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Las Sabanas de Barinas - MinCI

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LAS SABANASDE BARINASPor un oficial inglésCaracas, enero <strong>de</strong> 2006


LAS SABANAS DE BARINASPor un oficial inglés (anónimo)www.mci.gob.vepublicaciones@mci.gov.ve© Ministerio <strong>de</strong> Comunicación e InformaciónAv. Universidad, Esq. El Chorro, Torre Ministerial, Pisos 9 y 10. Caracas. Venezuela.DIRECTORIOMinistro <strong>de</strong> Comunicación e InformaciónYuri PimentelViceministro <strong>de</strong> Estrategia ComunicacionalMauricio RodríguezViceministro <strong>de</strong> Gestión ComunicacionalWilliam CastilloPortadaAdolfo DávilaDiagramaciónJuan Carlos Pérez Escaño / José Luis Díaz JiménezEdiciónAntonio Gutiérrez, Carolina López, Claudia Guerra, Daniela Gómez, Efrén Martín,Elizabeth Gómez, Gabriel González, Germán Villegas, Gloris Guillén, GustavoCastillo, Héctor Terán, José Luis Arvelo, Liyeira Medina, Ma<strong>de</strong>leine Camacho,María Angella Capasso, Mónica Landaeta, Nely Gómez, Ramón Hernán<strong>de</strong>z, RitaMartínez, Rosa Gómez, Sol Miguez, Valentina Figuera.Primera edición MCI, enero 2006. El documento está basado en la publicación realizadapor Ediciones <strong>de</strong> Cultura Venezolana, Caracas, s/f ni nombre <strong>de</strong>l traductor.La Bodoniana Editores. Tiraje: 1.000 ejemplaresImpreso en la República Bolivariana <strong>de</strong> Venezuela


A manera <strong>de</strong> prólogoILa versión e inserción <strong>de</strong> <strong>Las</strong> sabanas <strong>de</strong> <strong>Barinas</strong>, hechas porCULTURA VENEZOLANA, ha sacado tal obra <strong>de</strong>l estrecho círculo<strong>de</strong> lectores que poseían el raro privilegio <strong>de</strong> conocerla, tanto porla escasez <strong>de</strong> sus ejemplares, como por hallarse escrita en idiomapoco difundido entre el público <strong>de</strong> lengua española. Una veztrasladada al castellano, creemos oportuno editarla en forma <strong>de</strong>libro para ponerla a el alcance <strong>de</strong> todos, puesto que la inserciónen las páginas <strong>de</strong> una revista literaria, por popular que sea ésta,siempre se contiene <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> ciertos límites, ora porque elloestá en la índole <strong>de</strong> semejantes publicaciones, ora porque la lentitudcon que se sirve el texto hace que el lector pierda muchasveces el hilo <strong>de</strong> la narración. Trátase, a<strong>de</strong>más, <strong>de</strong> una obra quebien merecería catalogarse en una colección <strong>de</strong> libros raros ycuriosos, por cuanto abarca un período <strong>de</strong> nuestra historia, talvezel menos conocido a causa <strong>de</strong>l campo don<strong>de</strong> hubo <strong>de</strong> <strong>de</strong>sarrollarse,centro <strong>de</strong> vida nómada en <strong>de</strong>siertos dilatados que presentana los ojos y al espíritu la imagen <strong>de</strong>l océano; don<strong>de</strong> elhombre actúa en íntimo consorcio con la naturaleza y encomiendaal instinto la guía <strong>de</strong> sus pasos y <strong>de</strong> sus acciones; arrostraimpávido los peligros que le ro<strong>de</strong>an, bien cuando sojuzga elcaballo cerril que es algo <strong>de</strong> sí propio, su complemento físico enlas faenas <strong>de</strong>l hato; bien cuando reduce el toro <strong>de</strong> ágiles miembrosy agudas astas, que vuela como un pájaro y le amenaza démuerte; bien cuando <strong>de</strong>fien<strong>de</strong> la vacada contra la fiera que seabriga en el bosque o bien cuando esguaza el río o el caño, hervi<strong>de</strong>ro<strong>de</strong> saurios, don<strong>de</strong> el menor riesgo son las aguas que sedilatan sin ribera. Si a este cuadro impreciso <strong>de</strong> la existenciacotidiana <strong>de</strong>l “llanero”, agregáis ahora cuanto os sugiera la imaginaciónpara darle el justo colorido que corresponda a los cruelesdías <strong>de</strong> la guerra, por allá en 1818, cuando las pampas se purpuran<strong>de</strong> sangre, las poblaciones emigran en tropel y no se vive7


sino al amparo <strong>de</strong> la lanza, entonces os habréis dado cuenta <strong>de</strong>lo que significan las páginas <strong>de</strong> este libro en la historia <strong>de</strong> aquellaépoca ignorada en su mayor parte, aunque, respecto a lo militar,posea el exponente máximo, fijado por el propio actor <strong>de</strong>ella, en la famosa Autobiografía.Abstráigase el crítico, si lo quiere, <strong>de</strong> la romántica narraciónque va enlazando las escenas para comunicarles un interésnovelesco, acor<strong>de</strong> con el plan <strong>de</strong> la obra, y aténgase a las <strong>de</strong>scripciones<strong>de</strong> la vida llanera; a los caracteres trazados con firmeza<strong>de</strong> líneas; al elemento sociológico y psicológico —paraintercalar palabras al uso— cuya intervención avalora “<strong>Las</strong>sabanas <strong>de</strong> <strong>Barinas</strong>”. Ello le suministrará buen acopio <strong>de</strong> observacionesconducentes a esclarecer la influencia prepon<strong>de</strong>rante<strong>de</strong>l “catire Páez”; <strong>de</strong>l caudillo en formación, here<strong>de</strong>ro <strong>de</strong>l prestigiomilitar <strong>de</strong> Boves, como alguien lo ha observado, y árbitrofuturo <strong>de</strong> Venezuela, en quien, aún dando por efectivos todos loscargos que le acumulan sus <strong>de</strong>tractores, siempre se impone, afuero <strong>de</strong> rasgo central psicofisonómico, la ten<strong>de</strong>ncia a igualarsecon los mejores que <strong>de</strong>termina la orientación <strong>de</strong> su carrerapública y al cabo le constituye en uno <strong>de</strong> ellos, por cuanto presi<strong>de</strong>el núcleo político más selecto <strong>de</strong>l país durante unas dosdécadas, y en un momento dado personifica la i<strong>de</strong>a nacionalistaque se impuso a <strong>de</strong>specho <strong>de</strong> los gran<strong>de</strong>s resortes morales queponían en juego para contrariarla el po<strong>de</strong>r, la gloria y los ensueñosmagníficos <strong>de</strong>l Libertador.A los hombros <strong>de</strong>l héroe <strong>de</strong> <strong>Las</strong> Queseras se ha echado íntegroel peso abrumante <strong>de</strong> las responsabilida<strong>de</strong>s que implican lossucesos <strong>de</strong>l año 1829; hombros recios, por cierto, pero que nomerecen todo ese agobio <strong>de</strong> Atlante; porque junto a Páez, en elconsejo suyo y en la iniciativa y ejecución <strong>de</strong>l separatismo figuranpróceres, como Soublette, en cuyos cálculos <strong>de</strong>bía influir elamor a Bolívar mucho más que en las reflexiones <strong>de</strong>l caudillo<strong>de</strong> las pampas, cuya personalidad se había forjado lejos <strong>de</strong>lLibertador, ignorándole acaso, durante gran parte <strong>de</strong> la campañare<strong>de</strong>ntora. Faltas las tuvo y tan censurables como se quiera,8


pero hay que aplicarle los simples principios <strong>de</strong> la justicia:“suum cuique tribuere”, a fin <strong>de</strong> que la acción popular, como lofue en suma el repudio <strong>de</strong> 1830, no recaiga a plomo sobre elhombre que ilustró su carrera con hermosos ejemplos <strong>de</strong> civismo.Aun media en <strong>de</strong>scargo <strong>de</strong>l Ciudadano Esclarecido la confesiónpaladina <strong>de</strong> sus errores políticos, hecha por los días <strong>de</strong> lasReformas, cuando civilistas y militaristas le ro<strong>de</strong>an con empeñoy cada partido cifra el propio triunfo en la lanza <strong>de</strong>l Yagual. Noes que ensayemos absolver errores en modo alguno justificables,a cuya ejecución contribuyen agentes diversos, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> elmandatario que se sitúa fuera <strong>de</strong> la ley, hasta la comunidad quelo incita a la rebeldía y la representación nacional que la sancionay aun exagera su celo político más allá <strong>de</strong> todo comedimiento,poseída <strong>de</strong> furor jacobino, pero bien cabe “volver cara” porel héroe popular que tuvo a lo menos la virtud <strong>de</strong> acusarse <strong>de</strong> susextravíos y el empeño <strong>de</strong> redimir el oprobio que echaron sobresí los hombres <strong>de</strong> su generación. Bolívar mismo, gran conocedory domador <strong>de</strong> multitu<strong>de</strong>s como era, se daba justa cuenta <strong>de</strong>la inclinación nacionalista latente en el espíritu <strong>de</strong> los pueblosque se propuso juntar y a tres <strong>de</strong> los cuales agrupó en efecto,bajo un solo pacto político, mientras las circunstancias <strong>de</strong> laguerra exterior propendían a la eficacia <strong>de</strong> su gran pensamiento,<strong>de</strong>squiciado tan pronto como alejándose los riesgos <strong>de</strong> una ofensivapor parte <strong>de</strong> España, reaparecieron las antiguas ten<strong>de</strong>nciasparticularistas que no habían hecho sino ce<strong>de</strong>r en obsequio <strong>de</strong> la<strong>de</strong>fensa común.Nuestro culto al Libertador, la distancia que nos separa <strong>de</strong>lpasado y la magia <strong>de</strong> aquel ensueño grandioso que aun exaltanuestras imaginaciones, contribuyen a velarnos la realidadcuando echamos menos la existencia <strong>de</strong> la gran Patria teóricaque nunca tuvo otro aliento que el <strong>de</strong> su fundador ni otro nexoque el atractivo <strong>de</strong> su nombre sobre los pueblos que la constituían.Pero no era aquella, en síntesis, la única fórmula política<strong>de</strong>stinada a encarnar el pensamiento bolivariano, por cuanto haynuevos caminos abiertos ahora a la diplomacia, que aun <strong>de</strong>svia-9


dos <strong>de</strong>l objetivo <strong>de</strong> la unión integral, pue<strong>de</strong>n conducir a alianzasespirituales y materiales, cuyas consecuencias no <strong>de</strong>sdirían <strong>de</strong>lpropósito primitivo.IIObra <strong>de</strong> autor anónimo, esta novela histórica nos induce<strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego a inquirir quién pudo haberla escrito entre tantosoficiales ingleses como lucharon bajo nuestras ban<strong>de</strong>ras por lalibertad <strong>de</strong>l continente.Es sabido que el autor <strong>de</strong> “<strong>Las</strong> sabanas <strong>de</strong> <strong>Barinas</strong>” escribiótres volúmenes, en el or<strong>de</strong>n siguiente:Volumen I: “Campañas y cruceros”, volumen que abarca elperiodo <strong>de</strong> 1817 a 1830; se publicó junto con los restantes en1831, en Londres, y fue vertido al francés e impreso en París elaño <strong>de</strong> 1837; el público español apenas lo conoce <strong>de</strong>s<strong>de</strong> fines <strong>de</strong>la segunda década <strong>de</strong>l siglo actual, merced a la versión editadaen Madrid y reproducida en CULTURA VENEZOLANA.Volumen II:—“El terremoto <strong>de</strong> Caracas”.Volumen III:—“<strong>Las</strong> sabanas <strong>de</strong> <strong>Barinas</strong>”, que junto con elprece<strong>de</strong>nte llevan el título general <strong>de</strong> “Narraciones <strong>de</strong>Venezuela”. Entresacamos estos apuntes <strong>de</strong> la “Bibliografíavenezonalista”, don<strong>de</strong> se da por <strong>de</strong>sconocido el nombre <strong>de</strong>lautor.La cuestión ha permanecido hasta ahora en el terreno <strong>de</strong> lasconjeturas pero parece comprobado que estos libros fueron obra<strong>de</strong>l capitán Vowell, quien vino a Venezuela con el grado <strong>de</strong>teniente en el cuerpo <strong>de</strong>nominado “Regimiento 1° <strong>de</strong> LancerosVenezolanos”, al mando <strong>de</strong>l coronel Donald Mc Donald, antiguoayudante <strong>de</strong> campo <strong>de</strong>l general Ballesteros en las guerras <strong>de</strong>la Península.La i<strong>de</strong>ntificación <strong>de</strong>l capitán Vowell ha sido obra <strong>de</strong>l doctorLuis Romero Zuloaga, quien ha dado a la publicidad dos disquisiciones,insertas en la prensa diaria, guiado en primer términopor las noticias que obtuvo <strong>de</strong> un profesor extranjero, a quien10


conoció aquí en Caracas. Ya con semejante antece<strong>de</strong>nte se facilitabamucho la empresa, y en efecto, el doctor RomeroZuloaga, familiarizado como está con los autores <strong>de</strong> memoriasinglesas relativas a la época <strong>de</strong> que se trata, inquirió pruebas enellas, hasta poner <strong>de</strong> relieve la personalidad <strong>de</strong>l capitán Vowell,mediante la fijación <strong>de</strong> todos los puntos que así por el contexto<strong>de</strong> “Campañas y cruceros”, como por narraciones <strong>de</strong> otros oficialesbritánicos, <strong>de</strong>linean la figura <strong>de</strong>l antiguo teniente <strong>de</strong>Lanceros.El argumento final, entre los aducidos por el doctor RomeroZuloaga, se funda en el libro <strong>de</strong> memorias Peace, War adAdventure, an Autobiographical Memoir, by George LavalChesterton, Captain in the army of Colombia, don<strong>de</strong> se atribuyeal propio capitán Vowell la aventura corrida <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> labatalla <strong>de</strong> La Puerta por el autor <strong>de</strong> “Campañas y cruceros”. “EnAngostura —dice en la página 141 <strong>de</strong>l tomo II— hice amistadíntima con un capitán Vowell, <strong>de</strong>l ejército colombiano, inglés <strong>de</strong>carácter amable, pero atolondrado, cuya extraña carrera rara vezserá igualada. Estudiaba en una Universidad cuando la muerte<strong>de</strong> cierto pariente le hizo poseedor <strong>de</strong> dos mil libras esterlinas;dueño absoluto <strong>de</strong> esta suma abandonó los estudios, y tocado <strong>de</strong>la manía entonces en boga, resolvió tomar las armas por laemancipación <strong>de</strong> Venezuela. Gastó doscientas libras en su equipoy se embarcó con las mil ochocientas restantes. Semejantecapital en aquel país era para constituirle en un hombre rico;pero, ¡ay! ¡la previsión no era la virtud favorita <strong>de</strong> Vowell! ¡Deuna generosidad sin límites, tanto prestó a algunos amigos ocasionales,y tanto dio a otros que, cuando le conocí en Angosturaapenas dos años <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> su llegada a Suramérica, había sido<strong>de</strong>spojado <strong>de</strong> todo su oro y sólo le quedaba su bien templadosable, para abrirse <strong>de</strong> nuevo el camino <strong>de</strong> la fortuna, si es que enaquel país existía realmente un camino que condujera a aquellameta!“De la vigorosa constitución <strong>de</strong> Vowell pue<strong>de</strong> juzgarse poreste episodio notable <strong>de</strong> su historia: hallándose en operaciones11


con un cuerpo <strong>de</strong> naturales en las llanuras <strong>de</strong>l Apure, <strong>de</strong>scansandouna tar<strong>de</strong> la partida, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> fatigosa marcha, en una hondonadaque él <strong>de</strong>scribía como un valle sin salida, recreábansetranquilamente cuando <strong>de</strong> manera inesperada un gran cuerpo <strong>de</strong>caballería española cayó sobre ellos y rápidamente les acuchillóa todos. Sólo Vowell salió ileso, salvándole su presencia <strong>de</strong>ánimo así: permaneció inmóvil simulando la rigi<strong>de</strong>z <strong>de</strong> la muerte,y los españoles, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> <strong>de</strong>spachar a todos los que vieroncon signos <strong>de</strong> vida, engañados por su artificio, le <strong>de</strong>jaron sinhacerle daño alguno. Permaneció sin mover un músculo, entresus <strong>de</strong>strozados compañeros, hasta que la oscuridad <strong>de</strong> la nochele animó a levantar la cabeza y vio los cadáveres <strong>de</strong>scuartizados<strong>de</strong> sus camaradas y que era él el único sobreviviente.“Arrastrándose salió fuera <strong>de</strong> esta escena <strong>de</strong> carnicería y seencontró solitario y errante en un <strong>de</strong>sierto. Ignorando el caminoque pudiera conducirlo a algún lugar habitado, guióle sólo laesperanza <strong>de</strong> que la provi<strong>de</strong>ncia dirigiera bien sus pasos. Días ydías vagó por aquellos yermos, alimentándose con frutas y raícesy en las noches reposaba en algún árbol corpulento, paraprecaverse <strong>de</strong> las fieras.“Durante dos meses completos este joven agotó en vano todasu paciencia y energía, para salir <strong>de</strong> tan miserable condición. Suaspecto llegó a ser el <strong>de</strong> un hombre salvaje, etc...” (*)IIIEn lo que dice a la versión hecha por Cultura Venezolanasólo no es dado encarecer la cabalidad con que hemos queridollevarla a buen término, sin lagunas que mutilen el texto ni mengüenel mérito documentario <strong>de</strong> la narración. También la hemosacompañado <strong>de</strong> algunas notas para su mejor inteligencia, o <strong>de</strong>stinadasa establecer una línea divisoria entre lo histórico y loimaginativo, empresa no siempre fácil ni aun posible, por tratarse<strong>de</strong> hechos remotos que por lo general no poseen otro antece<strong>de</strong>nteque el comprendido en la propia narración.12


Réstanos sólo expresar nuestra gratitud al doctor VicenteLecuna por la singular <strong>de</strong>ferencia con que nos facilitó el volumen<strong>de</strong> la primera y única edición inglesa <strong>de</strong> “The Savannes ofVarinas”, puesto que obras tan selectas y <strong>de</strong> tanto valor históricoy bibliográfico no suelen salir <strong>de</strong> los anaqueles don<strong>de</strong> se lasconserva a guisa <strong>de</strong> joyas raras y auténticas.(*) La versión que se da en esta cita difiere, cuanto a las circunstancias, <strong>de</strong> la contenidaen el capítulo VI <strong>de</strong> “Campañas y cruceros” (traducción española <strong>de</strong> Luis <strong>de</strong>Terán) pues la aventura ocurrió <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la famosa batalla a que <strong>de</strong>bió Morillo suflamante marquesado <strong>de</strong> La Puerta, y no en las llanuras <strong>de</strong>l Apure; tampoco hubo lo<strong>de</strong> escapar <strong>de</strong> las lanzas enemigas, simulando la muerte, sino que rendido <strong>de</strong> fatiga alpié <strong>de</strong> un arbusto, el capitán Vowell, o quien sea el autor <strong>de</strong> “Campañas y cruceros”,tuvo la singular fortuna <strong>de</strong> no ser visto por sus perseguidores, lo cual le permitió, llegadala noche, empren<strong>de</strong>r tan novelesca fuga y volver por fin, tras innúmeras penalida<strong>de</strong>s,al campamento patriota. No creemos, sin embargo, que tales discrepanciasafecten las <strong>de</strong>ducciones <strong>de</strong>l doctor Romero Zuloaga, cuyas son la cita y la versión <strong>de</strong>Chesterton que hemos insertado, porque el hecho no se altera en lo esencial y existenotros testimonios y pruebas acumulativos, que no se copian en gracia <strong>de</strong> la brevedad.—Nota<strong>de</strong>l traductor.


CAPÍTULO ILOS LLANEROS.— UNA INVASIÓNAyer no más estaba tan quieta y silenciosa esta vastallanura que no podía oírse ni un rumor, fuera <strong>de</strong>l lejanotorrente o <strong>de</strong>l martín rosa cazando en la espesura.Pero, ahora ¡cuánta confusión! Aclamaciones, risas ygritos se mezclan en el viento al relincho <strong>de</strong> los caballos:Un ejército arrullado por la victoria se mantieneaquí firme para aniquilar a los rebel<strong>de</strong>s.— Profetaanónimo <strong>de</strong> KhorassanLos habitantes <strong>de</strong> las llanuras <strong>de</strong> <strong>Barinas</strong> recordarán pormucho tiempo el año <strong>de</strong> 1818, como una época durante la cuallos horrores que invariablemente acompañan a la guerra civil,bajo cualesquiera circunstancias, fueron experimentados porellos con mayor intensidad que en cualquier otro período <strong>de</strong> laagitada revolución <strong>de</strong> Venezuela. <strong>Las</strong> asoladoras luchas <strong>de</strong> losbandos patriota y realista, que combatían uno y otro por el triunfocon la ferocidad implacable que parece caracterizar especialmentelos conflictos entre naciones que <strong>de</strong>scien<strong>de</strong>n <strong>de</strong> abueloscomunes y que hablan una misma lengua, habían sido confinadashasta entonces, en gran parte, a las comarcas más populosasy mejor cultivadas <strong>de</strong>l país, que eran los valles entre las montañas.La amplia extensión <strong>de</strong> sabanas sin caminos, que los nativosllaman los llanos y que se extien<strong>de</strong>n entre los ríos Orinocoy Apure, cortados por numerosos, profundos y rápidos torrentesy parcialmente inundados en cada estación <strong>de</strong> lluvias; no ofrecíanpara intentar la invasión nada más atractivo que los novillosy caballos salvajes que abundan allí.15


Los llaneros —hombres <strong>de</strong> las sabanas— raza sencilla ypacífica, vivían en familias separadas, cada una bajo un jefecomún, a usanza <strong>de</strong> los antiguos patriarcas. Habitaban hatosremotos o granjas <strong>de</strong> ordinario situados a muchas leguas unos <strong>de</strong>otros con el objeto <strong>de</strong> que sus respectivos rebaños tuviesenmayor extensión <strong>de</strong> pastos y al propio tiempo para evitar laintromisión <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> los lin<strong>de</strong>ros <strong>de</strong>l vecino, cosa que nopodría impedirse <strong>de</strong> otro modo en un país don<strong>de</strong> las cercas y aúnlas marcas <strong>de</strong> límites son <strong>de</strong>l todo <strong>de</strong>sconocidas. <strong>Las</strong> ocasiones<strong>de</strong> choque entre los peones <strong>de</strong> las diversas familias eran por consiguienteraras en extremo, mientras la inagotable abundancia<strong>de</strong> ganado salvaje y la facilidad con que en todo tiempo podíanobtenerse caballos y vacas para el uso y subsistencia <strong>de</strong> los habitantes,no daban lugar a piques ni móvil para actos <strong>de</strong> agresióno violencia. Por lo <strong>de</strong>más resultaba evi<strong>de</strong>nte para un observadoratento que la templanza <strong>de</strong> costumbres, característica <strong>de</strong> los llaneros<strong>de</strong> <strong>Barinas</strong>, no obe<strong>de</strong>cía a apocamiento <strong>de</strong> espíritu, sinoque era consecuencia natural <strong>de</strong>l constante trato en que los jóvenesvivían con los mayores <strong>de</strong> su familia, a quienes estabanacostumbrados a rendir obediencia implícita y en cuya presenciaadoptaban habitualmente una actitud respetuosa y tranquila.Aunque usualmente se les llama pastores y se les consi<strong>de</strong>racomo tales, sus hábitos y sistema <strong>de</strong> vida eran en realidad los <strong>de</strong>lcazador, porque siendo <strong>de</strong>l todo salvaje el ganado que constituyesu única riqueza, el trabajo requerido para recogerlo y arrebañarloen la vecindad <strong>de</strong>l hato era necesariamente violento eincesante. Constante ejercicio a caballo; noches pasadas en velapara guardar el ganado, proteger los becerros y potros contrapanteras y jaguares y una indiferencia adquirida contra los rigores<strong>de</strong>l tiempo, todo ello había contribuido ya a prepararlos parala igualmente ruda profesión <strong>de</strong> las armas. Por <strong>de</strong> contado, alinterrumpir la guerra la comunicación entre los llanos y la costamarítima <strong>de</strong> Caracas, quedando paralizado su tráfico habitual <strong>de</strong>mulas, cueros y sebo, sintiéronse inquietos e impacientes por su<strong>de</strong>sacostumbrada inactividad. Todos cuantos eran capaces <strong>de</strong>16


llevar una lanza acudieron en masa a enrolarse bajo la ban<strong>de</strong>ra<strong>de</strong> su paisano José Antonio Páez, quien ya se había distinguidopor su valentía y éxito, como jefe <strong>de</strong> guerrilla, y quien tuvo pocadificultad en disciplinar tan valiosa recluta y en hacer <strong>de</strong> ellosbuenos soldados en el campo <strong>de</strong> batalla.<strong>Las</strong> familias <strong>de</strong> los llaneros, que aún permanecían en casa,aunque abandonadas por los más jóvenes, no corrían peligro <strong>de</strong>pa<strong>de</strong>cer necesidad, porque los viejos y los muchachos, que muya pesar suyo se quedaban rezagados eran capaces <strong>de</strong> abastecerlascon largueza escogiendo <strong>de</strong> vez en cuando alguna terneracerril en el rebaño próximo, la cual, atada con el lazo certero,traían a la cola <strong>de</strong> sus caballos como provisión para el hato. Sinembargo, los amigos <strong>de</strong> aquellos que habían tomado las armassentían la separación mucho más <strong>de</strong> lo que hubiera ocurrido probablementesi el país que los ro<strong>de</strong>aba hubiese sido más populoso,porque en su vida <strong>de</strong> apartamiento la ausencia <strong>de</strong> un soloindividuo <strong>de</strong>jaba un vacío sensible en el círculo familiar, y acausa <strong>de</strong> su casi aislada situación era probable que tuviesen pocao ninguna noticia relativa a los sucesos <strong>de</strong> una guerra en que porvez primera comenzaban a tomarse un profundo y dolorosointerés.A principios <strong>de</strong> este año, Bolívar había pa<strong>de</strong>cido una serie <strong>de</strong><strong>de</strong>rrotas en La Puerta, Rincón <strong>de</strong> los Toros y Ortiz por lo cual elejército patriota se había <strong>de</strong>bilitado mucho, hasta verse obligadoúltimamente a retirarse <strong>de</strong> la provincia <strong>de</strong> Caracas al interior<strong>de</strong> <strong>Barinas</strong>. En consecuencia, el general en jefe español, donPablo Morillo, hubo <strong>de</strong> seguirlo a los llanos con una fuerza formidabley confiando en la posibilidad <strong>de</strong> <strong>de</strong>struir en una campañalos restos <strong>de</strong> los insurgentes, a fin <strong>de</strong> que sus jefes <strong>de</strong>sistiesen<strong>de</strong> incorporarse otra vez a una causa tan <strong>de</strong>sesperada. ComoBolívar sabía muy bien que su ejército, extenuado por bajas yenfermeda<strong>de</strong>s y <strong>de</strong>salentado por frecuentes reveses, era incapaz<strong>de</strong> ofrecer ninguna resistencia efectiva al temido ataque, <strong>de</strong>terminóconfiar la <strong>de</strong>fensa <strong>de</strong> las llanuras a Páez y a su caballería,retirándose con el resto <strong>de</strong> las tropas patriotas, consistentes en17


infantería y artillería, al establecimiento <strong>de</strong> misiones LosCapuchinos, situado en la margen opuesta <strong>de</strong>l ancho y rápidoOrinoco.La alarmante nueva <strong>de</strong> la próxima invasión española seextendíose con velocidad por las pequeñas al<strong>de</strong>as y haciendas<strong>de</strong> las orillas <strong>de</strong> los ríos que separan las llanuras <strong>de</strong> los distritosmontañosos. Los habitantes <strong>de</strong> éstos, muchos <strong>de</strong> los cuales estabanen algún modo ligados a los patriotas, por lo cual teníanbuenas razones para temer la llegada <strong>de</strong> Morillo y <strong>de</strong> su inmisericor<strong>de</strong>tropa <strong>de</strong> invasores, huyeron con precipitación a refugiarseen los hatos, en el fondo <strong>de</strong> las sabanas; su arribo fue saludadocomo un evento feliz por los sencillos y hospitalarios llaneros,quienes encantados con tan insólita e inesperada visita noexperimentaron el más leve temor <strong>de</strong> que ellos también se veríanpronto compelidos a huir ante el azote <strong>de</strong> la guerra.No fué sino al recibir noticia <strong>de</strong> que la ciudad fortificada <strong>de</strong>San Fernando <strong>de</strong> Apure, única plaza importante en los llanos,había sido reducida a cenizas, cuando vinieron a darse cuenta <strong>de</strong>la posibilidad <strong>de</strong> que un ejército invasor penetrase hasta susremotas viviendas. Escaso número <strong>de</strong> ellos había ocasionalmentevisitado San Fernando con motivo <strong>de</strong> las festivida<strong>de</strong>s solemnes<strong>de</strong> la Iglesia, como en la Pascua <strong>de</strong> la Natividad y en PascuaFlorida, trayendo al regreso tan exagerada i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> su fortaleza eimportancia que la noticia <strong>de</strong> su <strong>de</strong>strucción se consi<strong>de</strong>ró casiincreíble. Finalmente <strong>de</strong>spertaron <strong>de</strong> su engaño con la llegada acada hato <strong>de</strong> unos cuantos llaneros que iban <strong>de</strong>l ejército y aquienes Páez, con la paternal solicitud <strong>de</strong> un jefe, había enviadopara advertir a sus respectivas familias <strong>de</strong> la urgente necesidad<strong>de</strong> emigrar inmediatamente, y asimismo para que ayudasen altraslado <strong>de</strong> ancianos e inválidos a una región más inaccesible <strong>de</strong>las llanuras.En verdad había llegado el momento preciso <strong>de</strong> asumir estaprecaución, porque en diversos puntos <strong>de</strong>l horizonte podíanverse ya muy a las claras las columnas <strong>de</strong> humo que ascendían<strong>de</strong> los sitos don<strong>de</strong> antes se levantaban las casas <strong>de</strong> los cercanos18


vecinos; y también comenzaban a aparecer en la sabana variaspartidas <strong>de</strong> emigrados, rumbo a los bosques ribereños <strong>de</strong>lOrinoco, ya perceptibles en algunos lugares hacia el sur, y loscuales ofrecen en aquella ilimitada llanura la propia aparienciaimprecisa entre nube y tierra que se observa a menudo en losmares <strong>de</strong>l trópico. Estos fugitivos, cuando se <strong>de</strong>tenían parareposar, propagaban la alarma <strong>de</strong> la invasión, ya comenzada enefecto, y aumentaban el pánico general refiriendo el difícilmodo como escaparon <strong>de</strong> caer en manos <strong>de</strong> los españoles.Decían que Morillo había atravesado <strong>de</strong> improviso el río Araucapor el paso <strong>de</strong> Merecure y que avanzaba lentamente con laintención manifiesta <strong>de</strong> infligir ejemplar castigo a las familias<strong>de</strong> los llaneros por el formidable refuerzo que ellos habían suministradoúltimamente a la causa patriota.El hato “El Merecure”, perteneciente al rico llanero SilvestreGómez, y situado exactamente en el paso <strong>de</strong>l Arauca por don<strong>de</strong>Morillo penetró en las sabanas burlando la vigilancia <strong>de</strong> Páez,fué por consiguiente el primero que saquearon y quemaron. Lafamilia <strong>de</strong>spertó a eso <strong>de</strong> media noche a causa <strong>de</strong>l insólito ruido<strong>de</strong> las hachas en las selvas <strong>de</strong> la margen opuesta y pudo ver claramente,gracias a la luna <strong>de</strong> verano, que un <strong>de</strong>stacamento enemigoestaba construyendo balsas en el arenoso embarca<strong>de</strong>ro;también pudo oír distintamente el sordo marmullo que <strong>de</strong> modoinvariable <strong>de</strong>nota la proximidad <strong>de</strong> un gran cuerpo <strong>de</strong> soldados;y el ocasional roznido <strong>de</strong> las mulas, semejante al melancólicorebuzno <strong>de</strong>l asno, mezclado con el relincho más alegre <strong>de</strong>l caballoy con los diversos y confusos ruidos que produce el <strong>de</strong>smontar<strong>de</strong> la artillería y la <strong>de</strong>scarga <strong>de</strong> bagajes, la cercioraron <strong>de</strong> queMorillo había escogido aquel <strong>de</strong>sguarnecido y poco frecuentadopaso para atravesar el río.Silvestre Gómez, y Felipe, su hijo mayor, estaban a la sazónausentes <strong>de</strong>l hato, pues algunos meses antes se habían incorporadoa la célebre Guardia <strong>de</strong> Honor <strong>de</strong> Páez; el hijo segundo,muchacho <strong>de</strong> doce años <strong>de</strong> edad, que había quedado enMerecure para cuidar a su madre, cogió y ensilló a prisa los19


pocos caballos que acertaron a estar paciendo cerca <strong>de</strong> la casa,y montando uno <strong>de</strong> ellos corrió a todo correr hacia el campamentopatriota <strong>de</strong> Caujaral para llevarle a Páez la noticia <strong>de</strong> lafeliz maniobra <strong>de</strong> Morillo; la madre y el resto <strong>de</strong> la familiahuyeron hacia el hato <strong>de</strong> su pariente Juan Gamarra, sin tiempopara poner a salvo la más mínima cosa <strong>de</strong> su propiedad, exceptounos pocos ponchos o capas para hombre, con que se arropabanlas mujeres y los niños, y ese tesoro <strong>de</strong>l llanero que es laguitarra familiar.La aparición <strong>de</strong> los fugitivos en el hato <strong>de</strong> los Gamarra contan extravagante atavío y a hora tan inesperada, produjo verda<strong>de</strong>roespanto en sus primos, porque Paulita Gómez y sus hijosjamás fueron vistos por ellos, sino muy raras veces, si es quehabía sucedido así, excepto en las visitas, con sus mejores trajesy entre los regocijos <strong>de</strong> festivas reuniones, mientras ahora se lespresentaban muertos <strong>de</strong> cansancio y <strong>de</strong>mudados por el peligroreciente. El completo <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n <strong>de</strong> sus cabellos, respecto a locual las llaneras son habitualmente muy escrupulosas y el <strong>de</strong>scuidogeneral <strong>de</strong> sus personas causaban sorpresa entre todos eincontenible risa entre los chicos <strong>de</strong> ambas familias, que consi<strong>de</strong>rabancon alegría el proyecto <strong>de</strong> emigración sin ver en todoello sino algo semejante a una regocijada comparsa <strong>de</strong>Carnestolendas.Al frente <strong>de</strong> la cabalgata venía Juanita Gómez, joven y vivarachallanera que en vez <strong>de</strong> traje <strong>de</strong> amazona, traía puesta unacobija <strong>de</strong> su hermano mayor, atavío <strong>de</strong>l todo indispensable porquemontaba a horcajadas (en una silla <strong>de</strong> hombre) con la abuela<strong>de</strong> la familia a las ancas. Sin duda la anciana se preocupabamás con la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> aquella visita mañanera tan intempestiva enque la veían sin sus adornos habituales que por la pérdida <strong>de</strong> laspropieda<strong>de</strong>s <strong>de</strong> hacienda y <strong>de</strong> casa que acababan <strong>de</strong> pa<strong>de</strong>cer,pues se hallaba ya en ese estado <strong>de</strong> segunda niñez respecto alcual es difícil <strong>de</strong>cidir si los ancianos merecen más bien que seles tenga lástima por su chochez, o envidia por la aparente y20


absoluta indiferencia con que soportan toda pena, por nueva ysorpren<strong>de</strong>nte que pueda ser para los <strong>de</strong>más.Seguía la madre en su caballo <strong>de</strong> silla favorito, con un niñodormido en el regazo; y una vieja yegua en cuyos anchos lomosataron <strong>de</strong> prisa algunas mantas, en lugar <strong>de</strong> silla, conducía tresbribonzuelos <strong>de</strong> tez bronceada, como la <strong>de</strong> los indios, por suconstante exposición al sol y al viento <strong>de</strong> la sabana. La ingenuaalegría <strong>de</strong> estos últimos formaba hondo contraste con la graveactitud <strong>de</strong> la abuela y la viva ansiedad <strong>de</strong> la nuera.Merce<strong>de</strong>s Gamarra, mujer <strong>de</strong> mediana edad, y sus tres hijasmayores recibieron a sus primas a las puertas <strong>de</strong>l patio <strong>de</strong> lacasa, con muchos abrazos e impacientes preguntas sobre lo queles había sucedido. Paulita Gómez les dijo, en pocas palabras,que habían huído al ver que los realistas hacían preparativospara pasar el Arauca, agregando que menos <strong>de</strong> una hora <strong>de</strong>spués<strong>de</strong> salir <strong>de</strong>l paso <strong>de</strong> Merecure vió las llamas que se elevaban <strong>de</strong>lhato y que antes <strong>de</strong> apuntar el día tres fogatas en la proximidad<strong>de</strong>l río la convencieron <strong>de</strong> que la obra <strong>de</strong> <strong>de</strong>strucción habíacomenzado ya.Ambas familias convinieron en que era <strong>de</strong> absoluta necesidadalejarse rápidamente <strong>de</strong>l teatro <strong>de</strong> la guerra, pero <strong>de</strong>terminaronesperar hasta el otro día, seguras <strong>de</strong> que sus maridos o sushijos llegarían pronto para ayudarlas en la fuga.N. <strong>de</strong>l T.— <strong>Las</strong> palabras y frases españolas en bastardilla aparecen así en el originalinglés.21


CAPÍTULO IIEL RÍO.— EL PIQUETE AVANZADOLa mañana surge suave y radiosa <strong>de</strong> su velo gris, y lasiesta verá un día sofocante. Cabalgad, espolead,batid la llanura para que el fugitivo huya en vano.—Sitio <strong>de</strong> CorintoEl paso <strong>de</strong> Merecure por don<strong>de</strong> el ejército español estabapenetrando en las sabanas no ofrecía a los ojos <strong>de</strong> un observadorsuperficial nada más que un cuadro <strong>de</strong> bullicio y <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n;sin embargo, el esguazo <strong>de</strong>l río era dirigido por el veteranogeneral Morillo, con ayuda <strong>de</strong> sus compañeros La Torre,Morales y Calzada, y con precisión y regularidad militares.Ellos atendían en persona y en diversos puntos el embarco, <strong>de</strong>sembarcoy subsecuente formación <strong>de</strong> las tropas, operación estaúltima que por ser <strong>de</strong> suma importancia dirigía el propioMorillo, porque se esperaba por instantes un ataque <strong>de</strong> Páez ysus llaneros.Los realistas no habían podido procurarse bote alguno ni eraposible traer pontones <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el Cuartel General <strong>de</strong> Caracas, através <strong>de</strong> las angostas gargantas <strong>de</strong> Villa <strong>de</strong> Cura y por los quebradoscaminos montañosos que conducen <strong>de</strong> Parapara a laregión <strong>de</strong> los llanos. En un <strong>de</strong>sembarca<strong>de</strong>ro fronterizo a la casa<strong>de</strong>l hato y como a un tiro <strong>de</strong> fusil más arriba <strong>de</strong>l paso se ocupabaactivamente en construir balsas un <strong>de</strong>stacamento <strong>de</strong> batidoreso exploradores, cuyas severas facciones gallegas acentuabansu ferocidad con los largos mostachos y amplias barbas queusan siempre esta clase <strong>de</strong> soldados españoles (1). Gran<strong>de</strong>s troncos<strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra arrastrados por las aguas y que las periódicas23


inundaciones habían echado a la orilla, don<strong>de</strong> los secaran losardientes rayos <strong>de</strong> un sol cenital, proveían a los trabajadores <strong>de</strong>abundantes materiales, con sólo <strong>de</strong>spojarlos <strong>de</strong> las ramas superfluasy reducirlos al tamaño requerido. Sobre los ma<strong>de</strong>ros atábanse<strong>de</strong> través gruesas varas <strong>de</strong> bambú, asegurándolas concorreas <strong>de</strong> cuero crudo, proce<strong>de</strong>ntes <strong>de</strong> la piel <strong>de</strong> los novillosmatados para alimentación <strong>de</strong>l ejército. Por este medio se fabricaronbalsas bastantes seguras, propia cada una para conducir <strong>de</strong>veinte a treinta hombres, sentados en filas sobre sus morrales,que ellos se <strong>de</strong>sceñían en previsión <strong>de</strong> cualquier contratiempoproducido por la rapi<strong>de</strong>z <strong>de</strong> la corriente.Mediante una pequeña canoa traída con mulas y por tierra<strong>de</strong>s<strong>de</strong> el río Apure (2), las balsas fueron lentamente remolcadas,dos a dos, hacia el <strong>de</strong>sembarca<strong>de</strong>ro; y una vez ahí, como eraimposible hacerlas regresar contra la corriente, se las <strong>de</strong>sarmabacon el objeto <strong>de</strong> aprovechar las correas, enviadas a la otra orillaen la canoa, mientras los leños seguían el curso <strong>de</strong> las aguas.Por intervalos se juntaba en el paso alguna manada <strong>de</strong> caballosy mulas y lanzándose al río unos cuantos buenos nadadores,cada uno rigiendo una bestia, el resto <strong>de</strong> los animales se veíaforzado a seguirlos por los gritos y golpes <strong>de</strong> los soldados;entonces cruzaban rápidamente a nado, custodiados por la canoaque, conservándose a sotavento <strong>de</strong> ellos, impedía que fuesencorriente abajo y los guiaba al <strong>de</strong>sembarca<strong>de</strong>ro, don<strong>de</strong> salían ala orilla.“With plash, with scramble, and with bound.”<strong>Las</strong> tropas, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> <strong>de</strong>sembarcar, marcharon a través <strong>de</strong> lareja <strong>de</strong> monte que costea el Arauca, hasta la orilla <strong>de</strong> la sabanaabierta. Allí los brillantes rimeros <strong>de</strong> armas dispuestos en hilerasregulares y las numerosas y suaves columnas <strong>de</strong> humo queascendían por entre los árboles, indicaban dón<strong>de</strong> había vivaqueadola vanguardia y se preparaba el rancho matutino.A eso <strong>de</strong> una milla a<strong>de</strong>lante había un palmar don<strong>de</strong> pacíancuarenta o cincuenta caballos ensillados. Dos hileras <strong>de</strong> lanzasclavadas en tierra con ban<strong>de</strong>rolas azules y rojas, flotantes al24


viento <strong>de</strong> la mañana, marcaban el campamento <strong>de</strong> un piqueteavanzado <strong>de</strong> caballería española, mientras algunas fogatas entorno <strong>de</strong> las cuales se agrupaban los soldados, hacían ver quetambién ellos se daban prisa en <strong>de</strong>spachar su rancho, antes queocurriese el grave conflicto en perspectiva. A poca distancia <strong>de</strong>los soldados, pero a la sombra <strong>de</strong> los mismos árboles, estabansentados dos oficiales con uniforme <strong>de</strong> capitán el uno y <strong>de</strong>teniente <strong>de</strong> lanceros el otro, los cuales distraían el tedio <strong>de</strong> lainacción fumando sus cigarros y conversando.El mayor <strong>de</strong> ellos, un español alto y pelirrubio, como <strong>de</strong>veinticinco años <strong>de</strong> edad, mandaba la avanzada; era hijo <strong>de</strong>lgeneral La Torre y compartía ampliamente el odio y <strong>de</strong>sprecio<strong>de</strong> su padre por los nativos <strong>de</strong> Suramérica. Educado <strong>de</strong>s<strong>de</strong> losaños <strong>de</strong> la niñez en guarniciones y campamentos, inicióse <strong>de</strong>s<strong>de</strong>temprana edad en esas escenas <strong>de</strong> disipación y licencia que danfama a los ejércitos <strong>de</strong> la España mo<strong>de</strong>rna. Aunque <strong>de</strong> caráctergeneroso y distante <strong>de</strong> poseer una condición sanguinaria (paralo cual a lo menos la juventud no pue<strong>de</strong> ofrecer ni asomos <strong>de</strong>disculpa), consi<strong>de</strong>raba la rebelión <strong>de</strong> las colonias como un actotan odioso por su propia naturaleza que justificaría casi todogénero <strong>de</strong> castigo que pudiese infligirse a los criollos rebel<strong>de</strong>s.Sin embargo, esta opinión que él aprovechaba toda oportunidadpara repetir con exagerada vehemencia, era teórica en granparte, pues nunca se supo que se hiciese realmente culpable <strong>de</strong>esos extremos <strong>de</strong> rigor militar porque abogaba en abstracto, sinoque por lo contrario se había expuesto en más <strong>de</strong> una ocasión alas reprimendas <strong>de</strong> sus superiores, a causa <strong>de</strong> su <strong>de</strong>sautorizadalenidad atribuida a negligencia culpable, por haber toleradoalguna vez la fuga <strong>de</strong> infelices prisioneros <strong>de</strong> guerra a quienesbien sabía é1 que no se les daría cuartel caso <strong>de</strong> entregarlos aMorillo, a Morales o a su propio padre.Su compañero <strong>de</strong> piquete, algunos años más joven que él,tenía un color más moreno que <strong>de</strong> ordinario, aún para un español.Esta circunstancia, junto con sus ojos negros y penetrantes,sombreados por largas pestañas se<strong>de</strong>ñas, rasgo notable entre los25


indios, dábale más bien apariencia <strong>de</strong> llanero que <strong>de</strong> europeo,punto sobre el cual no <strong>de</strong>jaba lugar a duda la conversación <strong>de</strong>ambos jóvenes.“Estos son, pues, tus tan famosos llanos nativos, Castro!”dijo el mayor; “tu tema constante <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que nos vimos por primeravez en Madrid. ¡Por nuestra Señora <strong>de</strong> Zaragoza! Muypoco <strong>de</strong> pintoresco alcanzo a <strong>de</strong>scubrir en ellos; dadme más bienuna Alameda, aunque sea el más triste <strong>de</strong> todos los paseos <strong>de</strong>Caracas, con preferencia a estos <strong>de</strong>siertos que, evi<strong>de</strong>ntemente,no tienen fin sino en los pantanos ni habitantes <strong>de</strong> ninguna clasefuera <strong>de</strong> venados y novillos salvajes. No hemos visto ni una casa<strong>de</strong>s<strong>de</strong> que penetramos en las sabanas, salvo las pocas que losexploradores quemaron esta mañana, sin duda contrariados alver que no había allí nadie para recibirlos. Confieso que no llegoa compren<strong>de</strong>r cómo espera Morillo encontrar aquí un enemigoque merezca todo este aparato y marchas forzadas. Dime seriamente,camarada, ¿insistes en sostener que ese Páez, el famosotoreador <strong>de</strong> que tanto hablan, se atreva a abandonar el refugio <strong>de</strong>sus lodazales para enfrentarse a las tropas <strong>de</strong> Fernando?”“Han transcurrido algunos años <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que lo vi por últimavez, don Pedro”, contestó el teniente; “cuando salí <strong>de</strong> Caracasen 1814 (3) aún no se había incorporado a los insurgentes, peropor lo que sabía <strong>de</strong> él primero y por la fama que le granjean enesta región su valor y arrojo, no tengo la menor duda <strong>de</strong> que loveremos tan pronto como sepa que hemos cruzado el Arauca.Temo que Morillo confíe <strong>de</strong>masiado cuando espera marchar porlos llanos sin interrupción y regresar a Caracas <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> un mescon la cabeza <strong>de</strong> Páez, como lo prometió a las tropas en su proclama<strong>de</strong> <strong>de</strong>spedida”.“Todo eso son preocupaciones tuyas, Castro”, replicó LaTorre, “y por cierto muy naturales, porque yo sospecho íntimamenteque tu corazón está más que inclinado a <strong>de</strong>searnos malasuerte <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que pisamos las sabanas; temo que un día quebrantetu fi<strong>de</strong>lidad esa primita rebel<strong>de</strong>, la casa <strong>de</strong> cuyo padre trataste<strong>de</strong> salvar esta mañana <strong>de</strong> su muy merecida suerte. Estaba muy26


ien que te cruzaras billetes <strong>de</strong> amor con la bella Juanita mientraslos llanos se hallaban tranquilos y nosotros pacíficamente<strong>de</strong> guarnición en Caracas, pero cuidado con una indiscreciónsemejante ahora que estamos en el campamento y en la vecindad<strong>de</strong> tus parientes. ¡Caramba! Morillo tiene poca simpatía porlos enamorados y si llega a saber por sus espías, que como túsabes los tiene en cada regimiento <strong>de</strong>l ejército, o a sospecharsiquiera que llevas alguna correspon<strong>de</strong>ncia secreta con los chucutos(4), varón o hembra, cuyo solo nombre abomina, eres unllanero perdido!”“Si yo no estuviera bien convencido <strong>de</strong> tu pundonor”, LaTorre, “me inclinaría a sospechar que había hecho una malaelección al tomarte por confi<strong>de</strong>nte; pero nada temas respecto ami lealtad, bien que <strong>de</strong>bo confesarte que si no fuera por la esperanza<strong>de</strong> ver <strong>de</strong> nuevo a Juanita Gómez, me habría gustadomucho que nuestro cuerpo hubiera sido enviado a México, alPerú o a cualquiera otra parte y no estar en servicio efectivocontra mis parientes y antiguos amigos; pero ya que así ha sucedidoconfía en que me hallarás en todo tiempo tan fiel al grito<strong>de</strong> guerra <strong>de</strong> “¡Santiago, y cierra, España!” como si hubieranacido en Madrid”.“Estoy lejos <strong>de</strong> discutir eso, camarada, y créeme que hastenido fortuna en contarme a mí por confi<strong>de</strong>nte y amigo, ennuestras actuales circunstancias. Mi padre —¡Dios lo guar<strong>de</strong>!—me ha prometido procurarme el honor, como dice él (aunque mepermito diferir <strong>de</strong> su parecer tanto en este punto como en algunosotros más) <strong>de</strong> mandar un piquete avanzado o partida <strong>de</strong>reconocimiento, tan pronto como pueda hacerlo convenientemente,sin exponerse a que lo tachen <strong>de</strong> parcialidad. Como no<strong>de</strong>jarán <strong>de</strong> presentárseme frecuentes oportunida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> hacer prisioneros,te daré como mensajero para la bella Juanita a cadauno <strong>de</strong> los que yo pueda ingeniarme en salvar, aunque procediendoasí incurra en la <strong>de</strong>saprobación <strong>de</strong>l alto y po<strong>de</strong>rosoMorillo. Por ahora, como es claro que no hay esperanzas <strong>de</strong>marchar hoy, según se ve por la fastidiosa manera cómo se está27


practicando el paso <strong>de</strong>l ejército, resuélvete a matar el tiempoexplicándome la causa <strong>de</strong> que siendo siendo tú un llanero <strong>de</strong>nacimiento estés en armas por el Rey; tú eres, si no me engaño,el único nativo <strong>de</strong> <strong>Barinas</strong> que hay en nuestro ejército, aunquetenemos muchos realistas <strong>de</strong>cididos <strong>de</strong> los valles <strong>de</strong> Bogotá yPopayán”.“Con gusto, don Pedro, y lo más pronto posible, porque talvez así logre una tregua a tus burlas”.(1) Los llaneros <strong>de</strong> Páez capturaron algunos <strong>de</strong> estos exploradores españoles enel paso <strong>de</strong> Nutrias, cerca <strong>de</strong> Mantecal, en el invierno <strong>de</strong> 1817 y contra su acostumbradapráctica les perdonaron la vida; Páez les preguntó a sus hombres por qué habíancesado en la guerra a muerte, a lo cual contestaron que su conciencia no les permitíamatar frailes capuchinos.(2) El propio Páez refiere así en su Autobiografía el pasaje <strong>de</strong>l Arauca por las tropas<strong>de</strong> Morillo: “Allí (en el paso Marrereño) tenía yo situado al comandante FernandoFígueredo con un escuadrón <strong>de</strong> carabineros, a distancia <strong>de</strong> tres o cuatro leguas <strong>de</strong> micuartel general. Aquel jefe fue atacado vigorosamente con artillería e infantería y resistiócon admirable <strong>de</strong>nuedo, pero sin po<strong>de</strong>r impedir que los realistas pasaran el río porotro punto a media milla más abajo <strong>de</strong>l paso Marrereño, en seis canoas que habían sidotraídas <strong>de</strong> San Fernando”. A la versión <strong>de</strong> la Autobiografía pue<strong>de</strong> agregarse la que ofreceel mismo autor <strong>de</strong> esta narración, en sus “Campañas y cruceros” obra vertida al castellanopor el literato español Luis Terán: “Frente a Caujaral, los patriotas habían hechofortificaciones, compuestas en parte <strong>de</strong> toneles <strong>de</strong> azúcar, sal, etc., que habían sido abandonadospor los comerciantes y sobre los que montaron algunos cañones. Como Morillono tenía artillería, no pudo intentar atravesar el Arauca por aquel lugar; sin embargo, trasunos días empleados en maniobras, logró pasar por el hato <strong>de</strong>l Merecure, a una jornada<strong>de</strong> marcha <strong>de</strong> Caujaral”. Restrepo habla también, con alguna extensión, <strong>de</strong>l esguazo <strong>de</strong>lArauca por los españoles, en el capítulo X, tomo II <strong>de</strong> su Historia <strong>de</strong> Colombia. Los realistasdieron gran importancia a este suceso: “El 1° <strong>de</strong> febrero en la tar<strong>de</strong> (1819), diceRodríguez Villa en su estudio biográfico <strong>de</strong> Morillo, se pusieron las divisiones en marchahacia San Juan <strong>de</strong> Payara, llevando siete canoas, conducidas a cola <strong>de</strong> caballo, paraejecutar el dificultoso y atrevido paso <strong>de</strong>l Arauca”. El biógrafo <strong>de</strong>l Pacificador <strong>de</strong>rrochamucha tinta en loor <strong>de</strong> este suceso que no tuvo ninguna consecuencia trascen<strong>de</strong>ntal.—Nota <strong>de</strong>l traductor.28


(3) Para 1814 Páez figuraba ya en el ejército patriota, en cuyas filas se alistó en1810, según consta por su Autobiografía. El héroe <strong>de</strong> <strong>Las</strong> Queseras asegura, asimismo,que nunca sirvió a las ór<strong>de</strong>nes <strong>de</strong> los realistas y en abono <strong>de</strong> ello aduce buenaspruebas. El Llanero, estudio atribuido al doctor Daniel Mendoza, y editado recientementepor la Editorial América, <strong>de</strong> Madrid, aporta una versión que no carece <strong>de</strong> positivointerés acerca <strong>de</strong> los primeros ensayos <strong>de</strong> Páez como jefe <strong>de</strong> guerrilla. Parece quepor los años <strong>de</strong> 1809 a 1810 hubo una sublevación en el sitio La Huerfanita, don<strong>de</strong>residía toda la gleba y parte <strong>de</strong>l peonaje libre <strong>de</strong>l hato Banco Largo, situado en la riberaocci<strong>de</strong>ntal <strong>de</strong>l río Portuguesa. Pertenecía el hato a Gualberto RodríguezMontenegro, socio mercantil <strong>de</strong> otro gana<strong>de</strong>ro, Miguel López, español criado y crecidoen las márgenes <strong>de</strong> aquel río, y que llevaba su crueldad con los esclavos hastaponerles su marca con un hierro can<strong>de</strong>nte en la mejilla <strong>de</strong>recha. Páez había llegado aBanco Largo un día 4 <strong>de</strong> febrero y pernoctó en La Huerfanita, o tomó ramada, para<strong>de</strong>cirlo a estilo llanero, viniendo <strong>de</strong>l hato La Calzada con un rebaño <strong>de</strong> ganado vacunoque conducía al Guárico. El doctor Mendoza, dice: “Sea que estuviesen oprimidospor el coronel Gonzalo <strong>de</strong> Orozco, que era el encargado general <strong>de</strong> Rodríguez, sea porque éste apoyaba en todo las trapacerías y atentados contra los intereses y contra elhonor <strong>de</strong> los colindantes, cometidos a diario por Miguel López, es lo cierto que aquellanoche estalló el alzamiento. El futuro general Páez que, aún siendo ya caporal enel hato La Calzada, estaba muy a disgusto con sus superiores, hizo causa con los sediciosos,y a la hora que se formó el alboroto fue el primero en levantarse, tomar lalanza y dirigirse al lugar don<strong>de</strong> la negrada daba gritos y hacía gestos <strong>de</strong> rebelión.” Enel motín resultó muerto a manos <strong>de</strong> un indio, el coronel Orozco y el caporal <strong>de</strong> LaCalzada organizó al día siguiente unos 350 hombres a caballo, primera tropa qué letocaba dirigir y con la cual emprendió una verda<strong>de</strong>ra campaña que, tras muchas peripecias,hizo <strong>de</strong>stacar al catire Páez, futuro caudillo <strong>de</strong> las pampas y “fundador <strong>de</strong>lpo<strong>de</strong>r civil en Venezuela”. —Nota <strong>de</strong>l traductor.(4) Chucuto (‘chocuto’ en el original inglés) es un término <strong>de</strong>spectivo con que losespañoles y, en general, todos los realistas acostumbraban <strong>de</strong>signar a los insurgenteso patriotas. La palabra significa literalmente <strong>de</strong>srabotado y por lo común se aplica eneste sentido a los caballos; pero se le empleó en alusión a que la mayor parte <strong>de</strong> loscriollos que componían los primeros cuerpos irregulares in<strong>de</strong>pendientes se cortabanel pelo al rape. Es una coinci<strong>de</strong>ncia notable que los realistas <strong>de</strong> la época <strong>de</strong> Cronwellaplicaran el calificativo <strong>de</strong> cabezas redondas a sus adversarios; y más tar<strong>de</strong> aún, alsobrenombre <strong>de</strong> motilones (croppies) tuvo origen en una moda semejante.29


CAPÍTULO IIINARRACIÓN DEL CRIOLLO REALISTATodo se lo conté, aun <strong>de</strong>s<strong>de</strong> los días <strong>de</strong> mi infanciahasta el propio instante en que me rogó que se lo refiriera:nárrele los sucesos más infaustos y con ellotoda la historia <strong>de</strong> mis viajes.—Otelo (1)Mi padre, don Toribio Castro, fue gobernador <strong>de</strong> SanFernando <strong>de</strong> Apure, la ciudad que Páez redujo a cenizas lasemana pasada con el único propósito <strong>de</strong> privar a nuestro ejército<strong>de</strong> un centro para hospitales y almacenes (2). Nació en laciudad <strong>de</strong> Ubeda, en Andalucía, pero por muchos años estuvoresi<strong>de</strong>nciado en <strong>Barinas</strong>, don<strong>de</strong> casó con una hermana <strong>de</strong>Silvestre Gómez, uno <strong>de</strong> los principales criadores <strong>de</strong> estas mismassabanas. Mi madre murió mientras yo era todavía niño y fuicriado y levantado en el hato <strong>de</strong> Merecure, el cual consi<strong>de</strong>résiempre como mi propia casa. Como San Fernando era el mástriste <strong>de</strong> todos los lugares posibles, salvo tal vez porCarnestolendas o en las fiestas <strong>de</strong>l santo patrón, épocas en quesolían visitarlo los criadores y sus familias, proce<strong>de</strong>ntes <strong>de</strong> laspróximas al<strong>de</strong>as <strong>de</strong> Apurito y San Juan <strong>de</strong> Payara, nunca mesentí más dichoso que cuando estaba con mis primos en el hato.A pesar <strong>de</strong> tus i<strong>de</strong>as, La Torre, tengo el convencimiento <strong>de</strong> quete gustarían las francas y hospitalarias costumbres <strong>de</strong> los llaneros;y por lo que dice a entretenimientos, toda su vida se parecea la <strong>de</strong> los cazadores, que yo sé te <strong>de</strong>leita tanto a ti como a mí.“Así como iba <strong>de</strong>sarrollándome, adiestrábame en todos losejercicios <strong>de</strong>l país, tales como domar un potro cerril, hazañasuprema <strong>de</strong>l llanero, y práctica utilísima. En verano apenas31


transcurría una semana sin una lidia <strong>de</strong> toros o una cacería <strong>de</strong>tigres. El primero <strong>de</strong> estos ejercicios no es un espectáculoinofensivo y <strong>de</strong>sanimado como se ve en los coliseos españoles,porque al bicho se le <strong>de</strong>ja libre en plena sabana, don<strong>de</strong> tiene bastantecampo para aprovechar su ímpetu y ligereza, aspecto bajoel cual los <strong>de</strong> <strong>Barinas</strong> superan con frecuencia a un caballo.“En la estación lluviosa, cuando los llanos permanecen por loregular anegados durante tres meses, todas las casas, construidassobre pequeñas eminencias, se ven aisladas por completomientras dura la inundación, aunque el invierno esté lejos <strong>de</strong>mostrarse en todo su rigor. Entonces las crecientes expulsan,poco a poco, <strong>de</strong> los bajíos los rebaños <strong>de</strong> reses bravías, los cualestienen que acogerse a los únicos parajes secos que pue<strong>de</strong>nhallarse, y en consecuencia no nos veíamos en el caso <strong>de</strong> ir tanlejos a caballo y todos los días para traer un novillo <strong>de</strong>stinado alconsumo <strong>de</strong> la familia. A<strong>de</strong>más nunca nos faltaba que hacer,fabricando o reparando nuestras sillas, tejiendo cabestros <strong>de</strong>cerda y torciendo esas preciosas riendas <strong>de</strong> cuero <strong>de</strong> caballo tansolicitadas en las comarcas montañosas. Nuestras noches transcurríanalegremente en la extensa sala <strong>de</strong>l hato con los bailes <strong>de</strong>lpaís, tales como El Bambuco y La Zambullidora, muy superioresa las rígidas contradanzas y afectados boleros <strong>de</strong> Europa; lasllaneras son célebres por su <strong>de</strong>streza en tocar la guitarra y elarpa y por su canto <strong>de</strong> los aires nacionales.“Cuando casi había cumplido los diecisiete años mi padreenvió por mí inesperadamente para que lo acompañara aCaracas. La rebelión que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces asumiera tan formidableaspecto, apenas había sido <strong>de</strong>tenida en su <strong>de</strong>sarrollo, pero nosofocada, por las severas y enérgicas medidas <strong>de</strong> Montever<strong>de</strong>.Un cuerpo consi<strong>de</strong>rable <strong>de</strong> tropas, formado en Nueva Granadapor el infatigable insurgente Simón Bolívar, logró obtener algunasventajas sobre las fuerzas <strong>de</strong>l Rey en las provincias <strong>de</strong>Cumaná y Barcelona (3) y por haber ocurrido algunos <strong>de</strong>sór<strong>de</strong>nesen las cercanías <strong>de</strong> San Fernando, Montever<strong>de</strong> creyó oportunocitar a don Toribio, como gobernador <strong>de</strong> aquella plaza, para32


que compareciera personalmente ante la Audiencia, a fin <strong>de</strong>contestar a ciertos interrogatorios sobre el asunto. Aunque yohabía ansiado mucho tiempo visitar la capital <strong>de</strong> Venezuela vientonces con sorpresa que la ocasión tan <strong>de</strong>seada a menudo,mientras no existieron probabilida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> lograrla, estaba ahoralejos <strong>de</strong> producirme el contento que yo me prometiera <strong>de</strong> antemano.“Adivino por tu sonrisa irónica que esperas oír el relato <strong>de</strong>una escena <strong>de</strong> <strong>de</strong>spedida pero te conozco <strong>de</strong>masiado bien paraaventurar nada semejante a una <strong>de</strong>scripción sentimental. Baste<strong>de</strong>cir que entonces me di cuenta por primera vez <strong>de</strong> que la predilecciónque sentía por mi prima Juanita era más ardiente queel afecto fraternal que yo imaginaba. A no haber sido por estaseparación inesperada, probablemente podríamos haber continuadobailando juntos todas las noches y viviendo en toda laintimidad <strong>de</strong> tan estrecho trato, sin concebir un pensamiento queexcediera los límites <strong>de</strong> la amistad; sin embargo, pronto olvidémis pesares ante la escena <strong>de</strong> encantamiento, tan nueva para mí,que ofrece la primera vista <strong>de</strong> una gran ciudad. El bullicio ymagnificencia <strong>de</strong> Caracas, que me sorpren<strong>de</strong> aun <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>haber visitado a Europa, asómbrame y arrebatóme tanto a mícomo <strong>de</strong> modo evi<strong>de</strong>nte disgustaba y contrariaba a mi padre,cuyo adusto y melancólico temperamento se había agravado conla pérdida <strong>de</strong> mi madre, a quien amaba con ternura; habíase tornadohuraño, casi misántropo a causa <strong>de</strong> los hábitos <strong>de</strong> soledady aislamiento adquiridos en su remoto gobierno <strong>de</strong> provincia.“Al llegar a Caracas fuimos a casa <strong>de</strong>l corresponsal y paisano<strong>de</strong> mi padre, don Gaspar Herrera, en la Calle <strong>de</strong> losCapuchinos. Era un comerciante rico que por largo tiempohabía actuado como agente en la negociación <strong>de</strong> mulas, cuerosy otros productos semejantes <strong>de</strong> los llanos que mi padre y susrelacionados <strong>de</strong> <strong>Barinas</strong> acostumbraban remitir a la capital paraven<strong>de</strong>rlos. Don Gaspar adunaba en sus costumbres la pompa yaltivez <strong>de</strong> un hidalgo español con la vanidad y los humos <strong>de</strong>importancia, fundados en la posesión <strong>de</strong> la riqueza, propios <strong>de</strong>33


un comerciante <strong>de</strong> Caracas. Aunque sinceramente ligado a mipadre por los vínculos <strong>de</strong> un antiguo conocimiento y amistad,apenas podía ocultar su <strong>de</strong>sdén por la vida apartada <strong>de</strong> un gobernador<strong>de</strong> provincia, <strong>de</strong> tal modo que su sentimiento <strong>de</strong> superioridadno llegaba a <strong>de</strong>svanecerse <strong>de</strong>l todo ni por el respeto quemerecía don Toribio ni por su origen europeo, distinción nopequeña, como tú bien sabes, en las ciuda<strong>de</strong>s coloniales.“Me hizo el honor <strong>de</strong> interesarse mucho por mí, lo cual <strong>de</strong>bíalisonjearme, a su modo <strong>de</strong> ver; pues halagábale sin duda la instintivaadmiración que profesaba yo a su gran conocimiento <strong>de</strong>lmundo. Al propio tiempo se valía <strong>de</strong> todas las oportunida<strong>de</strong>spara echarme en cara mi rústica educación, por medio <strong>de</strong> constantesalusiones a mi mauvaise honte, <strong>de</strong>fecto que por <strong>de</strong> contadorevelaría yo, algo a las claras, en la alegre sociedad en queahora figuraba por primera vez. Cuando en conversación con mipadre, hacía tema frecuente <strong>de</strong> lamentaciones el que yo estuviera,como él <strong>de</strong>cía, enterrado vivo en los Llanos, y era tanta suinsistencia sobre la necesidad <strong>de</strong> que conociese la vida y vieraalgo <strong>de</strong>l mundo que don Toribio no podía <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> admitir, aunque<strong>de</strong> mala gana, que sería una injusticia privarme <strong>de</strong> toda probabilidad<strong>de</strong> hacer figura confinándome, a mis años, al sólo trato<strong>de</strong> los llaneros.“Mi padre, al comparecer ante la Audiencia, dio cuenta satisfactoria<strong>de</strong> su gobierno. El Capitán General lo <strong>de</strong>spidió conmuchos elogios y con el encarecimiento <strong>de</strong> que no perdiesetiempo en su regreso a San Fernando, porque su presencia seconsi<strong>de</strong>raba allí <strong>de</strong> mucha importancia para el mantenimiento<strong>de</strong>l or<strong>de</strong>n, a causa <strong>de</strong>l mal estado <strong>de</strong> los asuntos públicos. DonGaspar reiteró entonces sus consejos e instancias ofreciendocolocarme en su casa <strong>de</strong> comercio y dirigir personalmente mieducación mercantil; finalmente arrancó a don Toribio su involuntarioconsentimiento para que me <strong>de</strong>jase en Caracas.“Mi padre <strong>de</strong>spidióse <strong>de</strong> mí con manifestaciones <strong>de</strong> cariñoque no eran usuales en él, pues sus hábitos reservados me habíanhecho dudar a menudo si en realidad me quería o no. Me34


ecomendó mucho al cuidado <strong>de</strong> don Gaspar, expresando el<strong>de</strong>seo <strong>de</strong> que me guiase en todo por sus consejos, pues teníaconfianza absoluta en su pru<strong>de</strong>ncia y discreción. Poco <strong>de</strong>spuéssalió para San Fernando, or<strong>de</strong>nándome que le escribiera portodas las oportunida<strong>de</strong>s; <strong>de</strong>sgraciadamente encontrábase tangastado <strong>de</strong> cuerpo y espíritu que contrajo una fiebre en Ortiz yapenas pudo llegar a Calabozo, rumbo a los Llanos, cuandomurió. Empleó sus últimos momentos en dictar una carta paramí, en la cual <strong>de</strong>signaba a don Gaspar como tutor mío, y medaba las instrucciones conducentes al reclamo <strong>de</strong> cierta propiedadque le pertenecía a inmediaciones <strong>de</strong> la ciudad <strong>de</strong> Córdoba.“Mi pesar por su muerte, aunque intenso al principio, fuénecesariamente transitorio, pues en toda mi vida, sólo rarasveces y a largos intervalos estuve en compañía suya, antes <strong>de</strong>nuestro viaje juntos <strong>de</strong> San Fernando a Caracas, y aun <strong>de</strong>bo confesarque la reserva, por no <strong>de</strong>cir severidad, <strong>de</strong> sus costumbres,mantuviéronme siempre ansioso <strong>de</strong> huir <strong>de</strong> su lado para irmecasa <strong>de</strong> mis primos <strong>de</strong> Merecure. La rutina constante <strong>de</strong> losnegocios mercantiles que ahora absorbía mi atención durante eldía y la alegría y francachela que por todas partes reinaban enCaracas por la noche y en las cuales me inicié pronto, <strong>de</strong>svanecieronen breve toda huella <strong>de</strong> hondas pesadumbres en mi espíritu.Don Gaspar, que bondadosamente trataba <strong>de</strong> disipar la tristezaque suponía embargarme, presentóme a varios jóvenescaraqueños <strong>de</strong> mi misma edad, quienes pronto lograron quitarmela mauvaise honte que tanto le había preocupado a mi llegada<strong>de</strong> los llanos.“La mayor parte <strong>de</strong> los oficiales españoles <strong>de</strong> guarnición enCaracas, asistían con frecuencia a las comidas y tertulias quetenía orgullo en ofrecer mi tutor. Su conversación versaba generalmentesobre el esplendor y placeres <strong>de</strong> Madrid, Sevilla yotras ciuda<strong>de</strong>s famosas <strong>de</strong> España, haciendo como he puesto enclaro <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces, exageradísimas pinturas <strong>de</strong> la riqueza yfelicidad que se disfrutaban allí. Todo paralelo que acertaban aestablecer entre Sur América y Europa, se <strong>de</strong>cidía por unanimi-35


dad en favor <strong>de</strong> la segunda, opinión siempre compartida por donGaspar, <strong>de</strong> modo que, poco a poco, me fuí acostumbrando a vercon <strong>de</strong>sprecio la tierra <strong>de</strong> mi nacimiento y a acariciar como unsueño el constante <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> trasladarme a España. Entre losjóvenes <strong>de</strong> Caracas se consi<strong>de</strong>raba entonces <strong>de</strong> buen gusto elimitar en cuanto fuese posible los modales y la pronunciaciónespañoles y afectar <strong>de</strong>sdén por todo lo colonial.“Comencé por entonces a importunar a mi tutor para que mepermitiera hacer un corto paseo por España; ansiaba visitar aUbeda, ciudad natal <strong>de</strong> mi padre, cerca <strong>de</strong> la cual tenía él un tío,vivo aún, pero <strong>de</strong> quien no había vuelto a recibir noticias, acausa <strong>de</strong> que lo ofendió mortalmente su casamiento con unacriolla. Tú bien sabes con cuanto horror se ve hoy mismo estaclase <strong>de</strong> uniones en la mayor parte <strong>de</strong> España, circunstancia queno causa asombro, puesto que el Consejo <strong>de</strong> Indias en informesolemne hecho no há muchos años a la Regencia <strong>de</strong> Cádiz, respectoa los naturales <strong>de</strong> estas colonias, no tuvo escrúpulos encalificarlos como una horda <strong>de</strong> salvajes y brutos, indignos <strong>de</strong>lprivilegio <strong>de</strong>l bautismo y muy poco superiores al orangután, sies que lo superan, en cualida<strong>de</strong>s intelectuales y personales.“Mi <strong>de</strong>seo estaba lejos <strong>de</strong> disgustar a don Gaspar, porqueorgulloso como se sentía <strong>de</strong> su patria, halagábasele con todapredilección que se la mostrara; sin embargo, vaciló algún tiempoa causa <strong>de</strong> mi juventud e inexperiencia, aunque al fin mis reiteradasinstancias le persuadieron a prometerme que si podíaobtener permiso <strong>de</strong>l Capitán General <strong>de</strong> Caracas, me embarcaríapara España en el transcurso <strong>de</strong> un mes, a bordo <strong>de</strong> uno <strong>de</strong>los galeones <strong>de</strong> registro, bajo la vigilancia <strong>de</strong> un sobrecargoconfi<strong>de</strong>ncial a quien había encomendado un valioso cargamento<strong>de</strong> frutos que estaba a punto <strong>de</strong> expedir para Cádiz. En consecuenciase hicieron, gestiones a favor mío ante el generalMontever<strong>de</strong> y dadas por mi tutor las garantías habituales, minombre fue inscrito en la lista <strong>de</strong> criollos a quienes se concedíapermiso para visitar a Europa.36


“De buen grado hubiera ido yo hasta los llanos con el objeto<strong>de</strong> <strong>de</strong>spedirme <strong>de</strong> mis primos en el tiempo que faltaba para lasalida <strong>de</strong>l galeón, pero don Gaspar ni siquiera quiso que lehablasen <strong>de</strong> ello, alegando el temor <strong>de</strong> que yo volviese a caer enla antigua rusticidad que con tanto trabajo me había corregido;por mi parte temí importunarlo <strong>de</strong>masiado con mi insistencia nofuese a disgustarse hasta el extremo <strong>de</strong> negarme el permiso quetan difícil me había sido obtener para el viaje a Europa; no obstante,escribí a mi tío Silvestre por un correo que llevaba pliegospara el nuevo gobernador <strong>de</strong> San Fernando, y recibí respuestala propia víspera <strong>de</strong> la salida <strong>de</strong>l galeón. La carta <strong>de</strong> misprimos abundaba en <strong>de</strong>seos cariñosos por mi feliz arribo aEspaña y pronto regreso, recomendándome que nunca olvidasela tierra <strong>de</strong> mi madre que era también mi tierra natal; a<strong>de</strong>más mereprochaban afectuosamente por haberme <strong>de</strong>jado inducir <strong>de</strong>algún extraño a marcharme <strong>de</strong> Sur América sin hacer una visita<strong>de</strong> <strong>de</strong>spedida a Merecure.“Cuando hube recibido el indispensable pasaporte, donGaspar me acompañó la misma tar<strong>de</strong> al puerto <strong>de</strong> La Guaira,don<strong>de</strong> el barco estaba listo para darse a la mar y me encomendóal cuidado <strong>de</strong> su sobrecargo con tanta indiferencia como si yohubiese sido uno <strong>de</strong> sus zurrones <strong>de</strong> cacao, proce<strong>de</strong>ntes <strong>de</strong>Aragua. Casi todas las <strong>de</strong>scripciones <strong>de</strong> viajes consisten meramenteen comentarios acerca <strong>de</strong> los habituales cambios <strong>de</strong> tiempoexperimentados al cruzar el océano, por lo cual te ahorraré elrecuento <strong>de</strong>l mío. Supónme, pues, <strong>de</strong>sembarcado en Cádiz yprocurando inútilmente <strong>de</strong>scubrir la superioridad en esplendor yhasta en comodidad <strong>de</strong> los edificios españoles sobre los <strong>de</strong>Caracas, como se me había acostumbrado a esperar.“¡Santa María!, amigo Castro”, interrumpió La Torre, “ésteexordio tuyo huele mucho a regionalismo; no me sorpren<strong>de</strong>ríaoírte gritar ¡Viva la Patria! Uno <strong>de</strong> estos días ¿Te atreves a compararseriamente a Caracas con Cádiz?” “No sólo a compararlas,compañero, sino a preferir <strong>de</strong>cididamente la primera. Piensapor un momento en pasar un día <strong>de</strong> bochorno, como parece que37


será éste, en las angostas y asquerosas calles <strong>de</strong> Cádiz, en quealtas hileras <strong>de</strong> casas a uno y otro lado impi<strong>de</strong>n la circulación <strong>de</strong>toda ráfaga <strong>de</strong> aire y luego recuerda los espaciosos patios sombreados,por naranjos y limoneros y los corredores refrescadospor las fuentes, que poseemos en Caracas, y confesarás quetengo razón.“Como mi permanencia en España estaba limitada a tresmeses, al cabo <strong>de</strong> los cuales el sobrecargo <strong>de</strong> don Gaspar <strong>de</strong>bíaregresar a Caracas, no perdí tiempo, al llegar a Cádiz, en salirpara Córdoba. Después <strong>de</strong> hacer algunas preguntas me encaminarona Bellavista, propiedad <strong>de</strong>l tío <strong>de</strong> mi padre, don SebastiánCastro <strong>de</strong> Baeza, situada a orillas <strong>de</strong>l Guadalquivir, entreCórdoba y Andujas. Había tenido bastante espacio para reflexionaren lo difícil <strong>de</strong> mi situación, pues <strong>de</strong>bía anunciar a un tiempola muerte <strong>de</strong> mi padre y mi propio parentesco con una persona<strong>de</strong> quien no sabía nada, excepto la circunstancia <strong>de</strong> su inveteradaantipatía contra todos los compatriotas <strong>de</strong> mi madre.“Al llegar a la casa fui introducido en un espacioso salón porvarios servidores vestidos con ricas y arcaicas libreas. Uno <strong>de</strong>ellos, a quien dije ser portador <strong>de</strong> una carta <strong>de</strong>l extranjero parasu amo, participósele al mayordomo, hombre <strong>de</strong> aspecto venerable,que cogió la carta <strong>de</strong> presentación, proce<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> donGaspar Herrera, y me condujo a una sala <strong>de</strong> recibo don<strong>de</strong> merogó esperase hasta que él pudiera ser admitido a la presencia <strong>de</strong>don Sebastián, quien, según me dijo, estaba con su confesor. Allíme <strong>de</strong>jaron solo como por una hora, la más larga que recuerdohaber pasado antes o <strong>de</strong>spués y durante la cual no se oyó ni unrumor en la vieja mansión ni en sus alre<strong>de</strong>dores. Trajeronmerefrigerio pero no sentí el menor <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> probarlos, porqueestaba enteramente anonadado con las ceremonias y formalida<strong>de</strong>sque parecían predominar en la casa y más <strong>de</strong> una vez <strong>de</strong>seéverme en el hato <strong>de</strong> Merecure. Por un momento llegué hastasentirme tentado a abandonar la mansión y a regresar a Cádizsin verme con aquel tío a quien no me era posible imaginar sinocomo un carácter altanero y repulsivo.38


“El mayordomo regresó al fin para llevarme a la presencia <strong>de</strong>su señor, me condujo a través <strong>de</strong>l salón por don<strong>de</strong> yo había pasadoya, y subimos una ancha escalera que daba a un corredor, acuyo fondo encontrábase el <strong>de</strong>partamento <strong>de</strong> don Sebastián.Cuando entré, mi tío se hallaba engolfado en una grave conversacióncon su confesor, un fraile dominico en cuyas manos seveía la carta que yo acababa <strong>de</strong> traer. Fuí recibido cortésmente,pero como yo lo había pensado, con sequedad, por donSebastián, que estaba impedido <strong>de</strong> levantarse por un ataque <strong>de</strong>reumatismo; sin embargo me abrazó y me besó en ambas mejillas,haciendo observar al Padre mi notable aire <strong>de</strong> familia.“Mi tío, ya próximo a los ochenta, tenía, sin embargo, unaapuesta figura militar, pues, como lo supe más tar<strong>de</strong>, sirvió pormuchos años en los reales carabineros <strong>de</strong> la Guardia. Aunqueretirado <strong>de</strong>l servicio, hacía ya mucho tiempo, a causa <strong>de</strong> su edadavanzada y <strong>de</strong> enfermeda<strong>de</strong>s eventuales, parecía conservar todasu juvenil energía <strong>de</strong> carácter y continuaba apegado a todas esasnimias peculiarida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> vestido y costumbres que por lo generalprosiguen singularizando a los que han portado armas durantecualquier lapso <strong>de</strong> tiempo. En vez <strong>de</strong>l cálido gorro <strong>de</strong> nocheque usa la mayor parte <strong>de</strong> los inválidos, muy especialmente enesa época <strong>de</strong> su vida, llevaba una gorra <strong>de</strong> cuartel ricamenteguarnecida, que al parecer había visto el servicio; y en cuanto abata, hallábase envuelto en una amplia esclavina <strong>de</strong> caballería,<strong>de</strong> paño azul, y con cuello y forros escarlata. Seguía usandounos largos bigotes en que fundaba gran<strong>de</strong> orgullo, aunque ya sele habían raleado horriblemente y encanecido por la edad; acostumbrabatorcérselos al estilo <strong>de</strong> sus ver<strong>de</strong>s años, cuando se sentíamuy excitado por cualquier inci<strong>de</strong>nte que lo irritara. Después<strong>de</strong> hacerme algunas preguntas insignificantes, en que parecíaeludir a propósito toda alusión a mis padres, observó que unaalcoba <strong>de</strong> enfermo no podía ser sino un triste espectáculo paraun joven y en consecuencia rogó al capellán que me entretuviesehasta la hora <strong>de</strong> comer, en que se reuniría con nosotros en lamesa.39


“Sentí profundo alivio al ver que podía retirarme y seguí alPadre, que me fué presentado con el nombre <strong>de</strong> Fray Ignacio, yel cual me condujo a una biblioteca, bien provista <strong>de</strong> libros, quesegún observé consistían principalmente en tratados religiosos ymilitares; una gran ventana <strong>de</strong> arco permitía abarcar <strong>de</strong>s<strong>de</strong> allíextensa vista <strong>de</strong> la propiedad y <strong>de</strong>l ancho y rápido Guadalquivir.Me sorprendieron agradable fuente los modales y la conversación<strong>de</strong> este fraile que no obstante llevar el hábito blanco <strong>de</strong>los dominicos no revelaba ni vestigios <strong>de</strong> la morosidad y <strong>de</strong>smañaque suelen adquirirse en la reclusión <strong>de</strong>l monasterio. Erahombre entrado en años y <strong>de</strong> flaca contextura, pero conservabala alegría y la actividad <strong>de</strong> una edad mucho más juvenil.Informóme, que por largos años había sido capellán <strong>de</strong>l regimiento<strong>de</strong> don Sebastián y que el anciano coronel le cobró tantoafecto que al resignar el mando lo indujo a apartarse también <strong>de</strong>lservicio para acompañarlo en su retiro, si es que pue<strong>de</strong> llamarseasí una casa llena <strong>de</strong> visitantes cuando su dueño gozaba <strong>de</strong>una tregua temporal en sus dolores reumáticos.“Por la conversación <strong>de</strong>l capellán supe que don Sebastiántenía una hija, doña Isidora, a quien amaba con exceso, aunquese veían raras veces fuera <strong>de</strong> las horas <strong>de</strong> comida, y cuando supadre lograba persuadirla a dar un paseo en el viejo cochedoméstico, tirado por seis mulas, el mayor número que se permiteenjaezar a cualquier súbdito, así sea Gran<strong>de</strong> <strong>de</strong> España.Ella vivía en una serie <strong>de</strong> <strong>de</strong>partamentos tan distantes, como eraposible <strong>de</strong>l tráfago y bullicio <strong>de</strong> la gente y aunque no en absolutouna reclusa esquivaba la sociedad tanto como se lo permitíael apego <strong>de</strong> su padre, entreteniéndose en privado con librosy música, arte éste último en que sobresalía.“Fray Ignacio me confió también un secreto que explicabamuy bien el amargo resentimiento que don Sebastián había concebidopor el matrimonio <strong>de</strong> mi padre y que <strong>de</strong> haberlo sabidoantes me habría hecho abstener sin duda alguna, <strong>de</strong> visitar esosmis únicos parientes españoles, porque hubiera tenido razonespara creer que mi presencia les <strong>de</strong>spertaría ingratos recuerdos.40


Doña Isidora había estado muy aficionada a mi padre, quiensegún parece, ignoró <strong>de</strong>l todo la magnitud <strong>de</strong> su afecto; sinembargo, ella sintió tanto la súbita resolución <strong>de</strong> hacer un viajea Caracas, tomada por él, que fue presa <strong>de</strong> violenta fiebre.Durante su enfermedad, ya <strong>de</strong>sahuciada por los médicos, confesósu pena a don Sebastián en presencia <strong>de</strong>l capellán y porconsejos <strong>de</strong> éste, obteniendo primero <strong>de</strong> su padre la promesasolemne <strong>de</strong> que no rebelaría el secreto al objeto inconsciente <strong>de</strong>sus amores. Aunque cumplió estrictamente las ór<strong>de</strong>nes <strong>de</strong> doñaIsidora en este punto, don Sebastián escribió reiteradas veces ami padre, urgiéndole con ahínco para que regresase y manifestándoleel propósito <strong>de</strong> hacerlo here<strong>de</strong>ro suyo; por algún acci<strong>de</strong>nte<strong>de</strong>sgraciado don Toribio no recibió las cartas, hasta queestuvo unido <strong>de</strong> modo irrevocable con mi madre; la noticia <strong>de</strong>su matrimonio rompió toda comunicación entre él y su tío,quien en la última carta que le escribiera le reprochó ásperamenteel no haberle consultado <strong>de</strong> antemano, y renunció a toda futuracorrespon<strong>de</strong>ncia con él en una forma que aparecía a los ojos<strong>de</strong> mi padre como resultante <strong>de</strong> preocupaciones injustificables y<strong>de</strong> vanos caprichos, porque jamás tuvo ocasión <strong>de</strong> conocer elverda<strong>de</strong>ro motivo que impulsaba a don Sebastián.“Expresé mi reconocimiento al capellán por este informe,que él me confiaba <strong>de</strong> modo <strong>de</strong>liberado con la buena intención<strong>de</strong> que yo no me sorprendiera ante cualquier impresión quepudiese revelar doña Isidora al verme por primera vez; aunqueél pensaba que con toda probabilidad su padre la prepararía parami presentación. Nuestra conversación se contrajo luego a estepaís, mostrándose Fray Ignacio muy interesado en los pormenoresque le di acerca <strong>de</strong> nuestras costumbres nacionales. Me hizomuchas preguntas respecto a los asuntos <strong>de</strong> Sur América y semanifestó sorprendido con mis relatos, porque aun entonces,como bien lo sabes, en España casi no se tenían noticias <strong>de</strong> suscolonias.“Presentóse un criado que me condujo a un <strong>de</strong>partamentoque me había sido preparado, contiguo al <strong>de</strong>l capellán, y poco41


<strong>de</strong>spués me llamaron a el almuerzo, a lo cual acudí con muchacuriosidad <strong>de</strong> ver a la parienta cuya historia me produjo tan vivointerés. Sorprendióme encontrar en la antesala diez o doce invitadosreunidos alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong>l fuego, pues por el silencio quehabía reinado en toda la casa no tenía i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que hubiera ningúnvisitante. Don Sebastián estaba sentado en una poltrona,vestido con el uniforme <strong>de</strong> carabinero, que usaba como signo <strong>de</strong>gozar aún el privilegio <strong>de</strong> fuero militar y uniforme, y con unapeluca bien empolvada y rizada, en vez <strong>de</strong> la montera que llevabacuando le ví por primera vez en su cuarto. No tenía apariencia<strong>de</strong> inválido, salvo las mantas que envolvían sus pies; y mepresentó jovialmente a sus amigos, los cuales al propio tiempoque me daban la bienvenida, parecían ver con gran curiosidad aun criollo <strong>de</strong> Sur América como si hubieran esperado encontraralgo <strong>de</strong> extraordinario en mis modales y lenguaje.“Doña Isidora entró por fin, apoyada en el brazo <strong>de</strong> una señoramayor, su dueña o compañera, y pu<strong>de</strong> observar que en el actome buscó y me vio antes que su padre me presentase a ella. Eraevi<strong>de</strong>nte que don Sebastián se sentía perplejo al presentarme yyo por lo menos creí que espiaba con avi<strong>de</strong>z el semblante <strong>de</strong> suhija; sin embargo ella pareció alterarse muy poco ruborizándoseapenas cuando me saludó con una bondad y efusión que contrastabanmucho con el <strong>de</strong>sabrimiento <strong>de</strong> su padre y la formalidad<strong>de</strong> los huéspe<strong>de</strong>s. No tengo para qué agregar que esto meaficionó a ella <strong>de</strong> modo irresistible y que por primera vez <strong>de</strong>s<strong>de</strong>que entrara en la casa me sentí como si en efecto me encontraseen familia. Durante el almuerzo reiteradas veces observé susojos fijos en mí con cierto aire <strong>de</strong> melancólico interés que mehabría sido difícil compren<strong>de</strong>r a no hallarme preparado para ellopor el relato <strong>de</strong>l capellán. A no ser por sus corteses y <strong>de</strong>licadasatenciones, junto con las <strong>de</strong> Fray Ignacio, me hubiera sentido<strong>de</strong>l todo <strong>de</strong>samparado cuando doña Isidora se retiró con sudueña. Como yo ignoraba en absoluto los temas <strong>de</strong> la política<strong>de</strong>l día y para <strong>de</strong>cir lo cierto, me interesaba tan poco en su discusióncomo podría suponerse que le ocurriera a cualquier joven42


<strong>de</strong> mi edad, no pu<strong>de</strong> tomar participación alguna en la conversaciónque parecía <strong>de</strong> tan profundo interés para mi tío y sus invitados.No tenia siquiera noticia <strong>de</strong> que su Majestad se hubiesetrasladado <strong>de</strong> Valencia a Madrid ni <strong>de</strong> la disolución <strong>de</strong> lasCortes; ignoraba también el <strong>de</strong>stierro <strong>de</strong>l Car<strong>de</strong>nal <strong>de</strong> Borbón yla reciente <strong>de</strong>sgracia <strong>de</strong>l antes popular Argüelles. Para resumirmi <strong>de</strong>ficiencia, nada sabía <strong>de</strong>l partido a cuya cabeza figuraba elfamoso Espoz y Mina, quien por aquella misma época, como túrecordarás, mantenía todo el vecindario <strong>de</strong> Pamplona en estado<strong>de</strong> alarma con sus guerrillas. Poco <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l almuerzo, todosse retiraron a sus respectivos <strong>de</strong>partamentos para gozar <strong>de</strong> lasiesta, y no vi más a doña Isidora en el resto <strong>de</strong>l día.“Los <strong>de</strong>más comensales se reunieron <strong>de</strong> nuevo con el fin <strong>de</strong>tomar el café y fumar cigarrillos, y la velada transcurrió <strong>de</strong> unmodo que al menos para mí fué en extremo fastidioso. DonSebastián me preguntó si entendía el juego <strong>de</strong> cháquete y al confesarlemi completa ignorancia en la materia, pu<strong>de</strong> advertir poruna leve contracción <strong>de</strong> sus cejas que se sorprendía y avergonzaba<strong>de</strong> mí. ¡Dón<strong>de</strong> podía yo haber sido educado! Ignorar lapolítica y el cháquete eran dos <strong>de</strong> las mayores <strong>de</strong>ficiencias queen concepto <strong>de</strong>l anciano coronel podía yo revelar.“En seguida <strong>de</strong>safió a su habitual contendor, el capellán, parauna prueba <strong>de</strong> <strong>de</strong>streza en aquel juego y pronto comenzó amenear los dados con afán, y exclamando: ¡Dos y as! ¡Cinco yseis!, etc; mientras sus huéspe<strong>de</strong>s se entregaban a jugar partidas<strong>de</strong> primera y <strong>de</strong> briscán cuyos misterios no había yo penetradotodavía. Por consiguiente, aproveché la primera ocasión pararetirarme a <strong>de</strong>scansar, a lo cual me sentía bastante inclinado, notanto por fatiga <strong>de</strong>l viaje-aunque a <strong>de</strong>cir lo cierto, mi mula <strong>de</strong>alquiler era el trasunto <strong>de</strong>l rocín pintado por Cervantes Saavedraen su <strong>de</strong>scripción <strong>de</strong>l combate entre el caballero <strong>de</strong> La Manchay el vizcaíno, como por el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> ahorrarme la más cansina <strong>de</strong>todas las ocupacions, es <strong>de</strong>cir, ver un juego <strong>de</strong> naipes <strong>de</strong>l cualno se entien<strong>de</strong>n ni la teoría ni la práctica.”43


(1) Acto 1, escena III.— La cita no es <strong>de</strong>l todo fiel, porque se ajusta muy poco alor<strong>de</strong>n <strong>de</strong> los versos shakespearianos.—Nota <strong>de</strong>l traductor.(2) En la Autobiografía <strong>de</strong>l general Páez se refiere así este episodio: “...convoquéa los vecinos <strong>de</strong> la ciudad <strong>de</strong> San Fernando a una reunión en la cual les participé laresolución que tenía <strong>de</strong> abandonar todos los pueblos y <strong>de</strong>jar al enemigo pasar el ríoApure y el Arauca sin oposición para atraerlo a los <strong>de</strong>siertos ya citados (los <strong>de</strong>lCaribe). Aquellos impertérritos ciudadanos acogieron mi i<strong>de</strong>a con unanimidad y mepropusieron reducir la ciudad a cenizas para impedir que sirviese al enemigo <strong>de</strong> base<strong>de</strong> operaciones muy importantes, manifestándome a<strong>de</strong>más que todos ellos estabandispuestos a dar fuego a sus casas con sus propias manos cuando llegara el caso y atomar las armas para incorporarse al ejército libertador. Se ejecutó así aquella sublimeresolución al presentarse el ejército realista en a ribera izquierda <strong>de</strong>l río” (elApure).—Nota <strong>de</strong>l traductor.(3) El autor suele incurrir en esta clase <strong>de</strong> errores histórico-geográficos, como loexplicaremos en otros capítulos.—Nota <strong>de</strong>l traductor.


