechos <strong>de</strong> libertad y propiedad fueron<br />

reconocidos y consagrados por la ley, fueron tambien reconocidos y consagrados todos los<br />

títulos á la distribucion <strong>de</strong> la riqueza.<br />

CAPÍTULO II.<br />

De la libertad <strong>de</strong> concurrencia.<br />

Si la libertad <strong>de</strong> concurrencia es necesaria á la produccion <strong>de</strong> la riqueza, segun hemos<br />

tenido ocasion <strong>de</strong> observar en él progreso <strong>de</strong> este libro, no es ménos necesaria á la<br />

distribucion, para que al repartir los frutos <strong>de</strong>l trabajo se guar<strong>de</strong> á cada uno su <strong>de</strong>recho.<br />

Don<strong>de</strong> el régimen <strong>de</strong> la libre concurrencia no existe, falta la justicia distributiva, hay<br />

opresores y oprimidos, y todo se or<strong>de</strong>na conforme á reglas arbitrarias.<br />

La libertad <strong>de</strong> la concurrencia es la libertad misma <strong>de</strong> los<br />

contratos. Poner coto á los arrendamientos, tasar los salarios, fijar los<br />

intereses <strong>de</strong>l capital y en fin mezclarse la autoridad en los pactos y<br />

convenciones particulares, es ejercer un acto <strong>de</strong> tutela oficiosa<br />

perturbador <strong>de</strong>l ór<strong>de</strong>n económico asentado en el respeto á la ley <strong>de</strong> la<br />

oferta y la <strong>de</strong>manda.<br />

La concurrencia es el principio motor <strong>de</strong> toda actividad el estimulante más po<strong>de</strong>roso<br />

<strong>de</strong> todo a<strong>de</strong>lantamiento. La proteccion contra la concurrencia es una proteccion en<br />

favor <strong>de</strong> la ociosidad, la rutina y el estéril reposo <strong>de</strong> las faculta<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l hombre. Don<strong>de</strong><br />

quiera que no hay concurrencia, hay monopolio. La concurrencia lleva consigo la<br />

responsabilidad individual, premio <strong>de</strong> los buenos servidores <strong>de</strong> la industria y castigo <strong>de</strong><br />

los malos; en suma, la concurrencia lleva por norte un régimen <strong>de</strong> paz, un ór<strong>de</strong>n<br />

perfecto, una justicia suprema, la única y verda<strong>de</strong>ra armonía <strong>de</strong> todas las liberta<strong>de</strong>s<br />

necesarias á la produccion y distribucion <strong>de</strong> la riqueza.<br />

Sin embargo, como no hay verdad, por más clara y provechosa que sea, á la cual no se<br />

atreva la controversia la concurrencia cuenta buen número <strong>de</strong> adversarios entre dos bandos<br />

opuestos, el <strong>de</strong> los empíricos y sobre todo el <strong>de</strong> los socialistas. Dicen que la concurrencia es<br />

el estado <strong>de</strong> guerra <strong>de</strong> la sociedad, y la sancion <strong>de</strong>l <strong>de</strong>recho <strong>de</strong>l más fuerte, enemigo <strong>de</strong>clarado<br />

<strong>de</strong>l más débil; que es un régimen bárbaro y salvaje; que es el <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n, la anarquía,<br />

el mal <strong>de</strong> todos. Aña<strong>de</strong>n que la concurrencia <strong>de</strong>stierra la buena fé <strong>de</strong> los contratos, porque<br />

á trueque <strong>de</strong> ven<strong>de</strong>r barato se engaña al comprador en la cantidad ó calidad <strong>de</strong> las<br />

merca<strong>de</strong>rías; que una concurrencia ilimitada y universal conduce á un repartimiento muy<br />

<strong>de</strong>sigual <strong>de</strong> la riqueza producida, <strong>de</strong> don<strong>de</strong> nace el malestar continuo <strong>de</strong> las clases<br />

laboriosas y la miseria <strong>de</strong>l pueblo en el seno <strong>de</strong> la mayor prosperidad; que consagra la<br />

tiranía <strong>de</strong>l capital, mónstruo <strong>de</strong>vorador <strong>de</strong>l trabajo; que sustituye á la antigua aristocracia <strong>de</strong><br />

sangre la aristocracia mo<strong>de</strong>rna <strong>de</strong>l dinero compuesta <strong>de</strong> señores feudales <strong>de</strong> la banca y <strong>de</strong> la<br />

industria cuyos vasallos son los obreros, gente pobre y mercenaria.<br />

No diremos que todo sea bueno en la concurrencia y nada malo, porque las obras <strong>de</strong>l<br />

hombre llevan siempre el sello <strong>de</strong> la imperfeccion inherente á su naturaleza; pero sí<br />

afirmamos que muchos <strong>de</strong> los vicios y tachas que se ponen á la concurrencia proce<strong>de</strong>n <strong>de</strong><br />

que no goza <strong>de</strong> entera libertad. En ninguna parte es la concurrencia ilimitada y universal<br />

como se preten<strong>de</strong> por sus adversarios; <strong>de</strong> modo que no se la pue<strong>de</strong> hacer responsable <strong>de</strong><br />

cualesquiera daños que se fun<strong>de</strong>n en este supuesto falso, ántes <strong>de</strong>be darse la razon á los<br />

economistas, que aun admitiendo los hechos, niegan la causa.<br />

Por lo <strong>de</strong>más nadie duda <strong>de</strong>l progreso <strong>de</strong> la sociedad <strong>de</strong>s<strong>de</strong> fines <strong>de</strong>l siglo pasado hasta<br />

el dia, precisamente en el período <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sarrollo <strong>de</strong> la libertad relativa <strong>de</strong> concurrencia y <strong>de</strong>l<br />

abandono <strong>de</strong>l sistema reglamentario; y cuando los dogmas <strong>de</strong> la <strong>Economía</strong> política se<br />

confirman con el testimonio <strong>de</strong> la historia, obstinarse en la fé contraria es cerrar<br />

<strong>de</strong>liberadamente los ojos á la luz <strong>de</strong> la verdad.


La concurrencia no es semilla <strong>de</strong> discordias, sino un lazo suave que reune los intereses<br />

sin envenenar los ánimos la injusticia <strong>de</strong> los privilegios ni la odiosa tiranía <strong>de</strong>l monopolio.<br />

Una proteccion igual y constante excluye la distincion <strong>de</strong> fuertes y débiles, porque todos<br />

humillan su cabeza á la suprema ley <strong>de</strong> la oferta y la <strong>de</strong>manda. Las sangrientas batallas <strong>de</strong>l<br />

capital y el trabajo sólo se dan cuando la intervencion <strong>de</strong> la autoridad mantiene la balanza<br />

inclinada á uno ú otro lado. La libertad <strong>de</strong> concurrencia aleja y atenúa esas crísis peIigrosas,<br />

porque todos los intereses económicos propen<strong>de</strong>n al equilibrio; y así como no hay guerra,<br />

ni <strong>de</strong>sór<strong>de</strong>n, ni anarquía en la naturaleza cuando los líquidos buscan su nivel, tampoco hay<br />

nada <strong>de</strong> esto en la sociedad, cuando la produccion y la distribucion <strong>de</strong> las riquezas siguen su<br />

camino.<br />

Cierto que falta mucho para llegar por medio <strong>de</strong> la concurrencia al término <strong>de</strong>seado;<br />

mas no se diga que estamos hoy más lejos <strong>de</strong>l bien que ayer, pues la causa <strong>de</strong>l progreso<br />

será siempre la causa <strong>de</strong> la libertad.<br />

La alteracion <strong>de</strong> los productos, la usurpacion <strong>de</strong> las marcas todos los fráu<strong>de</strong>s que la<br />

codicia pue<strong>de</strong> inventar para ven<strong>de</strong>r más barato, son achaques antiguos <strong>de</strong> la industria que<br />

nunca fueron tan frecuentes como durante el régimen <strong>de</strong> los gremios <strong>de</strong> las artes y oficios.<br />

Todo el rigor <strong>de</strong> las or<strong>de</strong>nanzas y <strong>de</strong> las penas no bastó á <strong>de</strong>sterrar la mala fé <strong>de</strong> los<br />

contratos. La vigilancia <strong>de</strong>l público es más eficaz para contenerla y reprimirla que el celo <strong>de</strong>l<br />

magistrado. Los privilegios la fomentan y al abrigo <strong>de</strong>l monopolio se <strong>de</strong>sborda, miéntras<br />

que la concurrencia obliga á buscar la fortuna por la senda <strong>de</strong>l crédito, esto es, <strong>de</strong> la buena<br />

opinión que se alcanza mediante la probidad, la diligencia y la perfeccion en el trabajo.<br />

La enfermedad <strong>de</strong> la pobreza, ó segun ahora se dice, <strong>de</strong>l pauperismo, es tan antigua<br />

como el mundo, y la libre concurrencia empieza con el siglo. Otras raices más hondas<br />

tiene la miseria. Admitimos <strong>de</strong> buen grado que la causa <strong>de</strong>l pauperismo no sea una<br />

produccion insuficiente, sino la <strong>de</strong>sigual distribucion <strong>de</strong> la riqueza; y con todo eso no<br />

<strong>de</strong>be cargarse la culpa á la libertad <strong>de</strong> concurrencia.<br />

Pobres habia entre los israelitas á pesar <strong>de</strong> las leyes contra la usura; <strong>de</strong>l jubileo agrario<br />

cada cincuenta años, en cuya época todas las tierras enajenadas volvian á po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> sus<br />

primitivos poseedores; <strong>de</strong>l año sabático ó liberacion periódica <strong>de</strong> los esclavos al séptimo<br />

<strong>de</strong> su servidumbre; <strong>de</strong> la hospitalidad, la limosna y el diezmo trienal, verda<strong>de</strong>ra<br />

contribución en favor <strong>de</strong> los indigentes.<br />

Húbolos tambien entre los romanos á pesar <strong>de</strong> las leyes agrarias y anonarias, <strong>de</strong> la<br />

represión <strong>de</strong> la usura,<br />

<strong>de</strong> la abolicion <strong>de</strong> las <strong>de</strong>udas, <strong>de</strong>l patronato y la clientela y <strong>de</strong> otras instituciones<br />

preventivas y represivas ya <strong>de</strong> la República, ya <strong>de</strong>l Imperio.<br />

Abundaron en la edad media á pesar <strong>de</strong> la emancipacion <strong>de</strong> los siervos, la formacion<br />

<strong>de</strong>l estado llano, los gremios <strong>de</strong> las artes y oficios, los hospicios, los hospitales, las tasas y<br />

posturas, la policía <strong>de</strong> los abastos, las leyes suntuarias, la represion <strong>de</strong> la usura, los montes<br />

<strong>de</strong> piedad, y sobre todo á pesar <strong>de</strong> la abundante limosna que repartian las iglesias y<br />

monasterios y no negaban los particulares movidos á impulso <strong>de</strong> la caridad cristiana, dulce<br />

y sazonado fruto <strong>de</strong>l Evangelio.<br />

Pues <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el siglo XVI hasta el XIX pulularon en España (y más ó ménos en los<br />

diversos estados <strong>de</strong> Europa) los verda<strong>de</strong>ros y los falsos mendigos, naturales y extranjeros.<br />

Celebraban sus juntas á manera <strong>de</strong> cofradías don<strong>de</strong> hacian conciertos y repartimientos.<br />

Unos llagaban sus cuerpos para mover á piedad, otros cegaban y tullian á sus hijos, otros<br />

registraban las casas <strong>de</strong> dia para dar el asalto <strong>de</strong> noche, y otros, con capa <strong>de</strong> <strong>de</strong>vocion,<br />

vagaban por el reino en hábito <strong>de</strong> peregrinos. Sin duda habia muchos mendigos dignos <strong>de</strong><br />

la caridad pública, pero formaban el mayor número los ociosos, vagamundos y mal<br />

entretenidos.<br />

Entónces no se conocia la libertad <strong>de</strong>l trabajo y concurrencia, y<br />

sin embargo la mendiguez voluntaria é involuntaria llegó al extremo


<strong>de</strong> infundir espanto en el ánimo <strong>de</strong>l gobierno, que luchando contra la<br />

opinion <strong>de</strong> gran<strong>de</strong>s teólogos moralistas, imaginó fundar albergues<br />

don<strong>de</strong> los pobres legitimos fuesen recogidos y asistidos, y prohibió<br />

pedir limosna sin licencia <strong>de</strong> la autoridad ( V. Historia <strong>de</strong> la <strong>Economía</strong><br />

política en España, tomo II, cap. LIII.).<br />

El progreso <strong>de</strong> la industria aumenta la riqueza general y <strong>de</strong>rrama la abundancia y<br />

baratura por todas partes. Digan lo que quieran los adversarios <strong>de</strong> la <strong>Economía</strong> política,<br />

hay ménos pobres ahora que en los tiempos pasados. El trabajo libre obtiene tar<strong>de</strong> ó<br />

temprano la <strong>de</strong>bida recompensa, y muchos hombres viven hoy <strong>de</strong> su oficio y mantienen<br />

sus familias, que ántes hubieran perecido <strong>de</strong> necesidad como miserables esclavos ó<br />

artesanos oprimidos con el privilegio y el monopolio.<br />

La causa <strong>de</strong>l pauperismo que aflige á ciertos pueblos y naciones industriosas, no es<br />

la cortedad <strong>de</strong>l salario, sino su intermitencia y su inseguridad. Las crísis <strong>de</strong> la industria y<br />

<strong>de</strong>l comercio obligan á limitar la produccion, y muchos obreros <strong>de</strong>spedidos <strong>de</strong> las<br />

fabricas quedan privados <strong>de</strong>l pan, porque falta la <strong>de</strong>manda ordinaria <strong>de</strong> trabajo. Todos<br />

los medios eficaces <strong>de</strong> conjurar estas crísis, es <strong>de</strong>cir, todas las reformas económicas que<br />

la ciencia aconseja para <strong>de</strong>sarrollar la riqueza pública á beneficio <strong>de</strong> la libre concurrencia<br />

unidas á la mejoría <strong>de</strong> las costumbres, la instrucción, la pru<strong>de</strong>nte economía, la<br />

asociacion pacífica y la bondad <strong>de</strong> las instituciones políticas y administrativas, atenuarán,<br />

ya que no extirpen <strong>de</strong> raiz, la miseria que empaña el lustre <strong>de</strong> la civilizacion mo<strong>de</strong>rna.<br />

El <strong>de</strong>recho al trabajo, la organizacion <strong>de</strong>l trabajo, la comunidad <strong>de</strong> bienes y<br />

otras palabras sacramentales <strong>de</strong>l socialismo apénas nacido y ya <strong>de</strong>smembrado<br />

en sectas enemigas, son impotentes para remediar el mal. Las unas no han<br />

resistido al primer ensayo, y las otras repugnan á la naturaleza <strong>de</strong>l hombre, á la<br />

conciencia y al buen sentido. Todos los sistemas socialistas parten <strong>de</strong>l principio<br />

absurdo que secuestra el individuo en obsequio <strong>de</strong>l estado, cegando los<br />

manantiales <strong>de</strong> la riqueza pública y privada. De aquí nacen sus reglamentos<br />

arbitrarios y sus vanos proyectos <strong>de</strong> establecer una dictadura económica,<br />

quimeras inventadas por ingenios que atormenta la fiebre <strong>de</strong> las reformas.<br />

Nosotros no concebimos el ór<strong>de</strong>n social sin libertad y propiedad, ni salvacion posible<br />

sino <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la justicia. ¿ Quién osaria regenerar el mundo encargándose <strong>de</strong> aplicar la<br />

máxima favorita <strong>de</strong> San Simon, á cada uno segun su capacidad, á cada capacidad segun sus<br />

obras? ¿Dón<strong>de</strong> está ese criterio universal y ese juez supremo que <strong>de</strong>be presidir con su<br />

infinita sabiduría y su omnipotencia á la distribucion, <strong>de</strong> la riqueza? Volvamos los ojos á la<br />

verdad, y seamos fieles á la doctrina <strong>de</strong> la libre concurrencia.<br />

CAPÍTULO III.<br />

De la renta.<br />

Llámase renta en general aquella parte <strong>de</strong> valores que un hombre percibe en el discurso<br />

<strong>de</strong> un año, sea trabajando por sí mismo, sea prestando á otro los medios <strong>de</strong> trabajar que<br />

posée. Así pues, renta significa el producto con relacion al tiempo.<br />

Toda renta consiste en géneros ó frutos resultado <strong>de</strong>l trabajo propio ó <strong>de</strong>l empleo <strong>de</strong><br />

nuestra fortuna. El productor <strong>de</strong> esta riqueza pue<strong>de</strong> aplicarla inmediatamente á su consumo<br />

personal, ó adquirir otras riquezas en cambio; y en este caso la importancia <strong>de</strong> su renta no<br />

se mi<strong>de</strong> por la cantidad <strong>de</strong> las especies producidas, sino por su valor.<br />

La expresion <strong>de</strong> la renta en numerario no altera su esencia, porque la moneda es el comun<br />

<strong>de</strong>nominador <strong>de</strong> los valores que la componen, y no la transformación <strong>de</strong> su naturaleza.<br />

Solamente <strong>de</strong>be repararse que subiendo el valor <strong>de</strong> la moneda, crecerá la renta, y al<br />

contrario menguará, si baja. Por esta razon la carestía <strong>de</strong> las cosas necesarias ó útiles á los<br />

usos <strong>de</strong> la vida disminuye la renta <strong>de</strong> los que viven <strong>de</strong> sueldos y pensiones fijas ó censos


constituidos en dinero; miéntras, que los propietarios <strong>de</strong> fincas rústicas ó urbanas, los<br />

capitalistas y los trabajadores <strong>de</strong> toda clase cuya renta consistiere en especies, cuando sube<br />

el precio <strong>de</strong> los frutos, hallan ámplia compensacion <strong>de</strong> lo más que les cuestan los objetos <strong>de</strong><br />

su ordinario consumo, en la subida equivalente <strong>de</strong>l precio <strong>de</strong> sus productos y servicios.<br />

Consi<strong>de</strong>rando, pues, que la renta se mi<strong>de</strong> por el valor, y que el valor ordinariamente se<br />

expresa en numerario, conviene dividirla en real y nominal. Esta es la suma <strong>de</strong> dinero<br />

cobrada á titulo <strong>de</strong> renta, y aquélla la cantidad <strong>de</strong> productos que pue<strong>de</strong> comprarse con ella.<br />

De don<strong>de</strong> se sigue que una misma renta nominal significa en diversos tiempos y lugares<br />

muy distintas rentas reales, y una misma renta real muy diferentes rentas nominales segun la<br />

carestía ó baratura <strong>de</strong> los artículos <strong>de</strong> primera necesidad, <strong>de</strong> comodidad y regalo.<br />

Toda renta es remuneracion <strong>de</strong> un trabajo ó servicio productivo; y aunque importaria á la<br />

claridad <strong>de</strong>l asunto expresar la i<strong>de</strong>a con un solo signo, la necesidad <strong>de</strong> acomodar el lenguaje<br />

científico al uso comun <strong>de</strong> las gentes, obliga á emplear varias <strong>de</strong>nominaciones. Así la renta<br />

<strong>de</strong>l sabio ó <strong>de</strong>l hombre <strong>de</strong>dicado al ejercicio <strong>de</strong> ciertas profesiones liberales se llama<br />

honorario: la recompensa <strong>de</strong>l trabajo manual jornal ó salario: la retribucion <strong>de</strong>bida por el<br />

empleo <strong>de</strong> un capital interés ó crédito: la parto que representa el uso productivo <strong>de</strong> una tierra<br />

arrendamiento, y ganancia ó beneficio la utilidad lograda por un empresario <strong>de</strong> industria.<br />

Cada uno <strong>de</strong> estos productores vive <strong>de</strong> su trabajo personal ó <strong>de</strong> los frutos <strong>de</strong> su trabajo<br />

acumulados en forma <strong>de</strong> capitales, tierras <strong>de</strong> labor, edificios, etc.; en fin, cada uno vive á<br />

expensas <strong>de</strong> su ciencia, arte ó propiedad. Por eso es un grave error y a<strong>de</strong>más una injusticia<br />

<strong>de</strong> funestas consecuencias, suponer que el obrero vive como un parásito <strong>de</strong> la tierra ó <strong>de</strong>l<br />

capital ajeno, y <strong>de</strong>cir que el empresario se aprovecha <strong>de</strong>l sudor <strong>de</strong>l obrero. Hay en la<br />

produccion y distribucion <strong>de</strong> la riqueza, bajo la ley <strong>de</strong> la concurrencia, un concierto maravilloso<br />

<strong>de</strong> volunta<strong>de</strong>s é intereses, una verda<strong>de</strong>ra armonía económica, porque todo se<br />

resuelve en un cambio recíprocamente útil <strong>de</strong> servicios por servicios. Cada cual pone en<br />

comun su actividad libre, su habilidad, su diligencia y hasta su buena ventura, para recoger<br />

en un plazo más ó ménos largo el premio <strong>de</strong> su trabajo sin que nadie viva á merced <strong>de</strong><br />

nadie; <strong>de</strong> modo que pue<strong>de</strong> haber clases menesterosas, pero no tributarias.<br />

La suma <strong>de</strong> las rentas particulares constituye la renta nacional. Compónese la lenta <strong>de</strong> las<br />

naciones <strong>de</strong>l producto anual <strong>de</strong> su agricultura y sus minas, <strong>de</strong> sus fábricas, artes y oficios, <strong>de</strong><br />

su comercio interior y exterior, y en fin <strong>de</strong> todos los valores <strong>de</strong>rivados <strong>de</strong> sus diversas<br />

fuentes <strong>de</strong> trabajo.<br />

Diví<strong>de</strong>se esta renta colectiva en bruta ó total y líquida ó <strong>net</strong>a. La primera contiene los gastos<br />

<strong>de</strong> la produccion, y la segunda el exceso ó sobrante <strong>de</strong>ducidas las anticipaciones: aquéIla<br />

colma los vacios <strong>de</strong>l ordinario consumo, y ésta supone la creacion <strong>de</strong> nuevos valores y el<br />

acrecentamiento sucesivo <strong>de</strong> los capitales. La renta líquida ó <strong>net</strong>a es la expresion exacta y<br />

rigorosa <strong>de</strong> la potencia industrial <strong>de</strong> cada pueblo.<br />

Al formar el inventario <strong>de</strong> todas las rentas individuales cuyo conjunto forma la renta<br />

líquida <strong>de</strong> la nacion, es preciso guardarse <strong>de</strong> caer en el error <strong>de</strong> computarlas dos veces, por<br />

ejemplo, si consi<strong>de</strong>ramos en globo la renta <strong>de</strong>l propietario, y á esta partida añadimos la <strong>de</strong>l<br />

jornalero, ó confundimos en una suma las ganancias <strong>de</strong>l fabricante y el interés <strong>de</strong>l<br />

capitalista, ó calculamos las utilida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l labrador y la cuota <strong>de</strong>l arrendamiento. Como no<br />

hay producto <strong>net</strong>o sino <strong>de</strong>spues <strong>de</strong> averiguado el sobrante <strong>de</strong> la producción con respecto al<br />

consumo, conviene sutilizar en la investigacion <strong>de</strong>l equilibrio entre los créditos y las <strong>de</strong>udas<br />

respectivas, y buscar los factores <strong>de</strong> la verda<strong>de</strong>ra renta nacional en el tesoro comun <strong>de</strong>l<br />

estado.<br />

CAPÍTULO IV.<br />

De los salarios<br />

Antes <strong>de</strong> entrar en materia conviene recordar al lector que


estudiamos las leyes económicas en toda su verdad y pureza, es <strong>de</strong>cir,<br />

el movimiento natural <strong>de</strong>l trabajo en el régimen <strong>de</strong> la libre<br />

concurrencia. Si existen monopolios autorizados por el gobierno,<br />

privilegios singulares, reglamentos administrativos, tasas y posturas ú<br />

otra suerte <strong>de</strong> intervencion oficial en la produccion ó distribucion <strong>de</strong><br />

la riqueza, la ciencia <strong>de</strong>clina la responsabilidad <strong>de</strong> estos actos y<br />

con<strong>de</strong>na la memoria <strong>de</strong> estos abusos. Cuando la voluntad <strong>de</strong>l hombre<br />

prevalece contra los principios, la culpa <strong>de</strong> los males que afligen ó<br />

pue<strong>de</strong>n afligir á la sociedad carga sobre la potestad arbitraria que<br />

or<strong>de</strong>na las cosas públicas con olvido ó menosprecio <strong>de</strong> toda buena<br />

doctrina.<br />

Salario es el precio <strong>de</strong>l trabajo <strong>de</strong>l obrero; y por obrero se entien<strong>de</strong><br />

el hombre que concurre á la produccion <strong>de</strong> la riqueza con su trabajo<br />

manual ó con la obra <strong>de</strong> mano. Recibe periódicamente y en pequeñas<br />

porciones el premio <strong>de</strong> su servicio; pero <strong>de</strong> cualquier modo que se<br />

pague el salario, el dia es la unidad <strong>de</strong> tiempo que se escoge para<br />

<strong>de</strong>terminar su cuota. En este sentido salario equivale á jornal, ó sea el<br />

precio <strong>de</strong> una jornada ó dia <strong>de</strong> trabajo.<br />

El obrero no se fatiga en bal<strong>de</strong>, ni consume sus fuerzas por el<br />

mero placer <strong>de</strong> vivir ocupado, sino que busca una renta en el empleo<br />

<strong>de</strong> su inteligencia y sus brazos, así como otros la buscan en el empleo<br />

<strong>de</strong> su capital ó su tierra. Por lo mismo que tiene necesida<strong>de</strong>s, procura<br />

medios legítimos y honrosos <strong>de</strong> existencia.<br />

Vivir <strong>de</strong>l salario es tocar el término <strong>de</strong> la emancipacion <strong>de</strong>l<br />

hombre, porque el trabajo libre forma una verda<strong>de</strong>ra propiedad.<br />

Cuanto más se extien<strong>de</strong> el salario, tanto más se disminuye la clase<br />

parásita <strong>de</strong> los pobres cuya presencia <strong>de</strong>sgarra el corazon, acusa los<br />

vicios <strong>de</strong> la ley, impone cargas pesadas á los pueblos y amenaza turbar<br />

el ór<strong>de</strong>n social. El salario suministra recursos propios á la multitud <strong>de</strong><br />

trabajadores que ántes eran esclavos, luégo siervos, <strong>de</strong>spues gente<br />

menesterosa vejada y oprimida con prestaciones feudales, tasas y<br />

reglamentos. La facultad <strong>de</strong> vivir confiado en su fuerza y su <strong>de</strong>recho<br />

ennoblece y eleva nuestro carácter con el sentimiento <strong>de</strong> la<br />

in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia personal, y redobla la intensidad <strong>de</strong> la accion <strong>de</strong> los<br />

individuos.<br />

El salario es un progreso comparado con la asociacion primitiva <strong>de</strong>l trabalo y <strong>de</strong>l<br />

capital, porque establece una forma nueva <strong>de</strong> retribucion sin imposibilitar la antigua,<br />

quedando la opcion entre ambos sistemas á voluntad <strong>de</strong> los contrayentes segun les<br />

aconsejen sus recíprocos intereses.<br />

El salario promete una ganancia cierta, exenta <strong>de</strong> todo riesgo y ventura y anticipada á<br />

los beneficios <strong>de</strong> la empresa. Que pierda ó gane el empresario <strong>de</strong> industria, el obrero recibe<br />

la recompensa <strong>de</strong>bida á su trabajo, sin esperar el momento <strong>de</strong> realizar los valores<br />

producidos. Estas circunstancias explican en parte por qué la cuota <strong>de</strong> los salarios es<br />

mo<strong>de</strong>rada en proporcion <strong>de</strong> las utilida<strong>de</strong>s que reportaria el obrero constituyendo una<br />

sociedad comanditaria con las personas que poseyeran los instrumentos <strong>de</strong>l trabajo. Sin<br />

poner en duda el po<strong>de</strong>roso influjo <strong>de</strong> tales asociaciones en cuanto á hermanar los intereses<br />

<strong>de</strong> las clases productoras, á excitar la actividad y la inteligencia <strong>de</strong> los obreros y á <strong>de</strong>spertar<br />

la emulacion en el ánimo <strong>de</strong> todos, no perdamos <strong>de</strong> vista que el salario representa el pan <strong>de</strong><br />

cada dia sin las amarguras y tribulaciones <strong>de</strong>l hombre que tiene la fortuna pendiente <strong>de</strong> un<br />

cabello. El empresario, hoy rico, tal vez sea pobre mañana; y el obrero que más participa <strong>de</strong><br />

su prosperidad, le abandona más pronto, cuando llama á sus puertas la <strong>de</strong>sgracia.


El salario no es enemigo <strong>de</strong>l capital, ni el capital enemigo <strong>de</strong>l salario. Ambos se<br />

auxilian mutuamente para llevar á cabo la obra <strong>de</strong> la produccion. Un capitalista codicioso<br />

que menguase la parte legítima <strong>de</strong>l obrero, se veria con<strong>de</strong>nado á estéril ociosidad por falta<br />

<strong>de</strong> trabajo; y el obrero exigente que cercenase la parte legítima <strong>de</strong>l capitalista, quedaría al fin<br />

reducido á la inaccion por falta <strong>de</strong> capital. Todos los productores tienen interés en<br />

mantener la concordia que la funda en la justa remuneracion <strong>de</strong> sus servicios: la discordia<br />

los arruina. Todos <strong>de</strong>ben ser partícipes en las ganancias; y si alguno preten<strong>de</strong> aumentar las<br />

suyas con pérdida <strong>de</strong> otro, obra con injusticia y a<strong>de</strong>más con torpeza.<br />

El precio <strong>de</strong>l trabajo crece y mengua, como el <strong>de</strong> todos los productos y servicios,<br />

segun fueren favorables ó adversas las condiciones <strong>de</strong>l mercado. Así pues, la cuota <strong>de</strong>l<br />

salario es esencialmente variable, oscilando entre un maximum y un minimum que constituyen<br />

sus límites necesarios.<br />

El trabajo es un servicio que supone ciertos gastos <strong>de</strong> produccion; y á la manera que<br />

el precio <strong>de</strong> toda merca<strong>de</strong>ría no pue<strong>de</strong> ser constantemente inferior á lo que tiene <strong>de</strong> coste,<br />

porque entónces, faltando el estímulo <strong>de</strong> la ganancia, el fabricante cesaría <strong>de</strong> producir, el<br />

salario no pue<strong>de</strong> tampoco ser constantemente inferior á lo que tiene <strong>de</strong> coste la<br />

cooperacion <strong>de</strong>l obrero, porque sin la esperanza <strong>de</strong> remuneracion cesaria <strong>de</strong> trabajar.<br />

Por eso distinguen los economistas el salario corriente <strong>de</strong>l necesario, á semejanza <strong>de</strong>l<br />

precio corriente y necesario <strong>de</strong> cualesquiera géneros ó frutos. El primero significa la cuota<br />

ordinaria <strong>de</strong> los salarios, más alta ó más baja conforme á las circunstancias <strong>de</strong>l mercado, y el<br />

segundo se <strong>de</strong>termina por lo indispensable á la subsistencia <strong>de</strong>l obrero y su familia. Más allá<br />

<strong>de</strong> este término empieza el <strong>de</strong>smayo <strong>de</strong> la industria, la miseria <strong>de</strong> los trabajadores, y por<br />

último la emigracion ó la muerte.<br />

Lo estrictamente necesario <strong>de</strong>l obrero es una cantidad relativa á los tiempos y lugares,<br />

á los usos y costumbres <strong>de</strong> los pueblos. En efecto, las necesida<strong>de</strong>s habituales <strong>de</strong> la vida<br />

varian al extremo segun el clima, la estacion, la manera comun <strong>de</strong> alimentarse, vestirse y<br />

alojarse, el precio <strong>de</strong> los artículos <strong>de</strong> general consumo, etc. Y no tan sólo <strong>de</strong>ben tomarse<br />

por necesida<strong>de</strong>s verda<strong>de</strong>ras las que llaman <strong>de</strong> primer ór<strong>de</strong>n, como hambre, sed y abrigo,<br />

pero tambien las facticias, supuesto que el hábito forma segunda naturaleza.<br />

En las regiones septentrionales necesita el obrero alimento más fuerte, bebidas<br />

espirituosas, mayor cantidad <strong>de</strong> combustible y ropas más dobles que en las tierras suaves y<br />

templadas <strong>de</strong>l mediodía. La vida es más cara en la ciudad que en el campo. El uso <strong>de</strong>l tabaco,<br />

<strong>de</strong>l azúcar, <strong>de</strong>l té, <strong>de</strong>l café, <strong>de</strong>l vino ó la cerveza constituye otras tantas necesida<strong>de</strong>s<br />

facticias, es verdad; pero su privacion no causa á veces ménos pesadumbre que la privacion<br />

<strong>de</strong>l pan ó <strong>de</strong>l agua.<br />

Cuando el salario corriente exce<strong>de</strong> al necesario, el obrero pue<strong>de</strong> satisfacer con holgura<br />

sus necesida<strong>de</strong>s materiales, exten<strong>de</strong>r los goces <strong>de</strong>l espíritu, mejorar su condicion y asegurar<br />

un porvenir á sus hijos. La vida es entónces más cómoda, más noble y más tranquila. La<br />

abundancia <strong>de</strong> los bienes presentes dilata el horizonte <strong>de</strong> la fortuna, porque brilla en medio<br />

<strong>de</strong> esta prosperidad la esperanza <strong>de</strong> hacer economías y mejorar <strong>de</strong> estado con el tiempo,<br />

pasando el obrero á la clase <strong>de</strong> empresario ó capitalista.<br />

El maximum <strong>de</strong>l salario se <strong>de</strong>termina por la utilidad <strong>de</strong>l trabajo, pues la recompensa<br />

<strong>de</strong>be guardar proporcion con el servicio. Si hay una suma <strong>de</strong> valores producidos para<br />

repartir entre varios coproductores, la cuota parte <strong>de</strong> cada uno no pue<strong>de</strong> traspasar el límite<br />

que le ponen las ganancias regulares y ordinarias <strong>de</strong> los otros; <strong>de</strong> modo que el maximum <strong>de</strong>l<br />

salario es el minimum <strong>de</strong> los <strong>de</strong>más partícipes, y el maximum <strong>de</strong> éstos el minimum <strong>de</strong>l salario.<br />

Supongamos para mayor claridad dos únicos productores, el obrero y el capitalista. Si el<br />

salario corriente fuese más alto <strong>de</strong> lo justo, suce<strong>de</strong>ria una <strong>de</strong> dos cosas, á saber: ó absorberia<br />

los intereses <strong>de</strong>l capital hasta el punto <strong>de</strong> obligar al capitalista á retirarlo <strong>de</strong> un empleo<br />

infructuoso, ó los artefactos resultarian tan caros que imposibilitasen el consumo, y en<br />

ambos casos cesaba la produccion,


Hemos dicho que entre el maximum y el minimum oscila la cuota corriente <strong>de</strong> los<br />

salarios, y ahora conviene investigar las leyes económicas que regulan su movimiento.<br />

El precio <strong>de</strong>l trabajo, lo mismo que el precio <strong>de</strong> todas las cosas, se <strong>de</strong>termina por la<br />

comparación <strong>de</strong> la oferta y la <strong>de</strong>manda. Cob<strong>de</strong>n ha expuesto este principio en forma <strong>de</strong><br />

parábola diciendo: cuando dos obreros corren tras <strong>de</strong> un amo, el salario baja, y cuando dos<br />

amos corren tras <strong>de</strong> un obrero, el salario sube. Así pues, la cuota <strong>de</strong> los salarios se<br />

subordina á la ley comun <strong>de</strong> la competencia. Esto nos explica por qué los salarios <strong>de</strong> las<br />

mujeres son más cortos que los <strong>de</strong> los hombres en condiciones análogas; y no podrá<br />

suce<strong>de</strong>r otra cosa miéntras la oferta <strong>de</strong>l trabajo femenino fuere superior á la <strong>de</strong>manda.<br />

Otros economistas sustituyen á la máxima anterior la siguiente: la cuota <strong>de</strong> los salarios<br />

<strong>de</strong>pen<strong>de</strong> <strong>de</strong> larelacion entre la poblacion y el capital. Mas para pe<strong>net</strong>rar bien el sentido <strong>de</strong><br />

esta nueva fórmula, conviene advertir que aquí la palabra poblacion no significa el número<br />

total <strong>de</strong> habitantes, sino tan sólo el número <strong>de</strong> personas que componen la clase obrera <strong>de</strong><br />

un estado; y á pari, no se entien<strong>de</strong> por capital la suma total <strong>de</strong> valores <strong>de</strong>stinados á la<br />

produccion, sino únicamente aquella parte <strong>de</strong>l capital circulante que se aplica á la<br />

remuneracion <strong>de</strong> la obra <strong>de</strong> mano. Con esta salva las dos proposiciones son equivalentes.<br />

Poblacion quiere <strong>de</strong>cir <strong>de</strong>manda <strong>de</strong> salario ú oferta <strong>de</strong> trabajo, y capital quiere <strong>de</strong>cir oferta<br />

<strong>de</strong> salario ó <strong>de</strong>manda <strong>de</strong> trabajo.<br />

