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Martín Rico y Ortega (Madrid, 1833 – Venecia, Italia, 1908)

Patio del palacio ducal de Venecia

1883

INFORMACIÓN DE LA OBRA

Óleo sobre lienzo, 141 × 81 cm

OTRA INFORMACIÓN

Firmado en el ángulo inferior derecho: «Rico» Inscripción al dorso, en el bastidor, a pluma: «Año 1883»

Martín Rico fue el más cosmopolita entre los paisajistas españoles de su generación. Se formó en el romanticismo de Genaro Pérez Villaamil, profesor suyo en las clases de la Academia de Bellas Artes de San Fernando (Madrid), pero ya en sus vistas del Guadarrama previas a la obtención de la beca de paisaje en el extranjero, en 1861, se encamina hacia el realismo. En 1862 se instaló en París, pintó en Suiza con Alexandre Calame y, a su vuelta a Francia, su pintura se acercó aún más a aquella tendencia. A partir de 1869, en parte por la influencia de Mariano Fortuny, con quien pintó en Granada en 1871, se orientó hacia un colorido muy luminoso, resultado de un trabajo al aire libre con toques precisos y certeros, que constituyó su principal aportación al paisaje de su tiempo. Un viaje a Venecia en 1873 le descubrió el que se convertiría en su lugar predilecto, donde iglesias y palacios reflejados en los canales protagonizan composiciones muy armónicas que a menudo incluyen jardines.

La obra de Rico de la Colección Banco Santander, una de las pocas de su producción veneciana en las que no aparece el agua, es una de las de mayores dimensiones de esta etapa de madurez del artista. Se trata, seguramente, de una de las dos encargadas por Alejandro de Mora y Riera, II marqués de Casa Riera, por la suma de quince mil francos, la más alta percibida por el artista por uno de sus cuadros. La predilección durante esta etapa por la basílica de San Marcos, compartida con otros pintores en unos años en los que un debate enfrentó a John Ruskin con los partidarios de su restauración, le llevó a mostrar las cúpulas bizantinas como protagonistas de la composición. El artista eligió un punto de vista desde el sur de manera que, tras el vacío del primer término acentuado por la fuga de la solería, aparecen la fachada del Reloj, el Arco Foscari, el Cortile dei Senatori y la Scala dei Giganti, bajo las cúpulas, pintadas con nitidez. Las pequeñas figuras, una de ellas asomada sobre una alfombra de rico cromatismo, al modo de Fortuny, animan la composición y evitan la frialdad de una desnuda vista arquitectónica. La precisión y habilidad en la representación de las esculturas es un rasgo muy característico de Rico, que solía estudiarlas en sus cuadernos de dibujo y que consigue, en sus pinturas, una sensación de gran plasticidad acentuada, como en los elementos arquitectónicos, por el juego de luces y sombras. La degradación entre el azul intenso del cielo en la parte superior y la atmósfera de luz más clara que circunda las cúpulas, es propia de las obras que realizó durante su estancia en 1881 en la Costa Azul y en las de los años siguientes. [Javier Barón Thaidigsmann]