CAPÍTULO IVALARMA.— LOS LANCEROS DE PÁEZ.—CONFLAGRACIÓNNo (valen) yelmos ni plumajes, pues preguntad á losdéspotas si sus empingorotadas falanges pue<strong>de</strong>nostentar manos y corazones tan limpios como todoslos nuestros. Que<strong>de</strong>n las pompas para quienes lasnecesitan. Dadle al hombre por único adorno la libertady lo veréis retando con orgullo a los más fastuososesclavos que se arrastran adon<strong>de</strong> los conducen losmonarcas.—MooreLa relación <strong>de</strong> Castro fue interrumpida en aquel momentopor la llegada <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> los E<strong>de</strong>canes <strong>de</strong>l general Morillo, quientraía or<strong>de</strong>n para que La Torre retirara su piquete y se reuniera enel acto con el cuerpo principal <strong>de</strong>l ejército. El e<strong>de</strong>cán informó aljoven oficial que una partida exploradora, <strong>de</strong>stacada al amanecer,había vuelto con la noticia <strong>de</strong> que Páez y sus llaneros avanzabana todo galope <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el campamento <strong>de</strong> Caujaral, y que<strong>de</strong>bía esperárseles como <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> media hora en el paso <strong>de</strong>Merecure. En consecuencia La Torre or<strong>de</strong>nó a sus hombres queensillasen y montasen; y el e<strong>de</strong>cán lo condujo a don<strong>de</strong> su regimientoestaba ya formado en columna cerrada, con los jinetestodavía a pie, pero al flanco <strong>de</strong> sus correspondientes caballos.Bien conocía Morillo por experiencia adquirida a mucha costaen las llanuras <strong>de</strong> Calabozo y El Sombrero, la incapacidad <strong>de</strong> sucaballería para medirse con los llaneros, y por consiguienteor<strong>de</strong>nó en esta circunstancia que los húsares y lanceros españolesse apostaran en algunos pequeños recodos formados por los45


claros abiertos en el ribete <strong>de</strong> selva, a orilla <strong>de</strong>l Arauca. Frenteá cada uno <strong>de</strong> ellos situáronse dos cañones <strong>de</strong> campaña: los artillerosmanteníanse en sus puestos y con mechas encendidas ylistas para hacer fuego. La infantería hallábase <strong>de</strong>splegada, formandouna oscura línea al bor<strong>de</strong> <strong>de</strong>l bosque, don<strong>de</strong> comenzabala llanura; y los pequeños <strong>de</strong>stacamentos que <strong>de</strong> cuando encuando venían <strong>de</strong> retaguardia para incorporarse á sus respectivosregimientos, indicaban que el esguazo proseguía aún conactividad. E<strong>de</strong>canes y ayudantes, distinguibles por las blancasplumas <strong>de</strong> sus sombreros, corrían á rienda suelta por <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>la línea, con ór<strong>de</strong>nes para los diversos cuerpos, como si la viday la muerte <strong>de</strong>pendieran <strong>de</strong> la celeridad <strong>de</strong> sus movimientos.Apenas podía oírse algún rumor; todos los ojos se volvían conansiedad hacia el punto por don<strong>de</strong> se esperaba que apareciera elenemigo, cuyo avance fué pronto anunciado por nubes <strong>de</strong> polvoque se alzaban en el horizonte, aproximándose con rapi<strong>de</strong>z alpaso <strong>de</strong> Merecure; en breve hiciéronse visibles las brillantespuntas <strong>de</strong> las lanzas y así como se acercaron más los jinetes, laspequeñas y negras ban<strong>de</strong>ras <strong>de</strong> la famosísima Guardia <strong>de</strong> Honor,cortadas en forma <strong>de</strong> cola <strong>de</strong> golondrina, viéronse a las claraspor sobre la alta yerba, que aun ocultaba la presencia <strong>de</strong> hombresy caballos. El fuego proce<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> la casa <strong>de</strong>l hato, quemadala noche anterior, habíase propagado a la yerba seca <strong>de</strong> lasinmediaciones, la cual consumió en un espacio <strong>de</strong> varias millascuadradas, frente á una parte <strong>de</strong>l ejército español. Los llanerosavanzaron al galope <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> este claro <strong>de</strong> sabana, gritando:“¡Viva la Patria!” “¡Mueran los godos!” Eran como quinientos,escogidos todos, la flor <strong>de</strong>l ejército <strong>de</strong> Páez, y tanto confiabanen su jefe que, <strong>de</strong> permitírselos él, hubiéranse lanzado sin vacilaciónalguna sobre todo el ejército realista, flanqueado comoestaba por la artillería y protegido por la posición que eligieraMorillo en el bosque contra cualquier ataque <strong>de</strong> caballería.Páez <strong>de</strong>tuvo su gente como a media milla <strong>de</strong>l bor<strong>de</strong> <strong>de</strong> laselva y se a<strong>de</strong>lantó a caballo, seguido <strong>de</strong> tres ó cuatro <strong>de</strong> sus atezadosguerreros, jinetes en los briosos y apuestos caballos que46


se cogen indómitos en la sabana. Cada uno <strong>de</strong> estos oficiales llevabatambién una lanza con una ban<strong>de</strong>rola negra, semejante á la<strong>de</strong> sus soldados y en que aparecían, toscamente bordados conalgodón blanco, una calavera y unos huesos en aspa. El propiojefe montaba un corcel rucio pavón, con crines y cola flotantes,porque los llaneros no acostumbran <strong>de</strong>sfigurar sus caballos cortándoleslas cerdas; su traje era análogo al <strong>de</strong> sus compañeros <strong>de</strong>armas y consistía simplemente en una camisa abierta <strong>de</strong> cuelloy pechera y mangas muy anchas, hecha <strong>de</strong> pañuelos ingleses,con rayas rojas y transversales; y calzones sueltos <strong>de</strong> algodónblanco que le llegaban un poco más abajo <strong>de</strong> la rodilla (1) Teníalas pantorrillas al aire y los pies <strong>de</strong>scalzos, pero llevaba unasespuelas <strong>de</strong> plata maciza con agudas rodajas, como <strong>de</strong> cuatropulgadas <strong>de</strong> diámetro. Cubría su cabeza un sombrero <strong>de</strong> copabaja, tejido con hojas <strong>de</strong> palmera y provisto <strong>de</strong> una ancha cintaazul, atada bajo la barba, a guisa <strong>de</strong> barboquejo (2). Su lanza eraliviana y muy manejable, y el fuste, <strong>de</strong> una caña negra, dura yelástica, que crece en varios lugares <strong>de</strong> las llanuras; conducíaselaun muchacho como <strong>de</strong> doce años, montado en un caballo <strong>de</strong>gran corpulencia y brío; el chico servía siempre al jefe en calidad<strong>de</strong> asistente y era muy querido en el ejército, gracias a suimpasibilidad suma ante el peligro y á su <strong>de</strong>streza en jinetear ynadar, prácticas ambas <strong>de</strong>l todo indispensables á los que vivenen las sabanas.¡Páez, el terrible jefe llanero, no revelaba en su franca expresiónhuella alguna <strong>de</strong> la ferocidad que se le ha atribuido! El pelocorto y crespo, caíale sobre la alta frente, y usaba pequeñosbigotes negros, pero no barba; únicamente sus ojos, tambiénnegros, daban indicios <strong>de</strong> aquellos arrebatos que solían impulsarlea actos <strong>de</strong> rigor excesivo, para calificados <strong>de</strong>l mejor modoposible, aunque en su caso bien pudieran atenuarse alegando el<strong>de</strong>recho <strong>de</strong> represalia. Sus carrillos algo pálidos por lo regular,encendíanse ahora por causa <strong>de</strong>l esfuerzo realizado y <strong>de</strong> la exaltaciónque le producía su enar<strong>de</strong>cimiento ante un combate inminentecon los enemigos <strong>de</strong> su país. Cabalgó paso entre paso47


econociendo con calma las filas realistas, sentado á la mujeriega(usual posición suya en tales circunstancias), con una piernacruzada sobre el arzón <strong>de</strong> la silla. Aunque Páez se hallaba consu estado mayor a unas cien yardas <strong>de</strong>l bosque, la infanteríaespañola no le apuntó siquiera un fusil, pues una intensa curiosidady acaso un sentimiento <strong>de</strong> respeto por su actitud tranquilay resuelta, fijaban la atención <strong>de</strong>l enemigo en los movimientos<strong>de</strong> este hombre extraordinario.Habiendo pasado al fin por frente a toda la línea enemiga,muy a semejanza <strong>de</strong> quien revista sus propias tropas, cogió sulanza <strong>de</strong> manos <strong>de</strong>l chico que la conducía, y sentándose recto enla silla regresó a medio galope, agitando en alto el muy conocidoy terrible símbolo <strong>de</strong> Guerra a Muerte, como un reto paraque la caballería española saliera <strong>de</strong>l bosque en que se habíarefugiado y se le enfrentara en la sabana; mientras tanto su guardia,que lo observaba atentamente, prorrumpía en gritos entusiastas<strong>de</strong> “¡Viva Páez!” “¡Muera Morillo!”Cuando se incorporó a sus lanceros, todos echaron pié a tierray quitaron los frenos a sus caballos, como insulto adicional a lacaballería española, pero sujetándolos por el cabestro, o cor<strong>de</strong>l<strong>de</strong> cerda torcida usado entre ellos; los llaneros sacaron entoncessus cortas churumbelas <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra y su tabaco, encendieronfuego y comenzaron a fumar con tanta calma, como si estuviesenen su campamento; sin embargo Morillo no parecía resueltoa <strong>de</strong>jarlos permanecer tranquilos; dos livianas piezas <strong>de</strong> seislíbras fueron traídas hasta el frente y en breve una bala silbósobre los <strong>de</strong>l grupo, que gozaban en sosiego <strong>de</strong> sus pipas. Losllaneros, que para aquel temprano período <strong>de</strong> la guerra no estabanen modo alguno acostumbrados a la artillería, sobresaltáronsey se prepararon a ponerse fuera <strong>de</strong>l alcance <strong>de</strong> las piezas <strong>de</strong>campaña; pero antes <strong>de</strong> que pudiesen montar, otro disparo matóun caballo, casi llevándole el brazo a un lancero, mientras leponía el freno al animal. Páez cogió rápidamente al herido, aquien colocó en su propia silla, montando luego en ancas pararegir el caballo y sostener al maltrecho camarada. Mientras se48


alejaban al galope, en su forma usual <strong>de</strong> retirarse a la <strong>de</strong>sbandada,un tercer proyectil disparado tras ellos por elevación, apenaslevantó el polvo entre los pies <strong>de</strong> los caballos, sin causar dañoalguno. <strong>Las</strong> tropas españolas, que hasta entonces habían guardadoprofundo silencio, celebraron la precipitada fuga <strong>de</strong> Páez y suGuardia, con gritos <strong>de</strong> “¡Mueran los insurgentes!” “¡Abajo loschucutos!” suponiendo que habían abandonado el terreno porpánico y que al menos por aquel día no volvieran a molestarlos.Sin embargo, nada tan lejos <strong>de</strong>l propósito <strong>de</strong> Páez como darpunto <strong>de</strong> reposo al ejército realista, mientras tuviese medios <strong>de</strong>hostilizarlo, sin comprometer seriamente sus propias huestes,pues aunque la seguridad personal <strong>de</strong> sus soldados entraba tanpoco en sus cálculos, como la suya propia, las circunstanciasespeciales <strong>de</strong>l país y las instrucciones expresas <strong>de</strong> Bolívar, robustecidaspor instancias a las cuales solía con<strong>de</strong>scen<strong>de</strong>r muy pocasveces, inducíanlo a proce<strong>de</strong>r con cierta apariencia <strong>de</strong> cautela porprimera vez en su vida y en mucho contra su propia inclinación.Esta inesperada pru<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> su conducta <strong>de</strong>sconcertó los planestodos <strong>de</strong> Morillo, quien calculó po<strong>de</strong>r provocar á Páez siempreque lo juzgara oportuno, a una batalla campal en que el jefe llanerohabría sido inevitablemente <strong>de</strong>rrotado con gran<strong>de</strong>s bajas ycaído tal vez víctima <strong>de</strong> su arrojo porque su hábito <strong>de</strong> ir al frente<strong>de</strong> la Guardia en cada carga era bien conocido.Aquel sistema <strong>de</strong> retirada, en barajuste como lo llaman losllaneros, hubiera sido una maniobra muy peligrosa con otraclase <strong>de</strong> tropas, porque probablemente habría terminado en unairremediable dispersión, pero era muy común en la caballeríairregular. Por consiguiente en cuanto vieron que Páez volvíacara tremolando su ban<strong>de</strong>ra, que se distinguía <strong>de</strong> las otras porser dos veces más gran<strong>de</strong> y por una franja <strong>de</strong> un negro profundo,se concentraron sin que mediase otra señal, y lo ro<strong>de</strong>aronávidos <strong>de</strong> oír y ansiosos <strong>de</strong> ejecutar cualquier or<strong>de</strong>n que pudieradarles.La primera i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> Páez consistió en enviar el herido a retaguardia,<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> vendarle el brazo en la mejor forma en que49


lo permitían las circunstancias, mediante un rápido y generalsuministro <strong>de</strong> pañuelos, adorno para la cabeza que enorgullecemucho a los llaneros. Luego lo confió a un viejo y seguro lancero<strong>de</strong> la Guardia, para que lo condujese al campamento <strong>de</strong>Caujaral, don<strong>de</strong> se hallaba el veterano general Zaraza, que sehabía incorporado a Páez poco tiempo antes con los restos <strong>de</strong>sus guerrilleros, dispersados en Rincón <strong>de</strong> los Toros, y máscomo amateur, aun por su propia voluntad, que como apto paracualquier servicio efectivo; en consecuencia se le mandó retirara la sabana <strong>de</strong> Cañafístola con el cuerpo principal <strong>de</strong> caballería<strong>de</strong>jado a su cargo, para que aguardase allí hasta qué recibiesenuevas ór<strong>de</strong>nes.En segundo término pensó con el paternal cuidado <strong>de</strong> un jefe,en proveer a la seguridad <strong>de</strong> las familias <strong>de</strong> aquellos que estabancon él en el ejército, pues pudo adivinar fácilmente por elhecho <strong>de</strong> que los españoles hubieran quemado ya el hato <strong>de</strong>Merecure y dos o tres más, no distantes <strong>de</strong> allí, que Morillo teníala resolución <strong>de</strong> penetrar a sangre y fuego por todos los lugaresaccesibles <strong>de</strong> los llanos; por consiguiente dio ór<strong>de</strong>nes a uno omás individuos pertenecientes a cada granja, escogiéndolos élmismo, porque conocía personalmente a cada sujeto <strong>de</strong> su guardia,para que saliesen en el acto, rumbo a sus respectivos hatos,con el propósito <strong>de</strong> ayudar a los ancianos, mujeres y niños en sufuga a un sitio remoto <strong>de</strong> las sabanas que había sido escogidocomo el refugio más seguro para los emigrados. Hallábase situadoen las selvas, entre la laguna <strong>de</strong> Cunaviche y el río Orinocoy ro<strong>de</strong>ábanlo pantanos y tremedales intrincados que hacían difícilsu acceso, aun a los nativos <strong>de</strong> las llanuras.Páez convocó luego a consejo los llaneros <strong>de</strong> mayor edad y lespidió su opinión sobre el plan <strong>de</strong> ataque más oportuno que podíaadaptarse en las circunstancias predominantes; todos convinieron,tras madura consi<strong>de</strong>ración <strong>de</strong>l caso, en que la infantería españolase había apostado con <strong>de</strong>masiada seguridad en el bosque, paraque fuese posible atacarla; entonces <strong>de</strong>cidióse por modo unánimeque se tratara <strong>de</strong> <strong>de</strong>salojar la caballería enemiga <strong>de</strong> la posición50


que había ocupado, pues su <strong>de</strong>rrota no daba lugar a duda, aunqueera muy superior en numero a la Guardia <strong>de</strong> Honor, con tal quesaliese a Sabana limpia. A este efecto propusiéronse diversosexpedientes, todos rechazados por ineficaces, hasta que al fin elpropio Páez tuvo una i<strong>de</strong>a que se ejecutó en el acto.Pronto encendióse fuego mediante un yesquero y a los pocosinstantes la alta yerba seca ardía en llamaradas por varios puntos,rumbo al ejército español. Una fuerte brisa que durante eldía sopla <strong>de</strong> modo tan continuo como los vientos ordinarios, através <strong>de</strong> estas llanuras <strong>de</strong>sabrigadas, avivó el incendio queavanzaba en rojo oleaje hacia el bosque, don<strong>de</strong> y a cuya verahallábanse estacionadas las fuerzas españolas. Morillo tuvoinmediato informe <strong>de</strong> la aproximación <strong>de</strong> este nuevo y terribleenemigo que se acercaba bajo espeso dosel <strong>de</strong> humo, con elrugir <strong>de</strong> un horno po<strong>de</strong>roso y amenazando infalible <strong>de</strong>struccióncontra todo lo que encontrara a su paso. Sereno ante el peligroel impávido veterano dictó las ór<strong>de</strong>nes oportunas para los diversoscuerpos <strong>de</strong> infantería, que avanzaron hacia el espacio abierto,<strong>de</strong>spejado previamente, formando columnas cerradas, enrápida sucesión, a medida que salían <strong>de</strong>l bosque.La mayor parte <strong>de</strong> la caballería, situada en diferentes sitios <strong>de</strong>la selva, don<strong>de</strong>quiera que se encontraba un claro entre los batallones<strong>de</strong> infantería, logró salir y formar a retaguardia <strong>de</strong> lascolumnas; pero sin embargo, un escuadrón que por encontrarsea la izquierda <strong>de</strong> la posición que acababa <strong>de</strong> ocupar el ejército,era el más próximo al incendio, vióse envuelto en humo tan <strong>de</strong>repente que los caballos, medio sofocados, y espantados tambiénpor el estrepitoso crujir <strong>de</strong> las llamas, resistiéronse a obe<strong>de</strong>cer,<strong>de</strong> modo que los jinetes tuvieron que abandonarlos, apesar suyo, salvando sus propias vidas con no pequeña dificultad,mediante una rápida fuga al abrigo <strong>de</strong>l bosque. Los artillerosabandonaron en la misma forma dos cañones y una caja <strong>de</strong>municiones, pa<strong>de</strong>ciendo graves quemaduras algunos <strong>de</strong> ellos enel intento <strong>de</strong> salvados; la caja hizo explosión poco <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>51


alcanzarla el fuego y las cureñas <strong>de</strong> los cañones quedaron inutilizadas<strong>de</strong>l todo.La presencia <strong>de</strong> ánimo <strong>de</strong> Morillo libró a sus tropas <strong>de</strong> unconflicto que en realidad pudo ser terrible, como lo veían muybien allí, don<strong>de</strong> aún estaban lejos <strong>de</strong> hallarse convenientementesituadas, pues aunque no hubiera riesgo <strong>de</strong> que las llamas seextendiesen al terreno limpio don<strong>de</strong> formaba, el humo calienteque esparcía el viento a través <strong>de</strong> las filas apenas podía soportarse.Ya el fuego se había propagado al interior <strong>de</strong>l bosque,don<strong>de</strong> ardía con furia creciente; la leña menuda convirtióse enuna masa <strong>de</strong> vívidas llamas que trepaban por las secas cortezas,dilatándose <strong>de</strong> rama en rama por los árboles <strong>de</strong>crépitos, cadauno <strong>de</strong> los cuales semejaba una columna <strong>de</strong> fuego. El incendio<strong>de</strong> la sabana cesó al llegar a los límites <strong>de</strong> la yerba, don<strong>de</strong> ya notenía combustible, y <strong>de</strong>svanecida la nube <strong>de</strong> humo <strong>de</strong>scubriósea los llaneros avanzando sobre el terreno ennegrecido, <strong>de</strong>trás <strong>de</strong>las llamas, y con Páez a su frente, ávido por sorpren<strong>de</strong>r y dispuestoa aprovechar cualquier <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n producido en el ejércitorealista. Como no vió coyuntura para sacar ventaja ni queríaexponer su gente al terrible fuego cruzado que cualquier intento<strong>de</strong> cargar las columnas habría atraído sobre ellos, <strong>de</strong> modoinevitable, dió la vuelta con su guardia y ientamente encaminóse a Caujaral, <strong>de</strong>jando por un instante a los españoles en plenaposesión <strong>de</strong>l terreno (3).Como no todas las tropas realistas habían cruzado aún el río,Morillo or<strong>de</strong>nó que cada regimiento vivaquease en el punto enque estaba; <strong>de</strong> acuerdo con esto el ayudante general pidió algunospiquetes avanzados y habiéndolos suministrado los cuerpos<strong>de</strong> servicio, se les apostó en las estaciones habituales, pero máscerca <strong>de</strong>l cuerpo principal que <strong>de</strong> costumbre, a causa <strong>de</strong> los peligrosque ofrecía la naturaleza <strong>de</strong>l terreno.La Torre, coma antes a la cabeza <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> los puestos avanzados,recibió or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> volver a estacionarse en el palmar quehabía ocupado anteriormente y que no distaba mucho <strong>de</strong> la nuevaposición <strong>de</strong>l ejército. Después <strong>de</strong> organizar los diversos centine-52


las y patrullas, pidió a su amigo Castro, otra vez teniente <strong>de</strong> supartida, que continuase la narración, lo cual hizo como sigue:(1) Probablemente la camisa <strong>de</strong> Páez era <strong>de</strong> listado, tela que el autor confundiríacon los pañuelos <strong>de</strong> Madrás.– Nota <strong>de</strong>l traductor.(2) Barbiquexa, en el original inglés.– Nota <strong>de</strong>l traductor.(3) Acerca <strong>de</strong>l plan que tuviera Morillo para apo<strong>de</strong>rarse <strong>de</strong> Páez, y <strong>de</strong>l primercontacto <strong>de</strong> este jefe con las tropas <strong>de</strong>l Pacicador, es oportuno reproducir lo que dicela Autobiografía: “Aquel mismo día (cuando llegó Morillo a la ribera izquierda <strong>de</strong>lArauca), a las tres <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>n — dice Páez— se pasó a nosotros un oficial <strong>de</strong> caballería,llamado Vicente Camero, y antes <strong>de</strong> presentarse al jefe supremo me informóque Morillo habia organizado un plan para hacerme prisionero. Consistía en que si yovolvía a provocar el ejército <strong>de</strong>l modo que lo había hecho el día anterior, atacándoloy fingiendo retirada para volver inmediatamente a la carga, Morillo se movería contramí con todo el ejército para obligarme a huir sin po<strong>de</strong>r volver cara, y ya en fugame perseguirían doscientos hombres escogidos <strong>de</strong> la caballería, montados en caballos<strong>de</strong> buena carrera y resistencia, para acosarme y hacerme prisionero.“En <strong>de</strong>scargo <strong>de</strong> este encono que contra mí tenia el jefe español, tengo que referirun hecho ocurrido cuando el ejército comenzó a pasar el Arauca. Aquella mañanamuy temprano salí yo con unos diez y nueve compañeros al encuentro <strong>de</strong> Morillo, yapenas nos divisaron cuando éste lanzó sobre mí toda su caballería; yo dividí mi genteen dos pequeñas secciones e hice que Arismendi, encargado <strong>de</strong> una <strong>de</strong> ellas, dierafrente, avanzara, se retirara, y sin cesar le hostigase, apoyándolo yo al mismo tiempocon el resto <strong>de</strong> la gente. En uno <strong>de</strong> los choques y retiradas, se vieron Arismendi y elcomandante Mina en grave conflicto, pues se internaron tanto en las filas enemigasque si yo no hubiera corrido a darles personalmente auxilio, habrían sido completamentero<strong>de</strong>ados. Entonces suspendieron los realistas el ataque, con pérdida <strong>de</strong> algunosjinetes, no habiendo tenido nosotros más <strong>de</strong>sgracia que un caballo herido.“Bien se compren<strong>de</strong>rá ahora que el general español no me perdonara aquella malapasada que yo le había jugado en sus mismas barbas, y que estuviera <strong>de</strong>seoso <strong>de</strong>hacérmela pagar con usura. No era yo mala presa para él”.53


Al conocer Páez semejante noticia imaginó y acto seguido puso en práctica elplan <strong>de</strong> las Queseras <strong>de</strong>l Medio, don<strong>de</strong> retó con 150 jinetes a “todo el ejército español”.Este combate <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber constituido el pasmo <strong>de</strong> toda una generación,hace dibujar hoy cierta sonrisa <strong>de</strong> <strong>de</strong>sdén en labios <strong>de</strong>l mo<strong>de</strong>rno historiógrafo queesculca, pesa y contrapesa los hechos, reduciéndolos a sus justas proporciones; perosin engolfarnos en razonamientos que acaso fueran <strong>de</strong>masiado prolijos y aun enfadososbien pue<strong>de</strong> admitirse que se po<strong>de</strong> cuanto se quiera en la selva <strong>de</strong> ditirambos consagradaal culto <strong>de</strong> Páez, pues siempre restará bastante fronda <strong>de</strong> álamos y laurelescon que ceñir la frente <strong>de</strong>l centauro y festonar los arcos <strong>de</strong> triunfo. No hay por quéregatear al Caudillo <strong>de</strong> los Llanos el epíteto <strong>de</strong> homérico que le dan las leyendas <strong>de</strong>ltiempo heroico, si nos ajustamos a la acepción épica e histórica <strong>de</strong>l calificativo. Páezno era Alejandro, ni César, ni Fe<strong>de</strong>rico, ni Napoleón, es <strong>de</strong>cir, el estratega que muevegran<strong>de</strong>s masas <strong>de</strong> ejército y vence en batallas campales, obras maestras <strong>de</strong>l arte militar;pero sí el Aquiles, el héroe homérico, cuya eficacia resi<strong>de</strong> en la <strong>de</strong>streza, en elvigor físico, en el brazo robusto que blan<strong>de</strong> la lanza, rige el caballo, lucha cuerpo acuerpo, cualida<strong>de</strong>s todas que si no forjan una individualidad napoleónica, al menoscrean el guerrero pleno <strong>de</strong> astucia, <strong>de</strong> confianza en sí mismo y <strong>de</strong> valor personal, tantomás pintoresco cuanto más se aproxima al dominio remoto <strong>de</strong> la gesta. Los paladines<strong>de</strong>l romancero le tien<strong>de</strong>n la mano en prenda <strong>de</strong> hermandad, y como ellos y sus hazañas,Páez y el recuerdo <strong>de</strong> sus proezas poseen la virtud mágica <strong>de</strong> encen<strong>de</strong>r entusiasmosen el alma <strong>de</strong>l pueblo, secular y siempre juvenil.– Nota <strong>de</strong>l traductor.


CAPÍTULO VCONTINÚA LA NARRACIÓNDEL CRIOLLO REALISTAVencido, sangrante, sin aliento, en el colmo <strong>de</strong> lafuria, el toro, acosado, se pára en todo el centro,cubierto <strong>de</strong> heridas y ban<strong>de</strong>rillas, en medio <strong>de</strong> picasrotas y <strong>de</strong> enemigos puestos fuera <strong>de</strong> combate en lalidia cruel. Allí los matadores le provocan por todaspartes, agitan la roja capa y blan<strong>de</strong>n el estoque: unavez más se lanza como un rayo por entretodo…¡Inútil furor! La capa se <strong>de</strong>spren<strong>de</strong> <strong>de</strong> la pérfidamano, cubre sus fieros ojos… Todo ha concluido…se <strong>de</strong>sploma sobre la arena.—Child HaroldMe levanté temprano la mañana siguiente, como lo acostumbrabasiempre en <strong>Barinas</strong>, y salí al parque <strong>de</strong> Bella vista, don<strong>de</strong>me encontré con Fray Ignacio, que me condujo por toda la heredad,entreteniéndome durante el paseo con su gratísima conversación;llevóme a un espacioso jardín, situado <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la casa,don<strong>de</strong> comenzaban a brotar las primeras flores <strong>de</strong> una primaveraeuropea; y mientras yo las admiraba, pues la mayor parte <strong>de</strong>ellas eran <strong>de</strong>sconocidas para mi, excepto algunas pocas pertenecientesa nuestras especies comunes, las cuales merecían elhonor <strong>de</strong> ser conservadas en inverna<strong>de</strong>ros o campanas <strong>de</strong> vidrio,inventos <strong>de</strong> que yo no tenía la menor noticia, el sonido <strong>de</strong> unaguitarra, tocada <strong>de</strong>liciosamente, atrajo mi atención hacia la ventana<strong>de</strong> un cuarto alto que miraba al jardín. Fray Ignacio me dijoque era el <strong>de</strong>partamento <strong>de</strong> Doña Isidora y que <strong>de</strong>bíamos gozar<strong>de</strong> su música sin ser vistos, por lo cual penetramos en un empa-55


ado que había <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>l balcón y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> don<strong>de</strong> oímos lasiguiente canción, impresa <strong>de</strong> modo in<strong>de</strong>leble en mi memoria,no menos por la belleza <strong>de</strong> las palabras que por la quejumbrosamelodía <strong>de</strong> la música:“Acaba <strong>de</strong> matarme,Melancolía!Mas quiero muerte amargaque larga vida.Cuando sepas mi muerte,¡ven al instante!a sacar <strong>de</strong> mi pechotu bella imagenPues yo no quierollevar hasta el sepulcrolo que me ha muerto!”“El canto cesó, y continuamos nuestro paseo. Al regresar a lacasa salió a recibirnos una criada, a quien Doña Isidora habíaenviado para invitarnos al <strong>de</strong>sayuno en su <strong>de</strong>partamento. Elcapellán me informó que él recibía con frecuencia esta clase <strong>de</strong>invitaciones, porque Don Sebastián se levantaba siempre tar<strong>de</strong>y entonces sólo tomaba chocolate, seguido <strong>de</strong> un cigarro, por locual los huéspe<strong>de</strong>s se <strong>de</strong>sayunaban en sus respectivas habitacionesa la hora que más les convenía.“La sala <strong>de</strong> doña Isidora hallábase dispuesta con un estilo <strong>de</strong>mo<strong>de</strong>rna elegancia <strong>de</strong>l todo nuevo para mi, el cual formaba sorpren<strong>de</strong>ntecontraste con los antiguos aunque hermosos muebles<strong>de</strong>l resto <strong>de</strong> la casa. Libros que no versaban <strong>de</strong> modo exclusivosobre temas <strong>de</strong> <strong>de</strong>voción, como podía haberlo imaginado yo;cuadros, inconclusos algunos, e instrumentos <strong>de</strong> música, revelabanque sus ocupaciones no eran todas <strong>de</strong> carácter sombrío, aunquea consecuencia <strong>de</strong> un voto hecho durante la peligrosa enfermedadproducida por el <strong>de</strong>sengaño <strong>de</strong> su juventud, usaba constantementeel oscuro habito <strong>de</strong> Nuestra Señora <strong>de</strong> los Dolores,56


pero en tal forma que cuando aparecía en publico, cediendo alos <strong>de</strong>seos <strong>de</strong> su padre, su traje apenas se diferenciaba <strong>de</strong> lamantilla y saya usadas por las otras damas <strong>de</strong> su compañía, bienque vista en privado le daba mucho el aspecto <strong>de</strong> una monja; sinembargo no imitaba la <strong>de</strong>voción <strong>de</strong> aquella or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> modo tanescrupuloso que se cortase la cabellera al rape, pues al contrarioponía especial cuidado en el arreglo <strong>de</strong> sus largas trenzasnegras.“Su conversación era animada y sus modales en extremo fascinadores,<strong>de</strong>bido tal vez en alto grado a cierto matiz <strong>de</strong> habitualmelancolía que está lejos <strong>de</strong> ser incompatible con el regocijoeventual y que le comunica un tono mas acentuado. Hízomemuchas preguntas sobre Venezuela, eludiendo al propio tiempola más ligera alusión a mis difuntos padres; una vez, sin embargo,involuntaria y evi<strong>de</strong>ntemente inadvertido por ella, pu<strong>de</strong> oírlaexclamar: “¡Cuán parecido!”, y con facilidad adiviné lo quepasaba por su mente.“Cuando nos levantamos para <strong>de</strong>spedirnos, manifestó el vivo<strong>de</strong>seo <strong>de</strong> vernos a ambos todas las mañanas a la misma hora.Nos trasladamos a la biblioteca, don<strong>de</strong> Fray Ignacio me <strong>de</strong>jóentreteniéndome con las comedias <strong>de</strong> Lope Félix <strong>de</strong> la Vega,mientras iba a inquirir por la salud <strong>de</strong> don Sebastián. Estaba profundamenteengolfado en la lectura <strong>de</strong> la comedia: “¡Por lapuerta, Juana!” cuando recibí or<strong>de</strong>n para ir al cuarto <strong>de</strong> mi tío, aquien hallé muy aliviado <strong>de</strong> su ataque reumático y al parecercon mejor espíritu que la noche pasada. Dióme una carta <strong>de</strong> presentaciónpara su abogado, un escribano <strong>de</strong> Córdoba, que, segúnmedijo, suministraríame toda clase <strong>de</strong> informes respecto a lapropiedad <strong>de</strong> mi padre, sobre la cual poseía yo un título indudable.Erame necesario dar a este sujeto una autorización legalpara el recaudo <strong>de</strong> todas las rentas atrasadas, etc; en nombre míoy capacitarlo para hacer las gestiones necesarias a la obtención<strong>de</strong> mi herencia. Como el viejo mayordomo salía esa mañanapara Córdoba, en asuntos <strong>de</strong> su amo, don Sebastián me aconsejóque aprovechase la oportunidad <strong>de</strong> ir en su compañía, porque57


era un criado <strong>de</strong> confianza que me sería útil en el viaje, y paramostrarme la ciudad.“Por consiguiente salí con el anciano, a quien hallé <strong>de</strong>masiadoamigo <strong>de</strong> oírse hablar a sí mismo, como la mayor parte <strong>de</strong> losandaluces, pero, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> todo, era un entretenido y utilísimocamarada <strong>de</strong> viaje. Contóme con manifiesto interés varias anécdotas<strong>de</strong> los días juveni1es <strong>de</strong> mi padre, pues según me informóhabía conocido a don Toribio <strong>de</strong>s<strong>de</strong> niño; también aprovechó laoportunidad, durante nuestro viaje, para darme más pormenores<strong>de</strong> los que yo había sabido hasta entonces, acerca <strong>de</strong> la historiadoméstica <strong>de</strong> mi propia familia.“En llegando a Córdoba nos dirigimos en el acto a casa <strong>de</strong>lescribano, Maestro Tomás Tintero, a quien fui presentado por elmayordomo, que parecía hallarse en muy buenos términos conél. Era un vizcaíno <strong>de</strong> pequeña estatura, chapado a la antigua ymeticuloso; cuando leyó la carta <strong>de</strong> presentación <strong>de</strong> donSebastián pareció confuso entre las formalida<strong>de</strong>s habituales <strong>de</strong>su profesión y su anhelo por <strong>de</strong>mostrar suficientes consi<strong>de</strong>racionesa un pariente tan próximo <strong>de</strong> su honrado patrón, como llamabasiempre a mi tío. Manifestóse altamente halagado con lacomisión que me proponía confiarle y tomó breve nota <strong>de</strong> losdocumentos que había que redactar, prometiéndome a fé <strong>de</strong>escribano, prescindir en el acto <strong>de</strong> todos los <strong>de</strong>más asuntos, paraque los papeles estuvieran listos a la firma <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> dos días,termino en que prometí volver con el propósito <strong>de</strong> autorizar lospo<strong>de</strong>res.“Habiendo el mayordomo concluido el negocio que lo llevaraa Córdoba, mientras yo estaba entendiéndome con MaestroTintero, me buscó en la escribanía y me propuso mostrarme laciudad, que yo apenas había visto aún. Cuando regresábamos aBellavista por el barrio <strong>de</strong> la Catedral, observé un cartel colocadoen sitio culminante y en el cual se anunciaba a las vecinas<strong>de</strong> Córdoba y al público en general que una gran corrida <strong>de</strong> torosse efectuaría el domingo próximo, festividad <strong>de</strong> Nuestra Señora<strong>de</strong>l Carmen. Como hasta entonces yo no había visto espectácu-58


los <strong>de</strong> esta clase, excepto en los llanos, don<strong>de</strong> a menudo tomabaparticipación en ellas, manifesté ardiente <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> presenciarla,y me sorprendió <strong>de</strong> modo agradable el saber, por lo queme dijo el mayordomo, que don Sebastián poseía un palco privadoen el Coliseo <strong>de</strong> toros y que raras veces perdía ocasión <strong>de</strong>asistir a una lidia a menos que se lo impidiera una grave enfermedad.“Cuando nos reunimos para el almuerzo, don<strong>de</strong> como antesencontré varios comensales, don Sebastián manifestó su propósito<strong>de</strong> presenciar el toreo, junta con su hija, e invitó a todos sushuéspe<strong>de</strong>s que aún no tuvieran palcos a fin <strong>de</strong> que lo acompañaranal suyo, que era gran<strong>de</strong> y bien situado para ver el espectáculoy la concurrencia. Durante el almuerzo toda la conversaciónrecayó sobre unos nuevos toreadores, llegados últimamente <strong>de</strong>Aragón, y que <strong>de</strong>bían estrenarse en la próxima corrida <strong>de</strong>Córdoba. El hijo <strong>de</strong>l corregidor <strong>de</strong> esa ciudad, uno <strong>de</strong> los visitantes<strong>de</strong> Bellavista dió a don Sebastián, que evi<strong>de</strong>ntemente seinteresó mucho en ello, un minucioso informe crítico acerca <strong>de</strong>los nuevos diestros y nos dijo a nosotros que su padre habíacoadyuvado con el alcal<strong>de</strong> mayor para reunir un encierro <strong>de</strong> losmejores toros que hubieran pisado la arena en algunos años.“Mi tío me hizo una pregunta sobre la materia, pero por <strong>de</strong>sgracia<strong>de</strong>je ver mi <strong>de</strong>sconocimiento <strong>de</strong> los términos técnicosusados en el toreo <strong>de</strong> Europa y tuve que confesar mi completaignorancia, siéndome fácil advertir la mortificación <strong>de</strong> DonSebastián y la sorpresa y <strong>de</strong>sdén <strong>de</strong> la mayor parte <strong>de</strong> los huéspe<strong>de</strong>s.Doña Isidora observó mi perplejidad y bondadosamenteme libró <strong>de</strong> ella entrando en conversación conmigo, hasta quetodos se retiraron a la “siesta” como <strong>de</strong> costumbre. La veladafué una repetición <strong>de</strong> la prece<strong>de</strong>nte, y a no haber sido por lasmañanas que pasaba en compañía <strong>de</strong> doña Isidora y <strong>de</strong> FrayIgnacio, me habría sentido insoportablemente cansado <strong>de</strong> mipermanencia en Bellavista.“Por fin llegó el día fijado para el toreo y como entonceshabía hecho amistad con algunos jóvenes caballeros que solían59


visitar a Bellavista, convinimos en que iría a caballo con elloscon el objeto <strong>de</strong> asistir a misa mayor en la Catedral <strong>de</strong> Córdobay <strong>de</strong> almorzar casa <strong>de</strong>l Corregidor, que había invitado numerosaspersonas con motivo <strong>de</strong> la corrida. Por la tar<strong>de</strong> concurrimosal Coliseo, que ya estaba lleno y fuí conducido por el hijo <strong>de</strong>lCorregidor a la arena, lugar <strong>de</strong> recreo favorito, según pu<strong>de</strong> ver,para los jóvenes <strong>de</strong> la ciudad, antes <strong>de</strong> entrar los toros y en losrecesos <strong>de</strong> la lidia.“Debo confesar que me sedujo el nuevo y hermoso espectáculoque contemplaba por primera vez: un anfiteatro <strong>de</strong>sbordantey cada uno <strong>de</strong> cuyos palcos estaba lleno <strong>de</strong> damas andaluzas,a quienes <strong>de</strong>bes reconocer como las más adorables <strong>de</strong> España.El color negro <strong>de</strong> su traje peculiar realzaba el efecto <strong>de</strong> susbellas facciones y la elegancia sencilla <strong>de</strong> su peinado, puespocas llevan más <strong>de</strong> un ramito <strong>de</strong> jazmín o un clavel en suscabellos, me admiraba y seducía. Algún tiempo <strong>de</strong>spués fuécuando pu<strong>de</strong> <strong>de</strong>scubrir el palco <strong>de</strong> don Sebastián y al fin reconocíla <strong>de</strong>scollante y majestuosa figura <strong>de</strong>l anciano coronel,ro<strong>de</strong>ado <strong>de</strong> un circulo <strong>de</strong> amigos a quienes hablaba con toda laanimación <strong>de</strong> la juventud. Doña Isidora, sentada <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> él,hízome una señal para que fuese a reunirme con ellos y apenashabía entrado en el palco cuando sonó el primer clarín para quese <strong>de</strong>spejase la arena.“Tú has visto tantos toreos, camarada, que huelga entrar en<strong>de</strong>scripciones; pero <strong>de</strong>bo observar, sin embargo, que aunque lostoreadores <strong>de</strong> Aragón <strong>de</strong>splegaban consi<strong>de</strong>rable <strong>de</strong>streza y agilidadno los creí comparables a los llaneros.“¡Vaya amigo!, contestó La Torre; te doy absoluta licenciapara que te lisonjees <strong>de</strong> tus compatriotas, y aun para gritar“¡Viva la Patria!” si lo quieres, pues <strong>de</strong>bo confesar que ahoramismo hemos hecho un papel muy lamentable, cuando Morillocon su sabiduría nos mandó a escon<strong>de</strong>rnos en el bosque <strong>de</strong>don<strong>de</strong> Páez nos echó literalmente con humo. En realidad yomismo estuve a punto <strong>de</strong> hacerme insurgente cuando unos pocoshombres <strong>de</strong> las pampas, indisciplinados y salvajes, se nos subie-60


on así a las barbas, sin que se nos permitiese cruzar lanzas conellos; pero sigue y oigamos el resto <strong>de</strong> la narración.”“Poco me queda por <strong>de</strong>cir, fuera <strong>de</strong> que la corrida <strong>de</strong>cidiómi futuro <strong>de</strong>stino; varios toros habían sido muertos ya, sinembargo, no sin que antes hubieran inutilizado la habitual proporción<strong>de</strong> caballos y hombres; los toreadores <strong>de</strong> profesión ycierto número <strong>de</strong> aficionados habían ejecutado su faena, como<strong>de</strong> costumbre, en nombre <strong>de</strong> alguna dama o <strong>de</strong> cualquiera otrapersona <strong>de</strong> la concurrencia; pero doña Isidora había sido olvidada,aunque en realidad su posición social le granjeaba títulosa esta prueba <strong>de</strong> consi<strong>de</strong>ración. Don Sebastián era <strong>de</strong>masiadoorgulloso para darse por entendido <strong>de</strong> este <strong>de</strong>saire, peropu<strong>de</strong> advertir que no era poco mortificante para su afectopaternal y para su amor propio oír proclamar sucesivamente enla arena los nombres <strong>de</strong> las hijas <strong>de</strong>l alcal<strong>de</strong> y <strong>de</strong>l corregidor ylos <strong>de</strong> otras familias distinguidas, mientras el suyo no lo mencionabani un toreador <strong>de</strong> alquiler.“Ocurrió que yo tenía en las manos la mantilla <strong>de</strong> doñaIsidora, que ella se había quitado a causa <strong>de</strong>l calor, cuando resolví<strong>de</strong> pronto hacer una o dos suertes en nombre <strong>de</strong> mi parienta;por consiguiente abandoné el palco a escondidas, sin <strong>de</strong>scubrira nadie mi propósito y consiguiendo una corta espada con elmatador, pisé la arena en el instante preciso en que un nuevo ypo<strong>de</strong>roso animal entraba en ella. Después <strong>de</strong> saludar alGobernador, como observé que lo habían hecho los <strong>de</strong>más aficionados,hice la <strong>de</strong>dicatoria en la forma corriente: “¡Vaya a lasalud <strong>de</strong> doña Isidora Castro <strong>de</strong> Baeza!” anuncio que atrajosobre mi la atención no sólo <strong>de</strong> don Sebastián, sino <strong>de</strong> todos losque sabían nuestras relaciones <strong>de</strong> familia y que yo era un criollo<strong>de</strong> Suramérica; luego traté <strong>de</strong> provocar el toro con la mantilla<strong>de</strong> doña Isidora, todavía en mis manos, y el bicho me atacóvigorosamente al instante; como el toreo había sido una <strong>de</strong> misdiversiones favoritas cuando residía con mis primos enMerecure, no me costó mucho <strong>de</strong>sempeñarme a satisfacción <strong>de</strong>61


los espectadores, quienes creyeron oportuno aplaudir mi <strong>de</strong>strezacon gritos <strong>de</strong> “¡Viva la casa <strong>de</strong> Castro!”“Sería difícil darte una i<strong>de</strong>a a<strong>de</strong>cuada <strong>de</strong> la sorpresa y entusiasmo<strong>de</strong> don Sebastián por mi insólita quijotería. A semejanza<strong>de</strong> la mayor parte <strong>de</strong> los hombres orgullosos, mi tío afectaba<strong>de</strong>s<strong>de</strong>ñar las aclamaciones <strong>de</strong> la multitud, mientras en el fondo<strong>de</strong> su corazón sentíase en extremo lisonjeado por este tributo(como <strong>de</strong>cía él) rendido a la popularidad <strong>de</strong> su familia, <strong>de</strong> la cualera puntillosamente celoso. Cuando abandoné la arena y mereuní <strong>de</strong> nuevo a los <strong>de</strong>l palco, don Sebastián me recibió con lamayor cordialidad, levantándose <strong>de</strong> su asiento, tanto como se lopermitía su invali<strong>de</strong>z, y tendiéndome la mano por sobre dos otres filas <strong>de</strong> sillas. Des<strong>de</strong> aquel mismo instante cambió <strong>de</strong>l todosu conducta respecto a mi, <strong>de</strong> tal manera que en vez <strong>de</strong> sentirme<strong>de</strong>sconcertado por la frialdad <strong>de</strong> las formalida<strong>de</strong>s que habíanhecho tan fastidiosa mi resi<strong>de</strong>ncia en Bellavista, me convertí <strong>de</strong>pronto en el más distinguido favorito. Mi tío no parecía nuncatan contento como cuando estaba yo cerca <strong>de</strong> él y pocos halagospudieran serle más gratos que los lisonjeros parabienes que solíandirigirme aquellos <strong>de</strong> sus numerosos visitantes que presenciaronla corrida.Doña Isidora y mi amigo el capellán observaban con placereste afecto creciente, que ellos trataban <strong>de</strong> fortalecer por todoslos medios a su alcance. También es cierto que si por una parteme sentía orgulloso <strong>de</strong> su buen concepto, por la otra veíameobligado a pasar con él muchas horas <strong>de</strong> tedio en su <strong>de</strong>partamento,oyéndole, o al menos aparentando hacerlo, las inacabableshistorias <strong>de</strong> su regimiento y las para mi menos interesantesanécdotas <strong>de</strong> la corte <strong>de</strong> Carlos IV. Llegó hasta darse la molestia<strong>de</strong> enseñarme el juego <strong>de</strong> cháquete, en el cual me convertí ensu constante adversario nocturno, tanto para satisfacción <strong>de</strong>Fray Ignacio como para mi secreto martirio.“Ocurrió otra circunstancia que me granjeó <strong>de</strong>l todo la buenavoluntad <strong>de</strong> mi tío y que <strong>de</strong> modo evi<strong>de</strong>nte sirvió para contrarrestartodas las malas impresiones que tenía <strong>de</strong> mis compatrio-62


tas, por lo menos en mi caso. Sus caballerizos estaban domandoun fino potro andaluz, <strong>de</strong> su propia cría, pero <strong>de</strong> bríos tanextraordinarios que frustraba todos los esfuerzos <strong>de</strong> aquéllos; yahabía maltratado ferozmente a uno o dos domadores, y el jefe <strong>de</strong>los mozos, que sin duda tenía algún interés personal en que elcaballo fuese vendido, <strong>de</strong>claró que sus mañas eran incorregibles.En vista <strong>de</strong> esto, don Sebastián había or<strong>de</strong>nado ven<strong>de</strong>rlopor cualquier precio a un contratista para la remonta <strong>de</strong> la caballería,cuando pedí permiso con el objeto <strong>de</strong> probar mi <strong>de</strong>strezacomo domador; mi tío dio su consentimiento en el acto, puesponía mucha confianza en mi actividad por la prueba <strong>de</strong> mishazañas <strong>de</strong> llanero que había presenciado ya en el circo. En vez<strong>de</strong> emplear los complicados jaeces que se utilizan en el manégeeuropeo, hice un tapaojo y un cabestro, tales como se usan enVenezuela y pronto logré hacer perfectamente dócil el caballo.“Mientras tanto el escribano, maestro Tomás Tintero, sehabía ocupado diligentemente en cumplir la comisión que leencomendé, encontrando pocos obstáculos para hacerme reconocercomo dueño <strong>de</strong> la pequeña heredad, cuyo título adquirí ala muerte <strong>de</strong> mi padre. Consistía principalmente en viñedos yestaba en posesión <strong>de</strong> un campesino rico, á quien renové elarrendamiento, ya a punto <strong>de</strong> concluir. Recibí <strong>de</strong> sus manos unaconsi<strong>de</strong>rable suma <strong>de</strong> dinero, así por los atrasos que mi padre nohabía percibido en muchos años, como por las arras que sepagan habitualmente al renovarse un arriendo.Un par <strong>de</strong> meses transcurrieron pronto en la diaria rutina <strong>de</strong>Bellavista y entonces recibí una carta en que el sobrecargo <strong>de</strong>don Gaspar Herrera me comunicaba <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Cádiz que se proponíaregresar a Suramérica, antes <strong>de</strong>l término fijado. Ofrecíase laoportunidad <strong>de</strong> un barco que iba a zarpar rumbo a Veracruz, enMéxico y que tocaría en Caracas (sic); ya el sobrecargo habíatomado su pasaje y me aconsejaba reunirme con él <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>una semana lo más tar<strong>de</strong>, porque el buque estaría listo paradarse a la mar antes <strong>de</strong> concluir el mes.63


“Cuando le comuniqué el contenido <strong>de</strong> esta carta, donSebastián me dijo al punto que no podía pensar en partir conmigo;recordóme que aunque yo tenia la <strong>de</strong>sgracia, como la llamabaé1, <strong>de</strong> haber nacido en las Colonias, mi padre era español <strong>de</strong>nacimiento y que é1, como mi pariente más próximo por líneapaterna, tenía sin duda perfecto <strong>de</strong>recho a ser consultado respectoa mi elección <strong>de</strong> carrera a <strong>de</strong> punto <strong>de</strong> resi<strong>de</strong>ncia. También medijo a las claras que como sus propieda<strong>de</strong>s no estaban vinculadasyo <strong>de</strong>bía pensarlo muy bien antes <strong>de</strong> asumir una resoluciónque me enajenase su gracia y la buena opinión que se había formado<strong>de</strong> mi, como ocurriría en efecto, caso <strong>de</strong> persistir yo en mipropósito <strong>de</strong> regresar a Venezuela y sobre todo ingresando en elgremio mercantil.“Consi<strong>de</strong>rándolo bien comprendí con facilidad que me convenía<strong>de</strong>jarme dirigir por los <strong>de</strong>seos <strong>de</strong> mi tío, aunque ya estabasatisfecho con lo que había visto <strong>de</strong> Europa. Por consiguientedile las gracias por el favorable concepto que le merecía y manifestémedispuesto a seguir su conseja, aventurándome al propiotiempo a insinuarle que anhelaba una oportunidad <strong>de</strong> distinguirmeen alguna carrera y que tenía la más profunda aversión porla vida inactiva. Entonces me informó que habiéndome vistopersonalmente dar pruebas <strong>de</strong> valor y bizarría (sin duda aludiendoa mi <strong>de</strong>but en la corrida) había hecho una humil<strong>de</strong> oferta <strong>de</strong>mis servicios a Su Majestad Católica, por órgano <strong>de</strong>l antiguopreceptor <strong>de</strong> Fernando, el Duque <strong>de</strong> San Carlos, entonces alfrente <strong>de</strong> los negocios públicos, y con quien don Sebastián estuvoun tiempo en intimas relaciones. El Rey, se había dignadograciosamente dar una respuesta favorable y mi tío esperaba adiario que llegase la notificación <strong>de</strong> mi ascenso, como alférez,en algún regimiento. Trató <strong>de</strong> conservar en secreto esta buenanoticia, hasta que pudiese tener la satisfacción <strong>de</strong> darme unasorpresa entregándome el nombramiento, pero no pudo seguirocultándolo porque no dudaba que al revelármela <strong>de</strong>svaneceríaen mi mente toda i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> regresar a Venezuela.64


“Correspondí a don Sebastián con justo y sincero reconocimientopor sus gestiones a favor mío, dándole las gracias contan viva expresión, que ello hubiera sido suficiente para convencerlo<strong>de</strong> mi franca aquiescencia a la elección que había hecho <strong>de</strong>mi carrera, caso <strong>de</strong> haber podido abrigar la menor duda a esterespecto. A <strong>de</strong>cir verdad me sentía gratamente sorprendido conla noticia y esperaba con impaciencia la llegada <strong>de</strong>l prometidonombramiento. En el acto escribí a mi antiguo compañero, elsobrecargo, para comunicarle mi resolución <strong>de</strong> permanecer enEuropa y envié con él otra carta para don Gaspar en que le explicabacon amplitud mi situación y proyectos, todo ello en unaforma que sin duda merecería su aprobación. Asimismo enviéuna larga correspon<strong>de</strong>ncia a mi tío y primos <strong>de</strong> Merecure, paradarles cuenta pormenorizada <strong>de</strong> mis aventuras y expresarles missentimientos por no serme posible volverlos a ver tan prontocomo lo había esperado.“Al cabo recibí el nombramiento <strong>de</strong> alférez en el regimiento<strong>de</strong> Húsares <strong>de</strong> Numancia, junto con la patente <strong>de</strong> Don, que mehabía sido conferida merced a los ruegos <strong>de</strong> don Sebastián conel Primer Ministro, pues <strong>de</strong> otro modo hubiera encontradomuchas cortapisas para obtener la segunda, aun por compra,porque para entonces los criollos <strong>de</strong> las colonias <strong>de</strong>safectasgozaban <strong>de</strong> muy poco favor en la corte. Frecuentes y minuciosasfueron las advertencias que antes <strong>de</strong> partir me hizo el meritorioy anciano coronel, respecto a la línea <strong>de</strong> conducta que meconvenía seguir al iniciarme en el mundo y no fue menos elocuenteal explicarme la rutina y etiqueta <strong>de</strong> mi nueva profesión.A<strong>de</strong>más tuvo a empeño equiparme <strong>de</strong>l todo y entre otras pruebas<strong>de</strong> su estimación regalóme su propia espada, antigua hoja <strong>de</strong>genuino mo<strong>de</strong>lo toledano, forjada por el célebre Andrés elHerrero, y con este lema:¡ No me saques sin razónni me envaines sin honor ¡ 565


“Compren<strong>de</strong>rás que <strong>de</strong>bía procurarme un sable más mo<strong>de</strong>rno,antes <strong>de</strong> entrar en ejercicio, pero cuidéme <strong>de</strong> afrentar a mitío, haciéndoselo saber.“Cuando ya todo estuvo listo y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> dar una afectuosa<strong>de</strong>spedida a don Sebastián, a su hija y a mi amigo Fray Ignacio,me incorporé al regimiento “Numancia”, que servía por entoncesen las inmediaciones <strong>de</strong> Vélez Málaga, contra unas guerrillasque mero<strong>de</strong>aban en esa región <strong>de</strong>l país. Pasé dos años en elregimiento muy a satisfacción mía, porque el coronel era unantiguo oficial <strong>de</strong> mi tío y <strong>de</strong> cuando en cuando me conseguíalicencia para pasar algunas semanas en Bellavista. DonSebastián, que continuaba interesándose tanto por mi bienestarcomo si yo hubiera sido hijo suyo, obtuvo mi promoción algrado <strong>de</strong> teniente en el cuerpo a que ahora pertenezco y en elque tuve el gusto <strong>de</strong> conocerte. Des<strong>de</strong> entonces hemos permanecidosiempre tan juntos que nada más tengo que referir, fuera<strong>de</strong> lo que tu mismo <strong>de</strong>bes ya saber”.“‘¡Mil gracias camarada! Pero díme ahora seriamente comopiensas hacer para lograr una entrevista con tu prima Juanita,pues doy por sabido que eso es tu gran preocupación al presente”.“En primer término <strong>de</strong>bo tratar <strong>de</strong> saber don<strong>de</strong> se ha refugiadola familia <strong>de</strong> mi tío Silvestre, y luégo, si logro arreglármelaspara enviar una carta a Juanita, le fijaré un punto <strong>de</strong>terminado<strong>de</strong> la sabana don<strong>de</strong> nuestra cita pue<strong>de</strong> efectuarse sin riesgo paraella; se que es una intrépida amazona y casi tengo la convicción<strong>de</strong> que se aventuraría hasta allí.”“Mientras tanto, agregó el capitán, confía en mi promesa <strong>de</strong>proporcionarte un mensajero, caso <strong>de</strong> ser posible; pero oigotocar la retreta en el campamento y ya es hora <strong>de</strong> que <strong>de</strong>spachelas patrullas. Hasta luego, amigo”.5. A Andrés el Herrero se le llamaba habitualmente Andrés Ferrara.66


CAPÍTULO VILA RETIRADA DE LOS EMIGRADOSAllí encontró la tribu un asilo a salvo entre aquellasvastas ciénagas y <strong>de</strong>nsos bosques, con <strong>de</strong>siertosintransitables, terrenos inundados y pantanos laberínticos,segura <strong>de</strong>fensa contra enemigos humanos.—SoutheyLos llaneros Gómez y Gamarra, a cada uno <strong>de</strong> los cualeshabía <strong>de</strong>stacado Páez con un hijo, cabalgaban a paso rápido y ensilencio a través <strong>de</strong> la sabana: Ambos padres iban embargadoscon penosas i<strong>de</strong>as por la suerte <strong>de</strong> sus mujeres e hijos, a quienesahora estaban próximos a trasladar <strong>de</strong> sus cómodos hogares paraque experimentasen todas las fatigas anexas a la errátil vida <strong>de</strong>los emigrados.Llegaron al hato <strong>de</strong> Gamarra cerca <strong>de</strong> la puesta <strong>de</strong>l sol y fueronrecibidos con abrazos y lagrimas por el ansioso grupo reunidoen espera <strong>de</strong> ellos. Des<strong>de</strong> la mañana se había aumentado lapartida con la llegada <strong>de</strong>l Cura <strong>de</strong> Guasdualito, don ManuelCuadras, a quien acompañaban una hermana viuda y dos hijas<strong>de</strong> ésta, también compelidas a huir <strong>de</strong> la amenazante tempestad<strong>de</strong> la guerra. No había tiempo que per<strong>de</strong>r en tomar las medidasnecesarias para salir <strong>de</strong>l hato; sin embargo los varones dieronmuerte a una ternera, que las mujeres <strong>de</strong>scuartizaron y asaroncomo avío para el camino, mientras aquellos encerraban en elcorral una madrina <strong>de</strong> caballos y mulas, proce<strong>de</strong>ntes <strong>de</strong> loscome<strong>de</strong>ros cercanos. Cogieron a lazo tantos <strong>de</strong> los animalesdóciles como se requerían y los ensillaron <strong>de</strong> prisa para el viaje;también cogieron un par <strong>de</strong> mulas fuertes las cuales, puestas las67


albardas, <strong>de</strong>stinaron al acarreo <strong>de</strong> aquellos pocos efectos quepodían llevarse convenientemente.Luégo juntáronse todos para tomar la última y melancólicacena en el amplio salón que tan a menudo había presenciado susregocijos en alegres reuniones celebradas allí. Después <strong>de</strong>acompañar al cura en la acostumbrada y vespertina Oración a laVirgen, la comitiva se puso en marcha, seguida <strong>de</strong> los perros <strong>de</strong>ambos hatos, que parecían conscientes <strong>de</strong> que estaba ocurriendoalgo extraordinario, pues aunque eran <strong>de</strong> la feroz cría <strong>de</strong>Cumaná, mezclábanse todos en tregua forzosa, ocasionalmenteinterrumpida por algunos gruñidos hostiles. <strong>Las</strong> únicas vías quea través <strong>de</strong> estas extensas sabanas conducen a la laguna <strong>de</strong>Cunaviche, o realmente por cualquier rumbo hacia el interior,consisten en simples caminos <strong>de</strong> ganado, abiertas por los rebañossalvajes en su tránsito <strong>de</strong> una parte a otra <strong>de</strong> las llanuras. Ycomo estas veredas sólo permiten el paso <strong>de</strong> los caballos unotras otro, los fugitivos tenían poca o ninguna oportunidad <strong>de</strong>reunirse para conversar. Gamarra dirigía la marcha, con la carabinalista para el caso <strong>de</strong> que se presentara <strong>de</strong> pronto un tigre, yorientando su rumbo a través <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sierto por la luna y las estrellas;mientras Gómez, a retaguardia, arreaba las mulas <strong>de</strong> carga,silbando el aire llanero: “¿De los generales cuál es el valiente?”(1).Hacia media noche llegaron a un palmar no distante <strong>de</strong> unjagüey, y como las mujeres se quejaban <strong>de</strong>l cansancio, resolvieronquedarse allí y <strong>de</strong>jar que caballos y mulas pastasen hasta lamañana. Hombres y muchachos convinieron en hacer la centinelarelevándose unos a otros, por supuesto con excepción <strong>de</strong>lcura; y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> encen<strong>de</strong>r una fogata, para protegerse contratigres y panteras, todos, excepto el chico más joven, a quientocó en turno vigilar primero, sumiéronse pronto en un sueñoprofundo.Al amanecer continuaron la fuga y no fue sino <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>ocultarse el sol, a las tres noches <strong>de</strong> haber abandonado el hato,cuando llegaron al sitio escogido por Páez para resi<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> los68


emigrados, mientras el ejército español continuara en losLlanos. Numerosas hogueras había ya encendidas bajo los congrios<strong>de</strong> abierta copa y la mayor parte <strong>de</strong> las familias estabancantando la oración vespertina <strong>de</strong> ¡Salud María! (sic). Como lasombra suce<strong>de</strong> rápidamente al crepúsculo en estos climas, eraya <strong>de</strong>masiado tar<strong>de</strong> para pensar en construir algún refugio provisionalen que se recogiesen las mujeres y los niños, <strong>de</strong> modoque se vieron en el caso forzoso <strong>de</strong> vivaquear otra vez a laintemperie; pero a la mañana siguiente, Gómez y Gamarra, conayuda <strong>de</strong> sus hijos varones, fabricaron chozas <strong>de</strong> bambú y pencas<strong>de</strong> palma para sus familias y otra <strong>de</strong>stinada al Cura <strong>de</strong>Guasdualito. Concluida su misión <strong>de</strong>spidiéronse cariñosamente<strong>de</strong> sus mujeres y niños y regresaron a incorporarse con el ejército<strong>de</strong> Páez en la sabana <strong>de</strong> Cañafístola, que era el punto <strong>de</strong> reuniónseñalado.Ambas madres, Merce<strong>de</strong>s y Paulita, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> organizar sushumil<strong>de</strong>s ranchos con la mayor comodidad posible, salieronjuntas a recorrer su nuevo sitio <strong>de</strong> resi<strong>de</strong>ncia, don<strong>de</strong> ya se habíanreunido <strong>de</strong> cuatrocientas a quinientas familias (2).La selva <strong>de</strong> majestuosos congrios y caujaros que ro<strong>de</strong>a lalaguna <strong>de</strong> Cunaviche ábrese en varios puntos, formando hermososrecodos cubiertos <strong>de</strong> una hierba corta y muelle; Páez habíaescogido uno <strong>de</strong> los mas remotos cuyo único acceso posible, porno existir sen<strong>de</strong>ro alguno, consistía en ro<strong>de</strong>ar un intrincadolaberinto <strong>de</strong> tremedales, va<strong>de</strong>ando a menudo profundos tributarios<strong>de</strong> la laguna, bullentes <strong>de</strong> caimanes y tupidos <strong>de</strong> cañas. Lamayor parte <strong>de</strong> las familias recién llegadas habían construidoranchos bajo los árboles y como todas fueron seguidas por susperros, y muchas arrearon sus rebaños <strong>de</strong> vacas, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> las próximassabanas, el lugar ofrecía ya el aspecto <strong>de</strong> una extensa ypopulosa al<strong>de</strong>a.Algunas se ocupaban en or<strong>de</strong>ñar; mientras otras que tuvieronel cuidado <strong>de</strong> traer los útiles necesarios, pilaban maíz en gran<strong>de</strong>smorteros <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra y con pesados maja<strong>de</strong>ros; o bien cocíanarepas en anchos platos <strong>de</strong> tierra. Buen número <strong>de</strong> las69


muchachas reuníanse a orillas <strong>de</strong> la laguna, para lavar la ropa <strong>de</strong>sus respectivas familias, y su incesante vocerío, junto con lasrisotadas que resonaban en el bosque, hacían ver que la migraciónno embargaba sus ánimos tan hondamente como podíaesperarse. La mujer <strong>de</strong> Páez, doña Rosaura (3), residía en uno<strong>de</strong> los ranchos más gran<strong>de</strong>s, preparado para recibirla con másholgura que <strong>de</strong> costumbre, por una partida <strong>de</strong> la Guardia <strong>de</strong>Honor, que se prestó espontáneamente para este servicio, pues,en realidad, los llaneros <strong>de</strong>mostraban siempre extremada consi<strong>de</strong>raciónpor La Señora, como la llamaban <strong>de</strong> ordinario. Ella no<strong>de</strong>bía semejante <strong>de</strong>ferencia al sólo hecho <strong>de</strong> ser la esposa favorita<strong>de</strong> su jefe, sino a que poseyendo una educación muy superiora la <strong>de</strong> todos los que la ro<strong>de</strong>aban, mostrábase al propio tiempotan mo<strong>de</strong>sta y bondadosa con cada uno, que aquellos le profesabanin<strong>de</strong>cible respeto y admiración.Había nacido en San Carlos, <strong>de</strong> la provincia <strong>de</strong> Caracas, en laregión limítrofe <strong>de</strong> <strong>Barinas</strong>, y su familia era superior a la <strong>de</strong>Páez, con quien casó antes <strong>de</strong> comenzar la revolución enVenezuela. Cuando su marido se alistó bajo la ban<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> lain<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia, siguióle a los Llanos, pero sin permanecer nuncacon el ejercito, porque prefería gozar una vida <strong>de</strong> apartamientoen una pequeña posesión a las márgenes <strong>de</strong>l Cabullare. Allí seconsagraba <strong>de</strong>l todo a la educación <strong>de</strong> dos hijos suyos, rarasveces visitada por Páez, pues las ocupaciones y costumbres <strong>de</strong>este último eran tan <strong>de</strong>l todo opuestas a las <strong>de</strong> doña Rosaura,que aun siendo incapaz <strong>de</strong> sentir indiferencia por ella, la evi<strong>de</strong>ntefrialdad y reserva <strong>de</strong>l jefe llanero cuando estaba en compañíasuya no podían <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> causarle profunda tristeza, porque loamaba con apasionado afecto.Ahora veíase ro<strong>de</strong>ada por grupos <strong>de</strong> llaneros acostumbradossiempre a acudir a ella para pedirle consejo y ayuda en susmenores tribulaciones, por lo cual confiaban en que su presencia,aunque ella estaba envuelta, no menos que ellos, en lacomún calamidad, constituía en cierto modo, una protección ensus necesida<strong>de</strong>s. Con la asistencia <strong>de</strong>l Cura <strong>de</strong> Guasdualito,70


poco a poco, logró calmar el temor excesivo <strong>de</strong> las emigradas,quienes, poseídas <strong>de</strong> pánico ante la soledad <strong>de</strong>l bosque en quebuscaban refugio, lejos <strong>de</strong> procurar alentarse unas a otras, exagerabancon insistencia en sus conversaciones los peligros a quese verían expuestas probablemente, durante la ausencia <strong>de</strong> susmaridos y <strong>de</strong> sus hijos. Ella les recordaba los pantanos que circuíanla laguna <strong>de</strong> Cunaviche, haciéndoles ver que cuando ellosmismos se abrieron paso con dificultad a través <strong>de</strong> los tremedales,<strong>de</strong>bía confiarse en que eran un obstáculo insuperable contrael avance <strong>de</strong> un ejército invasor; asegurábales, a<strong>de</strong>más, que lavigilancia <strong>de</strong> Páez no podía ser eludida por los españoles, ahoraque se hallaban en plena sabana y que él, sin duda, encontraríamedios <strong>de</strong> darles aviso a los emigrados para que se retiraran atiempo, más a<strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sierto, caso <strong>de</strong> que Morillo, por algunacircunstancia imprevista, <strong>de</strong>scubriese aquel escondrijo.Por or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> Páez se condujo a El Congrial, nombre <strong>de</strong> aquelremoto bosque, un numeroso rebaño <strong>de</strong> vacas con sus becerros,distribuido entre las diversas familias que por haberse visto forzadasa <strong>de</strong>jar sus hatos con excesiva premura no pudieron traersus ganados. Los fugitivos se familiarizaron poco a poco con sunueva situación, y sus diarias faenas se <strong>de</strong>sarrollaban, en cuantoera posible, casi con la misma rutina que cuando estaban enpacifica posesión <strong>de</strong> sus granjas. Hilar con el huzo es más bienun entretenimiento que un oficio serio para las mujeres suramericanas<strong>de</strong> todas las clases, y como en las selvas <strong>de</strong> las márgenes<strong>de</strong>l Orinoco se recoge algodón silvestre en abundancia, elhilar y el tejer se convirtieron durante el día en la constante ocupación<strong>de</strong> las personas mayores, mientras los niños se iban endiversas direcciones en busca <strong>de</strong> frutas silvestres y <strong>de</strong> huevos <strong>de</strong>tortuga. Estos últimos se encuentran en tales cantida<strong>de</strong>s en losbancos <strong>de</strong> arena, que constituyen un importante artículo <strong>de</strong>comercio entre los indios <strong>de</strong>l Orinoco, quienes los secan al solpara que les sirvan <strong>de</strong> provisión en el invierno, y logran extraerlesun aceite bueno y límpido que suministran a los diferentesestablecimientos <strong>de</strong> misiones situados a orillas <strong>de</strong>l río. (4)71


Por la noche, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la Oración, en que por lo regulartodos tomaban parte, oíanse la música <strong>de</strong> las guitarras y los cantosnacionales proce<strong>de</strong>ntes <strong>de</strong> las dirversas partes <strong>de</strong>l bosquedon<strong>de</strong> estaban construidas las chozas. Numerosa reunión formábasesiempre en el rancho <strong>de</strong> doña Rosaura, quien, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>comentarse las ultimas noticias llegadas <strong>de</strong>l ejército, que <strong>de</strong>s<strong>de</strong>luego ella era la primera en recibir, invitaba a pasar la veladacontando cuentos, <strong>de</strong> los cuales la mayor parte <strong>de</strong> las llanerasposeen un buen repertorio, recurso casi indispensable para ellas,durante los monótonos meses <strong>de</strong> las lluvias anuales, cuandocada hato se ve aislado por las inundaciones <strong>de</strong> las sabanas.El Padre Manuel Cuadras, uno <strong>de</strong> los primeros en proponereste entretenimiento nocturno, convino en dar el ejemplocomenzando con la siguiente narración.(1) Este cantar llanero <strong>de</strong>cía:“¿De los generales cuál es el valiente?“Mi general Páez con toda su gente.“De los generales cuál es el mejor?“Mi general José con su Guardia <strong>de</strong> Honor”.(2) Refiriéndose a este éxodo dice Restrepo en el capítulo X, tomo II, <strong>de</strong> su“Historia <strong>de</strong> Colombia” La numerosa emigración <strong>de</strong> cerca <strong>de</strong> diez mil personas queseguía al ejercito, fué trasladada a Araguaquén, terreno aislado e inaccesible a losespañoles.” La cifra apuntada por Baralt, coinci<strong>de</strong> con esta. Toda la guerra <strong>de</strong> in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>nciafué un período <strong>de</strong> profunda conmoción en que las poblaciones tuvieron quehuir en masa ante el espectro <strong>de</strong> la guerra a muerte, en diversas ocasiones, pero estaretirada ofrece la singularidad <strong>de</strong> haberse hecho en circunstancias menos azarosas ypor consiguiente con cierta cohesión y regularidad. Poco dicen <strong>de</strong> ella los historiadorespatrios, porque a Páez le faltó un O’Leary o un Perú <strong>de</strong> la Croix que recogiese losdatos y documentos para reconstituir el mecanismo íntimo <strong>de</strong> sus campañas, ni podíaser <strong>de</strong> otro modo por la naturaleza misma <strong>de</strong> su sistema militar y por el medio socialy geográfico en que se <strong>de</strong>senvolvía. El propio caudillo <strong>de</strong> las pampas apenas a1u<strong>de</strong>en su Autobiografía a este episodio, por consi<strong>de</strong>rarlo tal vez como un inci<strong>de</strong>nte ordi-72


nario <strong>de</strong> 1a campaña, pues siempre llevó consigo numerosa caravana <strong>de</strong> familias llanerasque se acogían a su protección, prefiriendo las contingencias <strong>de</strong> 1a vida nómadaal peligro seguro <strong>de</strong> las lanzas realistas. E1 autor <strong>de</strong> este libro suple en parte la falta<strong>de</strong> noticias acerca <strong>de</strong> la concentración <strong>de</strong> Cunaviche, y <strong>de</strong>cimos en parte porque él selimita a exponer e1 aspecto pintoresco <strong>de</strong> 1a emigración, sin anotar otros pormenoresque serían interesantes para <strong>de</strong>ducir que clase <strong>de</strong> organización administrativa regíaaquella muchedumbre refugiada en e1 fondo <strong>de</strong> las se1vas. Cuanto a1 número <strong>de</strong> losfugitivos y a1 estorbo inevitable que producían a1 ejército citaremos los datossiguientes: Páez dice a Bolívar <strong>de</strong>s<strong>de</strong> e1 cuarte1 general <strong>de</strong> Burón, a 26 <strong>de</strong> febrero <strong>de</strong>1819: “A esto se agrega que a una numerosa emigración <strong>de</strong> seis a ocho mil almas hasido preciso darles caballos para que pudieran salvarse, con cuyo trabajo las caballeríasse hallan molestadísimas e inútiles <strong>de</strong>l todo al presente para empren<strong>de</strong>r operacionessobre el enemigo”. Con igual fecha y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el mismo lugar: “Ya usted pue<strong>de</strong> consi<strong>de</strong>rarmis gran<strong>de</strong>s atenciones, las fatigas en que me he hallado, y lo que habré trabajadoen estos días. Le aseguro a usted que por mantener el ejército y la gran emigración,me ha costado y me esta costando Dios y su ayuda; sin caballos y muy escasoel ganado en estas sabanas, me hacen trabajar infinito.”Trágica romería, análoga a ésta, emprendió el pueblo uruguayo en 1811, conducidopor Artigas, héroe nacional, a quien el poeta Zorrilla <strong>de</strong> San Martín erige, con suEpopeya, monumentum aeri perennius, entre cuyos relieves se <strong>de</strong>staca magnífico elepisodio <strong>de</strong>l éxodo.A aquellos que cultivan el género histórico no por el atractivo <strong>de</strong> sus narracionesni por templar la pluma al cálido vaho <strong>de</strong> horno que suele surgir <strong>de</strong> sus paginas sobretodo entre nosotros don<strong>de</strong> los anales <strong>de</strong> la República y aún <strong>de</strong> la colonia continúansiendo combustibles que ar<strong>de</strong>n al rescoldo <strong>de</strong> las pasiones políticas y <strong>de</strong> las rivalida<strong>de</strong>slugareñas, apuntes como este <strong>de</strong> la emigración y <strong>de</strong>l papel que le tocara a Páez<strong>de</strong>sempeñar en ella les servirán sin duda para explicarse el fenómeno <strong>de</strong>l encumbramientopolítico, <strong>de</strong>l caudillaje incontrovertible <strong>de</strong>l “catire”, mas aún que sus propiashazañas o patrañas bélicas como hay quienes prefieran calificarlas. El que esto escribeno es un paecista, ni mucho menos, pero la historia <strong>de</strong>be hacer justo balance entrelos méritos y <strong>de</strong>méritos, en que por mucho que se reduzca el haber resultaría siempreun saldo favorable al autor <strong>de</strong> la Autobiografía.El caudillo <strong>de</strong> los Llanos está lejos <strong>de</strong> fingir penalida<strong>de</strong>s y fatigas cuando habla<strong>de</strong> los apuros en que lo ponía la emigración, porque es fama que él en persona, ayudadopor sus hombres se daba la pena <strong>de</strong> pasar <strong>de</strong> una a otra orilla <strong>de</strong> caños y ríosaquellos inútiles personajes que se habían acogido al amparo <strong>de</strong> su lanza. Solía practicarsesemejante operación mediante los botes <strong>de</strong> cuero, cuya fabricación y manejo73


explica el mismo en su Autobiografía: “Se toma un cuero y pasando una soga por losagujeros que se hacen en sus extremos, se meten <strong>de</strong>ntro los efectos, y recogiendo lasoga hasta cerrar y asegurar lo que queda a<strong>de</strong>ntro, se hace un nudo y se hecha al aguael bulto, el cual va tirado por un cor<strong>de</strong>l que lleva el hombre en los dientes.” Este primitivosistema <strong>de</strong> navegación acomodábase también al trasporte <strong>de</strong> personas y yapue<strong>de</strong> imaginarse la incomodidad y peligro <strong>de</strong> los que iban a<strong>de</strong>ntro; los llaneros <strong>de</strong>Páez, menos abnegados que su jefe, se <strong>de</strong>squitaban <strong>de</strong> tal servicio forzoso echandopestes contra aquellos lebrilludos ó ventrudos próceres civiles con quienes tenían quecargar en la impedimenta. No faltará quien recuer<strong>de</strong>, a propósito <strong>de</strong> estos ejemplosfavorables que también se le achacan a Páez negligencias reprensibles en la protección<strong>de</strong> vidas y haciendas, perdidas por sujetos respetables asilados en su jurisdicción,pero si se observa la clase <strong>de</strong> soldados con que lidiaba y la libertad <strong>de</strong> costumbresresultante <strong>de</strong> la propia guerra pue<strong>de</strong> que se llegue casi a disculparlo. Ante Páez <strong>de</strong>beuno sentirse en presencia <strong>de</strong>l héroe primitivo, obediente a sus propios instintos encondiciones poco propicias a la evolución moral <strong>de</strong>l individuo, cuales son las queengendra la guerra, la guerra irregular, sobre todo, que se hace en la pampa, don<strong>de</strong> lanoción <strong>de</strong> la <strong>de</strong>lincuencia y <strong>de</strong> las penas es tan fugitiva como las unas <strong>de</strong> los caballosindómitos que rige cada jinete; Páez mismo, perteneciente a una familia burguesa,esta en los Llanos y es el héroe <strong>de</strong> los Llanos porque se refugió allí evadiendo laacción <strong>de</strong> la justicia. Por otra parte, la guerra a muerte, que es obra realista o patriota,<strong>de</strong> la porción mas culta <strong>de</strong> la República y que fue sancionada por el propioLibertador en su famoso Decreto <strong>de</strong> Trujillo, da rienda suelta a las pasiones <strong>de</strong>l habitante<strong>de</strong> las pampas, educado en el <strong>de</strong>sprecio <strong>de</strong> la vida, en la escuela <strong>de</strong> Boves. Sicon todos estos antece<strong>de</strong>ntes se logra <strong>de</strong>scubrir una virtud humana en nuestro héroe,hay que rendirle acatamiento; y si no es ya una virtud aislada que se manifiesta al estímulo<strong>de</strong>l ruego o <strong>de</strong> la apacible vida ciudadana, entonces <strong>de</strong>ben i<strong>de</strong>arse nuevos elogiosy encarecimientos para po<strong>de</strong>r recompensarlo. Y ténganse en cuenta que la carrerapública <strong>de</strong> aquel hombre singular representa un constante esfuerzo ascen<strong>de</strong>nte quelo conduce, no sólo por el imperio <strong>de</strong> las armas, puesto que el valor era planta silvestreen toda la República, a ser la encarnación <strong>de</strong> la autonomía nacional, primero y mástar<strong>de</strong> el símbolo político <strong>de</strong> las altas clases sociales. En el gobierno <strong>de</strong> la Repúblicaalcanza, par muchos anos, influencia tan omnímoda como en los Llanos, don<strong>de</strong> esjefe y patriarca; sin duda, poseyó cualida<strong>de</strong>s y méritos extraordinarios el peón <strong>de</strong>Manuelote cuando así pudo imponerse a todo el egregio procerato que se le subordinabao pugnaba en vano por vencerlo. Los mismos anticivilistas <strong>de</strong> 1835, que son porlo general los elementos <strong>de</strong>l partido antagónico, los bolivaristas, no se atreven contrael régimen imperante, sino buscando el arrimo <strong>de</strong> Páez, y cuando éste <strong>de</strong>saira el po<strong>de</strong>r74


que le ofrecen, el vacío se hace en torno <strong>de</strong> la rebelión. Existe, pues, en la personalidad<strong>de</strong> este caudillo un secreto resorte psicológico, no bien estudiado aún, y cuyoconocimiento daría la clave <strong>de</strong>l profundo ascendiente que ejerciera en el ápice <strong>de</strong> lapopularidad.-Nota <strong>de</strong>l traductor.(3) Páez <strong>de</strong>cía a Bolívar, a 5 <strong>de</strong> enero <strong>de</strong> 1819, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Caujaral: “Es ocioso que yodiga que nada invierto en mi beneficio <strong>de</strong> lo que pertenece al Estado; nada tengo y nimi esposa disfruta <strong>de</strong> una prenda por pequeño que sea su valor.” La mujer <strong>de</strong>l caudilloera doña Dominga Ortiz, a quien cuadra muy bien el retrato moral que el autor <strong>de</strong>esta obra hace <strong>de</strong> su doña Rosaura. En efecto, la humil<strong>de</strong> esposa vióse abandonada porel jefe llanero en 1820, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> afrontar todos los riesgos y privaciones a que laexponían las andanzas y aventuras <strong>de</strong>l futuro caudillo, con quien había casado en 1809y cuyas huellas siguió en toda la campaña. Nació en Canaguá y no en San Carlos, en1792. Ya sustituida en el afecto <strong>de</strong> Páez por la célebre Barbarita Nieves, retiróse a<strong>Barinas</strong>, don<strong>de</strong> hizo vida ejemplar. Cuando la <strong>de</strong>sgracia se le opuso al EsclarecidoCiudadano en su amplia senda <strong>de</strong> triunfos y <strong>de</strong> honores, y fue encerrado en el castillo<strong>de</strong> San Antonio, en Cumaná, allí acudió la esposa <strong>de</strong>sairada, en compañía <strong>de</strong> su hijaRosario, a consolar las tribulaciones <strong>de</strong>l héroe. Véase como los rasgos que traza elnarrador correspon<strong>de</strong>n a los <strong>de</strong> este ser, todo benevolencia, cuya virtud y espíritu piadosole granjeaban singular simpatía entre las hordas apureñas.–Nota <strong>de</strong>l traductor.(4) Acerca <strong>de</strong> esta industria primitiva es oportuno reproducir lo que apuntaCodazzi en su “Resumen <strong>de</strong> la Geografía <strong>de</strong> Venezuela”: “Aquí (en la Encaramada)el Orinoco es célebre por la famosa y abundante pesca <strong>de</strong> la tortuga, y por la cantidad<strong>de</strong> mosquitos que <strong>de</strong> allí para arriba oscurecen el aire. Anualmente en las playas<strong>de</strong> Paraguaná, Barraguán y Cucururaparo se reúnen los indios que vienen a recogerlos huevos. Los <strong>de</strong> la Urbana están encargados <strong>de</strong> custodiarlos, como <strong>de</strong>scendientes<strong>de</strong> los antiguos otomacos. El 19 <strong>de</strong> marzo se abren las playas en aquellas tres islas.Se cogen anualmente 1.000 botijas <strong>de</strong> manteca <strong>de</strong> 25 botellas cada una; se necesitan5.000 huevos para cada botija. <strong>Las</strong> tortugas ponen <strong>de</strong> 80 a 120 huevos; pero tomaremospor término medio cien: <strong>de</strong> este número la cuarta parte se pier<strong>de</strong> y se rompe, yotra, cuarta parte la comen y secan para llevarla a sus casas los indios. Resultaría,pues, que para producir las 1.000 botijas era preciso que 100 mil tortugas (cuyo pesototal es <strong>de</strong> 50 mil quintales) saliesen a poner 10.000 <strong>de</strong> huevos en sólo aquellas tresplayas. Si se calcula lo que ponen en otras partes cerca <strong>de</strong> la boca <strong>de</strong>l Orinoco, en unaextensión <strong>de</strong> 200 leguas <strong>de</strong>positarían anualmente 20 millones <strong>de</strong> huevos en las playas<strong>de</strong>l Orinoco... “Tales datos, fundados en estadísticas formadas en la cuarta década <strong>de</strong>l75


siglo XIX, unos veinte años <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> las ocurrencias referidas en la narración inglesaque traducimos, documentan muy bien el pasaje correspondiente <strong>de</strong>l texto.– Nota<strong>de</strong>l traductor.


CAPÍTULO VIIEL ESPECTRO DE LOS ANDESEI bloque helado y movedizo <strong>de</strong>l ventisquero avanzadía por día, pero soy yo quien le permite el paso ocontiene sus témpanos. Soy el genio <strong>de</strong> esta región;podría hacer inclinar la montaña y estremecerla hastaen su cóncavo asiento.—Manfredo.“Fui educado para la Iglesia en el Colegio <strong>de</strong> la Compañía enBogotá, bajo la dirección <strong>de</strong> Fray Ambrosio Monzal, Superior<strong>de</strong> los Jesuítas <strong>de</strong> Nueva Granada, y hombre a quien, aun <strong>de</strong>sterrado<strong>de</strong> Sur América por subsiguiente <strong>de</strong>creto que vedó la resi<strong>de</strong>nciaen las colonias españolas a los discípulos <strong>de</strong> Loyola,todavía lo recuerdan con veneración todos los que estudiaronbajo sus auspicios. El Arzobispo <strong>de</strong> Bogota, que cifraba gran<strong>de</strong>y merecida confianza en Fray Ambrosio, atendía <strong>de</strong> modo invariablesus recomendaciones referentes a aquellos, alumnos quehubieran alcanzado la sagrada distinción <strong>de</strong> la tonsura, y dábalespreferencia sobre todos los <strong>de</strong>más candidatos para la provisión<strong>de</strong> Curatos en su diócesis. Tan pronto como terminé elcurso ordinario <strong>de</strong>l Colegio, fuí presentado al Arzobispo coninformes favorables acerca <strong>de</strong> mis calificaciones. Recibí lasór<strong>de</strong>nes en seguida, y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> oficiar por algunos años comocapellán supernumerario en la Catedral <strong>de</strong> Bogotá se me nombrópara el Curato <strong>de</strong> Guasdualito en la <strong>Barinas</strong> inferior.Semejante al<strong>de</strong>a no había sido provista <strong>de</strong> pastor hasta entonces,por lo cual sus habitantes tenían que asistir a las iglesias <strong>de</strong>Betolles o <strong>de</strong> Achaguas, según les conviniera mejor.77


“No obstante lo avanzado <strong>de</strong> la estación, mi afán por cumplirlos mandatos <strong>de</strong>l Arzobispo, que consistían en partir para miparroquia con el menor retardo posible, me indujo <strong>de</strong>saten<strong>de</strong>rpor completo las observaciones <strong>de</strong> aquellos conocidos míos quehabían estado en Venezuela y todos los cuales me asegurabanque la Cordillera <strong>de</strong> los An<strong>de</strong>s, interpuesta entre los Llanos yNueva Granada, no podría franquearse en época alguna <strong>de</strong>l añosin correr gravísimo riesgo, pero que en el invierno sería lamayor locura intentarlo; advirtiéronme que ninguna mula, porpotente que fuera, lograría trasponer entonces la ca<strong>de</strong>na <strong>de</strong> montañasy que me vería en la imposibilidad <strong>de</strong> conseguirme unvaqueano bastante atrevido para aventurarse junto conmigo,caso <strong>de</strong> ser tan falto <strong>de</strong> cordura que persistiese en proseguir a piéla peligrosa jornada. Sin embargo, no di crédito a la mayor parte<strong>de</strong> las espantosas anécdotas que cada uno <strong>de</strong> mis amigos seempeñaba en referirme, acerca <strong>de</strong> pasajeros que habían perecidoen los páramos, <strong>de</strong>duciendo por modo temerario que todosaquellos relatos aterradores habían sido muy exagerados con elexpreso propósito <strong>de</strong> asustarme y hacerme <strong>de</strong>sistir <strong>de</strong> mi empresa.“Compré dos buenas mulas pertenecientes a la magnífica críaque da fama al valle <strong>de</strong> Sogamozo; una para montar yo y la otrapara conducir el equipaje; luego concerté un hábil e inteligentemontañés, llamado Julián Rojas, para que me acompañase a pié,forma acostumbrada <strong>de</strong> viajar entre las clases humil<strong>de</strong>s <strong>de</strong>Nueva Granada. Como viajaba <strong>de</strong>spacio, así por el peón y lasmulas como por mi propia comodidad, pues aquella era la únicaexcursión larga que había hecho hasta entonces y como <strong>de</strong>scansévarios días en Chiquinquirá, Sogamazo y Tunja, invertí más<strong>de</strong> un mes en llegar a la al<strong>de</strong>a <strong>de</strong> Cheva, situada al pié <strong>de</strong> laCordillera. La estación lluviosa había comenzado ya y los ramalesinferiores <strong>de</strong> los An<strong>de</strong>s no estaban casi nunca libres <strong>de</strong> unespeso dosel <strong>de</strong> nubes, mientras los picos gigantescos que señoreanla cumbre, envueltos en sus esplendidos mantos <strong>de</strong> nieve,parecían oponer infranqueable barrera a todo nuevo avance.78


“El Cura <strong>de</strong> Cheva, en cuyo hogar fui recibido hospitalariamente,trató en vano <strong>de</strong> hacerme <strong>de</strong>sistir <strong>de</strong> mi resolución, contodos los argumentos que pudo imaginar. Ya podía darme exactacuenta <strong>de</strong> que el intento <strong>de</strong> atravesar las montañas tropezaríacon riesgos consi<strong>de</strong>rables, aunque aun no comprendiese toda sumagnitud, pero entonces era joven y me avergonzaba <strong>de</strong> retroce<strong>de</strong>r,habiendo llegado tan lejos en mi viaje. A<strong>de</strong>más, los fondoscon que me habían provisto mis padres casi estaban agotadospor las compras indispensables que tuve que hacer y por losmismos gastos <strong>de</strong>l camino, no obstante su modicidad, <strong>de</strong> modoque no me hubieran permitido permanecer don<strong>de</strong> me encontrabahasta el retorno <strong>de</strong> la primavera. En consecuencia resolvíarrostrar a todo evento el páramo <strong>de</strong> Pisba y aproveché la ocasión<strong>de</strong> seguir con una tribu errante <strong>de</strong> indios cachiríes, queemprendían el paso <strong>de</strong> los An<strong>de</strong>s con el objeto <strong>de</strong> invernar en lastempladas llanuras <strong>de</strong> Casanare.“Habiendo hecho regular acopio <strong>de</strong> arepas y carne <strong>de</strong> venadoseca, salí <strong>de</strong> Cheva con mi peón Julián y como cerca <strong>de</strong> veintecachiríes, acompañados <strong>de</strong> sus mujeres e hijos. Después <strong>de</strong>tres días <strong>de</strong> viaje, subiendo y bajando las filas inferiores <strong>de</strong> laCordillera, durante los cuales tuvimos que pasar varios torrentescasi inva<strong>de</strong>ables, llegamos a uno <strong>de</strong> esos puentes colgantes, llamadostarabitas, con el cual no conté nunca en mis cálculos.Jamás había visto una <strong>de</strong> esas peligrosas maromas para franquearlos precipicios <strong>de</strong> las montañas y aunque a menudo oíhablar <strong>de</strong> ellas nunca pu<strong>de</strong> forjarme una i<strong>de</strong>a precisa <strong>de</strong> su terribleaspecto.“El abismo opuesto ante nosotros medía en su anchura comoun tiro <strong>de</strong> ballesta; y a juzgar por la vertiginosa pendiente <strong>de</strong> susrocosos flancos, parecía haber sido abierto por uno <strong>de</strong> esosterremotos formidables que suelen conmover en su asiento lamisma gigantesca Cordillera. Por el fondo <strong>de</strong> la misma rompíasu curso un torrente montañero, visible <strong>de</strong>l todo porque su espumaproducía abajo el “crepúsculo <strong>de</strong>l abismo”, bien que su rugidoapenas se percibiese a semejante distancia; en los flancos79


medraba una vegetación escuálida compuesta <strong>de</strong> arbustos dispersosy plantas trepadoras con alguna que otra palmera minúsculaque a duras penas podían arraigar en las quiebras <strong>de</strong> lasrocas; pero en lo alto, cedros majestuosos se inclinaban sobreambas márgenes <strong>de</strong>l precipicio.“Atravesaba el abismo un sólido cable <strong>de</strong> correas <strong>de</strong> cuerocrudo, pero como era imposible mantener en tensión esta pesadasoga, hume<strong>de</strong>cida <strong>de</strong> modo constante por las lluvias que caensin cesar durante todo el año en las selvas andinas, aflojábasemucho en el centro, formando un amplio segmento <strong>de</strong> semicírculo.La tarabita, especie <strong>de</strong> cuna hecha <strong>de</strong> mimbres, y en aparienciamuy podrida por la humedad, colgaba <strong>de</strong> aquella soga, acuyo largo corría, merced a gran<strong>de</strong>s motones y tirando <strong>de</strong> ellahacia a<strong>de</strong>lante o hacia atrás con largos cor<strong>de</strong>les <strong>de</strong> fibras torcidas.Como era la estación en que los viajeros no suelen intentarel paso <strong>de</strong> los An<strong>de</strong>s, la familia indígena, cuya ocupación consistíaen aten<strong>de</strong>r el puente colgante y que vivía la mayor parte<strong>de</strong>l año en un pequeño rancho construido en la margen opuestaa aquella en que nos hallábamos nosotros, habíase retirado ainvernar en una al<strong>de</strong>a situada al otro lado <strong>de</strong>l páramo, <strong>de</strong>spués<strong>de</strong> halar la tarabita hacia la orilla en que habitaba el guarda, y<strong>de</strong>jándola atada al cedro <strong>de</strong> don<strong>de</strong> pendía la soga.“Al principio supuse que nuestro avance tenía que interrumpirse,sobre todo cuando los indios se agacharon con su airehabitual <strong>de</strong> taciturna apatía, como si hubieran resuelto nomoverse <strong>de</strong> allí hasta que los forzara el hambre; pero mi peónJulián, que conocía mejor sus costumbres, me aconsejó queesperase con paciencia hasta ver el resultado <strong>de</strong> sus <strong>de</strong>liberaciones.Después <strong>de</strong> contemplar por algunos minutos y en completosilencio el inesperado obstáculo, uno <strong>de</strong> los más diligentes sequitó el poncho y las cotizas, asió con brío <strong>de</strong> la soga le echó laspiernas, cruzándolas por encima y comenzó a pasar en esaforma, pendiendo siempre <strong>de</strong> aquélla. Sin duda tuvo que hacerun terrible esfuerzo para sostenerse a pesar <strong>de</strong> las oscilaciones<strong>de</strong> la soga, y cuando hubo pasado <strong>de</strong>l centro y principió a subir80


fué presa <strong>de</strong> evi<strong>de</strong>nte fatiga que difícilmente le permitió continuar.Mientras tanto sus compañeros no le dirigían la menor palabra<strong>de</strong> estimulo y continuaban fumando sus churumbelas convisible indiferencia. Al cabo logró, mediante un violento esfuerzo,asirse a las raíces <strong>de</strong> un árbol que colgaban sobre el precipicioy con ayuda <strong>de</strong> las cuales trepó a lo alto <strong>de</strong>l peñasco, don<strong>de</strong>se echó extenuado <strong>de</strong>l todo.“Cuando hubo <strong>de</strong>scansado <strong>de</strong>sató la tarabita y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>lanzarla <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la orilla, los indios que estaban <strong>de</strong>l lado nuestrola atrajeron hacia nosotros. Encontramos en ella las cinchas ycorreas empleadas con el objeto <strong>de</strong> transportar ganado a través<strong>de</strong>l abismo, hallazgo que vino a servirme <strong>de</strong> consuelo porqueabrigaba el temor <strong>de</strong> verme forzado a <strong>de</strong>jar mis mulas allí, cuandono podía darme cuenta <strong>de</strong> los medios por los cuales se laspasaría al otro lado. Obsequié a los indios con tabaco para queme ayudasen a trasportarlas, antes <strong>de</strong> atravesar nosotros, puesJulián me advirtió que si permitía que aquéllos franqueasen primeroel precipicio, probablemente seguirían su marcha <strong>de</strong>jándomeabandonado a mí mismo. Des<strong>de</strong> entonces he observado bastantesu congénita indolencia y su propensión a que cada quien<strong>de</strong>penda <strong>de</strong> sus propios esfuerzos, para convencerme <strong>de</strong> queaquella hubiera sido en efecto mi situación.“Sin embargo, los indios me hicieron ver la necesidad <strong>de</strong> queotros dos <strong>de</strong> ellos atravesaran el abismo para prestarle ayuda asu compañero en la tarea <strong>de</strong> pasar la mula; consentí en ello, ydos intrépidos cachiríes se trasladaron a la orilla opuesta, hecholo cual, los restantes procedieron a <strong>de</strong>scolgar la tarabita yponiendo una <strong>de</strong> las bestias bajo el extremo <strong>de</strong> la soga, atado altronco <strong>de</strong> un cedro, cerca <strong>de</strong>l bor<strong>de</strong> <strong>de</strong>l abismo tapáronle losojos y la aseguraron a los motones. Los tres que habían salvadoya el precipicio, tiraron <strong>de</strong> la mula por medio <strong>de</strong> una <strong>de</strong> las cuerdas<strong>de</strong> la tarabita, y como los <strong>de</strong>l lado nuestro la forzaran ace<strong>de</strong>r, <strong>de</strong>scendió con terrible velocidad hacia el centro <strong>de</strong> lasoga; los <strong>de</strong> la otra orilla haláronla entonces y la <strong>de</strong>sataron; esta81


operación repitióse con la mula restante; y al fin nosotros pasamospor parejas en la tarabita, libres <strong>de</strong> todo acci<strong>de</strong>nte.“Como la travesía <strong>de</strong>l precipicio ocupó todo el resto <strong>de</strong>l día,<strong>de</strong>terminamos pernoctar en la choza <strong>de</strong>l guarda <strong>de</strong> la tarabita;eltiempo, aunque lluvioso, mostrábase hasta entonces relativamentebenigno, pero al anochecer las crecientes ráfagas <strong>de</strong> vientoy el confuso rumor <strong>de</strong> un trueno remoto, nos advirtieron laaproximación <strong>de</strong> una tempestad <strong>de</strong> invierno, la cual vino con tanespantosa rapi<strong>de</strong>z que a los pocos instantes estaba en su apogeo.EI viento aullaba en la copa <strong>de</strong> los cedros, a cuya sombra habíanconstruido el rancho don<strong>de</strong> nos refugiábamos, doblegándolosy sacudiéndolos como si fuesen débiles arbustos, mientras losrelámpagos iluminaban por intervalos toda la selva, jugueteandoentre los troncos <strong>de</strong> los árboles y fingiendo llenar la choza,don<strong>de</strong> todos los indios se habían amontonado. Truenos estrepitosossucedían instantáneamente a cada relámpago, estremeciendola tierra que pisábamos, casi sin receso alguno. Nosencontrábamos realmente en medio <strong>de</strong> la tempestad, porque aunno habíamos ascendido sobre el nivel ordinario <strong>de</strong> las nubes.“Jamás había presenciado yo escena tan espantosa; losindios, a pesar <strong>de</strong> su flema característica, no podían contemplarlacon su calma habitual y cuando relámpago tras relámpago fulgurabaa través <strong>de</strong> todos los resquicios en la frágil habitación,retratábase en sus bronceados rostros una expresión mortal <strong>de</strong>terror, ajena <strong>de</strong>l todo a su ingénito aire <strong>de</strong> orgullosa indiferencia.Saqué <strong>de</strong> mi baúl una pequeña imagen <strong>de</strong> San Antonio,todopo<strong>de</strong>rosa contra las tempesta<strong>de</strong>s, y me prosterné ante ella,pidiendo a todos los presentes que me acompañasen en los ruegosal santo. Sólo Julián obe<strong>de</strong>ció a mi exhortación, porque loscachiríes, que aun conservan vestigios <strong>de</strong> idolatría, adoran pormiedo a un <strong>de</strong>monio, a quien atribuyen el origen <strong>de</strong> todo mal,muy especialmente en las regiones salvajes <strong>de</strong> la Cordillera. Apesar <strong>de</strong> mis amonestaciones continuaban musitando sus invocacionesmágicas al Vulto <strong>de</strong> los An<strong>de</strong>s, cuya resi<strong>de</strong>ncia suponensituada en los cráteres <strong>de</strong> los volcanes apagados que se82


encuentran en la mayor parte <strong>de</strong> los páramos, y creen a<strong>de</strong>másque le place cabalgar en las nubes tempestuosas para <strong>de</strong>struir alos viajeros errabundos que se aventuran por sus dominios solitarios.“Por fin llegó la mañana y cesaron los truenos, pero la lluviay el viento continuaban con violencia; cuando propuse seguira<strong>de</strong>lante los cachiríes manifestaron gran oposición a la marcha,porque, al <strong>de</strong>cir suyo, el páramo estaba bravo todavía. Supe porJulián que entre los indios, hasta los conversos creen tan firmementeen la existencia y malévolos atributos <strong>de</strong>l Vulto, queatraviesan <strong>de</strong> prisa, en silencio y sin alzar los ojos <strong>de</strong>l suelo poresos parajes <strong>de</strong>siertos <strong>de</strong> las cumbres altísimas, llamados páramos,y a los cuales consi<strong>de</strong>ran como la resi<strong>de</strong>ncia peculiar <strong>de</strong> losmalos espíritus. Si los sorpren<strong>de</strong> la tempestad, cuando en lacima, invariablemente sacrifican al temido <strong>de</strong>monio algunos <strong>de</strong>sus adornos, o bien su repuesto <strong>de</strong> víveres y la mayor parte <strong>de</strong>sus ropas, echándolos en un precipicio o <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la profunday negra laguna que se encuentra siempre entre los picos másenhiestos.“Al cabo logré inducirlos a salir <strong>de</strong> aquel rancho, que apenaspodía merecer el nombre <strong>de</strong> refugio, porque, construido parahabitación veraniega, habíanlo techado con hojas <strong>de</strong> plátano silvestreque <strong>de</strong>jaban colarse la lluvia por muchas partes. Los tropiezosy peligros <strong>de</strong>l camino eran ahora diez veces mayores; elresbaladizo sen<strong>de</strong>ro serpeaba por la orilla <strong>de</strong> los precipicios,siendo en general tan angosto que ya no pu<strong>de</strong> confiar en mimula; en consecuencia eché pié a tierra, no sin gran riesgo porquecasi no tenía espacio don<strong>de</strong> apearme, y la conduje lentamente<strong>de</strong> la brida. Aquella fué una feliz precaución <strong>de</strong> parte mía,porque a poco andar la bestia tropezó en una piedra suelta y noencontrando bastante campo para recobrar el equilibrio rodó alprecipicio no obstante mis esfuerzos por ayudarla y <strong>de</strong>saparecióen un instante <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l abismo. La mula <strong>de</strong> carga, que erala más recia <strong>de</strong> las dos, continuaba marchando todavía, aunqueen realidad muy fatigada, al cuidado <strong>de</strong> mi peón; pero Julián83


movió la cabeza en signo <strong>de</strong> <strong>de</strong>sconfianza cuando le pregunté sicreía que la acémila pudiese llegar a la otra falda <strong>de</strong> laCordillera.“Tras estas peripecias salimos <strong>de</strong> la guarida que la selva noshabía formado hasta entonces y entramos en el páramo; parajeescueto y roqueño <strong>de</strong> algunas millas <strong>de</strong> extensión, en que lanieve que amortaja ampliamente todas las <strong>de</strong>más partes <strong>de</strong> lamontaña, no podría acumularse por la violencia <strong>de</strong> las ráfagasque la barren, aullando <strong>de</strong> modo incesante. Allí no se encontrabaya sen<strong>de</strong>ro alguno, pero los indios <strong>de</strong>scubrieron pronto elcamino sobre el fragoso terreno mediante los huesos <strong>de</strong> hombresy <strong>de</strong> bestias que a cada paso veíamos blanqueando a laintemperie. La mula <strong>de</strong> carga, <strong>de</strong>bilitada por sus prece<strong>de</strong>ntesesfuerzos, cayó tratando <strong>de</strong> pasar por una roca lisa y escarpada,sin que hubiera modo <strong>de</strong> obligarla a levantarse; víme, pues, enel caso <strong>de</strong> abandonar la mayor parte <strong>de</strong> mi equipaje, porque nosfué difícil persuadir a los cachiríes para que condujeran lasvituallas y algo <strong>de</strong> mi vestuario, aunque no logré salvar el almofrezque contenía mi cama, ni un solo libro <strong>de</strong> la escasa bibliotecaque había escogido con tanto cuidado para solazarme en elretiro, y que tanto apreciaba.“Habíamos salido <strong>de</strong> la choza <strong>de</strong>l tarabitero ya tar<strong>de</strong> por lamañana, y los rayos <strong>de</strong>l sol poniente proyectaban ahora nuestrassombras a la distancia, cuando los indios, que habían continuadosu camino <strong>de</strong> prisa, a un paso que más <strong>de</strong> una vez amenazó<strong>de</strong>jarme a la zaga, se <strong>de</strong>tuvieron <strong>de</strong> repente y a gachas comenzaron<strong>de</strong> nuevo a murmurar en su propia lengua las mismasinvocaciones, al parecer, que habían hecho durante la tormenta.Traté <strong>de</strong> averiguar la significación <strong>de</strong> aquello, pero sólo obtuvepor respuesta: “¡El Vulto!” dicho con tono <strong>de</strong> impaciencia yenojo par la pregunta; Julián que parecía compartir sus terroresen no mínimo grado, pues cruzó los brazos <strong>de</strong>votamente yrezando el rosario, me llamó la atención hacia una sombragigantesca que tenía burda semejanza con la forma humana yque aparecía y <strong>de</strong>saparecía <strong>de</strong> modo alternativo, conforme iban84


pasando las neblinas. Debo confesar que al primer momentoexperimenté consi<strong>de</strong>rable temor ante aquello que semejaba unaaparición sobrenatural, hasta que recordé haber leído el caso <strong>de</strong>un fenómeno análogo presenciad por los viajeros en los An<strong>de</strong>spróximos a Quito y que era, producido, al rayar el día o a lapuesta <strong>de</strong>l sol, por la proyección <strong>de</strong> la sombra humana sobre lasnieblas errantes.“La explicación estuvo lejos <strong>de</strong> satisfacer a Julián a quien nopu<strong>de</strong> disuadir <strong>de</strong> que había visto frente a frente al espantosoGenio <strong>de</strong> la Cordillera; sólo me contestó que sin duda yo <strong>de</strong>bíasaberlo muy bien, pero que semejante visión nunca <strong>de</strong>jaba <strong>de</strong>pre<strong>de</strong>cir <strong>de</strong>sgracia. Cuanto a los cachiríes era vano pensar enargüirles contra sus preocupaciones ni lo creí pru<strong>de</strong>nte, consi<strong>de</strong>randocuán necesaria me era su asistencia para disgustarlosintentando hacerlo, pues mi peón me había dicho que experimentabantemor supersticioso al hallarse entre las montañas encompañía <strong>de</strong> un sacerdote o <strong>de</strong> un fraile, y pu<strong>de</strong> advertir que memiraban con muestras <strong>de</strong> disgusto, como si yo fuera la únicacausa para que el espectro se hiciese visible.“El sol hundiéndose bajo el horizonte y el Vulto no volvió aaparecer; los indios abandonaron entonces su actitud <strong>de</strong> adoracióny siguieron a prisa por el páramo. Así como atravesábamosla fila <strong>de</strong>sabrigada, el viento adquiría tanta violencia y el frío eratan embargante que en muchos lugares teníamos que arrastrarnosa gatas y aun a veces que tumbarnos contra el suelo temerosos<strong>de</strong> ser precipitados al abismo por la furia <strong>de</strong> las ráfagas. Amenudo el aire se oscurecía con los torbellinos <strong>de</strong> nieve y al finnos vimos forzados a <strong>de</strong>tenernos hasta que saliese la luna, reposandomientras tanto al abrigo <strong>de</strong> algunos enhiestos picos <strong>de</strong>granito que se erguían abruptos, como ruinas <strong>de</strong> alguna antiguafortaleza. Varios indios se alejaron en busca <strong>de</strong> combustible,porque algunas <strong>de</strong> las mujeres y los chicos se hallaban he1ados<strong>de</strong> tal modo que eran incapaces <strong>de</strong> andar. Aunque no se veía niuna brizna <strong>de</strong> hierba ni señal alguna <strong>de</strong> vegetación, exceptomusgo y liquen, pronto se las compusieron para encen<strong>de</strong>r una85


fogata con fragmentos <strong>de</strong> fustes <strong>de</strong> sillas, pedazos <strong>de</strong> tabla yhuesos secos, tanto <strong>de</strong> bestias como <strong>de</strong> gente. .“Mientras nos amontonábamos acurrucados en torno <strong>de</strong>lfuego, sorprendiónos la llegada <strong>de</strong> algunos cachiríes que sehabían a<strong>de</strong>lantado y los cuales traían un indio en aparienciamuerto; pero que al ser examinado más <strong>de</strong> cerca dió signos <strong>de</strong>vivir aún; <strong>de</strong>positado al abrigo <strong>de</strong> la roca, las mujeres frotaronsus pies y sienes hasta que pudo ingurgitar un poco <strong>de</strong> aguardienteque por fortuna había yo traído conmigo. Los cachiríesque lo acercaron al fuego informáronme haberlo encontradotendido junto con su familia, toda la cual estaba completamentemuerta. Grado a grado se repuso lo suficiente para tomar algúnalimento y al fin recobró bastantes fuerzas para <strong>de</strong>cirnos que dosdías antes, junto con su mujer e hijos, había <strong>de</strong>jado su cabaña <strong>de</strong>la tarabita, pero que no habían podido pasar más allá <strong>de</strong>l centro<strong>de</strong>l páramo antes <strong>de</strong> que los sorprendiese la espantosa tormenta<strong>de</strong> la noche anterior; que se acostaron en el suelo y que ignorabalo que había ocurrido <strong>de</strong>spués.Cuando supo la suerte <strong>de</strong> su familia reprochó amargamente alos cachiríes por haberlo separado <strong>de</strong> ella haciéndolo <strong>de</strong>spertar,e insistió en que lo <strong>de</strong>jasen don<strong>de</strong> estaba.“Al principio atribuí esta <strong>de</strong>sesperada revolución a simpleembriaguez y a la <strong>de</strong>sgana <strong>de</strong> todo género <strong>de</strong> ejercicio producidosiempre por la exposición a un frió excesivo, pero cuando elenfermo se recobró lo suficiente para fumar una churumbelaque le ofrecieron, y estábamos preparándolo todo para reasumirel viaje a la clara luz <strong>de</strong> la luna y las estrellas, todavía persistióen su propósito <strong>de</strong> no moverse <strong>de</strong>l sitio en que lo habían colocado.Los cachiríes parecían <strong>de</strong>l todo indiferentes a la suerte <strong>de</strong>aquel indio, pues en realidad no abrigaban la más ligera intención<strong>de</strong> conducirlo por el páramo, aunque el se los hubiera suplicado,<strong>de</strong> modo que mucho menos se <strong>de</strong>jarían persuadir por argumentoalguno, o ganga que yo pudiera ofrecerles, para trasladarlocontra su propia voluntad; así, tuve que convenir muy a pesarmio, en que fuese abandonado a inevitable muerte. Mi fiel peón86