Si la poblacion y el capital fuesen dos términos invariables, la proporcion entre la<br />

<strong>de</strong>manda y la oferta <strong>de</strong> salario subsistiria siempre la misma, y el precio corriente <strong>de</strong> la obra<br />

<strong>de</strong> mano nunca seria mayor ni menor. Pero como ambos términos son en extremo sensibles,<br />

la proporcion se altera á cada paso, y entónces la cuota media <strong>de</strong> los salarios crece ó<br />

mengua segun se muestre favorable ó <strong>de</strong>sfavorable al obrero la balanza <strong>de</strong> la oferta y la<br />

<strong>de</strong>manda.<br />

La abundancia <strong>de</strong> capitales junto con la escasez <strong>de</strong> poblacion, levanta el nivel <strong>de</strong> los<br />

salarios. En este caso suce<strong>de</strong> que la prosperidad general influye en la multiplicacion <strong>de</strong> las<br />

gentes, y al cabo <strong>de</strong> un período regular, creciendo el número <strong>de</strong> los obreros, mengua el<br />

precio <strong>de</strong>l trabajo. Para mantener alta la cuota media <strong>de</strong> los salarios, seria preciso que los<br />

capitales se aumentasen con igual rapi<strong>de</strong>z, por lo ménos, que se aumenta la poblacion.<br />

Cuando un pueblo llega á poseer una industria floreciente y se afirma en la posesion<br />

<strong>de</strong> su riqueza, el movimiento progresivo <strong>de</strong>l capital vá retardándose poco á poco, miéntras<br />

que el movimiento progresivo <strong>de</strong> la poblacion es cada vez más acelerado. Entónces bajan<br />

los salarios, y la condicion <strong>de</strong>l obrero seria fatalmente miserable, si él mismo no participase<br />

<strong>de</strong> los beneficios <strong>de</strong> la prosperidad comun. El obrero disfruta <strong>de</strong> los bienes que<br />

proporcionan las leyes protectoras <strong>de</strong> la libertad <strong>de</strong>l trabajo, los inventos maravillosos, la<br />

introduccion <strong>de</strong> las máquinas, la importacion <strong>de</strong> los géneros y frutos extranjeros, el precio<br />

mo<strong>de</strong>rado <strong>de</strong> las subsistencias, y en suma, goza <strong>de</strong> todas las conquistas <strong>de</strong> la civilización,<br />

porque si bajo un aspecto es productor, bajo otros muchos es consumidor <strong>de</strong> riqueza.<br />

Para mayor claridad <strong>de</strong>l asunto advertiremos que el salario se distingue en real y<br />

nominal. Salario real es la cantidad <strong>de</strong> cosas útiles que el obrero pue<strong>de</strong> obtener en<br />

remuneracion <strong>de</strong> su trabajo; y salario nominal la suma <strong>de</strong> dinero que recibe por la misma<br />

causa. La sustancia <strong>de</strong>l salario consiste en el valor ó la facultad <strong>de</strong> adquisicion, y la<br />

moneda es sólo un acci<strong>de</strong>nte <strong>de</strong>l salario. Llámese diez ó veinte reales viene á ser lo<br />

mismo, si la baratura ó carestía <strong>de</strong> los artículos <strong>de</strong> general consumo para la clase obrera le<br />

permiten procurarse los mismos medios <strong>de</strong> existencia.<br />

Siguese <strong>de</strong> lo dicho que el salario real ó el verda<strong>de</strong>ro salario pue<strong>de</strong> crecer ó menguar<br />

sin que pa<strong>de</strong>zca la más leve alteracion el salario nominal y viceversa.<br />

Cuando se dobla el valor <strong>de</strong> la moneda, ó lo que es lo mismo, cuando baja hasta la<br />

mitad el precio <strong>de</strong> todas las merca<strong>de</strong>rías, el obrero que ganaba veinte reales está igualmente<br />

retribuido con diez, porque con un real compra géneros y frutos en igual cantidad y <strong>de</strong><br />

igual calidad que ántes con dos. Y por el contrario, aunque el salario nominal suba <strong>de</strong> veinte


á cuarenta reales, si el valor <strong>de</strong> la moneda baja la mitad, ó lo que es lo mismo, si todas las<br />

merca<strong>de</strong>rías están doblemente caras, la fortuna <strong>de</strong>l obrero permanece inalterable, porque el<br />

alimento, el vestido, la habitacion y las <strong>de</strong>más cosas necesarias á la vida que le costaban dos,<br />

le cuestan cuatro.<br />

Así pues, no seria justo culpar á la civilizacion <strong>de</strong> escasa piedad para con los obreros,<br />

mirando á que <strong>de</strong>prime el nivel <strong>de</strong>l salario, si no se probase que reduce sus medios <strong>de</strong><br />

existencia. Los a<strong>de</strong>lantamientos <strong>de</strong> la industria facilitan la abundancia y baratura <strong>de</strong> todos<br />

los bienes logrados por el artificio <strong>de</strong>l hombre, y el obrero halla en el aumento <strong>de</strong>l salario<br />

real el contrapeso <strong>de</strong> la disminucion <strong>de</strong> su salario nominal.<br />

La cuota media <strong>de</strong> los salarios, por lo mismo que son <strong>de</strong> naturaleza variable, no se<br />

pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>terminar por el precio corriente <strong>de</strong>l trabajo en un dia, una semana ó un mes, ni<br />

regularse por lo que gana el obrero en este ó aquel arte ú oficio. Es preciso tomar un plazo<br />

no ménos largo que un año, y averiguar el medio proporcional.<br />

La subida <strong>de</strong> los salarios, cuando pasa <strong>de</strong> sus justos límites, lastima á los mismos<br />

obreros, ya porque<br />

si son productores bajo un aspecto, son consumidores bajo otros muchos, y ya<br />

porque minora la <strong>de</strong>manda <strong>de</strong>l trabajo. Síguese <strong>de</strong> aquí que la subida <strong>de</strong> los salarios no es<br />

siempre orígen <strong>de</strong> ganancia y fuente do prosperidad para la clase obrera, ántes pue<strong>de</strong><br />

causarle graves perjuicios. Aunque así fuese, no <strong>de</strong>beriamos celebrar el alza como un<br />

progreso, porque sobre su interés está el bien general. Aboguemos por la felicidad comun,<br />

y no caigamos en la tentacion <strong>de</strong> levantar á los unos para <strong>de</strong>rribar á los otros. La corriente<br />

<strong>de</strong> los hechos es favorable á la subida paulatina <strong>de</strong>l salario; y esta ten<strong>de</strong>ncia natural que<br />

llegará á ser un beneficio positivo, se transformaria en verda<strong>de</strong>ra calamidad, no respetando<br />

la libertad <strong>de</strong> las transacciones que la mo<strong>de</strong>ran.<br />

La baja <strong>de</strong> los salarios, es <strong>de</strong>cir, un salario inferior á lo que exige la equitativa<br />

remuneracion <strong>de</strong>l servicio, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> sumir en la miseria á los obreros, paraliza la<br />

produccion <strong>de</strong>bilitándose el trabajo. Sin embargo, la baja <strong>de</strong> los salarios no pue<strong>de</strong> ser<br />

constante, porque el menor precio <strong>de</strong> las merca<strong>de</strong>rías aviva el consumo, y el mayor<br />

consumo estimula á la produccion, lo cual provoca una mayor <strong>de</strong>manda <strong>de</strong> trabajo y la<br />

consiguiente subida <strong>de</strong>l salario.<br />

Las repentinas variaciones <strong>de</strong>l salario rompen el equilibrio <strong>de</strong> los intereses legítimos <strong>de</strong><br />

los coproductores y son causa <strong>de</strong> funestas perturbaciones. Para que estas alteraciones sean<br />

inofensivas ó produzcan solamente males pasajeros y <strong>de</strong> fácil enmienda, conviene que<br />

ocurran <strong>de</strong> un modo lento y gradual. Haya libertad en las transacciones particulares,<br />

absténgase la ley <strong>de</strong> intervenir en los negocios <strong>de</strong> ór<strong>de</strong>n privado, remueva los obstáculos<br />

que coartan la doble accion <strong>de</strong> la oferta y la <strong>de</strong>manda, y las crísis serán ménos frecuentes,<br />

dura<strong>de</strong>ras y peligrosas.<br />

Hay una propension natural ó una ten<strong>de</strong>ncia al equilibrio <strong>de</strong> todos los salarios, porque<br />

movido el hombre al<br />

trabajo por el cebo <strong>de</strong> la ganancia, acu<strong>de</strong> á don<strong>de</strong> le ofrecen mejor partido. Su<br />

ausencia <strong>de</strong> un ramo <strong>de</strong> produccion disminuye la oferta <strong>de</strong> brazos, y sube el salario; y su<br />

presencia en otro ramo distinto aumenta la <strong>de</strong>manda <strong>de</strong> brazos, y el salario baja. Así van<br />

acercándose poco á poco hasta confundirse todos en un mismo nivel.<br />

Esta ley económica es verda<strong>de</strong>ra, aunque no <strong>de</strong>bemos persuadirnos á que se cumpla<br />

con rigor matemático. Cuando el físico explica la teoría <strong>de</strong>l <strong>de</strong>scenso <strong>de</strong> los graves en el<br />

vacío, supone que las resistencias modifican la realidad <strong>de</strong> su doctrina. Negar la ley <strong>de</strong>l<br />

equilibrio <strong>de</strong> los salarios seria negar los principios <strong>de</strong> la <strong>Economía</strong> política; pero preten<strong>de</strong>r<br />

que la sociedad se ajuste á ella sin tener en cuenta la dificultad <strong>de</strong> abandonar un oficio<br />

conocido por un nuevo aprendizaje, ni la vocacion particular, ni la esperanza <strong>de</strong> que la baja<br />

sea transitoria, ni la dificultad <strong>de</strong> mudar <strong>de</strong> domicilio, ni el dolor <strong>de</strong> apartarse <strong>de</strong>l país natal,<br />

ni otras razones que comprimen la voluntad <strong>de</strong>l hombre y mo<strong>de</strong>ran el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> llevar su


trabajo á cualquiera parte <strong>de</strong>l mundo don<strong>de</strong> le prometan mayores salarios, seria lo mismo<br />

que si el físico no consi<strong>de</strong>rase en el movimiento más que las fuerzas con entera abstraccion<br />

<strong>de</strong> las masas y velocida<strong>de</strong>s. Por eso la llamamos ten<strong>de</strong>ncia ó propension, porque pugna por<br />

acercarse á la verdad, y <strong>de</strong> hecho se acerca más <strong>de</strong> lo que parece á primera vista.<br />

En efecto, la <strong>de</strong>sigualdad aparente <strong>de</strong> los salarios no <strong>de</strong>struye, ántes confirma, la regla<br />

general <strong>de</strong>l aproximado equilibrio <strong>de</strong> todos ellos, porque la infinita variedad <strong>de</strong> trabajos<br />

manuales impone la condicion <strong>de</strong> una recompensa proporcionada. Adam Smith señala con<br />

gran<strong>de</strong> pe<strong>net</strong>racion y <strong>de</strong>muestra con sutileza <strong>de</strong> ingenio las causas que suelen influir en la<br />

diversidad <strong>de</strong> las cuotas respectivas <strong>de</strong>l salario.<br />

Es la primera causa lo agradable ó <strong>de</strong>sagradable <strong>de</strong> la ocupacion, porque los<br />

salarios son menores ó mayores segun la facilidad ó dificultad, limpieza ó suciedad,<br />

nobleza ó bajeza <strong>de</strong>l oficio. - La atmósfera <strong>de</strong> gloria que respiran los sabios, los honores<br />

que los príncipes acostumbran á dispensarles, la veneracion <strong>de</strong> los pueblos, su fama<br />

extendida por todo el mundo, son parle <strong>de</strong>l premio <strong>de</strong>bido á estas lumbreras <strong>de</strong> la<br />

humanidad. Por eso mismo los gobiernos dignos <strong>de</strong> las naciones cultas cuidan <strong>de</strong><br />

favorecerlos y recompensarlos mejorando su fortuna; que los sabios al fin son hombres,<br />

y Cervantes, harto <strong>de</strong> gloria, jamás pudo consolarse <strong>de</strong> su pobreza. Por el contrario,<br />

cuando la opinion persigue con la nota <strong>de</strong> vileza ó infamia ciertos ministerios<br />

industriales, son más pingües los salarios, porque es preciso compensar el menosprecio<br />

<strong>de</strong> las gentes con una mayor retribucion pecuniaria. Los oficios insalubres ó peligrosos<br />

son más liberalmente retribuidos que las sanos y exentos <strong>de</strong> riesgo. Un trabajador <strong>de</strong> las<br />

minas <strong>de</strong> Alma<strong>de</strong>n está libre <strong>de</strong> quintas; y este favor <strong>de</strong> la ley compensa hasta cierto<br />

punto las enfermeda<strong>de</strong>s que las emanaciones <strong>de</strong>l mercurio le ocasionan, y forma parte<br />

<strong>de</strong> su salario.<br />

La segunda causa es la facilidad ó poca costa ó la dificultad y muchos<br />

gastos <strong>de</strong>l aprendizaje. - Pue<strong>de</strong>n dichos gastos compararse á un capital cuyos<br />

intereses vá percibiendo el obrero á título <strong>de</strong> salario. Un aprendizaje largo y<br />

dispendioso supone mayor capital anticipado, á que correspon<strong>de</strong> mayor suma<br />

por via <strong>de</strong> intereses. El abogado emplea doce años en cursar las áulas, toma<br />

grados académicos y prosigue cultivando la ciencia <strong>de</strong>l <strong>de</strong>recho, ó empieza á<br />

ejercitarse en el foro bajo la direccion <strong>de</strong> un famoso jurisconsulto. Apénas logra<br />

coger el fruto <strong>de</strong> su educacion literaria sino <strong>de</strong>spues <strong>de</strong> muy entrado en la edad<br />

madura; en tanto que un carpintero, cerrajero ó peon <strong>de</strong> albañil pronto llega á<br />

igualarse con su maestro, y principia á ganar jornal en breve tiempo. Así<br />

parecen tan <strong>de</strong>sigualmente retribuidas las profesiones liberales comparadas con<br />

las artes y oficios mecánicos, cuando en realidad, salvas leves excepciones, no<br />

pasan sus utilida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l límite ordinario.<br />

Tercera causa: la constancia ó inconstancia <strong>de</strong>l trabajo. - El consumo <strong>de</strong>l obrero es<br />

diario, y no siendo diaria la produccion, <strong>de</strong>be en los períodos <strong>de</strong> actividad ganar lo bastante<br />

á satisfacer las necesida<strong>de</strong>s corrientes <strong>de</strong> la vida, y á economizar para los períodos <strong>de</strong> ócio y<br />

<strong>de</strong>scanso. Por esta razon un obrero habitual se contenta con ménos salario que otro á quien<br />

se tome ó <strong>de</strong>spida segun aumenten ó disminuyan los pedidos que se hacen á una fábrica ó<br />

taller. Al fijar la cuota <strong>de</strong>l salario se computa el riesgo <strong>de</strong> quedar sin trabajo. Las labores <strong>de</strong>l<br />

campo pa<strong>de</strong>cen interrupcion por la alternativa <strong>de</strong> los temporales y el curso regular <strong>de</strong> las<br />

estaciones, por lo cual <strong>de</strong>ben ser los jornales más altos que si el propietario diese trabajo en<br />

invierno y en verano. Los muchos dias <strong>de</strong> fiesta contribuyen al aumento <strong>de</strong> los salarios,<br />

porque la suma <strong>de</strong> trabajo anual se reparte entre pocos dias <strong>de</strong> labor. En esta parte España<br />

es <strong>de</strong> inferior condicion que otros pueblos católicos ó protestantes. Feijóo y Campomanes<br />

abogaron por la disminucion <strong>de</strong> las fiestas religiosas, y propusieron que el gobierno<br />

solicitase <strong>de</strong> la Santa Se<strong>de</strong> la reforma <strong>de</strong>l calendario. Mas como el arco no pue<strong>de</strong> estar<br />

siempre tirante, hasta la ley <strong>de</strong> la naturaleza exige la celebracion <strong>de</strong>l domingo. Las <strong>de</strong>más


festivida<strong>de</strong>s religiosas, excepto pocas, gran<strong>de</strong>s y señaladas, pudieran trasladarse á estos dias<br />

que la Iglesia santifica; pero cuidando <strong>de</strong> no aumentar por otra parte las fiestas civiles, y no<br />

tolerando espectáculos públicos que fomentan la disipacion y quebrantan los hábitos <strong>de</strong><br />

trabajo.<br />

Los sueldos <strong>de</strong> las personas que al servicio <strong>de</strong>l estado siguen una carrera facultativa,<br />

suelen ser menores que los <strong>de</strong> tantos otros como hay <strong>de</strong> libre nombramiento, porque la<br />

inamovilidad <strong>de</strong> su cargo y la consi<strong>de</strong>racion <strong>de</strong> que gozan son parte <strong>de</strong> su recompensa.<br />

Cuarta causa: la mayor ó menor confianza que hay que <strong>de</strong>positar en el obrero. —En<br />

las artes y oficios y en las profesiones liberales cuyo ejercicio requiere una moralidad<br />

exquisita ó una aptitud probada, los salarios <strong>de</strong>ben ser más altos que cuando bastan<br />

cualida<strong>de</strong>s comunes, porque es preciso remunerar al mismo tiempo el trabajo y la fi<strong>de</strong>lidad<br />

ó la inteligencia extraordinaria, y amortizar el capital invertido en adquirir la educacion<br />

moral y profesional <strong>de</strong>l obrero. El oficial <strong>de</strong> un diamantista <strong>de</strong>be ganar mayor salario que el<br />

oficial <strong>de</strong> cerrajero. El médico y el abogado son <strong>de</strong>positarios <strong>de</strong> la salud y la vida, la honra y<br />

la fortuna <strong>de</strong> las personas y familias, y por eso merecen y alcanzan una recompensa<br />

superior á la que obtiene un obrero vulgar.<br />

Por último, es la quinta causa la probabilidad ó improbabilidad <strong>de</strong>l buen éxito ó feliz<br />

suceso <strong>de</strong>l obrero. - Es <strong>de</strong>cir, que <strong>de</strong>be computarse el riesgo <strong>de</strong>l capital aventurado en<br />

aquella empresa al estimar la cuota <strong>de</strong>l salario. Adam Smith compara la prosperidad <strong>de</strong> un<br />

juez ó letrado á una lotería, porque <strong>de</strong> cada veinte personas que profesan el <strong>de</strong>recho,<br />

apénas hay una que logre ocupar un puesto elevado en la magistratura ó reunir mediana<br />

clientela. Las ganancias <strong>de</strong>l afortunado, por muy exorbitantes que parezcan, equivalen á la<br />

suma <strong>de</strong> las ganancias mo<strong>de</strong>radas que <strong>de</strong>berian allegar los otros veinte jugadores que no<br />

sacaron premio alguno. En los oficios mecánicos entra por poco el azar, pues casi siempre<br />

acaba el hombre por vencer las dificulta<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l arte y obtiene la recompensa <strong>de</strong>l trabajo.<br />

El salario <strong>de</strong>be fijarse por mútuo convenio <strong>de</strong> los interesados sin intervencion <strong>de</strong> la<br />

autoridad. Las mismas razones que se oponen á tasar el precio <strong>de</strong> las merca<strong>de</strong>rías, resisten<br />

la tasa <strong>de</strong>l trabajo. El gobierno no pue<strong>de</strong> seguir paso á paso las alternativas <strong>de</strong> carestía ó<br />

baratura <strong>de</strong> las subsistencias, ni calcular lo estrictamente necesario al obrero segun los<br />

tiempos y lugares, ni apreciar la proporcion variable <strong>de</strong> la oferta y la <strong>de</strong>manda, ni buscar un<br />

tipo uniforme <strong>de</strong>l salario en medio <strong>de</strong> la infinita multitud <strong>de</strong> circunstancias que alteran su<br />

cuota. Así pues, la fuerza reguladora <strong>de</strong>l salario es la libre concurrencia. Los antiguos<br />

or<strong>de</strong>namientos <strong>de</strong> Cortes, las muchas pragmáticas reales expedidas en el siglo XVII y<br />

principalmente los aranceles mo<strong>de</strong>rando el precio <strong>de</strong> las hechuras, salarios y jornales,<br />

formados con acuerdo <strong>de</strong>l Consejo <strong>de</strong> Castilla en 1680, son <strong>de</strong>lirios <strong>de</strong> la imaginacion,<br />

prácticas ruinosas á la industria y al comercio y ejemplo vivo <strong>de</strong> arbitrios insensatos que<br />

sólo pue<strong>de</strong>n hallar disculpa en la comun ignorancia <strong>de</strong> las leyes económicas holladas por la<br />

autoridad á titulo <strong>de</strong> policía <strong>de</strong> los abastos.<br />

Por la misma razon tampoco <strong>de</strong>be aumentar ó disminuir las horas <strong>de</strong> trabajo, porque<br />

es un medio indirecto <strong>de</strong> reglamentar el salario. Pagar hoy doce horas <strong>de</strong> trabajo como ayer<br />

se pagaban diez, equivale á bajar la sexta parte <strong>de</strong>l jornal; y pagar hoy diez como ayer doce,<br />

equivale á subirlo otro tanto. Si el salario <strong>de</strong> diez horas es insuficiente para cubrir las<br />

necesida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la vida, prohibir al obrero que trabaje doce, es una caridad inhumana,<br />

porque á trueque <strong>de</strong> ahorarle dos horas <strong>de</strong> fatiga, le con<strong>de</strong>na la ley á todos los rigores <strong>de</strong> la<br />

miseria.<br />

Suelen los obreros formar ligas ó hermanda<strong>de</strong>s á que dan vulgarmente el nombre <strong>de</strong><br />

coaliciones, para negarse colectivamente al trabajo, si los fabricantes no se allanan á mejorar el<br />

salario. Estas coaliciones producen un mal grave cuando interrumpen la actividad <strong>de</strong> los<br />

pueblos, y otro mayor si son frecuentes ó van acompañadas <strong>de</strong> sobresaltos ó tumultos que<br />

espantan los capitales y los obligan á escon<strong>de</strong>rse ó emigrar á tierras más tranquilas.<br />

Las coaliciones favorecen poco la subida <strong>de</strong>l salario, porque el obrero necesita el pan


<strong>de</strong> cada dia, y el fabricante pue<strong>de</strong> vivir mucho tiempo á expensas <strong>de</strong>l capital. Por otra parte<br />

si los obreros hacen causa comun contra los fabricantes, éstos á su vez se juntan contra<br />

aquéllos, y como son en menor número, se conciertan con más facilidad, proce<strong>de</strong>n con más<br />

sigilo y al cabo dictan condiciones más rigorosas. Así el pacto <strong>de</strong> los obreros es un arma <strong>de</strong><br />

dos filos.<br />

Siendo las coaliciones pacíficas y respetando la libertad individual, <strong>de</strong>ben ser toleradas<br />

por el gobierno, mayormente si se consiente y autoriza la liga <strong>de</strong> los fabricantes. No hay<br />

ningun título legal para exigir el trabajo á los obreros; y al rehusar su concurso á la obra <strong>de</strong><br />

la produccion no aumentándoles el salario, están en el pleno ejercicio <strong>de</strong> su <strong>de</strong>recho. La<br />

pru<strong>de</strong>ncia aconseja abstenerse <strong>de</strong> mediar en tales conflictos, limitándose el magistrado á<br />

procurar la observancia <strong>de</strong> las leyes y reglamentos <strong>de</strong> policía. La libertad or<strong>de</strong>nada <strong>de</strong><br />

coaligarse es el mejor preservativo y el remedio más eficaz contra las coaliciones. Nuestro<br />

Código penal, castigando á los que se coaligaren con el fin <strong>de</strong> encarecer ó abaratar<br />

abusivamente el precio <strong>de</strong>l trabajo ó regular sus condiciones, establece y sanciona la buena<br />

doctrina.<br />

Las emigraciones periódicas <strong>de</strong> los habitantes <strong>de</strong> una provincia á otra provincia ó <strong>de</strong><br />

un reino á otro reino proce<strong>de</strong>n <strong>de</strong> la falta <strong>de</strong> equilibrio en los salarios y contribuyen á<br />

restablecerlo. Esta poblacion flotante baja <strong>de</strong> la montaña á la llanura en los meses <strong>de</strong>l estío,<br />

en cuya estacion abunda más el trabajo con las faenas <strong>de</strong> la cosecha, ayuda al labrador y<br />

vuelve á su país natal con el producto <strong>de</strong> sus ahorros.<br />

Las emigraciones periódicas son un mal, cuando nacen <strong>de</strong> amor á la vida errante y<br />

vagabunda, ó cuando rebosan en obreros las regiones por don<strong>de</strong> encaminan sus pasos,<br />

porque la competencia <strong>de</strong> los forasteros hace la condicion <strong>de</strong> los vecinos cada vez más<br />

miserable. Son un bien si la emigracion lleva y ejercita ó difun<strong>de</strong> ciertas industrias<br />

<strong>de</strong>sconocidas en la tierra que recorre, ó si emplea sus brazos en trabajos ásperos y urgentes,<br />

superiores á las fuerzas <strong>de</strong> los naturales.<br />

CAPÍTULO V.<br />

Continuacion <strong>de</strong>l anterior.<br />

La cuestion <strong>de</strong> la baja <strong>de</strong> los salarios ha preocupado y todavía preocupa á los<br />

economistas, los filántropos y los gobiernos interesados en mejorar la condicion <strong>de</strong> la clase<br />

numerosa <strong>de</strong> los obreros.<br />

Si la cuota <strong>de</strong> los salarios se <strong>de</strong>termina por la relacion entre la oferta y la <strong>de</strong>manda, y si la<br />

poblacion tien<strong>de</strong> á crecer con más rapi<strong>de</strong>z que el capital, no hay esperanza para el obrero á<br />

quien una ley fatal con<strong>de</strong>na á perpétua miseria, fruto amargo <strong>de</strong> la libertad <strong>de</strong> concurrencia.<br />

Ante un peligro tan grave, y que parece aumentarse cada dia en proporcion que se<br />

aumenta la prosperidad <strong>de</strong> los pueblos, dijeron unos: es preciso asegurar al obrero un<br />

salario mínimo <strong>de</strong>terminado por via <strong>de</strong> autoridad. Otros, recusan la intervencion oficial, y<br />

proponen que las discordias sobre el precio <strong>de</strong> los salarios se diriman á juicio <strong>de</strong> árbitros, y<br />

se concierten los opuestos intereses segun las reglas <strong>de</strong> la equidad.<br />

Aparte <strong>de</strong> las dificulta<strong>de</strong>s que ambos medios <strong>de</strong> conservar altos los salarios suscitarian en<br />

la práctica, algunas <strong>de</strong> ellas invencibles, pecan contra los principios fundamentales <strong>de</strong> la<br />

ciencia económica en cuanto <strong>de</strong> uno y <strong>de</strong> otro modo se restablece la tasa, la cual á nadie<br />

seria más funesta que á los mismos obreros en cuyo favor se aboga.<br />

Supongamos que en cierto pueblo y en cierto período <strong>de</strong> tal manera se hallen distribuidos<br />

los elementos <strong>de</strong> la produccion que la suma <strong>de</strong> valores <strong>de</strong>stinada á pagar salarios sea igual á<br />

1,000 y el número <strong>de</strong> obreros igual á 100. Claro está que cada uno percibirá 10 en<br />

remuneracion <strong>de</strong> su trabajo. Mas si por disposicion <strong>de</strong> la ley ó en virtud <strong>de</strong>l arbitraje se<br />

fijase la cuota <strong>de</strong>l salario en 15, las dos terceras partes <strong>de</strong> los obreros vivirán mejor que<br />

ántes; pero el resto será <strong>de</strong>spedido <strong>de</strong> las fábricas y perecerá <strong>de</strong> hambre. Y si fuesen


obligados los fabricantes á ocupar el mismo número <strong>de</strong> obreros (abuso intolerable),<br />

menguaria el capital ó la <strong>de</strong>manda <strong>de</strong> trabajo en perjuicio <strong>de</strong> todos, y la miseria seria general<br />

y permanente.<br />

Otros imaginaron, respetando la libertad <strong>de</strong> los contratos, aumentar la cuota insuficiente<br />

<strong>de</strong>l salario un suplemento <strong>de</strong>ducido <strong>de</strong> los fondos que cada nacion aplica al socorro <strong>de</strong> los<br />

pobres; medio ineficaz como los anteriores. En primer lugar esta adicion permite al obrero<br />

necesitado resignarse á un salario menor y aviva la competencia que origina la baja. En<br />

segundo lugar, si el mal adquiere las proporciones <strong>de</strong> una calamidad pública, ó el remedio<br />

alcanzará á poco y á pocos, ó la contribucion será muy crecida, y entónces, disminuido el<br />

capital, aflojará la <strong>de</strong>manda <strong>de</strong> trabajo, y por socorrer á los pobres se habrá aumentado la<br />

pobreza.<br />

No ha faltado quien soñase en el restablecimiento <strong>de</strong> los antiguos gremios, como si fuese<br />

posible retroce<strong>de</strong>r en el camino <strong>de</strong> la libertad y volver al régimen y disciplina <strong>de</strong> la industria<br />

bajo los auspicios <strong>de</strong> la autoridad que organizando el trabajo, evitaria los excesos y abusos<br />

<strong>de</strong> una <strong>de</strong>senfrenada concurrencia.<br />

Algo pue<strong>de</strong> hacerse en favor <strong>de</strong> los obreros mediante las asociaciones voluntarias <strong>de</strong><br />

produccion y <strong>de</strong> consumo. El objeto <strong>de</strong> éstas es procurar á los asociados las cosas que<br />

satisfacen las necesida<strong>de</strong>s comunes <strong>de</strong> la vida á precios más ventajosos, ya porque la<br />

administracion <strong>de</strong> la sociedad compra por mayor, y ya porque todo se paga al contado.<br />

Las socieda<strong>de</strong>s <strong>de</strong> consumo, bien administradas, fomentan el espíritu <strong>de</strong> economía,<br />

inspiran hábitos <strong>de</strong> templanza y en general contribuyen á mejorar las costumbres <strong>de</strong> los<br />

obreros; mas no encierran el germen <strong>de</strong> un nuevo ór<strong>de</strong>n económico, y mucho ménos <strong>de</strong><br />

alguna reforma social.<br />

Las <strong>de</strong> produccion ó cooperativas consisten en reunirse varios obreros para fundar y<br />

dirigir por su cuenta y riesgo una empresa industrial á la que contribuyen con su trabajo.<br />

Ellos son quienes conservan y administran los capitales, compran las primeras materias,<br />

distribuyen el trabajo, ven<strong>de</strong>n los artefactos y hacen suyas las utilida<strong>de</strong>s. Como son ellos<br />

mismos los empresarios, están á las pérdidas y á las ganancias, y su remuneracion <strong>de</strong> fija<br />

se trueca en variable.<br />

Las socieda<strong>de</strong>s cooperativas se recomiendan sobre todo porque ofrecen un porvenir<br />

halagüeño á los obreros, elevándolos á la condicion <strong>de</strong> empresarios <strong>de</strong> industria, y dándoles<br />

participacion directa en los negocios. En esta esfera superior adquieren un grado <strong>de</strong><br />

educacion industrial, fruto <strong>de</strong> la experiencia, que jamás llegarian á poseer <strong>de</strong> otro modo.<br />

El buen éxito <strong>de</strong> las socieda<strong>de</strong>s cooperativas <strong>de</strong>pen<strong>de</strong> principalmente <strong>de</strong> la acertada<br />

direccion é impulso que dieren á la empresa los obreros, si por fortuna administran los<br />

intereses <strong>de</strong> la comunidad los más hábiles y competentes para ello y para triunfar <strong>de</strong> los<br />

obstáculos que ofrece á cada paso toda accion colectiva.<br />

Sin embargo, no hay que formarse ilusiones sobre esta nueva organizacion <strong>de</strong>l trabajo.<br />

Para que las socieda<strong>de</strong>s cooperativas emancipasen por completo al obrero, seria<br />

necesario prescindir <strong>de</strong>l capitalista, y pocos aportarán á la comunidad un capital propio.<br />

La distribucion <strong>de</strong> las ganancias suscita en la práctica mil dificulta<strong>de</strong>s orígen<br />

<strong>de</strong> graves discordias, porque ni el trabajo ni la inteligencia <strong>de</strong> los socios son<br />

iguales, y no es fácil componer el orgullo <strong>de</strong> la naturaleza humana con el<br />

sentimiento <strong>de</strong> la justicia. Tampoco carece <strong>de</strong> inconvenientes sustituir á una<br />

remuneracion fija y segura, tal vez anticipada, otra incierta y eventual, aunque<br />

pueda ser mayor. Por último, no se logra por este camino templar el ardor <strong>de</strong> la<br />

competencia, pues la sociedad hará la guerra á la sociedad, como ántes el<br />

individuo la hacia al individuo.<br />

La sociedad cooperativa que al principio gozó poco favor en Francia, y casi<br />

fué <strong>de</strong>sechada como una utopia, pasó á Alemania y <strong>de</strong> allí volvió con el falso<br />

prestigio <strong>de</strong> una fecunda novedad á Paris, Leon y otras ciuda<strong>de</strong>s industriosas <strong>de</strong>


la nacion vecina. Acogida la segunda vez por la opinion con entusiasmo y<br />

protegida por el gobierno con una fé viva, parecia llamada á regenerar el<br />

mundo; pero léjos <strong>de</strong> eso muchas han <strong>de</strong>saparecido, otras se han transformado<br />

en empresas ordinarias, ninguna ha venido á reemplazarlas, y las pocas que aun<br />

subsisten <strong>de</strong>ben su conservación más bien á las dotes personales <strong>de</strong> los<br />

gerentes, que á la bondad intrínseca <strong>de</strong> esta institucion pasajera.<br />

Así se frustraron las esperanzas <strong>de</strong> los utopistas que imaginaban mo<strong>de</strong>rar la competencia,<br />

suprimir el salario y acaso resolver el eterno problema <strong>de</strong> la miseria con el nuevo sistema <strong>de</strong><br />

produccion y distribucion <strong>de</strong> la riqueza.<br />

La asociacion es fecunda; mas no obra prodigios. El <strong>de</strong>recho <strong>de</strong> asociarse para un fin<br />

industrial se <strong>de</strong>riva <strong>de</strong> la libertad y la propiedad, condiciones esenciales <strong>de</strong>l trabajo<br />

productivo. Síguese <strong>de</strong> aquí que toda asociacion <strong>de</strong>be ser voluntaria, y por lo mismo no<br />

pue<strong>de</strong> ser universal. Un tipo uniforme <strong>de</strong> asociacion, sobre todo con ten<strong>de</strong>ncia á la<br />

perpetuidad, repugna á la naturaleza humana.<br />

El salario es la renta fija <strong>de</strong>l trabajo, casi siempre preferible á una renta mayor eventual.<br />

La sustitucion <strong>de</strong>l salario por una parte alícuota <strong>de</strong> las ganancias es una utopia con la cual<br />

halaga las pasiones <strong>de</strong> los obreros la propaganda socialista.<br />

CAPÍTULO VI.<br />

De la remuneracion <strong>de</strong>l sabio.<br />

El obrero produce con su trabajo manual, y el sabio es el obrero <strong>de</strong> la inteligencia.<br />

Hemos dicho en otra parte que al ejercicio <strong>de</strong> nuestras fuerzas corporales acompaña<br />

siempre un grado mayor ó menor <strong>de</strong> ingenio, en lo cual se distingue el trabajo <strong>de</strong>l hombre<br />

<strong>de</strong>l ímpetu ciego <strong>de</strong>l bruto. Pero no basta tener conciencia <strong>de</strong> su obra y dar muestras <strong>de</strong> su<br />

<strong>de</strong>licado artificio para remontarse á la altura <strong>de</strong>l sabio, sino que es preciso concurrir á la<br />

producción con todo el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong>l entendimiento.<br />

Sabio es el hombre especulativo que investiga las leyes <strong>de</strong> la naturaleza, <strong>de</strong>scubre con<br />

razon superior las propieda<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la materia y señala nuevas fuentes <strong>de</strong> riqueza. El sabio<br />

aumenta el número ó la potencia <strong>de</strong> los motores inanimados, calcula su fuerza, mo<strong>de</strong>ra su<br />

impulso, compone y <strong>de</strong>scompone los cuerpos, inventa procedimientos y cada dia dilata más<br />

el horizonte <strong>de</strong> la industria.<br />

Arquíme<strong>de</strong>s, Nicholson, Gay—Lussac y otros sabios, estudiando las leyes <strong>de</strong> la<br />

hidrostática ó hidrodinámica, enseñaron al mundo el modo <strong>de</strong> conducir las aguas por<br />

canales y acéquias <strong>de</strong> riego, <strong>de</strong>secar pantanos, abrir pozos artesianos y absorbentes,<br />

ahorrándonos el tiempo, el trabajo y el dinero que <strong>de</strong>beríamos emplear en la construccion<br />

<strong>de</strong> esos atrevidos acueductos que parecen obra <strong>de</strong> los Titanes. Papin, Watt, Fulton y otros<br />

observadores atentos y reflexivos <strong>de</strong> la formidable potencia <strong>de</strong>l vapor, lo aplicaron como<br />

fuerza motriz y dotaron á la industria con máquinas hercúleas que mueven á compás noche<br />

y dia miles <strong>de</strong> telares, con po<strong>de</strong>rosas locomotoras que arrastran por un camino <strong>de</strong> hierro<br />

pueblos enteros, y con naves que doman la soberbia <strong>de</strong> las olas y <strong>de</strong>safian el furor <strong>de</strong> las<br />

tempesta<strong>de</strong>s. Franklin, Volta, Bunsen, Breguet, Wheatstone y Morse aprisionaron la<br />

electricidad fugitiva y encaminaron sus velocísimas corrientes al para—rayos, ó las<br />

aprovecharon para producir una luz brillante como el sol, ó las convirtieron al arte <strong>de</strong> la<br />

galvanoplastia, ó en fin las emplearon en transmitir la palabra con rapi<strong>de</strong>z infinita á las<br />

regiones más apartadas <strong>de</strong>l globo.<br />

Así aumenta el sabio el capital moral <strong>de</strong> las naciones, y <strong>de</strong>scubre nuevos caminos <strong>de</strong><br />

allegar riqueza. Las maravillas <strong>de</strong> la industria mo<strong>de</strong>rna, ó por mejor <strong>de</strong>cir los prodigios <strong>de</strong>l<br />

siglo XIX, se <strong>de</strong>ben sin duda á los sabios que cultivaron con tanto fruto las ciencias exactas,<br />

físicas y naturales y las morales y políticas, abriendo con la observacion y la experiencia<br />

campo anchuroso á multitud <strong>de</strong> útiles aplicaciones.