Julián hízome la advertencia <strong>de</strong> que no me quedase ni un instante<strong>de</strong>trás <strong>de</strong> los indios porque <strong>de</strong>sertarían <strong>de</strong> nosotros caso <strong>de</strong>fatigarnos, con tanta indiferencia como <strong>de</strong>jaron al tarabitero.Esprobable que en realidad hubieran consi<strong>de</strong>rado nuestra muertecomo una circunstancia provechosa, porque así habrían obtenidotranquila posesión <strong>de</strong> las ropas que conducían y aun <strong>de</strong> lasque llevábamos encima.“La Furia <strong>de</strong>l viento se había aplacado en cierta medida, yrepuestos ya merced a nuestro <strong>de</strong>scanso avanzamos con másrapi<strong>de</strong>z por el páramo. Al ro<strong>de</strong>ar un soberbio pico, que dominabaalas restantes, nos vimos frente a la laguna, cuya inmensaprofundidad era <strong>de</strong>latada par la negrura <strong>de</strong> sus aguas. Cerca <strong>de</strong>lpico hallábase la infeliz familia <strong>de</strong>l tarabitero; cuatro niños, <strong>de</strong>diversas eda<strong>de</strong>s, yacían abrazados unos a otros y en parte cubiertospor una capa reciente <strong>de</strong> nieve y granizo, La madre, sentaday rígida, tenía en los brazos un niño también muerto <strong>de</strong> frío,aunque abrigado con casi todas las ropas <strong>de</strong> la mujer. Los indiosapresuraron el paso, <strong>de</strong>teniéndose apenas para echar una ojeadasobre aquel cuadro, pero arrebatando al pasar y con precipitación,los ponchos con que el bebé y los otros niños estaban envueltos.“Por la mañana temprano logramos llegar a un tambo en ruinas,situado en la parte más espesa <strong>de</strong> la selva, y a los dos días,<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> pasar uno en los bosques, entramos en la al<strong>de</strong>a <strong>de</strong> <strong>Las</strong>Salinas, don<strong>de</strong> <strong>de</strong>scansé por algún tiempo para reponerme <strong>de</strong> lafatiga y estropeo que había pa<strong>de</strong>cido, resuelto firmemente a nointentar más nunca la travesía <strong>de</strong> la Cordillera en invierno”. (1)(1) Todo este relato armoniza con la soberbia <strong>de</strong>scripción <strong>de</strong>l paso <strong>de</strong> los An<strong>de</strong>spor el ejército libertador, hecha en el CAPÍTULO X <strong>de</strong> “Campañas y cruceros”, obra<strong>de</strong>l mismo oficial inglés que escribe esta narración. Ninguno <strong>de</strong> los historiadores <strong>de</strong>la época logró trazar un cuadro tan perfecto <strong>de</strong> la naturaleza bravía, cuyos obstáculosarrostrara el ejército <strong>de</strong> Bolívar en esta memorable campaña, siendo el autor <strong>de</strong> estos87


libros quien esboza mejor y pinta con colores más vivos el campo <strong>de</strong> acción y la insigneproeza <strong>de</strong> las huestes patriotas.Cuanto al párroco <strong>de</strong> Guasdualito, el autor <strong>de</strong> esta narración había aludido ya ensus Campañas y Cruceros, CAPÍTULO VII, traducción <strong>de</strong> Luis <strong>de</strong> Terán, reproducidapor Cultura. Allí se lee, cuando se <strong>de</strong>scriben el acuartelamiento en Achaguas:“Entre estos emigrados, los oficiales ingleses habían distinguido al Cura <strong>de</strong>Guasdualito, D. Manuel Cuadras. Era un hombre <strong>de</strong> superiores talentos. Habíase llevadoa su <strong>de</strong>stierro a una hermana y dos sobrinas, que nos cantaban con la mejor gracia<strong>de</strong>l mundo canciones españolas, acompañándose con la guitarra y haciéndose asímás breves las veladas <strong>de</strong>l invierno tropical.”


CAPÍTULO VIIIEL CAMPAMENTO PATRIOTA.—ATAQUENOCTURNO.—GUERRA A MUERTEPero cuando le ganó el campo y los que habían sobrevividoal combate rindieron sus armas, fué obra <strong>de</strong>testable<strong>de</strong>scargar sobre los in<strong>de</strong>fensos prisioneros laruda espada <strong>de</strong> la conquista.—Juana <strong>de</strong> Arco.Llegado que hubo a Caujaral con su Guardia <strong>de</strong> Honor, Páezvió que Zaraza había cumplido ya sus instrucciones, trasladándosecon el resto <strong>de</strong> la caballería a la sabana <strong>de</strong> Cañafístola, quepor ser mas abierta permitía observar la aproximaci6n <strong>de</strong>l enemigoen cualquier dirección; en consecuencia partió a la mañanasiguiente para reunirse con el y llegó por la tar<strong>de</strong> al rústicocampamento, si es que merece tal nombre un montón <strong>de</strong> soldadospertenecientes a diversas armas y confundidos todos sinplan ni concierto alguno, caso ineludible siempre que mandabael jefe veterano Zaraza, a quien todos conocían en el ejercitopatriota con el nombre familiar <strong>de</strong> El Taita Cordillera alusivo ala blancura <strong>de</strong> su cabeza. Era con mucho el más viejo <strong>de</strong> losgenerales <strong>de</strong> Venezuela y había sido infatigable en su oposicióna los realistas, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> los primeros días <strong>de</strong> la revolución, aunantes <strong>de</strong> que el nombre <strong>de</strong> Bolívar fuese conocido por respectoalguno. Cuando Montever<strong>de</strong> reconquisto a Caracas, y Bolívar,entonces coronel al servicio <strong>de</strong> la Patria, vióse obligado a huirpor algún tiempo <strong>de</strong>l continente, Zaraza conserva reunido losrestos <strong>de</strong>l ejército disperso, en la provincia <strong>de</strong> Cumana yBarcelona, y continuó molestando a los realistas; sin embargo,a causa <strong>de</strong> sus inveteradas preocupaciones contra todas las re-89


glas militares que tuviesen por objeto la disciplina, sus propiashuestes poseían todos los hábitos y apariencia <strong>de</strong> una guerrilla,y si capitaneaba temporalmente las tropas <strong>de</strong> otro general, introducíaen ellas, <strong>de</strong> modo invariable, la irregularidad y el <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n.Acantonada su guardia, Páez cabalgó con sus ayudanteshabituales hacia la parte <strong>de</strong>l campamento en que se había acuarteladoZaraza, encontrando a este jefe muy atareado en cocer suración <strong>de</strong> carne en un asador <strong>de</strong> palo, al fuego <strong>de</strong> una hoguera,ro<strong>de</strong>ado <strong>de</strong> oficiales y soldados suyos, que se entremezclabancon ostensible igualdad.“¡Norabuena, Taita Cordillera!”, exclamo Páez al <strong>de</strong>smontarse.“¡Buena disciplina mantiene usted entre sus rotos, y bonitoejemplo <strong>de</strong> subordinación está dándoles a mis llaneros!”Aquel ataque a sus preocupaciones y peor aun el <strong>de</strong>spreciativotermino <strong>de</strong> rotos, aplicado a sus hombres, a quienes consi<strong>de</strong>rabacomo a hijos, llamándolos siempre así, <strong>de</strong>sconcertaronrealmente al veterano, como Páez lo había premeditado.“¡Malhaya con cien <strong>de</strong>monios! Hubiera podido jurar, niñoJosé Antonio, que la primer palabra que oiría a su llegada, era la<strong>de</strong> disciplina. En eso y en subordinación es en todo lo que piensanusted y Simón Bolívar; y <strong>de</strong> mucho que les ha servido a losdos! Bolívar con su disciplina (1) fue <strong>de</strong>rrotado por Morillo enLa Puerta; casi alanceado en su hamaca por López en Rincón <strong>de</strong>los Toros; sorprendido por Calzada en Ortiz; y ahora forzado abuscar refugio entre los capuchinos (cuyo sólo nombre aborrezco)al otro lado <strong>de</strong>l Orinoco. Y usted, señor Páez... cuéntenosque hazañas hizo ayer con sus alabados llaneros, aunque me esfácil compren<strong>de</strong>r por la quietud con que han llegado alcampamento, que uste<strong>de</strong>s fueron <strong>de</strong>rrotados por los godos. ¡Siuste<strong>de</strong>s hubieran logrado la menor ventaja hubiéramos oído a susubordinada y muy comedida guardia, gritando y vociferandoen una forma en que mis rotos, como usted se complace en llamarlos,nunca se atreverían a hacerlo!”90


“¡Oiga, Taita! Aquí está Carvajal que jura que usted no lesdió nunca motivo para cantar victoria; me dice que cuando perteneciópor algún tiempo a su guerrilla, en Barcelona, usted no<strong>de</strong>jó jamás que su gente viera los colores amarillo y rojo <strong>de</strong> laban<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> Montever<strong>de</strong>; y que cuando Boves y el zambo Yánezfueron hasta El Bergantín, usted se salvó huyendo al campamento<strong>de</strong> Monagas en Cantaura.“¡Maldito sea Carvajal” exclamó el rudo veterano, ya en elcolmo <strong>de</strong> la ira. “Me asombra que usted, Páez, que tiene algúnsentido,... una especie <strong>de</strong> sentido propio en bruto... pueda oirlas pen<strong>de</strong>jadas <strong>de</strong> ese individuo. Fui yo el primero que le enseñóa manejar la lanza, cuando Bolívar y los <strong>de</strong>más disciplinistas,andaban huyendo por Margarita y Santo Domingo; y laPatria se hubiera perdido para siempre <strong>de</strong> no haber sido porCe<strong>de</strong>ño, Monagas y otro que no nombraré. Usted no era entoncesmás que un muchacho, Páez; un simple mocoso y no sabenada <strong>de</strong> todo esto, fuera <strong>de</strong> huirle a Boves, con seguridad!”“Entonces el taita olvida, dijo Carvajal, uno <strong>de</strong> los oficialesfavoritos <strong>de</strong> Páez y comandante <strong>de</strong> su guardia; “olvida como loayudó Monagas a arreglar sus cuentas pendientes con Yañez,cuando el zambo le quemó la casa y la hacienda <strong>de</strong> Peñuelas.”“¡Oigamos eso!”, exclamó Páez, porque se <strong>de</strong>leitaba en hacerrabiar, como el mismo <strong>de</strong>cía, en torear a Zaraza, quien nuncasupo distinguir entre chanzas y veras: —“jamás he oído hablar<strong>de</strong> ese inci<strong>de</strong>nte, Carvajal. ¿Cómo fue eso?“Pues bien, Boves marchó repentinamente <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la ciudad <strong>de</strong>Cumaná hasta el pie <strong>de</strong> El Bergantín, don<strong>de</strong> acampaba mi genera1Zaraza con su método habitual <strong>de</strong> establecer piquetes avanzados,es <strong>de</strong>cir, no tan distantes <strong>de</strong> él que <strong>de</strong>jase <strong>de</strong> sentir elcalor <strong>de</strong> las fogatas; por consiguiente fuimos sorprendidos y forzadosa huir a Cantaura, como dije antes. Monagas avanzó en elacto con todo su ejército para repeler esta invasión <strong>de</strong> los Altosllanos, pero no llegó a tiempo <strong>de</strong> salvar la casa y la familia <strong>de</strong>lTaita. Cuando nos aproximamos a Peñuelas, Monagas y algunosmás, entre los cuales figuraba el Taita, se a<strong>de</strong>lantaron a recono-91


cer el enemigo, situado en la cumbre <strong>de</strong> un cerro separado <strong>de</strong>nosotros por un barranco profundo. Los realistas nos <strong>de</strong>scubrieronpronto y pudieron distinguir la ban<strong>de</strong>ra <strong>de</strong>l Taita, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>lo cual uno <strong>de</strong> ellos le grito a éste: “¡Oiga, viejo Zaraza. le quemamosla casa y le tenemos presos a la loba y a los lobeznos!”Taita Cordillera, en vez <strong>de</strong> montar en cólera como lo hace todoslos días con sus rotos, por cualquier bagatela, se volvió muytranquilo hacia Monagas e hizo la observación <strong>de</strong> que hasta losgodos podían <strong>de</strong>cir verdad algunas veces, porque la noche anteriorle habían dado aquella noticia.”“¡Oiga! contestó Zaraza; y hágame el favor <strong>de</strong> explicarme loque usted hubiera dicho, señor sabe mucho, caso <strong>de</strong> hallarse enmi lugar. Habría podido construir una nueva casa con todos susatufos <strong>de</strong> venganza? Pero <strong>de</strong>jemos estas tonterías, y sépase queles paso en Merecure y cuando podremos esperar a Morillo enplena sabana, pues supongo que uste<strong>de</strong>s abandonaron las orillas<strong>de</strong>l rió con el <strong>de</strong>signio <strong>de</strong> aguardarlo aquí.”Ciertamente, amigo Zaraza, dijo Páez; no creo que puedahacerse nada mejor por ahora, pues Morillo, como <strong>de</strong> costumbre,persiste en conservar su caballería a salvo bajo la protección<strong>de</strong> la infantería, y usted sabe que hay ór<strong>de</strong>nes muy estrictas<strong>de</strong> Bolívar para que no se aventure una batalla campal, ytambién es cierto que mi inferioridad en número y la completaescasez <strong>de</strong> infantería y artillería, serían suficientes para disuadirme<strong>de</strong> correr ese riesgo, pero Morillo <strong>de</strong>be avanzar por lassabanas en cualquier momento, o ha bajado a los Llanos parapoca cosa, <strong>de</strong> modo que no ha <strong>de</strong> faltarnos ocasión <strong>de</strong> medir lanzascon esos altivos godos. Por <strong>de</strong> pronto pienso <strong>de</strong>stacar aRangel con sus carabineros a través <strong>de</strong>l Arauca, para que semantenga entre los realistas y su <strong>de</strong>pósito, que <strong>de</strong>be <strong>de</strong> estar enlas ruinas <strong>de</strong> San Fernando. Si Rangel es tan activo como <strong>de</strong>costumbre, impedirá que Morillo reciba suplementos <strong>de</strong> la retaguardia,a menos que un batallón <strong>de</strong> infantería escolte cadaarreo <strong>de</strong> mulas; y por mi parte prometo que los españoles tendránpoco <strong>de</strong>scanso <strong>de</strong> este lado, hasta que les haya hecho pagar92


completa y satisfactoriamente todos los daños que han cometidoya y que amenazan seguir cometiendo en los hatos. Perousted olvida, Taita Zaraza, que hemos pasado todo el día a caballoy que nos sentimos muy dispuestos a darle nuestra opiniónacerca <strong>de</strong> su habilidad en el arte <strong>de</strong> la cocina.”En consecuencia los bien provistos asadores <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra, quese doraban alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> la lumbre, fueron traídos uno por uno yplantados en tierra frente a ambos generales, quienes tenían porasiento un rimero <strong>de</strong> sillas <strong>de</strong> montar y estaban ro<strong>de</strong>ados <strong>de</strong> susayudantes y asistentes. Cada quién esgrimía un cuchillo o unhierro <strong>de</strong> lanza, listo para un ataque contra la carne asada; ysiguióse una pronta merma en la abundante copia <strong>de</strong> costillalesenteras, cecinas y otras golosinas llaneras colocadas ante ellosen rápida sucesión. Páez se retiró luego a <strong>de</strong>scansar, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>mandar a <strong>de</strong>cirles a todos los comandantes <strong>de</strong> tropa que al díasiguiente se distribuirían caballos nuevos a cuantos necesitasen<strong>de</strong> remonta.A la mañana siguiente, se le informó temprano a Páez, quehabía sido arreada a las cercanías <strong>de</strong>l campamento una madrina<strong>de</strong> varios miles <strong>de</strong> caballos, y que ya estaban prestos los soldadosque querían mudar <strong>de</strong> bestias. Salió para el sitio en cuestión,acompañado por todos los que no se hallaban <strong>de</strong> guardia, oempleados en otro servicio, es <strong>de</strong>cir, como por tres cuartas partes<strong>de</strong>l ejército, a quienes guiaba la curiosidad <strong>de</strong> asistir al siempreanimado entretenimiento <strong>de</strong> un reparto <strong>de</strong> potrillos.Inspeccionados los animales <strong>de</strong> todos aquellos que eran candidatospara la remonta, dió or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> soltar las bestias inservibles,y <strong>de</strong> que sus dueños lo siguiesen hasta la manada, reunida comoa una milla, bajo la custodia <strong>de</strong> llaneros expertos, cuya obligaciónconsistía en recoger caballos <strong>de</strong>stinados al ejército. Necesitaronhacer los mayores esfuerzos para impedir que los animalescerriles rompiesen el cerco <strong>de</strong> jinetes formado en torno <strong>de</strong>ellos, porque ya se habían asustado a la vista <strong>de</strong>l ejército y loscaballos mas viejos <strong>de</strong>l rebaño, con las crines erizadas y bufando<strong>de</strong> rabia y <strong>de</strong> miedo corrían alre<strong>de</strong>dor, seguidos <strong>de</strong> los restan-93


tes, en busca <strong>de</strong> algún punta abierto por don<strong>de</strong> pudieran escapara sus solitarias <strong>de</strong>hesas; mas por don<strong>de</strong>quiera que se presentabanlos recibían con gritos y tremolar <strong>de</strong> ban<strong>de</strong>rolas.Páez y sus oficiales favoritos, únicos a quienes permitíaintervenir en la faena, cabalgaban <strong>de</strong>spacio en torno <strong>de</strong> la manada,escogiendo los mejores caballos, que <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> enlazados,entregaban a algunos <strong>de</strong> los jinetes listos allí para recibirlos y aquienes cualquiera <strong>de</strong> sus compañeros ayudaba a conducir elanimal con el objeto <strong>de</strong> amansarlo. Los caballos cerriles, queparecían tener un miedo instintivo al lazo, se agrupaban en vanobajando la cabeza para librarse <strong>de</strong> la soga, pues los llaneros lanzábanla<strong>de</strong> modo tan certero que nunca <strong>de</strong>jaba <strong>de</strong> coger el animala que iba dirigida, aun corriendo a toda velocidad. Ya enlazadoun número suficiente <strong>de</strong> bestias para domarlas, Páez y los<strong>de</strong>más elegidos por el, principiaron a enlazar y a <strong>de</strong>rribar potrospara cortar les la cerdas <strong>de</strong> crines y colas, con el fin <strong>de</strong> tejer cabestros.En tanto el campamento resonaba con el alboroto provocadosiempre por los corcobos; en todas direcciones veíanse caballosque se precipitaban violentamente, coceando y procurando <strong>de</strong>shacerse<strong>de</strong> aquella insólita molestia por todos los medios a sualcance; cuando los animales lograban su intento comenzábaseuna cacería a través <strong>de</strong> la extensa llanura, mucho mas interesanteque cualquier cacería <strong>de</strong> zorros en Europa; los amigos <strong>de</strong>lmalhadado jinete perseguían al fugitivo, a rienda suelta, para<strong>de</strong>tenerlo si era posible e impedir que escapase con silla y cabestro.La manada <strong>de</strong> caballos, vigilados ya con más <strong>de</strong>scuido queal principio, dieron una carga simultánea por la parte mas débil<strong>de</strong>l cerco, y habiendo logrado romper por allí, corrieron a través<strong>de</strong> la sabana, lanzáronse en un brazo <strong>de</strong> laguna que encontrarona su paso y atravesándolo a nado huyeron a sus pastos nativos.Ya todo el ejército español había atravesado e1 Arauca, yMorillo que hasta entonces no había podido hacer un sólo prisionero,ignoraba aún la retirada <strong>de</strong> Bolívar a la otra margen <strong>de</strong>lOrinoco, por lo que se dispuso a buscarlo, pero orillando el ribe-94


te <strong>de</strong> bosques que ciñe al Arauca, para evitar, en lo posible, elriesgo <strong>de</strong> penetrar en la llanura abierta, pues conocía muy biensu propia inferioridad en el arma <strong>de</strong> caballería. Siguiendo lassinuosida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l Arauca quema todas las granjas próximas a suitinerario y al fin llegó al hato <strong>de</strong> Cañafístola, situado entre unacurva <strong>de</strong>l río, frente a la sabana don<strong>de</strong> acampaba el ejército <strong>de</strong>Páez. Erale en absoluto necesario atravesar esta parte <strong>de</strong> la llanuracon objeto <strong>de</strong> evadir un extenso médano que por varias millasse extien<strong>de</strong> a la margen <strong>de</strong>l río, mas allá <strong>de</strong> Cañafístola y porconsiguiente se dispuso a forzar el paso. Páez, viendo aquel propósito,forma su ejército en tres divisiones, dos <strong>de</strong> las cualesenvía a rondar en cada flanco <strong>de</strong> las columnas en marcha, mientrasel se retiraba <strong>de</strong>spacio con la tercera, a través <strong>de</strong> la sabana,haciendo que sus jinetes echasen pié a tierra <strong>de</strong> cuando en cuandoy <strong>de</strong>jasen pastar sus caballos tranquilamente.A la puesta <strong>de</strong>l sol, los españoles hicieron alto en un sitiodon<strong>de</strong> unas cuantas palmeras distantes unas <strong>de</strong> otras, les suministrabancombustible, y frente al vivac prepararon sus fogatas <strong>de</strong>guardia nocturna. Páez se <strong>de</strong>tuvo también y encendió una línea<strong>de</strong> hogueras, aunque sin el menor intento <strong>de</strong> permanecer en reposohasta el día siguiente. A eso <strong>de</strong> la media noche trasmitió ór<strong>de</strong>nesa los diversos cuerpos para que ensillasen y montasen ensilencio, <strong>de</strong>jando al propio tiempo numeroso piquete con instruccionespara que patrullara ante las hogueras, conservándolasvivas, y se hiciera sentir ocasionalmente <strong>de</strong>l enemigo, que noestaba a más <strong>de</strong> una milla <strong>de</strong> distancia. Páez condujo luego suguardia, seguido <strong>de</strong>l resto <strong>de</strong>l ejército, y ro<strong>de</strong>ó el campamentoespañol, guardando suficiente espacio para eludir la observación<strong>de</strong> los piquetes apostados cerca <strong>de</strong>l grueso <strong>de</strong>l ejército, a causa<strong>de</strong> la peligrosa topografía <strong>de</strong>l terreno. Avanzó rápidamente sobrela retaguardia enemiga y al ser alertado precipitóse con toda sutropa sobre la avanzada, y la arrolló, asaltando el grueso <strong>de</strong>l ejércitoque, fatigado <strong>de</strong> la ruda marcha por entre los gran<strong>de</strong>s yerbazales<strong>de</strong> la sabana, dormía <strong>de</strong> modo tan profundo que por algunosminutos fué incapaz <strong>de</strong> oponer ninguna resistencia. Como95


por fortuna <strong>de</strong>l enemigo, la infantería se había acostado encolumnas cerradas, según or<strong>de</strong>nes <strong>de</strong> Morillo, el batallón próximoal que fué atacado por modo tan intempestivo, pudo formarsepronto en un sólido cuadro, y así, evitando un nuevo avance<strong>de</strong> los llaneros, dió tiempo a los <strong>de</strong>más para rehacerse y abrir losfuegos. Páez se retiró entonces, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> matar y herir consi<strong>de</strong>rablenumero <strong>de</strong> enemigos en este ataque irregular, pero <strong>de</strong>jomuertos en el campo a varios <strong>de</strong> sus propios hombres, y a dos tangravemente heridos que no pudieron escapar.Morillo, que <strong>de</strong>spertó a la primera alarma, fué presa <strong>de</strong> unarrebato <strong>de</strong> cólera ante aquella osadía <strong>de</strong> los insurgentes, comoél la calificaba, e informado <strong>de</strong> que dos <strong>de</strong> ellos habían caídovivos en sus manos, or<strong>de</strong>nó que en el acto los trajesen a su presencia,tras lo cual envió por los generales Calzada y Moralespara que le ayudasen; también dispuso que el capellán <strong>de</strong>l ejércitose presentara al punto en la tienda. El joven La Torre y suamigo Castro hacían guardia aquella madrugada en la tienda <strong>de</strong>lcomandante en jefe, y ambos, pero especialmente el segundo,estaban ansiosos por ver a los prisioneros traídos ante aquel juezinexorable, que pocas veces le perdonó la vida a un insurgente,cuando caía en su po<strong>de</strong>r, y cuya cólera excedía los límites <strong>de</strong> suingénito mal carácter por el asalto matutino hecho contra las tropas<strong>de</strong>l rey. Por otra parte, apenas si se había repuesto <strong>de</strong> unagrave herida en un muslo, causada en La Puerta por uno <strong>de</strong> loslanceros <strong>de</strong> Zaraza (2) el cual lanzándose <strong>de</strong> improvisto en elcentro <strong>de</strong>l Estado Mayor que lo ro<strong>de</strong>aba allí, hubo <strong>de</strong> sacrificarseal vehemente <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> <strong>de</strong>struir a uno <strong>de</strong> los acérrimos enemigos<strong>de</strong> la patria.Una vez llegados, Calzada y Morales sentáronse a uno y otrolado <strong>de</strong> Morillo, frente a la tienda, y como ya estaba listo unsecretario para tomar nota <strong>de</strong>l examen <strong>de</strong> los prisioneros, setrajo a uno <strong>de</strong> estos por or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> Morillo; pertenecía a la gente<strong>de</strong> Zaraza, recién llegada a las pampas, y porque la extrema<strong>de</strong>bilidad proveniente <strong>de</strong> varias heridas, que nadie pensó en vendarle,no le permitiera mantenerse <strong>de</strong> pié, sosteníase a duras96


penas entre dos <strong>de</strong> los soldados <strong>de</strong> la guardia que le custodiaban.Casi no podía articular una respuesta a las preguntas <strong>de</strong> Morilloy no sabía o fingía ignorar el para<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> Bolívar. A la luz <strong>de</strong> lashachas que mantenían muy cerca <strong>de</strong> él, observábase en suslabios la pali<strong>de</strong>z <strong>de</strong> la muerte ya próxima pues la insensibilidadiba apo<strong>de</strong>rándose rápidamente <strong>de</strong> él; en consecuencia Morilloor<strong>de</strong>nó con brevedad a la guardia:”¡Denle cuatro balazos!”, ydijo al capellán, que se aventuró a pedirle permiso para confesaral infeliz, que era inútil que se molestase, porque el chucutono podía hablar lo bastante para ello. “A<strong>de</strong>más, agrega, ¿quiénha oído nunca una verdad <strong>de</strong> labios <strong>de</strong> un criollo ya esté buenoy sano o a punta <strong>de</strong> morir?”El prisionero fué llevado, más bien que conducido, a cortadistancia <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> 1a tienda: oyóse una <strong>de</strong>scarga <strong>de</strong> fusilería ylos soldados regresaron sin él.Entonces condujeron al otro insurgente. Aunque herido <strong>de</strong>gravedad, no lo estaba tanto que no pudiera mantenerse <strong>de</strong> piescon escasa ayuda, y contestar a las preguntas que se le hacían.Era un joven alto y bien parecido y aunque pálido por la pérdida<strong>de</strong> sangre afrontaba a su inmisericor<strong>de</strong> juez con una resoluciónindomable que exasperó en alto grado el mal humor <strong>de</strong>Morillo, aumentando la aspereza <strong>de</strong> su voz y el espanto <strong>de</strong> suceño. Los soldados españoles, que custodiaban al prisionero,presentaron una <strong>de</strong> las bien conocidas ban<strong>de</strong>rolas <strong>de</strong> lanza pertenecientesa la guardia <strong>de</strong> Páez, <strong>de</strong>clarando haberla encontradocerca <strong>de</strong> don<strong>de</strong> rodó aquél con caballo y todo, ya muerto el animal,y que el prisionero no negó pertenecer a semejante cuerpo,que se jactaba <strong>de</strong> no dar nunca ni recibir cuartel.“¡Pues, cuerpo <strong>de</strong> Dios!”, gritó Morillo; tendré buen cuidado<strong>de</strong> dar ejemplo con él y con cada compañero suyo que caigaen mis manos, a aquellos que osen rebelarse contra su CatólicaMajestad. ¡Hola, señor patriota! Me alegra tener la ocasión <strong>de</strong>dar las gracias a uno <strong>de</strong> los <strong>de</strong> la guardia <strong>de</strong> Páez, en persona,por la temprana visita que nos hizo su jefe esta mañana, ¿Meestas oyendo, chucuto? Tu vida <strong>de</strong>pen<strong>de</strong> <strong>de</strong> que me contestes a97


las preguntas que voy a hacerte, con tan poca alteración <strong>de</strong> laverdad, como pueda permitirlo la índole <strong>de</strong> un llanero. ¿Dón<strong>de</strong>está el traidor Simón Bolívar y a dón<strong>de</strong> ha conducido su rebel<strong>de</strong>pandilla? (3)¡”EI Libertador, godo soberbio, ha confiado a los llaneros laprotección <strong>de</strong> las pampas en que han nacido; y está lejos <strong>de</strong>aquí, pues <strong>de</strong> otro modo hace mucho tiempo que hubiera humilladotu altivez, con tanta facilidad como lo hizo en Araure”. (4)¿Estás loco, chucuto, para atreverte a hablarme así? ¿Quieres<strong>de</strong>safiarme?”“La suerte <strong>de</strong>l que cae en tus manos, se <strong>de</strong>ci<strong>de</strong> al momento;nada tengo que esperar <strong>de</strong> la misericordia <strong>de</strong> un godo y por consiguientenada que temer <strong>de</strong> sus amenazas.“¿Cuántos hombres tiene consigo el caudillo Páez? ¡Contestasin vacilar o te espera una muerte inmediata!”“Aunque estuviera menos convencido que lo estoy <strong>de</strong> quenada pue<strong>de</strong> salvarme la vida, no contestaría ni a una pregunta,que en alguna forma pudiera ser útil a los godos.”“¡Basta! Señor Capellán, le doy cinco minutos para que lepreste los últimos auxilios a este contumaz rebel<strong>de</strong>, y en cuantose haya confesado que el preboste cumpla con su <strong>de</strong>ber.¡Capitán La Torre, le encargó cuidar <strong>de</strong> que esta sentencia seapuntualmente ejecutada!”“Morillo montó luego a caballo y salió acompañado <strong>de</strong> susgenerales y numeroso estado mayor, para inspeccionar el regimientoque combatió en primer término durante la noche, y parainquirir con mayor cuidado la conducta <strong>de</strong> la retaguardia.Mientras tanto La Torre, en cumplimiento <strong>de</strong> las ór<strong>de</strong>nesrecibidas, estacionó centinelas alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> un terreno limpio,<strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la tienda, y dió al Capellán toda clase <strong>de</strong> facilida<strong>de</strong>spara que cumpliese sin estorbos su triste misión <strong>de</strong> confesar alinfortunado prisionero. EI llanero tenía los brazos atados a laespalda con un largo cabestro <strong>de</strong> cerda, uno <strong>de</strong> cuyos extremossostenía un sargento a suficiente distancia para no oír el diálogoque <strong>de</strong> rodillas mantenía el prisionero con el capellán. Castro98


pidió permiso a su amigo para hablar unas cuantas palabras conel prisionero, a quien sólo había visto confusamente a la vacilanteluz <strong>de</strong> las hachas; y obtuvo la licencia por sólo un momento,cuando pasaran los cincos minutos concedidos para la confesión;así, La Torre le envió para que diese aviso al Capellán <strong>de</strong>que ya era tiempo <strong>de</strong> entregar su penitente a la guardia <strong>de</strong>l preboste.Cumplido su encargo, Castro se acercó a <strong>de</strong>cirle algunasfrases <strong>de</strong> conmiseración al infeliz llanero y a preguntarle sunombre; ¡pero cual sena su impresión cuando al examinar <strong>de</strong>cerca la fisonomía <strong>de</strong>l soldado, a los primeros y vagos fulgores<strong>de</strong>l alba, reconoció a su primo Felipe Gómez! El prisionero oyósu grito <strong>de</strong> sorpresa y <strong>de</strong> pena y reconociólo en el acto. “¡Así escomo <strong>de</strong>bía ser!, le dijo: el <strong>de</strong>lito <strong>de</strong> llevar las armas en servicio<strong>de</strong>l tirano y contra tu país natal no merecía menor castigo que el<strong>de</strong> presenciar la muerte <strong>de</strong> tus parientes, lo mismo que la <strong>de</strong> tuscompatriotas!”“¡Virgen <strong>de</strong>l cielo! ¿Eres tú en realidad, querido Felipe?Volaré hacia Morillo... tendrá que apiadarse cuando sepa cuánprofundo interés tengo por ti”.“¡No sueñes con eso, Andrés! No está en la naturaleza <strong>de</strong>ltirano <strong>de</strong>mostrar misericordia. Y aunque fuera <strong>de</strong> otro modo, tenpor seguro que <strong>de</strong>spreciaría una vida que un traidor a su patria,como lo eres tú, pudiera conce<strong>de</strong>rme.”Castro corrió hacia la guardia <strong>de</strong> la tienda y saltó sobre uncaballo que estaba allí ensillado.“¡La Torre!”, gritó; “te imploro por lo que más quieras, quedilates la ejecución hasta que haya visto a Morillo y hablado conél! ¡Es mi primo Felipe!”“¿Estás loco, Castro?, le preguntó La Torre. ¿Vas a abandonartu guardia y a correr la aventura <strong>de</strong> hablarle a Morillo por unprisionero? Sinceramente te compa<strong>de</strong>zco y me duele en el corazónque el prisionero sea primo tuyo, pero se tan bien como tú,que aunque fuere hijo <strong>de</strong> su propia madre, Morillo no perdonaríaa un insurgente, y menos que todo a uno <strong>de</strong> la guardia <strong>de</strong>Páez”.99


Castro, sin embargo, no dio oídas a las advertencias <strong>de</strong> suamigo y corrió frenéticamente en pos <strong>de</strong>l comandante en jefe, aquien hubo <strong>de</strong> hallar en el peor predicamento para conce<strong>de</strong>rle lasolicitud que tenía que hacer; sin embargo no vaciló un instanteen implorarle el perdón <strong>de</strong> su pariente, aunque podría haberseahorrado la mortificación <strong>de</strong> una negativa incalificable, puesMorillo pareció consi<strong>de</strong>rar el intento <strong>de</strong> moverlo a misericordia,como si fuese en cierto modo un estímulo para la rebelión.“¿Pariente cercano suyo, señor?, dijo el jefe expedicionario:mucho peor para usted. No dudo que en esta rebel<strong>de</strong> comarca<strong>de</strong>l país tenga usted numerosos parientes y allegados en armascontra su legítimo soberano; pero <strong>de</strong> por seguro, señor, que auntratándose <strong>de</strong> su padre, o <strong>de</strong>l mío propio, nada podría inducirmea salvarles la vida en esta ni en otra ocasión. Que alguien corraen el acto a mi tienda y le diga al capitán La Torre que le haréresponsable por este injustificable retardo en la ejecución <strong>de</strong> misór<strong>de</strong>nes; díganle que va por su cuenta y riesgo si hallo vivo alprisionero, cuando regrese. ¡Ahora una palabra, teniente Castro!Debo <strong>de</strong>cirle que ese empeño en mediar por un traidor, aunquesea su pariente, me ha dado muy mala i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> sus principiospolíticos, y también quiero que me diga, señor mío: ¿no estáusted <strong>de</strong> guardia? ¿Como es que usted se ha atrevido a hacersereo <strong>de</strong> tan escandalosa infracción <strong>de</strong> la disciplina, abandonandosu guardia antes <strong>de</strong> relevársele regularmente, o quedar franco <strong>de</strong>servicio en cualquiera otra forma? Vuelva a su puesto, señor, ycui<strong>de</strong> <strong>de</strong> no verse en el caso probable <strong>de</strong> implorar por ustedmismo”.Castro, profundamente humillado, se retiró <strong>de</strong> la presencia<strong>de</strong>l déspota, y antes <strong>de</strong> llegar a la guardia, una <strong>de</strong>scarga, seguida<strong>de</strong> un solo disparo <strong>de</strong> fusil, como coup <strong>de</strong> grace, le anuncióla muerte <strong>de</strong> su primo.(1) Esto <strong>de</strong> la indisciplina y la insubordinación no era en modo alguno achaqueprivativo <strong>de</strong>l Taita Cordillera, pues, Páez, más que ninguno, y en mayor escala aun,100


dio constantes ejemplos a “sus llaneros” con la serie <strong>de</strong> <strong>de</strong>sacatos que culminaron enla Cosiata y finalmente en la disgregación <strong>de</strong> la Gran Colombia. Pero ya que el autortrae como ejemplo a Zaraza, daremos algunas pruebas que abonan la exactitud <strong>de</strong>lretrato moral <strong>de</strong>l guerrillero.Bolívar le dice a Zaraza, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Angostura con fecha 11 <strong>de</strong> octubre <strong>de</strong> 1817: “Sólorepito que es indispensable la observación <strong>de</strong> la disciplina y una vigilancia extraordinariapara evitar sorpresas que pue<strong>de</strong>n ser muy funestas, sin comprometerse nunca<strong>de</strong>cisivamente, sin estar absolutamente segura <strong>de</strong>l triunfo.”Después <strong>de</strong> la <strong>de</strong>rrota <strong>de</strong> La Hogaza, revés ocurrido el 2 <strong>de</strong> diciembre <strong>de</strong>l propioaño: “Desobe<strong>de</strong>ciendo mis ór<strong>de</strong>nes, U.S. ha sacrificado la División <strong>de</strong> infantería, quehabía puesto bajo su mando, porque jamás pudo persuadirme que U.S. <strong>de</strong>jase <strong>de</strong> ejecutarsu <strong>de</strong>ber. Ahora, pues, <strong>de</strong> U.S. <strong>de</strong>pen<strong>de</strong> curar las heridas que “le ha inferido a laRepública, y yo espero que U.S. apren<strong>de</strong>rá a obe<strong>de</strong>cer, enseñado por la experiencia.”Todavía en Angostura, a 16 <strong>de</strong> diciembre: “el suceso <strong>de</strong> La Hogaza es una lecciónbien triste <strong>de</strong>l celo que <strong>de</strong>be U.S. aplicar en saber la dirección que traen (los enemigos),por medio <strong>de</strong> partidas, espías o vigías que continuamente los observen, sigan yavisen a U.S. para evitar otro encuentro parcial que no seria sino mas funesto que elanterior”.Des<strong>de</strong> Paso Caraballero, a 13 <strong>de</strong> abril <strong>de</strong> 1819: “he recibido la propuesta que confecha 13 <strong>de</strong> marzo dirigió U.S. al Excmo. Presi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong>l Congreso, pidiendo el <strong>de</strong>spacho<strong>de</strong> Teniente-Coronel, Comandante <strong>de</strong>l batallón Vengador a favor <strong>de</strong>l SargentoMayor Pedro Muguerza. Es muy extraño y muy sensible que con una simple propuestahaya U.S. faltado a la vez al or<strong>de</strong>n y disciplina militar, a la justicia y al Gobierno.U.S. pi<strong>de</strong> comandante para un cuerpo que no existe y aun cuando existiese, U.S. le danombre, olvidando que solo el Gobierno pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cretar la creación <strong>de</strong> nuevos cuerposy darles la <strong>de</strong>nominación que crea conveniente...” El sic <strong>de</strong> caeteris.—Nota <strong>de</strong>lTraductor.(2) Páez, refiriéndose a Morillo, dice en su Autobiografía: “En la batalla <strong>de</strong>lSemen (La Puerta) lo hirió con lanza el entonces capitán Juan Pablo Farfán”. El propioMorillo en documento hecho en Valencia a 18 <strong>de</strong> marzo <strong>de</strong> 1818, y reproducidopor su biógrafo Rodríguez Villa, daba cuenta <strong>de</strong> este suceso en los términos quesiguen:“Habiendo sido herido gravemente antes <strong>de</strong> ayer 16 <strong>de</strong>l actual en la batalla <strong>de</strong> LaPuerta, don<strong>de</strong> fue <strong>de</strong>rrotado completamente el traidor (sic) Simón Bolívar, me hiceconducir <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego a esta ciudad (Valencia) para aten<strong>de</strong>r a mi curación, y acabo <strong>de</strong>llegar a ella con harto trabajo en este día. Me hallo atravesado <strong>de</strong> un lanzazo, que reci-101


í en el momento critico <strong>de</strong> cargar a los enemigos, que acometieron intrépidamentela división <strong>de</strong> vanguardia, poniéndome a la cabeza <strong>de</strong>l regimiento <strong>de</strong> infantería <strong>de</strong> laUnión y <strong>de</strong>l sexto escuadrón <strong>de</strong> artillería, con cuyo ataque <strong>de</strong>cidí la victoria. Esta hasida una <strong>de</strong> las ocasiones en que necesita arriesgarse la persona <strong>de</strong>l General en Jefe,para salvar una <strong>de</strong>sgracia y restablecer el or<strong>de</strong>n...” “Mi herida es sumamente consi<strong>de</strong>rablepar el estrago espantoso que causó la lanza en las dos bocas que abrió al entrary salir, y por el sitio en que la recibí, que es en el costado izquierdo entre la ca<strong>de</strong>ra yel ombligo, saliendo por la espalda”.—Nota <strong>de</strong>l traductor.(3) Para el lector latinoamericano el lenguaje <strong>de</strong>l Pacificador no requiere comentarios;cuanto a los <strong>de</strong> mas lectores , basta con remitirlos a la nota prece<strong>de</strong>nte don<strong>de</strong>Morillo emplea iguales calificativos en documento oficial.—Nota <strong>de</strong>l traductor.(4) La batalla <strong>de</strong> Araure, “el Marengo <strong>de</strong> las que dio Bolívar”, como la calificaO’Leary, librose el 5 <strong>de</strong> diciembre <strong>de</strong> 1813, no contra Morillo sino contra el generalCeballos. Ese triunfo fue obra exclusiva <strong>de</strong>l arrojo <strong>de</strong>l Libertador, pues ya el combateestaba perdido, cuando el se puso al frente <strong>de</strong> la reserva y <strong>de</strong>cidió la acción, Comose leerá en otro capítulo <strong>de</strong> esta narración, para 1819 los llaneros, entusiastas partidarios<strong>de</strong>l héroe, cantaban: .“Gloria! Gloria! Bolívar; Gloria, Libertador!De Ceballos espanto,De Araure vencedor.”


CAPÍTULO IXEL MERCADERAMBULANTE.—FESTÍN LLANEROAutólico.—¿Quieres comprarme cintas, o blondaspara la cofia, linda palomita mía? Seda, hilo, brincospara el tocado, a la última moda y <strong>de</strong> lo mejor, <strong>de</strong> lomejor? Acudid al buhonero; el dinero es un entrometidoque hace pasar todas las cosas <strong>de</strong> mano enmano.—Cuento <strong>de</strong> Invierno (1)Antes <strong>de</strong> empren<strong>de</strong>r el último ataque contra las fuerzas realistas,Páez or<strong>de</strong>nó a los diferentes cuerpos <strong>de</strong> su ejército que sesepararan cuando concluyera la escaramuza, con el propósito <strong>de</strong><strong>de</strong>spistar a Morillo, fijándoles como punto <strong>de</strong> reunión una sabanapróxima a la resi<strong>de</strong>ncia temporal <strong>de</strong> los emigrados. En consecuencia,cada regimiento atravesó la pampa por diversorumbo, y continuó marchando así mientras podía ser visto <strong>de</strong>s<strong>de</strong>el campamento español; pero luego se encaminaron a la laguna<strong>de</strong> Cunaviche, recogiendo a su paso y arreando ante ellos variosrebaños <strong>de</strong> vacas, para uso <strong>de</strong> las familias llaneras, entre las cualesfue motivo <strong>de</strong> alegría la llegada <strong>de</strong>l ejército, a excepción <strong>de</strong>aquellos que habían perdido parientes o amigos íntimos en elcombate <strong>de</strong> Cañafístola.Páez tuvo informes <strong>de</strong> que una <strong>de</strong> las lanchas que periódicamenteacostumbraban llevar mercancías para ven<strong>de</strong>rlas en SanFernando, Apurito y otras ciuda<strong>de</strong>s <strong>de</strong> las comarcas inferiores<strong>de</strong> <strong>Barinas</strong>, había llegado a la boca <strong>de</strong>l Arauca, pero que no seaventuraba a seguir viaje por la noticia <strong>de</strong> la invasión <strong>de</strong>Morillo. Así, pues, envió una partida <strong>de</strong> lanceros para que escol-103


tasen al merca<strong>de</strong>r hasta Cunaviche, con tanto acopio <strong>de</strong> mercancíascomo pudiera acarrearse convenientemente en acémilas.Tanto en el campamento como en las chozas <strong>de</strong> los emigradosse aguardaba con impaciencia aquella visita, porque estoscomerciantes, calificativo que se daban siempre a sí mismos,aunque los llaneros insistiesen en llaneros mercachifles con lamayor <strong>de</strong>scortesía —nunca <strong>de</strong>jaban <strong>de</strong> llevar tabaco y aguardientepara los hombres, y pañuelos, lencería y adornos para lasmujeres.La escolta regresó con Sieur Bonjean, traficante francés <strong>de</strong>lOrinoco, que ejercía el comercio entre Guayana y <strong>Barinas</strong> y quepor entonces era muy bien conocido en todos los Llanos.Contábase entre los amigos más íntimos <strong>de</strong> Páez, a quien confrecuencia le suplía artículos para el consumo <strong>de</strong> su guardia,bien a crédito, bien a trueque <strong>de</strong> toda suerte <strong>de</strong> plata quebrada,producto <strong>de</strong> escaramuzas ocasionales con los españoles.Asimismo era el único merca<strong>de</strong>r ambulante que recibía las <strong>de</strong>spreciadaspesetas <strong>de</strong>l cuño <strong>de</strong> Achaguas (2) , operación hechapor él en tan amplia escala que monopolizó durante algún tiempola venta <strong>de</strong> merca<strong>de</strong>rías apropiadas al mercado llanero, lomismo que la compra <strong>de</strong> sus cargamentos <strong>de</strong> retorno, consistentesen cueros y sebo.Hallándose en Cumaná cuando estalló el primer movimientorevolucionario, este singular sujeto vendió todas sus mercancíasy en un arranque <strong>de</strong> entusiasmo se incorporó al ejércitopatriota, hasta obtener en breve el grado <strong>de</strong> capitán; mas le cupola <strong>de</strong>sgracia <strong>de</strong> que en cierta coyuntura le sorprendiese Bolívarcon las manos en la masa, por lo cual escapó a duras penas <strong>de</strong>que le fusilasen, pues el Libertador se mostraba entonces inexorableen el castigo <strong>de</strong> semejantes <strong>de</strong>litos. Sin embargo, en atencióna sus servicios y a su adhesión a la causa <strong>de</strong> la in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia,Bolívar hubo <strong>de</strong> contentarse con lanzarlo a puntapiés —enla acepción más literal <strong>de</strong>l vocablo, como lo <strong>de</strong>claraba el propioBonjean— <strong>de</strong>l cuerpo a que pertenecía, prohibiéndole bajo pena<strong>de</strong> muerte que se presentase en cualquier sitio a veinte leguas104


<strong>de</strong>l ejército (3). El francesito solía referir esta anécdota conabsoluta nonchalance, asegurando que a fin <strong>de</strong> cuentas, Bolívarle había hecho con ello un beneficio, ahorrándole la mortificación<strong>de</strong> darles una brusca <strong>de</strong>spedida a sus queridos compañeros<strong>de</strong> armas, porque ya no le era posible sufrir la mala cocina y lacompleta falta <strong>de</strong> bienséance, tan manifiestas en el campamentopatriota.Recibido que hubo su <strong>de</strong>scargo (a puntapiés), se retiró a laciudad <strong>de</strong> Angostura, en el Orinoco, provisto <strong>de</strong> buena suma <strong>de</strong>dinero para reanudar su tráfico, pues Bolívar, al parecer satisfechocon el sumario castigo que le había infligido, no tomó aempeño el que se reintegrase el producto <strong>de</strong> aquella sustracciónclan<strong>de</strong>stina, o llapa, como solían apellidarla en el ejércitopatriota. Bonjean compró entonces una lancha, o gran bote mercanteadaptable a la navegación <strong>de</strong>l río, y asociándose con sucompatriota Pierre Robinet, la cargaron uno y otro con aquellaclase <strong>de</strong> mercancías más solicitadas en las al<strong>de</strong>huelas y establecimientos<strong>de</strong> misiones, situadas en las márgenes.Por fortuna <strong>de</strong> los aventureros, antes <strong>de</strong> salir <strong>de</strong> Angostura seles advirtió que el río estaba infestado <strong>de</strong> ladrones en algunosparajes, por lo cual tomaron la necesaria precaución <strong>de</strong> llevarconsigo cuatro fusiles y unos cuantos cartuchos. La lancha fueatacada, en efecto, cerca <strong>de</strong>l paso <strong>de</strong> Vernavel (4), por una piraguallena <strong>de</strong> piratas <strong>de</strong> río, pero ambos socios, que habían servidoantes en los ejércitos <strong>de</strong> Napoleón, hirieron a sus asaltantes,cuyas únicas armas eran flechas y hondas, una acogida tanentusiasta que lograron ponerlos en fuga, con ayuda <strong>de</strong>l viejopatrón, a cuyo cargo corría cargar los fusiles a medida que se lesdisparaba. La noticia <strong>de</strong>l asalto y <strong>de</strong> la intrépida resistencia queopusieron los comerciantes franceses divulgóse presto por lasal<strong>de</strong>as frecuentadas <strong>de</strong> Bonjean y Robinet, quienes <strong>de</strong> allí ena<strong>de</strong>lante lograron proseguir su tráfico por muchos años, sinverse molestados y con éxito regular.En un amplio cobertizo, preparado con el objeto <strong>de</strong> almacenarlas mercancías, fueron <strong>de</strong>scargadas las acémilas ante multi-105


tud <strong>de</strong> regocijadísimos espectadores, que se juntaron para dar labienvenida a aquel antiguo conocido con quien casi todos losllaneros llevaban estrechas relaciones. Cuatro <strong>de</strong> las seis mulas<strong>de</strong> la recua conducían pellejos <strong>de</strong> aguardiente y pacas <strong>de</strong> tabaco,y Páez ajustó en el acto dos cargas completas para distribuirlasentre su guardia, a la cual resolvió ofrecerle un festín esa mismatar<strong>de</strong>. Lo restante fue comprado por Zaraza, Ramírez (?), etc.,etc., para consumo <strong>de</strong> sus respectivos parciales.Quedaban por realizar las petacas <strong>de</strong> telas y adornos, cuyaventa fue tan interesante para las mujeres, como lo había sido laprece<strong>de</strong>nte para los maridos y hermanos <strong>de</strong> éstas. Fiel a la urbanidadcaracterística <strong>de</strong> su patria, monsieur Bonjean se presentóen primer término en casa <strong>de</strong> doña Rosaura, con un muestrario<strong>de</strong> sus mejores mercancías, mientras las otras matronas emigradas,aunque ansiosas por admirar el surtido <strong>de</strong> noveda<strong>de</strong>s quesiempre les traía, esperaban con paciencia que la señora hubiesehecho su apartado para efectuar ellas sus compras. Cuantosignorasen las costumbres <strong>de</strong> las llaneras habrían temblado por laseguridad <strong>de</strong> las mercancías, dado el modo <strong>de</strong> escoger los artículosque les gustaban; pero conocedor como era <strong>de</strong> la honra<strong>de</strong>z<strong>de</strong> sus tratos, Bonjean lo abandonaba todo a discreción!El afán que ponían en las compras, asemejábase más bien alsaqueo hecho por un ejército, tras un asalto feliz, que a un simplemercar con buenas intenciones, <strong>de</strong> modo que a los pocos instantestodas las cosas puestas en venta habían <strong>de</strong>saparecido endiversas direcciones para ser llevadas a los ranchos, don<strong>de</strong> permanecíana buen recaudo, mientras los compradores regresabanpara informarle a monsieur Bonjean lo que cada uno <strong>de</strong> elloshabía cogido, y pagarle el precio correspondiente.Ya realizada toda su mercancía en forma tan expedita, elfrancés pudo hacerle una visita a Páez, a quien encontró en compañía<strong>de</strong> Zaraza, Carvajal y otros oficiales llaneros preferidos,ce1ebrando un jolgorio en un lugar remoto <strong>de</strong>l bosque, y ro<strong>de</strong>ado<strong>de</strong> toda su guardia, formada en semicírculo ante un árbol acuya sombra estaba sentado el jefe patriota. Bonjean, que iba106


con el patrón <strong>de</strong> su bote, criollo viejo y curtido por la intemperie,fue cumplimentado con un asiento cerca <strong>de</strong> los dos generales,y las totumas pasaron luego <strong>de</strong> mano en mano con la acostumbradaceremonia <strong>de</strong> un brindis, hecho por cada uno en llevandola vasija a los labios. Los llaneros, cuyo ánimo subió enbreve a punto <strong>de</strong> canto, entonaron con regocijo frenético elhimno nacional favorito, obra <strong>de</strong> un fraile dominico <strong>de</strong> BuenosAires (5), pero universalmente adoptado en Suramérica:“¡Oíd mortales el grito sagrado:Libertad! Libertad! Libertad!Oíd el ruido <strong>de</strong> rotas ca<strong>de</strong>nas,y ensalzad a la noble igualdad.Se levanta a la faz <strong>de</strong> la TierraUna nueva y gloriosa Nación.Coronada su sien <strong>de</strong> laureles,y a sus plantas rendido un león.¡Sean eternos los laurelesque supimos conseguir!¡Coronados <strong>de</strong> gloria vivamoso juremos con gloria morir!”Sería difícil imaginar el efecto producido por estos versos,cuyo aire es singularmente bello, al ser cantados en coro pormás <strong>de</strong> quinientos llaneros, todos los cuales son amantes <strong>de</strong> lamúsica y poseen regulares voces (6).Siguióse un silencio <strong>de</strong> algunos minutos, roto luego por repetidosgritos <strong>de</strong> “¡Viva la Patria!” “¡Viva Páez!” a lo cual agregabanalgunos como en tono <strong>de</strong> zumba: “¡Viva TaitaCordillera!” Luego sobrevino una rápida circulación <strong>de</strong> la totumay Páez le or<strong>de</strong>nó en seguida a su guardia que cantase el“Canto <strong>de</strong> las <strong>Sabanas</strong>”:“Si acaso te preguntan por qué andáis <strong>de</strong>scamisado;107


(¡Avanzad! ¡Avanzad! ¡Avanzad con machete en mano!)Decid que con sus tributos los Godos me la han quitado.(¡Avanzad! ¡Avanzad! ¡Avanzad con machete en mano!)Vengan, ¡Chapetones! a morir aquí;Dexemos la España en su frenesí.“La justicia en las Audiencias se compraba y se vendía;(¡Avanzad! ¡Avanzad! ¡Avanzad con machete en mano!)Y el oro <strong>de</strong> los pleitantes en las Cortes prevalía.(¡Avanzad! ¡Avanzad! ¡Avanzad con machete en mano!)Vengan, ¡Chapetones a morir aquí;Dexemos la España en su frenesí!Todos los reyes <strong>de</strong>l mundo son igualmente Tiranos;(¡Avanzad! ¡Avanzad! ¡Avanzad con machete en mano!)y contra ellos es preciso que nosotros nos unamos.(¡Avanzad! ¡Avanzad! ¡Avanzad con machete en mano!)Vengan, ¡Chapetones a morir aquí;Dexemos la España en su frenesí!Páez se retiró luego, seguido por Bonjean, Zaraza y algunos<strong>de</strong> sus principales tenientes, <strong>de</strong>jando la guardia entregada allibre goce <strong>de</strong>l festín. Encaminóse al rancho <strong>de</strong> doña Rosaura, aquien halló ro<strong>de</strong>ada, como <strong>de</strong> costumbre, por numerosa concurrencia<strong>de</strong> emigradas, que se entretenían, bajo los congrios, contanto júbilo como los llaneros, aunque sin tan estrepitoso regocijo,mientras el mate pasaba <strong>de</strong> mano en mano, porque elcomerciante francés no había olvidado llevar buen acopio <strong>de</strong> layerba <strong>de</strong>l Paraguay, preferida por las mujeres suramericanasmucho más que el té y aún el chocolate (7).Los circunstantes pidieron en el acto a Bonjean, como siempreque llegaba a los llanos, que les diese noticias <strong>de</strong> Guayana,y el les refirió lo siguiente: [sic](1) Acto IV, escena IV. —Nota <strong>de</strong>l traductor.108


(2) A la acuñación <strong>de</strong> esta moneda, <strong>de</strong> la cual, según enten<strong>de</strong>mos, no existe ejemplaralguno en el país, refiérese este párrafo <strong>de</strong> la Autobiografía <strong>de</strong> Páez: “Di entonces(en El Yagual, 1817) un <strong>de</strong>creto mandando que se me entregase toda la plata quetuvieran los emigrados para <strong>de</strong>volvérsela acuñada y sellada, y allí mismo un platero<strong>de</strong> <strong>Barinas</strong>, llamado Anzola, hizo un cuño y convirtió en moneda todo el metal queaquellos ciudadanos habían traído consigo cuando se vieron obligados a abandonarsus casas.” A 12 <strong>de</strong> agosto <strong>de</strong> 1818, y en Angostura, dictó Bolívar un <strong>de</strong>creto por elcual se disponía que la moneda acuñada en La Provincia <strong>de</strong> <strong>Barinas</strong> no circulara enninguna <strong>de</strong> las otras provincias porque le faltaba ley, peso y perfección. ElConsi<strong>de</strong>rando <strong>de</strong> este Decreto justificaba semejante medida por el hecho <strong>de</strong> que habíancesado “las críticas y extraordinarias circunstancias en que el señor general Páez,privado <strong>de</strong> recursos en la Provincia <strong>de</strong> <strong>Barinas</strong>, aislado y sin un signo <strong>de</strong> convenciónpara el comercio, se vio obligado a acuñar moneda por el mol<strong>de</strong>, aunque muy imperfecto,<strong>de</strong> la macuquina que hizo romper el gobierno <strong>de</strong> Venezuela en la segunda época<strong>de</strong> la In<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia...” por este mismo <strong>de</strong>creto se prohibió en toda la República la circulación<strong>de</strong> otra moneda que la <strong>de</strong> cordón <strong>de</strong> oro y plata, y cuanto a la <strong>de</strong> <strong>Barinas</strong> seor<strong>de</strong>nó que correría allí en clase <strong>de</strong> provincial, mientras la amortizaba el gobierno.Aunque ello prolongue esta nota en <strong>de</strong>masía, creemos oportuno agregar aquí lospormenores que sobre el cuño <strong>de</strong> Achaguas suministra el autor <strong>de</strong> “Campañas y cruceros”,<strong>de</strong> acuerdo con lo que publica el Dr. Luis Romero Zuloaga en El general Páezy los legionarios británicos, artículo inserto en un diario <strong>de</strong> Caracas, pues el traductorhispano <strong>de</strong> aquella obra hizo caso omiso <strong>de</strong>l pasaje correspondiente. Incluimostoda la referencia <strong>de</strong>l doctor Romero Zuloaga, porque contiene también otros datosinteresantes acerca <strong>de</strong>l presunto autor <strong>de</strong> <strong>Las</strong> sabanas <strong>de</strong> <strong>Barinas</strong>. Héla aquí:“Entre estos libros <strong>de</strong> memorias existe uno infinitamente más interesante quetodos, por la inmensa copia <strong>de</strong> datos que contiene sobre la guerra en los llanos y lavida en general en aquella región. Es la obra titulada “Campaigns and Cruises inVenezuela and New Grenada”, publicada anónimamente, en Londres en 1831 — porel capitán Vowell— <strong>de</strong> la expedición <strong>de</strong>l coronel Donald Mc Donald. La carrera <strong>de</strong>este legionario fue realmente extraordinaria: llegó a Angostura en los primeros meses<strong>de</strong> 1818 e inmediatamente salió a incorporarse al ejército, lo que hizo precisamenteel día antes <strong>de</strong> la memorable sorpresa que los lanceros <strong>de</strong> Páez dieron a los húsares<strong>de</strong> Morillo a las puertas <strong>de</strong> Calabozo; siguió luego en la persecución contra aquélhasta el <strong>de</strong>sastre <strong>de</strong> La Puerta, en que quedó por muerto en el campo <strong>de</strong> batalla.Después <strong>de</strong> penalida<strong>de</strong>s sin número únese nuevamente al ejército en San Fernando ysigue con Páez durante todo el rudo guerrear <strong>de</strong>l año 1818 y primeros meses <strong>de</strong> 1819,en que regresa a Angostura, casi <strong>de</strong>snudo, a proveerse <strong>de</strong> ropas. Allí es agregado a la109


Legión Británica que ha <strong>de</strong> distinguirse en Boyacá y tócale entrar en triunfo en SantaFé. Sigue al Sur a las ór<strong>de</strong>nes, primero <strong>de</strong> Val<strong>de</strong>z y luego <strong>de</strong> Sucre, <strong>de</strong> quien hace unsimpático retrato, aunque encuentra que para esa época “nada revelaba en él al futurovencedor en Ayacucho”. Meses más tar<strong>de</strong>, incapacitado por las enfermeda<strong>de</strong>s obtuvosu retiro, mas, ya para salir <strong>de</strong> estas tierras, llega a Guayaquil la escuadrilla <strong>de</strong>lAlmirante Cochrane: <strong>de</strong>spiértase nuevamente el espíritu aventurero <strong>de</strong>l enfermo, seincorpora al marino inglés y, abordo <strong>de</strong> “La In<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia”, colabora en las últimashazañas <strong>de</strong>l Lord. Continúan sus andanzas hasta 1829 en que obtiene licencia <strong>de</strong>finitivaen Chile y “<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> un viaje muy feliz <strong>de</strong> cuatro meses”, <strong>de</strong>sembarca enPortsmouth en la primavera <strong>de</strong> 1830, trascurridos trece años <strong>de</strong> ausencia.“La estrecha unión <strong>de</strong> este legionario con Páez, durante su permanencia en Apure,y su admirable espíritu <strong>de</strong> observación imparcial, hacen que su libro sea inapreciablepara estimar la guerra que el llanero hizo al po<strong>de</strong>roso ejército <strong>de</strong> Morillo. Pero, <strong>de</strong>cir,aunque sólo fuera en extracto, cuanto allí encontramos sobre él y sus tenientesAramendi, Carvajal, Rondón y <strong>de</strong>más compañeros, exce<strong>de</strong>ría <strong>de</strong> los límites <strong>de</strong> estearticulo; por ello hemos escogido el siguiente cuadro pintoresco y <strong>de</strong> índole diversaa los interiormente insertados.“Páez estableció —dice en la página 113 <strong>de</strong>l tomo primero— una casa <strong>de</strong> monedaspara el uso <strong>de</strong>l ejército y este nuevo establecimiento, por la sencillez <strong>de</strong> su maquinariay la economía observada en el número <strong>de</strong> empleados, no ha tenido rival, sinduda alguna, en ningún otro país. En un cuarto en la Plaza, don<strong>de</strong> algunos <strong>de</strong> los oficialesingleses nos hallábamos acuartelados, fue fijado un bloque <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra en elsuelo enladrillado, que tenía un pequeño yunque clavado en el tope, y un cuño grabadocon la representación <strong>de</strong> una <strong>de</strong> las caras <strong>de</strong> una peseta o cuarto <strong>de</strong> dóllar. La otracara <strong>de</strong> la moneda hallábase estampada en una pequeña pieza <strong>de</strong> acero, aseguradaconvenientemente en un mango <strong>de</strong> hierro, como para golpear en ella con una mandarria,colocándola sobre una pieza <strong>de</strong> metal <strong>de</strong>l tamaño y peso apropiado, encima <strong>de</strong>lyunque. Ni la forma ni el peso <strong>de</strong> esta moneda eran cosas que inspiraban el más mínimocuidado al jefe <strong>de</strong>l establecimiento y, realmente, <strong>de</strong>bían ser <strong>de</strong> insignificante consecuenciasi se consi<strong>de</strong>ra la clase <strong>de</strong> metal empleado, y que se quería pasar comoplata.“Páez había recolectado para este fin una cantidad consi<strong>de</strong>rable <strong>de</strong> plata vieja, <strong>de</strong>diferentes clases, como estribos, vainas <strong>de</strong> espadas y otros fragmentos tomados alenemigo por sus compañeros, quienes eran extraordinariamente expertos en la selección<strong>de</strong>l botín. También compró plata a los particulares y a las iglesias, en gran cantidad,y todo esto fue aleado con una cuarta parte <strong>de</strong> cobre, cuya mezcla, junto con la110


liga ya existente en la plata, dio por resultado un metal digno <strong>de</strong> la casa <strong>de</strong> monedas<strong>de</strong>scrita.“Los únicos funcionarios empleados en la acuñación eran un herrero viejo y suhijo, muchacho <strong>de</strong> quince años. Nada <strong>de</strong> esto se hacía misteriosamente, ni con el fin<strong>de</strong> adulterar la moneda corriente: las puertas se <strong>de</strong>jaban abiertas y ni un centinelasiquiera las guardaba. El trabajo era sencillísimo: fundíase el metal en barras; secalentaban éstas al rojo en una fragua ordinaria y a golpe <strong>de</strong> martillo se les daba elgrueso apropiado. Luego, con un cincel se cortaban en pedazos, aproximadamente <strong>de</strong>lpeso <strong>de</strong>seado y, finalmente, se hacía el estampado. Terminaba la operación limándoselas orillas <strong>de</strong> cada pieza, hasta <strong>de</strong>jarlas como una especie <strong>de</strong> polígono, semejantea lo que en las Antillas se llama “moneda cortada.”“Esta moneda, aunque sin duda <strong>de</strong> muy ínfima clase, fue utilísima en el servicio<strong>de</strong>l ejército y <strong>de</strong> toda la región, por la extrema carencia <strong>de</strong> numerario; y, tan gran<strong>de</strong>era la confianza <strong>de</strong> los habitantes <strong>de</strong> la provincia en la palabra <strong>de</strong> Páez, que inmediatamentese hizo <strong>de</strong> corriente circulación por el valor asignado a ella, porque él aseguróque la recogería cuando se lo permitiera un estado más floreciente <strong>de</strong> los negociospúblicos. Esta promesa fue puntualmente cumplida un año más tar<strong>de</strong>, cuando Bolívartrajo dinero genuino <strong>de</strong> Guayana, suficiente para recoger la moneda <strong>de</strong>preciada. Sinembargo, pocos <strong>de</strong> los llaneros se tomaron la molestia <strong>de</strong> cambiarla y continuó en circúlaciónpor mucho tiempo en <strong>Barinas</strong>.”—Nota <strong>de</strong>l traductor.(3) En toda esta parrafada existe un flagrante anacronismo por cuanto Bolívarnunca estuvo en Cumaná sino en agosto <strong>de</strong> 1814, y eso el tiempo preciso para embarcarse,<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> los reveses militares <strong>de</strong> aquel año. Por lo <strong>de</strong>más bien pue<strong>de</strong>n sermuy ciertas las trapacerías <strong>de</strong>l mercachifle y el condigno castigo..—N. <strong>de</strong>l T.(4) Pág. 87. ¿El Paso <strong>de</strong> Vernavel? He aquí un intrigulis geográfico-filológicopara encalamocar al autor <strong>de</strong>l Diccionario <strong>de</strong> Regímenes castellanos; pero en obsequio<strong>de</strong> nuestros actuales y futuros filólogos, a quienes por este medio ahorraremosterribles insomnios, nos dimos a la averiguación <strong>de</strong> este voquible con persona peritaen la vida <strong>de</strong>l Llano. El tal paso <strong>de</strong> “Vernavel” lo que quiere <strong>de</strong>cir es Paso <strong>de</strong> Bernabé,porque los apureños analfabetos adulteran así la pronunciación <strong>de</strong> este nombre <strong>de</strong>pila. Y aténgase usted a la historia y... aún a la filología.—Nota <strong>de</strong>l traductor.(5) Pág. 89. La letra <strong>de</strong>l Himno Nacional argentino fue escrita en 1813 por elpoeta Vicente López y Planas, a quien se la encomendó la Asamblea GeneralConstituyente <strong>de</strong> las Provincias Unidas <strong>de</strong>l Río <strong>de</strong> la Plata. La música es obra <strong>de</strong>l111


maestro catalán <strong>de</strong> capilla don Blas Perera. <strong>Las</strong> estrofas contenían alusiones a todoslos <strong>de</strong>más países <strong>de</strong> la América Latina y a ello, sin duda, <strong>de</strong>bieron su gran popularida<strong>de</strong>n las nacientes Repúblicas. Una <strong>de</strong> ellas, consagrada a Venezuela, <strong>de</strong>cía:“¡No lo véis sobre el triste Caracas, luto y llanto y muerte esparcir!No lo véis <strong>de</strong>vorando cual fiera Todo pueblo que logra rendir!.”En los últimos tiempos el Himno ha sido <strong>de</strong>spojado <strong>de</strong> la mayor parte <strong>de</strong> susestrofas, por miramientos hacia la Madre Patria, y reducido a estos solos versos:Oid mortales el grito sagradoLibertad, libertad, libertad;Oid el ruido <strong>de</strong> rotas ca<strong>de</strong>nas.Ved en trono la noble igualdad.Ya su trono dignísimo abrieron<strong>Las</strong> Provincias Unidas <strong>de</strong>l Sud,y los libres <strong>de</strong>l mundo respon<strong>de</strong>nAl gran pueblo argentino: salud!COROSean eternos los laurelesQue supimos conseguir.Coronados <strong>de</strong> gloria vivamos,O sepamos con gloria morir.–Nota <strong>de</strong>l traductor(6) Pág. 90. El lector pue<strong>de</strong> dar por cierto que Páez dirigía estos coros <strong>de</strong> centauros,pues la música y el canto eran aficiones suyas favoritas. En 1861, cuando hacíala campaña <strong>de</strong> los Valles <strong>de</strong> Aragua, consagraba buenos ratos a lucir sus méritos <strong>de</strong>barítono cantando en reuniones privadas. O’Leary, que vino a Venezuela en 1826 conmotivo <strong>de</strong> los sucesos que amenazaban entonces la existencia <strong>de</strong> Colombia, dice enel tomo III, apéndice <strong>de</strong> sus Memorias: “Yo encontré al General Páez en Achaguas,capital <strong>de</strong>l Apure, en casa <strong>de</strong>l coronel Cornelio Muñoz, sentado en un taburete bajo,tocando violín, y un negro ciego sentado en una silla frente a él. Páez me recordó aNerón tocando el laúd mientras Roma ardía... –Nota <strong>de</strong>l traductor.(7) Muy <strong>de</strong> dudarse que las emigradas <strong>de</strong> Cunaviche fuesen tan aficionadas almate, Bebida que se <strong>de</strong>sconoce <strong>de</strong>l todo en Venezuela.–Nota <strong>de</strong>l traductor.112


CAPÍTULO XNOTICIAS DE ANGOSTURACurtis: Te ruego, buen Grumio, que me <strong>de</strong>s noticias.Grumio: Bien, chico; bien, chico, y tantas como túquieras.—Shakespeare: “La domesticación <strong>de</strong> lafiera.”Act. IV, esc. l. (1)“En estas sabanas se han convertido uste<strong>de</strong>s en tan completoshermitaños que dudo si la misma doña Rosaura tiene algunanoticia <strong>de</strong>l grave <strong>de</strong>sacuerdo entre Bolívar y el mulato generalArismendi quien, como todos uste<strong>de</strong>s lo saben, había sidogobernador <strong>de</strong> Margarita por muchos años. Urdaneta fue enviadoa esa isla por el Libertador, con la or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> reclutar gente<strong>de</strong>stinada al ejército reunido entonces para embarcarse y remontarel Orinoco, pero se dice que llegando a Pampatar, Urdanetaprocedió por cuenta propia a cumplir sus ór<strong>de</strong>nes, sin comunicárselasprimero a Arismendi, bajo cuyo mando se hallaba laprovincia. Resentido por semejante conducta, el jefe veteranoreunió su escolta, marchó contra el intruso y rescató a todos losreclutas, ya listos, a pesar <strong>de</strong> ellos, para ser remitidos al continente.Refiérese también, y nada es más probable, que amenazófusilar a Urdaneta, propósito cuya ejecución sólo pudo evitarsey a duras penas merced a la oportuna llegada <strong>de</strong>l almirante LuisBrión, el curazoleño, que logró apaciguarlo. Sin embargo, cargó<strong>de</strong> grillos a su camarada el general, encerrándolo por algunosdías en un calabozo, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> lo cual le permitió marcharseen una piragua (2).“Ya <strong>de</strong> nuevo en Angostura, Urdaneta le refirió a Bolívar eltratamiento que le habían dado y el segundo juró vengar el113


insulto inferido a su teniente <strong>de</strong> mayor confianza. El TíoPorsupuesto (3) se vio, sin embargo, obligado a disimular suenojo por algún tiempo, mientras lograba apo<strong>de</strong>rarse <strong>de</strong>Arismendi porque sabía muy bien que si lo amenazaba abiertamenteera por extremo imposible sacarlo <strong>de</strong> la isla <strong>de</strong> Margarita,pues a Arismendi le quieren tanto allí, aunque no por la ternura<strong>de</strong> su carácter, que los habitantes se hubieran levantado enmasse, hombres, mujeres y niños, como lo hicieron cuandoexpulsaron la guarnición española, antes que permitir que letocasen un sólo pelo <strong>de</strong> la cabeza. En consecuencia, Bolívar leenvió una <strong>de</strong> sus habituales y corteses invitaciones para unaconferencia, la cual aceptó el veterano, <strong>de</strong>soyendo el consejo <strong>de</strong>todos sus amigos, quienes le <strong>de</strong>mostraron en vano el riesgo queestaba a punto <strong>de</strong> correr recordándole la suerte <strong>de</strong>l pobre generalPiar, fusilado poco tiempo hacía, frente al palacio <strong>de</strong> gobierno,en Angostura, a don<strong>de</strong> acudió atraído por una invitaciónsemejante (4).Arismendi contestó a todas las advertencias <strong>de</strong> sus amigos,asegurándoles que Bolívar era <strong>de</strong>masiado político para enajenarselos ánimos <strong>de</strong> todos los habitantes <strong>de</strong> una isla como la <strong>de</strong>Margarita, cuya influencia se contaba por mucho en Venezuela.Así, pues, partió hacia Guayana, acompañado <strong>de</strong>l menor <strong>de</strong> sushijos, mientras al mayor <strong>de</strong> ellos lo <strong>de</strong>jó con el mando <strong>de</strong> la tropa,<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> hacerle jurar por Nuestra Señora <strong>de</strong> Chiquinquirá (5)que vengaría la muerte <strong>de</strong> su padre hasta el último extremo en lapersona <strong>de</strong> Bolívar, si lo trataban con <strong>de</strong>slealtad.“En llegando a Angostura, encontrose Arismendi, como loprevieron sus amigos, con que Bolívar había partido <strong>de</strong> la ciudad,<strong>de</strong>jando instrucciones a Zea, Vicepresi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> laRepública, para que lo procesase por su comportamiento conUrdaneta. No le iban a conducir ante una corte marcial, porqueno pudieron encontrarse oficiales <strong>de</strong> jerarquía suficiente paraconstituirla, y que fuesen bastante dóciles para atraer sobre sí elodio que provocaron los sentenciadores <strong>de</strong>l infeliz Piar, pero se114


encomendó al Congreso <strong>de</strong> Venezuela, entonces reunido allí, elconocimiento <strong>de</strong>l presunto <strong>de</strong>lito.Bien sabía Bolívar con cuanta facilidad podía inducirse a losmiembros <strong>de</strong> esta asamblea para que llevasen a<strong>de</strong>lante sus propósitos<strong>de</strong> sacrificar a Arismendi, porque todos eran civilespusilánimes que temían sobre manera una contrarrevolución, yapoyaban con celo la autoridad <strong>de</strong> Bolívar ante cualquier amago<strong>de</strong> emulación, porque sus gran<strong>de</strong>s compromisos en la causapatriota no le permitían esperar misericordia, caso <strong>de</strong> verse enpo<strong>de</strong>r <strong>de</strong> los realistas. A ello se agregaba que en su carácter <strong>de</strong>diputados por diversos distritos <strong>de</strong>l país, no había peligro <strong>de</strong> querecayese sobre cualquiera <strong>de</strong> ellos en particular acto alguno <strong>de</strong> losque ejecutasen en congreso, como podría ocurrirles a los militares,siempre sujetos a caer en manos <strong>de</strong> la familia o <strong>de</strong> los amigos<strong>de</strong> Arismendi por las imprevistas vicisitu<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l servicio (6).“Por <strong>de</strong> pronto, Arismendi fue aherrojado y recluido con uncentinela a la puerta, en una casita que forma esquina y que sehalla situada en la calle que va <strong>de</strong> la plaza <strong>de</strong> Angostura a la fortaleza,y don<strong>de</strong>, a muchas instancias, se le permitió al hijo compartirla prisión <strong>de</strong> su padre. El Congreso, cuyas sesiones erancelebradas en el gran salón <strong>de</strong>l Palacio <strong>de</strong> Gobierno, or<strong>de</strong>nóluego que compareciese ante las barras, pero el veterano lo tratabacon tan franco <strong>de</strong>sdén y respondía a todos los interrogatorioscon tal tono <strong>de</strong> recriminación, y aún <strong>de</strong> escarnio contra susacusadores y contra todos los interesados en el juicio, que loscongresantes se vieron en el caso <strong>de</strong> hacerlo regresar a su encierro.Entonces se resolvió proseguir el examen por medio <strong>de</strong>posiciones escritas, llevadas a la prisión por un notario que traíalas respuestas al Congreso... cuando Arismendi se dignaba quitarseel cigarro <strong>de</strong> la boca para contestar. Por consiguiente el juicioandaba con muchas dilaciones, y ya se había prolongadounas seis semanas, cuando ocurrió un suceso que hubo <strong>de</strong> modificarcompletamente la situación <strong>de</strong>l general respecto a sus doctosjueces.115


“Habiendo marchado Monagas hacia Barcelona con el objeto<strong>de</strong> reunirse a Bermú<strong>de</strong>z; los territorios <strong>de</strong>l bajo Orinoco quedaronpor completo ín<strong>de</strong>fensos, <strong>de</strong> modo que el activo realista,coronel López, aprovechó la coyuntura para pasar sin estorbopor Concepción <strong>de</strong>l Pao, presentándose con fuerzas consi<strong>de</strong>rablesen Soledad, frente por frente <strong>de</strong> Angostura. Un bergantínbritánico que a la sazón embarcaba, allí mulas, con <strong>de</strong>stino aTrinidad, apenas tuvo tiempo <strong>de</strong> cortar las amarras e irse ríoabajo para impedir que lo apresaran. López, sin embargo se apo<strong>de</strong>ró<strong>de</strong> todo el ganado que se <strong>de</strong>stinaba al consumo <strong>de</strong> la ciudad,mientras las tropas que custodiaban las matanzas, cogíantodas las canoas para trasladarse a Angostura, abandonando losvecinos a su propia suerte.“La nueva <strong>de</strong> este avance repentino llegó a la Sala <strong>de</strong>lCongreso en el preciso instante en que don Carlos Alguenas (?),diputado por Zipaquirá, se engolfaba en una violenta filípicacontra Arismendi, excitando a sus colegas para que abreviasenel proceso y sentenciasen acto seguido al pérfido gobernador <strong>de</strong>Margarita que había osado <strong>de</strong>sconocer la autoridad <strong>de</strong> Bolívar...héroe a quien el tribuno calificaba como “¡El digno rival <strong>de</strong>Huasintón..!” Tan alarmante noticia fue comunicada a laCámara por el Vicepresi<strong>de</strong>nte, sin el menor comentario, bienque no requiriese ninguno ni los diputados hubiesen tenidoespacio para oírlo, pues todos se lanzaron hacia la puerta ávidospor inquirir la verdad <strong>de</strong> las cosas, o más bien por cerciorarse <strong>de</strong>si los enemigos habían comenzado a atravesar el río. Zea losconjuró en vano a que se reuniesen en torno <strong>de</strong>l Vicepresi<strong>de</strong>nte<strong>de</strong>l Congreso, para <strong>de</strong>liberar acerca <strong>de</strong> las provi<strong>de</strong>ncias conducentesa la <strong>de</strong>fensa <strong>de</strong> la plaza, pues la opinión unánime <strong>de</strong> loshonorables diputados consistía en que el gobierno les suministraseen el acto caballos y acémilas para trasladarse a Guayanala Vieja y continuar allí las sesiones.“Los comerciantes extranjeros, resi<strong>de</strong>ntes en Angostura yposeedores <strong>de</strong> la mayor parte <strong>de</strong> las propieda<strong>de</strong>s en peligro, contribuyerona aumentar el embrollo, pidiendo que Zea convocase116


la milicia y tratase <strong>de</strong> sostener la plaza, mientras llegaban socorrosrío arriba o río abajo. Zea <strong>de</strong>clinó categóricamente el honor<strong>de</strong> servir a guisa <strong>de</strong> comandante militar, alegando para ello quesi le era permitido jactarse <strong>de</strong> algún talento diplomático, contodo, su vocación no le había inclinado nunca a la carrera <strong>de</strong> lasarmas; y en efecto, cuantos contemplaban la diminuta figura <strong>de</strong>lVicepresi<strong>de</strong>nte, que en esa memorable ocasión parecía reducirsea su más mínima expresión ante la inminencia <strong>de</strong>l peligro(pues su cabeza había sido puesta a precio, junto con las <strong>de</strong> otrospersonajes prominentes <strong>de</strong> la revolución), no podían sino conveniren que hubiera hecho muy mal papel como jefe.“Al cabo uno <strong>de</strong> los comerciantes sugirió la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que si elHonorable Congreso no había <strong>de</strong>cidido irrevocablemente fusilarpor sí mismo a Arismendi, también podría obtenerse idénticoobjeto confiriéndole el peligroso encargo <strong>de</strong> <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r la ciudad;a esto se agregaba la urgencia <strong>de</strong> una solución inmediata, porquecaso <strong>de</strong> que los rotozos (Sic) <strong>de</strong> los suburbios advirtiesen lairresolución <strong>de</strong>l gobierno, comenzarían a saquear la villa y contoda probabilidad a llevarle canoas al enemigo, si no se levantabantropas para atemorizarlos. Aprobada por unanimidad semejanteinsinuación, se enviaron ór<strong>de</strong>nes al sargento <strong>de</strong> la guardia,a cuyo cargo se hallaba Arismendi, para que le quitase los grillosy lo pusiese en libertad. El notario que atendía antes en laformación <strong>de</strong>l proceso, fue también comisionado para anunciarleal <strong>de</strong>tenido que el Congreso requería el auxilio <strong>de</strong> su experienciaen aquel grave trance.“Arismendi estuvo lejos <strong>de</strong> acoger esta comedida solicitudcon las <strong>de</strong>mostraciones <strong>de</strong> agra<strong>de</strong>cimiento que sus antiguos juecesesperaban <strong>de</strong> él; y aún amenazó al sargento si intentabatocarle los grillos. A Zea le envió un recado en su estilo habitual,muy distante <strong>de</strong> distinguirse por lo escogido <strong>de</strong> las frases, parahacerle la intimación <strong>de</strong> que habiendo sido aherrojado por or<strong>de</strong>n<strong>de</strong>l Congreso, permanecería allí aunque López quemase la ciudad,a menos que los diputados, con el Vicepresi<strong>de</strong>nte a la cabe-117


za, consintiesen en ir personalmente a su prisión para ponerlo enlibertad.“En realidad esto era una pí1dora amarga para la mayor parte<strong>de</strong> ellos, pero <strong>de</strong>sgraciadamente no había alternativa posible, <strong>de</strong>modo que se vieron obligados, aunque <strong>de</strong> mala gana, a inclinarla cabeza y a presentarse ante Arismendi, protegidos, a solicitud<strong>de</strong> ellos, por varios comerciantes extranjeros a quienes aquél semostraba muy adicto y <strong>de</strong> cuyo apoyo <strong>de</strong>pendían los diputadosen tan humillantes circunstancias. Yo tuve la curiosidad <strong>de</strong> verla escena por mis propios ojos y me divertí mucho con ella.Oída la arenga <strong>de</strong> Zea, el general consistió en que le quitasen losgrillos, sin proferir una sola palabra ni <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> fumar, hasta quehubo apurado su cigarro. Luego se puso en pié, iluminando elcurtido rostro con una cruel sonrisa <strong>de</strong> triunfo, y recibiendo yobservando atentamente la espada que por primera vez volvía asus manos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que lo arrestaron, apenas se dignó contestar alos visitantes con un “¡Vamos, pues, hijos <strong>de</strong> la grandísima...!“Acto continuo pidió que le llevasen un caballo para él y otropara su hijo, a quien nombró por único ayudante. En respuestaa la invitación que le hizo Zea para que se alojase en el palacio,replicó fríamente que le bastaba y sobraba con el cuarto que asu llegada le había <strong>de</strong>stinado el Congreso, pero conforme consus <strong>de</strong>seos le enviaron una cama y una mesa a la antigua prisión,junto con recado <strong>de</strong> escribir para su hijo, único secretario quequiso tener. Antes <strong>de</strong> salir a caballo con el objeto <strong>de</strong> inquirir elestado <strong>de</strong>fensivo <strong>de</strong> la ciudad y <strong>de</strong> los contornos, or<strong>de</strong>nó que sepublicase un bando en la plaza y calles principales, a fin <strong>de</strong> quetodo varón apto para llevar las armas compareciese en el término<strong>de</strong> dos horas, frente al palacio, con armas o sin ellas, peroprevisto <strong>de</strong> capote o cobija... y semejante invitación iba reforzadacon la enfática advertencia: “¡so pena <strong>de</strong> la vida!”“Como era <strong>de</strong> presumirse, al regreso <strong>de</strong> Arismendi hubo unabuena revista. Con asistencia <strong>de</strong> su hijo situó en or<strong>de</strong>n y ro<strong>de</strong>andola plaza, en filas <strong>de</strong> dos en fondo, a cuantos se habían presentado.Después <strong>de</strong> entresacar a los comerciantes y regatones118