Si el sabio es productor, <strong>de</strong>be percibir su cuota parte <strong>de</strong> los valores producidos. Ora<br />

proclame verda<strong>de</strong>s <strong>de</strong>sconocidas, ora las divulgue ó enseñe los medios <strong>de</strong> practicarlas,<br />

presta un servicio inestimable á la sociedad, y bien merece una recompensa.<br />

Sin embargo <strong>de</strong> ser tan importante la cooperación <strong>de</strong>l sabio, pue<strong>de</strong> asegurarse que<br />

sus honorarios no guardan justa proporcion con la utilidad <strong>de</strong> sus <strong>de</strong>scubrimientos, y en<br />

este sentido les cuadra el triste nombre <strong>de</strong> mártires <strong>de</strong> la industria.<br />

La propiedad <strong>de</strong> las i<strong>de</strong>as no se parece á la propiedad <strong>de</strong> las cosas corporales,<br />

porque el sabio las comunica, ó no las comunica. Si las comunica, <strong>de</strong>ja al<br />

momento <strong>de</strong> ser poseedor exclusivo; y si no las comunica, son un secreto<br />

ignorado, un tesoro escondido en su pecho que nadie preten<strong>de</strong> ni codicia.<br />

Cuando publica estas i<strong>de</strong>as en forma <strong>de</strong> libro, logra hasta cierto punto asegurar la<br />

remuneracion <strong>de</strong>bida á su talento y trabajo, invocando el auxilio <strong>de</strong> las leyes protectoras <strong>de</strong><br />

la propiedad literaria; y <strong>de</strong>cimos hasta cierto punto, porque tar<strong>de</strong> ó temprano caen en el dominio<br />

<strong>de</strong> todas las gentes. El sabio es víctima <strong>de</strong> un principio comunista: todos tienen <strong>de</strong>recho<br />

á espigar en su campo, y él no pue<strong>de</strong> aprovechar el rastrojo <strong>de</strong>l ajeno.<br />

¿Qué vale la mo<strong>de</strong>sta fortuna <strong>de</strong> Watt en comparacion <strong>de</strong> la enorme suma <strong>de</strong> riqueza<br />

producida por el vapor? ¿Ni cómo pudiéramos premiar en los here<strong>de</strong>ros <strong>de</strong> Volta ó Bunsen<br />

los beneficios <strong>de</strong> la telegrafía eléctrica que no inventaron, es verdad, pero cuya invencion<br />

facilitaron con sus pilas? ¿ Quién pagaria á Adam Smith el justo precio <strong>de</strong> su teoría <strong>de</strong>l libre<br />

cambio?<br />

Los progresos <strong>de</strong> la tipografía, la difusion <strong>de</strong> la enseñanza, la libre manifestacion <strong>de</strong>l<br />

pensamiento y otras condiciones propias <strong>de</strong> nuestra vida civil allanan la concurrencia <strong>de</strong> los<br />

sabios y atenúan sus ganancias. Sólo quedan algunos ingenios privilegiados que disfrutan<br />

temporalmente <strong>de</strong> un verda<strong>de</strong>ro monopolio; y aun éstos, más bien son autores <strong>de</strong> obras <strong>de</strong><br />

amena literatura que <strong>de</strong>scubridores <strong>de</strong> verda<strong>de</strong>s científicas y partícipes en la produccion <strong>de</strong><br />

la riqueza más necesaria á los pueblas.<br />

Y estas mismas ganancias, al parecer excesivas, no son tan copiosas consi<strong>de</strong>rando los<br />

gastos invertidos en la educacion científica ó literaria <strong>de</strong>l sabio, sus privaciones y amarguras,<br />

los dias <strong>de</strong> estudio y las noches <strong>de</strong> vigilia que han pasado, el breve tiempo <strong>de</strong> razon madura<br />

y vigorosa, y sobre todo la poca esperanza <strong>de</strong> llegar á ser la lumbrera <strong>de</strong> su patria y la honra<br />

<strong>de</strong> si siglo, y <strong>de</strong> alcanzar tal renombre que llene el mundo con su fama.<br />

Ciertamente que los sabios se cobran en alabanzas; que su fama es su patrimonio; que<br />

los gobiernos amantes <strong>de</strong> las ciencias y solícitos <strong>de</strong>l bien comun suelen honrarlos y<br />

protegerlos; pero si esto pue<strong>de</strong> mitigar el dolor <strong>de</strong> su martirio, no suce<strong>de</strong> en todas partes,<br />

ni conduce sino á una precaria existencia. Toda la filosofía <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Aristóteles acá, no basta<br />

á persuadir que los bienhechores <strong>de</strong> la humanidad <strong>de</strong>ban resignarse á vivir satisfechos <strong>de</strong><br />

su mansa pobreza.<br />

CAPÍTULO VII.<br />

Del interés.<br />

La persona que en virtud <strong>de</strong>l trabajo y la economía llega á juntar cierta suma <strong>de</strong><br />

valores, pue<strong>de</strong> elegir entre dos medios muy distintos <strong>de</strong> utilizarla, porque ó la aplica al<br />

consumo inmediato y satisface no tan sólo sus necesida<strong>de</strong>s, pero tambien sus gustos y<br />

caprichos, ó la convierte en capital sacrificando el goce presente á otro goce futuro <strong>de</strong><br />

mayor importancia. Lo primero constituye la vida disipada: lo segundo es la vida laboriosa<br />

don<strong>de</strong> resplan<strong>de</strong>cen los hábitos <strong>de</strong> prevision y templanza.<br />

Mas para renunciar al <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> consumir por el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> capitalizar, es preciso tener<br />

seguridad <strong>de</strong> que ni el gobierno ni los particulares vendrán á <strong>de</strong>spojarnos <strong>de</strong> los bienes<br />

logrados con nuestra industria y acumulados en fuerza <strong>de</strong> privaciones, y convidar al capitalista<br />

con la perspectiva <strong>de</strong> una recompensa.


Pue<strong>de</strong> el capitalista emplear por sí mismo el capital, ó prestarlo á una tercera persona que<br />

aproveche su fuerza productiva. En el primer caso dirige una operacion industrial que le<br />

rin<strong>de</strong> cierta ganancia ó producto bruto en cuya partida se compren<strong>de</strong> la remuneracion <strong>de</strong>l<br />

servicio que presta el capital: en el segundo concurre <strong>de</strong> léjos á la produccion <strong>de</strong> la riqueza,<br />

y en rigor <strong>de</strong> justicia quien se lucra <strong>de</strong> un capital ajeno <strong>de</strong>be pagar á su dueño el precio <strong>de</strong>l<br />

uso productivo <strong>de</strong> aquella fuerza.<br />

De aquí proce<strong>de</strong> la renta <strong>de</strong> los capitales, la cual, si son fijos como edificios, máquinas,<br />

etc., que <strong>de</strong>ben restituirse salva rerum substantia, se llama comunmente alquiler; y si circulantes<br />

como semillas, materiales crudos, dinero ú otras cosas que los jurisconsultos apellidan<br />

fungibles, porque con el uso se consumen y cuyo valor no consiste en la forma sino en la<br />

cantidad y calidad <strong>de</strong> la especie, recibe el nombre <strong>de</strong> interés. Tal es el lenguaje vulgar: el<br />

científico no admite semejante distincion arbitraria, y para el economista interés significa<br />

toda renta que tiene su raiz en el capital.<br />

Síguese <strong>de</strong> lo dicho que el interés existe con absoluta in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong>l contrato <strong>de</strong><br />

crédito ó préstamo <strong>de</strong>l capital y por el mero hecho <strong>de</strong> aplicarlo á la produccion. Es verdad<br />

que cuando no existe se confun<strong>de</strong> con las <strong>de</strong>más ganancias ó utilida<strong>de</strong>s en el producto<br />

bruto <strong>de</strong> una empresa industrial; pero si lo analizamos y <strong>de</strong>scomponemos, hallaremos la<br />

parte <strong>de</strong>l capitalista, <strong>de</strong>l obrero, y en fin, <strong>de</strong> cada productor. Sea el mismo empresario <strong>de</strong> la<br />

industria quien perciba el interés como capitalista, sea una tercera persona, siempre hay<br />

renta <strong>de</strong>l capital distinta <strong>de</strong> las otras rentas en remuneracion <strong>de</strong> un servicio tambien distinto<br />

<strong>de</strong> otros servicios.<br />

El interés <strong>de</strong>l capital representa la diferencia que resulta á favor <strong>de</strong>l capitalista,<br />

comparando la suma <strong>de</strong> valores que anticipa con la suma <strong>de</strong> valores <strong>de</strong> que se reembolsa en<br />

un término señalado. La unidad <strong>de</strong> tiempo que se adopta para <strong>de</strong>terminar la cuota <strong>de</strong>l<br />

interés es comunmente un año, porque un año es el período regular en que se realizan y<br />

liquidan las ganancias <strong>de</strong> la agricultura, cuyas labores <strong>de</strong>ben plegarse al curso natural <strong>de</strong> las<br />

estaciones; un año es el plazo ordinario <strong>de</strong> recobrar los capitales empleados en la mayor<br />

parte <strong>de</strong> las especulaciones <strong>de</strong> la industria y <strong>de</strong>l comercio, y al cabo <strong>de</strong>l año se ajustan las<br />

cuentas y se forma el balance <strong>de</strong> las entradas y salidas, y se calculan los gastos y las rentas<br />

para graduar el estado verda<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> nuestra fortuna. Aunque suele acontecer que se estipulen<br />

intereses mensuales, siempre los consi<strong>de</strong>ramos como los factores <strong>de</strong>l interés anual;<br />

y aunque tambien suce<strong>de</strong> que un capital tar<strong>de</strong> diez ó veinte años en producir interés, por<br />

ejemplo, si se invierte en el plantío <strong>de</strong> olivos, al fin la cuota se estima con relacion á este<br />

ciclo económico.<br />

El fundamento <strong>de</strong>l interés es el <strong>de</strong>recho á una remuneracion <strong>de</strong>l ahorro ó <strong>de</strong> la<br />

abstinencia que se impone el poseedor <strong>de</strong> cierta suma <strong>de</strong> valores que pudiera consumir y no<br />

consume; es una legítima compensacion <strong>de</strong> las privaciones que experimenta, cuando guarda<br />

su riqueza con ánimo <strong>de</strong> hacerla productiva. Si no retirase <strong>de</strong> cualquiera empresa más que la<br />

cantidad anticipada, no habria beneficio ni estimulo para el préstamo; pero si quien usa <strong>de</strong>l<br />

capital, se lo restituye con creces, obtiene su dueño el premio merecido por la economía,<br />

queda pagado <strong>de</strong> la mo<strong>de</strong>racion y templanza y halla ventaja en conservarlo intacto y <strong>de</strong>stinarlo<br />

<strong>de</strong> nuevo á la produccion.<br />

Así pues, el primer elemento <strong>de</strong>l interés es la in<strong>de</strong>mnizacion <strong>de</strong> la abstinencia ó privacion<br />

que se impone el capitalista al <strong>de</strong>sapo<strong>de</strong>rarse <strong>de</strong>l capital y ce<strong>de</strong>r su empleo á una tercera<br />

persona. Si en vez <strong>de</strong> disiparlo en la satisfaccion <strong>de</strong> sus necesida<strong>de</strong>s y placeres, opta por el<br />

medio <strong>de</strong> aplicarlo á la producción ó prestarlo á quien lo aplique, es preciso que el interés<br />

subsane la abstinencia <strong>de</strong>l goce inmediato. La equidad aconseja la compensacion <strong>de</strong>l mal<br />

presente con el bien futuro y la justicia exige aceptar las consecuencias <strong>de</strong>l <strong>de</strong>recho <strong>de</strong><br />

propiedad. Todos ganan en ello, pues pagar interés redunda en beneficio <strong>de</strong> quien dá y<br />

toma el capital, porque realiza la cooperacion necesaria á la produccion <strong>de</strong> la riqueza, y<br />

reparte los valores producidos entre los que concurren á esta obra. Cuanto mayor fuere la


privacion <strong>de</strong>l capitalista, más alta será la cuota <strong>de</strong>l interés; por lo cual si necesita imponerse<br />

sacrificios dolorosos ó renunciar á ganancias consi<strong>de</strong>rables, el interés crecerá, y menguará,<br />

si sólo se abstiene <strong>de</strong> consumos frívolos y excusados, ó abandona una leve esperanza <strong>de</strong><br />

aplicar su capital á un uso ménos lucrativo.<br />

El segundo elemento <strong>de</strong>l interés es el riesgo á que se expone el capitalista empleando el<br />

capital por sí mismo en un negocio ocasionado á perdidas y ganancias, ó prestándolo á<br />

quien pue<strong>de</strong> restituirlo ó no restituirlo, cuyas razones serian bastantes á rehusar el uso<br />

directo ó indirecto <strong>de</strong> aquel instrumento <strong>de</strong> la produccion, si no hallase una compensacion<br />

<strong>de</strong>l peligro en la prima que se paga por esta causa. Mil circunstancias pue<strong>de</strong>n influir en el<br />

aumento ó disminucion <strong>de</strong>l interés en cuanto representa la prima <strong>de</strong>l seguro, como el<br />

crédito <strong>de</strong> la persona á quien se confia el capital, la naturaleza <strong>de</strong> la especulacion más ó<br />

ménos aventurada, el temor á las perturbaciones comerciales, y sobre todo la falta <strong>de</strong> un<br />

ór<strong>de</strong>n legal sólidamente cimentado. Y no tan sólo entran en la cuenta los siniestros <strong>de</strong> la<br />

empresa, sino tambien los que proce<strong>de</strong>n <strong>de</strong>l <strong>de</strong>recho positivo, como son los vicios <strong>de</strong> las<br />

leyes que or<strong>de</strong>nan los contratos y los procedimientos civiles, y establecen las formas<br />

tutelares <strong>de</strong> la propiedad, y facilitan la pronta y recta administracion <strong>de</strong> la justicia.<br />

Cuando el capital prestado consiste en cosas que se <strong>de</strong>terioran lentamente con el uso, el<br />

interés <strong>de</strong>be compren<strong>de</strong>r una parte necesaria para cubrir los gastos <strong>de</strong> conservacion y<br />

reparacion contínua, como si se trata <strong>de</strong> un edificio que á pesar <strong>de</strong> todos los cuidados <strong>de</strong>l<br />

propietario, se <strong>de</strong>struye y arruina al cabo <strong>de</strong> cierto tiempo. Esta parte significa la<br />

amortizacion <strong>de</strong>l capital y se <strong>de</strong>stina á mantenerlo intacto y reemplazarlo mediante una<br />

renovacion sucesiva.<br />

Si el capital se compone <strong>de</strong> cosas que <strong>de</strong>ben consumirse con la obligacion <strong>de</strong> restituir<br />

una cantidad equivalente, el interés varía segun el tiempo, el lugar y el modo <strong>de</strong> satisfacerlo,<br />

la facilidad ó dificultad <strong>de</strong> hallar nuevo empleo, <strong>de</strong> percibir la renta y obtener el reembolso.<br />

Por eso el recelo <strong>de</strong> experimentar pérdidas por la mudanza en el valor <strong>de</strong> la moneda, la<br />

lentitud y division <strong>de</strong> los pagos, la breve duracion <strong>de</strong>l contrato, la distancia que separa al<br />

acreedor <strong>de</strong>l <strong>de</strong>udor y todos los <strong>de</strong>más acci<strong>de</strong>ntes que obligan á redoblar el trabajo y la<br />

solicitud <strong>de</strong>l dueño <strong>de</strong>l capital, influyen en la subida <strong>de</strong>l interés, así como las circunstancias<br />

contrarias contribuyen á mo<strong>de</strong>rarlo.<br />

Cuota corriente <strong>de</strong>l interés significa la ganancia ordinaria <strong>de</strong>l capitalista, ó el tanto que<br />

comunmente se paga por el uso <strong>de</strong> los capitales empleados en iguales condiciones <strong>de</strong><br />

tiempo, lugar, riesgo y <strong>de</strong>más que <strong>de</strong>terminan la cuota natural; y cuota media expresa esta<br />

misma ganancia, pero no con relacion á tal ó cual empleo particular, sino comparando<br />

todas sus aplicaciones á la industria en general.<br />

Siendo el dinero el comun <strong>de</strong>nominador <strong>de</strong> los valores, <strong>de</strong>be ser y es igualmente el<br />

término <strong>de</strong> comparacion <strong>de</strong> los intereses. Así se dice que el interés sube al cinco ó baja al<br />

cuatro por ciento, tomando por tipo la moneda circulante.<br />

La cuota corriente <strong>de</strong>l interés es, como la cuota <strong>de</strong>l salario, movible <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> un<br />

maximum y un minimum que ponen límite á sus oscilaciones. El minimum <strong>de</strong>l interés se<br />

<strong>de</strong>termina por la in<strong>de</strong>mnizacion que <strong>de</strong>be pagarse al capitalista, consi<strong>de</strong>rando el premio <strong>de</strong><br />

la abstinencia, la probabilidad <strong>de</strong>l riesgo y la dispensacion <strong>de</strong> trabajo, puesto que no es él<br />

quien emplea el capital y lo aplica á la produccion. Así las ganancias <strong>de</strong> una empresa son<br />

superiores al interés. Prestando uno su capital con buenas garantías, se <strong>de</strong>scarga <strong>de</strong>l cuidado<br />

<strong>de</strong> dirigir los negocios y <strong>de</strong>clina su responsabilidad en otro que los conduce por su cuenta y<br />

riesgo. Queda, pues, el capitalista, en su calidad <strong>de</strong> auxiliar pasivo <strong>de</strong> la produccion, con<br />

<strong>de</strong>recho á pedir por entero la remuneracion <strong>de</strong> su abstinencia y la in<strong>de</strong>mnizacion <strong>de</strong> un<br />

riesgo poco ó nada probable mediando aquellas garantías. Si el capitalista no obtiene la<br />

<strong>de</strong>bida recompensa, prefiere guardar el capital ó consumirlo á favorecer una empresa ajena<br />

y correr el menor peligro <strong>de</strong> per<strong>de</strong>rlo; y si el empresario <strong>de</strong> industria calcula que los<br />

intereses absorben las utilida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la especulacion (en cuyo caso llegarian al maximum),


enuncia á todo empleo estéril ó ruinoso. En ambos supuestos <strong>de</strong>ja <strong>de</strong> ser posible la<br />

produccion, y <strong>de</strong> consiguiente no hay términos hábiles para proce<strong>de</strong>r á la distribucion <strong>de</strong> la<br />

riqueza.<br />

La movilidad <strong>de</strong> la cuota <strong>de</strong>l interés lleva consigo la condicion <strong>de</strong> subir ó bajar <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong><br />

este maximum y minimum; y así importa examinar las leyes económicas que regulan su<br />

movimiento.<br />

El interés significa el precio <strong>de</strong>l uso ó <strong>de</strong>l servicio productivo <strong>de</strong> un capital; y conforme<br />

el precio <strong>de</strong> todos los géneros y frutos se regula por la mútua voluntad <strong>de</strong> los interesados<br />

allí don<strong>de</strong> prevalece el régimen <strong>de</strong> la libre coucurrencia, el interés se discute con entera<br />

libertad sin más ley que las condiciones favorables ó adversas <strong>de</strong>l mercado, ó sea la relacion<br />

entre la oferta y la <strong>de</strong>manda.<br />

La oferta <strong>de</strong> capitales está representada por la suma <strong>de</strong> valores <strong>de</strong>stinados á la<br />

produccion, y así aumenta ó disminuye con el capital nacional, aunque siempre le sea<br />

inferior. No forman parte <strong>de</strong> la oferta todos los capitales existentes, sino tan sólo aquellos<br />

que buscan empleo. Los capitalistas que ejerciendo su profesion aplican por si mismos el<br />

capital á la produccion <strong>de</strong> la riqueza, no aumentan la oferta, porque no lo llevan al<br />

mercado.<br />

La oferta será tanto más viva, cuanto más exceda al capital fijo el circulante, porque el<br />

uno no pue<strong>de</strong> acudir con prontitud al empleo lucrativo, y el otro, se presenta ligero en<br />

don<strong>de</strong> la necesidad lo llama; por cuya razon los capitales que consisten en dinero ó<br />

especies fácilmente realizables pesan mucho en la balanza.<br />

Las leyes protectoras <strong>de</strong> la transmision <strong>de</strong> la riqueza comunican un grado mayor <strong>de</strong><br />

actividad á la oferta <strong>de</strong> capitales, pues no basta que existan ni que el capitalista abrigue el<br />

<strong>de</strong>seo <strong>de</strong> consagrarse á la produccion, si obstáculos superiores á su voluntad le cierran las<br />

puertas <strong>de</strong>l mercado. La prosperidad creciente <strong>de</strong> los pueblos multiplica tambien la oferta,<br />

porque creciendo la riqueza general crece la producción, hay más ánsia y comodidad <strong>de</strong><br />

economizar, y <strong>de</strong> la comun abundancia <strong>de</strong> valores resulta la abundancia <strong>de</strong> capitales.<br />

La <strong>de</strong>manda está significada por el número <strong>de</strong> ocasiones que convidan al capitalista y le<br />

estimulan á dar un empleo lucrativo á su capital. La mayor <strong>de</strong>manda <strong>de</strong>pen<strong>de</strong> <strong>de</strong> la<br />

extension <strong>de</strong>l crédito, <strong>de</strong> la fertilidad <strong>de</strong> las tierras ociosas ó vacantes, <strong>de</strong>l mayor ó menor<br />

<strong>de</strong>sarrollo <strong>de</strong> la industria y el comercio, <strong>de</strong> los hábitos <strong>de</strong> laboriosidad y economía <strong>de</strong> la<br />

nacion, <strong>de</strong>l celo é inteligencia <strong>de</strong> los empresarios, y en general <strong>de</strong>l aumento progresivo <strong>de</strong> la<br />

poblacion y riqueza <strong>de</strong> un estado. La libertad <strong>de</strong>l trabajo y <strong>de</strong> los cambios, las vias <strong>de</strong><br />

comunicacion y transporte, el respeto á las personas y propieda<strong>de</strong>s y todos los beneficios<br />

<strong>de</strong> un gobierno pru<strong>de</strong>nte é ilustrado, avivan cada vez más la <strong>de</strong>manda <strong>de</strong> capitales.<br />

La relacion <strong>de</strong> la oferta á la <strong>de</strong>manda ó viceversa, pue<strong>de</strong> variar y varía con frecuencia<br />

creciendo ó menguando alguno <strong>de</strong> los términos <strong>de</strong> la comparacion, y permaneciendo el<br />

otro inalterable; pero la oferta varía ménos que la <strong>de</strong>manda. Si se exceptúan los períodos<br />

<strong>de</strong> crísis en que el pánico se apo<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> las gentes, y todo el mundo se apresura á retirarse<br />

<strong>de</strong> los negocios y se niega á prestar porque <strong>de</strong>sconfía <strong>de</strong> la solvencia <strong>de</strong>l <strong>de</strong>udor, la suma<br />

<strong>de</strong> los capitales disponibles apénas experimenta otra alteracion que la consiguiente á la<br />

acumulacion sucesiva <strong>de</strong> los ahorros. La <strong>de</strong>manda, por el contrario, se resiente <strong>de</strong> las<br />

guerras, <strong>de</strong> los empréstitos que contrae el gobierno y <strong>de</strong> la absorcion <strong>de</strong> capitales que<br />

reclaman la construccion <strong>de</strong> los caminos <strong>de</strong> hierro y <strong>de</strong>más empresas <strong>de</strong> magnitud<br />

semejante.<br />

Importa mucho no confundir la escasez ó abundancia <strong>de</strong> dinero con la escasez ó<br />

abundancia <strong>de</strong> capitales. Si capital y dinero fuesen sinónimos, la cuota <strong>de</strong>l interés se<br />

regularia por la cantidad <strong>de</strong> numerario circulante; mas como capital significa cualquiera<br />

suma <strong>de</strong> valores muebles, raices, dinero ó especies varias que se aplica á la produccion,<br />

atribuir al aumento ó disminucion <strong>de</strong>l oro ó <strong>de</strong> la plata convertida en moneda las<br />

oscilaciones <strong>de</strong>l interés, seria un discurso vicioso fundado en un error grave que consiste en


tomar la parte por el todo, y mediante un ro<strong>de</strong>o, vendríamos á profesar y sostener las<br />

doctrinas <strong>de</strong> la escuela mercantil.<br />

El dinero nada pue<strong>de</strong> por sí mismo en el acto <strong>de</strong> la produccion. El principio <strong>de</strong> su<br />

fecundidad como capital circulante es la mayor facilidad <strong>de</strong> cambiarlo por materias primas,<br />

utensilios máquinas, trabajo, etc. Cuando el dinero abunda ó escasea, no quiere <strong>de</strong>cir que<br />

abun<strong>de</strong>n ó escaséen los capitales, y únicamente suce<strong>de</strong>rá que las primeras materias, los<br />

utensilios, las máquinas, el trabajo y <strong>de</strong>más cosas necesarias á la produccion, sean más caras<br />

ó más baratas. Así, pues, el aumento ó la disminucion <strong>de</strong>l numerario circulante no aumenta<br />

ni disminuye la oferta <strong>de</strong> capitales, porque la suma <strong>de</strong> valores existente en po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> los<br />

capitalistas es igual, á pesar <strong>de</strong> las mudanzas <strong>de</strong> valor que pa<strong>de</strong>zca el instrumento <strong>de</strong> los<br />

cambios. De don<strong>de</strong> resulta que todo el oro y toda la plata <strong>de</strong> la América junto con el oro y<br />

plata <strong>de</strong> Australia y California, no serian parte para subir ó bajar la cuota <strong>de</strong>l interés, por<br />

sólo inducir un acrecentamiento <strong>de</strong> moneda.<br />

Haciendo abstraccion <strong>de</strong> las causas <strong>de</strong> <strong>de</strong>sigualdad, como la diferencia <strong>de</strong>l riesgo, un<br />

empleo más ó ménos agradable, los monopolios naturales ó artificiales y otras semejantes,<br />

el interés <strong>de</strong> los capitales invertidos en las diferentes especulaciones <strong>de</strong> la industria propen<strong>de</strong><br />

al equilibrio; es <strong>de</strong>cir, que los intereses tienen un centro <strong>de</strong> gravedad, como los<br />

salarios, en cierta cuota uniforme. El interés es la remuneracion <strong>de</strong> la abstinencia que es<br />

igual para todos; y así supuestas garantías tambien iguales, la cuota <strong>de</strong>l interés no varía en<br />

razon <strong>de</strong>l empleo, aunque varía segun las circunstancias <strong>de</strong>l mercado. En ninguna ocasion<br />

es más fácil y activa la concurrencia que cuando se trata <strong>de</strong> prestar dinero; <strong>de</strong> modo que<br />

todo conspira á establecer un nivel comun.<br />

Explican los economistas este fenómeno diciendo, que si un capitalista observa que<br />

aplicando su capital á la agricultura le rin<strong>de</strong>, un 3 por 100 y <strong>de</strong>stinándolo al comercio un 6,<br />

lo retira <strong>de</strong>l cultivo, con lo cual turba la proporcion <strong>de</strong> la oferta y la <strong>de</strong>manda en sentido<br />

favorable á la subida <strong>de</strong>l interés, y lo pone al servicio <strong>de</strong>l tráfico, y turba esta misma<br />

proporcion <strong>de</strong> un modo favorable á la baja, y poco á poco ambos intereses se aproximan<br />

hasta que por último se confun<strong>de</strong>n.<br />

No hay necesidad <strong>de</strong> acudir á la traslacion <strong>de</strong> los capitales, operacion lenta, ruinosa y<br />

muchas veces impracticable, para <strong>de</strong>mostrar la ley <strong>de</strong>l equilibrio que hemos indicado.<br />

Cuando el capital <strong>de</strong> la nacion crece con rapi<strong>de</strong>z, los ahorros que cada año se acumulan, se<br />

dirigen con preferencia á los empleos más lucrativos; y aunque la traslacion efectiva <strong>de</strong> una<br />

empresa á otra sea necesaria, no se verifica, porque el crédito levantado sobre los capitales<br />

propios empleados en una parte, corre con abundancia á don<strong>de</strong> lo llama una mayor<br />

ganancia. De esta manera se cambia la distribucion <strong>de</strong>l capital flotante, la produccion se<br />

proporciona á la <strong>de</strong>manda y la cuota <strong>de</strong>l interés se iguala.<br />

Sin embargo, no se entienda que toda <strong>de</strong>sigualdad <strong>de</strong>saparece, ántes quedan muchas<br />

todavía, bien que sean más aparentes que reales. Pue<strong>de</strong> el interés bajar durante algun<br />

tiempo por efecto <strong>de</strong> perturbaciones pasajeras, y el capitalista se conforma con la baja<br />

esperando la compensacion <strong>de</strong>l restablecimiento <strong>de</strong> las cosas á su estado normal. Pue<strong>de</strong><br />

hacer especulaciones muy favorecidas <strong>de</strong> la opinion en las que se persevera por esto<br />

mismo, aunque sean poco lucrativas. Pue<strong>de</strong> haber otras que prometan ganancias<br />

consi<strong>de</strong>rables, pero que atemorizan con la perspectiva <strong>de</strong> pérdidas gran<strong>de</strong>s y comunes.<br />

En general las murallas <strong>de</strong> la nacionalidad, las mudanzas <strong>de</strong> domicilio, la práctica<br />

adquirida en el manejo <strong>de</strong> ciertos negocios, la vocacion particular <strong>de</strong> las personas, el temor<br />

<strong>de</strong> per<strong>de</strong>r lo cierto por lo dudoso, el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> gozar <strong>de</strong> las consi<strong>de</strong>raciones propias <strong>de</strong> un<br />

estado político ó civil y otras razones por el estilo, mo<strong>de</strong>ran la corriente <strong>de</strong> los capitales, y la<br />

ley <strong>de</strong>l equilibrio universal <strong>de</strong> los intereses queda reducida á una propension ó ten<strong>de</strong>ncia<br />

con cierto grado <strong>de</strong> eficacia.<br />

Tampoco <strong>de</strong>bemos caer en el yerro <strong>de</strong> exagerar las <strong>de</strong>sigualda<strong>de</strong>s aparentes <strong>de</strong> que<br />

hemos hablado. La seguridad <strong>de</strong>l empleo <strong>de</strong> un capital aplicado á la tierra, el amor


instintivo á la casa que edificamos y al campo que regamos con nuestro sudor, la legítima<br />

esperanza <strong>de</strong> convertir estos bienes en patrimonio <strong>de</strong> nuestra familia y hasta el favor que las<br />

leyes dispensan al propietario, son la natural compensacion <strong>de</strong>l mo<strong>de</strong>sto interés que ofrece<br />

la agricultura. Así pues, no será la igualdad aritmética, sino la geométrica, la regla ó el<br />

criterio <strong>de</strong> la igualdad ó <strong>de</strong>sigualdad <strong>de</strong> la remuneracion <strong>de</strong>bida á los capitalistas, buscando<br />

el nivel en la justa proporcion <strong>de</strong> los intereses, pesadas todas las circunstancias que pue<strong>de</strong>n<br />

influir en el ascenso ó <strong>de</strong>scenso <strong>de</strong> su cuota respectiva.<br />

La mayor parte <strong>de</strong> los valores que forman el capital se disipa en salarios; <strong>de</strong> suerte que la<br />

cuota <strong>de</strong>l interés <strong>de</strong>pen<strong>de</strong> en gran manera <strong>de</strong> la cuota <strong>de</strong>l salario. Si el salario sube, el interés<br />

baja y viceversa. Si prescindiendo <strong>de</strong> los <strong>de</strong>más productores, en gracia <strong>de</strong> la claridad,<br />

suponemos igual á 10 la suma <strong>de</strong> los valores producidos, pue<strong>de</strong>n repartirse estos 10 entre<br />

los obreros y capitalistas en muy distinta proporcion <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la perfecta igualdad significada<br />

por 5 á los intereses y 5 á los salarios, hasta la mayor <strong>de</strong>sigualdad representada por 1 á los<br />

intereses y 9 á los salarios, ó 9 á los intereses y 1 á los salarios.<br />

De esta teoría parece <strong>de</strong>ducirse que el interés y el salario, ó el capital y el trabajo son<br />

enemigos irreconciliables y están en guerra abierta; mas <strong>de</strong>be consi<strong>de</strong>rarse que ambos<br />

obe<strong>de</strong>cen á la ley suprema <strong>de</strong> la oferta y la <strong>de</strong>manda que los enfrena. El progreso <strong>de</strong> la<br />

sociedad influye en la subida <strong>de</strong>l interés y <strong>de</strong>l salario ya con respecto á la moneda, ya con<br />

relacion á los objetos <strong>de</strong> consumo, sobre todo si este progreso es más rápido que el <strong>de</strong>l<br />

ahorro y <strong>de</strong> la poblacion. Entónces cada cual consiente en ahorrar con la esperanza <strong>de</strong> un<br />

interés más mo<strong>de</strong>rado y exige para vivir un salario más crecido.<br />

En efecto, el <strong>de</strong>sarrollo <strong>de</strong> la civilizacion contribuye á mo<strong>de</strong>rar la cuota <strong>de</strong>l interés,<br />

porque el concierto en las cosas <strong>de</strong>l gobierno, la consolidacion <strong>de</strong> la paz y el ór<strong>de</strong>n<br />

público y la libertad y firmeza <strong>de</strong> las transacciones mercantiles disminuyen notoriamente<br />

la prima <strong>de</strong>l seguro. Por otro lado los a<strong>de</strong>lantamientos y mejoras en todos los ramos <strong>de</strong> la<br />

industria facilitan <strong>de</strong> dia en dia la acumulacion <strong>de</strong> capitales, y aumentada la oferta, baja el<br />

interés. Cuando los pueblos disfrutan <strong>de</strong> los beneficios <strong>de</strong> una abundante produccion y<br />

equitativa distribucion <strong>de</strong> la riqueza, <strong>de</strong>clina siempre el interés <strong>de</strong> los capitales, porque<br />

siempre hay empleo lucrativo para ellos; y aumentada la <strong>de</strong>manda <strong>de</strong> trabajo, logran los<br />

mismos obreros economizar una parte <strong>de</strong>l salario, dividiendo sus ganancias entre el<br />

ahorro y el consumo.<br />

CAPÍTULO VIII.<br />

De la usura.<br />

La legitimidad <strong>de</strong>l interés <strong>de</strong>scansa en dos principios <strong>de</strong> una verdad incontestable, á<br />

saber, la virtud productiva <strong>de</strong>l capital, y el sacrificio que se impone el capitalista,<br />

absteniéndose <strong>de</strong> disfrutar sus bienes.<br />

Por eso llaman algunos economistas al interés el precio <strong>de</strong> la privacion, como el salario es el<br />

precio <strong>de</strong>l trabajo. Todo servicio exige remuneracion; y quien edifica una casa, cultiva un<br />

campo, fabrica ó negocia con capital ajeno, <strong>de</strong>be dar participacion <strong>de</strong> su ganancia á los<br />

dueños <strong>de</strong> los instrumentos <strong>de</strong> la produccion, porque todos son autores <strong>de</strong> la riqueza.<br />