<strong>de</strong> nota distribuyó a los <strong>de</strong>más milicianos en pelotones <strong>de</strong>cincuenta, y por aquella noche puso a cada una <strong>de</strong> estas compañíasbajo las ór<strong>de</strong>nes <strong>de</strong> un comerciante, a quien le mando queen el acto formase dos listas <strong>de</strong> su respectiva gente, una <strong>de</strong> lascuales era para el propio Arismendi. Aprontáronse armas ymuniciones proce<strong>de</strong>ntes <strong>de</strong> diversos almacenes mercantiles,para distribuirlos entre aquellos que no tenían ninguna <strong>de</strong> supropiedad, y en el transcurso <strong>de</strong> dos horas se apostaron guardiasnocturnas en cada posición que podía ofrecer peligro, mientrasel resto <strong>de</strong> la milicia vivaqueaba en la Alameda, a orillas <strong>de</strong>l río.Provocaba risa oir las reclamaciones hechas a Arismendi pormuchos vecinos que se habían visto forzados, con tan poca ceremonia,a llevar las armas en <strong>de</strong>fensa <strong>de</strong> la Patria; pero él rehusó<strong>de</strong> modo perentorio licenciar a ninguno aquella noche, bajocualquier pretexto que fuese, excepción hecha <strong>de</strong> los diputados,a quienes or<strong>de</strong>nó que se reuniesen en palacio, consolando a los<strong>de</strong>más con la promesa <strong>de</strong> que por la mañana tendría tiempo <strong>de</strong>remediar cualquier error que hubiese podido ocurrir a causa <strong>de</strong>su ignorancia respecto a la categoría social <strong>de</strong> cada uno <strong>de</strong> ellos.“Luego se presentó ante el Congreso, don<strong>de</strong>, con gran<strong>de</strong> alivio<strong>de</strong> los diputados, no hizo la más ligera alusión a su prisióny enjuiciamiento, limitándose a manifestar el propósito <strong>de</strong> quelos congresantes nada tuviesen que temer por la seguridad <strong>de</strong> lavilla, a cuyo fin les recomendaba el abastecimiento <strong>de</strong> todas lasguardias; también les expuso la conveniencia <strong>de</strong> que apropiasenfondos suficientes para vestir y equipar las tropas que él escogieseal otro día con el objeto <strong>de</strong> establecer una Guardia cívica,haciéndoles ver que ellos eran los más llamados a contribuir,porque estaban exentos <strong>de</strong> todo servicio personal.“Al mismo amanecer Arismendi tenía ya una partida <strong>de</strong> doscientoshombres empleados en levantar un parapeto frente a laAduana, y montando en él algunos cañones <strong>de</strong> bronce que pormuchos años habían permanecido abandonados en los fosos,sepultos entre cohombros silvestres y cardones. Hecho esto,formó en parada toda su nueva guarnición, escogiendo para el119


servicio, en calidad <strong>de</strong> soldados, a cuantos <strong>de</strong> modo ostensibleno poseían medios <strong>de</strong> subsistencia; les dió por sargentos y cabosunos soldados veteranos resi<strong>de</strong>ntes en la ciudad; eligió oficialesentre los regatones, cuyos negocios no eran <strong>de</strong> mucha monta yasignó a cada individuo <strong>de</strong> tropa la prez y raciones <strong>de</strong> los ejércitosregulares. Luego les aconsejó a los comerciantes extranjerosy a cuantos no estaban incluidos en aquel alistamiento, quese constituyesen en cuerpo <strong>de</strong> milicia con el objeto <strong>de</strong> hacerpatrulla y proteger sus propios intereses, indicación que fueadoptada, <strong>de</strong> manera que a la hora <strong>de</strong> la siesta, la ciudad sehallaba en completa calma.“Sin embargo, Arismendi, que poseía todas las preocupacionescaracterísticas <strong>de</strong> los isleños, no hubiera podido sentirsesatisfecho hasta ver en el río algunos botes armados que les permitiesenagredir al enemigo, aún establecido en La Soledad,don<strong>de</strong> se rego<strong>de</strong>aba con nuestros novillos, pues las cañoneraspatriotas habían subido el río con el ejército, o anclaba en elcaño llamado Boca <strong>de</strong> la Serpiente, a la entrada <strong>de</strong>l Orinoco. Porconsiguiente se propuso utilizar unas gran<strong>de</strong>s piraguas varadasen la laguna, cerca <strong>de</strong> la Alameda, y enviando por el carpinteromayor <strong>de</strong>l arsenal le mandó que sacase cuatro <strong>de</strong> ellas paraponerlas en condiciones <strong>de</strong> llevar cañones livianos <strong>de</strong> seislibras, y que le dijese cuándo podría lanzarse la primera. Elmaestro europeo habituado al lento sistema <strong>de</strong> trabajo en prácticabajo el gobierno español, le señaló un día, llegado el cual elbote aun no estaba listo. Arismendi le dijo que por ser aquella suprimer falta <strong>de</strong>bía perdonárse1e, bien que en Margarita sabíacastigar con cuatro balas semejantes infracciones. Le pidió quele señalara otro día y habiéndole asegurado el maestro que laembarcación estaría en el agua el sábado siguiente, Arismendise <strong>de</strong>spidió, diciéndole a secas y en tono significativo:‘¡Cuidado!’“El propio sábado se presentó Arismendi a la orilla <strong>de</strong>l río ya la hora fijada, pero la piragua no estaba aun concluida. ‘¿Nole dije que cuidado?’, gritó Arismendi: ‘¡Vengan cuatro <strong>de</strong> la120


guardia!’ y a pesar <strong>de</strong> todas las súplicas fusiló en el acto almaestro carpintero. En seguida promovió al oficial mayor queestaba allí temblando <strong>de</strong> miedo, para llenar el puesto vacante, yle or<strong>de</strong>no que le <strong>de</strong>terminase un día para rematar el trabajo,agregando (advertencia que sin duda holgaba en aquella ocasión)la terrible palabra: ‘¡Cuidado!’“Viendo López, él jefe español, que tenía que habérselas conun general ducho y no con una Asamblea <strong>de</strong> civiles, volviósobre sus pasos y escapó antes que Monagas cayera sobre él.Cuanto a Bolívar fue tanta su complacencia por la forma en queArismendi había emprendido la <strong>de</strong>fensa <strong>de</strong> Angostura, que hubo<strong>de</strong> perdonarle en absoluto la pasada ocurrencia, reintegrándoloa su gobierno <strong>de</strong> Margarita, amén <strong>de</strong> nombrar ayudante suyo aljoven Arismendi (7).“¡Cuéntenos ahora, le dijo Páez, si ha vuelto a verse con suantiguo amigo y general don Simón, pues si no me equivoco,usted no salió <strong>de</strong> Cumaná en muy buenos términos con él!“Ya verá usted, repuso Bonjean; estoy tan reconciliado con élque hace poco le serví <strong>de</strong> intérprete durante un convite con quecelebró la llegada <strong>de</strong> un enviado <strong>de</strong> Norteamérica (8). AunqueBolívar, como usted bien lo sabe, es el más sobrio <strong>de</strong> los generalespatriotas, estaba casi borracho <strong>de</strong> alegría con la insólitarecepción <strong>de</strong> un enviado, y unos poquísimos brindis, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>la comida, vinieron a rematar la obra. Mucho me divertí oyéndolepronunciar algunos discursos extravagantes, hasta que en elcolmo <strong>de</strong>l entusiasmo se encaramó en la mesa con las gran<strong>de</strong>sbotas que siempre usa; se paseó por ella con toda la solemnidadque pudo asumir, y llegado que hubo al extremo don<strong>de</strong> se hallabaSantiago Mariño, exclamó: “¡Así iré <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Panamá hasta elCabo <strong>de</strong> Hornos!” Volvió luego a su puesto por fortuna sinhaber hecho estrago alguno en la mesa, y agregó: “¡Así regresarésin dañar a nadie que no se interponga en mi camino! (9)”“El viejo piloto <strong>de</strong>l barco <strong>de</strong> Bonjean había seguido a esteúltimo, cuando abandonó la ruidosa francachela <strong>de</strong> la Guardia121


<strong>de</strong> Honor, y Páez le estaba observando mientras él, sentado enun rincón, fumaba en silencio su churumbela.“¡Vamos, señor Piloto!” dijo el jefe; todos los bateleros <strong>de</strong>lOrinoco son célebres por sus habilida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> cuentistas; conquevenga el suyo porque no estamos dispuestos a perdonárselo.“¡Vaya, pues, mi general! Dios me libre <strong>de</strong> contrariar aBolívar en la Cordillera, o a Páez en sus llanos”.(1) Los epígrafes <strong>de</strong> este libro, por lo general, no correspon<strong>de</strong>n con exactitud altexto original, bien porque el autor citaba <strong>de</strong> memoria, bien porque acomodaba la citaa su propósito.En este caso la frase correcta sería: “Curtis.— Te ruego, buen Grumio, que medigas cómo va el mundo”, pues líneas a<strong>de</strong>lante, <strong>de</strong>spués que ambos interlocutores hanhablado <strong>de</strong>l frío que hace y <strong>de</strong>l fuego, es cuando Grumio vuelve a <strong>de</strong>cir: “Ya el fuegoestá listo; y por consiguiente, buen Grumio, vengan las noticias”. Respecto al título<strong>de</strong> la comedia shakesperiana: “Taming of the Shrew”, lo traducimos literalmente: encastellano existen versiones que lo parafrasean.El narrador inserta su epígrafe así:Curtis.—I prythee, good Grumio, tell me the news.Grumio.—Why, Jack boy! ho boy! and as much news as thout wilt.En la respuesta <strong>de</strong> Grumio hay una frase: “Jack boy, ho boy,” que correspon<strong>de</strong> auna antigua balada inglesa.– Nota <strong>de</strong>l traductor.(2) Sieur Bonjean se aleja aquí mucho <strong>de</strong> la verdad; el mismo Urdaneta, en susMemorias, refiere que Arismendi y el gobernador Francisco Esteban Gómez y los<strong>de</strong>más empleados militares <strong>de</strong> la isla opusieron obstáculos a la recluta. Hubo diversosinci<strong>de</strong>ntes, tras los cuales toda la responsabilidad <strong>de</strong> la insubordinación recayósobre Arismendi, a quien se procesó y prendió, embarcándolo para Guayana con elsumario respectivo.Los neoespartanos, como los llaneros, no querían servir fuera <strong>de</strong> la “Patria Chica”y <strong>de</strong> ahí ésta y las numerosas <strong>de</strong>sobediencias <strong>de</strong> Páez. Para juzgar la conducta militar<strong>de</strong> éste último es bueno tener en cuenta tales antece<strong>de</strong>ntes, pues <strong>de</strong> modo general sele censura al jefe <strong>de</strong> Apure lo que a los otros no se les toma en cuenta. Los proce<strong>de</strong>res<strong>de</strong> Mariño y otros generales echan por el mismo atajo. A Páez tal vez se le aprietamás duro, así por el predominio político que llegó a adquirir, como por la mayorimportancia <strong>de</strong> su contingente militar, pues la caballería, su arma favorita, era el122


esorte <strong>de</strong>l triunfo. En este caso la misma censura implica un homenaje a los méritos<strong>de</strong> este “hombre extraordinario”, como lo califica el oficial británico a quien se <strong>de</strong>bela narración que vertemos.—Nota <strong>de</strong>l traductor.(3) “El Tío, porsupuesto” era un cognomento que acaso mejor que cualquiera otra<strong>de</strong>nominaeión servía para distinguir a Bolívar en los primeros ejércitos patriotas.Páez fue el primero en llamarle así, aludiendo al hábito que había adquirido elLibertador <strong>de</strong> contestar “por supuesto” a cuanta sugestión se le hiciera, especialmentesi no estaba muy acor<strong>de</strong> con su interlocutor y se proponía zaherirlo.(4) Todo esto son murmuraciones y falseda<strong>de</strong>s. Contra Piar se dictó primero unaor<strong>de</strong>n <strong>de</strong> arresto y habiendo huido a Maturín se envió en persecución suya al generalCe<strong>de</strong>ño, quien lo encontró en armas y al fin logró pren<strong>de</strong>rlo y conducirlo a Angostura.Este Sieur Bonjean como que se sentía aún, por lo menos bajo el ala <strong>de</strong> Páez, el aporreo<strong>de</strong> los los puntapiés recibidos en Cumaná.—Nota <strong>de</strong>l traductor.(5) En la al<strong>de</strong>a <strong>de</strong> Chiquinquirá, Nueva Granada, se conserva una imagen milagrosaque representa a la virgen, y que se dice haber sido pintada por San Lucas ytraída, por él <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el cielo. Tanto en Venezuela como en Cundinamarca la tienen engran veneración, a igual <strong>de</strong> las imágenes <strong>de</strong> Zaragoza y Loreto .en sus respectivoscentros, <strong>de</strong> modo que cualquier juramento hecho por Nuestra Señora <strong>de</strong> laChiquinquirá se cumple habitualmente con el mayor escrúpulo.A esta nota, que correspon<strong>de</strong> al original inglés, <strong>de</strong>bemos agregar que el autorincurre en un error, porque le Chiquinquirá no es la patrona <strong>de</strong> la isla <strong>de</strong> Margarita,sino la Virgen <strong>de</strong> El Valle <strong>de</strong>l Espíritu Santo, <strong>de</strong> la cual se dice que huía y se refugianen una cueva llamada <strong>de</strong>l Piache, cuando los realistas llegaban a la isla.— Nota <strong>de</strong>ltraductor.(6) También incierto. En nota oficial <strong>de</strong>l Ministro <strong>de</strong> Interior y <strong>de</strong> Justicia, DiegoBautista Urbaneja, dirigida al Presi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> la República con fecha <strong>de</strong> 31 <strong>de</strong> agosto<strong>de</strong> 1819, consta que al llegar Arismendi se elevó la sumaria a proceso, nombrándoseJuez Fiscal al coronel Con<strong>de</strong>, Jefe <strong>de</strong>l Estado Mayor <strong>de</strong> la Provincia; que Arismendinegó en su confesión todos los cargos; que trató <strong>de</strong> echar sobre el Gobernador Gómeztoda la responsabilidad <strong>de</strong>l <strong>de</strong>lito, como ya lo había hecho ante Urdaneta; que el JuezFiscal presentó el proceso al Vicepresi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> la República, pero que por el número<strong>de</strong> autores y cómplices juzgaba que aquel juicio sería un laberinto peligroso, concluyendopor opinar que mejor era no meneallo. Arismendi recusó al Vicepresi<strong>de</strong>nte y123


solicitó que lo juzgase el mismo Congreso o <strong>de</strong>l modo que se acordase; los autoshabían pasado ya al Auditor <strong>de</strong> la Provincia y la Asamblea los pidió el 12 <strong>de</strong> agosto,“trató sobre la materia en varias ocasiones y el 23 los <strong>de</strong>volvió llanamente.” ElVicepresi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong>cretó que volviesen al Auditor, quien no halló forma <strong>de</strong> seguir a<strong>de</strong>lantepor dificulta<strong>de</strong>s <strong>de</strong> sustanciación y procedimiento. El Auditor, lo mismo que elFiscal, comprendía que la ocasión no era oportuna para ventilar el proceso.El mercachifle que es sieur Bonjan asoma por todas partes en este relato. No hayque olvidar que se encuentra en presencia <strong>de</strong> Páez y que Páez, en más <strong>de</strong> una coyuntura,ha seguido los pasos <strong>de</strong> Piar y Arismendi; es el jefe todopo<strong>de</strong>roso <strong>de</strong> los Llanos,y Bolívar no logra contenerlo sino ejerciendo sobre él una autoridad toda contemplaciones;por consiguiente, el astuto buhonero halaga la vanidad y los sentimientos másíntimos <strong>de</strong> Páez, aventurando especies <strong>de</strong>nigrantes para el Libertador, <strong>de</strong> cuya menteandaría muy lejos el <strong>de</strong>signio <strong>de</strong> sacrificar a Arismendi, cuando a los pocos meses, y<strong>de</strong>spués que el caudil1o insular se había hecho reo <strong>de</strong> mayores <strong>de</strong>litos contra la autoridadcivil y militar, suplantando al Vicepresi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> la República en el Gobierno, yal propio Bolívar en el mando supremo, lo nombra Jefe <strong>de</strong>l Ejército <strong>de</strong> Oriente. Peroel traficante <strong>de</strong>l Orinoco quiere estar <strong>de</strong> buenas con su amigote <strong>de</strong> los Llanos y paralisonjearlo a su gusto corta <strong>de</strong> lo lindo a expensas <strong>de</strong>l vencedor <strong>de</strong> Boyacá. Es la fortuna<strong>de</strong> los gran<strong>de</strong>s hombres, tener bastante tela don<strong>de</strong> cortar. En América ha sidoraro el héroe que no se haya vestido con alguna prenda <strong>de</strong>l Libertador o porque él sela diera con su <strong>de</strong>sprendimiento <strong>de</strong> gran señor, o porque los señores biógrafos se laarrebataran en provecho <strong>de</strong> sus favoritos. ¿Por qué no citar nombres? El propio Páezse viste con las plumas <strong>de</strong>l pavorreal; Santan<strong>de</strong>r va por el mismo camino; Mitre ponecual digan dueñas a don Simón para que resalte la figura <strong>de</strong>l soldado <strong>de</strong> Chacabucoy el mismo Zorrilla <strong>de</strong> San Martín hombrea a Artigas con el Libertador. Es la montañaque sirve para apreciar la eminencia relativa <strong>de</strong> las <strong>de</strong>más cumbres; la consagraciónconsciente o involuntaria <strong>de</strong>l gran Caudillo espiritual.Por <strong>de</strong> contado que monsieur Bonjean no procura con todo esto sino ven<strong>de</strong>r suspellejos y cintajos:Come to the peddler;money’s a meddler;that doth utter all men’s ware-a.como canturrea el Autólico <strong>de</strong> “El Cuento <strong>de</strong> Invierno.”–Nota <strong>de</strong>l traductor.(7) Sieur Bonjean continúa fantaseando a su antojo. Lo cierto es que la formidab1eempresa <strong>de</strong>l paso <strong>de</strong> los An<strong>de</strong>s que tuvo por consecuencia, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> Boyacá,la liberación <strong>de</strong> Nueva Granada, dio margen a multitud <strong>de</strong> intrigas que tenían por base124


la creencia <strong>de</strong> que el Libertador se per<strong>de</strong>ría en su gloriosa aventura. Estas intrigasadquirieron tanto cuerpo en Angostura que llegó hasta propalarse la aproximación <strong>de</strong>lenemigo a la orilla opuesta <strong>de</strong>l Orinoco para alarmar la población y <strong>de</strong>shacerse <strong>de</strong>lgobierno civil <strong>de</strong> Zea, como incompatible con las circunstancias. El Vicepresi<strong>de</strong>nterenunció al fin ante el Congreso, hastiado <strong>de</strong> aquella situación, y Arismendi, merceda los enredadores, salió <strong>de</strong> la cárcel para ponerse a la cabeza <strong>de</strong>l gobierno, el 14 <strong>de</strong>septiembre <strong>de</strong> 1818. Arismendi hizo <strong>de</strong> las suyas; atrocida<strong>de</strong>s administrativas, comola consistente en <strong>de</strong>clarar propiedad <strong>de</strong> la República todos los cueros <strong>de</strong>l ganadovacuno que se beneficiara en el país, pero también se condujo con mucha solicitud enlos asuntos militares. O’Leary, a quien seguimos en esta nota, dice que mientras elflamante Magistrado se hallaba en todo su apogeo, comenzaron a llegar a Angosturalas primeras noticias <strong>de</strong> las victorias <strong>de</strong>l Libertador; Arismendi, que no las tenía todasconsigo, se fue hacia Maturín el 21 <strong>de</strong> septiembre, y seis semanas <strong>de</strong>spués se hallabaya <strong>de</strong> regreso en Soledad, margen izquierda <strong>de</strong>l Orinoco, frente a Angostura, cuandollegaron a sus oídos alegres repiques <strong>de</strong> campanas, salvas <strong>de</strong> artillería, rumores <strong>de</strong>fiesta. Creyó que se trataba <strong>de</strong> recibirlo en triunfo; pidió una flechera para irse a suregocijada capital, pero en vano envió e<strong>de</strong>canes tras e<strong>de</strong>canes, que no regresabanmás. Ya muy avanzada la tar<strong>de</strong> resolvió cruzar el río en una canoa, acompañado <strong>de</strong>su secretario, aun sin imaginar, cuando <strong>de</strong>sembarcó, el chasco que le esperaba; viéndoseaislado, y <strong>de</strong>sconocido por los transeúntes, dice O’Leary que preguntó a susecretario: “¿Qué pue<strong>de</strong> ser esto?” Cien voces que clamaban: “¡Viva Bolívar, vencedoren Boyacá,” sirvieron <strong>de</strong> terrible contestación a aquella pregunta.”Un adiós, migeneral”, <strong>de</strong> su secretario, que lo había sido antes <strong>de</strong> Bolívar, pero que por <strong>de</strong>bilidadse había adherido a Arismendi en los recientes cambios, vino a confirmar una i<strong>de</strong>aque acababa <strong>de</strong> asaltarle: sus amigos le habían abandonado.” El Libertador había llegadoaquella mañana a Angostura... y a los pocos días confirió a Arismendi el cargo<strong>de</strong> Jefe <strong>de</strong>l Ejército <strong>de</strong> Oriente.En relación oficial, dirigida a Bolívar por el mismo Zea, se pormenoriza el inci<strong>de</strong>nte<strong>de</strong> Angostura, según pue<strong>de</strong> leerse en el tomo IX <strong>de</strong> las Memorias <strong>de</strong> O’Leary,páginas 250-253. “En estas circunstancias (la consternación pública provocada porlos intrigantes) llega por la tar<strong>de</strong> el e<strong>de</strong>cán <strong>de</strong>l General Mariño, Luis Alcalá, <strong>de</strong>spués<strong>de</strong> haber alarmado los pueblos que están antes <strong>de</strong> San Diego, anunciando que llegabael enemigo, y los que están más acá, diciendo que estaba en San Diego. El GeneralMonagas dió parte, refiriéndose al mismo Alcalá, <strong>de</strong> estar el ejército español inmediatoa su cuartel <strong>de</strong> San Diego. La emigración <strong>de</strong> la Soledad y la que allí se habíareunido entra a las oraciones en esta ciudad. Se congrega el Congreso, multitud <strong>de</strong>gente armada <strong>de</strong> sables y pistolas asiste a la sesión, grupos <strong>de</strong> gente también armados125


se apostan en diversos puntos cerca <strong>de</strong>l palacio, teniendo por jefes al coronel SánchezMontes <strong>de</strong> Oca, el padre Granadillo y qué sé yo que otros. Estos jefes entran y salencontinuamente mientras dura la sesión, en la que fué admitida la segunda renuncia <strong>de</strong>lVicepresi<strong>de</strong>nte, y electo en su lugar el General Arismendi”.En carta <strong>de</strong> Zea, publicada hace poco en la prensa diaria, y relativa a estos mismosacontecimientos, se habla <strong>de</strong> Arismendi en términos que permiten explicar labenevolencia con que fue tratado por el Libertador. He aquí los conceptos aludidos:“Por lo que hace a Arismendi, cualquiera que haya sido la parte que ha tenido enestas cosas, él ha tomado el buen camino, y burlado las esperanzas <strong>de</strong> los perturbadoresluego que logró su <strong>de</strong>signio. Es indisputable que sabe más que todos ellos, y yoespero que las cosas irán bien por que manifiesta buenas intenciones, y lejos <strong>de</strong> aconsejarsecon los facciosos, se aconseja con los que les pusieron las más vivas resistencias,con Urbaneja, que en una sesión tan pública como la <strong>de</strong> aquella noche, trató aAlzúa <strong>de</strong> perturbador y <strong>de</strong> malvado, diciéndole que él era el primo a quien <strong>de</strong>bía<strong>de</strong>gollar el pueblo. Por su lenguaje y principios <strong>de</strong>magógicos, y esto dijo a gritos. Notrató mejor al mismo Arismendi; pero éste ha sentado por principio olvidar todo lopasado, y no aten<strong>de</strong>r más que a la Causa pública. Si él está realmente penetrado <strong>de</strong>estos principios <strong>de</strong> que hasta ahora no se ha separado, no pue<strong>de</strong> menos <strong>de</strong> alabarse yaún <strong>de</strong> admirarse su conducta.”Tanto la citada relación oficial, como esta carta, ponen en claro la activa gestión<strong>de</strong> Mariño en todo el embrollo. “El aire con que Mariño entró en la Sala cuando másacalorada estaba la discusión, arrastrando el sable y sentándose con estrépito, dió biena enten<strong>de</strong>r lo que <strong>de</strong>jaba dispuesto. Los pocos <strong>de</strong>satinos que dijo, porque apenashabló, fueron sobre el mismo tono...” El origen <strong>de</strong> la actitud <strong>de</strong> Mariño, fuera <strong>de</strong> suseternas y fatuas emulaciones al Libertador, consistía en que este último lo <strong>de</strong>spojó <strong>de</strong>lmando <strong>de</strong>l Ejército <strong>de</strong> Oriente, antes <strong>de</strong> empren<strong>de</strong>r la campaña <strong>de</strong> Boyacá, sustituyéndolocon Bermú<strong>de</strong>z, hasta que le fué restituido el cargo por el transitorio gobierno <strong>de</strong>Arismendi.También se colige por la carta <strong>de</strong> Zea que José Gabriel Pérez era el Secretario <strong>de</strong>Bolívar que ejercía idénticas funciones al lado <strong>de</strong>l caudillo margariteño, y a quien sérefiere la cita <strong>de</strong> OLeary copiada en párrafo prece<strong>de</strong>nte. – Nota <strong>de</strong>l traductor.(8) Pág. 105. Alu<strong>de</strong> a Mr. Irving, enviado en calidad <strong>de</strong> agente por el gobierno <strong>de</strong>los Estados Unidos, pero cuya acción se limitaba a gestionar ciertas reclamacionespor presas marítimas. Véase Restrepo, His. <strong>de</strong> Colombia, tomo II, cap. X, pág. 474.–Nota <strong>de</strong>l traductor.126


(9) Pág. 106. Los historiadores patrios han admitido sin mucho examen este rasgo<strong>de</strong>l Libertador, unos por juzgarlo característica genial; otro porque les sirve a maravillapara <strong>de</strong>mostrar la neurosis <strong>de</strong>l gran<strong>de</strong> hombre. Es lo cierto que la anécdota harecorrido toda la América, acomodada a la imaginación o a las ten<strong>de</strong>ncias <strong>de</strong> los historiadores,por cuanto algunos <strong>de</strong> ellos la tergiversan para revestirla <strong>de</strong> mayor teatralería,y otros la dan por repetida en circunstancias aun menos favorables a su protagonista.En Leyendas Históricas <strong>de</strong> Venezuela, segunda serie, tomo II, HomonimiaSingular, pág. 267, dice nuestro inolvidable historiógrafo don Arísti<strong>de</strong>s Rojas:“...En el convite dado a Irving, comisionado <strong>de</strong>l gobierno <strong>de</strong> los Estados Unidosen Angostura, Bolívar, al llegar la hora <strong>de</strong> los postres, sin preocuparse <strong>de</strong> sus botas <strong>de</strong>campaña, sube a la mesa a la que estaban sentados numerosos invitados, y sin darsecuenta <strong>de</strong> la caída <strong>de</strong> floreros, jarros, objetos <strong>de</strong> cristal, todo cuanto había en la mesa,va <strong>de</strong> uno a otro extremo <strong>de</strong> ella y retorna. Todo el mundo le juzga loco, cuando dice:“así iré yo <strong>de</strong>l Atlántico al Pacífico, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Panamá hasta el Cabo <strong>de</strong> Hornos, hastaacabar con el último español”.Aquí la versión se aparta un poco <strong>de</strong> la contenida en <strong>Las</strong> <strong>Sabanas</strong> <strong>de</strong> <strong>Barinas</strong>,aunque es posible que don Arísti<strong>de</strong>s se hubiese inspirado esta novela histórica, a lacual acudió por datos en diversas ocasiones.Pero le estaba reservado a don Bartolomé Mitre acoger una adulteración monstruosa<strong>de</strong> la asen<strong>de</strong>reada anécdota para exhibir al Libertador, no ya poseído <strong>de</strong> un frenesímás o menos justificable en un temperamento nervioso, sino atropellando todoslos fueros <strong>de</strong> la sociabilidad y <strong>de</strong> la política, en contraste con la esmerada educación<strong>de</strong>l Libertador y con los miramientos internacionales que siempre supo guardarle a laRepública Argentina, según lo prueban sus actos y documentos. Así, pues, donBartola no vacila en dar pábulo, a la siguiente especie en el mamotreto que lleva portítulo Historia <strong>de</strong> San Martín y <strong>de</strong> la Emancipación Sudamericana, segunda edicióncorregida, tomo cuarto, cap. L: Apogeo, <strong>de</strong>ca<strong>de</strong>ncia y caída <strong>de</strong> Bolívar, parágrafo III“Al pasar por Arequipa (Bolívar), se encontró allí con el general Alvarado, quienle ofreció un banquete rústico <strong>de</strong> una ternera asada con cuero a estilo <strong>de</strong> las pampasargentinas y <strong>de</strong> los llanos <strong>de</strong> Colombia, invitación que aceptó, con la condición <strong>de</strong> queel asado fuera sin sal, pues así se usaba en su país. En la mesa al advertir que los vinoseran <strong>de</strong> Bur<strong>de</strong>os, preguntó si no había Champaña. El general Alvarado le mostró unafila <strong>de</strong> botellas con el letrero embriagador formadas a su espalda. “De ese quiero,repuso, porque este día es muy placentero para mí”. – y se lanzó a brindar, repitiendosus libaciones contra su habitual sobriedad. –La escena <strong>de</strong> los banquetes <strong>de</strong> Quitoy Guayaquil se repitió, pero con caracteres más tempestuosos.-En uno <strong>de</strong> los brindis,al hacer alusión a la unificación <strong>de</strong> Sudamérica, dijo que “en breve pisaría el territo-127


io argentino”. El coronel Dehesa que se hallaba presente, y estaba también acaloradopor el vino, le dijo que “sus compatriotas no aceptaban dictadores en su territorio”.Bolívar <strong>de</strong> un salto, trepó <strong>de</strong>lirante a la mesa <strong>de</strong>l banquete, y rompiendo con furiavasos y platos bajo el taco (n) <strong>de</strong> su bota, prorrumpió paseándose por ella: “¡Así pisotearéla República Argentina!” (14) Este estallido <strong>de</strong> iras concentradas, se explica porla tenaz oposición que hacía por entonces la prensa <strong>de</strong> Buenos Aires a sus planesabsorbentes y anti<strong>de</strong>mocráticos (15).“Al más lerdo no se le escapa que la escena <strong>de</strong> Arequipa está calcada sobre la <strong>de</strong>Angostura, pero la mala fe o la necedad “se explica” todos los absurdos cuando setrata <strong>de</strong> difundir una calumnia, o entra en juego la falta <strong>de</strong> comprensión.– Nota <strong>de</strong>ltraductor.——(14) Biografía <strong>de</strong>l general “Ru<strong>de</strong>cindo Alvarado” en Galería BiográficaArgentina”, por AJC (Carraza) y MAP. —Este episodio es relatado con presencia <strong>de</strong>unos recuerdos <strong>de</strong>l mismo general Alvarado, escritos poco antes <strong>de</strong> su muerte, quetienen la solemnidad <strong>de</strong>l testamento <strong>de</strong> un hombre honesto y verídico. Al confiarlosa su compañero, el general Espejo, le <strong>de</strong>cía: “Estos recuerdos son para usted solamente,y le suplico no les dé publicidad sino cuando la tierra me cubra... Espero que missufrimientos no se prolongarán mucho”.(15) En la conferencia diplomática con carácter confi<strong>de</strong>ncial que tuvo pocos días<strong>de</strong>spués en Potosí con los enviados argentinos, se quejó amargamente <strong>de</strong> los ataques<strong>de</strong> la prensa <strong>de</strong> Buenos Aires, especialmente <strong>de</strong> “El Argos”, que calificó <strong>de</strong> periódicooficial y subvencionado por el gobierno argentino, según se verá más a<strong>de</strong>lante.M.S. (Docs. M.S, S. <strong>de</strong> Arch. <strong>de</strong> Rel. Ext. d. la República Argentina).——


CAPÍTULO XINARRACIÓN DEL PESCADORDEL ORINOCO¡Si quieres ser feliz, si quieres ser libre, ven conmigoa nuestras selváticas islas! El caimán no acechará tusueño arrastrándose en torno tuyo; y el leopardo teofrece su pintada piel para que tiendas y calientes ellecho. No temas los peñascos que oscurecen elrumbo, porque nuestras canoas son rápidas y firmes,ni temas la atracción <strong>de</strong> la vorágine, porque atravesaremoscon la velocidad <strong>de</strong> la luz.— Luisa StuartCostello“Hace cosa <strong>de</strong> veinte años, cuando todavía no practicaba eloficio <strong>de</strong> piloto en el Orinoco y sus tributarios, porque en el ríoera entonces muy poco navegado, especialmente por extranjeros,poseía yo la piragua más gran<strong>de</strong> que existiese en entre <strong>Las</strong>Piedras y Caicara, y con frecuencia conducía cargamentos <strong>de</strong>bagres y róbalos a Angostura, llegando a veces hasta Guayanala Vieja. Hubo una temporada en que las lluvias duraron tantoen las tierras altas y el río se mantenía tan crecido que no selograba coger ni un solo bagre. En vista <strong>de</strong> esto, seis <strong>de</strong> nosotros,todos pescadores <strong>de</strong> Caicara, concertamos irnos con lapiragua, Orinoco arriba, hasta los raudales, don<strong>de</strong>, por la experiencia<strong>de</strong> otros años, podíamos contar con buena pesca. Nosabastecimos <strong>de</strong> tasajo y aguardiente para una quincena, y llevamostambién algunas armas que se nos permitió conducir (lascuales se reducían por aquel tiempo a lanzas y machetes), a fin<strong>de</strong> <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rnos contra los caribes que infestaban los caños pró-129


ximos a los raudales, don<strong>de</strong> solían ser muy molestos a todos loshombres blancos porque, celaban mucho sus pesquerías. Sinembargo, muy pocos <strong>de</strong> ellos se <strong>de</strong>jaron ver en aquella ocasión,y corrimos con tan buena suerte que en menos <strong>de</strong> una semanahabíamos salado y ahumado suficiente numero <strong>de</strong> bagres paracargar la piragua, <strong>de</strong> modo que ya íbamos a empren<strong>de</strong>r elregreso.La noche anterior a nuestra salida <strong>de</strong> Los Saltos nos hallábamosfon<strong>de</strong>ados en la boca <strong>de</strong> un ancho caño, más abajo <strong>de</strong> lascataratas, don<strong>de</strong> nos manteníamos a cierta distancia <strong>de</strong> la playa,tanto por evadir los mosquitos como por situarnos fuera <strong>de</strong>lalcance <strong>de</strong> los tigres que abundan mucho en esos parajes, cuandoalcanzamos a ver una gran canoa que se acercaba a nosotros.Hay un proverbio que dice: “En el río todo extranjero es un enemigo”,y en consecuencia, como no teníamos noticia <strong>de</strong> ningunacanoa <strong>de</strong> aquel tamaño perteneciente a algún vecino, levamosnuestro anclote y nos preparamos para recibir a los <strong>de</strong>sconocidos,según las muestras <strong>de</strong> amistad o enemistad que nos dieran.Así como fueron aproximándose pudimos compren<strong>de</strong>r con facilidad,por las palas redondas <strong>de</strong> sus canaletes, que eran indios<strong>de</strong> Río Negro, enemigos tenaces <strong>de</strong> nuestros pescadores, por locual esperábamos con sobrada razón un ataque inmediato. Yotenía escondido en el bote un viejo fusil español (el alcal<strong>de</strong> <strong>de</strong>Caicara no lo ignoraba, pera hacia la vista gorda porque eracompadre mío), y ya iba a disparar contra la canoa, pues no haypeligro que iguale al <strong>de</strong> encontrarse frente a frente con los indiossi vienen por las malas, cuando uno <strong>de</strong> los <strong>de</strong> piel cobrizacomenzó a tremolar una hoja <strong>de</strong> plátano, a lo cual correspondimosnosotros con un pañuelo blanco en la punta <strong>de</strong> un remo.“Entonces los esperamos y nos sorprendió ver, cuando llegaroncerca <strong>de</strong> nuestra piragua, a un hombre y a una mujer, ambos<strong>de</strong> raza blanca, sentados a popa <strong>de</strong> la canoa, bajo un toldo <strong>de</strong>bambú con techo <strong>de</strong> hojas. El extranjero nos preguntó en castellano,pero con cierta <strong>de</strong>jo, si pertenecíamos a alguna <strong>de</strong> lasmisiones <strong>de</strong>l río. Contestamos <strong>de</strong> modo negativo, informándole130


que éramos pescadores <strong>de</strong> Caicara, don<strong>de</strong> no existían misioneros,pero sí un Padre Cura, una iglesia y a<strong>de</strong>más un alcal<strong>de</strong>.Entonces nos preguntó si podíamos conducirlo a Caicara con laseñora y un criado, Prometiéndos in<strong>de</strong>mnizarnos la molestia.Convenimos en llevarlos a todos, con paga o sin ella, pues yaestábamos a punto <strong>de</strong> regresar y a bordo había espacio suficiente.Tendimos, pues, algunos ponchos sobre los sacos <strong>de</strong> pescadoseco, y los indios nos ayudaron a trasladar el toldo <strong>de</strong> la canoaa nuestra embarcación. El negro trajo en seguida un bau1ito yuna escopeta, junto con un venado recién cazado, y varios racimos<strong>de</strong> plátano, mientras el amo alzando en brazos a la señora,que parecía muy débil y abatida, la condujo a la piragua y la<strong>de</strong>positó bajo el toldo. Después dio algún dinero a los indios tripulantes<strong>de</strong> la canoa, que en el acto se alejó río arriba a fuerza<strong>de</strong> remo.Luego <strong>de</strong> cubrir con una manta el frente <strong>de</strong>l toldo, el extranjerose acercó a la proa <strong>de</strong> la piragua, don<strong>de</strong> todos nos habíamosreunido, admirando la presencia <strong>de</strong> aquellos forasteros en regióntan poco frecuentada, y en espera <strong>de</strong> coyuntura para interrogaral negro, pues había algo tan tétrico y misterioso en torno <strong>de</strong>lamo que nadie se aventuraba a romper el silencio y dirigirle lapalabra, aunque extranjero y todo, era hombre bastante gallardoy atractivo; quiso conocer al patrón y cuando supo que era yo,suplicóme que en seguida saliéramos hacia Caicara.“La señora, me dijo, no está hecha a viajar por agua y se hafatigado y estropeado tanto, que necesita llegar, lo más prontoposible a alguna al<strong>de</strong>a, don<strong>de</strong> puedan prestársele asistenciafemenil y los consuelos espirituales <strong>de</strong> un sacerdote.”“Le contesté que sólo nos faltaba a<strong>de</strong>rezar comestibles parael viaje, a fin <strong>de</strong> no vernos obligados a hacerlo en cualquier sitiomontuoso <strong>de</strong> las orillas, don<strong>de</strong> pudieran sorpren<strong>de</strong>rnos losindios caribes o atacarnos los tigres. Nos proponíamos hacertales preparativos temprano a la mañana siguiente, pero como elextranjero lo <strong>de</strong>seaba con tanto ahínco, por bien <strong>de</strong> la señora,arrimamos la piragua a una isla arenosa y cercana, don<strong>de</strong> había131


astante leña para cocinar, sin temerles a indios ni a fieras.Pronto encendimos un gran fogón y montamos allí nuestra olla,llena <strong>de</strong> tasajo, y plátanos que nos dió el forastero; el negrollevó también a tierra el venado con el objeto <strong>de</strong> <strong>de</strong>sollarlo yasarlo para bastimento <strong>de</strong> sus amos. Y así tuvimos la <strong>de</strong>seadaocasión <strong>de</strong> averiguar quiénes eran 1os forasteros y <strong>de</strong> dón<strong>de</strong>veían.“El negro nos informó que su amo era un francés, llamadodon Luis Philibert y que venían <strong>de</strong> Cuenca, no lejos <strong>de</strong> Quito,lugar que yo nunca había oído nombrar, aunque por ser piloto enel Orinoco y sus afluentes sé tanto <strong>de</strong>l mundo como la mayoría<strong>de</strong> los hombres. Parece que don Luis había mandado antes uno<strong>de</strong> los barcos filibusteros <strong>de</strong>l Océano Pacífico y que se ocupabacon éxito en el <strong>de</strong>sembarque <strong>de</strong> mercancías en Tumaco, Paita yotros puertos menores <strong>de</strong> la costa <strong>de</strong>l Choco y el Perú. Conocidala presencia <strong>de</strong>l buque por las autorida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> Lima, se envió <strong>de</strong>lCallao un guardacostas para perseguirlo y logró capturarlo a laaltura <strong>de</strong> Pacazmayo, conduciéndolo a Guayaquil; lostrilpu1antes franceses opusieron tan <strong>de</strong>sesperada resistencia quela mayor parte <strong>de</strong> ellos murieron o quedaron heridos; entre estosúltimos figuraba don Luis, y tan gravemente, que durante algúntiempo se <strong>de</strong>sesperó por su vida, a consecuencia <strong>de</strong> lo cual y enconsi<strong>de</strong>ración a que su cultura era con mucho superior a la <strong>de</strong> lageneralidad <strong>de</strong> los filibusteros, el gobernador <strong>de</strong> Guayaquil, envez <strong>de</strong> encerrarlo en un calabozo con los <strong>de</strong>más prisioneros, lollevó a su propia casa, don<strong>de</strong> se le prestaron todas las atencionesposibles hasta que curó <strong>de</strong> sus heridas. Continuaba, sinembargo, muy <strong>de</strong>licado <strong>de</strong> salud y como ya se acercaba la estaciónenfermiza, que en Guayaquil es <strong>de</strong>masiado peligrosa paralos convalecientes, a causa <strong>de</strong> los pantanos que ro<strong>de</strong>an laCiudad, el Gobernador, ya muy interesado por el establecimiento<strong>de</strong> su prisionero, le aconsejó pasar a Cuenca, población situada,en la comarca montañosa, y le dio una carta <strong>de</strong> recomendaciónpara don Pedro Pacheco, alcal<strong>de</strong> mayor <strong>de</strong> la ciudad.132


“Este era mi amo por aquel tiempo, dijo el negro, y el mayortirano conocido, no sólo con sus esclavos sino con su propiafamilia; su mujer había muerto a consecuencia <strong>de</strong> sus maltratos,como todos lo sabíamos bien, <strong>de</strong>jándole una hija, doñaEleuteria, que es la señora <strong>de</strong> la piragua. Don Pedro se mostrabatan cortés con los forasteros que nadie hubiera podido sospecharsus crueles instintos, y recibió a don Luis con las mayoresmuestras <strong>de</strong> solicitud, dispensándole todo género <strong>de</strong> atenciones;en realidad se alegraba <strong>de</strong> que alguien le hiciera compañía, puesaunque su mucha influencia con el gobierno le permitiese conservarsu cargo, pocos <strong>de</strong> sus compatriotas gustaban <strong>de</strong> acercárselea causa <strong>de</strong> su mal genio. Don Luis recuperó en breve lasalud gracias al templado clima <strong>de</strong> Cuenca y constantementesalía por la noche con doña Eleuteria, entreteniéndose en tocarflauta en un platanal situado frente a la casa. Nosotros los esclavos,aunque sin darnos por entendidos <strong>de</strong> lo que veíamos, losobservábamos con frecuencia mientras paseaban a la luz <strong>de</strong> laluna, mucho <strong>de</strong>spués que don Pedro se había retirado a dormir.“Cierta maldita noche, sea que a don Pedro le hubiesen dadoaviso <strong>de</strong> aquellas citas, sea que llegase a sospecharlas, cosa quenunca pu<strong>de</strong> averiguar, vigiló a su hija y la sorprendió paseandocomo <strong>de</strong> costumbre con don Luis a altas horas <strong>de</strong> la noche.Como yo era uno <strong>de</strong> los peones <strong>de</strong> la hacienda y vivía en un ranchoconstruido entre 1as matas <strong>de</strong> plátano, para evitar que losmonos se robaran la fruta, pu<strong>de</strong> darme cuenta <strong>de</strong> todo. Nunca vitan colérico a don Pedro; pues aunque era bien sabido que sepreocupaba muy poco por su hija ni por nadie, excepto élmismo, el <strong>de</strong>specho le hacía per<strong>de</strong>r los estribos ante la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong>que un extranjero y prisionero por añadidura, presumiese galantearla.Vanas eran las protestas <strong>de</strong> don Luis sobre la rectitud <strong>de</strong>sus intenciones, porque Pacheco le echaba en cara su carácter <strong>de</strong>contrabandista francés, digno <strong>de</strong> que le hubiesen ahorcado en laantena <strong>de</strong> su propio navío, y concluyó por or<strong>de</strong>narle que salieseal punto <strong>de</strong> la hacienda y no intentase nunca volver por allí;luego hizo entrar a su hija, tratándola con aspereza y jurando133


enviarla al antes que el mes finalizase, al Convento <strong>de</strong> Agustinas<strong>de</strong>scalzas <strong>de</strong> Quito.Por algunos días no volvimos a ver a don Luis, hasta que unanoche fue a <strong>de</strong>spertarme, mientras yo dormía en mi rancho.Después <strong>de</strong> hacerme algunas preguntas y <strong>de</strong> convencerse pormis contestaciones, <strong>de</strong> que no tenía mucho cariño por donPedro, me propuso que le llevara una carta a mi amita, servicioque ofreció pagarme con largueza, y luego me dijo que a la otranoche iría por la respuesta. Al principio me vi algo perplejo paraentregar la carta, pero al fin se me ocurrió confiarla a la negra<strong>de</strong> doña Eleuteria, que siempre iba a mi rancho en busca <strong>de</strong> plátanos,cuando don Pedro andaba a caballo por la hacienda, y asílogré una contestación que puse aquella misma noche en manos<strong>de</strong> don Luis, el cual <strong>de</strong>sbordó <strong>de</strong> alegría al recibirla y me regalóun doblón, diciéndome que volvería a la noche siguiente,cuando la famí1ia se hubiese ya recogido, y que contaba conmis servicios para algo más interesante que la simple entrega <strong>de</strong>una carta. Adiviné que se preparaba una fuga y resolví no sólofavorecerla por todos los medios a mi alcance, sino acompañarlosa ellos a don<strong>de</strong> quiera que fuesen, pues comprendiendo quese largarían muy lejos <strong>de</strong> mi amo para ponerse a salvo, creí llegadala oportuna y por tanto tiempo anhelada ocasión <strong>de</strong> escapara su tiranía.“La noche siguiente me mantuve <strong>de</strong>spierto, en espera <strong>de</strong> donLuis, quien llegó a eso <strong>de</strong> las doce, acompañado <strong>de</strong> un peón contraje <strong>de</strong> montañés quiteño que conducía una mula <strong>de</strong> silla y unmacho <strong>de</strong> carga. Arrendamos las bestias entre las matas <strong>de</strong> plátanoy todos tres seguimos con cautela hacia la casa, llevandouna escalera que yo guardaba en mi rancho para la recolección<strong>de</strong> la fruta y la cual arrimamos a la ventana <strong>de</strong> doña E1euteria.Ella estaba lista y llamó a don Luis, quien subió la escalera canrapi<strong>de</strong>z y habiendo recibido <strong>de</strong> sus manos el mismo baúl queuste<strong>de</strong>s acaban <strong>de</strong> ver, lo entregó al peón, que lo condujo al sitiodon<strong>de</strong> había <strong>de</strong>jado las mulas. Don Luis bajó luego con miamita envuelta en un capote que había traído para ella y se diri-134


gieron presto hacia el rancho, a don<strong>de</strong> los seguí con la escalerapara que su fuga permaneciese oculta tanto tiempo como fueseposible.“Mientras el peón ataba el baúl en el macho, doña Eleuteriase retiró a mi choza con un lío que había traído mi nuevo amo yvolvió a las pocos momentos disfrazada <strong>de</strong> mozo <strong>de</strong> mulas;montó luego la mula ensillada; y don Luis, abrazándome <strong>de</strong> alegría,estaba a punto <strong>de</strong> hacerme un buen presente, cuando le dijeque no <strong>de</strong>seaba otro premio que la licencia para seguirlos a él ya mi amita; le aseguré que hacia tiempo <strong>de</strong>seaba huir <strong>de</strong> donPedro Pacheco y le ofrecí seguirlo por todo el mundo, sin salarioni recompensa, antes que continuar viviendo en la hacienda.No había tiempo que per<strong>de</strong>r en <strong>de</strong>liberaciones ni argumentos,por lo cual convino en llevarme y partimos a paso rápido por lasmontañas, hacia el este <strong>de</strong> Cuenca.“Viajamos toda la noche por entre barrancos abiertos <strong>de</strong>ntro<strong>de</strong>l bosque por los torrentes <strong>de</strong> invierno, y don<strong>de</strong> apenas habíaespacio para caminar las mulas. Por la mañana temprano llegamosa la cumbre <strong>de</strong> la primer fila <strong>de</strong> montañas, don<strong>de</strong> <strong>de</strong>sensillamoslos animales en un paraje abierto, cerca <strong>de</strong> un manantial.Don Luis propuso pasar allí el día y envió el peón a una chozacercana para que buscara comestibles, pues no había pensadoantes en ellos, con el afán <strong>de</strong> salir bien <strong>de</strong> su empresa. El cerranoregresó pronto con carne <strong>de</strong> venado seca y un ave que yo asésobre unas brasas para los fugitivos. En aquel sitio pudieronhablar <strong>de</strong> sus planes futuros y opinaron que siendo probable quehasta aquel instante apenas hubiesen tenido tiempo para darsecuenta <strong>de</strong> la fuga, corrían poco riesgo <strong>de</strong> que los <strong>de</strong>tuvieran,porque a don Pedro le sería difícil <strong>de</strong>scubrir la dirección que llevaban,por falta <strong>de</strong> caminos en aquellas montañas, ya que elmismo peón, bien retribuido para que los acompañase, nadasabía <strong>de</strong>l país situado en la otra vertiente, si no era según le habíandicho, que las cabeceras <strong>de</strong>l Amazonas se hallaban en uno <strong>de</strong>los valles. Por fortuna, don Luis poseía un mapa <strong>de</strong>l territorio,porque el Gobernador <strong>de</strong> Guayaquil tuvo la generosidad <strong>de</strong>135


<strong>de</strong>volverle sus pertenencias privadas, cuando lo llevaron presoen el guardacostas; también llevaba dinero y una escopeta.“Después <strong>de</strong> una nueva jornada nocturna habíamos penetradoya bastante en las montañas para <strong>de</strong>sechar todo temor <strong>de</strong> persecución;por lo cual continuamos <strong>de</strong> día a través <strong>de</strong> una tierrasalvaje, acaso nunca transitada hasta allí sino por indios errantes,y sólo vivíamos <strong>de</strong> la casa hecha por el amo. Pasamos a lavista <strong>de</strong> Rucu-Pichinca, y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> cruzar por las faldas <strong>de</strong>lvolcán <strong>de</strong> Cotopaxi (?), entonces en erupción, comenzamos a<strong>de</strong>scen<strong>de</strong>r al valle <strong>de</strong> Borja, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> don<strong>de</strong> vimos serpeando alMorona, profundo y rápido río, alimentado siempre por numerosostorrentes montañeros que vierten sus aguas en él.“Al día siguiente, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> penetrar el valle, nos vimos enuna al<strong>de</strong>huela <strong>de</strong> pescadores, a orillas <strong>de</strong> un río don<strong>de</strong> habíavarias canoas. Los indios se mostraron hospitalarios como <strong>de</strong>costumbre, y nos recibieron con su acostumbrada indiferencia,sin manifestar la menor sorpresa al vernos ni averiguar <strong>de</strong> dón<strong>de</strong>veníamos ni a dón<strong>de</strong> íbamos. Ni el peón ni yo pudimos enten<strong>de</strong>rpalabra <strong>de</strong> su dialecto, pero don Luis se las compuso parahacerse enten<strong>de</strong>r <strong>de</strong> un viejo que parecía ejercer alguna autoridadsobre ellos y que hablaba un poco <strong>de</strong> portugués, pues yaestábamos en los límites <strong>de</strong>l Brasil. Allí <strong>de</strong>spedimos a nuestropeón, y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> un día <strong>de</strong> <strong>de</strong>scanso regresó a Quito, lugardon<strong>de</strong> don Luis lo había contratado a él junto con las mulas, ynosotros nos embarcamos en el río Morona en una piraguaremada por cuatro indígenas.“Nuestros canoeros remaron con rapi<strong>de</strong>z y corriente abajohasta Fortalexa, estación <strong>de</strong> los misioneros portugueses en el ríoAmazonas, don<strong>de</strong> <strong>de</strong>sembarcamos con gran sorpresa <strong>de</strong> los frailes.Se escandalizaron mucho al ver una joven viajando con eldisfraz que llevaba mi ama y cuando supieron que aun no estabacasada con don Luis empeñáronse en separarlos hasta la celebración<strong>de</strong> la ceremonia; pero negándose al propio tiempo asolemnizarla mientras no hubiesen transcurrido tres domingoso al menos tres fiestas a fin <strong>de</strong> que las amonestaciones pudieran136


ser publicadas <strong>de</strong> modo regular, porque los Padres consi<strong>de</strong>ran<strong>de</strong> la mayor importancia para los indios bajo su dirección, el serescrupulosos en la observancia <strong>de</strong> todos los preceptos <strong>de</strong> la iglesia.“Los frailes tenían a empeño ganar tiempo para po<strong>de</strong>r anunciarlela llegada <strong>de</strong> los extranjeros al Gobernador <strong>de</strong> Curupa, <strong>de</strong>quien <strong>de</strong>pendían las misiones, y recibir instrucciones que permitierano vedaran su permanencia en tal región <strong>de</strong>l país.“Pero a todas estas, don Luis intimó tanto con el Inten<strong>de</strong>nte<strong>de</strong> las misiones, que en seguida <strong>de</strong>l matrimonio, efectuado antes<strong>de</strong> que llegara respuesta <strong>de</strong> Curupa, aquél le llamó aparte y leaconsejó encarecidamente que sin pérdida <strong>de</strong> tiempo contrataseuna canoa, para que lo condujera por Río Negro a Laguna <strong>de</strong>Parima, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> don<strong>de</strong> podría llegar al Orinoco y refugiarse enuna <strong>de</strong> las colonias españolas. El Padre le aseguró que el gobiernoportugués era tan opuesto a que se explorase el interior <strong>de</strong>lBrasil, abriéndose comunicaciones con las vecinas colonias, quea cualquiera a quien se sorprendiese viajando sin pasaporte se leenviaría <strong>de</strong> modo inevitable a Pernambuco, don<strong>de</strong> tal vez loencerrarían por toda la vida en las casamatas <strong>de</strong>l castillo. Miamo se alarmó tanto con semejante advertencia que a esa mismahora contrató una piragua que nos llevase a la laguna, don<strong>de</strong>encontramos la gran canoa en que vinimos hasta aquí, <strong>de</strong>spués<strong>de</strong> lograr con muchas persuaciones y algunos regalitos que lospescadores <strong>de</strong> Río Negro se aventurasen tan lejos con nosotros.Pero creo que doña Eleuteria apenas llegue viva a Caicara, porqueel rigor <strong>de</strong>l clima y el no acostumbrado ejercicio la han rendido<strong>de</strong>l todo.”“A esta sazón el negro había asado ya medio animal, y loscondujo a bordo; nosotros nos embarcamos también en nuestraolla y nos <strong>de</strong>sprendimos <strong>de</strong> la isla. Cuando bogábamos ríoabajo, el forastero se sentó cerca <strong>de</strong> mí, en popa, don<strong>de</strong> yogobernaba la canoa; sacó una pequeña flauta y tocó un airemelancólico, francés, según dijo, que parecía gustarle mucho ala señora, la cual, dando tregua a su fatiga, se mantuvo, oyéndo-137


lo bajo el toldo, hasta que la <strong>de</strong>nsa niebla nocturna surgió <strong>de</strong> lospantanos y comenzó a vagar sobre las aguas. La corriente eratan rápida en el Orinoco, no obstante un receso temporal <strong>de</strong> laslluvias, que al otro día nos vimos en Los Capuchinos y por lanoche anclamos con toda felicidad en Caicara.“Antes <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sembarco <strong>de</strong> su esposa, nuestro pasajero quisovisitar el alcal<strong>de</strong>, que en un principio se mostró reacio a permitirlepermanecer allí, porque temía que lo reprendiese el gobernador<strong>de</strong> Angostura; pero en el pueblo se murmuró que el reciénllegado había ocurrido al medio usual y corriente para vencersus escrúpulos, y así o asao, es lo cierto que el alcal<strong>de</strong> le dispensósingulares atenciones, jamás prodigadas a otro, ofreciéndolealojamiento en su propia casa y enviando una silla <strong>de</strong> manospara trasportar a la señora. Don Luis nos recompensó a todosespléndidamente, por lo cual, amén <strong>de</strong> nuestra abundante pesca,aquella fue una <strong>de</strong> las mejores expediciones que hice con laPiragua. Nunca volví a ver a la Señora, pero el negro me informóque se había repuesto <strong>de</strong> sus quebrantos, aunque apenas se<strong>de</strong>jaba ver por las calles.“Casi un año <strong>de</strong>spués, regresaba yo <strong>de</strong> Angostura, a don<strong>de</strong>había ido con un cargamento <strong>de</strong> pescado, y lo primero que supeal poner los pies en Caicara fue la muerte <strong>de</strong> doña Eleuteria,ocurrida al día siguiente <strong>de</strong> dar a la luz un niño. Sucedió queJacinta, mi esposa había perdido un hijo poco antes, y el alcal<strong>de</strong>,por recomendaciones <strong>de</strong>l Padre Cura, le entregó el reciénnacido en vista <strong>de</strong> que a don Luis no le era posible aten<strong>de</strong>r anada, embargado como se hallaba <strong>de</strong> tan profunda pena, que sehizo necesario arrancarlo por la fuerza <strong>de</strong>l ataúd, para que elcadáver <strong>de</strong> la pobre señora pudiera ser conducido <strong>de</strong> la casa <strong>de</strong>lalcal<strong>de</strong> al camposanto. Por algún tiempo se mantuvo como loco,sin querer ver ni oir a nadie, inclusive al mismo cura; luegocomenzó a sosegarse grado a grado, aunque rehuía toda sociedad,pasando días enteros en las bosques, <strong>de</strong> don<strong>de</strong> regresabapor la noche para echarse sobre la sepultura, su único sitio <strong>de</strong>reposo, pues nunca pudo lograrse que entrara en casa alguna <strong>de</strong>138


la población, excepto la nuestra; sus visitas aterrorizaban aJacinta, hasta que al fin se acostumbró a verlo y se convenció <strong>de</strong>que era inofensivo. Por lo común iba a la choza antes <strong>de</strong> rayarel día y sentábase sin <strong>de</strong>cir palabra ni fijarse absolutamente ennadie. Jacinta, sin embargo, comprendía el motivo <strong>de</strong> sus visitasy siempre le entregaba el niño, que él, con mucha calma, sosteníaen brazos, hasta que se iba al monte con las primeras luces<strong>de</strong>l alba.“Ya convencidos el alcal<strong>de</strong> y el Cura <strong>de</strong> que no lograríaninducirlo a vivir bajo techo, <strong>de</strong>sistieron <strong>de</strong> importunarlo, contentándosecon hacer que el negro llevase viandas todas lasnoches para <strong>de</strong>positarlas sobre la tumba; alimentos que, si enefecto probaba don Luis, era con tanta frugalidad, según elnegro, que apenas podía advertirse, por don<strong>de</strong> todos creían quesólo se alimentaba <strong>de</strong> frutas silvestres, y huevos <strong>de</strong> tortuga,cogidos entre las arenas <strong>de</strong> la playa. Cosa <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> un año <strong>de</strong>la muerte <strong>de</strong> doña Eleuteria suspendió <strong>de</strong>l todo las visitas a suhijo, y aunque Jacinta y yo solíamos ir a media noche para sabersi visitaba la tumba, no le volvimos a ver. Al propio tiempo <strong>de</strong>sapareció<strong>de</strong>l embarca<strong>de</strong>ro una pequeña canoa, por lo cual sesupuso que habría huido <strong>de</strong> Caicara en un rapto <strong>de</strong> locura y quecon toda probabilidad se hubiera ahogado en la Boca <strong>de</strong>lInfierno, más abajo <strong>de</strong> las Piedras. El negro que había venidocon él <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Cuenca, registró leguas y más leguas, los bosquescircunvecinos, pero todo en vano; a<strong>de</strong>más continuó al servicio<strong>de</strong>l alcal<strong>de</strong> e iba todos los días a nuestro rancho para ver a suamito, a quien el Cura, en memoria <strong>de</strong>l padre, bautizó con elnombre <strong>de</strong> Luis.“Llegado que hubo el chico a la edad <strong>de</strong> apren<strong>de</strong>r, el PadreCura cuidó <strong>de</strong> darle educación, y aunque Luisito pasaba a diarioalgunas horas casa <strong>de</strong> su maestro, éste no pudo <strong>de</strong>cidirlonunca a abandonar la cabaña <strong>de</strong> su nodriza Jacinta, como tampocohubiera sido fácil persuadirla a ella para que se <strong>de</strong>sprendiese<strong>de</strong>l muchacho, porque lo amaba con tanta ternura como sifuese hijo suyo.139


“Cierto verano, cuando el chico había cumplido ya los cincoaños, estuve ausente por una semana con mis compañeros <strong>de</strong>piragua, pescando en la boca <strong>de</strong>l Cabullare, don<strong>de</strong> había unparaje excelente para coger róbalos; regresé temprano a Caicaraun domingo por la mañana, con regular cargamento <strong>de</strong> pescadoy me asaltó 1a sospecha <strong>de</strong> que ocurría algo al no ver a Luisitoen la roca <strong>de</strong>l pan <strong>de</strong> azúcar, cerca <strong>de</strong>l embarca<strong>de</strong>ro, don<strong>de</strong>siempre acostumbraba situarse para espiar la vuelta <strong>de</strong> la piragua,con el objeto <strong>de</strong> llevarle el mejor pescado a su maestro elCura, si podía con la carga. Cuando salté a tierra fui recibido porun grupo <strong>de</strong> picoteros <strong>de</strong> al<strong>de</strong>a que pugnaban por <strong>de</strong>cidir quiénsería el primero en darme la noticia <strong>de</strong> la <strong>de</strong>saparición <strong>de</strong>lmuchacho, ocurrida la noche antes! Afirmaban algunos que elespectro <strong>de</strong> don Luis (¡Ave María!) se le había aparecido a miesposa; otros, que los duen<strong>de</strong>s cargaron con el chico porquesabía más <strong>de</strong> lo conveniente para una persona que no poseyeselas sagradas ór<strong>de</strong>nes, y no pocos imaginaban que hubiese caídoen el Orinoco, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> lo alto <strong>de</strong> los peñascos, don<strong>de</strong> solía jugarcuando yo andaba <strong>de</strong> pesca; pero todos coincidían en el hecho<strong>de</strong> la <strong>de</strong>saparición.“Abandoné piragua y pescado para correr al rancho, don<strong>de</strong>me encontré con Jacinta <strong>de</strong>shecha en lágrimas y en compañía<strong>de</strong>l Padre Cura, que acudió al primer rumor <strong>de</strong> la pérdida <strong>de</strong>lchico, para cerciorarse <strong>de</strong> la verdad. Me refirió ella que haciamedia noche, acostada pero <strong>de</strong>spierta, escuchaba el viento quebatía con furia en el río, hasta convertirse en huracán, abultadopor su medrosa imaginación. Ya iba a levantarse para ponerleuna luz, en nombre mío, a San Antonio, cuando sintió abrirse lapuerta y creyó al primer instante que yo estaba <strong>de</strong> regreso; salióa prisa <strong>de</strong>l aposento para recibirme, muy creída <strong>de</strong> que era yo,pero quedó estupefacta al ver la corpulenta figura <strong>de</strong> un hombre,en parte vestido <strong>de</strong> piel <strong>de</strong> venado, y en quien, a pesar <strong>de</strong> suespanto pudo reconocer a don Luis, a la luz <strong>de</strong> la luna que porla puerta abierta penetraba tan clara como la <strong>de</strong>l día.140


“Aunque felizmente Jacinta no es timorata, se alarmó tantoque no tuvo ánimo para pedir socorro, bien que ello hubiera sido<strong>de</strong> poca eficacia, porque Caicara es una al<strong>de</strong>a <strong>de</strong>sparramada ynuestro rancho se halla en el centro <strong>de</strong> un conuco que yo labrocon mis propias manos, como a una milla <strong>de</strong>l río, y siembro condiversos frutos y hortalizas. Díjome que el extranjero parecíamucho más pálido que cuando estuvo allí la última vez, antes <strong>de</strong>huir, y que aún llevaba bigotes negros, con el aditamento <strong>de</strong> unaespesa barba que contribuyó a aumentar sus temores. Preguntócon voz áspera por Luisito, y ella tuvo presencia <strong>de</strong> ánimo paranegarle que estuviese en el rancho, sino que le mostró el lugardon<strong>de</strong> dormía en un chinchorro; don Luis lo cogió en brazos,arropado como estaba en una manta, para preservarlo <strong>de</strong> losmosquitos y se lanzó a la puerta, cuando Jacinta había recobradoya suficiente valor para tratar <strong>de</strong> <strong>de</strong>tenerlo, rogándole porMaría Santísima que no le quitara el niño. El extranjero se <strong>de</strong>sprendió<strong>de</strong> ella con violencia y <strong>de</strong>sapareció al instante en el bosqueque mediaba entre el conuco y un caño <strong>de</strong>l Orinoco.“Mi pobre mujer fue presa <strong>de</strong>l pánico por un momento, viendohuir a don Luis y creyéndose victima <strong>de</strong> una pesadilla, peroya recobrados los sentidos, corrió hacia la al<strong>de</strong>a, medio vestida,como estaba, para darles la voz <strong>de</strong> alarma a los vecinos. Casitodos dormían tan profundamente que no era fácil <strong>de</strong>spertarlosy cuando logró conseguirlo y explicarles la ocurrencia no pudohallar quien le ayudase a recorrer las orillas <strong>de</strong> la ensenada. Lamayor parte <strong>de</strong> los hombres andaban <strong>de</strong> pesca y los que permanecíanen casa, creyeron muy por lo serio que ella había visto elalma <strong>de</strong> don Luis Philibert, por lo cual, así como hubieran temidoencontrarse con el extraño francés en persona, menos sehubieran <strong>de</strong>terminado a correr el riesgo <strong>de</strong> enfrentársele cuandoya era un espectro errabundo. Con todo, Jacinta que posee uncorazón atrevido, como ya lo he dicho, no temía ni ánimas niduen<strong>de</strong>s en aquel momento, <strong>de</strong> modo que corrió hacia las peñascon la esperanza <strong>de</strong> alcanzar a ver mi piragua y conseguirmedios <strong>de</strong> explorar la ensenada. Apenas había llegado al <strong>de</strong>sem-141


arca<strong>de</strong>ro, cuando oyó el ruido <strong>de</strong> un remo y pudo columbraruna pequeña canoa que se <strong>de</strong>slizaba tranquila, corriente abajo,guiada por un hombre sentado a la popa, pero la cual atravesócon tanta rapi<strong>de</strong>z por los rompimientos <strong>de</strong> la punta <strong>de</strong> Caicara,que pronto la perdió <strong>de</strong> vista.“Ya nos hallábamos convencidos <strong>de</strong> que don Luis vivía ocultoen algún sitio <strong>de</strong> los contornos, pero aunque examiné endiversas ocasiones todas las ensenadas y caños entré Caicara yAngostura e hice averiguaciones con todos los indios queencontraba en mis excursiones, transcurrieron cinco años completosante que se reflejase la última luz sobre el misteriosoacontecimiento. Por ese tiempo comenzaron a propalarsemuchas versiones acerca <strong>de</strong> un espanto que <strong>de</strong>cían habérseleaparecido a varios pescadores y a otras personas en la gran islaroqueña que forma un flanco <strong>de</strong> la Boca <strong>de</strong>l Infierno. Habíansevisto luces en los matorrales <strong>de</strong> la isla y oídose rumores nocturnosque algunos compraban con la música. Finalmente, el vadodon<strong>de</strong> siempre se había dicho que espantaban, se vio entoncesmás rehuido que nunca y nadie, fuera <strong>de</strong> los indios <strong>de</strong>l río, queestán <strong>de</strong>masiados hechos a la apariciones espectrales paratemerles, se atrevía a acercarse allí <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l crepúsculo y auna cualquiera hora, con tal que hubiese bastante agua en el Canal<strong>de</strong>l Caimán para dar paso a una canoa. Cuando a mí, aunqueentonces me cuidaba poco <strong>de</strong> cosas tales como aparecidos,nunca quería aventurar la piragua por entre los remolinos yescollos <strong>de</strong> la Boca, si <strong>de</strong> algún modo me era dado evitarla, porquetenía tres chicos pequeños, y tanto ellos como la madre nocontaban sino conmigo y con la vieja piragua, amén <strong>de</strong>l conucoque producía poco fuera <strong>de</strong> maíz.“Había ido a Angostura, como <strong>de</strong> costumbre, con un cargamento<strong>de</strong> pescado y regresaba con todo género <strong>de</strong> provisiones,tanto para mí como para muchos <strong>de</strong> mis vecinos, <strong>de</strong> modo quecon el peso <strong>de</strong> las mercancías y <strong>de</strong> cuatro amigos que regresabanconmigo, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> ven<strong>de</strong>r una canoa nueva en Guayana,la piragua venía rebosante. Era a mediados <strong>de</strong>l verano y en lle-142


gando a la entrada <strong>de</strong>l Canal <strong>de</strong>l Caimán observamos que nohabía agua suficiente para flotar sobre los arrecifes y bajíos porlo que me vi en el caso <strong>de</strong> dirigirme a la Boca <strong>de</strong>l Infierno.“La tar<strong>de</strong> vino cuando atravesábamos la extensa bahía formadapor una vuelta circular <strong>de</strong>l Orinoco, frente al terrible paso,y las dos rocas gigantescas que se inclinan a una y otra mano <strong>de</strong>la entrada <strong>de</strong>l raudal, proyectaban sus largas sombras siniestrassobre la tranquila superficie <strong>de</strong> las aguas. Hubiéramos <strong>de</strong>seadopasar la Boca antes <strong>de</strong> anochecer, pero inútil intentarlo antes quese levantase la brisa <strong>de</strong> la mañana, porque reinaba una calmachicha, como siempre ocurre allí por verano, a la puesta <strong>de</strong> sol,y nos hallábamos tan rendidos, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> todo un día <strong>de</strong> moverel remo en la pesada piragua, que no era ni presumible afrontarel torrente, sin una sola racha que nos ayudase a subirlo.Atracamos al tronco <strong>de</strong> un árbol que crecía al bor<strong>de</strong> <strong>de</strong> la roca,más abajo <strong>de</strong>l raudal, y como éramos diez nos reíamos ante lai<strong>de</strong>a <strong>de</strong> un espanto, llegando alguno <strong>de</strong> nosotros a manifestar el<strong>de</strong>seo <strong>de</strong> que pudiéramos verlo. Después <strong>de</strong> <strong>de</strong>cidir a la suertenuestros turnos para vigilar durante la noche, nos acostamostodos a dormir, excepto uno a quien le tocaba hacer la guardia yque acertó a ser <strong>de</strong>l número <strong>de</strong> los que se jactaban <strong>de</strong> su incredulida<strong>de</strong>n la existencia <strong>de</strong> las apariciones.“No pasó mucho tiempo, <strong>de</strong>spués que me hube dormido apopa, don<strong>de</strong> me encontraba hecho un ovillo, cuando me <strong>de</strong>spertónuestro compañero el vigía, temblando <strong>de</strong> pies a cabeza y casisin po<strong>de</strong>r hablar. Por fin exclamó: “¡Ave María purísima! Acabo<strong>de</strong> oír al espanto con tanta claridad como oigo siempre la campana<strong>de</strong> la iglesia <strong>de</strong> Caicara tocando a vísperas.”“Debo confesar que me sentí algo asustado por la fama quetenía el sitio en materia <strong>de</strong> aparecidos. A<strong>de</strong>más, como habíamosamarrado bajo la roca saliente, estábamos en completa oscuridady no podíamos ver cosa alguna a menos que hubiera entradoen la piragua, a pesar <strong>de</strong> que había una brillante noche estrellada.Después <strong>de</strong> escuchar un momento, percibí las melodías <strong>de</strong>una flauta, confusamente al principio, pero a intervalos, cuando143


la brisa soplaba <strong>de</strong> la isla, pu<strong>de</strong> reconstruir claramente las notas<strong>de</strong> un aire que yo no había oído por muchos años, pero que reconocíen el acto como el mismo que tocó don Luis la noche enque lo embarcamos con su mujer a bordo <strong>de</strong> nuestra piragua. Asítenía yo una clave para <strong>de</strong>scifrar el misterio <strong>de</strong>l paso <strong>de</strong>l espanto,lo mismo que para la súbita <strong>de</strong>saparición <strong>de</strong>l niño, y me convencímás que nunca <strong>de</strong> que estaba con su padre, en aquella isla;sin embargo, guardé en secreto mis sospechas, resuelto a comunicárselasal Padre Cura en llegando a Caicara.“La música cesó poco tiempo <strong>de</strong>spués y yo pretendí <strong>de</strong>spreocupara mi aterrorizado compañero, pero cuando me alejabapara acostarme <strong>de</strong> nuevo, lo oí <strong>de</strong>spertando a otro piragüero, aquien comunicaba su reciente causa <strong>de</strong> alarma con gran<strong>de</strong>s exageracionesy le ofrecía tabaco y un trago <strong>de</strong> aguardiente paraque lo acompañase por el resto <strong>de</strong> su guardia. Cuando <strong>de</strong>spertéa la mañana siguiente, encontré a nuestro valeroso camaradaentreteniéndolos a todos con una relación <strong>de</strong> la música oídadurante la noche y presentándome a mí como testigo <strong>de</strong> la veracidad<strong>de</strong> su narración. Sin embargo, como yo opinara que la solacausa <strong>de</strong> aquello era alguna tribu <strong>de</strong> caribes vagabundos quebailaban en la selva al son <strong>de</strong> sus rústicos churumbelas, y comoel peón <strong>de</strong>spertado por el narrador no había oído nada, los<strong>de</strong>más tripulantes no dieron crédito a sus palabras. Mi propósitoal contra<strong>de</strong>cir toda i<strong>de</strong>a que pudiese conducirlos a conjeturarlo cierto, se fundaba en el temor <strong>de</strong> que la indiscreta curiosidad<strong>de</strong> mis compañeros los tentase a <strong>de</strong>sembarcar en la isla y amolestar con ello a don Luis, porque yo tenía muchos motivospara creer que si penetrábamos en su refugio se retirase a cualquierotro sitio que acaso yo no tendría nunca la buena suerte <strong>de</strong><strong>de</strong>scubrir.“Al verme en Caicara fui casa <strong>de</strong>l Cura y le di cuenta <strong>de</strong>l <strong>de</strong>scubrimientoque había hecho, pidiéndole consejo acerca <strong>de</strong>cómo <strong>de</strong>bería proce<strong>de</strong>r para avistarme con don Luis y tratar <strong>de</strong>que me <strong>de</strong>volviese el niño, pues aunque tenía hijos propios profesabasiempre el más vivo afecto para Luisito y no podía sopor-144


tar con paciencia la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que hiciese una vida salvaje en aquellaisla solitaria, sin otra compañía, que la <strong>de</strong> un padre maniático,cual lo era don Luis a mi parecer. El Padre aplaudió la cautelaque tuve en no comunicárselo a nadie más que a él y meaconsejó que me embarcara en una pequeña canoa y visitara laisla, a pretexto <strong>de</strong> buscar iguanas o huevos <strong>de</strong> tortuga, con locual se evadiría toda sospecha; sin embargo, resolví no mantenera Jacinta ignorante <strong>de</strong> mi <strong>de</strong>scubrimiento, y ella se alegrómucho, como yo lo preví, ante la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que pudiese abrazar <strong>de</strong>nuevo a su hijo <strong>de</strong> leche, a quien recordaba con cariño maternal;exhortóme a no per<strong>de</strong>r tiempo en tratar <strong>de</strong> recuperarlo, y yo salíen una canoa, a la mañana siguiente, antes <strong>de</strong> nacer el día,rumbo a la Boca <strong>de</strong>l Infierno.“Lo enhiesto <strong>de</strong> las rocas que se levantan en el bor<strong>de</strong> <strong>de</strong> laisla hacia la parte superior <strong>de</strong>l río don<strong>de</strong> comienza el raudal, meobligó a seguir corriente abajo antes que me fuese posible el<strong>de</strong>sembarco. Semejante maniobra era algo peligrosa a causa <strong>de</strong>los violentos remolinos que hacían girar la pequeña canoa, noobstante todos mis esfuerzos para afianzarla con el remo, peroal fin logre penetrar en una angosta caleta por entre dos rocasunidas en arco, tras <strong>de</strong> las cuales se formaba una bahía <strong>de</strong> escasasdimensiones, oculta completamente a la vista <strong>de</strong> todos losbotes que pasaran en cualquier dirección porque siempre semantienen hacia tierra firme en la orilla opuesta <strong>de</strong>l canal, conel objeto <strong>de</strong> atar sus espías a los árboles <strong>de</strong> la ribera. Una canoavarada al abrigo <strong>de</strong> una caverna abierta en la roca vino a comprobarmeel fundamento <strong>de</strong> mis conjeturas y en <strong>de</strong>sembarcandovi al objeto <strong>de</strong> mis pesquisas, sentado junto con su hijo bajo unalgarrobo.“Ambos vestían con pieles <strong>de</strong> venado sin adobo y gorras <strong>de</strong>piel <strong>de</strong> nutria, animal que se cría en la isla; el hijo se entreteníaen tejer una cuerda <strong>de</strong> fibras para pescar, y el padre en atar plumas<strong>de</strong> loro a los cabos <strong>de</strong> unas flechas cuyas puntas había construidocon astillas <strong>de</strong> bambú. El muchacho pareció sorpren<strong>de</strong>rsey aun asustarse con mi presencia, pero don Luis no dio seña-145


les <strong>de</strong> inquietud al ver que iba solo; reconocióme en el acto y metendió la mano en silencio, continuando su tarea por algún rato,sin preocuparse <strong>de</strong> mi presencia. Al fin alzó los ojos y me preguntó<strong>de</strong> repente qué me había llevado a la isla y si su refugioera conocido por alguna otra persona; aseguréle que nadie más,excepto su antiguo amigo el Cura y Jacinta, mi esposa, sabíasiquiera que él viviese, y comencé a emplear todos los argumentosque pu<strong>de</strong> para inducirlo a volver conmigo a Caicara, o alo menos para que me permitiera llevarme al chico, pero todo envano. Apenas contestaba a mis observaciones, sino para repetirque había resuelto apartarse por siempre <strong>de</strong> la sociedad, y concluyópor asegurarme que si yo insistía en oponerme a su propósito,veríase forzado a buscar otro refugio, tan distante <strong>de</strong> losparajes frecuentados por el hombre que no corriese riesgo <strong>de</strong> sernuevamente molestado. Me vi, pues, en el caso <strong>de</strong> ce<strong>de</strong>r a suscaprichos, aunque a pesar mío, y le prometí que nunca volveríaa hablarle <strong>de</strong> aquello; se satisfizo con esta seguridad y me manifestóel <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> verme <strong>de</strong> cuando en cuando, con tal que mecomprometiese a ir solo.“Luego me condujo a la choza que había construido con guaduasy techado tan bien con pieles <strong>de</strong> venado que se hallaban aprueba <strong>de</strong> lluvias. Todos los veranos visitan aquella isla venadosque cruzan nadando el Canal <strong>de</strong>l Caimán para librarse <strong>de</strong> losmosquitos que por entonces pululan en las sabanas, y así mismopara huir <strong>de</strong> los tigres que infestan los bosques <strong>de</strong>l continente.En la estación <strong>de</strong> los calores, don Luis secaba carne <strong>de</strong> venadoen cantidad suficiente para toda la época <strong>de</strong> las lluvias, y comoacertó a encontrar anzuelos y cor<strong>de</strong>les en la canoa que había llevado<strong>de</strong> Caicara, cogía muchos peces en los remansos situadosentre las rocas. Díjome que hiciese saber al alcal<strong>de</strong> el lugar <strong>de</strong>su retiro y que le rogase pagar en nombre suyo al dueño <strong>de</strong> lacanoa, utilizando para ello el dinero que había <strong>de</strong>jado en po<strong>de</strong>r<strong>de</strong>l primero; también <strong>de</strong>seaba que éste le remitiese por órganomío algunos objetos menudos, guardados en su baúl. Cuandome <strong>de</strong>spedí, reiteró su propósito <strong>de</strong> escapar a las profundida<strong>de</strong>s146


más recónditas <strong>de</strong> la selva si cualquier visitante, que no fueseyo, interrumpía su soledad, y me expresó el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> que manifestaseal cura y al alcal<strong>de</strong> aquella <strong>de</strong>terminación.“Cumplí con puntualidad el encargo, pero el alcal<strong>de</strong> no convinoen el parecer <strong>de</strong>l Cura, según el cual <strong>de</strong>bía <strong>de</strong>jarse tranquiloa don Luis en su isla; empeñóse en que le correspondía obligarloa vivir en sociedad, por bien <strong>de</strong> su hijo, sino por el propio,y dispuso que en el acto se reuniese una partida <strong>de</strong> pescadores,con quienes salió para la Boca <strong>de</strong>l Infierno en una piragua, llevándometambién a mí, contra toda mi voluntad, para que losguiase al <strong>de</strong>sembarca<strong>de</strong>ro que yo había <strong>de</strong>scubierto.“Con gran<strong>de</strong>s riesgos e inconvenientes logramos llegar a tierraantes <strong>de</strong> amanecer, a fin <strong>de</strong> que don Luis no pudiese <strong>de</strong>scubrirnosy escapase; ro<strong>de</strong>ada la choza, el y su hijo fueron sorprendidosmientras dormían y se les condujo atados a la piragua,tras <strong>de</strong>sesperada resistencia, especialmente <strong>de</strong> parte <strong>de</strong>l padre,que al fin hubo <strong>de</strong> someterse abrumado por el número, aunque<strong>de</strong>s<strong>de</strong> aquel instante se negó a tomar alimento alguno, sumidoen profundo silencio. No había manera <strong>de</strong> hacerle <strong>de</strong>splegar loslabios, y Luisito <strong>de</strong>mostraba igual obstinación, pues ambosparecían haber adquirido el carácter inflexible <strong>de</strong> los indios salvajes,durante su oculta resi<strong>de</strong>ncia en la isla. Al cabo se comprendióque si el alcal<strong>de</strong> persistía en <strong>de</strong>tenerlos contra su voluntad,perecerían primero que probar los alimentos, por lo cualor<strong>de</strong>nó <strong>de</strong>jarlos en libertad y permitirles regresar a la isla en sucanoa, a cuyo bordo iban también el baúl <strong>de</strong> don Luis y algunasprovisiones. Ellos remaron rápidamente río abajo, y aunque amenudo he vuelto a la isla con la esperanza <strong>de</strong> encontrarlos,nunca he sabido más <strong>de</strong>l extranjero ni <strong>de</strong> su hijo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> aquel día(1).”“Muchas gracias, señor piloto, dijo Páez, quien agregó luego,dirigiéndose al comerciante: “Dígame, amigo Bonjean,¿Cuándo piensa regresar a su piragua?— “Al amanecer, mi general”.147


— “Yo le acompañaré para que me pase por el Orinoco hastaLos Capuchinos, porque <strong>de</strong>seo tener una entrevista con Bolívar.¡Abur! Hasta mañana”.(1) Acudiremos a lo que el propio autor <strong>de</strong> este relato dice en su obra “Campañay cruceros”, tantas veces citada en estas notas, para conocer mejor la topografía <strong>de</strong>lparaje en que sitúa su leyenda: “A mitad <strong>de</strong>l camino, entre Angostura y Caicara hayun caz que, a causa <strong>de</strong>l peligro que presenta, ha recibido el nombre <strong>de</strong> Boca <strong>de</strong>lInfierno. Jamás intentan su entrada las embarcaciones, a menos que se vean obligadaspor alguna imperiosa circunstancia. Encuéntrase la entrada <strong>de</strong> este estrecho entredos rocas elevadas que sobresalen <strong>de</strong>l agua 1.200 pies aproximadamente. Parece queel río se abriera paso a través <strong>de</strong> esas rocas en una época remota, ayudado, sin duda,por alguna gran convulsión <strong>de</strong> la naturaleza. Todo el canal está sembrado <strong>de</strong> escollosy lleno <strong>de</strong> ro<strong>de</strong>os que embarazaban la marcha <strong>de</strong> nuestro barco, a pesar <strong>de</strong> la fuertebrisa que le favorecía y <strong>de</strong> los esfuerzos <strong>de</strong> 16 vigorosos remeros. Por fin los batelerostuvieron que recurrir a espías, o gruesos calabrotes, que trasportaban <strong>de</strong> una rocaa otra.“Cuando salimos <strong>de</strong>l estrecho peligroso y no tuvimos ya árboles ni rocas a lo quelos peones pudiesen atar los espías, les llamamos a bordo para que nos ayudaran. Nose quedó en la orilla más que un hombre encargado <strong>de</strong> <strong>de</strong>jar correr la cuerda que <strong>de</strong>bíaprecipitar la marcha <strong>de</strong>l barco…”“A cosa <strong>de</strong> una milla <strong>de</strong> este estrecho se encuentra el arruinado pueblo <strong>de</strong> <strong>Las</strong>Piedras, don<strong>de</strong> las embarcaciones habían recibido la or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> reunirse, porque sehabían separado ante la imposibilidad <strong>de</strong> que pasara más <strong>de</strong> una a la vez. Como sunombre lo indica, <strong>Las</strong> Piedras está edificado en una punta rocosa que avanza en elcanal principal, lo que aumenta la rapi<strong>de</strong>z <strong>de</strong> la corriente y da lugar a una multitud <strong>de</strong>recodos inmediatamente <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sembarca<strong>de</strong>ro”.El autor, en el párrafo que sigue, alu<strong>de</strong> a un fenómeno acústico en el cual ha <strong>de</strong>bidoinspirarse para forjar la leyenda <strong>de</strong>l espanto y <strong>de</strong>l melómano y misántropo extranjero:“Cuando se ha llegado a la bahía, se oye, a intervalos, un ruido que parece salir<strong>de</strong>l interior <strong>de</strong> la roca. Algunos <strong>de</strong> los nuestros tuvieron la suerte <strong>de</strong> oirlo muy claramente,a eso <strong>de</strong> las nueve <strong>de</strong> la mañana, cuando la brisa <strong>de</strong>l río empezaba a refrescar.Todos convinieron en compararle con las notas <strong>de</strong> un arpa eólica oída a lo lejos, a lasque se mezclaban <strong>de</strong> cuando en cuando unos sones bastantes semejantes a los queprodujese un manantial que cayese a poca distancia sobre un montón <strong>de</strong> piedras o <strong>de</strong>bloques <strong>de</strong> mármol que se opusieran a su brote…” En estas citas hemos seguido laversión <strong>de</strong> Luis <strong>de</strong> Terán.— Nota <strong>de</strong>l traductor.148


CAPÍTULO XIIEl ORINOCO.—BOLÍVAR.—EL HURACÁNUn caudillo en viaje hacia las montañas, grita:“Barquero, no tar<strong>de</strong>s y te daré una libra <strong>de</strong> plata paraque me lleves al puerto.” El barco ha zarpado <strong>de</strong> unaribera borrascosa y tiene por <strong>de</strong>lante una mar tambiénborrascosa, don<strong>de</strong> más fuerte que el brazo <strong>de</strong>l hombre,la tempestad se con<strong>de</strong>nsa sobre él.—Eilighie GheallChiunAun faltaban algunas horas para amanecer cuando Páezmontó en su corcel rucio favorito, poniéndose a la cabeza <strong>de</strong> unareducida escolta, <strong>de</strong>stacada <strong>de</strong> su guardia y lista para acompañarlea Playa Arenosa, don<strong>de</strong> anclaba el barco <strong>de</strong> Bonjean. <strong>Las</strong>tropas yacían en silencio con toda la quietud <strong>de</strong>l reposo profundo,dándole al extenso vivac la apariencia <strong>de</strong> un campo <strong>de</strong> batalla,como suele verse por la noche <strong>de</strong>spués que se ha librado unbien reñido combate. En los contornos <strong>de</strong>l campamento ardíanaún algunas hogueras, junto a las cuales dormitaban los centinelas,envueltos en sus ponchos (1) y ateridos por las heladas brisasmatutinas que soplaban sobre los pantanos <strong>de</strong> Cunaviche.Así como Páez y sus acompañantes se acercaban a los piquetesavanzados, eran recibidos con el ¡Alto! ¿Quién vive? contestado,como <strong>de</strong> costumbre con el ¡América libre! Densa y blancaneblina se posaba sobre el suelo en muchas partes <strong>de</strong> la sabana,especialmente en los esteros que circundan la laguna y arropabatodo el bosque, refugio <strong>de</strong> los emigrados, excepto la elevada,copa <strong>de</strong> los congrios. Miriadas <strong>de</strong> estrellas cintilaban aún en elazul obscuro <strong>de</strong>l cielo, don<strong>de</strong> no se veía ni una nube, salvo la149


tenue claridad <strong>de</strong>l alba ya perseptible por el oriente. Los garzones,o gruñas gigantescas, caminaban majestuosa y cautelosamenteen silencio por las orillas <strong>de</strong> la laguna, y <strong>de</strong> árbol en árbolera contestado el canto breve y agudo <strong>de</strong>l gallo montés.Desechado el terreno fangoso, a través <strong>de</strong> atajos sólo conocidos<strong>de</strong> los llaneros, la partida apresuró la marcha por la llanuraque se dilata entre Cunaviche y la boca <strong>de</strong>l Arauca, y llegó aPlaya Arenosa al tiempo que el sol se levantaba tras grupo <strong>de</strong>bajas islas que se ven distantes hacia el Este, en el centro <strong>de</strong>lOrinoco. Aunque el barco mercante era una <strong>de</strong> esas gran<strong>de</strong>s ytoscas lanchas que sólo se encuentran en este río, parecía diminutoen la majestuosa extensión <strong>de</strong> las aguas. Un grito <strong>de</strong> laescolta, que resonó por todo el bosque, hizo levantarse a los lancheros,que habiendo anclado a cierta distancia <strong>de</strong> la orilla,según costumbre habitual, para precaverse contra el mosquito,plaga <strong>de</strong> todos los ríos tropicales, yacían indolentemente echadosen el fondo <strong>de</strong>l barco. Páez or<strong>de</strong>nó a la gente <strong>de</strong> su escoltaque <strong>de</strong>sensillasen y esperasen su regreso bajo la arboleda, y enacercándose la lancha a la orilla embarcóse en compañía <strong>de</strong>monsieur Bonjean, el viejo piloto y el joven portalanza, que leservía siempre <strong>de</strong> asistente.Como la al<strong>de</strong>a <strong>de</strong> Los Capuchinos se alzaba en todo el frente<strong>de</strong> Playa arenosa fue necesario subir gran trecho agua arribapor el remanso que el flujo y reflujo produce cerca <strong>de</strong> la orilla,antes que la lancha pudiera atravesar el grueso <strong>de</strong> la corrientepor aquel sitio, don<strong>de</strong> el río cuatro o cinco millas <strong>de</strong> anchura. Labrisa había comenzado a batir y los lancheros izaron una granvela latina que impelía al bote con firmeza sobre la tranquilasuperficie, mientras uno <strong>de</strong> los indios, que iba <strong>de</strong> pies en la proa,<strong>de</strong> cuando en cuando practicaba son<strong>de</strong>os con una larga vara <strong>de</strong>guadua, diciéndole siempre al piloto, con una especie <strong>de</strong> monótonarecitación, cual era la profundidad <strong>de</strong>l río. Así como la lanchahubo llegado a la altura <strong>de</strong> un punto <strong>de</strong> la costa que el pilotoconsi<strong>de</strong>raba a suficiente altura sobre el <strong>de</strong>sembarca<strong>de</strong>roadon<strong>de</strong> se dirigían, dio la voz <strong>de</strong> “¡A la boga, muchachos!” y150


habiendo cogido un remo cada lanchero, él gobernó el barcopara cruzar el Orinoco en dirección oblicua. Ya en el centro <strong>de</strong>lrío, el punto <strong>de</strong> la costa que les servió <strong>de</strong> referencia parecía per<strong>de</strong>rseen lontananza, y la corriente los arrastraba con violencia,no obstante los esfuerzos <strong>de</strong> seis robustos indios, ayudados porla brisa que arreciaba a medida que el sol ascendía en el horizonte.Cuando la mancha iba acercándose a la margen meridional,comenzaron a <strong>de</strong>stacarse la iglesita <strong>de</strong> Los Capuchinos ro<strong>de</strong>ada<strong>de</strong> altos moriches, cuyas palmas caían sobre la baja techumbre,y la extensa fila <strong>de</strong> barracas construidas para las tropas <strong>de</strong>Bolívar; también se oían con claridad y por intervalos las notas<strong>de</strong> las cornetas que sonaban en los bosques cercanos a la al<strong>de</strong>a.Muchedumbre <strong>de</strong> curiosos, proce<strong>de</strong>ntes <strong>de</strong>l campamento, seapiñaban en el <strong>de</strong>sembarca<strong>de</strong>ro, ávidos por averiguar a quienconducía la lancha para el cuartel general y <strong>de</strong> inquirir noticiassobre el ejército <strong>de</strong> los llanos. En cuanto se reconoció a Páez,un piquete <strong>de</strong> oficiales estacionado en el <strong>de</strong>sembarca<strong>de</strong>ro acudióa recibirlo, saliendo <strong>de</strong> un cobertizo para canoas, que entoncesse utilizaba como aposta<strong>de</strong>ro. Acto seguido dos soldados sea<strong>de</strong>lantaron hasta la piragua para conducir a tierra el Jefe <strong>de</strong> losllanos y cuando éste avanzó por la playa la multitud le abriócampo con mayores <strong>de</strong>mostraciones <strong>de</strong> respeto que las recibidashabitualmente por él en su propio campamento, pues aunque sustropas le adoraban eran tan poco dadas a las fórmulas <strong>de</strong> cortesaníaque Páez solía <strong>de</strong>cir con frecuencia que para buscar zalamerosle era indispensable acudir a la infantería, bien que nopodía <strong>de</strong>sear mejores secuaces qué sus rudos llaneros. Vióse,pues, ro<strong>de</strong>ado <strong>de</strong> los oficiales presentes, para todos los cualestuvo alguna frase cariñosa, y en compañía <strong>de</strong> ellos, conversandoy riendo como acostumbraba hacerlo con entera sencillez, setrasladó al cuartel general <strong>de</strong> Bolívar (2).El Libertador, envuelto en un capote azul y tocado con lasimple montera ribeteada <strong>de</strong> rojo, propia <strong>de</strong> un artillero raso,paseábase a pasos presurosos por un <strong>de</strong>partamento sin muebles,151


a cuya puerta se agrupaban e<strong>de</strong>canes y ayudantes, en espera <strong>de</strong>ór<strong>de</strong>nes. Dictábale a su Secretario Pérez que, sentado a unamesita <strong>de</strong> pino, escribía una proclama (3) dirigida a los habitantes<strong>de</strong> Tunja en Nueva Granada, y <strong>de</strong> la cual, una vez terminada,sacaron copia los oficiales <strong>de</strong>l ejército que tenían buenaletra, pues para entonces sólo existía en Venezuela una imprenta,llevada a Angostura criollo <strong>de</strong> Martinica que se propusoenseñar el arte tipográfico a algunos jóvenes guayaneses, pero<strong>de</strong> quien no pudo lograrse que siguiera al ejército con su taller,como lo <strong>de</strong>seaba Bolívar (4).Don Simón se volvió vivamente hacia Páez al verlo entrar enel cuarto e indagó con afán que noticias traía <strong>de</strong> la llanuras,mostrándose contrariado y aun disgustado, cuando supo que elúnico objeto que se proponía Páez con aquella entrevista consistíaen persuadirlo para que regresase a los Llanos con el ejércitoy frustrando así el avance <strong>de</strong> Morillo, poner cese a la <strong>de</strong>strucción<strong>de</strong> los hatos que los españoles habían emprendido con ahínco<strong>de</strong>s<strong>de</strong> el instante en que pisaron las sabanas. El jefe llaneropintó a lo vivo la miseria <strong>de</strong> los habitantes, obligados a refugiarseallen<strong>de</strong> los remotos esteros <strong>de</strong> Cunaviche y concluyó por exigirque Bolívar fijase un día para volver a las llanuras con suinfantería y artillería o que permitiese a el acometer la empresa<strong>de</strong> expulsar al enemigo, con su sola caballería, en la primeraocasión propicia <strong>de</strong> combatir que se le presentase.Páez era el único general patriota que se aventuraba a discutircon Bolívar, o a contra<strong>de</strong>cir sus opiniones; pero también elúnico a quien el Libertador hubiera consentido explicarle susplanes; por consiguiente Bolívar le mostró los partes que acababa<strong>de</strong> recibir, enviados por Santan<strong>de</strong>r, que había penetrado enNueva Granada por las llanuras <strong>de</strong> Casanare; ellos conteníaninformes <strong>de</strong> una insurrección que había estallado a favor <strong>de</strong> laPatria en las provincias <strong>de</strong> Tunja y Socorro, cuyos habitantesaprovecharon el retiro <strong>de</strong> las tropas realistas, hecho por Morillo,cuando concentro sus fuerzas para la incursión a los llanos;aquellas provincias habían enviado comisiones a Santan<strong>de</strong>r para152


asegurarle que estaban dispuestas a ofrecer amplio auxilio, así<strong>de</strong> hombres como <strong>de</strong> dinero, tan pronto como Bolívar atravesarala Cordillera y apareciera en el entre-An<strong>de</strong>s, a la cabeza <strong>de</strong> unejército respetable.El Libertador manifestó a Páez que necesariamente Morillo<strong>de</strong>bía recibir pronta noticia <strong>de</strong> aquel movimiento popular, porvía <strong>de</strong> Trujillo, y que sin duda se vería obligado a <strong>de</strong>stacar alguna<strong>de</strong> sus divisiones con el objeto <strong>de</strong> oponerse a Santan<strong>de</strong>r; a<strong>de</strong>másle aseguro que tan luego como llegaran a Los Capuchinoslos refuerzos que esperaban a diario <strong>de</strong> Barcelona, atravesaría<strong>de</strong> modo inmediato el Orinoco y reuniría su ejército con el <strong>de</strong>las pampas. Al propio tiempo le encareció que se ajustara al planque ya le había recomendado para aprovechar todas las ocasiones<strong>de</strong> mantener en jaque las tropas <strong>de</strong> Morillo, sin exponer supropia gente a las dudosas contingencias <strong>de</strong> un combate general,y por fin pudo apaciguar un poco al fogoso llanero, aunque nologro convencerlo.Bolívar le invito luego a presenciar una revista <strong>de</strong>l ejército,próxima a efectuarse, pero Páez se negó porque estaba resueltoa regresar inmediatamente a Cunaviche. Una flechera o canoalarga y liviana, provista <strong>de</strong> doce remos, hallábase lista en elembarca<strong>de</strong>ro para conducir al jefe <strong>de</strong> las sabanas y a su portalanza,y cuando atravesaban a remo, con tanta rapi<strong>de</strong>z que apenasse <strong>de</strong>sviaban <strong>de</strong> un rumbo en línea recta, los indios cantaronel maremare, o canto <strong>de</strong> las canoas <strong>de</strong>l Orinoco, que era por logeneral una efusión extemporánea, provocada por cualquieracontecimiento que les hería la imaginación:“¡Maremare! Pachocos (sic) hermanosRompan canaletes con brío;Pues llevamos la flor <strong>de</strong> los Llanos,Páez, el guapo invencido Caudillo.Sus lanceros le están atisbandoEn la playa <strong>de</strong> don<strong>de</strong> salió;153


Pues al llegar el jefe a su mandoLos llenará <strong>de</strong> gloria y valor.No <strong>de</strong>smayen al soplar el viento!Los chubascos no hay que temer!Voguemos llenos <strong>de</strong> contento,Des<strong>de</strong> el alba hasta el anochecer.”(5)Páez, que yacía tendido a todo lo largo bajo el toldo <strong>de</strong> la flechera,prestaba poca atención al canto <strong>de</strong> los canoeros, pues suespíritu vagaba por otras regiones, lamentando los instantes <strong>de</strong>inactividad que necesariamente <strong>de</strong>berían transcurrir antes que elpudiese hallarse en condiciones <strong>de</strong> vengar en los invasores laspenalida<strong>de</strong>s que infligían a su país. Sin embargo, Panchito, supaje había oído y comprendido muy bien el vago anuncio hechopor los indios, <strong>de</strong> la aproximación <strong>de</strong> un chubasco, uno <strong>de</strong> esoshuracanes menos intensos que suelen arrostrarse en el Orinoco,especialmente en el solsticio <strong>de</strong> verano.Aunque el chico, a caballo o en combate, poseía completaimpavi<strong>de</strong>z, no estaba exento <strong>de</strong> las supersticiones <strong>de</strong> sus compatriotaslos llaneros, quienes consi<strong>de</strong>ran el canto, mientras senavega, como un reto a la provi<strong>de</strong>ncia; a<strong>de</strong>más sentíase fuera <strong>de</strong>su elemento en el ancho Orinoco, don<strong>de</strong> el saber nadar nopodría salvarlos a él ni a su jefe, caso <strong>de</strong> ocurrirle a la Flecheracualquier acci<strong>de</strong>nte imprevisto, pero como Páez no parecíadarse cuenta alguna <strong>de</strong>l aspecto nebuloso <strong>de</strong>l cielo, ni <strong>de</strong> lasrepentinas y violetas ráfagas que habían sucedido a las bonanciblesbrisas <strong>de</strong> la mañana, el paje se creyó en el <strong>de</strong>ber <strong>de</strong> guardarsilencio, prefiriendo <strong>de</strong>sechar cualquier aprensión que pudieseasaltarle, antes que correr el riesgo <strong>de</strong> incurrir en un regaño siturbaba las meditaciones <strong>de</strong> su jefe.A medida que la Flechera se alejaba <strong>de</strong> la margen iba enaumento la violencia <strong>de</strong>l temporal que batía con el curso <strong>de</strong> lacorriente; un oleaje repentino comenzó a levantarse a tanta alturaque a veces bañaba la cubierta, mientras el empuje <strong>de</strong>l vien-154


to contra el toldo constituía gran estorbo para el trabajo <strong>de</strong> loscanoeros, que con mucha dificultad lograban mantener firme ensu rumbo la liviana embarcación. El temor y la ira <strong>de</strong> Panchitoante la impericia, o <strong>de</strong>scuido <strong>de</strong> los indios, como él lo juzgaba,sobrepusiéronse entonces a su calma habitual, y estalló en un“¡Malhaya la Flechera y los perros que la bogan!”“¿Qué pasa, niño Panchito?” preguntó Páez, interrumpidoen sus divagaciones por aquella maldición; “¿Qué le ocurre a losindios o la canoa?”“¿Pues no los oyó cantando os (sic) merced? Anunciaron unhuracán y ya lo tenemos encima ¡San Antonio! No <strong>de</strong>seo sinoque nos veamos a caballo. Usted pue<strong>de</strong> nadar a sus anchas en elArauca, ¡mi jefe! Y tal vez en el Apure, pero dudo que logre llegara la otra orilla, si se vuelca esta batea. Estoy seguro <strong>de</strong> queyo no podría hacerlo, y su lanza se per<strong>de</strong>ría.”Páez abarco el espacio con la vista y pudo compren<strong>de</strong>r queen efecto había seguros indicios <strong>de</strong> próximo huracán, porquedurante el breve tiempo transcurrido <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que abandonaron el<strong>de</strong>sembarca<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> Los Capuchinos los cielos se habían cubierto<strong>de</strong> espeso dosel, negro como tinta, que se levantó simultáneamente<strong>de</strong> todos los puntos <strong>de</strong>l horizonte, bajo el cual y a muypoca altura se entrecruzaban con rapi<strong>de</strong>z fulgentes girones <strong>de</strong>nubes que aproximándose poco a poco al cenit parecían girarcerca <strong>de</strong> el como en torno <strong>de</strong> una vorágine. Al fin se oyó el sordorugir <strong>de</strong>l chubasco proce<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> las montañas situadas algunasmillas mas abajo y cuyo efecto sobre el agua se <strong>de</strong>scubría muybien por la franja <strong>de</strong> espuma que acompañaba su impetuosoavance.No había momento que per<strong>de</strong>r porque si el vendaval azotabala flechera con el toldo aun puesto, habríale volcado <strong>de</strong> modoinevitable e instantáneo. Páez saco en el acto el largo y afiladocuchillo cachi-blanco que siempre llevaba al cinto y corto lascorreas que sostenían el toldo, cayendo este al agua en elmomento preciso en que el chubasco llegaba a aquella parte <strong>de</strong>lrío. El indio que gobernaba la flechera tuvo la precaución <strong>de</strong>155


volver la proa hacia el huracán, pero los canaletes no sirvieronya sino para mantener el barco en aquella posición, mientrasbogaba contra la corriente. Ola tras ola azotaba la canoa en rápidasucesión inundándola <strong>de</strong> tal modo que dos <strong>de</strong> los canoeros seconsagraron solo a chicar el agua con gran<strong>de</strong>s totumas. Los<strong>de</strong>más indios permanecían arrodillados en el fondo <strong>de</strong> la flechera,con su largo pelo hirsuto chorreándoles agua por la espalda,mientras vigilaban con atención cada movimiento <strong>de</strong>l livianobajel contrarrestando su ten<strong>de</strong>ncia a irse <strong>de</strong> costado con la fuerza<strong>de</strong>l vendaval, mediante uno o dos golpes <strong>de</strong> sus canaletes. Elhecho <strong>de</strong> mantenerse arrodillados con el rostro hacia la proa lespermitía estar ojo alerta, y es por ello que semejante posición seconserva siempre a bordo <strong>de</strong> las canoas en vez <strong>de</strong> mirar hacia lapopa, como se acostumbra en los barcos <strong>de</strong> remo.Relativamente el peligro había sido aún insignificante, peroel chubasco comenzaba a arreciar, soplando con implacablefuria; el agua combatía la flechera por todos los flancos y ya noera posible mantenerse contra el viento; el piloto, silenciosohasta entonces, observó que por fortuna para todos ellos el jefeestaba en la canoa, pues la guardia apostada en el <strong>de</strong>sembarca<strong>de</strong>ro<strong>de</strong> Los Capuchinos no <strong>de</strong>jaría <strong>de</strong> enviar la lancha <strong>de</strong>lcomerciante francés para que los ayudara, mientras que si elriesgo solo amenazase a unos pobres indios nadie creería quevaliese la pena mover un remo para librarlos <strong>de</strong> perecer ahogados.A los pocos instantes una ola <strong>de</strong> dimensiones extraordinariassaltó por una banda y llenó la piragua, que se hundió bajoel peso que soportaba; pero los indios, hechos a semejantes acci<strong>de</strong>ntes,se lanzaron al agua por uno y otro flanco y la mantuvierona flote con una mano mientras nadaban con la otra. Trasalgunos minutos <strong>de</strong> penosa in<strong>de</strong>cisión viose a la lancha <strong>de</strong>slizándosepor el río, bajo una vela muy acortada, mediante la cuallogro en breve interponérsele a la Flechera que iba a merced <strong>de</strong>la corriente, porque se había sumergido tanto que ya no obe<strong>de</strong>cíaal viento. Los lancheros arriaron entonces su vela y arrimándosea la canoa se efectuó el trasbordo <strong>de</strong> Páez y <strong>de</strong> su paje156


Panchito, quien mantenía firmemente asido el gran objeto <strong>de</strong> sussolicitu<strong>de</strong>s: la lanza <strong>de</strong> su jefe.El viejo piloto que había salido en la lancha <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el primerinstante en que vio el peligro <strong>de</strong> la flechera, hubiera abandonadolos indios a su propia suerte, sin el menor escrúpulo, a no serpor la or<strong>de</strong>n terminante <strong>de</strong> Páez, quien instó para que los recibierana bordo. El patrón accedió, aunque <strong>de</strong> mala gana, y murmurandoal propio tiempo que lo “perros salvajes” merecían unbaño mas gran<strong>de</strong>, por haberse aventurado a cruzar el Orinoco enaquella oportunidad y con tan valiosa carga.Cuándo la lancha se acerco a la orilla, Páez pudo advertir quesu escolta había estado en la mayor ansiedad por causa suya;uno <strong>de</strong> los lanceros que se subió a un caujaro para ver si regresabael jefe; había observado el riesgo que lo amenazaba ycomunico sus temores a los <strong>de</strong>más compañeros, todos los cualesmontaron a caballo, con cierta vaga i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que así eran masaptos para socorrerlo, y avanzaron río a<strong>de</strong>ntro hasta don<strong>de</strong> podíanhacerlo, sin echarse a nado; su regocijo fue inmenso al verloa salvo y se apretujaron en torno suyo al <strong>de</strong>sembarcar, afanándosecada uno en hacerle ver la impru<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> atravesar un río<strong>de</strong>masiado ancho para nadar un caballo. El piloto fue en seguidael objeto <strong>de</strong> sus atenciones y agra<strong>de</strong>cimientos; todos le abrazaron,asegurándole la eterna gratitud <strong>de</strong> la Guardia <strong>de</strong> Honor,por lo cual nunca le faltarían un buen caballo o un novillogordo, cuando visitara los llanos.Páez se <strong>de</strong>spidió entonces <strong>de</strong> su viejo amigo y tomó el camino<strong>de</strong> Cunaviche, seguido <strong>de</strong> su escolta.(1) En los llanos <strong>de</strong> Venezuela se le da a este abrigo el nombre <strong>de</strong> cobija o chamarra,la cual consiste en un cuadrado <strong>de</strong> bayeta, <strong>de</strong> doble tapa encarnada y azul, conel cuello en el centro. La palabra poncho, que aplica siempre el autor inglés, nocorrespon<strong>de</strong> a nuestro dialecto popular y como otras muchas fue recogida por ellegionario británico en sus andanzas por otros países suramericanos.— Nota <strong>de</strong>l traductor.157


(2) Respecto al trato que daban a Páez sus llaneros, es oportuno citar lo que diceotro militar inglés, que sirvió bajo sus ór<strong>de</strong>nes y que el mismo jefe <strong>de</strong> los llanos copiaen su Autobiografía: “Era muy común ver a uno <strong>de</strong> estos bribones acercarse al generalPáez, llamarle tío o compadre y pedirle lo que necesitaba, seguro <strong>de</strong> que el buencorazón <strong>de</strong> éste no se negaría a conce<strong>de</strong>rle lo que le pedía. Si estaba ausente cuandoellos querían verle, iban por todo el campo o el pueblo en busca suya, pronunciandoaquellos nombres con voz estentórea hasta que él los oía y accedía a la petición quele hacían. Otras veces, encontrándose <strong>de</strong> servicio, y cuando él estaba comiendo (loque hacia regularmente en el campo) se le antojaba a uno <strong>de</strong> ellos un pedazo <strong>de</strong> tasajou otra cosa cualquiera que él iba a comer; con la <strong>de</strong>streza que les es peculiar elantojadizo iba por <strong>de</strong>trás y se lo arrebataba <strong>de</strong> la mano. Entonces él, riéndose le <strong>de</strong>cía:“¡Bien hecho!”Acumular citas en este capítulo sobre la incivilidad <strong>de</strong> los “centauros”, sería elcuento <strong>de</strong> nunca acabar; pero no pasaremos inadvertido que tanto el autor <strong>de</strong> estanarración, como el escritor citado por Páez, se muestran muy admiradores <strong>de</strong>l caudillollanero, a pesar <strong>de</strong> esos usos y costumbres, que <strong>de</strong>bían chocar con los hábitossociales y la disciplina militar <strong>de</strong> cualquier soldado europeo, como repugnaban a losoficiales venezolanos o neogranadinos a quienes tocó figurar por algún tiempo en lasfilas apureñas. ¿Qué atractivo especial ofrecía Páez a los militares ingleses que tantoen sus opiniones como en otras circunstancias le <strong>de</strong>mostraron preferencia? Sin dudael simple contraste, porque Páez, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> su homérico arrojo, <strong>de</strong>bía parecerles eltipo <strong>de</strong>l guerrero autóctono, semibárbaro y semi<strong>de</strong>snudo, que prevalece aún en nuestrapropia imaginación criolla cuando comparamos el recio conquistador, armado <strong>de</strong>todas armas, con el indígena que dispara el arco o blan<strong>de</strong> la macana en lucha <strong>de</strong>sigual.Por ahí <strong>de</strong>ben <strong>de</strong> rastrearse muchas <strong>de</strong> estas hondas simpatías que se granjeara Páezentre estos oficiales extranjeros, sin regatearle, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego, la profunda influencia <strong>de</strong>su ascendiente personal.— Nota <strong>de</strong>l traductor.(3) Pág.131.Alu<strong>de</strong> a José Gabriel Pérez, entonces secretario <strong>de</strong>l Libertador, elcual parece i<strong>de</strong>ntificarse con el personaje que ejerció iguales funciones al lado <strong>de</strong>Arismendi, durante los sucesos <strong>de</strong> Angostura, a que se refiere el capítulo prece<strong>de</strong>nte,pues consta que para entonces se hallaba en aquella ciudad. Zea, en carta dirigida alLibertador el 28 <strong>de</strong> Septiembre <strong>de</strong> 1819 y a la cual nos hemos referido en otra ocasióndice así: “...me olvidé <strong>de</strong>cir que el Srio. Pérez, ahora Audr. Gl. <strong>de</strong>l exto. <strong>de</strong> mariño,fue uno <strong>de</strong> los prales, agente <strong>de</strong> la Cospiración, que no fue otra cosa la que produxoesta mutación <strong>de</strong> escena; pero lo que no puedo creer es que el supiese que eradirigida contra V., como muchos lo <strong>de</strong>cían, y en el día es cosa averiguada.” Sin158


embargo, Pérez conservó su cargo al lado <strong>de</strong> Bolívar, figuro como secretario en lafamosa Conferencia <strong>de</strong> Guayaquil y en el Perú acompañó al Libertador.— Nota <strong>de</strong>ltraductor.(4) La imprenta <strong>de</strong> Angostura no era en realidad la única existente en Venezuelapara 1819. El autor yerra también sobre los orígenes <strong>de</strong> aquella, pues consta que JoséMiguel Istúriz fue <strong>de</strong>spachado por el Libertador en 1817 para que trajese <strong>de</strong> Jamaicaelementos <strong>de</strong> guerra y una imprenta; ésta llegó a Angostura en septiembre <strong>de</strong>l propioaño y fue instalada en la casa <strong>de</strong> Luis Cornieles, junto al parque <strong>de</strong> artillería; costo2.200 pesos acerca <strong>de</strong> cuyo pago <strong>de</strong>cía el Libertador el 31 <strong>de</strong> octubre a los señoresJosé María Ossa, contador <strong>de</strong> las cajas <strong>de</strong> Angostura, y Vicente Lecuna, TesoroNacional:“El ciudadano Jph. Miguel Istúriz, ha traído por cuenta <strong>de</strong>l Estado una imprentacuyo valor <strong>de</strong> 2.200 pesos, le es <strong>de</strong>udor, y a cuenta <strong>de</strong> esta cantidad se le han franqueado25 mulas a 45 pesos cada una, que embarca en la Goleta María, su capitánJuan (francés ). Lo que le aviso a uste<strong>de</strong>s para que permitan el embarque, y abrancuenta al Ciudadano Istúriz ”.—Archivo <strong>de</strong> Angostura. (Noticia extractada <strong>de</strong> un articulo<strong>de</strong>l señor L. Duarte Level, inserto en El Cojo Ilustrado, Nº 529, Año XXIII, 1º <strong>de</strong>enero <strong>de</strong> 1914).El establecimiento tipográfico estuvo a cargo <strong>de</strong> Andrés Ro<strong>de</strong>rick hasta 1821 yallí se edito El Correo <strong>de</strong>l Orinoco; la prensa, mo<strong>de</strong>lo Washington, figura en el MuseoBoliviano <strong>de</strong> Caracas.Nuestro consciente y erudito bibliófilo e historiógrafo Manuel S. Sánchez poseeinteresantes anotaciones y documentos, recogidos con la mira <strong>de</strong> escribir la historia<strong>de</strong> la imprenta en Venezuela; y entre los cuales hay minuciosos pormenores acerca <strong>de</strong>ltaller <strong>de</strong> Angostura. La publicación <strong>de</strong> obra semejante constituiría magnifica contribuciónal estudio <strong>de</strong> un pasado glorioso, cuyos antece<strong>de</strong>ntes yacen ocultos en archivosignorados y dispersos en libros por su mayor parte <strong>de</strong>sconocidos no sólo <strong>de</strong>lpúblico, sino <strong>de</strong> los propios investigadores.—Nota <strong>de</strong>l traductor.(5) El ‘maremare’ es un aire indígena, respecto al cual da los siguientes pormenoresel doctor Lisandro Alvarado, en el estudio “Noticia sobre los Caribes <strong>de</strong> los llanos<strong>de</strong> Barcelona”, publicado en el numero tercero <strong>de</strong> la efímera revista De ReIndicas. “No tiene los actuales Caribes danzas tan variadas como las <strong>de</strong> las tribus maipures<strong>de</strong>l alto Orinoco. Pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cirse que solo una bailan en todas sus fiestas, y éstase conoce vulgarmente con el nombre <strong>de</strong> Maremare, aunque ellos mismos no le tienenen su lengua tal <strong>de</strong>signación. El señor José B. Gómez asegura que tanto el nom-159


e <strong>de</strong>l carrizo como el <strong>de</strong> la planta que produce las cañas con que hacen ese instrumentose llaman en caribe mare, y que <strong>de</strong> allí viene el nombre <strong>de</strong>l son y el <strong>de</strong> la danza.Bien pue<strong>de</strong> ser, aunque por nuestra parte no hayamos oído la voz con tales acepcionesentre Caribes. Tampoco nos pareció terminante lo que nos aseguraba el doctorBousignac, <strong>de</strong>l callao, que la voz tenia analogía con la manera graciosa <strong>de</strong> andar latigana, ave que nombran maremare los indios Arecunas. Lo cierto es que maremarequiere <strong>de</strong>cir “cañafistolo” en caribe y que la voz tiene formas análogas en tamanaco,galibí y calínago, con la propia significación. El carrizo llaman los Caribes berekosi.“Sea como quiera existen aires variados para la danza dicha, rítmicamente arregladosal compás binario, y los integran, como en toda música bailable introducida porlos españoles, dos partes <strong>de</strong> ocho compases cada una. Con algunos <strong>de</strong> los aires <strong>de</strong>lmaremare han reemplazado la ayas regionales el antiguo y olvidado Malbruc o mambrún,traído por los españoles a América y usado aquí para arrullar a los chiquillos.“Cuanto a la danza misma ejecutase en conjunto, enlazados por parejas o en alas,a cuyo efecto, estando a la <strong>de</strong>recha la pareja un caballero pasa por la espalda <strong>de</strong> éstasu brazo <strong>de</strong>recho apollando la mano sobre el hombro correspondiente <strong>de</strong> la pareja,mientras que con el brazo izquierdo ro<strong>de</strong>a la cintura <strong>de</strong> la pareja <strong>de</strong> la izquierda apoyandola mano sobre el cuadril respectivo <strong>de</strong> ésta. Dispuestos por pares, van éstosunos tras otros, <strong>de</strong>scribiendo círculos y moviendo alternativamente los pies a<strong>de</strong>lantey atrás. Puestos en alas hacen igual movimiento <strong>de</strong> pies, y apenas cambian <strong>de</strong> posición.El paso es por consiguiente grave y monótono en extremo, y la misma melodíasérialo también a no estar a veces instrumentada mediante varias zampoñas con acor<strong>de</strong>sinvertidos. Los bailarines hacen, a<strong>de</strong>más, copiosas y frecuentes libaciones, y enesa faena pue<strong>de</strong>n pasar toda una santa noche.”—Nota <strong>de</strong>l traductor.


CAPÍTULO XIIILOS MAROMEROS.— LA CARTA.DESERCIÓNJulieta: ¡Mi único amor nació <strong>de</strong> mi único odio!¡Harto temprano visto sin conocerlo y harto tar<strong>de</strong>conocido! Monstruoso amor que me con<strong>de</strong>na a amarun enemigo aborrecible.—Romeo y Julieta (1)Un maromero o saltambanqui ambulante había llegado a losranchos <strong>de</strong> los fugitivos, con su familia y sus compañeros <strong>de</strong> oficio,y en torno suyo se reunió multitud <strong>de</strong> mujeres y chicos, mezcladoscon ociosos <strong>de</strong>l campamento, ávidos todos por ver lospreparativos que estaban haciendo para exhibir sus habilida<strong>de</strong>s<strong>de</strong> bailarines y sus suertes acrobáticas. Pertenecía a la clase <strong>de</strong>mestizos que en diversas regiones <strong>de</strong> Suramérica llaman gitanosy chinganeros, acaso por alusión al errante y vagabundo modo<strong>de</strong> vivir que han adoptado, pues no parece que haya motivo paracreer que en realidad pertenezcan a esa peregrina raza <strong>de</strong> aventureros<strong>de</strong> quienes <strong>de</strong>rivan su nombre y a los cuales se les suponeconfinados aún a las comarcas levantinas <strong>de</strong>l globo.Tales gentes son vistas con el mayor <strong>de</strong>sdén y aborrecimientopor todos los indios genuinos, <strong>de</strong> modo que ni las tribus másinsignificantes entre ellos quieren llevar relaciones con los chinganeros,a quienes consi<strong>de</strong>ran rebajados con sus bufonerías alnivel <strong>de</strong> los monos; sin embargo su habilidad y gracejo hacenque sus eventuales visitas sean siempre bien acogidas por losalegres criollos, y aún los orgullosos españoles se dignan aveces <strong>de</strong>poner su altiva gravedad para sonreír ante sus burdaspiruetas. En los períodos más crueles <strong>de</strong> la guerra a muerte,161


consi<strong>de</strong>rábase a los chinganeros como excepcionales privilegiadasa la regla general que no admitía ninguna especie <strong>de</strong> neutralida<strong>de</strong>n la pugna sanguinaria, permitiéndoseles visitar librementelos campamentos <strong>de</strong> patriotas y realistas para diversión<strong>de</strong> la solda<strong>de</strong>sca. No perteneciendo a bando alguno, apenashubiesen podido ser consi<strong>de</strong>rados como espías, y aunque sin elmás leve escrúpulo llevaban las noticias que podían recoger ensu camino, al propio tiempo que solían convertirse en conductores<strong>de</strong> mensajes privados para uno y otro campo, sin embargoatenuaban semejante conducta o más bien neutralizaban susefectos, con la absoluta imparcialidad <strong>de</strong> sus relatos. En suma seles consi<strong>de</strong>raba como una raza harto <strong>de</strong>spreciable e insignificantepara enfadarse con ella o siquiera prestarle alguna atención.Páez llamó a solas al maromero principal que se acercó a élcon todas las zalamerías y visajes <strong>de</strong> su oficio e interrogándolo,supo que acababa <strong>de</strong> llegar <strong>de</strong>l campamento <strong>de</strong> Morillo don<strong>de</strong>había trabajado. El chinganero, que bajo su apariencia superficialocultaba mucha malicia, le informó que los españoles habíanavanzado hasta situarse a dos días <strong>de</strong> marcha <strong>de</strong>l refugio <strong>de</strong>los emigrados, pero que no parecían dispuestos a internarse enlos ignotos médanos <strong>de</strong> Cunaviche. También dio las primerasnoticias relativas a la suerte fatal que cupo a los soldados heridos,que quedaron en el campo <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la escaramuza nocturnaen las cercanías <strong>de</strong> Cañafístola. Al fin, obtenido el permisopara comenzar sus maromas, reunió a sus compañeros, queeran como treinta, vestidos y pintarrajeados abigarradamente yceñida a la cabeza con una corona <strong>de</strong> plumas multicolores, ausanza <strong>de</strong> los antiguos aborígenes.Principiaron por ejecutar diversos y complicados bailes alson <strong>de</strong> tres o cuatro vihuelas que tocaban las mujeres <strong>de</strong> lafarándula, acompañadas con sonajeras hechos <strong>de</strong> calabazos (2)llenos <strong>de</strong> granos <strong>de</strong> maíz, y por el bronco sonido <strong>de</strong> un tambor,formado <strong>de</strong> un trozo <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra hueco y cubierto en cada extremocon piel <strong>de</strong> venado; las mujeres cantaban, a intervalos, algu-162


nas melodías <strong>de</strong> los indios salvajes, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> lo cual, cadamaromero ejecutaba sus suertes en turno.Por último su director plantó en tierra una vara <strong>de</strong> bambúcomo <strong>de</strong> doce pies <strong>de</strong> alto, a cuyo tope se ataron veinte largashiladillas <strong>de</strong> algodón, semejantes a anchas cintas, y teñidas conlos diversos y vivos colores que pue<strong>de</strong>n confeccionar los indiospor el profundo conocimiento que tienen <strong>de</strong> las propieda<strong>de</strong>s <strong>de</strong>raíces y cortezas. Cada maromero cogió la punta <strong>de</strong> una cinta, ycolocándose todos en círculo alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> la vara, uno frente aotro, comenzaron luego a dar vueltas en torno <strong>de</strong> ella, lentamenteal compás <strong>de</strong> unos versos que cantaban las mujeres; y a medidaque se cruzaban unos con otros en aquel baile, las cintas ibanentretejiéndose, poco a poco, hasta ofrecer alguna semejanzacon un inmenso quitasol.Mientras los espectadores observaban con interés el ingeniosoespectáculo, el maromero principal aprovechó la coyunturapara pasearse por entre la concurrencia llevando en las manosuna cesta tejida con hojas <strong>de</strong> palmera y en la cual recogía lascontribuciones <strong>de</strong> los que se mostraban dispuestos a premiar lashabilida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> los acróbatas; cuando pasó por el grupo <strong>de</strong> damasque ro<strong>de</strong>aban un alto asiento, preparado a prisa por los llanerospara comodidad <strong>de</strong> doña Rosaura, alcanzó a ver a JuanitaGómez, sentada junto a su madre, y mientras dirigía algunos <strong>de</strong>sus aplaudidos chistes a los que se encontraban cerca <strong>de</strong> ella,pudo <strong>de</strong>jar caer una carta a sus pies, inadvertidos <strong>de</strong> todos, ysiguió caminando sin preocuparse <strong>de</strong> nada.Cuando se reincorporó a sus compañeros, éstos habían completadola hábil maniobra, siempre aplaudida en los llanos, aunquepor la frecuencia con que la ejecutaban allí, hacía muchoque ya no constituía una novedad; luego se volvieron hacia losespectadores y cantando en coro les dieron las gracias por suliberalidad; hecho esto <strong>de</strong>stejieron el abigarrado dosel, bailandoel baile a la inversa, y concluyó la función.Juanita Gómez no perdió ni un instante en retirarse <strong>de</strong> la concurrenciahacia lo más tupido <strong>de</strong>l bosque, para leer el pliego que163


<strong>de</strong> modo tan inesperado acababa <strong>de</strong> recibir, y se encontró conque procedía <strong>de</strong> su primo Andrés Castro, el realista, como lohabía conjeturado.El autor <strong>de</strong> la carta lamentaba profundamente la <strong>de</strong>sventuraque le había cabido con pertenecer a un servicio por el cual veíaseobligado, a pesar <strong>de</strong> los propósitos que tuvo cuando entró enél, a guerrear contra su país nativo y contra los seres que másamaba, agregando que circunstancias ocurridas últimamente lohabían disgustado en exceso por la conducta <strong>de</strong> aquéllos a quienesahora tenía que obe<strong>de</strong>cer. Concluía implorándole que lecontestara por órgano <strong>de</strong>l propio mensajero, a quien había prometidouna buena recompensa para que volviera a la vecindad<strong>de</strong>l campamento español. También le manifestaba el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong>que ella fijase algún sitio <strong>de</strong> la sabana, a pru<strong>de</strong>nte distancia <strong>de</strong>uno a otro campo, como punto <strong>de</strong> cita, don<strong>de</strong> pudiese volver averla, tras una ausencia <strong>de</strong> tantos años, asegurándole que ellopodría efectuarse sin el más ligero peligro, porque el conocía elpaís, por don<strong>de</strong> ambos habían errado juntos a menudo en épocasmás felices.Juanita, había recibido varias cartas <strong>de</strong> su primo, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> queéste llegó <strong>de</strong> Europa y todas ellas las mostró sin reserva a sumadre, que no encontró motivo para <strong>de</strong>saprobar el afecto <strong>de</strong>Castro, consi<strong>de</strong>rando que su permanencia en el ejército realistaera el único obstáculo para el matrimonio con su hija; perocomo el billete hablaba <strong>de</strong> la posibilidad <strong>de</strong> verse ambos en unacita, aunque fuese sólo por un momento y en las condicionesmás impropicias la joven llanera no se atrevió a mostrar lotemerosa <strong>de</strong> que Paulita Gómez le prohibiese intentar la realización<strong>de</strong> la entrevista, acontecimiento por ella tanto tiempo y tanardientemente <strong>de</strong>seado que había previsto <strong>de</strong>l todo las contingenciasa que podría exponerse.Andrés Castro aludía en su carta a circunstancias que le disgustabaen su presente servicio, pero Juanita ignoraba que ellose refería al bárbaro sistema <strong>de</strong> guerra a muerte adoptado en elejército español, y especialmente a la conducta <strong>de</strong> Morillo res-164


pecto al hermano <strong>de</strong> ella, pues todo el ejército suponía queFelipe había muerto en el combate, por lo cual sus parientes seconsolaron en cierto modo <strong>de</strong> su muerte, pensando que habíacaído en <strong>de</strong>fensa <strong>de</strong> sus llanura natales. Caso <strong>de</strong> saber JuanitaGómez que su hermano, herido y prisionero, había sido sacrificadoa sangre fría, ello le habría comunicado nuevo estímulopara el esfuerzo que se proponía hacer a fin <strong>de</strong> que el objeto <strong>de</strong>sus primeros amores se <strong>de</strong>sligara <strong>de</strong> una causa culpable <strong>de</strong>semejantes atrocida<strong>de</strong>s.¿No sería ella capaz, pensaba, <strong>de</strong> persuadir a su primo paraque renunciase al servicio <strong>de</strong> la tiranía y se uniese a la causa <strong>de</strong>la libertad? ¿Y no sería luego satisfactorio el haber contribuidoa <strong>de</strong>volver un hijo <strong>de</strong> Venezuela al seno <strong>de</strong> la patria? En realidadcomprendía que el paso que pensaba dar era impru<strong>de</strong>nte,por <strong>de</strong>cir lo menos, pero lo justificaba en su propio concepto porla importancia <strong>de</strong>l propósito. A<strong>de</strong>más ¿cómo <strong>de</strong>cepcionar a suprimo? ¿Cómo <strong>de</strong>cepcionarse a sí misma? Reflexionaba quenada le era tan hace<strong>de</strong>ro como ausentarse sin inspirar sospechas,porque generalmente pasaba la noche al aire libre, como seacostumbra en las sabanas, cerca <strong>de</strong>l rancho <strong>de</strong> sus primas lasGamarras, <strong>de</strong> modo que si salía a caballo cualquier noche, cuandolos emigrados estuviesen reunidos alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> la cabaña <strong>de</strong>doña Rosaura, tendría tiempo <strong>de</strong> ir a consi<strong>de</strong>rable distancia y <strong>de</strong>regresar antes <strong>de</strong> amanecer.Decidida a aventurarse se procuró papel y lápiz con las sobrinas<strong>de</strong>l cura, bajo el pretexto <strong>de</strong> copiar una <strong>de</strong> las canciones <strong>de</strong>los maromeros, y escribió <strong>de</strong> prisa unas cuantas líneas, fijandoel Estero <strong>de</strong>l Chigüire, distante <strong>de</strong> Cunaviche cerca <strong>de</strong> cuatrohoras <strong>de</strong> recio viaje a caballo, como punto <strong>de</strong> cita, y fijó tambiénla oportunidad para la tercera noche a contar <strong>de</strong> la fecha.Entregó la carta al chinganero, que vagaba por entre las cabañascon el propósito <strong>de</strong> que representara la ocasión <strong>de</strong> recibir respuestapara su comitente; luego buscó a su prima. Peta (sic)Gamarra y le pidió consejo y ayuda para llevar a cabo la ejecución<strong>de</strong> su proyecto; su confi<strong>de</strong>nte convino al punto en ocultar165


su ausencia mediante toda clase <strong>de</strong> estratagemas, y a<strong>de</strong>más leofreció proporcionarle una caballo para el viaje, con lo cual unay otra, con casi idéntica ansiedad, esperaron la noche <strong>de</strong> la cita.A medida que el tiempo avanzaba, temieron en más <strong>de</strong> unaocasión que cualquier movimiento imprevisto <strong>de</strong> las tropas <strong>de</strong>Páez, o <strong>de</strong>l ejército español, pudiera servir <strong>de</strong> obstáculo para laentrevista, pero al fin llegó la noche fijada y con reprimida alegríaambas primas vieron reunirse la habitual concurrencia entorno al rancho <strong>de</strong> doña Rosaura; a las calladas y con paso presurosofuéronse a orillas <strong>de</strong> la laguna, don<strong>de</strong> Peta, fiel a su ofrecimiento,había ocultado un caballo <strong>de</strong> silla en el cual, envueltaen una manta y disimulando su larga cabellera bajo un sombrero,montó a juanita llena <strong>de</strong> emoción, y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> recomendara su prima que rezara un doble rosario por su seguridad y buenéxito, emprendió camino al Estero <strong>de</strong>l Chigüire.La suerte <strong>de</strong> Felipe Gómez había producido honda y perdurableimpresión en el ánimo <strong>de</strong> Castro, pues <strong>de</strong>testaba la crueldadque pudo autorizar aquel acto inhumano y sentía la humillaciónque se le impuso cuando el comandante en jefe españolrechazó con escarnio sus gestiones por la vida <strong>de</strong>l pariente.Cada hecho <strong>de</strong>l ejército invasor, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que penetraron en las llanuras,había contribuido a abrir sus ojos respecto a la evi<strong>de</strong>nteinjusticia <strong>de</strong> una causa, para cuyo sostenimiento lo trajeron inesperadamente<strong>de</strong> España a su país nativo. Había presenciado,avergonzándose <strong>de</strong> contribuir aun con su sola presencia a semejanteatentado, el incendio <strong>de</strong> al<strong>de</strong>as y granjas, y el sacrificio <strong>de</strong>aquellos in<strong>de</strong>fensos campesinos que habían tenido la <strong>de</strong>sgracia<strong>de</strong> caer en manos <strong>de</strong> los realistas, por todo lo cual comprendíamuy bien que los jefes <strong>de</strong> las tropas en cuyas filas estaba alistadocontra su voluntad, obe<strong>de</strong>cían más bien a sed <strong>de</strong> venganza ya su ingénita propensión a los actos <strong>de</strong> crueldad que al honroso<strong>de</strong>seo <strong>de</strong> servir a la causa <strong>de</strong> su soberano.En efecto, la lucha no era ni lo había sido <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el principio<strong>de</strong> la revolución, entre el rey <strong>de</strong> España y sus colonias, sinoentre una horda <strong>de</strong> bárbaros, por una parte, encabezados por166


unos cuantos déspotas militares, cuyo primero, si no único fin,consistía en enriquecerse mediante las más insólitas y rigurosasextorsiones; y por la otra parte un pueblo perseguido, instigadoa la resistencia por las injurias pa<strong>de</strong>cidas y al fin obligado arecurrir a las armas como un amparo contra la opresión.Amén <strong>de</strong> estas consi<strong>de</strong>raciones <strong>de</strong> or<strong>de</strong>n público que <strong>de</strong>modo necesario atraían su atención, Castro, en diversas oportunida<strong>de</strong>s,se vio últimamente herido, muy a lo hondo, en sus sentimientospersonales, pues Morillo había aprovechado todas lasocasiones, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la infructuosa mediación a favor <strong>de</strong> su primo,para proferir <strong>de</strong>spiadados sarcasmos contra todos los criollos,sin ninguna excepción; cierta vez, como Castro se aventurara areplicar contra lo que juzgaba una injustificable indignidad, elcomandante en jefe, ofendido por su actitud, lo tuvo en arrestopor algunos días. Su amigo La Torre, participaba a lo vivo <strong>de</strong> susresentimientos, llegando a <strong>de</strong>clarar repetidas veces con su acostumbradaviolencia, que si él hubiese recibido un trato semejanteno habría continuado ni un momento más en una situaciónque lo obligaba a soportarlo.Aunque tales razonamientos no llegaban hasta inducirlo a darun paso tan <strong>de</strong>finitivo como el <strong>de</strong> irse al campo <strong>de</strong> los patriotas,las i<strong>de</strong>as <strong>de</strong> su amigo ejercían influencias en el ánimo <strong>de</strong> Castro,y ocurrió una circunstancia justamente <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> enviar elbillete a Juanita Gómez, que lo <strong>de</strong>terminó por completo a abandonarel ejército realista, en la única forma posible para él; es<strong>de</strong>cir, uniéndose en el acto a sus compatriotas y justificándose,mediante sus futuros servicios, <strong>de</strong>l <strong>de</strong>lito <strong>de</strong> haber combatidotanto tiempo contra sus liberta<strong>de</strong>s.La circunstancia aludida fue la siguiente: las guardias ypiquetes, <strong>de</strong>stinadas al servicio <strong>de</strong>l campamento, habían sidollamados y formados, como <strong>de</strong> costumbre, frente al ejército; eloficial <strong>de</strong> campo los había revistado y estaba a punto <strong>de</strong> darlesla contraseña, cuando llegó Morillo, a caballo, junto con suse<strong>de</strong>canes; acertó a observar a Castro entre los oficiales elegidospara hacer guardia y averiguó para qué aposta<strong>de</strong>ro lo habían167


<strong>de</strong>signado; al saber que se le <strong>de</strong>stinaba a un piquete avanzado,dispuso que lo trasladaran a alguna guardia <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l campamento,diciendo que el ejército realista se encontraba hartocerca <strong>de</strong> los insurgentes para que se confiase a un criollo un <strong>de</strong>stacamentoapartado <strong>de</strong>l grueso <strong>de</strong> las tropas.Castro consi<strong>de</strong>ró el insulto que se le irrogaba ante todo elejército, como causa suficiente para eximirlo <strong>de</strong> continuar sirviendobajo las ban<strong>de</strong>ras españolas, y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces esperabacon impaciencia la oportunidad en que pudiera vengarse <strong>de</strong> unjefe, a quien por todos los motivos <strong>de</strong>bía consi<strong>de</strong>rar tanto personalcomo patrióticamente, su más encarnizado enemigo; lo alentóen su resolución, si es que necesitaba que se la confirmasen,la respuesta a su billete, recibida por órgano <strong>de</strong>l fiel maromero,<strong>de</strong> suerte que ya sólo le preocupaba que su turno <strong>de</strong> guardia nocoincidiese con la noche fijada, pues, aunque resuelto a <strong>de</strong>jar elservicio, repugnábale la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> unir a la <strong>de</strong>serción el <strong>de</strong>lito aunmás grave <strong>de</strong> abandonar un puesto que le hubiesen confiadosolemnemente. Sin embargo, este era un caso muy improbableporque a consecuencia <strong>de</strong> la <strong>de</strong>sconfianza con que lo veía elgeneral por sus opiniones, expresada en forma tan pública, ya nose le <strong>de</strong>signaba sino para los piquetes <strong>de</strong> campamento.Cuando tocaron retreta la noche <strong>de</strong> su proyectada <strong>de</strong>serciónpresenció con profundo abatimiento la última revista, pasada asu gente, a que iba a asistir en toda la vida. Aunque convencidoen absoluto <strong>de</strong> la necesidad <strong>de</strong>l paso que premeditaba y satisfecho<strong>de</strong> que su honor le aconsejaba unirse a las filas <strong>de</strong> sus compatriotasantes que seguir al servicio <strong>de</strong> los opresores, sinembargo, no podía <strong>de</strong>sechar la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que todo el que se dirigíaa él había penetrado sus intenciones. Mandó ensillar su caballo,sin que <strong>de</strong>spertara la menor sospecha, porque su asistente supusoque le habrían or<strong>de</strong>nado hacer servicio <strong>de</strong> patrulla, y cuandotodo estuvo listo, porque <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego no llevaba nada consigofuera <strong>de</strong> su maleta militar, entró en la tienda <strong>de</strong>l joven La Torrecon el objeto <strong>de</strong> ver, acaso por la vez última, al único amigo168


cuya separación tenía motivos <strong>de</strong> lamentar, entre todos loscamaradas cuya compañía estaba a punto <strong>de</strong> abandonar.Encontró a su buen camarada, sentado en su cama <strong>de</strong> campañay junto con otros oficiales que se entretenían en fumar cigarros,único lujo que restaba aún <strong>de</strong> los acopios que habían traído<strong>de</strong> Caracas, porque al ejército no se lograba traer provisiónalguna <strong>de</strong>s<strong>de</strong> los almacenes <strong>de</strong> San Fernando, a causa <strong>de</strong> lascorrerías <strong>de</strong>l <strong>de</strong>stacamento a las ór<strong>de</strong>nes <strong>de</strong> Rangel. Castroentregó la lista <strong>de</strong> su gente como <strong>de</strong> costumbre y se <strong>de</strong>spidiópretextando una indisposición con el objeto <strong>de</strong> evadir el ruegoinsistente <strong>de</strong> La Torre para que se quedase; luego montó el caballo,que el asistente tenía ya listo, y cabalgó <strong>de</strong>spacio hasta loslimites <strong>de</strong>l campamento, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> 1o cual le soltó las riendasy en breve perdió <strong>de</strong> vista las hogueras <strong>de</strong> vigilancia.(1) Acto I, escena V. – Nota <strong>de</strong>l traductor.(2) Estos sonajeros son las escandalosas maracas <strong>de</strong> las murgas populares. “Lamaraca se hace con el calabazo o fruto <strong>de</strong> totumo, al cual <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> asada y extraídala pulpa y horadado convenientemente se le introducen semillas <strong>de</strong> capacho o unpalillo o mango que sirve para agitarla. Es un instrumento usado en ciertos bailespopulares. Hácense asimismo <strong>de</strong> metal para entretenimiento y solaz <strong>de</strong> los niños.“En las diversiones llamadas joropos imitan con las maracas el empleo <strong>de</strong> las castañuelas”,.—Salvador N. Llamozas. Ensayo sobre el Arte en Venezuela II (JulioCalcaño, El Castellano en Venezuela, 1027).


CAPÍTULO XIUN JEFE PATRIOTA.—EMBOSCADAEstri<strong>de</strong>nte como el chillar <strong>de</strong>l chorlito resonó la señal<strong>de</strong> peñasco en peñasco, y al momento surgieron <strong>de</strong>arboledas y matorrales morriones y espadas y arcosen tensión. A diestra, a siniestra, por lo alto, por lobajo, brotaron a un tiempo los enemigos en acecho yaquel silbido atrajo al punto quinientos soldados queguarnecieron el valle.—La Dama <strong>de</strong>l LagoEl coronel Esteban Rangel (1) quien, como ya queda dicho,había sido <strong>de</strong>stacado por Páez <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el campamento <strong>de</strong>Cañafístola con la or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> cortar las comunicaciones entre laretaguardia española, mandada por López (jefe que se había fortificadoentre las ruinas <strong>de</strong> San Fernando), y el ejército <strong>de</strong>Morillo, que acampaba en las sabanas, era oriundo <strong>de</strong> la comarcamontañosa, comprendida en jurisdicción <strong>de</strong> Mérida. Supadre, el europeo don Cipriano Rangel, había sido gobernador<strong>de</strong> Mérida y adquirió gran<strong>de</strong>s propieda<strong>de</strong>s en las inmediaciones<strong>de</strong> la ciudad. Fue miembro <strong>de</strong> la Junta Suprema el año <strong>de</strong> 1809(sic), cuando Venezuela resolvió poner en práctica para asegurarsela tranquilidad, medidas semejantes a las ya adoptadas pordiversas provincias <strong>de</strong> la propia España.Don Cipriano fue también uno <strong>de</strong> los miembros <strong>de</strong>l Congreso<strong>de</strong> Caracas que firmaron la primera <strong>de</strong>claración <strong>de</strong> in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>nciacolonial el memorable 5 <strong>de</strong> julio <strong>de</strong> 1811. Así por este acto,como por haber servido en calidad <strong>de</strong> segundo jefe con elvaliente aunque <strong>de</strong>sgraciado Marqués <strong>de</strong>l Toro, durante la frustradaexpedición contra el <strong>de</strong>partamento hostil <strong>de</strong> Maracaibo se171


había distinguido entre los primeros partidarios <strong>de</strong> la revolucióny era en consecuencia uno <strong>de</strong> aquellos a quienes el gobiernoespañol tenía señalados para aniquilarlos en la primera oportunidad.No transcurrió mucho tiempo antes <strong>de</strong> que cayese en po<strong>de</strong>r<strong>de</strong> los enemigos. Figuraba en la lista <strong>de</strong> las primeras victimassacrificadas a la venganza <strong>de</strong>l sanguinario Montever<strong>de</strong>, y fueherido <strong>de</strong> tanta gravedad en el combate que precedió a su rendición,que hubo <strong>de</strong> ser conducido en una carreta <strong>de</strong> bueyes, juntocon varios otros <strong>de</strong>sventurados prisioneros, en análoga circunstancia,a la plaza escogida para las diarias ejecuciones. Comoagravante al castigo en el caso <strong>de</strong> aquellos que habían sidomiembros <strong>de</strong>l Congreso o que <strong>de</strong> algún modo se señalaron encalidad <strong>de</strong> corifeos durante la lucha por la libertad; fueron con<strong>de</strong>nadosa expiar en el cadalso la traición <strong>de</strong> que se les acusaba,recibiendo la muerte <strong>de</strong> manos <strong>de</strong>l verdugo ordinario, pues seles negaba con estudiada malignidad el privilegio <strong>de</strong> morircomo soldados, no obstante sus encarecidos ruegos.Don Esteban, que para entonces apenas contaba diecisieteaños <strong>de</strong> edad, había acompañado a su padre durante aquellasprimeras campañas, y compartido sus prisiones, cuandoMonterver<strong>de</strong> violó el solemne pacto bajo el cual había capituladoél; pero a causa <strong>de</strong> su juventud se le otorgó la única misericordiaque podía esperarse <strong>de</strong>l general español: fue públicamenteflagelado en las cuatro esquinas <strong>de</strong> la plaza, junto con variosotros jóvenes y distinguidos patriotas <strong>de</strong> su propia edad que a<strong>de</strong>más<strong>de</strong> pa<strong>de</strong>cer esta bárbara pena, fueron obligados a presenciarla ejecución <strong>de</strong> parientes y amigos, efectuada inmediatamente<strong>de</strong>spués.Con refinada crueldad don Esteban fue colocado bajo lamisma horca en que iba a morir su valiente progenitor.Ro<strong>de</strong>ados como estaban <strong>de</strong> guardias, sólo pudieron <strong>de</strong>cirseadiós con mudos a<strong>de</strong>manes, pero el joven juró entonces <strong>de</strong>modo solemne vengar la muerte <strong>de</strong> su padre y su propia afrenta,o perecer en la pugna.172


Terminadas las ejecuciones, los prisioneros sobrevivientesfueron conducidos <strong>de</strong> nuevo a la mazmorra y <strong>de</strong> allí enviados atrabajar en las fortificaciones <strong>de</strong> Mompox. La ruda labor que seles imponía como a esclavos, la escasa alimentación que lesconcedían las autorida<strong>de</strong>s y la insalubre humedad <strong>de</strong> las casamatasen que se apiñaban por la noche, sin poseer siquiera unpoco <strong>de</strong> paja con que proteger sus escuálidos miembros contrael gélido pavimento, en breve libertaron <strong>de</strong> la esclavitud mayorparte <strong>de</strong> ellos.Sin embargo, tantos males no ejercieron influencia en elánimo <strong>de</strong> don Esteban, porque el espectáculo que había presenciadoen la plaza <strong>de</strong> Caracas se mantenía fijo ante sus ojos y élse sostenía entre todo género <strong>de</strong> fatigas, privaciones y enfermeda<strong>de</strong>spor la esperanza <strong>de</strong> vengarse. Nunca se le vio conversandocon sus compañeros <strong>de</strong> prisión y ejecutada su diaria labor sinuna protesta y aun con aparente alegría, por lo cual se granjeópoco a poco la benevolencia <strong>de</strong>l carcelero, quien terminó porcreer que los azotes recibidos habían domeñado su espíritu yque el terror causado por la muerte <strong>de</strong> su padre le había reducidoa la docilidad y la obediencia. En consecuencia se dieronbuenos informes <strong>de</strong> él al gobernador militar <strong>de</strong> Mompox en una<strong>de</strong> las visitas <strong>de</strong> inspección que practicaba todos los meses en lapenitenciaría y ello le valió que le librasen <strong>de</strong> los grillos con lapromesa <strong>de</strong> que si su conducta continuaba siendo durante seismeses, a partir <strong>de</strong> entonces, tan satisfactoria para su cómitre,como lo era hasta a1lí, se le eximiría <strong>de</strong>l trabajo cotidiano en lasfortificaciones y quedaría como simple prisionero hasta queexpirase el término <strong>de</strong> su con<strong>de</strong>na.Tan pronto como lo <strong>de</strong>spojaron <strong>de</strong> los hierros huyó a lasmontañas <strong>de</strong> Mérida, escondiéndose por el día en los bosques yviajando por la noche hasta que hubo llegado a la heredad <strong>de</strong> supadre. Allí se encontró conque las tierras habían sido confiscadasy vendidas por el gobierno colonial, en cumplimiento <strong>de</strong> un<strong>de</strong>creto dictado por la Regencia española <strong>de</strong> Cádiz, pero cuandose dio a conocer a algunos <strong>de</strong> los antiguos colonos <strong>de</strong> su padre173


fue muy bien recibido por ellos, con todos los miramientos queentonces podían prodigarle; y ocu1táronlo, libre <strong>de</strong> toda probabilidad<strong>de</strong> ser <strong>de</strong>scubierto, entre chozas que aquellos construíanpara sí mismos en las más remotas quebradas o gargantas <strong>de</strong> lamontaña que podían encontrarse en la región habitable <strong>de</strong> laCordillera.Halló a los paisanos unánimemente <strong>de</strong>scontentos con la conducta<strong>de</strong> su nuevo señor, el cual, convencido como estaba <strong>de</strong> laprecaria índole <strong>de</strong> su tenencia, nula y vana tan pronto como lospatriotas recuperasen el dominio <strong>de</strong>l país, se apresuraba a recogerel mayor provecho posible mientras podía conservar laposesión. A este fin elevó las rentas, práctica por <strong>de</strong>más insólitaen Suramérica, e insistió en que todos los atrasos fuesen inmediatamentesatisfechos, amenazando, caso <strong>de</strong> no hacerlo así, con<strong>de</strong>nunciar a los morosos como insurgente solapados y con pedirapoyo a la guarnición española <strong>de</strong> Trujillo (sic) para lograr elpago o secuestrar ganados en compensación.La ira <strong>de</strong> los colonos provocada tanto por la ignominiosa ejecución<strong>de</strong> su antiguo señor, don Cipriano, como por el crueltrato que se dada a su hijo, a quien consi<strong>de</strong>raban lo más injustamente<strong>de</strong>spojado <strong>de</strong> la propiedad paterna, no tuvo límite alguno,<strong>de</strong> suerte que resolvieron levantarse en masse todos los quepodían llevar armas, en número como <strong>de</strong> quinientos, por logeneral pertenecientes al vecindario inmediato.Simón Bolívar, que acababa <strong>de</strong> regresar <strong>de</strong> Santo Domingo(sic), con armamento y voluntarios, encontrábase formando unejército en el valle <strong>de</strong> Sogamozo, con autorización <strong>de</strong>l gobiernoin<strong>de</strong>pendiente <strong>de</strong> Cundinamarca y se preparaba a cruzar laCordillera con el propósito <strong>de</strong> acudir una vez más en auxilio <strong>de</strong>su país natal. El contingente que le llevó el joven Rangel eraoportuno y admisible, aunque sólo consistía en una muchedumbre<strong>de</strong>sarmada e indisciplinada. Bolívar penetró en la provincia<strong>de</strong> Cumaná (sic), al frente <strong>de</strong> su expedición <strong>de</strong> reclutas, que enbreve halló medio <strong>de</strong> suplir todas sus <strong>de</strong>ficiencias <strong>de</strong> armas,174


municiones y vestuarios, sorprendiendo y <strong>de</strong>rrotando aMontever<strong>de</strong> en Vigirima y Araure (2).<strong>Las</strong> bajas pa<strong>de</strong>cidas por los patriotas en éstos y en posteriorescombates fueron necesariamente gran<strong>de</strong>s, <strong>de</strong> modo quecuando Morillo penetró en las pampas, Rangel, que había obtenidoel grado <strong>de</strong> coronel, no podía pasar revista ni a quinientos<strong>de</strong> sus partidarios, proce<strong>de</strong>ntes <strong>de</strong> Mérida, los cuales formabanescuadrones <strong>de</strong> lanceros, no inferiores a ninguno otro en losejércitos <strong>de</strong> Venezuela; cada soldado manejaba también unacarabina y así el regimiento se veía en actitud <strong>de</strong> luchar eventualmentecomo cuerpo <strong>de</strong> infantería, cuando lo requería lanaturaleza <strong>de</strong>l terreno. <strong>Las</strong> flámulas <strong>de</strong> las lanzas eran <strong>de</strong> tela <strong>de</strong>algodón blanco con un hierro <strong>de</strong> lanza pintado <strong>de</strong> rojo en el centro,y la tropa había jurado no dar ni recibir cuartel en ningunaocasión ni en circunstancia alguna.Tal el jefe y tal la tropa <strong>de</strong>stacados para hostigar la retaguardia<strong>de</strong>l ejército español. El regimiento esguazó el Arauca por elpaso <strong>de</strong> Caujaral y se <strong>de</strong>tuvo en la arruinada al<strong>de</strong>a <strong>de</strong> San Juan<strong>de</strong> Payara, que había sido una <strong>de</strong> las más bellas y populosas <strong>de</strong>los Llanos, antes <strong>de</strong> la última invasión <strong>de</strong> los realistas, cuandosus habitantes la abandonaron al acercarse Morillo, para huir aCunaviche. El general español or<strong>de</strong>nó <strong>de</strong>struirla en castigo <strong>de</strong>aquella <strong>de</strong>fección, mandato que sus tropas no lograron ejecutarsino en parte, aunque estaban lejos <strong>de</strong> esquivarlo, a causa <strong>de</strong> quelas macizas tapias <strong>de</strong> los edificios burlaron sus esfuerzos durantela breve estación que hicieron allí; sin embargo, la mayorparte <strong>de</strong> los techos, construidos con pencas <strong>de</strong> palma, fueronreducidos a ceniza y los restos carbonizados <strong>de</strong> las vigas comunicabanal sitio aspecto <strong>de</strong> <strong>de</strong>solación. <strong>Las</strong> escasas puertas queexistían aún, pues la mayor parte fueron rotas para hacer leña,veíanse quemadas por el fuego que consumió el interior <strong>de</strong> lascasas. Por las calles rodaban fragmentos <strong>de</strong> muebles, <strong>de</strong>spedazadossin necesidad, junta con canastas <strong>de</strong> toda forma y tamaño,llenas <strong>de</strong> vestidos y <strong>de</strong> ropas <strong>de</strong> cama, arrojados <strong>de</strong> las habita-175


ciones, durante la pesquisa que se había practicado, en busca <strong>de</strong>más valioso botín.En el centro <strong>de</strong> la plaza y en diversos lugares <strong>de</strong> los alre<strong>de</strong>dores,don<strong>de</strong> habían estacionado piquetes podían versé aún lostizones <strong>de</strong> las hogueras <strong>de</strong> vigilancia que sin duda fueron alimentadascon ma<strong>de</strong>ra proce<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> las antiguas arcas <strong>de</strong> cedroesculpido, <strong>de</strong> las sólidas mesas <strong>de</strong> caoba y <strong>de</strong> los pesados escaños,extraídos con tal propósito <strong>de</strong> las casas más próximas. Lacasa parroquial, contigua a la iglesia, pa<strong>de</strong>ció también las consecuenciascomunes <strong>de</strong> la <strong>de</strong>vastación; sus muebles, <strong>de</strong> estilomás mo<strong>de</strong>rno y <strong>de</strong>l mejor material que el moblaje <strong>de</strong> los feligreses,habían sido amontonados y quemados contra la encaladapared, como el medio más rápido <strong>de</strong> <strong>de</strong>sfigurarla; los libros queconstituían la biblioteca y que el párroco no pudo llevarse consigoaunque eran <strong>de</strong> incalculable valor para el solitario Cura <strong>de</strong>una remota al<strong>de</strong>a campesina, yacían rotos y <strong>de</strong>sparramados porla plaza, frente a las ventanas.La propia iglesia escapó probablemente a las llamas porqueel techo era <strong>de</strong> tejas, pero las puertas se hallaban <strong>de</strong>svencijadasy en astillas a causa <strong>de</strong> los disparos que se le hicieron con manoimpía, mientras las imágenes <strong>de</strong> los santos que antes <strong>de</strong>corabanlos muros y a los cuales se contemplaba con supersticiosa veneración,fueron arrojadas <strong>de</strong> sus nichos y yacían por el suelo. Elsagrado recinto fue convertido en barraca por un pelotón <strong>de</strong>caballería, <strong>de</strong>l cual restaban huellas inequívocas, y ahora servia<strong>de</strong> refugio, durante el bochorno <strong>de</strong>l día, al ganado cerril <strong>de</strong> lavecindad. Unos cuantos perros famélicos que parecían esperarel regreso <strong>de</strong> sus dueños, aullaban a las puertas <strong>de</strong> las cabañasabandonadas, o escarbaban en busca <strong>de</strong> huesos las extinguidashogueras <strong>de</strong>l campamento español.Rangel <strong>de</strong>cidió convertir esta plaza en centro <strong>de</strong> operaciones<strong>de</strong> su <strong>de</strong>stacamento y colocó dos reducidos piquetes en los dosúnicos caminos que van <strong>de</strong> San Fernando a la llanura, a través<strong>de</strong> la selva que se dilata entre San Juan y aquella población; diólesor<strong>de</strong>n <strong>de</strong> regresar y traerle noticia si veían que algún <strong>de</strong>sta-176


camento enemigo se acercaba rumbo a la sabana. No permanecieronmuchos días en aquella posición, cuando un carabinero,perteneciente a uno <strong>de</strong> los piquetes avanzados, llegó corriendo ala al<strong>de</strong>a, un poco antes <strong>de</strong> amanecer, con la noticia <strong>de</strong> que unconvoy <strong>de</strong> mulas que se suponía cargado <strong>de</strong> vituallas y pertrechospara el ejército <strong>de</strong> Morillo había salido <strong>de</strong> San Fernando lanoche anterior, <strong>de</strong>teniéndose como a media noche junto a uncaño <strong>de</strong> escasas dimensiones, cerca <strong>de</strong>l punto don<strong>de</strong> acampabael piquete a que pertenecía el mensajero. También comunicó queuna partida <strong>de</strong> infantería española, como <strong>de</strong> quinientos hombresescoltaba el convoy y que el piquete, al <strong>de</strong>scubrir su aproximaciónhabía retrocedido, sin que lo observaran, a dos leguas <strong>de</strong>San Juan <strong>de</strong> Payara, don<strong>de</strong> se situó en emboscada. Rangel or<strong>de</strong>nóen el acto a su tropa <strong>de</strong> flor, consistente en unos sesenta hombresescogidos entre sus mejores soldados, que ensillaran y losiguieranEl bosque situado en el camino <strong>de</strong> San Fernando está completamentelibre <strong>de</strong> matorrales y no presenta más obstáculo a lamarcha <strong>de</strong> la caballería que las nudosas ramas <strong>de</strong> los congriosque <strong>de</strong> cuando en cuando suelen inclinarse más que <strong>de</strong> costumbre,o las gigantescas plantas trepadoras llamadas bejucos quese enredan <strong>de</strong> árbol a árbol en espirales semejantes a los anillos<strong>de</strong> un boa. A través <strong>de</strong> esta selva las tropas siguieron el caminomás corto para llegar al paraje don<strong>de</strong> sus compañeras se habíanemboscado, celebrando <strong>de</strong> antemano, mientras marchaban<strong>de</strong>trás <strong>de</strong> su jefe, en fila <strong>de</strong> uno en fondo y en silencio, la próximaescaramuza y el pillaje <strong>de</strong>l con voy enemigo; objetos ambosque regocijan a toda guerrilla. Encontraron a sus camaradas piéen tierra, carabina en mano, y con las bestias arrendadas a losárboles y a cierta distancia <strong>de</strong>l presunto campo <strong>de</strong> lucha, comoprecaución indispensable contra los fuegos <strong>de</strong> la escolta quevenía acercándose.El lugar escogido para ten<strong>de</strong>r la emboscada hallábase en unaparte espesa <strong>de</strong>l bosque, don<strong>de</strong> el camino penetraba en unasabaneta, cuya longitud mediría como un tiro <strong>de</strong> bayesta, pues177


conjeturaron que los muleteros <strong>de</strong>l convoy iban a <strong>de</strong>tenerse allícon el propósito <strong>de</strong> apretar las cinchas y acomodar las cargasque se hubieran <strong>de</strong>sarreglado por el roce contra los árboles en elangosto pasaje; a<strong>de</strong>más, la escolta, que dividida en dos gruposprecedía y seguía al arreo <strong>de</strong> mulas, se reconcentraría en aquelsitio, <strong>de</strong> modo indudable y era pasible que también se entremezclasecon los animales <strong>de</strong> carga y sus conductores, por todo locual sería más fácil ro<strong>de</strong>arla que cuando estuviera dividida endos trozas <strong>de</strong> vanguardia y retaguardia, ocupando consi<strong>de</strong>rabletrecho en la línea <strong>de</strong> marcha.Rangel hizo <strong>de</strong>smontara su gente y la estacionó junto alpiquete. A poco se comenzaron a oír el tintineo <strong>de</strong> la mula campaneray el alegre canto <strong>de</strong> las arrieros; los troncos <strong>de</strong> los árboleseran bastante gruesos para proteger a cada uno <strong>de</strong> las soldadas<strong>de</strong> la emboscada ocultos tras ellos, y como en San Fernandono se sospechaba siquiera que partida alguna <strong>de</strong> insurgentes seaventurase a <strong>de</strong>spren<strong>de</strong>rse <strong>de</strong>l núcleo <strong>de</strong>l ejército, mientrasMorillo estuviese en las pampas, la escolta avanzaba con todaconfianza y creyéndose muy segura. Cuando la vanguardia llegóal límite extremo <strong>de</strong> la Sabaneta, el oficial que la mandaba dioor<strong>de</strong>n <strong>de</strong> hacer alto y habiéndose sentado al pie <strong>de</strong> un árbol, sussoldados imitaron el ejemplo; las mulas se dispersaban poraquel estrecho paño <strong>de</strong> sabana, a medida que iban llegando, yunas se echaban con la carga mientras otras pacían. Luego llególa retaguardia, confundiéndose poco a poco entre las acémilas,como Rangel lo había previsto, con el <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n que suele acompañara un <strong>de</strong>scanso <strong>de</strong> tropa, cuando no existen probabilida<strong>de</strong>s<strong>de</strong> riesgo.Rangel, escogió aquel momento para dar la señal <strong>de</strong>l combate,consistente en el vibrante toque <strong>de</strong> una corneta mediana quesiempre l1evaba consigo, y los fuegos rompieron en el actosobre 1os <strong>de</strong>sprevenidos enemigos. Varios <strong>de</strong> la escolta cayeronsin vida o heridos mortalmente a la primera <strong>de</strong>scarga, contribuyendolas mulas a aumentar la confusión, mientras huían a laloca, heridas algunas y todas espantadas con el estrépito <strong>de</strong> la178


tirería y los gritos entusiastas <strong>de</strong> la emboscada. Los carabineroscargaron <strong>de</strong> nuevo sus armas con la rapi<strong>de</strong>z y facilidad que lespermitían las cortas dimensiones <strong>de</strong> ellas, y antes que los españoleshubiesen tenido tiempo <strong>de</strong> <strong>de</strong>sabrochar los cubre-llavesles dispararon otra <strong>de</strong>scarga.Los sargentos, que habían asumido el mando por muerte <strong>de</strong>todos los oficiales, reorganizaron ambos pelotones, y éstoscomenzaron a hacer fuego con la seguridad y rapi<strong>de</strong>z que distinguea las tropas disciplinadas, aunque lo <strong>de</strong>nso <strong>de</strong>l humo quediscurría en blancas nubes por entre los árboles, impedíalestomar una puntería fija. En tanto los carabineros, cada uno<strong>de</strong>trás <strong>de</strong> un tronco, continuaban su fuego terrible, siempre quela brisa, arrastrando la humareda, les permitía distinguir al enemigohasta que los pocos individuos <strong>de</strong> la escolta que aun quedabanen pié, o heridos levemente, emprendieran <strong>de</strong> nuevo lamarcha, tratando <strong>de</strong> abrirse paso en dirección <strong>de</strong> San Fernando.Habían oído los gritos <strong>de</strong> “¡Viva Rangel!” lanzados <strong>de</strong>s<strong>de</strong> laemboscada al comienzo <strong>de</strong>l ataque y comprendieron que eravana la esperanza <strong>de</strong> recibir cuartel; por lo cual no intentaronentrar en tratos sino que iniciaron la retirada con entera resolucióny cruzándose disparos ocasionales en la selva, aunque enposición muy <strong>de</strong>sventajosa, con sus casi invisibles enemigos,que los persiguieron mortal e implacablemente hasta que cayóel último <strong>de</strong> los fugitivos.Mientras se cumplía aquella obra <strong>de</strong> muerte el nombre <strong>de</strong>don Cipriano Rangel, padre <strong>de</strong>l jefe <strong>de</strong> la tropa, oíase repetidasveces, mezclado a los gritos <strong>de</strong>: “¡Mueran los godos!” y no sedisparó el últi1mo tiro mientras continuó respirando uno solo <strong>de</strong>los <strong>de</strong>rrotados, aunque fuese un herido. Por or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> Rangelrecogieron luego las armas, y equipos <strong>de</strong> los muertos, cargándolosen las mulas que no estaban heridas, y en las cuales distribuyerontambién el cargamento <strong>de</strong> las acémilas muertas o moribundas.Y regresaron a San Juan <strong>de</strong> Payara con el capturadoconvoy.179


(1) El coronel Antonio (y no Esteban) Rangel, nació el 13 <strong>de</strong> junio <strong>de</strong> 1788; lossucesos <strong>de</strong> 1810 lo sorprendieron cuando acababa <strong>de</strong> concluir estudios y <strong>de</strong> doctorarseen jurispru<strong>de</strong>ncia; <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces se incorporó al movimiento revolucionario y yapor los años <strong>de</strong> 1812 y 1813 milita en las caballerías <strong>de</strong> <strong>Barinas</strong>; sirve más tar<strong>de</strong> a lasór<strong>de</strong>nes <strong>de</strong> Páez y se <strong>de</strong>staca por su bravura en las campañas contra Morillo; asiste ala batalla <strong>de</strong> Carabobo el 24 <strong>de</strong> junio <strong>de</strong> 1821, don<strong>de</strong> aquilata su justo renombre; ymuere en Maracaibo el 24 <strong>de</strong> septiembre <strong>de</strong>l propio año.Era hijo <strong>de</strong> Juan José Rangel y <strong>de</strong> doña Nicolasa Becerra Morillo, ambos criollos;el primero <strong>de</strong> claro abolengo por los Rangel <strong>de</strong> Cuéllar, conquistadores y fundadores<strong>de</strong> ciuda<strong>de</strong>s. El don Cipriano Rangel, que le atribuye como padre a nuestro héroe elautor <strong>de</strong> la narración, carece <strong>de</strong> i<strong>de</strong>ntidad.El Dr. Vicente Dávila, autor <strong>de</strong> Próceres Meri<strong>de</strong>ños, ha tenido la cortesía <strong>de</strong>suministrarnos los siguientes datos genealógicos:“Los Rangel <strong>de</strong> Cuéllar.1) Antón Esteban Rangel, capitán conquistador y poblador, fue <strong>de</strong> los compañeros<strong>de</strong> Pedro <strong>de</strong> Ursúa en la conquista <strong>de</strong> los Musos, don<strong>de</strong> salió herido <strong>de</strong>flecha enherbolada; <strong>de</strong>l mismo Ursúa y <strong>de</strong> Ortún Velázquez <strong>de</strong> Velasco en lafundación <strong>de</strong> Pamplona en 1549, y <strong>de</strong> Juan Maldonado en la <strong>de</strong> San Cristóbal,la cual tuvo efecto el 31 <strong>de</strong> marzo <strong>de</strong> 1561; allí fue uno <strong>de</strong> los primeros alcal<strong>de</strong>s,junto con Francisco Suárez. Casó con la española Juana <strong>de</strong> Rangel, ymurió a manos <strong>de</strong> los motilones <strong>de</strong>l río Zulia, siendo su encomen<strong>de</strong>ro. Padres<strong>de</strong>...2) Alonso Esteban Rangel, fundador <strong>de</strong> Salazar <strong>de</strong> las Palmas en 1583, don<strong>de</strong>fue alcal<strong>de</strong> por dos vidas, casó con María <strong>de</strong> Cuéllar. Padres <strong>de</strong>...3) Sebastián Rangel <strong>de</strong> Cuéllar, conquistador <strong>de</strong> los motilones, casó enMérida con la viuda <strong>de</strong> Alonso <strong>de</strong> Ribas, llamada Isabel <strong>de</strong> Cerrada, hija <strong>de</strong>lconquistador y <strong>de</strong> los fundores <strong>de</strong> Mérida, Hernando <strong>de</strong> Cerrada, y encomen<strong>de</strong>ra<strong>de</strong> indios. Sebastián murió en 1630. Padres <strong>de</strong>...4) Fernando Rangel <strong>de</strong> Cuéllar y Cerrada, alcal<strong>de</strong> ordinario <strong>de</strong> Mérida, en1658. Padre <strong>de</strong>...5) Nicolás Rangel <strong>de</strong> Cuéllar, alcal<strong>de</strong> ordinario en 1693, y fundador <strong>de</strong> unacapellanía en 1746 con tierras <strong>de</strong> Zurbarán y llanos <strong>de</strong> Pedrazar, casó con unaOspina. Padres <strong>de</strong>...180


6).—El maestre <strong>de</strong> campo Clemente Rangel <strong>de</strong> Cuéllar y Ospina, alcal<strong>de</strong> losaños <strong>de</strong> 1720, 1821 y 1826, casó con María Briceña <strong>de</strong>l Toro. Padres <strong>de</strong>...7) Antonio Rangel <strong>de</strong> Cuéllar y Briceño, que fue el primer patrón <strong>de</strong> la capellaníaque fundó su abuelo, y alcal<strong>de</strong> <strong>de</strong> la Santa Hermandad en 1747, y ordinario<strong>de</strong> Mérida en 1758 y 1759. Padres <strong>de</strong>...8) Juan José Rangel <strong>de</strong> Cuéllar y Briceño, nació en Mérida cerca <strong>de</strong> 1750 ycasó con Nicolasa Becerra Morillo. Fue <strong>de</strong> los comuneros <strong>de</strong> Mérida quesiguieron las aguas <strong>de</strong> los <strong>de</strong>l Socorros en 1781, y tomó parte en los sucesos<strong>de</strong> 1810, a pesar <strong>de</strong> su avanzada edad fue miembro <strong>de</strong>l ayuntamiento en 1813,contribuyó al esfuerzo <strong>de</strong>l canónigo meri<strong>de</strong>ño Uzcátegui Dávila para lareconstrucción <strong>de</strong> Mérida, <strong>de</strong>struida en parte con el terremoto <strong>de</strong>l 26 <strong>de</strong> marzo<strong>de</strong> 1812; tuvo que abandonar la ciudad nativa en septiembre <strong>de</strong> 1814, cuandoel éxodo <strong>de</strong> los patriotas meri<strong>de</strong>ños lograron regresar <strong>de</strong> San Antonio <strong>de</strong>lTáchira en 1815. Padres <strong>de</strong>...9) El Dr. Cnel. Antonio Rangel, prócer meri<strong>de</strong>ño, nació el 13 <strong>de</strong> junio <strong>de</strong>1788, y murió en Maracaibo <strong>de</strong> fibre en 24 <strong>de</strong> septiembre <strong>de</strong> 1821. Casño enMérida con Rosalía Pacheco, hija <strong>de</strong>l prócer meri<strong>de</strong>ño Santos Pacheco, quellegó a coronel. Padres <strong>de</strong>...10) Carlos Rangel Pacheco, nacido en Mérida, y hombre público <strong>de</strong>l Táchira,don<strong>de</strong> casó con Dolores Garbiras. Fue este Estado hombre público por más<strong>de</strong> medio siglo. Padres <strong>de</strong>...11) Carlos Rangel Garbiras, médico y jefe <strong>de</strong>l partido <strong>de</strong> Venezuela, <strong>de</strong> unaactuación <strong>de</strong> treinta años en la política. Casó en Caracas con Ana Teresa BáezElizondo. Tienen varios hijos”.— Nota <strong>de</strong>l traductor.(2).— Todo este relato es pura fantasía y el autor incurre en errores fundamentales<strong>de</strong> carácter geográfico como el <strong>de</strong> tergiversar el itinerario <strong>de</strong> Bolívar en la campaña<strong>de</strong> 1813 conduciéndolo directamente <strong>de</strong> Nueva Granada a la provincia <strong>de</strong> Cumaná.Por este y otros lapsus análogos, el narrador parece ignorar la topografía <strong>de</strong>l país,fuera <strong>de</strong> los Llanos. Los nombres <strong>de</strong> ciuda<strong>de</strong>s y lugares los estropea también a vuelta<strong>de</strong> hoja; por ejemplo Vigorima y Arauri, en este capítulo. Es cierto que se trata <strong>de</strong>un escritor inglés, y que en el caso presente, relata <strong>de</strong> oídas, porque no vino aVenezuela, sino <strong>de</strong> 1817 a 1818, pero aun así no se explica que confunda provinciastan distantes entre si como las <strong>de</strong> Trujillo y Cumaná; más a<strong>de</strong>lante, hablando <strong>de</strong>Zaraza, parece suponer que la misma provincia <strong>de</strong> Cumaná es limítrofe <strong>de</strong> la <strong>de</strong>Maracaibo.—Nota <strong>de</strong>l traductor.181


CAPÍTULO XVLA CITASin duda en una noche como ésta, Troilo enviaba sualma en un suspiro, hacía la tienda <strong>de</strong> los griegosdon<strong>de</strong> reposaba Créssida. En noche como ésta, Tisbehollaba el rocío con paso tímido y huyó asustada alpercibir la sombra imaginaria <strong>de</strong>l león.— El moro <strong>de</strong>Venecia (1)El Estero <strong>de</strong>l Chigüire, punto fijado para la entrevista <strong>de</strong>Andrés Castro y la hermosa llanera, estaba mucho más cerca <strong>de</strong>la laguna <strong>de</strong> Cunaviche que <strong>de</strong>l campamento español, por locual, Juanita Gómez, que pudo ponerse en marcha antes que suprimo, llegó primero que él al lugar <strong>de</strong> la cita. Descabalgó ysentó se a esperar bajo solitario moriche que se inclinaba sobreel <strong>de</strong>sembarca<strong>de</strong>ro <strong>de</strong>l paso, poniendo oído atento por si escuchabael trote <strong>de</strong>l caballo, que <strong>de</strong>bía oírse a través <strong>de</strong> la silenciosapampa, mucho antes <strong>de</strong> que negase su primo.La noche era clara y tranquila; las luciérnagas volaban comoradiantes chispas <strong>de</strong> fuego por entre las ramas <strong>de</strong> la añosa palmeray las esbeltas cañas que pueblan las orillas <strong>de</strong>l estero; rebaños<strong>de</strong> tímidos chigüires, <strong>de</strong> los cuales <strong>de</strong>riva su nombre el tremadal,y que estaban paciendo por la sabana a favor <strong>de</strong> la nochesumergiéronse a escape entre los juncos al mismo acercarse lallanera, pero en viendo que todo quedaba en calma abandonaronel agua otra vez, contemplándoseles confusamente a la tenue luz<strong>de</strong> las estrellas, mientras se <strong>de</strong>slizaban en nutridos rebaños parabuscar alimento. <strong>Las</strong> ranas, interrumpidas en la misma forma,reanudaron también su lúgubre coro, combinando todos los183


tonos posibles, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el agudo chirrido <strong>de</strong> la rana ver<strong>de</strong>, quevive en arbustos y matorrales, hasta la bronca voz <strong>de</strong>l sapo que,semejante a la <strong>de</strong> un bajo profundo, surgía <strong>de</strong> entre los nenúfares<strong>de</strong>l médano con su ruidoso y <strong>de</strong>scompasado clamoreo.Sin duda que tal concierto hubiera mortificado los oídos <strong>de</strong>Joda persona ajena a la vida <strong>de</strong>l llano, aunque no carecía <strong>de</strong>encanto para la joven llanera, a quien recordaba sus pacíficosdías <strong>de</strong>l hato <strong>de</strong> Merecure, cuando aun no se había siquierahablado <strong>de</strong> guerra en las pampas, haciéndola reflexionar con elasombro que sólo pue<strong>de</strong> experimentar la juventud, sobre lasnumerosas y graves transformaciones ocurridas <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entoncesen aquel centro que ella, con la confianza propia <strong>de</strong> sus años,creyó a salvo <strong>de</strong> toda alteración.Mientras tanto sucedíanse las horas, y Juanita, acostumbradaa medir el tiempo por el curso <strong>de</strong> los astros, como se usa en laspampas, vio con impaciencia que ya era la alta media noche;temió que alguna circunstancia imprevista hubiese impedido asu primo concurrir a la cita y comenzaba a pensar en volverse aCunaviche para reunirse a punto con los primeros or<strong>de</strong>ñadores,cuando la súbita fuga <strong>de</strong> los chigüires hacia el agua, don<strong>de</strong> seprecipitaron en tropel, anunció la aproximación <strong>de</strong> algún serviviente, cuyos pasos habían sido escuchados a lo lejos por loscautelosos animales. El coro <strong>de</strong> los pantanos cesó también alpropio tiempo y poco <strong>de</strong>spués la misma Juanita pudo oír claramentela carrera <strong>de</strong> un caballo que parecía acercarse al estero.Era Castro, que al salir <strong>de</strong>l campamento realista se había propuestodisipar, mediante una galopada frenética todas las i<strong>de</strong>asmortificantes que lo asaltaran <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que dio el paso irrevocable,pues en vano evocaba los males que su país había soportado tanlargo tiempo, ni los insultos que se le irrogaron a él mismo hacíapoco, porque si su razón estaba en realidad satisfecha, su orgullosentíase hondamente herido al reflexionar que fuese cualfuese la causa que abandonaba, él era siempre un <strong>de</strong>sertor; peroya no había tiempo para retractarse, caso <strong>de</strong> haber sido aconsejableo siquiera practicable semejante medida.184


Cuando llegó al paso apenas se <strong>de</strong>tuvo, lanzándose al pronto<strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la ciénaga, que le daba al caballo por el pecho, y apoco andar paróse junto a la palmera; pasó la vista en torno conansiedad, pero al primer momento no advirtió vestigio alguno<strong>de</strong> aquélla a quien esperaba encontrar allí, porque Juanita,dudosa <strong>de</strong>que fuera o no su primo, y aterrada ante la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong>encontrarse en aquel sitio con un <strong>de</strong>sconocido, a tales horas y enmedio <strong>de</strong> tan completa soledad, se había ocultado <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> unárbol. Con una exclamación <strong>de</strong> <strong>de</strong>sengaño preparábase ya a proseguirla marcha en su tembloroso corcel, cuando Juanita, queal punto le había reconocido por la voz, salió <strong>de</strong> su escondrijo yse <strong>de</strong>tuvo ante él; el teniente saltó <strong>de</strong> su caballo y la estrechóentre sus brazos, antes que ella pensara evitar el apretón; sinembargo, al reponerse <strong>de</strong> la emoción, <strong>de</strong>sprendiese <strong>de</strong> él en elacto y ambos primos se contemplaron en silencio por algunosinstantes.<strong>Las</strong> facciones <strong>de</strong> uno y <strong>de</strong> otro habían pa<strong>de</strong>cido escasa alteración,pero Castro observó con regocijo y admiración la mejoraque unos pocos años lograron efectuar en la no bien <strong>de</strong>sarrolladaaún, pero interesante compañera <strong>de</strong> su niñez, que se le aparecíaconvertida en una floreciente trigueña <strong>de</strong> dieciocho primaveras.Juanita contemplaba asimismo con cariñoso orgullo elsemblante varonilmente hermoso y la gallarda figura <strong>de</strong> suprimo, a quien recordaba como un joven airoso pero agreste,dado como nadie a las diversiones, pero más bien tímido queaudaz en compañía <strong>de</strong> personas extrañas. Cuando por fin pudieronhablarse hiciéronse tantas y tan rápidas preguntas que no eraposible contestarlas. Juanita fue la primera en pensar que eltiempo huía y que estaban expuestos a que se les <strong>de</strong>scubriese sino se marchaban inmediatamente, pero tuvo sin embargo laagradable sorpresa <strong>de</strong> saber que su primo se proponía seguirla alcampamento patriota.“¿Será posible, querido Andrés, que en realidad hayas resueltoabandonar la compañía <strong>de</strong> los opresores y asoladores <strong>de</strong> tupatria? Páez te recibirá con regocijo, y mi padre, que siempre ha185


lamentado profundamente tu ausencia y tu incorporación anuestros enemigos, verá en ti un sustituto <strong>de</strong> nuestro pobreFelipe. ¿Sabes que lo hemos perdido? Murió combatiendovalientemente contra los invasores, entre los cuales __ ¡alabadosea Dios! __ ya no se te podrá contar.”“¡Harto bien sé que ya no existe, Juanita! La forma <strong>de</strong> umuerte y la indigna acogida que dio Morillo a mis gestionespara salvarlo, no son los menores motivos que me <strong>de</strong>terminarona <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> improviso las filas <strong>de</strong> los españoles. En otra oportunidadte lo referiré todo, pero ahora vayamos ligero hacíaCunaviche, para que llegues a la cabaña <strong>de</strong> tu madre antes quese <strong>de</strong>scubra tu ausencia. Quiero presentarme a Páez por mímismo, sin que me acompañe ninguna persona <strong>de</strong> quien puedasuponerse que haya influido en mi <strong>de</strong>cisión. Comprendo que elpaso que he dado hará que por algún tiempo me miren con recelo,aún aquellos en cuyo favor he sacrificado jerarquía militar ycuanto es más caro a un soldado, pero que no puedan <strong>de</strong>cir quealguna causa más po<strong>de</strong>rosa que el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> vengar las ofensairrogadas a mi país, haya influido en la resolución <strong>de</strong> <strong>de</strong>sertar <strong>de</strong>mis ban<strong>de</strong>ras.”“¡No digas así, Andrés! Piensa que al fin le das a tu patria laúnica reparación a tu alcance, porque ella posee el <strong>de</strong>rechoúnico e indiscutible <strong>de</strong> reclamar tus servicios; no llames, pues,<strong>de</strong>serción a tal acto <strong>de</strong> justicia. ¡Pero partamos, primo! Tenemosmuchas leguas por <strong>de</strong>lante y no pocos y hondos esteros quepasar, antes que lleguemos a Cunaviche, cuya laguna no visitamosjuntos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la cacería <strong>de</strong> tigres hecha por nuestra familiay los Gamarras, según <strong>de</strong>bes recordar.”Entonces Juanita, alzada a la silla por su primo, comenzó adirigir la marcha por la sabana, seguida <strong>de</strong> cerca por aquél.Cuando llegaron a la selva <strong>de</strong> Cunaviche, separáronse temporalmente;Juanita para acercarse a los ranchos <strong>de</strong> los emigrados,con tan poco ruido como fuera posible, y Castro para reunirse alejército, que vivaqueaba al aire libre. Antes <strong>de</strong> haber avanzadomucho fue <strong>de</strong>tenido por el alerta <strong>de</strong> una patrulla que iba <strong>de</strong>186


onda por los apostadores <strong>de</strong> los piquetes, y en contestación al“¿Quién vive?”; respondió por primea vez: “¡América libre!”En el acto se vio ro<strong>de</strong>ado por la partida, que se mostró asombradaal ver tan cerca <strong>de</strong>l campamento un oficial <strong>de</strong> uniformeespañol; pero él explicó sus circunstanciasen breves palabras alsargento <strong>de</strong> la patrulla, que <strong>de</strong>stacó dos lanceros para conducirloal piquete más próximo. El oficial <strong>de</strong> guardia lo recibió conla ruda cortesía <strong>de</strong> un llanero, pero en respuesta a su solicitudpara que se le permitiese ver a Páez sin pérdida <strong>de</strong> tiempo, leinformó que era necesario esperar con paciencia hasta que eljefe <strong>de</strong> día hubiese visitado los piquetes.Cuando terminó <strong>de</strong> hablar los clarines <strong>de</strong> la Guardia <strong>de</strong>Honor comenzaron a tocar ese alegre “revelliez” que se conoceen los ejércitos venezolanos con el nombre <strong>de</strong> “La Diana”, yfueron correspondidos por las cornetas <strong>de</strong> otros cuerpos <strong>de</strong>caballería en diversas partes <strong>de</strong> la sabana, cada uno con el airefavorito <strong>de</strong> su regimiento. Oíase la bulliciosa barahunda que lossoldados formaban en el vivac, levantándose <strong>de</strong> la alta yerba enque se habían tendido con las sillas por cabecera, para ir enbusca <strong>de</strong> sus caballos, los cuales pacían dispersos frente al campamento.Cuando rayó el alba pudieron verse <strong>de</strong> modo confusolas filas <strong>de</strong> caballería, a través <strong>de</strong> la niebla matutina, y sus vocesresonaban alegremente cuando respondían en turno a la revista<strong>de</strong> las tropas.Entre tanto el jefe <strong>de</strong> día, seguido <strong>de</strong> un solo or<strong>de</strong>nanza <strong>de</strong>lcuerpo <strong>de</strong> dragones, visitaba a caballo las avanzadas y recogía<strong>de</strong> cada una el informe <strong>de</strong> guardia. Acertó a estar <strong>de</strong> servicio elcoronel Carvajal y cuando visitó el piquete en que esperabaCastro, reconoció a éste en el acto, porque lo había visto muchasveces en Merecure y en San Fernando. Dióle una cordial bienvenida,felicitándolo por su cambio <strong>de</strong> servicio y especialmentepor haberse incorporado primero a la caballería, en vez <strong>de</strong> presentarsea Bolívar, quien según le observó lo hubiera <strong>de</strong>tenidoen Los Capuchinos para que lo ayudase a disciplinar los reclutas.Recibido el parte <strong>de</strong>l oficial que mandaba el piquete,187


Carvajal le dijo a Castro que lo siguiese y lo condujo hacía unaarboleda a corta distancia <strong>de</strong>l vivac, don<strong>de</strong> dormía Páez, segúnacostumbraba, custodiado por su cuerpo <strong>de</strong> guardia.Mientras pasaban junto a las filas <strong>de</strong> caballería, aún en espera<strong>de</strong> ór<strong>de</strong>nes que cumplir, Castro no podía menos que observarla sorpresa producida por su presencia; todas las miradas fijábanseen él y varios <strong>de</strong> los más íntimos amigos <strong>de</strong> Carvajal interrogabana éste por lo bajo con el objeto <strong>de</strong> obtener algunaexplicación, pero él seguía cabalgando sin satisfacer la ajenacuriosidad. Páez preparábase a montar con el objeto <strong>de</strong> inspeccionarla caballería, acompañado <strong>de</strong> Zaraza y los ayudantes <strong>de</strong>ambos generales; pero se <strong>de</strong>tuvo en espera <strong>de</strong> Carvajal en viéndoloacercarse con un <strong>de</strong>sconocido, y se contentó en extremo alsaber que se había incorporado al ejército un sobrino <strong>de</strong>Silvestre Gómez, por quien tenía gran<strong>de</strong>s miramientos.“¡Nora buena, señor <strong>de</strong> Castro!”, le dijo; “usted no podríahaber escogido mejor oportunidad para unirse a nosotros, puesme propongo marchar <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> pocos días para atacar a losgodos y como casi no dudo <strong>de</strong>l éxito, creo que será mejor parausted haberlos <strong>de</strong>jado antes que <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> una <strong>de</strong>rrota.Carvajal lo recibirá a usted como agregado a la Guardia <strong>de</strong>Honor, en que su tío manda un escuadrón.”Luego salió a caballo para practicar la inspección, acto queconstituía una <strong>de</strong> sus predilectas recreaciones, mientras estabaen el campamento, y Carvajal condujo al joven voluntario hacíasu regimiento, don<strong>de</strong> lo presentó a su nuevos camaradas, encomendándolo<strong>de</strong> modo especial a su tío Silvestre, a cuya gente loincorporó. Gómez recibió a su sobrino con la más íntima satisfaccióny <strong>de</strong>spués que hubo concluido la diaria inspección lepropuso un paseo por la sabana, antes <strong>de</strong> ir a casa <strong>de</strong> los suyos,con quienes por lo regular almorzaba en los ranchos. Inquirióespecial y minuciosamente los motivos más inmediatos que lohabían inducido a abandonar el servicio español, dándole comorazón <strong>de</strong> sus preguntas el interés que tenía porque el buen concepto<strong>de</strong> un miembro <strong>de</strong> su familia, como lo era él, se confirma-188


se entre sus nuevos camaradas, haciéndoles saber que habíadado aquel paso tan <strong>de</strong>finitivo, tras <strong>de</strong> madura <strong>de</strong>liberación y enabsoluto convencido <strong>de</strong> su oportunidad y conveniencia.“No es que nadie tenga motivos para reprocharte en lo másmínimo tu <strong>de</strong>terminación, querido Andrés, le dijo, y menos yoni ninguno <strong>de</strong> tus parientes <strong>de</strong> <strong>Barinas</strong>, porque tu madre fue unallanera y tú mismo aunque en realidad no naciste en las sabanas,te criaste en ellas. Nunca aprobé <strong>de</strong>l todo que entraras alservicio <strong>de</strong> los españoles y <strong>de</strong>bo confesarte que tu <strong>de</strong>ber habríasido renunciar a tu puesto en cuanto tu regimiento recibió ór<strong>de</strong>nespara expedicionar contra tu país nativo: sin embargo, quieroverme en capacidad <strong>de</strong> contra<strong>de</strong>cir cualquier observaciónmaligna que pueda hacerse sobre el asunto, aunque creo quepocos se aventuren en mi presencia a insinuar algo <strong>de</strong>primentepara mi sobrino.”Al saber las circunstancias que precedieron al abandono <strong>de</strong>lejército realista por el teniente Castro, Gómez se <strong>de</strong>claró completamentesatisfecho <strong>de</strong> su conducta y abrazó a su sobrino, felicitándosea sí propio por haber recuperado un pariente perdidopara él por tan largo tiempo. No reveló sorpresa al referirle laforma en que había muerto su hijo, porque Páez que la supo porel maromero, la hizo conocer <strong>de</strong> todo el ejército en una <strong>de</strong> lasarengas más extensas que le dirigiera alguna vez y en la cualexcitaba a todos los soldados, pero muy especialmente a losGuardia <strong>de</strong> Honor, para que vengasen a su camarada, asesinadoa sangre fría.“Y ahora, querido sobrino, díjole Gómez: como tú <strong>de</strong>besestar naturalmente ansioso por distinguirte en tu nuevo servicio,puedo asegurarte que no podrías figurar en ningún cuerpo <strong>de</strong>lejército patriota más favorable que éste para alcanzar ese propósito.Por mi parte, procuraré que no te falten oportunida<strong>de</strong>s pormucho tiempo; sólo <strong>de</strong>bemos rogar que pronto nos veamos conel enemigo, porque sin duda serás tan intrépido en <strong>de</strong>fensa <strong>de</strong> lapatria como creo lo hayas sido luchando contra ella. Por elmomento encaminémonos al rancho don<strong>de</strong> <strong>de</strong>ben estar esperán-189


dote Paulita y tu primos, pues ya les habrá llegado la noticia <strong>de</strong>tu incorporación al ejército.”El rancho estaba lleno con los parientes y conocidos <strong>de</strong>Castro que se habían reunido para ver a su compatriota, pues sullegada produjo honda curiosidad entre emigrados y tropas. Al<strong>de</strong>smontarse fue recibido entre los abrazos <strong>de</strong> numerosa concurrencia,a través <strong>de</strong> la cual apenas podía abrirse paso hasta lacabaña. Paulita Gómez le dio cariñosamente la bienvenida, suspirandoprofundamente al propio tiempo, porque el sorpren<strong>de</strong>nteparecido <strong>de</strong> Andrés con Felipe la recordaba el <strong>de</strong>sgraciado fin<strong>de</strong> su hijo. La primera pregunta <strong>de</strong> Castro fue por Juanita, cuyaausencia notaba entre el jubiloso grupo que lo circuía, peroPaulita Gómez le informó que aún no había llegado <strong>de</strong>l corral,don<strong>de</strong>, como <strong>de</strong> costumbre, se ocupaba con sus primas lasGamarras, en or<strong>de</strong>ñar las vacas lecherasJuanita se presentó a poco, acompañada <strong>de</strong> sus hermanosmenores, cada uno <strong>de</strong> los cuales portaba dos totumas <strong>de</strong> leche,sostenidas en una red <strong>de</strong> cabuya, a fin <strong>de</strong> conducirlas con mayorseguridad. Juanita disculpó su retardo, diciéndole a su padre queun animal salvaje, que se suponía ser un tigre, había penetradoen el corral aquella noche y muerto varios becerros, lo cual pusotan ariscas a las vacas que hubo que atarlas al horcón antes <strong>de</strong>po<strong>de</strong>rlas or<strong>de</strong>ñar; en la recepción que hizo a su primo Andrés,sentíase perpleja por el recuerdo <strong>de</strong> la excursión nocturna, y supadre la consi<strong>de</strong>ró tan tibia que la reprendió seriamente por unaindiferencia que ella estaba distante <strong>de</strong> experimentar.Estaba listo un sustancioso <strong>de</strong>sayuno llanero, consistente enleche, arepas pescado <strong>de</strong> varias clases, huevos frescos <strong>de</strong> tortugarecogidos en el Orinoco, amén <strong>de</strong> la abundante provisiónordinaria <strong>de</strong> carne asada en costillas rayas y cecinas. Loscomensales era numeroso, pero todos habían contribuido conalgo al convite, conforme al uso establecido en las llanuras yentre vecinos, <strong>de</strong> modo que se hizo una gran ostentación <strong>de</strong> platossobre el césped, que servía <strong>de</strong> mesa. Tan acosado a preguntasse veía Castro por todos lados que Silvestre Gómez tuvo al190


fin que interponer su autoridad patriarcal para recordar1es que aaquel pariente <strong>de</strong>bía consi<strong>de</strong>rársele aún como un huésped, aquien las leyes <strong>de</strong> hospitalidad que se observan en los llanos nopermiten molestarle mientras esté comiendo.En tanto, Páez se había <strong>de</strong>sayunado en el rancho <strong>de</strong> doñaRosaura, don<strong>de</strong> recibió noticias <strong>de</strong>l consi<strong>de</strong>rable estrago queentre los becerros pertenecientes a los emigrados, habían producidolos tigres, los cuales no limitaron sus <strong>de</strong>predaciones alcorral <strong>de</strong> Paulita Gómez, sino que habían hecho daños en diversaspartes <strong>de</strong> la ranchería. La pérdida <strong>de</strong> un becerro era <strong>de</strong> gravesconsecuencias para los emigrados, porque los privaba <strong>de</strong>una vaca <strong>de</strong> leche, en razón <strong>de</strong> que siendo cerriles los rebañossólo podía lograrse que se reuniesen en el corral mediante lapresencia <strong>de</strong> sus hijos, pues ninguna vaca salvaje <strong>de</strong> leche, amenos que se le ate el becerro a la pierna.Páez, en consecuencia, dispuso una gran cacería con el objeto<strong>de</strong> que el bosque <strong>de</strong> Cunaviche quedase limpio <strong>de</strong> fieras,antes que la partida <strong>de</strong>l ejército <strong>de</strong>jara sin protección a los emigrados.Semejantes excursiones eran a menudo necesarias en lascercanías <strong>de</strong> los hatos, siempre que se comenzaba a pa<strong>de</strong>cer pérdidas<strong>de</strong> ganados a causa <strong>de</strong> los tigres, porque estos animales,aunque bastante tímidos cuando se 1es caza con frecuencia, sehacen tan temibles, si se les permite continuar impunemente susfechorías, que pronto se atreven hasta con el hombre mismo, ycuando consiguen hacer presa <strong>de</strong> alguno conviértense en cebados,como los llaman los llaneros; entonces <strong>de</strong>safían impávidoscualquier peligro, por gran<strong>de</strong> que sea, para conseguir su bocadofavorito, perdiendo sólo con la vida su propensión a comercarne humana.Uno <strong>de</strong> los ayudantes <strong>de</strong> Páez fue al rancho <strong>de</strong> PaulitaGómez, don<strong>de</strong> aún estaba reunida la concurrencia, para anunciarla proyectada expedición, a cuya noticia, todos los hombres,viejos y jóvenes saltaron afanosos y corrieron a ensillar suscaballos con la mayor alegría.191