A pesar <strong>de</strong> la inocencia <strong>de</strong>l interés, fué llamado usura en sentido <strong>de</strong> general<br />

reprobacion, y las leyes reprimieron y castigaron con rigor al usurero como un hombre<br />

sin entrañas y sin misericordia, como reo <strong>de</strong> impiedad y negociante <strong>de</strong> tan <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>nada<br />

codicia que no contento con su hacienda, roba la ajena. Veamos los fundamentos <strong>de</strong> esta<br />

opinion, y procuremos conciliar los preceptos <strong>de</strong> la moral con la doctrina <strong>de</strong> los<br />

economistas.<br />

La Sagrada Escritura con<strong>de</strong>na los contratos usurarios. «No darás á<br />

tu hermano dinero á usura, y no le exigirás más granos que los que le<br />

hubieres dado,» dice el Levítico, y el Deuteronomio repite: «No<br />

prestarás á usura dinero, granos, ni otra cosa cualquiera á tu hermano,


sino al extranjero». En el Evangelio <strong>de</strong> San Lúcas se léen estas<br />

palabras: «Amad á vuestros enemigos, haced bien y prestad, sin<br />

esperar nada por ello».<br />

Aristóteles distingue dos especies <strong>de</strong> industria, la una que llama natural y la otra facticia;<br />

aquélla esencial á la satisfaccion <strong>de</strong> nuestras necesida<strong>de</strong>s, y ésta justamente menospreciada<br />

como parto <strong>de</strong> la codicia <strong>de</strong> los hombres, y prosigue: « Hay una rama <strong>de</strong> semejante<br />

industria digna <strong>de</strong> la execracion general, y es el tráfico <strong>de</strong> dinero que saca ganancia <strong>de</strong> la<br />

moneda violentando su oficio. El signo mo<strong>net</strong>ario fué inventado para facilitar las permutas;<br />

pero la usura lo hace productivo por sí mismo, porque así como un sér engendra otro sér,<br />

así la usura es moneda que engendra moneda. Con mucha razon se ha reputado esta<br />

especie <strong>de</strong> industria por la más contraria <strong>de</strong> todas á la naturaleza».<br />

En Roma la usura es un perenne manantial <strong>de</strong> discordias intestinas y adquiere las<br />

proporciones <strong>de</strong> una cuestion social. Los filósofos la reprueban, los poetas la <strong>de</strong>nuncian al<br />

odio público y las leyes limitan el interés, prohiben la prision por <strong>de</strong>udas y proclaman la<br />

abolicion <strong>de</strong> las <strong>de</strong>udas mismas, cuando la causa <strong>de</strong> los patricios sucumbe á la causa <strong>de</strong> los<br />

plebeyos. El <strong>de</strong>recho romano en los tiempos <strong>de</strong>l Imperio reprime y castiga la usura como<br />

un <strong>de</strong>lito, bien que la necesidad obligó á mostrar cierta tolerancia usando <strong>de</strong> benignas<br />

interpretaciones.<br />

Los Santos Padres y los Doctores <strong>de</strong> la Iglesia repren<strong>de</strong>n amargamente la usura,<br />

porque (dicen) quien presta al necesitado se enriquece con la miseria <strong>de</strong> otro, y se goza en<br />

el hambre y <strong>de</strong>snu<strong>de</strong>z <strong>de</strong>l pobre, y muestra ser <strong>de</strong> ánimo cruel é inhumano. Los Concilios<br />

generales y provinciales las bulas apostólicas anatematizaron el pecado <strong>de</strong> la usura, y el<br />

<strong>de</strong>recho civil <strong>de</strong> la edad media, <strong>de</strong>clarándola <strong>de</strong>lito, fortificó con su autoridad las censuras<br />

y las penas <strong>de</strong>l <strong>de</strong>recho canónico.<br />

Así pues, tres po<strong>de</strong>rosos enemigos se conjuraron para perseguir la usura, á saber, la<br />

filosofía aristotélica que enseñoreaba las escuelas, el <strong>de</strong>recho romano que era la ley comun<br />

<strong>de</strong> los pueblos latinos, y la teología moral que interpretó y extendió el sentido <strong>de</strong> los textos<br />

<strong>de</strong> los Libros Sagrados, las sentencias <strong>de</strong> los Santos Padres y los <strong>de</strong>cretos conciliares y<br />

pontificios, examinó los contratos lícitos y los reprobados, distinguió la usura en paliada y<br />

manifiesta, y templó el rigor <strong>de</strong> los preceptos divinos y eclesiásticos con su teoría <strong>de</strong>l lucro<br />

cesante y daño emergente.<br />

Tal es el proceso <strong>de</strong> la usura: oigamos su <strong>de</strong>fensa.<br />

Los pasajes <strong>de</strong>l Levítico y <strong>de</strong>l Deuteronomio contienen un precepto impuesto al pueblo<br />

<strong>de</strong> Israel análogo á la remision total <strong>de</strong> las <strong>de</strong>udas cada siete años, y al jubileo que se<br />

celebraba cada cincuenta en cuya sazon las tierras enajenadas volvian á sus antiguos<br />

dueños; es <strong>de</strong>cir, que eran mandamientos tocantes al gobierno temporal <strong>de</strong> los hebreos que<br />

regidos por una perfecta teocracia, daban ocasion á confundir lo moral y lo civil, lo político<br />

y lo religioso. Si la usura fuese un pecado á los ojos <strong>de</strong> Dios ¿cómo la habia <strong>de</strong> autorizar<br />

Moisés en daño <strong>de</strong> los extranjeros?<br />

Las palabras <strong>de</strong> San Lúcas se interpretan por via <strong>de</strong> consejo, y no <strong>de</strong> precepto, y se<br />

reputan por máxima <strong>de</strong> caridad y acto parecido á otros actos recomendables <strong>de</strong> cristiana<br />

mansedumbre y <strong>de</strong>sprendimiento <strong>de</strong> los bienes temporales. Si el Evangelio no consagra el<br />

<strong>de</strong>ber absoluto <strong>de</strong> prestar dinero al prójimo, tampoco se concibe obligatorio prestarlo y no<br />

exigir rédito alguno. El Evangelio es la palabra <strong>de</strong> Dios, y en Dios no cabe contradiccion. Si<br />

prestar dinero á usura es pecado segun San Lúcas, ¿por qué segun San Mateo merece el<br />

nombre <strong>de</strong> siervo bueno y fiel el que con cinco talentos gana otros cinco, y el <strong>de</strong> siervo<br />

malo y perezoso el que escon<strong>de</strong> un talento <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la tierra, y lo restituye sin ganancia?<br />

«Debiste <strong>de</strong> haber dado mi dinero á los banqueros, y á la vuelta habria recibido yo mi<br />

caudal con usura,» le dice su señor.<br />

Aristóteles cayó en el error <strong>de</strong> tener el dinero por estéril é infructífero. Cierto que la<br />

moneda no pare moneda, ni se siembra para coger fruto <strong>de</strong> ella; pero crece y se multiplica,


sino como las semillas ó los ganados, por medio <strong>de</strong>l trato y negocio. Más claro: los valores<br />

son fecundos, porque la produccion los aumenta, y el dinero es una forma acci<strong>de</strong>ntal <strong>de</strong>l interés.<br />

Los Santos Padres vituperan con justicia la dureza <strong>de</strong> corazon <strong>de</strong> quien aprovecha la<br />

extrema necesidad <strong>de</strong> su hermano para añadir afliccion al afligido, y los Concilios y los<br />

Papas alu<strong>de</strong>n siempre á la usura como fruto <strong>de</strong> una insaciable avaricia. Tal vez los primeros<br />

se <strong>de</strong>jan arrebatar con cierta ligereza por la corriente <strong>de</strong> una opinion en cuyo favor militan<br />

Aristóteles, Plutarco, Caton, Séneca y otros filósofos <strong>de</strong> la antigüedad: tal vez la doctrina <strong>de</strong><br />

los jurisconsultos romanos y el espectáculo <strong>de</strong> la miseria pública agravada con la tiranía <strong>de</strong><br />

los ricos fortificaron en ellos la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> combatir la usura á todo trance, y el error se mezcló<br />

á la verdad, y el uso pa<strong>de</strong>ció por el abuso.<br />

La <strong>Economía</strong> política <strong>de</strong>jaria <strong>de</strong> ser ciencia, si sus principios y leyes se apartasen <strong>de</strong> lo<br />

bueno y lo justo segun el criterio infalible <strong>de</strong> la Iglesia. Por eso nos hemos <strong>de</strong>tenido en el<br />

exámen <strong>de</strong> la cuestion presente; y respetando lo digno <strong>de</strong> respeto, queda el campo libre á la<br />

controversia, en la cual bien po<strong>de</strong>mos tener razon contra los teólogos y moralistas.<br />

¿Qué es la lisura? Ganar sin causa, respon<strong>de</strong> la teología escolástica: un vicio reprobado<br />

por la ley natural que consiste en hacer fructificar el dinero que <strong>de</strong> suyo es esterilísimo Así<br />

pues, « si se prestan algunos dineros ó cualquiera <strong>de</strong> las otras cosas y se lleva algun interés<br />

por prestarlo, lo más que se vuelve <strong>de</strong> lo que se dió, ó aquella <strong>de</strong>masía que se recibió, es la<br />

lisura» (P. Mercado, Tratos y corantratos <strong>de</strong> merca<strong>de</strong>res, cap. VI.).<br />

El usurero (prosiguen) hace por fuerza (es <strong>de</strong>cir, con injusticia) que fructifique y se<br />

multiplique el dinero, y que siendo <strong>de</strong> suyo infecundo y seco, engendre y pára. Por la<br />

misma razon hay usura cuando se prestan cosas que se consumen con el uso, por ejemplo,<br />

trigo, vino, aceite, etc, y se saca <strong>de</strong>l préstamo alguna ganancia, porque se logra sin poner<br />

trabajo, ni gastar tiempo, ni dar á este acto fundamento <strong>de</strong> valor; y puesto que en ambos<br />

casos la <strong>de</strong>masía se adquiere sin causa, se colige que entre la usura y el hurto no hay<br />

diferencia sustancial.<br />

El préstamo (continúan los moralistas) <strong>de</strong>bo ser un acto <strong>de</strong> liberalidad y misericordia, y<br />

como tal enemigo <strong>de</strong> toda ganancia. La usura es paliada ó manifiesta, ó una mancha que<br />

cun<strong>de</strong> por todos los negocios, así préstamos como ventas, compras, cambios y<br />

arrendamientos. Comprar al fiado, ven<strong>de</strong>r por más <strong>de</strong>l justo precio, arrendar a<strong>de</strong>lantando la<br />

paga, interesarse en los cambios, dar á censo con sobrada hipoteca y otros contratos <strong>de</strong>l<br />

mismo tenor, son viciosos y usurarios. Sin embargo (aña<strong>de</strong>n), quien tiene <strong>de</strong> oficio prestar,<br />

si <strong>de</strong>ja <strong>de</strong> ganar prestando sin interés, no comete usura cuando lo exige, porque hay lucro<br />

cesante; y quien experimenta perjuicio <strong>de</strong> hacer un préstamo gratuito pue<strong>de</strong> estipularlo por<br />

via <strong>de</strong> compensacion, porque hay daño emergente.<br />

Los jurisconsultos aceptaron esta doctrina, y la usura pasó al catálogo <strong>de</strong> los <strong>de</strong>litos.<br />

Ya hemos advertido en qué principios se funda la legitimidad <strong>de</strong>l interés <strong>de</strong>l dinero, ó<br />

por mejor <strong>de</strong>cir <strong>de</strong>l capital. Miéntras el oro y la plata fueron consi<strong>de</strong>rados como la única<br />

riqueza, pudo pasar la diferencia entre alquilar el dinero y alquilar una casa ó una tierra.<br />

Mas ahora que todos sabemos que el dinero es una merca<strong>de</strong>ría cara ó barata segun la ley<br />

<strong>de</strong> la oferta y la <strong>de</strong>manda, y que tiene virtud reproductiva en juntándose al trabajo, pedir<br />

interés no es ganar sin causa. Hoy tan sólo combate la legitimidad <strong>de</strong>l interés la escuela<br />

socialista, precisamente porque ha <strong>de</strong>clarado la guerra al <strong>de</strong>recho <strong>de</strong> propiedad.<br />

No, el dinero no es infructífero ni en manos <strong>de</strong> quien lo dá, ni en las <strong>de</strong> quien lo recibe.<br />

Tampoco son infructíferas las cosas fungibles, porque todo tiene su valor y es origen <strong>de</strong><br />

otros valores; y quien toma parte en el trabajo, merece recompensa. El error fundamental<br />

<strong>de</strong> los moralistas estriba en la supuesta esterilidad <strong>de</strong>l dinero y en la falsa i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> la riqueza.<br />

Porque miraban á la cantidad <strong>de</strong> las especies mo<strong>net</strong>arias y no al valor que tenian y habian<br />

producido, proclamaron el dinero infecundo.<br />

Ven<strong>de</strong>r al fiado más caro que al contado, equivale á prestar el ven<strong>de</strong>dor al comprador un


capital que <strong>de</strong>biera tener en giro <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la consumacion <strong>de</strong>l contrato, por lo cual es justo que<br />

<strong>de</strong>vengue un interés proporcionado á la ganancia que produce para una persona que no es<br />

su verda<strong>de</strong>ro dueño. Anticipar la paga con <strong>de</strong>scuento equivale á privarse por un plazo más<br />

ó ménos largo <strong>de</strong>l empleo lucrativo <strong>de</strong> un capital que se ce<strong>de</strong> en favor <strong>de</strong> otro, cuando no<br />

hay todavía <strong>de</strong>recho á exigirlo, en cuya avenencia hay un beneficio y un perjuicio que sólo<br />

pue<strong>de</strong> compensar la estipulacion <strong>de</strong> intereses.<br />

100 duros, 100 fanegas <strong>de</strong> trigo y 100 arrobas <strong>de</strong> cáñamo ó lino son un capital como una<br />

casa ó un campo; y si por la casa puedo pedir alquiler y por el campo cobrar renta, ¿ por<br />

qué causa no exigiré los intereses <strong>de</strong> mi capital que bajo cualquiera forma que exista supone<br />

siempre valores?<br />

La usura será un <strong>de</strong>lito, si la ley manda que lo sea. El acto en sí mismo es lícito y<br />

honesto. En todos los pueblos se ha usado y se usa prestar con interés, y los príncipes más<br />

solícitos por reprimir y castigar la usura, dieron el ejemplo <strong>de</strong> quebrantar la ley en las<br />

urgencias <strong>de</strong>l tesoro. Si usura significa prestar á mayor interés que la tasa legal un hombre<br />

pue<strong>de</strong> ser usurero hoy y no mañana, en España y no en Francia ó Inglaterra. Por eso dijo<br />

Bentham que la usura no era capaz <strong>de</strong> <strong>de</strong>finicion. Las leyes represivas <strong>de</strong> los actos indiferentes<br />

sólo conducen á perseguir como culpados á los hombres que mejor guardan los<br />

preceptos <strong>de</strong> la moral.<br />

Enhorabuena sea más meritorio á los ojos <strong>de</strong> Dios prestar <strong>de</strong>sinteresadamente; pero el<br />

préstamo gratuito es una manera <strong>de</strong> hacer limosna, por lo cual atañe al fuero interno, y la<br />

ley jamás <strong>de</strong>be mezclarse en las cosas que son <strong>de</strong>l dominio <strong>de</strong> la conciencia.<br />

Protestamos aquí contra toda mala interpretacion <strong>de</strong> nuestra doctrina. Al <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r la<br />

legitimidad <strong>de</strong>l interés, vaya léjos, muy léjos <strong>de</strong> nosotros la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> justificar la conducta <strong>de</strong><br />

los miserables que llenos <strong>de</strong> avaricia y crueldad especulan con la miseria <strong>de</strong>l prójimo. La<br />

<strong>Economía</strong> política, hermana, sino hija <strong>de</strong> la moral, reprueba la usura torpe y culpable. La<br />

ciencia no cubre con su manto tales iniquida<strong>de</strong>s, que a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> ofen<strong>de</strong>r las buenas<br />

costumbres, fomentan la disipacion, <strong>de</strong>bilitan el trabajo, tien<strong>de</strong>n lazos á la esperanza y<br />

conspiran á levantar una vil fortuna, labrando la ruina <strong>de</strong> millares <strong>de</strong> personas y familias<br />

honradas.<br />

Hallaron pru<strong>de</strong>nte los gobiernos abandonar el sistema <strong>de</strong> la prohibicion absoluta, y se<br />

<strong>de</strong>cidieron por el medio <strong>de</strong> tolerar un interés legal. La tasa <strong>de</strong>l interés es una injusticia,<br />

porque siendo el dinero una merca<strong>de</strong>ría, no se la pue<strong>de</strong> fijar precio cierto, cuando las<br />

<strong>de</strong>más cosas se negocian con entera libertad.<br />

La tasa es dificultosa, ó por mejor <strong>de</strong>cir, imposible, pues no hay criterio seguro para<br />

establecer una relacion que no es única, general, absoluta é invariable, sino infinitas<br />

relaciones especiales, individuales, variables en cuanto <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>n <strong>de</strong> la abundancia ó escasez<br />

<strong>de</strong> capitales, <strong>de</strong> la necesidad <strong>de</strong> los contratantes, <strong>de</strong> su buena ó mala fé, <strong>de</strong> su solvencia ó<br />

insolvencia.<br />

La tasa es ineficaz como lo atestigua la historia <strong>de</strong> todos los pueblos. La usura no<br />

retrocedió jamás ante la amenaza <strong>de</strong> las leyes ni el rigor <strong>de</strong> las penas. Nunca se prestará con<br />

igual rédito á las personas <strong>de</strong> buena y mala fama, en los tiempos <strong>de</strong> paz y en los <strong>de</strong> guerra,<br />

en los dias prósperos y en los adversos. Cuanto más severa sea la prohibicion, tanto más<br />

redoblan los hombres su astucia para burlarla, y entónces se oculta el prestamista, se<br />

otorgan escrituras falsas, se simulan contratos y se envuelven los intereses con el principal.<br />

De este modo se consigue borrar las huellas <strong>de</strong> la usura: el juez sabe que existe, conoce al<br />

usurero y no pue<strong>de</strong> castigarle por falta <strong>de</strong> pruebas.<br />

La tasa es nociva, porque se opone al ahorro y á la formacion <strong>de</strong> capitales, instrumento<br />

<strong>de</strong>l trabajo. Si arrecian las penas <strong>de</strong> la usura, se aumenta el riesgo <strong>de</strong>l préstamo ilícito y<br />

crece el interés. Los tímidos se alejan y abandonan el campo á los atrevidos, con lo cual<br />

disminuye la concurrencia <strong>de</strong> los que ejercitan esta industria en perjuicio <strong>de</strong> los que acu<strong>de</strong>n<br />

á ellos. Así sucedió en la edad media, habiendo caido la usura en manos <strong>de</strong> los judíos,


quienes por amor <strong>de</strong>l lucro arrostraron la infamia, inventaron fráu<strong>de</strong>s y aventuraron sus<br />

personas y haciendas, buscando la compensacion <strong>de</strong> tantos daños y peligros en prestar con<br />

sórdida ganancia.<br />

Puesto que las leyes restrictivas agravan el mal en vez <strong>de</strong> ponerle remedio, y al cabo son<br />

impotentes para mo<strong>de</strong>rar la cuota <strong>de</strong>l interés, aconseja la razon abolirlas y proclamar la<br />

libertad <strong>de</strong>l crédito. Absténgase la autoridad <strong>de</strong> intervenir en los contratos y negocios particulares,<br />

sea cada uno juez <strong>de</strong> su causa, presten muchos que ahora no prestan por respeto á<br />

la ley ó escrúpulos <strong>de</strong> conciencia, y lo que no ha conseguido ni conseguirá el legislador, lo<br />

alcanzará el curso natural <strong>de</strong> las cosas. Hágase <strong>de</strong> grado aquello que al fin se ha <strong>de</strong> hacer<br />

por fuerza.<br />

El <strong>de</strong>sarrollo <strong>de</strong>l crédito, y sobre todo los bancos hipotecarios y los montes <strong>de</strong> piedad,<br />

contribuyen con más eficacia á bajar la cuota <strong>de</strong>l interés que todas las leyes y reglamentos.<br />

CAPÍTULO IX.<br />

De la renta <strong>de</strong> la tierra.<br />

Ni pue<strong>de</strong> hablarse <strong>de</strong> la teoría <strong>de</strong> la población sin citar el nombre <strong>de</strong> Malthus, ni omitirse<br />

el <strong>de</strong> Ricardo al tratar <strong>de</strong> la renta <strong>de</strong> la tierra. Para discurrir con acierto en este punto,<br />

conviene exponer el sistema <strong>de</strong> dicho economista y sujetarlo á un exámen crítico, como<br />

medio seguro <strong>de</strong> asentar la verda<strong>de</strong>ra doctrina <strong>de</strong> la renta territorial, objeto <strong>de</strong> grave<br />

controversia entre varios autores <strong>de</strong> merecida fama y voto digno <strong>de</strong> todo respeto.<br />

Ricardo supone que las tierras poséen distintos grados <strong>de</strong> fertilidad, y para mayor<br />

claridad <strong>de</strong>l discurso las distingue en tierras <strong>de</strong> primera, segunda y tercera clase. Supone<br />

asimismo que cuando los hombres acu<strong>de</strong>n á establecerse en una comarca <strong>de</strong>spoblada y vírgen,<br />

segun salió <strong>de</strong> las manos <strong>de</strong> la naturaleza, empiezan por ocupar y labrar los campos <strong>de</strong><br />

mejor calidad, porque prometen frutos más ricos y abundantes con ménos trabajo. Nadie<br />

entónces paga renta, porque nadie escoge ser colono, pudiendo hacerse propietario. Pagar<br />

renta por el uso <strong>de</strong> la tierra equivaldria á pagar renta por el uso <strong>de</strong>l aire, <strong>de</strong>l agua, <strong>de</strong>l sol y<br />

<strong>de</strong> todas las <strong>de</strong>más cosas que existen en cantidad ilimitada.<br />

Pero conforme la poblacion va en aumento, crece la <strong>de</strong>manda <strong>de</strong> los frutos <strong>de</strong> la tierra; y<br />

no bastando ya á las necesida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l consumo ordinario el cultivo <strong>de</strong> los terrenos<br />

superiores en fertilidad, se proce<strong>de</strong> á <strong>de</strong>smontar y beneficiar los <strong>de</strong> fertilidad secundaria. Si<br />

la tierra estuviese dotada con igual fuerza productiva y fuese <strong>de</strong> una extension in<strong>de</strong>finida,<br />

nadie se allanaria á comprar el <strong>de</strong>recho <strong>de</strong> cultivar un campo, porque todo el mundo<br />

tomaria la parte que bien le pareciese, sin obligacion <strong>de</strong> agra<strong>de</strong>cerlo más que al cielo. Mas<br />

siendo limitada en cantidad y diferente en calidad, una vez ocupados los terrenos <strong>de</strong><br />

primera clase, el labrador <strong>de</strong>be optar entre dos extremos, á saber: ó contentarse con los <strong>de</strong><br />

segunda y emplear en ellos su trabajo y capital, ó solicitar <strong>de</strong>l propietario más diligente el<br />

permiso <strong>de</strong> llevar la tierra <strong>de</strong> mejor calidad en arrendamiento.<br />

Si la poblacion creciese más todavia, la <strong>de</strong>manda <strong>de</strong> frutos creceria al mismo compás; y<br />

no bastando ya el producto reunido <strong>de</strong> las tierras <strong>de</strong> primera y segunda calidad el hombre<br />

pasaria á cultivar los terrenos inferiores, sino preferia pagar una renta al dueño <strong>de</strong> los<br />

superiores ó medianos.<br />

Así pues, la renta territorial, segun el sistema <strong>de</strong> Ricardo nace <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el punto que, en<br />

virtud <strong>de</strong>l progreso <strong>de</strong> la sociedad, el hombre reduce á cultivo terrenos <strong>de</strong> fertilidad<br />

secundaria. Cada grado <strong>de</strong> fertilidad que <strong>de</strong>scien<strong>de</strong> el cultivo, es causa <strong>de</strong> producir renta las<br />

tierras inmediatamente superiores, y <strong>de</strong> aumentar la <strong>de</strong> aquellas que ya la producian.<br />

Ahora bien (y prosigue la teoría <strong>de</strong> Ricardo): supuesto que las propieda<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la tierra no<br />

son uniformes, unas requieren más capital y trabajo, y otras pi<strong>de</strong>n ménos esfuerzos y<br />

gastos; y así la costa <strong>de</strong> la produccion <strong>de</strong>l trigo, por ejemplo, será muy varia segun la buena,<br />

mediana ó mala disposicion natural <strong>de</strong> cada terreno. El trigo no se distingue en el mercado


por razon <strong>de</strong> las tierras en que se cria, sino que todo se ven<strong>de</strong> á un mismo precio, y tal que<br />

alcance á cubrir los gastos <strong>de</strong> la produccion en las circunstancias ménos favorables, porque<br />

nadie labra su campo si el valor <strong>de</strong> los frutos no basta á satisfacer la costa <strong>de</strong>l cultivo: <strong>de</strong><br />

manera que el precio regulador <strong>de</strong> todos los trigos <strong>de</strong>be <strong>de</strong>terminarse por los gastos <strong>de</strong><br />

producción <strong>de</strong>l más caro, ó sea <strong>de</strong>l obtenido en los terrenos <strong>de</strong> calidad inferior.<br />

De aquí resulta un beneficio para los propietarios <strong>de</strong> las tierras <strong>de</strong> calidad superior,<br />

representado por la diferencia <strong>de</strong> los gastos <strong>de</strong> produccion en circunstancias <strong>de</strong>sigualmente<br />

favorables; y este exceso <strong>de</strong> producto ó <strong>de</strong> remuneracion constituye la renta territorial.<br />

Entremos ahora en el exámen <strong>de</strong> esta doctrina. Verda<strong>de</strong>ramente po<strong>de</strong>mos comparar la<br />

tierra con una serie <strong>de</strong> máquinas <strong>de</strong> potencia <strong>de</strong>sigual <strong>de</strong>stinadas á la produccion agrícola;<br />

pero es muy dudoso que en el orígen empezasen los hombres por cultivar las <strong>de</strong> primera<br />

calidad, y agotadas éstas pasasen á las <strong>de</strong> segunda, y luégo á las <strong>de</strong> tercera en el ór<strong>de</strong>n<br />

constante que Ricardo propone como fundamento <strong>de</strong> su sistema. En efecto, en el estado<br />

primitivo <strong>de</strong> las socieda<strong>de</strong>s es muy difícil, cuando no imposible, discernir los grados <strong>de</strong><br />

fertilidad natural <strong>de</strong> cada terreno y sacar el partido conveniente <strong>de</strong> sus propieda<strong>de</strong>s.<br />

Carey pretendo sustituir la ley <strong>de</strong> Ricardo con otra ley no ménos absoluta; y<br />

generalizando los hechos observados en la colonizacion <strong>de</strong> los Estados Unidos, establece<br />

su teoría diciendo que el cultivo empieza por ocupar los terrenos más ligeros situados en<br />

las colinas; y los más gruesos y feraces extendidos por la llanura, como están cubiertos <strong>de</strong><br />

bosques ó convertidos en pantanos, vienen los últimos, cuando la necesidad apremia y<br />

abundan el capital y el trabajo. Carey no consi<strong>de</strong>ra que Ricardo alu<strong>de</strong> en su teoría á las<br />

fuerzas primitivas <strong>de</strong> la tierra, es <strong>de</strong>cir, á las naturales, prescindiendo <strong>de</strong> las adquiridas; y<br />

sentada así la cuestion, léjos <strong>de</strong> quebrantar fortalece la hipótesis, porque en suma, un<br />

terreno alto y seco con toda su ari<strong>de</strong>z es más fértil <strong>de</strong> presente que las sustanciosas capas<br />

<strong>de</strong> resíduos vegetales escondidas en el corazon <strong>de</strong> las selvas ó sepultadas en el fondo <strong>de</strong><br />

las aguas. Sirve no obstante la observacion <strong>de</strong> Carey <strong>de</strong> advertencia para enten<strong>de</strong>r la<br />

multitud <strong>de</strong> circunstancias que modifican ó pue<strong>de</strong>n modificar la hipótesis <strong>de</strong> Ricardo.<br />

En efecto, seria un grave yerro medir el producto <strong>de</strong> la tierra por<br />

los grados <strong>de</strong> su fertilidad sin tomar en cuenta su situacion respectiva,<br />

porque todavía es forzoso consi<strong>de</strong>rar que un terreno ingrato, si está<br />

próximo á un centro <strong>de</strong> consumo ó á una <strong>de</strong> esas gran<strong>de</strong>s vias <strong>de</strong><br />

comunicacion y transporte que son las arterias <strong>de</strong>l comercio, rin<strong>de</strong> un<br />

producto mayor que otro feracísimo y distante <strong>de</strong> los mercados don<strong>de</strong><br />

es preciso ven<strong>de</strong>r los frutos. Así pues, no se <strong>de</strong>ben clasificar las tierras<br />

en razon <strong>de</strong> su fertilidad natural, sino pesando todas las condiciones<br />

que contribuyen á dar mayor producto á costa <strong>de</strong> menor trabajo.<br />

Tambien importa consi<strong>de</strong>rar que la renta vá unida con vínculo<br />

indisoluble al producto <strong>de</strong>l capital fijo empleado en la tierra é<br />

incorporado <strong>de</strong>finitivamente á ella. Hay algo <strong>de</strong> arbitrario en fundar<br />

toda una teoría en la fertilidad natural <strong>de</strong> la tierra, cuando es imposible<br />

poner límite cierto á la virtud productiva <strong>de</strong>l trabajo y capital que<br />

forman una sola masa con la heredad mejorada <strong>de</strong> padres á hijos.<br />

La hipótesis <strong>de</strong> Ricardo en punto á la ocupacion sucesiva <strong>de</strong> los terrenos segun el grado<br />

<strong>de</strong>scen<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> su fertilidad, es muy aventurada y aun peligrosa. Si el cultivo, conforme se<br />

dilata, se apo<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> tierras cada vez más estériles, hay una ley fatal y funesta que induce á<br />

la creciente carestía <strong>de</strong> los frutos <strong>de</strong> la tierra. Supongamos que la hipótesis no sea necesaria<br />

ni siquiera general, sino que el progreso <strong>de</strong>l cultivo se <strong>de</strong>ba principalmente á la perfeccion<br />

<strong>de</strong>l arte agrícola, á un incremento <strong>de</strong> capital ó á la mayor energía <strong>de</strong>l trabajo, y reinará la<br />

abundancia <strong>de</strong> los frutos, y con la abundancia vendrán los precios mo<strong>de</strong>rados,<br />

<strong>de</strong>sapareciendo el antagonismo que <strong>de</strong> otra suerte resulta entre la agricultura y la industria.<br />

No negamos el hecho <strong>de</strong> la renta, aunque haya inexactitud en la exposicion <strong>de</strong> su


historia, ó en el tiempo y modo <strong>de</strong> formar el exceso <strong>de</strong> produccion que la constituye.<br />

Siempre suce<strong>de</strong>rá que se cultiven tierras más ó ménos productivas, cuya <strong>de</strong>sigualdad <strong>de</strong><br />

faculta<strong>de</strong>s generadoras <strong>de</strong> riqueza dá origen á la renta; porque si el trabajo y el capital<br />

aplicados á la agricultura en algun caso favorable rin<strong>de</strong>n ganancias extraordinarias, la<br />

competencia las reduce pronto al comun nivel; y el sobrante que nada aña<strong>de</strong> ni pue<strong>de</strong><br />

añadir á la cuota corriente <strong>de</strong> los salarios é intereses absorbidos por la produccion agrícola,<br />

constituye el beneficio <strong>de</strong>l propietario.<br />

Reconocemos en principio que la tierra es limitada en extension y distinta en feracidad;<br />

pero tambien confesamos que los contínuos a<strong>de</strong>lantamientos <strong>de</strong>l arte agrícola, la<br />

construccion <strong>de</strong> caminos y canales y otros beneficios <strong>de</strong> la civilizacion modificarian el<br />

privilegio <strong>de</strong> los primeros ocupantes, si la ocupacion hubiese empezado y seguido el ór<strong>de</strong>n<br />

<strong>de</strong> mayor á menor fertilidad. Que esta diferencia sea ocasion <strong>de</strong> la renta, y la causa la<br />

necesidad <strong>de</strong> cultivar las tierras inferiores con motivo <strong>de</strong>l aumento <strong>de</strong> la <strong>de</strong>manda, como<br />

quieren aIgunos discípulos <strong>de</strong> Ricardo, viene en suma á ser lo mismo.<br />

En la renta <strong>de</strong> la tierra no se <strong>de</strong>scubre ningun fenómeno especial, por más que Ricardo<br />

pretenda explicarla por medio <strong>de</strong> leyes económicas exclusivas <strong>de</strong> la produccion agrícola.<br />

Todas las profesiones mecánicas y liberales se parecen en esto á la agricultura. Dos<br />

abogados ó dos médicos, habiendo empleado el mismo trabajo y capital en adquirir cierta<br />

suma <strong>de</strong> conocimientos facultativos, obtienen ganancias muy <strong>de</strong>siguales. La diferencia <strong>de</strong>l<br />

talento, <strong>de</strong> la habilidad ó <strong>de</strong> la fortuna constituye una renta en favor <strong>de</strong>l privilegiado, como<br />

<strong>de</strong>l distinto grado <strong>de</strong> fertilidad proce<strong>de</strong> la renta en favor <strong>de</strong> las tierras más feraces. Lo<br />

mismo pudiéramos <strong>de</strong>cir <strong>de</strong>l obrero más ingenioso, <strong>de</strong>l capitalista más diligente, <strong>de</strong>l<br />

empresario <strong>de</strong> industria más activo y experimentado.<br />

Síguese <strong>de</strong> lo dicho que hay una renta <strong>de</strong> la tierra, no distinta en cuanto al principio, sino<br />

tan sólo con respecto á los acci<strong>de</strong>ntes particulares á la industria rural, y que la teoría <strong>de</strong><br />

Ricardo, cierta en el fondo, es inexacta é incompleta en sus pormenores. La renta <strong>de</strong> la<br />

tierra es efecto <strong>de</strong> varias causas, á saber, la limitacion <strong>de</strong> la que se presta al cultivo, el<br />

distinto grado <strong>de</strong> su fertilidad, el precio <strong>de</strong> los granos, etc.; y su cuota se regula por la<br />

proporcion entre la oferta y la <strong>de</strong>manda.<br />

Disputóse la legitimidad <strong>de</strong> la renta territorial socolor <strong>de</strong> que aumenta la fortuna <strong>de</strong>l<br />

propietario sin la menor intervencion suya, sin poner <strong>de</strong> su parte el más leve trabajo. Hubo<br />

empeño en presentar al propietario en posesion <strong>de</strong> un odioso monopolio, causa <strong>de</strong> la creciente<br />

carestía <strong>de</strong> las subsistencias, y en avivar el fuego <strong>de</strong> la discordia entre las clases<br />

productivas <strong>de</strong>l estado.<br />

Nada tiene <strong>de</strong> extraño que tan réciamente fuese combatida, cuando los discípulos <strong>de</strong><br />

Ricardo afirman que la renta es el resultado <strong>de</strong> un monopolio natural. La razon por qué los<br />

propietarios pue<strong>de</strong>n exigir renta <strong>de</strong> sus tierras (continúan), es que poséen una merca<strong>de</strong>ría<br />

<strong>de</strong> la cual necesitan muchos hombres, y nadie pue<strong>de</strong> obtener sin su consentimiento. Si<br />

todas las tierras <strong>de</strong> un país perteneciesen á un solo dueño, fijaria á su antojo la cuota <strong>de</strong> la<br />

renta.<br />

Y sólo en este último caso la renta sería el resultado <strong>de</strong> un monopolio: en los <strong>de</strong>más la<br />

renta se <strong>de</strong>riva <strong>de</strong>l <strong>de</strong>recho <strong>de</strong> propiedad. Si la tierra fuese comun á todos, no habria título<br />

para exigir renta alguna; pero constituida la propiedad privada, nace el goce exclusivo que<br />

constituye el dominio.<br />

Si llamamos monopolio la propiedad territorial porque produce renta, toda propiedad<br />

será monopolio. Si envidiamos la condicion <strong>de</strong>l propietario porque se aprovecha sin salir <strong>de</strong><br />

su inercia habitual <strong>de</strong>l precio subido <strong>de</strong> las subsistencias, consi<strong>de</strong>remos que estas ganacias<br />

se acumulan y vuelven á la agricultura en forma <strong>de</strong> capitales, y extendida y mejorada la<br />

produccion agrícola, bajan los precios con la abundancia y la disminucion <strong>de</strong> los gastos <strong>de</strong>l<br />

cultivo.<br />

Tierras hay cuyo producto <strong>net</strong>o se <strong>de</strong>be principalmente al capital y trabajo empleados en


ellas, <strong>de</strong> modo que la renta entra por muy poco en representacion <strong>de</strong> sus fuerzas<br />

productivas: tierras hay que no producen renta alguna, y que tal vez el propietario cultiva<br />

por sí mismo, porque nadie quiere llevarlas en arrendamiento.<br />

Por regla general el valor y el precio <strong>de</strong> los frutos <strong>de</strong> la tierra se <strong>de</strong>terminan teniendo en<br />

cuenta los gastos <strong>de</strong> la produccion agrícola en las circunstancias ménos favorables,<br />

supuestos igual trabajo, capital y <strong>de</strong>más elementos que concurren á la creacion <strong>de</strong> la<br />

riqueza. Sin embargo, pue<strong>de</strong>n los precios pasar <strong>de</strong> este límite cuando la poblacion, la<br />

industria y el comercio se <strong>de</strong>sarrollan con más rapi<strong>de</strong>z que la agricultura; y así todo <strong>de</strong>pen<strong>de</strong><br />

<strong>de</strong> la relacion entre la oferta y la manda.<br />

Tambien pue<strong>de</strong> suce<strong>de</strong>r que suban los precios cuando el cultivo se extien<strong>de</strong> á terrenos <strong>de</strong><br />

inferior calidad, ó cuando es preciso solicitar los granos necesarios al abastecimiento <strong>de</strong> un<br />

pueblo ó una comarca más distante, porque entónces se aumentan los gastos <strong>de</strong> transporte<br />

y se dificultan las transacciones; pero ya hemos dicho que el progreso <strong>de</strong>l cultivo no sigue el<br />

curso or<strong>de</strong>nado y regular que le atribuyen Ricardo y su escuela. Muchas veces los<br />

a<strong>de</strong>lantamientos <strong>de</strong> la agricultura y <strong>de</strong> la industria, la abundancia <strong>de</strong> capitales, las<br />

instituciones <strong>de</strong> crédito, etc., permiten sacar mejor partido <strong>de</strong> un terreno <strong>de</strong> calidad inferior,<br />

que <strong>de</strong> romper y <strong>de</strong>scuajar terrenos <strong>de</strong> superior calidad.<br />

La renta territorial se regula por la diferencia entre el precio <strong>de</strong> los productos agrícolas y<br />

los gastos <strong>de</strong> la produccion en las circunstancias ménos favorables; <strong>de</strong> modo que la renta es<br />

distinta y no forma parte <strong>de</strong> los gastos <strong>de</strong> la produccion.<br />

Cuando el propietario cultiva la tierra por sí mismo y con capital propio todas las<br />

ganancias se acumulan y confun<strong>de</strong>n en sus manos. Si la tierra se dá en arrendamiento, la<br />

suma anual que se paga al propietario por el uso <strong>de</strong> ella, excluyendo los intereses <strong>de</strong>l capital<br />

fijo, constituye la renta. Si la tierra se pone en venta, como la compra <strong>de</strong> aquella finca<br />

significa el cambio <strong>de</strong> un capital—tierra por un capital—dinero, el precio sube ó baja segun<br />

que la renta es mayor ó menor que el interés <strong>de</strong>l capital empleado en adqurirla, y esta<br />

diferencia es la capitalizacion <strong>de</strong> la renta misma.<br />

En la práctica es imposible discernir la renta, porque es imposible discernir las fuerzas<br />

productivas que la tierra <strong>de</strong>be á la naturaleza <strong>de</strong> las que <strong>de</strong>be al trabajo <strong>de</strong>l hombre<br />

acumulado por espacio <strong>de</strong> muchos siglos. ¿Quién será capaz <strong>de</strong> separar en el filósofo los<br />

dones <strong>de</strong>l cielo y los frutos <strong>de</strong>l estudio?<br />

Así reputaríamos por verda<strong>de</strong>ro <strong>de</strong>spojo un impuesto que hiciese pasar á las manos <strong>de</strong>l<br />

gobierno el acrecentamiento futuro <strong>de</strong> la renta territorial, segun aconsejan algunos<br />

economistas. Este beneficio es en su mayor parte obra <strong>de</strong>l propietario, y confiscárselo<br />

equivale á confiscarle las legítimas utilida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l capital y <strong>de</strong>l trabajo. Si algo queda en su<br />

favor, tambien le pertenece á título <strong>de</strong> prima <strong>de</strong>l riesgo que corre al adquirir la tierra y<br />

consagrarse á su cultivo. A<strong>de</strong>más el actual poseedor <strong>de</strong> la tierra no es el primer ocupante ni<br />

su <strong>de</strong>scendiente, sino una tercera persona que la adquirió á título oneroso y la pagó más<br />

cara por lo mismo que es más productiva; <strong>de</strong> forma que la renta se ha convertido al pasar á<br />

sus manos en interés <strong>de</strong> un capital representado por el mayor precio <strong>de</strong> la tierra dotada con<br />

mayor fertilidad. La renta pue<strong>de</strong> subir, pero pue<strong>de</strong> bajar; y proclamar el <strong>de</strong>recho <strong>de</strong>l estado<br />

á tomar las ganancias sin respon<strong>de</strong>r <strong>de</strong> las pérdidas, seria una enorme injusticia, y obligarse<br />

á la compensación un <strong>de</strong>satino. Ambos caminos conducen á la abolicion <strong>de</strong> la propiedad<br />

territorial, y <strong>de</strong> jornada en jornada llegaríamos hasta calificarla <strong>de</strong> odioso monopolio, <strong>de</strong><br />

usurpacion manifiesta, <strong>de</strong> verda<strong>de</strong>ro robo; y hénos aquí en pleno socialismo.<br />

CAPÍTULO X.<br />

De las ganancias <strong>de</strong>l empresario<br />

Hemos visto en los prece<strong>de</strong>ntes capítulos que hay diversos productores llamados sabios,<br />

obreros, capitalistas y propietarios. Todos contribuyen con su trabajo presente ó pasado á<br />

la creacion <strong>de</strong> la riqueza; pero falta el vínculo que <strong>de</strong>be unir sus volunta<strong>de</strong>s y sus fuerzas


para lograr el comun <strong>de</strong>seo. El sabio pi<strong>de</strong> su recompensa, el obrero su salario, el capitalista<br />

sus intereses y el propietario su renta; y la persona intermedia que junta los distintos<br />

elementos <strong>de</strong> la produccion y realiza el producto bruto <strong>de</strong> una especulacion cualquiera para<br />

distribuir la suma total <strong>de</strong> valores producidos entre tantos productores, es el empresario <strong>de</strong><br />

industria.<br />

En la infancia <strong>de</strong> los pueblos cada uno trabaja por satisfacer sus propias necesida<strong>de</strong>s, <strong>de</strong><br />

modo que la producción y el consumo pasan en familia. Con el tiempo empieza á<br />

organizarse el sistema <strong>de</strong> los cambios, y los hombres activos y diligentes producen con toda<br />

la seguridad <strong>de</strong> hallar pronto y buen <strong>de</strong>spacho á sus merca<strong>de</strong>rías. Más tar<strong>de</strong>, cuando hay<br />

libertad <strong>de</strong> trabajo, facilidad en las transacciones, abundancia <strong>de</strong> capitales y crédito, aparece<br />

el empresario <strong>de</strong> industria que paga á los sabios, obreros, capitalistas y propietarios, y<br />

produce á todo riesgo y ventura, tomando para sí el producto líquido <strong>de</strong> la empresa, como<br />

premio <strong>de</strong>bido á su solicitud y cuidado y justa compensacion <strong>de</strong> los peligros que arrostra.<br />

Enefecto, el empresario trueca lo cierto por lo dudoso, porque se<br />

obliga á satisfacer los gastos <strong>de</strong> la produccion que corre por su cuenta<br />

y riesgo: sus ganancias son inciertas y variables. Los <strong>de</strong>más<br />

productores no participan directamente <strong>de</strong> su próspera ó adversa<br />

fortuna.<br />

Discurren los economistas con variedad al <strong>de</strong>terminar la naturaleza <strong>de</strong> las ganancias <strong>de</strong>l<br />

empresario <strong>de</strong> industria, porque unos preten<strong>de</strong>n que son una especie <strong>de</strong> salario, otros el<br />

interés <strong>de</strong> un capital, y otros en fin las consi<strong>de</strong>ran como una renta sui generis que nace <strong>de</strong> la<br />

union íntima y <strong>de</strong>l concurso <strong>de</strong> aquellos dos elementos <strong>de</strong> la produccion.<br />

Los primeros dicen que quien dirige las operaciones industriales necesita consagrarles su<br />

tiempo y su trabajo, dar gran<strong>de</strong>s muestras <strong>de</strong> habilidad y asiduidad, y que todo esto exige<br />

una remuneracion proporcionada á la obra <strong>de</strong> direccion y administracion. A<strong>de</strong>más,<br />

lanzándose el empresario á los negocios por su propia cuenta, expone el capital que maneja<br />

á una pérdida total ó parcial, y muchas veces las probabilida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> ganar son muy dudosas.<br />

El mayor ó menor riesgo reclama una compensacion, porque sin ella nadie correria el<br />

peligro <strong>de</strong> arruinarse, ó empobrecerse, ó fatigarse en bal<strong>de</strong>. Sin embargo, aun eliminada la<br />

prima <strong>de</strong>l seguro, las ganancias <strong>de</strong>l empresario se diferencian <strong>de</strong>l salario comun en que no<br />

tienen cuota fija, sino que constituyen una remuneracion variable y eventual, y en que no se<br />

anticipan, pues no se cobran mientras no se reembolse el capital.<br />

Tampoco pue<strong>de</strong>n equipararse al interés, porque el interés forma parte, pero no es el<br />

todo <strong>de</strong> las ganancias <strong>de</strong>l empresario. Para <strong>de</strong>terminarlas segun conviene, es preciso<br />

<strong>de</strong>ducir los intereses <strong>de</strong>l capital fijo, como edificios, tierras, máquinas, etc, que suelen<br />

pertenecer al empresario, y los <strong>de</strong>l capital circulante que será suyo ó ajeno; y en<br />

cualquier caso no <strong>de</strong>be confundirse la renta <strong>de</strong>l capitalista y la <strong>de</strong>l empresario <strong>de</strong><br />

industria, aunque una sola persona reuna ambos caractéres. La cuota <strong>de</strong> las ganancias y<br />

la <strong>de</strong> los intereses no tienen ninguna conexion necesaria: son efectos <strong>de</strong> muy distintas<br />

causas.<br />

Separando, pues, la parte <strong>de</strong> valores producidos que absorben los salarios, y la<br />

otra parte <strong>de</strong>stinada á satisfacer los intereses <strong>de</strong>l capital, la utilidad líquida<br />

remanente forma las ganancias <strong>de</strong>l empresario <strong>de</strong> industria en remuneracion <strong>de</strong><br />

su accion personal y direccion inteligente, y como una in<strong>de</strong>mnizacion <strong>de</strong> los<br />

riesgos á que se expone.<br />

En efecto, el empresario concurre á la obra <strong>de</strong> la produccion con un trabajo superior<br />

tanto más importante, cuanto son más raras las cualida<strong>de</strong>s personales que exige. Necesita<br />

granjearse la confianza <strong>de</strong> los capitalistas, el afecto <strong>de</strong> los obreros y la estimacion <strong>de</strong> los<br />

consumidores; necesita gran conocimiento <strong>de</strong>l mercado para distinguir las necesida<strong>de</strong>s<br />

presentes y adivinar las futuras: necesita adquirir fama <strong>de</strong> versado en los negocios, porque<br />

no basta la buena fé para inspirar crédito, si no va acompañada <strong>de</strong> la opinion <strong>de</strong> capacidad,


serenidad <strong>de</strong> ánimo, perseverancia y economía. Estas y otras dotes ya morales, ya<br />

facultativas, juntamente con el sacrificio <strong>de</strong> su fortuna, si ocurriese algun <strong>de</strong>sastre, son el<br />

título con que un empresario <strong>de</strong> industria solicita entrar á la parte en la distribucion <strong>de</strong> la<br />

riqueza.<br />

La diversa cuota <strong>de</strong> las ganancias <strong>de</strong> los empresarios <strong>de</strong> industria proce<strong>de</strong> <strong>de</strong> causas<br />

análogas á las que influyen en la variedad <strong>de</strong> los intereses y salarios. La escasez ó<br />

abundancia <strong>de</strong> las cualida<strong>de</strong>s morales y facultativas, la facilidad ó dificultad <strong>de</strong> poseerlas y<br />

adquirirlas, lo agradable ó <strong>de</strong>sagradable <strong>de</strong>l trabajo tomando en cuenta la fatiga corporal, el<br />

cansancio <strong>de</strong>l espíritu, la consi<strong>de</strong>racion <strong>de</strong> las gentes, la salubridad <strong>de</strong>l ejercicio, la<br />

moralidad <strong>de</strong>l empleo, y sobre todo la prima <strong>de</strong>l seguro, son las circunstancias que<br />

comunmente hacen subir ó bajar la remuneracion <strong>de</strong> los empresarios <strong>de</strong> industria.<br />

La cuota <strong>de</strong> las ganancias propen<strong>de</strong> hácia la igualdad, porque <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el punto que un<br />

linaje <strong>de</strong> especulacion promete beneficios extraordinarios, se aviva la concurrencia, y<br />

todas se acercan á un nivel. Sin embargo, conviene no llevar la doctrina <strong>de</strong> Ricardo y su<br />

escuela al extremo <strong>de</strong> convertir esta ley económica en regla matemática. La ten<strong>de</strong>ncia al<br />

equilibrio rige en principio el movimiento <strong>de</strong> los salarios, <strong>de</strong> los intereses y las ganancias;<br />

pero no produce efectos necesarios é inmediatos. Fuera <strong>de</strong> las causas <strong>de</strong> una <strong>de</strong>sigualdad<br />

aparente, y no real, que se explican por la diferencia <strong>de</strong> los negocios y el mayor ó menor<br />

riesgo <strong>de</strong> la especulacion, hay otras que nacen <strong>de</strong> la ley, la opinion y la costumbre. Para<br />

que la propension al equilibrio sea una fuerza viva, es preciso partir <strong>de</strong> la hipótesis <strong>de</strong> la<br />

absoluta libertad <strong>de</strong> concurrencia. Cualesquiera obstáculos físicos ó morales á la<br />

concurrencia libre, ya procedan <strong>de</strong> instituciones viciosas, ya <strong>de</strong> hábitos comunes, <strong>de</strong> la<br />

inercia <strong>de</strong> los pueblos, <strong>de</strong> circunstancias locales ó <strong>de</strong> otras fuentes parecidas, turban el<br />

ór<strong>de</strong>n constante <strong>de</strong> los fenómenos económicos, y la ciencia no respon<strong>de</strong> <strong>de</strong>l resultado.<br />

Cuando crecen los riesgos <strong>de</strong> la empresa, crece naturalmente la remuneracion <strong>de</strong>l<br />

empresario. Así suce<strong>de</strong> que todas las especulaciones aleatorias ó muy aventuradas<br />

prometen ganancias exorbitantes, sin cuyo cebo no se <strong>de</strong>spertaria la codicia. De esto<br />

tenemos un claro ejemplo en la trata <strong>de</strong> negros. Por el contrario, un buen sistema <strong>de</strong><br />

seguros, disminuyendo la responsabilidad <strong>de</strong> los siniestros, mo<strong>de</strong>ra la cuota regular <strong>de</strong> las<br />

ganancias.


PARTE CUARTA.<br />

DEL CONSUMO DE LA RIQUEZA.<br />

CAPÍTULO I.<br />

De los consumos.<br />

Así como producir significa dar utilidad á las cosas y aumentar <strong>de</strong> esta suerte la suma <strong>de</strong><br />

los valores, así tambien consumir equivale á <strong>de</strong>shacer la obra <strong>de</strong> la produccion, quitando á<br />

las cosas su grado <strong>de</strong> utiIidad, y disminuyendo la suma <strong>de</strong> los valores existentes.<br />

Consumo, pues, quiere <strong>de</strong>cir <strong>de</strong>struccion <strong>de</strong>l valor, ya provenga <strong>de</strong> un cambio <strong>de</strong> forma,<br />

ya <strong>de</strong> la <strong>de</strong>saparicion completa ó modificacion <strong>de</strong> nuestras necesida<strong>de</strong>s, ya <strong>de</strong> la sustitucion<br />

<strong>de</strong> una utilidad mayor por otra menor. De todas maneras el consumo es el reverso <strong>de</strong> la<br />

produccion, ó el signo negativo <strong>de</strong>l movimiento industrial en oposicion al signo positivo.<br />

Produccion y consumo son el principio y el fin <strong>de</strong> la riqueza, como vida y muerte son los<br />

términos naturales <strong>de</strong> la poblacion.<br />

Aunque la naturaleza <strong>de</strong>l consumo consiste en la <strong>de</strong>saparicion <strong>de</strong> los valores<br />

creados con tanto afan y á costa <strong>de</strong> tanta economía, no <strong>de</strong>be reputarse como un mal, ni<br />

evitarse como una pérdida sin compensacion.<br />

La <strong>Economía</strong> política no aconseja al hombre producir por el mero placer <strong>de</strong> acumular<br />

bienes, sino crear riqueza para gozar <strong>de</strong> ella. La produccion y el consumo son dos<br />

fenómenos correlativos, lo mismo que son correlativas la oferta y la <strong>de</strong>manda.<br />

Las riquezas son buenas, porque remedian las necesida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la vida. Cuando llega la<br />

hora <strong>de</strong> consumirlas, se <strong>de</strong>svanecen, es verdad; pero la necesidad que nos atormentaba<br />

queda satisfecha, y no hay trabajo perdido. El daño estaria en <strong>de</strong>struir valores sin ninguna<br />

utilidad para el consumidor. Los pueblos no <strong>de</strong>ben imitar la conducta <strong>de</strong>l avaro que en el<br />

silencio <strong>de</strong> la noche contempla su tesoro, y se goza en verlo tan crecido, y pa<strong>de</strong>ce crueles<br />

privaciones por no menguarlo, pues al cabo las riquezas son para el hombre y no es el<br />

hombre para las riquezas.<br />

Consumo es el uso que se hace <strong>de</strong> una cosa, sacando el partido conveniente <strong>de</strong> sus<br />

propieda<strong>de</strong>s. Unas veces el uso es inmediato y produce satisfacciones personales, como<br />

el pan que extingue el hambre ó el agua que apaga la sed, y otras mediato, como los<br />

materiales crudos que se <strong>de</strong>struyen para fabricar un artefacto. En el primer caso suelen<br />

los economistas llamarlo improductivo, y en el segundo reproductivo.<br />

La terminologia, por más que se apoye en buenas autorida<strong>de</strong>s, no está exenta <strong>de</strong><br />

controversia, ni faltan razones po<strong>de</strong>rosas para combatirla. El consumo verda<strong>de</strong>ro, el único<br />

que merece este nombre es el <strong>de</strong>finitivo, porque realmente causa la <strong>de</strong>struccion <strong>de</strong> un valor.<br />

El reproductivo supone la <strong>de</strong>struccion <strong>de</strong> una cosa; pero su valor subsiste incorporado en<br />

el nuevo producto. Así pues (dicen algunos economistas) no hay consumo improductivo ó<br />

reproductivo, sino que hay ó no hay consumo.<br />

Otros, admitiendo la distincion establecida, proponen que se llame reproductivo el<br />

consumo que concurre á la produccion <strong>de</strong> un valor igual ó superior al <strong>de</strong>struido, y se<br />

cambie el nombre <strong>de</strong>l improductivo en no productivo, reservando aquél para <strong>de</strong>notar el consumo<br />

<strong>de</strong>structivo ó la <strong>de</strong>struccion fortuita <strong>de</strong> valores.<br />

Sin duda es <strong>de</strong>fectuosa la antigua nomenclatura; pero aun está comunmente recibida,<br />

y por otra parte carecemos <strong>de</strong>la autoridad necesaria á reformar el lenguaje <strong>de</strong> Smith, Say y<br />

otros señalados economistas.<br />

Los consumos reproductivos, por más que se multipliquen, no merecen vituperio,<br />

pues léjos <strong>de</strong> disminuir la riqueza nacional, contribuyen á su aumento. Los improductivos<br />

<strong>de</strong>ben ajustarse á las reglas <strong>de</strong> la pru<strong>de</strong>ncia.


Lo primero importa que no excedan, en cuanto sea posible, <strong>de</strong> la renta anual <strong>de</strong>l<br />

consumidor, y todavía conviene no consumirla toda para capitalizar los ahorros y<br />

acrecentar gradualmente la fortuna pública y privada.<br />

Lo segundo <strong>de</strong>ben preferirse aquellos que satisfacen necesida<strong>de</strong>s reales á los que<br />

proporcionan goces puramente facticios; por lo cual son dignos <strong>de</strong> reprobacion los gastos<br />

que originan las fiestas populares cuando falta el pan á los pobres, ó se oprime á los<br />

contribuyentes, ó se emplearian mejor los valores en procurar beneficios ciertos y<br />

dura<strong>de</strong>ros á la sociedad. Esto que <strong>de</strong>cimos <strong>de</strong> los pueblos, rige tambien, salvas las<br />

diferencias que pi<strong>de</strong> la naturaleza <strong>de</strong> las cosas, respecto á las familias.<br />

Lo tercero <strong>de</strong>ben posponerse los consumos rápidos á los lentos. Aquéllos acallan tal<br />

necesidad por un instante; mas la renovacion <strong>de</strong>l apetito exige la repeticion <strong>de</strong>l consumo, y<br />

así van <strong>de</strong>sapareciendo valores tras valores. Estos satisfacen la necesidad <strong>de</strong> un modo<br />

permanente; y aunque cuestan más caros, el gasto es <strong>de</strong> una vez ó <strong>de</strong> pocas y al cabo resulta<br />

una economía verda<strong>de</strong>ra.<br />

El imperio <strong>de</strong> la moda <strong>de</strong>struye ó minora el valor <strong>de</strong> las merca<strong>de</strong>rías sin hacer uso <strong>de</strong><br />

ellas, y acaso sin salir <strong>de</strong> los almacenes <strong>de</strong>l comerciante. Si han pasado á las manos <strong>de</strong>l<br />

consumidor, las <strong>de</strong>secha por inútiles <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que reina otro gusto en la sociedad, aun cuando<br />

existan en la sustancia, sólo porque no se ajustan á las nuevas leyes en todos sus<br />

pormenores. Así pues, el consumo será tanto más rápido, cuanto más pronto se sucedan<br />

los caprichos <strong>de</strong> esta reina absoluta <strong>de</strong> nuestros pensamientos y <strong>de</strong>seos, causa <strong>de</strong> graves<br />

quebrantos en las fortunas <strong>de</strong> los particulares y <strong>de</strong> las naciones.<br />

Lo cuarto conviene exten<strong>de</strong>r y fomentar los consumos colectivos por su mayor<br />

economía en comparacion <strong>de</strong> los individuales. Una biblioteca pública pue<strong>de</strong> sustituir con<br />

ventaja á muchas bibliotecas privadas por ricas y copiosas que sean. El alimento diario <strong>de</strong><br />

una comunidad religiosa ó <strong>de</strong> la tropa que se aloja en un cuartel, preparado en una cocina<br />

comun, suple la falta <strong>de</strong> cien ó mil cocinas, y concilia los extremos <strong>de</strong> bondad y baratura.<br />

El clima, la condicion <strong>de</strong> las personas, los hábitos, usos y costumbres <strong>de</strong> cada pueblo<br />

y otros acci<strong>de</strong>ntes <strong>de</strong> la naturaleza y la sociedad, <strong>de</strong>terminan la cantidad y calidad <strong>de</strong> los<br />

consumos segun los tiempos y lugares. El grado <strong>de</strong> policía y cultura <strong>de</strong> las naciones aumenta<br />

las necesida<strong>de</strong>s y <strong>de</strong> consiguiente multiplica el consumo. En ninguna parte <strong>de</strong>l<br />

mundo se ama el comfort tanto como en Inglaterra; y este anhelo <strong>de</strong> bienestar y <strong>de</strong> procurar<br />

á la familia toda comodidad y regalo, dá origen á una multitud <strong>de</strong> muebles y utensilios, <strong>de</strong><br />

cuidados domésticos y <strong>de</strong>lica<strong>de</strong>zas <strong>de</strong> la vida que no echan <strong>de</strong> ménos otras gentes<br />

extrañas á una civilizacion tan refinada.<br />

La medida <strong>de</strong>l consumo es el valor, no la cantidad ni la calidad <strong>de</strong> los productos. El<br />

valor se consume una sola vez para siempre; y cuando se reproduce, es que ha<br />

transmigrado <strong>de</strong> una cosa en otra, pero realmente no se ha consumido.<br />

Todo el mundo es consumidor, porque nadie pue<strong>de</strong> vivir sin gastar ó <strong>de</strong>struir las<br />

riquezas que son fruto <strong>de</strong> su trabajo, ó adquirió mediante el cambio con otros productores.<br />

Verda<strong>de</strong>ramente no existen dos clases distintas, una <strong>de</strong> productores y otra <strong>de</strong> consumidores<br />

que suelen algunos, con malicia ó impru<strong>de</strong>ncia, pintar como enemigos perpétuos y<br />

encarnizados. Todos somos productores y consumidores al mismo tiempo, salvo los<br />

mendigos que imploran la caridad pública, y los hombres ociosos y criminales que ponen á<br />

contribucion la hacienda ajena.<br />

Son muy distintos los efectos <strong>de</strong>l consumo improductivo y reproductivo, aunque á<br />

simple vista no lo parezcan. Para juzgar con acierto <strong>de</strong>l resultado <strong>de</strong> ambos consumos<br />

importa compararlos.<br />

Los efectos aparentes y transitorios <strong>de</strong>l consumo reproductivo son muy otros que los<br />

reales y dura<strong>de</strong>ros. La <strong>de</strong>manda que provoca esta especie <strong>de</strong> consumo alimenta la<br />

industria sin <strong>de</strong>sviar los capitales <strong>de</strong> su camino, engendra una prosperidad sólida y<br />

positiva, <strong>de</strong>rrama la abundancia y baratura por todas partes, conserva los hábitos <strong>de</strong>


laboriosidad y economía, y casi siempre ce<strong>de</strong> en aumento <strong>de</strong> la riqueza pública.<br />

El consumo improductivo implica asimismo una <strong>de</strong>manda que pone en movimiento<br />

el capital y el trabajo y obra como un estimulante <strong>de</strong> la produccion. La <strong>de</strong>manda no nace<br />

propiamente <strong>de</strong>l consumo, sino <strong>de</strong>l <strong>de</strong>seo ó necesidad <strong>de</strong> consumir. Disminuye la riqueza;<br />

pero consumiéndola se aprovecha. Otra cosa seria si el consumo perteneciese á la clase <strong>de</strong><br />

los <strong>de</strong>structivos, esto es, si la riqueza pereciese por la inundacion, el incendio, la guerra,<br />

etc., porque no satisface ninguna necesidad ó <strong>de</strong>seo; y aunque excita por <strong>de</strong> pronto alguna<br />

<strong>de</strong>manda y aviva un poco la produccion, pa<strong>de</strong>cen menoscabo los medios <strong>de</strong> adquirir y<br />

resulta una pérdida sin compensación.<br />

Cualesquiera que sean las ventajas <strong>de</strong>l consumo reproductivo sobre el improductivo,<br />

<strong>de</strong>be el gobierno abstenerse <strong>de</strong> toda intervencion con el objeto <strong>de</strong> acelerar el uno ó retardar<br />

el otro. La inclinacion <strong>de</strong> los particulares al ahorro ó á la disipacion nace <strong>de</strong> multitud <strong>de</strong><br />

causas que huyen á la perspicacia <strong>de</strong> la autoridad ó están fuera <strong>de</strong> su alcance. Mo<strong>de</strong>rar el<br />

gasto <strong>de</strong> las personas y familias es cosa que se ha intentado muchas veces, y siempre en<br />

vano.<br />

La produccion favorece el consumo, y el consumo estimula la produccion con este<br />

contínuo flujo y reflujo <strong>de</strong> la riqueza. La necesidad excita la actividad <strong>de</strong>l hombre, le<br />

<strong>de</strong>spierta <strong>de</strong> su letargo y sacu<strong>de</strong> la pereza <strong>de</strong> sus miembros; pero en bal<strong>de</strong> le<br />

atormentarian los más vehementes <strong>de</strong>seos <strong>de</strong> consumir, si careciese <strong>de</strong> productos que<br />

ofrecer en cambio. La necesidad es madre <strong>de</strong> la industria, el principio <strong>de</strong> toda produccion<br />

y el fin <strong>de</strong> todo consumo. Los salvajes apénas conocen necesida<strong>de</strong>s, y así viven y mueren<br />

en la miseria, cuidándose poco <strong>de</strong> lo presente y nada <strong>de</strong> lo veni<strong>de</strong>ro. Para vencer sus<br />

hábitos <strong>de</strong> indolencia é infudirles amor al trabajo, es preciso fomentar sus necesida<strong>de</strong>s<br />

con el aguardiente, la pólvora, las armas, las ropas, las cuentas <strong>de</strong> vidrio y otras mil<br />

bujerías: medios á veces nada conformes á la moral. En lugar <strong>de</strong> mal<strong>de</strong>cir la necesidad<br />

<strong>de</strong>beríamos ben<strong>de</strong>cirla, como orígen <strong>de</strong> todos los bienes que la civilizacion nos procura.<br />

La prosperidad <strong>de</strong> los pueblos se funda en el equilibrio <strong>de</strong> la produccion y el<br />

consumo. Si el consumo improductivo <strong>de</strong> tal nacion llegára á suspen<strong>de</strong>rse (cosa<br />

imposible), la produccion cesaria, porque no tendria objeto: si se <strong>de</strong>bilitase, se<br />

quebrantaria, y en ambos casos quedaba señora <strong>de</strong>l campo la pobreza.<br />

El consumo tiene puertas muy anchas por lo mismo que las necesida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l hombre no<br />

conocen límites, y su sed <strong>de</strong> gozar es inextinguible. Cuando el consumo no <strong>de</strong>vora todas las<br />

riquezas existentes, no digamos que la produccion es <strong>de</strong>masiada, sino al contrario muy<br />

exígua. Aparte <strong>de</strong> ciertos acci<strong>de</strong>ntes pasajeros como el temor <strong>de</strong> una guerra, las discordias<br />

civiles, leyes insensatas ó gabelas onerosas que turban el ór<strong>de</strong>n económico, es regla general<br />

que la produccion alimenta la produccion, porque no hay <strong>de</strong>manda sin oferta equivalente.<br />

Diví<strong>de</strong>nse a<strong>de</strong>más los consumos en públicos y privados: éstos satisfacen las necesida<strong>de</strong>s<br />

particulares, y aquéllos remedian las colectivas <strong>de</strong>l estado.<br />

CAPÍTULO II.<br />

Del ahorro y la disipacion.<br />

Reinan preocupaciones vulgares nocivas á la riqueza pública en cuanto al ahorro y la<br />

disipacion, porque se interpretan mal estas palabras <strong>de</strong> don<strong>de</strong> nace que la opinion se<br />

extravía. Importa, pues, fijar el sentido <strong>de</strong> ambas voces, y sustituir al criterio <strong>de</strong>l vulgo el <strong>de</strong><br />

la ciencia.<br />

Muchos entien<strong>de</strong>n por ahorrar atesorar ó guardar algo para sí ó los suyos; y aunque<br />

disculpen ó alaben el acto, si proce<strong>de</strong> <strong>de</strong> un legítimo <strong>de</strong>seo, todavía créen que quien ahorra<br />

mira por sí propio ó por su familia, y no hace el menor bien á los extraños. Al contrario, el<br />

hombre que disipa su hacienda en gastos improductivos goza <strong>de</strong> popularidad, es celebrado<br />

como liberal, generoso, magnífico y aplaudido <strong>de</strong>l mundo como un bienhechor <strong>de</strong> su patria<br />

y aun <strong>de</strong>l género humano. La <strong>Economía</strong> política que no juzga <strong>de</strong> estas cosas con ceguedad


ni pasion, <strong>de</strong>be poner la razon en su punto.<br />

Ahorrar es abstenerse <strong>de</strong>l goce inmediato para crear, conservar y acrecentar nuestra<br />

fortuna. Quien ahorra obra con prevision y practica la economía, sacrificando una parte<br />

<strong>de</strong>l bien presente por alcanzar mayor suma en lo veni<strong>de</strong>ro.<br />

La riqueza <strong>de</strong> los individuos, así como la prosperidad <strong>de</strong> los pueblos, no tanto<br />

<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>n <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sarrollo <strong>de</strong> las fuerzas productivas cuyo conjunto <strong>de</strong>nominamos industria,<br />

cuanto <strong>de</strong> la maravillosa fecundidad <strong>de</strong>l ahorro que es un acto <strong>de</strong> imperio que el hombre<br />

ejerce sobre sí mismo, un verda<strong>de</strong>ro triunfo <strong>de</strong> la razon sobre el instinto al mo<strong>de</strong>rar<br />

nuestros <strong>de</strong>seos <strong>de</strong> disfrutar <strong>de</strong> las comodida<strong>de</strong>s y regalos <strong>de</strong> la vida, reservando cada año<br />

una porcion <strong>de</strong> nuestra renta con ánimo <strong>de</strong> alimentar en el siguiente mayor cantidad <strong>de</strong><br />

trabajo. Así pues, el ahorro que no tiene por objeto atesorar, es la causa eficiente <strong>de</strong> la<br />

produccion.<br />

Gasto significa en rigor la adquisicion <strong>de</strong> las cosas que nos proponemos consumir, y<br />

<strong>de</strong>nota la sustitucion <strong>de</strong> un valor por otro valor equivalente, á diferencia <strong>de</strong>l verda<strong>de</strong>ro<br />

consumo que <strong>de</strong>struye los frutos <strong>de</strong>l trabajo, ó la <strong>de</strong>struccion <strong>de</strong> una cosa que con el uso se<br />

acaba. Gastar no es consumir, sino un acto preparatorio <strong>de</strong>l consumo. Gastar con<br />

pru<strong>de</strong>ncia es aplicar una parte <strong>de</strong> nuestra renta á la satisfacción legítima <strong>de</strong> nuestras<br />

necesida<strong>de</strong>s, y ahorrar otra para añadir nuevos valores al capital <strong>de</strong> la nacion. Por eso las<br />

familias ó los pueblos que no limitan sus gastos á sus rentas, sino que gastan <strong>de</strong> su capital,<br />

lo disminuyen <strong>de</strong> dia en dia, abusan <strong>de</strong>l crédito y al cabo se empobrecen.<br />

La inclinacion al ahorro es favorable al aumento <strong>de</strong> la riqueza pública y privada, porque<br />

cuanto ménos gasta un individuo ó un pueblo en sus goces personales, tanto más le queda<br />

para perseverar en su industria. Por otra parte el ahorro nutre el capital y disminuye el coste<br />

<strong>de</strong> la produccion; <strong>de</strong> modo que ce<strong>de</strong> primeramente en beneficio <strong>de</strong> quien lo ejercita, y en<br />

segundo lugar mejora el estado moral y económico <strong>de</strong> la humanidad siendo, como es, una<br />

condicion esencial <strong>de</strong> todo progreso.<br />

No aconsejamos con esto imponerse duras privaciones en gracia <strong>de</strong>l ahorro, sino<br />

preferir el consumo <strong>de</strong> las cosas más útiles y baratas al <strong>de</strong> las cosas caras y <strong>de</strong> mera<br />

ostentacion y fáusto. La nacion que renuncia á la sencillez <strong>de</strong> costumbres y se aficiona á<br />

todo lo caro, concluye por carecer <strong>de</strong> los artículos <strong>de</strong> primera necesidad. Los ricos son una<br />

excepcion <strong>de</strong> la regla general.<br />

Cuando el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> ahorrar trascien<strong>de</strong> á la práctica y constituye un hábito, prevalece la<br />

virtud <strong>de</strong> la economía. El abuso nos lleva á la avaricia, pasion vergonzosa que la moral y la<br />

<strong>Economía</strong> política reprueban <strong>de</strong> consuno. El <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> gozar pue<strong>de</strong> asimismo <strong>de</strong>generar en<br />

el vicio <strong>de</strong> la prodigalidad que excita una <strong>de</strong>manda momentánea (y por eso lo absuelve la<br />

opinion); pero nocivo á la riqueza, no sólo consi<strong>de</strong>rando la calidad <strong>de</strong> los consumos, sino<br />

porque cesa <strong>de</strong> repente y obliga á los productores al abandono <strong>de</strong> su trabajo habitual.<br />