Silvestre se mostraba tan listo para la empresa, como en laprimavera <strong>de</strong> la vida. Proporcionó nuevo caballo a su sobrino yun fuerte lazo tejido con sus propias manos, diciéndole almismo tiempo que confiaba en que no hubiera olvidado el modo<strong>de</strong> usarlo.“Tú, agregó, lanzabas el lazo casi tan bien como yo mismo,porque te enseñé a ti y a Felipe, pero entiendo que los españolesignoran el arte <strong>de</strong> enlazar; cosa que no merece mucha censuraporque no habrían podido apren<strong>de</strong>r sino en las sabanas, adon<strong>de</strong>ningún europeo ha llegado en son <strong>de</strong> paz, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que tengouso <strong>de</strong> razón”.(1) Como ya lo hemos observado, el autor <strong>de</strong> esta narración no se cuida <strong>de</strong> ser fielal texto en estos epígrafes. El presente correspon<strong>de</strong> al acto V, escena 1, <strong>de</strong> “ElMerca<strong>de</strong>r <strong>de</strong> Venecia,” pero aquí se construye una parrafada con frases queShakespeare pone en boca <strong>de</strong> diversos personajes. He aquí el or<strong>de</strong>n lógico:Lorenzo.—La luna resplan<strong>de</strong>ce: en noche como esta, cuando la blanda brisa acariciabasuavemente la tranquila arboleda, en noche semejante, sin duda, Troilo escalólas murallas <strong>de</strong> Troya y envió su alma en suspiros hacia la tienda <strong>de</strong> los griegos,don<strong>de</strong> Créssida reposaba aquella noche.Jéssica.—En noche semejante, Tisbe hollaba el rocío con paso tímido y viendo laimaginaria sombra <strong>de</strong>l león, huyó espantada.—Nota <strong>de</strong>l traductor


CAPÍTULO XVICACERÍAS DE TIGRES Y JABALÍES (1)Porque ella sabe ya que no es una caza inofensiva,sino <strong>de</strong> torvos jabalíes, rudos osos y leones soberbios,pues la gritería se mantiene en un lugar don<strong>de</strong> losperros temerosos ladran con violencia: viendo que elenemigo es tan bravío, todos se disputan valientementeel honor <strong>de</strong> enfrentársele primero.— Venus yAdonisLa caza <strong>de</strong> tigres, como se practica en los llanos <strong>de</strong> <strong>Barinas</strong>,constituye uno <strong>de</strong> los espectáculos más interesantes, no sólopara quienes toman participación en ella y la empren<strong>de</strong>n con elobjeto <strong>de</strong> proteger sus rebaños y para seguridad <strong>de</strong> sus mujerese hijos, expuestos al ataque <strong>de</strong> tales fieras, cuando están or<strong>de</strong>ñando,sino también para los espectadores que acu<strong>de</strong>n por simplecuriosidad y entretenimiento.Los dueños <strong>de</strong> hatos acostumbran darse con anticipación unacita, a la que concurrían como punto <strong>de</strong> honor, con cuantosparientes y peones pudiesen reunir, todos en caballos <strong>de</strong> freno(2) y armados <strong>de</strong> lanzas (porque antes <strong>de</strong> la revolución no sepermitía generalmente a los criollos el uso <strong>de</strong> armas <strong>de</strong> fuego),excepto aquellos que se distinguían por su agilidad y <strong>de</strong>streza enarrojar el lazo, el cual se utilizaba con el propósito <strong>de</strong> coger a losanimales feroces cuando salían <strong>de</strong> sus cubiles y mantenerlos asidospara que los <strong>de</strong>más cazadores los mataran sin peligro. Porconsiguiente consi<strong>de</strong>rábase honrosa distinción el figurar entrelos enlazadores, puesto reclamado habitualmente por los principalesgana<strong>de</strong>ros, sus hijos mayores y sus mayordomos, los cua-193


les procuraban ir a la cacería en caballos seguros, hechos alruido y alboroto, lo mismo que a la vista <strong>de</strong> las fieras, porque lamenor rebeldía o timi<strong>de</strong>z <strong>de</strong>l caballo, en el momento <strong>de</strong> arrojarel lazo, podía tener fatales consecuencias para el jinete o para elcompañero a quien había convenido en prestarle ayuda.Los enlazadores dividíanse en parejas y cada uno <strong>de</strong> ellosseguía los movimientos <strong>de</strong>l otro, con el objeto <strong>de</strong> enlazar simultáneamenteuna misma fiera, <strong>de</strong> modo que separándose luegopara templar el lazo, el animal no pudiese arrojarse sobre ninguno<strong>de</strong> los dos, como lo haría inevitablemente, trabajando unosolo <strong>de</strong> los lazos. Esto constituía una precaución necesaria,sobre todo entre la alta yerba <strong>de</strong> la sabana, don<strong>de</strong> un caballo notendría posibilidad <strong>de</strong> moverse con suficiente rapi<strong>de</strong>z para evadirel salto <strong>de</strong> un tigre, animal en modo alguno <strong>de</strong>spreciable enlos llanos <strong>de</strong> <strong>Barinas</strong>, don<strong>de</strong> según afirman los naturales, se leha visto con frecuencia sacar un potro <strong>de</strong> un año y aun una novilla<strong>de</strong> dos años por sobre la cerca <strong>de</strong> un corral, que mi<strong>de</strong> seispies <strong>de</strong> altura y arrastrarlos media legua y más todavía a través<strong>de</strong> la llanura hasta el bosque don<strong>de</strong> tiene su guarida (3).En la presente ocasión reuniéronse cerca <strong>de</strong> mil jinetes, a losór<strong>de</strong>nes <strong>de</strong> sus respectivos oficiales, con mayor regularidad quela usada en tales cacerías, pues como semejante excursión erarealmente <strong>de</strong> positivo interés para la comunidad y por tantorevestía carácter militar, Páez dispuso que asistieran todos losoficiales y soldados que no estaban <strong>de</strong> facción o custodiando lasmadrinas <strong>de</strong> caballos en <strong>de</strong>pósito para los diversos regimientos.Huelga <strong>de</strong>cir que no fue menester dictar muchas ór<strong>de</strong>nes paraellas, porque los llaneras distaban tanto <strong>de</strong> querer eximirse, queaquellos que n o podían asistir por causa <strong>de</strong>l servicio, veían conenvidia la partida <strong>de</strong> sus camaradas, y hubieran abandonadogustosos sus puestos a fin <strong>de</strong> acompañarlos, caso <strong>de</strong> haber podidoefectuarlos sin hacerse culpables <strong>de</strong> una imperdonableinfracción <strong>de</strong> la disciplina.Después <strong>de</strong> recibir ór<strong>de</strong>nes <strong>de</strong> Páez, los comandantes <strong>de</strong> losdiversos cuerpos marcharon con su gente a trote largo disper-194


sándose luego, a fin <strong>de</strong> cerrar tan <strong>de</strong> cerca como lo permitiera sunúmero, un espeso bosque, como una legua <strong>de</strong> los ranchos <strong>de</strong>los emigrados, que se suponía ser el refugio <strong>de</strong> los tigres cuyosestragos se lamentaban. El propio Páez iba en frente <strong>de</strong> los cazadores,cada uno <strong>de</strong> los cuales, a semejanza <strong>de</strong>l valientePentapolín <strong>de</strong>scrito por el Caballero <strong>de</strong> la Mancha, tenía elbrazo <strong>de</strong>recho <strong>de</strong>snudo hasta el hombro, para que las anchasmangas <strong>de</strong> las camisas llaneras no sirvieran <strong>de</strong> estorbo al manejo<strong>de</strong>l lazo.Llevaban consigo cerca <strong>de</strong> veinte <strong>de</strong> los altos y robustosperros tigreros <strong>de</strong> Cumaná, según dicen pertenecientes a la estirpe<strong>de</strong> aquellos feroces mastines, en otra época utilizados por losprimeros <strong>de</strong>scubridores <strong>de</strong>l Nuevo Mundo y por sus inmediatos<strong>de</strong>scendientes, con el propósito <strong>de</strong> mermar la superabundantepoblación <strong>de</strong> las islas caribes y <strong>de</strong> la adyacente tierra firme, <strong>de</strong>modo que hubiese campo para introducir los beneficios <strong>de</strong> unacivilización que ellos dispensaban con celo a los sobrevivientes,en compensación por la pérdida <strong>de</strong> parientes y amigos y también<strong>de</strong> su libertad. Y las numerosas tribus aborígenes fueron exterminadaspor modos tan efectivos, mediante este y otros sistemas<strong>de</strong> carnicería en masa, que las fieras se propagaron rápidamenteen los bosques, ya extinguida la raza <strong>de</strong> cazadores nativos,por lo cual los colonizadores españoles juzgaron oportuno conservarcon esmero la cría <strong>de</strong> mastines, mudando sólo el objeto<strong>de</strong> su guerra selvática que no sería ya la caza <strong>de</strong> sus rojos hermanos,sino la <strong>de</strong> aquellos animales dañinos que habían ocupadoel puesto <strong>de</strong> los indígenas (4).Muchos <strong>de</strong> tales perros habían seguido a los emigrados cuandosalieron <strong>de</strong> los hatos y al principio hubo entre ellos terriblescombates, hasta que en cierto modo se acostumbraron gradualmentea estar en compañía. Sus ojos negros y sanguinolentos,anchas orejas, befos colgantes que <strong>de</strong>jaban ver una hilera <strong>de</strong> afiladoscolmillos tan blancos como el marfil, junto con su andartorpe y gacho y su torvo y pérfido mirar, recordaban la fiereza<strong>de</strong> su índole salvaje y muy auténtico origen. Cuerpo a cuerpo195


cada uno <strong>de</strong> ellos casi hubiera podido igualarse con un tigre yles era fácil dominar una pantera, pero no <strong>de</strong>mostraban en absolutola alegría y excitación tan evi<strong>de</strong>nte en la generalidad <strong>de</strong> losmastines, cuando se les lleva <strong>de</strong> caza, pues seguían a sus dueñoscon disgusto y visible repugnancia.Cuando llegaron los cazadores, la caballería estaba ya distribuidaa orillas <strong>de</strong>l bosque, cada jinete a unas cuantas yardas <strong>de</strong>lotro, con el objeto <strong>de</strong> ocupar tanto espacio como fuera posible,para impedir la fuga <strong>de</strong> cualquier fiera. Un recodo abierto, como<strong>de</strong> media milla <strong>de</strong> acho, se <strong>de</strong>jó <strong>de</strong>sguarnecido a fin <strong>de</strong> que lasbestias salvajes tuvieran por don<strong>de</strong> salir <strong>de</strong>l bosque, y Páez yZaraza, con los <strong>de</strong>más enlazadores, protegidos por algunos laceros,apostáronse allí para contener a los fugitivos. A los perrostigreros se les condujo a la parte opuesta <strong>de</strong>l bosque don<strong>de</strong> se leshizo penetrar para que echaran fuera las piezas; a poco tiempocomenzaron a oírse sus profundos aullidos repercutiendo entrela espesura, y luego trocáronse en continuo y furioso latir, quese acercaba gradualmente. Los cazadores, ya elegidos sus compañeros,separándose a suficiente distancia uno <strong>de</strong> otro, a fin <strong>de</strong>ganar terreno para hacer girar los lazos sobre sus cabezas, sintropiezo, y esperaron atentos y mudos la aparición <strong>de</strong>l primertigre. <strong>Las</strong> voces <strong>de</strong> los soldados resonaban por diversas partes<strong>de</strong> la selva, en torno <strong>de</strong> la cual se le había estacionado, mientrasalgunos oficiales galopando con rapi<strong>de</strong>z, fueron a <strong>de</strong>cirle a Páezque dos o tres fieras se habían <strong>de</strong>jado ver ya en la orilla <strong>de</strong> lasabana, pero que los jinetes les habían impedido escaparse, yhécholas retroce<strong>de</strong>r al bosque.Hablaban todavía cuando un enorme tigre salió disparado <strong>de</strong>ente los árboles fronteros a los enlazadores, rugiendo <strong>de</strong> ida idando salto por sobre la crecida yerba, quiso ganar la sabanaabriéndose paso por medio <strong>de</strong> Páez y su compañero <strong>de</strong> cacería,el general Zaraza, pero ambos arrojaron sus lazos con tanta precisiónque cogieron el animal por los lomos mientras daba unbrinco; y templando los lazos, cuyos extremos pendían firmemente<strong>de</strong> las largas colas <strong>de</strong> sus caballos, lo redujeron así a tal196


extremo que no le era posible causar daño alguno; la rabia y sorpresa<strong>de</strong>l tigre al verse enlazado, fueron excesivas; rugía confuria impotente y echando espuma por la boca, trataba <strong>de</strong> <strong>de</strong>spedazarlos lazos a <strong>de</strong>ntelladas, objeto que no podía lograr porla dureza <strong>de</strong>l cuero <strong>de</strong> toro con que estaba hecha la soga y porel estremecimiento <strong>de</strong> terror que apo<strong>de</strong>rara <strong>de</strong> la fiera al versetan <strong>de</strong> improviso en po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> los cazadores.Páez llamó entonces a su paje Panchito, que se hallaba cerca<strong>de</strong> él, y el chico se aproximó al tigre, hiriéndolo repetidas vecescon la lanza <strong>de</strong> su amo; a cada nuevo golpe la bestia heridacogía tan fuertemente el asta <strong>de</strong> la lanza con uñas y dientes, quecasi no podía arrancársele <strong>de</strong> las garras; pero al fin murió sin ungañido Panchito apeóse luego y <strong>de</strong>sató los lazos y atando la cola<strong>de</strong>l tigre a la <strong>de</strong> su caballo, volvió a montar, y lo arrastró poralgún trecho hasta la retaguardia.Los <strong>de</strong>más enlazadores no habían permanecido ociosos, puesya tenían muertas cuatro fieras <strong>de</strong> diversos tamaños en variaspartes <strong>de</strong> la línea. Frente al punto don<strong>de</strong> se estacionaronSilvestre Gómez y su sobrino Andrés Castro, salieron juntos unapantera y un tigre, corriendo tan cerca una <strong>de</strong> otro para huir <strong>de</strong>los lazos que veían dando vueltas a cada lado (y por los cualestienen las fieras un miedo instintivo, como se ha podido observar)que ambos fueron enlazados aun mismo tiempo, enredándoselas sogas. Al instante las fieras <strong>de</strong>scargaron su rabia unacontra otra y emprendieron un combate <strong>de</strong>sesperado, mientrasse revolcaban juntas sobre la yerba sin po<strong>de</strong>r librarse <strong>de</strong> su enredijo.La fuerza superior, tanto como los colmillos y garras másgran<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l tigre diéronle pronto una ventaja <strong>de</strong>cisiva en tanterrible conf1icto, sobre su más ágil y también más feroz antagonista.La pantera estaba ya muerta cuando llegó el asistente <strong>de</strong>los cazadores, y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> uno o dos botes <strong>de</strong> lanza <strong>de</strong> tigre setendió largo a largo, y sin vida, según todas las apariencias.Pero tan pronto como se apeó el jinete y <strong>de</strong>sató a ambas fieras,el tigre, que se había fingido muerto, como suelen hacerloesos animales cuando reciben una herida grave, saltó y arreme-197


tió contra él con toda la rabia <strong>de</strong> la <strong>de</strong>sesperación. El soldadocayó por tierra, dominado por lo repentino <strong>de</strong>l ataque, pero conservósu presencia <strong>de</strong> ánimo a tal extremo que pudo <strong>de</strong>senvainarel largo cuchillo <strong>de</strong> dos filos que todo llanero lleva al cinto yasestarle a su imprevisto asaltante una puñalada que le partió elcorazón. El tigre soltó la presa y rodó a un lado <strong>de</strong>l jinete lancero,que escapo vivo pero herido <strong>de</strong> tanta gravedad que necesitóla asistencia <strong>de</strong> un camarada para volver al campamento.Mientras la atención <strong>de</strong> los enlazadores más próximos estabadistraída por el riesgo <strong>de</strong>l compañero dos panteras se escaparona la sabana rompiendo la línea <strong>de</strong> cazadores y huían rápidamentea saltos para ganar el bosque inmediato, cuando Páez yZaraza lanzáronse en su persecución. Como al primer momentose creyó que ellos pensaban obrar <strong>de</strong> concierto, enlazando ymatando una pantera simultáneamente, no fueron seguidos porsus peones <strong>de</strong> caza, hasta que se les vió separarse y perseguirdiferentes animales; sus asistentes corrieron entonces para unírseles,pero antes <strong>de</strong> que pudieran alcanzarlos, ya ambos generaleshabían arrojado sus lazos y cada uno estaba bregando conuna pantera, aunque con vario éxito. El lazo <strong>de</strong> Páez había cogidoal animal por el cuello y el hombro, templándose al instante,<strong>de</strong> modo que las patas <strong>de</strong>lanteras quedaron en1azadas también,imposibilitando a la fiera para la <strong>de</strong>fensa o el ataque. Páez seapeó <strong>de</strong> su bien adiestrado rucio pavón, tan hecho a este modo<strong>de</strong> cazar que mantuvo la soga tirante; moviéndose a medida quela fiera forcejaba por <strong>de</strong>spren<strong>de</strong>rse, mientras Páez se acercaba ala pantera y la mataba con repetidas cuchilladas.A la inversa el lazo <strong>de</strong> Zaraza no fue arrojado con bastante<strong>de</strong>streza para enredar las piernas <strong>de</strong>l animal, <strong>de</strong> modo que lociñó por los lomos, <strong>de</strong>jándole libre uso <strong>de</strong> sus miembros; lafiera, pues, se volvió en el acto contra su perseguidor y antesque éste pudiese abrirse la suficiente distancia para ponerselejos <strong>de</strong> su alcance, aquélla saltó por encima <strong>de</strong> las altas macollas<strong>de</strong> paja sabanera, y se afianzo en croupe, <strong>de</strong>trás <strong>de</strong>l atónitocazador. Para fortuna <strong>de</strong> este último los <strong>de</strong>sesperados corcovos198


que daba el caballo en medio <strong>de</strong> su espanto, no permitieron quela pantera atacara al jineta; sin embargo, la situación <strong>de</strong> Zarazaera en extremo incómoda, por encontrarse tan cerca <strong>de</strong>l enemigo,que el menor receso en los caracols y bouta<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l caballole hubieran permitido al furioso animal coger el jinete entre lasgarras. Ni siquiera se atrevía a lanzarse <strong>de</strong> la silla, por temor <strong>de</strong>que el intruso huésped abandonase también la grupa, pero porsuerte Carvajal llegó a tiempo <strong>de</strong> prestarle auxilio al viejo general,y arrojando el lazo con su acostumbrada maestría espoleó sucaballo y <strong>de</strong>rribó la pantera con tan violento tirón que aquellaquedó aturdida por algunos momentos y <strong>de</strong>l todo impotente parahacer nuevos daños. El muchacho <strong>de</strong> Páez, que había seguido <strong>de</strong>cerca a su general, puso pronto a la fiera hors <strong>de</strong> combat.Zaraza recibió inmediatamente un nuevo caballo <strong>de</strong> manos<strong>de</strong> uno <strong>de</strong> sus ayudantes, porque el suyo había quedando muymaltrecho por las uñas <strong>de</strong> la pantera; pero cuando sus compañeros<strong>de</strong> cacería se convencieron <strong>de</strong> que no había recibido ningúndaño personal, lo abrumaron a chanzas por el apurado trance enque se había visto. El veterano, picado por el regocijo y fingidalástima <strong>de</strong> sus camaradas más jóvenes, resolvió ocurrir al expedienteusual, en semejantes circunstancias, es <strong>de</strong>cir, el <strong>de</strong> señalarsepor alguna atrevida proeza que borrara el recuerdo <strong>de</strong> sucómica aventura. Y observando que ya no salían fieras <strong>de</strong> ningunaespecie, pero que los mastines se mantenían aún latiendo<strong>de</strong> modo incesante en diversos puntos <strong>de</strong>l bosque, <strong>de</strong>dujo quetendrían acosado a uno o más <strong>de</strong> sus feroces enemigos. Apeóse,pues, <strong>de</strong>l caballo y cogiendo una lanza <strong>de</strong> manos <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> susasistentes, volvióse con mirar iracundo hacia los que habíansido más tenaces en darle vaya y retó a cualquiera <strong>de</strong> ellos paraque lo siguiera al bosque. En realidad aquello constituía unaempresa tan arriesgada que casi todos vacilaron en aceptar el<strong>de</strong>safío y permanecieron silenciosos, mirándose unos a otros,como en duda <strong>de</strong> si hablaba o no en serio; pero al ver que enefecto iba avanzando solo hacia la espesura, Páez saltó <strong>de</strong> sucaballo, diciendo que Taita Cordillera no correría nunca un peli-199


gro, sin tener quien lo auxiliara, mientras él pudiese manejar unalanza, y su ejemplo fue emulado por todos los <strong>de</strong> su guardia queestaban junto a él, aunque no permitió que lo acompañase nadie,excepto Carvajal, Silvestre Gómez y a muchos ruegos, AndrésCastro, el sobrino <strong>de</strong> Gómez.Entregaron sus caballos a los asistentes y provistos <strong>de</strong> cortasy sólidas lanzas, por ser más fáciles <strong>de</strong> manejar entre los árboles,siguieron a Zaraza, a quien ya habían perdido <strong>de</strong> vista. Lamaleza no era tan tupida que les vedara abarcar con la vista elterreno en torno <strong>de</strong> ellos, pues la única vegetación que allí crecíaera la que suele brotar <strong>de</strong> las raíces <strong>de</strong> los árboles caídos.Guiábalos en la búsqueda <strong>de</strong>l viejo general el recio latir <strong>de</strong> losperros más próximos, y en breve comprendieron la causa porqué los mastines no se habían lanzado <strong>de</strong> una vez sobre el objeto<strong>de</strong> su persecución.Una tigra con dos cachorros, casi en pleno <strong>de</strong>sarrollo, amparábaseen el fondo <strong>de</strong> un espeso breñal, don<strong>de</strong> dos árboles secosyacían atravesados en el suelo, uno sobre otro, formando unrefugio casi impenetrable, constituído por cuatro gran<strong>de</strong>s fragmentos<strong>de</strong> sus <strong>de</strong>spedazados troncos, que se entrelazabanmediante una especie <strong>de</strong> fortísima red forjada por los bejucostrepadores. Semejante cubil sólo ofrecía un angosto acceso,don<strong>de</strong> la fiera se mantenía en guardia para recibir al primerintruso, respaldada por los cachorros, cuya presencia enar<strong>de</strong>cíasu furor y <strong>de</strong>sesperación, y los cuales, en realidad, no eran niños<strong>de</strong> pecho.Zaraza había avanzado hasta allí, pero parecía algo perplejocuanto al modo <strong>de</strong> proce<strong>de</strong>r. Bien que los mastines estuviesenexasperados, casi hasta la locura, por la resistencia que ya se leshabía opuesto, varios <strong>de</strong> ellos <strong>de</strong>sangrábanse copiosamente porlos profundos <strong>de</strong>sgarrones con que la enfurecida madre castigaraa sus más osados asaltantes, y por la presencia y los gritos <strong>de</strong>los cazadores que los azuzaban, no era posible obligarlos,mediante ningún estímulo ni amenaza, a penetrar <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> laestrecha boca <strong>de</strong>l antro.200


Andrés Castro, que era el más joven <strong>de</strong> la impertérrita partida,asió uno <strong>de</strong> los largos bejucos que colgaban <strong>de</strong> un árbol cercanoy trepó rápidamente por él hasta situarse encima <strong>de</strong> la guarida;luego, sosteniéndose con una sola mano, manejó su lanzacon la otra <strong>de</strong> modo tan eficaz que los aullidos <strong>de</strong> los cachorrosse pudieron oír, aun en medio <strong>de</strong>l alboroto formado por los mastinesy cazadores. Al punto la madre dio frente para proteger ovengar a sus hijos y entonces los perros más <strong>de</strong>lanteros aprovecharonla ocasión <strong>de</strong> precipitarse por la entrada en abandono,seguidos <strong>de</strong> tantos otros como encontraron campo para hacerla,y pronto redujeron a pedazos la manada <strong>de</strong> fieras.Los excursionistas buscaron luego la restante, y al parecerpor sus ladridos, más numerosa muta <strong>de</strong> perros, con la cual dieronreunida en torno a un caujaro, en cuya proximidad no existíabreña alguna. En las ramas inferiores, pero fuera <strong>de</strong>l alcance<strong>de</strong> los sabuesos, se hallaban sentados un tigre y una tigra, que alverse ante los perros buscaron semejante asilo, don<strong>de</strong> hubieranpermanecido seguros, a no ser por la llegada <strong>de</strong> sus más formidablesenemigos, los cazadores. La partida encontró allí nuevoobstáculo, porque era un riesgo harto impru<strong>de</strong>nte acercarsehasta don<strong>de</strong> pudiera hacerse uso <strong>de</strong> la lanza, como que las fierasal ser heridas habría saltado <strong>de</strong> modo inevitable sobre susagresores, probablemente hiriéndolos <strong>de</strong> gravedad antes que selograra exterminarlas.Castro i<strong>de</strong>ó entonces otro expediente que tuvo buen éxito y lemereció la aprobación <strong>de</strong> Páez, con gran contento <strong>de</strong> su tío; salió<strong>de</strong>l bosque por unos instantes, y regresó con dos lazos, que leproporcionaron sus compañeros en la sabana; con ellos colgadosa los hombres trepóse a un árbol vecino al que ocupaban lostigres y ganando las guías situadas inmediatamente sobre ellosenlazólos con facilidad uno tras otro; luego arrojó los cabos <strong>de</strong>los lazos a su tía y a Carvajal, pasando las sogas por sendasramas en horqueta; los cazadores en tierra arrancaron a los jaguares<strong>de</strong> sus asientos, a pesar <strong>de</strong> obstinada resistencia y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>lancearlos <strong>de</strong>járonlos caer entre los perros que en breve pusieron201


término a su brega. Los cazadores abandonaron luego el bosquey volvieron a montar a caballo, muy satisfechos con haber <strong>de</strong>struidouna horda que amenazaba hacerse tan temible para lasemigradas. Encontróse conque, incluso los muertos en el bosquey por cuyo exterminio le cupo a Castro la mayor alabanza, lostrofeos <strong>de</strong> la cacería fueron cinco tigres y ocho panteras.Como el día no estaba aún muy avanzado, Páez escogió ciertonúmero <strong>de</strong> oficiales y asistentes, para que lo acompañasen auna sabana distante pocas leguas <strong>de</strong> allí y que por su abundanciaen raíces <strong>de</strong> junco dulce era muy frecuentada por piaras <strong>de</strong>jabalíes, que tenían sus madrigueras en los bosques vecinos. Alpropio tiempo dio or<strong>de</strong>n a las tropas, cuyos servicios no eran yanecesarios, para regresar al campamento, a don<strong>de</strong> se había arreadoya la diaria provisión <strong>de</strong> novillos que <strong>de</strong>bían matarse pararacionadas.Cuando los cazadores llegaron a la indicada sabana, dieroncon numerosos animales <strong>de</strong> cerda, comiendo en medio <strong>de</strong> unprado. Al sentir la aproximación <strong>de</strong> los jinetes, las marranashuyeron a prisa con sus camadas <strong>de</strong> lechones, hacia la guaridamás próxima, mientras los verracos perseguidos <strong>de</strong> cerca, arremetieronfuriosamente contra las lanzas, que resultaron insuficientespara repeler el ataque, porque sus duros astiles se doblegabancomo flexibles cañas contra los membrudos lomos ypaletas <strong>de</strong> los animales, en tanto que los propios hierros, por sermuy más frágiles, quedaban reducidos a astillas. Requeríansegran serenidad y <strong>de</strong>streza en el manejo <strong>de</strong> las riendas, <strong>de</strong> modoque aumentando así la ligereza <strong>de</strong>l caballo, se evadiesen lasmortales <strong>de</strong>ntelladas dirigidas contra sus flancos; porque elverraco <strong>de</strong> los Llanos, aunque pesado en apariencia, posee consi<strong>de</strong>rableagilidad y es bastante alto para mor<strong>de</strong>r un caballo porcorpulento que sea.Mientras este agradable ejercicio absorvía la atención <strong>de</strong>Páez y <strong>de</strong> sus inmediatos acompañantes; Zaraza, cuyos años ynumerosas heridas habían apocado sus energías y en gran parteextinguido su entusiasmo por las pruebas y peligros infructuo-202


sos, se reunió con los cazadores veteranos que <strong>de</strong> acuerdo conél juzgaron más útil llevarse al campamento un jabalí nuevo ygordo que no aparecerse allí con el vano orgullo <strong>de</strong> haber rotouna lanza contra un viejo verraco. Junto con ellos siguió la pista<strong>de</strong> la piara fugitiva, lanceando tantos puercos como él y suscompañeros lograron alcanzar y <strong>de</strong>jándolos muertos para recogerloscuando la partida hubiese terminado.Finalmente los cazadores, presididos por Páez, <strong>de</strong>jaron ir asus tercos antagonistas, sin causarles nuevas molestias, con elobjeto <strong>de</strong> ahorrar a sus caballos tantas fatigas estériles; perocuando cobraron las piezas y se preparaban al regreso echaronmenos al anciano general y mientras andaban buscándolo porlos contornos alcanzaron a ver su caballo, que salía <strong>de</strong>l bosquesin el jinete, rotas las bridas y el flanco levemente herido ycubierto <strong>de</strong> espuma por obra <strong>de</strong> los colmillos <strong>de</strong> un verraco.“Santa María y José!” exclamó Páez, temo que taita Cordillerahaya pa<strong>de</strong>cido un nuevo percance peor que el Primero; daría mimejor caballo (5) porque nada grave le haya sucedido.¡Carvajal! ¡Gómez! ¡Al monte, muchachos!Descabalgó en el acto y siguiéronlo al bosque las personas aquienes llamó y otras muchas, cuyo interés por la seguridad <strong>de</strong>lveterno no les permitía quedarse inactivas. Pronto encontraronel objeto <strong>de</strong> sus diligencias y temores, el cual había seguido unamanada <strong>de</strong> jabalíes <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la selva, don<strong>de</strong>, apeándose, arrendósu caballo a un árbol y continuó a pie por entre las breñas; nohabía avanzado mucho, cuando se encontró en presencia <strong>de</strong> unenorme verraco que al punto le salió al encuentro obligándolo arefugiarse en las ramas inferiores <strong>de</strong> un guayabo, que felizmenteestaba cerca. El jabalí mordió levemente al caballo, que huyóa la sabanana y sirvió <strong>de</strong> anuncio para que los camaradas <strong>de</strong>ljinete se dieran cuenta <strong>de</strong> su situación, pues <strong>de</strong> otro modo sehubiera quedado allí hasta que el verraco resolviera alejarse,pues por una parte el animal se había echado al pie <strong>de</strong>l árbol ypor otra el general se abstenía <strong>de</strong> pedir auxilio tanto por ver-203


güenza como por el recuerdo <strong>de</strong> su reciente percance con la pantera.Cuando los compañeros <strong>de</strong> Zaraza se aproximaron, el animalse lanzó furiosamente contra ellos, pero como estaban sobreguardia, evadieron la arremetida, abriéndose a un lado, al propiotiempo que lo herían a lanzadas, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> lo cual lo rematarona sus anchas. Zaraza al <strong>de</strong>scen<strong>de</strong>r <strong>de</strong>l árbol, se acercó ensilencio a su caballo, completamente mohíno a consecuencia <strong>de</strong>sus dos ridículas aunque peligrosas aventuras. Los cazadoresconvinieron luego en suspen<strong>de</strong>r su <strong>de</strong>porte por aquel día yregresaron a Cunaviche.(1) El autor <strong>de</strong> la narración habla <strong>de</strong> panteras, pero propiamente en los LIanos ycomarcas <strong>de</strong>l Orinoco los jaguares, o tigres, como se les llama generalmente, son lasfieras que abundan en mayor número. “Hay tigres negros, dice Codazzi en suGeografía, con manchas que resaltan, <strong>de</strong>l mismo color: son más sanguinarios que losotros y se encuentran sólo en das selvas <strong>de</strong> la Guayana, mientras que la otra clase viveen todos los bosques <strong>de</strong>l resto <strong>de</strong>l país. “Respecto a la pantera, dice el propio geógrafo:“En la parte elevada <strong>de</strong> las serranías <strong>de</strong> Nirgua, Aguacaliente y Perijá existe eltigre pantera. Sus manchas son más menudas que las <strong>de</strong>l jaguar y mayor su voracidad.Cuanto a jabalíes en Venezuela no se conoce sino la especie <strong>de</strong> las váquiras, animalque suele andar en gran<strong>de</strong>s manadas y es muy temible cuando acomete. En estegénero figura también la váquira <strong>de</strong> collar. Existe a<strong>de</strong>más el marrano alzado o cimarrón,cuya índole y colmillos nada tienen que envidiar a los <strong>de</strong>l propio jabalí.—Nota<strong>de</strong>l traductor.(2) Los caballos mansos a la rienda no son muy comunes, por lo cual alcanzabanprecios mucho más altos en <strong>Barinas</strong> y otros lugares <strong>de</strong>l país, que los únicamente mansosal cabestro. Se les solicita como caballos <strong>de</strong> caza y <strong>de</strong> guerra.(3) Indudablemente el autor confun<strong>de</strong> el jaguar o tigre con la pantera, puesto quelas señales que da ésta última correspon<strong>de</strong>n con las fechorías que comúnmente se leatribuyen al primero. Codazzi dice que el tigre "pue<strong>de</strong> arrastrar su presa hasta su guarida,aunque sea un buey a un caballo, para satisfacer su hambre sin temor". No hay204


duda <strong>de</strong> que si ello no es la regla general, sí suele ocurrir el caso. —Nota <strong>de</strong>l traductor.(4) A título <strong>de</strong> curiosidad ampliaremos esta noticia con la que trae la “Historia”<strong>de</strong> Fray Pedro <strong>de</strong> Aguado, sobre el castigo <strong>de</strong> aperreo infringido en Nombre <strong>de</strong> Dios,a unos negros salteadores, capturados en un combate por los españoles.“Esta justicia se hizo <strong>de</strong> esta manera: que poniendo en la plaza pública <strong>de</strong> estaciudad una maroma gruesa atada <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el rollo a la más cercana ventana <strong>de</strong> la plazay en ella seis colleras <strong>de</strong> hierro, pusieron los negros <strong>de</strong>snudos en carnes por los pescuezosen estas colleras y con unas <strong>de</strong>lgadas varillas en las manos.“Entre estos esclavos sí presos está uno a quien lo <strong>de</strong>más tenían por su preladoespiritual y lo tenían honrado con el título <strong>de</strong> Obispo, el cual en cierta supersticiosay herética forma los bautizaba y catequizaba, y predicaba y hacía otra manera <strong>de</strong> ceremoniasque ellos llamaban celebrar o <strong>de</strong>cir misa, las cuales cosas y otras con abominablesuperstición habían tomado por religión, estaban todos estos negros tan impuestosy arraigados, y las tenían por tan fi<strong>de</strong>dignas y verda<strong>de</strong>ras, que aunque en el artículo<strong>de</strong> la muerte muchas veces fueron exhortados a que se redujesen y volviesen ala fe católica, que era el bautismo que habían recibido y protestado, jamás lo quisieronhacer; antes, a imitación <strong>de</strong> otros luteranos, pretendían dar a enten<strong>de</strong>r que aquellasrústicas y vanas ceremonias <strong>de</strong> que usaban, eran verda<strong>de</strong>ra religión, lo cual muyparticularmente sustentaba el negro obispo, porque, siendo exhortado él y los <strong>de</strong>másque recibiesen la muerte como cristianos confesándose y recibiendo este sacramento<strong>de</strong> la confusión y absolución, con el cual y con la contrición que enteramente tuviesense salvarían mediante los merecimientos <strong>de</strong> la muerte y pasión <strong>de</strong>l Hijo <strong>de</strong> Dios,respondió el bárbaro con señales <strong>de</strong> ánimo en<strong>de</strong>moniado, que ya <strong>de</strong>seaba estar muerto,porque con su muerte y la <strong>de</strong> sus compañeros pretendía haber entera venganza <strong>de</strong>la gente <strong>de</strong> aquel pueblo, porque yendo en espíritu a su tierra traerían copia <strong>de</strong> gentecon que <strong>de</strong> todo punto <strong>de</strong>struirían y asolarían la ciudad, por lo cual no pensaba apartarse<strong>de</strong> la religión que él y los otros tenían, sino en ella entendían vivir y morir.“Los <strong>de</strong>más negros dieron la misma respuesta que su obispo; y así los verdugossoltaron ciertos mastines, perros <strong>de</strong> crecidos cuerpos, que a punto tenían para esteefecto, los cuales como ya lis tuviesen diestros o enseñados en mor<strong>de</strong>r carnes <strong>de</strong> hombresal momento que los soltaron arremetieron a los negros y los comenzaron a mor<strong>de</strong>ry hacer pedazos, y como los negros tenían en las manos unas <strong>de</strong>lgadas varillascon que se <strong>de</strong>fendía, o amenazaban a los perros, sin po<strong>de</strong>r con ellas hacerles ningúndaño, érales esto ocasión <strong>de</strong> encen<strong>de</strong>r e indignar más los mastines, y así este animaliracundo más que otro ninguno, con grandísima rabia echaban manos con los dientesy piezas <strong>de</strong> las carnes <strong>de</strong> estos míseros negros, <strong>de</strong> los cuales arrancaban gran<strong>de</strong>s peda-205


zos por todas partes, y aunque en estas agonías y trabajos <strong>de</strong> muerte eran persuadidoslos negros a que se redujesen a la fe, jamás lo quisieron hacer; y así <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> bien<strong>de</strong>sgarrados y mordidos los perros, fueron quitados <strong>de</strong> las colleras y llevados a unahorca que algo apartada <strong>de</strong>l pueblo tenían hecha y a allí los ahorcaron, con que acabaron<strong>de</strong> pagar la pena que justamente merecían recibir por su alzamiento y traición”.–Nota<strong>de</strong>l traductor.(5) Siendo el caballo el objeto más valioso en concepto <strong>de</strong>l llanero, habitualmentelo ofrece a guisa <strong>de</strong> garantía: “!Apuesto mi caballo!” o jura por él así: “¡Que secaiga muerto mi mejor caballo si, etc!”En apoyo <strong>de</strong> lo que se dice el autor <strong>de</strong> esta narración acerca <strong>de</strong>l apego que profesael llanero a su caballo, pue<strong>de</strong> citarse un episodio preliminar <strong>de</strong>l famoso combate<strong>de</strong> mata <strong>de</strong> Miel, cuando Páez se acercó tanto a retar al enemigo que una bala le matóel caballo, penetrándole por un ojo. El caudillo apureño refiere lo que sigue en su“Autobiografía”: “…y tomando entonces el caballo <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> los dragones, me reunícon mis tropas, a quienes les dirigí la más estupenda proclama que jamás ocurrió ageneral alguno. Lleno <strong>de</strong> pesar por la pérdida <strong>de</strong> mi caballo: ¡compañeros, les dije,me han matado mi buen caballo y si uste<strong>de</strong>s no están resueltos a vengar ahora mismosu muerte, yo me lanzaré solo a perecer entre las filas enemigas. “Todos contestaron:Sí, la vengaremos.” En esta célebre acción el enemigo, según el mismo Páez, tuvouna pérdida <strong>de</strong> 500 prisioneros, 400 muertos, 3.345 caballos y gran número <strong>de</strong> lanzasy fusiles, cogidos por los patriotas. La crítica histórica pue<strong>de</strong> pesar y contrapesar enbalanzas ultrasensibles lo que Páez califica <strong>de</strong> batallas, y sus consecuencias militares,pero es lo cierto que el caballo ejerció en la emancipación <strong>de</strong> nuestra América unaacción inapreciable que justifica la presencia <strong>de</strong>l noble bruto en el emblema <strong>de</strong> laRepública. La arenga <strong>de</strong> Páez era ya un homenaje merecido al compañero <strong>de</strong> fatigasy sacrificios, más tar<strong>de</strong> víctima <strong>de</strong> epizootias que amenazan aun el exterminio <strong>de</strong> laespecie. Bien pudiera el caballo servir <strong>de</strong> mo<strong>de</strong>lo a alguno <strong>de</strong> nuestros escultoresfuturos, capaces <strong>de</strong> compren<strong>de</strong>r y verter en el bronce toda la pujante energía <strong>de</strong> la tierravenezolana, pues el corcel <strong>de</strong> batalla no tuvo en lo material menos alcance que elbrazo y la inteligencia en la creación <strong>de</strong> la Patria.—Nota <strong>de</strong>l traductor.206


CAPÍTULO XVIILA FIESTA.—CANTOS NACIONALESSir Toby: ¿Pero en realidad beberemos hasta que elmundo <strong>de</strong> vueltas alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> nosotros?Despertaremos al mochuelo con un ron<strong>de</strong>l que saquetres almas <strong>de</strong>l cuerpo <strong>de</strong> un tejedor? ¿Estamos?—LaDuodécima Noche (1)Antes <strong>de</strong> que Páez llegase al campamento se le presentó unaor<strong>de</strong>nanza con la grata noticia <strong>de</strong> que el <strong>de</strong>stacamento <strong>de</strong>Rangel, apostado en la otra margen <strong>de</strong>l Arauca, había remitidoun arreo <strong>de</strong> mulas cargadas. Apretó la marcha al recibir semejantenueva y encontró en el campamento a un oficial que mandabala escolta recién venida, quien puso en sus manos una carta<strong>de</strong>l jefe <strong>de</strong> la guerrilla y un paquete <strong>de</strong> comunicaciones, que sele hallaron a uno <strong>de</strong> los oficiales españoles muertos en la emboscada<strong>de</strong> San Juan <strong>de</strong> Payara. El único documento importanteentre todos aquellos, era uno <strong>de</strong> Bogotá, emanado <strong>de</strong>l Virrey ydirigido a Morillo, y en el cual Sámano or<strong>de</strong>naba al segundo que<strong>de</strong>stacase al general Calzada hacia Nueva Granada con una división<strong>de</strong>l ejército realista, encareciendo, para que la medida seejecutase con rapi<strong>de</strong>z, la actitud amenazante <strong>de</strong> las fuerzasrebel<strong>de</strong>s al mando <strong>de</strong> Santan<strong>de</strong>r, las cuales habían avanzado másallá <strong>de</strong> Casanare; también anunciaba las reuniones y proclamassediciosas <strong>de</strong> los habitantes <strong>de</strong>safectos <strong>de</strong> Tunja, Socorro y otrasprovincias <strong>de</strong>l entre-An<strong>de</strong>s.Esta noticia no hacía sino confirmar el informe <strong>de</strong> que bolívarestaba ya en posesión, pero tendía asimismo a probar que losrealistas <strong>de</strong> Venezuela lo conocían igualmente, por lo cual Páez207


se regocijó ante la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que Morillo se viese pronto en el caso<strong>de</strong> abandonar las pampas, o <strong>de</strong> permitir que Santan<strong>de</strong>r revolucionaraa Cundinamarca sin oposición alguna.“Sin embargo, dijo Páez, <strong>de</strong>searía que este paquete llegara amanos <strong>de</strong> Morillo, porque así se apresuraría los movimientos <strong>de</strong>lgodo. Oiga, niño Panchito, ¿tendría usted bastante inteligencia,porque audacia se bien que la tiene, para acercarse a un piqueteespañol <strong>de</strong> modo que pueda echar este pliego en su camino, sincorrer más riesgo <strong>de</strong>l necesario al logro <strong>de</strong> la empresa?—¿Cómo no, mi jefe? Déjeme escoger un buen caballo <strong>de</strong> lamanada; déme el paquete y respondo que lo entrego con seguridad.— “¿Pero como te propones manejar el asunto, amiguito. Silos godos te cojen en la tentativa: ¡Abur! De seguro te colgaráncomo espía, por pequeño que seas.— “¡Dejadme no más! Por la noche me meteré a caballo ensus manadas <strong>de</strong> bestias <strong>de</strong> remonta y ataré el paquete a los crineso a la cola <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> los más mansos.—“¡Vive Dios! Que tu invención es <strong>de</strong> primer or<strong>de</strong>n. Vamosallá en el acto y coge cualquier caballo en la madrina; pero sintocar mi rucio rabón.El encargo venía como <strong>de</strong> perlas al espíritu inquieto y temerario<strong>de</strong>l chico, que lo aceptó con la misma <strong>de</strong>spreocupación quehabría animado a un niño europeo <strong>de</strong> su misma edad, a punto <strong>de</strong>salir en busca <strong>de</strong> nidos.Páez se puso a examinar las mulas cargadas y <strong>de</strong>spachó lasmuniciones, bajo escolta, para Playa Arenosa, a orillas <strong>de</strong>lOrinoco, a fin <strong>de</strong> que fuesen remitidas al campamento <strong>de</strong> bolívar,en Los capuchinos; y luego distribuyó las ropas entre losjinetes que lo necesitaban. Había dos mulas cargadas con cuñetes<strong>de</strong> vino, <strong>de</strong>stinados probablemente a los generales españolesy a su Estado Mayor, los cuales or<strong>de</strong>nó Páez que se reservaranpara uso <strong>de</strong> las familias emigradas. Cuanto a los pellejos <strong>de</strong>aguardiente, que eran numerosos, distribuyólos entre la tropa,que por consiguiente se dispuso a celebrar un festejo, como loacostumbraban siempre al recibir tan <strong>de</strong>leitoso regalo.208


La Guardia <strong>de</strong> Honor reunióse, como lo había hecho en otraoportunidad y en el propio campamento, formando un alegreruedo en torno <strong>de</strong> su jefe. Bien sabían que estaban una vez más apunto <strong>de</strong> salir a campaña bajo sus ór<strong>de</strong>nes y la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> los próximoscombates, lejos <strong>de</strong> entibiar su regocijo, comunicaba mayorjúbilo a su diversión. Después que Páez hubo hecho el brindishabitual “Por Simón Bolívar y Venezuela Libre!” se cantaron lossiguientes versos en alabanza <strong>de</strong>l Libertador, que era más popularen el ejército <strong>de</strong> los llanos y sobre todo entre los soldados <strong>de</strong>la Guardia que en cualquiera otra parte <strong>de</strong> la República:“!Gloria! ¡Gloria! Bolívar;Gloria Libertador!De Ceballos espanto,De Araure vencedor.A tu patria triunfanteTres veces has entrado;Y treinta <strong>de</strong>rrotadoAl bárbaro españolEl pabellón <strong>de</strong> EspañaPues a tus pies lo vísteis,Cuando en el campo hicisteisFixar el TricolorGranada y VenezuelaJuraron bella unión;Rompieron las ca<strong>de</strong>nasDe la dura opresión.Gloria! Gloria! Bolívar;Gloria Libertador!De Ceballos espanto,De Araure vencedor.”209


Después <strong>de</strong> una pausa, Zaraza alzó su “totuma” a la salud <strong>de</strong>“¡Mi General Páez con su guardia <strong>de</strong> Honor!” Fue acogido conentusiasmo y los lanceros contestaron inmediatamente con elCanto <strong>de</strong> la Guardia, a todo coro:“El que quiera ser libre que aprendaQue en la Guardia tenemos por ley,Aborrecer a todo tiranoY <strong>de</strong>testar el nombre <strong>de</strong>l rey.Avanzad, avanzad ¡oh! Guerreros,Al feroz español atacad;Y a pesar <strong>de</strong> sus vanos esfuerzos,¡Libertad! ¡Libertad! ¡Libertad!¿Qué esperamos <strong>de</strong> un rey que ha violado<strong>Las</strong> contratas (sic) que hizo a su nación?Esperemos los males más graves;Igualmente nuestra <strong>de</strong>strucción.Avanzad, avanzad ¡oh! Guerreros,Al feroz español atacad;Y, a pesar <strong>de</strong> sus vanos esfuerzos,¡Libertad! ¡Libertad! ¡Libertad!A poco se recibió recado <strong>de</strong> doña Rosaura, quien invitaba aPáez y a sus oficiales para un fandango que las emigradas preparabancerca <strong>de</strong> los ranchos con el objeto <strong>de</strong> <strong>de</strong>spedir a sus protectores.Limpióse una buena extensión <strong>de</strong> terreno, apaisada, bajo loscongrios, cuyas ramas inferiores fueron podadas como a veintepies <strong>de</strong>l suelo, ro<strong>de</strong>nado aquel espacio con una cerca <strong>de</strong> varas <strong>de</strong>guadua, tendidas <strong>de</strong> tronco a tronco; y una compacta palizada,hecha con la brillante caña amarilla que llaman culegüí, cerraba<strong>de</strong>l todo este rústico salón <strong>de</strong> baile, cuyo piso había sido regadocon arena recogida en las márgenes <strong>de</strong> la laguna. A lo largo <strong>de</strong> la210


palizada y a cortos intervalos, colocáronse unas lámparas queconsistían en conchas <strong>de</strong> caracol rosado que se encuentra en lassabanas, y las cuales, atadas en torno <strong>de</strong> aros <strong>de</strong> bejucos, hacíantambién las veces <strong>de</strong> arañas, colgando <strong>de</strong> las ramas que se dilatabana través <strong>de</strong>l salón. Música no escaseaba, porque guitarras yvihuelas eran tan comunes entre las emigradas como en el ejército;a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> tales instrumentos, dos arpas, traídas por unosmúsicos que al parecer tuvieron más <strong>de</strong>sahogo que sus vecinos alhuir <strong>de</strong> sus casas, brindaban asimismo sus alegres arpegios.Después <strong>de</strong> un constante ejercicio <strong>de</strong> algunas horas en que sebailaron el Bambuco, La Solita y La chapetona (pues gracias ala costumbre que permite cambiar repetidas veces <strong>de</strong> pareja, sepue<strong>de</strong> prolongar el baile in<strong>de</strong>finidamente y sin receso), sirvieseun obsequio que si no elegante, tenía al menos la ventaja <strong>de</strong> sersustancioso. Como se consi<strong>de</strong>raba que aquella era una fiesta <strong>de</strong><strong>de</strong>spedida, que con toda probabilidad sería la última en quetodos se viesen reunidos, se convino por modo unánime en prolongarlahasta hora tardía. Propúsose que se cantara y las llaneras,muchas <strong>de</strong> las cuales habían oído (<strong>de</strong> tapaditas) los cantos<strong>de</strong>l campamento vecino, rindieron también <strong>de</strong> buen grado su tributo<strong>de</strong> alabanzas al Libertador:¡Mi General Bolívar! Por Dios te pido,Que <strong>de</strong> tus oficiales me <strong>de</strong>is marido:¡Vaya! ¡Vaya! ¡Vaya! Me <strong>de</strong>is marido.Mi general Bolívar tiene en la bocaUn clavel encarnado que me provoca:¡Vaya! ¡Vaya! ¡Vaya! Que me provoca.Mi General Bolívar tiene un caballoQue entre la pelea parece un rayo:¡Vaya! ¡Vaya! ¡Vaya! Parece un rayo.Mi General Bolívar tiene en la espadaUn refrán engravado: ¡Muera la España!¡Vaya! ¡Vaya! ¡Vaya! ¡Muera la España!211


Con las balas que tiran los chapetonesSe peinan los patriotas los canelones:¡Vaya! ¡Vaya! ¡Vaya! Los canelones.A las armas van nuestros Libertadores;El cielo les conserve a sus amores!¡Vaya! ¡Vaya! ¡Vaya! A sus amores!Mientras doña Rosaura, acompañada <strong>de</strong> algunas <strong>de</strong> sus amigas,estaba cantando esta <strong>de</strong>spedida, muchos <strong>de</strong> los jóvenes llaneros“abstraídos aparte requebraban a las damas <strong>de</strong> sus pensamientos,a quienes no cortejaban en vano pues aunque sus corazoneshubiesen sido <strong>de</strong> piedra no podrían ver marchar para loscombates a un amante verda<strong>de</strong>ro que acaso les daba el últimoadiós, sin compartir también sus penas.”“¡Oigan, caballeros! Dijo Páez; a uste<strong>de</strong>s les toca contestar.¿Nuestro nuevo compañero Castro, no nos ha traído nada <strong>de</strong>España, o al menos <strong>de</strong> Caracas? Cántenos algo, amigo Andrés,aunque sea un canto realista, pues usted ha vivido todavía muypoco entre nosotros para que sepa canciones patrióticas.”“¡Con gusto mi jefe! El mío será un canto neutral, como cuadraa un ejercito en vísperas <strong>de</strong> marcha.”“<strong>Las</strong> cajas y cornetas me anuncian el marchar,Y <strong>de</strong> mi amada dueña me voy a separar;Yo viviré penando, pues ya tu amor perdí,Y tú, quizás, ¡bien mío! Te olvidarás <strong>de</strong> mi.“En el segundo toque empiezo a suspirar,Al ver que sin recurso te tengo que <strong>de</strong>xar;Ascensos ni victorias podrán intereses (sic),Si <strong>de</strong> mi amada dueña la vista he <strong>de</strong> per<strong>de</strong>r.“Ya salen las ban<strong>de</strong>ras, las que he <strong>de</strong> seguir,Y <strong>de</strong> ella a quien adoro me voy a <strong>de</strong>spedir;Yo viviré penando, pues ya tu amor perdí,Y tú quizás, ¡bien mío! Te olvidarás <strong>de</strong> mí.212


El canto <strong>de</strong> los bandos contendores cesó por mutuo acuerdoy todos se entregaron otra vez a los más intensos regocijos <strong>de</strong>lbaile, que se prolongó hasta que las cornetas tocaron la diana enel campamento, hora en que los llaneros, muy a pesar suyo, dijeronadiós a sus parientes y amigos emigrados y marcharon conpremura al vivac con el objeto <strong>de</strong> incorporarse cada uno a surespectiva tropa. No se requerían muchos preparativos para quepudiese salir a campaña un ejército tan escaso <strong>de</strong> equipos comoel <strong>de</strong> los Llanos, por lo cual, luego que se pasó la lista, <strong>de</strong>sfilóla guardia <strong>de</strong> Honor, a través <strong>de</strong> los intrincados sen<strong>de</strong>ros <strong>de</strong> lospantanos, seguida por los <strong>de</strong>más cuerpos, en el or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> marchaque se les había fijado, y pronto llegaron a sabana abierta.A<strong>de</strong>lante a corta distancia, cabalgaban Páez y Zaraza con susEstados Mayores y poco a poco se les iban incorporando lamayor parte <strong>de</strong> los oficiales llaneros, quienes se prevalían <strong>de</strong> laconfianza con su jefe para abandonar la línea <strong>de</strong> marcha, atraídospor las frecuentes risotadas que lanzaban los inmediatosacompañantes <strong>de</strong> Páez. Semejante júbilo era tan característico<strong>de</strong> la Guardia <strong>de</strong> Páez, sobre todo yendo en busca <strong>de</strong>l enemigo,que cuando Bolívar se encontraba en los Llanos con el ejército,nunca perdía la ocasión <strong>de</strong> pasar una o más horas cuando ibahacia el frente, a fin <strong>de</strong> divertirse con los libres pero siemprejocosos chistes <strong>de</strong> los llaneros y <strong>de</strong> sus jefes.La risa era provocada en la presente ocasión por la rusticidady simpleza <strong>de</strong> un asistente, a quien Páez había hecho su portalanzaen ausencia <strong>de</strong> Panchito, y que formaba tan extraordinarioy ridículo contraste con el muchacho, como si lo hubieran escogidoa propósito. Perucho Godomar era un zambo <strong>de</strong> no comúnestatura y <strong>de</strong> toscas facciones, que en realidad habría sido gigantescosi el tamaño <strong>de</strong> su cuerpo hubiese guardado alguna proporcióncon la extravagante longitud <strong>de</strong> sus miembros; pero a pesar<strong>de</strong> aquel exterior formidable, lejos <strong>de</strong> compartir la ferocidad eíndole cruel que distinguen especialmente al zambo <strong>de</strong> los<strong>de</strong>más hombres <strong>de</strong> color, era notable por su buen carácter yjovialidad. Turno a turno era el favorito y el hazmerreír <strong>de</strong> la213


Guardia, puesto poco envidiable, para el cual estaba muy biencalificado por su falte <strong>de</strong> aprehensiones y rarezas <strong>de</strong> carácter,pues por lo común no caía en la cuenta <strong>de</strong> que era objeto <strong>de</strong> lasburlas <strong>de</strong> sus camaradas, y cuando por fin lo advertía, sus torpestentativas para respon<strong>de</strong>r con prontitud y agu<strong>de</strong>za, resultabanirresistiblemente cómicas. Bajo su gran estoli<strong>de</strong>z aparente,Perucho ocultaba en realidad mucha astucia, y había sido promovido<strong>de</strong> soldado raso a alférez, en recompensa <strong>de</strong> numerosaspruebas <strong>de</strong> intrepi<strong>de</strong>z en el combate y <strong>de</strong> modo especialísimopor el sereno valor con que por dos veces había salvado la vida<strong>de</strong> su jefe, en circunstancias en que éste se veía circuido <strong>de</strong> enemigos,por entre los cuales se había abierto paso, pero <strong>de</strong> quienesno le era dable <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rse, a causa <strong>de</strong> esas convulsiones quetanto pa<strong>de</strong>cía Páez.Perucho, antes <strong>de</strong> la revolución, había sido mayordomo en unhato, cerca <strong>de</strong> la ciudad <strong>de</strong> El Sombrero; sus padres eran esclavos,pero él fue manumitado en premio a su fi<strong>de</strong>lidad con elamo y por su honra<strong>de</strong>z en todas las transacciones relativas a lacompra y venta <strong>de</strong> ganados, operaciones ambas confiadas <strong>de</strong>modo exclusivo a su manejo en los potreros más próximos a lasregiones montañosas, siempre llenos <strong>de</strong> novillos traídos <strong>de</strong> lassabanas, los cuales, una vez cebados, eran conducidos a Caracasy a los puertos marítimos para ven<strong>de</strong>rlos.Carvajal lo había conocido cuando practicaba esta pacíficaocupación y entonces oyó referir muchos ejemplos <strong>de</strong> intrepi<strong>de</strong>zsuya y <strong>de</strong> minucioso cuidado por los intereses <strong>de</strong>l amo, peroahora fingía dudar <strong>de</strong> que Perucho hubiera pastoreado algunavez un rebaño <strong>de</strong> reses, por lo cual lo comprometió, en <strong>de</strong>fensa<strong>de</strong> sus habilida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> pastor, a entretener a los generales con unaanécdota referente a sus hazañas en ese carácter.(1) La cita correspon<strong>de</strong> al acto II, escena III <strong>de</strong> la comedia “La duodécima nocheo como gustéis”. N. <strong>de</strong>l T.214


CAPÍTULO XVIIINARRACIÓN DEL MAYORDOMOBandido: Deteneos, Señor, y arrojadnos lo que llevéisencima; si no, os haremos sentar y os <strong>de</strong>svalijaremos.Alígero: ¡Señor, estamos perdidos! Son los bandidosa quienes tanto temen los viajeros.—Los dosHidalgos <strong>de</strong> Verona (1)“Pocos años antes <strong>de</strong> estallar los disturbios que han obligadoa muchos mayordomos, entre los cuales me cuento yo, a cambiarla picana (2) por la lanza, estuve <strong>de</strong>dicado largo tiempo, yen todos los veranos a conducir tres rebaños <strong>de</strong> novillos <strong>de</strong>s<strong>de</strong>los llanos hasta el hato que tenía mi patrón en El Sombrero, y<strong>de</strong> allí a las tierras altas <strong>de</strong> Caracas. También solían enviarmecon algunos toros cuando <strong>de</strong> la capital o <strong>de</strong> cualquiera otra partelos encargaban para lidiarlos. Así, pues, andando los días y graciasa mi constante viajar, yendo y viniendo por aquellos lugares,me hice muy conocido en todos los pueblos situados entreEl Sombrero y Cocuiza. Por otra parte conocí a casi todos losladrones que mero<strong>de</strong>aban entre las llanuras y Caracas, los cualesme tenían tanto respeto que a pesar <strong>de</strong> tropezarme a menudocon ellos, nunca me causaron el menor trastorno, circunstanciafeliz para mi patrón, porque los caminos eran notoriamente peligrosospara cuantos viajaban conduciendo dinero, como meocurría siempre a mí, cuando regresaba <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber vendidoel ganado.“A<strong>de</strong>más yo era compadre <strong>de</strong>l famoso salteador VicenticoHurtado, quien capitaneó una cuadrilla por muchos años en elpalmar <strong>de</strong> Ortiz, <strong>de</strong> modo que generalmente pasaba una alegre215


noche con él y sus secuaces, cuando iba subiendo con el ganado;yo era el único mayordomo que se atrevía, entre los muchosque frecuentaban el camino, a apacentar un rebaño <strong>de</strong> novillosen las inmediaciones <strong>de</strong> su guarida, bien que al regreso procurabasiempre no encontrarme con él, si podía evitarlo <strong>de</strong> algúnmodo, pues, aunque en su carácter <strong>de</strong> compadre mío nuncahubiera tocado un solo real <strong>de</strong>l dinero a mi cargo, podía no obstanteocurrir que sus mozos tuviesen menos escrúpulos.“Cierto año (precisamente antes <strong>de</strong> la festividad <strong>de</strong> Pascuaflorida, cuando todas las principales poblaciones <strong>de</strong> Venezuela,preparaban un toreo para tal ocasión), conducía yo una punta <strong>de</strong>veinte toros <strong>de</strong> primer or<strong>de</strong>n, <strong>de</strong>stinados a la villa <strong>de</strong> Parapara,y como eran extraordinariamente bravíos y mi patrón me hizoespecial encargo <strong>de</strong> no disgustar en modo alguno al alcal<strong>de</strong> <strong>de</strong>aquella población, quien, más <strong>de</strong> un mes antes, había pagadoestrenas por los bichos, tomé la precaución <strong>de</strong> encerrarlos todaslas noches en un corral seguro, cerca <strong>de</strong> algún pueblo, para nocorrer el riesgo <strong>de</strong> per<strong>de</strong>rlos. Así los había arreado sin inconvenientealguno hasta la ciudad <strong>de</strong> Ortiz y sólo tenía por <strong>de</strong>lanteuna corta jornada <strong>de</strong> cinco leguas, cuando por mi mala suerte,el Chambeco (3) que posee a todos los muchachos sin excepción,y especialmente a los <strong>de</strong> Ortiz, según creo, indujo a todoslos chicos vagos <strong>de</strong> la población a reunirse junto al corral paracometer sus travesuras, cuando yo y mis peones dormíamos lasiesta, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> nuestra fatigante marcha. Como era <strong>de</strong> esperarse,los muchachos hostigaron los toros, que a no ser así sehabrían echado tranquilamente en el corral, pero los chicos fuerontan tenaces que uno <strong>de</strong> los bichos saltó por encima <strong>de</strong> lacerca y escapó al monte, seguido <strong>de</strong> todos los <strong>de</strong>más.“Me sacó <strong>de</strong> mi profundo sueño el rebullicio <strong>de</strong> la calle y encuanto llegué a la puerta <strong>de</strong> la posada pu<strong>de</strong> ver que los torosatravesaban la plaza en tropel, precisamente cuando había enella mayor concurrencia que salía <strong>de</strong> la iglesia, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> laOración <strong>de</strong>l Rosario. Por fortuna, los fieros animales huían tana escape, que hicieron poco o ningún daño, <strong>de</strong>rribando a penas216


en la fuga a los que tenían la mala suerte <strong>de</strong> hallarse en su camino,pero sin <strong>de</strong>tenerse a cornear a ninguno. Monté en el acto ycorriendo tras ellos, observé que habían dado la vuelta hacia la<strong>de</strong>recha <strong>de</strong> El Cerrito y cogido el camino <strong>de</strong> El Palmar.“Bien sabía yo que si al punto no eran ro<strong>de</strong>ados y guiados porjinetes conocedores <strong>de</strong> los vericuetos <strong>de</strong> El Palmar, huirían a lassabanas que están cerca <strong>de</strong> Rincón <strong>de</strong> los Toros y no los volveríamosa ver. Mis peones no conocían el terreno y a<strong>de</strong>más suscaballos hallábanse rendidos y en la incapacidad <strong>de</strong> hacer el trabajonecesario. En vista <strong>de</strong> esto acudí al alcal<strong>de</strong> <strong>de</strong> Ortiz paraque me ayudara con parte <strong>de</strong> su gente, arguyendo que como loschicos <strong>de</strong> su pueblo habían hecho el daño, a él le correspondíarepararlo; pero me contestó que tenía una cuestión pendientecon el alcal<strong>de</strong> <strong>de</strong> Parapara, a causa <strong>de</strong> una disputa relativa a lareparación <strong>de</strong>l camino entre ambas poblaciones y que sí lostoros hubieran sido para cualquiera otro me habría acompañadoel mismo con mucho gusto. Comprendí que el verda<strong>de</strong>ro motivo<strong>de</strong> su negativa era el temor <strong>de</strong> aventurarse en El Palmar, él osus peones, a causa <strong>de</strong> Vicentico Hurtado y su pandilla, a quienesel pueblo <strong>de</strong> Ortiz habían ofendido mortalmente, negándolesla pacífica entrada en la ciudad, durante las fiestas <strong>de</strong> laPascua <strong>de</strong> la Natividad, solicitud hecha por ellos con el propósito<strong>de</strong> confesarse y oír misa.“En tal conflicto resolví solicitar a mi propio compadre parapedirle ayuda y recoger el ganado. Como ya estaba oscureciendo,supuse que podría encontrarlo a él o a cualquiera <strong>de</strong> lossuyos cerca <strong>de</strong>l camino real y, en efecto, no había andadomucho, cuando me <strong>de</strong>tuvieron dos <strong>de</strong> sus espías, apostados a laorilla <strong>de</strong>l monte en acecho <strong>de</strong> viajantes. Al darme a conocer yexplicarles el asunto que me llevaba allí, uno <strong>de</strong> ellos me condujoa presencia <strong>de</strong> Hurtado, quien se ocupaba en poner unaemboscada con el resto <strong>de</strong> la cuadrilla. Mi compadre, al saber elpercance que me ocurría, or<strong>de</strong>nó en el acto llamar a todos loscentinelas, y también que me trajeran otro caballo, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>lo cual salió al frente <strong>de</strong> nosotros en busca <strong>de</strong> los toros.217


“Como Vicentico era gran conocedor <strong>de</strong> todas las quebradasy picas <strong>de</strong>l bosque, <strong>de</strong>stacó pequeñas partidas en diversas direcciones,con toda la habilidad necesaria para reunir el ganadobravío; y poco <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> rayar el día, todo el rebaño estaba yaencerrado en el propio corral <strong>de</strong> mi compadre, en el ren<strong>de</strong>zvousprincipal, oculto en el centro <strong>de</strong> El Palmar. Fue necesario <strong>de</strong>jarlos toros allí todo aquel día y toda la noche para que se repusieranpoco a poco <strong>de</strong> su alboroto, porque no era pru<strong>de</strong>nte arrearlosantes por el camino público. Como mi compadre parecía noquerer que mis peones supieran don<strong>de</strong> estaba situado su escondrijo,les mandé recado con uno <strong>de</strong> la cuadrilla, disfrazado <strong>de</strong>paisano, para que me esperaran temprano, a la mañana siguiente,en un punto <strong>de</strong>terminado <strong>de</strong>l camino que va <strong>de</strong> Ortiz aParapara.“Hurtado me trató a cuerpo <strong>de</strong> Rey en su rancho cuya mesaestaba bien provista <strong>de</strong> carne y <strong>de</strong> plátanos, pues sus hombresmataron dos venados, mientras recogían los bichos, y a<strong>de</strong>máslos campesinos <strong>de</strong>l vecindario acostumbraban suministrarlesfrutas y legumbres, a cambio <strong>de</strong> su protección. Después <strong>de</strong>entregar los toros en Parapara, <strong>de</strong>bía seguir a Caracas con elobjeto <strong>de</strong> hacerle algunas compras a mi amor y aten<strong>de</strong>r a su hermanadoña Teresa y a su cuñado don Francisco Cár<strong>de</strong>nas, cuyavisita se esperaba en El Sombrero para la Pascua Florida; porconsiguiente, tuve el cuidado <strong>de</strong> preguntarle a mi compadre si élo su gente <strong>de</strong>seaban que les trajera alguna cosa <strong>de</strong> la capital, enrecompensa <strong>de</strong> la buena voluntad con que me ayudaron tan atiempo. Ocurrió que por entonces estuvieran muy necesitados<strong>de</strong> tabaco y aguardiente, porque se veían privados <strong>de</strong> sus provisionesordinarias, a causa <strong>de</strong>l entredicho con los habitantes <strong>de</strong>Ortiz, viéndose reducidos a <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>r <strong>de</strong>l acaso, pues sólo conseguíanestos artículos cuando acertaba a pasar por aquel caminoalgún cargamento ocasional. Convinimos en que yo me llevaríados mulas <strong>de</strong> carga, proce<strong>de</strong>ntes <strong>de</strong> El Palmar, en cada una<strong>de</strong> las cuales <strong>de</strong>bía traer dos pellejos <strong>de</strong> aguardiente y unapequeña paca <strong>de</strong> tabaco, que yo compraría como si fuera para218


uso <strong>de</strong>l amo; con mucho gusto hubiera pagado yo mismo el precio<strong>de</strong> estos artículos, pero Hurtado empeñose en darme el dineronecesario, tomándolo <strong>de</strong>l haber común <strong>de</strong> la cuadrilla.“A la mañana siguiente, ya bastante tranquilos los toros, micompadre y sus hombres, me ayudaron a arrearlos hacia elTambo <strong>de</strong>l Espinal, sitio que yo había indicado a los peones paraque me esperasen; y allí nos separamos con recíprocas manifestaciones<strong>de</strong> cariño y buen éxito. Entregué todos los bichos alalcal<strong>de</strong> <strong>de</strong> Parapara, quien me pagó el resto <strong>de</strong>l dinero <strong>de</strong>bido,a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> darme albricias por haberlo traído tan <strong>de</strong>scansados yen tan buenas condiciones. Entonces escogí dos peones para queme acompañaran y cuidaran <strong>de</strong> las mulas <strong>de</strong> Vicentico; los otrosmozos los hice regresar al hato, antes <strong>de</strong> salir para la capital.“Cuando llegué a Caracas encontré ya a don Francisco y a sumujer listos para el viaje y habiendo hecho mis compras, sinolvidar la encomienda <strong>de</strong> mi compadre, salimos <strong>de</strong> la ciudad porel camino <strong>de</strong> La Victoria. Éramos siete por todos, incluyendodos arrieros caraqueños, uno <strong>de</strong> los cuales atendía al señor y ala señora, que iban <strong>de</strong>lante, y el otro, que conducía el macho conlos baúles <strong>de</strong> aquéllos, se agregó a mí y a mis peones.Dormimos en Ortiz a la tercera noche <strong>de</strong> haber salido <strong>de</strong> la capitaly temprano a la mañana siguiente, mientras tras cargábamoslas mulas para continuar viaje, don Francisco y su mujer partieronacompañados <strong>de</strong>l peón, con el propósito <strong>de</strong> llegar a ElSombrero a la hora en que mi amo acostumbraba comer.“Yo les había aconsejado con empeño, antes <strong>de</strong> salir <strong>de</strong>Caracas, que marchasen junto con las mulas <strong>de</strong> carga, para queyo y los tres peones pudiésemos <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rlos caso <strong>de</strong> ser atacadosen el camino por salteadores; pero don Francisco que aigual <strong>de</strong> su peón, iba armado <strong>de</strong> una carabina, se burló <strong>de</strong> miadvertencia, y aun la recibió como un ultraje a su valentía, porconsiguiente no hablé más <strong>de</strong>l asunto, contentándome con acuciarlas mulas más <strong>de</strong> lo que hubiera hecho en otras circunstancias,a fin <strong>de</strong> mantenerme tan cerca, como fuese posible, enatención a la hermana <strong>de</strong> mi amo; sin embargo, como aquella219


mañana salieron primero que yo, les ocurrió el percance que yohabía querido evitarles.“Poco <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> salir <strong>de</strong> la ciudad oí tres o cuatro disparos<strong>de</strong> arma <strong>de</strong> fuego y cuando llegué al angosto pasaje, situadoentre el Cerrito y el bosque, reconocí la mula <strong>de</strong> don Francisco,tendida a través <strong>de</strong>l camino; uno <strong>de</strong> los muchachos <strong>de</strong> Hurtadole quitaba el freno y la silla, pero al verme, dióme la bienvenida,y me preguntó si había traído el tabaco y aguardiente queles prometí. Le contesté indicándole las mulas, y con el convencimiento<strong>de</strong> que había ocurrido algo serio, le dije que <strong>de</strong>seabaver a mi compadre. El salteador me informó que había ido alren<strong>de</strong>zvous, con tres prisioneros que acababan <strong>de</strong> coger, porhaberse negado a pagarle tributo; luego me dijo que en cuantohubiese ocultado la mula herida, a fin <strong>de</strong> que no se propagaraalarma alguna, me acompañaría a la ranchería; pero que miscompañeros <strong>de</strong>bían esperarme cerca <strong>de</strong>l camino. Mandé a mispeones que lo ayudasen a arrastrar la mula hasta un barrancocercano y que me esperasen allí mientras volvía, y hecho esto,<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> apartar las dos mulas pertenecientes a hurtado, marchéhacia el ren<strong>de</strong>zvous con mi guía.“Por el camino me refirió que aquella mañana mientras lagente se hallaba emboscada como <strong>de</strong> costumbre, vieron acercarsea los viajeros y que Vicentico se a<strong>de</strong>lantó a encontrarlos, conla sola compañía <strong>de</strong> su teniente, por consi<strong>de</strong>ración a la señora, aquien no querían asustar movilizando más tropa <strong>de</strong> la que fueraen absoluto necesaria. Avirtiéronle a don Francisco que era vanooponer resistencia y que entregara la bolsa pacíficamente, peroél y su peón les respondieron con dos disparos que hirieron levementea Hurtado y a su segundo. Al ver esto la partida oculta enel bosque se lanzó fuera y disparó varias carabinas contra losviajeros, antes que su jefe pudiera apaciguarlos. Por fortuna nocausaron más daños que el <strong>de</strong> rozar a penas la frente <strong>de</strong> la señoray el <strong>de</strong> herir mortalmente la mula <strong>de</strong> don Francisco.“En contestación a las preguntas que le hice acerca <strong>de</strong> lasuerte que a su parecer correrían los cautivos, díjome que con220


toda seguridad la señora sería puesta a rescate, con tal quehubiese alguien que se interesara por ella, especialmente por lacircunstancia <strong>de</strong> que Vicentico se había encolerizado tanto alverla herida, que habría hecho cuartos al que disparó el arma,caso <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r <strong>de</strong>scubrirlo; creía más que probable que dieranmuerte a don Francisco, porque todos los asaltantes iban pidiendovenganza contra él cuando se alejaban a caballo; pero cuantoal peón lo más seguro era que se salvase, en consi<strong>de</strong>ración ahaber procedido por or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> su señor.“Cuando llegamos a los ranchos me recibió con gran<strong>de</strong> alborozola cuadrilla <strong>de</strong> salteadores, todos los cuales habían echadopié a tierra y formaban ruedo a la cabeza <strong>de</strong> sus caballos, comoen grave consulta. Don Francisco y el peón, ambos con vendasen los ojos, hallábanse atados a sendos árboles; y como vi lamula perteneciente a doña Teresa a la puerta <strong>de</strong>l rancho <strong>de</strong> lasmujeres, <strong>de</strong>duje que la señora se hallaba algo segura junto conellas. Entregadas las mulas, que los bandidos <strong>de</strong>scargaron en elacto, <strong>de</strong>positando la carga en la vivienda <strong>de</strong> Vicentico, pedí permisopara hablar unas cuantas palabras a solas con mi compadre.En primer término le informé que la señora era hermana <strong>de</strong>mi amo, y por consiguiente tan digna <strong>de</strong> mis servicios y cuidados,como mi propio patrón, en virtud <strong>de</strong> lo cual le rogué, comocompadre, que los protegiese a ella y a su marido, por quien sólome preocupaba en atención a su esposa.“Vicentico me aseguró que la señora no corría peligro y medijo que si sólo <strong>de</strong>pendiese <strong>de</strong> su voluntad no pediría rescate porella, porque le había contrariado en extremo la herida que recibióla señora en la escaramuza, pero que el señor era responsable<strong>de</strong> todo por su propia obstinación. Cuanto a don Franciscono estaba seguro <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r salvarlo, porque los muchachos <strong>de</strong> lapandilla, y en especial el teniente, herido por él, pedían a gritossu muerte; sin embargo, como yo <strong>de</strong>mostraba <strong>de</strong>searlo con tantointerés, convino en tratar <strong>de</strong> conseguir que su gente se conformasecon un buen rescate, asegurándome que haría cuantopudiera para complacerme, aunque no <strong>de</strong>bía <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> observar-221


me que el caballero merecía en realidad cualquier tratamientoque se le aplicara, por severo que fuera.“Fuese pues, hacia sus compañeros y les informó que porestar su compadre Perucho especialmente interesado en la salvación<strong>de</strong> la señora y <strong>de</strong>l esposo <strong>de</strong> ésta, él <strong>de</strong>seaba que el últimofuese puesto a rescate lo mismo que la señora. Semejante<strong>de</strong>claración produjo violento altercado en que el segundo jefe ysus partidarios sobresalieron en la cuadrilla por bulliciosos yturbulentos, reclamando a gritos que se hiciese correr sangre.Por fin, el teniente, cuyas heridas habían exasperado su ferocidadnatural, acusó sin ambajes a mi compadre Vicentico, diciendoque se <strong>de</strong>jaba sobornar con el objeto <strong>de</strong> salvar la vida <strong>de</strong> susprisioneros, <strong>de</strong>fraudando así el haber común y privándolos atodos <strong>de</strong> su justa venganza; llegó hasta <strong>de</strong>clarar que se creía tanmerecedor <strong>de</strong>l mando como cualquier otro y propuso que sesometiese a votación quién sería el jefe <strong>de</strong>l partido.“Vicentino contestó al instante <strong>de</strong>snudando el sable y diciéndolea su teniente que se <strong>de</strong>fendiese para probar si era tan digno<strong>de</strong> ser jefe, como lo presumía. Los salteadores formaron círculoalre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> ambos rivales, quienes se atacaron uno a otro conel mutuo encono que inspiraban por una parte el sentimiento <strong>de</strong>la autoridad ofendida y el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> castigar la insubordinación,y por la otra el rencor mortal y la ambición <strong>de</strong> obtener el mando<strong>de</strong> la pandilla. La agilidad y superior <strong>de</strong>streza <strong>de</strong> Hurtado en elmanejo <strong>de</strong> su arma, <strong>de</strong>cidieron en breve el combate; su rebel<strong>de</strong>subalterno se retiró vencido, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> recibir una grave estocadatrasversal en el rostro, a la primera acometida, y <strong>de</strong> ser <strong>de</strong>sarmadocuando trató <strong>de</strong> parar un golpe. Nada hay semejante alheroísmo personal ya se trate <strong>de</strong> mantener en or<strong>de</strong>n una guerrillao una tropa <strong>de</strong> bandidos, las cuales, dicho sea sin ofensa <strong>de</strong>mi general Zaraza, se parecen notablemente una a otra bajomuchos aspectos. Toda la cuadrilla gritó a tiempo “!Viva nuestrojefe Vicentico!” y el asunto pendiente fue sometido a su<strong>de</strong>cisión por unánime consentimiento (4).222


“Mi compadre les propuso que se aceptasen quinientospesos como rescate por los dos prisioneros principales, en locual se convino, bajo la promesa que hice <strong>de</strong> hacerme personalmenteresponsable <strong>de</strong>l pago puntual <strong>de</strong> aquella suma; a<strong>de</strong>más,por intercesión mía, y en calidad <strong>de</strong> llapa, como <strong>de</strong>cían ellos,libertaron al peón, que casi estaba muerto <strong>de</strong> miedo”.“Tuvieron también la consi<strong>de</strong>ración <strong>de</strong> prestarme una mulapara don Francisco, la cual les prometí <strong>de</strong>volverles cuandoregresara con el rescate”.“Arregladas ya amistosamente las cosas, a satisfacción <strong>de</strong>todos, salvo el teniente rebel<strong>de</strong>, yo fui el primero que anunció adoña teresa que podía partir cuando quisiera; y esta garantía <strong>de</strong>seguridad la libró <strong>de</strong> la consternación que la agobiaba <strong>de</strong>s<strong>de</strong> elinstante <strong>de</strong> su captura. Superfluo sería <strong>de</strong>scribir el contento ygratitud <strong>de</strong> don Francisco al verse nuevamente libre con sumujer en el camino <strong>de</strong> El Sombrero. Y para <strong>de</strong>cir lo cierto yo mesentí tan asombrado como ellos con la feliz solución <strong>de</strong> aquelingrato suceso, pues nunca esperé un triunfo tan fácil ni en realidadlo hubiera logrado, a no ser por la intercesión <strong>de</strong> mi compadre,a quien poco <strong>de</strong>spués hube <strong>de</strong> pagar el rescate, como selo había prometido, amén <strong>de</strong> un buen regalo <strong>de</strong> don Francisco,a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> la suma pactada”.“Al volver al hato mi patrón me manumitió en el acto y medio un conuco en propiedad; sin embargo, preferí continuar sirviéndolecomo mayordomo, hasta que Boves llegó a ElSombrero, asesinó a mi amo con toda su familia y quemó elHato. Entonces <strong>de</strong>jé la picana, como yo he dicho, y empuñé lalanza en una <strong>de</strong> las guerrillas <strong>de</strong> Ce<strong>de</strong>ño; pero cuando aquél fue<strong>de</strong>spedazado y dispersado en los Urreales, me incorporé a miactual jefe, don José Antonio”.“¡Mil gracias, amigo Perucho!” dijo Páez: Usted tiene ahorael <strong>de</strong>recho <strong>de</strong> pedir a cualquiera <strong>de</strong> los que ve junto a mí queimiten su ejemplo”.223


“Mi general Zaraza, replicó Godomar, ha sido uno <strong>de</strong> los quehan escuchado el relato con más atención, y por consiguienteprefiero elegirlo a él”.El viejo general asintió <strong>de</strong> buen grado a cumplir con su turnoy refirió la siguiente anécdota <strong>de</strong> los indios <strong>de</strong> Cumaná.(1) Este epígrafe correspon<strong>de</strong> al Acto IV escena I <strong>de</strong> la comedia shakespeariana“Two Gentleman of Verona”. Hablan el 3 Outlaw (tercer bandido) y Speed (Alígero),nombre que traductores franceses y españoles convierten en relámpago. Nota <strong>de</strong>l traductor.(2) La picana o aguijada que se usa en la América <strong>de</strong>l sur, es una arma formidable,parecida a la lanza, con una férrea y burda punta, casi <strong>de</strong> una pulgada <strong>de</strong> largo.(3) El Chambeco es el alegre, más perverso duen<strong>de</strong> <strong>de</strong> las sabanas, que por algunosrespectos correspon<strong>de</strong> con el “Robin Goodfellow” <strong>de</strong> nuestros antepasados, Losllaneros <strong>de</strong> <strong>Barinas</strong> creen que se divierten haciéndoles malignas travesuras a caballosy ganados vacunos.(4) Esta lucha cuerpo a cuerpo, esta especie <strong>de</strong> juicio <strong>de</strong> dios, que <strong>de</strong>scribe elautor <strong>de</strong> “<strong>Las</strong> <strong>Sabanas</strong> <strong>de</strong> <strong>Barinas</strong>”, constituye una escena típica que podría ratificarsecon escenas <strong>de</strong> la vida <strong>de</strong>l propio general Páez, quien no <strong>de</strong>bió la inquebrantableautoridad alcanzada sobre los llaneros, sino a inci<strong>de</strong>ntes semejantes a los que aseguraronel predominio <strong>de</strong> Vicentino Hurtado. El mismo autor anónimo <strong>de</strong> esta narracióni<strong>de</strong>ntifica la persona <strong>de</strong>l jefe <strong>de</strong> la cuadrilla <strong>de</strong> salteadores en su obra “Campañas yCruceros”, publicada ya por CULTURA VENEZOLANA, en cuyas páginas recordaráel lector haber leído las peripecias que ocurrieron al oficial inglés que narra estoshechos, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la <strong>de</strong>rrota <strong>de</strong> la puerta, cuando tuvo que huir por un territorio <strong>de</strong>sconocido,hasta dar en el campamento <strong>de</strong> Vicentino a quien retrata así: “negro <strong>de</strong> elevadaestatura, con formas musculares, cuyo rostro estaba lleno <strong>de</strong> cicatrices, y que notenía más que tres <strong>de</strong>dos <strong>de</strong> la mano <strong>de</strong>recha. Su traje, aunque no fuese uniforme,estaba en muy buen estado y era, evi<strong>de</strong>ntemente, fruto <strong>de</strong>l pillaje”.— Nota <strong>de</strong>l traductor.224


CAPÍTULO XIXNARRACIÓN DEL JEFE DE GUERRILLADavy: Concedo a su señoría que él sea un pícaro; peroel pícaro es mi mejor amigo, señor.— El Rey EnriqueIV (1)Durante los pacíficos tiempos que gozamos en Venezuela,antes <strong>de</strong>l comienzo <strong>de</strong> las hostilida<strong>de</strong>s, época en que mi sola yúnica ocupación se limitaba a cultivar cacao y caña <strong>de</strong> azúcar enla hacienda <strong>de</strong> Peñuelas, cosa que nuestro amigo Carvajal, aquípresente, recuerda tan bien como yo, una <strong>de</strong> las tribus errantes<strong>de</strong> indios <strong>de</strong> Cumaná acostumbraba a pasar los meses <strong>de</strong> lluviasen los ranchos <strong>de</strong> la hacienda, regresando siempre a las selvas<strong>de</strong>l Orinoco en cuanto levantaba la estación. La tribu observabamuy buena conducta, por lo menos en lo concerniente a mi propiedad,<strong>de</strong> modo que yo no les impedía que se refugiasen allípor dos o tres meses <strong>de</strong>l año ni nunca me dieron motivos paraarrepentirme <strong>de</strong> haberles hecho tan inusitada concesión.“Su cacique, indio viejo y alto, conocido generalmente por elnombre <strong>de</strong> Neculpichuy, el tuerto, porque le faltaba un ojo, losmantenía a todos bajo una estricta subordinación, y como erasabido que más <strong>de</strong> una vez había puesto en práctica su <strong>de</strong>rechohereditario <strong>de</strong> vida y muerte entre los <strong>de</strong> su tribu, todos ellos lerendían implícita obediencia. A las veces solía hacer que meprestaran utilísimos servicios, pero sin menoscabo <strong>de</strong> sus libreshábitos andariegos, pues cuanto a trabajar <strong>de</strong> fijo un indiogenuino, ya pertenezca a las tribus selváticas o a las fluviales,preferiría perecer <strong>de</strong> hambre primero que <strong>de</strong>gradarse sometiéndosea ello. Ahora bien, si las panteras y los tigres empezaban a225


causar daños o si los perros salvajes mataban algunos becerros,Neculpichuy se ponía al punto en actividad, seguido <strong>de</strong> su gente,y raras veces <strong>de</strong>jaba <strong>de</strong> traer media docena <strong>de</strong> pieles, cuandolograba que sus hombres se <strong>de</strong>cidieran a empren<strong>de</strong>r una cazaregular. También se informaba <strong>de</strong>l día preciso fijado por mí paratrillar el café y asistía puntualmente con sus indios con el objeto<strong>de</strong> guiar los caballos en torno <strong>de</strong> la trilla. Concluida esta operación,que lejos <strong>de</strong> constituir un trabajo serio daba más bienmotivo para una temporada <strong>de</strong> fiestas y bailes, el y sus hombreséranme <strong>de</strong> grandísima utilidad en el ro<strong>de</strong>o, porque ayudaban amis peones a traer el ganado y los caballos para la hierra, <strong>de</strong>s<strong>de</strong>las regiones montañosas <strong>de</strong> El Bergantín, casi inaccesible acualquiera con excepción <strong>de</strong> los indios. En tales ocasiones siempreles regalaba un novillo, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> tabaco y aguardiente enabundancia, <strong>de</strong> modo que nos <strong>de</strong>spedíamos mutuamente satisfechos.“Cuando estallo la guerra fui uno <strong>de</strong> los primeros en seguir laban<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> la Patria, a las ór<strong>de</strong>nes <strong>de</strong> Miranda; tenía muchas yprofundas ofensas personales que vengar <strong>de</strong> los godos, a<strong>de</strong>más<strong>de</strong> los males que pa<strong>de</strong>cía el país, y conduje conmigo numerosaguerrilla, toda formada con los colonos y peones <strong>de</strong> mi hacienda<strong>de</strong> Peñuelas. Aunque en aquel período <strong>de</strong> la guerra, los indiosintervenían raras veces en pro <strong>de</strong> uno u otro partido, aun paracomunicar noticias, en lo cual es justo reconocer que ahora sonregularmente duchos —sorprendíame ver a Neculpichuy siemprealre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong>l ejército, don<strong>de</strong>quiera que parábamos, ya soloo con varios <strong>de</strong> los indios mas jóvenes y activos pertenecientesa la tribu—. Más tar<strong>de</strong> observé que cuando me enviaban con miguerrilla a alguna comisión, siempre me iba siguiendo a pocadistancia y con frecuencia se me ponía por <strong>de</strong>lante, como para<strong>de</strong>jarse ver. Por lo común recibía noticias <strong>de</strong> mi mujer y <strong>de</strong> lasituación <strong>de</strong> mi familia, mediante mensajeros <strong>de</strong> su propiagente, aunque jamás me comunicaba informe alguno, a menosque yo le preguntase expresamente.226


“No alcanzaba a explicarme este proce<strong>de</strong>r porque era claroque no seguía al ejército impulsado por el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> robar, <strong>de</strong>s<strong>de</strong>luego que ni su tribu ni nadie que yo supiera se atrevía a apo<strong>de</strong>rarse<strong>de</strong> los <strong>de</strong>spojos <strong>de</strong> los cadáveres; ni tampoco llegó a ocurrírsemeque un indio pudiese profesarle a un hombre blancoalgo parecido al afecto, pues ellos mismos acostumbran <strong>de</strong>cirque sus “afectos están sepultados en las huacas que contienenlos huesos <strong>de</strong> sus inmolados antecesores”. Sin embargo la opiniónque me había formado resultó injustificada en este caso,bien que nunca llegué a imaginar que una raza que los españolesnos habían enseñado a tener en menos como a seres abyectosy egoístas, incapaces <strong>de</strong> interesarse por nada, fuera <strong>de</strong> lossimples goces animales, se mostrara tan agra<strong>de</strong>cida por la insignificanteprotección o simple abrigo contra la intemperie, queyo solía prestarle a la tribu, pues cuanto a las otras ventajas, quese les concedían compensábanlas muy bien con los serviciosespontáneos que me prestaban, como ya lo he observado.“Un acci<strong>de</strong>nte algo grave que me ocurrió en mi primera campañacontra los realistas en el <strong>de</strong>partamento <strong>de</strong> Coro, me convenció<strong>de</strong>l interés que Neculpichuy tomaba por mí, interéspatente en una serie <strong>de</strong> servicios mas importantes <strong>de</strong> los que ami juicio era posible que pudiese prestar un indio. Mientras cargabacontra un cuerpo <strong>de</strong> caballería española, a orillas <strong>de</strong> laLaguna <strong>de</strong> Maracaibo recibí en la frente un profundo sablazo,que me obligo a apartarme algo <strong>de</strong> la confusa melée para vendarmela herida, cuya copiosa efusión <strong>de</strong> sangre, me impedía verpara manejar la lanza. No había andado mucho cuando un disparohecho por una <strong>de</strong> las piezas <strong>de</strong> campaña <strong>de</strong>l enemigo, hirióen un flanco a mi caballo, el cual cayó muerto cogiéndome<strong>de</strong>bajo enredado en los estribos. Hallábame tan abrumado por lacaída y tan débil con la perdida <strong>de</strong> sangre, que por cierto tiempono me fue posible hacer esfuerzo alguno para salir <strong>de</strong> aquellasituación, y cuando al fin pu<strong>de</strong> apoyarme en un brazo y trataba<strong>de</strong> sacar las piernas, aprisionadas bajo el muerto animal, via corta distancia a dos jinetes españoles, pertenecientes al cuer-227


po con que había peleado mi guerrilla; el movimiento que hiceles llamó la atención y uno <strong>de</strong> ellos, acercándose a mi hiriómedos o tres veces en la cabeza con su sable, <strong>de</strong>l cual me <strong>de</strong>fendíen la única forma que podía emplear, oponiéndole el brazo <strong>de</strong>snudo.El otro godo, observando que su camarada no lograbaponerme fuera <strong>de</strong> camino tan fácilmente como lo había esperado,se apróximo también y blandiendo la lanza me dio en elpecho dos tremendos pinchazos que me tendieron otra vez juntoal caballo, mortalmente herido como los españoles y yo mismolo suponíamos.“No puedo <strong>de</strong>cir cuanto tiempo permanecí postrado pero alabrir los ojos, única acción que mi flaqueza me permitía ejecutar,vine bajo una noche estrellada, en la arenosa orilla y sostenidoen los brazos <strong>de</strong> Neculpichuy, quien me lavaba la frente ylas sienes con agua fría <strong>de</strong> la laguna; traté <strong>de</strong> hablar pero nopue<strong>de</strong> proferir ni una palabra, porque tenía seca la garganta, casihasta la sofocación. Visto esto por el cacique cogió una taparaque pendía <strong>de</strong> su cintura, vertió un poco <strong>de</strong> aguardiente, y <strong>de</strong>spués<strong>de</strong> mezclarlo con agua, lo llevó a mis labios; aunque al primerinstante apenas podía tragarlo, unas cuantas gotas me revivieronlo suficiente para preguntar, haciendo consi<strong>de</strong>rableesfuerzo, don<strong>de</strong> estaba mi guerrilla. Neculpichuy movió lacabeza y señaló con el <strong>de</strong>do una línea <strong>de</strong> hogueras <strong>de</strong> vivac nodistantes <strong>de</strong> allí, diciendo en voz baja: “¡El cachupín ganó!”“Comprendí por su respuesta que la jornada se había perdidopara la Patria, pero en la extenuación <strong>de</strong>l momento sentí unaindiferencia tan absoluta por todo que hubiera preferido morirdon<strong>de</strong> yacía a ser trasladado a otra parte. Caí en un profundomarasmo <strong>de</strong>l que salí al ser alzado en brazos <strong>de</strong> dos o tres indiosque me condujeron a una canoa varada en las arenas <strong>de</strong> la orillay en la cual me acostaron con suavidad sobre una estera <strong>de</strong> mimbretendida en el fondo, abrigándome cuidadosamente para protegerme<strong>de</strong> la brisa nocturna con sus mantas, las cuales se quitaroncon ese propósito; luego, lanzando la embarcación con elmenor ruido posible, remaron con ímpetu a través <strong>de</strong> la laguna.228