Siquiera el pródigo se limitase á gastar toda su renta, y entónces conservando intacto el<br />

capital, la <strong>de</strong>manda continuaria como al principio; mas la prodigalidad no se contenta con<br />

tan poco, y no pára en el camino <strong>de</strong> la disipacion hasta que no mata la gallina que pone los<br />

huevos <strong>de</strong> oro.<br />

Ni la avaricia ni la prodigalidad <strong>de</strong>ben ser la regla <strong>de</strong> los consumos. La avaricia<br />

impi<strong>de</strong> la satisfaccion <strong>de</strong> una necesidad real, disminuye la <strong>de</strong>manda <strong>de</strong> las cosas útiles á la<br />

vida y <strong>de</strong>bilita en extremo la produccion estancando la riqueza. La prodigalidad impi<strong>de</strong> la<br />

acumulacion <strong>de</strong> los ahorros y la formacion <strong>de</strong> capitales; y si por un instante aviva el<br />

trabajo, esta prosperidad artificial pasa como un relámpago que <strong>de</strong>slumbra y nos <strong>de</strong>ja<br />

sumidos en mayores tinieblas.<br />

La única regla <strong>de</strong> los consumos <strong>de</strong>be ser la pru<strong>de</strong>nte economía que no priva al<br />

hombre <strong>de</strong> lo necesario, lo útil y agradable, ni <strong>de</strong>vora las riquezas por el vano y estéril<br />

placer <strong>de</strong> ostentarlas á los ojos <strong>de</strong>l vulgo. Entónces goza cada cual honestamente <strong>de</strong> su<br />

fortuna y la reparte con sus hermanos, dando ejemplo <strong>de</strong> parsimonia y premiando la


virtud <strong>de</strong>l trabajo.<br />

El <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> gozar y el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> ahorrar son dos móviles comunes á todos los hombres,<br />

cuya proporcion varía <strong>de</strong> pueblo á pueblo y <strong>de</strong> individuo á individuo segun los tiempos y<br />

circunstancias. Conforme el ahorro se hace más lucrativo, va creciendo la inclinacion á la<br />

economía; y si por el contrario es infructuoso ó falta la seguridad <strong>de</strong> la posesion, ó la<br />

industria carece <strong>de</strong> libertad, ó se halla oprimida con tributos y gabelas, el hombre rico<br />

prefiere escon<strong>de</strong>r sus tesoros <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la tierra, ó disipar un caudal aumentando sus goces<br />

con sus gastos. Mucho pue<strong>de</strong>n las leyes en favor <strong>de</strong> la economía; pero no pue<strong>de</strong>n ménos las<br />

costumbres.<br />

CAPÍTULO III.<br />

Del lujo y <strong>de</strong> las leyes suntuarias.<br />

Es tan vago el sentido <strong>de</strong> la palabra lujo, que nada tiene <strong>de</strong> extraño si la opinion <strong>de</strong> los<br />

políticos y moralistas respecto á la bondad ó malicia <strong>de</strong> esta pasion comun á todos los<br />

pueblos y eda<strong>de</strong>s, no ha corrido ó no corre uniforme.<br />

Unos entien<strong>de</strong>n por lujo el consumo <strong>de</strong> lo supérfluo, quedando en pié la dificultad <strong>de</strong><br />

distinguir lo supérfluo y lo necesario: otros los gastos <strong>de</strong> pura ostentacion y fáusto, como si<br />

á veces no fuesen obligatorios: otros la molicie y el regalo. De aquí que unos lo alaban<br />

teniéndoIo por provechoso á la sociedad, y otros lo vituperan por reputarlo causa <strong>de</strong><br />

miseria y <strong>de</strong> la corrupcion <strong>de</strong> las costumbres.<br />

La i<strong>de</strong>a <strong>de</strong>l lujo es esencialmente relativa al grado <strong>de</strong> civilizacion <strong>de</strong> cada siglo, á la<br />

mayor ó menor riqueza <strong>de</strong> cada estado, á la dignidad, profesion ú oficio <strong>de</strong> cada persona.<br />

Los príncipes habitan palacios suntuosos, usan ropas exquisitas, dan fiestas espléndidas y<br />

están ro<strong>de</strong>ados <strong>de</strong> una muchedumbre <strong>de</strong> servidores, y todo esto es vivir segun su<br />

condicion; <strong>de</strong> modo que no es lujo en ellos lo que seria lujo en un simple ciudadano. Lujo<br />

es la rica biblioteca que por pura vanidad posée un magnate iliterato, y no lo seria para el<br />

hombre consagrado al estudio, al foro ó la enseñanza.<br />

Séneca reprendia como una afeminacion la costumbre que empezó á introducirse en su<br />

tiempo, <strong>de</strong> enfriar las bebidas con nieve. Las camisas fueron objeto <strong>de</strong> lujo, y hay memoria<br />

<strong>de</strong> haber sido castigados con vergüenza pública algunos insensatos que usaban un vestido<br />

tan inútil y costoso. Las chimeneas eran un artículo <strong>de</strong> lujo en Inglaterra á principios <strong>de</strong>l<br />

siglo XVI, y los coches fueron poco <strong>de</strong>spues el blanco <strong>de</strong> las invectivas <strong>de</strong> nuestros<br />

moralistas que pretendian <strong>de</strong>sterarlos á pretexto <strong>de</strong> que en ellos corrian peligro la<br />

honestidad y recato <strong>de</strong> las mujeres, y los hombres <strong>de</strong>scuidaban el ejercicio <strong>de</strong> la gi<strong>net</strong>a, y<br />

por eso los llamaban sepulcro <strong>de</strong> la caballería.<br />

Lujo era entre los Romanos la magnificencia <strong>de</strong> banquetes, las túnicas <strong>de</strong> seda, el uso <strong>de</strong><br />

los aromas, la pompa <strong>de</strong> los funerales, los festines públicos y <strong>de</strong>más gastos que servian para<br />

satisfacer <strong>de</strong>seos inmorales ó extravagantes, lisonjeaban la vanidad <strong>de</strong> los ricos é<br />

inquietaban los ánimos <strong>de</strong> la plebe, dando en rostro con su miseria á los pobres. Esta<br />

especie <strong>de</strong> lujo merece amarga censura, porque nace <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n <strong>de</strong> las costumbres,<br />

fomenta todo linaje <strong>de</strong> vicios, consume las riquezas sin fruto y es signo <strong>de</strong> la <strong>de</strong>ca<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong><br />

un pueblo. En tal caso conviene reprimirlo y castigarlo, no en cuanto lujo, sino en cuanto<br />

Iicencia y <strong>de</strong>senfreno que no consiente la moral, ni tolera la justicia, ni permite la buena<br />

policía por temor <strong>de</strong>l escándalo y <strong>de</strong>l mal ejemplo.<br />

En la edad media el lujo lleva el sello <strong>de</strong> la ru<strong>de</strong>za propia <strong>de</strong> aquel período <strong>de</strong> la<br />

historia. Muchas armas y caballos, mesnadas numerosas que comen el pan <strong>de</strong> su señor,<br />

fortalezas y castillos bien cercados con sus robustas torres, anchos fosos y puentes<br />

levadizas, banquetes más abundantes que <strong>de</strong>licados, pajes, bufones, trovadores, perros y<br />

halcones, joyas y galas, justas y torneos, en esto consistia el lujo <strong>de</strong> nuestros ricos<br />

hombres. Partian su hacienda con los vasallos á quienes favorecian, y aun con los hidalgos


y caballeros <strong>de</strong> menor fortuna que recibian acostamiento <strong>de</strong>l señor, esperando alcanzar en<br />

premio <strong>de</strong> sus buenos servicios mayores merce<strong>de</strong>s.<br />

En nuestros dias el lujo toma distinto carácter. Fúndase principalmente en procurar las<br />

comodida<strong>de</strong>s da la vida, y propen<strong>de</strong> á generalizarlas entre todas las clases <strong>de</strong> la sociedad.<br />

Cuídase ahora más <strong>de</strong>l aseo <strong>de</strong> las personas y viviendas prefiérense los vestidos limpios y<br />

holgados, múdanse segun lo pi<strong>de</strong> la estacion, repárase en que los alimentos sean sanos y<br />

nutritivos, y se presta más atencion á la calidad que á la cantidad <strong>de</strong> las cosas <strong>de</strong>stinadas á<br />

nuestro consumo. Hoy los a<strong>de</strong>lantamientos <strong>de</strong> la industria facilitan al labrador y al obrero el<br />

uso <strong>de</strong> ciertos objetos que por ser caros estaban hace años ó siglos reservados á la gente<br />

principal y po<strong>de</strong>rosa. Las ropas <strong>de</strong> algodón, lino y seda, las medias <strong>de</strong> punto ó <strong>de</strong> telar, la<br />

carne, el vino, el jabon, etc. son ya artículos <strong>de</strong> primera necesidad en don<strong>de</strong> quiera que la<br />

civilizacion se halla un tanto floreciente.<br />

Así consi<strong>de</strong>rado el lujo <strong>de</strong>bemos aplaudirlo como un bien público y privado. En<br />

primer lugar <strong>de</strong>spierta necesida<strong>de</strong>s que estimulan la produccion sin ofensa <strong>de</strong> la moral,<br />

pues cuando el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> gozar está mo<strong>de</strong>rado por la razon, po<strong>de</strong>mos gozar sin escrúpulo<br />

<strong>de</strong> conciencia. Enhorabuena censuremos y reprendamos el refinamiento <strong>de</strong> los placeres y<br />

los gastos excesivos; pero <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> los límites <strong>de</strong> la templanza y economía, disfrute cada<br />

uno <strong>de</strong> su riqueza. Si el mundo se hubiese <strong>de</strong> gobernar por el ascetismo, <strong>de</strong>beríamos<br />

sofocar casi toda la industria y prescribir la ociosidad á los pueblos. Esparta nos da<br />

cumplido testimonio <strong>de</strong> cómo la severidad <strong>de</strong> las leyes y la aspereza <strong>de</strong> las costumbres<br />

engendran la barbarie. El hombre necesita gozar, y si <strong>de</strong>sterramos el lujo, abriremos la<br />

puerta á los vicios más groseros y sensuales.<br />

En segundo lugar constituye el lujo un fondo <strong>de</strong> reserva con el cual se acu<strong>de</strong> al<br />

remedio <strong>de</strong> los acci<strong>de</strong>ntes imprevistos, y se hace rostro á la tempestad que se<br />

<strong>de</strong>senca<strong>de</strong>na. Supongamos que sobreviene una mala cosecha, y que se aumenta el precio<br />

<strong>de</strong> los granos y <strong>de</strong> todos ó casi todos los artículos <strong>de</strong> primera necesidad. El hombre cuyo<br />

diario alimento se compone <strong>de</strong> pan, carne, patatas y vino, pue<strong>de</strong> retirar <strong>de</strong> su mesa tres<br />

objetos <strong>de</strong> su habitual consumo ántes <strong>de</strong> rendirse á la miseria; pero si sólo se sustenta con<br />

patatas, no cabe ya más economía, y cuando este medio <strong>de</strong> existencia escasea, empiezan<br />

las privaciones insoportables.<br />

Los bienes <strong>de</strong>l lujo no son puros, puesto que se hallan mezclados con males dignos <strong>de</strong><br />

tomarse en cuenta. Pue<strong>de</strong> el lujo enseñorearse <strong>de</strong> nuestra voluntad, enervar el cuerpo y el<br />

espíritu con la molicie y el regalo, <strong>de</strong>spojarse <strong>de</strong> la fuerza necesaria para combatir la adversidad<br />

y fomentar pensamientos bajos y ruines. Pue<strong>de</strong>, siendo inmo<strong>de</strong>rado, extirpar los<br />

hábitos <strong>de</strong> una vida mo<strong>de</strong>sta y sencilla, apagar el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> hacer economías y sembrar la<br />

discordia entre los ricos y los pobres.<br />

Hay, sin embargo, escritores que <strong>de</strong>fien<strong>de</strong>n el lujo como favorable al progreso <strong>de</strong> las<br />

artes y al bienestar <strong>de</strong> los pueblos, contra los economistas que sin con<strong>de</strong>nar el uso legítimo<br />

<strong>de</strong> las riquezas, prefieren el consumo reproductivo al improductivo. Los primeros dicen<br />

que los bailes y las fiestas <strong>de</strong> la corte y otros gastos semejantes fomentan el comercio y<br />

procuran trabajo á las clases laboriosas. Todo el dinero que cuestan, vuelve á caer, como<br />

una lluvia <strong>de</strong> oro, sobre los artesanos y merca<strong>de</strong>res. La caridad más discreta y provechosa<br />

es la que precave la indigencia, dando trabajo y promoviendo la venta <strong>de</strong> los productos <strong>de</strong><br />

la industria. Los economistas que repren<strong>de</strong>n los gastos <strong>de</strong> mero lujo, predican el ayuno, la<br />

abstinencia y los harapos.<br />

Esta falsa teoría no es tan inocente que <strong>de</strong>ba pasar sin correctivo, porque induce á<br />

extraviar la opinion en daño <strong>de</strong> las personas ricas, pero no amigas <strong>de</strong>l lujo, y persua<strong>de</strong> á<br />

los gobiernos que no hay inconveniente ni peligro en aumentar los sueldos <strong>de</strong> los<br />

empleados con tal <strong>de</strong> obligarlos á <strong>de</strong>splegar gran<strong>de</strong> ostentacion y fáusto.<br />

Es un error vulgar <strong>de</strong> tristes consecuencias atribuir á la prodigalidad y profusion <strong>de</strong> los<br />

gobiernos y particulares un influjo favorable á la industria y al comercio. Estos gastos salen


<strong>de</strong>l bolsillo <strong>de</strong> los contribuyentes y se aplican á un consumo improductivo. Si aquéllos no<br />

hubiesen pagado la cuota adicional que se les ha exigido, ahorrando una parte mayor <strong>de</strong> sus<br />

rentas habrian dado impulso al consumo reproductivo. Del primero (ya lo sabemos) nada<br />

queda: <strong>de</strong>l segundo queda un valor igual ó superior al <strong>de</strong>struido. Así pues, el uno<br />

enriquece, y el otro empobrece la nacion; <strong>de</strong> modo que fomentar oficialmente el lujo, léjos<br />

<strong>de</strong> ser un acto <strong>de</strong> caridad, <strong>de</strong>be reputarse un acto <strong>de</strong> impru<strong>de</strong>ncia. Los economistas no<br />

recomiendan la mortificacion <strong>de</strong> la carne cuando censuran los gastos estériles y<br />

<strong>de</strong>sor<strong>de</strong>nados: <strong>de</strong>sengañan á todo el mundo combatiendo añejas preocupaciones. A sus<br />

ojos el lujo es bueno, si <strong>de</strong>nota un bienestar comun que rebosa, si no tiene otra regla que la<br />

libertad y la responsabilidad <strong>de</strong>l consumidor, y en fin si la autoridad se abstiene <strong>de</strong><br />

intervenir en pro ni en contra.<br />

Resulta <strong>de</strong> lo dicho que el gobierno hace mal en fomentar el lujo; pero tambien hace<br />

mal en reprimirlo. Sin embargo fué doctrina muy corriente entre los políticos y moralistas<br />

<strong>de</strong> los siglos pasados que el príncipe tenia el <strong>de</strong>recho, y aun el <strong>de</strong>ber, <strong>de</strong> mo<strong>de</strong>rar los<br />

gastos particulares dictando leyes y reglamentos suntuarios, á ejemplo <strong>de</strong> Roma durante la<br />

República y el Imperio, y <strong>de</strong> los reyes más famosos <strong>de</strong> la edad media.<br />

La riqueza <strong>de</strong> los pueblos (escribian) consiste en el oro y plata; y si los metales<br />

preciosos se consumen en gastos frívolos, ó se sacan <strong>de</strong>l reino en pago <strong>de</strong> ropas y<br />

merca<strong>de</strong>rías extranjeras, la nacion se <strong>de</strong>sangra. El <strong>de</strong>sór<strong>de</strong>n en galas y convites, y el lujo<br />

en general, engendra la molicie y afeminacion y corrompe las costumbres. Es preciso vivir<br />

con mo<strong>de</strong>racion y templanza para restablecer la virtud antigua é impedir la disipacion <strong>de</strong><br />

las haciendas, porque el dinero es el nervio <strong>de</strong>l estado, y sin él todo se atenúa y<br />

enflaquece.<br />

Los príncipes (añadian) tienen obligacion <strong>de</strong> poner límite y raya á la prodigalidad <strong>de</strong> sus<br />

vasallos, como los médicos prescriben la dieta á sus enfermos. Tasando los gastos<br />

superfluos é impertinentes, los ricos emplearán su caudal en edificar, labrar y plantar, y los<br />

hombres se aplicarán á los ministerios industriales <strong>de</strong> más utilidad y provecho.<br />

Aunque no faltaron otros que saliesen á la <strong>de</strong>fensa <strong>de</strong>l lujo, alegando que si todos se<br />

retirasen con avaricia á no gastar más <strong>de</strong> lo preciso, cesarian el comercio, artes, rentas y<br />

ciencias y todos vivirian en contínua ignorancia y miseria, prevaleció la opinion <strong>de</strong> los<br />

amigos <strong>de</strong> las leyes suntuarias.<br />

Los gobiernos tenian entónces una altísima i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> su autoridad, y reglaban los actos<br />

más sencillos <strong>de</strong> la vida civil como tutores <strong>de</strong> los pueblos. El vulgo pensaba lo mismo y tal<br />

vez iba más allá. Así fué que en España suplicaron con instancia los procuradores <strong>de</strong> Cortes<br />

al rey que pusiera coto al <strong>de</strong>sór<strong>de</strong>n <strong>de</strong> los gastos, y se publicaron muchas y diversas<br />

pragmáticas prohibiendo el uso <strong>de</strong> los coches, limitando el exceso <strong>de</strong> los trajes, <strong>de</strong> las dotes,<br />

<strong>de</strong> los banquetes y comidas, <strong>de</strong> los muebles y adornos <strong>de</strong> las casas, <strong>de</strong> los lacayos y mozos<br />

<strong>de</strong> espuela, <strong>de</strong> las bodas y misas nuevas, <strong>de</strong> los entierros, honras y lutos. Llamaban con<br />

mucha jactancia capítulos <strong>de</strong> reformacion estos minuciosos reglamentos para mo<strong>de</strong>rar la<br />

<strong>de</strong>masía <strong>de</strong> los gastos, porque esperaban los ministros y consejeros <strong>de</strong>l príncipe restaurar<br />

con ellos la riqueza <strong>de</strong> la monarquía y mejorar las costumbres: vana esperanza, pues la<br />

verdad es que las costumbres reforman ó estragan el lujo.<br />

La ineficacia <strong>de</strong> los or<strong>de</strong>namientos <strong>de</strong> Cortes y <strong>de</strong> las pragmáticas reales se colige <strong>de</strong>l<br />

mismo empeño que habia en renovarlas y repetirlas. Burlábanse con astucia, ya que no<br />

podian contra<strong>de</strong>cirse con violencia, y toleraban los magistrados lo que no alcanzaban á<br />

corregir á pesar <strong>de</strong>l rigor <strong>de</strong> las penas. Duró esta porfía siglos enteros, y no quedó el<br />

principio <strong>de</strong> autoridad muy á salvo, como habrá <strong>de</strong> suce<strong>de</strong>r siempre que se manda con<br />

intemperancia, ó cosas <strong>de</strong> imposible ejecucion, ó contrarias á los <strong>de</strong>seos y hábitos <strong>de</strong> todo<br />

un pueblo.<br />

Y en verdad la policía <strong>de</strong>l lujo no conduce á ningun buen resultado. Por <strong>de</strong> pronto<br />

<strong>de</strong>scansa en un principio opuesto á toda justicia, porque nada parece más conforme á la


azon y la equidad natural que cada uno disfrute <strong>de</strong> sus bienes sin permiso <strong>de</strong> la autoridad.<br />

Añá<strong>de</strong>se que la prohibicion irrita el apetito, y que la vigilancia sobre los contraventores es<br />

imposible.<br />

En suma, las leyes suntuarias son inútiles, porque siempre se elu<strong>de</strong>n: vejatorias, porque<br />

llevan la inquisicion al seno <strong>de</strong> las familias: imposibles, porque <strong>de</strong>ben variar todos los dias.<br />

El único remedio eficaz contra los excesos <strong>de</strong>l lujo está en nuestros medios ordinarios <strong>de</strong><br />

existencia, en la rectitud <strong>de</strong> la opinion y en la pureza <strong>de</strong> las costumbres.<br />

Los impuestos suntuarios ofrecen el inconveniente <strong>de</strong> poner en pugna el interés<br />

moral con el fiscal. Si el gobierno tuviese el ánimo <strong>de</strong> combatir el vicio <strong>de</strong> la embriaguez<br />

gravando el consumo <strong>de</strong> los vinos y licores, acabaria por preocuparse en favor <strong>de</strong> la renta<br />

y alegrarse <strong>de</strong> su progreso.<br />

Prevalecieron estos arbitrios cuando reinaba una gran<strong>de</strong> oscuridad en la ciencia<br />

económica. Hoy ni se con<strong>de</strong>na toda suerte <strong>de</strong> lujo, ni se confia en la tutela <strong>de</strong> los<br />

gobiernos. El interés individual <strong>de</strong>be ser la regla <strong>de</strong> los consumos; y más vale tolerar<br />

algunos excesos, que atentar contra la libertad y la propiedad <strong>de</strong> los ciudadanos, medio<br />

seguro <strong>de</strong> oprimirlos y secar al mismo tiempo los manantiales <strong>de</strong> la riqueza, porque si el<br />

trabajo no tiene su recompensa en el goce ¿ quién se fatiga para producir?<br />

Si aceptamos los reglamentos administrativos como un medio <strong>de</strong> contener la<br />

prodigalidad, proce<strong>de</strong> en rigor aplicarlos á la represion <strong>de</strong> la avaricia. Así <strong>de</strong> consecuencia<br />

en consecuencia, el gobierno se constituye en árbitro <strong>de</strong> nuestra fortuna, fuente <strong>de</strong> la<br />

moral y en fin dictador supremo, enemigo <strong>de</strong> toda libertad.<br />

Los consumos privados siguen la progresion <strong>de</strong> la riqueza nacional; y conforme van los<br />

pueblos a<strong>de</strong>lantando en todos los géneros <strong>de</strong> industria, el gasto <strong>de</strong> las personas y familias<br />

crece, porque nuevas necesida<strong>de</strong>s exigen nuevos medios, y nuevos medios <strong>de</strong>spiertan<br />

nuevas necesida<strong>de</strong>s.<br />

CAPITULO IV.<br />

De las contribuciones.<br />

Hemos dicho ántes <strong>de</strong> ahora que los consumos se distinguen en públicos y privados,<br />

segun que tienen por objeto satisfacer las necesida<strong>de</strong>s colectivas <strong>de</strong> la sociedad ó acudir al<br />

remedio <strong>de</strong> las individuales.<br />

La vida comun exige gastos comunes, porque las cargas y beneficios <strong>de</strong>l estado <strong>de</strong>ben<br />

repartirse equitativamente entre todos sus miembros ó todos los ciudadanos. La <strong>de</strong>fensa<br />

<strong>de</strong>l territorio, la conservacion <strong>de</strong>l ór<strong>de</strong>n, la administracion <strong>de</strong> la justicia, la proteccion <strong>de</strong> las<br />

personas y haciendas, el fomento <strong>de</strong> los intereses materiales y morales <strong>de</strong> los pueblos <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

que están fuera <strong>de</strong>l alcance <strong>de</strong> los particulares, son servicios que presta el gobierno á la<br />

universalidad <strong>de</strong> las gentes que habitan el territorio sujeto á su autoridad, y el manantial<br />

perenne <strong>de</strong> un consumo <strong>de</strong> valores que redunda en provecho <strong>de</strong> los asociados. La causa<br />

pública exige el concurso <strong>de</strong> las volunta<strong>de</strong>s y fuerzas privadas, sin cuya condicion no hay<br />

sociedad ni gobierno posible. La necesidad reclama estos sacrificios, la justicia los impone y<br />

la conveniencia los persua<strong>de</strong>.<br />

En la infancia <strong>de</strong> los pueblos reinaban la opresión y tiranía en lo interior, y en lo<br />

exterior la guerra y la conquista. Pocas eran en aquel tiempo las obligaciones <strong>de</strong>l estado;<br />

pero al fin eran algunas. El príncipe se consi<strong>de</strong>raba señor absoluto <strong>de</strong> la propiedad, y<br />

tomaba parte para sí, <strong>de</strong> grado ó por fuerza, cuanto bastaba á cubrir los gastos comunes y<br />

personales ó pedia su condicia. El botin <strong>de</strong> la victoria, el cautiverio <strong>de</strong> los enemigos, el<br />

<strong>de</strong>spojo <strong>de</strong> los templos y la confiscacion <strong>de</strong> las tierras colmaban el vacío <strong>de</strong> los recursos<br />

ordinarios. Si por acaso prevalecian los consejos <strong>de</strong> la política ó los instintos <strong>de</strong> la<br />

misericordia, pagaban los vencidos tributo á los vencedores en señal <strong>de</strong> servidumbre, como<br />

sucedió cuando los Godos ganaron á España contra los Romanos.<br />

En la edad media pertenecian las ciuda<strong>de</strong>s, villas y lugares á la Corona por <strong>de</strong>recho <strong>de</strong>


señorío, completando el patrimonio <strong>de</strong>l rey las prestaciones feudales. Los vasallos acudian<br />

con su persona en servicio <strong>de</strong>l señor al primer apellido, ofrecian el tributo <strong>de</strong> la heredad,<br />

contribuian con el diezmo <strong>de</strong> las cosas que entraban y salian por los puertos mojados y<br />

secos, satisfacian peajes, barcajes, portazgos y pontazgos, a<strong>de</strong>udaban alcabalas; y con esto<br />

y con las caloñas ó penas pecuniarias y otras regalías y gabelas, se acudia á los gastos<br />

públicos.<br />

Creciendo el estado llano en número y riqueza, pe<strong>net</strong>ró en las Cortes y se alzó con el<br />

<strong>de</strong>recho <strong>de</strong> otorgar los servicios ordinarios y extraordinarios que requerian las necesida<strong>de</strong>s<br />

<strong>de</strong> la Corona; <strong>de</strong> modo que el rey <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> ejercer su antigua potestad absoluta y arbitraria<br />

en cuanto á la imposicion <strong>de</strong> las cargas públicas, y respiró la propiedad.<br />

Todo se gobernaba por el privilegio; y así estaban los nobles y los clérigos exentos <strong>de</strong><br />

tributos, prerogativa <strong>de</strong> su dignidad, y causa <strong>de</strong> pa<strong>de</strong>cer gran<strong>de</strong> miseria los plebeyos ó<br />

pecheros. Tambien solian los reyes conce<strong>de</strong>r igual exencion á ciertas ciuda<strong>de</strong>s, villas y lugares<br />

<strong>de</strong>l reino; y á tamaña <strong>de</strong>sigualdad y confusion se añadia la enajenacion <strong>de</strong> las rentas reales<br />

en favor <strong>de</strong> iglesias y monasterios, <strong>de</strong> personas y linajes po<strong>de</strong>rosos.<br />

En los tiempos mo<strong>de</strong>rnos el progreso <strong>de</strong> la industria, las artes <strong>de</strong> la diplomacia, el<br />

régimen colonial, los ejércitos permanentes, las guerras lejanas, los mayores cuidados <strong>de</strong> la<br />

vida civil y otras cargas <strong>de</strong> la civilizacion obligaron á concentrar más el po<strong>de</strong>r en las manos<br />

<strong>de</strong>l gobierno, aumentando <strong>de</strong> esta manera las necesida<strong>de</strong>s comunes. Al principio <strong>de</strong> tan<br />

honda revolucion, los príncipes, sus ministros y consejeros, procediendo á ciegas,<br />

imaginaron arbitrios para llenar las arcas <strong>de</strong>l tesoro por las sendas <strong>de</strong>l empirismo y la rutina;<br />

pero como el norte <strong>de</strong> sus pensamientos era un objeto puramente fiscal, todos sus planes y<br />

proyectos cedian en menoscabo <strong>de</strong>l rey y <strong>de</strong>l reino. Más a<strong>de</strong>lante vino la ciencia económica<br />

y alombró con su antorcha los oscuros caminos <strong>de</strong> la hacienda pública, procurando<br />

concertar los medios <strong>de</strong> mantener el estado con la produccion y el fomento <strong>de</strong> la riqueza en<br />

general.<br />

Don<strong>de</strong> quiera que hay un pueblo amigo <strong>de</strong> su libertad é inclinado al trabajo, es<br />

preciso organizar un sistema <strong>de</strong> rentas públicas compatible con la nobleza <strong>de</strong> sus<br />

sentimientos y con sus <strong>de</strong>seos <strong>de</strong> prosperidad. Si el estado fuese propietario ó partícipe en<br />

la propiedad <strong>de</strong> bienes tan cuantiosos y pingües que con ellos solos pudiera el gobierno<br />

levantar todas las cargas <strong>de</strong> la nacion, al parecer <strong>de</strong>berian los ciudadanos darse por muy<br />

contentos <strong>de</strong> gozar por entero <strong>de</strong> sus fortunas. Supuesta la posibilidad <strong>de</strong> este ór<strong>de</strong>n y<br />

arreglo, en cambio <strong>de</strong> su alivio aparente, experimentarian los graves daños <strong>de</strong> la<br />

amortizacion <strong>de</strong> infinitos predios rústicos y urbanos, serian testigos mudos <strong>de</strong> una<br />

administracion infiel y costosa, y nunca saldrian <strong>de</strong> la postracion y miseria en que los<br />

abisma el estanco <strong>de</strong> la riqueza.<br />

Cuando la propiedad inmueble era hija <strong>de</strong> la espada, podian existir tributos,<br />

exacciones singulares, <strong>de</strong>sigualda<strong>de</strong>s y privilegios; mas ahora que toda propiedad se<br />

<strong>de</strong>riva <strong>de</strong>l trabajo y que la ley es regla comun á los gran<strong>de</strong>s y pequeños, el sistema <strong>de</strong> las<br />

prestaciones feudales seria contrario á la razon, á la conveniencia y sobre todo á la<br />

justicia. Resta, pues, el medio <strong>de</strong> las contribuciones.<br />

Llámase impuesto ó contribucion la cuota parte <strong>de</strong> su fortuna que el ciudadano pone en las<br />

manos <strong>de</strong>l gobierno para aten<strong>de</strong>r á las cargas <strong>de</strong>l estado. Los economistas que niegan al<br />

estado toda intervencion ajena á la seguridad y á la justicia, <strong>de</strong>finen el impuesto racional el<br />

precio <strong>de</strong>l servicio <strong>de</strong> seguridad; pero nosotros tenemos por cierto que la esfera <strong>de</strong> los<br />

intereses públicos es harto más ancha, y por otra parte es difícil explicar cómo se compran<br />

y ven<strong>de</strong>n los servicios oficiales. La contribucion representa el sacrificio que hace cada uno<br />

<strong>de</strong> cierta porcion <strong>de</strong> sus bienes en cambio <strong>de</strong> la seguridad y proteccion que la autoridad<br />

pública dispensa á su persona y hacienda. Descartamos la mezquina i<strong>de</strong>a <strong>de</strong>l precio, y<br />

quédanos la muy noble y generosa <strong>de</strong> un <strong>de</strong>ber y un <strong>de</strong>recho correlativos.<br />

Siguese <strong>de</strong> aquí que todo impuesto causa una perturbacion económica, porque <strong>de</strong>


cualquier modo que se pague, <strong>de</strong>svia la riqueza <strong>de</strong> su cáuce, dificulta los ahorros, y <strong>de</strong><br />

consiguiente retarda la acumulacion y perjudica á la produccion <strong>de</strong> los valores. Sin<br />

embargo, consi<strong>de</strong>rando que la razon <strong>de</strong>l impuesto es el gasto, como la razon <strong>de</strong>l gasto el<br />

servicio, no hallamos feliz la expresion que el impuesto es un mal necesario. Las<br />

contribuciones que el gobierno aplica á la conservacion <strong>de</strong> la paz, á la <strong>de</strong>fensa <strong>de</strong> la<br />

propiedad y á mantener el ór<strong>de</strong>n y concierto <strong>de</strong> la vida civil, si son mo<strong>de</strong>radas, compensan<br />

con exceso el sacrificio <strong>de</strong> los contribuyentes. Aparte <strong>de</strong> los gastos públicos que se llaman<br />

reproductivos, el gobierno que administra bien, es autor indirecto <strong>de</strong> toda la produccion<br />

nacional.<br />

Decimos contribuciones mo<strong>de</strong>radas, porque importa en extremo que las cargas<br />

públicas sean leves por razones <strong>de</strong> justicia y conveniencia. Nada más justo que la propiedad<br />

<strong>de</strong> los particulares pa<strong>de</strong>zca algun menoscabo á cambio <strong>de</strong> una posesion segura y tranquila;<br />

mas si crecen <strong>de</strong>masiado las obligaciones <strong>de</strong>l contribuyente, la propiedad <strong>de</strong>saparece, ó por<br />

lo ménos se transforma en colectiva. El estado seria el señor verda<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> todas las tierras,<br />

y sus actuales poseedores quedarian reducidos á la condicion <strong>de</strong> colonos: los fabricantes y<br />

obreros estarian á merced <strong>de</strong> una autoridad absoluta que primero tomaria una parte <strong>de</strong> la<br />

renta, Iuégo toda la renta, <strong>de</strong>spues el capital, y <strong>de</strong> grado en grado llegaría hasta la<br />

confiscacion <strong>de</strong> nuestros bienes y trabajo. Una posesion tan precaria sustituida á un<br />

dominio pleno y perfecto, trocaria la faz <strong>de</strong> los pueblos, pasando <strong>de</strong> la abundancia á la<br />

miseria y <strong>de</strong> la libertad á la servidumbre.<br />

Sin llegar á tal extremo, todos los impuestos disminuyen la fortuna <strong>de</strong>l contribuyente,<br />

encarecen la produccion y minoran el consumo. Si pasan <strong>de</strong> cierta medida, secan los<br />

manantiales <strong>de</strong> la riqueza pública y privada: observacion trivial, pero que suelen pasar por<br />

alto ciertos hacendistas, para quienes la primera ó única cualidad <strong>de</strong>l impuesto es que<br />

rinda mucho al tesoro.<br />

Por eso <strong>de</strong>be ser alabada la pru<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> los legisladores que no permiten imponer<br />

contribuciones sin el otorgamiento <strong>de</strong> la nacion, y muy agra<strong>de</strong>cida la parsimonia <strong>de</strong> los<br />

príncipes que pican la vena <strong>de</strong> la riqueza con dulzura. La pru<strong>de</strong>nte economía en los gastos<br />

públicos es en sumo grado fecunda, no tanto por el ahorro <strong>de</strong> algunos millones que se<br />

quedan en manos productoras, cuanto por ser indicio <strong>de</strong> respeto á la propiedad, ejemplo <strong>de</strong><br />

buenas costumbres y regla <strong>de</strong> toda administracion sábia, juiciosa y bien or<strong>de</strong>nada. Hubo<br />

escritores que por engaño ó por lisonja sustentaron que cuanto el gobierno gasta lo toma<br />

con una mano y lo dá con otra sin mengua <strong>de</strong> la riqueza nacional, y todavía añadieron<br />

algunos que el impuesto es el mejor empleo <strong>de</strong> la fortuna particular. Esta doctrina es un<br />

error cuya raiz pe<strong>net</strong>ra hasta las entrañas <strong>de</strong>l sistema mercantil. Consi<strong>de</strong>rando que toda<br />

riqueza se funda en la posesion <strong>de</strong>l oro y <strong>de</strong> la plata, nada más cierto que las contribuciones<br />

no enflaquecerian el estado, sino en el caso <strong>de</strong> provocar la salida <strong>de</strong> los metales preciosos.<br />

Mas siendo la riqueza fruto <strong>de</strong>l trabajo, las contribuciones que se aplican á los gastos<br />

improductivos suponen un consumo <strong>de</strong> valores irreparable, y las <strong>de</strong>stinadas á consumos<br />

reproductivos el trastorno <strong>de</strong>l curso natural y espontáneo <strong>de</strong> la industria. Si fuese verdad<br />

que el impuesto es el mejor uso que po<strong>de</strong>mos hacer <strong>de</strong> nuestra fortuna, <strong>de</strong>beríamos<br />

renunciar á toda propiedad individual y proclamar el comunismo.<br />

Otros no ménos ilusos ó lisonjeros afirmaron que las contribuciones encien<strong>de</strong>n y<br />

avivan el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> trabajar y producir, porque el contribuyente redobla sus esfuerzos en<br />

proporcion que la mano fiscal disminuye su fortuna. Observaron el <strong>de</strong>sarrollo <strong>de</strong> ciertos<br />

ramos <strong>de</strong> industria coincidiendo con el establecimiento <strong>de</strong> alguna contribucion ántes<br />

<strong>de</strong>sconocida; y tomando el efecto por la causa y generalizando lo particular, dijeron, el<br />

impuesto estimula á la produccion.<br />

La razon y la experiencia acreditan que la suavidad <strong>de</strong> las contribuciones asegura las<br />

entradas <strong>de</strong>l tesoro y mejora la situacion <strong>de</strong> las rentas públicas, permitiendo la<br />

acumulacion sucesiva <strong>de</strong> capitales. El mejor estímulo <strong>de</strong> la produccion es la esperanza <strong>de</strong>l


premio, la cual <strong>de</strong>sfallece por grados, cuando el fisco nos arrebata uno tras otro los bienes<br />

logrados con nuestra diligencia y economía. Entónces se rin<strong>de</strong> el contribuyente con la<br />

carga que cada dia se le hace más pesada, segun vá sintiendo su flaqueza.<br />

Adam Smith asienta cuatro máximas que <strong>de</strong>ben tenerse presentes al imponer toda<br />

contribucion, á saber:<br />

I.Que sea proporcionada á las faculta<strong>de</strong>s <strong>de</strong> cada contribuyente en cuanto fuere<br />

posible hacer esta regulacion. -En efecto, la igualdad <strong>de</strong> la carga no consiste en repartirla<br />

por cabezas sino segun las fuerzas, ó en acomodar el impuesto á la fortuna. Quien posée<br />

un pingüe patrimonio paga más porque tiene más, y en ello se interesa la justicia<br />

distributiva. Para que el impuesto sea justo y tolerable es preciso que haya igualdad en el<br />

sacrificio. Por otra parte, la <strong>de</strong>sigualdad perjudica al tesoro y crea industrias privilegiadas,<br />

pues tal contribuyente satisface su <strong>de</strong>uda al estado con <strong>de</strong>sahogo, y tal otro con apremio,<br />

ó se <strong>de</strong>clara insolvente. Cuanto más se a<strong>de</strong>lante en el camino <strong>de</strong> la igualacion <strong>de</strong>l<br />

impuesto, tanto mejor para el gobierno y para los pueblos.<br />

II.Que los cuotas individuales sean ciertas y <strong>de</strong>terminadas en cuanto á la cantidad, al<br />

tiempo y al modo <strong>de</strong> verificar el pago. -Conviene en efecto no <strong>de</strong>jar nada, ó <strong>de</strong>jar lo ménos<br />

posible al juicio <strong>de</strong> una autoridad que fácilmente se <strong>de</strong>sliza en lo arbitrario. Cuando no hay<br />

regla fija, el contribuyente queda á merced <strong>de</strong> un recaudador <strong>de</strong> entrañas más ó ménos<br />

duras y más ó ménos codicioso. Lo in<strong>de</strong>finido <strong>de</strong>l impuesto engendra la insolencia y la<br />

corrupcion, y allana el camino á todo linaje <strong>de</strong> excesos y abusos, esto es, <strong>de</strong> vejaciones y<br />

molestias que terminan en un aumento <strong>de</strong> gravámen. Mala es la <strong>de</strong>sigualdad; pero aun es<br />

peor la incertidumbre. Semejantes vicios son causa <strong>de</strong> que contribuciones muy lleva<strong>de</strong>ras se<br />

hagan impopulares.<br />

III.Que la cobranza sea en la forma y en la época más cómoda y suave segun las<br />

circunstancias <strong>de</strong>l contribuyente. -El labrador vive en la abundancia en acabando <strong>de</strong><br />

levantar la cosecha, y acaso pa<strong>de</strong>ce necesidad en los meses mayores. El merca<strong>de</strong>r emplea<br />

su caudal en vísperas <strong>de</strong> una feria, y lo recoge pasada la ocasion <strong>de</strong> las ventas, y así los<br />

<strong>de</strong>más productores. Pedir la contribucion en sazon oportuna equivale á mo<strong>de</strong>rar la cuota,<br />

y reclamarla fuera <strong>de</strong> tiempo es aumentar su peso. La pru<strong>de</strong>ncia aconseja dividir el pago<br />

en plazos bastante cortos para no obligar al contribuyente á gran<strong>de</strong>s economías ó<br />

anticipos consi<strong>de</strong>rables que lastiman su fortuna, y no perturbar el mercado retirando <strong>de</strong><br />

una vez gruesas sumas <strong>de</strong> la circulacion.<br />

Si la contribucion grava los artículos <strong>de</strong> consumo, queda el contribuyente en libertad <strong>de</strong><br />

pagarla hoy ó mañana, poco á poco ó toda junta á medida <strong>de</strong> su <strong>de</strong>seo: ventaja no pequeña<br />

que llevan las indirectas á las directas.<br />

IV.Que las contribuciones sean <strong>de</strong> tal naturaleza que se pierda lo ménos posible <strong>de</strong> ellas<br />

al pasar <strong>de</strong> las manos <strong>de</strong>l contribuyente á las arcas <strong>de</strong>l tesoro. Una cobranza costosa<br />

impone sacrificios que no redundan en provecho <strong>de</strong> nadie, ya porque los frutos <strong>de</strong>l trabajo<br />

se convierten en salarios <strong>de</strong> los ministros <strong>de</strong> la hacienda pública, ya porque los recargos, las<br />

multas y los procesos absorben otro tanto ó más que lo principal, y ya en fin porque se<br />

comprime la libertad <strong>de</strong> la industria y <strong>de</strong>l comercio. Si la índole <strong>de</strong> la contribucion requiere<br />

muchos agentes; si presta ocasion al fráu<strong>de</strong>, y con él vienen los comisos y las penas que<br />

arruinan; si los particulares quedan sujetos á formalida<strong>de</strong>s, registros, visitas y pesquisas<br />

odiosas, los gastos <strong>de</strong> la recaudacion bastarán á con<strong>de</strong>nar un impuesto tan vicioso.<br />

A estas cuatro reglas clásicas dictadas por Smith, añadió Sismondi otras cuatro, y son<br />

las siguientes:<br />

l.Que toda contribucion grave la renta y <strong>de</strong>je intacto el capital.<br />

II.Que no se confunda el producto <strong>net</strong>o anual con la renta.<br />

III.Que nada se pida á quien sólo tiene lo estrictamente necesario.<br />

IV. Y que sea tanto más mo<strong>de</strong>rada cuanto más fugitiva fuere la riqueza sobre que<br />

recae, por temor <strong>de</strong> que emigre.


Las dos primeras pue<strong>de</strong>n aceptarse sin escrúpulo; bien que será siempre muy difícil<br />

imaginar una combinacion tal que dé por resultado someter la renta á un impuesto sin<br />

gravámen <strong>de</strong>l capital. Todas ó casi todas las contribuciones se pagan <strong>de</strong> los ahorros, ó<br />

representan cierta porcion <strong>de</strong> la renta que á no distraerla forzosamente <strong>de</strong> su curso, habria<br />

ido <strong>de</strong>recha á incorporarse en el capital; <strong>de</strong> modo que en un país pobre no hay forma <strong>de</strong><br />

establecer impuesto alguno que no paralice el aumento <strong>de</strong> la riqueza. En un pueblo rico<br />

este mal es poco sensible, porque la abundancia <strong>de</strong> capitales permite dar una parte al<br />

impuesto y otra al ahorro.<br />

La tercera regla peca por vaga y es <strong>de</strong> aplicacion muy dificultosa; y la cuarta es contraria<br />

á la equidad, y por otra parte inútil, porque si la contribucion mi<strong>de</strong> con la misma vara los<br />

bienes muebles y los raices, no hay agravio, ni <strong>de</strong> consiguiente fundado recelo <strong>de</strong> que<br />

huyan.<br />

Hemos dicho que el impuesto <strong>de</strong>be ser igual para todos los ciudadanos, sin distincion<br />

<strong>de</strong> personas ó clases privilegiadas y no privilegiadas. La justicia distributiva <strong>de</strong>scansa en la<br />

igualdad <strong>de</strong> la carga, único medio <strong>de</strong> aumentar las rentas públicas; pues si la contribucion<br />

fuese <strong>de</strong>sigual, <strong>de</strong> modo que hubiese exentos y no exentos <strong>de</strong> ella ó pesase mucho y poco al<br />

mismo tiempo, no podria acrecentarse, pidiéndolo las necesida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l estado, sin oprimir á<br />

los ménos favorecidos.<br />

Aceptado el principio <strong>de</strong> la igualacion <strong>de</strong>l impuesto, queda todavía por resolver una<br />

dificultad, á saber, la <strong>de</strong> fijar el criterio <strong>de</strong> la igualdad. Los economistas que consi<strong>de</strong>ran el<br />

impuesto como el precio <strong>de</strong> los servicios que presta el gobierno á los particulares, quisieran<br />

que cada uno pagase una cuota fija en cambio <strong>de</strong> la proteccion dispensada á las personas, y<br />

otra proporcional á las fortunas por la proteccion á la propiedad. En primer lugar no es<br />

exacto que las funciones <strong>de</strong>l gobierno se limiten á estos dos géneros <strong>de</strong> protección, y luégo<br />

adolece este sistema <strong>de</strong> un vicio radical que consiste en suponer que tienen un valor<br />

<strong>de</strong>finido cosas esencialmente in<strong>de</strong>finidas. Si los servicios <strong>de</strong>l gobierno hubieran <strong>de</strong> ser la<br />

medida <strong>de</strong>l impuesto, <strong>de</strong>berian pagar más los pobres que los ricos, porque éstos se ayudan<br />

y <strong>de</strong>fien<strong>de</strong>n más que aquéllos á quienes se procura enseñanza gratuita, alivio en sus<br />

dolencias é infortunios, socorro por medio <strong>de</strong>l trabajo, etc. La teoría se recomienda con sus<br />

apariencias <strong>de</strong> justicia social; pero en el fondo es absurda, y sobre todo <strong>de</strong> imposible<br />

ejecucion. Summum jus, suma injuria.<br />

Otros preten<strong>de</strong>n que el impuesto sea progresivo, partiendo <strong>de</strong> la i<strong>de</strong>a que la sociedad<br />

<strong>de</strong>be esforzarse á realizar una igualdad <strong>de</strong> situacion, no relativa á la cantidad <strong>de</strong> bienes<br />

adquiridos, sino absoluta en la persona <strong>de</strong> cada ciudadano. Trátase nada ménos que <strong>de</strong><br />

llegar por este camino á la completa nivelacion <strong>de</strong> la riqueza; y para conseguirlo proponen<br />

los mantenedores <strong>de</strong>l impuesto progresivo la exencion <strong>de</strong> toda carga en favor <strong>de</strong> las<br />

cortas rentas, en cuanto significan lo estrictamente necesario á la vida, y la formacion <strong>de</strong><br />

una tarifa ó serie <strong>de</strong> cuotas cada vez mayores, conforme vá en aumento la categoría <strong>de</strong> las<br />

fortunas. Quien tiene 100 pague 10; quien tiene 1,000 pague 15; quien tiene 10,000 pague<br />

20, y así vá creciendo hasta cierto límite.<br />

El impuesto progresivo parte <strong>de</strong> una falsa nocion <strong>de</strong> las relaciones <strong>de</strong>l estado con la<br />

fortuna particular y el trabajo <strong>de</strong> los ciudadanos, porque en suma es el sistema <strong>de</strong> la<br />

intervencion oficial llevado al extremo <strong>de</strong> extinguir la actividad <strong>de</strong> los individuos y confiscar<br />

á título <strong>de</strong> supérfluo una buena porcion <strong>de</strong> la propiedad. La distincion <strong>de</strong> lo supérfluo y lo<br />

necesario (ya lo hemos dicho á propósito <strong>de</strong>l lujo) es obra <strong>de</strong> la imaginacion y capricho <strong>de</strong><br />

los hombres. El legislador camina sin norte ni guia seguro, y dá en el escollo <strong>de</strong> lo<br />

arbitrario.<br />

Gravar más la renta mayor y ménos la menor es castigar la actividad y la economía,<br />

multar á los diligentes en beneficio <strong>de</strong> los perezosos. Así se embota el aguijon que<br />

estimula á producir para formar nuevos capitales y mejorar <strong>de</strong> fortuna. No diremos que el<br />

impuesto progresivo ahogue este <strong>de</strong>seo; pero sin duda lo <strong>de</strong>bilita y quebranta segun que la


cuota creciente <strong>de</strong> la contribucion vá atenuando la recompensa <strong>de</strong>l trabajo.<br />

Otro vicio <strong>de</strong> este sistema es la facilidad <strong>de</strong> burlar la vigilancia <strong>de</strong> las autorida<strong>de</strong>s<br />

poniendo las tierras ó capitales en cabeza <strong>de</strong> los hijos ó parientes inmediatos <strong>de</strong>l<br />

verda<strong>de</strong>ro dueño, con cuyo ardid el impuesto progresivo seria <strong>de</strong> todo punto ilusorio.<br />

Tampoco se acomoda el impuesto progresivo á la naturaleza <strong>de</strong> todas las contribuciones,<br />

porque si lo soporta la territorial ó industrial, por ejemplo, lo repugna la <strong>de</strong> consumos.<br />

Las gran<strong>de</strong>s fortunas son necesarias en las naciones para acometer gran<strong>de</strong>s empresas,<br />

para fomentar las artes y como una <strong>de</strong>mostracion <strong>de</strong> la ventaja que lleva al hombre<br />

negligente y <strong>de</strong>scuidado el hombre laborioso, económico y perseverante. Las riquezas <strong>de</strong>l<br />

po<strong>de</strong>roso se <strong>de</strong>rraman en provecho <strong>de</strong> las personas que viven <strong>de</strong> su trabajo; y puesto que<br />

todos participan más ó ménos <strong>de</strong> los frutos <strong>de</strong> un gobierno concertado y regular, todos<br />

<strong>de</strong>ben más ó ménos arrimar el hombro á la carga. Si los pobres no contribuyeran con su<br />

óbolo para los gastos públicos, serian una planta parásita en el estado, una plebe indiferente<br />

á la suerte <strong>de</strong> la patria, una muchedumbre <strong>de</strong> ilotas incapaces <strong>de</strong>l menor <strong>de</strong>recho político en<br />

perpétua guerra con la sociedad.<br />

Abandonada la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong>l impuesto progresivo es forzoso acudir al impuesto<br />

proporcional, ó sea proporcionado á las faculta<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l contribuyente. No satisface los<br />

<strong>de</strong>seos la teoría que aspira á la unidad; tropieza con la imposibilidad material y moral <strong>de</strong><br />

averiguar la riqueza imponible, y no realiza el i<strong>de</strong>al <strong>de</strong> la justicia distributiva; pero si no<br />

alcanza el grado <strong>de</strong> perfeccion apetecido por los economistas, se le acerca más que otro<br />

alguno.<br />

En medio <strong>de</strong> la variedad <strong>de</strong> contribuciones que existen en cada pueblo, hay una<br />

ten<strong>de</strong>ncia marcada á la unidad, porque si no se obtiene una proporcion general, se consigue<br />

la proporcion en diversos ramos particulares <strong>de</strong> la industria. Si la fortuna individual no es<br />

exactamente conocida y avalorada, porque faltan pruebas bastantes á fijarla, se suplen con<br />

indicios más ó ménos directos y fi<strong>de</strong>dignos que poco á poco se aproximan á la realidad; y si<br />

la justicia teórica no queda contenta, consolémonos con la justicia práctica, imperfecta,<br />

pero al fin la única posible y hace<strong>de</strong>ra.<br />

Proponen algunos economistas establecer un impuesto general sobre la renta, es <strong>de</strong>cir,<br />

sobre el producto <strong>net</strong>o <strong>de</strong> cualesquiera bienes, profesiones, empresas, etc. Tratan <strong>de</strong> aplicar<br />

rigorosamente el principio <strong>de</strong> la igualdad proporcional, y buscar las fuentes <strong>de</strong> la riqueza<br />

para <strong>de</strong>terminar las respectivas faculta<strong>de</strong>s. Este sistema <strong>de</strong> imposicion se recomienda por su<br />

sencillez, ventaja no <strong>de</strong>spreciable, porque permite reducir los gastos <strong>de</strong> la cobranza.<br />

Tambien cautiva el ánimo la uniformidad <strong>de</strong> la cuota, pues lo mismo se grava la riqueza<br />

mueble que la inmueble, y en ello se guardan los preceptos <strong>de</strong> la justicia.<br />

Objétase al impuesto sobre las rentas que disminuye la porcion disponible <strong>de</strong> nuestra<br />

fortuna y las comodida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l ciudadano; pero todas las contribuciones, sean directas ó<br />

indirectas, conducen á este resultado. Dícese que pesa sobre el trabajo <strong>de</strong>l hombre la cosa<br />

más digna <strong>de</strong> respeto; mas si el trabajo es causa <strong>de</strong> riqueza, es justo y necesario que pese, y<br />

no se excusa ahora, ni nunca podrá excusarse. El verda<strong>de</strong>ro inconveniente <strong>de</strong>l sistema<br />

consisto en la dificultad <strong>de</strong> averiguar todo producto <strong>net</strong>o, consi<strong>de</strong>rando la imperfeccion<br />

<strong>de</strong> los medios que se emplean ó discurren pata sacar la quinta esencia <strong>de</strong> la materia<br />

imponible, porque ó confia el gobierno en las <strong>de</strong>claraciones <strong>de</strong> los contribuyentes tanto<br />

más sospechosas, cuanto en estos casos se forma poco escrúpulo <strong>de</strong> transigir con la<br />

conciencia, ó acu<strong>de</strong> á modos <strong>de</strong> investigacion que se hacen odiosos por su carácter <strong>de</strong><br />

pesquisas inquisitoriales.<br />

Otros escritores prefieren el impuesto general sobre los capitales. La diferencia<br />

fundamental entre el impuesto sobre la renta y sobre el capital estriba en que el primero<br />

afecta solamente á los valores productivos, y el segundo alcanza á los improductivos, y<br />

toma el carácter <strong>de</strong> un impuesto suntuario. La escuela <strong>de</strong>mocrática acepta <strong>de</strong> buena gana un<br />

sistema que oprime el capital y alivia el trabajo: ciertos economistas lo disculpan, diciendo


que no hay impuesto alguno que al fin no retar<strong>de</strong>, ya que no impida, la acumulacion <strong>de</strong> la<br />

riqueza, por cuya razon el impuesto sobre el capital no es necesariamente malo; pero la<br />

mayor y más sana parte lo combate, alegando que las rentas <strong>de</strong>l estado <strong>de</strong>ben componerse<br />

<strong>de</strong> la porcion disponible <strong>de</strong> las rentas <strong>de</strong>l individuo; que la sociedad no vive <strong>de</strong> su capital<br />

sino <strong>de</strong> los productos <strong>de</strong> su capital, y que si lo amengua el impuesto se empobrece cada dia<br />

y llegará el <strong>de</strong> la miseria y la barbarie. El capital pone la tierra en cultivo y el trabajo en<br />

actividad. No sólo es un elemento <strong>de</strong> riqueza, es tambien el áncora <strong>de</strong>l ór<strong>de</strong>n político y<br />

social. Quien dice capital, dice propiedad.<br />

El impuesto sobre el capital ó la renta, son tentativas que se hacen para acercarse al tipo<br />

moral y justo <strong>de</strong>l repartimiento <strong>de</strong> las cargas <strong>de</strong>l estado por medio <strong>de</strong> la única contribucion<br />

ó la contribucion apoyada en una sola base. La contribucion única cuadra á la infancia <strong>de</strong> la<br />

sociedad, y es el i<strong>de</strong>al ó por mejor <strong>de</strong>cir, el sueño <strong>de</strong> la ciencia. Cuando los pueblos apénas<br />

han acabado <strong>de</strong> nacer á la vida civil, experimentan pocas necesida<strong>de</strong>s y se satisfacen con un<br />

impuesto que se paga en especie. De aquí proce<strong>de</strong> la antigüedad <strong>de</strong>l diezmo.<br />

La ciencia económica en sus primeros ensayos propen<strong>de</strong> hácia la única contribución; y<br />

así vemos que los fisiócratas proclaman la unidad <strong>de</strong>l impuesto, y preten<strong>de</strong>n refundirlos<br />

todos en el territorial. El progreso <strong>de</strong> la civilizacion y el estudio más profundo <strong>de</strong> las leyes<br />

que rigen el movimiento <strong>de</strong> la riqueza, relegan la única contribucion al país <strong>de</strong> las quimeras.<br />

En vez <strong>de</strong> un impuesto general es preciso acudir á impuestos especiales. La variedad<br />

<strong>de</strong> los impuestos tiene por objeto perseguir la riqueza en sus diversas fuentes, abarcarla<br />

toda, compensar las <strong>de</strong>sigualda<strong>de</strong>s y en fin llegar por distintos caminos á la justicia distributiva.<br />

Diví<strong>de</strong>nse las contribuciones en directas ó indirectas. Las primeras pesan<br />

inmediatamente sobre la renta ó el capital <strong>de</strong>l contribuyente, ó como dicen otros sobre su<br />

propiedad ó trabajo, y se pi<strong>de</strong>n á quien <strong>de</strong>be pagarlas. Las segundas se exigen á una<br />

persona con la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que ésta las anticipe y luégo sea reembolsado por el verda<strong>de</strong>ro<br />

contribuyente con ocasion <strong>de</strong> un hecho tal como la traslacion <strong>de</strong> dominio, el consumo, la<br />

entrada ó salida <strong>de</strong> ciertas merca<strong>de</strong>rías.<br />

Disputan los autores acerca <strong>de</strong> sus ventajas ó inconvenientes respectivos, comparan<br />

sus efectos, y se inclinan á esta ó aquella forma <strong>de</strong> imposicion.<br />

Las directas (dicen sus partidarios) son más justas, porque buscan la riqueza<br />

verda<strong>de</strong>ra, conocida y averiguada: cada uno sabe lo que paga y or<strong>de</strong>na sus gastos<br />

contando con ello: sabe lo que tiene, porque <strong>de</strong>duce <strong>de</strong> su renta anual el importe <strong>de</strong> la<br />

carga: la recaudacion es más fácil y sencilla, y <strong>de</strong> consiguiente ménos expuesta á<br />

vejámenes y molestias y ménos costosa.<br />

Al lado <strong>de</strong> estas ventajas indisputables hay graves inconvenientes, como la dificultad <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>scubrir y avalorar la riqueza, sobre todo la mueble; la obligacion <strong>de</strong> satisfacer la cuota en<br />

dia fijo; la exaccion dura y tal vez violenta. Para generalizar los impuestos directos seria<br />

preciso convencer á los contribuyentes <strong>de</strong> que son preferibles á los indirectos, y reformar la<br />

opinion allí don<strong>de</strong> se les muestra contraria.<br />

Las contribuciones indirectas toman por base la circulacion que es un hecho<br />

acci<strong>de</strong>ntal y en extremo variable. Si recaen sobre objetos <strong>de</strong> lujo, rin<strong>de</strong>n poco y <strong>de</strong>generan<br />

en impuestos suntuarios. Si gravan los artículos <strong>de</strong> primera necesidad, rin<strong>de</strong>n mucho, pero<br />

afligen á los pobres más que á los ricos. Rara vez encarecen los artículos gravados otro<br />

tanto como importa la contribucion, sino ordinariamente más que ce<strong>de</strong> en beneficio <strong>de</strong>l<br />

merca<strong>de</strong>r ó fabricante y en perjuicio <strong>de</strong>l consumidor. Su recaudacion es embarazosa,<br />

porque no se pue<strong>de</strong>n excusar los registros, <strong>de</strong>nuncias y procesos, ni evitar las trabas que<br />

son tan nocivas á la industria y al comercio.<br />

Sin embargo, los pueblos estiman la facilidad <strong>de</strong>l pago y el mismo disimulo con que el<br />

fisco se apo<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> la fortuna <strong>de</strong>l contribuyente que al comprar una cosa no distingue los<br />

elementos <strong>de</strong>l precio. Goza en el consumo, y gozando se olvida <strong>de</strong>l impuesto, y escoge la


ocasion <strong>de</strong>l pago. No por eso hemos <strong>de</strong> creer que son voluntarios, porque si cabe la<br />

abstinencia <strong>de</strong> objetos <strong>de</strong> lujo, no así en los artículos <strong>de</strong> primera necesidad; y <strong>de</strong> todos<br />

modos hay privacion y sacrificio.<br />

En resolucion, <strong>de</strong>bemos renunciar á la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> optar por las contribuciones directas ó<br />

indirectas, y mal que nos pese, insistir en la variedad. Las obligaciones <strong>de</strong>l estado no<br />

permiten fundar la esperanza <strong>de</strong> nutrir el tesoro con las unas ó las otras, sino aprovecharlas<br />

todas, levantando el edificio <strong>de</strong> la hacienda pública con diversos materiales. Púrguense éstas<br />

y aquéllas <strong>de</strong> los vicios que más nos ofen<strong>de</strong>n, y contentémonos con la armonía, ya que es<br />

vano el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> establecer la unidad.<br />

El primer impuesto directo que se ofrece á nuestro exámen es el personal ó la<br />

capitacion. Cuanto más se fortifica la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong>l <strong>de</strong>recho, y la dignidad <strong>de</strong>l hombre se eleva y<br />

se <strong>de</strong>sarrollan el capital y el trabajo, tanto más propen<strong>de</strong> el impuesto personal á convertirse<br />

en real. La capitacion fija es signo <strong>de</strong> servidumbre. La gradual, si se ajusta á la fortuna, es el<br />

impuesto sobre la renta; si á la clase ó categoría <strong>de</strong> la persona, conculca el principio <strong>de</strong> la<br />

contribucion proporcional. Algun escritor propone una capitacion distinta, fundada en las<br />

cualida<strong>de</strong>s personales, porque suponen capacidad para adquirir, y <strong>de</strong> consiguiente<br />

posibilidad <strong>de</strong> pagar contribucion; pero ¿quién se atreverá á medir el capital moral ó<br />

intelectual y <strong>de</strong>finir la base <strong>de</strong>l impuesto?<br />

La contribucion territorial viene en seguida <strong>de</strong> la capitacion. La riqueza agrícola entra<br />

por mucho en la suma <strong>de</strong> la riqueza <strong>de</strong> todas ó casi todas las naciones. La estabilidad <strong>de</strong> los<br />

campos, la ostentacion <strong>de</strong>l cultivo, la renovacion periódica <strong>de</strong> las cosechas y <strong>de</strong>más<br />

circunstancias que acompañan á la agricultura, convidan á los gobiernos á poner los ojos y<br />

las manos en los frutos <strong>de</strong> la tierra.<br />

Importa en extremo que el impuesto territorial afecte, no al producto bruto, sino al<br />

producto <strong>net</strong>o <strong>de</strong> la industria agrícola <strong>de</strong>terminado por medio <strong>de</strong> operaciones catastrales. El<br />

valor en venta ó renta <strong>de</strong> la propiedad es un indicio, pero no una prueba. Las <strong>de</strong>claraciones<br />

juradas ó no juradas <strong>de</strong> los contribuyentes un medio engañoso, y pudiéramos añadir<br />

inmoral, porque la m ala fé halla premio allí mismo don<strong>de</strong> la buena fé recibe castigo.<br />

Mueven los economistas la cuestion <strong>de</strong> si el impuesto territorial <strong>de</strong>be ser fijo ó variable.<br />

La fijeza (dicen) ó la inmovilidad <strong>de</strong>l impuesto tiene <strong>de</strong> su parte la justicia y la utilidad que<br />

pi<strong>de</strong>n se <strong>de</strong>je en favor <strong>de</strong> los propietarios el fruto <strong>de</strong> las mejoras que introducen en su<br />

hacienda, y entónces se acostumbran á pagar la contribucion como si fuera un cánon que<br />

pesa sobre la tierra, y con el tiempo las mudanzas <strong>de</strong> dominio borran la <strong>de</strong>sigualdad <strong>de</strong> las<br />

cargas.<br />

No obstante, seguimos el parecer <strong>de</strong> los que opinan por la movilidad <strong>de</strong>l impuesto,<br />

consi<strong>de</strong>rando que sólo así se conforma á la equidad y la justicia. No todas las ganancias ni<br />

todas las pérdidas <strong>de</strong> los propietarios nacen <strong>de</strong> su cuidado ó <strong>de</strong>scuido. Cuando el impuesto<br />

sigue los vaivenes <strong>de</strong> la fortuna <strong>de</strong>l contribuyente, estimula la actividad individual mejor que<br />

una contribucion inflexible, hoy ligera y mañana pesada hasta hacerse intolerable. Por otra<br />

parte, un impuesto fijo envuelve el peligro <strong>de</strong> que el gobierno acabe por reputarlo censo<br />

perpétuo y se consi<strong>de</strong>re condueño <strong>de</strong> la propiedad. Entónces ya no serán las necesida<strong>de</strong>s<br />

reales <strong>de</strong>l estado el límite <strong>de</strong>l impuesto, sino la conciencia que el gobierno tuviese <strong>de</strong> su<br />

<strong>de</strong>recho como partícipe en el dominio <strong>de</strong> la tierra.<br />

El impuesto sobre las rentas <strong>de</strong> la industria y <strong>de</strong>l comercio ó la contribucion <strong>de</strong><br />

patentes grava la riqueza mueble que en el dia tiene igual ó mayor importancia que la<br />

inmueble. Consta <strong>de</strong> un <strong>de</strong>recho fijo y un <strong>de</strong>recho proporcional. El primero está señalado<br />

en la tarifa á cada profesion, y el segundo <strong>de</strong>pen<strong>de</strong> <strong>de</strong> la categoría que el contribuyente<br />

ocupa entre los <strong>de</strong> su clase segun los indicios <strong>de</strong> su grado <strong>de</strong> fortuna. El <strong>de</strong>recho fijo, á<br />

pesar <strong>de</strong> su nombre, varía conforme á una escala <strong>de</strong> poblacion. Aunque el impuesto <strong>de</strong>ja<br />

mucho que <strong>de</strong>sear en cuanto á la averiguacion <strong>de</strong> la riqueza individual, no se pue<strong>de</strong> ni<br />

<strong>de</strong>be dispensar á la industria y al comercio <strong>de</strong> las cargas <strong>de</strong>l estado, ni tampoco, á trueque


<strong>de</strong> corregir algunas <strong>de</strong>sigualda<strong>de</strong>s, seria cuerdo abrir la puerta á pesquisas odiosas que<br />

soportarian con suma repugnancia los mismos favorecidos en un más equitativo<br />

repartimiento. La verdad es que la contribucion <strong>de</strong> patentes, justa en el fondo, se halla<br />

todavía en un estado rudimentario.<br />

La infinita variedad <strong>de</strong> los impuestos indirectos se or<strong>de</strong>na en tres grupos, porque ó<br />

hiere la riqueza en el momento <strong>de</strong> su produccion, ó cuando circula, ó en fin, en el acto<br />

mismo <strong>de</strong>l consumo. Las mejores formas <strong>de</strong>l impuesto indirecto son aquellas que<br />

concilian el mayor rendimiento para el tesoro con el menor gravámen <strong>de</strong> los<br />

contribuyentes.<br />

Por esta razon reprueban los economistas los impuestos que recaen sobre los artículos<br />

<strong>de</strong> primera necesidad, y con mayor energía si constituyen un monopolio, así como los<br />

<strong>de</strong>rechos protectores, los que se exigen á las materias primas é instrumentos <strong>de</strong> la<br />

produccion, y los muy onerosos que ahogan los gérmenes <strong>de</strong> la riqueza.<br />

En cuanto sea posible <strong>de</strong>ben preferirse los que ménos se prestan al frau<strong>de</strong>, los <strong>de</strong><br />

copioso rendimiento para gravar pocos artículos sin menoscabo <strong>de</strong>l tesoro, los que<br />

contribuyen á fortificar los hábitos <strong>de</strong> templanza, como los <strong>de</strong>rechos <strong>de</strong> consumo sobre las<br />

bebidas espirituosas, y aquellos que se pi<strong>de</strong>n al consumidor y no al productor. Los<br />

impuestos muy onerosos disminuyen el consumo y fomentan el contrabando, dos medios<br />

<strong>de</strong> burlar los cáIculos y las esperanzas <strong>de</strong>l fisco.<br />

Los impuestos suntuarios, es <strong>de</strong>cir, los que recaen sobre los objetos <strong>de</strong> lujo, se<br />

recomiendan por su comodidad cuando son mo<strong>de</strong>rados y renuncia el gobierno á la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong><br />

limitar los gastos particulares por medio <strong>de</strong> ellos. Producen poco; pero pue<strong>de</strong>n exten<strong>de</strong>rse y<br />

multiplicarse, y parecen <strong>de</strong>stinados á ocupar un lugar distinguido en el sistema tributario <strong>de</strong><br />

las naciones mo<strong>de</strong>rnas.<br />

La lotería encuentra ardientes <strong>de</strong>fensores entre los hacendistas que miran al provecho<br />

<strong>de</strong>l fisco y no reparan en otra cosa; mas la moral la con<strong>de</strong>na como un juego <strong>de</strong> azar que<br />

promete ganancia segura á quien lo pone, y la <strong>Economía</strong> política la arroja <strong>de</strong> su casa como<br />

un impuesto que a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> no guardar proporcion con la fortuna <strong>de</strong>l contribuyente,<br />

disminuye el sentimiento <strong>de</strong> la prevision, quebranta el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> hacer ahorros y mina á la<br />

callada los hábitos <strong>de</strong> trabajo.<br />

Pue<strong>de</strong> pagarse el impuesto territorial en especie ó en dinero. El impuesto paga<strong>de</strong>ro en<br />

especie es una contribucion sobre el producto bruto que ataca la produccion en su orígen y<br />

acaba por agotar el manantial <strong>de</strong> la riqueza. Sin duda halaga la sencillez primitiva <strong>de</strong>l<br />

diezmo, y seduce aquel modo patriarcal <strong>de</strong> acudir á la era don<strong>de</strong> ha reunido su cosecha el<br />

labrador, y tomar <strong>de</strong>l monton el número <strong>de</strong> haces que correspon<strong>de</strong>; pero se pasan por alto<br />

la <strong>de</strong>sigualdad <strong>de</strong>l impuesto, sus efectos nocivos á la agricultura, los gastos, pérdidas y<br />

abusos inseparables <strong>de</strong> la cobranza. Aun prescindiendo <strong>de</strong> tan graves inconvenientes,<br />

¿habríamos <strong>de</strong> convertir al gobierno en especulador en granos? ¿Habríamos <strong>de</strong> entregar el<br />

propietario al brazo <strong>de</strong> hierro <strong>de</strong> los arrendadores?<br />

Por regla general la administracion <strong>de</strong>be retener cobranza. Algunos impuestos bien<br />

<strong>de</strong>finidos y especiales, como eran entre nosotros los portazgos, pue<strong>de</strong>n arrendarse sin<br />

notable perjuicio <strong>de</strong> los contribuyentes; mas son pocas y pequeñas excepciones. Don<strong>de</strong><br />

quiera que la cobranza <strong>de</strong> las rentas públicas se puso en manos <strong>de</strong> arrendadores, las leyes<br />

fiscales fueron duras y sanguinarias, la riqueza vino á ménos hasta tocar en los confines <strong>de</strong><br />

la miseria, y nacieron ódios profundos contra los autores y consentidores <strong>de</strong> la ruina <strong>de</strong>l<br />

estado. El arrendador no tiene entrañas para el contribuyente, tala y <strong>de</strong>struye cuanto le sale<br />

al encuentro, dá en el país como en real enemigo. El príncipe, por malo que sea, siempre se<br />

duele y compa<strong>de</strong>ce <strong>de</strong> las angustias <strong>de</strong> su pueblo. El príncipe es pastor: el arrendador lobo<br />

carnicero.<br />

La plaga <strong>de</strong> los arrendadores ó publicanos afligió más ó ménos á todas las naciones <strong>de</strong><br />

Europa en tiempos pasados, y á España le cupo una buena parte <strong>de</strong> sus estragos.