“Neculpichuy, que iba gobernando a popa, colocaba mi cabezasobre sus rodillas y <strong>de</strong> cuando en cuando hume<strong>de</strong>cía mislabios con algunos limones que llevaba en la canoa, moviendola cabeza en señal <strong>de</strong> disgusto siempre que yo trataba <strong>de</strong> hablarlepara inquirir adon<strong>de</strong> me conducía. Hacia el centro <strong>de</strong> la lagunaatravesamos unos rompientes formados por una po<strong>de</strong>rosacorriente al pasar sobre un fondo <strong>de</strong> rocas y la brusca sacudida<strong>de</strong> la canoa me produjo tan aguda pena, al remover los vendajes<strong>de</strong> mis enconadas heridas, que me sacó por completo <strong>de</strong> la especie<strong>de</strong> letargo en que <strong>de</strong> nuevo me había sumergido.“El cacique guió la canoa hacia una angosta calea, oscurecida<strong>de</strong>l todo por la sombra <strong>de</strong> los caobos que extendían sus ramaspor encima. Siguiendo sus curvas hasta que perdimos por completola vista <strong>de</strong>l lago, los tres indios que remaban la canoa saltarona tierra y cortaron la maleza con sus machetes, en unaextensión <strong>de</strong> terreno <strong>de</strong> algunas yardas <strong>de</strong> circunferencia; <strong>de</strong>spuésme sacaron con cuidado <strong>de</strong> la canoa, <strong>de</strong>positándome en tierra,tras lo cual cortaron ramas <strong>de</strong> los árboles y cañas <strong>de</strong> la orilla<strong>de</strong> la caleta y dieron comienzo a la construcción <strong>de</strong> un cobertizosobre el lugar en que yo estaba, con las dimensiones indispensablespara abrigar una persona acostada.“El día apuntó cuando terminaban la construcción <strong>de</strong> aquelrancho, que en sus hábiles manos sólo tardó cosa <strong>de</strong> un cuarto<strong>de</strong> hora antes <strong>de</strong> quedar listo para darme refugio; y entonces,Neculpichuy, que se había ocupado con diligencia en buscaryerbas y raíces entre los árboles <strong>de</strong> la playa, acercóse a mi cabeceray comenzó a examinarme las heridas. La cortada <strong>de</strong> sableque tenía en la frente, aunque profunda, era <strong>de</strong> poca importancia,lo mismo que las <strong>de</strong>l brazo y mano izquierda, en comparacióncon los dos lanzazos <strong>de</strong>l pecho, que felizmente no interesaronningún órgano vital. Después <strong>de</strong> lavarme estos últimos conuna mezcla <strong>de</strong> aguardiente y agua, un cirujano indígena machacoen una laja algunas hojas recogidas en el bosque y me lasaplicó a las heridas, rasgando su propia camisa y las <strong>de</strong> sus compañeros(a todos los cuales reconocí entonces como pertencien-229


tes a su tribu), con el objeto <strong>de</strong> hacer vendas. Neculpichuy sacóluego <strong>de</strong> la canoa una olla <strong>de</strong> barro y dio ciertas instrucciones alos <strong>de</strong>más indios en su propia lengua, recibidas las cualesembarcáronse <strong>de</strong> nuevo y salieron <strong>de</strong> la caleta remando con suacostumbrado silencio y celeridad.“El cacique sacó <strong>de</strong> su ancha faja ver<strong>de</strong> un mechero <strong>de</strong>lpe<strong>de</strong>rnal y hierro y encendió una ahoguera junto al rancho, a fin<strong>de</strong> po<strong>de</strong>r observarme mientras estaba sentado cerca, para acudiren mi auxilio a cualquier signo que yo hiciese. Después <strong>de</strong>medio llenar la olla con agua <strong>de</strong> la caleta la pusó al fuego y echóen ella varias raíces que había molido previamente; luego arrancóalgunas cortezas <strong>de</strong>l tallo <strong>de</strong> unos arbustos que crecían bajolos caobos y cuyas hojas eran oscuras y lustrosas, y habiéndolasagregado a la mixtura <strong>de</strong> la olla quitó ésta <strong>de</strong>l fuego y la <strong>de</strong>jóenfríar, murmurando sobre ella y en su propio dialecto algosemejante a conjuros. Cuando ya estuvo fría, me llevó un poco<strong>de</strong> aquel brebaje en una totuma y continuó administrándomeloa intervalos durante el día.“Por la noche regresó la canoa, y los indios que venían enella trajeron un canasto <strong>de</strong> limones, limas y guanábanas y algunasaves para mi consumo, a lo que me dijo Neculpichuy; tambiéntraían un maso <strong>de</strong> pescado seco, plátanos y raíces <strong>de</strong> aracachapara el cacique, sin haberse olvidado <strong>de</strong> conseguir sábanasy utensilios <strong>de</strong> cocina. Cuando vi aquellos preparativos,empecé a inquietarme ante la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> permanecer por más tiempoen semejante situación, por lo cual pregunté a mi médico sino sería posible llevarme en la canoa a alguna al<strong>de</strong>a <strong>de</strong> las márgenes<strong>de</strong> la laguna, don<strong>de</strong> pudiera ocultarme, hasta que estuviesebastante restablecido para reincorporarme al ejército patriota<strong>de</strong> Miranda; pero me contesto que en ninguna parte podía hallarmetan seguro como allí; porque Montever<strong>de</strong> había <strong>de</strong>stacadopartidas en todas direcciones con el propósito <strong>de</strong> pren<strong>de</strong>r a losque habían escapado a la <strong>de</strong>rrota <strong>de</strong>l día anterior. Por consiguientetuve que convenir en ello y poner en práctica toda lapaciencia posible, consolado un tanto porque Neculpichuy me230


informó que ya había <strong>de</strong>spachado a uno <strong>de</strong> sus indios, a través<strong>de</strong> las montañas, para que les anunciase a mi mujer y a toda mifamilia que yo estaba a salvo bajo sus cuidados y que él trataría<strong>de</strong> hacerme llegar a la hacienda en cuanto mis fuerzas me permitiesenviajar.“Esta oportuna precaución tomada por el viejo cacique, hubo<strong>de</strong> sosegar mi espíritu y junto con aquellas medicinas que le permitíaconfeccionar su conocimiento <strong>de</strong> raíces y yerbas, tuvo elrápido efecto <strong>de</strong> aliviarme <strong>de</strong> todos los síntomas febriles y,finalmente <strong>de</strong> curar mis heridas. Aun me sentía <strong>de</strong>masiado débilpara viajar solo, pero anhelaba tanto el regreso a Peñuelas,adon<strong>de</strong> <strong>de</strong>bía haberse refugiado mi guerrilla <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la dispersación,que insté con impaciencia a Perucho (2) para quecumpliera la promesa que me había hecho, conduciéndome sinmás retardo a mi propia provincia. Al fin cedió a mis indicacionesy fijó la noche <strong>de</strong> la próxima luna llena para comenzar elviaje.“Cuando llegó el día previsto, entraron en la caleta doscanoas, tripuladas por cinco indios cada una. Trajeron un chinchorroque colgaron <strong>de</strong> una gruesa vara <strong>de</strong> guadua y tres hombres<strong>de</strong> cada canoa se dispusieron a conducirme a través <strong>de</strong> laregión montañosa, situada entre Maracaibo y Barcelona.Neculpichuy abría la marcha, seguido <strong>de</strong> mis conductores, loscuales se relevaban entre sí a cortos intervalos y proseguían viajandocon rapi<strong>de</strong>z durante toda la noche, sin darse el menorpunto <strong>de</strong> reposo, excepto una media hora a medianoche. Por eldía nos ocultábamos en las espesuras, guardando igual precauciónmientras corrimos riesgo <strong>de</strong> caer en manos <strong>de</strong> las tropas <strong>de</strong>Montever<strong>de</strong>, pero cuando llegamos a los Valles <strong>de</strong> Aragua, elcacique ya no la tuvo por necesaria.Entonces viajaba a pleno día, cuidando sólo <strong>de</strong> evadir elcamino real y <strong>de</strong> hacer alto por la noche en las haciendas pertenecientesa amigos <strong>de</strong> la patria; pero cuando consi<strong>de</strong>raba sospechosaslas opiniones <strong>de</strong> los vecinos, buscaba refugio en losmontes o en los secos alveos <strong>de</strong> los torrentes. En el transcurso231


<strong>de</strong> diez días fui <strong>de</strong>vuelto a mi hacienda, en Peñuelas, don<strong>de</strong>supe, como lo imagine <strong>de</strong> antemano, que casi todos los hombres<strong>de</strong> mi guerrilla habían regresado a sus respectivas casas, puesmuy pocos perecieron en la <strong>de</strong>rrota <strong>de</strong> Maracaibo, porque sedispersaron inmediatamente al faltarles yo y se retiraron pordiversos caminos.“Tan pronto como pu<strong>de</strong> montar otra vez a caballo reuní migente y salí a incorporarme con Miranda, a quien encontré disciplinandosu ejército para oponerse a un ataque <strong>de</strong> Montever<strong>de</strong>,jefe enemigo que había sido reforzado con nuevas tropas <strong>de</strong>Cartagena, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la última batalla campal. Todos uste<strong>de</strong>ssaben el infausto suceso <strong>de</strong> aquella campaña, en que yo ymuchos otros patriotas caímos en po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> los españoles, quenos encerraron en las tenebrosas casamatas <strong>de</strong> La Guaria. Deboconfesar que me entregué a la <strong>de</strong>sesperación ante aquel inesperadorevés <strong>de</strong> la fortuna, pues cuando oí el agrio rechinar <strong>de</strong> lapesada puerta <strong>de</strong> hierro que se cerraba tras <strong>de</strong> nosotros, tuve elhondo presentimiento <strong>de</strong> que la mazmorra no se abriría másnunca, al menos para mí, hasta el día fijado para conducirme albanquillo fatal.“El calabozo en que yo estaba recluido, junto con casi cerca<strong>de</strong> cien compañeros <strong>de</strong> <strong>de</strong>sgracia, consistía en una pieza abovedada,que no media más <strong>de</strong> quince pies <strong>de</strong> longitud por doce <strong>de</strong>anchura, situada <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> los bastiones que formaban lafortificación <strong>de</strong> la rada. El piso estaba pavimentado con gran<strong>de</strong>spiedras redondas que duras como eran, nos servían. Cuando nosacostábamos, para preservar nuestros cuerpos contra la humedad<strong>de</strong>l suelo, empapado perpetuamente por la helada lloviznaque rezumía <strong>de</strong>l combo techo. Por el número <strong>de</strong> prisioneros,muchos <strong>de</strong> ellos heridos, pero que en vano imploraban que losenviasen a un hospital —y por el muy reducido espacio en queestaban amontonados, sin que se prestase la más mínima atencióna sus pa<strong>de</strong>cimientos, uste<strong>de</strong>s podrán suponer con facilidadque tendríamos poco trecho para acostarnos a todo lo largosimultáneamente. Durante el día la mitad <strong>de</strong> ellos veíase forza-232


da a acurrucarse en los rincones mientras los <strong>de</strong>más ejecutabanaquellos ejercicios que les podía permitir su situación, dandosaltos y tratando <strong>de</strong> bailar con sus grillos. Nada <strong>de</strong> asientos ni <strong>de</strong>camas y como los capturadores les habían robado todo cuantoposeían digno <strong>de</strong> apropiárselo, inclusive ropas o abrigos, aquellosque aun contaban con ponchos o sábanas prestábanlas, <strong>de</strong>spués<strong>de</strong> dormir lo suficiente, a sus menos afortunados compañeros.“Cuanto a la luz y ventilación solo existía un ventanillo como<strong>de</strong> dos pies cuadrados adon<strong>de</strong> se les permitía acercarse por algunosmomentos a las personas <strong>de</strong> afuera que lograban ganarsecon dádivas el oficial <strong>de</strong> guardia, para ver a sus amigos <strong>de</strong>l calabozoy conversar con ellos; pero al propio tiempo <strong>de</strong>be observarseque constantemente había un centinela junto al ventanillo,por la parte exterior, encargado <strong>de</strong> oír cuanto se dijera y <strong>de</strong> nopermitir que se diese nada a los prisioneros, salvo ropas y provisiones.En este portillo había también dos rejas separadas una<strong>de</strong> otra por todo el espesor <strong>de</strong>l muro, <strong>de</strong> modo que cualquiercosa que nos llevasen nuestros amigos, con tal que fuese bastantepequeña para caber por entre los macizos barrotes <strong>de</strong> hierro,tenía que ser lanzada por aquellos hasta nuestro alcance, porquenos era imposible tocarles las manos con las nuestras.“A los infelices prisioneros que carecían <strong>de</strong> amigos que lessuministrasen alimentos, servíaseles una vez por día, una escasaración <strong>de</strong> casabe, con agua salobre a discreción. Así ocurrióconmigo por algún tiempo, cuando aun no habían llegado aPeñuelas noticias <strong>de</strong> mi situación.“Pero una tar<strong>de</strong> oí al centinela <strong>de</strong> la ventana llamándome pormi nombre, y cuando me asomé por la reja me produjo muchocontento el ver la grave fisonomía <strong>de</strong> mi fiel cacique, que poracaso oyó <strong>de</strong>cir que yo estaba encerrado en aquellas casamatasy fue a cerciorarse <strong>de</strong> la verdad. Viendo que yo no tenía capote,porque los godos que me capturaron me habían <strong>de</strong>spojado <strong>de</strong>casi todas mis prendas <strong>de</strong> vestir, se quitó en el acto su poncho y233


me lo pasó a través <strong>de</strong> los barrotes, alejándose luego sin proferiruna palabra.“Toda la noche estuve intranquilo, haciendo conjeturas acerca<strong>de</strong> las probables consecuencias <strong>de</strong> la reaparición <strong>de</strong>Neculpichuy, porque no podía abrigar dudas respecto a su adhesiónpara conmigo, aunque al mismo tiempo tenía el convencimiento<strong>de</strong> que era imposible alcanzar mi libertad por cualquierotro medio que no consistiese en sobornar al jefe <strong>de</strong> la fortaleza,a quien siempre le era posible fingir una fuga, pues a causa<strong>de</strong> la multitud <strong>de</strong> prisioneros siempre a cargo suyo, podía acomodara su antojo las listas que enviaba a Montever<strong>de</strong> con elnúmero <strong>de</strong> ejecuciones efectuadas o <strong>de</strong> las muertes ocurridas enlas casamatas por bajas o enfermeda<strong>de</strong>s. Yo sabía que este noera un procedimiento <strong>de</strong>susado, porque siendo muy numerososlos atrasos en el pago <strong>de</strong> las raciones al ejército español, elsoborno se ejercía a vista <strong>de</strong> todos con la oficialidad.“Varios patriotas que al principio fueron encerrados conmigoen la propia mazmorra, habían recibido dinero <strong>de</strong> sus amigos,oculto con mucho disimulo en las provisiones, para eludir lavigilancia <strong>de</strong>l centinela, quien nunca <strong>de</strong>jaba <strong>de</strong> apropiarse cualquiercosa <strong>de</strong> valor que pudiera <strong>de</strong>scubrir. Poco a poco adquirieronuna suma suficiente para conseguir <strong>de</strong>l oficial <strong>de</strong> guardiaque los trasladaran a una prisión más cómoda, don<strong>de</strong> se les permitíarecibir visitas, sin estar sujetos a la estricta vigilancia y porfin lograron obtener la libertad, mediante la omnímoda influencia<strong>de</strong>l oro. Cuanto a mi, no sabía, por <strong>de</strong>sgracia, como reunir lasuma indispensable aun para aquel paso preliminar, porquehabía gastado mis haberes en el equipo <strong>de</strong> la guerrilla que saquécampaña. A<strong>de</strong>más mis cosechas se habían perdido a causa <strong>de</strong>que todos mis peones siguieron al ejército y por idéntica razónmis colonos no habían podido pagar renta alguna por sus conucos.En una palabra veíame completamente <strong>de</strong>sprovisto <strong>de</strong>recursos, porque para entonces era tan difícil conseguir un sólopeso con garantía <strong>de</strong> tierras, como lo serçia hoy mismo. A pesar<strong>de</strong> todo esperaba con cierta duda imprecisa, semejante a la espe-234


anza, que se abrieran las puertas <strong>de</strong>l calabozo, porque no podía<strong>de</strong>jar <strong>de</strong> creer, por improbable que pareciera, que así como elcacique me había salvado en otra ocasión, también podría sacarme<strong>de</strong> las casamatas por cualquier medio inesperado.“Neculpichuy reapareció por último y en la expresión <strong>de</strong> susnegros ojos, mientras dirigía miradas furtivas e intermitentes alcentinela, comprendí que <strong>de</strong>seaba comunicarme algo, pero quelo impedía la presencia <strong>de</strong>l soldado. Trajo consigo una pequeñaolla <strong>de</strong> barro llena <strong>de</strong> mazamorra <strong>de</strong> maíz, que el centinela,como <strong>de</strong> costumbre, examinó con la punta <strong>de</strong> la bayoneta, antes<strong>de</strong> permitir que pasase, con el objeto <strong>de</strong> inquirir si había algúndinero oculto en el fondo. Perucho (sic) dijo simplemente envoz baja, mientras me entregaba la olla simplemente en vozbaja: “¡Hay sal al (sic) fondo!”“Al instante adivine el sentido <strong>de</strong> aquellas palabras <strong>de</strong>sprovistas<strong>de</strong> importancia al parecer y cuando mi buen indio advirtiópor mi mirada que lo había comprendido, se alejó <strong>de</strong> la ventana.Retíreme a un rincón <strong>de</strong>l calabozo, don<strong>de</strong> <strong>de</strong>vore con velocidadla mazamorra, pues era la sola comida sustanciosa quehabía hecho <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que entre en las casamatas. Luego <strong>de</strong>jé caerla olla sobre las piedras como por casualidad y encontré que elfondo, mucho más macizo que <strong>de</strong> ordinario, contenía tres <strong>de</strong>esos terrones <strong>de</strong> oro virgen que los mineros llaman pepitas ycada uno <strong>de</strong> los cuales pesaba casi dos onzas. Perucho (sic),como lo supe más tar<strong>de</strong> hizo la olla la noche anterior con elobjeto <strong>de</strong> ocultar el oro y en efecto no habría sido fácil <strong>de</strong>scubrirloa menos que el centinela hubiese roto la vasija <strong>de</strong> barro.“Guardé el oro en mi cinturón y resolví esperar pacientementehasta que hubiese recibido una nueva remesa, antes <strong>de</strong> haceruna tentativa para que el carcelero consintiese en que yo cambiase<strong>de</strong> calabozo; también tuve el cuidado <strong>de</strong> reducir los pedazos<strong>de</strong> olla a fragmentos tan pequeños como era posible, paraesparcirlos por diversos lugares <strong>de</strong>l pavimento, don<strong>de</strong> quedaranocultos entres las gran<strong>de</strong>s piedras. Podría suponerse que semejanteprecaución era superflua, porque siendo regularmente rele-235


vados los centinelas <strong>de</strong> la ventana era improbable que se fijasenen que la olla fuese o no <strong>de</strong>vuelta, aun cuando tal treta hubierasido capaz <strong>de</strong> inspirarles recelo, pero <strong>de</strong>be tenerse en cuenta quela vigilancia <strong>de</strong> nuestros guardianes, o más bien su sed <strong>de</strong> robo,era tan gran<strong>de</strong>, que la más insignificante circunstancia que sesaliese <strong>de</strong>l or<strong>de</strong>n acostumbrado, los inducía siempre a registrarlos prisioneros.“A la mañana siguiente Neculpichuy fue con puntualidad a laventana, llevando una olla como antes y entonces me encontréen posesión <strong>de</strong> seis pepitas <strong>de</strong> oro, que valdrían en conjuntocerca <strong>de</strong> doscientos pesos, los cuales supuse, con razón, muysuficientes para asegurarme el primer paso hacia la libertad,mediante el cambio <strong>de</strong> calabozo. A la hora reglamentaria, el sargento<strong>de</strong> guardia entró por la mañana en nuestra mazmorra,junto con el sargento <strong>de</strong> relevo, a quien entregó los presos en<strong>de</strong>bida forma, y yo aproveché la oportunidad para rogarle alsaliente que pusiera en conocimiento <strong>de</strong>l oficial <strong>de</strong>l oficial queyo tenía una información secreta que comunicarle, <strong>de</strong>slizando alpropio tiempo y a escondidas una <strong>de</strong> mis pepitas <strong>de</strong> oro enmanos <strong>de</strong>l sargento, que regresó en breve con or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> seguirloa presencia <strong>de</strong> su comandante. Encontré al godo sentado a lasombra <strong>de</strong> los árboles <strong>de</strong>l terraplén y fumando un tabaco; el sargentose retiró en el acto, bien seguro <strong>de</strong> cual <strong>de</strong>bía ser mi asuntoy ofrecí el oro al oficial, sin ro<strong>de</strong>o alguno, porque ya lo creíasuperfluo, pidiéndole en cambio que se me concediese el favor<strong>de</strong> salir <strong>de</strong> las casamatas. Recibió las pepitas (3) sin la más ligeraobservación o signo <strong>de</strong> reconocimiento y llamando al sargentole or<strong>de</strong>nó conducirme a la Guardia <strong>de</strong> Prevención, contiguaal campo <strong>de</strong> parada <strong>de</strong> la fortaleza, diciendo que merecía aquelprivilegio por haber sido oficial.“Allí me encontré con muchos <strong>de</strong> mis antiguos compañeros<strong>de</strong> calabozo que disfrutaban <strong>de</strong> infinita comodidad, en comparacióna los que yacían en las mazmorras. Perucho (sic) no se vioya obligado a emplear la treta <strong>de</strong> la olla con el objeto <strong>de</strong> hacermellegar los fondos necesarios para obtener la libertad, pues236


entonces se me permitía hablar con el a solas diariamente, en elCuarto <strong>de</strong> Ban<strong>de</strong>ra, contiguo a la prevención.En una <strong>de</strong> estas entrevista me informo, recomendándome elmayor secreto, que su padre, cacique <strong>de</strong> la tribu antes que el lehabía indicado la existencia <strong>de</strong> una huaca (4). Aunque los tesorosocultos en esos monumentos se consi<strong>de</strong>ran como <strong>de</strong>pósitossagrados para beneficio <strong>de</strong> los <strong>de</strong>scendientes <strong>de</strong> los Incas, cuandoquiera que ocupen el trono <strong>de</strong> sus antepasados (suceso cuyarealización esperan confiados todos los indios), sin embargo eljuzgo que el peligro inminente a que yo estaba expuesto era unaemergencia extraordinaria que justificaría completamente elempleo <strong>de</strong> parte <strong>de</strong>l tesoro sepulto, porque yo había <strong>de</strong>mostradoser amigo <strong>de</strong> su tribu (5). Yo estaba preparado ya para oír esterelato, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que vi las pepitas y por consiguiente no experimenteel menor escrúpulo en aprovecharme <strong>de</strong> la generosaayuda <strong>de</strong>l indio, que se vio en capacidad <strong>de</strong> traerme al punto unasuma consi<strong>de</strong>rable, <strong>de</strong> suerte que pronto me halle en posesión <strong>de</strong>oro suficiente para mi rescate, como podríamos <strong>de</strong>cir.“En esta gestión tropecé con mayores obstáculos que en laprimera, no porque en realidad hubiese motivo alguno parasuponer que el comandante <strong>de</strong> la fortaleza fuera mas escrupulosoque los oficiales a sus or<strong>de</strong>nes, para recibir dadivas <strong>de</strong> soborno,sino porque había gran número <strong>de</strong> agentes subalternos aquienes conciliar (cada uno <strong>de</strong> los cuales valuaba su lealtad aalto precio), antes que fuese posible acordarse con el jefe, puescomo en el castillo se suponía que cuantos lograban el privilegio<strong>de</strong> pasar a la Guardia <strong>de</strong> Prevención poseían dinero o medios<strong>de</strong> procurárselo, se nos vigilaba muy <strong>de</strong> cerca, a causa <strong>de</strong> quenuestros carceleros se proponían sacar el mejor partido <strong>de</strong> nosotros.“Mis compañeros me informaron que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Caracas, don<strong>de</strong>había establecido su cartel general, Montever<strong>de</strong> enviaba <strong>de</strong>cuando en cuando or<strong>de</strong>nes para la ejecución <strong>de</strong> algunos prisioneros;que en tales ocasiones el comandante tenia por costumbrellamar ante si a los que se hallaban en nuestra situación y237


que si no veía probabilida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> que pudiesen efectuar en brevesu propio rescate los agregaba a la lista, para lo cual su arbitrioy antojo constituían autoridad suficiente. Así pues, convinimosen esperar la ocasión porque temíamos que si intentábamosacercarnos a él en otra circunstancia, se agotarían nuestro fondospor la avaricia <strong>de</strong> los subalternos, a quienes <strong>de</strong>bíamos dirigirnosen primer término, sin que por último obtuviésemos ventajaalguna con nuestros sacrificios, como les había ocurridomás <strong>de</strong> una vez a infelices prisioneros, robados así bajo diversospretextos, hasta caer por fin entre otras víctimas <strong>de</strong>l bárbarosistema <strong>de</strong> la Guerra a Muerte.“A los pocos días llego la or<strong>de</strong>n fatal que con<strong>de</strong>naba a docepatriotas a la última pena, cuatro <strong>de</strong> las cuales figuraban en elnúmero <strong>de</strong> los recluidos en la Guardia <strong>de</strong> Prevención, mientraslos restantes estaban en diversas celdas <strong>de</strong> las casamatas. Elayudante <strong>de</strong> la fortaleza entró en la sala <strong>de</strong> guardia, seguido <strong>de</strong>varias hileras <strong>de</strong> soldados y haciéndonos arrodillar a todos, leyóen alta voz la sentencia <strong>de</strong> la corte marcial <strong>de</strong> Caracas.Concluida la ceremonia, nuestros cuatro compañeros, cuyosnombres estaban inscritos en el fallo, fueron conducidos a unapequeña celda, llamada capilla, que contenía un altar con ungran crucifijo, alumbrado con cirios; la celda estaba bien resguardadacon barrotes y centinelas. Cuatro frailes <strong>de</strong> la Or<strong>de</strong>n<strong>de</strong> la Merced recibíanlos a la puerta, con el fin <strong>de</strong> confesarlos yprepararlos para la ejecución <strong>de</strong> la sentencia, que <strong>de</strong>bía efectuarseaquella tar<strong>de</strong> a la puesta <strong>de</strong>l sol.“Poco <strong>de</strong>spués recibimos or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> presentarnos al comandantey se nos condujo a su resi<strong>de</strong>ncia, en una esquina <strong>de</strong>lcampo <strong>de</strong> parada, bajo fuerte escolta, aunque sólo éramos ochopor todos y a<strong>de</strong>más llevábamos pesados y dobles grillos. Se nosintrodujo en un patio <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la casa, <strong>de</strong> don<strong>de</strong> se nos llamóuno por uno a intervalos <strong>de</strong> pocos minutos; a mi me toco ser elúltimo <strong>de</strong> la lista y cuando hubo llegado mi turno condujéronmea un cuarto, don<strong>de</strong> el comandante (gallego viejo que se habíalevantado <strong>de</strong> las filas a su actual situación, tras largo servicio en238


un regimiento con<strong>de</strong>nado a las colonias) estaba sentado con unsolo secretario, que tenía uniforme y presillas <strong>de</strong> sargento.“El interrogatorio mío, si pudiera llamarse así, duro muypoco tiempo. Después que dije mi nombre el secretario pronunciólo que sin duda consi<strong>de</strong>raba el una elegantísima arenga, sinterizadaen elogios a su católica majestad y rudas invectivascontra los insurgentes, a quienes estigmatizaba como traidores yherejes. Concluyó por advertirme que <strong>de</strong>bía prepararme a unamuerte inmediata, a menos que tuviese muy po<strong>de</strong>rosos argumentosque presentar a favor mío, asegurándome que SuExcelencia el comandante estaba a punto <strong>de</strong> inscribir mi nombreen una sentencia <strong>de</strong> muerte, en blanco, que le habían enviadopara llenarla, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el cuartel general.“En cualquier otro momento y bajo cualesquiera otras circunstanciasque no fuesen aquellas, me habría sido difícil oírcon la seriedad conveniente tan <strong>de</strong>scarada insinuación, perohabiendo apoyado el comandante con un enfático movimiento<strong>de</strong> cabeza lo dicho por su secretario, me pareció muy oportunosacar mis pepitas y ofrecerlas a Su Excelencia, cuidando <strong>de</strong>guardar dos para el Secretario, las cuales pu<strong>de</strong> darle con facilidadporque yo estaba cerca <strong>de</strong>l escritorio. El comandante recibióel oro con la mayor indiferencia, a guisa <strong>de</strong> cosa corriente,e hizo un signo a su subalterno, quien le puso una marca particulara mi nombre, en la lista que reposaba frente a él sobre elescritorio.“Luego llamaron un or<strong>de</strong>nanza y fui conducido a otro <strong>de</strong>partamento,don<strong>de</strong> encontré a todos los <strong>de</strong>más compañeros queestaban presos conmigo en la Guardia <strong>de</strong> Prevención, exceptodos, puestos en capilla por no haber podido suministrar aquellospo<strong>de</strong>rosos argumentos mencionados por el secretario <strong>de</strong>lcomandante, un herrero <strong>de</strong> la fortaleza nos quitaba los grillos ycomo algunos <strong>de</strong> los presos habían sido libertados antes quenosotros, se nos or<strong>de</strong>nó permanecer tranquilos allí hasta quefuese <strong>de</strong> noche.239


“Algo antes <strong>de</strong> la puesta <strong>de</strong>l sol oímos las cornetas tocandollamada en el campo <strong>de</strong> parada, a lo cual siguióse luego el lúgubreredoble <strong>de</strong> un solo tambor a la sordina, que tocaba la marchafúnebre, señal, como bien sabíamos, para la muerte <strong>de</strong> losinfelices compañeros, que en aquel momento marchaban lentamente<strong>de</strong>s<strong>de</strong> la capilla hacia el banquillo fatal. Una <strong>de</strong>scarga <strong>de</strong>fusilería anuncio pronto su fin, pero, aunque los compa<strong>de</strong>cíamos<strong>de</strong> modo sincero, la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> la muerte se había hecho tanfamiliar entre nosotros que ya nos preocupaba muy poco, bienfuera respecto <strong>de</strong> nosotros o respecto <strong>de</strong> los <strong>de</strong>más.“A media noche apareció el secretario con una linterna sorday nos or<strong>de</strong>nó seguirle; obe<strong>de</strong>ciéndole con tanta prontitud comonos permitían nuestros miembros, entumecidos por la prolongaday continua presión <strong>de</strong> los grillos, y nos condujo por entre lacasa <strong>de</strong>l comandante y la capilla a una parte <strong>de</strong>l muro don<strong>de</strong> nohabía mas que un centinela, a cuyo lado pasó con la contraseñanocturna. Llegado que hubimos a un ángulo <strong>de</strong> las fortificaciones,a suficiente distancia <strong>de</strong> la recorrida <strong>de</strong>l centinela, para evitarel peligro <strong>de</strong> que vigilase nuestros pasos, el secretario sacóun grueso cor<strong>de</strong>l, provisto <strong>de</strong> varios nudos hechos a igual distancia,y lo ató a la boca <strong>de</strong> un largo cañón <strong>de</strong> veinticinco libras,que salía fuera <strong>de</strong> la plataforma <strong>de</strong>l castillo; nos dio el ejemplobajando por la cuerda, y guiándonos a una parte va<strong>de</strong>able <strong>de</strong>lfoso nos indicó una esquina <strong>de</strong> la estacada, a la cual subimoscon facilidad, encontrándonos libres en la rampa, fuera <strong>de</strong> laciudad.“Al partir, el secretario nos hizo la advertencia <strong>de</strong> que no nos<strong>de</strong>járamos ver en parte alguna por las inmediaciones <strong>de</strong> LaGuaira o Caracas, si teníamos la vida en algo, consejo en elfondo superfluo, pero que nosotros seguimos a la letra, separándonosal punto y cogiendo diferentes direcciones, según nosparecía mas oportuno, para ponernos en seguridad. Pronto lleguéa la provincia <strong>de</strong> Barcelona, don<strong>de</strong> me reuní con Monagasy a poco estuve al frente <strong>de</strong> numerosa guerrilla, compuesta enparte <strong>de</strong> mis propias tropas y en parte <strong>de</strong> reclutas.240


“Después <strong>de</strong> esta escapatoria, que <strong>de</strong>bo agra<strong>de</strong>cerle a miamigo Neculpichuy, no he vuelto a caer preso, aunque he recibidoheridas, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> per<strong>de</strong>r mujer, familia y hacienda por lacausa <strong>de</strong> la Patria; pero, como dice el proverbio: “Desnudo nací,<strong>de</strong>snudo me hallo; ni pierdo ni gano” (6).“¡Así es, Taita Cordillera! Díjole Páez; y muchas gracias porel buen rato que nos ha dado!”Apenas había concluido Zaraza su narración, cuandoPanchito, el muchacho, se incorporó a la partida, y refirió elbuen suceso que tuvo encaminando el paquete como se lo habíapropuesto; agregó también, que ya ejecutada su comisión, esperóen las cercanías <strong>de</strong>l campamento español hasta que fueracompletamente <strong>de</strong> día y que no vio signos <strong>de</strong> que el enemigotratara <strong>de</strong> abandonar su posición, pues las tropas habían construidoranchos, como si intentaran permanecer allí.“¡Cuerpo <strong>de</strong> mi padre!”, exclamo Páez; ¿pensaran los cachupinescolonizar los llanos tranquilamente? Ya es tiempo <strong>de</strong> convencera estos godos <strong>de</strong> que no son sino intrusos en nuestra tierracoge otra vez la lanza, niño Panchito; y tú, Godomar, cruzael Arauca por Caujaral para que le digas a Rangel que venga consus carabineros; y que recoja todo el ganado que encuentre en lasabana y lo arree con su gente. Me hallará acampado frente aMorillo, a quien pienso cortarle todas las provisiones <strong>de</strong> novillospara lo futuro”.(1) La cita pertenece a la segunda parte, acto V, escena I, y como ya lo hemosobservado, el autor extracta algunas frases <strong>de</strong> un período completo, para adoptarlas asu propósito.—Nota <strong>de</strong>l traductor.(2) Aquí el autor confun<strong>de</strong> el nombre <strong>de</strong>l bonachón mayordomo con el <strong>de</strong>Neculpichuy.—Nota <strong>de</strong>l traductor.(3) No aparece nota en fuente original.241


(4) Siempre escrito papitas en el original inglés.—N. <strong>de</strong>l T.(5) Huaco, en el original. Es una <strong>de</strong> las muchas palabras indígenas que el autoremplea como pertenecientes a los dialectos <strong>de</strong> nuestras tribus.—N. <strong>de</strong>l T.(6) En esto <strong>de</strong> la huaca y <strong>de</strong>l trono <strong>de</strong> los incas vuela libremente la imaginación<strong>de</strong>l autor, por lo menos cuanto a las tribus nuestras, aunque el propio Miranda echólas bases <strong>de</strong> una constitución incaica, apartándose <strong>de</strong> toda realidad política y sociológica.—N.<strong>de</strong>l T.(7) Nuestro eminente amigo el Dr. L. Alvarado obliga nuestra gratitud suministrándonosla siguiente carta que le escribió un <strong>de</strong>scendiente <strong>de</strong>l general Zaraza, <strong>de</strong>acuerdo con un cuestionario formulado por nosotros para esclarecer diversos puntos<strong>de</strong> esta narración, referentes a aquel Prócer:“Tucupido, mayo 14 <strong>de</strong> 1921Sr. Dr. L. Alvarado.— Caracas.Mi estimado Dr. y apreciado amigo:Como vera Ud., he tratado <strong>de</strong> llenar las respuestas <strong>de</strong>l cuestionario; pero no todasson precisas, porque algunas se refieren a hechos que nunca había oído mencionar, yotras, a otros, que si pasaron, o que no se pue<strong>de</strong>n negar, no sé la fecha, ni como sucedieron.El Gral. Pedro Zaraza nació en el pueblo <strong>de</strong> Chaguaramas por los años <strong>de</strong> 1774 a1775, porque su sobrino Pedro Zaraza que lo conoció y estuvo con él en Caracas hasta1825, en que murió, me <strong>de</strong>cía, que para esa fecha tendría el Gral. como 50 años.En la Pascua persisten en creer que nació en su jurisdicción, alegando la opinión<strong>de</strong> don Benito Escobar, anciano nonagenario, quien dice que fue en La Clemencia;pero la opinión citada <strong>de</strong> aquel <strong>de</strong>udo <strong>de</strong>l general <strong>de</strong>be ser más respetada, quien losabía por referencia <strong>de</strong>l mismo prócer y <strong>de</strong> sus tías las hermanas <strong>de</strong>l general, y porotra parte don Benito Escobar es por lo menos 30 años <strong>de</strong> menor edad que mi referido<strong>de</strong>udo, y este que nació antes <strong>de</strong> la guerra <strong>de</strong> la In<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia tuvo lugar <strong>de</strong> conocerposteriormente al mismo general Zaraza, a muchos <strong>de</strong> los jefes que actuaron conél en aquella lucha y a infinidad <strong>de</strong> personas <strong>de</strong> aquel tiempo.El lugar don<strong>de</strong> dice Escobar que naciera el general Zaraza, era un hato <strong>de</strong> DonFrancisco Zaraza, padre <strong>de</strong>l general, cuyo hato se <strong>de</strong>nominaba “El Eneal” (hoy la clemencia),y para la fecha <strong>de</strong> la in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia tenía una buena casa <strong>de</strong> tejas, razón ésta,que alegan como resi<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> don Francisco Zaraza, sin saber que no era más queun hato suyo y que el tenía otra casa y su familia en el pueblo <strong>de</strong> Chaguaramas.242


El general Pedro Zaraza comenzó a militar en 1812.No sé si acompañó a Miranda, pero es probable que fuera incorporado a su ejército.Ignoro, dudo y casi niego que hiciera una campaña por Maracaibo don<strong>de</strong> salióherido; quizás esto se refiera a su expedición a Maracay en 1818, mandado por elLibertador. Sólo se sabe que fuera herido en el combate librado en La Pascua en mayo<strong>de</strong> 1814 contra fuerzas que lo sitiaron cinco días en aquel pueblo.Después <strong>de</strong>l triunfo <strong>de</strong> Montever<strong>de</strong> se mantuvo, aunque muy perseguido, en eloriente <strong>de</strong> la provincia <strong>de</strong> Caracas y sur <strong>de</strong> Cumaná, hasta el arribo en 1813 <strong>de</strong> lospatriotas Piar, Mariño y Bermú<strong>de</strong>z, a quienes se incorporó, y contribuyó con el primeroa la <strong>de</strong>rrota <strong>de</strong> Montever<strong>de</strong> en Maturín.Sólo sé que fuera sorprendido en mayo <strong>de</strong> 1816 en el morichal “FranciscoHermoso” en un lugar <strong>de</strong>nominado “Paso <strong>de</strong> Butaque”, lugar este <strong>de</strong> la jurisdicción<strong>de</strong>l distrito Infante, en la margen izquierda <strong>de</strong>l río Manapire, hacia los potreros <strong>de</strong>Santa Rita; el jefe que lo sorprendió fue el posteriormente célebre don Tomás García.También sé que fuera sorprendido por Morales, en una hacienda por los lados <strong>de</strong>Maracay en la expedición citada; quizás pueda suce<strong>de</strong>r que alguna <strong>de</strong> estas sorpresasla hayan citado con el nombre <strong>de</strong> Bergantín, a no ser otra que yo ignore.Nunca he oído mencionar nada referente a su prisión en las bóvedas <strong>de</strong> La Guaira,ni <strong>de</strong>l indio Neculpuchuy, ni <strong>de</strong> la hacienda Peñuelas.— Amigo y apreciador: L.A.Zaraza.——Cerraremos esta nota diciendo que las casamatas <strong>de</strong> La Guaira a que tanto sealu<strong>de</strong> este CAPÍTULO, son las famosas bóvedas, cuyo empleo como prisiones <strong>de</strong>estado se prolongó por muchos años durante la República. El autor <strong>de</strong> <strong>Las</strong> <strong>Sabanas</strong><strong>de</strong> <strong>Barinas</strong> comete muchos errores en materia <strong>de</strong> geografía <strong>de</strong> Venezuela, porque apenasconoció el centro <strong>de</strong>l país en la campaña <strong>de</strong> 1818, y en circunstancias muy azarosas,cuando asistió a la batalla y rota <strong>de</strong> La Puerta.—N. <strong>de</strong>l T.——243


CAPÍTULO XXEL REFUERZO.— LA RETIRADAResuelto… parten… Propicia noche guía con suluminaria la fuga entre las sombras. Ya contemplanlos suaves rayos <strong>de</strong> la luna dormidos en la superficie<strong>de</strong>l rió limítrofe; ya columbran la remota orilla.¡Atrás! Cúbrenla numerosos batallones enemigos.—Lara (1)El tan esperado refuerzo llegó por fin a los Capuchinos enuna diminuta flota <strong>de</strong> canoas que por la tar<strong>de</strong> anclo algunasleguas más abajo, entre las islas, mientras una rápida flechera,en que venía uno <strong>de</strong> los ayudantes <strong>de</strong>l general Urdaneta llevabaa Bolívar la noticia <strong>de</strong> la aproximación <strong>de</strong>l ejército que habíasido acuartelado en Guayana.Por la mañana temprano, todo el río apareció empavesadocon las blancas velas <strong>de</strong> lanchas y piraguas, todas llenas <strong>de</strong> tropas,según podía verse por el brillo <strong>de</strong> las armas a la luz <strong>de</strong>l solmatutino. Cuando las cañoneras, en número <strong>de</strong> veinte, entraronen la amplia ensenada fronteriza a la al<strong>de</strong>a <strong>de</strong>samarraron loscables con que remolcaban lentamente los pesados veleros <strong>de</strong>trasporte y a<strong>de</strong>lantándose con rapi<strong>de</strong>z formaron línea frente asus comodoro, el notable Padilla (2), <strong>de</strong>splegando sus ban<strong>de</strong>rasy haciendo una salva en homenaje al Libertador.Como Bolívar había retardado su avance a los Llanos únicamenteporque le era indispensable esperar la llegada <strong>de</strong>l ejército<strong>de</strong> Urdaneta (3), or<strong>de</strong>nó que los barcos continuaran en seguidahacia la orilla septentrional <strong>de</strong>l Orinoco para <strong>de</strong>sembarcar lastropas en la playa arenosa. El propio Bolívar embarcóse en una245


flechera y atravesó el río con el objeto <strong>de</strong> dirigir personalmenteel <strong>de</strong>sembarque e informarse mejor <strong>de</strong> la importancia y condicionesefectivas <strong>de</strong>l refuerzo. Cuando lo reconocieron, al <strong>de</strong>sfilarante la línea <strong>de</strong> cañoneras, fue victoreado repetidas veces porla tropa y saludado por las bandas <strong>de</strong> música que acompañabanel ejército. Ya en tierra, la gente formó en la playa arenosa queda nombre al <strong>de</strong>sembarca<strong>de</strong>ro y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> allí marchó a la sabanapor entre la selva que cubre las márgenes <strong>de</strong>l río. Los bongosregresaron luego en busca <strong>de</strong> las fuerzas acuarteladas en losCapuchinos, y antes <strong>de</strong> anochecer, todo el ejército estaba ya reunidoy acampado una vez más en los llanos (4).Acto seguido, Bolívar envió un posta a Páez con el objeto <strong>de</strong>anunciarle que había atravesado otra vez el Orinoco, resuelto aavanzar, rumbo a las haciendas próximas a Achaguas, don<strong>de</strong>estaría a bien seguro contra cualquier ataque imprevisto <strong>de</strong> lastropas <strong>de</strong> Morillo, cuya bien disciplinada infantería y artilleríale inspiraban temores; mientras al propio tiempo se pondría encomunicación directa con Santan<strong>de</strong>r por su acercamiento a lasllanuras <strong>de</strong> Casanare. El oficial a quien se le había encargado <strong>de</strong>este mensaje, se encontró con que Páez había cumplido su amenazaal pie <strong>de</strong> la letra, cortando todas las provisiones <strong>de</strong> ganadopara el enemigo, cuyo campamento ro<strong>de</strong>ó mediante un cordón<strong>de</strong> caballería ligera que <strong>de</strong> hecho les impedía a los españolessalir en busca <strong>de</strong> forrajes o alimentos.Habiendo sido estériles los esfuerzos <strong>de</strong> Morillo para lograrsu contendor aventurase la suerte <strong>de</strong> la campaña a una batallacampal, y ya en cuenta <strong>de</strong> la peligrosa situación <strong>de</strong> NuevaGranada vióse en el caso <strong>de</strong> abandonar las pampas, sin que sumal aconsejada expedición le produjera otra ventaja que los perjuiciostransitorios causados a aquellas personas cuyos hatosfueron reducidos a cenizas y que por consiguientes tornáronsemás adversos que nunca a la causa realista, y más firmes en susprincipios revolucionarios. Encontróse en la absoluta incapacidad<strong>de</strong> mantener la guerra en el corazón <strong>de</strong> un país, cuyos habitantesestaban unidos <strong>de</strong> modo tan íntimo y don<strong>de</strong> había visto246


muy a las claras que no tenía un solo adicto la causa <strong>de</strong>fendidapor él; las comunicaciones entre el grueso <strong>de</strong> su ejército y sucuerpo <strong>de</strong> reserva habían sido interrumpidas, <strong>de</strong> modo que norecibía provisiones <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que pasó el Arauca al extremo queúltimamente sus tropas tenían que alimentarse con la ásperacarne <strong>de</strong> los chigüires que habitan en los esteros y a veces conlos caballos y mulos que podían sacarse <strong>de</strong> los cuerpos <strong>de</strong> caballeríay artillería; no ignoraba que aquellos mismos animales lesfaltarían pronto, pero no se resolvía a empren<strong>de</strong>r una rápida retiradaante tropas colecticias y jefes insurgentes cuya estrategiamilitar ridiculizó y <strong>de</strong>s<strong>de</strong>ñó primero con tanto ahínco; sinembargo, <strong>de</strong>cidió retirarse a la ciudad <strong>de</strong> Achaguas, construidaen una isla que forma la confluencia <strong>de</strong> algunos pequeños ríos,cuyas aguas se unen antes <strong>de</strong> caer en el Orinoco (5). Allí acamparíansus tropas en barracas y en caso necesario podrían invernar,porque constantemente recibirían provisiones <strong>de</strong> las tierrasmontañosas, gracias a un sistema expedito <strong>de</strong> comunicaciones,establecido con López, que estaba en San Fernando, a través <strong>de</strong>lcanal natural <strong>de</strong>l Apurito.En marcha hacia el paso <strong>de</strong> Caujaral, el ejército <strong>de</strong> Morillovióse expuesto a continuas molestias y fatigantes asaltos porparte <strong>de</strong> la caballería patriota que mantuvo día y noche en alarmaa los piquetes españoles.Los caballos y mulos traídos <strong>de</strong> las regiones montañosas porel ejército invasor y que siempre habían acostumbrado comeravena, maíz y yerba picada, perdieron día por día sus carnes yfuerzas, cuando todo su pienso se limitaba a la dura yerba <strong>de</strong> losllanos; al fin no eran ya capaces <strong>de</strong> arrastrar la artillería, <strong>de</strong>modo que cada uno <strong>de</strong> los cañones requería por lo menos treintasoldados para sacarlo <strong>de</strong>l terreno fangoso en que sin cesar seenterraban sus ruedas.Especialmente las acémilas, tan útiles en malos caminos y enterrenos montañosos, hiciéronse <strong>de</strong>l todo ineficaces en los esteros<strong>de</strong> las sabanas y cuando solían atascarse no luchaban porsalir, echándose con la carga, la cual, en un principio, era trans-247


ferida a los soldados, hasta que la extenuación <strong>de</strong> estos últimosfue tan evi<strong>de</strong>nte por falta <strong>de</strong> alimentos que se hizo menester <strong>de</strong>struirtodas las municiones y bagajes para cuyo trasporte no habíabestias <strong>de</strong> carga.En la retaguardia aumentaba todos los días la impedimentacon la muchedumbre <strong>de</strong> escuálidos rezagados que no podíancontinuar en la línea <strong>de</strong> marcha y que por miedo a la rigurosadisciplina imperante en el ejército español, no se habían atrevidoa arrojar sus aromas o los bultos <strong>de</strong> municiones que se lesdistribuyeron, aunque casi se rendían bajo su peso. De tiempoen tiempo escuchábanse los terribles ¡vivas! <strong>de</strong> algún pelotón <strong>de</strong>lanceros que venía avanzando, y la retaguardia tenía que darseprisa para alcanzar el grueso <strong>de</strong>l ejército, abandonando sus rendidoscamaradas a la justa venganza <strong>de</strong> los irritados llaneros. Elmovimiento retrógrado asumía por grados el aspecto <strong>de</strong> una<strong>de</strong>sbandada, no obstante los continuos esfuerzos <strong>de</strong> los oficialesrealistas, y las consecuencias pudieron haber sido más <strong>de</strong>sastrosas,si el río Arauca no hubiese <strong>de</strong>tenido a los fugitivos. Morilloapostó una fuerte guardia a la entrada <strong>de</strong>l monte, que conducíahacia el paso y or<strong>de</strong>nó que se hiciesen preparativos con el objeto<strong>de</strong> va<strong>de</strong>ar el río tan pronto como fuera posible (6).Por fortuna habían conservado la canoa que tan buenos serviciosprestara en Merecure, y la cual trasportaron con el ejército,<strong>de</strong> campamento en campamento, mediante un carro hecho alpropósito y provisto <strong>de</strong> dos ruedas que procedían <strong>de</strong> un cañón<strong>de</strong>smontado. Allí se presentó una causa imprevista <strong>de</strong> retardopor la escasez <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra para construir a1madías, pues unasúbita creciente <strong>de</strong>l río provocada por los <strong>de</strong>shielos <strong>de</strong> la cordillera,había arrastrado los leños secos <strong>de</strong> las márgenes, <strong>de</strong> modoque los exploradores tuvieron que <strong>de</strong>rribar árboles con aquel fin,operación incómoda e incierta a un mismo tiempo, porque amenudo ocurría que la ma<strong>de</strong>ra ver<strong>de</strong> así cortada, lejos <strong>de</strong> mantenersea flote, hundíase por su propio peso en cuanto era lanzada.También ocurrieron varios acci<strong>de</strong>ntes graves durante elesguazo, a causa <strong>de</strong> la rapi<strong>de</strong>z con que la corriente impelía las248


alsas río abajo, pues su fuerza era tanta que resistía los esfuerzos<strong>de</strong> los que en la canoa trataban <strong>de</strong> remolcarlas hacia el <strong>de</strong>sembarca<strong>de</strong>ro;por lo cual algunos viéronse arrastrados con lostrozos <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra y cayeron al agua, perdiéndose vidas, armas ymuniciones.Entretanto la retaguardia, apoyada por dos piezas <strong>de</strong> artillería,sosteníase impávidamente contra el asalto <strong>de</strong> los jinetes, sintratar <strong>de</strong> retirarse hasta que las <strong>de</strong>más tropas hubieron atravesadoel río; el oficial que la mandaba comenzó entonces a retirarpoco a poco su gente, pero los asaltantes advirtieron pronto lamerma <strong>de</strong> su número y la consiguiente disminución <strong>de</strong> sus fuegos,<strong>de</strong> modo que echando pie a tierra y penetrando en el bosqueun piquete <strong>de</strong> los carabineros <strong>de</strong> Rangel, la posición fue yainsostenible. Profirióse el fatídico ¡Huya quien pueda! y todosse precipitaron a la orilla, presas <strong>de</strong>l pánico, para coger puestoen las balsas; era inútil que los oficiales se empeñasen en reunirloscon exhortaciones o amenazas, porque el clamoreo y eltumulto habían llegado a tal extremo, que apagaban sus voces.En aquel instante, oyéronse en el bosque los clarines <strong>de</strong> laGuardia <strong>de</strong> Honor y Páez avanzó a la cabeza <strong>de</strong> sus lanceros conel bien conocido y espantoso grito <strong>de</strong> ¡Mueran los Godos! Ya nohubo lugar a vacilaciones; los soldados en retirada que se manteníanmás cerca <strong>de</strong>l río, lanzáronse al agua o el apretamiento <strong>de</strong>la muchedumbre los precipitó por las escarpadas orillas, pereciendola mayor parte <strong>de</strong> ellos en la corriente. Los restantes ofueron alanceados, mientras estaban en montón, o trataron envano <strong>de</strong> salvarse dispersándose en el bosque, don<strong>de</strong> cayeron unoa uno, bajo las carabinas <strong>de</strong> la gente <strong>de</strong> Rangel. Los jinetes <strong>de</strong>Páez atropellábanse en torno <strong>de</strong> su jefe, ávidos porque se lespermitiera atravesar el río para perseguir la retaguardia española,pero aquél estaba ya satisfecho con la ventaja adquirida en lajornada, relativamente a mínimo costo, y or<strong>de</strong>nó que la caballeríase retirase <strong>de</strong>l bosque para vivaquear por la noche en la sabana.Luégo llamó a Andrés Castro, quien se había ensayado aqueldía a las ór<strong>de</strong>nes <strong>de</strong> su tío Silvestre y con tanto ímpetu, que atra-249


jo la atención <strong>de</strong>l jefe, nunca remiso, en observar y elogiar elvalor distinguido <strong>de</strong> sus subalternos. Después <strong>de</strong> aplaudir conentusiasmo la conducta <strong>de</strong> Andrés, le or<strong>de</strong>nó, a guisa <strong>de</strong> nuevarecompensa, que llevase a los emigrados <strong>de</strong> Cunaviche la primeranoticia <strong>de</strong> la retirada <strong>de</strong> los invasores.A todas estas el ejército español continuaba su marcha por laorilla septentrional <strong>de</strong>l río, rumbo a la ciudad <strong>de</strong> Achaguas,don<strong>de</strong> Morillo <strong>de</strong>cidió fortificarse contra cualesquiera otros ataquesrepentinos <strong>de</strong> la caballería insurgente. En cuanto hubo llegadoallí, <strong>de</strong>stacó al general Calzada con una fuerza <strong>de</strong> cincomil hombres (7) a fin <strong>de</strong> que penetrase en Nueva Granada por laCordillera <strong>de</strong> Casanare, en cumplimiento <strong>de</strong> ór<strong>de</strong>nes dictadaspor el virrey Sámano. Como su ejército había mermado ennúmero por la distribución <strong>de</strong> tropas y <strong>de</strong>bilitádose al propiotiempo, en razón <strong>de</strong> las fatigas y escasez <strong>de</strong> vituallas, Morillomandó abrir trincheras en las principales entradas <strong>de</strong> la ciudad ya <strong>de</strong>rribar árboles sobre los sen<strong>de</strong>ros <strong>de</strong> los bosques circundantes,para prevenirse contra toda sorpresa. Una cañonera, queLópez había hecho construir en San Fernando, fue enviada<strong>de</strong>s<strong>de</strong> el Apure con provisiones para el ejército y como tambiénse recibieron refuerzos proce<strong>de</strong>ntes <strong>de</strong> la reserva, el generalespañol y sus colegas acariciaban ya la creencia <strong>de</strong> que podríaninvernar en Achaguas, privando con ello a Bolívar y a Páez <strong>de</strong>los únicos acuartelamientos cómodos que fuera dable encontraren la <strong>Barinas</strong> inferior durante la estación <strong>de</strong> las lluvias.El Libertador, que ya poseía datos más directos y precisossobre las fuerzas que pudieran aprontar los patriotas <strong>de</strong> NuevaGranada, y sobre el sentimiento general favorable a ellos, manifestadopor los ciudadanos, vio con íntimo placer la resoluciónadoptada por su antiguo y constante enemigo; su propio ejército,acampado en chozas, a la vera <strong>de</strong> las haciendas que se extien<strong>de</strong>nentre la ciudad <strong>de</strong> Achaguas y el Arauca, gozaba <strong>de</strong> abrigoy seguridad, amén <strong>de</strong> contar con abundante provisiones. Así,pues, aguardaba con tranquilidad las primeras noticias <strong>de</strong>l250


encuentro entre Santan<strong>de</strong>r y Calzada, que el suponía a punto <strong>de</strong>efectuarse.A Páez, quien había establecido un campo volante en la sabana,se le disuadió con dificultad <strong>de</strong>l propósito <strong>de</strong> ejecutar un ataqueinmediato contra las líneas enemigas. Muy especialmenteconsi<strong>de</strong>raba Achaguas como su propia ciudad y moritificábalo alo vivo la ocupación <strong>de</strong> ella, aunque fuese transitoria, por lastropas realistas; pero como aun restaban varios meses <strong>de</strong> verano,consolábase reflexionando que habría tiempo suficiente parareinstalar en sus hogares a los emigrados antes <strong>de</strong> iniciarse laestación <strong>de</strong> las lluvias.(1) Poema <strong>de</strong> Byron, Canto II, Estrofa 12.—N. <strong>de</strong>l T.(2) En "Biografías <strong>de</strong> hombres notables <strong>de</strong> Hispanoamérica", se lee: "CuandoBolívar hacía la campaña <strong>de</strong> Apure, fue <strong>de</strong>stinado Padilla a la escuadrilla republicanaque prestó tan buenos servicios en las aguas <strong>de</strong>l Oriente <strong>de</strong> Venezuela; y luego en1819, al mismo tiempo que el Libertador emprendía la gigantesca campaña <strong>de</strong>Casanare para libertar la Nueva Grand, servía Padilla, bajo Brión, en la escuadra quellevaba fuerzas republicanas a las costas granadinas.—N. <strong>de</strong>l T.(3) Podría creerse por la frase <strong>de</strong>l autor, que Urdaneta se hubiera incorporado aBolívar en esta ocasión, pero lo cierto es que el primero <strong>de</strong> estos generales se encontrabapor entonces organizando una expedición que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Oriente <strong>de</strong>bía invadir lacosta <strong>de</strong> Caracas, en combinación con las operaciones <strong>de</strong>l Llano y la cual nunca llegóa efectuarse. Urdaneta no sube el Orinoco sino más tar<strong>de</strong>, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l paso <strong>de</strong> losAn<strong>de</strong>s, y <strong>de</strong> la liberación <strong>de</strong> Nueva Granada, cuando fue ascendido a ComandanteGeneral <strong>de</strong> la Guardia Colombiana, por la muerte <strong>de</strong> Anzoátegui, ocurrida enPamplona.—N. <strong>de</strong>l T.(4) Según refiere Páez en su Autobiografía, y lo ratifican documentos oficiales, elLibertador llegó .al cuartel general en el Caujaral <strong>de</strong> Cunaviche, a fines <strong>de</strong> marzo <strong>de</strong>1819 “con la resolución <strong>de</strong> buscar y atacar a los realistas”, habiendo tomado <strong>de</strong> pasoel mando <strong>de</strong> la infantería que estaba en La Urbana, isla <strong>de</strong>l Orinoco. Después atravesóel río Arauca por San Juan <strong>de</strong> Payara y marchó hacia Achaguas con el propósito<strong>de</strong> combatir a Morillo. Durante esta marcha ocurrió el encuentro <strong>de</strong> La Gamarra, no251


<strong>de</strong>l todo favorable a los patriotas; a este combate sucedió el <strong>de</strong> <strong>Las</strong> Queseras <strong>de</strong>lMedio.—N. <strong>de</strong>l T.(5) . La villa <strong>de</strong> Achaguas, según Codazzi, fué en su origen una misión fundadapor fray Alonso, en 1774, y lleva el nombre <strong>de</strong> los indios que habitaban por entoncesla gran<strong>de</strong> isla formada por el Apurito, y limitada por éste y el Payara, brazo <strong>de</strong>l propiorio. Achaguas fué la capital <strong>de</strong> la provincia <strong>de</strong> Apure, erigida en 1824, en territorioque pertenecía antes a la Provincia <strong>de</strong> <strong>Barinas</strong>.—N. <strong>de</strong>l T.(6). El biógrafo <strong>de</strong> Morillo, señor Rodríguez Villa, da en el siguiente párrafo unai<strong>de</strong>a exacta, <strong>de</strong> las penalida<strong>de</strong>s que pa<strong>de</strong>cieran las tropas realistas en la campaña <strong>de</strong>los Llanos: “Los trabajos, penalida<strong>de</strong>s y sufrimientos <strong>de</strong> las tropas Reales en estacampaña, fueron in<strong>de</strong>cibles. Días hubo en que atravesando las llanuras que formabanhorizonte, no encontraban los soldados un mal charco en que apagar la sed ni templarel calor que les ahogaba. Otras veces, por el contrario, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> marchar sieteleguas, <strong>de</strong> ellas cuatro entre fangales y esteros <strong>de</strong> mayor altura que la cintura, se vioel soldado en la necesidad <strong>de</strong> pasar un caño <strong>de</strong> 70 varas <strong>de</strong> latitud a volapié, o sea conel agua hasta la boca, sin haber tomado apenas alimento ni aun quedarle esperanza <strong>de</strong>po<strong>de</strong>r atajar su hambre. Si a tan tremendas privaciones y trabajos se aña<strong>de</strong>n los continuospeligros que en aquellos países cercaban siempre al hombre <strong>de</strong> guerra, no sepue<strong>de</strong> menos que confesar que vivían <strong>de</strong> milagro. Los menores que podían asaltarleeran los <strong>de</strong> las armas, que <strong>de</strong>spreciaban por haber nacido entre ellos”. El biógrafo continúahaciendo una enumeración <strong>de</strong> plagas, caimanes, rayas, peces caribes, tembladores,ofidios y alacranes, enemigos con que también tenían que habérselas los soldadosexpedicionarios, y el cuadro que traza <strong>de</strong> todas estas calamida<strong>de</strong>s, no peca por lacru<strong>de</strong>za <strong>de</strong> sus colores. Aun pudo haber agregado la fiebre y la mala alimentaciónpara darle los últimos toques a su pintura, la cual pue<strong>de</strong> compren<strong>de</strong>r asimismo lasituación <strong>de</strong> las huestes patriotas, excepto la gente llanera que por haber nacido yvivido en aquel territorio arrostraba mejor los infortunios <strong>de</strong> la campaña. En lasMemorias <strong>de</strong> O’Leary, tomo XVI <strong>de</strong> documentos, páginas 319 y 320, insértase unacuriosa nota <strong>de</strong> Bolívar para un oficial <strong>de</strong>sconocido, probablemente extranjero, cuyonombre <strong>de</strong>sapareció en el original <strong>de</strong>l archivo, bajo un simbólico borrón <strong>de</strong> tinta. Erael caso que el oficial en cuestión había pedido pasaporte para Angostura, a causa <strong>de</strong>las privaciones que pa<strong>de</strong>cía y a las cuales no podía acostumbrarse. El Libertador lecontestó <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el Paso Caraballero, a 17 <strong>de</strong> abril <strong>de</strong> 1819, y entre otras cosas le <strong>de</strong>cía:“Me es bien sensible tener que contestar a U. negativamente, para no dar al ejércitoun ejemplo escandaloso y que seria la ruina y disolución <strong>de</strong> él. Si todos los que sufren252


las mismas privaciones que U. solicitasen también su licencia, el ejército <strong>de</strong>sapareceríay no habría quien continuase la campaña.” <strong>Las</strong> citas pudieran multiplicarse <strong>de</strong>modo in<strong>de</strong>finido, pero tratándose <strong>de</strong> las privaciones y calamida<strong>de</strong>s características <strong>de</strong>la guerra en los Llanos por la época <strong>de</strong> la emancipación, huelgan en realidad los alar<strong>de</strong>seruditos.—N. <strong>de</strong>l T.(7) Guarismo a todas luces exagerado, pues todo. el ejército expedicionario nopasaría <strong>de</strong> siete mil plazas.—N. <strong>de</strong>l T.


CAPÍTULO XXILOS EMIGRADOS.—AMOR CONTRARIADOHé aquí a la pobre doncella burlada por la ambición<strong>de</strong> su padre; contemplad como ruedan por sus pálidasmejillas las lágrimas que dicen su pena. He aquí albien amado que invoca al cielo como testigo <strong>de</strong> susinceridad.—El puente <strong>de</strong>l DiabloLa llegada <strong>de</strong> Andrés Castro a los ranchos <strong>de</strong> los emigradosprodujo unánime movimiento <strong>de</strong> curiosidad por saber noticias<strong>de</strong>l ejército. Apeóse primero en la vivienda <strong>de</strong> doña Rosaura, aquien comunicó la grata nueva <strong>de</strong> que las tropas españolas habíancomenzado a retirarse, hecho que le inspiraba a Páez bienfundadas esperanzas <strong>de</strong> que los fugitivos pudieran regresar nomuy tar<strong>de</strong> a sus hatos y haciendas. La nueva se propagó conrapi<strong>de</strong>z por todos los ranchos, felicitándose cordialmente lasfamilias emigradas, a las cuales colmaba <strong>de</strong> alegría la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong>que sus calamida<strong>de</strong>s concluyeran en breve.Antes <strong>de</strong> <strong>de</strong>spren<strong>de</strong>rse <strong>de</strong>l ejército <strong>de</strong> Caujaral, AndrésCastro aventuróse a hablar con Silvestre Gómez sobre el asuntoque le tocaba más <strong>de</strong> cerca: el enlace con su prima Juanita;encontró a su tío bien inclinado a favorecer sus pretensiones,seducido por las alabanzas que públicamente le prodigó Páez aljoven patriota, por lo cual no quiso per<strong>de</strong>r la coyuntura que sele ofrecía, como conductor <strong>de</strong> tan felices nuevas, para granjearsela voluntad <strong>de</strong> su tía Paulita; y tuvo la fortuna <strong>de</strong> lograr unconsentimiento inmediato, por supuesto, siempre que pudieseobtener el <strong>de</strong> la parte más directamente interesada. También seconvino en que el matrimonio fuese diferido para cuando el255


ejército español hubiese abandonado <strong>de</strong>l todo las comarcas inferiores<strong>de</strong> <strong>Barinas</strong> y los emigrados hubieran vuelto a sus al<strong>de</strong>as yhatos. Castro tuvo que someterse a esta <strong>de</strong>cisión, y ello constituíaun nuevo motivo para <strong>de</strong>sear la pronta y favorable terminación<strong>de</strong> la campaña.La noticia que había llevado era tan importante que todas lascomadres <strong>de</strong> Cunaviche se reunieron para comentarla y echarcálculos sobre el tiempo que podría transcurrir antes que se vieranen condiciones <strong>de</strong> volver a sus hatos y haciendas.Semejantes conjeturas interesaban <strong>de</strong> modo especial a aquellascuyas casas habían sido quemadas, porque era imprescindibleque sus maridos tuviesen espacio para reconstruirlas antes <strong>de</strong>linvierno; todas lamentaban la contingencia casi segura <strong>de</strong> verseobligadas a residir en aquel retiro hasta que ya fuese <strong>de</strong>masiadotar<strong>de</strong> para recoger un rebaño <strong>de</strong> vacas antes <strong>de</strong> la primavera.Llegó la hora habitual <strong>de</strong> reunión en el rancho <strong>de</strong> doñaRosaura y una concurrencia mayor que nunca se agolpó a lapuerta <strong>de</strong> la choza; nadie pensaba sino en las noticias acabadas<strong>de</strong> recibir y la plática se contrajo a la opresión que invariablementeejercieron sobre los criollos los altivos amos europeos;cada uno <strong>de</strong> los contertulios tenía algún relato <strong>de</strong> injusticias quereferir y, entre los <strong>de</strong>más, doña Rosaura narró el siguiente:La novia <strong>de</strong> San Carlos“Mi ciudad nativa, la Villa <strong>de</strong> San Carlos, (1) era no hacemuchos años uno <strong>de</strong> los lugares más agradables en el centro <strong>de</strong>Venezuela. El violento espíritu <strong>de</strong> partido, obra subsecuente <strong>de</strong>la revolución, no había alzado aún las barreras artificiales queseparan a las familias <strong>de</strong> opiniones políticas antagónicas y quemás tar<strong>de</strong> produjeron tantas disi<strong>de</strong>ncias y <strong>de</strong>sgracias. <strong>Las</strong> únicasmanifestaciones <strong>de</strong> pugna o rivalidad que pudieran observarseentonces, ocurrían <strong>de</strong> cuanto en cuanto a consecuencia <strong>de</strong>nimias infracciones a las reglas <strong>de</strong> prece<strong>de</strong>ncia en misa mayor,procesiones o lidias <strong>de</strong> toros.256


“Una <strong>de</strong> mis primeras compañeras y amigas en aquella épocaventurosa fue Carmelita Ibáñez, hija <strong>de</strong> un viudo rico que por sufalta <strong>de</strong> instrucción, origen oscuro y convencimiento <strong>de</strong> su propiainferioridad ansiaba mucho darle una buena educación a suhija y amistarla con la hidalguía <strong>de</strong> la ciudad. Ambas ingresamosal mismo tiempo en el convento <strong>de</strong> <strong>Las</strong> Monjas Agustinas,don<strong>de</strong> ocupamos celdas contiguas y se nos colocó al cuidado yatención <strong>de</strong> una misma Hermana. Nuestra intimidad fué tantaque nos hicimos compañeras inseparables a las horas <strong>de</strong> asuetoy cuando recibíamos las visitas <strong>de</strong> nuestras familias en la reja<strong>de</strong>l locutorio. Como una y otra estábamos en cuenta <strong>de</strong> quenuestros padres no nos <strong>de</strong>stinaban para el velo negro, sabíamosque nuestra resi<strong>de</strong>ncia en el claustro era temporal y nos hallábamostan distantes <strong>de</strong> experimentar impaciencia alguna por el fin<strong>de</strong> nuestra reclusión, que consi<strong>de</strong>rábamos la hora <strong>de</strong> volver anuestros respectivos hogares, muy convencidas como estábamos<strong>de</strong> que la relativa libertad que disfrutaríamos entonces nocompensaría la necesaria interrupción <strong>de</strong> nuestro trato íntimo yfamiliar.“Pocos meses antes <strong>de</strong>l día fijado para nuestra salida <strong>de</strong>l conventomi único hermano, Mariano, regresó <strong>de</strong>l colegio <strong>de</strong> laCompañía, en Popayán, don<strong>de</strong> había permanecido algunos añosestudiando leyes, y a diario esperaba recibir licencia <strong>de</strong>l Virrey,proce<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> Bogotá, para practicar su profesión en Venezuela.Con frecuencia acompañaba a mi madre en sus visitas al locutorio<strong>de</strong>l convento, <strong>de</strong>jando pocas veces <strong>de</strong> ver a CarmelitaIbáñez junto conmigo; ya estaba acostumbrado a oírme hablar<strong>de</strong> ella como mi amiga predilecta, mientras ella se hallaba predispuestaen favor suyo por lo que yo le había dicho <strong>de</strong> él amenudo y por la lectura <strong>de</strong> sus cartas para mí; todo lo cual,como cuanto pertenecía a cualquiera <strong>de</strong> nosotras dos, era <strong>de</strong>mutuo interés. Así, pues, no habría porque sorpren<strong>de</strong>rse si <strong>de</strong>s<strong>de</strong>su primer encuentro experimentaron ambos una recíproca inclinación.257


“Talvez fue la primera en darse en cuenta <strong>de</strong> su mutuo afectoy <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego me presté a servirles <strong>de</strong> confi<strong>de</strong>nte. A mi cuidadoy gestión, como yo estaba a salvo <strong>de</strong> toda sospecha, seencomendó la empresa <strong>de</strong> recibir y entregar los billetes, que sedirigían los enamorados, negocio en realidad difícil <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> unc1austro don<strong>de</strong>, por ser la misma fuente <strong>de</strong> la suspicacia lasmonjas espían toda mirada y a<strong>de</strong>mán con celosísima vigilancia.Yo sabía muy bien que el padre <strong>de</strong> Carmelita, don BernardoIbáñez, consi<strong>de</strong>raba a nuestra familia en el número <strong>de</strong> aquellascuya amistad quería granjearse con especial empeño, por lo cualhabría apetecido mucho una alianza con nosotros. En virtud <strong>de</strong>esto no dudaba ver pronto a mi hermano unido con mi comadrita,pues también abrigaba el convencimiento <strong>de</strong> que el amor <strong>de</strong>mi padre por su único hijo varón lo induciría en el acto a consentiren el matrimonio.“El tiempo transcurrió a prisa para nosotras, mientras acariciábamostan risueñas esperanzas y en breve llegó el día quelibertándonos <strong>de</strong> las cortapisas <strong>de</strong>l claustro, nos conduciría alalegre mundo exterior. Después <strong>de</strong> la misa <strong>de</strong> la mañana, <strong>de</strong>spedímonoscariñosamente <strong>de</strong> nuestra bondadosa Madre Aba<strong>de</strong>sa y<strong>de</strong> todas las Hermanas, abrazando a nuestras jóvenes compañeras,que no podían ocultar su envidia y pena por nuestra partida.Luego se nos llamó al locutorio, don<strong>de</strong> hallamos a mi madre ya mi hermano junto con don Bernardo y numerosa concurrencia<strong>de</strong> nuestros parientes y amigos, que se habían reunido, como es<strong>de</strong> uso en tales ocasiones, para felicitarnos por nuestra reciénadquirida libertad y acompañarnos al hogar. Observé queMariano, naturalmente <strong>de</strong>seoso <strong>de</strong> la armonía <strong>de</strong> ambas familias,había logrado congraciarse con don Bernardo, en lo cual notuvo dificultad, pero también consiguió que mi padre lo invitasea pasar con nosotros el resto <strong>de</strong>l día, a fin <strong>de</strong> que Carmelita yyo no fuésemos separadas bruscamente, como lo temíamos. Mihermano tuvo entonces oportunidad <strong>de</strong> ver a mi compañera más<strong>de</strong> cerca que cuando los separaba la reja <strong>de</strong>l locutorio, y ellaaparecía medio disfrazada con los hábitos monásticos llevados258


por las pensionistas. Y si ya estaba encantado por lo agradable<strong>de</strong> su conversación y buenos modales, ahora su belleza y cualida<strong>de</strong>sfascinábanlo en extremo.“No perdió tiempo Mariano en hacer que sus sentimientosfueran conocidos <strong>de</strong> nuestro padre, quien, aunque no aprobabaen modo alguno tan estrecha alianza con don Bernardo, sinembargo cedió en obsequio <strong>de</strong> los <strong>de</strong>seos <strong>de</strong> mi hermano y propusoen <strong>de</strong>bida forma la unión <strong>de</strong> ambas familias, a lo cual accedióIbáñez en el acto y con mucho gusto. Convínose en que elmatrimonio fuese diferido hasta que mi hermano recibiera lalicencia para ejercer como abogado, carrera consi<strong>de</strong>rada entoncescomo uno <strong>de</strong> los honores más albos a que podía aspirar uncriollo, porque requería gran<strong>de</strong>s vínculos con el gobierno, ypruebas muy limpias <strong>de</strong> <strong>de</strong>scen<strong>de</strong>ncia española y <strong>de</strong> pertenecera una familia conocida por sus indiscutibles principios realistas.Los amigos <strong>de</strong> mi padre, resi<strong>de</strong>ntes en Bogotá, habíanle prometidoya procurar <strong>de</strong>l Virrey aquel importante documento, y comoMariano no abrigaba la menor duda respecto al pronto recibo <strong>de</strong>su título, todos lo tenían por el novio reconocido <strong>de</strong> mi amigaCarmelita. Pero ¡ay!“Vino un Usíay se llevó la flor que más quería (2).“Uno <strong>de</strong> los Oidores <strong>de</strong> la Audiencia <strong>de</strong> Caracas fue a pasaruna semana en San Carlos en visita al gobernador. Era una <strong>de</strong>esas buenas piezas que solían enviarnos <strong>de</strong> España para interpretarlas leyes y <strong>de</strong>cidir todas las causas importantes en este<strong>de</strong>sventurado país; pobres diablos cuya avaricia, concupiscenciae injusticia se hizo merecidamente proverbial entre nosotros.Por lo común eran escogidos entre las clases ínfimas <strong>de</strong>Abogados españoles, por haber logrado alcanzar bastanteinfluencia con algún gran<strong>de</strong>, perteneciente a la corte <strong>de</strong> Madrid,para que los <strong>de</strong>stinasen a la magistratura en las colonias. Comola mayor parte <strong>de</strong> ellos eran hombres paupérrimos, venían con259


el <strong>de</strong>cidido propósito <strong>de</strong> acumular fortuna, sea como fuere, locual nunca, <strong>de</strong>jaban <strong>de</strong> conseguir mediante la más nefaria rapacidady <strong>de</strong>scarada corrupción.“Este Oidor, don Sancho Barragán, era un gallego rechoncho,que trataba <strong>de</strong> compensar lo mezquino <strong>de</strong> su figura con loshumos <strong>de</strong> su pavoneo y cierta solemnidad <strong>de</strong> modales que creíamenester asumir por la distinguida posición que ocupaba. Si ha<strong>de</strong> darse crédito al adagio que diceSiempre en la trazase ve la nobleza,también creo cierto que es difícil ocultar la bajeza <strong>de</strong> principiosy educación. Por lo que respecta a don Sancho, mientrasmás se empeñaba en disimular sus hábitos vulgares, más resaltantesse hacían, aun para nosotros mismos que nos hallábamosacostumbrados a tributar implícito respeto a todos cuantos llevabanel altivo gentilicio <strong>de</strong> españoles y a verlos cual mo<strong>de</strong>los<strong>de</strong> conducta exquisita. Sin embargo en atención a su categoríainvitábasele con gran <strong>de</strong>ferencia a todas las fiestas dadas en SanCarlos; sus observaciones, por triviales que fuesen, eran escuchadascon respetuosa atención y sus tentativas epigramáticas,pues ni siquiera podía presumir <strong>de</strong> ingenioso, eran recibidos conunánime aplauso.“Si bajo cualquier aspecto resultaba más <strong>de</strong>sgraciado que enotro, era sin duda en sus ridículas y torpes alar<strong>de</strong>s <strong>de</strong> galantería,pues sobre todo ambicionaba señalarse por su apego a la porciónfemenina <strong>de</strong> toda sociedad en que acertaba a ser introducido.Era evi<strong>de</strong>nte que sus cumplimientos se dirigían con predileccióna Carmelita Ibáñez, con el único efecto <strong>de</strong> constituir al principioun motivo <strong>de</strong> franca diversión, tanta para ella como para mí,pues ninguna <strong>de</strong> las dos concebía la más ligera sospecha <strong>de</strong> quese propusiera otra cosa que halagar su propia vanidad, atrayendola atención <strong>de</strong> la muchacha más bonita en la concurrencia.260


Carmelita se hallaba tan distante <strong>de</strong> creer que procediera conformalidad que la insistente compañía <strong>de</strong> su Escu<strong>de</strong>ro Sancho,como lo llamábamos en alusión al escu<strong>de</strong>ro <strong>de</strong>l famosísimoCaballero <strong>de</strong> la Mancha, nos proporcionaba a ambas, cuando asolas, materia <strong>de</strong> constante mofa. Sin embargo, como su actitudpara con ella se hacía marcadamente más obsequiosa cada vezque se encontraban, Carmelita <strong>de</strong>cidió solicitar la intervención<strong>de</strong> su padre para que la librase <strong>de</strong> lo que comenzaba consi<strong>de</strong>rarcomo un verda<strong>de</strong>ro fastidio; más, para su inexpresable sorpresay <strong>de</strong>sconsuelo, don Bernardo ridiculizó aquella solicitud,diciéndole que era en extremo improbable que un Oidor, tanavezado al mundo como don Sancho <strong>de</strong> Barragán, pudiese<strong>de</strong>jarse cautivar por una muchacha criolla, educada en un convento,sin roce social fuera <strong>de</strong>l que le ofrecía un poblacho <strong>de</strong>provincia; a toda esta agregó que si en efecto la casa era así,podría consi<strong>de</strong>rarse dichosa y que esperaba que no fuese tanidiota para vacilar por un instante entre un Abogado en cierne yun Oidor hecho y <strong>de</strong>recho.“Cuando volvimos a vernos, Carmelita, que temía el carácterviolento <strong>de</strong> su padre, me refirió aquella conversación, pidiéndomeque le guardase el secreto, pues aún acariciaba la esperanza<strong>de</strong> que aquello fuese un temor infundado y la asustaban las consecuencias<strong>de</strong> una disputa entre Mariano y el gallego, porque laprivanza <strong>de</strong> la Audiencia, con el gobierno colonial era absoluta.Por <strong>de</strong>sgracia fue imposible continuar ocultando la verdad <strong>de</strong>las cosas a mi hermano, a quien disgustaba la persistencia conque su rival se instalaba siempre junto a Carmelita, a pesar <strong>de</strong>todos los <strong>de</strong>saires que se atrevía a hacerle en presencia <strong>de</strong> supadre y <strong>de</strong> su marcado <strong>de</strong>sdén y disgusto en ausencia <strong>de</strong> donBernardo. Al fin supe por mi <strong>de</strong>sgraciada amiga, que donSancho la había pedido a su padre, siendo aceptado como noviocon tal que el matrimonio concertado ya con Mariano pudieraser <strong>de</strong>secho en cualquier forma, empresa que asumió donSancho poniendo en juego la intriga cuyos efectos veremos enbreve.261


“Habiendo ocurrido una disputa entre él y mi hermano, aquien el mismo don Sancho había tratado con grosería en unatertulia muy numerosa, Mariano, aun ajeno a la verdad <strong>de</strong> lascosas, sintió ser impelido por sus burlas y más todavía por losgran<strong>de</strong>s humos <strong>de</strong> superioridad que se daba el Oidor, a contestarlecon tan oportuno sarcasmo que el maligno gallego montóen cólera, lanzándole la amenaza <strong>de</strong> que el gobierno recibiríainforme <strong>de</strong> la falta cometida contra un miembro <strong>de</strong> la Audienciapor un sujeto que aspiraba a la honrosa distinción <strong>de</strong> ser inscritoentre los Abogados. En breve se participó a mi padre el sesgoque iba tomando el asunto y acto seguido pidió explicaciones adon Bernardo, cuya condición, como ya he dicho, nunca habíasido muy <strong>de</strong> su agrado.Barragán (3) aprovechó el acaloramiento provocado por ladisputa como pretexto para romper el compromiso, y mi padre,indignado por su duplicidad or<strong>de</strong>nó a Mariano so pena <strong>de</strong> incurriren su <strong>de</strong>saprobación, que no pensase más en CarmelitaIbáñez.“No intentaré <strong>de</strong>scribir el paroxismo <strong>de</strong> dolor y rabia que seapo<strong>de</strong>rara <strong>de</strong> mi hermano ante el inmerecido tratamiento que sele daba; intentó hacerle llegar billetes a mi <strong>de</strong>sventurada amigaa quien se prohibió toda comunicación conmigo, pero aquellosfueron interceptados y <strong>de</strong>vueltos sin abrirlos siquiera.Excediendo en su indignación los limites <strong>de</strong> la pru<strong>de</strong>ncia, buscóa su rival y lo <strong>de</strong>safió públicamente con no muy comedido lenguajepara que se cruzaran las espadas, último recurso que estabalejos <strong>de</strong> ser <strong>de</strong>sfavorable para el Oidor, pues el reto le dabatodo género <strong>de</strong> ventajas sobre mi hermano. En consecuenciahizo formal y exageradísima información ante el gobernadormilitar <strong>de</strong> la provincia, respecto al insulto que alegaba habersido irrogado en su persona a toda la Sala <strong>de</strong> la Audiencia, a<strong>de</strong>más<strong>de</strong> exhibirse en peligro inminente <strong>de</strong> ser asesinado, por locual pedía castigo ejemplar contra el osado <strong>de</strong>spreciador <strong>de</strong>todas las autorida<strong>de</strong>s constituidas.262


Por fortuna el gobernador, sujeto honorable, que conocíabien el carácter y principios <strong>de</strong> mi padre, se tomó la molestia <strong>de</strong>averiguar lo ocurrido, hasta convencerse <strong>de</strong> que en realidad elOidor era el agresor; pero con todo no pudo aventurarse a <strong>de</strong>secharpor completo la queja presentada, sólo que en vez <strong>de</strong> sentenciara Mariano a prisión o <strong>de</strong> enviarlo a Caracas para que lesiguieran juicio, como todos lo temíamos, le or<strong>de</strong>nó regresar aPopayán, <strong>de</strong> don<strong>de</strong> había venido pocos meses antes.“Mi hermano tuvo que someterse a su suerte y para complemento<strong>de</strong> mortificaciones, poco <strong>de</strong>spués llegó <strong>de</strong> Bogotá unanota oficial en que el secretario privado <strong>de</strong>l Virrey <strong>de</strong>claraba quea consecuencia <strong>de</strong> haberse recibido informes <strong>de</strong> que el estudianteMariano Palmar (4) se había conducido <strong>de</strong> modo insolentecon un Oidor <strong>de</strong> la Audiencia Real, se consi<strong>de</strong>raba oportunonegar el diploma que aquel solicitara, hasta recibir testimoniomás favorable respecto <strong>de</strong> su conducta hacia sus mayores ysuperiores en leyes. Semejante anuncio colmó la medida <strong>de</strong> losinfortunios <strong>de</strong> mi hermano; vio con claridad que no existíaforma <strong>de</strong> obtener nunca aquella posición que había sido el únicoobjeto <strong>de</strong> sus largos y penosos estudios y su reciente y másamargo <strong>de</strong>sengaño le embargó profundamente el espíritu.Regresó a Popayán con la terrible incertidumbre <strong>de</strong> su porveniry algunos meses <strong>de</strong>spués murió <strong>de</strong> melancolía.“Carmelita Ibáñez fue sacrificada a la ambición <strong>de</strong> su padrepor una alianza espléndida; nunca la volví a ver, porque inmediatamente<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la celebración <strong>de</strong>l matrimonio con donSancho Barragán, salió con éste para Caracas y <strong>de</strong> allí aEspaña”.El auditorio <strong>de</strong> doña Rosaura, especialmente los jóvenes,pagaron el usual tributo <strong>de</strong> aplausos a su melancólica narración,que todos elogiaban a unanimidad, aunque diferían en su apreciación<strong>de</strong> la comparativa <strong>de</strong>sdicha <strong>de</strong> los dos infelices amantes.El Padre Cura <strong>de</strong> Guasdualito les recomendó que aplazasen susjuicios hasta el otro día, porque el enfermo convaleciente,Mariano Tupiza (el soldado llanero que había perdido un brazo263


en la escaramuza <strong>de</strong> paso <strong>de</strong> Merecure), había convenido con élen relatar una narración <strong>de</strong> las misiones jesuíticas <strong>de</strong>l Orinoco.Habiéndose hecho silencio, el inválido, a quien se le había preparadoun chinchorro bajo los árboles, en consi<strong>de</strong>ración <strong>de</strong> su<strong>de</strong>bilidad, comenzó como sigue: (5)(1) Había nacido en managua, provincia <strong>de</strong> <strong>Barinas</strong>, en 1792.— N. <strong>de</strong>l T.(2) Tomado <strong>de</strong> una canción popular <strong>de</strong> Venezuela, correspondiente a los primerostiempos <strong>de</strong> la revolución, cuando comenzaron a <strong>de</strong>s<strong>de</strong>ñarse los tratamientos españoles,tales como Usía y Vuecencia.(3) Aquí parece que en vez <strong>de</strong> Barragán, el Oidor, <strong>de</strong>be nombrarse a Ibáñez, padre<strong>de</strong> la novia. Ya el autor ha incurrido en lapsus parecido, confundiendo el nombre <strong>de</strong>Perucho con el <strong>de</strong>l Cacique Neculpichuy. Capítulo XX.—N. <strong>de</strong>l T.(4) Como queda; explicado en capítulo prece<strong>de</strong>nte el apellido <strong>de</strong> la mujer <strong>de</strong> Páezera Ortiz, por don<strong>de</strong> este <strong>de</strong> Palmar atribuido a su hermano entra en el or<strong>de</strong>n fantásticoque caracteriza parte <strong>de</strong> esta narración.— N. <strong>de</strong>l T.(5) Así en fuente original, tal vez se refiere al capitulo XXII


CAPÍTULO XXIICHANABILÚ Y ANCÁFILA,O LOS JESUITAS DEL ORINOCOUna, banda <strong>de</strong> hombres rapaces, vestidos <strong>de</strong> cotas <strong>de</strong>malla surge en la quietud <strong>de</strong>l repuesto valle, gritando“¡Muerte!” y blandiendo en alto sus espadas que brillanterríficas a la luz <strong>de</strong> la luna: precipítanse... apodéranse<strong>de</strong> su inerme presa y sin piedad raptan altímido infante. “¡Salvad, exclama ella, loca <strong>de</strong> angustia;salvad a mi hijo inocente y <strong>de</strong>samparado”.— W.L. Bowles.Entre la punta <strong>de</strong> La Encaramada, en la ribera meridional <strong>de</strong>lOrinoco, y las montañas <strong>de</strong> Carrípano, <strong>de</strong> don<strong>de</strong> <strong>de</strong>riva su nombrela antigua nación <strong>de</strong> los Carripes, a quienes los españolesllaman cribes, extién<strong>de</strong>se la dilatada llanura <strong>de</strong> Tepu-pano, oCampo <strong>de</strong> las rocas (1) que según nos lo enseñan remotas tradicionesconstituyó el centro <strong>de</strong> reunión para las muchas y po<strong>de</strong>rosastribus aborígenes que antes <strong>de</strong> la conquista española habitabanaquellas extensas regiones, ahora convertidas en vastos<strong>de</strong>siertos, situadas entre los ríos Orinoco y Marañón. Inmensasrocas cilíndricas <strong>de</strong> granito negro, que suelen medir <strong>de</strong> cincuentaa ochenta pies <strong>de</strong> altura <strong>de</strong>stácanse en diversos puntos <strong>de</strong> lassabanas; ellas han dado nombre a la llanura y los errantes indiostamanacos las ven con admiración, como prueba <strong>de</strong>l gran po<strong>de</strong>río<strong>de</strong> sus antepasados, los antiguos dueños <strong>de</strong> la tierra, a quienesatribuyen la erección <strong>de</strong> aquellas enormes columnas.Gran<strong>de</strong>s en verdad <strong>de</strong>ben haber sido las transformacionesmorales y físicas que han ocurrido <strong>de</strong>s<strong>de</strong> aquellos días en esta265


porción <strong>de</strong>l mundo, porque el viajero es guiado ahora por untímido y huraño salvaje, apenas por encima <strong>de</strong>l nivel <strong>de</strong> los brutos,y ajeno <strong>de</strong>l todo a las artes más comunes <strong>de</strong> la vida civilizada,a través <strong>de</strong> la serie <strong>de</strong> laberintos, llamados cavernas <strong>de</strong> zarrahuaca,y a las próximas Tepu-mereme o rocas pintadas (2) quese yerguen en la misma llanura remota. En el interior <strong>de</strong> las primerasy en las caras <strong>de</strong> las segundas, las antecesores <strong>de</strong> estosindios montaraces, más inteligentes que sus here<strong>de</strong>ros, grabaronen el duro y dura<strong>de</strong>ro granito imágenes jeroglíficas <strong>de</strong>l sol, <strong>de</strong> laluna, <strong>de</strong> las estrellas, junto con tigres y caimanes, etc., a tantaaltura <strong>de</strong>l suelo que el explorador tiene que darle cierto créditoa la tradición que le refiere su guía, según la cual aquellos escultorestrabajaban a bordo <strong>de</strong> canoas cuando las aguas cubríantoda aquella vasta llanura, probablemente, antes <strong>de</strong> que elOrinoco se hubiese abierto un <strong>de</strong>sagua<strong>de</strong>ro más rápido y capazpor el paso <strong>de</strong> Los Raudales.La antigua misión llamada La Fortaleza <strong>de</strong> San FranciscoJavier se encuentra a pocas leguas <strong>de</strong>l estupendo prisma <strong>de</strong> granitoconocido por el nombre <strong>de</strong> Mogote <strong>de</strong> Cocuiza, el cualerige sus escuetos flancos verticales doscientos pies justos sobrela selvática llanura, coronado con una dia<strong>de</strong>ma <strong>de</strong> majestuososárboles que semejan ligeras plumas ondulantes en la frente <strong>de</strong>un cacique. Los jesuitas (3) que al parecer juzgaban <strong>de</strong>masiadoengorrosos e inciertos para su ardiente y entusiasta fantasía losmétodos ordinarios <strong>de</strong> conversión a la fe, construyeron aquellafortaleza, contraviniendo abiertamente los edictos promulgadossobre la materia por el gobierno español y con el propósitomanifiesto <strong>de</strong> “conquistar las almas”. Sus establecimientos <strong>de</strong>esta naturaleza, antaño numerosos, fueron tolerados por muchos<strong>de</strong> los gobernadores civiles <strong>de</strong> las colonias, quienes suministrabana los frailes aquellos <strong>de</strong>stacamentos <strong>de</strong> tropas españolas,chusma proce<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> regimientos penados, que solían tener ala or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> cuando en cuando. También proporcionaban armasa esas guarniciones, para la milicia nativa que los jesuitas habíanalistado bajo sus ban<strong>de</strong>ras, y las municiones <strong>de</strong> guerra indis-266


pensables no sólo para las cruzadas contra el fetichismo <strong>de</strong> lastribus indígenas vecinas, sino también para las incursiones quelos misioneros creían conveniente autorizar muy a menudo si nolas dirigían personalmente, con el fin <strong>de</strong> recoger una buena provisión<strong>de</strong> neófitos”. (4).“¿Entonces queréis <strong>de</strong>cir, hijo (Mariano) —interrumpió elCura <strong>de</strong> Guasdualito,— que los reverendos Jesuitas solíancometer el <strong>de</strong>lito <strong>de</strong>l plagio? ¿No es verdad?”.“Como su paternidad quiera llamado, contestó Tupiza; salvoque no era un recurso ocasional, sino más bien efectivo queposeían para llenar sus iglesias con el objeto <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r presentaral (señor Obispo) una buena matrícula trimestral <strong>de</strong> indios cristianizados.No se preocupaban en modo alguno por disimulareste sistema <strong>de</strong> reclutar almas, como lo calificaban y los superiores<strong>de</strong> la Compañía se lisonjeaban <strong>de</strong>l apoyo suministradopor el brazo secular, significando con ello las bayonetas <strong>de</strong> laguarnición, como altamente beneficioso a los intereses <strong>de</strong> laMadre Iglesia y al <strong>de</strong>sarrollo <strong>de</strong> las misiones en general.“También es cierto que los vecinos criollos no estaban muy<strong>de</strong> acuerdo, con aquella práctica, por las diversas y frecuentesmolestias y pérdidas que les producían, llegando hasta el extremo<strong>de</strong> dar a la línea <strong>de</strong> fuertes establecida en las misiones elnombre irreverente <strong>de</strong> La Trinchera <strong>de</strong>l Despotismo Monacal,porque siempre los mantenía a la greña con las tribus indígenas,las cuales, cuando <strong>de</strong>saparecía algún chico, costumbraba ejercerrepresalia contra los colonos, por no (serles) fácil vengarse <strong>de</strong>sus enemigos monásticos.“La tribu <strong>de</strong> los indios tamanacos, por estar próxima, era laque había pa<strong>de</strong>cido con más frecuencia y rigor los efectos <strong>de</strong>aquel sistema, pero felizmente para los frailes hallábase tanmermada y <strong>de</strong>bilitada por sucesivas epi<strong>de</strong>mias <strong>de</strong> la asoladorapeste <strong>de</strong> viruela que se veía en la absoluta incapacidad <strong>de</strong> medirsus fuerzas con la milicia <strong>de</strong> (La Trinchera). Pocas años antes<strong>de</strong> que se extinguiesen en estas colonias los establecimientos <strong>de</strong>la Compañía <strong>de</strong> Jesuitas, que se encontraban por todas partes en267


el país; como un pequeño reino <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> otro, ocurrió el casoque he prometido referir.”“De modo que no has hecho sino comenzar en todo este tiempo,amigo (Tupiza!”) observó el Cura. “Estoy temiendo que tupromesa <strong>de</strong> brevedad no sea más que una vana lisonja; perosigue, hijo mío, con tu cuento.”“Chanabilú, joven cacique <strong>de</strong> los indios tamanacos, era reconocidopor la época <strong>de</strong> que hablo, en todas las al<strong>de</strong>as <strong>de</strong> pescadoresy asientos <strong>de</strong> misiones situados en las ribera meridional<strong>de</strong>l Orinoco, como el guerrero más valiente y el cazador máshábil <strong>de</strong> la tribu; su heroísmo personal en los combates y su <strong>de</strong>strezaen poner emboscadas, lo mismo que en dirigir esas súbitasy mortales sorpresas que constituyen la parte esencial <strong>de</strong> la tácticaguerrera entre los indígenas, lo había convertido en el terror<strong>de</strong> las vecinas y rivales naciones <strong>de</strong> Guayana, caribes y guagives,cuyos formidables campamentos había reducido muchasveces a cenizas y cuyos hijos y mujeres se había llevado amenudo cautivos.“Los Padres Jesuitas españoles que gobernaban las misionesy puestos militares situados frente a la boca <strong>de</strong>l Cabullare, ydon<strong>de</strong> Chanabilú acostumbra presentarse con frecuencia paraven<strong>de</strong>r pieles <strong>de</strong> tigre y paujiles, habían estado por mucho tiempotratando con afán <strong>de</strong> atraerlo al aprisco <strong>de</strong> la iglesia; sentíanseanimados a procurar su conversión no sólo por los móvilesreligiosos comunes a la or<strong>de</strong>n que profesaban, sino también porel laudable <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> conseguir el apoyo y cooperación <strong>de</strong> Uncacique tan po<strong>de</strong>roso e influyente, como aliado a sus prósperasy pequeñas comunida<strong>de</strong>s; pero al fin comprendieron, con nodisimulado pesar, que todas sus admoniciones y exhortacionesresultaban estériles al objeto que se proponían, porqueChanabilú persistía terca y ardientemente en seguir la religión<strong>de</strong> sus abuelos, adorando la luna nueva, reverencia da por él ensu primer salida con todas las ceremonias supersticiosas y conformeal bárbaro ritual <strong>de</strong> la nación tamanaca.268


“Después <strong>de</strong> la tribu que mandaba, el objeto en que el caciqueponía mayor cariño era su joven consorte Ancáfila, conquien había casado hacía cosa <strong>de</strong> un año y que últimamente lehabía dado un hijo varón. Con ello tenía ya un nuevo y máspo<strong>de</strong>roso motivo para esforzarse en la caza, ejercicio en quenunca tuvo tanto éxito como entonces, ni cuando su más altaambición consistía en presentarse en el campamento con losímprobos trofeos <strong>de</strong> su actividad y perseverancia, consistentesen rarísimas pieles y plumajes para ponerlos a los pies <strong>de</strong> su prometida;su ventura era en verdad tan gran<strong>de</strong> que a menudo surgíantemibles presagios para anunciarle que tan completa felicidadno podía durar <strong>de</strong>masiado.“Viendo los misioneros que en vano esperanza la incorporación<strong>de</strong> Chinabilú como miembro <strong>de</strong> su comunidad, o mejordicho, como vasallo <strong>de</strong> su fundación, <strong>de</strong>terminaron apo<strong>de</strong>rarsepor lo menos <strong>de</strong>l niño, para sacado <strong>de</strong> las sombras <strong>de</strong> la idolatríay adquirir mediante él, cuando ya fuese hombre la influenciasobre la tribu tamanaca, que se habían propuesto alcanzarpor medio <strong>de</strong>l padre. Por consiguiente or<strong>de</strong>naron la salida <strong>de</strong> unfuerte <strong>de</strong>stacamento <strong>de</strong> la milicia perteneciente a La Trinchera<strong>de</strong>l Despotismo, y el Superior <strong>de</strong> la Compañía en la misión <strong>de</strong>San Francisco Xavier, Fray Fulgencio Bedoyo resolvió, dada lacapital importancia <strong>de</strong>l objeto en vista, ir personalmente a lacabeza <strong>de</strong> sus fieles partidarios para mejor estimularlos.“Era a mediados <strong>de</strong> la época <strong>de</strong> caza entre las selvas que orillanel Orinoco y también la estación en que sazonaban los maíces,<strong>de</strong> modo que cuando llegó la partida a las inmediaciones <strong>de</strong>lcampamento tamanaco, todos los indios guerreros se hallabanausentes en las selvas, <strong>de</strong>masiado distantes <strong>de</strong> sus viviendaspara tener noticia <strong>de</strong>l ardid que se tramaba contra la felicidaddoméstica <strong>de</strong> su cacique. Cuanto a las mujeres, hallábanse dispersasentre los pequeños conucos, recogiendo con afán lasmazorcas <strong>de</strong> maíz con el propósito <strong>de</strong> preparar <strong>de</strong>pósitos <strong>de</strong> chicha,como <strong>de</strong> costumbre, para el regreso <strong>de</strong> sus maridos y hermanos.269