«Estaban en contínuo acecho <strong>de</strong> las horas y momentos <strong>de</strong> los plazos, y apénas vencian,<br />

entraban en las casas, hacian presa en los bienes <strong>de</strong> los contribuyentes, <strong>de</strong>jábanlos sin qué<br />

comer ni en qué dormir, enviaban nuevos ejecutores, y tal vez se retiraban muy bien<br />

pagados y socorridos <strong>de</strong>jando <strong>de</strong> cobrar lo principal. Los escritores políticos los acusaban<br />

<strong>de</strong> crueldad y tiranía, <strong>de</strong> gente sin conciencia y peor que publicanos, <strong>de</strong> autores <strong>de</strong> la<br />

miseria, <strong>de</strong>solacion y ruina <strong>de</strong> los pueblos, y <strong>de</strong>cian que para cobrar cincuenta <strong>de</strong>vengaban<br />

<strong>de</strong> costas más <strong>de</strong> doscientos. Mora y Jaraba <strong>de</strong>nuncia las violencias, los gravámenes, los<br />

latrocinios y fráu<strong>de</strong>s con que los ministros subalternos oprimen y vejan á los pueblos, sin<br />

que sea posible poner remedio ni establecer regla constante por la confusion <strong>de</strong> las<br />

rentas» (Historia <strong>de</strong> la <strong>Economía</strong> política en España, tomo II, pág. 554).<br />

Gran<strong>de</strong> es el <strong>de</strong>sacuerdo <strong>de</strong> los economistas á propósito <strong>de</strong> la inci<strong>de</strong>ncia real <strong>de</strong> los<br />

impuestos. No basta saber quién los paga, sino que es preciso averiguar la ley <strong>de</strong> la<br />

repercusion ó difusion <strong>de</strong>l gravámen. Acontece que el gobierno se proponga aumentar, por<br />

ejemplo, la contribucion que pesa sobre las fincas rústicas ó urbanas; pero si el propietario<br />

sube la renta <strong>de</strong> la heredad ó el alquiler <strong>de</strong> la casa, no sólo arroja la carga <strong>de</strong> sí y la impone<br />

al consumidor, sino que tal vez sale ganando, porque la contribucion le dá pretexto para<br />

una subida superior al aumento <strong>de</strong> la cuota individual.<br />

Por eso dijo Say que los impuestos los pagan <strong>de</strong>finitivamente aquellos que no pue<strong>de</strong>n<br />

sacudir su peso, y que los medios <strong>de</strong> sustraerse al gravámen varían en extremo. Por eso<br />

algunos escritores se abandonan á una indiferencia doctrinal en este punto, consi<strong>de</strong>rando<br />

que la reflexion <strong>de</strong>l impuesto ó la division <strong>de</strong>l pago es un problema contra el cual se<br />

estrellan todos los esfuerzos <strong>de</strong> la ciencia.<br />

La <strong>Economía</strong> política habria a<strong>de</strong>lantado muy poco, si fuese tan ciega como la pintan.<br />

Hay muchas dificulta<strong>de</strong>s por vencer; pero en cambio hay otras muchas; ya vencidas y<br />

superadas.<br />

Para <strong>de</strong>mostrar la inci<strong>de</strong>ncia real <strong>de</strong>l impuesto, seria forzoso analizar <strong>de</strong>spacio y uno<br />

por uno todos los directos é indirectos: tarea larga y ajena á la naturaleza <strong>de</strong> este libro.<br />

Supla nuestro silencio la observacion siguiente: el impuesto gravita sobre quien lo paga, si el<br />

objeto castigado representa un goce <strong>de</strong> imposible disminucion. Si la disminucion es posible,<br />

el impuesto recaerá en todo ó en parte sobre otros contribuyentes; y su repercusion será<br />

tanto mayor, cuanto mayor fuere la facilidad <strong>de</strong> disminuirlo.<br />

CAPÍTULO V.<br />

Del crédito público.<br />

Hemos dicho en otra parte <strong>de</strong> este libro que el crédito se divi<strong>de</strong> en público y privado.<br />

Suce<strong>de</strong> con los gobiernos lo mismo que con los particulares. Cuando no bastan los<br />

recursos ordinarios y permanentes á cubrir las obligaciones <strong>de</strong>l estado, es preciso <strong>de</strong>cretar<br />

impuestos extraordinarios ó contraer <strong>de</strong>udas tomando capitales mediante un interés<br />

convenido que crece ó mengua en razon <strong>de</strong> las circunstancias. En efecto, la abundancia ó<br />

escasez <strong>de</strong> los capitales, la cuota corriente <strong>de</strong> los intereses, la mayor ó menor confianza en<br />

las promesas <strong>de</strong>l gobierno, la facilidad ó dificultad <strong>de</strong>l reembolso, la duracion <strong>de</strong>l empleo,<br />

el riesgo <strong>de</strong> la operacion, la situacion ahogada ó <strong>de</strong>sahogada <strong>de</strong>l tesoro y otros<br />

pormenores semejantes <strong>de</strong>terminan el grado <strong>de</strong> crédito que alcanza el gobierno.<br />

Antiguamente<br />

apénas era conocido este modo <strong>de</strong> proveer á los gastos <strong>de</strong> la nacion. Las<br />

repúblicas y los imperios bien or<strong>de</strong>nados acumulaban riquezas para evitar en un caso<br />

extremo la necesidad <strong>de</strong> oprimir á los pueblos con nuevas y exorbitantes contribuciones.<br />

Tal era la costumbre <strong>de</strong> Roma, y tal la práctica general y por siglos sostenida <strong>de</strong> los<br />

gobiernos <strong>de</strong>l Oriente. Al fin se cayó en la cuenta <strong>de</strong> que aquellos inmensos tesoros<br />

sustraidos á una circulacion productiva, podian ser presa <strong>de</strong> la rapacidad <strong>de</strong> un<br />

conquistador, <strong>de</strong> un príncipe disipado, <strong>de</strong> un tirano astuto ó <strong>de</strong> la ciega y alborotada<br />

muchedumbre Por otra parte la acumulacion continuada y la repentina soltura <strong>de</strong>l tesoro


causaban gran<strong>de</strong>s perturbaciones en el comercio. Cuando Julio César al principio <strong>de</strong> la<br />

guerra civil se apo<strong>de</strong>ró <strong>de</strong>l tesoro público y arrojó las muchas riquezas que allí se guardaban<br />

en el torbellino <strong>de</strong> la circulacion, trastornó el valor respectivo <strong>de</strong> los metales preciosos.<br />

Como el oro lleva siempre ventaja á la plata para la formacion y custodia <strong>de</strong> los erarios,<br />

porque en ménos volúmen encierra más valor, la cantidad <strong>de</strong> aquel metal atesorado y<br />

puesto en movimiento en dicha ocasion, <strong>de</strong>bia ser proporcionalmente mayor que la <strong>de</strong> éste.<br />

Por fuerza habia <strong>de</strong> resentirse, y en efecto se resintió, el precio <strong>de</strong> todas las cosas.<br />

Aun las naciones más prósperas y florecientes don<strong>de</strong> una sábia y cuerda administracion<br />

ha conseguido establecer el suspirado equilibrio <strong>de</strong> los ingresos y los gastos, tienen sus dias<br />

<strong>de</strong> adversidad, cuando ocurren <strong>de</strong> pronto acci<strong>de</strong>ntes imprevistos que obligan á traspasar los<br />

límites <strong>de</strong>l presupuesto. Entónces no queda al gobierno otro arbitrio que aumentar el peso<br />

<strong>de</strong> las contribuciones ó apelar al crédito <strong>de</strong>l estado.<br />

Mueven los economistas muy ruidosa controversia sobre la bondad ó malicia <strong>de</strong> los<br />

empréstitos públicos, principalmente comparados con los bienes ó males <strong>de</strong> los impuestos<br />

extraordinarios. Hay algunos que léjos <strong>de</strong> ver en el empréstito daño ni peligro alguno, lo<br />

miran como causa <strong>de</strong> felicidad. Otros por el contrario los con<strong>de</strong>nan sin misericordia, y<br />

prefieren á contraerlos <strong>de</strong>smembrar el territorio nacional. Examinemos con cuidado esta<br />

cuestion y pongamos la razon en su punto.<br />

Dicen los partidarios <strong>de</strong>l empréstito que son minas <strong>de</strong> oro, <strong>de</strong>udas <strong>de</strong> la mano <strong>de</strong>recha<br />

á la mano izquierda que no empobrecen á la nacion, ántes dan estímulo á la industria. En<br />

verdad que los escritores que discurren con tanta benevolencia sobre los empréstitos, no<br />

reparan en el uso que los gobiernos suelen hacer <strong>de</strong> los fondos tomados á préstamo. El<br />

gobierno pi<strong>de</strong> prestado para consumir. Si el consumo fuere improductivo, <strong>de</strong>struirá valores<br />

sin equivalentes, y cuando se satisfacen los intereses ó se reembolsa el capital, es á expensas<br />

<strong>de</strong> otra produccion. Si el consumo fuere reproductivo, habrá tambien pérdida <strong>de</strong> riqueza en<br />

cuanto el empréstito <strong>de</strong>svia los capitales <strong>de</strong> su curso verda<strong>de</strong>ro y espontáneo para aplicarlos<br />

<strong>de</strong> un modo artificial y violento. En pocos casos el empréstito será inofensivo á la<br />

prosperidad pública. Si el capital que pasa á manos <strong>de</strong>l gobierno estuviese ocioso, ó se<br />

hubiese <strong>de</strong> disipar en gastos inútiles ó en empresas estériles, ó en fin si por falta <strong>de</strong> empleo<br />

lucrativo se viese obligado á salir <strong>de</strong>l país, el empréstito con un objeto reproductivo no sólo<br />

no seria malo, pero bueno.<br />

Aña<strong>de</strong>n que los empréstitos facilitan el empleo y colocacion ventajosa <strong>de</strong> los cortos<br />

ahorros <strong>de</strong> las clases ménos acomodadas; pero este argumento tiene poca fuerza al<br />

consi<strong>de</strong>rar que el <strong>de</strong>sarrollo <strong>de</strong>l crédito privado promete iguales ó mayores beneficios. Si el<br />

empréstito ataja el vuelo <strong>de</strong> la industria promoviendo la subida <strong>de</strong>l interés ordinario y<br />

regular á causa <strong>de</strong> una mayor <strong>de</strong>manda <strong>de</strong> capitales, dificulta las economías. Solamente el<br />

trabajo produce riqueza; y así el empréstito no lo alimenta, ántes los ahorros se consumen y<br />

disipan en daño <strong>de</strong> la nacion.<br />

Encarecen la utilidad <strong>de</strong> los empréstitos en cuanto avivan la circulacion <strong>de</strong> la riqueza;<br />

pero olvidan que la circulacion es por si misma estéril, y se convierte en fecunda sólo<br />

cuando favorece la produccion. Sacar los valores <strong>de</strong> las manos <strong>de</strong> los particulares para ponerlos<br />

en las <strong>de</strong>l gobierno, es por regla general <strong>de</strong>struir la semilla é imposibilitar la<br />

cosecha.<br />

Pon<strong>de</strong>ran la importancia <strong>de</strong> las <strong>de</strong>udas públicas porque arrojan en la circulacion una<br />

multitud <strong>de</strong> títulos <strong>de</strong> crédito que son verda<strong>de</strong>ros valores y pasan á la categoría <strong>de</strong><br />

riquezas; mas el título <strong>de</strong> crédito, como el título <strong>de</strong> propiedad, nada vale por sí, sino por<br />

lo que representa. El capital prestado y consumido no existe en parte ninguna: lo que<br />

existe es su nombre. Si el crédito se ven<strong>de</strong>, recobra el acreedor primitivo total ó<br />

parcialmente su capital á expensas <strong>de</strong>l comprador á quien transmite su <strong>de</strong>recho: si el<br />

gobierno lo extingue (salvo el caso <strong>de</strong> haberlo aplicado á un uso reproductivo) lo pagan<br />

<strong>de</strong> su bolsillo los contribuyentes; y si hace bancarota, el poseedor <strong>de</strong> aquel título ú


documento lo siente en su fortuna. No busquemos el capital en las manos <strong>de</strong>l gobierno,<br />

porque lo ha disipado: no lo busquemos tampoco en las <strong>de</strong> los acreedores, porque sólo<br />

hallaremos un papel signo <strong>de</strong> una riqueza pasada y carga <strong>de</strong> otra riqueza presente ó<br />

futura.<br />

Preten<strong>de</strong>n que los rentistas ó acreedores <strong>de</strong>l estado fomentan la industria con sus<br />

gastos y se apegan á la causa pública, pues la riqueza mueble, tan aventurera y caprichosa,<br />

adquiere toda la estabilidad y firmeza <strong>de</strong> la propiedad territorial. Ya sabemos que los gastos<br />

improductivos no aumentan, ántes disminuyen la riqueza. Profesar distinta doctrina seria<br />

aconsejar toda suerte <strong>de</strong> prodigalida<strong>de</strong>s. Enhorabuena se liguen los capitalistas á la suerte<br />

<strong>de</strong> su patria cuando han prestado al gobierno; pero no son ménos amigos <strong>de</strong> la paz y <strong>de</strong>l<br />

ór<strong>de</strong>n, ni <strong>de</strong> las instituciones, ni <strong>de</strong> la autoridad aquellos que viven <strong>de</strong> su industria ó<br />

profesion, que necesitan <strong>de</strong>l crédito, que pi<strong>de</strong>n trabajo y están contentos <strong>de</strong> su<br />

participacion en la comun prosperidad.<br />

Recomiendan la necesidad <strong>de</strong> que los gobiernos contraigan <strong>de</strong>udas para gozar <strong>de</strong><br />

crédito, como si no estuviese más cerca <strong>de</strong> tenerlo quien nada <strong>de</strong>be, que el hombre cuyas<br />

rentas se hallan empeñadas. Si un gobierno acu<strong>de</strong> á los empréstitos en tiempos<br />

bonancibles cuando corren con abundancia las fuentes <strong>de</strong> la riqueza, ¿qué suce<strong>de</strong>rá el dia<br />

<strong>de</strong> una guerra civil ó extranjera, ó si sobreviene una crísis económica y ciega los<br />

manantiales <strong>de</strong> la produccion?<br />

Por último, citan el ejemplo <strong>de</strong> Inglaterra cuya prosperidad coinci<strong>de</strong> con el<br />

acrecentamiento <strong>de</strong> la <strong>de</strong>uda pública, como si esta <strong>de</strong>uda no fuese una espina clavada en su<br />

costado, ó como si pudiera ser ménos rica y po<strong>de</strong>rosa sin la carga <strong>de</strong> 800 millones <strong>de</strong> libras<br />

esterlinas. ¡Pues qué! Las 2,850 millones <strong>de</strong> reales que importan los intereses <strong>de</strong> cada año,<br />

¿salen por ventura <strong>de</strong> alguna mina secreta ó <strong>de</strong> algun país encantado, y no <strong>de</strong> la fortuna <strong>de</strong><br />

los contribuyentes? Y si salen, ¿<strong>de</strong>jarán <strong>de</strong> ser 2,850 millones sustraidos cada año á la<br />

produccion nacional y un verda<strong>de</strong>ro quebranto <strong>de</strong> la riqueza pública?<br />

Hasta aquí llemos consi<strong>de</strong>rado la doctrina <strong>de</strong> los economistas que contemplan el<br />

empréstito por su faz risueña: sigamos ahora el discurso <strong>de</strong> sus adversarios que lo miran<br />

tan sólo por su faz lacrimosa.<br />

El empréstito (dicen) es una carga que la generacion actual echa sobre hombros <strong>de</strong> las<br />

generaciones veni<strong>de</strong>ras, mirando los vivientes á salvar la fortuna amenazada <strong>de</strong> pa<strong>de</strong>cer<br />

menoscabo con el peso <strong>de</strong> nuevos tributos. Este argumento prueba poco por lo mismo<br />

que prueba <strong>de</strong>masiado. Si el empréstito fuese aplicado á un consumo reproductivo, no<br />

seríamos nosotros en verdad, sino nuestros hijos ó nuestros nietos, quienes recogiesen el<br />

fruto principal <strong>de</strong>l cuidado y diligencia <strong>de</strong>l gobierno. Si el empréstito fuese aplicado á un<br />

consumo improductivo, pero legítimo y necesario, como á sostener una guerra justa ó<br />

iniciar y proseguir una política hábil y vigorosa, nadie pondria en duda que esto seria<br />

<strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r la causa <strong>de</strong> la nacion cuyos intereses son permanentes, porque su vida es<br />

perpétua. Pues si los beneficios son hereditarios, tambien las cargas pue<strong>de</strong>n y <strong>de</strong>ben serlo.<br />

Reponen que los empréstitos casi nunca se contraen para usos reproductivos ó para<br />

satisfacer gastos dignos <strong>de</strong> alabanza, ántes casi siempre sirven á fomentar la ambicion <strong>de</strong> los<br />

príncipes, alimentar la prodigalidad <strong>de</strong> los gobiernos, oprimir la libertad <strong>de</strong> los ciudadanos y<br />

disimular la enormidad <strong>de</strong> los impuestos. En tal caso los empréstitos no serán malos por<br />

razon <strong>de</strong> su naturaleza, sino por el abuso que <strong>de</strong> ellos se hiciese; y si el temor <strong>de</strong>l abuso<br />

basta á <strong>de</strong>sterrarlos, ¿cómo excusamos los vicios <strong>de</strong> la contribucion? ¿Está lavada <strong>de</strong> toda<br />

mancha? ¿Está libre <strong>de</strong> toda sospecha?<br />

Reprueban con calor el agiotage <strong>de</strong> los fondos públicos que tanto se prestan á las<br />

cábalas <strong>de</strong> la bolsa, á la culpable revelacion <strong>de</strong> los secretos <strong>de</strong> estado, al esparcimiento <strong>de</strong><br />

noticias falsas y á las ganancias aleatorias; pero ¿y las acciones <strong>de</strong> minas? ¿Y las <strong>de</strong><br />

caminos <strong>de</strong> hierro? ¿Y las <strong>de</strong> los bancos? ¿Y en fin, el juego <strong>de</strong> azar que alimentan todas<br />

las socieda<strong>de</strong>s anónimas <strong>de</strong> crédito?


Objetan que la contribucion disminuye la renta, y el empréstito distrae los capitales<br />

<strong>de</strong> la produccion <strong>de</strong> la riqueza; mas ni es una verdad inconcusa la primera parte <strong>de</strong>l<br />

argumento, ni tampoco la segunda. Cuando una contribucion extraordinaria agrava el<br />

peso <strong>de</strong> las ordinarias, pue<strong>de</strong> sin duda absorber la renta y ofen<strong>de</strong>r el capital <strong>de</strong>l<br />

contribuyente; y cuando se abre un empréstito, pue<strong>de</strong> tambien suce<strong>de</strong>r que acudan á<br />

cubrirlo capitales ociosos prontos á buscar empleo don<strong>de</strong> quiera que vislumbren una<br />

ocasion <strong>de</strong> ganancia. Los hábitos comunes <strong>de</strong> la industria no se parecen á los hábitos<br />

propios <strong>de</strong> la banca á quien son familiares las operaciones <strong>de</strong> negociar empréstitos<br />

públicos interesarse en ellos.<br />

Tambien pudiera ocurrir que los capitales fuesen extranjeros, y entónces no habria<br />

daño para la produccion, nacional en que, solicitando un empleo lucrativo fuera <strong>de</strong> su país,<br />

se viniesen á nosotros al arrimo <strong>de</strong>l empréstito, y acaso en vez <strong>de</strong> naufragar en especulaciones<br />

temerarias ó improductivas, se salven á favor <strong>de</strong>l gobierno; y por último, si el<br />

empréstito se aplicase á construir caminos ó canales, á facilitar los riegos, <strong>de</strong>secar pantanos<br />

ú otras mejoras semejantes, seria una operacion <strong>de</strong> crédito digna <strong>de</strong> aplauso.<br />

En suma, conviene excusar los empréstitos miéntras sea posible soportar las cargas<br />

<strong>de</strong>l estado con el auxilio <strong>de</strong> las contribuciones; pero si las necesida<strong>de</strong>s extraordinarias son<br />

gran<strong>de</strong>s y urgentes, el empréstito es el único remedio posible. No se aumentarán los impuestos<br />

en un país ya agobiado con las cargas ordinarias, sin labrar la ruina <strong>de</strong> los ricos y<br />

sin doblar la miseria <strong>de</strong> los pobres; mas si las fuerzas <strong>de</strong> los contribuyentes no estuviesen<br />

agotadas y un nuevo impuesto no ofreciese el peligro <strong>de</strong> agotarlas, seria preferible al<br />

empréstito. Pasado el apuro el impuesto cesa, en tanto que el empréstito queda vivo,<br />

viene otro y se acumula, en seguida otro y otros, y la carga <strong>de</strong> los intereses crece <strong>de</strong> dia en<br />

dia por la facilidad <strong>de</strong> constituir una <strong>de</strong>uda perpétua.<br />

Los empréstitos reproductivos equivalen á una anticipacion <strong>de</strong> fondos cuyo capital ó<br />

intereses no fatigan al contribuyente, porque si aumentan las cargas públicas, aumentan<br />

asimismo la riqueza nacional. Los empréstitos improductivos <strong>de</strong>ben disculparse en los<br />

casos <strong>de</strong> extrema necesidad y causa legítima, reprobando <strong>de</strong> todo corazon los abusos.<br />

Deben los gobiernos esforzarse á cubrir las obligaciones presentes con recursos<br />

presentes: el porvenir traerá las suyas, y conviene no privarle <strong>de</strong> sus medios. Si no se pue<strong>de</strong><br />

encerrar los gastos <strong>de</strong>l estado <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> estos límites, acúdase al empréstito que no es<br />

bueno ni malo por sí mismo, sino por su aplicacion. No se murmura <strong>de</strong>l particular que usa<br />

<strong>de</strong>l crédito sino <strong>de</strong>l que abusa: seamos igualmente justos con el gobierno.<br />

Varios son los modos <strong>de</strong> contraer un empréstito, y más ó ménos conformes á las<br />

doctrinas y consejos <strong>de</strong> la <strong>Economía</strong> política. Diví<strong>de</strong>nse por <strong>de</strong> pronto en voluntarios y<br />

forzosos. Aquéllos constituyen el empréstito verda<strong>de</strong>ro, porque <strong>de</strong>scansan en la buena fé<br />

<strong>de</strong>l gobierno, es <strong>de</strong>cir, en la fi<strong>de</strong>lidad á sus promesas y en la solvencia ó abundancia <strong>de</strong> sus<br />

recursos. Estos son contribuciones disimuladas, pero tanto más aborrecibles y aborrecidas,<br />

cuanto más prescin<strong>de</strong>n <strong>de</strong> toda regla <strong>de</strong> equidad y justicia. Un empréstito forzoso no es una<br />

operacion <strong>de</strong> crédito, sino la negacion funesta <strong>de</strong>l crédito <strong>de</strong>l estado. Agota la fuente <strong>de</strong> los<br />

empréstitos voluntarios espanta los capitales que emigran por temor <strong>de</strong> la violencia, abate<br />

los valores industriales y comerciales, aniquila el crédito público y conmueve el privado.<br />

Unas veces el empréstito es reembolsable en un período más ó ménos largo, otras no<br />

reembolsable ó perpétuo. Miéntras aquél no se extingue, el gobierno esta obligado á pagar los<br />

intereses cada año ó cada semestre, y á restituir todo junto ó en plazos sucesivos el capital<br />

íntegro segun las condiciones estipuladas. En el empréstito perpétuo el gobierno emite<br />

títulos ó crea rentas <strong>de</strong>l estado con expresion <strong>de</strong>l capital que cada uno representa y <strong>de</strong>l<br />

interés que <strong>de</strong>venga. El gobierno acepta un capital en cambio <strong>de</strong> la promesa <strong>de</strong> pagar una<br />

renta, y todavía queda á su arbitrio reembolsar á sus acreedores.<br />

Asimismo se contraen empréstitos á capital real y á capital nominal. Son á capital real<br />

cuando el gobierno se reconoce <strong>de</strong>udor <strong>de</strong> la cantidad que recibe, y á capital nominal


cuando se confiesa <strong>de</strong>udor <strong>de</strong> una suma en parte imaginaria. Supongamos que un gobierno<br />

se propone negociar 100.000,000 <strong>de</strong> reales creando rentas <strong>de</strong>l 3 por 100 hasta la<br />

concurrencia <strong>de</strong> estos 100 millones. Si el crédito <strong>de</strong>l estado permite ven<strong>de</strong>r los títulos <strong>de</strong> la<br />

nueva emision á la par, el gobierno recibirá un capital verda<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> 100 reales por cada 3 <strong>de</strong><br />

renta: mas si los títulos se cotizasen, por ejemplo, á 75, se verá obligado á tomar un capital<br />

verda<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> 75 reales, y <strong>de</strong>clararse <strong>de</strong>udor <strong>de</strong> 100. De esta suerte, para realizar el gobierno<br />

100.000,000 necesitaria emitir 125 en títulos <strong>de</strong>l 3 por 100, cuyo interés con respecto al<br />

capital real equivaldria á un 3 y ¾ por 100.<br />

Cuando se negocia un empréstito suce<strong>de</strong> como cuando se ven<strong>de</strong> un objeto cualquiera,<br />

que ha <strong>de</strong> haber siempre una cantidad fija y otra cantidad variable, esto es, cosa y precio.<br />

En los empréstitos á capital real la cantidad fija es el capital y la variable el interés; y<br />

viceversa en los empréstitos á capital nominal la cantidad fija es el interés y la variable el<br />

capital.<br />

Hay empréstitos por adjudicacion y empréstitos por suscripcion. En el primer caso admite<br />

el gobierno las diversas proposiciones <strong>de</strong> los banqueros y opta por las más favorables: en el<br />

segundo fija la cuota y negocia con todo el mundo. Los empréstitos por adjudicacion<br />

suelen dar motivo ó pretexto al ágio y aprovechar principalmente á los banqueros; y los<br />

empréstitos por suscripcion favorecen más el crédito <strong>de</strong>l estado y ce<strong>de</strong>n en beneficio <strong>de</strong> los<br />

humil<strong>de</strong>s capitalistas. En los tiempos <strong>de</strong> penuria, cuando el dinero en vez <strong>de</strong> mostrarse en<br />

la plaza, se retira y oculta, los empréstitos nacionales rin<strong>de</strong>n escaso fruto.<br />

Al contraer un empréstito suce<strong>de</strong> que el gobierno otorga á los acreedores garantías<br />

especiales, como si les hipoteca bienes <strong>de</strong> la nacion ó los productos <strong>de</strong> una renta, y suce<strong>de</strong><br />

tambien que se levante sin otra seguridad que el crédito general <strong>de</strong>l estado. El primer medio<br />

fomenta, en vez <strong>de</strong> disipar, las dudas y recelos que inspiran las promesas <strong>de</strong>l gobierno, y así<br />

tienen semejantes cautelas mucho <strong>de</strong> ilusorias; y el segundo arguye plena confianza en la<br />

palabra y en los recursos oficiales.<br />

Los diferentes modos <strong>de</strong> contraer un empréstito público engendran distintas clases <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>uda.<br />

Cuando el gobierno necesita proveer con urgencia á necesida<strong>de</strong>s momentáneas y se<br />

halla escaso <strong>de</strong> medios, aunque lleno <strong>de</strong> esperanzas <strong>de</strong> colmar este vacío con los ingresos<br />

ordinarios, emite bonos <strong>de</strong>l tesoro que <strong>de</strong>vengan un interés y son reembolsables <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong><br />

cierto plazo. Son los bonos <strong>de</strong>l tesoro verda<strong>de</strong>ras letras <strong>de</strong> cambio paga<strong>de</strong>ras en tesorería á<br />

su vencimiento. De aquí nace la <strong>de</strong>uda llamada flotante, porque es transitoria, acci<strong>de</strong>ntal y<br />

movible. Esta operacion <strong>de</strong> crédito no constituye un empréstito en regla, sino que es una<br />

mera anticipacion <strong>de</strong> fondos ó un simple <strong>de</strong>scuento <strong>de</strong>l producto <strong>de</strong> las rentas públicas.<br />

Mas si falta el equilibrio conveniente <strong>de</strong> los ingresos y los gastos, la <strong>de</strong>uda flotante irá<br />

subiendo y embargando las rentas <strong>de</strong>l estado hasta hacerse imposible todo servicio; y ya<br />

que no pueda salir por la puerta <strong>de</strong>l reembolso, no hay otro medio <strong>de</strong> aliviar la carga <strong>de</strong>l<br />

tesoro que entrarla por la puerta <strong>de</strong> la conversion, es <strong>de</strong>cir, <strong>de</strong>clararla permanente; arbitrio<br />

cómodo, mas peligroso, sobre todo cuando la administracion <strong>de</strong> las rentas públicas esta<br />

encomendada á personas poco amigas <strong>de</strong> la severa economía, y cuyo sistema se resume en<br />

salir <strong>de</strong> los apuros <strong>de</strong>l dia, sin pensar ó sin cuidarse <strong>de</strong>l triste legado que <strong>de</strong>jan á sus<br />

sucesores.<br />

Deuda consolidada es la inscrita en el gran libro, ó las rentas perpétuas que imponen al<br />

gobierno la obligacion <strong>de</strong> pagar puntualmente los intereses sin el compromiso formal <strong>de</strong><br />

extinguirla. Pue<strong>de</strong> procurar su amortizacion para disminuir la carga <strong>de</strong> los intereses; pero es<br />

potestativo en el gobierno lo que seria obligatorio en cuanto á la <strong>de</strong>uda amortizable.<br />

Las rentas temporales ó anualida<strong>de</strong>s á término proce<strong>de</strong>n <strong>de</strong>l pacto en virtud <strong>de</strong>l cual toma<br />

el gobierno un capital mediante la obligacion <strong>de</strong> pagar cierto interés por espacio <strong>de</strong> tantos ó<br />

cuantos años. El gobierno adquiere un capital sin comprometerse á reembolsarlo; pero el<br />

interés subido que paga in<strong>de</strong>mniza al capitalista <strong>de</strong> esta pérdida, y aun le proporciona


consi<strong>de</strong>rables ganancias. En realidad el capital se reembolsa á título y con color <strong>de</strong><br />

intereses.<br />

Las rentas vitalicias consisten en tomar el gobierno un capital con la condicion <strong>de</strong> pagar<br />

á una ó más personas cierta renta anual miéntras vivieren. Es una especie <strong>de</strong> lotería en que<br />

gana el gobierno si los rentistas mueren pronto, y pier<strong>de</strong> si mueren tar<strong>de</strong>: arbitrio poco<br />

honesto y <strong>de</strong> leve provecho para el estado. Si son varias las personas en cuya cabeza se<br />

ponen estas rentas, y el gobierno promete pagarlas por entero ó con <strong>de</strong>duccion <strong>de</strong> la parte<br />

correspondiente á cada accionista hasta la <strong>de</strong>funcion <strong>de</strong>l último <strong>de</strong> ellos, se llaman tontinas.<br />

Afortunadamente para el gobierno y la sociedad, esta lotería fundada en los cálculos <strong>de</strong><br />

probabilidad <strong>de</strong> la vida humana cayó en <strong>de</strong>suso, ganando mucho en ello la moral y los<br />

hábitos <strong>de</strong> trabajo y economía.<br />

La conversion <strong>de</strong> rentas es una operacion <strong>de</strong> crédito en virtud <strong>de</strong> la cual el gobierno reduce<br />

el interés <strong>de</strong> la <strong>de</strong>uda, por ejemplo, si baja la renta <strong>de</strong>l 5 al 4 ½ por 100. Impugnan algunos<br />

escritores la legalidad <strong>de</strong> semejante acto como atentatorio á la propiedad, y lo censuran<br />

como ofensivo á la dignidad y buena fama <strong>de</strong> los gobiernos, salvo si ponen á los acreedores<br />

<strong>de</strong>l estado en la alternativa <strong>de</strong> resignarse á percibir un interés menor ó recobrar íntegro su<br />

capital. Otros por el contrario <strong>de</strong>fien<strong>de</strong>n su justicia y conveniencia, consi<strong>de</strong>rando que rara<br />

vez los capitalistas entregan el 100 por 100; y así, aunque el gobierno <strong>de</strong> su autoridad propia<br />

mo<strong>de</strong>re el interés <strong>de</strong> la <strong>de</strong>uda, no hay agravio real, puesto que el gobierno no hace sino<br />

reprimir y castigar la usura. En este argumento se <strong>de</strong>scubre algun tanto la pasion contra los<br />

capitalistas, y la pasion es mala consejera.<br />

Otras razones más graves se aducen en pro <strong>de</strong> las conversiones forzosas. Los gobiernos<br />

(dicen) al contraer empréstitos, estipulan un interés subido ó mo<strong>de</strong>rado segun los tiempos y<br />

las ocasiones. Si la cuota ordinaria ó corriente <strong>de</strong> los intereses baja en todos los ramos <strong>de</strong> la<br />

industria y <strong>de</strong>l comercio, <strong>de</strong>be asimismo bajar en los empréstitos públicos, guardada<br />

proporcion con el riesgo particular <strong>de</strong>l empleo. Negar al gobierno la facultad <strong>de</strong> convertir<br />

las rentas, equivaldria á otorgar un monopolio á los acreedores <strong>de</strong>l estado. Por otra parte,<br />

reduciendo la suma <strong>de</strong> los intereses <strong>de</strong> la <strong>de</strong>uda, se disminuyen los impuestos, y los rentistas<br />

ganan como consumidores y contribuyentes.<br />

Sin embargo, todavía nos parecen estas razones poco sólidas las unas, y las otras sujetas<br />

á controversia. La conversion no es moral ni justa sino con la condicion <strong>de</strong>l reembolso en<br />

caso <strong>de</strong> resistirla los acreedores <strong>de</strong>l estado; <strong>de</strong> otro modo es un <strong>de</strong>spojo disfrazado, una<br />

disimulada confiscacion <strong>de</strong> la propiedad. A nadie más que á la nacion importa guardar<br />

religiosamente la fé <strong>de</strong> los contratos.<br />

¿Conviene extinguir la <strong>de</strong>uda pública? No participando nosotros <strong>de</strong> la opinion <strong>de</strong> los<br />

economistas que dicen que la <strong>de</strong>uda pública aumenta la riqueza social otro tanto como<br />

importa el capital recogido por medio <strong>de</strong> los empréstitos, ó la comparan á una mina <strong>de</strong> oro,<br />

ó piensan que es una <strong>de</strong>uda <strong>de</strong> la mano <strong>de</strong>recha á la mano izquierda, respon<strong>de</strong>rnos sin<br />

titubear que sí. La extincion <strong>de</strong> la <strong>de</strong>uda pública supone la economía <strong>de</strong> una suma<br />

consi<strong>de</strong>rable que se <strong>de</strong>stina en manos <strong>de</strong> los contribuyentes á un empleo productivo.<br />

Dos maneras hay <strong>de</strong> reembolsar á los acreedores <strong>de</strong>l estado: acudiendo al impuesto ó<br />

fiándose <strong>de</strong> la amortizacion. Si los acreedores no fuesen extranjeros, el producto <strong>de</strong>l<br />

impuesto no disminuiria la riqueza nacional, sino que la tomaria á unos para darla á otros;<br />

pero este trastorno violento, siendo la <strong>de</strong>uda consi<strong>de</strong>rable, ocasionaria tantos gastos y<br />

vejaciones y perturbaria <strong>de</strong> tal modo la circulacion general, que <strong>de</strong>be renunciarse á<br />

semejante proyecto por impracticable.<br />

Queda el arbitrio <strong>de</strong> la extincion lenta y sucesiva, aplicando á ella el exceso <strong>de</strong> los<br />

ingresos sobre los gastos, ó adoptando el sistema <strong>de</strong> la amortizacion. Fúndase la amortizacion<br />

en un propósito firme <strong>de</strong> perseverente economía; cuyo término <strong>de</strong>be ser la formacion <strong>de</strong><br />

un capital equivalente á la <strong>de</strong>uda que vá acrecentándose con la acumulacion sucesiva <strong>de</strong>l<br />

interés compuesto.


Pasa por inventor <strong>de</strong> este sistema el inglés Ricardo Price que <strong>de</strong>slumbró á las gentes<br />

con su doctrina y sus promesas <strong>de</strong> extinguir toda la <strong>de</strong>uda <strong>de</strong> Inglaterra, logrando cautivar<br />

el ánimo <strong>de</strong> Pitt, quien planteó la primera caja <strong>de</strong> amortizacion y la dotó con un fondo sagrado<br />

é inviolable. El gobierno inglés perdió entónces el miedo á los empréstitos, y su<br />

impru<strong>de</strong>nte confianza en la eficacia <strong>de</strong> la amortizacion costó sumas enormes al estado.<br />

La experiencia vino á <strong>de</strong>mostrar que los fondos particulares <strong>de</strong> la caja <strong>de</strong> amortizacion<br />

eran disipados sin el menor escrúpulo, cayendo por tierra todos los magníficos cálculos<br />

<strong>de</strong>l doctor Price sobre los montes <strong>de</strong> oro que habria producido el interés compuesto <strong>de</strong><br />

un óbolo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> los tiempos <strong>de</strong> Jesucristo hasta nuestros dias. Desengañado y<br />

escarmentado el gobierno inglés en su cabeza, renunció á todo pensamiento <strong>de</strong><br />

amortizacion en 1829, proclamando que en lo veni<strong>de</strong>ro la <strong>de</strong>uda pública se iria<br />

extinguiendo lisa y llanamente con el sobrante <strong>de</strong> las contribuciones.<br />

Si la amortizacion fuese verdad, llevaria al reembolso la ventaja <strong>de</strong> extinguir con la<br />

misma cantidad una porcion mayor <strong>de</strong> la <strong>de</strong>uda, supuesto que no compra las rentas <strong>de</strong>l<br />

estado sino cuando están más bajas que la par; pero tambien repugna que el gobierno<br />

especule con el <strong>de</strong>scrédito <strong>de</strong> la nacion. Hoy no cautiva los ánimos la quimera <strong>de</strong> la fuerza<br />

reproductiva <strong>de</strong> la amortizacion; y abandonada <strong>de</strong> los economistas, sólo encuentra apoyo<br />

entre los hacendistas ciegos partidarios <strong>de</strong> la rutina.<br />

En resolucion, un pueblo agoviado con el peso <strong>de</strong> su <strong>de</strong>uda, no intenta siquiera<br />

extinguirla ni por medio <strong>de</strong>l impuesto que exigirla sacrificios enormes, ni ménos apelando<br />

al engañoso arbitrio <strong>de</strong> la amortizacion. Pue<strong>de</strong>, sí, aliviarse <strong>de</strong> la carga or<strong>de</strong>nando su<br />

hacienda <strong>de</strong> modo que el equilibrio <strong>de</strong> los ingresos y los gastos excuse ó aleje la necesidad<br />

<strong>de</strong> contraer nuevos empréstitos, y aplicando todas sus fuerzas al acrecentamiento <strong>de</strong> la<br />

riqueza social. Con el sobrante <strong>de</strong> las rentas pue<strong>de</strong> ir poco á poco liquidando su <strong>de</strong>uda;<br />

pero aun seria mejor ántes <strong>de</strong> pensar en reducirla, reformar ó suprimir los impuestos más<br />

viciosos.<br />

Cuando un gobierno quebranta la fé empeñada y no dá satisfaccion cumplida á sus<br />

acreedores, hace bancarota. La bancarota es la <strong>de</strong>shonra <strong>de</strong> la nacion, un escándalo <strong>de</strong> mal<br />

ejemplo, un terrible infortunio, porque perdido el crédito no se recobra sino á duras penas;<br />

y entre tanto que el gobierno no se rehabilita á los ojos <strong>de</strong>l mundo, no hallará quien<br />

le ofrezca dinero para salir <strong>de</strong> apuros, ó si alguno se atreve á ello, será obligándole á pasar<br />

por las horcas caudinas. A<strong>de</strong>más, la bancarota aniquila la fortuna <strong>de</strong> los particulares,<br />

<strong>de</strong>sbarata los cálculos <strong>de</strong> la industria y <strong>de</strong>l comercio, interrumpe la circulacion, paraliza la<br />

produccion, mina el crédito privado, y en fin, engendra la miseria pública y calamida<strong>de</strong>s<br />

sin cuento, y provoca la murmuracion justa y la queja <strong>de</strong>stemplada, precursoras <strong>de</strong> la<br />

discordia civil. Como el relámpago prece<strong>de</strong> al trueno, la bancarota prece<strong>de</strong> á la<br />

revolucion.<br />

FIN.

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