“Fray Fulgencio or<strong>de</strong>nó al cuerpo principal <strong>de</strong> la milicia quehiciese alto en un morichal, cerca <strong>de</strong>l campo <strong>de</strong> los indios, mientrasél al frente <strong>de</strong> una pequeña pero escogida escolta <strong>de</strong> soldadosespañoles, bajo la guía <strong>de</strong> un indio, conquistado <strong>de</strong> lamisión, avanzó por entre las (quebradas), cubiertas <strong>de</strong> bambúes,hasta la cerca que ro<strong>de</strong>aba la chacra <strong>de</strong>l cacique Chanabilú.Ancáfila, muy entretenida en coger maíz para la fiesta con quese iba a celebrar el regreso <strong>de</strong> su héroe, y ajena a toda i<strong>de</strong>a <strong>de</strong>peligro acababa <strong>de</strong> <strong>de</strong>positar a su hijo, llamado Califián, a lasombra <strong>de</strong> un plátano, mientras conducía al bohío un pesadocanasto <strong>de</strong> mazorcas. Los mero<strong>de</strong>ado ves, que espiaban susmovimientos <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la palizada, temerosos <strong>de</strong> provocar cualquieralarma que pudiera causarles algún trastorno, aprovecharonla oportunidad <strong>de</strong> su ausencia para apo<strong>de</strong>rarse <strong>de</strong>l niño ycorrer hacia el palmar, don<strong>de</strong> reincorporándose a la <strong>de</strong>más genteemprendieron una veloz retirada en dirección al cercano ríoParuasi; se embarcaron allí en las piraguas que habían llevadoy regresaron a la misión <strong>de</strong> San Francisco Xavier.“<strong>Las</strong> madres únicamente podrían juzgar <strong>de</strong> la angustia <strong>de</strong>Ancáfila cuando al volver en busca <strong>de</strong> otro canasto <strong>de</strong> maíz,quiso darle una mirada al dormido chiquitín; su pena contenidafue acaso más intensa por no haber estallado, pues aun entre lastribus salvajes, las mujeres olvidan raras veces lo que <strong>de</strong>ben alhonor <strong>de</strong> sus maridos y <strong>de</strong> su tribu, por lo cual las esposas ymadres luchan en silencio contra las calamida<strong>de</strong>s más terríficas,antes que humillarse con lamentos y lágrimas.“Ella reflexionaba que el niño era <strong>de</strong>masiado tierno parahaberse escapado al bosque...; tampoco había manchas <strong>de</strong> sangreen los algodones en que lo acostara, <strong>de</strong> modo que no se lohabía robado ningún tigre en acecho ni ninguna camondi… todoesto pasaba por la imaginación <strong>de</strong> la madre con la prontitud conque cruzan las conjeturas por la mente <strong>de</strong> un indio, hasta quesúbito comprendió que <strong>de</strong>bía haber sido secuestrado por algunabanda <strong>de</strong> mero<strong>de</strong>adores, proce<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> las misiones <strong>de</strong>lOrinoco, convicción, que por terrible que fuese, alivió en cierto270


modo su espíritu <strong>de</strong> la abrumante incertidumbre que la embargaraal principio. Estaba segura <strong>de</strong> que su hijo vivía y no vacilóun instante en seguir las huellas <strong>de</strong> los ladrones... sóla, porquecreía que los ojos <strong>de</strong> una madre no podían engañarse ni ser burladosu juicio en semejante búsqueda; <strong>de</strong>scalza, porque no habíamomento que per<strong>de</strong>r en ir al bohío para requerir las sandalias ysin preocuparse <strong>de</strong> la silvestre cerca <strong>de</strong> chumberas que ro<strong>de</strong>a lasorillas <strong>de</strong> las selvas orinoquenses.“A los pocos momentos <strong>de</strong>scubrió el portillo <strong>de</strong> la palizadapor don<strong>de</strong> Fray Fulgencio y sus acompañantes habían penetradoen el conuco y siguió sus huellas mediante casos vagos y alparecer insignificantes indicios, tales como la posición <strong>de</strong> unascuantas hojas que evi<strong>de</strong>ntemente han acabado <strong>de</strong> ser removidas<strong>de</strong> aquélla en que cayeron al principio; o el rocío que no hamucho hicieron caer <strong>de</strong> los carrizales, indicios que pocas personas,fuera <strong>de</strong> los indios, podrían acaso observar o que, observándolos,no podrían interpretarlos bien.“Observó bajo el morichal que la yerba había sido muyhollada durante el día y como también hubiese esparcidasmuchas cortezas <strong>de</strong> moriches recién cogidos, se convenció <strong>de</strong>que el cuerpo principal <strong>de</strong> mero<strong>de</strong>adores estuvo acampado allí.Reconoció <strong>de</strong> nuevo las huellas, entonces más perceptibles y enllegando al embarca<strong>de</strong>ro situado a orillas <strong>de</strong>l Paruasi sus dudasse convirtieron <strong>de</strong> pronto en certeza porque se encontró unpequeño pero muy conocido juguete que Chanabilú había hecho<strong>de</strong> un colmillo <strong>de</strong> caimán, a punta <strong>de</strong> cuchillo, y que ella colgóal cuello <strong>de</strong>l chiquitín, mediante un cordón tejido con su propiopelo. Este <strong>de</strong>scubrimiento, por nimio que fuese, le dio nuevoaliento para perseguir a los secuestradores, porque imaginó quealgún genio propicio había puesto en su camino aquel recuerdo<strong>de</strong>l pequeño Califián, a fin <strong>de</strong> estimularla en aquella empresaque <strong>de</strong> otro modo no habría tenido rumbo ni esperanzas.<strong>Las</strong> selvas que cubren las márgenes <strong>de</strong> los afluentes <strong>de</strong>lOrinoco, se hallan tan tupidas <strong>de</strong> malezas y manglares que sonimpenetrables para todo ser viviente, excepto las enormes ser-271


pientes <strong>de</strong> agua y 1os caimanes en acecho, pues apenas existenallí las angostas veredas <strong>de</strong>l ganado, que solo van <strong>de</strong> las sabanasa la orilla <strong>de</strong> los ríos. En consecuencia, Ancáfila se vió prontoen la absoluta necesidad <strong>de</strong> conseguir algún medio <strong>de</strong> bajar porel agua y felizmente hizo memoria <strong>de</strong> que su marido había terminadouna liviana canoa <strong>de</strong> corteza a propósito para ella, y queél guardaba en la próxima caverna <strong>de</strong> Zaraguaca, don<strong>de</strong> solíaentretenerse pintándola con onoto y adornándola con esculturas.“Corrió allí, a través <strong>de</strong> la sabana, con la velocidad <strong>de</strong> unantílope espantado y en breve llegó a la oscura boca <strong>de</strong> la cuevaque bajo cualesquiera otras circunstancias le habría inspiradotemores supersticiosos; sin embargo penetró, aunque con pasoinseguro y corazón palpitante, porque comúnmente se dice quetales cavernas son la morada <strong>de</strong> genios malignos y <strong>de</strong> almas enpena; y ya casi había llegado al sitio don<strong>de</strong> últimamente viera lacanoa colocada entre dos gran<strong>de</strong>s esta1áctitas <strong>de</strong> espato, cuandollegó a sus aterrados oídos una profunda queja, que parecía proce<strong>de</strong>r<strong>de</strong> un ser sumno, abrumado <strong>de</strong> dolor y <strong>de</strong>sfallecimiento.Al primer instante, quiso retroce<strong>de</strong>r y huir, pero recordó a suhijo y esta i<strong>de</strong>a le comunicó aliento para afrontar lo peor quepudiera ocurrirle, antes que insistir <strong>de</strong> su empresa; ya podía distinguirla diminuta canoa medio envuelta en la penumbra <strong>de</strong> lacaverna, cuando, al ten<strong>de</strong>r las manos para alcanzarla, tropezócon un hombre tendido en tierra y oyó su nombre débilmentepronunciado por la bien conocida voz <strong>de</strong>l cacique Chanabilú.“Aunque al principio apenas podía hablar, poco a poco recobrósuficiente fuerza para explicarle que una <strong>de</strong> sus propias flechas,untada con el mortal veneno urali se había <strong>de</strong>sprendido <strong>de</strong>la herida <strong>de</strong> un tucán, mientras éste revoloteaba sobre su cabezaentre las ramas <strong>de</strong> un congrio, rozándole un tobillo levemente,pero lo bastante para comunicarle a la sangre una porciónmuy activa <strong>de</strong>l tósigo. Como en aquel momento se hallaba distante<strong>de</strong> los <strong>de</strong>más cazadores, persiguiendo un venado, habíasearrastrado hasta la caverna con la esperanza <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r echar la272


canoa al río, antes que el letargo fatal, precursor <strong>de</strong> la muerte, seapo<strong>de</strong>rara <strong>de</strong> él y le faltasen las fuerzas. .“No bien hubo conocido el origen <strong>de</strong>l dolor y el <strong>de</strong>sfallecimiento<strong>de</strong>l cacique, Ancáfila aplicó sus labios al rasguño abiertopor la flecha y pronto logró atenuar la violencia <strong>de</strong> los síntomas;luego buscó unas yerbas medicinales que crecían en lasabana cerca <strong>de</strong> la boca <strong>de</strong> la caverna y machacándolas en unapiedra, las aplicó al herido, a quien refirió en breves palabras la<strong>de</strong>sgracia que les había ocurrido a ambos y su resolución <strong>de</strong> perseguira los mero<strong>de</strong>adores, aún en camino con el chiquitín.Chanabilú la instó para que marchase en el acto, y ella salióhacia el río Paruasi, conduciendo la liviana canoa, pero no sincolocar primero al lado <strong>de</strong> su esposo una buena provisión <strong>de</strong> frutassilvestres y una calabaza llena <strong>de</strong> agua fresca y límpida,cogida en el manantial subterráneo que atraviesa parte <strong>de</strong> lacueva <strong>de</strong> Zaraguaca, para per<strong>de</strong>rse luego bajo un lecho <strong>de</strong> rocasfracturadas y disyuntas a un extremo <strong>de</strong> aquella.“Ancáfila echó la canoa en el Paruasi y navegó río abajo todala noche, y siempre remando. A las primeras luces <strong>de</strong>l alba,columbró las blancas torres <strong>de</strong> la Fortaleza <strong>de</strong> San FranciscoJavier, que surgía <strong>de</strong> la niebla matutina entre los bosques espesosque la embozaban; y ocultando la canoa bajo los manglaresavanzó hacia la puerta, sin muestras <strong>de</strong> intranquilidad o miedo.Cuando pidió que la <strong>de</strong>jasen ver al Padre Superior se la condujoante Fray Fulgencio, a quien informó sin ro<strong>de</strong>os que era lamadre ¡<strong>de</strong>l niño traído últimamente <strong>de</strong> los bosques al convento,y que haba venido a ofrecerse como espontáneo converso a condición<strong>de</strong> que la hiciesen nodriza <strong>de</strong>l bebé. El fraile no volvía <strong>de</strong>la sorpresa y por la vacilación al respon<strong>de</strong>r, ella comprendió alpunto que su hijo estaba allí, bajo el propio techo que ella, porlo cual redobló sus instancias en términos tan conmovedores,que el severo conquistador <strong>de</strong> almas no pudo menos que acce<strong>de</strong>ra su solicitud. El fraile dió or<strong>de</strong>n para que el indiecito fueseconfiado a las atenciones <strong>de</strong> la madre, pero también le advirtióa ella que a la mañana siguiente, sin falta, a la hora <strong>de</strong> misa273


mayor, <strong>de</strong>bía prepararse a abjurar por siempre <strong>de</strong>l culto idolátricoque profesaban ella y su marido, bajo pena <strong>de</strong> expulsarla <strong>de</strong>la Misión, privándola <strong>de</strong>l privilegio <strong>de</strong> cuidar el niño, que <strong>de</strong>s<strong>de</strong>entonces sería tenido como vasallo <strong>de</strong>l establecimiento.Ancáfila convino <strong>de</strong> pronto en cuanto el le <strong>de</strong>cía, sin darsebuena cuenta <strong>de</strong> ello, por el afán <strong>de</strong> ver nuevamente a su hijo, yabrazándolo luego contra su pecho en un rapto <strong>de</strong> amor maternal,fue conducida por un hermano lego a una celda que FrayFulgencio mandó prepararle y que daba al huerto <strong>de</strong> la misión.“Cuando se vio sola, y no expuesta ya a la mirada inquisitiva<strong>de</strong> aquellos que no podían compren<strong>de</strong>r sus sentimientos, dio librecurso a su ternura maternal con tanta energía, que toda otra i<strong>de</strong>ase borró <strong>de</strong> su mente. Olvidó por algunos felices instantes quetanto ella como su hijo estaban cautivos en po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> aquellos queconsi<strong>de</strong>raban como un crimen la religión <strong>de</strong> sus mayores, y quesu natural protector <strong>de</strong>sfallecía en el húmedo ambiente <strong>de</strong> unacaverna, atormentado por profunda pena física y moral. No fuésino cuando tocó a vísperas la campana <strong>de</strong> la torrecilla <strong>de</strong> LaFortaleza, que Ancáfila saltó <strong>de</strong> la cama <strong>de</strong> pieles <strong>de</strong> venado enque se echara al llegar, y en el acto recobró la energía y resoluciónque raras veces <strong>de</strong>jan <strong>de</strong> animar aún a los más débiles individuos<strong>de</strong> la raza india en la hora <strong>de</strong> riesgo y dolor.“Des<strong>de</strong> la ventana a que se había asomado, veía muy bien losnegros hábitos <strong>de</strong> los Padres, mientras estos iban con lentitud ala capilla <strong>de</strong> la misión, y al <strong>de</strong>saparecer <strong>de</strong> su vista el último <strong>de</strong>aquellos a quienes consi<strong>de</strong>raba como sus perseguidores, cerrandola puerta tras él así como entró en el templo, echóse a Clifiána la espalda, bien asegurado con su manta, y bajó suavemente <strong>de</strong>la ventana mediante un bejuco <strong>de</strong> flores escarlatas que trepabapor la parte <strong>de</strong>l edificio frontero al jardín. Cortado el aliento porel temor y estremeciéndose a cada ráfaga <strong>de</strong> aire que movía lashojas <strong>de</strong> los granados, atravesaba a prisa el espacioso parque,ro<strong>de</strong>ado <strong>de</strong> un muro muy alto como necesaria precaución contralas incursiones <strong>de</strong> los venados y <strong>de</strong> los más dañinos y activosladrones <strong>de</strong> la selva, los rojos araguatos. En un rincón próximo274


al río, que corría a la vera <strong>de</strong>l muro, alzábase un guanábano, alcual logró subir Ancáfila, aunque con algún trabajo; luego trepóa una <strong>de</strong> las ramas inferiores, que sobresalían <strong>de</strong> la cerca y se<strong>de</strong>jó caer sin miedo y felizmente sin recibir daño alguno, sobreuna macolla <strong>de</strong> mangle que medraba <strong>de</strong>bajo, junto con un carrizal,y que amortiguó en efecto el golpe <strong>de</strong> la caída.“Mi señora Rosaura pue<strong>de</strong> imaginar fácilmente con cuantapremura y empeño manejaba Ancáfila el canalete, mientras ibarío arriba con su liviana, canoa. Sin embargo, la fuga se <strong>de</strong>scubriópoco <strong>de</strong>spués que ella hubo salido <strong>de</strong> La Fortaleza y lapiragua comenzó a perseguirla, llena <strong>de</strong> gente armada y conor<strong>de</strong>n <strong>de</strong> traerlos a ella ya su hijo, vivos o muertos. Ya al cabo<strong>de</strong> su forzado viaje, la madrugada siguiente, los perseguidoresestaban tan cerca que ella podía oír a veces los gritos <strong>de</strong>aquel1os resonando en los bosques, mientras alentaban o amenazabana los indios vasallos tripulantes <strong>de</strong> la piragua. En elmomento preciso en que ganaba el <strong>de</strong>sembarca<strong>de</strong>ro y estaba saltandoa tierra, vio la piragua avanzando, mientras ro<strong>de</strong>aba conrapi<strong>de</strong>z una vuelta <strong>de</strong>l río, a menos <strong>de</strong> un tiro <strong>de</strong> ballesta, y alpropio tiempo oyó los gritos <strong>de</strong> triunfo <strong>de</strong> los soldados, que yahabían logrado <strong>de</strong>scubrirla. La <strong>de</strong>sesperación dióle nuevas energías,y corrió a través <strong>de</strong> la sabana rumbo a la caverna <strong>de</strong>Zaraguaca, don<strong>de</strong> penetró pocos minutos antes <strong>de</strong> llegar sus perseguidores.Mientras estos se <strong>de</strong>tenían por un momento a laboca <strong>de</strong> la cueva, porque al principio no les era posible penetrarla espesa tiniebla que reinaba <strong>de</strong>ntro. Ancáfila corría hacia, elinterior pronunciando el nombre <strong>de</strong> su cacique; pero su frenéticollamamiento quedó sin respuesta, porque el mortal curarehabía triunfado y Chanabilú no existía ya.“Los inmisericor<strong>de</strong>s satélites <strong>de</strong> la Trinchera <strong>de</strong>l DespotismoMonacal se precipitaron por fin en pos <strong>de</strong> la <strong>de</strong>sventuradaAncáfila. Escapar no parecía posible, pero ella estaba armada atodo vento; aun con el arrebato <strong>de</strong> la <strong>de</strong>sesperación. Dirigió unaúltima mirada <strong>de</strong> angustia al cuerpo inanimado <strong>de</strong> su esposo yluego, apretando al niño contra su pecho, lanzóse al torrente275


subterráneo en el propio sitio en que se sumerge por entre lasgrietas <strong>de</strong> las <strong>de</strong>spedazadas rocas; y <strong>de</strong>sapareció para siempre.”(1) Codazzi, en su “Resumen <strong>de</strong> Geografía <strong>de</strong> Venezuela”, hace la siguiente <strong>de</strong>scripción<strong>de</strong> estas formaciones orográficas y refiriéndose al grupo <strong>de</strong> montañas <strong>de</strong>Parima: “No es una ca<strong>de</strong>na continuada sino un agrupamiento irregular <strong>de</strong> montañasseparadas unas <strong>de</strong> otras por planicies y sabanas. Se ven largas y estrechas hileras concimas peñascosas y cortadas en prismas informes que van en diferentes direcciones,y que <strong>de</strong> repente se pier<strong>de</strong>n en las espesas selvas, Cerros altos y unidos en grupos <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>nados,con faldas rápidas, con cimas <strong>de</strong>snudas que parecen dominar las Llanurasque los circundan, y en sus bases se ven, como archipiélagos <strong>de</strong> islas, formados porunas inmensas peñas aisladas y agudas, otras redondas y muchas <strong>de</strong>strozadas, todas<strong>de</strong> un color negro y sin vegetación, que se extien<strong>de</strong>n a gran<strong>de</strong>s distancias, <strong>de</strong>jando enduda, si aquellos son restos <strong>de</strong>bidos a la <strong>de</strong>scomposición lenta <strong>de</strong> las aguas o más biena alzamientos parciales o generales producidos por las explosiones subterráneas quehayan levantado la superficie <strong>de</strong> nuestro planeta. Promontorios pequeños asoman suspeñascosas cimas sobre los más altos árboles como monumentos escondidos en losbosques; otros más pequeños aún quedan ocultos bajo espeso follaje. En las sabanasse ven esparcidas peñas enormes quebradas y amontonadas unas sobre otras, que a lolejos os parecen reliquias <strong>de</strong> monumentos. Al consi<strong>de</strong>rar las sabanas y bosques <strong>de</strong> laGuayana, parece que se están mirando las ruinas <strong>de</strong> una antigua e inmensa ciudad, enla qUe el tiempo sólo ha conservado algunos restos informes, por lo que con dificultadse pue<strong>de</strong> percibir la verda<strong>de</strong>ra estructura y configuración <strong>de</strong> los <strong>de</strong>struidos edificiosy menos aun la distribución <strong>de</strong> las diferentes calles”.-Nota <strong>de</strong>l Traductor.(2) El mismo Codazzi, dice: “En el cerro <strong>de</strong>l tirano y en la roca Tecoma seencuentran figuras simbólicas toscamente esculpidas, representando el sol y un animalgran<strong>de</strong>; pue<strong>de</strong> ser el tapir. A algunas leguas <strong>de</strong> la Encaramada se eleva en lassabanas la peña <strong>de</strong> Tepumereme (roca pintada) que ofrece figuras <strong>de</strong> animales y pinturassimbólicas, semejantes a las <strong>de</strong> Caicara. Los picos <strong>de</strong>l cerro <strong>de</strong> Barraguán, aislados,y sus cuestas escarpadas, <strong>de</strong>sprovistas <strong>de</strong> vegetales, le dan un carácter imponente.Estas formas raras eran miradas como los abuelos y antiguos jefes <strong>de</strong> la tribu<strong>de</strong> los Otomacos y en las cuevas que existen en este cerro se encuentran muchosesqueletos”. —Nota <strong>de</strong>l traductor.276


(3) En el citado Resumen <strong>de</strong> Geografía <strong>de</strong> Venezuela, se lee, hablando <strong>de</strong> lasMisiones <strong>de</strong>l Caroní: “Si en lugar <strong>de</strong> frailes hubiera habido una sociedad empren<strong>de</strong>doracon los medios que ellos tenían, estarían en el día (1841) estos lugares bajo otropie. No se crea que los indios reducidos a las misiones se <strong>de</strong>bieran a los esfuerzos <strong>de</strong>aquellos misioneros. Fue a los colonos que habitaron el país <strong>de</strong>s<strong>de</strong> 1576 a 1724, aquienes se <strong>de</strong>bió la reunión <strong>de</strong> los indígenas, pues en aquella época los misioneroscan<strong>de</strong>larios, observantes, jesuitas y capuchinos, todos habían venido y <strong>de</strong>socupado elpaís, como lo específica: Fr. Félix Targa en una relación escrita en 1793. Sólo al cabo<strong>de</strong> un siglo y medio que los colonos militares se mantenían firmes en Santo Tomás,pudieron los capuchinos catalanes fijarse en el Caroní con los indios guayanos, quehabía siglo, y medio estaban acostumbrados a tratar con los españoles y a ser protegidospor ellos contra los feroces caribes.”No eran los jesuitas, como dice el autor <strong>de</strong> la narración que venimos traduciendo,los directores <strong>de</strong> las misiones, pues éstas fueron establecidas allí en 1724 por seiscapuchinos catalanes. Codazzi agrega que “en 1734 se fijaron por el gobernador <strong>de</strong>Cumaná los límites a los capuchinos, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la mar hasta la angostura <strong>de</strong>l Orinoco; alos padres observantes, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Angostura hasta la boca <strong>de</strong>l Cuchivero, y a los jesuitas,<strong>de</strong>s<strong>de</strong> allí hasta los confines <strong>de</strong> Nueva Granada”.La observación que hace Codazzi acerca <strong>de</strong> la, influencia <strong>de</strong> segunda mano quetuvieron gas misioneros en la reducción <strong>de</strong> los aborígenes, pue<strong>de</strong> servir <strong>de</strong> estímulopara la obra <strong>de</strong> colonización laica en los extensos y riquísimos territorios nacionales,don<strong>de</strong> aún vive vida primitiva parte <strong>de</strong> la población autóctona <strong>de</strong>l país. A tomar encuenta la opinión <strong>de</strong> tan ilustre geógrafo y estadista, la acción <strong>de</strong> los misioneros noseria tan esencial para el objeto <strong>de</strong> la reducción, sin que esto equivalga a establecerque <strong>de</strong>ba prescindirse <strong>de</strong> ella en absoluto, porque no es cosa <strong>de</strong> ponerse en duda losbuenos efectos <strong>de</strong> la educación religiosa sobre la mentalidad rudimentaria <strong>de</strong> unas tribusincapaces <strong>de</strong> adaptación inmediata a los hábitos <strong>de</strong> la vida civil.— Nota <strong>de</strong>l traductor.(4) Baralt, en su Resumen <strong>de</strong> la Historia <strong>de</strong> Venezuela, estudia la acción <strong>de</strong> rasmisiones .en nuestro territorio, y pone <strong>de</strong> manifiesto los beneficios y errores <strong>de</strong>l sistema.“Los capuchinos aragonés <strong>de</strong> Guayana, dice, más violentos y <strong>de</strong>spiadados queel resto, no sólo emplearon estos medios indignos (explotación <strong>de</strong> los indígenas, sinoque en los últimos tiempos renegaron <strong>de</strong> su ministerio pacífico y se dieron a saltearindios en los montes, para llevarlos a las poblaciones, so pretexto <strong>de</strong> reducirlos a lavida socia. En muchas ocasiones no apresaban sino a los niños, las mujeres y losancianos, a las cuales retenían para atraer por media <strong>de</strong> ellos la parcialidad a que per-277


tenecían. Lográbanlo una vez que otra; más con frecuencia los indios, por no sometersea la disciplina <strong>de</strong> las misiones, <strong>de</strong>jaban en manos <strong>de</strong> los religiosos las prendas<strong>de</strong> su cariño, y vueltos fieras con el dolor y el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> la venganza, hacían guerraatroz a los establecimientos monásticos, sin perdonar a los indígenas convertidos. Poreso no era raro ver llegar a la capital <strong>de</strong> la provincia diputaciones <strong>de</strong> indios, pidiendojusticia a las autorida<strong>de</strong>s civiles contra los misioneras; y a éstos acusados ante laAudiencia <strong>de</strong> excesos verda<strong>de</strong>ramente graves. Por eso, en fin, las Cortes españolas<strong>de</strong>cretaron en 1813, que se entregasen las misiones <strong>de</strong> Guayana al ordinario eclesiástico,en virtud <strong>de</strong> las males que sufren las habitantes, así en lo moral como en lo político.”(Cap. XIV, pág. 263 y sig., ed. <strong>de</strong> París, 1841).


CAPÍTULO XXIIIEL PUENTE DEL BRUJO.—LA DERROTAHay un profundo barranco que aun se abre sombríoen el camino <strong>de</strong> los tiranos; paraje propicio paraescarmentara los invasores, haciéndolos caer en grannúmero ante un puñado <strong>de</strong> adversarios. <strong>Las</strong> cataratasque bajaban <strong>de</strong>l cielo aquella mañana, llenaron elangosto precipicio, hasta la altura <strong>de</strong>l pecho y a una yotra orilla amontonábanse, erguidos y escuetos, enormespeñascos y escabrosos riscos, guardianes con quela naciente libertad protegía los sen<strong>de</strong>ros que conducena sus santuarios <strong>de</strong> la montaña.—Los Adoradores<strong>de</strong>l Fuego.La división enviada por Morillo, bajo las ór<strong>de</strong>nes <strong>de</strong> Calzada,con el objeto <strong>de</strong> atacar el ejército patriota que mandabaSantan<strong>de</strong>r, atravesó las pampas <strong>de</strong> Casanare y llegó al pie <strong>de</strong> laCordillera sin el menor inconveniente. Los habitantes <strong>de</strong> lasal<strong>de</strong>huelas <strong>de</strong> Betolles, Tamen, etc., situadas al pie <strong>de</strong> las montañas;habían huido al acercarse el ejército español, por lo cualencontró Calzada gran<strong>de</strong>s dificulta<strong>de</strong>s para conseguir un guíaque condujese las tropas a través <strong>de</strong> los intrincados <strong>de</strong>siertos <strong>de</strong>la Cerranía. Tras muchas y diligentes pesquisas por los contornos,una <strong>de</strong> las partidas exploradoras se presentó al campamentocon el maromero y la familia <strong>de</strong> éste, quienes habían estadoexhibiendo sus habilida<strong>de</strong>s entre los cerranos y ya venían <strong>de</strong>regreso hacia las llanuras.Tras riguroso interrogatorio, el general <strong>de</strong>scubrió que el chinganeroconocía muy bien los diferentes pasos <strong>de</strong> la montaña y279


las veredas que guiaban a ellos por entre la selva, aunque porinnata aversión a toda especie <strong>de</strong> obligaciones o por miedo aindisponerse con los patriotas manifestaba evi<strong>de</strong>nte repugnanciaa ejercer el oficio <strong>de</strong> baquiano. Sin embargo, Calzada lo pusobajo la estrecha custodia <strong>de</strong> la vanguardia con or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> fusilarloen el acto si trataba <strong>de</strong> escaparse o <strong>de</strong>sempeñaba <strong>de</strong> mala fela misión que se le había impuesto; su familia y, <strong>de</strong>más compañerosquedaron en libertad <strong>de</strong> proseguir viaje, y el ejército penetróen los escabrosos <strong>de</strong>sfila<strong>de</strong>ros <strong>de</strong> la baja Cordillera.El avance <strong>de</strong> las tropas por aquellos apartados parajes fu’enecesariamente lento, aunque no interrumpido por obstáculoalguno que <strong>de</strong>tuviese la marcha; pero a medida que la trochaascendía, siguiendo el curso <strong>de</strong> los torrentes, los soldados noeran ya capaces <strong>de</strong> mantener la regularidad, <strong>de</strong> sus columnas.Semejante situación se presentaba <strong>de</strong> fijo en los vados que habíaque atravesar con frecuencia, porque parte <strong>de</strong> la tropa se amontonabaen cada paso, mientras aquellos que ya habían ganado laotra orilla dábanse prisa por alcanzar a sus camaradas. A causa<strong>de</strong> esto era necesario hacer repetidos altos durante el día, paraimpedir la dispersión <strong>de</strong> la gente; con este objeto solían comunicarseór<strong>de</strong>nes mediante cornetas estacionados a intervalos entoda la extensión <strong>de</strong> la línea, pues resultaba imposible enmuchos puntos <strong>de</strong>l camino trasmitir un mensaje por cualquierotro medio. En la noche, las tropas vivaqueaban por pelotones;tendidas en la ruta alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> las hogueras, para alimentar lascuales podían recoger en el bosque abundante provisión <strong>de</strong> leñaseca.Los españoles marcharon así durante dos días, sin que suspartidas <strong>de</strong> batidores comunicasen alarma alguna ni se viesenenemigos por las cercanías; pero la tar<strong>de</strong> <strong>de</strong>l tercer día, el oficialque conducía la vanguardia envió un mensajero para anunciarleal general que el ejército insurgente ocupaba una altura quedominaba el camino por don<strong>de</strong>, según el vaquiano, era necesariopasar. Al recibir este parte, Calzada se a<strong>de</strong>lantó con suEstado Mayor hasta el frente <strong>de</strong>l ejército con el fin <strong>de</strong> reconocer280


las posiciones <strong>de</strong>l enemigo y hacer las aprestas requeridas paraun ataque.Encontró su vanguardia <strong>de</strong>tenida ante un puente natural, formadapor dos bloques <strong>de</strong> rocas que, minadas por las lluvias oprecipitadas <strong>de</strong> su asiento por algún terremoto, habían caído unacontra otra y se mantenían firmemente unidas entre las dos orillas<strong>de</strong>l abismo. Aun no se podía ver sino un reducido piquete <strong>de</strong>las fuerzas enemigas, pero el oficial <strong>de</strong>l frente aseguró aCalzada que <strong>de</strong>l otro lado había oído cornetas y las guaruras <strong>de</strong>los bélicosos indios <strong>de</strong>l Socorro, en diferentes partes <strong>de</strong>l bosque,la cual no permitía poner en duda que los insurgentes se proponíanenfrentárseles, allí.Como el puente, situado a cierta profundidad <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l abismo,era angosto y <strong>de</strong> difícil acceso, <strong>de</strong> modo que sólo unoscuantos soldados podían pasarlo a un mismo tiempo, las tropasse verían expuestas inevitablemente a pa<strong>de</strong>cer gran<strong>de</strong>s bajas,antes que pudiesen pasar en número suficiente para empren<strong>de</strong>rel ataque <strong>de</strong> la posición a menos que se ejecutase alguna diversión.En consecuencia, Calzada reconoció con <strong>de</strong>tenimiento elbarranco, tanto por la parte <strong>de</strong> arriba como por la parte inferior<strong>de</strong>l paso, y así logró <strong>de</strong>scubrir dos puntos distantes por don<strong>de</strong>creyó posible que soldados ágiles e intrépidos bajasen <strong>de</strong> árbolen árbol y que <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> va<strong>de</strong>ar el torrente ganasen la margenopuesta con la ayuda <strong>de</strong> raíces y maleza. A dos compañías <strong>de</strong> losCazadores <strong>de</strong> la Reina se or<strong>de</strong>nó ejecutar aquel arriesgado eimportante servicio, y habiendo conducido hasta los sitios escogidosa los oficiales que mandaban la una y la otra, Calzada hizoque estudiasen el camino que <strong>de</strong>bían seguir, mientras había luzsuficiente para observar el terreno. Tan pronto como cerrasebien la noche, a fin <strong>de</strong> ocultar la aproximación, <strong>de</strong>bían pasar consus respectivas compañías, con todo el silencio posible, y acercarsea los flancos <strong>de</strong>l enemigo cuando pudiesen sin peligro <strong>de</strong>ser <strong>de</strong>scubiertos.El taimado chinganero se mostraba solícito por el buen suceso<strong>de</strong> la empresa y habiéndose ofrecido para guiar una <strong>de</strong> las281


compañías, se le <strong>de</strong>stinó para conducir la que <strong>de</strong>bía pasar elabismo por la parte <strong>de</strong> arriba. Hacia media noche, hora en queCalzada suponía que ambos <strong>de</strong>stacamentos habrían negado ya allado opuesto, se dispararía un cañoncito como señal paraempren<strong>de</strong>r el ataque por diferentes puntos contra el enemigo; lavanguardia, seguida <strong>de</strong> todo el ejército, <strong>de</strong>bía entonces <strong>de</strong>sfilarpor el puente e ir al asalto <strong>de</strong> la posición, confiando en que losinsurgentes sorprendidos al verse atacados por tres lados <strong>de</strong>modo simultáneo, no podrían oponer sino muy débil resistencia.Cuando Calzada hubo regresado a su puesto en el centro,dictó las ór<strong>de</strong>nes preparatorias <strong>de</strong>l caso, y las tropas examinaroncon cuidado las llaves <strong>de</strong> sus fusiles, los cuales cargaron en previsión<strong>de</strong> que ocurriese un serio encuentro antes <strong>de</strong> amanecer.Cumplida aquella obligación encendieron hogueras a cortosintervalos y se afanaron en preparar el rancho vespertino, puesla inminencia <strong>de</strong>l peligro no tiene en modo alguno el efecto <strong>de</strong>quitar el apetito a los soldados, como podría imaginárselo unciudadano pacífico.<strong>Las</strong> sombras nocturnas caían rápidamente sobre las profundashondonadas <strong>de</strong> la montaña, más tenebrosas aun por contrastecon un pico solitario <strong>de</strong> los An<strong>de</strong>s, que lejos, al norte, reflejabaaún los últimos rayos <strong>de</strong>l sol poniente, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su nevada cumbre,semejante a una pequeña nube cónica <strong>de</strong> color rojo vivo.<strong>Las</strong> blancas y tupidas nieblas otoñales comenzaban a ascen<strong>de</strong>r<strong>de</strong> todos los escuálidos arroyos <strong>de</strong> la profunda garganta, pordon<strong>de</strong> el torrente <strong>de</strong> invierno precipita su impetuoso curso cuandobaja <strong>de</strong> las profundida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la selva don<strong>de</strong> nace. Así comose iban alzando lenta y majestuosamente, las nieblas ocultabana la vista <strong>de</strong> los españoles el Puente <strong>de</strong>l Brujo y los bosquesopuestos, don<strong>de</strong> el ejército patriota se mantenía a la expectativay listo <strong>de</strong>l todo para afrontar el ataque <strong>de</strong> medianoche.Terminado el rancho, las tropas se acostaron a <strong>de</strong>scansar duranteel breve tiempo que faltaba aun para entrar en acción y seentregaron al reposo con tanta quietud como si hubiesen estadoen cuarteles <strong>de</strong> invierno, seguros contra toda clase <strong>de</strong> molestias,282


hasta el toque <strong>de</strong> diana. Gradualmente apagábase el sordo zumbido<strong>de</strong> la multitud junto con la frecuenteloud laugh, that spoke the vacant minda los cuales sucedíase el silencio, como si los adversarios que<strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> algunas horas iban a chocarse en lucha mortal, estuviesenya sepultados en la quietud <strong>de</strong> la tumba. No se oía ni unrumor, fuera <strong>de</strong>l eventual y vivo alerta <strong>de</strong> los centinelas, cuandolas patrullas pasaban en ronda; y <strong>de</strong> tiempo en tiempo el lúgubregraznido <strong>de</strong> la lechuza, semejante a la risa incoherente <strong>de</strong> unloco, resonaba a través <strong>de</strong>l barranco.Cuando llegó la hora convenida, el propio Calzada condujolas dos compañías que se <strong>de</strong>stinaban a atacar por los flancos laposición enemiga, y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> repetir sus ór<strong>de</strong>nes y advertenciasa los jefes y <strong>de</strong> verlos <strong>de</strong>scen<strong>de</strong>r al barranco tupido <strong>de</strong> bosque,volvió a la vanguardia, don<strong>de</strong> se mantuvo listo para dirigirel avance.El oficial que mandaba la partida que el chinganero quisoguiar <strong>de</strong> propio grado, <strong>de</strong>sconfió un poco al principio <strong>de</strong> la fi<strong>de</strong>lidad<strong>de</strong>l vaquiano, pero a causa <strong>de</strong> la aspereza y pendiente <strong>de</strong>la cuesta era imposible continuar aplicando la precaución adoptadapor la vanguardia, consistente en llevarlo atado en uno <strong>de</strong>los cuerpos <strong>de</strong>lanteros. Al fin se <strong>de</strong>secharon todas las sospechas,gracias al empeño que manifestaba el guía para que se evitaseen lo posible todo ruido, y a la actividad con que se lanzaba <strong>de</strong>árbol en árbol, ayudando en veces a soldados y oficiales, cuandocualquier paso peligroso parecía requerir su asistencia. Lapartida bajó sin acci<strong>de</strong>nte alguno hasta el lecho <strong>de</strong>l torrente, queapenas daba más arriba <strong>de</strong> la rodilla, y ,comenzó a escalar elopuesto <strong>de</strong>clive con lentitud y silencio. En esta forma habíanllegado ya a una pequeña plataforma roqueña, que apenas lesofrecía espacio para mantenerse y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la cual el único medio<strong>de</strong> salir al terreno don<strong>de</strong> acampaba el ejército patriota, consistía283


en trepar por el flanco <strong>de</strong> un abrupto precipicio, con el auxilio<strong>de</strong> un grueso y solitario bejuco que <strong>de</strong>scendía <strong>de</strong> la selva.El chinganero, subió por éste con la agilidad adquirida en elejercicio <strong>de</strong> su profesión y tendió la mano cuando el oficial estuvoal alcance <strong>de</strong> los matorrales que crecían en la orilla, como sitratara <strong>de</strong> ayudarlo a ganarla; pero apenas había llegado el españolal bor<strong>de</strong> <strong>de</strong>l barranco y procuraba asirse a las raíces salientes<strong>de</strong> un árbol, cuando el indio, sacándole en un santiamén laespada <strong>de</strong> la funda, dióle un tremendo corte en las manos,haciéndolo soltar su sostén y rodar al precipicio. En la caída eloficial <strong>de</strong>rribó a varios <strong>de</strong> los soldados, por la posición inseguraen que se hallaban y mientras estos rodaban <strong>de</strong> cabeza, quebradaabajo, se les fueron <strong>de</strong>l seguro dos fusiles que alarmaronel campamento patriota con sus disparos, repetidos por los ecos<strong>de</strong> la montaña.La patrulla más próxima corrió al sitio <strong>de</strong> don<strong>de</strong> se oyeransalir los tiros y encontró al chinganero, conocido <strong>de</strong> la mayorparte <strong>de</strong>l ejército, blandiendo el la espada <strong>de</strong>l oficial español yproclamando su bien ejecutada traición. En breves palabrasexplicó al sargento <strong>de</strong> la patrulla el riesgo <strong>de</strong> que había libradoa los patriotas y le advirtió el que los amenazaba aún si no acudíanpronto a repeler el ataque correspondiente, que <strong>de</strong>bía esperarsepor el otro flanco. El sargento lo encaminó en el acto aSantan<strong>de</strong>r y abrió un fuego mortífero sobre la in<strong>de</strong>fensa partida<strong>de</strong> asaltantes que estaban <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la quebrada y que se veíaclaramente a la luz <strong>de</strong> las estrellas. Muchos <strong>de</strong> estos cayeronheridos <strong>de</strong> muerte o <strong>de</strong> gravedad, mientras su <strong>de</strong>sventurado jefe,aunque casi impedido por el sablazo y las magulladuras <strong>de</strong> lacaída, empeñábase en sacar a su gente <strong>de</strong> aquella critica situación,ya que se había perdido toda esperanza <strong>de</strong> ejecutar laempresa que se le confiara.Entre tanto la otra compañía <strong>de</strong> cazadores que logró atravesarla quebrada y ganar la altura sin ser vista, ocultábase en lamaleza esperando la señal convenida para empren<strong>de</strong>r el ataque,y al oír los disparos supuso que sus compañeros hubieran sido284


<strong>de</strong>scubiertos antes <strong>de</strong> tiempo. Pronto vióse obligada a disputarel terreno que se había aventurado a ocupar, pues Santan<strong>de</strong>r, yainstruido por el chinganero <strong>de</strong>l punto por don<strong>de</strong> probablementeamenazarían su posición, <strong>de</strong>stacó dos compañías <strong>de</strong> Pardos <strong>de</strong>Barlovento para interceptarla y <strong>de</strong>salojarla. Y aunque estos soldadosmulatos avanzaban con el cauteloso andar <strong>de</strong> los indioscazadores y no se veían entorpecidos por zapatos ni cotizas, suproximidad fue revelada a los Cazadores por el crujir <strong>de</strong> lashojas secas y el roce <strong>de</strong> las ramas, mientras ellos avanzaban conrapi<strong>de</strong>z en dos columnas cerradas. Ya a veinte pasos <strong>de</strong> losmatorrales, don<strong>de</strong> los realistas se mantenían silentes e inmóvilescomo estatuas, los Pardos se <strong>de</strong>tuvieron a escuchar por uninstante, y el oficial español aprovechó la coyuntura para gritar:“¡Apunten! ¡Fuego!”.La or<strong>de</strong>n fue seguida <strong>de</strong> un vívido relámpago que surgió <strong>de</strong>la boca <strong>de</strong> los fusiles y <strong>de</strong> una estrepitosa <strong>de</strong>scarga que resonócomo un trueno a través <strong>de</strong> la selva, produciendo no pocos estragosentre las cerradas columnas, a las cuales se la dirigió contoda la serenidad y cálculo <strong>de</strong> la disciplina. Los patriotas se confundieronpor un momento ante la sorpresa <strong>de</strong> encuentro tanimprevisto, pero concentrados en breve por sus oficiales <strong>de</strong>splegáronseen líneas y abrieron un nutrido aunque irregular fuegocontra sus contendores.Calzada había tomado asiento en el tronco <strong>de</strong> un árbol caídocerca <strong>de</strong> la hoguera <strong>de</strong> la vanguardia, escuchado con ansiedadintensa todo ruido distante y mirando con no disimulada impacienciaora su reloj, ora las estrellas que brillaban con su habitualresplandor en el girón <strong>de</strong> cielo azul profundo visible sobrela hondonada. Sus ojos avizores percibieron el fogonazo .<strong>de</strong> lasarmas disparadas acci<strong>de</strong>ntalmente por la caída <strong>de</strong> los soldados ylas explosiones que se siguieron, arrancáronle la impacienteexclamación <strong>de</strong> “¡Malaya la suerte!” Sin embargo tomó unapronta resolución al oír los fuegos <strong>de</strong> la patrulla y el rápidoredoble <strong>de</strong> los tambores mezclado con las penetrantes notas <strong>de</strong>los clarines que resonaban por todo el campamento patriota.285


Despachó un ayudante con la or<strong>de</strong>n para que el cañón <strong>de</strong> señalesfuese disparado en el acto y sin más retardo mandó avanzarla vanguardia hacia el puente.Antes que el ayudante <strong>de</strong> campo pudiese, llegar al sitio don<strong>de</strong>estaba colocado el pequeño pedrero, comenzaron los fuegosentre los mulatos y los cazadores, golpe que no produjo el efectoque se había prometido Calzada, porque dio poca molestia aSantan<strong>de</strong>r, ya en cuenta por el chinganero <strong>de</strong> la fuerza efectiva<strong>de</strong> los asaltantes.La vanguardia española siguió a su oficialidad, a través <strong>de</strong>lpuente roqueño, armas en balanza, y con tanta rapi<strong>de</strong>z como lopermitía el escabroso terreno. El reducido piquete apostado allípor los patriotas, más con el propósito <strong>de</strong> observar que <strong>de</strong> combatir,disparo al acercarse los realistas, retirándose en el actohacia el grueso <strong>de</strong>l ejército, en cumplimiento <strong>de</strong> las ór<strong>de</strong>nes <strong>de</strong>Santan<strong>de</strong>r, cuyo plan consistía en empeñar una acción <strong>de</strong>cisivacon Calzada, si era posible, para lo cual <strong>de</strong>terminó permitir quela mayor parte <strong>de</strong>l ejército enemigo cruzara el puente, antes <strong>de</strong>trabar la pelea. A este fin retiró sus tropas y las situó tras las altasrocas que dominan el <strong>de</strong>sfila<strong>de</strong>ro que conduce al Puente <strong>de</strong>lBrujo, don<strong>de</strong> permanecieron ocultas hasta que hubo pasado todoun regimiento y el puente se veía lleno con las fuerzas <strong>de</strong> los<strong>de</strong>más cuerpos que corrían al ataque. Los patriotas aparecieronentonces <strong>de</strong> modo simultáneo, y abrieron un fuego nutrido contralos realistas, quienes no se mostraron remisos en correspon<strong>de</strong>rles.La superior disciplina y actividad <strong>de</strong> los últimos, permitióleshacer obstinadísima resistencia, procurando, siempre quese los permitía el terreno, trabarse con los insurgentes y <strong>de</strong>salojarlos<strong>de</strong> su posición a punta <strong>de</strong> bayoneta; pero sólo unos cuantospudieron trepar por los escarpados peñascos, viéndose invariablementerechazados por los criollos que eran más ágiles ytambién más diestros en el manejo <strong>de</strong> toda clase <strong>de</strong> arma blanca.El general español, que había avanzado en persona con elcentro <strong>de</strong>l ejército, vióse <strong>de</strong>tenido a mitad <strong>de</strong>l puente por el tro-286


pel que forcejeaba en vano por llegar al teatro <strong>de</strong>l conflicto. El<strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n y amontonamiento llegaron a tanto que muchos fueronprecipitados al abismo y nadie podía avanzar, excepto los quepasaban por encima <strong>de</strong> los cadáveres y <strong>de</strong> los moribundos paracaer a su turno en una <strong>de</strong>sesperada tentativa por llegar a terrenolimpio. Calzada juzgó oportuno empren<strong>de</strong>r la retirada con elobjeto <strong>de</strong> salvar el resto <strong>de</strong> su ejército, pero para ello tuvo quedarse a conocer <strong>de</strong> los soldados que lo ro<strong>de</strong>aban más <strong>de</strong> cerca,porque no lo habían reconocido a causa <strong>de</strong> la oscuridad y confusión.Toda tentativa para abrirle campo resultó completamenteinútil, Por lo cual los soldados alzáronlo en hombros y lopasaron así <strong>de</strong> fila en fila hasta que llegó a la retaguardia, don<strong>de</strong>expuso a los oficiales, a quienes halló ávidos <strong>de</strong> avanzar e impacientespor el retardo, la difícil y peligrosa situación <strong>de</strong> los regimientos<strong>de</strong> vanguardia; luego les or<strong>de</strong>nó que hicieran retroce<strong>de</strong>ra los soldados y los condujesen al valle en busca <strong>de</strong> algún pasomás accesible.Los Cazadores realistas en lucha con los Pardos <strong>de</strong>Barlovento, casi dos veces más numerosos que ellos habíanmantenido por largo tiempo un combate <strong>de</strong>sigual y al fin tuvieronque retirarse precipitadamente <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la quebrada, <strong>de</strong>jandotres cuartas partes <strong>de</strong> sus compañeros en el terreno disputadocon tanto brío. Por consiguiente, los fuegos cesaron en aquelladirección y los ¡vivas! <strong>de</strong> los triunfantes mulatos que corríanal combate, alentaban a los patriotas en la misma proporción enque afligían a los realistas.Una retirada nunca <strong>de</strong>ja <strong>de</strong> producir <strong>de</strong>saliento, pero especialmenteocurría así con el ejército <strong>de</strong> Calzada, por la situaciónen que se encontraba. Los españoles habían avanzado al ataquecon la seguridad inspirada por la supremacía en disciplina y ennúmero, a<strong>de</strong>más con la esperanza <strong>de</strong> cambiar las fatigas y privacionesque <strong>de</strong> modo tan tremendo experimentaron en losLlanos por el <strong>de</strong>scanso y abundancia <strong>de</strong> los acuartelamientos enNueva Granada. En vez <strong>de</strong> esto habíanse visto <strong>de</strong>rrotados porlos <strong>de</strong>s<strong>de</strong>ñados insurgentes y peor que todo, tenían que abando-287


nar a sus camaradas aun comprometidos en un combate sinesperanza <strong>de</strong> triunfo. Los gritos <strong>de</strong> victoria entre los cuales seoían aún a las claras los disparos graneados <strong>de</strong> mosquetería,semejaban acusar <strong>de</strong> traición y cobardía al ejército en retirada.Santan<strong>de</strong>r, como era costumbre entre los jefes patriotas,había sido uno <strong>de</strong> los primeros en el combate, y ahora se a<strong>de</strong>lantabahacia el puente para prohibir todo nuevo avance <strong>de</strong> sus tropashasta que la luz <strong>de</strong>l día permitiese <strong>de</strong>scubrir y evitar cualquieremboscada que les hubieran tendido. A las primeras luces<strong>de</strong>l alba <strong>de</strong>stacó los Pardos <strong>de</strong> Barlovento, apoyados por losindios <strong>de</strong> Socorro, y con la or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> seguir el curso <strong>de</strong>l barrancopor el lado que ocupaban entonces, a fin <strong>de</strong> oponerse a cualquiertentativa que hicieran los realistas para atravesado.Calzada, por su parte y con el objeto <strong>de</strong> proteger la retaguardia<strong>de</strong>l ejército, tuvo la precaución <strong>de</strong> apostar numeroso cuerpo<strong>de</strong> tropas, que aún no habían combatido, en el terreno que ocuparaprimero la vanguardia; así, los que estaban en el Puente <strong>de</strong>lBrujo <strong>de</strong>sfilaron <strong>de</strong> modo gradual, en pos <strong>de</strong> aquellos que yaiban en retirada. El <strong>de</strong>sfila<strong>de</strong>ro don<strong>de</strong> se libró la batalla hallábaserepleto <strong>de</strong> cadáveres, sobre los cuales los supervivientes, contoda la implacable animosidad <strong>de</strong> la guerra al cuchillo, luchabancon sus adversarios, que al fin se habían lanzado por lasempinadas la<strong>de</strong>ras, impacientes con el aburrido sistema <strong>de</strong>exterminio puesto en práctica durante el prolongado combate.El grito <strong>de</strong> guerra español <strong>de</strong> ¡Santiago por el Rey! se hizo másdébil y menos frecuente, hasta que ya no volvió a levantarse niuna voz en respuesta al vibrante grito <strong>de</strong> ¡Viva la Patria!Santan<strong>de</strong>r se puso entonces a la cabeza <strong>de</strong> sus tropas y, saliótras el ejército fugitivo, pero como los españoles le llevabanalgunas horas <strong>de</strong> ventaja no pudo alcanzarlos sino cuando el solestaba ya muy alto. La retaguardia enemiga maniobró entoncescon tanta habilidad y sangre fría, haciendo frente en cada parajepropicio para cubrir la retirada <strong>de</strong> sus compañeros, que elgeneral patriota vió burlado sus esfuerzos en el sentido <strong>de</strong> comprometerlosa un segundo combate, Sin embargo continuó per-288


siguiéndolo <strong>de</strong> cerca, con el resultado <strong>de</strong> que Calzada <strong>de</strong>sistiese<strong>de</strong> intentar otra vez el paso <strong>de</strong> la quebrada, especialmente porquelas cornetas <strong>de</strong> los mulatos <strong>de</strong> Cumaná y todavía más disonantemúsica guerrera <strong>de</strong> los indios, que sonaba por intervalos,parecía indicar la presencia <strong>de</strong> un ejército formidable en el bosque<strong>de</strong> enfrente.En consecuencia Calzada se retiró hasta la al<strong>de</strong>a <strong>de</strong> Betolles,<strong>de</strong>s<strong>de</strong> don<strong>de</strong> <strong>de</strong>spachó un posta para comunicarle a Morillo, enAchaguas, el fracaso pa<strong>de</strong>cido en la tentativa <strong>de</strong> pasar laCordillera, y pedirle el pronto envío <strong>de</strong> refuerzos.


CAPÍTULO XXIVEl CONSEJO DE GUERRA.—CUARTEL GENERAL ESPAÑOL¡Patricios! Hénos aquí reunidos otra vez en consejo,a causa <strong>de</strong> la aproximación <strong>de</strong> César.¿Cómo habremos <strong>de</strong> tratar a este hombre ambicioso?Patricios, <strong>de</strong>clarad vuestras intenciones:¿estáis allí resueltos a resistirle y combatirlehasta lo último?—CatónMorillo recibió la noticia <strong>de</strong> la <strong>de</strong>rrota <strong>de</strong> Calzada enmomentos muy poco propicios para socorrerlo, porque sumisma situación era más grave cada día.El Apurito, río mucho más ancho que el Arauca en el tablazoque forma cerca <strong>de</strong> Achaguas, es tan llano a consecuencia <strong>de</strong> sulatitud y tiene tantos bancos <strong>de</strong> arena en aquel paraje, durante laestación veraniega, que sólo en canoa pue<strong>de</strong> llegarse a la población,<strong>de</strong> modo que todas las lanchas y cañoneras se ven forzadasa anclar y <strong>de</strong>scargar entre los altos peñascos <strong>de</strong> El Barrancal,cosa <strong>de</strong> media milla más arriba. Una <strong>de</strong> las mencionadas embarcaciones,<strong>de</strong>spachada <strong>de</strong> San Fernando con gran cargamento <strong>de</strong>municiones para el ejército realista, encalló en un bajío, mientrasse dirigía al <strong>de</strong>sembarca<strong>de</strong>ro, siendo observada en semejanteaprieto por uno <strong>de</strong> los campos-volantes <strong>de</strong> la caballería <strong>de</strong>Páez, que sin cesar exploraban la tierra en todas direcciones. Sinvacilar un momento, los llaneros se lanzaron a caballo y a nadohasta la orilla en que yacía la lancha, cuya tripulación, y el reducido<strong>de</strong>stacamento que la custodiaba, resolvieron abandonarla yhuir, convencidos <strong>de</strong> que toda resistencia era inútil; tras lo cual,291


los llaneros quemaron el barco y regresaron otra vez a nado. Laexplosión fue claramente oída en el campo <strong>de</strong> Morillo y prontose supo su causa con la llegada <strong>de</strong> los fugitivos, que apenaslograron salvar la vida.Al propio tiempo, una partida exploradora <strong>de</strong> los realistas,que se había aventurado a esguazar el Apurito, y a acercarse alcampamento <strong>de</strong> Bolívar, cuanto lo aconsejaba la pru<strong>de</strong>ncia,informó haber <strong>de</strong>scubierto las ban<strong>de</strong>ras tricolores <strong>de</strong> tres ó cuatrocañoneras venezolanas, ancladas más abajo <strong>de</strong> Achaguas,cerca <strong>de</strong>l Trapiche <strong>de</strong> Gamarra. Morillo sabía muy bien queestos barcos constituirían grave molestia para su ejército encuanto las crecientes periódicas <strong>de</strong>l río les permitiesen aproximarsea tiro <strong>de</strong> cañón, sobre todo porque su parque <strong>de</strong> artilleríaestaba muy mermado a causa <strong>de</strong>l hundimiento <strong>de</strong> una balsa enel Arauca, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> la pérdida <strong>de</strong> dos cañones, abandonadosúltimamente en los bosques <strong>de</strong> Cunaviche, y <strong>de</strong> los inutilizadosal quemarse sus cureñas, cuando Páez incendió la sabana <strong>de</strong>Merecure. Así, pues, reunió un consejo <strong>de</strong> guerra, compuesto <strong>de</strong>sus generales y primeros oficiales, para <strong>de</strong>liberar sobre el mejorpartido asumible en aquellas circunstancias. El ayudante <strong>de</strong>Calzada llegó con sus <strong>de</strong>spachos mientras el consejo discutía siera mejor conservar la posición <strong>de</strong> Achaguas hasta el próximoverano o retirarse a Caracas durante la estación <strong>de</strong> las lluvias. .El fogoso y caballeresco general La Torre habló <strong>de</strong> la retiradacon grandísimo escarnio, apoyado enérgicamente por el veteranoBrigadier Jiménez, a quien se conocía mejor en ambosejércitos por el sobrenombre <strong>de</strong> El Caricortado, a causa <strong>de</strong> unaherida <strong>de</strong> sable que había <strong>de</strong>sfigurado sus genuinas faccionesmarciales. Estos veteranos manifestaron el borrón que echaríasobre el ejército <strong>de</strong> su Majestad Cató1ica, Fernando VII, unaretirada ante los rebel<strong>de</strong>s, y predijeron que la audacia <strong>de</strong> losinsurgentes subiría <strong>de</strong> punto si por un solo instante se les daba aenten<strong>de</strong>r que habían logrado expulsar a los realistas <strong>de</strong> las sabanas.También recordaron al consejo que el virrey <strong>de</strong> NuevaGranada se veía entonces en trance muy difícil, por lo cual era292


<strong>de</strong> capital importancia prevenir que el archirrebel<strong>de</strong> SimónBolívar se reuniese con Santan<strong>de</strong>r, cosa que no podría impedírselesino manteniendo la posesión <strong>de</strong> Achaguas. En particular,Jiménez dijo y redijo que tolerar la entrada <strong>de</strong> Bolívar en elentre-An<strong>de</strong>s sería tan peligroso como echar una chispa en laSanta Bárbara (1).Al contrario el cauteloso gallego Morales, junto con el calculadory tímido Joaquín Navarrete, aconsejó la retirada, por lomenos hasta Calabozo o el Sombrero, burlándose <strong>de</strong> queBolívar pudiese marchar con su ejército a Nueva Granada, puesla estación era ya muy cruda para que le fuese posible acometersemejante empresa con sus tropas, todas naturales <strong>de</strong> las tierrascalientes <strong>de</strong> Guayana, Cumaná y Barcelona. Los dos generalesaseguraban que el solo <strong>de</strong>shielo retardaría tanto la marcha queles sería imposible atravesar el Páramo <strong>de</strong> Pisba, o les impondríatan tremendo esfuerzo a sus tropas que los sobrevivientesserían <strong>de</strong>rrotados con facilidad por el general realista Barreiro,que estaba en camino <strong>de</strong> Bogotá a Tunja, según las últimas noticias,y pronto recibiría el refuerzo <strong>de</strong> la división <strong>de</strong> Calzada.En aquel momento se anunció la llegada <strong>de</strong>l ayudante, aquien, introducido en el acto por or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> Morillo, expuso el<strong>de</strong>sastroso <strong>de</strong>senlace <strong>de</strong> la expedición a la Cordillera y se retiróluego, quedando los <strong>de</strong>l consejo sumidos por algún tiempo enun profundo silencio, el cual por último interrumpió Morales,con la observación <strong>de</strong> que la mala noticia le confirmaba aún másen su primera opinión. Encareció la absoluta necesidad <strong>de</strong> volvera Caracas para proteger la costa, advirtiendo a sus colegasque cualquiera insurrección <strong>de</strong> importancia que ocurriese enaquella zona, durante la ausencia <strong>de</strong>l ejército, apoyada como losería por la escuadrilla <strong>de</strong>l insurgente almirante Brión, interceptaríalas comunicaciones con España, único centro <strong>de</strong> don<strong>de</strong>entonces les era dado esperar refuerzos y abastos.Como semejante argumento no fue contradicho y Morillo seinclinaba a la misma opinión, se convino en <strong>de</strong>socupar la provincia<strong>de</strong> <strong>Barinas</strong> para conducir el ejército a los cuarteles <strong>de</strong>293


Valencia, La Victoria y <strong>de</strong>más poblaciones <strong>de</strong> los Valles <strong>de</strong>Aragua. Al propio se le llamó <strong>de</strong> nuevo y se le or<strong>de</strong>nó prepararsepara que regresara inmediatamente a Betolles, con <strong>de</strong>spachosdirigidos a Calzada, a quien se le mandaba atravesar el Apurepar Nutrias y seguir a San Carlos, a través <strong>de</strong> Obispos en la alta<strong>Barinas</strong>.Los jefes abandonaron luego el Consejo, y se trasladaron asus cuarteles para dictar las usuales ór<strong>de</strong>nes <strong>de</strong> marcha a sus respectivasdivisiones. Divulgada rápidamente la noticia, tanto laplaza como el campo <strong>de</strong> revista a orillas <strong>de</strong>l Apurito, se vieroninvadidos por grupos <strong>de</strong> oficiales que censuraban la medida conla libertad que suele usarse en un campamento. EI joven LaTorre, bien informado <strong>de</strong> la opinión <strong>de</strong> su padre cuanto a la conveniencia<strong>de</strong> que el ejército invernase en Achaguas, opinión queél compartía cordialmente, no pudo contener su indignación.“¡Bonito cuento vamos a contar cuando regresemos <strong>de</strong> nuestracampaña a Caracas! ¡Realmente las armas <strong>de</strong> Su MajestadCatólica han adquirido nuevo brillo durante su visita a losLlanos! Es cierto que Sancho Panza, el más sentencioso <strong>de</strong> losescu<strong>de</strong>ros, dice:“Do quieren los Reyes van las leyes”, pera yo creo que a nosotrosno nos queda otro camino sino ensillar y coger las <strong>de</strong>Villadiego. ¡Voto a tal! que si yo hubiera tenido voz en el asuntonos mantendríamos aquí por lo menos hasta la primavera.También parece que a Calzada lo rechazaron en esa malditaCordillera <strong>de</strong> que tanto se habla, pues así lo pongo en claro porla cara <strong>de</strong> su ayudante, el andaluz Ortega, aunque él se muestratan impenetrable como un Padre Confesor.”En esto La Torre fue interrumpido por su sargento, quien lepresentó el libro <strong>de</strong> ór<strong>de</strong>nes para que lo pasase por la vista.“¡Bien pue<strong>de</strong> llevarse su libro, Rodríguez! Adivino lo quedice. Salimos mañana para el norte, ¿no es eso?”El sargento inclinó la cabeza en señal <strong>de</strong> asentimiento, perohizo hincapié en que allí había una or<strong>de</strong>n especial que concerníamuy <strong>de</strong> cerca a “su merced don Pedro.”294


“Veamos, pues... ¡aquí esta! “El primer escuadrón <strong>de</strong>Lanceros <strong>de</strong>l Infante ocupará 1a plaza <strong>de</strong> Achaguas durante doshoras <strong>de</strong>spués que haya salido la retaguardia <strong>de</strong> la infantería”. -Podría jurar, sin temor <strong>de</strong> con<strong>de</strong>narme, que mi digno taita hadictado esta or<strong>de</strong>n. Desea ofrecerme coyuntura, hasta en el últimoinstante, para ganar ascenso o <strong>de</strong>jar el puesto libre; perotemo que ya sea muy tar<strong>de</strong> para que yo pueda abrigar la esperanza<strong>de</strong> cambiar mis charreteras por galones (2) en esta campaña.Pue<strong>de</strong> leer la or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> las tropas, Rodríguez, y dígale a miasistente que me cui<strong>de</strong> bien el caballo esta noche.”El sargento encontró <strong>de</strong>smontados a los jinetes, cerca <strong>de</strong> laiglesita al<strong>de</strong>ana que les servía <strong>de</strong> cuartel, y con la meticulosidadque es <strong>de</strong> uso en el servicio español, llamó primero a los otrossargentos y cabos para comunicarles la nueva, ya sabida o sospechadapor la mayoría <strong>de</strong> ellos, pues nada se divulga tan prestoen un campamento como la noticia <strong>de</strong> un cambio <strong>de</strong> acantonamiento,porque ello es siempre grato para el trashumante soldado,aunque se le vaya a mudar <strong>de</strong> un sitio bien acondicionadopara otro que carezca <strong>de</strong> semejante ventaja. Unánime regocijoprodujo entre ellos la confirmación oficial <strong>de</strong>l rumorado abandono<strong>de</strong> los Llanos (que <strong>de</strong>testaban con sobrada razón) por laCeranía, cuyo nombre mismo les sugería recuerdos <strong>de</strong> buenoscuarteles y abundantes raciones.Rodríguez se volvió luego hacia las tropas para leerles laor<strong>de</strong>n <strong>de</strong>l día con la sonora voz que por tanto tiempo estabanacostumbrados a obe<strong>de</strong>cer, y cuando hubieron oído la parte referenteal servicio <strong>de</strong> la mañana, que les interesaba más <strong>de</strong> cerca,porque pertenecían al primer escuadrón, algunos <strong>de</strong> los bigotonesmás viejos, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> manifestar su aquiescencia, prorrumpieronen gritos <strong>de</strong> “Viva Morillo!...” “Viva nuestro capitánLa Torre!”Rodríguez los escuchó un momento con semblante placenteroque serenó sus adustas facciones gallegas, y en seguida “apagandosu sonrisa familiar con una austera mirada imperiosa”, alestilo <strong>de</strong> Malvolio (3), or<strong>de</strong>nó silencio con la mano y todos295


callaron al punto. Avanzado que hubo tres pasos al frente la primerafila, el sargento comenzó a recitar la Oración a la Virgen,<strong>de</strong> acuerdo con la plausible costumbre española que impone alsargento mayor <strong>de</strong> cada compañía el <strong>de</strong>ber <strong>de</strong> presidir laOración a la virgen: Salud (sic) María, Reina eres <strong>de</strong>l cielo, etc.,mientras, a cada pausa, resonaba en los oídos la respuesta <strong>de</strong> lossoldados en la majestuosa lengua <strong>de</strong> Castilla.Luego comenzó la retreta ante la resi<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> Morillo y prosiguiórecorriendo la población, precedido como <strong>de</strong> costumbrepor el gran farol <strong>de</strong> ronda; conducido en una vara. <strong>Las</strong> cajas ypífanos alternaban con una banda militar, ejecutando esa combinación<strong>de</strong> vivos y quejumbrosos aires españoles, que parecenmuy adaptables a la monotonía <strong>de</strong> un campamento y que tantoarmonizan con la asen<strong>de</strong>reada vida <strong>de</strong>l soldado. <strong>Las</strong> tropasregresaron <strong>de</strong>spués a sus respectivas barracas, don<strong>de</strong>, a la luz <strong>de</strong>la luna, se acostaron en los corredores, olvidándose en breve <strong>de</strong>la marcha que empren<strong>de</strong>rían por la mañana.Los oficiales, no sujetos a recogerse tan temprano, se reunieronen sus diversos corredores, que eran las salas en las casas <strong>de</strong>los principales emigrados, amuebladas para el regocijadoempleo que se les daba al presente, mediante una rara mezcla <strong>de</strong>utensilios <strong>de</strong> campamento, sillones con forros guadamacil yantiguos sofás, cuyos cojines <strong>de</strong> lucientes bordados habían recibidomucho estrago <strong>de</strong> las botas y espuelas <strong>de</strong> los nuevos ocupantes.Tales asientos se hallaban colocados en torno a gran<strong>de</strong>smesas macizas <strong>de</strong> negra caoba, cubiertas parte con el contenido<strong>de</strong> las cantinas y parte con fuentes, copas, etc., recogidas por losor<strong>de</strong>nanzas en las <strong>de</strong>siertas moradas. Muchos artículos <strong>de</strong> plata,por los cuales solía celebrarse en otro tiempo a las Colonias,habían sido allegados en una u otra forma durante la campaña yahora brillaban sobre las mesas, junto con humildísimos vasos<strong>de</strong> coco y totuma.En los propios clavos que sostenían en las pare<strong>de</strong>s las enmarcadasimágenes <strong>de</strong> los santos, revestidas con los mismos coloresy doraduras espléndidas <strong>de</strong> Bogotá y Quito, colgaban sillas296


y frenos y atavíos <strong>de</strong> todo género. <strong>Las</strong> veneradas imágenes, porlo común colocadas sobre repisas en rincones y nichos, especialmentelas <strong>de</strong>l severo San Antonio <strong>de</strong> Padua y <strong>de</strong> su másadusto compañero, San Francisco <strong>de</strong> Paula, se veían ataviadascon cascos o morriones. Detrás <strong>de</strong> las puertas yacían los fusileso carabinas y sables <strong>de</strong> los asistentes, y junto a las ventanas y enlos corredores los caballos, atados en hileras, comían su piensoy <strong>de</strong>scansaban sobre el muelle lecho <strong>de</strong> pasto que los forrajeroshabían traído <strong>de</strong> los cercanos plantíos.La mesa <strong>de</strong> los oficiales había vuelto a servirse con algunaabundancia <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que se reanudaron las comunicaciones con SanFernando, y las risas y canciones resonaban con el júbilo característico<strong>de</strong> una noche <strong>de</strong> <strong>de</strong>spedida en cuarteles <strong>de</strong> provincia.(1) En todo polvorín español, en tierra o a bordo, hay una imagen <strong>de</strong> SantaBárbara porque, según se cree, la Santa protege a sus <strong>de</strong>votos contra el rayo y elfuego. El propio sitio toma, en lenguaje familiar, el nombre <strong>de</strong> la Santa, patrona <strong>de</strong>los artilleros.(2) En el ejército español usan charreteras los oficiales <strong>de</strong> menor categoría, inclusivelos capitanes; los <strong>de</strong> más alta graduación se distinguen por los galones, o pasamanos<strong>de</strong> oro que llevan en los puños.(3) Personaje shakespeariano <strong>de</strong> “La duodécima noche, o como gustéis.”—N. <strong>de</strong>l T.297


CAPÍTULO XXVLA MARCHA.—EL ATAQUE.—LA ROTAEl combate ha concluido... un mismo sol ha vistoganarse y per<strong>de</strong>rse la batalla: el campo está cubierto<strong>de</strong> cadáveres y moribundos; allí el valiente que semantuvo firme y el cobar<strong>de</strong> que huyó, y suena el saludomarcial <strong>de</strong> los clarines cuando se congregan losguerreros victoriosos. —El Trovador.La mañana sorprendió a muchos <strong>de</strong> los jaraneros aun entorno <strong>de</strong> las mesas, y los alegres sones <strong>de</strong> la diana les anunciaronque ya era tiempo <strong>de</strong> cumplir con las graves atenciones y<strong>de</strong>beres <strong>de</strong>l servicio. Mientras atravesaban a prisa las solitariascalles, a la tenue luz <strong>de</strong> una aurora otoñal, surgían <strong>de</strong> cada barracaenjambres <strong>de</strong> soldados, como abejas <strong>de</strong>l colmenar, con todoel aliento y vivacidad producidos por una noche <strong>de</strong> completoreposo, y por la consi<strong>de</strong>ración <strong>de</strong> que aquel era el día fijado parala marcha, pues todo campamento, escenario bullente en todaocasión y en cualesquiera circunstancias, lo es más aun en unamañana como ésta; cada corazón late más <strong>de</strong> prisa ante la perspectiva<strong>de</strong> un cambio <strong>de</strong> plaza, y entonces comienzan las chanzasque el consentimiento lícito <strong>de</strong> los soldados suele permitirdurante el relajamiento temporal que se produce en las filas.Luego que se pasó revista, tocaron a generala los tambores<strong>de</strong> todo el ejército reunido en la plaza. Los regimientos, queavanzaron por diversas direcciones al mismo lugar <strong>de</strong> concentración,se formaron alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> la plaza; y los aban<strong>de</strong>rados,con escoltas <strong>de</strong> piquetes <strong>de</strong> grana<strong>de</strong>ros, conducían las ban<strong>de</strong>raspertenecientes a cada cuerpo, las cuales fueron recibidas con299


presentación <strong>de</strong> armas y redobles <strong>de</strong> tambor. Por fin aparecióMorillo, a caballo, en medio <strong>de</strong> la plaza, ro<strong>de</strong>ado <strong>de</strong> su EstadoMayor; dio la or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> partida y las tropas abrieron marchahacia San Fernando; cada banda, al pasar junto al jefe, ejecutabael alegre paso redoblado...La caballería fue la primera que se puso en camino, al galope,con el objeto <strong>de</strong> pasar el Apure antes que nadie, para obviarasí el retardo y el riesgo a que se habría expuesto yendo a lazaga <strong>de</strong> la gente <strong>de</strong> a pie y cuando hubo <strong>de</strong>saparecido el últimorezagado, penetró en la plaza un escuadrón <strong>de</strong> lanceros, a lasór<strong>de</strong>nes <strong>de</strong> La Torre, que mandaba el <strong>de</strong>stacamento como capitán<strong>de</strong> la primera compañía. Ya formados sus jinetes ante la iglesia,llamóle Morillo, aun allí en espera suya; el general le hizoobservar que como el ejército <strong>de</strong>bía atravesar el Apure en cuantollegase a San Fernando, era necesario protegerlo contra cualquiermolestia que pudieran causarle los campos volantes <strong>de</strong>caballería insurgente que a su parecer no <strong>de</strong>jarían <strong>de</strong> entrar enAchaguas así como se diesen cuenta <strong>de</strong> la retirada, y <strong>de</strong> hostigarla retaguardia, si no se trataba <strong>de</strong> impedirlo. En consecuenciaor<strong>de</strong>nó a don Pedro que permaneciese en la plaza durante cuatrohoras, en vez <strong>de</strong> las dos fijadas en la or<strong>de</strong>n general, y queluego se retirase con lentitud, parándose aquí y allá en cualquierterreno <strong>de</strong>spejado a fin <strong>de</strong> que el ejército tuviese bastante espaciopara pasar el río.Morillo emprendió entonces la marcha, y La Torre, <strong>de</strong>spués<strong>de</strong> or<strong>de</strong>nar que se apostase un centinela en la entrada <strong>de</strong> unangosto sen<strong>de</strong>ro que conducía por el corral a los plantíos, dispusoque el escuadrón se <strong>de</strong>smontase. Los oficiales entregaron susbestias a los asistentes y avanzando hacia el centro <strong>de</strong> la plaza,se dieron a fumar cigarros.Entre el grupo <strong>de</strong> fumadores se <strong>de</strong>stacaba el capitán <strong>de</strong> lasegunda compañía, pastuso <strong>de</strong> atezadas y duras facciones, llamadodon Ramón Bamón<strong>de</strong>z, a quien se había admitido en elregimiento por recomendaciones <strong>de</strong>l virrey Sámano, especialmentepor ser natural <strong>de</strong> Pasto (1), ciudad leal por excelencia,300


que durante la guerra suministró más voluntarios a la causa realistaque cualquiera otra comarca <strong>de</strong> Colombia o tal vez que todaSuramérica. Aunque obligados a tolerar como camaradas a estoscriollos realistas, los oficiales españoles no podían fraternizarcon ellos, pues aun los más liberales <strong>de</strong> sus camaradas europeoslos herían en lo más íntimo con su franca hostilidad respectoa los americanos ya que los godos hidalgos consi<strong>de</strong>raban como<strong>de</strong>smedida pretensión <strong>de</strong> los trigueños (calificativo que daban aestos habitantes <strong>de</strong> las Indias) el querer alternar <strong>de</strong> quien a quiencon los blancos.Los criollos realistas convencidos <strong>de</strong> que se les “repudiabapor su color”, proponíanse encubrir a los ojos <strong>de</strong> los <strong>de</strong>más, yaun a los propios, aquel sentimiento <strong>de</strong> inferioridad, afectandoíntima camara<strong>de</strong>ría con los europeos <strong>de</strong> igual graduación en lasfilas <strong>de</strong>l Rey, quienes los trataban siempre con reserva y guardandola distancia, pues aun cuando tenían por costumbre tutearse(2), o llamarse camaradas, ponían cuidado especial en dirigirsecon el puntilloso título <strong>de</strong> “señor don Fulano o Perencejo,etc”., a todos los criollos que alar<strong>de</strong>aban <strong>de</strong> familiaridad. .Gran<strong>de</strong> fue el disgusto <strong>de</strong> La Torre cuando Bamón<strong>de</strong>z se dirigióa él, con el dictado familiar <strong>de</strong> amigo, para averiguar siMorillo le había comunicado alguna nueva or<strong>de</strong>n relativa alescuadrón, durante la breve conversación que acababan <strong>de</strong> tener;don Pedro le respondió lacónicamente y volviéndose hacia unjoven teniente europeo, recién promovido para llenar la vacante<strong>de</strong>jada por Castro, comenzó a discutir los méritos relativos <strong>de</strong> losanimales <strong>de</strong> su caballería, o algún otro punto <strong>de</strong> análogo interés.En esto se entretuvo hasta que regresó <strong>de</strong> su recorrida el oficialencargado <strong>de</strong>l relevo <strong>de</strong> los centinelas, quien informó que el lanceroapostado en el corral había visto algunos jinetes enemigosexplorando la orilla <strong>de</strong>l bosque. El propio La Torre interrogó alcentinela acabado <strong>de</strong> reemplazar y supo que unos diez jinetesque pertenecían a la Guardia <strong>de</strong> Honor <strong>de</strong> Páez, según lo <strong>de</strong>mostrabanlas negras flámulas <strong>de</strong> sus lanzas, habían avanzado hasta301


el morichal a tiro <strong>de</strong> fusil <strong>de</strong>l corral, don<strong>de</strong> se mantuvieron unrato y luego se internaron <strong>de</strong>spacio en el bosque.“¡Señores oficiales, a sus puestos!”, dijo La Torre.¡Lanceros, prepárense a montar! ¡Monten!Apenas se había sucedido al ajetreo <strong>de</strong> los preparativos larigi<strong>de</strong>z y quietud <strong>de</strong> un cuerpo bien disciplinado, en espera <strong>de</strong>un ataque, cuando se oyó un disparo <strong>de</strong> pistola, seguido <strong>de</strong>lretumbo <strong>de</strong> los cascos <strong>de</strong> un caballo que se acercaba a todocorrer.“Han corrido a nuestro centinela!, murmuró Rodríguez, elsargento veterano, apostado a <strong>de</strong>recha <strong>de</strong> la línea, <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> sucapitán. Me atrevería a apostar por el ruido <strong>de</strong> las herradurasque es no es un caballo llanero”.El lancero entró en la plaza a todo escape, pero refrenó acercándoseal escuadrón y cuando pasó cerca <strong>de</strong> La Torre, caminoa la retaguardia, sólo dijo en voz baja con verda<strong>de</strong>ro laconismoy serenidad castellanos: ¡ya vienen!“¡Firmes, muchachos! ¡Calen lanzas!” fue la única respuesta,y a esta voz “se tendieron las lanzas al punto, como cañas quese inclinan ante la tempestad.”Oyóse avanzar el tropel <strong>de</strong> una fuerte columna <strong>de</strong> caballería,la cual se dividió en llegando al terreno <strong>de</strong>spejado cerca <strong>de</strong>lcorral. Un <strong>de</strong>stacamento torció a la izquierda con el propósito <strong>de</strong>penetrar en la plaza por la esquina cercana a la casa parroquial,mientras el otro avanzaba hacia la iglesia. Ambas partidas aparecierona un tiempo, dando ruidosos y entusiastas ¡vivas! queredoblaron al ver a los españoles aguardándolos en formación.Antes que hubiesen tenido tiempo <strong>de</strong> formar, La Torre or<strong>de</strong>nóa Bamón<strong>de</strong>z que atacase el pelotón <strong>de</strong> caballería rebel<strong>de</strong> máspróximo a él, y moviendo su propia gente hacia la <strong>de</strong>recha lacondujo a rienda suelta contra el enemigo por el otro flanco <strong>de</strong>la plaza. Siempre que lucha caballería con caballería, el cuerpoestacionario lleva la peor parte y en el presente caso el empuje<strong>de</strong> la carga dada por La Torre, casi <strong>de</strong>sbarató la línea contraria.La mayoría <strong>de</strong> los realistas, impulsados por el ímpetu <strong>de</strong> sus302


corceles, penetró por los espacios .abiertos en las filas patriotaspara facilitar el continuo juego <strong>de</strong> las lanzas, y entremezcladosasí ambos contendores, prescindieron <strong>de</strong> las lanzas, como pormutuo acuerdo, y <strong>de</strong>snudando los sables, emprendieron terriblemelée.A todas estas el segundo cuerpo, mandado por Bamón<strong>de</strong>z, nohabía atacado la <strong>de</strong>recha <strong>de</strong> la línea patriota con la prontitudrequerida, <strong>de</strong> modo que el pastuso se encontró a medio caminocon el pelotón enemigo, constituido por la élite <strong>de</strong> la Guardia <strong>de</strong>Honor y guiado por el propio Páez. El choque se <strong>de</strong>cidió a favor<strong>de</strong> los patriotas. Don Ramón, junto con otros realistas, fue <strong>de</strong>rribado<strong>de</strong> la silla por un bote <strong>de</strong> lanza, y sus jinetes, tras inútil tentativapara reorganizarse, huyeron por el camino <strong>de</strong> SanFernando, activamente perseguidos por gran número <strong>de</strong> lancerospertenecientes a la guardia.Páez, cuyo ejemplo fue imitado por Carvajal y algunos <strong>de</strong> susacompañantes, puso a un lado la lanza y avanzó, sable en mano,hacia el lado opuesto <strong>de</strong> la plaza, don<strong>de</strong> la lucha proseguía conencarnizamiento. Ocurrió que la gente <strong>de</strong> Silvestre Gómez peleabaen este flanco, por lo cual los dos viejos amigos, Castro yLa Torre, se encontraban con frecuencia en la confusión <strong>de</strong> lalucha; uno y otro se habían reconocido e invariablemente seapartaban al cruzarse los sables, en solicitud <strong>de</strong> otros contendores.A la llegada <strong>de</strong>l refuerzo conducido por Páez, la balanza seinclinó pronto contra los realistas, quienes, aunque extenuadospor los anteriores esfuerzos y circuidos por todas partes, combatieronsin tregua, convencidos <strong>de</strong> que no se les daría cuartelAquellos soldados llaneros que tenían más ofensas que vengar,apresurábanse a tomar participación en la matanza, contemplandocon júbilo y aplauso aun por los que no contribuían a ella...tal era la índole inmisericor<strong>de</strong> <strong>de</strong> la Guerra a Muerte.Andrés Castro observaba con pena la heroica resistencia sostenidaaún por su antiguo amigo y camarada La Torre, quienayudado por su espal<strong>de</strong>ro el sargento Rodríguez, se había abiertopaso por entre la multitud <strong>de</strong> adversarios que le ro<strong>de</strong>aban y303


espaldándose en la iglesia, don<strong>de</strong> ambos se veían en ciertomodo protegidos por dos estribos <strong>de</strong>l muro, avanzaban <strong>de</strong> cuandoen cuando para <strong>de</strong>scargar uno o dos golpes sobre los atacantesmás cercanos bien que, incapaces <strong>de</strong> proseguir por la extenuación<strong>de</strong> sus caballos, cuyas hondas heridas vertían torrentes<strong>de</strong> sangre, se retiraban <strong>de</strong> nuevo a su abrigo. Castro no pudoresignarse a contemplar aquella triste escena sin poner algo <strong>de</strong>su parte para salvar a aquellos valientes realistas. Giró la vistaen torno en busca <strong>de</strong> Páez, a quien <strong>de</strong>scubrió dictando al ayudanteun <strong>de</strong>spacho para Bolívar, y le manifestó el interés quesentía por el oficial español y por su sargento, únicos sobrevivientes.Páez le oyó con <strong>de</strong>ferencia y en el acto se dirigió haciael sitio <strong>de</strong>l combate, don<strong>de</strong> sólo quedaba La Torre porqueRodríguez había sucumbido. Mandó a sus llaneros que retrocediesen,con un tono tal que fue obe<strong>de</strong>cido al instante, y avanzandosolo ofrecióle cuartel al español, si convenía en rendirse. LaTorre se <strong>de</strong>tuvo un instante como reflexionando y cobrandonuevo aliento clavó las espuelas en los jícares <strong>de</strong> su trémulo corcely volvió a levantar el sable con su acostumbrado grito <strong>de</strong> i¡Santiago por el Rey! I, Pero todo fue en vano, porque el animal,extenuado por la pérdida <strong>de</strong> sangre, no estaba en aptitud <strong>de</strong>secundarlo y tropezando con el cadáver <strong>de</strong>l sargento, rodó <strong>de</strong>cabeza por el suelo. Perucho Gómez fué uno <strong>de</strong> los que suspendieronel ataque a la voz <strong>de</strong>l jefe, cerca <strong>de</strong>l cual se mantuvo porcuriosidad, <strong>de</strong> modo que <strong>de</strong>scabalgó en un santiamén y hundiósu machete en el cuerpo <strong>de</strong>l oficial caído, antes que pudierancontenerlo.Achaguas volvió <strong>de</strong> nuevo a po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> los llaneros, quienes,tras breve <strong>de</strong>scanso <strong>de</strong> las fatigas <strong>de</strong> la mañana, abrieron unagran zanja en el cementerio, situado <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la iglesia, y <strong>de</strong>positaronen la fosa común a los que había perecido en una y otralínea. Luego se <strong>de</strong>dicaron a borrar toda huella <strong>de</strong> la ocupación<strong>de</strong>l enemigo y a preparar alojamiento para Bolívar y todos losjefes cuya pronta llegada era <strong>de</strong> esperarse. Para la Oración estabanya barridas la plaza y las calles principales con el esmero304


que singulariza a la mayor parte <strong>de</strong> los pueblos <strong>de</strong>l interior <strong>de</strong>lpaís, y las manchas <strong>de</strong>l reciente combate fueron borradas conmucho cuidado <strong>de</strong> los muros <strong>de</strong>l templo.Un pelotón <strong>de</strong> la Guardia, <strong>de</strong>stacado para seguir la retaguardia<strong>de</strong>l ejército enemigo, regresó entonces con la noticia <strong>de</strong> quetodos los españoles había atravesado el Apure, por lo cual Páezenvió una reducida escolta, a las ór<strong>de</strong>nes <strong>de</strong> Silvestre Gómez,para que fuese a Cunaviche y trajese el mayor número <strong>de</strong> familiasemigradas que pudiesen venir con ellos. La presencia <strong>de</strong>don Manual Cuadras, Cura <strong>de</strong> Guasdualito, era tanto más anhelada,cuanto a consecuencia <strong>de</strong> la excomunión que pesaba sobretodos los rebel<strong>de</strong>s no se había promovido ningún cura paraAchaguas, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la muerte <strong>de</strong>l último párroco.Los llaneros se trasladaron luego a la sabana, don<strong>de</strong> vivaqueronesa noche, prefiriendo, como <strong>de</strong> costumbre, el aire libre yfresco, lejos <strong>de</strong> todo abrigo, a cuantas comodida<strong>de</strong>s pudieranhallarse bajo techo.(1) Los naturales <strong>de</strong> Pasto constituyen el tema <strong>de</strong> muchos cantos suramericanos,en los cuales se alu<strong>de</strong> a sus hostilida<strong>de</strong>s contra la Patria:El infame in<strong>de</strong>cente pastusoopuesto a la libertad, etc.(2) El tuteo indica familiaridad y a veces superioridad. El cambio <strong>de</strong> tú por uste<strong>de</strong>s siempre un signo <strong>de</strong> tibieza, a lo cual alu<strong>de</strong> una tonadilla <strong>de</strong> Bogotá:Crecen las amista<strong>de</strong>sy el amor sube;Se acaban los uste<strong>de</strong>s,Entran los túes;Pero en riñendoVuelvan como al principioLos cumplimientos.305


CAPÍTULO XXVIMi pluma llega al fin <strong>de</strong> una página, conque el cuentoconcluye también; cosa que bien pudo ocurrir máspronto, sino fuera porque los cuentos suelen dilatarseuna vez comenzados.— BeppoLa noticia <strong>de</strong> que los españoles habían <strong>de</strong>socupado aAchaguas y retirándose <strong>de</strong>finitivamente <strong>de</strong> las <strong>Sabanas</strong> <strong>de</strong><strong>Barinas</strong>, llegó a los acantonamientos <strong>de</strong> la infantería patriota latar<strong>de</strong> <strong>de</strong>l día en que la retaguardia <strong>de</strong> la caballería realista fue<strong>de</strong>strozada en aquella población. En medio <strong>de</strong> su regocijo por elfavorable <strong>de</strong>senlace <strong>de</strong> la campaña, Bolívar no echó en olvidolas penalida<strong>de</strong>s y privaciones que por tanto tiempo y con tantafrecuencia habían sufrido los emigrados en Cunaviche, por locual, en respuesta a la invitación <strong>de</strong> Páez para que él y su ejércitoacuartelasen en la capital <strong>de</strong> los llanos, manifestó que noquería incomodar a los habitantes <strong>de</strong> Achaguas con la presencia<strong>de</strong> tropas no bien conocidas <strong>de</strong> ellos. Así, expresó el propósito<strong>de</strong> invernar entre las casi <strong>de</strong>siertas al<strong>de</strong>huelas <strong>de</strong>l Alto Apure,cuyos escasos pobladores tendrían más bien a dicha que se estacionaranlas tropas allí.Al recibir la grata nueva <strong>de</strong> que al fin les era permitido regresara sus respectivos hogares, los emigrados <strong>de</strong>cidieron <strong>de</strong>común acuerdo no separarse hasta que todos ellos hubiesen visitadoa Achaguas y dádole personalmente las gracias al Jefe <strong>de</strong>los Llanos por la solicitud con que los protegiera y por su caballeresca<strong>de</strong>fensa <strong>de</strong>l suelo nativo. Cuando Páez se impuso <strong>de</strong>aquel intento, concedió licencia para que un llanero pertenecientea cada familia, como lo había hecho en anterior oportunidad,prestase ayuda a sus parientes y amigos, mientras salían <strong>de</strong> su307


confinamiento temporal. Los que permanecieron en Achaguasse daban a la afanosa tarea <strong>de</strong> preparar las casas Por tanto tiempoabandonadas, para recibirlas, y en construir ranchos a orillas<strong>de</strong>l río y en el bosque vecino para alojamiento <strong>de</strong> las familiasque no poseyeran otro refugio. A la entrada <strong>de</strong> la población, y enel camino que conduce a la pampa, erigióse una especie <strong>de</strong> arcotriunfal, formado <strong>de</strong> guadua y bejuco, y cubierto con pencas <strong>de</strong>moriche y festones <strong>de</strong> ramas <strong>de</strong> limón dulce.Como la caravana <strong>de</strong> emigrados era numerosa y Páez habíadado ór<strong>de</strong>nes estrictas a la escolta para que no los apremiase enel viaje transcurrió una semana antes que hubiesen ,pasado elArauca por Caujaral; a una legua <strong>de</strong> Achaguas, fueron recibidospor toda la caballería que los condujo en triunfo a la ciudad, loscarabineros <strong>de</strong> Rangel disparaban sus arcabuces por el caminoa medida fue hacían caracolear sus caballos en torno <strong>de</strong> la jubilosacaravana y las casi olvidadas campanas volvieron a repicaralegremente en el campanario, don<strong>de</strong> se reinstaló el antiguosacristán con toda la pompa y orgullo <strong>de</strong> un funcionario <strong>de</strong>al<strong>de</strong>a.Un grito general <strong>de</strong> regocijo brotó <strong>de</strong> la multitud reunida enla plaza, viendo aparecer el venerable cura en la misma ventana<strong>de</strong>s<strong>de</strong> don<strong>de</strong> les había hablado a menudo su recordado antecesor.Cuando se hizo silencio, el sacerdote felicitó a los emigradospor su vuelta <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sierto a la vida civilizada y los invitó areunirse aquella tar<strong>de</strong> en la misma plaza para que le acompañasena rezar el rosario <strong>de</strong> la Virgen en acción <strong>de</strong> gracias. Páez,que estaba al lado <strong>de</strong> don Manuel Cuadras, fue asimismo saludadocon frenéticas aclamaciones, las cuales se repitieron cuandoles dijo que en el corral hallarían novillos en cantidad suficientepara todos, beneficiados para ellos por or<strong>de</strong>n suya.Los habitantes <strong>de</strong> la ciudad se dispersaron luego en direccióna sus respectivos hogares, llevándose consigo a sus compañeras<strong>de</strong> emigración, a todas las cuales se les proporcionó alojamiento.No obstante la alegría por el regreso, resultó <strong>de</strong>l todo impasibleevitar las lamentaciones <strong>de</strong> las dueñas <strong>de</strong> casa, en vista <strong>de</strong>l308


mal empleo que las realistas habían dada a sus viviendas, y lacompleta <strong>de</strong>saparición <strong>de</strong> muchos muebles familiares y valiosos,lo cual no se apuso a que disfrutasen <strong>de</strong>l convite que leshabía hecho preparar Páez; y para la tar<strong>de</strong> se congregó para laoración una muchedumbre tan numeroso como nunca se habíavisto antes en la Plaza <strong>de</strong> Achaguas.Páez, por uno <strong>de</strong> las íntimos amigos, que estaba en el secreta,tenía alguna i<strong>de</strong>a sobre el proyectado matrimonio <strong>de</strong> su jovenvoluntario Castro, y como siempre se complacía en promover lafelicidad <strong>de</strong> las personas a quienes amaba, interpuso su omnímodainfluencia con Silvestre Gómez para que la boda fuesecelebrada antes <strong>de</strong> dispersarse los emigrados, ofreciéndose alpropio tiempo como padrino <strong>de</strong> la novia, honor al que <strong>de</strong>s<strong>de</strong>luego fue admitida can muestras <strong>de</strong> reconocimiento, y como lavoluntad <strong>de</strong> los padres y mayores constituía ley para las hijos <strong>de</strong>familia en el llano, ni Andrés ni su prima Juanita, manifestaran<strong>de</strong>scontento, por más que pudieran experimentarlo, cuando seles anunció que su enlace se efectuaría al día siguiente al terminarla Misa <strong>de</strong> Gracias.Poco <strong>de</strong>spués Páez reintegró al novío la posesión <strong>de</strong> las tierraspróximas a, San Fernando, que habían pertenecido antes asu padre Toribio Castro; Andrés continuó distinguiéndose bajolas ban<strong>de</strong>ras <strong>de</strong>l jefe llanero, hasta que la patria se conquistólibertad e in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia en la batalla <strong>de</strong>cisiva <strong>de</strong> Carabobo.Entonces arrimó la lanza y volvió a disfrutar las bendiciones <strong>de</strong>la paz en las <strong>Sabanas</strong> <strong>de</strong> <strong>Barinas</strong>.FIN


ÌNDICEA manera <strong>de</strong> prólogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7I. Los llaneros.— Una invasión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15II. El río.—El piquete avanzado . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 23III. Narración <strong>de</strong>l criollo realista . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 31IV. Alarma.—Los lanceros <strong>de</strong> Páez.—Conflagración . . . . . . . . . 45V. Continúa la narración <strong>de</strong>l criollo realista . . . . . . . . . . . . . . . . 55VI. Retirada <strong>de</strong> los emigrados . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 67VII. El espectro <strong>de</strong> los An<strong>de</strong>s. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 77VIII. El campamento patriota.—Ataque nocturnoGuerra a muerte . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 89IX. El Merca<strong>de</strong>r ambulante—Festín llanero. . . . . . . . . . . . . . . . 103X. Noticias <strong>de</strong> Angostura. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 113XI. Narración <strong>de</strong>l pescador <strong>de</strong>l Orinoco. . . . . . . . . . . . . . . . . . . 129XII. El Orinoco.—Bolívar.—El huracán . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 149XIII. Los maromeros.—La carta.—Deserción . . . . . . . . . . . . . . . 161XIV. Un jefe patriota.—Emboscada . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 171XV. La cita . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 183XVI. Caza <strong>de</strong> tigres y jabalíes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 193XVII. La fiesta.—Cantos nacionales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 207XVIII. Narración <strong>de</strong>l mayordomo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 215XIX. Narración <strong>de</strong>l jefe <strong>de</strong> guerrilla . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 225XX. El refuerzo.—La retirada . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 245XXI. Los emigrados.—Amor contrariado. . . . . . . . . . . . . . . . . . . 255XXII. Chanabilú y Ancáfila, o los Jesuítas <strong>de</strong>l Orinoco. . . . . . . . . 265XXIII. El puente <strong>de</strong>l brujo.—Derrota . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 279XXIV. El consejo <strong>de</strong> guerra.—Cuartel general español . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 291XXV. La marcha.—El ataque.—La rota. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 299XXVI. [Conclusión] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 307

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